jueves, 7 de mayo de 2020

SAS: 40° aniversario del asalto a la embajada iraní en Londres


Asedio de seis días: el 40 aniversario del asalto de la embajada iraní por parte de SAS


Andy Wolf || War is Boring




Si bien parece que fue ayer en la mente de muchos, han pasado cuarenta años desde que tuvo lugar un momento decisivo en Londres, uno que consolidaría el legado moderno del Servicio Aéreo Especial Británico como una unidad antiterrorista de nivel 1.

Con una apariencia de máscara de gas que aún permanece en elementos de la cultura popular, los soldados de SAS llevarían a cabo la Operación Nimrod, un asalto total contra la Embajada de Irán.

El 30 de abril de 1980, la primera ministra Margaret "Iron Lady" Thatcher recibió noticias inquietantes: seis hombres armados habían asaltado la embajada iraní en la Puerta del Príncipe en South Kensington, West London.

Los hombres, que pertenecían al Frente Democrático Revolucionario para la Liberación de Arabistan (DRFLA), habían comenzado a tomar rehenes y emitirían demandas poco después de que la policía rodeara el edificio.



El líder del grupo, Oan Ali Mohammed, pronto solicitó la liberación de prisioneros árabes de las cárceles de la provincia de Khuzestan de Irán y su propio pasaje seguro fuera del Reino Unido, una tarea difícil considerando los problemas que habían causado.

Al sexto día del enfrentamiento, los terroristas comenzaron a frustrarse y asesinaron a Abbas Lavasani, el jefe de prensa de la embajada. Al arrojar su cuerpo por una ventana, la imagen sorprendió al gobierno británico a tomar medidas serias: enviarían al SAS para liberar a los rehenes sobrevivientes.



Dos equipos emplazados, los equipos Rojo y Azul, respectivamente, comenzaron la Operación Nimrod en la noche del 5 de mayo, los equipos se prepararon para disparar una granada de aturdimiento mientras rapelaban en el edificio, pero un soldado se enredó en su línea y otro rompió una ventana. intentando liberar al soldado atrapado.

Con el enemigo ahora alertado del ataque, los soldados entraron en la embajada, asegurando rehenes y neutralizando a los terroristas. Mientras que uno de los rehenes fue asesinado por el pistolero, otros se salvaron de un destino similar.



En un momento, un hombre armado que se escondía entre los rehenes produjo una granada y fue arrojado por las escaleras, donde posteriormente los soldados lo llenaron de plomo.

En general, la redada duró menos de veinte minutos y fue un momento que definió el legado tanto para el SAS como para la administración Thatcher.

Fowzi Nejad fue el único combatiente sobreviviente de la DRFLA y fue detenido. Fue sentenciado a cadena perpetua, pero recibió la libertad condicional en 2008 y se le permitió permanecer en el Reino Unido. Se dice que actualmente vive en Londres bajo una nueva identidad.

Después de la redada, el SAS disfrutó de una inmensa fama, que ayudó a su reputación y amenazó con obstaculizar las operaciones. A pesar de esto, el Servicio Aéreo Especial continúa siendo una de las principales fuerzas de operaciones especiales en el mundo de hoy.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Revolución Libertadora: Los comandos civiles que devinieron en Montoneros

De comando civil antiperonista a militante montonero: un peregrinaje recurrente

Un tránsito que no debe sorprender tanto. Fueron frecuentes las conversiones de jóvenes “gorilas” en los 50 hacia el peronismo en los 70

Por Aldo Duzdevich || Infobae


Comandos civiles con brazaletes blancos

Mesa de café de viejos militantes setentistas, recurrentemente hablando de historias. Alguien inicia una frase en tono de confesión: “Bueno...yo en el 55...estuve con los comandos civiles”.

Para mí no es sorpresa la confesión; hace tiempo rastreo ese peregrinaje. Sobre todo en militantes que provienen de la raíz católica. Desde que leí el libro de Florencio José Arnaudo, sobre los Comandos Civiles, quedé impresionado por la similitud de vivencias de aquellos muchachos y la de los jóvenes católicos de clase media que, en los setenta, nos vincularíamos con la lucha armada.

Los comandos fueron grupos de civiles que se armaron en apoyo del golpe del 55

En otras notas he contado la historia de Diego Muñiz Barreto, un “niño bien”, jefe de comandos civiles, que destruyó con una bomba la Escuela Superior Peronista en los 50 y terminó siendo diputado por la JP-Montoneros en 1973. Y la de Mariano Castex, compinche de Diego en el intento de matar a Perón en 1953. Y la de otros jóvenes antiperonistas que terminaron siendo conocidos militantes en los 70 como Rodolfo Walsh, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Duhalde, Carlos Mugica, Augusto Conte Mac Donnel, Luis Cerruti Costa, Conrado Eggers Lan, Emilio Mignone, Norma Kennedy, Carlos Corach, entre otros. Y la repetición de apellidos de comandos civiles y montoneros; Landaburu, Nogueira, Bourdieu; Botto; Casares; Cullen; Van Gelderen; y por supuesto Bullrich Pueyrredón.

Desfile triunfal tras la Liberación

Gustavo, que ya pisa los 80 años, tras asegurarle que no se divulgaría su nombre, accedió a contarme su historia: “Pertenezco al círculo de familias ricas o de la oligarquía de los años 40. Me formé con los jesuitas. Me mandaron pupilo al Inmaculada de Santa Fe, donde en los 60 estuvo de profesor Jorge Bergoglio. Un colegio fundado en 1610 por los jesuitas, con muchísima tradición. Recuerdo que en mi época, en las fechas patrias, los del Inmaculada desfilábamos de saco azul y máuser al hombro. Si bien éramos chicos de la oligarquía, los curas nos llevaban a los hospitales y a las villas a ayudar a la gente. Recuerdo una villa que se llamaba ‘el Piquete’. Por supuesto que el ambiente del colegio era muy antiperonista”.

