miércoles, 24 de octubre de 2018

Piratas: Black Bart, el puritano abstemio

Black Bart, el único abstemio conocido en el mundo de la piratería


Javier Sanz — Historias de la Historia



Bartholomew Roberts, también conocido como Black Bart, como muchos otros piratas nació en Gales, sin embargo poco más tenía en común con ellos. Tras servir como marino de un navío esclavista, se pasó a la tripulación de Howel Davis, el pirata que los capturó y del que heredaría su tripulación tras su muerte. Una vez convertido en capitán, empezó a distinguirse entre los de su calaña por su espíritu puritano. Era bien conocido, sobre todo, por no beber alcohol, solo té, y aunque intentó transmitir esta costumbre a sus compañeros de correrías, le fue imposible convirtiéndose en el único abstemio conocido del mundo de la piratería. Además, trataba con corrección a las mujeres y nunca forzó a ningún hombre a que se uniera a su tripulación.

Su carácter y su forma de pensar, claros derivados del puritanismo, no encajaban con su forma de vida ostentosa y lujosa. Era amante de las telas caras, la pedrería, las flores, las plumas y las sedas, así como de las armas trabajadas y relucientes. Por ello no es de extrañar que cuando, entre los tesoros de una presa, se encontró una gran cruz de diamantes destinada al rey de Portugal, se la guardara para lucirla en las grandes ocasiones, como en grandes batallas. Sería en estas situaciones cuando aparecía en cubierta ataviado con sus mejores galas, luciendo la cruz y un enorme sombrero con plumas, incluso su último deseo, que fue respetado por su tripulación, fue que si moría en combate se le vistiera con sus ropajes favoritas y se arrojara su cuerpo el mar. Y así se hizo en febrero de 1722 frente a las costas de África Occidental, cuando su cuerpo se hundió vestido de púrpura y encajes.



Black Bart

Es indudable que su aspecto era más parecido al de un gentleman de la época que la de un pirata perseguido por las autoridades de diversos países y colonias. Fue por este motivo que, en el apogeo de su carrera, Roberts mandó confeccionar la bandera por la que se le identificaría. De fondo negro, en la bandera aparecía su figura armada con una espada y con cada uno de sus pies sobre una calavera, bajo las cuales se podían leer las letras A.B.H. y A.M.H., las siglas de “A Barbadian’s Head” y “A Martinican’s Head“, una referencia directa a los gobernadores de Barbados y Martinica que habían pretendido capturarle.



Pero por lo que realmente Roberts pasaría a la historia, si pasamos por alto el hecho de que se le atribuyen más de cuatrocientas capturas, es por el código de conducta que instauró en su tripulación, siendo este lo más parecido a unas leyes piratas. En este sentido, debemos tener en cuenta que no fue el único capitán en marcar unas normas internas, sin embargo las suyas fueron las más curiosas y populares, ya que además las hacía cumplir a rajatabla y estaban elaboradas desde su peculiar punto de vista de ver la vida, que chocaba diametralmente con su lema: “una vida corta y alegre” (al estilo de “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver” de James Dean). Escritas tras una deserción en masa en 1721, estas normas han llegado hasta el día de hoy gracias a la obra Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, publicada originalmente en 1724 con la firma del Capitán Charles Johnson:


I. Cada hombre tiene un voto en todos los asuntos que se traten. Todos tendrán acceso a las provisiones y licores, y podrán consumirlas a su antojo excepto que la escasez haga necesario su racionamiento por el bien de todos.

II. Todo hombre será llamado por turnos, según la lista, al reparto del botín independientemente de su participación y se le permitirá cambiarse de ropa para la ocasión. Si alguien defrauda al resto por valor mayor a un dólar de plata (real de a ocho español), será abandonado a su suerte en el mar como castigo. Si el robo fuese entre miembros de la tripulación, esta se contentará con cortar las orejas y la nariz al culpable y lo desembarcará en tierra, no en lugar deshabitado pero sí en algún sitio donde seguro encontrará adversidades.

III. Nadie jugará a las cartas o dados por dinero.

IV. Las luces y velas se apagarán a las 8 de la noche; si después de esa hora algún miembro de la tripulación quiere seguir bebiendo, podrá hacerlo solo en cubierta y sin luz.

V. Todos deben mantener sus armas, pistolas y sables limpios y listos para la acción.

VI. No se permiten niños ni mujeres a bordo. Si alguien subiese al barco a una mujer disfrazada, sufrirá la muerte.

VII. En batalla, la deserción será castigada con la muerte o el abandono a su suerte en una isla desierta.

VIII. No se permiten las peleas a bordo. Las disputas se resolverán en tierra, con la espada o a pistola, y será declarado vencedor el que haga la primera sangre.

IX. Si algún miembro de la tripulación perdiera una extremidad o quedara impedido, se le darán 800 dólares de plata del inventario común; por heridas menores, en proporción a su gravedad.

X. El capitán y su segundo recibirán dos partes del botín; el maestre, contramaestre y cañonero una parte y media, y el resto de los oficiales, una parte y un cuarto.

XI. Los músicos tendrán descanso el sábado pero no los otros seis días y noches, a no ser por concesión extraordinaria.

Colaboración de Francesc Marí Company

martes, 23 de octubre de 2018

SGM: HMS Victorious fue (clandestinamente) el USS Robin

Este portaaviones no existió

No hubo nunca un USS 'Robin'


Robert Beckhusen | War is Boring



USS Robin


Esta historia apareció originalmente el 22 de septiembre de 2015.

Una de las extrañas pequeñas historias de la Segunda Guerra Mundial involucra al portaaviones USS Robin, que realmente no existía.

Había un portaaviones que los marineros llamaron Robin. Él y sus marineros estaban bajo el mando de la Marina de EE. UU., participaron en batallas estadounidenses y lanzaron aviones de los EE. UU. con pilotos estadounidenses. Ciertamente era un portaaviones, para no ser confundida con otro USS Robin, un dragaminas.

Pero el portaaviones Robin, en general, fue una ilusión.

Entonces, ¿qué estaba pasando? Resulta que Robin fue el producto de la desesperación de la Marina en el teatro del Pacífico durante los meses tumultuosos de finales de 1942 y principios de 1943. Robin era en realidad el nombre en código HMS Victorious, un portaaviones británico de clase Illustrious arrendado a los Estados Unidos.

En ese momento, Estados Unidos necesitaba todos los portaaviones que pudiera obtener.

"Los portaaviones llegaron al punto del desarrollo tecnológico que dieron ... una opción de extensión de rango que no estaba disponible para una flota de acorazados", escribió el historiador Francis Pike en su reciente y exhaustivo libro Guerra de Hirohito.

