viernes, 16 de junio de 2023

Revolución Libertadora: Lonardi, el militar al que le debemos la huida del dictador

El día en que los generales abandonaron a Perón y le quitaron el uniforme militar

Entre el 16 y el 20 de septiembre de 1955 Perón fue derrocado. por un golpe de Estado. Los últimos momentos de su gobierno, la tragicómica anécdota de su partida al exilio y la decisión que lo dejó sin sus jinetas y su rango de Teniente General
El General de División Eduardo Lonardi, presidente de facto después del golpe que derrocó a Perón, rodeado de oficiales

El miércoles 13 de septiembre de 1955, a las 17, Eduardo Lonardi, un desconocido ciudadano, herido por un cáncer que no podía detener (y del que no hablaba), con 14 pesos en su bolsillo y portando un maletín que contenía su viejo uniforme de general de la Nación, se subía al ómnibus que lo trasladaría a la provincia de Córdoba. Poco antes había conversado con el coronel Eduardo Señorans—figura central en la conspiración-- y éste le había sugerido postergar unos días el movimiento “para poder coordinar las pocas unidades que podían sumarse en el litoral”. Lonardi respondió que no era posible y que ya habían sido dadas las órdenes para el 16. En la estación de Once recibió las últimas novedades que le ofreció el mayor Juan Francisco Guevara. Todo estaba enmarcado en la incerteza: Solo contaba con la determinación de la Marina y un grupo de oficiales que lo esperaban en Córdoba.

Su yerno José Alberto Deheza (en 1976, Ministro de Defensa de Isabel Perón) le ofreció dinero y Lonardi agradeció diciendo: “catorce pesos me alcanzan para llegar a Córdoba. Allí, si la revolución fracasa no necesitaré dinero, y si triunfa no lo precisaré para mi regreso.” Cuando se anunció la partida y el pasaje subía al transporte, Guevara le sugirió un santo y seña para poder sortear los retenes revolucionarios. La consiga era “Dios es justo”.

El jueves 14, Lonardi --con parte de su familia—llegó a Córdoba. Inmediatamente se dirigió a lo de Calixto de la Torre para encontrarse con Ossorio Arana. Su esposa fue a lo de su hermano Clemente Villada Achával, quien después del triunfo se convertiría en un asesor político privilegiado del presidente de facto. Con el paso de las horas, dentro de la mayor discreción, el futuro jefe de la revolución mantendría otras reuniones con oficiales de varias guarniciones y recibiría informes. Para todos tenía la misma instrucción: “Hay que proceder, para asegurar el éxito inicial, con la máxima brutalidad.”

El sábado 16, con sus recién cumplidos 59 años, a la una de la madrugada en punto, Lonardi, el coronel Arturo Ossorio Arana, otros oficiales y algunos civiles detuvieron al director de la Escuela de Artillería, coronel Juan Bautista Turconi. A las 03 de la madrugada el disparo de una bengala roja marcó el inicio del combate contra la Escuela de Infantería, cuyo director era el coronel Guillermo Brizuela. Había comenzado el levantamiento castrense contra Perón. A partir de ese momento las fichas del tablero comenzaron a ser movidas. El mediodía del mismo 16, aparecía en escena la poderosa Flota de Mar, sublevada en Puerto Madryn, la Escuela Naval y la Flota de Ríos, en la que constituiría el almirante Isaac Francisco Rojas la comandancia de la Marina de Guerra en Operaciones. El sábado 17, comenzó el levantamiento del II Ejército en San Luís y al mismo tiempo se unían a Lonardi aviadores de la Fuerza Aérea con sus máquinas Avro Lincoln.

El 17, a las 10 de la mañana, tras severos combates se concretó una larga conferencia de Lonardi con el coronel Brizuela. La Escuela de Infantería cesaba la lucha. Durante el encuentro, el jefe de la revolución le aseguró al militar leal al gobierno que “esta revolución será distinta de cuantas hubo, y tal vez la última que tendrá nuestra Patria, porque quienes asumen esta enorme responsabilidad, son sólo hombres idealistas, carentes de toda ambición. Se buscará la unión de todos los argentinos, y sólo se juzgará a los delincuentes, para lo cual la consigna de la revolución es: “Ni vencedores ni vencidos.” La realidad demostraría que no sería así por muchos, muchos años.

El 2 de octubre de 1955, Juan Domingo Perón en un bote tras dejar la cañonera Paraguay y a punto de abordar un hidro avión rumbo al exilio en Asunción

Mientras avanzaban sobre la provincia unidades leales a Perón, la capital cordobesa se convertía en un campo de batalla. Calle por calle, en las que los comandos civiles cumplieron arrojadas acciones. Salían al aire las radios LV-2 “La Voz de la Libertad” en Córdoba y la de “Base Naval de Puerto Belgrano” e iniciaban la batalla del éter cuando comenzaba a desflecarse el gobierno de Perón. El domingo 18, Isaac Rojas trasladó su comando al crucero “17 de Octubre” (luego rebautizado ARA General Belgrano) y ya había ordenado “el bloqueo de todos los puertos argentinos”, según el comunicado de la Marina de Guerra.

El lunes 19, cerca de las 6 de la mañana, en compañía del gobernador bonaerense Carlos Aloé, Juan Domingo Perón visitó el Ministerio de Ejército. Tras escuchar los optimistas cuadros de situación de parte del Ministro general Franklin Lucero y otros oficiales, pidió hablar a solas en presencia de Aloé. Se lo veía abatido, taciturno. En esos momentos de diálogo le comunicó a su fiel general que si era necesario para la paz de la República estaría dispuesto a presentar su renuncia. En esos momentos la Armada bombardeaba la destilería de Mar del Plata y luego intimó al gobierno a rendirse bajo la amenaza de bombardear la destilería de La Plata y objetivos militares de la Capital Federal.

Un par de horas más tarde, el presidente constitucional le hizo llegar a Lucero un texto manuscrito que a las 13 horas, el Ministro de Guerra, leyó por radio instando al Ejército a considerar una tregua para poner fin a las hostilidades: “El Ejército puede hacerse cargo de la situación, del orden, del gobierno, para buscar la pacificación de los argentinos antes que sea demasiado tarde, empleando para ello la forma más adecuada y ecuánime.” La nota presidencial era ambigua, confusa, y no estaba claro que constituía una renuncia (que debería haber sido presentada al Congreso de la Nación). Acto seguido, el general Franklin Lucero constituyó una Junta Militar, integrada por catorce generales, bajo la presidencia de José Domingo Molina, para entenderse con los rebeldes. Desde Córdoba, Lonardi le escribió a Lucero: “En nombre de los Jefes de las Fuerzas Armadas de la revolución triunfante comunico al Señor Ministro que es condición previa para aceptar (una) tregua la inmediata renuncia de su cargo del Señor Presidente de la Nación.”

General de división Eduardo Lonardi

Tras el derrocamiento de Perón, el 14 de octubre de 1955 el Ejército constituyo un Tribunal Superior de Honor, integrado por los generales Carlos Von Der Becke, Juan Carlos Bassi, Juan Carlos Sanguinetti, Víctor Jaime Majo y Basilio Pertine para considerar la conducta de Perón en sus distintas facetas. Públicas y privadas.

Mientras el ex presidente se encontraba exiliado en Asunción del Paraguay, desde el 2 de octubre varios generales tuvieron que exponer cuáles fueron sus conductas entre los días 19 y 20 de septiembre de 1955. El general de división Ángel Manni contó que alrededor de las 22.30 del 19 de septiembre “el general Molina expresó que el general Perón esperaba a la Junta Militar para conversar con ella en la Residencia de la Avenida Libertador. Cuando se conoció esta invitación se oyeron varias opiniones sobre la misma; una la de concurrir de inmediato todos los generales, otra que concurrieran solamente los elegidos como Junta Ejecutiva, y la mía que no debía concurrirse.” Al no existir acuerdo, Molina invitó a la Junta Ejecutiva y el Brigadier Juan Fabri expresó que convenía saber qué quería decir el general Perón” y tras sortear varias dificultades “llegamos y entramos por una de las calles laterales (creo Austria).”

Perón los recibió acompañado por el general Lucero, el brigadier Juan Ignacio San Martín, el coronel D’Onofrio, el mayor Alfredo Renner, el mayor Ignacio Cialcieta y otros civiles. “En la mesa se hallaba preparado un micrófono para grabar pero el general Perón consultó sobre si era necesario hacerlo y el general Carlos Levene opinó que no lo era y se retiró la máquina.”

Abrió la reunión el Presidente “quien en síntesis dijo:

-que había querido hablar con los generales dada la trascendente misión que tenían que cumplir de tratar con los rebeldes.

-que en el documento que había firmado él había hecho el gesto generoso de renunciamiento para lograr la paz y llegar a un acuerdo con los rebeldes porque, además de evitar más derramamiento de sangre, quería también evitar el perjuicio económico que significaba para el país la destrucción de la Destilería de La Plata (400 millones de dólares y 10 años de trabajo).

-que tal renunciamiento significaba el ofrecimiento de una renuncia indeclinable que debíamos usar y hacer valer muy bien como una carta para jugarla en las tratativas de pacificación con la Revolución.

-que constitucionalmente no había renunciado pues si hubiera querido hacerlo así lo habría hecho ante el Congreso y que por lo tanto continuaba siendo el Presidente de la República.

-que todavía se podía luchar por el gobierno porque la situación militar era equilibrada y si bien había mucha gente que defeccionaba todavía había mucha que le era leal y en sus manos estaba el poder abrir las puertas de los arsenales y armarlos, especialmente a los obreros que querían luchar.”

Luego habló Lucero creando una situación confusa cuando afirmó que se “debía negociar con los rebeldes en base a la renuncia que ofrecía el general Perón.” A continuación, por orden de antigüedad, varios usaron de la palabra. Molina dijo que era pesimista en cuanto a las tratativas y que “llegaría el momento que la Junta debiera devolverle al Presidente y Ministros la total autoridad para que continuaran la lucha.”

