jueves, 8 de marzo de 2018

Guerra Antisubversiva: Las desapariciones en la democracia peronista

Las desapariciones antes del golpe militar

El general Menéndez, virtual jefe politico en la provincia de Córdoba, fue el primer el "adelantado" durante el gobierno peronista. Cómo fue la oleada de secuestros de enero del '76 que conmovió al país

Por Marcelo Larraquy || Infobae
Periodista e historiador (UBA)



Centro Clandestino de Detención “La Perla”, en la provincia de Córdoba

A finales del año 1975 y en enero de 1976, la provincia de Córdoba estaba en la tapa de los diarios con titulares que, después del golpe de Estado del 24 de marzo, ya no se publicarían más.

"Denuncian en Córdoba la ola de secuestros". "Llegan a 16 los secuestrados en sólo dos días". "Los desaparecidos en Córdoba llegan a 18". "La ciudad de Córdoba vive un pánico sin esperanzas".

Durante el gobierno de Isabel Perón, la provincia se había convertido en epicentro de una figura novedosa para el Estado de derecho: "Las desapariciones".

Los atentados y las ejecuciones eran hechos de rutina, que conmovían a la provincia, pero con las desapariciones se inició una modalidad nueva. Ya no se exhibían los cuerpos; los secuestrados, no se sabía dónde estaban.


El gobierno provincial sólo podía hacer una caracterización: "Estos actos de barbarie nos retrotraen al primitivismo animal". Así explicó el interventor federal de la provincia, Raúl Bercovich Rodríguez, la oleada de secuestros de la primera semana de enero de 1976.

Blues del terror azul

La desestabilización institucional de la provincia se había iniciado con un golpe policial del coronel Antonio Navarro -destituyó al gobernador Ricardo Obregón Cano en febrero de 1974-, en un acto de sedición que Perón avaló y el Congreso Nacional también. No repusieron al gobernador en su cargo, sino que definieron una intervención federal.

En primera instancia la asumió Duilio Brunello.

En septiembre de 1974 lo sucedió el brigadier (RE) Raúl Lacabanne, que llegó al mando provincial anunciando la "limpieza ideológica". Finalmente, un año después, fue reemplazado por Raúl Bercovich Rodríguez.

Para esta época ya existía una fuerte influencia policial y militar en la política local. Durante la intervención de Lacabanne se fue conformó una estructura paralela dentro del Departamento de Informaciones (D2) que actuaba en forma autónoma a la policía provincial. Luego se identificarían con un nombre propio, "Comando Libertadores de América".



Su primera acción firmada fue la ejecución de los nueve estudiantes –cinco de ellos bolivianos-, secuestrados de una misma casa cuando estaban preparando trabajos de examen final, en la madrugada del 4 de diciembre de 1975. Aparecieron amordazados y baleados en un camino de tierra, lateral a la ruta 5, que conduce al dique Los Molinos.

Las imágenes de de cuerpos torturados o carbonizados, expuestos a la sociedad, eran prácticas habituales en casi todas las ciudades y provincias.
Pero el vuelco de la práctica represiva paraestatal se dio cuando los cuerpos, tras los secuestros, dejaron de exhibirse. Y desaparecieron.

Córdoba no era la única provincia afectada por esta nueva modalidad. "En el '75 trabajaba en el bloque de diputados del Partido Intransigente y empezaron a llegar familiares de gente que había desaparecido. En ese momento no entendíamos qué era eso, ¿cómo iba a desaparecer la gente? Los familiares iban a la morgue, a la policía, a hablar con sus sacerdotes, pastores o rabinos, y también venían a ver a los diputados. Era el camino que hacían para ver si alguien les podía averiguar algo", refirió Susana Pérez Gallart, miembro fundadora de de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que se constituyó el 18 de diciembre de 1975.



De hecho, el acta de declaración inicial, la APDH reclama "no someter a los familiares de presos, desaparecidos o asesinados a un trato vejatorio que multiplica los efectos de su dolor".

La desaparición, para consumarse, necesitaba de una logística nueva: el centro clandestino de detención.

Si bien en Tucumán, con el "Operativo Independencia", a fin de "neutralizar y/o aniquilar el acción de elemento subversivos", creó el primer centro clandestino del país en 1975, las detenciones militares se produjeron en el contexto de un enfrentamiento con el ERP en un territorio determinado.

La diferencia fue que en Córdoba, las desapariciones fueron consecuencia de una cacería urbana, en las calles de la ciudad, durante la madrugada o a la luz del día, sin ocultar sus metralletas o pistolas.



A la vista de todos.

Los días 6 y 7 de enero de 1976 se produjo una sucesión de secuestros que generó terror y sorpresa: la mayoría de sus víctimas no eran reconocidas como militantes obreros, políticos o estudiantiles.

Ese mes se produjeron 26.

Y en el último cuatrimestre, ya sumaban 59.

¿Dónde estaban?

"Aún entre aquellos que no han sido tocados por la desoladora desaparición de un ser próximo, la zozobra, la indignación y sobre todo el miedo, parecen haberse impuesto al espíritu de la ciudad", describió un enviado especial del diario La Opinión.

Todo sucedía en el marco del Estado de derecho, durante el gobierno de Isabel Perón.

Según referían los testigos en artículos de prensa de la época, grupos de 15 ó 20 personas que se movilizaban en tres o cuatro autos, se introducían en las casas y se llevaban gente. O levantaban gente en las calles o paradas de colectivos. También estallaban bombas en locales partidarios y o casas de dirigentes políticos.



"Todo esto ocurre frente a un Gobierno cuyas fuerzas de seguridad, curiosamente, no han descubierto ninguno de estos hechos ni apresado siquiera a un solo sospechoso", firmó la UCR provincial en un comunicado.

En un artículo de "La Opinión", el jefe de la policía provincial, comisario Miguel Ángel Brochero confirmó haber escuchado la versión de un "campo de concentración donde estarían confinados algunos de los desaparecidos de los últimos días", pero subrayó que la policía "detiene, no secuestra".

El comisario Brochero pidió contribución a las instituciones políticas para "esclarecer los graves hechos".

En las homilías del cardenal Raúl Primatesta comenzaron a acercarse familiares de desaparecidos. Uno de ellos era el novio de Norma Waquin, secuestrada junto a su hermana Gloria, el 7 de enero. La madre de las hermanas Waquim denunció el hecho de inmediato a la comisaría, pero le respondieron que "no tenían vehículos" para perseguir a los secuestradores.

Esa semana el interventor Bercovich Rodríguez estaba de vacaciones en Mar del Plata.



Si bien condenó los hechos, quiso dejar a salvo a las fuerzas de seguridad. "Cualquier cosa que sucede en Córdoba es atribuida a la policía. Hay sectores interesados en desprestigiar a la institución y al gobierno provincial", afirmó.

La autoridad provincial que salió a dar una respuesta política fue el ministro de Gobierno, Carlos Saúl Risso. Decidió presentarse ante una asamblea en la fábrica de Ika Renault. En esos días, sectores fabriles y los empleados municipales abandonaban tareas en repudio a las desapariciones. En la planta automotriz cuatro mil obreros se habían reunido para reclamar información al III Cuerpo de Ejército por las desapariciones –"utilizando términos hostiles", según la crónica de prensa- y debatir futuras acciones.

Frente a la multitud, Risso desligó a la policía y atribuyó la escalada de violencia a un "ajuste de cuenta entre sectores que participan en la subversión", en referencia al ERP y Montoneros. Tuvo que interrumpir su discurso y retirarse en forma abrupta, por la disconformidad que generó en la asamblea.

