lunes, 20 de enero de 2014

Argentina: Un criollo británico llamado Fotheringham

Argentina e Inglaterra: cruce de influencias 
Por Rolando Hanglin | Para LA NACION 

El cruce de influencias entre la Argentina e Inglaterra ha sido muy intenso, en diversos períodos históricos. Sobre todo, entre las invasiones inglesas y la Revolución de Mayo, durante toda la gesta de San Martín, y también en tiempos de Rosas. Según el autor británico H.S. Ferns, la alianza comercial entre Inglaterra y la Argentina en el siglo XIX es la más íntima y persistente entre dos naciones en toda la historia. Ferns se basa, para su estudio "Inglaterra y Argentina en el Siglo XIX", exclusivamente en fuentes británicas relacionadas con negocios financieros, comercio de carnes, cueros y granos, inversiones, radicaciones de capital, construcción de puertos y ferrocarriles, etcétera. 

Ignacio Fotheringham es un prócer argentino nacido en Southampton, así como Juan Manuel de Rosas es un prócer argentino fallecido en Southampton, donde vivió 25 años y condujo su propia granja, la Burgess Farm de Swaithling. 

Ignacio Fotheringham es un prócer argentino nacido en Southampton, así como Juan Manuel de Rosas es un prócer argentino fallecido en Southampton. 
Ignacio Hamilton Fotheringham nació el 11 de septiembre de 1842, de familia militar. Su padre fue el coronel don Roberto Fotheringham, de actuación en la India, y su madre Inés María Huddleston. Familia católica que concurría a misa en la parroquia del R.P. Mount. Todos estos datos figuran en la obra "Memorias de un soldado" (900 páginas, dos tomos, agotado) donde Ignacio se queja francamente de su familia, en especial por el trato frío y distante. Muy al estilo británico, internaron a sus hijos en colegios de Bélgica y la propia Gran Bretaña. Siempre lejos. 

Ignacio se inicia como guardiamarina y lo envían a India Oriental. Allí se producen inconvenientes y el muchacho queda boyando, de regreso en Southampton, sin destino cierto. La muerte de su madre le brinda una pequeña herencia y el chico decide emigrar a Australia. Estaba muy solo, sin novia, amigos ni parientes, pues todos andaban diseminados por el vasto imperio británico. De modo que, a los 20 años, recorre la ciudad saludando a sus amistades para despedirse. Así es que visita a Manuelita Rosas y su marido Máximo Terrero, vecinos de la familia. 

- ¿Australia?- le dice Manuelita- ...¿Por qué no viaja a nuestro lindo país, Argentina? ¡Allí será feliz! 

Ignacio no lo piensa mucho: se embarca rumbo a Buenos Aires, con cartas de recomendación para don Carlos Keen, los señores Terrero y Dorrego (antiguos socios de Rosas) y otros hacendados británicos, que eran muchos y de gran predicamento en el país. 

¿Quién era Rosas para Ignacio Fotheringham, en aquella época? Una suerte de militar español, exilado por razones de alta política. 

El caso es que Ignacio, ya en Buenos Aires, se conchaba como puestero en el campo que había sido reducto de Rosas, "Los Cerrillos" y allí trabaja durante tres años, aprendiendo el idioma, las costumbres paisanas y las mañas de los caballos. Se hace criollo. Tanto es así que, ya en 1865, se engancha como soldado para la guerra del Paraguay. Sin saber muy bien por qué, lo hacen subteniente a los quince días. De ahí en adelante, Fotheringham sirvió durante cuarenta años al Ejército argentino. Nunca obtuvo la ciudadanía: era inglés. Combatió en la guerra del Paraguay, realizó una expedición a Leuvucó (capital de los ranqueles) con Roca en 1872, participó de la Campaña al Desierto de 1879 y fue gobernador militar del Chaco en 1894. 

Le dolía profundamente que lo llamaran gringo, y recomendó a sus hijos nunca emigrar, no ser extranjeros 
Fotheringham se casó en 1873 con Adela Ordóñez, una señorita de Río Cuarto, ciudad entonces cercada por los indios. El inglés tuvo un batallón de hijos y nietos. Viajó varias veces a Europa y a los Estados Unidos, incluso a su ciudad natal de Southampton. Se retiró en 1905. Su casa en Río IV era una quinta rodeada por las calles Alsina, General Paz, Pedernera y Sobre Monte (así, separado en dos vocablos, se escribía entonces este apellido). Actualmente, en ese solar se alza el Concejo Deliberante de la ciudad. Vivió también en una casona de la calle Tucumán (hoy Fotheringham) 176-78. Fue sede de la Comandancia de Fronteras, cargo que supo ocupar el propio Ignacio, y hoy Museo Histórico Regional. 

Fotheringham fue compañero de armas de Bartolomé Mitre, el propio Roca, Racedo, Dardo Rocha. Valiente soldado y delicado escritor, también merece el título de criollo macanudísimo. Le dolía profundamente que lo llamaran "gringo", y recomendó a sus hijos "nunca emigrar, no ser extranjeros". Cosas del destino: antes de morir en 1925, Ignacio visitó un par de veces la ciudad de Southampton y conversó con el Padre Mount, que había sido confesor de su familia y también párroco de Rosas. Cuando mencionaron a este último, Fotheringham lo calificó tal cual había oído en la Argentina antirrosista de 1863, a la que llegara diez años después de Caseros. 

- ¡Ah ese tirano sangriento!- le dijo al Padre Mount. 
Ignacio Fotheringham

- ¡Calle, no diga usted eso! El general Rosas fue uno de los hombres más bondadosos que he conocido en mi vida. 

Un poco desconcertado, Fotheringham averiguó algo más sobre Rosas. Por ejemplo, que era un sobresaliente jinete. En las cabalgatas y cacerías a que lo invitaba su amigo Lord Palmerston (ex premier inglés) asombraba con su destreza, aunque ya era hombre mayor. Cierta vez, el caballo rodó y Rosas "cayó parado" como se estilaba en el campo argentino. Digamos: el montado se le escurrió entre las piernas y él siguió caminando. Otra vez sacó el lazo del recado y enlazó a un ciervo por las astas. Detalle estrambótico: en su casa de Southampton, Rosas tenía un despachito donde escribía sus rabiosas memorias de exilado y expropiado, que nunca publicó: se sentaba en un silloncito colorado y tenía otro igual, para las visitas. Pero cuando alguien pasaba a verlo y amagaba con sentarse en el sillón, lo atajaba: "¡No por favor, no ocupe ese asiento que estoy esperando al General Urquiza!". Obviamente, Urquiza nunca llegaba. 

En su tierra adoptiva, aquel vecino de Rosas encontró el calor afectivo que es nuestro patrimonio 
Don Ignacio encontró en Río IV su hogar y formó su familia, que sin duda perdura en Córdoba. Conservó para siempre su gratitud por los Terrero, los Dorrego y Manuelita Rosas, que le dieron su primer empleo en la remota Argentina. Consideraba que Rosas debía ser analizado sin fanatismo. 

Curiosa anécdota: a los 15 años, cuando el joven Ignacio fue a despedirse de su padre para viajar a la India, armó solito su bolso y golpeó la puerta del dormitorio de "El Viejo", como él lo llamaba en criollo. 

- Me despido, padre. ¡Me voy! 

- ¡Adiós hijo, que Dios te bendiga!- respondió el padre, sin siquiera abrir la puerta para darle un abrazo. Los dos Fotheringham no volvieron a verse. 