"Con una abrumadora superioridad en términos de número de transportistas, calidad de aviones y, sobre todo, excelentes aviadores, liderados y entrenados brillantemente, Japón necesitaba traer a la Marina del Pacífico de Estados Unidos a la batalla lo antes posible".

Diciembre de 1942 fue uno de los puntos bajos de América. Fue un año después de Pearl Harbor y la flota japonesa aún no había sido aplastada. En el Pacífico Sur, la Armada tenía un portaaviones en pleno funcionamiento, el USS Saratoga. Los aviones y destructores japoneses enviaron al portaaviones USS Hornet al fondo en octubre. El USS Enterprise estaba muy maltratado.

Las tropas del ejército y los marines acababan de expulsar a las últimas tropas japonesas de Guadalcanal, el comienzo de una campaña de salto de isla que eventualmente se extendería miles de kilómetros hacia el Pacífico occidental. Un nuevo asalto de portaaviones japonés podría revertir estas primeras y exiguas ganancias.

Fue entonces cuando el HMS Victorious vino a rescatar a la flota estadounidense.

Joseph Tremain, en un fascinante artículo para la revista Armchair General, describió la entrega victoriosa del Reino Unido a su transformación en Robin. El transportista llegó por primera vez para su reacondicionamiento en el astillero naval de Norfolk en enero de 1943.

Después del reacondicionamiento de Norfolk, los Victoriosos transitaron por el Canal de Panamá y llegaron a Pearl Harbor en marzo de 1943 para unirse al Grupo de Batalla de Saratoga, Task Force 14. Entre marzo y mayo, los Victoriosos sufrieron modificaciones adicionales en Pearl para manejar específicamente las versiones estadounidenses del Grumman TBF Avenger (o British Avenger) y F4F Wildcat (Martlet británico). Para completar el cambio de imagen y la nueva apariencia, los Victorious abandonaron temporalmente su típico "esquema de camuflaje disruptivo de almirantazgo" del Atlántico Británico (patrones irregulares de tonos oscuros y claros) para el estándar estadounidense gris marino.

El 17 de mayo de 1943, el Victorioso, ahora con el nombre en código "Robin", junto con el USS Saratoga, llegó a las Islas Salomón como parte de la Task Force 36 comandado por el contraalmirante DeWitt Ramsey, USN. El Saratoga y el Victorioso se convertirían en el núcleo del Grupo de Tareas 36.3 bajo el Contraalmirante FP Sherman junto con el USS Carolina del Norte (BB-55), USS Massachusetts (BB-59), USS Indiana (BB-58), USS San Diego (CL -53), USS San Juan (CL-54), HMAS Australia (D84, un crucero pesado) y varios buques de escolta. La tripulación de su barco era británica, pero su tripulación y su tripulación eran estadounidenses. Nadie involucrado se hacía ilusiones de que los pilotos enemigos no la identificarían como la Victoriosa, por lo que orgullosamente voló con su British Jack durante todo el tiempo que estuvo con los Yankees, incluso cuando solo los yanquis estaban volando dentro y fuera de su cabina de vuelo.

Lee el resto de la historia.

domingo, 21 de octubre de 2018

Peronismo: El fascismo que tenemos dentro de la política argentina

Cómo el fascismo contaminó la cultura política argentina 

Aunque resulte una verdad insoportable, las ideas que configuran esta ideología son parte de la nuestra cultura política incluso desde antes del nacimiento del movimiento liderado por Mussolini


Por Ignacio Montes de Oca | Infobae






Benito Mussolini, durante un discurso en la ciudad de Roma

Aunque resulte una verdad insoportable, el fascismo es parte de la cultura política argentina desde hace más de un siglo. Sí, desde antes del nacimiento del movimiento político liderado por Benito Mussolini.

La persistencia de las ideas del Duce en la Argentina nunca recibió la atención debida, pese a que muchos sucesos dramáticos ocurridos desde la década de 1910 hasta el presente se relacionan directamente con la supervivencia de los postulados violentos y antidemocráticos que definen al fascismo.

Si se observan con mayor detenimiento esos hechos, sugestivamente, se descubre que algunos movimientos políticos argentinos se anticiparon en una década con sus propuestas y acciones a las que Mussolini pondría luego en práctica cuando irrumpió en la política italiana. Esos mismos grupos serían los que luego contribuirían a que el pensamiento del Duce sobreviviese y se volviera parte de la cultura política local tras la muerte de su creador en Italia, ocurrida el 28 de abril de 1945.

Esto significa que la llegada de las ideas del Duce a la Argentina no hizo otra cosa que organizar a las de las agrupaciones locales que ya se comportaban y pensaban en muchos aspectos como los primeros fascistas italianos. Es probable que esa identidad haya facilitado que luego los admiradores locales de Mussolini incorporasen el resto de sus consignas al llegar al poder con el golpe de Estado de 1930, y que volvieran a insistir en la instalación de un régimen corporativista criollo al dar un nuevo golpe en 1943.

Con la llegada del peronismo, la sociedad mostró su apoyo masivo a una adaptación local del proyecto político fascista. Juan Domingo Perón avanzó en su construcción inspirado en lo que había aprendido a admirar en su paso reciente por Italia. Su éxito electoral durante casi una década probó que la mayoría del pueblo coincidía con esa versión criolla del modelo fascista, aunque implicara rasgos tales como la persecución a los opositores, el control de la prensa disidente, un esquema verticalista de poder regido por un partido único encabezado por un líder infalible y la obsesión por adoctrinar a las multitudes desde la niñez hasta la tumba.

Sin embargo, aún hoy es frecuente el error de suponer que el fascismo argentino se acota al surgimiento y evolución del peronismo. De ese modo se deja fuera de consideración a muchos grupos ajenos al peronismo —e incluso enfrentados a él— cuya actividad fue abiertamente fascista antes y después de los períodos en que gobernó aquella corriente política. Es el caso de movimientos de probada inspiración fascista como la Alianza Libertadora Nacionalista, las falanges de Tacuara u otros grupos paramilitares que repetían las ideas y métodos violentos de los grupos de choque del Duce desde la década de 1960 en adelante.
 

Los hechos que demostraron más rotundamente la persistencia de una cultura fascista fueron los ataques terroristas contra la embajada de Israel en 1992 y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina-AMIA dos años después, que dejaron en conjunto un centenar de muertos y varios centenares de heridos. Los autores de los atentados contaron necesariamente con la ayuda de cómplices argentinos que comulgaban con sus principios políticos; además, se develaba una mayoría que toleraba que funcionarios argentinos interfirieran por años en la investigación judicial hasta hacer imposible tener una certeza sobre los nombres de los responsables.

