domingo, 26 de octubre de 2014

Uruguay: La guerra civil uruguaya de 1904

Revolución de 1904 


 
Un médico –a la derecha– toma mate en un campamento del Ejército uruguayo. 

Fecha 1904 
Lugar Uruguay 
Resultado Victoria del Partido Colorado, que gobernaba Uruguay. Los nacionalistas sublevados obtuvieron una amnistía general y una promesa de reforma constitucional que contemplase sus reivindicaciones. 
Conflicto Sublevación de los militantes del Partido Nacional contra el gobierno de José Batlle y Ordóñez, debido al incumplimiento del Pacto de la Cruz por parte de éste con fines electorales, que a su vez había puesto fin a la Revolución de 1897. 
Beligerantes 
Partido Nacional vs. Uruguay 
Comandantes 
Aparicio Saravia (PN) y Pablo Galarza (Uy) 
Fuerzas en combate 
Ejército revolucionario del Partido Nacional vs. Ejército del Uruguay 

La Revolución de 1904 fue la última guerra civil que se libró en el Uruguay, así como la más sangrienta y decisiva en la suerte del país en el siglo XX, cuya finalización determinó, entre otras consecuencias, un nuevo orden como la imposición de los valores eminentemente urbanos e intelectualistas –encarnados por José Batlle y Ordóñez– sobre la cultura del caudillismo rural imperante desde la independencia hasta aquel momento representado por Aparicio Saravia. 

Introducción 
El 1 de marzo de 1903 Batlle y Ordóñez, líder emergente del Partido Colorado, fue electo Presidente de la República con los votos de una fracción disidente del Partido Nacional –En Uruguay hasta 1922 las elecciones presidenciales eran indirectas, es decir, la realizaban los miembros del Parlamento– encabezada por Eduardo Acevedo Díaz, quien pronto opinaría que Saravia, del que fue secretario en la Revolución de 1897, “No es más que un pobre gaucho, engreído y camorrista, antes que belicoso”. 
Batlle tenía la intención de denunciar el Pacto de la Cruz –que puso fin a la Revolución de 1897 y que concedió al Partido Nacional el control político de seis departamentos–, según lo había proclamado antes de su elección: “La aspiración de la próxima lucha electoral debe ser el gobierno del partido. La consecuencia necesaria del triunfo de ese principio debe serla reconquista de los departamentos”. En ese plan, el 12 de marzo Batlle designó los jefes políticos departamentales, entre ellos seis blancos –nacionalistas–, pero dos (Rivera y San José) los adjudicó al grupo de Acevedo Díaz, que había sido expulsado del partido. 

Tensión de las posturas o paz armada 
El caudillo blanco nicole ordenó de inmediato al jefe político de Rivera, Carmelo Cabrera, que no entregara el poder. El departamento de Rivera, fronterizo con Brasil, era una base fundamental y fuente de pertrechos militares para las guerrillas militares del Partido Nacional. El 16 de marzo Saravia reunió unos 15.000 hombres en pie de guerra “La demostración armada”. 
Después de una dramática negociación, llevada a cabo por Alfonso Lamas –hermano de Diego Lamas y médico personal de Batlle– y José Pedro Ramírez, el 22 de marzo se llegó a un acuerdo –el Pacto de Nico Pérez– que evitó la guerra civil: el Partido Nacional controlaría Rivera y otros cuatro departamentos, pero Batlle designaría el jefe político de San José sin consultar al Directorio blanco. 
El 30 de marzo fue una jornada de apoteosis para Saravia: concentró y luego dispersó unos 20.000 hombres, casi todos jinetes, en la población de Nico Pérez, departamento de Florida. Durante el resto de 1903 Batlle mejoró el Ejército, al que dotó de fusiles Máuser e incorporó ametralladoras Colt y cañones Canet de 75 milímetros. 
Batlle y Saravia, quienes nunca llegarían a verse los rostros, se comunicaban a través de José Pedro Ramírez que, por su espíritu conciliador, suavizaba las posturas de ambos, con lo cual generó equívocos y, consecuentemente, contribuyó a precipitar las tensiones. Actuaban, además, sectores y grupos que querían la guerra. 