Entendemos que la madre de Ignacio ya había muerto, por aquel entonces. Y deducimos que, en su tierra adoptiva, aquel vecino de Rosas encontró el calor afectivo que es nuestro patrimonio..

domingo, 19 de enero de 2014

Conquista del desierto: JAR y la cuestión mapuche



“Julio Argentino Roca y la Gran Mentira Mapuche” 

Por Fredy Carbano

Este paradigma de la Nación Argentina es denostado por una campaña intencional que pretende disolver los verdaderos valores de la argentinidad. Lamentablemente la ignorancia histórica hace que muchos honestos ciudadanos se presten a colaborar con esta aviesa campaña.

El General Julio Argentino Roca

“Roca no encabezó una campaña privada en 1879. Fue como Comandante en Jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que Avellaneda, presidente de la Nación Argentina, elegido por el pueblo, le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina, prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros, y que estaban bajo el poder tiránico del malón araucano, cuyos frutos más notables eran el robo de ganado, de mujeres y la provocación de incendios.

Los araucanos, hoy denominados mapuches, llegaron a la Argentina allá por 1830, cuando la Nación Argentina era ya independiente y soberana. Por lo tanto, fueron invasores. El primer grupo de invasores los constituyeron aproximadamente unos 100 indígenas capitaneados por Yanquetruz. Se afincaron en Neuquén y desde allí se fueron extendiendo hacia el sur y el norte.

El verdadero genocidio lo cometieron los araucanos cuando aniquilaron a los Guenaken, también llamados Tehuelches, que eran lo auténticos aborígenes de la Patagonia norte.

Actualmente como argentinos tienen todos los derechos al igual que los demás argentinos, pero no a intentar falsear la historia y pretender les devuelvan tierras que nunca les pertenecieron.”

  1. En 1879 las tropas de Cafulcurá eran poderosas, lo prueba el hecho de que ganaron las primeras batallas contra el Ejército Nacional. 
  2. Ambos bandos contaba con fusiles Remington. Los araucanos los traían de Chile, a donde se los vendían los ingleses a cambio del ganado argentino robado en los malones. Prueba de ello es que la columna del Ejército Nacional comandada por el Gral. Villegas tenía como objetivo clausurar y controlar los pasos andinos por donde les llegaban a los araucanos los Remington. 
  3. Los indígenas araucanos eran tradicionalmente muy guerreros. Recordemos que en los primeros tiempos de la conquista española asolaron varias importantes ciudades en Chile que los chilenos tardaron siglos en reconquistar. 
  4. Los araucanos, en el año 1250 subieron hacia el norte y destruyeron el Imperio de Tiahuanaco. Este Imperio era mayor y mucho más civilizado que el posterior imperio de los Incas que comenzó luego en el año 1280. 
  5. El uso actual del término “mapuche” y las falsas reivindicaciones de éstos son maniobras disolventes y disgregantes que practican políticos con minúscula en las últimas décadas con finalidades anti-nacionales, y para beneficio propio. 

Araucanos y Tehuelches


Los mapuches son sólo ORIGINARIOS de la inventiva del Foreign Office británico.

Ni Rosas o Roca los mencionan en la Campaña al Desierto, tampoco los historiadores, ni la famosa expedición a los Indios Ranqueles. Tampoco los menciona la historia oficial en las Provincias ni Museos de Historia del Neuquén Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Mendoza, ni San Juan…

¿Desde cuándo han aparecido estos mapuches en escena? Su propia bandera es similar a la nueva Sud Africana, luego del apartheid utilizaron a Mandela, y ahora desean utilizar a un pueblo que no es originario de nada, sólo Tehuelches y Araucanos lo son.

Quede en claro que la expedición de Roca, resultó la primer guerra contra Chile y no una campaña contra el indio, como muchos

pretenden hacerlo notar. A las pruebas me remito cuando sostengo que por entonces el 90% de la población chilena era indígena, que no es cosa menor. En síntesis, nuestro país defendía la soberanía sobre una Patagonia que los caciques deseaban y ellos… eran chilenos.

Enciclopedia Salvat – Diccionario – Editado en Barcelona – 1972:

MAPUCHE: Adj.- Natural de Arauco – Perteneciente a esta Provincia de Chile.

Masculino – Idioma de los araucanos.

TEHUELCHE: Adj. y sust. – Dícese de un individuo de un pueblo amerindio cazador, que, con otros grupos integró la llamada “Cultura de las Pampas” en Argentina y Uruguay. Exterminados en gran parte por los conquistadores españoles y los araucanos, quedan reducidos núcleos en Tierra del Fuego.

Hoy todos los nacidos en el suelo patrio somos ARGENTINOS, y ya no caben falsas reivindicaciones indigenistas ni de pueblos originarios inexistentes. Desde comienzos del siglo XVI

está presente la sangre hispana en todo el suelo argentino y los pueblos originarios de la Patagonia anteriores a esa fecha fueron las etnias TEHUELCHES.

El invento “mapuche” data sólo del siglo XIX, insisto que hoy todos somos argentinos y nadie tiene ningún derecho a reivindicar etnias ni pueblos diferentes al argentino so pena de colaborar con los intentos Ingleses, Norteamericanos e Israelitas para desmembrar y despotenciar a la Patria Argentina.

Este tema mapuche y su propaganda instalada por marxistas que han hecho del indigenismo una cuestión de estado, es preciso comenzar a desbaratarla de raíz. Lamentablemente no sólo los políticos venales y periodistas pagados por el sistema, sirven de difusores de una mentira infame, sino que han caído en ella y no siempre por ingenuidad.

Obispos y Curas que fieles a sus posturas tercermundistas, impulsan como verdad de Perogrullo, dando así por sentadas todas y cada una de esas falacias.

Se llegó al extremo inconcebible de engañar al Santo Padre Juan Pablo II y ahora al Papa Benedicto XVI cuando les hicieron decir que el gran santo Ceferino era Mapuche y no Tehuelche. Es difícil creer en la inocencia por desconocimiento de los Obispos patagónicos en esta maniobra vil, porque es dable suponer que si han llegado a esas instancias de la jerarquía, deben poseer una cultura general histórica de su patria compatible con su rango.

Utilicemos en toda su plenitud este medio fantástico que la tecnología nos brinda, para revertir la opinión errada de muchos argentinos sobre temas de trascendencia como el que se trata.

sábado, 18 de enero de 2014

SGM: Muere Hiroo Onoda

Murió Hiroo Onoda, el soldado japonés que siguió luchando 30 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial

Onoda vivió escondido en la selva de Filipinas hasta 1974

HIROO ONODA. En 1944 cuando lo mandaron a Filipinas; en 1974 cuando se rindió.


El ex teniente japonés Hiroo Onoda, que vivió escondido en las selva de Filipinas durante tres décadas porque no creía que la II Guerra Mundial hubiera terminado, murió este jueves en Tokio a los 91 años por un problema de corazón, informó el canal público NHK.

Entrenado como oficial de inteligencia y en tácticas de guerrilla, el teniente Onoda, de 22 años, fue enviado a la isla de Lubang en 1944, ya sobre el final de la guerra, y sus consignas para él y sus hombres eran no rendirse jamás, introducirse en las líneas enemigas, llevar a cabo operaciones de vigilancia y sobrevivir de manera independiente hasta que recibiera nuevas órdenes, lo que hizo exactamente durante tres décadas.

Tras la rendición de Japón en 1945, el soldado siguió sirviendo a su país en la jungla, convencido de la guerra se seguía luchando. Su existencia en Filipinas era conocida de vieja data, después de que en 1950 uno de los otros soldados abandonara la selva y regresara a Japón.

En cambio, el resto continuó patrullando, a veces atacando a residentes locales, y hasta enfrentándose con el ejército filipino. Uno de ellos murió en la década de los cincuenta. Tokio y Manila buscaron afanosamente a los dos restantes en los años siguientes, pero en 1959 ya los dieron por muertos.

Sin embargo, en 1972, Onoda y el otro soldado restante se involucraron en un tiroteo con las tropas locales. Su compañero murió, pero el primero logró escapar.