En reportajes posteriores, Risso aclaró que el "ajuste de cuentas" era la información que le había brindado el III Cuerpo de Ejército y la policía, que ellos no tenían ninguna responsabilidad en las desapariciones, y él no dudaba que esa información era correcta.



Mientras tanto, una recién conformada "Comisión de Familiares de los Desaparecidos" organizó una "Marcha del Silencio", que saldría desde el Arzobispado hasta la legislatura provincial.

En principio la marcha había sido alentada por el propio Risso –había sugerido que recorriera las calles con banderas blancas y la consigna "Paz, basta de violencia"-, pero luego fue prohibida por el Gobierno con el argumento de que "la Comisión organizadora no fija domicilio alguno ni real ni legal".

Los partidos políticos organizaron una reunión multisectorial e invitaron al Ejército, pero la institución castrense rechazó la convocatoria porque "el arma no puede inmiscuirse en un problema político".

El huevo de la serpiente

En los hechos, el jefe político de Córdoba era el general Luciano Benjamín Menéndez. El hombre que recibía los pedidos de audiencia por parte de Bercovich Rodríguez, Risso o el cardenal Raúl Primatesta. A este último, Menéndez admitió que algunas detenciones las había producido el Ejército.

El general Menéndez había estado a cargo de la V Brigada de Infantería de Tucumán, con "comisiones de servicio" en el norte argentino pero sin capacidad de reprimir al ERP, ya instalado en la provincia. Hasta entonces esa una competencia de las fuerzas policiales.

Cuando en febrero de 1975 se instauró el "Operativo Independencia", y el Ejército tuvo el poder represivo en Tucumán, Menéndez fue desplazado, e ingresó al Estado Mayor, que planificaba la estrategia del arma. Después asumió en la comandancia del III Cuerpo de Ejército, con sede en Córdoba, en septiembre de 1975. Fue designado por el general Jorge Rafael Videla, nuevo titular del Ejército.

El nuevo destino castrense le permitió a Menéndez encarar "la guerra antisubversiva" desde el llano.

Fue el primer ejecutor de las desapariciones.

El primer adelantado.

Su tarea se anticipó al golpe de Estado de 1976.

Hasta entonces, en Córdoba, la represión ilegal estaba en poder de las bandas operativas del Departamento de Informaciones (D2) que hacían el trabajo de calle, con el mando del comisario inspector Raúl Telleldín.
Otro de sus jefes operativos era Héctor Vergéz.

Cada noche los "brigadistas" traían secuestrados y luego de algunos días de interrogatorios, notificaban a la justicia o los mataban y tiraban sus cuerpos. La sede del D2 se transformó en una cárcel clandestina. Hasta que llegó el general Menéndez.

"Cuando Menéndez asume como comandante en el III Cuerpo, operaban bandas autónomas del D2. —afirma Camilo Ratti, autor de 'Cachorro'. Vida y muertes de Luciano Benjamín Menéndez, (editorial Raíz de Dos)—. No respondían a una estructura central. Eran un poco lúmpenes. Buscaban plata, extorsionaban, mezclaban represión política con delincuencia. Y actuaban con impunidad: el D2 quedaba en el centro de Córdoba, al lado del Cabildo y la Catedral. Y entraban y salían, llevaban gente. Menéndez agradece todo el servicio de informaciones que venían haciendo –desde 1974- sobre ámbitos obreros y estudiantiles, se nutre de ellos, lo utiliza, pero luego los va apartando. Arma una 'comunidad informativa' que le permite tener un control de la represión y aplicar su plan. Allí surge la idea de los secuestros y el desaparecido, para que no se sepa quiénes son ni dónde están, como un mensaje de terror. Esto sucede después de que (el presidente provisional Italo) Luder firma los decretos de 'aniquilación de la guerrilla' en octubre de 1975. Y ahí surgen los campos de concentración. El primero es 'La Ribera', una vieja cárcel militar para soldados que faltaban al Código Militar. Menéndez lo convierte en un centro de detención ilegal. Después empieza a construir 'La Perla', para detenidos de mayor peso. A 'La Ribera' le decían 'La escuelita' y a 'La Perla', 'la Universidad'".


Luciano Menéndez (Enrique Rosito/Argra)

¿Cómo fue la reacción del poder político y judicial frente a los secuestros?

"El interventor Rodríguez Bercovich no tenía margen de autonomía frente a Menéndez. Y su ministro de Gobierno, Carlos Risso, tampoco. Ellos no provienen del peronismo ultraderechista. Tienen su origen en el peronismo histórico, conservador, digamos, moderado. El único que podía interceder ante Menéndez era el cardenal Primatesta. Y la justicia federal no tenía peso. El juez federal (Adolfo) Zamboni Ledesma se tomó licencia y todas las denuncias le quedaron al juez (Humberto) Vázquez que intenta imponer justicia, pero cuando iba al D2 le escondían los detenidos".

En su entrevista con Ratti, publicada en el libro "Cachorro", Vázquez recuerda: "La mayoría de los detenidos que traía la policía eran por simples sospechas, sin pruebas firmes de su vinculación con la guerrilla o de que hubiera participado en una acción contra el Estado. A cualquier ciudadano se lo acusaba de asociación ilícita o de violar la ley de seguridad nacional. Pero un juez no puede basarse en indicios para procesar ni condenar a una persona, mucho menos en aquella época, cuando la vida de las persona corría serios riesgos. Cuando iba a recorrer las comisarías con Telleldín o a las dependencias de la D2, en busca de detenidos, que él tenía en una lista, no aparecían. Nunca estaban, me lo escondían porque seguro habían sido torturados por grupos de tareas que estaban bajo su órbita y respondían a Menendez".


El general Menéndez es el único de los “señores de la guerra”, con dominio territorial para la represión ilegal que se mantiene vivo

En la madrugada del 24 de marzo de 1976, el general Menéndez, el primer impulsor de las desapariciones, que tenía subordinadas a cargo de 50 unidades militares, con una jurisdicción de mando sobre siete millones de personas, tomó el poder en la Casa de Gobierno de la Provincia de Córdoba. Estaba casi vacía y a oscuras. Menéndez ingresó al frente de su equipo militar y ordenó detener a las dos únicas personas que estaban en el despacho, esperando novedades desde Buenos Aires: el interventor federal Bercovich Rodríguez y su ministro de Gobierno Carlos Risso. Uno de los primeros desaparecidos, esa misma noche, sería su hijo, Fernando Risso.

Lo llevarían a "La Ribera".

Desde entonces, "La Ribera y "La Perla" se comenzarían a utilizarse con mayor libertad.

Y los secuestros y desapariciones dejarían de publicarse en los titulares de los diarios.

Dejarían de publicarse.

Hoy, a sus 90 años, con doce condenas a prisión perpetua, el general Menéndez es el único de los "señores de la guerra", con dominio territorial para la represión ilegal que se mantiene vivo.

Es difícil encontrar motivos para reconciliarse con él.



*Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro es "Primavera Sangrienta. Argentina, 1970-1973. Un país a punto de explotar. Guerrilla, presos políticos y represión ilegal". Ed. Sudamericana.

Bibliografía: "Córdoba, a 40 años del Golpe. Estudios de la dictadura en clave local. Ana Carol Solis y Pablo Ponza (comps), Editorial Filosofía y Humanidades UNC" y artículos de "La Opinión" y "Clarín", diciembre de 1975 y enero de 1975.

miércoles, 7 de marzo de 2018

ARA: El accidente del Rastreador Fournier en los canales fueguinos


Rastreador Fournier: la tragedia que enlutó a Villa Mitre 

La Nueva

Ramón Chávez era suboficial y se encontraba en la cubierta del Fournier cuando fue sacudido por la tormenta que provocó el hundimiento de la nave.