Seguidamente el general Manni expresó “que estaba en total desacuerdo” con Molina porque “era totalmente optimista con respecto al resultado de nuestras gestiones para lograr la pacificación y arreglo con la Revolución. Que partíamos de una base completamente distinta para apreciar, pues yo interpretaba como definitiva la renuncia del Presidente y de todo su gobierno y que igual interpretación le había dado el pueblo de Buenos Aires, que había escuchado por radio y que se hallaba en la calle festejándola.” Agregó que, frente a algunos análisis de situación militar un tanto optimista, la 6ª División y la División de Caballería se habían declarado rebeldes. Asimismo expresó su “grave preocupación”, sobre las “serias exigencias” de los revolucionarios “con respecto a la persona del general Perón.” El general Levene, seguidamente, opinó que “él creía que la renuncia del gobierno debía ser definitiva” y que “había que terminar cuanto antes con la lucha”.

Al terminar la reunión con Perón los generales volvieron al edificio del Ministerio de Guerra y reunidos en el 5° piso el general Emilio Forcher informó al resto de los generales, y “luego la Junta aprobó la moción de Manni, la aceptación en forma definitiva de la renuncia del Presidente y la de todo su gobierno.” Tras unos momentos de sobresalto e incertidumbre que hizo que el general Francisco Imaz con otros oficiales entraran armados a la reunión para exigir que se aprobara la renuncia presidencial, el general Molina se desplazó al tercer piso para hablar con Lucero y comunicarle que “la Junta aceptaba definitivamente la renuncia del gobierno.” Instantes más tarde el general Manni, acompañado por el general López, habló con Lucero y le dijo que “debía comunicarle cuanto antes el general Perón la resolución adoptada y le agregué si no sabía que en ese momento tenía hasta su Comando de Represión sublevado.”

Relato del general Manni sobre su mensaje a Perón

Manni, que actuaba a todo vapor, hizo llamar al mayor Renner, quien antes habló con Lucero. Al poco rato Renner “se me aproximó y le dije: 1°) que ya el general Lucero habría comunicado la desaparición de toda autoridad del gobierno; 2°) que le dijera al general Perón de parte mía que se alejara cuanto antes del país.”

El martes 20 los diarios anunciaban que Perón había renunciado. El mismo día por la noche, Lonardi, urgido por la situación, decretó que asumía “el Gobierno Provisional de la República con las facultades establecidas en la Constitución vigente y con el título de Presidente Provisional de la Nación”. En esas horas del colapso de su gobierno, Perón iniciaba su partida al exterior.

Entre la partida del jefe revolucionario a Córdoba, el miércoles 13, y su asunción como Presidente Provisional de la Nación el miércoles 20, solo habían transcurrido siete días. Aquello que debía durar varios meses apenas se prolongó una semana. El gobierno de Perón se cayó cual castillo de arena al menor empellón. Ahora, el ex Presidente de la Nación preparaba su largo viaje al exilio. Él pensaba que no duraría mucho su permanencia en el exterior pero lo cierto es que hubo de esperar casi dos décadas. No le creyó a Raúl Bustos Fierro cuando éste le dijo que el largo exilio sería “de imprevisible duración”.

--Perón: “Largo, bueno, ¿cuánto de largo?”

--Bustos Fierro: “Largo de años mi General, muchos años, acaso para nosotros de toda la vida. Sólo Dios sabe si algún día veremos nuevamente la tierra natal.”

“Me voy, Renzi” le dijo Perón a Atilio Renzi, ex secretario de Evita y, en ese momento, mayordomo de la residencia presidencial. Según algunos historiadores, Renzi le preparó un pequeño maletín donde puso “algo de ropa y un poco de plata para movilizarme en esos días”. El historiador Joseph Page dice que según una versión “Perón llevó dos millones de pesos moneda nacional y 70.000 dólares.” La suma correspondía a la venta de un bien que Alberto Dodero (embajada chilena en Uruguay) que le había obsequiado al Presidente de la Nación.

“Unos días antes—contaría Perón—el doctor Juan A. Cháves, embajador del Paraguay en Buenos Aires, me había comunicado, por carta, estar a mi disposición. Decidí aceptar su hospitalidad”. Esta afirmación suena un tanto en el aire: ¿Perón intuía su derrocamiento? ¿Había hecho llegar un pedido ad libitum al gobierno paraguayo? A las 8 de la mañana del 20 de septiembre de 1955, Juan Domingo Perón partió del Palacio Unzué hacia las oficinas de la Embajada del Paraguay, acompañado del mayor Máximo Renner, el mayor Ignacio Cialceta (también sobrino de Perón), su chofer Isaac Gilaberte y el comisario Zambrino. Al poco rato llegó el embajador Chávez y trasladó a toda la delegación a su residencia en Virrey Loreto 2474. El ex embajador Hipólito Paz agrega que hasta allí se llegó el canciller argentino Ildefonso Cavagna Martínez con quien tomaría mate. Chaves sugirió que por razones de seguridad lo más conveniente era que se trasladase a la cañonera “Paraguay” que estaba siendo reparada en el dique “A” de Puerto Nuevo. Perón respondió: “Esta bien, no es a mí a quien toca decidir. Estoy en sus manos.”

En esa mañana lluviosa y con un Buenos Aires en silencio la llegada a la cañonera fue “fellinesca”. Al llegar a la zona del puerto, un gran charco de agua mojó el motor del automóvil diplomático y se paró. Perón, enfundado en un impermeable color crema, tuvo que pedir auxilio a un colectivero, quien lo los remolcó con una correa, hasta que el automóvil volvió a arrancar. Llegaron al dique “A” y lo esperaban los marineros formados. Perón, desde 1954, era ciudadano honorario paraguayo con el rango de General del Ejército. Cuando subió la escalerilla del buque entraba en su larga etapa de exilio.

Le ofreció al mayor Renner que lo acompañe al Paraguay y recibió como respuesta que prefería quedarse: “Mi vida es limpia y clara… me arrestarán y matarán por haberle sido fiel. Esta es mi culpa…”.

“No insistí –contó Perón—lo vi descender y alejarse. El rumor del automóvil lo sentí dentro como un desgarrón.”

El 21 a la mañana el embajador Cháves le informó que había comenzado sus gestiones para alcanzar un “salvoconducto”. “No hay gobierno –dijo—es necesario esperar.” El viernes 23 miles de argentinos salieron a las calles a vitorear a Lonardi y Rojas. El jefe de la revolución aterrizó en Aeroparque y junto con el almirante Rojas se desplazaron hasta la Plaza de Mayo, donde eran esperados por decenas de miles de ciudadanos. Tras asumir como Presidente Provisional leyó un discurso a la multitud volviendo a repetir la consigna de Justo José de Urquiza tras la batalla de Caseros (1852): “Ni vencedores ni vencidos”. Su primer decreto presidencial fue designar al contralmirante Isaac Francisco y Rojas como vicepresidente de la Nación.

Fallo del Tribunal de Honor a Juan Domingo Perón

El domingo 25 la cañonera “Paraguay” dejó el puerto y se internó diez kilómetros en el Río de la Plata para encontrarse con la nave gemela “Humaitá”, que lo llevaría a Perón, aguas arriba, a Asunción del Paraguay. Después de muchas dilaciones, Chávez le dijo al exiliado que el gobierno de Lonardi, ante la posibilidad de “demostraciones a lo largo de la costa al paso de la nave, sobre todo, tenía miedo que se levantaran los trabajadores de Rosario”, había suspendido el operativo. Finalmente una semana después, el domingo 2 de octubre, un hidroavión bimotor “Catalina”PBY-T29, manejado por Leo Nowak, el piloto personal del mandatario paraguayo, Alfredo Stroessner Matiauda, no sin dificultad pudo decolar rumbo a la capital paraguaya. Al llegar al espacio aéreo paraguayo varios aviones de su Fuerza Aérea comenzaron a escoltarlo. En uno de las naves oficiaba de copiloto el propio Presidente Alfredo Stroessner.

El 27 de octubre de 1955, a las 13 horas, el alto tribunal militar que juzgó al ex presidente lo encontró pasible de “descalificación por falta gravísima” y se le quito “el título del grado y el uso del uniforme”. Tras largos años de exilio, en 1973 se le devolverían a Perón el grado y el uso del uniforme.


jueves, 15 de junio de 2023

Frente Oriental: Comienza la batalla de Moscú y el pánico del 16 de octubre

Comienza la batalla de Moscú: El pánico del 16 de octubre

Weapons and Warfare





En su declaración que nos hizo en Viazma a mediados de septiembre, el general Sokolovsky había señalado tres puntos importantes: primero, que a pesar de los terribles reveses, el Ejército Rojo estaba “aplastando” gradualmente a la Wehrmacht; en segundo lugar, que era muy probable que los alemanes hicieran un último intento desesperado, o incluso "varios últimos intentos desesperados" para capturar Moscú, pero fracasarían en esto; y, en tercer lugar, que el Ejército Rojo estaba bien vestido para una campaña de invierno.