Durante sus largos años en la selva de Lubang vivió de plátanos, mangos y el ganado que conseguía matar, escondiéndose de la Policía filipina y de las expediciones de japoneses que fueron en su busca, a los que confundía con espías enemigos. Se lanzaron volantes desde aviones y se realizaron otros esfuerzos sin éxito para convencerlo de que el ejército imperial había sido derrotado. Fue necesaria la visita de quien fuera su comandante para que, en marzo de 1974, Onoda pusiera punto final a su guerra personal. Tenía entonces 52 años.



Onoda explicaría después que había creído que los intentos por convencerlo eran obra de un régimen títere instalado en Tokio por Estados Unidos.

Un año después de su vuelta a Japón se mudó a Brasil, donde gestionó con éxito una granja, y en 1989, de vuelta en Japón, puso en marcha un campamento itinerante para jóvenes en los que impartía cursos sobre la vida en la naturaleza.

El dedicado y leal ex teniente relató su increíble aventura en el libro "Luché y sobreviví : mi guerra de 30 años".

TN

viernes, 17 de enero de 2014

Conquista del desierto: Combate de Chimehuin (1882)

Aniversario del combate de Chimehuin



Se desarrolló el 6 de diciembre de 1882 en el valle del río Chimehuin, al sur de Junín de los Andes, entre una tropa de 25 hombres del Regimiento 2 de Caballería de Línea, al mando del capitán Vicente Bustos y la tribu del cacique Platero, asentada en ese lugar. El parte y la versión oficial dice lo siguiente: “Campamento de Auquenco, Diciembre 7 de 1882. Tengo el honor de comunicar a Vd. el resultado de la comisión que se me confirió en la noche del 5 del presente. Siguiendo sus instrucciones vadié el río Chinhuin (sic) y en combinación con el teniente 2º D.

Vicente Grimau, cargué los toldos que se encontraban sobre la margen izquierda de dicho río, cuyo resultado Ud. conoce. Enseguida se me presentó el citado oficial con 14 individuos de tropa y doce que yo tenía hicieron el total de 26, con los cuales, según orden suya, me dirigí a los toldos de Platero, llevando tan solo un caballo por hombre por haber sido imposible pasar los que Ud. me mandó. Emprendí la marcha a las 2 y minutos de la mañana y después de una hora de marcha, después de haber andado más de tres leguas, llegamos a unos toldos abandonados, los cuales habían sido del citado Platero según el baqueano, a quien reprendí seriamente porque aquellos toldos se conocía que no eran habitados desde mucho tiempo atrás.

Acto continuo seguimos adelante y llegamos a otros toldos después de haber marchado como una legua y notando que recién los habían abandonado seguí los rastros y como a una legua tomé trece indios de chusma que huían y avistando una toldería muy cerca, me dirigí a ella; siendo ésta la del capitanejo principal del cacique Ñancucheo el que teniendo conocimiento por los indios fugados de la anterior toldería, de nuestra aproximación, había pasado a la margen derecha del río Chimehuin; algunos indios que se encontraban de este lado huyeron a mi vista.

Ya los caballos estaban cansados y resolví acampar tomando para ello las precauciones del caso, pues sobre un médano de la margen derecha del río se veía un grupo de indios como de noventa, los que levantaron una bandera en señal de parlamento y habiéndole contestado de la misma manera, bajó a la orilla del río el Capitanejo acompañado de un lenguaraz y tres indios, desde allí me hizo presente que quería paz lo mismo que su cacique, que debía presentarse con 400 y tantos indios que tenía, contando con los que pertenecían a Namuncurá. En vista de esto mandé al baqueano que llevaba acompañado de un cabo y dos soldados a fin de poner en su conocimiento todo lo susodicho, dándole cuenta al mismo tiempo de que a una señal de humo, se reunían los indios llegando de todas direcciones, pero por la parte del río en que ellos se encontraban, y avisándole el estado de los caballos.

Mientras tanto volví a conferenciar con el Capitanejo dos veces más, pasando éste con varios indios desarmados a donde ya estaba, y al retirarse la última vez fui atacado como por doscientos indios aproximadamente que durante la conferencia habían vadeado el río sigilosamente, por un punto imposible de descubrir para nosotros.

El ataque lo trajeron divididos en tres grupos, dos a pie y el otro a caballo, armados de lanzas y carabinas, siendo la primera el arma que tenían el mayor número de ellos.

Los que cargaron a pie serían como unos cien, quienes llegaron hasta nosotros, haciéndome imposible la defensa de la caballada, que estaba atada y maneada a poca distancia, arrebatándola una parte de los indios montados; a pesar de habernos cargado muy de cerca; valiéndose para ello de los accidentes del terreno y de la arboleda de la costa, fue tal el fuego hecho por los soldados, y los golpes de sables de los mismos que pronto comprendí la desmoralización de los salvajes, y entonces redoblando nuestros esfuerzos, conseguimos después de media hora de combate, ponerlos en precipitada fuga, quitándoles trece lanzas y seis caballos, de los cuales uno era nuestro y los otros de ellos, estando estos últimos ensillados. Del total de lanzas tomadas, que es el mismo de muertos del enemigo entrego a Ud. diez, pues las otras se quedaron inútiles en el lugar de la acción, varios indios más perecieron ahogados, pues se arrojaban al río, los que no tenían otra salvación; pereciendo de la misma manera, toda la chusma prisionera, quien durante el combate, también se asotó al río.

Las pérdidas sufridas por nuestra parte, son los soldados Toribio Oliva y José Lacasa, muertos; el primero recibió un lanzazo en el costado a consecuencia del que cayó al río, y el segundo otra herida también de lanza en la misma naturaleza que la del primero, con la cual bastó para dejarlo fuera de combate, pero asimismo su cuerpo presentaba otras heridas.

Los heridos son, el que suscribe de dos lanzazos de poca gravedad, y un golpe de bola perdida; el cabo 2º Juan Guilleguer, de un bolazo en la pierna izquierda, el soldado Juan Chaparro, también herido de lanza en seis partes, y por último, el soldado Pedro Trejo presenta en el cuerpo veinticinco heridas, siendo algunas de gravedad; a más salieron contusos de golpes de bola perdida, el sargento Samuel Pérez, los cabos Ignacio Taboada y Jacinto Morales y los soldados Venancio Zárate, Bernabé Sosa y Sandalio Villaroel.

Los heridos del enemigo me supongo que son muchos, por la sangre que se notaba en el trayecto de su fuga.

Me falta hacer presente a Ud. que la munición ha sido de tan mala calidad que varios soldados se vieron en la imperiosa necesidad de abandonar su carabina, porque los cartuchos no detonaban, siendo así que tres de ellos resultaron sin carabina, habiéndose reventado una y la otra cayó al agua.
Viéndome casi completamente a pie, resolví buscar la incorporación, haciendo montar los heridos y cargar las monturas en los caballos restantes, marchando la fuerza a pie. Como los caballos venían bastante pesados y los indios me seguían, resolví dejar las monturas ocultas en un bosque de los que encontré en mi trayecto, distante del paso del río como una dos leguas, trayendo tan solo cuatro que fueron los caballos que se pudieran ensillar.

Sobre el camino encontré charcos de sangre y una medalla de las acordadas últimamente por el Superior Gobierno a los soldados, lo que me vino a demostrar la certeza de mi sospecha sobre el baqueano, pues no puede dudarse de que el cabo Alarcón y los soldados Pedro Bustos y Telmo Domínguez han sido muertos por los indios, en vista de no haber llegado a este campamento ninguno de ellos.

Réstame recordar a Ud. la digna comportación del teniente Grimau, lo mismo que el puñado de valientes que tenía a sus órdenes y que han demostrado una vez más, la pujanza en la pelea, el sufrimiento en la fatiga, la pronta obediencia y la ciega disciplina de que están poseídos. Dios guarde a Ud. - Vicente Bustos.”

