sábado, 26 de agosto de 2017

Interior argentino: El fucking caudillo Estanislao López

Estanislao, el patrón del Litoral
¿Qué hubiese hecho Estanilao López con Los Monos o cualquier otra organización que desafiara su autoridad? Inevitable preguntárselo el día cuando el juez Ismael Manfrín, quien presidirá el tribunal del juicio contra la banda narco, suspendió el inicio del juicio, invocando nuevo material probatorio y la posible inclusión en el pelotón de enjuiciados de Ramón Machuca, más conocido como Monchi Cantero, quien iba a ser juzgado separado de los otros 23 imputados. Pero también es necesario preguntarlo al cumplirse 179 años de la muerte de López.
Por Urgente 24




Nació en Santa Fe el 22 de noviembre de 1786, hijo del oficial de milicias, Juan Manuel Roldán Ávila y María Antonia López Isaurralde. Estanislao López asistió a la escuela franciscana de su ciudad hasta los 15 años, que ya estaba marchando a órdenes de su padre en la lucha contra los indios del Chaco y a los 17 años ingresó en la Compañía de Milicias provinciales.

En 1806, con la 2da. invasión británica, se unió a la expedición de Santa Fe que luchó en Ciudad de Buenos Aires, y 4 años después integró el movimiento militar patriota desde el Cuerpo de Blandengues de Santa Fe. Luchó a las órdenes del general Manuel Belgrano en la expedición al Paraguay, fue capturado por los españoles en la batalla de Paraguarí, conducido a Montevideo pero pudo escaparse y se puso a órdenes del general José Casimiro Rondeau.

En 1811 regresó a Santa Fe con el cargo de alférez y participó en los combates contra los españoles que bloqueaban los puertos sobre el río Paraná, pero también combatió contra los aborígenes del Chaco.

Más tarde peleó contra los caudillos federales de Entre Ríos en el Combate del Espinillo y otra vez fue prisionero, y así pudo conocer al caudillo José Artigas. Y hubo o empatía o respeto.

López se estrenó como caudillo en 1816, a órdenes del comandante Mariano Vera.

López y Artigas comandaron las tropas en la revuelta del ejército de Santa Fe contra el gobierno de Buenos Aires y derrotaron al ejército bonaerense del general Juan José Viamonte. Luego de esta batalla, fue ascendido a capitán y nombrado jefe de la frontera norte de Santa Fe, desde donde emprendió una nueva expedición contra los pueblos indígenas.

Los Combates del Brigadier Estanislao López



En 1818, aprovechó la revolución contra el Gobierno de Vera y el 23/07/1818, a sus 31 años, asumió como nuevo gobernador, y fue el patrón de Santa Fe hasta el día de su muerte.

López fue reelecto durante 2 décadas, y gozó de un amplio apoyo de la población que le reconoció el estímulo a la agricultura y a la ganadería, la separación de la provincia respecto al gobierno bonaerense, la tranquilidad de las fronteras, el inicio de escuelas y cierta mejora en la administración de Justicia.

López tuvo que ganarse el respeto de su gente reprimiendo el movimiento autonomista del gobernador Juan Ramón Balcarce, general del ejército de Buenos Aires, quien organizó una invasión a la provincia desde Córdoba, al mando del coronel Juan Bautista Bustos, y desde el sur.

López decidió desgastar a su enemigo con ataques relámpagos permanentes, una guerra de guerrillas. Esto hizo con Bustos en Fraile Muerto, dejándolo sin caballos y volviendo inmediatamente a Santa Fe para recibir a las tropas de Balcarce, aunque no tuvo el mismo resultado. Entonces, López huyo hacia el norte y los porteños tomaron Santa Fe. Pero después de un tiempo, López fue por la revancha y volvió a recuperar su capital.

Juan Martín de Pueyrredón no reconoció esta derrota y envió a Juan José Viamonte a Santa Fe para reforzar el frente de Bustos, y López reaccionó igual que en el pasado: un ataque rápido y precido a los cordobeses para regresar contra los bonaerenses, pero esta vez, luego del empate frente a Bustos y la victoria frente a Viamonte, se enteró, según sus apologistas, que las guerras domésticas afectaban la campaña del General José de San Martín.

Entonces, el 12/04/1819, firmó con el Directorio Supremo el armisticio de San Lorenzo, con el que consiguió un breve respiro, mientras hacía sancionar la 1ra. Constitución que hubo en las Provincias Unidas, la de Santa Fe.


Estanislao López y Pancho Ramírez



En Buenos Aires, Rondeau reemplazó a Pueyrredón, pero con similar estrategia pidió ayuda a las fuerzas orientales y al Ejército del Norte pero ambos se negaron y dejaron al Directorio sólo frente a los federales de López y Francisco Ramírez, que respondían a Artigas, y José Miguel Carrera y Carlos María de Alvear, el 01/02/1820 en la batalla de Cepeda.

La importancia del combate fue la disolución del Directorio y que Buenos Aires aceptara su igualdad respecto de las demás provincias. Poco después se firmó el Tratado del Pilar entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, que establecía la paz entre los federales y Buenos Aires.

Pero no se cumplió, López invadió nuevamente Buenos Aires y venció en la batalla de Cañada de la Cruz.

Pero los porteños, dirigidos por Manuel Dorrego, derrotaron a Alvear y Carrera en San Nicolás, y a López en Pavón.

Así se llegó a la sangrienta Batalla de Gamonas, en la que López volvió a derrotar a Buenos Aires.

Regresó la paz, el 24/11/1820 con el Tratado de Benegas. López consiguió una indemnización por las invasiones porteñas que su provincia había sufrido, y el coronel Juan Manuel de Rosas se encargó de pagarla.

Durante los años siguientes, López gobernó su provincia asegurado por el Tratado del Cuadrilátero, del 25/01/1822, entre Entre Ríos, Corrientes, Buenos Aires y Santa Fe. Entonces pudo enfocarse en mejorar su economía ganadera y comercial.

