viernes, 29 de marzo de 2024

Argentina: No, el primer "presidente" no fue boliviano

 

Mentiritas bolivianas: el primer presidente argentino




Bernardino Rivadavia, primer presidente argentino

Todos sabemos que los nacionalismos suelen exacerbar los ánimos y que en algunas ocasiones pueden llevar a situaciones extremas.
En América Latina rayan lo bizarro y por lo general, conducen a sus acólitos al delirio y el ridículo, de ahí dislates como nuestro “Argentina es la heredera del Virreinato del Río de la Plata”, “Ejército vencedor jamás vencido” que enarbolan los chilenos (solo basta mencionar Rancagua para desmentirlo) y “O mais grande do mundo” de nuestros hermanos brasileros.
Los bolivianos tienen también sus eslogans, uno de los cuales nos toca directamente ya que, según la creencia popular, el primer presidente argentino era oriundo de aquel país.
La primera vez que escuché eso fue en mi luna de miel, cuando después de recorrer Lima y atravesar Perú de una punta a la otra, ingresamos con mi esposa en territorio boliviano, pasando de Copacabana a La Paz y de ahí a Laja y la maravillosa Tiahuanaco.
A poco de llegar a Cochabamba, se nos ocurrió hacer un paseo por la ciudad y así fue como recalamos en un museo, donde un joven guía ofrecía sus servicios a un grupo de turistas.
Deseosos de conocer las tradiciones de tan maravilloso lugar, nos incorporamos al "tour" y recorrimos las instalaciones escuchando la interesante exposición. El paseo habría resultado perfecto de no ser porque, sobre el final, el mencionado experto cerró su itinerario con una frase que nos dejó en extremo confundidos.

-Porque entre los personajes históricos que nacieron en suelo boliviano – dijo el guía con absoluta seguridad - se encuentra el primer presidente argentino.

Con mi esposa nos miramos extrañados, pensando que habíamos escuchado mal.

-¿Dijo que el primer presidente argentino era boliviano? – pregunté por lo bajo.

Y cuando ella respondió afirmativamente, decidí intervenir.

-Disculpe señor - dije - somos de Buenos Aires. Me parece que se ha confundido. El primer presidente argentino no fue boliviano. Fue el porteño Bernardino Rivadavia.

El individuo pareció acusar el golpe pero no dijo nada. Solo frunció el ceño y siguió hablando con una señora que le había hecho una pregunta, como si no me hubiera escuchado. Por prudencia y para no hacerle pasar un mal momento, opté por callar y abandonamos el museo, para seguir recorriendo tan interesante ciudad.
Muchos años después, me encontraba en mi Buenos Aires natal, haciendo zapping con el control remoto, cuando di con uno de esos patéticos programas que dicen hacer periodismo de investigación pero que solo practican el sensacionalismo y la prensa amarilla, enviando a algún idiota a recorrer la noche porteña para mostrar su promiscuidad y sus bajezas a través de reportajes a gente drogada, borrachos, ladrones, cirujas, prostitutas e indigentes en general.





25 de mayo de 1810. "¡El pueblo quiere saber de qué se trata!"

En esa oportunidad, el “periodista” en cuestión interrogaba a un boliviano borracho al que una patota le había propinado una terrible golpiza en la zona de Ciudadela. Entre las incongruencias que el individuo dijo, alcancé a escuchar algo parecido a: “¿Así nos tratan a los bolivianos cuando les dimos a su primer presidente?”.
“Esto es serio -pensé para mis adentros- es evidente que esta gente cree que nuestra primera autoridad fue uno de los suyos". Y como hay flotando en la red alguno que otro blog que así lo asegura, decidí escribir esta nota.
¿A que se refieren los bolivianos cuando dicen que nuestra primera autoridad patria nació en su país? Pues nada más y nada menos que a Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta de Gobierno en 1810, primer jefe del Regimiento de Patricios, presidente de la Junta Grande, gran patriota y personaje amado por los argentinos.
Saavedra nació en Otuyo, corregimiento de Potosí, el 15 de septiembre de 1759 y a los siete años de edad pasó con su familia a Buenos Aires.