Guillermo Albornoz y Petrona Chávez, con la foto de Ramón y decenas de recortes y recuerdos referidos al Rastreador Fournier

   "Mi papá era un ángel". De esta manera, sentida y clara, recuerda hoy Petrona Chávez a su papá Ramón, suboficial 2º de la Armada, vecino de Villa Mitre y una de las 77 víctimas del hundimiento del Rastreador Fournier, ocurrida en septiembre de 1949, la mayor tragedia marítima registrada en nuestro país en tiempos de paz.

    Petrona vive hoy en el barrio Cooperación y al momento de aquella pérdida tenía 12 años. Su papá tenía 37 y aquel viaje de 1949 estaba planteado como el último de su vida. "Ya estaba retirado de la Armada, embarcó porque quería hacer unos estudios", señaló Petrona.  Estos días no han sido fáciles para ella. La desaparición del submarino ARA San Juan le hizo revivir lo ocurrido con el Fournier, hace 68 años.

   "He llorado todos estos días. Usted no sabe lo que significa pasar por una situación de ese tipo, la gente no entiende", indica.No menos dramática ha sido la historia en la vida de Guillermo Albornoz, hijo de Petrona, nieto de Ramón. "He seguido a lo largo de mi vida la historia del Fournier, porque además soy militar", indica.

   Es él quien refiere que su abuelo está en una tumba del cementerio local de arrendamiento gratuito como tripulante del Fournier y lamenta un pérdida material. "La balsa en la que fue encontrado el cuerpo de mi abuelo junto con otros tripulantes --todos fallecidos-- estaba en el museo histórico, con las fotos de cada víctima. Un día la sacaron y ahora nadie sabe donde está", asegura. Ramón Chávez fue uno de los nueve tripulantes del Fournier cuyos cuerpos pudo ser recuperado. Murió de frío, en la balsa que lo mantuvo varios días a la deriva.

   La desaparición del Fournier ocurrió en septiembre de 1949, con 77 tripulantes a bordo. A pocas horas de perderse contacto con la nave comenzó su desesperada búsqueda en el estrecho de Magallanes, donde realizaba tareas de patrullaje y reconocimiento..Botado en 1939, estaba asignado a la Escuadrilla de Rastreo y Minado. Era del tipo "aviso", un buque ligero, de poco tonelaje y casco fino. El 22 de septiembre de 1949, un día después de haber zarpado desde Ushuaia, se perdió todo contacto. Las condiciones meteorológicas convirtieron su rescate en una odisea. El hallazgo de algunas partes de la embarcación hizo presagiar lo peor. El 4 de octubre se reconoció el naufragio, ocurrido en cercanías de Punta Cono, al sur de Punta Arenas. A los 12 días del hecho, un aviador avistó una balsa con seis tripulantes: estaban todos fallecidos, sentados, abrazados y acurrucados. Los cadáveres correspondían al Comandante, Carlos Negri; el 2º Comandante, Teniente de Fragata Luis Lestani; los suboficiales de Mar Ramón Chávez, Electricista Ernesto Rodríguez; Cabo Principal Señalero Juan Luca y los marineros Manuel González, Eliberto Bulo, Valerio Gaicano y Miguel Lucena. Estaban con capote y ropa de abrigo, con la piel ennegrecida por el frío.



El análisis oficial

  El informe elaborado por la Armada sobre lo ocurrido concluyó que el Fournier se dio vuelta de campana por babor, golpeado por una sucesión de olas de gran tamaño, generadas por una fuerte tormenta.Al volcarse, sólo pudieron saltar o cayeron al mar los hombres que iban de guardia en el puente.

   De los otros tripulantes no se encontró nada, a pesar de una meticulosa búsqueda efectuada por naves chilenas y argentinas durante unos 10 días. Solo se encontraron restos de la carga que iba en cubierta.

Las referencias


   En Bahía Blanca se tiene la calle Rastreador Fournier (Estomba al 2100), y dos que evocan a tripulantes: el capitán Carlos Negri y al suboficial Chávez, ambas en Grünbein.

   La compañía de ómnibus Lemos & Rodríguez --con sede en Villa Mitre-- adoptó el nombre de Rastreador Fournier para sus líneas, atendiendo el pedido de familiares del vecino fallecido.

martes, 6 de marzo de 2018

SGM: El oficial polaco que se infiltró en Auschwitz

La increíble historia del militar polaco que logró infiltrarse en Auschwitz para contarle al mundo lo que allí ocurría

El comandante Witold Pilecki logró ingresar al campo de exterminio en 1940. Durante tres años organizó una resistencia y reportó cómo se llevaba a cabo la "solución final" ideada por Adolf Hitler

Por Germán Padinger || Infobae
gpadinger@infobae.com




Niños prisioneros en Auschwitz

En septiembre de 1940 un joven polaco pareció echar por tierra el sentido de supervivencia cuando dejó su hogar en Varsovia y se traslado rápidamente a un sector de la ciudad en el cual las temidas Schutzstaffel (SS) nazi estaban, en ese momento, secuestrando personas al azar a un año de la victoria sobre el ejército polaco.

Sin más, Tomasz Serafiński fue capturado y enviado entonces al recién fundado campo de concentración de Auschwitz, donde al final de la guerra habrían sido masacrados 1,1 millones de prisioneros en sus cámaras de gas.

Pero Serafiński no estaba loco ni era ese su nombre real.

Veterano de la guerra de 1939, el comandante de caballería y ferviente católico Witold Pilecki estaba llevando a cabo un elaborado plan para infiltrarse en el campo y organizar allí un movimiento de resistencia contra la ocupación nazi.



Witold Pilecki, el soldado polaco que logró infiltrarse de Auschwitz, organizar una resistencia y revelar al mundo las atrocidades nazis (Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau)

La peligrosa idea se le había ocurrido poco después de fundar, junto a su comandante el mayor Włodarkiewicz, el Ejército Secreto Polaco (TAP), un germen de movimiento de resistencia para continuar la lucha tras la desastrosa derrota de Polonia a manos de Alemania, y que se convertiría luego en el mítico Ejército Nacional que lideró el levantamiento de Varsovia.

Varios de los primeros miembros del TAP habían sido capturados y enviados a Auschwitz, y por ésta razón se decidió infiltrar el campo para intentar liberarlos.

Según el plan, Pilecki, que como militar polaco se encontraba prófugo de los alemanes, adoptaría una identidad falsa y con sus nuevos papeles se haría arrestar durante una "łapanka", el arresto indiscriminado de personas en un territorio ocupado para su deportación.

Luego, desde las entrañas de Auschwitz, recolectaría información y organizaría a los ex militares y voluntarios en milicias.


Pilecki en Auschwitz, donde ingresó con el nombre de Tomasz Serafiński (Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau)

Y así lo hizo.

Pilecki/Serafiński llegó a su 39 años al campo, reconoció algunas estructuras preexistentes, identificó a los ex miembros del ejército y las organizó entonces en la Unión de Organizaciones Militares (ZOW, en polaco).

El ZOW cumplía las funciones de recolectar inteligencia, reclutar miembros, mantener la moral, contrabandear comida, enviar reportes al Ejército Nacional y al gobierno polaco en Londres utilizando una radio casera y prepararse para un levantamiento de los prisioneros con el fin de liberar el campo.

La organización estaba basada en pequeñas células dentro del campo de cinco o más miembros conocidas sencillamente como "cinco". Estas células no se conocían entre sí para evitar que la caída de una significara la caída de todas. Sólo Pilecki tenía un entendimiento general del panorama.