Liga de Pueblos Libres



Después de la Convención Nacional que se reunió en Santa Fe, los representantes de las Provincias Unidas nombraron a López jefe del ejército federal, y al gobernador de Buenos Aires, Dorrego, encargado de las relaciones exteriores.

En diciembre de 1828, Juan Lavalle derrocó y asesinó al gobernador Dorrego. López y Rosas se aliaron y lo derrotaron en la batalla de Puente de Márquez. Rosas fue el nuevo gobernador.

López y Rosas, al frente de la Liga del Litoral, atacaron juntos a José María Paz, líder de la Liga Unitaria del Interior y dos veces victorioso sobre el riojano Facundo Quiroga. La Batalla de Fraile Muerto (provincia de Córdoba, Argentina, 05/02/1831) enfrentó al coronel Juan Esteban Pedernera y los federales bajo la dirección del coronel Ángel Pacheco. El triunfo de los federales consolidó la hegemonía de López, Quiroga y Rosas.

López era una de las grandes figuras del Federalismo, en especial de quienes no querían someterse a Rosas, pero iba perdiendo prestigio e influencia porque los gobernadores sólo reconocían a Rosas como su jefe.

López, el árbitro del Litoral, murió de turbeculosis en Santa Fe en junio de 1838, a sus 52 años. El luto por su muerte duró 1 mes y Santa Fe fue escenario del mayor cortejo fúnebre de su historia.

viernes, 25 de agosto de 2017

SGM: El hijo de Alá que salvó a los hijos de David

El musulmán que salvó a cientos de judíos de París en la SGM

Javier Sanz | Historias de la Historia


De vez en cuando viene bien echar la vista atrás y comprobar que muchos conflictos que hoy en día parecen enquistados en nuestras sociedades… no siempre fueron así. Concretamente, al conflicto político, entre árabes e israelíes, y al religioso, entre musulmanes y judíos. Esta es la historia de Si Kaddour Benghabrit, fundador y rector de la Gran Mezquita de París, que durante la Segunda Guerra Mundial proporcionó refugio y certificados de identidad musulmana a cientos de judíos para evitar la detención y la deportación.



Si Kaddour Benghabrit nació en Argelia en 1873. Tras completar los estudios en una madrasa se trasladó hasta Fez (Marruecos) para matricularse en la Universidad de Qarawiyyin donde adquirió una sólida formación en francés y árabe. Gracias a este doble aprendizaje comenzó a trabajar en la administración marroquí como intérprete en sus relaciones con Francia, ganándose el favor de unos y de otros. En 1916 fue enviado a Hiyaz (Arabia Saudita) para ayudar y asegurar el bienestar de los musulmanes que iban en peregrinación a la Meca desde el Norte de África, para lo que fundó la Société des Habous et des lieux saints de l’islam (Sociedad de las dotaciones y de los lugares santos del Islam). En 1920, la Sociedad solicitó autorización para construir en París una mezquita que simbolizase la eterna amistad entre Francia y el Islam, además de un homenaje a los miles de soldados musulmanes que cayeron defendiendo Francia durante la Primera Guerra Mundial. Con el apoyo del Presidente de la República y del parlamento, la donación de los terrenos por parte de la ciudad de París y las aportaciones económicas de musulmanes de todo el mundo, el 15 de julio de 1926 se inauguraba la Gran Mezquita. Desde su apertura, no sólo se dedicó a la oración, la mezquita también era un centro cultural y un lugar donde los visitantes eran alimentados, podían bañarse y descansar en sus jardines. Como miembro muy activo de la sociedad parisina, a Benghabrit se le comenzó a llamar le plus parisien des musulmans (el más parisino de los musulmanes).



Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial se demostraría que el espíritu solidario de Benghabrit no entendía de credos. Con la ocupación de Francia, la Gran Mezquita de París se convirtió en lugar de refugio para la comunidad musulmana… y judía. Sin un plan previo y fruto únicamente de la solidaridad y la compasión, Benghabrit organizó una red que recogía a los judíos perseguidos y los escondía en los sótanos de la mezquita hasta conseguirles documentos falsos para sacarlos de París y llevarlos al Magreb haciéndolos pasar por musulmanes. Es difícil cuantificar el número de judíos que se salvaron gracias a Benghabrit, ya que, dependiendo de las fuentes consultadas, el número varía entre los 500 y los 1.700, pero creo que lo importante de esta historia es que Benghabrit y los musulmanes de París se jugaron la vida por salvar a cientos de judíos.

Después de la liberación, sufrió un accidente de coche y abandonó su trabajo en la Gran Mezquita para organizar conferencias relativas a la ciencia y la medicina en el mundo musulmán. Benghabrit cayó en desgracia con sus compatriotas cuando se opuso a la independencia de Argelia. Murió en 1954.



En 2011, el cineasta franco-marroquí, Ismaël Ferroukhi, llevó a la gran pantalla la historia de Si Kaddour Benghabrit y de los musulmanes de la resistencia francesa en Les hommes libres.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Corea del Norte: El éxito diplomático en la captura del USS Pueblo

Corea del Norte y el Pueblo

Régimen de gángsters


Recordando uno de los horribles triunfos de la política exterior de Corea del Norte




ALTO en la agenda de John Kerry, el secretario de Estado de Estados Unidos, mientras hacía breves visitas a Seúl y Pekín esta semana, era el dolor de cabeza perenne de cómo tratar con Corea del Norte. Es probablemente un pequeño consuelo que al menos las cosas no son tan malas como lo fueron en 1968. Ese fue el año en que Corea del Norte se apoderó de un buque de espionaje estadounidense, el USS Pueblo, matando a un miembro de la tripulación y torturando a los otros 82 rehenes por casi un año.
Un buen libro nuevo, sin embargo, "Act of War: Lyndon Johnson, Corea del Norte y la captura de la nave espía Pueblo", es un recordatorio también de lo poco fundamental ha cambiado en el régimen de Corea del Norte desde entonces. Todavía no es tanto un estado pícaro como un gángster, que mantiene su poder con brutalidad inigualable en el país y establece sus propias reglas en el extranjero.
El libro, de Jack Cheevers, ex reportero del Los Angeles Times, se basa en extensas entrevistas con la tripulación y otras personas involucradas en el desastre y en material recientemente desclasificado. Es en parte una dolorosa historia humana del sufrimiento de la tripulación y en particular de su capitán, Lloyd M. ("Pete") Bucher.