Así como en 1955 el Inmaculada irradió Comandos Civiles, a mediados de los 70 las familias “bien” dejaron de mandar sus hijos al “Inmaculada” por considerarlo “cuna de montoneros”. Al menos 15 importantes cuadros montoneros pasaron por sus aulas, entre ellos los hermanos Molina Benuzzi, Juan Carlos Soratti,Carlos Laluff y Luis Roberto Mayol.

Distribución de armas entre comandos civiles

“Cuando ingresé a la facultad todos mis amigos eran antiperonistas –sigue relatando Gustavo-; éramos los pibes de la oligarquía, todo nuestro ambiente familiar y social era muy antiperonista. Perón era sinónimo de todo lo malo, era ladrón, dictador... había miedo que nos expropien los campos. Había que sacarlos. Era un Boca-River, sin demasiados análisis políticos. Nosotros éramos los buenos y ellos -los peronistas- eran los malos.”

“Una de las primeras cosas que hicimos fue ir a proteger la Iglesia de San Nicolás de Bari, pusimos las mangueras de incendio en las ventanas para repeler un supuesto ataque. Después el obispo nos sacó cagando...”. “También recuerdo que el día del bombardeo el 16 de junio, nos juntamos en una esquina cerca de Plaza de Mayo, con brazaletes blancos; no sabíamos bien qué iba a pasar, pero como a las 11 de la mañana nos dieron orden de desconcentrarnos”.



 

“Los días después del golpe me tocó acompañar a Gendarmería en el allanamiento a un sindicalista en el conurbano, recuerdo cómo lloraba la mujer. Otra vez durante una huelga de colectiveros, fuimos movilizados a manejar colectivos, íbamos de a dos, armados con pistolas 45.”

“Esas son las cosas que recuerdo de mi paso por los comandos civiles, yo tenía 19 años, como te cuento no tenía mucha conciencia política de lo que pasaba, era más bien una cuestión de pertenencia a una clase, y al grupo de amistades donde me movía”.


 

“Seguí mis estudios, me recibí y me dediqué a trabajar en mi profesión. Tal vez por la frustración que significó todo lo que siguió a la Revolución Libertadora, yo, como muchos otros jóvenes fuimos modificando nuestra visión de la realidad. No fue un acto individual, varios amigos míos fueron evolucionando en su manera de pensar y entender la historia y la política. En mi caso personal por mi profesión tenía mucho contacto con obreros. Comencé a descubrir la realidad de la gente humilde y trabajadora; las dificultades para sostener sus familias, los dramas que muchos vivían. Aquella enseñanza cristiana, de ‘ponerse en el lugar del otro’, que me inculcaron en mi adolescencia los jesuitas del Inmaculada, me hizo reflexionar y discernir nuevos rumbos en mi forma de pensar y actuar."

El padre Carlos Mugica, párroco en la Villa 31

"Después de 1966 me acerqué nuevamente a la universidad, donde ya había muchos vientos de cambio. Era un espacio donde se debatían las nuevas ideas. En esas charlas fui descubriendo otra forma de ver el peronismo. Luego alguien me conectó con el padre Carlos Mugica. Comencé a ir a la Villa 31. Y allí ya me vinculé con compañeros militantes del peronismo, y algunos que estaban en la lucha armada. Tiempo después me integré a Montoneros. Por mi profesión, tuve a cargo algunas tareas clandestinas muy importantes. Pero, en el año 75 ya tenía muchas diferencias y varios compañeros míos dejaron la organización por diferencias políticas. Yo decidí mudarme al interior y recomenzar una nueva vida alejado de la militancia. Y aquí estoy….”



En esta historia breve y simple se esconde todo un trasfondo histórico, que todavía no ha sido puesto en debate, como tantos otros temas de nuestro doloroso pasado reciente.

No soy amigo de los juicios apresurados, de las versiones cerradas y de las conclusiones fáciles. Solamente tomar como enseñanza que la historia no es lineal, ni mucho menos binaria. Que la versión de un mundo dividido en bandos de buenos y malos, solo sirve para explicarle a los niños las películas de piratas. Pero en política suele suceder que los “malos” de ayer, son los “buenos” de mañana y viceversa. Y, segundo, que cada hecho histórico hay que analizarlo con la hermenéutica de la época, meterlo en el contexto en el que se desarrolló.

Solo así revisar la historia nos servirá para aprender, y no repetir los errores y desencuentros del pasado.


Aldo Duzdevich es autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron” y “Salvados por Francisco”

martes, 5 de mayo de 2020

Fenicia: Oscuro origen de un pueblo magnífico

El oscuro origen de los fenicios

En la franja costera sirio-libanesa se desarrollaron una serie de ciudades independientes entre sí, pero de cultura común. Con el tiempo el conjunto sería conocido como Fenicia


Templo de los obeliscos, en Biblos. (Heretiq / CC BY-SA-2.5)

Sergi Vich Sáez || La Vanguardia

Coincide casi exactamente con el perfil de la actual costa libanesa, aunque penetrando por el norte en territorio sirio. Consiste en una franja territorial de unos 200 km de longitud por entre 20 y 60 de profundidad, separada del interior por los escarpados montes del Líbano y del Antilíbano. Es este un territorio que presenta similares condiciones morfológicas, caracterizadas por una abrupta topografía que forma numerosos valles de difícil intercomunicación terrestre... La región fue habitada desde la prehistoria.