Mikolaj Skortowicz, miembro de la segunda célula de cinco miembros del ZOW (Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau)

Edward Ciesieslki, un miembro del ZOW, describió así su iniciación, según recuerda el historiador polaco Adam Cyra en una extensa investigación en el marco del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. "Me hice miembro de una organización clandestina en Auschwitz. Entre una pila de ladrillos y unas barracas recién construidos, juré lealtad a la organización ante el carpintero del campo, el mayor del Ejército Polaco Trojnicki. Otro prisionero que trabajaba en las ambulancias fue testigo", escribió en su diario.

Los reportes enviados se convirtieron en la primera revelación ante el mundo de las atrocidades cometidas en Auschwitz contra judíos, en su mayoría, pero también contra prisioneros políticos de cualquier religión y a miembros de las minorías romani y sinti, prisioneros rusos e incluso Testigos de Jehová.

En ese momento poco se sabía de Auschwitz, el cual era considerado como un campo de prisioneros de grandes proporciones y no como un campo de exterminio al servicio de la "Solución Final" encarada por el dictador Adolf Hitler, como expuso el ZOW.

También los prisioneros liberados y los que lograban escaparse llevaban informes escritos, y codificados, sobre esta situación, aunque esta práctica era mucho más peligrosa


Jerzy de Virion, miembro de la primera célula del ZOW en Auschwitz (Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau)

Por supuesto, las autoridades del campo sabían que esto ocurría y estaban desesperadas por desbaratar la red, por lo que en abril de 1943 Pilecki finalmente decidió escapar luego de que numerosos de sus miembros fueran asesinados.

Su escape resultó tan sorprendente por la valentía como ridículo por la sencillez. El agente encubierto y dos colaboradores sencillamente neutralizaron a un guardia, cortaron las líneas de teléfono y huyeron del infierno sin necesidad de túneles, explosiones o elaboradas estrategias.

Pilecki se reunió con el Ejército Nacional, una organización clandestina leal al gobierno polaco exiliado en Gran Bretaña, y realizó un informe final sobre sus tres años en Auschwitz. Estimaba que 1,5 millones de personas habían sido exterminadas, un número similar al contabilizado en la posguerra. Lamentablemente quedó claro que el campo estaba demasiado custodiado para iniciar un levantamiento con el único apoyo del Ejército Nacional, ya que las potencias aliadas estaban aún lejos de Polonia, por lo que esa idea fue abandonada.


Un informe escrito que pudo ser sacado del campo. Este en particular describía las condiciones en Auschwitz y llegó a Gran Bretaña en marzo de 1941 (Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau)

Había también, otras operaciones en la agenda de la resistencia. En agosto de 1944 el Ejército Nacional se lanzó a la Operación Tempestad, una serie de levantamientos a nivel nacional contra los alemanes entre los cuales el de Varsovia fue el más importante.

La guerrilla atacó a las tropas de ocupación durante 63 días en los que los ejércitos rusos, a poca distancia, frenaron su avance y parecieron dejar a la ciudad a merced de los alemanes. Finalmente el Ejército Nacional fue derrotado y Pilecki capturado, esta vez contra su voluntad, por sus enemigos.

Fue transferido a un campo de prisioneros en lugar de uno de exterminio, y allí acabó siendo liberado por los estadounidenses cuando finalizó la guerra.


Este documento establece el código utilizado y era necesario para la decodificación (Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau)

En los años siguientes su esfuerzos y los de sus colaboradores se centraron en la nueva potencia ocupadora: la Unión Soviética.

No le faltaban voluntarios. Cuando las fuerzas de Hitler invadieron Polonia en septiembre de 1939, las tropas de Josef Stalin hicieron lo mismo desde el este para luego repartirse el país. Ambos regímenes totalitarios eran en ese momento aliados. Además, el dictador georgiano había ordenado a su tanques frenar a pocos kilómetros de Varsovia en medio del levantamiento de 1944, permitiendo que los alemanes triunfaran.

En medio de las operaciones Pilecki fue capturado una vez más y juzgado por las nuevas autoridades comunistas de Polonia, las cuales no quisieron correr riesgos con el elusivo comando. Lo ejecutaron en mayo de 1948.

lunes, 5 de marzo de 2018

China: Imágenes del desembarco en las Islas Yijiangshan

Fotos históricas raras del día: Batalla de las Islas Yijiangshan hace 63 años



Esta victoria del ELP sobre el KMT ocurrió el 20 de enero de 1955. La batalla fue considerada una exhibición de la moderna operación anfibia conjunta de la República Popular China con 182 aviones, 137 naves navales (incluyendo más de 70 embarcaciones de desembarco y más de 40 buques de escolta) .5000 tropas y 30,000 civiles de apoyo participaron.

Hay una entrada del wiki en esta batalla, así como la Operación Anfibia Conjunta del ELP Yijiangshan de Kevin McCauley: El Prólogo es Prólogo Publicado (aquí) Mejor aún, echa un vistazo a los Ataques de PL de Xioabing Li y las Operaciones Anfibias durante las Crisis del Estrecho de Taiwán de 1954-55 y 1958 en la guerra de China: la experiencia del ELP desde 1949 editada por Mark A. Ryan, David M. Finkelstein y Michael A. McDevitt. (aquí)

Huangpu Class FAG (Tipo 53A) que proporciona apoyo de fuego naval


Lancha de desembarco Dadui, 5ta Flota, Distrito militar de Huadong 




Lanchas de desembarco de 100 toneladas Tipo 066 y Tipo 363A





Tupolev Tu-2 proporcionando apoyo aéreo


Prisioneros de guera del KMT capturados



China Defense

domingo, 4 de marzo de 2018

SGM: El piloto japonés que ocupó una isla hawaiana

Después de Pearl Harbor, un piloto japonés se estrelló en una isla hawaiana e intentó ocuparlo

Shahan Russell || War History Online




Vista aérea de la isla de Niihau en Hawaii. Polihale 


En 1941, un piloto japonés solitario intentó capturar la isla hawaiana de Ni'ihau. Los nativos respondieron sosteniendo un luau para él.

Aunque parte de los EE. UU., Ni'ihau ha sido propiedad privada de la familia Robinson desde 1864. Solo los nativos, los Robinson, los funcionarios del gobierno y el personal de la Marina de los EE. UU. Pueden ir allí, por lo que se llama "La Isla Prohibida".

En 1941, la isla no tenía electricidad ni teléfonos, y prácticamente todo el mundo hablaba solo hawaiano. Incluso su propietario, Aylmer Francis Robinson, vivía en la vecina isla de Kaua'i y solo lo visitaba semanalmente.

Hubo, sin embargo, tres japoneses a quienes se les permitió vivir allí: Ishimatsu Shintani (que nació en Japón y había vivido en Hawái durante 40 años), así como Yoshio e Irene Harada (que eran ciudadanos estadounidenses nacidos en Hawai) )

Debido al aislamiento y tamaño de Ni'ihau (solo 69.5 millas cuadradas), los japoneses pensaron que estaba deshabitado. Entonces, cuando planificaron su ataque a Pearl Harbor, les dijeron a los pilotos que aterrizaran allí si sus aviones estaban dañados y prometieron rescatarlos en submarino.

Y ahí es donde entra el Airman First Class Shigenori Nishikaichi. El 7 de diciembre de 1941 se sentó en su A6M2 Zero "B11-120" mirando la primera ola desde la cubierta del portaaviones Hiryū.

