jueves, 21 de abril de 2022

Argentina: Cuando el presidente Justo cayó de un avión

El presidente argentino que cayó desde un avión

Diario de Cuyo




El presidente argentino Agustín P. Justo había decidido viajar a Tucumán para asistir a la celebración del "Tratado de Amistad, Comercio y Navegación" firmado hacía 76 años (19 de noviembre de 1857). Con tal motivo, se dirigió a Córdoba, donde la empresa alemana "Junkers", le había enviado un avión "Junkers 10 Junior", doble alas y plazas descubiertas. Era piloteada por J. Stunde, uno de los más experimentados pilotos de la empresa. Ubicado el presidente en el asiento trasero, puesto el paracaídas y sujeto al cinturón de seguridad, el avión levantó vuelo y partió con destino al aeropuerto de Tucumán. El avión estaba equipado con muy pocos instrumentos, como era habitual en esos tiempos (corría el año 1933), el piloto siguió la ruta a lo largo del trazado de las vías del ferrocarril para no desorientarse. El clima fue favorable, pero a los pocos minutos, las turbulencias obligaron al piloto el máximo esfuerzo para mantenerlo seguro durante el vuelo. Aterrizando en Tucumán a horario, el avión se desplazó, desaceleró y se detuvo junto a una gran alfombra roja, donde era esperado por una banda militar, gran despliegue de soldados y público.
Desde su asiento delantero el piloto giró su cabeza hacia atrás para disculparse ante su ilustre pasajero por las condiciones poco favorables del vuelo, y atónito, además de asombrado, lo mismo que todos los presentes... el presidente no estaba.
Es que durante el trayecto, una fuerte sacudida debido a las turbulencias, el tornillo que sujetaba el cinturón de seguridad se había roto, por lo cual el primer mandatario fue expulsado del avión cayendo al vacío. El paracaídas se abrió, porque una de sus correas estaba sujeta a la cabina, pudiendo tocar tierra sano y salvo cerca de las vías del ferrocarril.
No pasó mucho tiempo advirtiendo que a lo lejos se acercaba un tren, que detuvo su marcha ante las desesperadas señales del presidente.
Tras convencer al maquinista, este, desconfiado, lo llevó hasta Tucumán, donde ya se temía lo peor y se había sometido a interrogatorio al piloto.
El Dr. Rolf Schumacher, embajador de la República Federal de Alemania hace varios años, quien ha comentado este hecho, escribe que la política, la economía y la cultura implica historias y sucesos en los que tanto los individuos como el azar y la suerte fueron factores decisivos, algunos de ellos bien documentados y otros menos, como el relato de este episodio ocurrido en 1933.

martes, 19 de abril de 2022

Chile: Perón apoya a Pinochet en su golpe de 1973

El acta secreta que revela el apoyo de Perón a Pinochet luego del golpe en Chile

Sucedió horas después del triunfo de Juan Domingo Perón el 23 de septiembre de 1973, a 12 días del derrocamiento de Salvador Allende. Un enviado viajó a Santiago para dar “ayuda material y respaldo” a la Junta Militar trasandina. Para el líder justicialista, significaba cerrar “la única válvula de escape para la guerrilla argentina”. Además, las duras condiciones en que vivían los exiliados en nuestra embajada
Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón.

Nada se hizo de una manera intempestiva ni sonora. Como suelen tomarse las grandes decisiones de Estado, el movimiento diplomático argentino se realizó tras un viaje secreto de un “Enviado Especial” a Santiago de Chile para dar su apoyo “material y el respaldo argentino a la Junta Militar”. Así consta en el Acta Secreta N° 8 del 24 se Septiembre de 1973, a las 10,45 horas, durante una reunión secreta de la junta de comandantes que gobernaba Chile tras el derrocamiento del presidente de la Unidad Popular, Salvador Allende Gossens. La junta chilena estaba integrada por el general Augusto Pinochet Ugarte; el almirante José Toribio Merino; el brigadier Gustavo Leigh y el comandante César Mendoza. El 12 de septiembre, al día siguiente del golpe, la Junta Militar chilena informaba al gobierno de Raúl Lastiri que Chile tenía un nuevo gobierno. El reconocimiento argentino demoró una semana en concretarse y cuando finalmente ocurrió, fue hecho “formalmente” a través de una comunicación del Palacio San Martín del día 19 de septiembre.

Cinco días más tarde del restablecimiento, el lunes 24, en toda la Argentina, gran parte de su población todavía festejaba la victoria electoral del teniente general Juan Domingo Perón, que lo conduciría a su tercera presidencia constitucional. Y al día siguiente (martes 25 de septiembre), el presidente electo, recibiría el primer mensaje concreto y fatal de parte de Montoneros, el sector radicalizado de ultraizquierda que se decía peronista en su Movimiento: el asesinato de José Ignacio Rucci, el Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT). Fue en esas horas que Perón diría ante los restos del dirigente sindical metalúrgico “me cortaron las piernas”. El Acta N° 8, contiene en cuatro páginas todos los temas tratados ese día entre la mañana y las 19, 15 horas. En su amplio contenido hay algunos ítems que llaman la atención y que fueron tratados entre los miembros de la junta con la participación individual de cada uno de los miembros del gabinete presidencial. El encargado de las relaciones exteriores era el vicealmirante Ismael Huerta Díaz. Entre las primeras cuestiones a tratar estuvo la próxima designación de la periodista Carmen Puelva que sería nombrada Agregada Cultural y de Prensa en la embajada de Chile en los EEUU. Era la persona que debería hacerle frente a los ataques de la prensa norteamericana. Era considerada una obstinada opositora al gobierno de la Unidad Popular y luego de trabajar en Washington sería destinada en París, Francia.