Sufrían terribles palizas físicas a manos de sus captores y condiciones espantosas. Y Bucher tuvo que vivir con la humillación de ser el primer comandante naval norteamericano desde 1807 en entregar su nave sin pelea, ya una dictadura comunista, con lo que el señor Cheevers llama "una armada de bañera".

Como resultado, Corea del Norte obtuvo acceso a un tesoro de secretos estadounidenses, que presumiblemente compartió con su entonces aliado, la Unión Soviética. Fue casi un medio siglo antes de las revelaciones de Edward Snowden, lo que un historiador de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos llamó "la peor pesadilla de todos, superando en daños todo lo que le había pasado a la comunidad criptológica".

La debacle americana fue el resultado de lo que parece incompetencia extraordinaria. El pueblo "gimió bajo el peso de una pequeña montaña de papeles secretos", pero no tenía medios para deshacerse rápidamente de ellos o de su equipo electrónico de última generación. Estaba demasiado ligeramente armado para defenderse, pero otros barcos y aviones estaban demasiado distantes para acudir en su ayuda cuando fue secuestrado en la costa norcoreana. Justo antes de que el Pueblo llegara, la radio norcoreana había amenazado con "contramedidas decididas" contra "barcos espías" estadounidenses, y la tensión había aumentado cuando los comandos norteños fueron interceptados en Corea del Sur en una misión fallida para asesinar al presidente Park Chung-hee. Sin embargo, las señales de advertencia fueron ignoradas.
Para Corea del Norte, el asunto fue un triunfo. Además de la ganancia inesperada de inteligencia, todavía es capaz de retratar la captura como un triunfo sobre la superpotencia, utilizando el pueblo como una atracción turística. Y sólo liberó a la tripulación después de recibir una abjeta y falsa disculpa americana.
Dos características escandalosas del comportamiento de Corea del Norte en 1968 siguen siendo, por así decirlo, la política oficial. Uno de ellos es un desprecio total por el derecho internacional. El pueblo estaba en aguas internacionales. Desde entonces Corea del Norte ha participado en ataques terroristas contra aviones de pasajeros y en terceros países (como Birmania en 1983); Falsificación de moneda y contrabando de drogas; En la salida del Tratado de No Proliferación Nuclear; Y, en fecha tan reciente como 2010, al hundir un buque naval surcoreano.
Otro es el hábil uso del miedo a la escalada inaceptable para conseguir su camino. Lyndon Johnson, en el apogeo de la guerra de Vietnam, se mostró reacio a abrir un segundo frente en Corea, temiendo que las represalias contra el Norte pudieran provocarlo para atacar al Sur o alentar al Presidente Park a invadir el Norte. Ahora el arsenal nuclear primitivo del Norte da su chantaje otro borde de disuasión. Lo que el Sr. Cheevers escribe sobre 1968 sigue siendo cierto: que el verdadero peligro en la península es "un error de cálculo de un lado acerca de cómo el otro reaccionaría a una provocación seria".

Un tercer aspecto del comportamiento de Corea del Norte, sin embargo, ya no puede ser sostenible. Antes de firmar la humillante disculpa americana que aseguró la liberación de la tripulación del Pueblo, los estadounidenses dejaron claro en público que pensaban que era una tontería. Esto no le importaba a los norcoreanos, ya que su propio pueblo nunca necesitaba saber sobre el "pre-repudio".
Al tratar con Corea del Norte ahora es un poco de consuelo pensar que sus líderes ya no pueden estar tan seguros de que su control de la información es tan impermeable. Pero, de nuevo, eso podría hacerlos aún más intransigentes.

(Crédito de la imagen: AFP)

martes, 22 de agosto de 2017

SGM: Japón repatriará más de 1 millón de sus muertos

Japón devolverá a más de un millón de muertos de guerra


George Winston | War History Online



Batalla de Singapur, febrero de 1942. Las tropas japonesas victoriosas marchan a través del centro de la ciudad.


Hubo más de 2,4 millones de japoneses muertos en la Segunda Guerra Mundial que nunca se han tenido en cuenta. Sus restos han sido dejados de Siberia a las Islas Salomón y desde las profundidades del Océano Pacífico hasta la frontera de la India. Murieron en naufragio de acorazados, en cargos de banzai y en campos de prisioneros. Incluyen soldados y civiles, principalmente durante la lucha cuerpo a cuerpo que tuvo lugar al final de la guerra en Okinawa.

Ahora, más de 70 años desde el final de la guerra, el gobierno japonés está avanzando en planes para repatriar tantos muertos como puedan.

La actual sesión de la Dieta está considerando una legislación que establecerá un objetivo de traer 1.3 millones de muertos de guerra en casa desde el extranjero. El objetivo es repatriar a muchos dentro de nueve años. Es menos de la mitad de los desaparecidos, pero seguirá siendo un logro importante.



Tropas japonesas cargan en un buque de guerra en la preparación para una carrera expresa de Tokio alguna vez en 1942.

El plan pide a las organizaciones privadas aprobadas por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social que estudien documentos oficiales en las oficinas de registros públicos para identificar lugares probables donde queden muertos de guerra japoneses.

En algunos casos, Siberia, por ejemplo, los restos son enterrados en sepulcros cerca de campos de prisioneros de guerra. En otros casos, los restos quedaron en los campos de batalla.

Una vez identificados los restos, el gobierno creará una base de datos de ADN para ser cruzada con familiares sobrevivientes. Cuando se emparejan, los restos serán devueltos a los miembros de la familia.