La impresión de que los rusos estaban aprendiendo rápidamente todo tipo de lecciones, estaban descartando como inútiles algunas de las teorías de antes de la guerra, que eran totalmente inaplicables a las condiciones imperantes, y que soldados profesionales del más alto nivel estaban tomando el mando del Ejército” políticos” y las “leyendas de la guerra civil” como Budienny y Voroshilov se confirmarían en las próximas semanas. Algunos soldados brillantes habían sobrevivido a las Purgas del Ejército de 1937-1938, en particular Zhukov y Shaposhnikov, y habían continuado en sus puestos durante el peor momento de la invasión alemana; Zhukov había salvado literalmente a Leningrado en el último momento al tomar el relevo de Voroshilov cuando todo parecía perdido. Aparte de él y Shaposhnikov,

Los primeros meses de la guerra habían sido una escuela de gran valor para los oficiales del Ejército Rojo, y eran sobre todo los que se habían distinguido en las operaciones de junio a octubre de 1941 quienes iban a formar esa brillante pléiade de generales y mariscales como los que no se habían visto desde la Grande Armée de Napoleón. En el transcurso del verano y el otoño se habían hecho cambios importantes en la organización de la fuerza aérea por parte del general Novikov, y en el uso de la artillería por parte del general Voronov; tanto Zhukov como Konev habían desempeñado un papel destacado en la detención de los alemanes en Smolensk; Rokossovsky, Vatutin, Cherniakhovsky, Rotmistrov, Boldin, Malinovsky, Fedyuninsky, Govorov, Meretskov, Yeremenko, Belov, Lelushenko, Bagramian y muchos otros hombres, que se hicieron famosos durante la Batalla de Moscú o en otras batallas importantes en 1941, eran hombres que, por así decirlo, habían ganado sus espuelas en los duros combates durante los primeros meses de la guerra. La distinción en el campo se convirtió ahora en el criterio de Stalin para hacer nombramientos militares de alto nivel. De hecho, es perfectamente cierto que “las batallas de verano y otoño provocaron una purga militar, en oposición a una purga política de los militares. Había una creciente inquietud con los incompetentes y los ineptos. La gran fuerza de la señal del Alto Mando Soviético fue que fue capaz de producir ese mínimo de comandantes de alto calibre capaces de sacar al Ejército Rojo del desastre total”. perfectamente cierto que “las batallas de verano y otoño habían provocado una purga militar, en oposición a una purga política de los militares. Había una creciente inquietud con los incompetentes y los ineptos. La gran fuerza de la señal del Alto Mando Soviético fue que fue capaz de producir ese mínimo de comandantes de alto calibre capaces de sacar al Ejército Rojo del desastre total”. perfectamente cierto que “las batallas de verano y otoño habían provocado una purga militar, en oposición a una purga política de los militares. Había una creciente inquietud con los incompetentes y los ineptos. La gran fuerza de la señal del Alto Mando Soviético fue que fue capaz de producir ese mínimo de comandantes de alto calibre capaces de sacar al Ejército Rojo del desastre total”.

Indudablemente, algunos de los comandantes tenían solo una afiliación puramente nominal al Partido, y algunos de los nuevos hombres, como Rokossovsky, en realidad habían sido víctimas de las Purgas del Ejército de 1937-1938, por lo que no podían haber tenido ningún sentimiento de ternura por Stalin.

El 23 de junio se instaló el Stavka, Cuartel General del Alto Mando Soviético, y unos días después el Comité de Defensa del Estado (GKO), integrado por Stalin, Molotov, Voroshilov, Malenkov y Beria; el 10 de julio, la “Stavka del Alto Mando” se convirtió en la “Stavka del Mando Supremo”, con Stalin, Molotov, Voroshilov, Budienny, Shaposhnikov y el General Zhukov, Jefe de Estado Mayor, como miembros. El 19 de julio Stalin se convirtió en Comisario de Defensa y el 7 de agosto en Comandante en Jefe.

El sistema de comisarios se reforzó en gran medida; los comisarios, como “representantes del Partido y del gobierno en el Ejército Rojo” debían velar por la moral de los oficiales y soldados, y compartir con el comandante toda la responsabilidad por la conducta de la unidad en la batalla. También debían informar al Comando Supremo de cualquier caso de "indignidad" entre oficiales o personal político. Esto era un vestigio de la guerra civil y, de hecho, del período mucho más reciente cuando se sospechaba que el cuerpo de oficiales no era confiable. En la práctica, en 1941, los comisarios demostraron, en la gran mayoría de los casos, ser hombres que apoyaban casi por completo a los oficiales, o eran, a lo sumo, una molestia técnica menor; pero inspirados por el mismo espíritu lutte à outrance, y, enfrentados diariamente por apremiantes tareas militares, las viejas diferencias políticas y personales entre el oficial y el comisario eran ahora menos duras que en el pasado. Aun así, el mando dual tenía sus inconvenientes y, en la época de Stalingrado, el papel de los comisarios se modificaría drásticamente.

Ya sea que hubiera o no una necesidad seria de darle al oficial un "látigo del partido", ciertamente había incluso menos necesidad de que las "unidades de seguridad de retaguardia" de la NKVD controlaran el pánico mediante el uso de ametralladoras listas para mantener al Ejército Rojo alejado de cualquier ataque. retiros no autorizados. “Los temores iniciales que podrían haber existido de que las tropas no lucharían pronto se disiparon por la obstinada y amarga defensa que el Ejército Rojo planteó contra los alemanes, luchando, como observó Halder, 'hasta el último hombre' y empleando 'traidores métodos' en los que el ruso no dejaba de disparar hasta que estaba muerto”. Estas "unidades de retaguardia de seguridad" fueron un renacimiento de una práctica heredada de la Guerra Civil y resultaron totalmente innecesarias en 1941, ya que el propio Ejército se ocupó rigurosamente de cualquier caso de cobardía y pánico.

El papel de la NKVD en las operaciones militares reales sigue siendo bastante oscuro, aunque se sabe que, además de los Guardias Fronterizos, que estaban bajo la jurisdicción de la NKVD y que fueron los primeros en hacer frente al ataque alemán, habría ocasiones muy importantes. en el que las tropas de la NKVD lucharon como unidades de batalla, por ejemplo, en Voronezh en junio-julio de 1942, donde ayudaron a evitar un avance alemán particularmente peligroso. Pero había un lado mucho más sombrío en la conexión de la NKVD con el Ejército Rojo; así, no sólo los prisioneros rusos que lograron escapar de los alemanes, sino incluso unidades enteras del Ejército que —como sucedió tan a menudo en 1941— habían escapado del cerco alemán, fueron sometidas como sospechosas al interrogatorio más duro y mezquino por parte de la OO. (Osoby Otdel—Departamento Especial) dirigido por la NKVD. En la novela de Simonov, Los vivos y los muertos, hay un episodio particularmente enfermizo basado en hechos reales, en el que un gran número de oficiales y soldados escapan de un cerco alemán después de muchas semanas de lucha. Son desarmados rápidamente por la NKVD; pero sucede que en ese mismo momento los alemanes han iniciado su ofensiva contra Moscú, y mientras los hombres desarmados están siendo llevados a una estación de clasificación de la NKVD, son atrapados por los alemanes y simplemente masacrados, sin poder ofrecer ninguna resistencia.

Aparte de eso, sin embargo, la NKVD interfirió menos que antes con el Ejército Rojo; la línea fronteriza entre los elementos militares y los "políticos" en el Ejército se estaba desvaneciendo, y el propio Stalin presidió este desarrollo. Independientemente de lo que haya hecho en el pasado para debilitar al ejército con sus purgas y su constante injerencia política, había aprendido la lección en el verano y el otoño de 1941. Voroshilov y Budienny quedaron relegados a un segundo plano y el papel de los jefes de la NKVD se redujo considerablemente. . La línea patriótica, nacionalista y “1812” fue asumida de todo corazón por todos los grados del ejército. Todo el talento militar, descubierto y probado en las primeras batallas de la guerra y, en algunos casos, antes de eso en el Lejano Oriente, se reunió, todas las reservas disponibles se lanzaron a la batalla, incluidas algunas divisiones de primera línea de Asia Central y el Lejano Oriente. ,

Independientemente de los malos recuerdos y las reservas que pudieran haber tenido los generales, Stalin se había convertido en el factor unificador indispensable en la atmósfera de patrie en peligro de octubre-noviembre de 1941. No había alternativa. Los alemanes estaban en las afueras de Leningrado, atravesaban el Donbás de camino a Rostov, y el 30 de septiembre había comenzado la ofensiva “final” contra Moscú.

La Batalla de Moscú se divide, en términos generales, en tres fases: la primera ofensiva alemana desde el 30 de septiembre hasta casi finales de octubre; la segunda ofensiva alemana desde el 17 de noviembre hasta el 5 de diciembre; y la contraofensiva rusa del 6 de diciembre, que duró hasta la primavera de 1942.


El 30 de septiembre, las unidades panzer de Guderian en el flanco sur del Heeresgruppe Mitte (Grupo de Ejércitos Centro) atacaron Glukhov y Orel, que cayeron el 2 de octubre, pero luego fueron detenidos por un grupo de tanques al mando del coronel Katyukov más allá de Mtsensk, en el camino a Tula. .
Otras fuerzas alemanas lanzaron ataques a gran escala desde el suroeste en el área de Bryansk y desde el oeste en la carretera Smolensk-Moscú. Grandes concentraciones de tropas soviéticas fueron rodeadas al sur de Bryansk y en el área de Viazma al oeste de Moscú. Los alemanes habían planeado contener a las tropas soviéticas rodeadas en el área de Viazma principalmente por infantería, liberando así a sus divisiones panzer y motorizadas para un avance relámpago sobre Moscú. Pero durante más de una semana, librando una batalla circular de extrema ferocidad, los restos del 19, 20, Los ejércitos 24 y 32 y las tropas bajo el mando del general Boldin amarraron a la mayor parte del 4.º ejército alemán y del 4.º cuerpo de tanques. Esta resistencia permitió al Comando Supremo Soviético sacar y retirar más de sus tropas de primera línea del cerco a la línea de Mozhaisk y traer reservas desde la retaguardia.

Para el 6 de octubre, las unidades de tanques alemanas habían atravesado la línea de defensa Rzhev-Viazma y avanzaban hacia la línea de posiciones fortificadas de Mozhaisk, unas cincuenta millas al oeste de Moscú, que había sido improvisada y preparada durante el verano de 1941, y corría desde Kalinin (norte). -al oeste de Moscú en la línea ferroviaria Moscú-Leningrado), a Kaluga (suroeste de Moscú y a mitad de camino entre Tula y Viazma), Maloyaroslavets y Tula. Las pocas tropas que manejaban estas defensas podían detener las unidades de avanzada del Heeresgruppe Mitte, pero no la mayor parte de las fuerzas alemanas.

Mientras los refuerzos del Lejano Oriente y Asia Central se dirigían al Frente de Moscú, el Cuartel General de GKO lanzó las reservas que pudo reunir. La infantería de los generales Artemiev y Lelushenko y los tanques del general Kurkin que lucharon aquí fueron puestos, el 9 de octubre, bajo las órdenes directas del Mando Supremo Soviético. Al día siguiente, Zhukov fue nombrado C. en C. de todo el frente.