El punto 6° se refiere a la presentación de credenciales del embajador de Uruguay, el jueves 27 a las 11,30 horas “en la Escuela Militar, recibiéndolo sólo el Presidente de la Junta”. En el 9° se afirma que “el Ministro de Minería informa que ha recibido muchos ofrecimientos de inversión de capitales, incluida la Anaconda”, la poderosa mina de cobre que había sido nacionalizada por Allende.

El punto 12° informa sobre materias que el Ministro Secretario General de Gobierno, general Pedro Ewing Hodar, debió considerar. Entre otras los funerales del poeta Pablo Neruda y dice textualmente: “Se acuerda hacerse representar por un Edecán y respetar integralmente lo que señala el Reglamento de Servicio de Guarnición”. A renglón seguido se habla de la disolución de los partidos políticos y a continuación se dice: “Presencia de un representante oficial de Perón en Chile que trae ayuda material y el respaldo argentino a la Junta.”

Acta N° 8 de la junta militar chilena después del golpe a Salvador Allende

El Acta no agrega el nombre del enviado argentino. Sería errado imaginar que Perón había delegado la misión en un civil, más bien habría que pensar en un militar y, ahí, se debe tener en cuenta a Carlos Dalla Tea, jefe de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército. Perón lo había tratado mucho mientras era Agregado Militar en Madrid. Como sostenían los periódicos de la época, el presidente electo argentino consideraba al Chile de la Unidad Popular como una suerte de “santuario” del terrorismo argentino. La prensa extranjera se mostraba muy activa respecto del “cambio de rumbo” de la política local liderada ya por Perón desde el día que retorno a la Argentina y el desplazamiento de Héctor J. Cámpora. El diario ABC de Madrid señalaba que “mientras Allende pretende implantar en Chile un régimen marxista Perón ha dicho una vez mas que no quiere nada con el marxismo”, mientras Il Messaggero de Roma entendía que el jefe del justicialismo “tiene la intención de terminar con el ERP y con los grupos guerrilleros afiliados al justicialismo”. En la intimidad, Perón le dijo a Pedro Cossio, uno de sus médicos, que “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El testimonio es coincidente con las declaraciones que formuló a “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973). En las mismas Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y no los militares.” “O Globo” de Río de Janeiro saludaba el nuevo horizonte que se abría para los argentinos. Ya en las semanas previas al golpe del 11 de septiembre de 1973, el “Acuerdo de la Cámara de Diputados”, una iniciativa del diputado democristiano Luis Pareto con la firma de más de ochenta diputados nacionales y democratacristianos, la oposición allanó con sus argumentos el camino para el derrocamiento de Allende, al sostener que “el Presidente ha quebrantado gravemente la Constitución”.

Como consta en el punto 13° la Junta analizó “la posibilidad de reemplazo del Cardenal”. Estaban hablando del Arzobispo de Santiago cardenal Raúl Silva Henríquez, que días antes se había negado a realizar un Te Deum de Acción de Gracias en la Escuela Militar porque consideraba que debía realizarse en la Catedral. Finalmente se llevo a cabo en la Iglesia de la Gratitud Nacional, con la presencia de los expresidentes González Videla, Alessandri y Frei Montalva. Durante la misma Silva Henríquez rezó por Chile y los caídos de ambos bandos y pidió que “no haya entre nosotros ni vencedores ni vencidos”. El Cardenal se destacaría por su defensa de los Derechos Humanos y fundaría la Vicaría de la Solidaridad. En los hechos, el Vaticano no removió a Silva Henríquez.

En el Acta no figuran dos hechos relevantes de esas horas. Gracias a la intermediación del embajador de Francisco Franco, Enrique Pérez-Hernández, un grupo de ciudadanos españoles fue autorizado a salir de Chile. Uno de los beneficiados por el salvoconducto era el valenciano Joan Garcés, asesor de Allende, con acceso permanente en La Moneda, lo mismo que el agente del Departamento América, “Luis Fernández Oña, Ministro Consejero de la Embajada de Cuba en ésta, casado con Beatriz Allende, de quien corrían comentarios que apuntaban a señalarlo como el creador del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) del ex Jefe de Estado y principal ideólogo de las escuelas de adiestramiento en la técnica de la guerrilla que había esparcidas en diversos puntos de Chile”. El diplomático argentino se refería a Beatriz, “Tati”, que además colaboró en la formación del Ejército de Liberación Nacional (ELN) del Partido Socialista chileno, que participó en la guerrilla de Ernesto Guevara y de los hermanos Peredo en Bolivia. Así consta en la Nota “R” 592 de la Embajada de la Argentina en Chile, donde se analizan los “ataques del nuevo gobierno a extremistas y a ciertos extranjeros”. González Oña y Beatriz Allende son los padres de la militante socialista Maya Fernández, la futura Ministro de Defensa del presidente Gabriel Boric.

Párrafo del acta donde se consigna la presencia de un enviado de Perón a Pinochet

El documento de la Junta Militar tampoco cuenta que el mismo 24, el embajador estadounidense Nataniel Davis se entrevisto con Huerta y le entrego una nota verbal en la que expresaba el interés de mantener relaciones con la Junta Militar y que lo haría formalmente dos días más tarde después del Reino Unido. El acta tampoco menciona que ya en esos momentos la embajada americana buscaba a Charles Horman y Frank Teruggi, dos ciudadanos desaparecidos.

Mientras los medios de comunicación oficialistas y no tan próximos a la Junta Militar se solazaban con información provista por fuentes gubernamentales referidas al modus vivendi y otras intimidades del presidente Salvador Allende (un episodio que a los argentinos los retrotrajo a 1955, cuando la “Libertadora” exhibió públicamente los vestidos, joyas y zapatos de Eva Perón), las embajadas acreditadas en Santiago se poblaban de asilados. Había de todo. Desde gente muy comprometida con la ultraizquierda; ex funcionarios y muchos que no participaron en hechos delictivos pero que se sentían perseguidos. No había tiempo para meditar el grado de responsabilidad por lo sucedido con el gobierno de la Unidad Popular. Todos estaban en la misma bolsa. Eran horas de escape frente a lo que se veía o escuchaba. Muchos asilados entraron a la residencia de la Embajada Argentina en Vicuña Mackenna por la puerta, otros lo hicieron saltando el muro y unos pocos -en un acto de real coraje- fueron llevados a su interior en los autos de sus amigos diplomáticos argentinos. A alguno que otro, estos gestos le costó la carrera.