En los últimos años la búsqueda de soldados desaparecidos se ha vuelto lenta y burocrática. Originalmente fue un esfuerzo ad hoc inmediatamente después de la guerra, realizado por amigos y seres queridos. Eventualmente, el ministerio asumió la responsabilidad de los esfuerzos, llevando a las críticas.


Invasión japonesa de Java.

En conmemoración del 70 aniversario del fin de la guerra, el gobierno reveló una campaña de 10 años para recuperar a los muertos. Después de este período, el gobierno dejará de buscar. Hay muchos restos, reconoce el gobierno, que nunca pueden ser recuperados. Hay naufragios en el Pacífico que nunca se pueden encontrar y hay pilotos kamikaze que se vaporizaron cuando sus aviones explotaron.


"Hasta 530.000 hombres se perdieron en el mar durante la guerra, por lo que será prácticamente imposible encontrar a esas víctimas", dijo Usan Kurata, presidente de Kuentai-USA, una organización sin fines de lucro con sede en Kyoto y que trabaja con Local en sitios alrededor del mundo para localizar y recuperar a las víctimas de la guerra.

"Hasta la fecha, el esfuerzo de recuperación por parte del gobierno japonés y los grupos privados ha sido excesivamente burocrático y lento, pero esperamos que esta nueva iniciativa sea significativa, sobre todo porque este gobierno ha declarado que la recuperación de los restos de desaparecidos de Japón es su Responsabilidad ", dijo Kurata a DW.com.


Yokosuka D4Y3 (Tipo 33) "Judy" en una zambullida suicida contra el USS Essex (CV-9), 1256 horas, 25 de noviembre de 1944. Las aletas se extienden, el tanque de ala de puerto auto-sellante de Yokosuka "Suisei "Es el humo.

Kuentai-USA es uno de los mayores grupos privados de recuperación. Ha repatriado cerca de 18.000 conjuntos de restos. Cerca del 70% de todas las víctimas recuperadas se encontraron en la última década.

El grupo ha estado en Filipinas, Guam, y Saipan. Regresa a Saipán para excavar un tramo de tierra donde los defensores japoneses llevaron a cabo la última acusación de banzai de 1945. Cientos de hombres murieron en ataques con olas humanas, junto con decenas de soldados estadounidenses.

Además del 70 aniversario del fin de la guerra, una visita estatal del emperador y emperador japonés a la isla de Peleliu reavivó el interés por recuperar a los muertos desaparecidos.

Peleliu es parte de Palau y el sitio de una de las batallas más sangrientas en el teatro pacífico. Aproximadamente 16.000 japoneses murieron allí con unos 2.000 soldados estadounidenses.

Durante su visita en 2015, el emperador y la emperatriz dieron sus respetos en los monumentos erigidos en honor de las tropas de ambos lados.


La primera ola de Marines estadounidenses en LVTs durante la invasión de Peleliu el 15 de septiembre de 1944.

"Había habido conversaciones sobre las operaciones de recuperación conjunta antes de la visita del emperador y la emperatriz, pero ese viaje se convirtió en algo de un catalizador para más acción", dijo Charles Mitchell, jefe adjunto de misión en la embajada de Palau en Tokio.

En Peliliu, muchos de los defensores japoneses se negaron a rendirse. Fueron enterrados en los túneles que defendían. Muchos de esos túneles nunca han sido abiertos.

"Esperamos ser capaces de proporcionar el conocimiento local de exactamente dónde están estas cuevas y donde otros restos podrían ser, pero también habrá un fuerte compromiso con la seguridad cuando el trabajo de recuperación comience", dijo Mitchell. "Tenemos que asegurarnos de que es seguro entrar en estos túneles antes de que podamos empezar a recuperar restos".

En mayo pasado, hubo una ceremonia en el Cementerio Nacional de Chidorigafuchi. El cementerio fue construido en 1959 para ser el último lugar de descanso para soldados japoneses desconocidos. Será el hogar de los restos entrantes.

En la ceremonia, a la que asistieron el Primer Ministro Shinzo Abe y su esposa, la Princesa Kiko, los restos de 2.498 soldados de Papua Nueva Guinea, las Islas Salomón y Rusia fueron enterrados.


lunes, 21 de agosto de 2017

Revolución Americana: ¿Qué les pasó a los leales a la Corona?

¿Qué pasó con los leales británicos después de la guerra revolucionaria?



Durante la Guerra Revolucionaria, muchos leales fueron tratados brutalmente - ???? Como el hombre tarred y emplumado en esta impresión. Cuando terminó la guerra, los leales encontraron a menudo que tenían que defenderse por sí mismos, o huir.
David Claypoole Johnston / Biblioteca del Congreso

Es el fin de semana del cuarto de julio - una época que muchos americanos dedican a celebrar democracia y el nacimiento de los Estados Unidos. Pero hace más de dos siglos, cuando la Guerra Revolucionaria terminó con una victoria estadounidense, no todos celebraban.


Se calcula que entre el 15 y el 20 por ciento de la población en aquel entonces seguía siendo leal a la Corona Británica. Naturalmente, no estaban tan emocionados por la rendición británica culminante en la batalla de Yorktown en 1781, que efectivamente selló el destino del intento del rey Jorge de mantener a los colonos en la línea.

Entonces, ¿qué pasó con estos leales que de repente se encontraron en el lado equivocado de la historia? Para responder a esa pregunta, Rachel Martin, de NPR, habló con Maya Jasanoff, profesora de historia en la Universidad de Harvard.

Destacados de la entrevista

En lo que fue ser un lealista británico durante la revolución americana


Definitivamente hubo casos de gente siendo golpeada por las pandillas que venían a su casa y los acosaban por estar en el lado equivocado. Hay que decir que algunos leales ciertamente fueron capaces de simplemente mentir bajo y hacer su negocio y tratar de no decir demasiado sobre la política. Pero si usted vivía en las líneas de frente de estos ejércitos avanzando va y viene a través de las colonias, podría ser realmente una elección difícil y una situación difícil de ser pulg

Sobre las vidas de los leales después de la guerra

Los combates continuaron, en particular, en el interior del sur. Y fue en regiones como esa que los leales todavía trataron de luchar por el imperio en el que creían.