Pero los alemanes evitaron la línea de Mozhaisk desde el sur y capturaron Kaluga el 12 de octubre. Dos días después, flanqueando la línea de Mozhaisk en el norte, irrumpieron en Kalinin. Después de intensos combates, Mozhaisk fue abandonado el 18 de octubre. Ya el 14, se libraban feroces batallas en el sector de Volokolamsk, a medio camino entre Mozhaisk y Kalinin, a unas cincuenta millas al noroeste de Moscú.

La situación era extremadamente grave. Ya no había frente continuo. La fuerza aérea alemana era dueña del cielo. Las unidades de tanques alemanas, que penetraban profundamente en la retaguardia, obligaban a las unidades del Ejército Rojo a retirarse a nuevas posiciones para evitar el cerco. Junto con el ejército, miles de civiles soviéticos se desplazaban hacia el este. Gente a pie, o en carretas tiradas por caballos, ganado, carros, se movían hacia el este en una corriente continua a lo largo de todos los caminos, dificultando aún más el movimiento de tropas.

A pesar de la fuerte resistencia en todas partes, los alemanes se acercaban a Moscú desde todas las direcciones. Fue dos días después de la caída de Kalinin, y cuando la amenaza de un avance desde Volokolamsk a Istra y Moscú parecía casi segura, el "pánico de Moscú" alcanzó su punto máximo. Esto fue el 16 de octubre. Hasta el día de hoy, la historia es actual de que, esa mañana, dos tanques alemanes irrumpieron en Khimki, un suburbio al norte de Moscú, donde fueron rápidamente destruidos; que dos de esos tanques hayan existido alguna vez, excepto en la imaginación de algún moscovita asustado, no está confirmado por ninguna fuente seria.

¿Qué pasó en Moscú el 16 de octubre? Muchos han hablado del gran jaleo (bolshoi drap) que tuvo lugar ese día. Aunque, como veremos, se trata de una generalización excesiva, el 16 de octubre en Moscú ciertamente no fue un relato del “heroísmo unánime del pueblo de Moscú” como se registra en la Historia oficial.

La población de Moscú tardó varios días en darse cuenta de la gravedad de la nueva ofensiva alemana. Durante los últimos días de septiembre y, de hecho, durante los primeros días de octubre, toda la atención se centró en la gran ofensiva alemana en Ucrania, la noticia de la irrupción en Crimea y la visita de Beaverbrook, que había comenzado en septiembre. 29. En su conferencia de prensa del 28 de septiembre, Lozovsky había tratado de sonar muy tranquilizador, diciendo que los alemanes estaban perdiendo "muchas decenas de miles de muertos" fuera de Leningrado, pero que no importaba cuántos más perdieran, todavía no entrarían en Leningrado; también dijo que “se siguieron manteniendo las comunicaciones”, y que, aunque hubo racionamiento en la ciudad, no hubo escasez de alimentos. También dijo que hubo fuertes combates “por Crimea”, pero negó que los alemanes hubieran cruzado todavía el istmo de Perekop. En cuanto a la afirmación alemana de haber capturado 500.000 o 600.000 prisioneros en Ucrania, tras la pérdida de Kiev, fue mucho más cauteloso, diciendo que la batalla continuaba y que a los rusos no les interesaba dar información prematuramente. Sin embargo, agregó la frase un tanto siniestra: “Cuanto más hacia el este empujen los alemanes, más cerca estarán de la tumba de la Alemania nazi”. Parecía estar preparado para la pérdida de Kharkov y el Donbas, aunque no lo dijo. agregó la frase un tanto siniestra: “Cuanto más hacia el este empujen los alemanes, más cerca estarán de la tumba de la Alemania nazi”. Parecía estar preparado para la pérdida de Kharkov y el Donbas, aunque no lo dijo. agregó la frase un tanto siniestra: “Cuanto más hacia el este empujen los alemanes, más cerca estarán de la tumba de la Alemania nazi”. Parecía estar preparado para la pérdida de Kharkov y el Donbas, aunque no lo dijo.

Hasta el 4 o 5 de octubre no quedó claro que se había iniciado una ofensiva contra Moscú y, aun así, no estaba claro cuál era su magnitud. Huelga decir que no había nada en los periódicos rusos sobre el discurso de Hitler del 2 de octubre anunciando su ataque “final” contra Moscú.

Sin embargo, Lozovsky se refirió a ello en su conferencia de prensa del 7 de octubre. Parecía un poco nervioso, pero dijo que el discurso de Hitler solo mostraba que el tipo se estaba desesperando.

“Él sabe que no va a ganar la guerra, pero tiene que mantener a los alemanes más o menos contentos durante el invierno y, por lo tanto, debe lograr algún éxito importante, lo que sugeriría que se ha cerrado cierta etapa de la guerra. La segunda razón por la que es esencial que Hitler haga algo grande es el acuerdo anglo-estadounidense-soviético, que ha causado un sentimiento de desánimo en Alemania. Los alemanes podrían, en un apuro, tragarse un acuerdo 'bolchevique' con Gran Bretaña, pero un acuerdo 'bolchevique' con Estados Unidos era más de lo que los alemanes esperaban". Lozovsky agregó que, de todos modos, la captura de esta o aquella ciudad no afectaría el resultado final de la guerra. Era como si ya estuviera preparando a la prensa para la posible pérdida de Moscú. Sin embargo, logró terminar con una nota de bravuconería:

Peor aún fue la noticia de la noche del 7, con la primera referencia oficial a “fuertes combates en dirección a Viazma”.

El día 8, mientras Pravda e Izvestia tenían cuidado de no sonar demasiado alarmados (Pravda en realidad comenzó con un artículo de rutina sobre "El trabajo de las mujeres en tiempos de guerra"), el periódico del ejército, Red Star, parecía extremadamente inquietante. Dijo que “la existencia misma del Estado soviético estaba en peligro”, y que cada hombre del Ejército Rojo “debe mantenerse firme y luchar hasta la última gota de sangre”. Describió la nueva ofensiva alemana como una última aventura desesperada:

Hitler ha puesto en ella todo lo que tiene, incluso todos los tanques viejos y obsoletos, todos los tanques enanos que los alemanes han reunido en Holanda, Francia o Bélgica han sido arrojados a esta batalla... Los soldados soviéticos deben destruir a toda costa estos tanques, viejos y nuevo, grande o pequeño. Toda la armadura de gentuza de la Europa arruinada está siendo lanzada contra la Unión Soviética.

Pravda dio la voz de alarma el día 9, advirtiendo a los moscovitas contra la “complacencia descuidada” y exhortándolos a “movilizar todas sus fuerzas para repeler la ofensiva enemiga”. Al día siguiente llamó a la “vigilancia” diciendo que, además de avanzar sobre Moscú, “el enemigo también intenta, a través de la amplia red de sus agentes, espías y agentes provocadores, desorganizar la retaguardia y crear pánico”. . El 12 de octubre, Pravda habló del “terrible peligro” que amenaza al país.

Incluso sin la ayuda de los agentes enemigos, hubo suficiente en Pravda para difundir la mayor alarma entre la población de Moscú. Las conversaciones sobre la evacuación habían comenzado el día 8, y se les dijo a las embajadas extranjeras, así como a numerosas oficinas e instituciones del gobierno ruso, que esperaran una decisión al respecto muy pronto. El ambiente se estaba volviendo extremadamente tenso. Se habló de Moscú como un “super-Madrid” entre los más valientes, y de febriles intentos de fuga entre los menos valientes.

Para el 13 de octubre, la situación en Moscú se había vuelto muy crítica. Numerosas tropas alemanas que habían sido retenidas durante más de una semana por el "cerco de Viazma", estaban disponibles para el ataque final contra Moscú. El Frente “Occidental”, bajo el mando general del General Zhukov, asistido por el General Konev, y con el General Sokolovsky como Jefe de Estado Mayor, constaba de cuatro sectores: Volokolamsk bajo Rokossovsky; Mozhaisk bajo Govorov, Maloyaroslavets bajo Golubev y Kaluga bajo Zakharkin. No había absolutamente ninguna certeza de que se pudiera evitar un avance alemán, y el 12 de octubre, el Comité de Defensa del Estado decidió llamar a la gente de Moscú a construir una línea de defensa a cierta distancia de las afueras de Moscú, otra justo a lo largo de la frontera de la ciudad.

En la mañana del 13 de octubre, Shcherbakov, Secretario del Comité Central y del Comité del Partido Comunista de Moscú, habló en una reunión convocada por la Organización del Partido de Moscú: “No cerremos los ojos. Moscú está en peligro”. Hizo un llamamiento a los trabajadores de la ciudad para que enviaran todas las reservas posibles al frente ya las líneas de defensa tanto dentro como fuera de la ciudad; y aumentar considerablemente la producción de armas y municiones.

La resolución aprobada por la Organización de Moscú pedía “disciplina de hierro, una lucha despiadada contra las más mínimas manifestaciones de pánico, contra los cobardes, desertores y traficantes de rumores”. La resolución decidió además que, dentro de dos o tres días, cada distrito de Moscú debería reunir un batallón de voluntarios; estos llegaron a ser conocidos como los “Batallones Comunistas” de Moscú y, al igual que algunos de los regimientos opolcheniye, jugarían un papel importante en la defensa de Moscú llenando “vacíos”, a un costo muy alto en vidas. En tres días, 12.000 de esos voluntarios se formaron en pelotones y batallones, la mayoría de ellos con poco entrenamiento militar y sin experiencia en combate.

Fue el 12 y 13 de octubre cuando se decidió evacuar inmediatamente a Kuibyshev y otras ciudades del este un gran número de oficinas gubernamentales, incluidos muchos Comisariados del Pueblo, parte de las organizaciones del Partido y todo el cuerpo diplomático de Moscú. Las fábricas de armamento más importantes de Moscú también iban a ser evacuadas. Prácticamente todas las “instituciones científicas y culturales” como la Academia de Ciencias, la Universidad y los teatros iban a ser trasladadas.