Su fertilidad, debida a los numerosos wadi (cauces de los ríos, secos en verano) que la cruzan y que permiten el mantenimiento de acuíferos subterráneos, favoreció la aparición de una serie de comunidades. Si bien tuvieron una base agrícola en origen, muy pronto se vieron abocadas a mantener una relación cada vez más estrecha con el mar que bañaba sus bahías. Tal vínculo se vio facilitado por los espesos bosques de cedros y cipreses que crecían al amparo de sus altos montes, que les proporcionaban la imprescindible madera con que construir sus embarcaciones.

La génesis

Con el paso del tiempo, algunas de aquellas poblaciones fueron creciendo hasta constituir importantes ciudades, como Biblos (cuyos restos más antiguos datan de 2700 a. C.), Sidón, Tiro o Ugarit. Con todo, su desarrollo se veía constreñido por el hecho de que Canaán, la región en que dicha franja se ubicaba, se había convertido, durante el período del Bronce Final, en una zona muy apetecible. Tanto la gran potencia del sur, el Egipto del Imperio Nuevo, como su homóloga del norte, Hatti, pugnaban por su control. Pero, además, las naves micénicas, como en otros tiempos las minoicas, imponían su ley sobre unas rutas marítimas vitales para su desarrollo comercial.

Algunas ciudades, como Ugarit, fueron totalmente aniquiladas y nunca más se reconstruyeron

Una gran crisis tuvo lugar hacia 1200 a. C., y su episodio más significativo fue el de las violentas migraciones de los llamados Pueblos del Mar. Se abrió un amplio período de caos e inestabilidad para las ciudades y naciones ribereñas del Mediterráneo, que produjo no solo el retraimiento de un Egipto inmerso en la lucha por su propia supervivencia, sino el hundimiento y la desaparición de Hatti y la destrucción de las ciudades micénicas. Fue el final de toda una era y el nacimiento de un nuevo contexto internacional. Tampoco las poblaciones de la costa cananea pudieron librarse de tal embestida.

Algunas, como Ugarit, fueron totalmente aniquiladas y nunca más se reconstruyeron. Otras, en cambio, lograron rehacerse, como Tiro, que fue repoblada con habitantes procedentes de Sidón. Las supervivientes volvieron con prontitud a mostrar signos de su antiguo esplendor. Paradójicamente, señaló el comienzo de la fortuna para ciudades como Arwad, Biblos, Berytus, Sidón, Tiro, Ardat o Sarepta. Ciudades que muy pronto se diferenciaron de sus antiguas homólogas cananeas, pero de cuya cultura y raza nunca renegaron, hasta formar una realidad propia a la que los griegos llamarían Fenicia.

Desde que Ernest Renan publicara su Misión en Fenicia a mediados del siglo XIX se ha avanzado mucho en el conocimiento de los fenicios. Sin embargo, la información de que disponemos se halla indefectiblemente lastrada por la pérdida de la mayor parte de sus fuentes. El soporte principal sobre el que escribieron su lengua semita occidental, el papiro, se ha malogrado en gran parte a causa de la humedad del clima. Quedan solamente aquellos textos escritos sobre materiales más resistentes, como la piedra, el mármol o la cerámica.

El rey Luli de Sidón huye de su ciudad, atacada por Sargón II, en un barco de guerra fenicio. (Terceros)

A ello se debe que la mayor parte de la información no arqueológica que poseemos sobre estas gentes provenga de fuentes asirias, griegas o romanas, con frecuencia voluntariamente manipuladas, dado que, durante la mayor parte de su historia, aquellos fueron no solo sus rivales, sino también sus enemigos. Con todo, se ha logrado reconstruir una imagen bastante completa y fiable de tan interesante civilización.

La sociedad fenicia

Las ciudades fenicias eran independientes y muy poco dadas a colaborar entre sí, incluso en momentos de peligro. Constituyeron monarquías hereditarias en las que el rey solía desempeñar también funciones sacerdotales. Si bien se trataba de un soberano absoluto con base teocrática, como sus homólogos cananeos, se apoyaba en un consejo de ancianos y contaba con un cuerpo de funcionarios. Entre ellos destacaba el sufete, un magistrado temporal cuyas funciones exactas resulta difícil precisar, pero que tendría una gran importancia en las futuras colonias occidentales.

Uno de los cometidos principales de estos reyes, además del sacerdotal, era mantener el equilibrio entre dos sectores sociales cuyos intereses podían llegar a oponerse: el representado por la oligarquía comercial, que cada vez adquirió un mayor poder, y el de la nobleza tradicional de base agrícola. Y es que la gran expansión y la riqueza de la sociedad fenicia se debieron en gran medida a su activo comercio, pero no hay que olvidar que sentaba sus bases en la tierra.

En la agricultura intensiva de sus valles y de las terrazas de sus montes, que producían cebada, trigo, vino, aceite, dátiles e higos; en el cuidado de las cabras y ovejas que pastaban por sus laderas; y, sobre todo, en la tala de los cedros y cipreses de sus bosques, reputados en todo Oriente Próximo, y cuya madera resultaba imprescindible para construir los buques con que transportaban sus mercancías, entre las que destacaban sus tejidos de color púrpura.