Los atentados no fueron las únicas manifestaciones del fascismo criollo. Desde hace un siglo se vienen registrando constantes ataques instigados, tolerados o protagonizados por altos dirigentes políticos cuyos discursos están plagados de conceptos que calcan el autoritarismo europeo o que expresan abierta o sutilmente su deseo de imponer un Estado organizado sobre la base del modelo corporativista ideado por Mussolini.

La recurrencia de los mismos discursos habla de una sociedad en la que el fascismo es parte tan integrada del paisaje intelectual que pocas veces se nota su existencia; o, mejor dicho, recién se nota su presencia cuando los efectos de las medidas tomadas al calor de la cultura fascista conducen a reforzar el ambiente de intolerancia.

En muchos países de Occidente, el surgimiento de grupos neofascistas, como los supremacistas blancos en Estados Unidos, el partido Amanecer Dorado en Grecia o el Frente Nacional francés, es tratado como un hecho alarmante frente al cual se busca establecer políticas que pongan freno al accionar de estos grupos. En la Argentina, la respuesta ante un fenómeno similar siempre fue tibia e intermitente. Es así que los estudios sobre el fascismo argentino se enfrentan al tabú de una sociedad que no se considera a sí misma afín a esta ideología aunque, en los hechos, las prácticas y los discursos de esa inspiración puedan ser detectados de manera cotidiana.

Se trata entonces de develar cómo opera el fascismo en nuestra cultura y encontrar pruebas que muestren que la pregunta correcta no es "¿quiénes fueron los fascistas argentinos más notables?"; lo necesario es reformular esa pregunta para averiguar en qué grado está presente el fascismo en la cultura argentina, en cada individuo de su sociedad, y hasta qué punto influyó esa formación autoritaria en el escenario político hasta el presente.

En última instancia, saber el modo en que habita el fascismo en nuestra cultura nos permitirá evadir aquella costumbre tan arraigada y propia del autoritarismo de encontrar culpables para acusarlos públicamente, en lugar de asumir la responsabilidad colectiva por seguir siendo portadores de esas mismas ideas que condenamos.

Este texto forma parte del nuevo libro de Ignacio Montes de Oca, "El fascismo argentino" (Sudamericana).

Primera guerra ítalo-abisinia: Adwa destruye el sueño tano



Cómo un ejército etíope enseñó a los italianos invasores una lección


Por Nick Dall • OZY


Porque la batalla de Adwa demostró que el colonizador no siempre gana.


Mientras se libraba la batalla alrededor de ellos, los generales de los diversos ejércitos que se habían unido como una fuerza etíope unida bajo el combate dirigido por el emperador Menelik II. La emperatriz Taytu Betul, la esposa formidable de Menelik, no fue la excepción. No solo exhortó a los 5,000 hombres de su ejército personal a ser más valientes, sino que también movilizó a las aproximadamente 10,000 mujeres en el campamento para formar una cadena de suministro para transportar jarras de agua de un arroyo cercano a los sedientos guerreros de Etiopía.

La Batalla de Adwa, el 1 de marzo de 1896, envió ondas de choque alrededor del mundo ("El Papa está muy perturbado", informó The New York Times) y convirtió la narrativa del colonialismo en su cabeza. El ejército de Menelik mató a 3.000 soldados italianos, capturó a otros 1.900 como prisioneros de guerra y incautó aproximadamente 11.000 rifles, 4 millones de cartuchos y 56 cañones. La habilidad del emperador de reunir una fuerza de al menos 80,000, dice Raymond Jonas, autor de La batalla de Adwa: Victoria africana en la era del imperio, y de organizarlos y sostenerlos en una campaña de un mes de duración "no tiene precedentes en la África del siglo XIX". ”

Antes de la década de 1850, Etiopía e Italia ni siquiera existían, pero en las próximas décadas, cuando los jefes y los príncipes luchaban por el poder, las dos naciones comenzaron a tomar forma en la mente de sus habitantes. Cuando Italia llegó a África, un poco tarde para la fiesta, la mayoría de los despojos ya se habían repartido entre las potencias europeas más establecidas. Excepto, es decir, para Etiopía, geográficamente y culturalmente una perspectiva más difícil, que no fue reclamada en la lucha por África.

La victoria decisiva en Adwa afirmó la soberanía de Etiopía y mostró a africanos y europeos que la conquista colonial no era inevitable.

Los italianos fortificaron varias bases cerca del Mar Rojo y luego se aventuraron hacia el interior. "Tomando una página del libro británico de dominación colonial", escribe Theodore Vestal en La batalla de Adwa: Reflexiones sobre la histórica victoria de Etiopía contra el colonialismo europeo, "persiguieron una política de dividir y conquistar", proporcionando armas a los jefes hostiles a Yohannes. IV, el emperador de Etiopía hasta que fue asesinado en la batalla en 1889. Fue entonces cuando los italianos se movieron de inmediato para consolidar su posición al negociar con el nuevo emperador, Menelik II.

Menelik, de la región del sur, históricamente más débil de Etiopía, le debe mucho a su esposa, Taytu. Su matrimonio, dice Jonas, fue "una de las grandes uniones políticas de los tiempos modernos". Ella provenía de una familia adinerada del norte, que "agregaba equilibrio geográfico al boleto", y poseía una astuta mente política y una profunda desconfianza hacia los europeos. .

El Tratado de Wuchalé, firmado en italiano y amárico en mayo de 1889, proporcionó el pretexto para la batalla de Adwa. Bajo el tratado, los italianos recibieron grandes franjas de tierra a cambio de un considerable préstamo de dinero en efectivo, armas y municiones. "La pieza de resistencia para los italianos", escribe Vestal, fue la cláusula que obligó a Menelik a dirigir todos los asuntos exteriores a través de Italia. "La versión en amárico hizo que ese servicio fuera opcional para los italianos", señala Vestal. Algunos han argumentado que Menelik estaba al tanto de la discrepancia, considerándola como una ficción conveniente que proporcionaría ganancias a corto plazo (armas, dinero) antes de desenredarse de él.

Italia formó su primera colonia, Eritrea, en 1890; Dos años después, los italianos persuadieron a Gran Bretaña para que reconociera a toda Etiopía como una esfera de interés italiano. Sin embargo, todo se derrumbó en 1893, cuando Menelik denunció el tratado de Wuchalé y cualquier reclamación extranjera a sus dominios. Menelik pagó el préstamo "con tres veces el interés estipulado", señala Vestal, pero se quedó con las armas.