Cornelio Saavedra

¿Y porqué dicen en Bolivia que el bueno de don Cornelio fue el primer presidente argentino? Porque el 25 de mayo de 1810, el Cabildo Abierto celebrado en Buenos Aires lo designó para encabezar la célebre Primera Junta de la que nos hablan los manuales escolares y los libros de historia. Lo que omiten decir es que no se trató del primer gobierno patrio sino de un consejo que pretendía emular a las juntas de Sevilla y Cádiz, con el fin de regir los destinos del imperio español en esta parte del mundo, mientras la península ibérica permaneciese ocupada por el ejército de Napoleón.
Esa Primera Junta juró fidelidad al rey de España, reconociendo su soberanía y autoridad sobre estas tierras, razón por la cual, no se la puede considerar el primer gobierno argentino ya que, lo recalcamos, mantuvo su fidelidad al soberano y a la Metrópoli.
Pero todavía hay más ya que Saavedra ni siquiera fue el primer presidente de ese organismo sino el segundo, puesto que el 24 de mayo de 1810, el Cabildo nombró una junta de gobierno a cuyo frente puso al depuesto virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien estuvo secundado por Juan José Paso como secretario y Juan M. Solá, José Santos Incháurregui y Juan José Castelli en calidad de vocales. Los cinco funcionarios llegaron a prestar juramento y tras ser reconocidos por los mandos militares, procedieron a redactar un Reglamento.
Como los criollos no querían saber nada con el antiguo virrey nombrado por la Junta de Sevilla (a la que pretendían emular), convocaron un nuevo cabildo abierto y exigieron su renuncia, que fue presentada al día siguiente, designándose entonces a las nuevas autoridades presididas por Saavedra.


Baltasar Hidalgo de Cisneros

El primer presidente argentino fue Bernardino Rivadavia (de ahí que al sillón de nuestros primeros mandatarios se lo designe como tal), aunque en realidad lo fue de las Provincias Unidas del Río de 
la Plata, una entidad que no comprendía la totalidad del territorio nacional, quien fue nombrado el 8 de febrero de 1826 y se mantuvo en esas funciones hasta el 27 de junio del año siguiente, cuando lo sucedió Vicente López y Planes, el autor de nuestro Himno patrio.
El general Justo José de Urquiza fue presidente de la Confederación Argentina entre el 5 de marzo de 1854 y el 5 de marzo de 1860, fecha en la que fue sucedido por Santiago Derqui. Pero por entonces, Buenos Aires era un estado aparte que no reconocía su autoridad y por consiguiente, el país se hallaba fragmentado.
El primer presidente de la Nación Argentina fue el general Bartolomé Mitre, que se hizo del poder después de imponerse sobre Urquiza en la batalla de Pavón, unificando nuestra tierra y dando comienzo a un nuevo ciclo de la historia nacional. Sus partidarios sostienen con vehemencia que fue el artífice del Proceso de Organización Nacional; sus detractores, que fue un genocida que martirizó a los pueblos y puso en práctica una política supremacista con la que intentó subyugar a las naciones vecinas y a las provincias del interior en beneficio de Buenos Aires.
Lo de Cornelio Saavedra como “primer presidente argentino” no es más que una expresión de deseo, una simple fábula inventada por nacionalistas bolivianos para elevar su ego, que no desmerece en absoluto su figura ni sus grandes iniciativas.



El Sillón Presidencial lleva el nombre de Bernardino Rivadavia






Gral. Justo José de Urquiza, primer presidente de la Confederación Argentina (1854-1860)




Bartolomé Mitre, primer presidente de la Nación (1862-1868)