Pero el Comité de Defensa del Estado, el Stavka del Mando Supremo y una administración esquelética permanecerían en Moscú hasta nuevo aviso. Los principales periódicos, como Pravda, Red Star, Izvestia, Komsomolskaya Pravda y Trud, continuaron publicándose en la capital.

La noticia de estas evacuaciones fue seguida por el comunicado oficial publicado en la mañana del 16 de octubre. Decía: “Durante la noche del 14 al 15 de octubre la posición en el Frente Occidental empeoró. Las tropas germano-fascistas lanzaron contra nuestras tropas grandes cantidades de tanques e infantería motorizada, y en un sector rompieron nuestras defensas”.

Al describir la gran crisis de octubre en Moscú, es importante distinguir entre tres factores. Primero, el Ejército, que luchó desesperadamente contra fuerzas enemigas superiores y cedió terreno muy lentamente, aunque debido a una maniobrabilidad relativamente pobre, no pudo evitar algunos éxitos locales alemanes espectaculares, como la captura de Kaluga en el sur en el 12, de Kalinin en el norte el 14, o ese avance en lo que vagamente se describió como “el sector de Volokolamsk” al que se refería el “comunicado de pánico”, publicado el 16 de octubre. Incluso mucho tiempo después, se creía en Moscú que el día 15 los alemanes se habían estrellado mucho más hacia Moscú de lo que parece hoy en cualquier registro publicado de la lucha. Solo entonces, se dijo, Rokossovsky detuvo la podredumbre arrojando las últimas reservas, incluyendo opolchentsy apenas entrenados y tropas de Siberia tan pronto como desembarcaron de los trenes. Hay innumerables historias de soldados regulares e incluso opolchentsy atacando tanques alemanes con granadas de mano y con "botellas de gasolina", y de otras hazañas de "última zanja". La moral de las fuerzas de combate ciertamente no se quebró. El hecho de que tropas frescas del Lejano Oriente y Asia Central estuvieran llegando todo el tiempo, aunque solo en números limitados, tuvo un efecto saludable para mantener el espíritu de las tropas que ya habían luchado sin descanso durante más de quince días. y de otras hazañas de "última zanja". La moral de las fuerzas de combate ciertamente no se quebró. El hecho de que tropas frescas del Lejano Oriente y Asia Central estuvieran llegando todo el tiempo, aunque solo en números limitados, tuvo un efecto saludable para mantener el espíritu de las tropas que ya habían luchado sin descanso durante más de quince días. y de otras hazañas de "última zanja". 

En segundo lugar, estaba la clase obrera de Moscú; la mayoría de ellos estaban listos para trabajar largas horas extra en fábricas que producían armamento y municiones; construir defensas; luchar contra los alemanes dentro de Moscú en caso de que se abrieran paso o, si todos fallaban, "seguir al Ejército Rojo hacia el este". Sin embargo, hubo diferentes matices en la determinación de los trabajadores de “defender Moscú” a toda costa. El mismo hecho de que no más de 12.000 se hayan ofrecido como voluntarios para las “brigadas comunistas” en el punto álgido del casi pánico del 13 al 16 de octubre parece indicativo; ¿Fue porque, para muchos, estos batallones improvisados ​​parecían inútiles en este tipo de guerra, o fue porque, en el fondo de la mente de muchos trabajadores, existía la idea de que Rusia todavía era grande y que podría ser más ventajoso para librar la batalla decisiva en algún lugar del este.

En tercer lugar, había una gran masa de moscovitas, difíciles de clasificar, que fueron más responsables que los demás del “gran zarpazo” del 16 de octubre. Entre ellos había desde simples obyvateli, listos para huir del peligro, hasta pequeños, medianos y incluso altos funcionarios del Partido o ajenos al Partido que sintieron que Moscú se había convertido en un trabajo para el Ejército y que no había mucho que los civiles pudieran hacer. Entre esta gente había un miedo genuino de encontrarse bajo la ocupación alemana y, con pases regulares, o con pases que de algún modo habían conseguido —o a veces sin ningún pase—, la gente huía hacia el este, al igual que en París. había huido hacia el sur en 1940 cuando los alemanes se acercaban a la capital.

Más tarde, muchas de estas personas se avergonzarían amargamente de haber huido, de haber sobrevalorado el poderío de los alemanes, de no haber tenido suficiente confianza en el Ejército Rojo. Y, sin embargo, ¿no había mostrado el Gobierno el camino, por así decirlo, acelerando frenéticamente todas esas evacuaciones desde el 10 de octubre en adelante?

Especialmente en 1942, el “gran lío” del 16 de octubre siguió siendo un recuerdo desagradable para muchos. Hubo algunos chistes sombríos sobre el tema, especialmente en relación con la medalla "Por la defensa de Moscú" que se había distribuido generosamente entre los soldados y civiles; estaba el chiste sobre los dos tipos de cintas: algunas medallas de Moscú deberían colgarse de la cinta muaré normal, otras de una cinta drapeada; También estaba la broma de una actriz famosa y muy gordita y bien equipada que había recibido una Medalla de Moscú "por defender a Moscú de Kuibyshev con su pecho".

Recuerdo que Surkov me dijo que cuando llegó a Moscú desde el frente el día 16, telefoneó a unos quince o veinte de sus amigos, y todos habían desaparecido.

En la “ficción”, más que en la historia formal, hay algunas descripciones valiosas de Moscú en el punto álgido de la crisis, por ejemplo, en El vivo y el muerto de Simonov ya citado. Aquí hay una foto de Moscú durante ese sombrío 16 de octubre y los días siguientes, con las estampidas en la estación de tren; con funcionarios huyendo en sus autos sin permiso; los opolchentsy y los hombres del batallón comunista que caminaban hoscamente, en lugar de marchar, por las calles, vestidos con una colección variopinta de ropa, fumando, pero sin cantar; con la fábrica "Hammer and Sickle" trabajando día y noche produciendo miles de erizos antitanque, que luego son conducidos al anillo exterior de bulevares; con su olor a papeles quemados; con la rápida sucesión de ataques aéreos y batallas aéreas sobre Moscú, en las que los aviadores rusos a menudo embisten suicidamente a los aviones enemigos;

Para el día 16, muchas fábricas ya habían sido evacuadas.

De todos modos, debajo de toda la espuma del pánico y la desesperación había “otro Moscú”:

Más tarde, cuando todo esto pertenecía al pasado, y alguien recordaba ese 16 de octubre con pena o amargura, él [el héroe de Simonov] no decía nada. El recuerdo de Moscú ese día le resultaba insoportable, como el rostro de una persona a la que amas distorsionado por el miedo. Y, sin embargo, no sólo fuera de Moscú, donde las tropas luchaban y morían ese día, sino que dentro de Moscú había suficientes personas que estaban haciendo todo lo que estaba a su alcance para no rendirla. Y por eso no se perdió Moscú. Y, sin embargo, ese día en el Frente la guerra parecía haber dado un giro fatal, y ese mismo día había gente en Moscú que, en su desesperación, estaba dispuesta a creer que los alemanes entrarían en Moscú mañana. Como siempre sucede en los momentos trágicos, aún no era conocida por todos la fe profunda y el trabajo discreto de quienes continuaron, y aún no había llegado a dar fruto, mientras el desconcierto, el terror y la desesperación de los demás te golpeaban entre los ojos. Esto era inevitable. Ese día decenas de miles, alejándose de los alemanes, rodaron como avalanchas hacia las estaciones de ferrocarril y hacia las salidas orientales de Moscú; y, sin embargo, de estas decenas de miles, tal vez había sólo unos pocos miles a quienes la historia podía condenar con razón.

Simonov escribió este relato de Moscú el 16 de octubre de 1941 después de un lapso de casi veinte años; pero su historia, que no podría haber sido publicada en la época de Stalin, suena cierta a la luz de lo que había oído sobre esos sombríos días solo unos meses después, en 1942.

POR ALEXANDER WERTH 1964




miércoles, 14 de junio de 2023

Guerra en la Antigua Israel

Antiguo Israel – Guerra

Weapons and Warfare



Mapa aproximado del reino de Israel de la Edad del Hierro (azul) y el reino de Judá (amarillo), con sus vecinos (marrón) (siglo IX a. C.)


En el Antiguo Testamento la guerra se consideraba inseparable de la vida humana. Las guerras siempre fueron consideradas sagradas de una forma u otra. Cada vez que Israel peleaba una batalla justa, no era Israel quien peleaba sino el Dios de Israel. El himno de victoria de Débora (ver Débora, Canción de) proporciona un buen ejemplo de esta ideología. También la historia en 1 Samuel (ver Samuel, Libros de) sobre el Arca de la Alianza que fue llevada a la batalla contra los filisteos se relaciona con esta idea de la guerra santa. Por el contrario, cuando se perdía una batalla, nunca era el Dios de Israel quien la perdía. En tales ocasiones, Israel y sus reyes habían transgredido la voluntad del Señor y, en consecuencia, fueron castigados con la derrota. Las guerras fueron crueles, incluyendo ejecuciones masivas de prisioneros y el exterminio total del enemigo, hombres, mujeres y niños. El término técnico hebreo era herem, la prohibición de Dios impuesta al enemigo, lo que significa un desastre para los enemigos vencidos de Israel. Por lo tanto, cuando Josué conquistó Jericó y Hai, prohibió estos sitios. Nadie escapó a su destino, excepto en el caso de Jericó: la prostituta Rahab que había asistido a los espías de Josué (Josué 2; 6).

Se sabe bastante poco sobre el desarrollo de la guerra en el antiguo Israel. En el Asia occidental de finales de la Edad del Bronce, incluida Palestina, la guerra era asunto de ejércitos profesionales, en su mayoría relativamente pequeños. El cuerpo principal del ejército estaba formado por infantería, asistida por un cuerpo de carros. Sólo las grandes potencias de la época, como Egipto o el Imperio hitita, disponían de organizaciones militares mayores y más especializadas, que incluían tanto infantería ligera como pesada, y una gran cantidad de carros conducidos por un cuerpo de aurigas de élite muy especializado. En la Primera Edad del Hierro, una chusma de miembros de tribus vagamente organizadas reemplazó a los profesionales, sin ningún indicio de especialización en diferentes tipos de armamento.