Es conveniente agregar la nota aclaratoria del citado Capitán, donde se refiere a la actuación de suboficiales y soldados; dice así: “Collón-Curá, Enero 10 de 1883 – Al Señor Jefe Accidental del Regimiento 2 de Caballería de Línea, teniente coronel Don Roque Peiteado. - A pesar de que como lo digo en el parte que pasé a Ud. dando cuenta del combate que tuvo lugar con los indios en el día 6 de Diciembre próximo pasado, todos los soldados han observado una conducta bastante digna, se han hecho recomendables por su reconocido valor en los momentos de la lucha cuerpo a cuerpo, y después por el especial empeño en dar cumplimiento a las órdenes que recibían y por la tenacidad en la persecución que se hizo a pie hasta donde nos fue posible y en la que se consiguió ultimar varios indios heridos, herir a otros y quitar los caballos que me sirvieron para cargar las monturas y montar los heridos; el sargento 1º Cayetano Rosas, los cabos 2º Ignacio Taboada y Jacinto Morales y los soldados Hermenegildo Montenegro, Calisto Arias, Balbino Balquinta, Doroteo Barrios, Venancio Zárate, Pedro Trejo y Juan Chaparro. Dios guarde a Ud. – Vicente Bustos.”

Como los datos oficiales y extraoficiales no coinciden, veamos seguidamente la versión que se asienta en el Diario de la Brigada: “La lucha fue cruda y encarnizada por ambas partes: los salvajes alentados por la superioridad en el número y la seguridad de la victoria, y nuestros valientes, por su propio coraje y disciplina.

El intrépido capitán Bustos, que sereno y enérgico en el peligro dirigía el combate dando ejemplo de valor, rompió su espada en lucha y descargó eficazmente sus revólveres, quedando, por tanto, desarmado en lo más crítico de la pelea; los bárbaros dirigían sus golpes a este valiente oficial, a quien reconocieron por Jefe, y a no ser por la intrepidez y destreza del cabo Ignacio Taboada, que apercibido del peligro que corría su oficial, se colocó a su costado e hizo prodigios con su sable, quitando las lanzadas que a uno y a otro les dirigían e hiriendo a cada golpe que descargaba sobre los más atrevidos, hubiera sido víctima tal vez.

El teniente 2º D. Vicente Grimau, también del mismo Regimiento, secundaba dignamente en esta acción al capitán Bustos.

Media hora duró la lucha, cediendo por fin los salvajes en completa dispersión, dejando a los pies de nuestros bravos, 13 cadáveres; mientras que otros aterrorizados se lanzaban al río Chimehuin, a cuya margen tuvo lugar el suceso, juntamente con trece personas de familia que momentos antes se habían tomado prisioneras, pero perecieron todos por el fuego de nuestros soldados o devorados por las torrentosas aguas del Chimeuin.
De nuestra parte lamentamos un cabo y 4 soldados muertos; 4 heridos inclusive el capitán Bustos y la mayor parte contusos por golpe de bolas.
Tan distinguida acción, fue la que inauguró la serie de combates no menos honrosos, que se han sucedido en el curso de la expedición.”

Pero he aquí que el mismo comandante de la Brigada, al dar a conocimiento a sus subordinados de los hechos de armas en que habían intervenido sus tropas durante ese lapso de la campaña, expresaba el 15 de diciembre en su: “Orden de Brigada – En los pocos días de campaña que cuenta la segunda Brigada, se han realizado operaciones tan diversas como fructuosas y librádose combates, dejando en cada uno de ellos sembrado el escarmiento, el terror y el castigo terrible para los salvajes, que desesperadamente en sus últimos momentos de exterminio han osado oponerse a nuestro paso.

Algunas víctimas tenemos que lamentar por nuestra parte todos pertenecientes al Regimiento 2 de Caballería de Línea, los soldados José Lacaba y Toribio Oliva, también víctimas en su puesto de honor, en un combate de doscientos contra veinte, como el que tuvieron que sostener a arma blanca, tan brillantemente conducidos por el capitán D. Vicente Bustos y teniente 2º Don Vicente Grimau. Debemos también un recuerdo respetuoso para el cabo Atanasio Alarcón y soldados Pedro Bustos, Telmo Domínguez y Fidel Miranda, traidoramente asesinados los tres primeros al conducir una correspondencia, y el último ahogado en las aguas del río Chimehuin, al vadearlo a nado para atacar al enemigo.”

Algunos historiadores y escritores militares aportan algunos datos que difieren en algo a lo apuntado anteriormente. Juan Carlos Walter, al citar el combate dice: “La sorpresa no tuvo lugar porque los indios lograron escapar. Con todo se tomaron 22 prisioneros, 3 carabinas Remington, algunos animales y varias prendas de uniforme, probablemente de algunos desertores allí refugiados. Las propias tropas tuvieron la pérdida de dos soldados puestos fuera de combate y 10 heridos, entre ellos 1 soldado que presentaba en el cuerpo 25 heridas”.

Manuel Prado, en cambio, informa: “Por nuestra parte tuvimos que lamentar seis soldados muertos y el capitán Bustos y un soldado heridos. El resto de la fuerza, sin excepción, había sufrido contusiones de bola. Pero éstas, como nos contaba Grimau alegremente, se curaban fácilmente con agua del arroyo y la sal de la ración.”

Se hace la salvedad que Prado puede referirse, al citar los muertos, a alguno de los heridos que haya fallecido posteriormente, como consecuencias de las heridas, como por ejemplo el que cita Walter.
Juan J. Biedma Straw nos dice igual saldo al del informe del Diario, agregando: “Regresó al campamento con 24 prisioneros, numerosa caballada y ganado vacuno y lanar.”El general Pereyra hace la referencia del mismo informe transcripto, no dando nombres, y por último, Vigil, en su meritoria obra, menciona: “De las fuerzas expedicionarias hubo que lamentar cuatro bajas, entre ellas el cabo Atanasio Alarcón, resultando el capitán Bustos herido de dos lanzazos y un golpe de bola. Hubo además cuatro soldados heridos y varios contusos.”

En base a lo expuesto se puede expresar:

1) Que la acción se desarrolló en la margen izquierda del río. El mapa que figura en la obra de Vigil lo marca a la derecha, pero en el texto se ciñó al informe de la Comisión Nacional, que lo da al combate como realizado en la margen izquierda.

2) Que en esa ocasión no falleció el cabo Atanasio Alarcón y los soldados que lo acompañaron en su comisión; como figura en el informe aludido de la Comisión Nacional y en otros libros.

3) Que la tribu de Ñancucheo vivía en la orilla meridional del lago Huechulafquen, en el paraje denominado “Contra”, como surge del informe y mapa del sargento mayor Bejarano, que la visitara en 1872 en misión oficial, como así figura luego en varias partes de los Diarios de marcha de las brigadas intervinientes en esta campaña, tanto que la lucha contra este cacique insume la mayor parte de las acciones guerreras realizadas en la zona. La toldería atacada pertenecía al cacique “Platero” y su gente, de la misma parcialidad, como bien lo hace constar Walter en su libro.

Prado se equivoca con respecto a la actuación del referido cacique y su tribu, como lo certifican los informes de las brigadas actuantes contra él.

4) Que durante el combate fallecieron los soldados José Lacaba y Toribio Oliva; en cuanto al soldado Miranda, el informe de Peiteado dice: “Al pasar el río de regreso, tuve que lamentar la pérdida del soldado Fidel Miranda, que se ahogó sin habérsele podido prestar auxilio por la rapidez de la corriente.”