lunes, 25 de marzo de 2024

Granaderos a caballo: La caballería de marina

Caballería de Marina





Ya el Ejército de los Andes, había subido los inmensos montes, descendido del lado chileno, y derrotado a las tropas del Rey en "Chacabuco", el 12 de febrero de 1817.
El avance patriota es imparable y el 20 de febrero Valparaíso cae en poder de los insurgentes.
Sin embargo, algunos buques que se hallaban en alta mar desconocían el cambio político que había acontecido en las costas chilenas. Es así que el día 22 arriba al puerto porteño (la ciudad de Valparaíso utiliza el mismo gentilicio que la ciudad de Buenos Aires) un bergantín-transporte llamado "Águila". Ya es noche cerrada, por eso sus tripulantes no desembarcan, y quedan sin enterarse que el puerto estaba en manos de argentinos y chilenos.
Ver semejante presa anclada frente a sus narices, y no pretender capturarla, fue inspiración de un instante en la mente de los patriotas.
Se decide hacer un asalto nocturno. Y para eso se le encomienda a un muy joven Oficial de Granaderos que realice tal peligrosa tarea. Su nombre: Isidoro Suarez, el mismo Oficial que se cubrirá de Gloria en "Junín" y su famosa carga al frente de los Húsares, en 1824.
¡Apenas había cumplido los 18 años el 2 de enero de ese año!
Se embarca en un bote, acompañado por 14 Granaderos a Caballo y siete marineros. Exactamente a la una de la mañana del 23 de febrero de 1817, inicia el asalto al bergantín.
Ochenta hombres del Rey guarnecían aquel barco, los cuales fueron tomados por absoluta sorpresa por aquel puñado de valientes, que inmediatamente dirigieron el buque bajo la protección de las baterías costeras. Cualquier intento de resistencia por parte de aquellos ochenta marinos españoles hubiese significado el cañoneo del navío. Rápidamente se rinden a aquel grupo de corajudos.
Semejante acto de arrojo le valió a aquel joven Alferez, Isidoro Suarez de apenas 18 años, el ascenso inmediato a Teniente.
Su Glorioso sable, ya estrenado en "Chacabuco" y refrendado en el Asalto al "Aguila", seguirá regalando hermosas Joyas Heroicas a la Corona de Gloria de la Nación Argentina.
Así, aquel puñado de Granaderos a Caballo, se convirtieron por un rato, en Caballería de Marina.
Fte. Revista "Caras y Caretas".

domingo, 24 de marzo de 2024

Argentina: Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, ¿el primer terrorista argentino?

El primer terrorista moderno de Argentina

Journal of the History of Ideas

Por el escritor colaborador Craig Johnson


Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, el líder de la primera organización terrorista moderna de Argentina, era un desertor del seminario frágil, de cabello oscuro y rostro alargado, rara vez se lo veía sin sus gruesos anteojos negros. El poder y la ideología de derecha eran hereditarios en su familia. Su padre era Alberto Ezcurra Medrano, un importante jurista conservador, que en la década de 1930 era un amigo personal cercano del fascista embajador español en Argentina. Su abuelo paterno fue el dictador general Uriburu, cuyo golpe de principios del siglo XX intentó rehacer la nación en un estado católico y fascista. A través de su madre, Ezcurra era descendiente del caudillo argentino más importante e influyente del siglo XIX, Juan Manuel de Rosas, quien exigía que todos en Buenos Aires usaran insignias con la bandera roja de su facción y exhibieran sus retratos en la iglesia junto al púlpito.
Ezcurra era acomodado y tenía acceso a las más altas esferas de la política y el poder argentino. Pero a los veinte años se encontró con un fracaso. Tras verse obligado a abandonar el seminario jesuita por su “personalidad introvertida y conflictiva”, se dedicó a trabajos administrativos menores e insatisfactorios en su casa de Buenos Aires. Allí, pasó a la división juvenil de la principal organización política de derecha de Argentina, la Alianza de Libertadora Nacionalista. Pero no se quedó mucho tiempo. Una noche de 1957 él y sus disolutos amigos de la élite estaban bebiendo en el popular bar de moda La Perla del Once, y, descontentos con el tibio fervor de la Alianza de Libertadora Nacionalista, decidieron crear una nueva organización: Tacuara, un cuchillo atado a un bastón, la lanza improvisada con la que los campesinos argentinos habían luchado contra los ingleses cuando invadieron Argentina en 1806.
Tacuara pronto se convertiría en la primera organización guerrillera y militante importante de Argentina desde la Segunda Guerra Mundial. Su símbolo iba a ser la Cruz de Malta de los Caballeros Hospitalarios cruzados. En su apogeo, en 1962-63, Tacuara contaba con miles de miembros, repartidos por toda Argentina, desde Córdoba hasta Rosario y La Plata, y en la mayoría de las principales universidades y escuelas secundarias del país. Con estos hombres Tacuara emprendió una campaña de violencia y propaganda.