Los fenicios solían llevar barba y largos cabellos. Iban tocados con un bonete y con multicolores vestidos

Era una dinámica sociedad de hombres libres que constituían familias patriarcales y monógamas, en las que las mujeres desempeñaban un destacado papel. Sirve para ejemplificarlo el caso de Elisa, la mítica fundadora de Cartago. Era una sociedad que, en lugar de equipar grandes ejércitos, confiaba más en la estratégica ubicación de sus ciudades, de difícil acceso y protegidas por sólidas murallas, y en el creciente poderío naval que ostentaba. Estas gentes solían organizarse en grupos profesionales que habitaban en un mismo barrio. Por él discurrían estrechas callejuelas que conducían a bulliciosas plazas, delimitadas por casas de varios pisos con un patio central.

Los fenicios solían llevar barba y largos y ensortijados cabellos. Iban tocados con un bonete y ataviados con multicolores vestidos. A sus mujeres les gustaba adornarse con diademas, anillos, brazaletes y pendientes de todo tipo y calidad.

Pero junto a ellos las ciudades contaban con un importante número de esclavos. Su condición parece haber sido algo mejor que en otros lugares. Tenían la capacidad legal de contraer matrimonio y de poseer determinados bienes muebles, que incluso podían llegar a permitirles la liberación, pero no disfrutaban de poder político alguno, aunque muchos de ellos debían adorar a las mismas divinidades que sus dueños.

Religiosos y supersticiosos

Cada ciudad fenicia solía tener un panteón, no estable y con una fuerte tendencia sincrética, formado por una tríada de dioses: una divinidad masculina protectora de la ciudad; su esposa, garante de la fertilidad en un sentido amplio, tanto familiar como económico; y el hijo de ambos, símbolo de la naturaleza que moría y resucitaba cada año. Se les adoraba en templos no monumentales que se dividían en tres partes: un pórtico, un vestíbulo que solía contener alguna fuente y un santuario de limitado acceso en el que se hallaba ubicada la imagen de la divinidad.

Solían ofrecerse a esta diversas estatuillas votivas elaboradas con distintos materiales, que podían ir de la terracota al metal. También se les rendía culto al aire libre, en lugares altos, cerca de ríos o en bosques, presididos por altares simbólicos y betilos (piedras sagradas de forma cónica). En ellos podían realizarse toda clase de ofrendas, desde frutos hasta animales, siempre en relación directa con la pena a expiar o el bien a conseguir. Y en ocasiones se llevaban a cabo sacrificios humanos.

Sarcófago fenicio de Palermo (siglo V a. C.). (Giovanni Dall'Orto.)

Sus necrópolis se hallaban también en las afueras. Consistían en tumbas rupestres o en pozos verticales, en donde enterraban a sus parientes en sarcófagos con formas humanas, a imitación de los egipcios. Los más ricos eran de mármol o piedra, como los magníficos ejemplares de Biblos o Gadir; otros se facturaban en madera y terracota. No obstante, algunas veces, sin que se haya podido establecer la razón, practicaron también la incineración.

En uno y otro caso se acompañaba al difunto con vistosos ajuares, consistentes en objetos de cerámica y joyas (nunca se han hallado armas, lo que no resulta sorprendente, puesto que no eran un pueblo de guerreros). Antes de acordar algún negocio o emprender cualquier singladura, los fenicios en ocasiones practicaban la hierogamia, la “unión” con el dios, que consistía en prostituirse en un templo con fines religiosos ligados a la fertilidad.

También dedicaban diversas ofrendas a sus dioses, implorando su ayuda y escrutando en las estrellas o en las vísceras de los animales sacrificados el destino de su empresa. No es, pues, de extrañar que, además de instalar formas de caballos como amuleto protector en sus proas, las naves fenicias portaran una enseña consistente en un asta con un globo y una media luna, símbolo de la diosa Astarté, así como otros ornamentos religiosos. La razón residía en procurarse la protección divina antes de enfrentarse a los peligrosos mares.

Magníficos navegantes

Porque, por encima de cualquier otra cosa, los fenicios fueron unos magníficos navegantes. La determinación del norte por la Osa Menor, y no por la Osa Mayor como hacían los griegos, así como el conocimiento de la posición fija de la Estrella Polar, comúnmente llamada “estrella fenicia”, les permitió navegar de noche. Evitaban de ese modo tener que recalar al atardecer, como ocurría con las naves de cabotaje de la época, y ello les permitió extender una importantísima red comercial que se convertiría en un puente económico y cultural entre los dos extremos del Mediterráneo.
Los fenicios fueron durante siglos los grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad

Su habilidad llevó a monarcas de otras naciones a solicitarles para llevar a cabo importantes viajes. Es el caso del faraón Necao II, a caballo entre los siglos VII y VI a. C., bajo cuyo patrocinio los fenicios circunnavegaron el continente africano durante un periplo de tres años. Así lo afirma, al menos, el historiador griego Heródoto.

Cuenta con escepticismo cómo los marineros se sorprendieron al ver que, si durante una gran parte de su ruta el Sol salía por su izquierda, a partir de un momento determinado –seguramente cuando doblaron el cabo de Buena Esperanza– empezó a salirles por su derecha hasta que alcanzaron las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar).

También, han llegado hasta nosotros noticias de otros importantes periplos, como el impulsado por Salomón, el mítico rey de Israel, y su socio y amigo Hiram I de Tiro, que en el siglo IX a. C. llevó a los navegantes fenicios desde el puerto israelita de Ezion-Geber, en el mar Rojo, hasta el país de Ofir. Este lugar no se ha identificado, pero podría ubicarse en Somalia, Yemen o incluso en India, según relata la Biblia. Por no mencionar “las naves de Tarshish”, que para muchos estudiosos nos hablan de un comercio regular con el mítico e hispano reino de Tartessos; o los periplos que los navegantes cartagineses, sus herederos naturales, llevaron respectivamente a Himilcón y Hannón hasta Cornualles y Senegal en el siglo V a. C.