El mismo 24 de septiembre, con la firma del jefe del Departamento América Latina, Francisco “Tito” Pullit (el trabajo había sido escrito por el funcionario José María Otegui), se informaba por Memorándum “Secreto” Nº 222 a la Dirección General de Consejería Legal de la cancillería que “con motivo del golpe militar del 11 del corriente en Chile, solicitaron asilo en nuestra Representación Diplomática en Santiago ciudadanos de varios países latinoamericanos”.

“El criterio político adoptado -sostenía Pullit- fue su concesión sin distinción de nacionalidad. En tal sentido se cursó la pertinente instrucción a nuestra Embajada indicando que el asilo, sin calificarlo, estaba otorgado. Posteriormente, se adoptó la decisión de consentir la permanencia en territorio nacional de todos los chilenos asilados que lo peticionen, no así del resto de los ciudadanos latinoamericanos, a quienes se les otorgaría facilidades de tránsito hacia los países por los cuales opten como destino final.”

La firma de Augusto Pinochet Ugarte en el acta

“Vicuña Mackenna (la residencia argentina en Santiago de Chile) ya no tiene lugar para el medio millar de asilados. Se duerme de a turnos en cualquier espacio de la residencia porque los colchones y sillones no alcanzan. La comida escasea, existen problemas con la provisión de agua, los baños no dan abasto. Hay varias mujeres embarazadas, tres de ellas a punto de dar a luz. El encargado de atenderlos, consejero Albino Gómez (que ya había pasado por esta experiencia cuando el “tanquetazo” de junio de 1973) debe realizar verdaderos prodigios para darles a todos una solución. El grupo de asilados es heterogéneo.”

“En muchos casos se trata de familias extranjeras que, ante el clima de xenofobia levantado en Chile en los primeros días del golpe, buscaron resguardo. El criterio de que constituyen - en bloque - un grupo extremista con el cual es preferible evitar contactos parece ser sustentado, también, según versiones no confirmadas pero que parece necesario consignar, por algunas autoridades de la Embajada”, se informaba en la página 3 de La Opinión del 29 de septiembre. Años más tarde, Pinochet afirmaría que a Chile “llegaban extranjeros subversivos, miles de cubanos, también montoneros, tupamaros. Aquí se daban cita todos los guerrilleros de América Latina como también activistas soviéticos y de otros países europeos” (Augusto Pinochet: Diálogos con su historia, María Eugenia Oyarzún).

Para el Comandante en Jefe de la Armada, almirante José Toribio Merino, “lo realmente criminal es que los militares carabineros, y algunos marinos que fueron asesinados fueron victimados por guerrillas y francotiradores extranjeros, la mayoría de los cuales como hemos comprobado, son argentinos, uruguayos o cubanos”, así fue informado al Palacio San Martín por la nota “Reservada” Nº 592, del 20 de setiembre de 1973.

En definitiva, bajo el subtítulo “probable evolución”, la Inteligencia Militar argentina estimaba que: “Chile dejaría de constituir un foco de irradiación del comunismo en América. Sin embargo, la persecución desatada contra los comunistas chilenos y de otras nacionalidades permite prever la afluencia de dirigentes marxistas hacia otros países, especialmente a los vecinos. Si bien el gobierno de Allende concitaba expectativa internacional por constituir una experiencia muy particular sobre la instauración del socialismo por vía democrática, interrumpido el proceso, la observación se centraría sobre el gobierno militar y los logros que pueda obtener un procedimiento marcadamente distinto al anterior”. Los militares argentinos advertían que podía desatarse “una verdadera puja por atraer a Chile hacia las áreas de influencia de los distintos estados hegemónicos”, tanto en los planos económico como ideológico: “En tal sentido, incidirá la decisión de Brasil al reconocer en forma inmediata al gobierno surgido del golpe de estado”.




domingo, 17 de abril de 2022

España Imperial: La Flota de Indias, infalible contra piratas

 

«La Historia se manipula con demasiada frecuencia por la política, las frustraciones y el resentimiento»

El dos veces ganador del Premio Nacional de Historia acaba de publicar el libro 'Las flotas de Indias' (La Esfera de los libros) sobre un sistema que resultó infalible contra los piratas

César Cervera ||

Frente a los depredadores alemanes y sus emboscadas nocturnas, los líderes británicos se vieron obligados, tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, a desempolvar métodos navales que en el pasado habían desdeñado. Los británicos estudiaron a fondo y hasta adaptaron el sistema de convoyes puesto en marcha por Felipe II, en otro tiempo su más mortal enemigo, para conseguir que la Flota de Indias no fuera alcanzada por los piratas. «Recurrir a los convoyes de buques mercantes protegidos por navíos de guerra fue la solución anglosajona al cruce del Atlántico durante la guerra para paliar los efectos de los submarinos alemanes. El caso español un precedente clarísimo y eficaz. Por eso no se olvidó», recuerda Enrique Martínez Ruiz, dos veces ganador del Premio Nacional de Historia, que acaba de publicar 'Las flotas de Indias' (La Esfera de los libros).

Portada del libro.

Este monumental libro analiza los entresijos del sistema de la Flota de Indias, que estuvo vigente durante casi dos siglos y medio en los que demostró su efectividad y se elevó como uno de los grandes hitos logísticos de su tiempo. El trayecto, que se efectuaba dos veces al año, tenía como punto de partida Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las islas Canarias. Tras la aguada (recoger agua en tierra), la escuadra conformada por unas 30 barcos navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas, hasta las islas Dominica o Martinica (Centroamérica) donde se reponían los suministros. Desde allí cada barco se repartía hacia su puerto de destino. Luego, tocaba hacer el trayecto inverso.