Su turno llegó después de que cayeron las primeras bombas en la Flota del Pacífico de Estados Unidos. Tomando los cielos, se unió a la segunda ola hasta que fue impactado por el enemigo. Su avión estaba plagado de balas y los cielos se llenaban de más explosiones, regresar al Hiryū era imposible, así que voló a Ni'ihau, en cambio.

Hawila "Howard" Kaleohano, de 30 años, era la única nativa de la isla que hablaba inglés. También era dueño del campo donde Shigenori intentó aterrizar. Pudo haber sido un aterrizaje suave, también, excepto que la parte inferior de su avión se enganchó en una cerca de alambre y se estrelló.

Howard no podía haber sabido del ataque a Pearl Harbor, pero sabía que la relación de Estados Unidos con Japón se estaba deteriorando. Entonces, mientras Shigenori estaba aturdido en el naufragio de lo que quedaba de su B11-120, tomó la pistola del piloto y algunos documentos que encontró en la cabina.

Luego le dio la bienvenida al hombre a Ni'ihau. Otros se reunieron para ofrecer su hospitalidad, pero el inglés de Shigenori era muy básico. Entonces ellos llamaron a Ishimatsu. Casado con un local, también habló hawaiano con fluidez.


Bombardeo de Pearl Harbor, que muestra la isla de Ford

Feliz de ver a otro japonés, Shigenori le contó emocionado al hombre sobre el bombardeo de Pearl Harbor. Ishimatsu palideció y se alejó, ignorando a los hawaianos que le suplicaban que tradujera lo que dijo el piloto.

Encogiéndose de hombros, llamaron a las otras dos personas que podían hablar hawaiano y japonés (además del inglés): Yoshio Harada y su esposa, Irene. Shigenori les contó de nuevo sobre el bombardeo, pero la pareja pensó que era mejor no traducir eso.

Luego pidió que le devolvieran sus documentos, pero Howard se negó. En cambio, él y sus vecinos comenzaron a planear una bienvenida luau.

Mientras hacían eso, Shigenori le dijo a Haradas que la victoria de Japón era inevitable. Podrían seguir siendo ciudadanos de segunda clase de un Estados Unidos derrotado, o podrían elegir el lado ganador ya que eran de origen étnico japonés.

Vista aérea de la isla de Niihau en Hawaii. Autor de la foto
Vista aérea de la isla de Niihau en Hawaii. Polihale - CC BY-SA 3.0
El luau tuvo lugar más tarde esa noche cuando llegaron informes del ataque a través de una radio que funcionaba con baterías. Debe haber sido incomodo. En cuanto a su submarino de rescate, nunca llegó porque estaba tratando con buques de la Armada de los EE. UU. En el área.

Se llevó a cabo en la casa del anfitrión mientras esperaban la visita programada de Aylmer al día siguiente. El dueño de Ni'ihau podría llevar al piloto de regreso a Kauai y entregarlo a las autoridades allí.

Pero Aylmer nunca lo logró porque los militares habían prohibido todo el tráfico de embarcaciones entre las islas. Como Ni'ihau no tenía cárceles y los anfitriones luau no querían tener nada más que ver con él, las Haradas ofrecieron albergar a Shigenori. El resto estuvo de acuerdo, pero envió a cuatro guardias para vigilarlo.


Un A6M2 "Zero" en el 2004 Reno Air Races. 

Ishimatsu tuvo un cambio de opinión en algún momento porque, el 12 de diciembre, le pidió a Howard los papeles de Shigenori a cambio de $ 200, una suma principesca para los Ni'ihauans en aquel entonces. El hawaiano se negó.

Para entonces, la seguridad se había relajado porque ¿a dónde podría ir Shigenori? Por eso sus cuatro guardias se habían reducido a solo uno. Las Haradas se abalanzaron, luego ataron y encerraron al guardia en el almacén donde se guardaban la pistola y la escopeta de Shigenori.

Entonces ahora eran un ejército de tres personas que se dirigían hacia la propiedad de Howard. Afortunadamente, los vio venir y corrió a la aldea para contarles lo que estaba sucediendo.

Nadie le creyó, por supuesto. ¡Haradas e Ishimatsu habían sido buenos vecinos, después de todo! Howard estaba a punto de desesperarse cuando llegó corriendo al pueblo. El guardia. Él había escapado, y sí, eran los Haradas, está bien. Todos se dispersaron.


El portaaviones Hiryū atracado en Yokokuka en 1939 

Más tarde esa noche, Howard entregó los papeles a alguien para su custodia. Luego se subió a un bote con otras cinco personas y se fue remando hacia Kauai.

A la mañana siguiente, los japoneses capturaron a Benehakaka "Ben" Kanahele y su esposa, Kealoha "Ella". Sosteniéndola como rehén, ordenaron a Ben que buscara a Howard. Hizo una pretensión de hacerlo, sabiendo muy bien que el hombre estaba fuera de la isla.

Frustrado, Shigenori amenazó con dispararle a todos en la aldea si no recuperaba sus papeles. Luego le pasó su escopeta a Yoshio, que fue cuando Ben se abalanzó. Shigenori disparó al hawaiano en la ingle, el estómago y la parte superior de la pierna, pero Ben era un hombre musculoso porque criaba ovejas.



Shigenori Nishikaichi. Por Desconocido - La foto aparece en la portada de The Niihau Incident, por Allan Beekman. Patricia Beekman, heredera de Allan Beekman. 

A pesar de sus heridas, levantó al piloto y lo arrojó contra una pared de piedra. Ella agarró una roca y comenzó a golpear la cabeza del hombre, dándole tiempo a Ben para que agarrara su cuchillo de caza y le cortara la garganta al aviador, por lo que más tarde obtuvo la Medalla al Mérito y el Corazón Púrpura.

Yoshio agarró la pistola de Shigenori, la levantó, apuntó ... y se voló la cabeza. En cuanto a Irene e Ishimatsu, fueron arrestados y encarcelados hasta el final de la guerra.

El 26 de enero de 1942, el Teniente de Marina CB Baldwin escribió que "los residentes japoneses que anteriormente creían leales a los Estados Unidos pueden ayudar a Japón si ... los ataques parecen exitosos". El 19 de febrero, el presidente Roosevelt emitió la Orden Ejecutiva 9066 ordenando el internamiento de todas las personas japonesas ascendencia en suelo estadounidense.

sábado, 3 de marzo de 2018

SGM: Los misterios de los submarinos alemanes en la costa argentina previo a la rendición

El misterio de los submarinos nazis que emergieron en Mar del Sur antes de rendirse




El Hotel Boulevard Atlantic, construído a finales del siglo XIX, era lugar de reunión del entorno de espías nazis del colaboracionista alemán Gustav Einckenberg Crédito: Archivo Pablo Grigera

Facundo Di Genova  || La Nación


Mar del Sur tiene pocos habitantes y una cantidad de historias de suspenso que suelen atrapar incluso a los más incrédulos.

Como agreste y solitario paraje de veraneo que combina el campo con el mar y la piedra con la arena en dosis no siempre equilibradas, son frecuentes los cuentos sobre avistajes de ovnis, barcos piratas con tesoros hundidos y vacas que los días de calor se mojan las patas en el mar.

Una de estas historias sostiene que tras la Segunda Guerra Mundial, un submarino emergió desde lo profundo del mar y desembarcó a parte de su tripulación en botes negros, perdiéndose rápidamente entre los médanos una vez que tocaban la orilla.

Después de muchos años de trabajo, un poblador de Mar del Sur logró dar por probado este relato de intrigas propio de una novela de espionaje. Se llama Laureano Clavero, es investigador y guionista, actualmente vive en Barcelona y acaba de publicar el libro Segunda Guerra Mundial: diez historias apasionantes, escrito en colaboración con el español Pere Cardona.