Durante la época del reino hebreo, reapareció la organización especializada como se ve, por ejemplo, en la descripción del sistema militar de Salomón (1 Re 9, 15-23). Sin embargo, el cambio real en la guerra se produjo con la llegada de los ejércitos asirios con armaduras pesadas al Levante en los siglos IX-VIII. Los asirios lograron crear el cuerpo militar más especializado que jamás había visto el antiguo Cercano Oriente, que incluía infantería ligera y pesada, cuerpos especializados de arqueros, honderos de piedra, jinetes y aurigas. Los asirios también fueron innovadores en lo que respecta a la construcción de maquinaria de asedio, aunque nunca lograron la profesionalidad en la adquisición de artículos como los ejércitos helenístico y romano posteriores. Así, Nabucodonosor, rey de Babilonia, sitió Tiro durante 25 años sin ningún éxito. Los nuevos desarrollos solo ocurrieron en el siglo V cuando los gobernantes locales persas comenzaron a emplear hoplitas griegos como mercenarios haciendo uso de su entrenamiento y moral superior. La diferencia entre la ahora organización militar tradicional del Cercano Oriente y el ejército grecorromano se exhibió cuando Alejandro Magno aplastó el Imperio Persa en un par de años y luego cuando Roma repitió su éxito, esta vez derrotando a los reinos establecidos por los generales de Alejandro. .

El Antiguo Testamento no dice casi nada acerca de la guerra en el mar. Los reinos de Israel y Judá no poseían armada. Cuando los poderes imperiales de Asiria o Persia planearon campañas en el mar, recurrieron a los fenicios en busca de ayuda.

ARCA DE LA ALIANZA.

Una reliquia de culto ubicada en la época de la monarquía israelita en el templo de Jerusalén. Las tradiciones sobre su prehistoria desde la época de las migraciones israelitas en el desierto (ver Desierto, Migraciones en el desierto) lo describen como un santuario móvil que los israelitas solían llevar consigo a la guerra. La última vez que el Arca de la Alianza fue llevada al campo, los filisteos la perdieron ignominiosamente, aunque finalmente los filisteos no pudieron quedarse con ella y tuvieron que despedirla (1 Sam 4-6).

ISRAEL.

El nombre de Israel nunca ha sido explicado. El último elemento del nombre puede referirse al dios semítico occidental El, pero nunca se ha propuesto una explicación convincente del primer elemento. Fuera del Antiguo Testamento, las referencias a Israel son pocas y esporádicas. El nombre aparece por primera vez en la estela de Israel del faraón Merenptah (c. 1208 a. C.) entre los enemigos vencidos del faraón. La próxima vez que aparece es como Serilaya, evidentemente una forma corrupta, en el registro asirio de la batalla de Qarqar (853 a. C.). De lo contrario, los asirios se referían a Israel como Bit Humriya, “la Casa de Omri”. A mediados del siglo IX a. C., el rey Mesa de Moab menciona a Israel en su famosa inscripción (ver Mesa y la inscripción de Mesa). Finalmente, la inscripción de Dan se refiere al rey de Israel, tal vez como un paralelo al rey de “la casa de David” mencionado junto al rey de Israel. En el Antiguo Testamento, Israel es el nombre de un patriarca, una nación y un estado. Es el segundo nombre del patriarca Jacob, a quien se le otorgó oficialmente el nombre de Israel después de su lucha nocturna con Dios (Gn 32,22-32). Desde su ancestro apical, el pueblo escogido de Dios llevó el nombre de Israel e Israel se identifica como el pueblo judío. Sin embargo, en el Período de la Monarquía, Israel se convirtió en el nombre del Reino del Norte en contraste con Judá, su vecino del sur. Desde su ancestro apical, el pueblo escogido de Dios llevó el nombre de Israel e Israel se identifica como el pueblo judío. Sin embargo, en el Período de la Monarquía, Israel se convirtió en el nombre del Reino del Norte en contraste con Judá, su vecino del sur. Desde su ancestro apical, el pueblo escogido de Dios llevó el nombre de Israel e Israel se identifica como el pueblo judío. Sin embargo, en el Período de la Monarquía, Israel se convirtió en el nombre del Reino del Norte en contraste con Judá, su vecino del sur.

ASIRIA E ISRAEL.

A principios del siglo IX a. C., después de un período de debilidad, cuando Asiria se redujo a una insignificante ciudad-estado del norte de Mesopotamia, Ashurnasirpal de Asiria inició un nuevo período de grandeza asiria que condujo a una expansión del territorio asirio hacia el oeste. hasta las orillas del Mediterráneo. La primera fase de la expansión asiria no afectó a Israel. Sin embargo, en 853 a. C. en Qarqar en Siria, se hizo contacto directo cuando el rey Acab se unió a una coalición aramea para luchar contra la amenaza de Asiria. Por un momento se impidió el ataque asirio. Después de la caída de la dinastía de Omri, la coalición se disolvió y fue sustituida por combates prolongados entre los antiguos aliados, sobre todo Damasco e Israel, una oportunidad que los asirios no podían perder y que continuaban su avance hacia el oeste. Ya en el 843 a.C.,

La batalla de Qarqar, 853 a.C.

Guerra antigua XI.4

QARQAR.

El lugar de una batalla entre el ejército asirio de Salmanasar III (858-823) y una coalición de estados de Siria y Palestina. Qarqar aún no se ha identificado con certeza, pero estaba ubicado en el valle de Orontes en Siria. La importancia de esta batalla no se limita a su resultado, la coalición logró detener temporalmente el avance asirio hacia el oeste, pero la fecha de la batalla se ha relacionado con un eclipse solar que ocurrió ese año. Esta coincidencia ha hecho de la batalla una especie de punto fundamental en el establecimiento de la cronología del antiguo Cercano Oriente de principios del primer milenio a.

Ninguno de estos eventos ha sido registrado por los historiógrafos del Antiguo Testamento. Muestran más interés en los acontecimientos que siguieron a la ascensión de Tiglat-pileser III al trono de Asiria en 745 a. C., cuando comenzó la fase final de la historia del Imperio asirio. Durante un período de unos pocos años, Tiglat-pileser recibió tributo del rey Menajem de Israel y empujó a sus ejércitos hasta la frontera de Palestina. Aquí, él y su sucesor, Salmanasar V, tuvieron éxito en relación con la llamada guerra “sirio-efraimita” para reducir los estados de Palestina a provincias asirias o títeres asirios. Israel estaba limitado solo a su capital y al territorio de la ciudad misma. En 722 a. EC, Samaria también cayó ante los soldados de Sargón, y partes de la población israelita fueron enviadas al exilio en Mesopotamia. Judá tuvo poco que ver con este evento. Ya antes de la caída de Samaria había aceptado a los asirios como sus señores. Solo cuando Ezequías se rebeló contra Asiria, ocurrió el desastre, y Senaquerib destruyó casi totalmente a Judá, mientras que el rey fue obligado a esconderse detrás de los muros de Jerusalén. Por razones desconocidas, Senaquerib no conquistó Jerusalén sino que se fue después de haber recibido un impresionante tributo del rey de Judea, incluidas, según sus propios anales reales, las hijas de Ezequías. Solo una pequeña ciudad-estado con Jerusalén como centro permaneció como un estado títere asirio. Desde mediados del siglo VII a. C., el control de los asirios disminuyó en fuerza e hizo posible algún tipo de independencia para los poderes locales de Palestina. En la época del rey Josías, Judá parece haber recuperado su independencia de Asiria. Ya antes de la caída de Samaria había aceptado a los asirios como sus señores. Solo cuando Ezequías se rebeló contra Asiria, ocurrió el desastre, y Senaquerib destruyó casi totalmente a Judá, mientras que el rey fue obligado a esconderse detrás de los muros de Jerusalén. Por razones desconocidas, Senaquerib no conquistó Jerusalén sino que se fue después de haber recibido un impresionante tributo del rey de Judea, incluidas, según sus propios anales reales, las hijas de Ezequías. Solo una pequeña ciudad-estado con Jerusalén como centro permaneció como un estado títere asirio. Desde mediados del siglo VII a. C., el control de los asirios disminuyó en fuerza e hizo posible algún tipo de independencia para los poderes locales de Palestina. En la época del rey Josías, Judá parece haber recuperado su independencia de Asiria. Ya antes de la caída de Samaria había aceptado a los asirios como sus señores. Solo cuando Ezequías se rebeló contra Asiria, ocurrió el desastre, y Senaquerib destruyó casi totalmente a Judá, mientras que el rey fue obligado a esconderse detrás de los muros de Jerusalén. Por razones desconocidas, Senaquerib no conquistó Jerusalén sino que se fue después de haber recibido un impresionante tributo del rey de Judea, incluidas, según sus propios anales reales, las hijas de Ezequías. Solo una pequeña ciudad-estado con Jerusalén como centro permaneció como un estado títere asirio. Desde mediados del siglo VII a. C., el control de los asirios disminuyó en fuerza e hizo posible algún tipo de independencia para los poderes locales de Palestina. En la época del rey Josías, Judá parece haber recuperado su independencia de Asiria.

Es difícil encontrar evidencia de una influencia asiria directa sobre la civilización de Palestina durante su hegemonía sobre el territorio. En cambio, uno debería pensar en una inmensa influencia indirecta, sobre todo en la religión. Los eruditos generalmente han entendido las referencias pertenecientes a este período a la religión astral en el Antiguo Testamento como un reflejo de esta influencia.

martes, 13 de junio de 2023

Rusia medieval: Gran Príncipe Dmitry Ivanovich "Donskoy"

Gran Príncipe Dmitry Ivanovich "Donskoy"

Weapons and Warfare


 

    

(1350-1389), príncipe de Moscú y gran príncipe de Vladimir. Dmitry se ganó el nombre de "Donskoy" por su victoria sobre los ejércitos de Emir Mamai en la batalla del campo Kulikovo cerca del río Don (8 de septiembre de 1380). Se le recuerda como un comandante heroico que asestó un golpe decisivo al señorío mongol sobre las tierras de la Rus y fortaleció la posición de Moscú como el principal principado de la Rus, preparando el camino para el zarismo moscovita centralizado. Extraoficialmente venerado desde finales del siglo XV, Dmitry fue canonizado por la Iglesia Ortodoxa en 1988 por su defensa desinteresada de Moscú. Los historiadores modernos han vuelto a examinar las fuentes sobre el reinado del príncipe para ofrecer una evaluación más moderada de su legado.