Es una parte de la guerra que tendemos a no pensar demasiado o aprender en la escuela. Pero había mucho derramamiento de sangre, y particularmente en el Sur. Y bandas de revolucionarios, bandas de leales, se atacarían unos a otros, irían a las plantaciones del otro. De hecho, algunas de las grandes batallas en el Sur ocurrieron después de la rendición en Yorktown.

Por lo tanto, lo que todo esto significa es que había un clima de violencia y un clima de miedo para muchos leales. Y eso significaba que cuando las negociaciones de paz se estaban llevando a cabo, estaban realmente preocupadas por el tipo de protecciones que podrían tener en los nuevos Estados Unidos. Y durante este período, muchos de ellos sintieron que las protecciones que los Estados Unidos ofrecían no eran promesas de que pudieran realmente quedarse atrás.

Y así, cuando los británicos se retiraron ciudad tras ciudad en Estados Unidos, hasta decenas de miles de leales a veces iban con el ejército en retirada a Gran Bretaña y otras partes del Imperio Británico. ... Alrededor de la mitad de los leales que salieron de Estados Unidos terminaron por irse al norte de Canadá, establecerse en la provincia de Nueva Escocia y también convertirse en colonos pioneros en la provincia de New Brunswick.


Sobre cómo los libros de historia conmemoran a los leales

Por el lado americano, por supuesto, son perdedores. Y la historia es, como sabemos, escrita por los ganadores. Así que no hay mucho lugar para los leales - especialmente los leales que se fueron - en la historia americana estándar.
Pero los británicos también tienen una especie de complicada relación con los leales. Y creo que la razón es que los británicos tienen una relación complicada con la Guerra Revolucionaria y con los Estados Unidos, un lugar al que ellos querían aferrarse y fallar. Y los leales eran, a veces, un recordatorio muy inquieto de esta derrota.