Laureano recolectó testimonios de vecinos, hallazgos personales y documentos oficiales que confirman la presencia de los sumergibles U-Boats del Tercer Reich en las costas de este pueblo ubicado 17 kilómetros al sur de Miramar, días antes de que el primer submarino alemán se rindiera en el puerto de Mar del Plata, el 10 de julio de 1945.

Un cuchillo perdido en la arena

¿Qué hacían en Mar del Sur los submarinos de la marina de guerra alemana (Kriegsmarine) antes de capitular en Mar del Plata? ¿Hubo un desembarco operado por el teniente de navío Otto Wermouth, comandante del sumergible U-530? ¿Hizo lo mismo el capitán de navío Heinz Schäffer con el U-977, quien se entregó una semana después, en el mismo puerto, el 17 de julio de 1945?

"Ambos oficiales fueron interrogados y sus respuestas acerca del itinerario preciso de sus embarcaciones nunca resultaron claros. Admitieron haber estado navegando un tiempo cerca de la costa y que no hubo ningún desembarco antes de rendirse, pero mintieron", dice Clavero, sosteniéndose en varias pruebas.



Cuchillo Krupp Bendorf, encontrado en las playas de Mar del Sur, perteneciente a la vajilla a de U-boat alemán Crédito: L. Clavero

El primer indicio lo recogió de un vecino, que le acercó un cuchillo de alpaca que halló entre los médanos, enterrado en la arena. Si bien lucía deteriorado, se veía claramente la marca de fábrica en el cabo: el logo de un oso y la inscripción Krupp Berndorf, el nombre de la corporación que producía metales para la fabricación de armamento nazi. Y lo más importante: "Krupp era proveedora de la cubertería de los submarinos alemanes".


Los avistamientos

Mientras de una punta a la otra de la Costa Atlántica argentina se sucedían los relatos de avistamientos de submarinos tras la rendición alemana del 8 de mayo de 1945, en Mar del Sur tres pobladores aseguraron haber visto situaciones extraordinarias durante aquel frío invierno.

Por ejemplo, torretas que emergían y desaparecían a pocos metros de la costa, de acuerdo con el testimonio de Osvaldo Aramendi, antiguo vecino y autor del libro Mar del Sur, Historias y vivencias.

O como el de Justo Rodolfo Charra, un paisano que vio cuando, desde lo alto de una duna, un grupo de seis hombres que hablaban un idioma para él desconocido operaba una radio y, minutos después, emergía un submarino desde las entrañas del mar.


El libro que documenta 10 historias poco conocidas sobre la Segunda Guerra Mundial
Fuente: LA NACION

Pero un relato iba más allá y era el de Juan Carrizo, el lechero del pueblo. Carrizo vio una situación extraña mientras amanecía y paseaba sus vacas por la zona de Rocas Negras, muy cerca de la playa.

Para no ser detectado y observar en detalle, se mimetizó entre las pasturas doradas que bordean los breves acantilados marsurenses con la pericia que solo un descendiente de tehuelches puede tener.

De esta manera fue testigo privilegiado de lo que nunca nadie había presenciado antes: el desembarco de hombres con uniformes, armas y pesados bolsos, que venían desde adentro del mar a bordo de botes negros.

Fue el mismo Charra, por entonces un joven campesino de 14 años, quien le relató a Clavero que, en esos helados días de invierno, los patrones de las estancias cercanas reunieron a la peonada y pidieron reserva de todo cuanto habían visto.

¿Quiénes eran estos personajes que desde la costa dirigían las acciones de desembarco?

¿Quiénes eran los patrones que pedían silencio a los paisanos?


Karl Gustav Einckenberg, patrón de estancia

Una de las hojas de la declaración de Gustav Einckenberg ante Coordinación Federal en los días posteriores a los desembarcos clandestinos en Mar del Sur Una de las hojas de la declaración de Gustav Einckenberg ante Coordinación Federal en los días posteriores a los desembarcos clandestinos en Mar del Sur
Fuente: LA NACION - Crédito: Archivo Julio B. Mutti

Clavero encontró la respuesta en la historia del empresario alemán Karl Gustav Einckenberg, quien llegó al país luego de haber hecho negocios mineros en Bolivia a principios de los años 40.

Su figura tomó relevancia en Mar del Sur cuando compró la estancia El Porvenir, en 1943, para instalarse con su mujer y sus hijas luego de una enfermedad que había superado en el Hospital Alemán de Buenos Aires.

La ubicación de la estancia era estratégica: 2.5 kilómetros al sur del pueblo, cercada por una cadena de médanos, a pocos metros de donde el paisano Carrizo vería el desembarco mimetizado entre los pastos dorados.

Contactado con dos estudiosos de la presencia nazi en el país, Julio B. Mutti y Carlos De Napoli [ya fallecido], quienes le compartieron documentación para seguir atando cabos, Clavero pudo reconstruir la historia del estanciero alemán entrevistando a su hija, Ingeborg Einckenberg.

Y dice así: que Einckenberg trabajó junto al agente secreto nazi Wilhelm Seidlitz y al aviador y marinero colaboracionista Alberto Germán Wollkopf para llevar adelante el desembarco de oficiales y valores alemanes con un velero. Capitaneado por Wollkopf, el velero Alga se acercaría a los sumergibles U-Boats, para estibar la carga y refugiarse en la estancia El Porvenir.

Sin embargo, el marinero se echó atrás, pero el plan siguió su curso: no era necesario ningún velero, sino botes que salieran al encuentro de los submarinos alemanes, como los que vio el lechero tehuelche aquel amanecer de julio de 1945 en Rocas Negras.

Por esos días, la prima del paisano Justo Rodolfo Charra contaba que solía llevar abundante comida a un grupo de personas que vivía en la estancia de los Einckenberg, que ella tenía vedado mirarles a la cara, que hablaban un idioma extraño y que solo salían de sus habitaciones por las noches.

Túneles de hormigón

Finalizada la guerra, los desembarcos y la capitulación de los submarinos alemanes en Mar del Plata, la declaración de un arrepentido apodado El Piernas [porque no las tenía] señaló al estanciero mardelsurense Einckenberg como agente de la inteligencia nazi.

El estanciero fue detenido y quedó preso en la cárcel de Caseros acusado de ser miembro de una red de espionaje que debía cumplir con el plan de desembarcar oficiales del Eje en territorio argentino.

Karl Gustav Einckenberg fue liberado al poco tiempo, sin que nadie pudiera probar ninguna de las acusaciones. Murió en 1986 llevándose todos sus secretos al más allá.

La estancia fue vendida a otra familia alemana y su casco demolido sin dejar un solo rastro de la antigua construcción. Solo sobrevive el relato de un paisano que asegura haber descubierto en esos campos el ingreso oculto a profundos túneles de hormigón que se dirigen hacia la ruta 88.

No se sabe cuántos alemanes desembarcaron aquél invierno de 1945, ni quiénes eran y mucho menos qué guardaban dentro sus pesados bolsos.

Todo parece indicar que el plan se concretó a la perfección.

viernes, 2 de marzo de 2018

SGM: Emile Bertin, el crucero con oro de las reservas francesas

El crucero francés 'Emile Bertin' escapó de Halifax con un vientre lleno de oro

El buque cambió de bando dos veces durante la Segunda Guerra Mundial

Robert Beckhusen | War History Online




En junio de 1940, el crucero ligero francés de 581 pies Émile Bertin atracado en Halifax, cuando regresaron a Europa, los oficiales franceses se reunieron en el vagón ferroviario de Ferdinand Foch en Compiègne para firmar el armisticio humillante con la Alemania nazi, sellando la subordinación de Francia continental a la hegemonía alemana durante los siguientes cuatro años.