Ezcurra, de pie y hablando en el podio, junto a otros integrantes de Tacuara


En 1960, Adolf Eichman , un funcionario nazi que se había escondido en Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, fue secuestrado por el Mossad en su casa en los suburbios de Buenos Aires y llevado a Israel, juzgado por crímenes de guerra y ejecutado. En respuesta, los tacuaristas pintaron las calles de Buenos Aires con esvásticas negras y lemas brutales: Viva Eichman ; En el futuro no habrá hornos suficientes para los judíos. Atacaron constantemente a los enemigos perennes de la derecha latinoamericana en general: los ingleses, la Unión Soviética y la memoria de la Revolución Francesa. Los graffitis incluso apuntaban a enemigos de los siglos XVIII y XIX, como la Liga Masónica. Lanzaron ladrillos contra las ventanas de políticos, empresarios y funcionarios gubernamentales. La oficina del cónsul británico en Argentina, Sr. Puleston, fue bombardeada con alquitrán y llena de folletos denunciando la ocupación de las Malvinas por el Reino Unido. Aunque no se sabe que el propio Ezcurra haya participado en estos actos, los respaldó y defendió en entrevistas periodísticas y discursos públicos, llamando a más patriotas argentinos a luchar contra la larga lista de enemigos de la nación.


Imagen de graffiti de Tacuara en alquitrán: “Frondizi (entonces presidente de Argentina), Lacayo judío ¡Viva Eichman! ¡Unete!


Ezcurra y los tacuaristas no se limitaron a utilizar consignas y piedras para hacer oír su mensaje. En 1960, un grupo de tacuaristas invadió el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, gritando consignas, rompiendo ventanas y disparando contra la organización estudiantil rival. Tacuaristas asaltaron una manifestación pacífica del Partido Socialdemócrata en Miramar, estrellando un Ford contra la multitud de manifestantes que gritaban “¡Viva Perón! ¡Viva Franco! ¡Viva el Nacionalismo!” Dispararon contra los estudiantes que huían. Un estudiante fue estrellado contra un árbol. Una docena de tacuaristas se pelearon una vez con cien boycouts judíos en la playa; la pelea resultante tuvo que ser dispersada por la policía. Decenas de personas resultaron heridas.
Tacuaristas y Ezcurra tenían un propósito detrás de su violencia. Eran ideólogos, concedían entrevistas a los medios, escribían panfletos y declaraciones, se acercaban a aliados y enemigos políticos y negociaban con el gobierno para proteger a los miembros de la organización. Su violencia tenía un propósito ideológico, nacionalizador y vigorizante: defendía a la nación de sus enemigos; construyó nuevos hombres católicos, curtidos en la batalla; consolidó la preeminencia de la identidad católica y española de Argentina frente a la alternativa occidental modernizadora. Detrás de cada uno de sus objetivos, justificando cada movimiento táctico, había siglos de pensamiento contrarrevolucionario, católico conservador y fascista. El boletín de Tacuara, que Ezcurra editó y escribió, llegó incluso a publicar listas de lectura llenas de textos difíciles en varios idiomas: desde Jacques Maritain hasta Tomás de Aquino (en el latín original, por supuesto), y un tratado sobre la historia del protestantismo. en España a partir del siglo XVI. Los tacuaristas no eran hombres de la calle sin educación sino, como Ezcurra, miembros descontentos de la alta sociedad, las estrellas fugaces de familias en decadencia. Su matonería se equilibraba con su aceptación de la teoría cultural conservadora y la teología escolástica.
Con el tiempo, el grupo de jóvenes de Ezcurra se desintegró en varios grupos disidentes, de la misma manera que Tacuara se había separado originalmente de su organización matriz. Algunos se mantuvieron fieles a los principios originales de la derecha radical de la organización, pero otros se volvieron trotskistas; incluso se dice que uno de sus líderes viajó a Vietnam para luchar contra los imperialistas estadounidenses. Estas traiciones fueron duras para Ezcurra, quien continuó dirigiendo la rama principal de Tacuara hasta finales de la década de 1960, después de lo cual regresó al seminario en Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, y abandonó para siempre el corazón de la civilización y el poder argentinos.
Tras ser ordenado sacerdote secular Ezcurra cumplió diversos oficios en la Iglesia hasta recalar finalmente en San Rafael, una pequeña ciudad en la seca y lejana provincia de Mendoza, donde fue párroco y adscrito al Seminario Mayor local, educando a las futuras generaciones de clérigos. Allí llevó su vida relativamente desconectado del mundo político en el que había influenciado durante su juventud, realizando los ritos de su cargo, desarrollando programas de estudio y dando conferencias en el seminario a jóvenes estudiosos sentados.