Tras la muerte de su padre, Iván II (1326-1359), Dmitry, de nueve años, heredó una parte del principado de Moscú, pero no pudo mantener la patente del gran principado de Vladimir. En 1360, Khan Navruz de Sarai otorgó la patente de Vladimir al príncipe Dmitry Konstantinovich de Suzdal y Nizhni Novgorod. Un año después, Navruz fue derrocado en un golpe de estado y la Horda Dorada se dividió en secciones oriental y occidental gobernadas por señores mongoles rivales. Murid, el khan chingissid de Sarai al este, reconoció a Dmitry Donskoy como gran príncipe de Vladimir en 1362. En 1363, sin embargo, Dmitry Donskoy aceptó una segunda patente de Khan Abdullah, apoyada por el señor no chingissid Mamai que había tomado el control de la ciudad. Horda occidental y reclamó autoridad sobre todas las tierras Rus. ofendido, Khan Murid retiró la patente de Dmitry Donskoy y se la otorgó a Dmitry Konstantinovich de Suzdal. Las fuerzas de Dmitry Donskoy avanzaron rápidamente hacia Vladimir, donde expulsaron a Dmitry Konstantinovich de su asiento y luego arrasaron las tierras de Suzdalia. Durante esa campaña, Dmitry Donskoy tomó Starodub, Galich y posiblemente Belozero y Uglich. En 1364 había obligado a Dmitry Konstantinovich a capitular y firmar un tratado que reconocía la soberanía de Dmitry Donskoy sobre Vladimir. El pacto se selló en 1366 cuando Dmitry Donskoy se casó con la hija de Dmitry Konstantinovich, la princesa Yevdokia. Para asegurar su antigüedad, Dmitry Donskoy envió al príncipe Konstantin Vasilevich de Rostov a Ustiug en el norte y lo reemplazó con su sobrino Andrei Fyodorovich, partidario de Moscú. En una subvención que sienta precedentes, Dmitry Donskoy le dio a su primo, el príncipe Vladimir Andreyevich de Serpukhov, soberanía independiente sobre Galich y Dmitrov. La concesión se considera un avance significativo en el sistema de antigüedad porque estableció el derecho de facto de los príncipes de Moscú a retener las tierras hereditarias, mientras disponían del territorio conquistado. En 1375, después de un prolongado conflicto con Tver y Lituania, Dmitry Donskoy obligó al príncipe Mikhail de Tver a firmar un tratado reconociéndose a sí mismo como vasallo de Dmitry.



Con la derrota de Tver, la antigüedad de Dmitry fue reconocida por la mayoría de los príncipes rusos. Las crecientes divisiones dentro de la Horda y los conflictos internos en Lituania provocados por la muerte de Olgerd en 1377 también beneficiaron a Moscú. Dmitry se movió para extender sus fronteras y aumentar los ingresos, imponiendo sus agentes de aduanas en Búlgar, como ha demostrado Janet Martin (1986). También redujo el pago del tributo prometido a su patrón Mamai. Con una necesidad urgente de fondos para detener a su enemigo Tokhtamysh, que se había convertido en khan de Sarai en ese año, y deseando vengar la derrota de su comandante en el río Vozha, Mamai reunió un gran ejército y le dio un ultimátum a Dmitry Donskoy. Dmitry hizo un esfuerzo de última hora para cumplir. Pero sus enviados encargados de transportar los fondos fueron bloqueados por las fuerzas tártaras que avanzaban. El 8 de septiembre de 1380, los ejércitos combinados de Mamai se enfrentaron con el ejército de Dmitry Donskoy en el campo Kulikovo entre el río Don y un afluente llamado Nepryadva. Los tártaros parecían a punto de prevalecer cuando una nueva fuerza comandada por el príncipe Vladimir Andreyevich de Serpukhov los sorprendió. Los ejércitos de Mamai huyeron de la escena. Como señalan Alexander Presniakov y Vladimir Kuchkin, los avances logrados en esta batalla, aunque se consideraron fundamentales para romper el dominio mongol sobre Moscú, se revirtieron rápidamente. Tokhtamysh, que aprovechó la oportunidad para derrotar a Mamai, reunió a la Horda y reafirmó sus pretensiones como señor de las tierras rusas. En 1382, el ejército de Tokhtamysh sitió Moscú y saqueó la ciudad. Dmitry Donskoy, que había huido a Kostroma, acordó pagar un tributo mucho mayor a Tokhtamysh por la patente de Vladimir que el que originalmente le había pagado a Mamai.

Dmitry Donskoy usó hábilmente la iglesia para servir a sus intereses políticos y comerciales. Patrocinó una misión en 1379, encabezada por el monje Esteban, para cristianizar Ústiug y establecer una nueva sede episcopal para Perm que, según documenta Martin, aseguró el control de Moscú sobre áreas centrales para el lucrativo comercio de pieles. El metropolitano Alexis (1353-1378) y Sergio (c. 1314-1392), hegumen (abad) del Monasterio de la Trinidad, apoyaron sus políticas y actuaron como sus enviados en situaciones críticas. Después de la muerte de Alexis, Dmitry se movió para evitar que Cyprian, que había sido investido como metropolitano de Lituania, reclamara autoridad sobre la sede de Moscú. En cambio, apoyó a Mikhail-Mityay, quien murió en circunstancias misteriosas antes de que el patriarca pudiera investirlo. La segunda opción de Dmitry, Pimen,

En mayo de 1389 murió Dmitry Donskoy. Estipuló en su testamento que su hijo Basilio debería ser el único heredero de su patrimonio, incluido el gran principado de Vladimir. Como señala Presniakov (1970), el khan, al aceptar la condición, reconoció el gran principado como parte de la herencia del príncipe de Moscú (votchina), aunque, tras la Batalla de Kulikovo, la subordinación de Rusia a la Horda había sido efectivamente restaurado y el poder del gran príncipe debilitado significativamente. A diferencia de otros descendientes del príncipe de Moscú Daniel Alexandrovich, Dmitry Donskoy no se convirtió en monje en su lecho de muerte. No obstante, los cronistas de los grandes príncipes lo elogiaron como un santo. El Libro de grados de 1563, escrito en el scriptorium del metropolitano de Moscú,



Batalla de Kulikovo - Ejército de Dmitry Donskoy Prince con séquito.



Ejército de Dmitry Donskoy: Infantería

Batalla del campo Kulikovo

El 8 de septiembre de 1380, las fuerzas rusas dirigidas por el Gran Príncipe Dmitry Ivanovich lucharon y derrotaron a un ejército mixto (que incluía a tártaros, alanos, circasianos, genoveses y rusos) dirigido por el Emir Mamai en Kulikovo Pole (Snipe's Field) en el río Nepryadva. afluente del Don. Como resultado de la victoria, Dmitry recibió el sobrenombre de "Donskoy". Las estimaciones del número de personas que lucharon en la batalla varían ampliamente. Según las crónicas de Rus, entre 150.000 y 400.000 lucharon del lado de Dmitry. Una crónica tardía sitúa el número de combatientes del lado de Mamai en 900.030. Los historiadores han tendido a rebajar estos números, con estimaciones que van desde 30.000 a 240.000 para Dmitry y 200.000 a 300.000 para Mamai.

Las circunstancias de la batalla involucraron la política dentro del Qipchaq Khanate. Mamai intentó expulsar a Khan Tokhtamish, que se había establecido en Sarai en 1378. Para recaudar ingresos, Mamai tenía la intención de exigir el pago de tributos a los príncipes de Rus. Dmitry organizó a los príncipes Rus para resistir a Mamai y, de hecho, para apoyar a Tokhtamish. Como parte de su estrategia, Mamai había intentado coordinar sus fuerzas con las de Jagailo, el gran duque de Lituania, pero la batalla ocurrió antes de que llegaran las fuerzas lituanas. Después de luchar la mayor parte del día, las fuerzas de Mamai abandonaron el campo, presumiblemente porque fue derrotado, aunque algunos historiadores creen que tenía la intención de conservar su ejército para enfrentarse a Tokhtamish. Las fuerzas de Dmitry permanecieron en el lugar de la batalla durante varios días,

Aunque los números involucrados en la batalla fueron inmensos, y aunque la batalla condujo al debilitamiento del ejército de Mamai y su eventual derrota por parte de Tokhtamish, la batalla no cambió el estatus de vasallo de los príncipes Rus hacia el Qipchaq khan. Un ciclo de obras literarias, que incluye Zadon shchinai (Batalla más allá del Don) y Skazanie o Mamaevom poboishche (Historia de la derrota de Mamai), dedicadas a bordar cada vez más elaboradamente la valentía de las fuerzas de la Rus, ha creado un aura legendaria sobre la batalla.

BIBLIOGRAFÍA Halperin, Charles J. (1986). El yugo tártaro. Columbus, OH: Slavica Publishers. Lenhof, Gail. (1997). “Veneración no oficial de los Daniilovichi en Muscovite Rus”. En Cultura e identidad en Muscovy, 1359-1584, eds. AM Kleimola y GD Lenhoff. Moscú: ITZ-Garant. Martín, Janet. (1986). Tesoro de la tierra de las tinieblas: el comercio de pieles y su importancia para la Rusia medieval. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press. Presniakov, Alexander E. (1970). La Formación del Gran Estado Ruso, tr. AE Moorhouse. Chicago: Quadrangle Books. Vernadsky, Jorge. (1953). Una historia de Rusia, vol. 3: Los mongoles y Rusia. New Haven, CT: Prensa de la Universidad de Yale.

lunes, 12 de junio de 2023

Roma: La batalla por Esparta

La batalla de Esparta

Weapons and Warfare






Los tres asaltos principales de Flamininus.