5) Que el fortín Picún Leufú, luego denominado Cabo Alarcón, situado en la confluencia de aquel río con el Limay, era custodiado por tropas del Regimiento 5º de Caballería de Línea, y no tiene relación alguna con este combate, librado por tropas del 2 de la misma arma. El nombre impuesto corresponde al Cabo citado.

Con fecha 28 de julio de 1883, por Superior Resolución, fueron ascendidos “por mérito de acción distinguida” el capitán Bustos y el teniente 2º Grimau.

Fuente: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado, Raone, Juan Mario – Fortines del desierto – Biblioteca del Suboficial Nº 143.

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jueves, 16 de enero de 2014

Rondeau reconoce el esfuerzo de San Martín

RECONOCIMIENTOS AL LIBERTADOR 
16 DE ENERO DE 1819 



El Director José Rondeau, toma la iniciativa y en reconocimiento a las acciones militares del general San Martín, decreta: 1) Entregar al general San Martín, la casa ubicada frente a la Plaza de la Victoria y que había pertenecido a la testamentaría de Don Pedro Duval. El legado era para el general San Martín, sus hijos, herederos y sucesores "para que la hayan, tengan, disfruten y posean como suya propia y de su particular dominio" dice el documento de cesión otorgado. 2) El mismo Rondeau declara a San Martín acreedor al uso del Cordón de Oro de Honor concedido por la jornada de Maipú, cuyo diploma le fuera entregado en el Cuartel General de Curimón el 6 de Abril de 1818 por el coronel José María Aguirre.

Una reflexión histórica sobre los conflictos actuales


¿Estamos en 1914 de nuevo? Estamos en peligro de repetir los errores que comenzaron la Primera Guerra Mundial, dice un destacado historiador

La historia nunca se repite, pero seguro que rima, se ha dicho. Ahora, un historiador de prestigio internacional advierte que el mundo de hoy lleva una serie de sorprendentes similitudes con la preparación para la Primera Guerra Mundial.



Ian Johnston - The Independent

Los ejércitos recién mecanizados de principios del siglo 20 produjeron masacres sin precedentes en los campos de batalla de la "guerra que iba a acabar con todas las guerras", después de una chispa encendida en los Balcanes con el asesinato del Archiduque del Imperio Austro-Húngaro Franz Ferdinand.

La Profesora Margaret MacMillan, de la Universidad de Cambridge, sostiene que el Medio Oriente podría ser visto como el equivalente moderno de esta turbulenta región. Una carrera armamentista nuclear que sería probable que empezar si Irán desarrolla una bomba " haría para un mundo muy peligroso, que podría conducir a una recreación de la especie de polvorín que estalló en los Balcanes hace 100 años - sólo que esta vez con hongos nubes ", escribe en un ensayo para la Institución Brookings, un líder en EE.UU. think-tank.

"Mientras que la historia no se repite exactamente, el Medio Oriente hoy en día tiene un parecido inquietante a los Balcanes después ", dice ella. "Una mezcla similar de los nacionalismos tóxicos amenaza para dibujar en las potencias extranjeras como los EE.UU., Turquía, Rusia, e Irán mira para proteger sus intereses y los clientes. "

Profesor MacMillan destaca una serie de otros paralelismos entre hoy y hace un siglo. Hoy en día los terroristas islamistas reflejan los comunistas y anarquistas que llevaron a cabo una serie de asesinatos en el nombre de una filosofía que sancionó el asesinato para lograr su visión de un mundo mejor revolucionarias. Y en 1914, Alemania fue una fuerza creciente que trató de cuestionar el poder preeminente del tiempo, el Reino Unido. Hoy en día, el creciente poder de China, es percibida como una amenaza por algunos en los EE.UU..

Las transiciones de un poder mundial a otro siempre son vistos como peligrosos tiempos. A finales de 1920, los EE.UU. elaboró ​​planes para una guerra con el Imperio Británico que habría visto la invasión de Canadá, en parte porque se suponía conflicto estallaría como Estados Unidos asumió el control como principal potencia del mundo.

Profesor MacMillan, cuyo libro La guerra que la paz Ended fue publicado el año pasado, dijo derechistas y nacionalistas sentimientos fueron aumentando en todo el mundo y también habían sido un factor antes de la Primera Guerra Mundial

En China y Japón, las pasiones patrióticas se han inflamado por la disputa por una cadena de islas en el Mar de China Oriental, conocido como los Senkakus en Japón y Diaoyus en China. " El aumento del gasto militar chino y la acumulación de su capacidad naval sugieren que muchos estrategas estadounidenses que China tiene la intención de desafiar a los EE.UU. como una potencia del Pacífico, y ahora estamos viendo una carrera armamentista entre los dos países en esa región ", escribe en su ensayo. "The Wall Street Journal tiene informes autorizados que el Pentágono está preparando planes de guerra contra China - por si acaso. "

Los EE.UU. tiene un tratado de defensa mutua con Japón y en 2012 se confirmó específicamente que esta cubierto las Islas Senkaku. En noviembre, China estableció una zona de " defensa aérea " sobre las islas y unos días más tarde, dos estadounidenses B -52 voló sobre las islas en desafío a Beijing.

"Es tentador - y preocupante - para comparar la relación entre China y los EE.UU., con la que existe entre Alemania e Inglaterra hace un siglo", escribe el profesor MacMillan. Ella apunta a la creciente inquietud en los EE.UU. sobre la inversión china en América, mientras que " los chinos se quejan de que los EE.UU. los trata como una potencia de segundo orden ".

Otra similitud de relieve por el historiador es la creencia de que una guerra a gran escala entre las grandes potencias es impensable después de un período tan prolongado de paz. "Ahora, como entonces, la marcha de la globalización nos ha calmado en una falsa sensación de seguridad", dice ella." El 100º aniversario de 1914 debería hacernos reflexionar de nuevo sobre nuestra vulnerabilidad a los errores humanos, las catástrofes repentinas, y la pura casualidad.

"En lugar de muddling largo de una crisis a otra, ahora es el momento de pensar de nuevo en esas lecciones terribles de hace un siglo, con la esperanza de que nuestros líderes, con nuestro aliento, va a pensar acerca de cómo pueden trabajar juntos para construir una internacional estable orden ".

miércoles, 15 de enero de 2014

GCE: Postales de la guerra

Guerra Civil, trinchera de la imagen


Michel Lefebvre-Peña analiza en ‘Guerra gráfica ‘ los mensajes publicitarios utilizados por los republicanos de 1936 a 1939


Imagen del 23 de abrl de 1937 después de un bombardeo de aviones de Franco sobre Bilbao /AGENCIA ROL

A golpe de disparos de cámara, dibujos y carteles tanto republicanos como franquistas hicieron de 1936 a 1939 una guerra de propaganda paralela a la bélica que se saldó con un triunfo de los primeros. Se han publicado cerca de 20.000 obras sobre la Guerra Civil desde que finalizó la contienda. Una parte de ellas fueron escritas durante los 40 años de franquismo y estaban destinadas a elogiar la victoria de Franco y humillar a los republicanos. Estos trataron de publicar su versión de los hechos con más ímpetu que suerte. El historiador Paul Preston, prologuista del libro, considera justificado el trabajo de Michel Lefebvre. “Sus ilustraciones muestran a una nueva generación surgida de la Guerra Civil que provocó pasión, crueldad y heroísmo”, puntualiza el hispanista y especialista en la Guerra Civil.


Imagen del álbum 'Un año de las brigadas internacionales'. El libro de 200 páginas con 800 fotografías acompañadas de textos de los principales dirigentes como André Marty, Luigi Longo-Gallo o Jules Dumont.