Ezcurra como sacerdote


Por el contrario, las vidas de la mayoría de los argentinos se habían vuelto mucho más peligrosas y mortales en estos años debido en gran parte a la influencia desestabilizadora de Tacuara. Después de oscilar entre gobiernos civiles y militares desde mediados de los años cincuenta hasta mediados de los setenta, en 1976 el gobierno peronista fue derrocado por un golpe militar que marcó el comienzo de un período conocido como “la Guerra Sucia”, en el que decenas de miles de argentinos sospecharon o acusaron de participación en la política de izquierda fueron asesinados por el gobierno militar de extrema derecha del país y sus aliados paramilitares. Ezcurra era un partidario abierto del gobierno militar, que veía como la culminación de la lucha contra la izquierda marxista y secular. La Iglesia tenía una relación compleja con el gobierno militar, con algunos sacerdotes fervientemente a favor de la limpieza política nacional y otros en una oposición relativamente silenciosa, como el hombre que más tarde se convertiría en el Papa católico Francisco I, que en ese momento era superior provincial. de los jesuitas en Argentina.
Ezcurra murió pacíficamente en San Rafael a principios de la década de 1990, lo que provocó un pequeño florecimiento de elogios y declaraciones de dolor y pérdida por parte de las organizaciones de derecha que todavía buscan inspiración en su Tacuara. Los nacionalistas argentinos han dedicado libros, ciclos de conferencias, homenajes en YouTube , cortometrajes e incluso un webcomic a su legado, y particularmente a Ezcurra, leal a su política nacionalista, católica y de derecha hasta el final.


Webcomic, Ezcurra (gafas) hablando con otro fundador de Tacuara, José Baxter (fumando).


Ezcurra era un reaccionario consumado que creía que sólo la mejor clase de personas debía gobernar, y que él y sus compañeros de élite oprimidos debían formar el centro de un orden político que se remontaba a la Edad Media, antes de la Reforma Protestante, antes del surgimiento de capitalistas y hombres de negocios, antes del gobierno de las masas, cuando los portadores de la autoridad natural y divina gobernaban como reyes y clérigos. Y, sin embargo, en otro sentido, esta historia es tan moderna como parece: un joven, con mala suerte, que se une a amigos para intentar cambiar el mundo de acuerdo con su visión del futuro. Esta tensión, entre la afirmación de Ezcurra de creer sólo en la tradición y la antigua y natural forma de hacer las cosas, y sus métodos y tácticas modernas, atraviesa todas las demás organizaciones de extrema derecha, desde Acción Francoise hasta el Partido Nazi y la extrema derecha de hoy. Este matrimonio inestable entre reaccionario y revolucionario es lo que hace que la política fascista y de extrema derecha sea tan volátil: captura las mentes y los cuerpos de hombres jóvenes, como Ezcurra, y exige que construyan un mundo nuevo a imagen del pasado con las armas. del presente.
Craig Johnson es un doctorado. Candidato en Historia por la Universidad de California Berkeley, y Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Chicago (2011). Su principal interés es el Cono Sur de mediados a finales del siglo XX, principalmente Argentina y Chile, y la confluencia de religión y política. La investigación actual de Craig analiza por qué y cómo la derecha de América Latina se involucró con una esfera católica más amplia, y cómo esto debería informar nuestra comprensión de la política de derecha y el lugar disputado de la religión en el mundo moderno.


sábado, 23 de marzo de 2024

Argentina: Roca y Mitre juntos en 1900

El general Julio Argentino Roca, presidente de la Nación, Norberto Quirno Costa, vicepresidente, y el general Bartolomé Mitre se fotografían junto a Manuel Campos Sales, presidente del Brasil, y el diputado brasileño Correia a bordo del acorazado “Riachuelo” en el Puerto de Buenos Aires, antes que la delegación brasileña retornará a su país, 1 de noviembre de 1900.