El objetivo era que ningún barco se desviara de su rumbo y que las grandes remesas de plata y oro cruzaran intactas el Atlántico. Para ello fue necesario una estructura «única en el mundo» y si se quiere «revolucionaria», solo al alcance de una potencia de la envergadura de España. «Cuando hablamos de las Flotas de Indias tenemos que pensar no solo en la organización naval de los viajes de ida y vuelta, sino también en la infraestructura que organizaba, desarrollaba, mantenía y protegía el funcionamiento de las flotas. Una organización compleja, que exigía infraestructura comercial, construcción de naves, redes logísticas de aprovisionamiento, puertos adecuados para las escalas, armadas protectoras de los galeones y ciudades y fortificaciones para rechazar los ataques enemigos», apunta Martínez Ruiz.

–Aparte de las cuestiones tácticas y estratégicas, se necesitaba una constante reinvención tecnológica. ¿Cómo fue capaz España, que se suele tildar de decadente, de mantener un ritmo tecnológico así durante el reinado de los Austrias?

–Estamos ante otro de los infundios que con frecuencia se lanza sobre la ciencia española, de la que se destaca su atraso debido, sobre todo, a un dogmatismo intolerante y a un inmovilismo persistente. Se desconsidera que un despliegue territorial como el de la Monarquía Hispánica solo se puede mantener con los recursos y los medios adecuados y la ciencia y la tecnología son dos de ellos. Por lo pronto, la construcción naval española era de lo más avanzado en Europa en la era de los descubrimientos. Los tratados españoles de navegación tuvieron amplia difusión en Europa, la producción cartográfica era puntera en su tiempo e institucionalmente, la Casa de la Contratación es más que un centro de contratación comercial: organiza y controla las flotas, recibe y procesa la información que dan los pilotos a su regreso de los viajes, tiene una 'escuela de pilotos'; cartógrafos, cosmógrafos, etc. que trabajan en ella. Es un centro polivalente, clave en la navegación y solo comprable a la Casa da India portuguesa, los dos centros más avanzados en la navegación y el comercio durante mucho tiempo en Europa.

«España se esforzó en mantener el comercio con América y Filipinas en régimen de monopolio, una estructura que no perjudicó el comercio mundial»

–Uno de los mitos clásicos es que la piratería británica fue el azote de los barcos españoles, ¿fueron las flotas de Indias una estrategia eficaz contra estos ataques?

–La piratería no solo fue inglesa, también fue francesa y holandesa, aunque los piratas ingleses, los «perros de la reina», tal vez, fueran los más famosos, con personajes como Drake y Hawkins. Si tenemos en cuenta que solo fue capturada una Flota, en Matanzas (Cuba, 1628) por una flota holandesa muy superior, tendremos que admitir que fue una estrategia eficaz, pues la piratería lo más que podía hacer era capturar algún barco aislado y ataques sorpresa a poblaciones costeras. Respecto a su actividad, un viejo y admirado maestro dijo que la piratería significó para la Monarquía Hispánica lo que los mosquitos en la piel de un elefante. Desde mi punto de vista, fueron sus ataques a ciudades más duros y trágicos que a las Flotas o a la navegación española en general.

–La literatura ha terminado por romantizar los ataques piratas como la reacción lógica (liberal) y necesaria contra el monopolio español en América. ¿Impuso España una estructura monopolística perjudicial para el comercio mundial?

–A los piratas, como a los corsarios y filibusteros les rodea una leyenda mítica, que le confiere un aura heroica a muchos personajes, que se presentan como símbolos de la resistencia al poderoso, valentía y abnegación, olvidando sus rasgos negativos y el rechazo que provocaron de manera generaliza hasta desaparecer en las primeras décadas del siglo XVIII. En ese tiempo, España se esforzó en mantener el comercio con América y Filipinas en régimen de monopolio, una estructura que no perjudicó el comercio mundial, pues siguió existiendo y desarrollándose; en todo caso, sería perjudicial para los intereses de las otras potencias, celosas del protagonismo español en este sentido.

Fotografía de Martínez Ruiz.

–¿Era tan profunda la dependencia económica desarrollada por la Monarquía católica por esas remesas de oro y plata americanos?

–Evidentemente, la Corona necesitó los metales americanos para mantener su aparato administrativo, diplomático y militar, pues sus posesiones estaban repartidas por las cuatro partes del mundo entonces conocidas y las necesidades defensivas era grandes. Todo ello suponía un costo elevado, que hizo quebrar la Hacienda real en varias ocasiones, sucediéndose las bancarrotas. Por eso se ha dicho y repetido que España dilapidó esa fortuna en el mantenimiento de unas guerras inútiles, que la condujeron a su ruina.

–¿Por qué España no aprovechó su dominio comercial para desarrollar una marina mercante poderosa?

–Yo sí creo que desarrolló una marina mercante poderosa y cualquiera que lea este libro pienso que llegará a la misma conclusión. Se mantiene un nexo comercial durante más de dos siglos gracias a las Flotas de Indias y al Galeón de Manila, que comunicaba Manila (Filipinas) con Acapulco (México), continuaba por tierra hasta Veracruz (México) y seguía por mar hasta La Habana (Cuba), a donde llegaban los galeones de Tierra Firme desde Cartagena de Indias (Colombia) para continuar hasta Sevilla, en España. Eso exigía no solo unos recursos navales considerables, sino también disponer de unas armadas protectoras y a todo ello hay que añadir el despliegue en el Mediterráneo. Sí creo que España tuvo una marina mercante poderosa, pero tuvo que competir con otros despliegues navales tan considerables como el británico y el holandés y en el enfrentamiento, estos no tenían que proteger un dispositivo territorial tan extenso ni unas relaciones comerciales navales tan considerables como la española, que puede competir con ellos hasta el siglo XVIII.