domingo, 20 de agosto de 2017

Biografía: La cripta de Bouchard

La cripta del corsario
Jorge Fernández Díaz

Investigación de Roberto Ulloa sobre el final de Hipólito Bouchard




Pocas vidas tan extraordinarias como la del corsario Hipólito Bouchard, más propia de la literatura que de la realidad.
Pero no menos asombrosas fueron las circunstancias misteriosas de su muerte en el desierto del Pacífico y la secular peregrinación de su cuerpo hasta volver a Buenos Aires.
Esta es la historia de sus últimas horas y de la búsqueda de su tumba vacía.
Repasemos los hechos conocidos de su vida; fue pescador, soldado, revolucionario, comerciante, granadero, padre, corsario y agricultor. Sus patrias fueron Francia donde nació, Argentina donde tuvo sus hijas y Perú donde murió.
Por las tres batalló en el mar y propagó las ideas de la revolución.
Brown y San Martín lo eligieron para el combate, o quizás el los eligió a ellos para pelear a su lado; un soldado siempre sabe quién no lo defraudará en la hora.
Thomas Cochrane fue su acérrimo enemigo; también el británico estaba a su altura. En algún momento de su vida cambió su nombre Paul por Hipólito y fue conocido por este.
Vivió en el mar gran parte de su vida; fue un hombre duro como su época. O quizás más.
El hecho capital de su vida fue el largo corso circunnavegando el mundo al mando de la fragata “La Argentina”. Con aquellas singladuras épicas Bouchard definió la palabra corsario y entro a la historia.
Sabemos que el Congreso del Perú recompensó su esfuerzo libertador con una Hacienda en San Javier, Nasca.
Hacia 1829, desembarcó de la goleta La Joven Fermina que llevaba el nombre de su hija a la cual nunca conoció y partió al desierto.
No hay registro alguno de esa travesía, pero nada nos impide reconstruirla y la amable literatura perdonará ciertas imprecisiones.
Es probable que el corsario haya navegado desde el puerto militar de El Callao hasta el puerto de Pisco para ahorrar jornadas de viaje en carreta.
Al desembarcar debió hacerse de caballos, porteadores y guías para el tramo final; podemos suponer que algún camarada de armas fue su ocasional compañero de aventura.
Sabemos que viajó armado con su viejo sable, vestido con su levita azul de uniforme y cargando dos valijas; en ellas transportaba un anteojo largavista, un octante, algo de ropa y sus libros; entre ellos las Ordenanzas de la Armada Real en dos tomos y la edición de Meditaciones Cristianas escritas por el príncipe de Hohenlohe.
Curiosa debió ser esa caravana encabezada por un marino que transitaba una senda secundaria del Camino del Inca para adentrarse hacia la cordillera.
Los mapas peruanos de la época indican que sus postas naturales fueron el Tambo Colorado; luego Huacachina -el oasis en el desierto- y finalmente Palpa. Desde ahí debió seguir hacia el sur a la vera del Río Grande hasta llegar al Ingenio San Javier.
Podemos imaginar su alivio cuando vio el verde emerger entre el desierto en las dos márgenes del Río Grande.
También podemos imaginarlo desensillando frente a la puerta de la monumental iglesia del fundo en cuya periferia se alzaba San Javier; entonces una aldea de casas de adobe.
Un medallón esculpido con el escudo de la Compañía de Jesús prefiguraba a los jesuitas que habían sido expulsados de América.
Parado frente al frontis de la iglesia la curiosidad debió embargarlo por un instante; desde los capiteles del templo una veintena de mascarones de rasgos afronazqueños lo examinaban.
La lengua afuera y un anillo en la boca les conferían una agresividad singular para un templo religioso y quizás Bouchard presintió el destino.
Al costado de la iglesia lo esperaba la casa de la hacienda. Amplia, fresca, de adobe. Tras cincuenta años de vida errante el corsario se detuvo.
Durante la siguiente década regenteó el latifundio produciendo aguardiente que debió comercializar desde el puerto de Pisco. Algunos relatos lo ubican amancebado, pero no hay registros oficiales de ello.
Un hijo, sin embargo, no es imposible en esos años de desierto.
El duro trabajo agrícola y la rutina de los ciclos de cosecha le confirió cierta previsibilidad a sus jornadas que debió disfrutar tras una vida áspera donde la moderación estuvo ausente.
Sus distracciones serían la misa de los domingos y la fiel lectura de las Meditaciones Cristianas con sus severas exhortaciones para llevar una vida justa.
Quizás haya transitado junto a las crípticas líneas de Nasca o las pirámides de Cahuachi sin advertirlas. El fin de sus días ocurrió el 4 de enero de 1837.
En la página 29 de las Meditaciones, el príncipe de Hohenlohe nos advierte: “Ningún tiempo es más peligroso que el de la noche, no solo para el cuerpo sino también para el alma. ”
No es imposible que Bouchard se detuviera en estas líneas del libro aquel miércoles a las siete de la tarde cuando el peligro en la noche se encarnó en uno de los esclavos del fundo.
Nadie sabrá cómo se gestó aquella muerte que pudo deberse al rencor o la codicia.
Adelfo Bernales, un joven afronazqueño enfrentó al viejo corsario, acompañado por otros; todos de rasgos guerreros similares a los mascarones de la iglesia. Gritos, resuello, violencia.
Alguna maldición sin odio. Toda pelea se parece pues está en juego la vida. Un golpe, otro; no muchos. Los mascarones no sabían que mataban una leyenda.
De esa noche solo hemos recuperado un acta de defunción donde el padre Isidro Cáceres registra con caligrafía bastardo español apresurada “…di sepultura con cruz alta en la bóveda de San Francisco Xavier al cuerpo difunto de Bouchard…”.
No hubo agonía; Cáceres nos explica esto desde el pasado al afirmar que Bouchard no dejó testamento ni recibió sacramento alguno dado lo súbito de su asesinato.
La espada del corsario no figuró en el inventario de bienes que años después fue entregado a su familia.
Es posible que la empuñara cuando entrevió que Bernales venía por él; es probable también que alguien se la apropiara al escapar y aun esté en el desierto.
Como ocurre con todos los hombres, en un instante Bouchard se desvaneció de la historia.
Más de un siglo transcurrió y todos quienes habían vivido en su época también murieron.
Los terremotos hicieron su tarea para garantizar el olvido de Bouchard derrumbando techos y rajando las gruesas paredes con esa indiferencia terca propia de la naturaleza.
A mediados del siglo 20 el retablo de la iglesia, una obra de arte magnífica tallada en madera, había sido desgajado pieza por pieza del templo. También faltaban seis de las siete campanas del templo.
Profanado y destruido, la vieja iglesia ya no era un lugar sagrado. Sin embargo, las gárgolas mantenían la guardia mientras el corsario esperaba protegido en su cripta.
Hacia 1952 otro sacerdote, el cura párroco Filiberto Steux, se topó con la secular partida de defunción del marino mientras ordenaba su archivo de muertes.
La tenacidad del papel y la tinta había hecho llegar el mensaje final del corsario y diez años más tarde un grupo de hombres iluminados por velas ingresó a la bóveda subterránea para buscarlo.
Un niño del pueblo los acompañaba, testigo impensado del proceso.
Cincuenta y dos tumbas congregaban a quienes tuvieron el privilegio de ser enterrados en la iglesia, todos ellos con los pies apuntados hacia el altar fijo, pero ninguno bajo este, como prescribía el ritual romano.
Una de las tumbas – al amparo de un Cristo pintado de negro en la pared de la bóveda- les llamó la atención: las siglas HB y la cifra 1837 grabadas en la pared señalaban a Bouchard.