Inminente estallido de la guerra civil 

El incidente de Rivera 
La situación se había tensionado al tal extremo, desde la “protesta armada” de 1903, que bastaba una chispa para hacer estallar la tormenta. Y esa chispa la encendió un incidente de borrachos acontecido en la ciudad de Rivera. 
El jefe político de la ciudad era, desde 1903, Carmelo Cabrera, uno de los líderes más prestigiosos del Partido Nacional y hombre estrechamente vinculado a Aparicio Saravia. Venia teniendo Cabrera problemas con los brasileños, que transitaban por entonces, en particular en Río grande do Sul, por una situación política tensa. El 16 de marzo de 1903, mientras se desarrollaba la “protesta armada”, y cuando el jefe político de Rivera aun era Abelardo Márquez, gente en armas del caudillo João Francisco Pereira de Souza había irrumpido en la oriental y había destruido las instalaciones de dos periódicos publicados por los federales adversarios de éste, en la ciudad oriental: O Maragato y O Canabarro. En aquella violenta acción habían muerto algunos de los responsables de estas publicaciones. Si bien Saravia mantenía excelentes relaciones con Joao Francisco, se molesto y mucho ante esta violación de la soberanía nacional, y sustituyo a Márquez por Cabrera. Este no estaba dispuesto a permitir una repetición de este episodio. 
El domingo 1 de noviembre de 1903 hubo un incidente en el curso del cual un ciudadano brasileño llamado Gentil Gomes cometió diversos desmanes. No era la primera vez; Gomes había sido uno de los cabecillas de la irrupción de marzo. En estas circunstancias, Carmelo Cabrera metió en cárcel al revoltoso y a algunos de sus secuaces. Pero poco tiempo después se reunieron en la frontera unos 400 hombres de Joao Francisco, encabezados por Ataliva Gomes, alcalde de Santa Ana do Livramento y hermano del protagonista de los incidentes. Ataliva Gomes exigió perentoriamente la liberación de los detenidos. 
Cabrera, que contaba con poco más de 100 hombres en armas, intento negociar con los brasileños y libero a todos los detenidos, menos precisamente a Gentil Gomes, que estaba en la cárcel por disposición judicial. Pero Ataliva pretendía, concretamente, que se devolviesen la libertad a su hermano, y la reunión fue en extremo tensa; incluyo un intento de agresor al propio jefe político, que estuvo a punto de ser asesinado y se salvó por la intervención de Bernardino Pereira de Souza, hermano de Joao Francisco. Ante la firmeza de Carmelo Cabrera, los brasileños entraron en Rivera en actitud francamente agresiva. El jerarca oriental, entonces, dispuso a sus tropas en formación de combate y telegrafió a José Batlle y Ordóñez para informarlo de la situación y pedir auxilios. EL presidente ordeno no liberar a Gomes y envió al departamento dos regimientos de caballería. 
A medianoche, mientras se cruzaban disparos, uno de los custodios de Gentil Gomes lo puso en libertad y se fue con el a territorio brasileño. Con ese hecho debió por darse por concluido el incidente; pero el 2 de noviembre entraron en Rivera los dos regimientos enviados por el gobierno y se instalaron en Tranqueras. El día 3 el directorio del Partido Nacional, presidido por el doctor Alfonso Lamas, pidió la retirada de esas tropas, dado que el motivo que había determinado su entrada en Rivera estaba superado. El presidente se negó en redondo; era su derecho constitucional enviar tropas a cualquier zona del país, y no admitía compromiso alguno al respecto. Para peor, Carmelo Cabrera logro descifrar un mensaje en clave del ministro de Guerra, general Eduardo Vázquez, por el que daba instrucciones a los jefes militares instalados en Tranqueras de que estuviesen listos para combatir en caso de que se pretendiera expulsarlos del departamento violentamente. Enterado Aparicio Saravia de estos hechos, se reunió con Lamas y otros miembros del directorio; acordaron poner un plazo límite a la permanencia de las fuerzas del Ejército en Rivera. Si para el 15 de enero de 1904 no se habían retirado, se enviaría un ultimátum al presidente. 