No es de extrañar que la riqueza que hizo grandes a las ciudades fenicias –la misma que era intensa y amenazadoramente apetecida por sus poderosos vecinos, ya fueran éstos asirios, egipcios, babilonios o persas– proviniera de un activo comercio naval.

Unos extraordinarios mercaderes

Los fenicios fueron durante siglos los grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad. Importaban, preferentemente por mar, pero también por tierra, lana mesopotámica; lino y trigo de Egipto; cereales, bálsamos y miel de Israel; caballos, mulos y cobre de Anatolia; cereales, vid y olivos de Grecia; cobre de Chipre; piedras semipreciosas de Irán; plata, plomo y sobre todo el imprescindible estaño para la fabricación de bronce de España; marfil, esclavos, oro, plata y animales exóticos de distintos rincones de África; e incluso ámbar del Báltico.

Trono de Astarté en el templo de Eshmun, dedicado a la deidad fenicia de la curación. (Dominio público)


La población crecía permanentemente y los recursos propios apenas podían cubrir tal aumento por la progresiva sobreexplotación de su limitado territorio. Hacían acopio de alimentos, y las materias primas eran convenientemente transformadas por sus habilidosos artesanos en productos de gran calidad, en general de pequeño tamaño, pero con un gran valor añadido. Luego eran reexportadas por todo el Mediterráneo en expediciones comerciales financiadas tanto por el Estado y los templos como por particulares.

Así, los navíos que partían de Tiro, Sidón, Biblos, Arwad o Sarepta solían llevar en sus bodegas, además de la apreciadísima madera de cedro (lo que acabaría provocando una peligrosa deforestación de su propio país), tejidos de gran valor, marfiles tallados, muebles con marquetería de maderas nobles y marfil, ungüentarios y colgantes de pasta vítrea, cuencos y jarras de oro y plata repujados con múltiples motivos o joyas con granuladuras. Todos ellos estaban decorados con motivos de tipo egipcio, libremente reinterpretados por unos artistas cuyo norte era la belleza. Hasta tal punto era así que incluían jeroglíficos egipcios sin significado alguno, pero de gran valor ornamental.

Esto ha hecho hablar a algunos autores de la inexistencia de un arte fenicio propio, pero tal afirmación debe matizarse. Dada la encrucijada de pueblos y culturas que representó durante siglos Fenicia, la verdadera genialidad artística de este pueblo consistió en constituir un todo coherente a partir de múltiples y distantes influencias. Uno de los productos de mayor éxito, y que ha permitido situar algunas de las rutas comerciales fenicias, fueron los escarabeos, un amuleto multicolor con la forma del escarabajo sagrado egipcio que se fabricaba en grandes cantidades.

Pero tampoco se descuidaba el comercio de cualquier otra mercancía que pudiera proporcionar beneficios. Y eso incluye el tráfico de esclavos, común en todo el Mediterráneo, porque la línea que separaba a comerciantes de piratas no fue nítida en ningún momento de la Antigüedad. El comercio de intermediación resultó ampliamente beneficioso. Consistía en desembarcar mercancías propias en un puerto determinado, por ejemplo griego o etrusco, y embarcar allí otros productos, como podrían ser la cerámica ática o el hierro itálico.
Muchos de sus “clientes” pertenecían a regiones poco civilizadas no incorporadas a un sistema monetarizado

Después se transportaban a un tercer lugar en donde se repetía la operación, y así sucesivamente hasta volver al puerto de partida. El periplo total podía durar largos meses e incluso años. La difusión llevada a cabo de su simplificado alfabeto de 22 letras, origen del nuestro, no hizo sino facilitar el proceso administrativo inherente a cualquier transacción mercantil.

Curiosamente, su lucrativo comercio se adhirió tarde al sistema monetario, que se extendía por el Mediterráneo desde el siglo VIII a. C. Ello prueba la solidez de sus circuitos comerciales, pero también deja ver que muchos de sus “clientes” pertenecían a regiones poco civilizadas que no se habían incorporado aún a un sistema monetarizado.

No obstante, en distintos períodos de su historia, las ciudades fenicias, fuertes y ricas, pero desunidas, sufrieron el envite y el saqueo de las potencias hegemónicas de Oriente Próximo. Un gran número de habitantes quisieron verse libres del pago de altos tributos y de destrucciones y buscaron horizontes más benignos, lo que provocó el asentamiento de poblaciones fenicias en distintos puntos del Mediterráneo.

domingo, 3 de mayo de 2020

Prusia: La batalla de Leuthen

Leuthen

W&W



En Borna, Federico el Grande y su personal desarrollan su plan de batalla, como lo ilustra Hugo Ungewitter



Para la incredulidad de los prusianos, su infantería podía vestir tranquilamente sus líneas después de su marcha y avanzar casi sin ser notados. Dibujando en línea, su primera descarga causó que los sorprendidos Württembergers se rompieran y huyeran. Cinco minutos después, una segunda descarga dispersó a los bávaros. En apenas quince minutos, el flanco izquierdo de Lorraine se había desvanecido. Unos 12,000 hombres estaban en retirada de cabeza. Desprovisto de la caballería, el flanco de Carlos de Lorena se vio rápidamente reforzado por la infantería de la derecha, pero la confusión y el desorden eran totales y cuando llegó la caballería austriaca ya era demasiado tarde. El comandante de la caballería austríaca Joseph Lucchesi fue asesinado y entró en pánico. La aldea de Leuthen se convirtió en una masa de infantería austríaca que luchaba por formar líneas coherentes. En menos de tres horas había terminado. Regimientos austríacos enteros se rindieron en masa. La victoria fue absoluta. Las pérdidas austriacas, incluidos los prisioneros, superaron los 21,000, un tercio de todo el ejército de Lorraine.