Italia respondió anexando pequeños territorios cerca de la frontera con Eritrea, enviando a decenas de miles de soldados y tratando de subvertir la base de poder de Menelik mediante acuerdos con líderes provinciales. Menelik, un "maestro del deporte del avance personal a través de la intriga", según Vestal, convenció a los gobernantes provinciales de que la amenaza italiana era tan grave que debían resistir como una fuerza unida en lugar de "tratar de explotarla para sus propios fines. ”

Unidos lo hicieron, devolviéndonos a la sangrienta batalla de Adwa. Taytu, como es lógico, propuso duros castigos para los prisioneros italianos: el desmembramiento, la castración y la ejecución estaban en su lista de deseos. Pero su marido adoptó una postura más estratégica, dice Jonas: "Se dio cuenta del considerable poder de negociación de los soldados" y lo utilizó para negociar un tratado que reconocía la independencia de Etiopía e incluía una considerable indemnización en efectivo de los italianos.

Con Taytu (y otros generales etíopes) instando a Menelik a consolidar su victoria avanzando hacia Eritrea y expulsando a los italianos del continente, Menelik una vez más tomó una respuesta más mesurada. Jonas sostiene que aquí también lo hizo bien: "Ya había hecho un trabajo increíble al mantener unido a su ejército a grandes distancias, pero es difícil decir si pudo haber logrado llegar hasta la costa", especialmente cuando hay más tropas Llegaría de Italia. De cualquier manera, la decisión de Menelik formalizó la división entre Etiopía y Eritrea.

La victoria decisiva en Adwa afirmó la soberanía de Etiopía y mostró a africanos y europeos que la conquista colonial no era inevitable. En Italia, estallaron protestas aisladas para denunciar la idea misma del colonialismo, pero se encontraron con un deseo más amplio de venganza. Finalmente, el gobierno italiano decidió aferrarse a Eritrea y jugar a ser mejores vecinos con Menelik. (Dicho esto, la vergüenza nacional de Italia por su derrota tuvo mucho que ver con la invasión de Etiopía por Mussolini cuatro décadas después).

Si bien Adwa continúa siendo una fuente de gran orgullo para Etiopía, no ha traído el tipo de prosperidad que Taytu y Menelik hubieran esperado. El país evadió la colonización, pero nunca ha alcanzado la democracia, y la política de federalismo étnico del gobierno actual es la antítesis de la visión de fortaleza de Menelik a través de la unidad.

Sin embargo, en los últimos meses, el fundador de la Etiopía moderna podría estar descansando más cómodamente en su adornado mausoleo: desde que asumió el cargo en abril, el Primer Ministro Abiy Ahmed ha despedido a funcionarios públicos corruptos, liberado a presos políticos y relaciones normalizadas con Eritrea.

sábado, 20 de octubre de 2018

Cuba: La odisea de Orestes Lorenzo

El piloto y se burló de los Castros





El 20 de marzo de 1991 despegaba de suelo cubano el mayor Orestes Lorenzo en un caza MiG-23, uno de los aviones más modernos de la Fuerza Aérea Cubana.

A toda velocidad y a baja altitud cruzó en menos de 10 minutos los 150 km que separan Cuba de los Estados Unidos. Como iba casi a ras de mar, ni los radares cubanos ni los norteamericanos advirtieron su presencia, por lo que pudo aterrizar sin problemas en la estación aeronaval de Boca Chica, en los Cayos de la Florida.

Orestes solicitó asilo en Norteamérica, y una vez superados los interrogatorios a los que fue sometido, recibió el estatus de refugiado político.

La deserción de Orestes Lorenzo fue una bofetada en la cara del régimen Castrista.
El mayor Lorenzo era uno de los pilotos de élite de la fuerza aerea. Veterano de la Guerra de Angola, había realizado dos estancias de entrenamiento en la Unión Sovietica. Fue durante la última de ellas, ya con la Perestroika de Gorbachov en marcha, cuando Orestes empezó a cuestionar el régimen comunista y su vida en Cuba. En la Unión Soviética se empezaba a destapar el colapso del sistema y soplaban vientos de libertad.



A su regreso empezó a planificar su deserción, con la esperanza de que una vez en Estados Unidos, su esposa Victoria y sus dos hijos pudieran reunirse con el.

Luego de fugarse en el avión y ya en calidad de refugiado, reclamó la salida de su familia de la isla, pero se topó con la negativa de Raúl Castro, en ese entonces Comandante de las Fuerzas Armadas.


Castro de ninguna manera permitiría salir de Cuba a la familia de un militar de élite que había traicionado la confianza depositada en él y había puesto en ridículo al régimen.



Orestes entonces recurrió a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, sin resultado alguno. Coincidiendo con la cumbre Iberoamericana celebrada en Madrid en 1992 con la presencia de Fidel Castro, realizó un acto de protesta encadenándose a las verjas del Parque del Retiro.

La Reina Sofía que guardaba una buena relacion personal con Castro, realizó gestiones personales para lograr la salida de su esposa y los dos niños de Cuba. Incluso el asunto llegó hasta el despacho de Mijail Gorbachov.

Todo aquello fue infructuoso. Raúl Castro, a través de su asistente personal le hizo llegar la respuesta a Victoria:

“Dígale a su marido, que si tuvo los cojones para llevarse un avión, que los tenga también para venir a buscarles personalmente…”

Orestes Lorenzo llegó al punto de publicar una carta abierta a Fidel Castro en el Wall Street Journal en la que ofrecía presentarse a juicio en Cuba si se permitía a la esposa y los niños viajar a Estados Unidos. Tampoco hubo respuesta.

Ante las escasas perspectivas de sus gestiones internacionales, la desesperación hizo presa en el ex militar cubano. Decidió entonces que si no tenía éxito de manera pública, iría el mismo a sacar a su familia.

Conocía los aviones rusos, pero tenía que entrenarse en modelos convencionales occidentales.


Consiguió la licencia de piloto deportivo en poco tiempo y con USD30,000 prestados por una organización humanitaria de exiliados cubanos, adquirió una vieja avioneta bimotor Cessna 310 en regla.

A través de un par de amigas mexicanas que viajaron a Cuba, hizo llegar secretamente a su familia la fecha, el lugar y la hora exacta donde debían esperarlo para el rescate que había puesto en marcha.

El día elegido fue el 19 de Diciembre a las cinco de la tarde. Despegó desde un pequeño aeroclub cercano a Miami, advirtiendo de que si no regresaba en el plazo de un par de horas, lo diesen por muerto.




Volando a muy baja altura (2 metros sobre el océano para evitar los radares), la nave se aproximó a la isla al atardecer, a la angosta carretera frente a la playa El Mamey, muy cerca de Varadero, a unos 150 kilometros al este de La Habana.



Mientras tanto su esposa y los niños que esperaban en la carretera según lo acordado, escucharon el ronroneo del motor y vieron el aparato.