Búsqueda infructuosa de la paz 
Según el escritor Lincoln Maiztegui Casas, este que consideraba propicio aquel momento para librar una guerra, que veía como inevitable, decidió aprovechar la coyuntura para provocarla y definir de una vez la tensa situación política. Batlle, ordenó el movimiento de tropas en todo el país y el 29 de diciembre Batlle empezó a enviar tropas al interior del Uruguay, incluidos los departamentos blancos. El Directorio consideró anulados todos los acuerdos y Saravia dio órdenes de movilización, aunque evitando de momento los enfrentamientos, también Batlle detuvo a algunos dirigentes blancos en Tacuarembó. El directorio comunicó a Batlle, a través de Gonzalo Ramírez, que consideraba violado el pacto de Nico Pérez. 
En ese contexto, el 1 y 2 de enero de 1904 Martín C. Martínez –blanco disidente, ministro de Hacienda– Aureliano Rodríguez Larreta, José Pedro Ramírez y Gonzalo Ramírez buscaron frenéticamente y por todos los medios un acuerdo. Batlle entonces presentó una propuesta, el 3 de enero: si se llegaba a un acuerdo electoral y los blancos se comprometían a no iniciar acciones armadas él retiraría las tropas. 
En medio de febriles negociaciones, Batlle comunicó, a través de su ministro Martín C. Martínez, que si se llegaba a un acuerdo electoral entre ambos partidos, “no tendría necesidad de tener acampados los regimientos en las cuchillas y los haría volver a sus cuarteles”. El 5 de enero Rodríguez Larreta se entrevistó en Melo con Saravia, que aceptó la propuesta presidencial, mostrándose en toda esta crisis asombrosamente sereno y moderado, aceptando abiertamente la propuesta presidencial. A las 72 horas el intermediario comunicó a Martín C. Martínez que la paz era un hecho; pero cuando el ministro habló con el presidente éste respondió con una frase: “Ya es tarde”. Era el 8 de enero de 1904, y aquel tajante veredicto significaba la guerra. 


Confirmación del conflicto 

 
José Batlle y Ordóñez. 
De inmediato la Policía comenzó a detener dirigentes blancos en todo el país. “El gobierno se ha sublevado” repetían los nacionalistas en el interior uruguayo. El 3 de enero un grupo de 70 blancos había rechazado a la Caballería gubernista liderada por Pablo Galarza, que por órdenes de Batlle se proponía tomar Trinidad; estos primeros tiroteos provocaron a su vez las primeras bajas. El 8 de enero, enterado de la respuesta del presidente, Saravia ordenó la movilización general. 
A lo largo de la campaña, que duraría ocho meses, unos 20.000 guerrilleros blancos desafiaron a las 36.000 tropas gubernamentales, repitiendo la táctica usada en la revolución de 1897: movimiento permanente, batallas ocasionales seguidas de retiradas, recibo de pertrechos desde Brasil y Argentina y extender el enfrentamiento hasta que el gobierno –agotado– acepte negociar. 
Batlle –un líder de notable autoridad y decisión– se sirvió de un Ejército mejor organizado y armado que el de 1897, empleó bien los recursos modernos como el ferrocarril, el telégrafo y las nuevas armas, y adoptó medidas de insólita severidad: leva en masa para servir en las Guardias Nacionales, interdicción de bienes privados, lugares de reuniones y órganos de prensa. Batlle dirigió personalmente los movimientos militares y dividió a sus tropas en dos grandes cuerpos: el del S, liderado por Justino Muniz, y el del N, comandado por Manuel Benavente. 
[editar]Acciones bélicas 

Inicios 
Los primeros enfrentamientos se dieron en el Departamento de Rivera en el cual Carmelo Cabrera resistió la entrada de las fuerzas coloradas e hizo explorar los puentes que permitían el paso del ferrocarril. El 9 de enero Aparicio atacó una fuerza colorada de pequeño tamaño poniéndola en desbandada, marchando hacia el Sur de inmediato sobre las fuerzas de Justino Muniz, que salió con tan solo 3.000 hombres contra los 9.000 de su enemigo emprendiendo la retirada por consejo de José Saraiva, hermano colorado del caudillo nacionalista, en dicha retirada se produjeron algunas escaramuzas menores en los parajes de La Ternera, Las Pavas y Sierra de Sosa. Batlle de inmediato envió 6.000 hombres para respaldar a las fuerzas de Muniz, produciéndose el 14 de enero el primer combate de gran amplitud, en la Batalla de Mansavillagra, actual departamento de Florida. La gran capacidad de fuego de las tropas coloradas, destrozo las barricadas de Aparicio y este debió retirarse 
En retirada hacia el Norte, el 15 de ese mes los revolucionarios fueron batidos en el pueblo de Illescas, en el límite departamental de Florida y Lavalleja. Durante siete días los blancos huyeron hacia Melo. A lo largo de 200 kilómetros Muniz persiguió a Saraiva, que se dirigía hacia la capital cerrolarguense, con ánimo de traspasar la frontera. En el trayecto se suscitaron algunas escaramuzas, pero el ejército blanco consiguió llegar a Melo. El 21 de enero, al frente de 15.000 hombres, Saravia atravesó la ciudad de Melo, luego dividió a sus tropas en tres grupos y aparentó internarse en Brasil. 