Federico estaba decidido a involucrar a los austriacos en una gran batalla. Entendió claramente la importancia de las victorias austriacas en Schweidnitz y Breslau, y, como luego admitió abiertamente, estaba preparado para apostar todo sobre el resultado de esta confrontación. Tuvo que atacar a los austriacos y expulsarlos de Silesia antes del comienzo del invierno `` a cualquier costo '', porque de lo contrario tendría que resignarse `` a perder esta provincia para siempre ''. En resumen, agradeció que los austriacos hubieran logrado efectivamente su estrategia. objetivo, y, a menos que por algún milagro pudiera revertir este éxito, entendió que la guerra se había perdido. Por lo tanto, estaba preparado para arriesgar el tipo de ataque contra un enemigo numéricamente superior del que se había encogido en Zittau en agosto y que le había costado Kolin en junio. Aunque típicamente exageraba la superioridad numérica de los austriacos al decirles a sus oficiales que enfrentaban una fuerza tres veces mayor, el ejército que reunió en Parchwitz era formidable. Para el 1 de diciembre, como informó el propio rey, había alcanzado entre 39,000 y 40,000 hombres. Lo que es más, casi todos eran hijos nativos meticulosamente perforados reclutados a través del notorio sistema de "cantón" prusiano, la crema del ejército prusiano, que todavía se deleitaba con confianza en el éxito de Rossbach. La fuerza tenía más de las reservas habituales de municiones y disponía de 10 enormes cañones de fortaleza de doce libras, además de 61 piezas de artillería pesada. Los apologistas de Frederick han hecho gran parte de su "nobleza heroica" en los días previos a la batalla. De manera bastante inusual, parecía por una vez solícito con sus hombres, ordenó raciones adicionales y trató de mostrar un toque común. El 3 de diciembre convocó a sus oficiales y pronunció su famoso 'Parschwitz Address', en el que, después de afirmar que como rey realmente no necesitaba hacerlo, intentó justificar por qué tuvo que 'conquistar o morir'. Incluso por una vez dignándose a hablar en alemán en lugar de su francés habitual, confesó que la derrota significaría que la guerra se había perdido. Con bathos teatrales, trató de sugerir que este conflicto era sobre la preservación del hogar y el hogar, y la defensa de sus `` esposas e hijos ''. En lugar de permitir que esta actuación real melodramática se agregue al mito de Frederician, una evaluación sobria debe juzgarlo como una medida de la aprensión y ansiedad del rey. En realidad, de lo único que se trataba esta guerra era de su autoestima. Frederick había convertido la violación y la retención de Silesia en la razón de ser de su vida, en la que su reputación póstuma se haría o no. En repetidas ocasiones afirmó que no quería sobrevivir a la derrota, y también en esta ocasión, hizo provisiones explícitas sobre cómo se debería manejar su cadáver si no sobrevivía a la batalla. Ahora, en esta situación desesperada, como luego confesó, tuvo que "recurrir a cualquier cosa que se le ocurriera" para darle a su juego de azar una oportunidad de éxito.




Federico había asumido que los austriacos tomarían las antiguas posiciones defensivas de August Wilhelm Bevern al este de Lohe, y que tendría que atacarlos allí. De hecho, el principal ejército austriaco ya había avanzado al Weistritz inmediatamente después de la captura de Breslau. Las fuerzas a disposición de Charles eran ciertamente mayores que las de Federico, pero no de manera abrumadora. Los austriacos y sus aliados alemanes contaban entre 50,000 y 55,000 hombres y 65 piezas de artillería pesada, pero algunos de los regimientos de los principados alemanes más pequeños, particularmente los de Württemberg, eran notoriamente poco confiables. El emperador Francisco incluso advirtió a su hermano que nunca pusiera a estos contingentes en un sector vulnerable de la línea de batalla, y en el caso, dos tercios de ellos debían desertar. El 2 de diciembre, el alto mando austríaco celebró su consejo de guerra en un castillo en la ciudad de Lissa, en la orilla oeste del Weistritz. El informe oficial de esta reunión, como los resultados finales anunciados de una elección imperial o papal, proclamó que la decisión alcanzada fue unánime. De hecho, hubo un desacuerdo amargo sobre la estrategia a emplear. Leopold von Daun, apoyado por el general Johann Baptist (Giambaptista) Serbelloni y varios otros oficiales, instó firmemente a establecer una posición defensiva fuerte en la orilla este del Weistritz y esperar el ataque de Frederick como lo habían hecho en Kolin. Charles tenía otras ideas, y afirmó su prerrogativa de mando de empujarlas contra el consejo de Daun y otros oficiales. Picado por las acusaciones de incompetencia en el transcurso de la campaña de 1757, y demasiado confiado en su superioridad numérica, eligió lo que se ha llamado acertadamente la maniobra "sin cerebro" de cruzar el río. La resistencia a esta idea debe haber sido fuerte, como el principal partidario de Charles, el general Lucchesi, declaró inmediatamente después de la reunión que le costó más esfuerzo impulsar la idea de atacar a Frederick "de lo que nos costará derrotarlo".