Horas más tarde la comisión oficial partió de Nasca con los restos exhumados y un acta labrada sobre el éxito de su misión; días después el Panteón Nacional de los Próceres recibiría la urna de zinc en Lima.
Hay registros del desfile militar por El Callao en el cual la urna fue transportada en hombros por seis cadetes navales hasta el Crucero La Argentina.
El buque Escuela había recalado en el puerto peruano para llevarlo de regreso a Buenos Aires y quiso el azar que la nave llevara el mismo nombre de aquella fragata corsaria.
Bouchard se hizo de nuevo a la mar y otro gesto amable tuvo el destino pues La Argentina replicó aquel viaje corsario de 1817: una vez más recaló en la Isla de Hawái, una vez más barajó la costa de California donde el corsario había izado la bandera argentina en la ciudad de Monterrey, una vez más navegó las aguas de Haití.
Tras 105 días de mar, el sábado 10 de noviembre de 1962, Bouchard amarró en el puerto de Buenos Aires al cual había arribado por primera vez en 1810. Dicen que uno siempre llega a donde lo están esperando.
Ese sábado lo recibió una pequeña multitud entre quienes se contaba el presidente de la Nación . Hubo discursos, placas, libros, monumentos y un entierro de héroe en el cementerio de la Chacarita.
Luego los vivos volvieron a lo suyo. Y en el desierto de Nasca la vieja tumba quedó vacía y olvidada. Otro medio siglo transcurrió hasta la tarde cuando arribamos a la puerta de la iglesia de San Javier.
Buscábamos aquella tumba y el camino para hallarla había sido largo.
Supe del capitán Bouchard, por primera vez, en alguna clase de historia, pero el corsario esencial se perdió entre los adjetivos y las fechas que tantas veces demandan los programas académicos; años más tarde, en 1982, navegué en el último buque argentino que llevó su nombre y hubo una noche de mayo donde cientos lo evocamos en el mar sin saberlo mientras izábamos la bandera de guerra.
Hacia fines del siglo pasado fui parte de La Argentina, un buque que no solo repetía el nombre de su fragata corsaria, sino que también honró su espíritu.
Años después, al llegar a Perú, dos hechos curiosos convergieron: recorriendo la pampa de Junín, donde el coronel Suarez torció el destino de la famosa batalla por la independencia, un guía local me habló sobre la tumba vacía de Bouchard en una iglesia jesuita destruida, cerca de las líneas de Nasca.
Poco después el azar me llevó a encontrar, en los estantes de la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima, una tesis -de 1974- que trataba sobre el valor monumental de las Iglesias de San Javier y San José.
Dos amigos, Michel Piaget Mazzetti y Jaime Lecca Roe , habían elegido las iglesias como tema para graduarse de arquitectos y como ocasión para la aventura.
En un escrito excepcional Michel y Jaime mencionan la existencia de la tumba del corsario en la cripta de la iglesia de San Javier. La curiosidad hizo el resto.
Y ahora estábamos en silencio frente a la capilla rural de San Javier. Se erguía magnífica aún, pese al saqueo y la destrucción infligida por hombres y terremotos.
El trigrama IHS -esculpido en el cuerpo central de la entrada- era el mismo de entonces y las gárgolas de la iglesia aun montaban guardia en la cornisa del frontis.
Atada con cáñamo, la última de las campanas de la iglesia permanecía inmóvil en una de las dos torres hexagonales y simétricas que resguardan la gran puerta de entrada.
Grabada en el bronce de la campana la leyenda “San Francysco Xavyer – año de 1746” nos remontaba a la época en que los jesuitas regían esta tierra.
Al costado de la iglesia, aun habitada, se erguía la casa de la hacienda donde vivió Bouchard.
Cruzamos el pórtico en arco para ingresar al templo; gran parte del techo se había derrumbado y la luz inundaba la nave central.
Pese al deterioro y las pintadas de vándalos se percibía que la ornamentación de la iglesia fue exuberante y debió crear un ambiente solemne y tenso para las ceremonias religiosas donde el latín sería una letanía críptica para los nativos.
Hacia la mitad de la nave nos topamos con el presbiterio donde aún se encuentra el altar mayor; a su lado está el ingreso a la cripta.
Descendimos por la gradería; el espacio subterráneo era fresco, oscuro y abovedado, apenas iluminado por una ventana circular que atravesaba un muro. A ras del suelo un crematorio profundo y oscuro dividía el espacio.
La bóveda exhalaba una atmósfera densa que llamaba a la voz baja.
El Cristo pintado hace siglos permanecía crucificado en uno de los muros y los cincuenta y dos nichos empotrados ocupaban las paredes laterales.
Todos estaban abiertos, pero no encontramos rastros de aquel que tenía grabadas las iniciales HB y el año 1837.
Esa noche la luna llena iluminó la pampa de Nasca y a la mañana siguiente recorrimos el pueblo conversando con sus habitantes, amables y de pocas palabras.
Buscábamos fragmentos del pasado y la ausencia de método científico fue reemplazada por la perseverancia. Hacia el mediodía dimos con Herminio Ranilla Astorga, de setenta años cuya vida había transcurrido en San Javier.
Era agricultor, pausado y de voz baja en el hablar.
De camino a la iglesia nos asombró al recordar que de niño era frecuente escuchar a los pobladores afronazqueños jactarse de la muerte del corsario repitiendo “lo matamos a Bucha”.
Esa afirmación, en plural, había circulado de generación en generación; todos lo habían matado.
Conjeturo que apropiarse de esa muerte – no la del hombre Bouchard sino la del mito Bouchard- ya era parte de su identidad.
Otro feliz hallazgo le debemos a esa conversación con Herminio cuando nos reveló que había sido él quien acompañó a la comisión que exhumó a Bouchard en 1962.
Tenía poco más de diez años y su tarea consistió en llevar las velas para iluminar las tumbas.
Sin advertir su protagonismo y con la autoridad de quien fue testigo directo, nos indicó la tumba del corsario en la cripta subterránea: en la pared del Cristo hay dos hileras de sepulcros; el primero de la hilera superior -en cuanto se termina de descender a la catacumba- había sido el lugar de descanso.
Nos acercamos y como advierten las escrituras solo quedaba polvo; aun así, todos sentimos que el viejo marino estaba presente en San Javier.
Si fuera posible descifrar el destino de un hombre quizás veríamos que este se compone de una larga serie de decisiones que van ordenando su caos personal, apenas por un instante, intentando darle sentido.
Nada es involuntario en la vida y el camino de un hombre libre y audaz no está escrito en ninguna parte; cada decisión cambia su vida y la hora de su muerte.
Bouchard no se detuvo; una y otra vez dejó atrás familia, patrias, hijas y barcos.
Su hoja de ruta fue dictada por la revolución que se expandía con la potencia del grito “libertad, igualdad y fraternidad” que solo mucho después sería un lema oficial.
Sin percibirlo, como a veces ocurre con lo esencial, el corsario resolvió ser parte de algo que consideraba más grande que él.
Pero un día sintió que había dado batalla demasiado tiempo y que estaba cansado y eligió un lugar más íntimo que el mar donde sus días terminarían en paz.
Había convivido cuarenta años con el peligro y pudo morir cuarenta veces: a manos de Nelson en el navío francés Generaux; en la carga de la batalla de San Lorenzo en lugar del abanderado español; en las playas del Reino de Hawái como fue la suerte de Cook; atravesado por una daga kris de los piratas malayos en el Pacífico norte o colgado por Cochrane en Chile.
Fue en el desierto y en la hora quizás recordó su nombre y supo que morir luchando había sido siempre su destino.