El periodista y escritor Michel Lefebvre-Peña sostiene en Guerra Gráfica(Lunwerg) -un libro que recoge las obras de divulgación realizada por poetas, escritores, pintores y fotógrafos españoles como Agustí Centelles, Alfonso Sánchez Portela o José María Díaz Casariego y extranjeros como Robert Capa, Gerda Taro o David Seymour Chim- que los republicanos no ganaron la guerra pero la vencieron en el terreno de la divulgación y en ofrecer la visión de una España masacrada. Estos utilizaron sus cámaras para dar testimonio del fervor de un pueblo en armas cuyas imágenes oscilan entre fotoperiodismo y propaganda. Algunas de ellas, repetidas en infinidad de ocasiones, se han convertido en iconos de la Guerra Civil como el Guernica de Picasso, la muerte de un miliciano y el brigadista italiano con el puño en alto de Capa o fotos de niños muertos en bombardeos.

Lefebvre-Peña, hijo de un militar republicano exiliado en Francia, comenzó la recopilación de su archivo en un rastro de París, en el que encontró un paquete de fotografías firmadas por Paris-Soir. “La compra fue una sorpresa y un disgusto. Las olvidé más tarde en un taxi en Bruselas y años después fui encontrándolas poco a poco en mercadillos y librerías en Londres, París, Buenos Aires y en menor número en España. En aquellas imágenes se puede reconocer a André Malraux con su escuadrilla. En esa búsqueda por lo inédito logré encontrar los archivos de un brigadista; los del embajador español en Bruselas Ángel Ossorio; los de un militar francés encargado de acoger a los refugiados españoles en 1939; álbumes de fotos de anónimos franquistas, republicanos o alemanes y postales, carteles y, sobre todo, revistas”, puntualiza el autor. El libro se centra en los enemigos de Franco, aquellos que se enfrentaron a él en el terreno de la propaganda. En primera fila se encuentran Willi Münzenberg, jefe de propaganda del Comintern (Internacional Comunista), que huyó de Berlín en 1933; Jaume Miravitles, comisario de propaganda de la Generalitat de Cataluña, y el fotógrafo Robert Capa.

Hay dos visiones de la Guerra Civil: la que se contempla fuera de España – todas las agencias de prensa enviaron corresponsales al frente español desde el comienzo de la contienda- y la que difunden los franquistas. “La fotografía no muestra la guerra, muestra la imagen de la guerra que el fotógrafo, la censura o el periódico han querido dar y los intereses de estos tres participantes pueden ser contradictorios o convergentes”, puntualiza Lefebvre quien ha empleado diez años de su vida para realizar un archivo cuya misión principal es la de transmitir.

Entre los seiscientos documentos que figuran en el libro se pueden contemplar inéditos de los fotógrafos Walter Reuter, Ione Robinson y James Abbe, carteles de Josep Renau, revistas anarquistas, folletos del fotógrafo holandés Cas Oorthuys, dibujos de José Luis Rey Vila, Sim, o documentos escritos en los campos de internamiento. Los combates con las imágenes entre los partidarios de Franco y los republicanos fueron constantes desde el inicio de la guerra. Los primeros se apresuraron a difundir fotografías de asaltos y quemas de iglesias, mientras que el bando republicano se apresura a llenar las paredes de carteles denunciando la barbarie fascista de España unida al nazismo alemán. Los franquistas respondieron eficazmente a la propaganda republicana. En Londres, Nueva York y París publicaron revistas con las mismas técnicas que sus adversarios, rivalizando en imaginación para mostrar los horrores de la guerra.



Dibujo del libro 'Estampas de la revolución española, 19 de julio de 1936'. Contiene 31 dibujos de gran formato con los correspondientes subtítulos en español, francés e inglés. Una parte de estos dibujos apareció a doble página en 'Life', en 1937.


En Estados Unidos, estas pequeñas tarjetas ilustradas se regalaban con los 'chewing-gums'. La serie 'Horrors of war' consta de 240 ilustraciones.

La guerra de España también se decidió en el aire. La República trató por todos los medios de comprar aparatos, a pesar de la política de no intervención, para luchar contra la aviación alemana e italiana. El objetivo de esta revista era ensalzar el trabajo de la aviación republicana, donde se podía leer en el primer número: «La revista Aire se propone honrar a nuestros héroes del aire». Esta soberbia publicación con lomo en espiral, a imitación de las revistas de lujo de la época, sólo tuvo cuatro números. El retrato del aviador no ha sido identificado.


El País

martes, 14 de enero de 2014

Guerra franco-prusiana: La Comuna de París (1871)

Comuna de París 

El término La Comuna de París se entiende originalmente al gobierno de París durante la Revolución Francesa. Sin embargo, en la actualidad el término comúnmente se refiere al gobierno socialista que dominó brevemente en París desde el 18 de marzo (formalmente el 26 de marzo) de 1871 hasta el 28 de mayo del mismo año.

En el sentido estricto, la Comuna de París de 1871 fue simplemente la autoridad local («commune» en francés es un consejo de un pueblo o distrito) que ejerció el poder en París durante dos meses en la primavera de 1871. Sin embargo, las condiciones en la que fue formada, sus controvertidos decretos y su cruel final la hacen uno de los más importantes episodios políticos de la historia de Francia.


Destrucción de la Columna de Vendôme durante la Comuna de París

La comuna fue posible gracias a un levantamiento popular de todas las tendencias revolucionarias dentro de París después de que la Guerra Franco-Prusiana terminase con Francia derrotada. La guerra con Prusia, comenzada por Napoleón III («Louis Bonaparte») en julio de 1870, terminó desastrosamente para Francia, y en septiembre del mismo año París quedó bajo el asedio del ejército enemigo. La brecha entre ricos y pobres en la capital se había ampliado enormemente en los últimos años y con la escasez de comida, sumado al constante bombardeo prusiano, llevó a un descontento general. Los trabajadores se estaban volviendo más receptivos a ideas más radicales. Una demanda específica fue la de que París debía poseer un gobierno autónomo, con una comuna elegida por la propia población, algo que ya disfrutaban la mayor parte de las ciudades francesas, pero que era negado a París por un gobierno temeroso de la indócil población de la capital. Un deseo más vago pero también relacionado fue el de un sistema de gestión de la economía más justo, si no necesariamente un sistema socialista, resumido en el grito popular de "la république démocratique et sociale!"

En enero de 1871, cuando ya habían transcurrido 4 meses de asedio, Louis-Adolphe Thiers, futuro jefe ejecutivo (más tarde presidente) de la Tercera República Francesa, buscó un armisticio. Los prusianos incluyeron la ocupación de París dentro de los términos de la paz. A pesar de las penalidades del asedio muchos parisinos estaban amargamente resentidos y particularmente enojados de que permitir a los prusianos una breve ocupación ceremonial de su ciudad.

Por aquel tiempo varias decenas de miles de parisinos eran miembros armados de una milicia de ciudadanos conocida como la «Guardia Nacional», la cual se había expandido mucho para ayudar a defender la ciudad. Algunos batallones en los distritos más pobres elegían a sus propios oficiales y poseían algunos cañones que habían sido creados en París y pagados por suscripción pública. La ciudad y su Guardia Nacional habían resistido el ataque de las tropas prusianas durante seis meses. La población de París fue desafiante al enfrentar la ocupación y limitaron la presencia prusiana a una pequeña área de la ciudad, vigilando además los límites de ésta.


Mujeres y niños ayudan a llevar 2 cañones de los Guardias hacia Montmartre: Recreación actual

Comenzaron movimientos para formar un «Comité Central» de la Guardia Nacional. Louis-Adolphe Thiers, presidente del gobierno Francés, la nueva Tercera República, se dio cuenta de que en aquella inestable situación cabía la posibilidad de que este comité se constituyera en un centro alternativo de poder al del gobierno oficial. Además, estaba preocupado por que los trabajadores se armaran con las armas de la Guardia Nacional y provocaran a los prusianos.