Aparentemente aún no estaba seguro de dónde estaba realmente el ejército de Federico, Charles esperaba maniobrar a los prusianos fuera de Silesia y darse el lujo de tener el tiempo y el lugar de la batalla de su elección. El 3 de diciembre, la panadería de campo austríaca con una pequeña fuerza de escolta de húsares e irregulares croatas fue enviada por delante en la carretera principal que llevaba de Breslau a Liegnitz con instrucciones de establecerse en Neumarkt antes del ejército principal. Al día siguiente, Frederick se acercó desde el norte y ordenó un asalto inmediato a Neumarkt. La panadería de campo con 80,000 porciones de pan y unos pocos cientos de croatas fue capturada sin mucho ruido; los húsares escaparon a las líneas austriacas, confirmando exactamente dónde estaba Federico. Por qué bajo estas nuevas y sorprendentes circunstancias, Charles decidió no ordenar un retiro a través del Weistritz para establecer una mejor posición sigue siendo un misterio. En cambio, colocó a sus fuerzas a unos pocos kilómetros al oeste de Lissa en una línea de 10 kilómetros de longitud no particularmente fuerte a horcajadas sobre la carretera principal de Breslau, que se extiende desde las aldeas de Nippern (Mrozow) y Guckerwitz (Kuklice) al norte de la carretera, a través del ciudad de Frobelwitz (Wroblowice) en el camino mismo, a los pueblos de Leuthen (Lutynia) y Sagaschütz (Zakrzyce) al sur del camino. La caballería de Lucchesi ancló a la derecha austríaca entre Nippern y Guckerwitz, mientras que la de Ferenc Lípot Nadasdy estaba estacionada a la izquierda, al sur de Leuthen. Los poco confiables Württembergers y otras tropas imperiales también estaban estacionados en la extrema izquierda cerca de Sagaschütz, lo que parece ser una clara indicación de que Charles no esperaba un ataque en ese ala.

En la mañana del 5 de diciembre, Charles ordenó al ejército que estuviera listo para la batalla a lo largo de esta línea una hora antes del amanecer. Para los austriacos no era ningún misterio que el dispositivo táctico ofensivo favorito de Frederick, de hecho, uno empleado con una monotonía casi predecible, era tratar de girar el flanco del enemigo, y mientras el ejército prusiano se acercaba a lo largo de la carretera de Breslau desde el oeste, Charles observaba con ansiedad las señales. de una maniobra flanqueante desde su puesto de mando en un molino de viento al norte de Leuthen. La confrontación inicial tuvo lugar temprano en la mañana cuando la vanguardia prusiana de las unidades de caballería se encontró con la caballería austríaca y sajona bajo el mando del teniente general sajón Georg Ludwig Nostitz, a unos 5 kilómetros al oeste de Frobelwitz, cerca de la ciudad de Borne (Zrodga). Cuando los prusianos barrieron el caballo austro-sajón delante de ellos, las columnas del ejército principal se acercaron y aparecieron a la vista. Después de evaluar la posición austriaca, Frederick decidió fingir un ataque al centro austriaco y a la derecha haciendo que algunos contingentes continuaran la marcha a lo largo de la carretera principal en dirección a Frobelwitz. Desde el lado austríaco, el avance prusiano inicial sobre su centro y derecha parecía anunciar un ataque de flanco desde el norte. Tan pronto como Lucchesi, que comandaba ese sector, notó este movimiento, comenzó a enviar mensajes frenéticos a Charles exigiendo que la reserva de infantería se trasladara al norte lo más rápido posible. Daun y el agregado militar francés, el general Antoine Marie Montazet de Malvin, instaron desesperadamente a Charles a no comprometer las reservas, pero las repetidas súplicas de Lucchesi recibieron mayor credibilidad que la precaución de Daun. En consecuencia, Charles confió toda la reserva de infantería bajo Carl Raimund Arenberg y una parte sustancial de la caballería bajo Serbelloni a su ala derecha, donde tomaron posiciones alrededor de la ciudad de Nippern. Una vez que notó este cambio en las líneas austriacas, Frederick pudo, con considerable satisfacción, implementar el plan real de un ataque a la izquierda austriaca. Alrededor de las 11.00 a. metro. La mayor parte de la fuerza prusiana, acompañada de caballería y artillería, comenzó su maniobra de flanqueo con un giro brusco hacia el sur. Desde el punto de vista austríaco, sin embargo, las columnas prusianas parecían desaparecer repentinamente.

Dado que esta maniobra de flanqueo no detectada iba a ser la clave del éxito prusiano ese día, es importante preguntar cómo fue posible. Muchos apologistas que buscan mejorar la reputación de Federico como un táctico brillante señalan el hecho de que el ejército prusiano llevó a cabo sus maniobras de caída precisamente en esa parte de Silesia, y que fue la aguda conciencia del rey del terreno lo que le hizo darse cuenta de que los prusianos podían afectar esta marcha "ingeniosa" no se detecta aprovechando las depresiones en el campo ondulante. 66 En contra de este punto de vista estaba la incredulidad posterior de Federico de que los austriacos no habían detectado la maniobra de flanqueo. Después de la guerra, el jinete repitió el movimiento con jinetes que llevaban banderas, mientras él mismo tomó la posición de Charles en el molino de viento cerca de Leuthen. En el caso, los jinetes no podían ser vistos por el rey más de lo que las columnas prusianas podían ser vistas por el alto mando austriaco ese día de diciembre. Parecería, por lo tanto, que Federico no contó con la sorpresa completa de la izquierda austriaca. Por el contrario, después de haber visto la mayor parte de las reservas austriacas comprometidas con su derecha, una buena marcha de dos horas desde el flanco izquierdo en Sagaschütz, estaba calculando que, con la velocidad superior por la cual sus tropas habían sido perforadas sin piedad, podría llegar la austriaca se fue y subió el flanco antes de que las reservas austriacas pudieran entrar en juego efectivamente Sin embargo, es muy poco probable que la batalla hubiera tenido el mismo resultado sin el efecto sorpresa en la izquierda austriaca. Si la batalla de Leuthen fue el mayor triunfo en el campo de batalla de los prusianos en toda la Guerra de los Siete Años, los cálculos tácticos de Federico no fueron la única explicación, ni siquiera la principal.