Lo que Lorenzo no había previsto en su minucioso plan fue que a esa hora la carretera estaba transitada. El escenario no podía ser peor, porque en el tramo previsto para el aterrizaje coincidieron un auto, una rastra, un autobús con turistas y una gigantesca piedra en medio de la vía.

Balanceando las alas, el piloto casi rozó el techo del auto, tocó tierra y se detuvo a ocho metros del autobus con los turistas petrificados en sus asientos y con los ojos a punto de salírseles de las órbitas.

Casi dos años después de la separación, Lorenzo vio aparecer a su familia corriendo frente al avión. En la carrera, Alejandro, el menor de los niños, perdió un zapato.


Para evitar una tragedia con las hélices y preparar el despegue, giró el aparato en U y abrió la portezuela de la cabina. Todo en menos de un minuto.

Orestes logró despegar pero adentro del avión el miedo hacía su trabajo.

Vicky tenía la vista fija en el cielo temiendo que aparecieran los cazas cubanos. Rezaba. En un momento rodeó con los brazos a sus dos hijos y les tapó los oídos para que no oyeran si ocurría lo peor.

Los niños estaban asustados, confundidos, lloraban. Solamente cuando la aeronave traspasó el paralelo 24, límite del espacio aéreo de Cuba, la tensión aflojó un poco.

Casi una hora más tarde, la nave aterrizaba de vuelta en la Florida.

El revuelo mediático que causó la hazaña de Orestes fue tremendo, ya que por segunda vez había hecho quedar en ridículo al régimen castrista. En la primera rueda de prensa dijo:

“Díganle a Raúl Castro que le he tomado la palabra y he ido personalmente a recoger a mi familia”.

En la actualidad Orestes es un próspero empresario que maneja su propia constructora en Miami - Florida.



Teresa Quiñonez

viernes, 19 de octubre de 2018

Fuerte de Ensenada y la intervención franco-británica de 1846

La Ensenada y la Soberanía Nacional





 Fuerte Barragán

La Ensenada de Barragán tuvo ciertas características que resultaron de suma importancia a lo largo de su existencia. Su ubicación geográfica sobre las costas del Río de la Plata y la caleta que le sirvió como puerto natural. La proximidad de Buenos aires –centro político del nuevo virreinato- y una antigüedad considerable como asentamiento poblacional.

Todos estos factores al combinarse hicieron a la ciudad partícipe de muchos de los acontecimientos que luego serían decisivos. Hasta podría hablarse de un cierto paralelismo entre la historia general de la nación y la particular de nuestra comunidad. Así podríamos remontarnos hasta el primer proyecto de puerto y fortificación, por el entonces gobernador Bruno Mauricio de Zabala en 1730. La instalación efectiva de esas baterías (San Bruno, San José y Nueva), desde donde el comandante Francisco de Alzaibar resistió el ataque de los portugueses a principios de 1736, luego de un combate que duró más de doce horas. El 24 de Junio de 1806 se presenta ante nuestras costas una flota de guerra inglesa. Unas salvas disuasivas disparadas desde el fuerte (al mando del entonces Capitán de Navío Santiago de Liniers) hicieron que el desembarco se derivara hacia las playas de Quilmes. La segunda invasión inglesa se produjo efectivamente en la Ensenada y fue un ensenadense –un vecino desconocido- el que galopó las doce leguas hasta Buenos Aires, para dar aviso de la misma al Cabildo (24 de Julio de 1807).

Después, un 25 de enero de 1811, y desde el Arroyo “La Fama” partió una fragata inglesa que llevó al fogoso secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, al exilio y a la muerte. Como una ironía del destino, su antiguo adversario Cornelio Saavedra también estuvo desterrado en la Ensenada a principios de 1817.

Cerca de las costas ensenadenses pasaron las campañas navales de las luchas por la Independencia, de la guerra de corso (la expedición de Hipólito Bouchard partió de este puerto) y del conflicto con el Imperio del Brasil. Entonces se libró la heroica y desesperada batalla de Monte Santiago, entre una poderosa flota brasilera y la argentina al mando del almirante Guillermo Brown. Ello sucedió un 8 de Abril de 1827 y allí murió al comando del bergantín “Independencia” el intrépido Francisco Drumond.

Como puede verse, la participación de la Ensenada en las luchas por la independencia y la soberanía fue una constante a través de esos años iniciales de nuestra historia. Pero eso no fue todo…

Corría el año 1845 y las potencias hegemónicas de entonces (Inglaterra y Francia) se aprestaban a intervenir –una vez más- en las cuestiones del Plata. Los argumentos eran los de siempre, la defensa de la “Civilización”, el “Humanismo” y la “Libertad”, conceptos tan abstractos como útiles para esconder los verdaderos objetivos: La libre navegación de los ríos interiores y la consecuente penetración económica. Como siempre con inestimable colaboración de algunos compatriotas que priorizaban los negocios por sobre la patria.

Solo quedaba un obstáculo: El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores -don Juan Manuel de Rosas- no era hombre fácil de amedrentar. Además a los argentinos de la época no se los corría con la vaina, ni eran –como decía San Martín- simples empanadas que se podían comer con el solo esfuerzo de abrir la boca.

¡Habría que pelear!

No parece ser este el lugar apropiado ni la oportunidad para describir la intervención anglo-francesa, la campaña del Paraná de 1846 ni la defensa territorial por las fuerzas de la Confederación al mando del general Lucio N. Mansilla.



Cañón en la tronera del Fuerte Barragán

A grandes rasgos se puede citar el combate de “la Vuelta de Obligado (seguramente el más épico de todos) un 20 de Noviembre de 1845, los de “Acevedo” y “San Lorenzo”. El del “Quebracho”, allí un 4 de Junio de 1846 la flota invasora sufrió tan dura derrota que obligó a las potencias europeas a buscar un arreglo pacífico a la cuestión.

¿Y qué tienen que ver estos acontecimientos con la Ensenada? Veamos:

En la madrugada del 21 de Abril de 1846, los anglo-franceses intentan forzar el puerto con intenciones de desembarco. Fueron rechazados por las baterías costeras al mando del General Prudencio Ortiz de Rozas (hermano del gobernador y jefe del Regimiento Nº 6) entonces seis lanchas (tres inglesas y tres francesas) se infiltraron en el puerto y procedieron a abordar e incendiar algunos barcos neutrales.

Una partida de milicianos al mando del Coronel José María Pinedo (Comandante de la Batería Ensenada) repelió el ataque y ante sus tiros los invasores se retiraron en desorden. Después se dirigieron hacia Punta Lara –hostigados siempre por las partidas- para posteriormente hacerse a la vela río afuera.