Los eventos en esta etapa son confusos, pero lo que está claro es que antes de que los prusianos entraran a París, la Guardias Nacional, ayudada por civiles, se las arregló para alejar del camino de los prusianos los cañones (que consideraban de su propiedad) y almacenarlos en «distritos seguros». Uno de los principales «parques de cañones» estaba en las alturas de Montmartre.

El alzamiento y naturaleza de la Comuna


Los prusianos entraron en París brevemente y la abandonaron de nuevo sin ningún incidente. Pero París continuó cercada mientras el problema de las indemnizaciones de las guerras seguía afectando.

Al mismo tiempo que el Comité Central de la Guardia Nacional estaba adoptando una posición cada vez más radical y ganando firmemente autoridad, el gobierno no podía permitirle indefinidamente tener 400 cañones a su disposición. Y así, como primer paso, el 18 de marzo Thiers ordenó a sus tropas coger los cañones almacenados en las cimas del Montmartre. En vez de seguir las instrucciones, los soldados, que no tenían la moral muy alta, fraternizaron con la Guardia Nacional y los residentes locales. Cuando su general, Claude Martin Lecomte, les ordenó disparar a una muchedumbre desarmada, le apearon de su caballo. Más tarde fue fusilado, junto con el General Thomas, un odiado comandante anterior de la Guardia que fue recogido por una muchedumbre en «Outer Boulevards».
Generales Lecomte y Thomas siendo fusilados en Montmartre después de que sus tropas se unieran a la rebelión; es una reconstrucción fotográfica, no una fotografía real


Generales Lecomte y Thomas siendo fusilados en Montmartre después de que sus tropas se unieran a la rebelión; es una reconstrucción fotográfica, no una fotografía real

Otras unidades armadas se unieron a la rebelión, que se esparció tan rápidamente que el Presidente Thiers ordenó la evacuación inmediata de París de las fuerzas regulares que aún le seguían siendo leales, tales como la policía y administradores. Él mismo huyó, a la cabeza de sus hombres, a Versalles. El Comité Central de la guardia nacional era ahora el único gobierno efectivo en París: casi inmediatamente renunció a su autoridad y organizó elecciones para una comuna, propuestas para el 26 de marzo.

Los 92 miembros de la Comuna (o, mejor dicho, del "Concilio Comunal") incluía habilidosos trabajadores, algunos «profesionales» (tales como doctores y periodistas), y un gran número de activistas políticos, desde reformistas republicanos, además de varios tipos de socialistas, hasta jacobinos que tendían a mirar nostálgicamente la Revolución Francesa. El carismático socialista Louis Auguste Blanqui fue elegido presidente del Concilio, pero esto ocurrió en su ausencia ya que había sido arrestado el 17 de marzo y estuvo retenido en una prisión secreta durante la vida de la Comuna. La Comuna de París fue proclamada el 28 de marzo, aunque los distritos locales con frecuencia retuvieron las organizaciones por el asedio.

A pesar de las diferencias internas, el Concilio tuvo un buen comienzo al mantener los servicios públicos esenciales para una ciudad de dos millones de habitantes; también fue capaz de alcanzar un consenso sobre ciertas políticas que tendían hacia un democracia social progresista más que a una revolución social. Debido a la falta de tiempo (la Comuna pudo reunirse menos de 60 días en total) sólo unos pocos decretos fueron implementados. Éstos incluían: remisión de las rentas, que habían sido aumentadas considerablemente por caseros, hasta que se terminase el asedio; la abolición del trabajo nocturno en los cientos de panaderías de París; la abolición de la guillotina; la concesión de pensiones para las viudas de los miembros de la Guardia Nacional muertos en servicio, así también como para sus hijos; la devolución gratuita, a través de las casas de empeño estatales, de todas las herramientas de los trabajadores; se pospusieron las obligaciones de deudas y se abolieron los intereses en las deudas; y, alejándose de los estrictos principios "reformistas", el derecho de los empleados a tomar el control de una empresa si fuese abandonada por su dueño.
La comuna regresa las herramientas empeñadas a los trabajadores durante el asedio


La comuna regresa las herramientas empeñadas a los trabajadores durante el asedio

El Concilio terminó con el alistamiento y reemplazó el ejército convencional con una Guardia Nacional de todos los ciudadanos que podían portar armas. La legislación propuesta separaba la iglesia del estado, hacía que todas las propiedades de la iglesia pasaran a ser propiedad estatal, y excluía la religión de las escuelas. Se les permitió a las iglesias seguir con su actividad religiosa sólo si mantenían sus puertas abiertas al público por la tarde para que se realizasen reuniones políticas. Esto hizo de las iglesias el principal centro político participativo de la Comuna. Otra legislación proyectada trataba de reformas educativas que permitirían la educación y la práctica técnica fueran disponibles para todo el mundo.

La Comuna adoptó durante su breve existencia el anteriormente descartado Calendario de la I República Francesa, así como la bandera roja en vez de la tricolor.

La carga de trabajo fue facilitada por varios factores, aunque se esperaba de los miembros del concilio (que no eran «representantes» sino «delegados» y podían ser inmediatamente cambiados por sus electores) que realizasen algunas funciones ejecutivas aparte de las legislativas. Las numerosas organizaciones ad hoc establecidas durante el asedio en las localidades («quartires») para satisfacer las necesidades sociales (cantinas, estaciones de primeros auxilios, etc.) continuaron creciendo y cooperando con la Comuna.

Al mismo tiempo, estas asambleas locales perseguían sus propias metas, normalmente bajo la dirección de trabajadores locales. A pesar del reformismo formal del Concilio de la Comuna, en conjunto la composición Comuna era mucho más revolucionaria. Las tendencias revolucionarias incluían anarquistas y socialistas, Blanquistas y republicanos liberales. La Comuna de París ha sido celebrada por anarquistas y socialistas marxistas continuamente hasta la actualidad, en parte debido a la variedad de tendencias, el alto grado de control por parte de los trabajadores y la notable cooperación entre los diferentes bandos revolucionarios.

En el IIIe arrondissement, por ejemplo, se proporcionó material escolar gratuitamente, tres escuelas se transformaron en entidades laicas y se estableció un orfanato. En el XXe arrondissement, se proporcionó a los escolares ropa y comida gratuita. Existieron muchos casos más de este tipo. Pero un ingrediente vital en el relativo éxito de la Comuna en su etapa fue la iniciativa mostrada por trabajadores sencillos en el dominio público, que se las arreglaron para tomar las responsabilidades de los administradores y especialistas removidos por Thiers.

Friedrich Engels, el más cercano colaborador de Marx, mantendría después que la ausencia de un ejército fijo, las políticas autónomas de los "quartiers" y otras características tuvieron como consecuencia que la Comuna no fuese como un estado en el sentido represivo del término: era una forma de transición en dirección de la abolición del estado como tal. Su posible desarrollo futuro, sin embargo, seguiría siendo una pregunta teórica: después de sólo una semana fue atacada por elementos del nuevo ejército (que incluía antiguos prisioneros de guerra liberados por los prusianos) creado rápidamente en Versalles.

El Asalto


La Comuna fue asaltada desde el 2 de abril por las fuerzas del gobierno del ejército de Versalles y la ciudad fue bombardeada constantemente. La ventaja del gobierno era tal que desde mediados de abril negaron la posibilidad de negociaciones.

La zona exterior de Courbevoie fue capturada, y en un intento retrasado de las fuerzas de la Comuna para marchar sobre Versalles fracasó ignominiosamente. La defensa y la supervivencia se transformaron en las principales consideraciones. Las mujeres de la clase trabajadora de París ahora tenían un firme e importante papel. Servían en la Guardia Nacional e incluso formaron su propio batallón, con el que más tarde pelearon heroicamente para defender el Palacio Blanche, pieza fundamental para Montmartre. (Es importante también señalar que incluso bajo el gobierno de la Comuna las mujeres aún no tenían derecho a voto, ni tampoco existían miembros femeninos en el Concilio.)