sábado, 19 de agosto de 2017

Japón: Libros de historia cambian con mucha auto-indulgencia

Los libros de texto "nacionalistas" de Japón enseñan una visión diferente de la historia

A medida que la nación marca el 72 aniversario de su rendición al final de la Segunda Guerra Mundial, todavía hay muchos aquí que insisten en que Japón actuó honrosamente durante todo el conflicto. 
Julian Ryall informa de Tokio. DW




La última edición de un libro de texto de historia utilizado en más de 50 escuelas secundarias de todo el Japón no menciona las más de 300.000 muertes en la Masacre de Nanjing de 1937, omite las denuncias de que hasta 400.000 niñas y mujeres fueron presionadas para servir como Prostitutas para el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial e indicios de que el ataque de 1941 contra las fuerzas estadounidenses en Pearl Harbor estaba justificado porque el embargo estadounidense contra Japón era una forma de guerra no declarada.
El libro es sólo una manera en que los nacionalistas aquí están tratando de blanquear los peores excesos de la invasión brutal de Japón y la anexión de grandes extensiones de Asia en las primeras décadas del siglo pasado y promover el orgullo nacional. Y es aún más alarmante, dicen, porque aquí la extrema derecha está tratando de adoctrinar a los niños con sus creencias.
La cuarta edición del libro de texto se introdujo en las escuelas aquí el año pasado y la Sociedad para la Difusión del Hecho Histórico, un grupo de derecha, ya está trabajando en una nueva edición que se publicará a tiempo para el inicio del año académico 2018.
"Vista parcial de la historia"
Hiromichi Moteki, el presidente en funciones del grupo y ex profesor de historia, afirma que los libros de texto están "libres de una visión sesgada de la historia" que está siendo agredida por los vecinos de Japón, principalmente China y Corea del Norte y Corea del Sur.



"Después de que Japón anexara la península coreana [en 1910], gastamos mucho dinero en infraestructura y educación para elevar el nivel de vida de la gente a la de Japón", dijo Moteki. "Japón gastó tanto dinero que se podría decir que fueron los coreanos quienes nos explotaron".
Él rechaza las demandas de cientos de mujeres coreanas, un puñado de las cuales sobreviven hasta el día de hoy, que los militares los secuestraron y los obligaron a trabajar en burdeles de primera línea.
Del mismo modo, los relatos históricos de los acontecimientos que se desarrollaron en Nanjing son rechazados como "propaganda comunista".
Y más de 70 años después del final de la guerra, Moteki confiesa que no sabía por qué sus antiguas conquistas coloniales tenían malos sentimientos hacia Japón.
"Por nuestra parte, no nos responsabilizamos de ninguna infracción y no podemos entender por qué China y Corea se niegan a aceptar eso", dijo. Añade que las relaciones de Japón con sus vecinos han sido difíciles durante muchos años, debido a las diferentes interpretaciones de la historia, pero la creciente potencia militar de China y Corea del Norte ahora son una amenaza física para la seguridad de Japón.
Y eso, cree, está impulsando el apoyo a Shinzo Abe, un primer ministro profundamente conservador que está presionando a través de una serie de nuevas leyes que han horrorizado a los liberales aquí.

Leyes polémicas

Esa legislación incluye una controvertida ley contra la conspiración, que generó preocupación suficiente para hacer que la ONU afirme que podría "conducir a restricciones indebidas sobre los derechos a la privacidad y la libertad de expresión". A principios de este año, el Ministerio de Educación de Japón aprobó el regreso de "jukendo" a las clases de educación física de la escuela secundaria; El simulacro de combate usa representaciones de madera de un rifle con una bayoneta adherida y tiene sus raíces en los ejercicios militares que solían llevarse a cabo en los años treinta.
Otras facciones dentro de la extrema derecha del Partido Liberal Democrático de Abe están pidiendo que el emperador vuelva a ser percibido como un dios viviente. El objetivo principal de Abe, sin embargo, es reescribir la constitución pacifista de la nación que muchos conservadores en Japón insisten que fue impuesta a un país derrotado por los aliados vengativos al final de la Segunda Guerra Mundial.

Abe - cuyo abuelo, Nobosuke Kishi, era conocido como "Showa Era Devil" por su represión brutal de la población local en la ocupación de Manchuria y se mantuvo durante tres años como un criminal de guerra de clase A antes de convertirse en primer ministro - ha anunciado que tiene la intención de Reescribir partes de la constitución que tratan las posturas de seguridad y defensa de la nación.
El primer ministro cree que la sección más necesitada de revisión es el artículo 9, que estipula que el pueblo japonés "renunciará para siempre a la guerra" y que "las fuerzas terrestres, marítimas y aéreas, así como otros potenciales de guerra, nunca se mantendrán".
Asistiendo a una manifestación en mayo, Abe dijo que era el momento "de mostrar a la gente, con confianza, nuestra visión para el futuro de nuestro país y cómo debería ser una constitución ideal".
Eso, a su vez, ha provocado preocupación en Pekín, Seúl y Pyongyang, aunque la propaganda norcoreana que afirma que Japón se está preparando para invadir y esclavizar de nuevo a Asia continental es algo más que un poco alarmista.

"Reinterpretar la historia"

"Hace una década, la extrema derecha dijo que iba a" reinterpretar "la historia japonesa, esencialmente permitiéndoles poner un giro positivo en todo", dijo Makoto Watanabe, profesor asociado de comunicaciones y medios en la Universidad de Hokkaido Bunkyo.
"Pero ahora están simplemente tratando de borrar cosas como la Masacre de Nanjing y las mujeres de la comodidad de los libros de historia", dijo a DW. "Eliminar todo lo que se ve como negativo de nuestra historia significa que los jóvenes ignoran el pasado de su propia nación y no conocer Nanjing u otros hechos incómodos significa que no son capaces de tomar decisiones apropiadas sobre el futuro de nuestro país. "
El apoyo de Abe, según las encuestas de opinión, ha disminuido en las últimas semanas, aunque los grupos de derecha todavía lo ven como el campeón de su creciente orgullo nacional. "Cada país tiene el derecho de considerar su propia historia a su manera", dijo Moteki. "Hubo una guerra, pero Japón fue derrotado, por lo que los vencedores dicen que todas las causas fueron la culpa de Japón.Nuestra política es discutir esto.Si nos fijamos en eventos específicos o problemas es fácil ver donde el pensamiento convencional ha sido mal".