Lo navíos atacados pertenecían al reino de Cerdeña, tres resultaron incendiados: la goleta “Fama Argentina”, el pailebote “Bella Rita” y la zumaca “Beatriz”. Los dos primeros se perdieron con su carga, el fuego de la “Beatriz” pudo ser dominado por la acción de los vecinos y el Juez de Paz, que era don Florencio Torres. También resultaron saqueadas las goletas “Los Amigos” y “Catalina”, así como el pailebote de los prácticos del río.

Se puede resaltar lo expresado por el Coronel Pinedo: “Que no podía menos que decirse que los vecinos de la Ensenada eran dignos de toda consideración porque todos ellos se presentaron a tomar armas indignados contra los titulados humanistas y civilizadores de incendios y robos, dándoles el verdadero y justo título que deben tener, el de piratas, pues ni los mismos piratas cometen las bajezas y latrocinios tan asquerosos que ejecutan los autotitulados pacificadores anglo-franceses”. Para redondear diciendo “Como no nos pueden dominar se desquitan incendiando” (Parte del 29 de Abril de 1846 al Capitán del puerto don Francisco Elía). El gobierno presentó una protesta diplomática dado que el puerto de la Ensenada no había sido declarado bloqueado y los buques atacados eran neutrales (sardos). Posteriormente promulgó un decreto que decía: “Constituyéndose en el deber de poner a salvo esta sociedad, no menos que propiedades neutrales y argentinas de tales incendios y depredaciones” para concluir: “Cualquier comandante, oficial o marinero inglés o francés que fuera tomado en cualquier puerto o río de la provincia, sacando violentamente los buques mercantes nacionales o extranjeros, bien para incendiarlos o saquearlos serán castigado como “incendiario” con la pena descripta por las leyes para estos criminales” (Decreto del 1º de Mayo de 1846).

Esto es todo lo que permite rescatar la crónica. El resto solo puede ser dejado a la imaginación o las suposiciones conjeturales. Pero resulta más que tentador el preguntarse:

¿Cómo habrá sido realmente esa jornada?

Puede pensarse que algún ensenadense regló el tiro de los cañones de la batería. Quizás otro ignoto vecino fue el que izó al tope del mástil la bandera Azul y Blanca de la Confederación.

¿Fue el mismo don Prudencio, el que con el clásico ¡Viva la Patria! diera inicio al fuego de artillería?

Posiblemente nunca sepamos con exactitud todo lo pasado, que como otros tantos acontecimientos cargarán con su cuota de misterio.

Pero más allá de la fría descripción de los hechos y fechas está la historia viva, que deriva –con el tiempo- en memoria colectiva de los pueblos. Ésta a veces se escribe y otras veces no, pero permanece vigente aún con estos misterios.

Solo resta una estrofa recordatoria de aquellas épocas heroicas:

¡Háblame del Fuerte y sus prohombres!
la batalla naval desesperada.
Cuando se era Nación entre naciones
y tronaba el cañón por la Ensenada.


Que así sea…

Autor: Adolfo R. Lupinucci

Revisionistas

jueves, 18 de octubre de 2018

Peronismo: La perra mandando

La innoble mujer del pueblo


Por Nicolás Márquez | Prensa Republicana
 



En verdad, poco se ha difundido sobre las andanzas de Eva antes de conocer a Perón, puesto que el mito sobre su persona se constituye fundamentalmente porque sus feligreses se encargaron siempre de contar su vida a partir de enero de 1944 (año del emblemático encuentro en el Luna Park), ignorando y omitiendo los costados poco presentables que la susodicha llevaba a cuestas en su escabroso prontuario personal.

Eva era la hija menor de Juana Ibarguren, quien como madre soltera tuvo cinco hijos, todos reconocidos por un caudillo conservador de Junín llamado Juan Duarte (quien operaba a las órdenes del gobernador Marcelino Ugarte): Blanca (1908), Elisa (1910), Juan Ramón (1914), Erminda (1916) y la iconográfica María Eva (el 7 de mayo 1919). De sus hermanas, una de ellas resultó maestra y otra empleada de correos, en tanto que el hermano Juan era un tarambana de inteligencia limitada e instrucción menos que mínima, que trataba sin recursos de imitar a los “niños bien”[1] de la época.

Originariamente se llamó Eva María Ibarguren[2] (luego cambiaría su nombre por el de María Eva Duarte de Perón) y fue en la citada localidad de Junín donde transitó junto a sus hermanos una infancia pueblerina en donde los sentimientos de desarraigo y marginación que padeció configurarían rasgos de su identidad marcando su futuro derrotero artístico y político. En efecto, era común en las comunidades rurales de entonces que el rico del pueblo tuviera una segunda familia de corte “ilegítima” (tal como se la denominaba) y este era el caso de Eva, puesto que su padre era un terrateniente y en sentido contrario, su madre, que atendía sexualmente a Juan Duarte en la clandestinidad, era de clase baja e hija de una puestera y un carrero.

Con un padre ausente y una madre mal afamada que la tuvo como consecuencia de una relación adulterina, la muchacha no habría encontrado en su entorno afectivo o familiar una forma adecuada de identidad ni instancias aceptables para relacionarse en sociedad. Incluso, no son pocos quienes alegan que Eva no podía identificarse con una clase social determinada, puesto que se hallaba tironeada por su doble pertenencia. Más aún, una escena de su infancia la habría marcado psicológicamente para siempre y se dio cuando Juan Duarte, su padre, murió y al asistir ella al velorio, sufrió el desprecio y destrato por parte de las hijas legítimas del difunto. Este dato quedó muy enraizado en el odio irreflexivo que Eva luego destilaría contra la “oligarquía”, a pesar de que luego ella incurriera en la insalvable contradicción consistente en vestir joyas, atuendos y lujos costosísimos, a los cuales justamente podían tener acceso sólo quienes pertenecían a la selecta “oligarquía” tan denostada por Eva en cuanta ocasión tuviera lugar.

Una de las desmitificaciones biográficas más interesantes sobre Eva la escribió el sociólogo de extracción marxista Juan José Sebreli, quien sobre ella arroja reflexiones dignas de destaque al señalar que la vocación artística de la susodicha fue “una determinación subjetiva y, a la vez, un hecho social: eran escasas las posibilidades en esos años para una mujer pobre que quisiera lograr su independencia. El teatro, la radio y el cine brindaban una oportunidad única a algunas, pocas, mujeres que tuvieran ciertas dotes y la suficiente osadía”[3] añadiendo que “El actor en los tiempos antiguos era un paria; en los tiempos modernos, muchos parias se hacen actores. Algunos a quienes la sociedad niega, condenándolos a no ser, eligen el no ser de la apariencia: la representación. Evita no quería representar en la vida real el papel que las normas sociales le tenían destinado; el espectáculo le permitía representar roles de fantasía”[4].