Una gran ayuda también vino desde la comunidad extranjera de refugiados y exiliados políticos en París: uno de ellos, el polaco ex-oficial y nacionalista Jaroslaw Dombrowski, se convirtió en el mejor general de la Comuna. El Concilio estaba fuertemente influenciado por el internacionalismo, por lo que la Columna Vendôme, que celebraba las victorias de Napoleón I y era considerada por la Comuna como un monumento al chovinismo, fue derribada.

En el extranjero, había muchas reuniones y mensajes de buena voluntad enviados por sindicatos y organizaciones socialistas, incluyendo algunos en Alemania. Pero las esperanzas de obtener ayuda concreta de otras ciudades de Francia fueron pronto abandonadas. Thiers y sus ministros en Versalles se las arreglaron para evitar que saliera de París casi toda la información; y en los sectores provinciales y rurales de Francia había siempre existido una actitud escéptica hacia las actividades de la metrópolis. Los movimientos en Narbonne, Limoges y Marsella fueron rápidamente aplastados.

Mientras la situación se deterioraba, una sección del Concilio ganó una votación (a la que se oponía Eugène Varlin —un corresponsal de Carlos Marx— y otros moderados) para crear un «Comité de Salvación Pública», modelado a imagen del órgano jacobino del mismo nombre formado en 1792. Sus poderes eran extensos y despiadados. Pero ya casi había pasado la hora en la que una autoridad central fuerte podía haber ayudado.

El 21 de mayo una puerta en la parte occidental de las murallas de París fue forzada (o, más probablemente, traicionada) y comenzó la reconquista de la ciudad por parte de las tropas de Versalles, primero ocupando los prósperos distritos occidentales donde fueron bien recibidos por los vecinos que no habían dejado París tras el armisticio.

Las fuertes lealtades locales que habían sido una característica positiva de la Comuna se convirtieron en una cierta desventaja: en lugar de una defensa planeada globalmente, cada «quartier» luchó desesperadamente por su supervivencia y fue derrotado cuando llegó su turno. Las redes de calles estrechas que hicieron inexpugnables distritos enteros en revoluciones anteriores habían sido en gran parte reemplazadas con anchos bulevares. Los de Versalles disfrutaban de un mando central y disponían de artillería moderna.

Durante el asalto, las tropas del gobierno fueron responsables de la matanza de ciudadanos desarmados: se disparó a los prisioneros que estaban fuera de control y las ejecuciones múltiples fueron algo común. El 27 de mayo, en un gesto fútil de desafío, una multitud asedió y asesinó a 50 rehenes, varios de ellos sacerdotes, que habían sido retenidos por la Comuna. En total, las pérdidas del gobierno rondaron los 900 hombres. Estas muertes iban a ser vengadas varias veces.

La resistencia más acérrima llegó en los distritos más de clase trabajadora del este, donde la lucha continuó durante ocho días de fuertes luchas callejeras (La Semaine sanglante, la semana sangrienta). El 27 de mayo sólo quedaban unos pocos focos de resistencia, los más notables los de los más pobres distritos del este de Belleville y Ménilmontant.

A las cuatro de la tarde del día siguiente cayó la última barricada, en la rue Ramponeau de Belleville, y Marshall MacMahon lanzó una proclama: «A los habitantes de París. El ejército francés ha venido a salvaros. ¡París está liberada! A las cuatro en punto nuestros soldados tomaron la última posición insurgente. Hoy se ha acabado la lucha. El orden, el trabajo y la seguridad volverán a nacer».


Prisioneros de la comuna marchando a Versalles (extraído de una revista moderna)

Las represalias comenzaron en serio. Se declaró un crimen haber apoyado a la Comuna en cualquier modo, de lo que se podía acusar —y se acusó— a miles de personas. Algunos de los comuneros fueron fusilados en lo que ahora se llama «El Muro de los Comuneros» en el Cementerio de Père-Lachaise mientras que otros miles de personas fueron llevados a Versalles para ser juzgados. Pocos communeros escaparon, principalmente a través de las líneas prusianas hacia el norte. Durante muchos días columnas de hombres, mujeres y niños hicieron, escoltados por militares, un doloroso camino hacia barrios de Versalles convertidos en prisiones temporales. Más tarde fueron juzgados; unos pocos fueron ejecutados; muchos fueron condenados a trabajos forzados; muchos más fueron deportados por largas temporadas o de por vida a islas francesas del Pacífico prácticamente deshabitadas. Nunca se ha podido establecer de manera segura el número de asesinados durante la Semaine sanglante, pero las mejores estimaciones son 30.000 muertos, muchos más heridos, y tal vez hasta 50.000 ejecutados más tarde o hechos prisioneros; 7.000 personas fueron desterradas a Nueva Caledonia. Para los presos hubo una amnistía general en 1889.

París estuvo bajo la ley marcial durante cinco años.

Retrospectiva de la Comuna

La clase acomodada de París, y la mayoría de los antiguos historiadores de la Comuna, vieron aquel hecho como un clásico ejemplo del «dominio de la muchedumbre», terrorífico y al mismo tiempo inexplicable. La mayoría de los actuales historiadores, incluso aquellos de derechas, han reconocido el valor de alguna de las reformas de la Comuna y han deplorado el salvajismo con el que fue reprimida. Sin embargo, han encontrado difícil de explicar el odio sin precedentes que la Comuna despertó en las clases medias y altas de la sociedad.



En las izquierdas, hay quienes han criticado a la Comuna por mostrarse demasiado moderada, especialmente dada la situación en la que se encontraban. Karl Marx encontró agravante que los miembros de la Comuna «perdieran valiosísimos momentos» organizando elecciones democráticas en vez de terminar de una vez por todas con Versalles. El banco nacional de Francia, ubicado en París con la reserva de millones de francos, fue dejado intacto y desprotegido por los miembros de la Comuna. Tímidamente pidieron prestado dinero del banco (que, obviamente, obtuvieron sin ninguna vacilación). Los miembros de la Comuna optaron por no coger los recursos del banco por miedo a que el mundo entero los condenara. De esta manera, se movieron grandes sumas de dinero desde París a Versalles, dinero que terminó por financiar el ejército que dio fin a la Comuna.

Algunos comunistas, izquierdistas, anarquistas y otros simpatizantes han visto a la Comuna como un modelo para, o como base de, una sociedad liberal, con un sistema político basado en la democracia participativa como eje de la administración. Marx y Engels, Bakunin y posteriormente Lenin y Trotsky intentaron sacar lecciones teóricas (en particular en lo que concierne a «la marchitación del estado») desde la limitada experiencia vivida por la Comuna. El crítico Edmond de Goncourt obtuvo una lección más pragmática: tres días después de La Semaine sanglante escribió «... La pérdida de sangre ha sido total, y una pérdida de sangre como esta, al asesinar la parte rebelde de la población, pospone la siguiente revolución... La vieja sociedad tiene 20 años de paz antes de de ella...».

La Comuna de París ha sido parte de las citas de muchos líderes comunistas. Mao se refería a ella con bastante frecuencia. Lenin, junto a Marx, consideraban la Comuna un ejemplo real de la dictadura del proletariado. En su funeral su cuerpo fue envuelto en los restos de una bandera roja preservada desde la Comuna. La nave espacial Voskhod 1 portaba parte de un estandarte de la Comuna de París. También, los Bolcheviques renombraron la nave de combate Sevastopol a "Parizhskaya Kommuna" en honor a la Comuna.

Otras Comunas


Simultáneamente con la Comuna de París, surgieron los alzamientos de Lyon, Grenoble, y otras ciudades, las cuales al igual que la Comuna de París, gozaron de una breve vida.