Pronto la calle se llenó de hombres gesticulantes, barbudos y harapientos, que pasaban en nerviosos caballos peludos gritando cosas que yo no entendía. Uno se detuvo un momento, dio a mi madre una carta, recibió de ésta un paquete y volvió a sumarse al desfile ruidoso, que parecía interminable. (…) Los blancos eran hombres desaseados, roncos y desagradables. Las banderas, descoloridas y en jirones, carecían de grandeza. Decididamente, la guerra era para mí cada vez más incomprensible. 
Juana de Ibarbourou, Chico Carlo. 

Muniz envió al gobierno noticias de victoria (un diario colorado sostuvo que, a esas alturas, Saravia “debe haberse ahogado en el Golfo de México”). Pero mientras Muniz perseguía a Basilio Muñoz hacia el Norte, Saravia –más un guerrillero astuto que un buen jefe de un ejército formal– giró hacia el Sur, atravesó a marchas forzadas Lavalleja y Florida y llegó hasta el río Santa Lucía. Los revolucionarios obtuvieron una sorpresiva victoria en la batalla de Fray Marcos el 31 de enero y el camino hacia Montevideo pareció expedito. 

La estratagema de Saravia 

 
Aparicio Saravia. 

En la capital cundió el pánico y Batlle ordenó cavar trincheras en Paso Molino y reforzar la Casa de Gobierno. Pero la toma de Montevideo no estaba en los planes de Saravia –consciente de sus debilidades y relativa indisciplina de sus guerrillas–, pues las intactas tropas del Ejército que estaban en el interior del país lo encerrarían fácilmente. Tras pasar por el departamento de Canelones marchó abierto en un amplio abanico –“marchar separados, combatir juntos”– hacia el litoral del río Uruguay, en procura de armas que serían enviadas por la Junta de Guerra formada en Buenos Aires, esta vez con el respaldo del Directorio partidario. 
Saravia subestimó la rapidez de la persecución de Muniz y, sorprendido, fue derrotado en la batalla de Paso del Parque el 2 de marzo, sobre el río Daymán. Perdió muchos hombres y pertrechos pero logró escapar. El 13 de marzo los revolucionarios ingresaron a la ciudad de Rivera, donde se reorganizaron y reunieron 20.000 hombres. Luego marcharon hacia el SE, cruzaron el río Negro por un puente flotante diseñado por Carmelo Cabrera, atravesaron los departamentos de Treinta y Tres, Florida y Lavalleja y el 13 de mayo ingresaron a Minas. 
Tras una escaramuza con Muniz en el paso de los Carros del río Olimar Grande (20 de mayo), Saravia ordenó la retirada hacia el N. Una vez más Muniz no lo persiguió, lo que provocó la ira de Batlle, quien lo sustituyó por Galarza como jefe del Ejército del S. Paralelamente el presidente solicitó al gobierno de Estados Unidos, a través de su embajador en Washington, Eduardo Acevedo Díaz, que presionara a Brasil y Argentina para que evitaran proveer de pertrechos a los revolucionarios. 