–Hablar del comercio de metales desde América resulta peligroso en estos tiempos de corrección política. ¿Dónde han quedado los tiempos de celebrar el encuentro cultural y el intercambio?

–La Historia se manipula con demasiada frecuencia por la política, las frustraciones y el resentimiento, como si de esa forma se pudiera cambiar el pasado, convirtiendo el discurso histórico en una especie de engaña-bobos. Estamos en uno de esos periodos, en el que la negación o el silencio se impone para no herir sensibilidades de otros, sin importar que resulte herida la nuestra.

viernes, 15 de abril de 2022

Guerras napoleónicas: Leipzig y el horror de pisar los intestinos de los muertos

"Tuve que pasar por encima de los muertos y entrar en la sangre, el cerebro y los intestinos"

Para salvar su imperio, Napoleón I tomó un puesto permanente cerca de Leipzig en octubre de 1813. Allí quería vencer a sus oponentes individualmente. Pero los errores y las coincidencias hicieron de la siguiente batalla de naciones una catástrofe para los franceses.
Por Berthold Seewald || Die Welt



19 de octubre de 1813: la retirada de los franceses de Leipzig termina en un caos

En realidad, las posibilidades de que Napoleón I rompiera la coalición de sus oponentes un año después de su catastrófica retirada de Moscú con su recién formada Grande Armée no eran malas. A lo largo de 1813 había podido mantener a raya a sus diversos ejércitos. En agosto incluso había obtenido una gran victoria sobre los austriacos y rusos cerca de Dresde. Su plan, con el que levantó tropas alrededor de Leipzig el 16 de octubre, demostró una vez más su clase militar.

Con 191.000 soldados, el ejército francés fue superado en número por los 206.000 aliados rusos, prusianos, austriacos y suecos. Pero Napoleón tenía la ventaja de la línea interior, por lo que podía mover refuerzos y establecer centros de gravedad más rápido que sus oponentes. Por tanto, se trataba de derrotar a las tropas enemigas una a una antes de que pudieran unirse.

Sin embargo, el emperador ya no pudo evitar su despliegue. Carecía de las reservas para esto, mientras avanzaban más refuerzos detrás de las formaciones opuestas. La negativa de Napoleón a sacar las guarniciones francesas de las fortalezas en el Elba y en el interior se señaló más tarde como la primera entrada en su lista de errores.


Blücher y sus soldados prusianos y rusos ganaron en Möckern
Fuente: picture alliance / akg-images

El ejército principal de los aliados al mando del mariscal de campo austríaco Schwarzenberg avanzó laboriosamente desde el sur, desde Bohemia, hacia Leipzig. El Ejército del Norte, bajo el mando del príncipe heredero sueco Karl Johann, hizo progresos aún más vacilantes. Su comandante, que había sido mariscal de Francia con el nombre de Jean-Baptiste Bernadotte hasta 1810, mostró poco interés en luchar contra sus antiguos camaradas. Por el contrario, el ejército de Silesia actuó de manera muy diferente bajo el general prusiano Blücher. Pudo evadir el rápido golpe de Napoleón con un solo golpe y ahora se movió en marchas forzadas desde el noroeste a Leipzig.

Napoleón dejó la cobertura contra Karl Johann y Blücher a sus mariscales Ney, Bertrand y Marmont y sus cuerpos, mientras se concentraba por completo en el golpe contra Schwarzenberg. Esta acción pareció tener éxito el 16 de octubre. Porque las unidades de los aliados no tomaron posiciones como una, sino solo gradualmente. La presencia de los tres monarcas: el zar ruso Alejandro, el emperador austríaco Francisco I y el rey Friedrich Wilhelm III. von Prussia - en la sede de Schwarzenberg tampoco contribuyó a la rápida toma de decisiones.


Napoleón I (1769-1821) se concentró en la parte sur del campo de batalla
Fuente: Photo12 / Universal Images Group v

Probablemente, Napoleón habría ganado el día en el sur si hubiera podido avanzar hacia las brechas abiertas en el frente enemigo con reservas. También se lo había pedido a Marmont. Pero Blücher les impidió irse. Debido a que el prusiano involucró a los franceses en una feroz batalla por la ciudad de Möckern, Marmont incluso tuvo que pedir ayuda a Ney. Los prusianos se mantuvieron victoriosos y así ganaron una posición cerca de Leipzig, mientras que Napoleón carecía de tropas para aprovechar sus éxitos en el sur.

Las fuertes pérdidas hicieron que ambos lados consolidaran y abastecieran sus líneas el 17 de octubre. Al mismo tiempo, los comandantes rusos y prusianos, que estaban subordinados al Ejército del Norte con sus tropas, instaron al avance. Nuevos refuerzos aseguraron que los aliados pudieran reunir 295.000 soldados el 18 de octubre, mientras que Napoleón sólo 160.000.

El 18 de octubre, el emperador de los franceses pronto se dio cuenta de que la victoria era casi imposible. Aunque sus soldados en el sur mantuvieron sus posiciones reducidas hasta cierto punto, su gente en el norte y el este estaba cada vez más angustiada. Por encima de todo, Blücher hizo honor a su apodo "Marschall vorwärts" y apuntó sus tropas a Halle’sche Tor en Leipzig. Por la tarde, las tropas sajonas de la Grande Armée corrieron hacia los aliados.

Ya no se trataba de una batalla que sirviera de ejemplo para las academias militares. Fue su enorme volumen lo que los aliados utilizaron para invadir la Grande Armée. Las pérdidas fueron proporcionales. “Tuve que pasar por encima de los muertos y correr hacia ellos y entrar en la sangre, el cerebro y los intestinos de los muertos".