Durante cuatro días las fuerzas contrarias se limitaron a escaramuzas frente a las murallas. Cuando en algún momento los espartanos intentaron enfrentarse a los romanos en un combate adecuado, fueron fácilmente derrotados y puestos en fuga. Dado que las murallas de la ciudad todavía tenían brechas en varios lugares, algunos de los romanos atrapados en la persecución de los espartanos derrotados lograron penetrar brevemente en la ciudad. Este hecho no escapó a la atención de Flaminus quien decidió, antes de comenzar un asedio regular de la ciudad, intentar capturarla por asalto. El procónsul romano cabalgó con su bastón a lo largo de las fortificaciones de Esparta en un esfuerzo por identificar sus puntos débiles. Nabis no había tenido tiempo de fortificar completamente la ciudad. El muro protegía sólo los puntos más vulnerables, donde el suelo era llano y transitable. En las colinas y en otras áreas inaccesibles o accidentadas,

La mayor ventaja de Flaminius era su superioridad numérica. Trató de beneficiarse tanto como pudo concentrando todas sus fuerzas alrededor de Esparta. Para aumentar aún más el número de su ejército, convocó a Esparta incluso al personal de sus fuerzas navales en Gytheion. Su ejército ahora contaba con 50.000 hombres. El hecho de que no todos estos hombres fueran del mismo calibre que la infantería romana no inhibió en lo más mínimo la eficacia del plan de Flamininus. Lo que más necesitaba, y se lo proporcionaron, era una finta para sus legiones. Sus fuerzas se desarrollaron alrededor del circuito de la ciudad. Su objetivo era atacar en varios lugares simultáneamente, para confundir a los defensores y obligarlos a dispersar sus fuerzas. De esta manera desviaría su atención de los puntos donde ocurriría el ataque principal,

Las legiones romanas dirigieron su ataque principal a las tres áreas sin murallas del sur de la ciudad: Diktynnaion, Eptagoniai y Phoebaion. Fue allí donde los romanos intentarían penetrar las defensas.

Cuando se dio la señal, las fuerzas atacantes se lanzaron simultáneamente contra la ciudad desde todas las direcciones. La presión fue tan fuerte e implacable que los defensores casi llegaron al final de su cuerda. Nabis recibía constantemente súplicas agonizantes de ayuda de varias áreas de la ciudad que estaban en peligro. Siempre que era posible, enviaba ayuda, mientras él mismo se apresuraba a los puntos que estaban bajo mayor presión. Pero la tensión de una batalla tan intensa resultó demasiado para sus nervios, hasta el punto en que perdió el control de la situación. A medida que la batalla llegaba a su punto máximo en medio de la confusión general, Nabis quedó paralizado y "no pudo ordenar lo que era apropiado ni escuchar los informes, y no solo perdió su poder de juicio, sino que casi se quedó sin razón".

La lucha alcanzó su máxima intensidad en las tres áreas donde Flaminius había dirigido su ataque principal. En Diktynnaion, Eptagoniai y Phoebaion, los defensores rechazaron inicialmente los ataques enemigos. El avance de las legiones romanas se vio frenado por la concentración de tan gran número de tropas en un espacio limitado. Sin embargo, este espacio limitado también creó problemas para los espartanos. Redujo drásticamente la efectividad de las jabalinas que lanzaban a su enemigo, ya que había muy poco espacio para que corrieran y acumularan impulso antes de lanzarlas. Esto facilitó a los romanos defenderse con sus grandes escudos.

Eventualmente, las tropas romanas líderes lograron atravesar las áreas sin muros y acercarse a las primeras casas de la ciudad. Allí se encontraron en desventaja, ya que también fueron atacados desde arriba por los espartanos. Los defensores resistieron tenazmente, incluso quitando y arrojando tejas de los techos de sus casas a los invasores, mientras los que aún controlaban los cerros cercanos intentaban atacar los flancos más expuestos del enemigo. En ese momento, la infantería romana mostró sus magníficas cualidades. Reaccionando con calma y disciplina ejemplar, los romanos '...sostenían sus escudos por encima de sus cabezas y los ajustaban tan juntos que no quedaba espacio para disparos al azar o incluso para la inserción de una jabalina de cerca, y habiendo formado su testudo ellos forzado su camino hacia adelante '.

Mientras la lucha se limitó a los pasajes estrechos, los espartanos pudieron defenderse de los romanos, que no pudieron desplegar completamente sus fuerzas y explotar su superioridad numérica. Pero cuando los romanos consiguieron trasladarse a las vías más anchas ya los espacios abiertos de la ciudad, fue imposible contenerlos. Algunos de los defensores se retiraron en busca de cobertura y protección, mientras que otros huyeron de la ciudad sembrando el pánico. Cuando los romanos asaltaron la ciudad, la mayoría pensó que Esparta había perecido. Incluso el propio Nabis "temblando como si la ciudad hubiera sido tomada, miró a su alrededor en busca de una forma de escapar". Pero contra todo pronóstico, Esparta no cayó. Sin embargo, no fue el rey espartano, sino el argivo Pitágoras quien estuvo a la altura del desafío. Demostrando el coraje y la determinación de un líder verdaderamente grande en ese momento crítico, tomó la iniciativa y salvó la ciudad: ordenó incendiar todas las casas situadas cerca de los huecos de la muralla por donde entraba el enemigo. Densas nubes de humo se extendieron entonces por toda la ciudad, creando una atmósfera sofocante. Sin visibilidad y en medio del caos, los invasores ya no pudieron mantener su cohesión. La situación empeoró aún más cuando partes de los techos en llamas comenzaron a caer sobre ellos mientras se derrumbaban. El ejército romano fue partido en dos. El fuego impidió no sólo la retirada de los que habían penetrado los muros, sino también el avance de las fuerzas que permanecían fuera de los muros. Teniendo en cuenta la situación, Flamininus se dio cuenta de que el ataque no podía continuar. La victoria se había deslizado literalmente entre sus manos. Incapaz de hacer otra cosa, ordenó a regañadientes una retirada general. Esparta se había salvado.

Pero esta victoria fue sólo temporal. Durante los siguientes tres días, Flamininus continuó desgastando a los defensores de la ciudad semidestruida, "a veces acosándolos con asaltos, a veces bloqueando los espacios abiertos con obras de asedio para que no quedara ninguna vía de escape". Al darse cuenta de que la resistencia continua resultaría en la aniquilación, Nabis decidió capitular. Esta vez envió a Pitágoras a negociar con Flamininus para poner fin a las hostilidades. Según Tito Livio, inicialmente Flamininus lo despidió de su campamento con desdén, y Pitágoras se vio obligado a arrodillarse y rogar al general romano que se dignara a escucharlo. Sin embargo, Livio continúa afirmando que, si bien Pitágoras le ofreció a Flaminino la rendición incondicional de la ciudad, al final las negociaciones terminaron en una tregua en los mismos términos que los espartanos habían rechazado inicialmente. Este giro inesperado, que ciertamente no puede atribuirse simplemente a la habilidad diplomática de Pitágoras, es notable. El propio Flamininus afirmó que simplemente mostró magnanimidad, "cuando vio que la destrucción del tirano involucraría al resto de los espartanos también en un grave desastre". Pero es obvio que la actitud indulgente del procónsul romano hacia Nabis y su régimen se debió menos a su cacareado amor por los griegos y más a la realpolitik ejercida por Roma. Lo que más preocupaba a Flamininus era que, potencialmente, un debilitamiento total de Esparta llevaría a la Liga Aquea a dominar el Peloponeso con consecuencias impredecibles para las relaciones entre la Liga y Roma. En cambio, mientras persistiera la amenaza de Esparta, la Liga Aquea seguiría dependiendo de Roma y sería un aliado fiel. que ciertamente no puede atribuirse simplemente a la habilidad diplomática de Pitágoras, es notable. El propio Flamininus afirmó que simplemente mostró magnanimidad, "cuando vio que la destrucción del tirano involucraría al resto de los espartanos también en un grave desastre". Pero es obvio que la actitud indulgente del procónsul romano hacia Nabis y su régimen se debió menos a su cacareado amor por los griegos y más a la realpolitik ejercida por Roma. Lo que más preocupaba a Flamininus era que, potencialmente, un debilitamiento total de Esparta llevaría a la Liga Aquea a dominar el Peloponeso con consecuencias impredecibles para las relaciones entre la Liga y Roma. En cambio, mientras persistiera la amenaza de Esparta, la Liga Aquea seguiría dependiendo de Roma y sería un aliado fiel. que ciertamente no puede atribuirse simplemente a la habilidad diplomática de Pitágoras, es notable. El propio Flamininus afirmó que simplemente mostró magnanimidad, "cuando vio que la destrucción del tirano involucraría al resto de los espartanos también en un grave desastre". Pero es obvio que la actitud indulgente del procónsul romano hacia Nabis y su régimen se debió menos a su cacareado amor por los griegos y más a la realpolitik ejercida por Roma. 

Después de este acuerdo, Flamininus se dirigió a Argos para asistir al festival de Nemea y aceptar los honores de los oligarcas de la ciudad, que mientras tanto habían llegado al poder. Flamininus también fue honrado en otras ciudades, como Gytheion, donde los ciudadanos erigieron una estatua en su honor. Sin embargo, sus aliados no mostraron el mismo entusiasmo. Cuando se anunció la noticia de la liberación de Argos en la asamblea aquea, la alegría general se vio atenuada por el hecho de que Nabis no había sido destituido del poder. Los aitolios, que buscaban una excusa para romper su alianza con los romanos, llevaron su resentimiento aún más lejos. En todas sus reuniones rompieron provocativamente el tratado en pedazos y declararon que 'el ejército romano se había convertido en el agente listo del despotismo de Nabis'. A pesar de estas reacciones de mala gana de los aqueos y los aitolios,