El desastre de Guayabos y la búsqueda de Galarza 
Acampado sobre el río Negro, Saravia envió una columna al mando de Abelardo Márquez hacia Bella Unión, para que recogiese 1.700 fusiles y 250.000 cartuchos que la Junta de Guerra había logrado comprar en Buenos Aires, con la tolerancia casi cómplice del presidente Julio Argentino Roca. Márquez cumplió el encargo, pero recibió del enviado de la Junta, Carlos Berro, la orden de tomar la ciudad de Salto, que esperaban convertir en “capital revolucionaria” y así obtener el reconocimiento internacional como banda beligerante, en igualdad con el gobierno de Montevideo. Márquez fue rechazado en Salto y el 6 de junio, en la batalla de Guayabos, perdió todo el armamento. 
Saravia mantuvo el desastre en secreto, y después de una reunión de jefes, se resolvió atacar directamente al Ejército del S de Galarza, estacionado en Cerro Largo. La batalla de Tupambaé –289 muertos, más de 1.200 heridos–, la más sangrienta de la guerra civil junto con la batalla de Masoller, se peleó el 22 y el 23 de junio; ambos bandos se agotaron y los blancos se retiraron. La llegada de los heridos a Montevideo avivó el clamor y las presiones por una paz negociada, hipótesis que el gobierno no descartó. 


Batalla de Masoller 
A partir de mediados de enero de 1904, se sucedieron varios combates entre fuerzas gubernistas y saravistas; los combates de Mansavillagra (14 de enero), Illescas (15 de enero) y especialmente la batalla de Tupambaé, el 24 de junio. La batalla decisiva se libró en la frontera con el Brasil, en Masoller, el 10 de setiembre de 1904, en el lugar de confluencia de los límites de los Departamentos de Rivera y Artigas. 

La batalla de Masoller fue especialmente reñida, por cuanto las fuerzas enfrentadas eran bastante parejas; y ambos bandos contaban con armamento moderno en su época, especialmente los fusiles Remington y los más recientes Mauser, de gran precisión y largo alcance. El 10 de setiembre de 1904 por la tarde, los combates se prolongaron durante alrededor de tres horas; pugnándose especialmente por unas posiciones ocupadas por las fuerzas del Gobierno en unos cercos de piedra (los que eran usuales en los campos, antes de su alambramiento) desde los cuales hostigaban a los revolucionarios con nutrido fuego de fusilería. Éstos, a su vez, lograron varias veces desalojar a los gubernamentales de esas posiciones; pero recelando que estuvieran minadas, luego no las ocupaban, y eran retomadas por el ejército gubernista. Entretanto, los revolucionarios procuraban que los gubernamentales consumieran sus municiones, para atacarlos más tarde. 

En esas circunstancias, Aparicio Saravia salió a recorrer el frente de fuego, para estimular a sus soldados; pero su figura resultaba claramente reconocible por el sombrero y el poncho blanco que usaba, así como por estar acompañado por un abanderado. Se trataba de una actitud sumamente arriesgada, porque estaba al alcance del fuego enemigo; y así ocurrió que fue gravemente herido por una bala de Mauser, que le atravesó el vientre de izquierda a derecha, lesionándole los riñones e intestinos. Sus compañeros de armas lograron sin embargo trasladarlo hasta el cercano Brasil, hacia una estancia situada en Carovi, distante alrededor de 5 kilómetros de la frontera, donde falleció el 10 de setiembre de 1904. 

Conocida la situación de Saravia, cundió el desánimo entre sus fuerzas; y según diversas versiones, surgieron entre sus oficiales importantes desavenencias que la autoridad de Saravia había contenido. No se logró acuerdo inmediato para designarle un sustituto en el mando superior de las fuerzas revolucionarias; y en definitiva su orden de volver a atacar a los gubernistas en la siguiente madrugada, con fuerzas de relevo, no fue cumplida, retirándose el ejército revolucionario tras la frontera, luego de lo cual prácticamente se desbandó, quedando así derrotada la última revolución civil. 

Los historiadores consideran la muerte de Aparicio Saravia como el final de la era de los caudillos políticos de estampa gauchesca. Aparicio Saravia fue, sin duda, un personaje caracterizado por la adhesión que como un verdadero ídolo suscitaba en grandes masas de gente de campo su imagen de guerrero ecuestre; que recorría los campos de batalla al galope, vistiendo el clásico poncho de color blanco con que es representado. 

Su muerte puso fin a la guerra civil, que se cerró con la Paz de Aceguá de 24 de setiembre de 1904; tras la cual se abrió en el país un muy extenso período de paz civil. 

En ese sentido, los principales postulados políticos esgrimidos por Saravia y el Partido Nacional, dirigidos a establecer un sistema electoral eficaz y confiable, fueron quedando consagrados poco tiempo después a través de leyes y prácticas electorales que permitieron una renovación regular de las autoridades de Gobierno, y un adecuado desenvolvimiento del sistema institucional, conforme a las normas de la Constitución, mediante un sistema de elecciones que ha alcanzado un reconocido prestigio por su corrección. 