La fuga se convirtió en un caos cuando los pioneros volaron el puente sobre el Elster, aunque decenas de miles de soldados permanecieron en la orilla oriental. Poco después, los monarcas aliados se trasladaron a Leipzig. Napoleón pudo salvar los restos de su Grande Armée al otro lado del Rin después de haber barrido al ejército bávaro cerca de Hanau, que quería bloquear su camino.


La demolición del Elsterbrücke impidió la retirada de decenas de miles de soldados de la Grande Armée
Fuente: Getty Images

La noche del 19 de octubre, Napoleón organizó la marcha hacia el oeste, donde sus oponentes le habían dejado deliberadamente un vacío legal. La fuga ordenada se convirtió en un caos cuando los pioneros volaron el puente sobre el Elster, aunque decenas de miles de soldados permanecieron en la orilla oriental. Poco después, los monarcas aliados se trasladaron a Leipzig. Napoleón pudo salvar los restos de su Grande Armée al otro lado del Rin después de haber barrido al ejército bávaro cerca de Hanau, que quería bloquear su camino.

jueves, 14 de abril de 2022

Guerra Antisubversiva: Cómo funcionaba la inteligencia criminal de Montoneros al mando de Walsh

Cómo funcionaba el servicio de Inteligencia de Montoneros y la centralidad de Rodolfo Walsh en la Organización

El atentado a la Superintendencia de la Policía Federal del 2 de julio de 1976, que tuvo un saldo de 23 muertos y 110 heridos, se desmenuza en el libro “Masacre en el comedor”, donde además se explica el andamiaje eficiente y oscuro del aparato de inteligencia del grupo guerrillero. “Walsh nunca fue el jefe de Inteligencia, pero era ‘el’ tipo de Inteligencia”, aportó el periodista Jorge Lewinger
Por Ceferino Reato  ||  Infobae




Rodolfo Walsh, pedófilo y terrorista comunista, autor de Operación Masacre y de otros libros magistrales, era el “responsable” del policía que colocó la bomba en el comedor (Archivo La Razón)

Desde un punto de vista estrictamente militar, el atentado contra el comedor de la Policía Federal, el viernes 2 de julio de 1976, el más sangriento de aquellos años de plomo, fue una obra maestra del servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros.

Eran otros tiempos: ya existía el llamado Ejército Montonero y, como ocurre con todo grupo armado orientado a la toma del poder, la cúpula guerrillera estaba en relación directa con su aparato de Inteligencia, que le proveía información vital sobre los blancos u objetivos elegidos.

Eso ocurrió no solo con la bomba vietnamita que mató a veintitrés personas e hirió a otras ciento diez en el comedor policial sino también en el secuestro de los hermanos Born y en el asesinato del jefe de la Policía Federal, el comisario general Alberto Villar y su esposa.

Todas esas operaciones llevan el sello de la persona clave del aparato de Inteligencia de Montoneros, que era el famoso periodista y escritor Rodolfo Walsh, como explico en detalle en mi último libro, Masacre en el comedor.

Varios periodistas cumplían allí tareas de mayor o menor relevancia; algunas de esas actividades eran coordinadas por Walsh, desde la creación y el funcionamiento de una agencia clandestina de noticias hasta la relación con los numerosos infiltrados en la policía, el Ejército, la Marina y la Aeronáutica.

Nunca hasta ahora se había podido penetrar el secreto que siempre rodeó, y protegió, al aparato de Inteligencia del grupo guerrillero de origen peronista. Y eso que su eficacia fue detectada ya en 1981 por el profesor inglés Richard Gillespie. “Fue, innegablemente, uno de los aspectos más impresionantes y en constante proceso de mejora, del aparato en ebullición de la guerrilla”, señaló en su libro Soldados de Perón. De acuerdo con Gillespie, esa pericia se debía a “la colaboración no pagada de individuos situados en casi todas las esferas de la vida pública argentina”.

El atentado más sangriento de los 70: la bomba vietnamita que voló el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal y provocó 23 muertos y 110 heridos

Fue una de las características principales de Montoneros: su inserción en todos los niveles sociales, desde las villas miserias al “círculo rojo”, no solo en Buenos Aires sino también en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, por nombrar solo a tres provincias.

Seguramente, la falta de información sobre el Walsh combatiente y, en general, acerca del área de Inteligencia de ese grupo guerrillero, se debió a que los periodistas que lograron sobrevivir nunca mostraron interés en contarnos qué hacían realmente.

Por ejemplo, Horacio Verbitsky, que formó parte del Servicio de Inteligencia e Informaciones, sostuvo que “nosotros no elaborábamos información operativa, sino información política, estructural. Esa mezcla que hacen, como si hubiéramos sido la SIDE de Montoneros, no era así. En las Fuerzas Armadas los grupos que hacían Inteligencia eran operativos, nosotros no”.

Sin embargo, según las fuentes a las que pude acceder, la Inteligencia montonera funcionaba de una manera más bien clásica: no elaboraban solamente informes sobre, por ejemplo, las disputas internas en las Fuerzas Armadas, sino que, por ejemplo, seguían a militares, policías y empresarios de un cierto nivel para establecer sus rutinas y detectar los momentos adecuados para secuestrarlos o atentar contra ellos.

Todo eso en estrecho contacto con la jefatura del Ejército Montonero, que en aquel momento era ejercida por el comandante Horacio Mendizábal, Hernán, quien a su vez informaba directamente a los dos jefes de Montoneros, los comandantes Mario Firmenich, Pepe, y Roberto Perdía, Carlos o Pelado.

Obviamente, no todos los miembros de la Inteligencia montonera realizaban esas u otras tareas similares. Walsh era el “responsable” o jefe de varias células, que se dedicaban a actividades bien diversas, siempre “tabicadas”, es decir ningún grupo sabía bien a qué se dedicaba el otro, ni quería saberlo.