Para la 1.00 p.m. las columnas prusianas bajo el mando del general Karl Heinrich von Wedel llegaron a la izquierda austriaca al sur de Sagaschütz y se desplegaron en la formación de batalla. Después de una breve resistencia, las unidades de Württemberg que enfrentaban colapsaron, y comenzó un enrollamiento del flanco expuesto. Nadasdy, al mando de la caballería en el flanco izquierdo, vio el peligro casi de inmediato y envió varios mensajes desesperados al alto mando. No convencido de que este fuera ahora el principal impulso prusiano, sin embargo, Charles ignoró los llamamientos de Nadasdy y no reaccionó. Nadasdy intentó desesperadamente dos contraataques contra el flanco derecho de la línea de batalla prusiana, pero la abrumadora superioridad de mano de obra local de los prusianos, con el apoyo de la caballería y la artillería pesada de Hans Joachim von Ziethen, ganó la delantera. A medida que los austríacos fueron empujados de regreso a la ciudad de Leuthen en una densa masa, en lugares de hasta 100 hombres de profundidad, se convirtieron en objetivos fáciles para la artillería prusiana, los cañones de la fortaleza de doce libras que cobran un precio particularmente alto. Solo ahora Charles reconoció el peligro, y trató desesperadamente de formar una nueva línea defensiva este-oeste centrada en la ciudad de Leuthen. Las reservas en pie en Nippern fueron retiradas rápidamente, pero tuvieron que recorrer 6 kilómetros en la carrera, dejando atrás su artillería, y no pudieron llegar a tiempo para afectar el resultado de la acción decisiva de media tarde en los alrededores de Leuthen. Aquí tuvo lugar una feroz lucha cuerpo a cuerpo, en la que el Batallón de la Tercera Guardia de Prusia se distinguió particularmente. Los defensores austriacos fueron diezmados y expulsados ​​de Leuthen. Lucchesi, mientras tanto, trató desesperadamente de salvar una situación de la que había sido parcialmente responsable. Sus unidades de caballería cayeron desde su posición al norte de Guckerwitz con la intención de golpear el flanco izquierdo de la línea prusiana en Leuthen. Esto podría haber cambiado el rumbo de la batalla. Desafortunadamente para Lucchesi, la caballería de reserva prusiana bajo el mando del teniente general Georg Wilhelm von Driesen mantenía su posición a unos 3 kilómetros al oeste de Leuthen, y en su intento de atacar la línea prusiana Lucchesi expuso su propio flanco. Driesen, por iniciativa propia, aprovechó inmediatamente esta apertura y derrotó al caballo austriaco. Lucchesi mismo fue herido de muerte en la acción. Daun intentó hacer una parada más en la colina al norte de Leuthen, donde reunió las reservas y la artillería aún disponibles para él. El avance prusiano se detuvo temporalmente, pero ahora sin el apoyo de la caballería, la línea austriaca no pudo sostenerse a pesar del heroísmo suicida de algunos de sus regimientos (el regimiento de Baden-Durlach, por ejemplo, se redujo a 9 hombres). Daun mismo fue herido también. A las 7.00 p. metro. Los restos maltratados del ejército austriaco habían huido hacia el este a través del Weistritz.

Bien pasado 10.00 p. metro. Esa noche, Charles y Daun evaluaron el desastre en el pueblo de Neukirch, al oeste de Breslau, y determinaron que era imposible hacer otra parada fuera de la ciudad. Charles "tembló" al pensar en lo que podría hacer otro asalto prusiano determinado, y la única opción era ver el refugio de invierno en Bohemia. En cualquier medida, los resultados fueron catastróficos. A pesar del triunfo completo de los prusianos, en realidad no había sido una batalla unilateral como Rossbach: los prusianos contaron más de 6.300 bajas en el campo de batalla, los austriacos más de 9.000. Pero una pérdida mucho más devastadora para los austriacos fueron los 12,000 prisioneros de guerra capturados durante y después de la batalla, lo que significa que el enfrentamiento les costó un tercio de su ejército. Desafortunadamente, Charles agravó esta calamidad por su decisión de dejar una guarnición inadecuadamente equipada y equipada de 11,000 hombres, así como 6,000 heridos, en Breslau, mientras que el resto del ejército, cubierto por una retaguardia bajo Serbelloni, se retiró a Bohemia. Cruzaron la frontera el 20 de diciembre y ese mismo día la guarnición de Breslau capituló ante los prusianos. Ocho días después, la guarnición de Liegnitz también capituló, aunque a su guarnición de 3.400 hombres se le permitió retirarse con honor a Bohemia.

sábado, 2 de mayo de 2020

San Martín: Uniformes de granaderos

Tropas sanmartinianas




Uniforme del Soldado de Caballería perteneciente al Regimiento de Coraceros "General Lavalle" Nro 4 - Año: 1826. (Colección de E. Marenco)
 

Uniforme de Granadero perteneciente al Regimiento de Granaderos a Caballo - Año: 1812. (Colección de E. Marenco) 


Uniforme de Ingenieros del Ejército de Los Andes - Año: 1816.
(Colección de E. Marenco)