Dueña de una voluntad y un arrojo fuera de lo común, a la edad de 15 años partió sola a Buenos Aires a probar suerte artística sin tener mayores contactos que la referenciaran, contratiempo al que se le agregaba su falta de talento. Según la observación de Joseph Page “ni era gran belleza ni tenía dotes vocales excepcionales” y si bien durante los años ´30 ella se había convertido en una mujer ambiciosa e inquieta: “su falta de pulimiento todavía se traslucía en su lenguaje y comportamiento”[5].

No sólo no era buena actriz, sino que tenía mala dicción, no sabía cantar, tampoco bailar y aunque contaba con ciertas dotes fotogénicas, sus rasgos no se ajustaban a los cánones de belleza entonces vigentes. Sus carencias artísticas siempre fueron visibles: su colaborador Muñoz Azpiri confirmó que era necesario disimular sus defectos de dicción con telones musicales. Para la escritora Gloria Alcorta[6], Eva era “una voz guaranga que hacía de emperatriz con tono tanguero”[7]. Su peluquero de entonces, Julio Alcaraz la recordaría así: “Conocí a Evita en Pampa films, donde peiné a las actrices durante veinte años. Cuando se filmó ´la carga de los valientes´, vino con una foto de Bette Davis y me dijo que quería estar así, como ella. Era altanera y no quise discutirle; pero la peiné como me dio la gana. Pretender un peinado de 1940 para un vestuario de 1876 no tenía sentido”[8].

Otra dificultad que tuvo Eva fue su falta de instrucción, la cual saltaba a la vista en su letra, que era la propia de una damisela semi-analfabeta: “Las dedicatorias en sus retratos oficiales estaban escritas por otra persona y las raras firmas auténticas de Evita son un garrapateo de moscas”[9] señala Félix Luna.

A pesar de estas y otras desventajas, su voluntarismo y su capacidad para congraciarse con los hombres (mayormente productores del espectáculo que a cambio de sus gentilezas le brindaban una participación mediática) le permitió no sólo figurar en algunas fotos de revistas, sino salir en las tapas en algunas ocasiones. Además de su relación amorosa con el cantante de tangos Agustín Magaldi, su romance con el galán radial Pablo Racioppi y su misterioso vínculo con quien fue su protectora Pierina Dealessi[10], el resto de sus aventuras se cuentan a borbotones. Su ocasional amante Juan José Míguez (otro compañero en el cine) indiscretamente recordaba: “No te calentás con ella ni en una isla desierta”[11]. En el período de actriz, Eva supo frecuentar además a varios empresarios teatrales como José Franco, Rafael Firtuoso o Pablo Sueiro. También visitó al empresario cinematográfico Olegario Ferrando, al empresario industrial Roberto Llauró, al empresario papelero Guillermo Vasena, al empresario jabonero Raimundo López (quien auspiciaba su empresa en un programa radial de ella)[12], al exitoso actor Pedro Quartucci y al playboy chileno Emilio Kartulovich[13] entre otras de sus adquisiciones[14]. Todo indica que con este trajinado historial efectivamente Eva merecía ser apodada como “la mujer del pueblo”.

Eva no tenía un perfil actoral preciso y su porte era la indefinición: sus imágenes oscilaban entre la mujer recatada o sumisa y la mujer fatal o “come-hombres”. Sin embargo, esta ambigüedad, entre la joven tierna y la vampiresa de las fotos de su período de actriz, estaban anticipando las contradicciones insolubles de su etapa política, entre la señora de las ceremonias oficiales, la compañera Evita de las barricadas y la mujer fatal demonizada por sus enemigos. Pero no solamente en sus fotos se anticipaban rasgos de su futuro, puesto que la única vez que protagonizó una película (titulada “La Pródiga”)[15], Eva representó el papel de una mujer de pasado turbio que para redimirse se dedicaba a concretar obras de caridad: casi una profecía auto-cumplida.

Volviendo a aquella calurosa noche en el Luna Park, Eva Duarte sabía dónde apuntaba. En 1944 las cazadoras de fortuna no eran como las “botineras”[16] de los tiempos actuales, sino que a la sazón eran los uniformes castrenses (símbolo de poder y status de la época) lo que seducía a las aventureras sedientas de ascenso. Hasta entonces, la ambiciosa Eva Duarte no había sido más que una intrascendente actriz postergada que a duras penas había participado en papeles menores

de tinte radiofónico o en algún filme de poca monta. Las revistas de chismes, de vez en cuando la mencionaban en alguna gacetilla colateral atribuyéndole un romance con un rico industrial. Pero fue justamente a partir de enero de 1944 cuando “la carrera artística de Evita avanzó a paso frenético, sin duda impelida por su asociación con Perón”[17] señala Page. Afirmación absolutamente cierta, puesto que desde que sedujo a Perón, Eva no sólo continuó con la serie “Heroínas de la historia” (en la que venía trabajando) sino que al mismo tiempo comenzó a participar en tres emisiones semanales de programas de propaganda que eran auspiciados, precisamente, por la Secretaría de Trabajo y Previsión capitaneada por su nuevo financista y amante. Estos programas radiales en los que a partir de ahora participaría Eva titulados “Hacia un futuro mejor”, llenaban las ondas etéreas con loas a la dictadura y a los oficiales del Ejército que la conducían.

Mujer inculta, de modales rústicos, desprovista de talento artístico y con lenguaje procaz, tenía a la vez una personalidad avasallante, astuta, arrebatada y contaba con violentas ansias de superación y revanchismo para con un mundo que hasta el momento no le había reconocido los méritos que ella suponía tener.

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[1] SEBRELI, JUAN JOSÉ: “Comediantes y Mártires, ensayo contra los mitos”. Debate; 2008, pág. 74

[2] Según el acta n.º728 del Registro Civil de Junín (provincia de Buenos Aires), allí nació el 7 de mayo de 1922 una niña con el nombre de María Eva Duarte. Sin embargo existe unanimidad en los investigadores para sostener que esa acta es falsa y que fue realizada a instancias de la propia Eva Perón en 1945, cuando estuvo en Junín para contraer matrimonio con el entonces coronel Juan D. Perón

[3] SEBRELI, JUAN JOSÉ: “Comediantes y Mártires, ensayo contra los mitos”. Debate; 2008, pág.75

[4] Íd., pág. 76

[5] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, págs.106, 108

[6] Gloria Alcorta Mansilla nació en Bayona el 30 de septiembre de 1915 y murió el 25 de febrero de 2012. Fue una escritora franco-argentina, de origen francés, hija de padres argentinos.