La cúpula asesina de los criminales de Montoneros, con Mario Firmenich a la cabeza

La masacre en el comedor

La bomba fue colocada por José María Pepe Salgado, un joven de 21 años infiltrado en la Policía Federal, donde cumplía funciones de agente en el Departamento Central, a una cuadra en diagonal del comedor.

Su breve vida militante tuvo un vuelco decisivo cuando conoció a Rodolfo Walsh, en el segundo trimestre de 1974, luego de una charla organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería, según recordó un ex montonero que trabajó también bajo las órdenes de Walsh, cuyo nombre de guerra era Esteban.

Como casi todos los jóvenes militantes, Salgado había quedado fascinado por Operación Masacre, el libro más conocido de Walsh, el formidable relato de un fusilamiento de prisioneros en 1956, en el inicio de la llamada Resistencia Peronista contra la proscripción del ex presidente Juan Perón, pero también un modelo de investigación periodística que, además, anticipó un nuevo género a nivel global, que enriquecía al periodismo con recursos de la literatura.

Pero Walsh no se agotaba en su rol de escritor. Tampoco en el de periodista del diario montonero Noticias, donde era una de las firmas más famosas, a cargo de una sección muy relevante para un medio que pretendía conquistar lectores en los sectores populares: Policiales, aunque integraba también la cúpula de la Redacción.

Hacía ya tiempo que Walsh había dejado atrás su etapa de mero “intelectual comprometido” con la revolución socialista, en la cual intentan congelarlo casi todas las muchas biografías escritas sobre él, que cancelan o disimulan su activa participación en varias de las operaciones más relevantes decididas por la cúpula de Montoneros.

Según su hija Patricia, Esteban -usaba este nombre de guerra en honor a su papá, Miguel Esteban- “estaba orgulloso de haber podido llegar a ser un combatiente. Y precisamente a él, que se ocupó tanto de sostener una versión de rigor con la verdad, mal podemos pretender arreglarle la biografía. ¿Cómo vamos a querer cambiarle la biografía?”.

Toda la intensa actividad de Walsh en el aparato de Inteligencia de Montoneros apuntaba a tres objetivos: reunir información que podía ser útil en la lucha guerrillera, difundirla de una manera selectiva para eludir la censura de prensa e influir en la opinión pública y confundir al enemigo. Por ejemplo, esos tres objetivos distinguieron a la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), cuya sigla ya buscaba confundir a los militares acerca de quiénes estaban detrás de esa agencia de noticias tan particular, que, con un lenguaje periodístico neutro -sobrio y preciso- difundía cables durante la dictadura con información de primera mano sobre temas picantes, como las peleas internas entre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica.

La bomba vietnamita de Montoneros en el comedor de la policía del 2 de julio de 1976

La agencia de Walsh -en ese “ámbito” (espacio, en la jerga montonera), con otro alias: Basualdo- consiguió su propósito original: su primer cable fue emitido en junio de 1976 y la dictadura tardó diez meses en identificar que era una criatura de Montoneros, aunque el Ejército y la Marina siguieron desconfiándose mutuamente sobre de dónde salían esas informaciones.

Walsh seleccionó a los cuatro militantes que serían los editores de la agencia -Lila Pastoriza, Lucila Pagliai, Carlos Aznárez y Eduardo Suárez- y, una vez que la puso en funcionamiento, “se dedicó a otras tareas relacionadas al departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros”, señaló Natalia Vinelli en su libro sobre ANCLA.

Otra de sus criaturas, Cadena Informativa, fue realizada solo por él, a partir de diciembre de 1976, cuando se le ocurrió escribir informaciones cortas y militantes para denunciar a la dictadura. Pensaba que una de las formas de combatir el temor paralizante era involucrar a muchos en la circulación de esas noticias, sin reuniones riesgosas, lejos de los lugares públicos. “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando”, fue la pieza de marketing revolucionario que acompañaba esos textos.

ANCLA quedó bajo la responsabilidad de Pastoriza, Lidia, hasta que fue secuestrada en junio de 1977; Pagliai y Aznárez habían partido al exilio, y Suárez ya había sido detenido y seguía desaparecido. La agencia dejó de funcionar hasta el 10 de agosto de aquel año, cuando “Verbitsky se hace cargo de esta segunda y última etapa de la agencia, que se extiende por algunos meses más”, precisó Lucila Pagliai.

En realidad, Walsh ingresó tarde a Montoneros, en abril de 1973, cuando, junto a su colega y amigo Verbitsky y otros militantes, llegaron desde las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) como un grupo que ya se había especializado en tareas de Inteligencia e Información.

Estaban bien adiestrados en las escuchas de la red radioeléctrica de la Policía Federal, que descubrieron de casualidad, mientras miraban uno de los almuerzos de Mirtha Legrand por televisión y apareció una voz masculina: “Comando llama, 222, comando llama”, según recordó Verbitsky.

Hacía tiempo que Walsh estaba obsesionado con la policía, en especial las de la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Ya en 1958, después de investigar el asesinato que derivó en otro de los libros que lo hicieron famoso, Caso Satanowsky, comenzó a organizar una serie de archivos policiales que fueron creciendo con el paso del tiempo y, que, según su biógrafo irlandés Michael McCaughan, le proporcionaron “una base de datos única sobre las relaciones que había dentro de las fuerzas, métodos de entrenamiento, ascensos, políticas y corrillos internos”. Y sobre los vicios más denunciados: la corrupción y los abusos, en especial el uso de la picana eléctrica en los interrogatorios a presos.

Rodolfo Walsh, un ser desagradable y criminal con un merecido final, y su rol en el aparato de inteligencia de Montoneros

También McCaughan destacó el momento en que Walsh y su grupo descubrieron por casualidad, mientras todavía militaban en las Fuerzas Armadas Peronistas, que podían acceder a las frecuencias de radio que usaba la Policía Federal. “Así se inició una era decisiva en su militancia política”, sostuvo el biógrafo ya que ese hallazgo empalmó a la perfección con su permanente interés por las actividades de la policía.