La tripulación y el patrón de Émile Bertin se encontraron en la curiosa situación de estar atracados en un país que aún estaba en guerra con Alemania después de que su propio país se rindiera.

Para complicar aún más la situación, el buque de guerra estaba en su segundo viaje acarreando reservas de oro desde Francia para refugiarse en Canadá. Desafortunadamente para los Aliados, el capitán del crucero ordenó que el barco, con el oro, corriera hacia la isla volcánica de Martinica, en manos de Vichy, en el Caribe en lugar de unirse a las Fuerzas Francesas Libres.

Ella hizo un viaje exitoso sin la traición de la Royal Navy, que no pudo atrapar el crucero de rápido movimiento.

El glamoroso barco francés de transporte de vapor Pasteur -otra nave que transportaba oro- no tuvo tanta suerte, y las tropas aliadas la tomaron antes de que pudiera salir del puerto. Pasteur pasó a tener una carrera productiva en tiempo de guerra en el servicio británico moviendo tropas y prisioneros de guerra alemanes. (El destino de Pasteur: se hundió accidentalmente en el Océano Índico en 1980 mientras era remolcada a un depósito de chatarra taiwanés).


Arriba, en la parte superior e inferior - 'Emile Bertin.' Fotos a través de la base de datos de la Segunda Guerra Mundial

Los buques de guerra franceses como Émile Bertin, sin embargo, tenían carreras fascinantes, aventureras ya menudo trágicas.

En julio de 1940, los buques y marineros franceses de Vichy en Mers-el-Kebir frente a Argelia sufrieron grandes pérdidas por el ataque aéreo y naval británico. En Dakar, en 1940, los destructores franceses salieron audazmente de un puerto bajo fuego pesado mientras fumaban. En Toulon en 1942, el almirante francés François Darlan hundió 77 embarcaciones para evitar que cayeran en manos alemanas después de que los nazis invadieran la "neutral" Vichy.

Émile Bertin fue un barco con suerte. Lanzada en 1933, ella era una nave insignia de la flotilla de un destructor y pasó la guerra temprana, todavía en los Aliados, moviendo el oro polaco al Líbano controlado por los franceses. Un barco elegante, rápido y hermoso, el Émile Bertin podría alcanzar los 34 nudos a toda velocidad gracias a seis calderas y turbinas de vapor que producen 102,000 caballos de fuerza. Ella llevaba dos hidroaviones y una catapulta de lanzamiento.



Para el armamento, el crucero -y otros de la clase Émile Bertin- llevaba nueve cañones de seis pulgadas en tres torretas, dos en la cubierta delantera y una trasera. Tenía formidables defensas antiaéreas, incluidas cuatro armas de 3.5 pulgadas, ocho de 1.5 pulgadas y ocho de 13.2 milímetros. Tenía seis tubos de torpedos y también llevaba 200 minas de mar, una de sus tareas principales.

Su única misión de combate se produjo en Noruega durante la Operación Weseruebung, la invasión alemana en 1940, donde sufrió daños durante un ataque aéreo alemán. Luego, una vez en manos de Vichy, se sentó en Martinica sin usar y técnicamente fuera de la guerra, aunque los submarinos alemanes regularmente realizaban reabastecimientos en la isla hasta el verano de 1943, cuando las fuerzas francesas libres asumieron el control de la isla.

Una vez que lucharon por los Aliados, Estados Unidos la modificó en Filadelfia, eliminando los tubos de torpedos, innecesarios en esta etapa de la guerra, mientras reconfiguraba su armamento antiaéreo y quitaba los dos hidroaviones y la catapulta. El mejor registro disponible para su servicio restante está dentro de los registros de tiempos de guerra de la flota atlántica de EE. UU.

En 1944, disparó sus armas para apoyar a las tropas en Italia y llevó a cabo un bombardeo preliminar de Porquerolles, un punto fuerte de la isla frente a la costa del sur de Francia, ayudando en los desembarcos aliados durante la Operación Dragón.

La "Big Willie", una enorme torreta estacionaria con dos cañones de 340 milímetros en Cap Cepet cerca de Toulon, le disparó a Émile Bertin pero se perdió. Los 1.800 marineros que tripulaban "Big Willie" y otras armas en Cap Capet se rendirían después de la liberación de París.

Pasó sus años restantes sirviendo en el sudeste de Asia, y luego como un barco de entrenamiento hasta 1959, cuando fue desguazado.

jueves, 1 de marzo de 2018

Peronazismo; Riphagen, el nazi holandés amigo de Perón y Evita

Engaño criminal: el nazi holandés que prometió proteger a los judíos, les robó sus bienes y los mandó a las cámaras de gas

No sólo se salvó de la condena: huyó a la Argentina, se hizo amigo de Juan y Eva Perón y colaboró con sus servicios secretos

Por Alfredo Serra
Especial para Infobae



Si nos fueran dados la maravilla y la crueldad del Aleph, ese punto que según el cuento de Borges está en un escalón de una desvencijada casa de la calle Garay, y contiene todos los puntos, seres y objetos del universo –hasta cada grano de arena de cada desierto–, podríamos, en el espacio dedicado al Mal Absoluto, aterrarnos con Hitler, los nazis, su Tercer Reich y su plan de La Solución Final: el exterminio de todos los judíos de Europa, y más tarde, del entero mundo.

El diabólico proyecto llevó a su desiderátum las proverbiales eficacia y eficiencia alemanas. Los judíos eran capturados, despojados de todos sus bienes, enviados a los campos de exterminio, y después de hacerlos trabajar hasta la extenuación con poca comida y mucho látigo, asesinados en las cámaras de gas y convertidos sus cuerpos en materia prima rentable: carne, grasa, huesos, oro de los dientes postizos…

No alcanzarían los nueve círculos de Dante, de su Divina Comedia, para el castigo eterno de los creadores y ejecutores de esa maquinaria.

Sin embargo, believe it or not, un personaje fue aún peor que el peor de esa factoría de degradación, dolor y muerte.


Andreas Riphagen

Su nombre: Andreas Riphagen. Su sobrenombre: Dries. Su nacionalidad: Holandés, nacido en Amsterdam el 7 de septiembre de 1909.

Undécimo hijo de padre alcohólico y de madre muerta antes de los cinco años de Andreas, fue un adolescente difícil, un díscolo cadete de la marina, un inmigrante ilegal en los Estados Unidos aprendiendo, entre otros oficios, el de matón a sueldo, y eligiendo como ídolo y modelo a Al Capone…

Y de vuelta en Holanda, a sus 18 años, antisemita, proxeneta, ladrón de autos y de joyas (sus pasiones…), estricto personaje de los bajos fondos, vio un nuevo amanecer cuando, en 1940, las hordas nazis ocuparon su país.

No tardó en jurar fidelidad al invasor y –a fuerza de delaciones y otras canalladas–, entrar en la temible y elitista SD (Sicherheitsdienst), servicio de seguridad alemán que operaba como apoyo de las SS, la más feroz de las fuerzas de choque del nazismo.

Pero aún faltaba la última –o penúltima– vuelta de tuerca…

Durante la requisa de una casa cuya familia escondía a Esther Schaap, judía, cuyo marido ya había sido deportado, Riphagen descubrió que la mujer ocultaba en su pelo una bolsita con diamantes. Un mínimo y dudoso reaseguro de las familias judías como vaga esperanza de eludir su muerte y comprar su fuga al mundo todavía libre… Diamantes, anillos, collares, relojes, muchos de valor más sentimental que material, y frágiles esperanzas… Y en ese instante, ante la bolsita y algunos diamantes que cayeron al suelo, los ojos de Riphagen brillaron más que esas piedras.