[7] Citado en: SEBRELI, JUAN JOSÉ: “Comediantes y Mártires, ensayo contra los mitos”. Debate; 2008, pág.79

[8] Citado en: GAMBINI, HUGO: “Historia del peronismo, el poder total” (1943-1951). Ediciones B Argentina, Tomo 1, año 2007,pág. 244.

[9] LUNA, FÉLIX: “Perón y su Tiempo”, Tomo 1, “La Argentina era una fiesta, 1946-1949”. Ed. Sudamericana; 1984, pág. 435.

[10] “sospechada por Joan Benavente de ser lesbiana” según anota Juan José Sebreli, Comediantes y Mártires, ensayo contra los mitos. Debate, 2008, pág. 86.

[11] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, pág.86.

[12] AIZCORBE, ROBERTO: “El Mito Peronista, Un ensayo sobre la reversión cultural ocurrida en la Argentina en los últimos 30 años”. Ediciones 1853; Bs.As, 1976, pág. 209.

[13] SEBRELI, JUAN JOSÉ: “Comediantes y Mártires, ensayo contra los mitos”. Debate; 2008, pág. 87.

[14] Aunque sin muchas precisiones, también se la vinculó a Eva Duarte con el coronel Aníbal Imbert, que fue quien justamente la persona que se la habría entregado a Perón en el Luna Park

[15] Basado en una novela de Pedro Antonio Alarcón.

[16] Se le llama así a las mujeres que buscan enamorar futbolistas exitosos para vivir de ellos y conseguir ascenso económico.

[17] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, pág 108

miércoles, 17 de octubre de 2018

COAN: Joaquín Oytaben, primer mártir de la Aviación Naval


“16 de OCTUBRE de 1915”

CONDESTABLE ARTILLERO DE 1RA. JOAQUIN OYTABEN (Piloto Aviador Nº 57)

PRIMER MÁRTIR DE LA AVIACIÓN NAVAL ARGENTINA

Por el Corresponsal Naval Prof. Pablo M. Arbeleletche

Teniendo siempre presente la figura del Condestable Oytaben, quien ofreció todo para instruir a personal de la Marina de Guerra.

El Contraalmirante Montes había ido autorizando la realización de trabajos de carpintería y entelado en el Arsenal de Río Santiago, y de mecánica en el de Zárate, así como también la dedicación a tales trabajos de varios suboficiales, entre los que se encontraban Riera y Guerin, ya de regreso de Europa. Scapuzzi había fallecido en La Plata, a poco de llegar, víctima de un accidente de tránsito.
Previendo que de un momento a otro podrían terminar su aprendizaje los alumnos civiles que quedaban en la escuela, vale decir, los hermanos Bernardo y Pedro Artigau y Miriam Jaiam, así como también el Teniente del Regimiento Nro. 6 de Infantería, Ruperto Silveyra a quien impartía instrucción el Teniente Aviador Militar Baldomero J. De Biedma, el Contraalmirante Vicente E. Montes obtuvo del Ministro de Marina, Contraalmirante Juan Pablo Sáenz Valiente, la siguiente resolución, precursora de la oficialización de la escuela:

“...Buenos Aires, abril 19 de 1915...Vistos los trabajos ya adelantados que respecto a aviación se han efectuado en el Arsenal del Río de la Plata y la necesidad de encauzar en un régimen riguroso de enseñanza apropiada a los individuos que soliciten seguir un curso de aviación...El Ministro de Marina...RESUELVE...1°) Mientras no se constituya definitivamente la Escuela de Aviación de la Armada, se adscribirá a la Sección Armamento del Estado Mayor del Arsenal del Río de la Plata, todo el personal que tenga permiso de este Ministerio para seguir los cursos de aviación, con el fin de aprender y practicar en la especialidad...2°) Por la Dirección General del Personal, se dará la reglamentación provisoria necesaria...3°) La Dirección General Administrativa proveerá la nafta y aceite especial, así como los artículos de consumo y limpieza estrictamente necesarios...4°) Autorízase a que continué dando las clases elementales de práctica de aviación, al Condestable Artillero de 1ra. Joaquín Oytaben...5°) Hágase conocer de la Escuadra para su cumplimiento...Firmado J.P. Sáenz Valiente...”

Por Orden del Día N° 126 del 9 de junio queda destinado a trabajos de aviación y autorizado para realizar el aprendizaje de vuelo, el siguiente personal:

Condestable Artillero Instructor de 1ra. Clase Joaquín Oytaben
Suboficial Maquinista de 2da. Clase Jacinto Riera
Mecánico Electricista Principal José Angel Pennachi
Mecánico Electricista de 1ra. Clase Luis J. Carlini
Contramaestre de 2da. Clase Gregorio Foppiano
Mecánico Maquinista de 2da. Clase Juan Guerin
Carpintero de 2da. Clase Guillermo Covas

Por resolución del mismo día, fue dispuesto el paso del Teniente de Fragata Raúl Moreno a la indicada Sección Armamento, quien se hizo cargo de todo el personal mencionado anteriormente.
Fue tan grande la consagración del Condestable Oytaben a la enseñanza del vuelo a sus camaradas, que en poco tiempo todos los nombrados anteriormente volaban solos y se ejercitaban en la realización de las pruebas exigidas en los exámenes.

El 16 de octubre se produjo lo tan temido, una picada más violenta que de costumbre, voluntaria o como consecuencia de una embarcada, y el H. Farman, pasaba la vertical, momento en que Oytaben se desprendía de su asiento y caía a tierra muriendo a raíz del golpe. El biplano, al quedar invertido, se partió en el aire y se estrelló a un centenar de metros de donde yacía el cuerpo del infortunado piloto.

La repercusión de la muerte de Oytaben, hizo cesar en el Aeródromo de la Provincia de Buenos Aires, toda ingerencia de la Marina de Guerra y se trasladaron al Arsenal todos los elementos que había facilitado a fin de contribuir, en parte, a la formación de pilotos navales. El personal, por consiguiente, volvió a sus tareas en la Sección Armamentos.
Así las cosas, el Contraalmirante Vicente E. Montes, junto con el Capitán José M. Moneta obtuvieron autorización del Ministro de Marina, Contraalmirante Juan Pablo Sáenz Valiente, para continuar ocupándose del estudio de la implantación de la aviación en la Armada y evitar la dispersión de los elementos humanos y materiales disponibles.



FUENTE DE INFORMACIÓN


Crónica Histórica de la Aeronáutica Argentina (Tomo II) Colección Aeroespacial Argentina Año 1969
Tomos I y II Historia de la Aviación Naval (Pablo E. Arguindeguy –
Buenos Aires 1981)
Revista MACH 1 (Circulo Profesional de Aviadores Navales)