Solo que, a diferencia de Verbitsky, McCaughan ubicó el descubrimiento casual en una noche en la que Walsh miraba una serie en el departamento de la calle Tucumán, en el microcentro porteño, que alquilaba con su pareja y compañera de sus últimos años, Lilia Ferreyra. El viejo televisor de segunda mano tenía una muy mala conexión con la antena y no funcionaba bien hasta que se rompió del todo y apareció una voz desconocida: estaban captando las frecuencias de radio de la policía. “Ése fue el fin de El Planeta de los Simios y Superagente 86″, recordó Ferreyra. Walsh empezó a aplicar sus habilidades para descifrar códigos y le pidió a un pequeño grupo de amigos que lo ayudara a registrar todas las actividades policiales a través de guardias que cubrieran las veinticuatro horas del día.

La vivienda de Tucumán 456 se convirtió en la base de las escuchas. “Rodolfo consiguió radios viejas. El departamento se llenó de aparatos y cables. En verano era insoportable, todo cerrado. Me iba a la calle para tomar aire”, le contó Lilia Ferreyra a la periodista Gabriela Esquivada en el libro Noticias de los Montoneros.

La escritora y periodista Tununa Mercado aceptó cubrir el turno de la noche; trabajaba en el diario La Opinión, muy cerca del departamento de Walsh y Ferreyra, y a esa hora sus dos hijos ya estaban dormidos. “Tenías una pequeña radiografía de lo que era el aparato de seguridad del Estado. Lo disfrutaba muchísimo. Era una forma pequeña, pero significativa, de joder al sistema, un pequeño eslabón en una historia más grande”, le dijo Mercado a McCaughan, quien detalló que “los demás integrantes del equipo eran Verbitsky y Mónica, su segunda mujer; Pirí Lugones y su pareja, Carlos, y Milton Roberts, militante de las FAP”.

Tununa Mercado elogió el carisma de Walsh: “Lo llamábamos Capitán; era un líder nato. A Rodolfo le daba inmenso placer hacer algo en contra del enemigo. Era una acción positiva, estimulante”. Pero, cuando él se acercó a Montoneros, ella se desvinculó porque “vislumbró un futuro negro”, y en 1974 partió al exilio a México, con su marido, el escritor y crítico literario Noé Jitrik.

Cuando Pepe Salgado se incorporó como colaborador directo de Walsh, en 1974, el jefe o responsable del servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros era Horacio Campliglia, Petrus o Ignacio, un visitador médico que había llegado a Montoneros el año anterior, con la fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Campiglia estaba en contacto directo con la cúpula montonera y tenía una mirada estratégica sobre el aparato de Inteligencia, pero era Walsh quien lideraba las tareas cotidianas con un estilo de conducción participativo, ayudado por una rara mezcla de destreza específica, prestigio social y humildad en el trato.

Masacre en el comedor, el libro de Ceferino Reato

El periodista Jorge Lewinger, Josecito, fue también jefe o responsable de Walsh y no supo quién era Esteban o Neurus -en alusión al profesor de la tira de Hijitus por su aspecto a veces enajenado- hasta que “un día, leyendo un libro de él, vi su foto en la solapa. Nunca había tenido una palabra o un gesto de superioridad, ni de ostentación de conocimientos que lo delataran. Me sorprendía su capacidad de síntesis. En sus informes nunca había una palabra de más”.

Walsh nunca fue el jefe de Inteligencia, pero era ‘el’ tipo de Inteligencia”, coincidió Lewinger, que, como Petrus Campiglia, provenía de las FAR, más marxistas, desconfiados de Perón y el peronismo. “Era ‘el’ hombre de Inteligencia; no era el jefe, el responsable del área, sino el operativo principal: no solo delegaba tareas, sino que iba él mismo a muchísimas reuniones para recoger información de primera mano porque tenía muchísimos contactos, de los más variados, en todos los ámbitos”, describió un ex guerrillero que colaboró con Walsh. “No podía ser el jefe porque había ingresado hacía poco tiempo en Montoneros y todavía tenía un grado bajo. Además, porque necesitaba tiempo para hacer todo lo que hacía”, agregó.

Hay que tener en cuenta que Walsh era una persona muy conocida, con una trayectoria política que había ido de la derecha nacionalista a la izquierda revolucionaria, pasando por distintas organizaciones, y del antiperonismo al peronismo. En todo ese tiempo, había construido una amplia red de informantes, cuya identidad mantenía en un riguroso secreto; compartimentada o tabicada.

Se movía en los círculos más diversos, desde la Iglesia Católica, los militares, la policía, la política y el sindicalismo a los diplomáticos, periodistas, escritores, actores y artistas plásticos. Eran contactos de alto nivel. En la Policía Federal, por ejemplo, el comisario general Ricardo Vittani, uno de sus viejos amigos, fue el subjefe durante el retorno del peronismo al poder hasta el 28 de enero de 1974, cuando el presidente Juan Perón lo sustituyó por el comisario Villar.

Por ejemplo, una de sus fuentes era, seguramente sin saberlo, el brillante actor y director Emilio Alfaro, quien le dio información de primera mano sobre la reacción inmediata de los altos mandos de la Policía Federal luego de la masacre en el comedor, como explico en el libro.

Es decir que Walsh no solo estuvo detrás de la bomba vietnamita que colocó uno de sus principales recursos del aparato de Inteligencia montonera, sino que también informó en exclusiva en la agencia ANCLA la vendetta que un grupo de comisarios quiso llevar a cabo ya en la noche del atentado.

Su trabajo en Montoneros fue tan prolífico que parecen haber habido varios Walsh. Pero, era uno solo; una persona con un talento fuera de lo común para las múltiples tareas de inteligencia y contrainteligencia que desarrollaba al frente de una compleja red de espionaje.

* El autor es periodista y escritor. Su último trabajo fue Masacre en el comedor.