Educado y casi dulce ante el terror y el temblor de la mujer, le dijo "Yo puedo ayudarla".

Fue su Sésamo, ábrete… El principio de un negocio que superaba en crueldad y cinismo a la habitual rutina de la Solución Final ordenada por Hitler y urdida por Adolf Eichman contra el pueblo judío.



Ante el estupor y la desconfianza de Esther, que le preguntó cómo y por qué quería y podía ayudarla a escapar del tiro en la nuca, el rito aplicado a quienes escondían bienes, Riphagen inventó una historia conmovedora:
–Trabajo con los nazis, pero estuve casado con una judía… ¡y no pude salvarla! Eso me decidió a ayudarla. Y no sólo a usted…

La trampa fue de alta, altísima perversión. Anticipo de la célebre estafa urdida por el italiano Carlo Ponzi (1882–1949): la pirámide financiera de estrepitoso final que imitó con igual destino el norteamericano Bernard Madoff, hoy de 79 años, y condenado a un siglo y medio de cárcel…

La incauta y luego desdichada Esther Schaap, previo pago de unos pocos diamantes, lograría protección y casa hasta el fin de la guerra, y debía presentarle a Riphagen, para el mismo fin, otras familias judías que, siempre con previo pago, estarían a salvo y bajo techo… en casas vacías y amuebladas ya incautadas por los nazis, y cuyos habitantes sufrían o habían muerto en los campos cuyo mayor y más atroz modelo fue Auschwitz.

Para que el negocio pareciera aún más serio y confiable, Riphagen se hacía fotografiar con las familias protegidas, y les entregaba recibos por los valores entregados… que les serían devueltos al acabar la pesadilla bélica. Y por si fuera poco, el espantoso benefactor solía tomar el té con todos ellos…

Entretanto y usando lo contrario, la extorsión y la amenaza de pena de muerte, logró que Bette Wery, una joven mujer que militaba en la resistencia antinazi, entregara a sus compañeros a cambio de que Riphagen no ordenara matar a su familia, refugiada en Polonia…



Ya cerca del fin de la guerra, Riphagen le puso el broche trágico a su plan. Mientras en un banco de Luxemburgo sus cajas de seguridad apenas podían contener tantas joyas y rollos de dinero, en un coupe de foudre, un rayo, delató a todos sus judíos protegidos –tenía sus nombres y sus fotos– y los mandó a morir en las cámaras de gas.

Y ante los primeros cañonazos aliados, huyó de modo novelesco: abandonó Amsterdam oculto en el ataúd de un coche fúnebre, un ex agente secreto, Frits Kerkhoven, lo ayudó a pasar a Bélgica, y en bicicleta por una de las rattenlinien (las Rutas de las Ratas por la que muchos criminales huyeron de Europa a Sudamérica), este doble Judas llegó a España.

Preso por no tener documentos, Kerkhoven vuelve a ayudarlo. Le compra ropa, le consigue documentos falsos, y unos diamantes escondidos en los tacos de sus zapatos completan la fuga: el siniestro Riphagen llega –¡oh casualidad!– a la Argentina, no tarda en acercarse y ganar la amistad de Juan y Eva Perón, y más aún: como tantos de los criminales de guerra amparados bajo la bandera azul y blanca y el escudo peronista, fue un factótum para organizar los servicios secretos del peronismo. Por ejemplo, la siniestra Sección Especial, donde volvió a funcionar la picana eléctrica creada por el execrable hijo del poeta fascista Leopoldo Lugones, y donde verdugos como el comisario Cipriano Lombilla, y los oficiales José González, José Faustino Amoresano y Salomón Wasserman molían a golpes –eléctricos o de puño– a los contreras nombre genérico de todo antiperonista.  Golpes que, por supuesto, violaban las reglas establecidas para ese deporte por John Douglas, noveno marqués de Queensberry y padre de lord Alfred, amante, dicha y desdicha de Oscar Wilde.



Entre otros intelectuales, uno de los atormentados en la Sección Especial fue el historiador Félix Luna.

Según una anécdota que ya es leyenda, Luna le dijo a Perón:

– En su gobierno hay torturadores, general.
– Por favor, Luna, no macanee… ¿A quién torturaron?
– A mí, general.

En 1988 llegó al país un pedido internacional de captura para Riphagen. Demasiado tarde. En 1977, a sus 63 años, murió de cáncer en una clínica de Suiza.




Post scriptum. Un día de 1953 la Sección Especial –o tres de sus esbirros, por lo menos– llegó a mi casa. Fui testigo lúcido, no un niñito bobo: tenía 14 años y cursaba el tercer ciclo del secundario. Por leer "de corrido" a los cuatro años se acortó mi ciclo primario… Los hombres se parecían a los burdos y amenazantes dioses que Borges describe en su brillante pieza Ragnarök, de su deslumbrante libro El Hacedor. Cito: "El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras (…) Elegíamos autoridades (…) Bruscamente nos aturdió un clamor de manifestación o de murga. Alaridos humanos y animales llegaban desde el Bajo. Una voz gritó: ¡Ahí vienen! Y después ¡Los Dioses! ¡Los Dioses! Cuatro o cinco sujetos salieron de la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Uno sostenía una rama (…) Otro extendía una mano que era una garra (…) Todo empezó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los Dioses no sabían hablar (…) Frente muy bajas, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulato o de chino y belfos bestiales publicaban la degeneración de la estirpe olímpica. Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y decente sino al lujo malevo de los garitos y de los lupanares del Bajo. En un ojal sangraba un clavel; en un saco ajustado se adivinaba el bulto de una daga. Bruscamente sentimos que jugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganar por el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos.
Sacamos los pesados revólveres ( de pronto hubo revólveres en el sueño) y alegremente dimos muerte a los dioses".

Hombres como esos preguntaron por mi abuelo Justo, obrero ferroviario, y le dijeron que el gobierno peronista sufría muchas amenazas y conspiraciones, y que por eso recurrían a vecinos antiguos y respetables: para que delataran cualquier reunión o cosa rara que descubrieran en el barrio (Núñez, para más datos). Mi abuelo no necesitó que de pronto hubiera revólveres en el sueño. Entró a su pieza, sacó de su caja de cedro el Orbea de cinco tiros que trajo desde Aragón en su atadito de inmigrante, y apenas vieron relucir su caño cromado… ¡los dioses huyeron como ratas!

Por estas y muchas cosas ni siquiera vale la pena preguntarse porqué ese gobierno protegió a criminales nazis. O porqué fueron sus amigos y guardaespaldas otros atroces alemanes y croatas. O porqué fueron protegidos por el peronismo y vivieron a sus anchas nazis como Adolf Eichmann, Walter Kutschmann, Edward Roschmann y hasta estuvieron de paso, y con documentos legales entregados por el peronismo, monstruos como Klaus Barbie y Josef Mengele. O porqué, en mis primeros años de periodismo, colegas que me doblaban en edad se reían cuando yo, o algún otro joven, mencionaban ese primer e histórico encuentro de Perón y Eva en el verano del 44, Luna Park, festival para lograr fondos de ayuda a las víctimas del terremoto de San Juan. Recuerdo las exactas palabras de uno de ellos, que acompañó a Perón en casi todo su periplo madrileño:
–Pibe, ésa es la estampita… Perón y Eva se conocieron antes en la embajada alemana en Buenos Aires. Tenían mucho que ver con esa gente. Negocios, ¿sabés?…