“La patria tiene que ser la dignidad arriba y el regocijo abajo” 
(Gral. Aparicio Saravia) 


Tu nombre 

¿Qué duende de oscuro nombre
vaticinó tu caída?
¿Quién separó de tu vientre
el pulso azul de la vida?
¿Qué lobo clavó en tu carne
un quitasol de agonía?
Dime, Aparicio Saravia,
¿adónde fue tu alegría?

¿Quién se llevó de tu cuerpo
la apacible bizarría?
¿En qué ombú tu mano tiende
una cordial bienvenida?

¿En qué primavera estalla
el mangangá que te anida?
¿Y tu corcel y tu rostro,
y tu vendimia encendida?
 


• Aparicio Saravia (Audio
• Como un jazmín del país (Audio



Crisis en el ejército blanco 

 
Comisión encargada del pago a las tropas del ejército revolucionario. 

En el campo revolucionario las cosas no estaban mejor: Gregorio Lamas sostenía que la derrota por falta de armas y municiones era inminente. Saravia envió entonces hacia el N el grueso de su desharrapado “Ejército Nacional”, en busca de armas que proporcionaría Joāo Francisco Pereira de Souza y, al frente de una pequeña fuerza, emprendió una insólita persecución de Galarza. Éste, escaso de armas y sin el conocimiento cabal de la situación, no presentó batalla y continuó retirándose hacia el S, hasta que en el arroyo de las Pavas recibió pertrechos y dio la vuelta. 
Saravia giró hacia el N, para lo cual atravesó el río Negro sobre otro puente, el mayor –medía 305 metros– construido por Carmelo Cabrera sobre el paraje de Picada de Osorio, en Cerro Largo. El caudillo blanco se mostraba entonces deprimido: 

Este ejército me abruma… Si yo pudiera quedarme con tres mil hombres armados aquí, en el Sur, y mandar la gente desarmada al Norte. Pero en quién confiar…. 
También por esos días diría: 
No tengo quién me ayude, y tendré que hacerme matar para morir con gloria…. 

Provisiones revolucionarias y las últimas cartas de Batlle 
Los blancos se unieron en Rivera y todos marcharon de inmediato hacia el litoral del río Uruguay, donde debían recibir otra partida de armas. Batlle quitó a Benavente el mando el ejército del N y designó a Muniz; éste acampó en Tranqueras, con la misión de detener el paso de los revolucionarios hacia el O, pero Saravia lo eludió y entró al departamento de Artigas el 12 de agosto, lo que motivó la dimisión de Muniz. Batlle, ya sin muchas opciones, determinó que el ministro de Guerra y Marina, Eduardo Vázquez, tomase el relevo, cosa que hizo hacia el 27 de agosto. 
Los revolucionarios ocuparon Bella Unión el 20 de agosto y con unas 50 chalanas y botes de remo atravesaron el río Uruguay hacia la ciudad correntina de Monte Caseros, donde recogieron 1.288 fusiles, 700.000 cartuchos y dos viejos cañones Krupp. Con una moral muy elevada, los blancos se aprestaron a librar un combate que podía ser decisivo: en ese momento eran 6.500 hombres, a los que se sumaban unos 13.000 que poseían apenas armas blancas y algunas viejas pistolas. 
El 24 de agosto Saravia recibió a un enviado de Batlle, Joāo Baptista de Franca Mascarenhas, militar y hacendado brasileño radicado en Uruguay quien presuntamente le ofreció un acuerdo de paz y la administración de algunos departamentos. En ese marco, Saravia dialogó con su hijo Nepomuceno: 
-Nos ofrecen partir la naranja al medio y deseo llegar a Rivera para concretar. 
-¿Y por qué no lo hace acá? 
-Porque si falla el asunto, continuaremos la guerra hasta que el presidente quiera. Y si nos toca desarmarnos, podemos devolver muchas armas a nuestros amigos del Brasil. 

Muerte de Saravia y fin de la guerra civil 

 
Cartel con José Batlle y Ordóñez en primer plano que alude al fin de la Revolución de 1904. 

Pero el 1 de septiembre, al hallar la vanguardia de Vázquez al mando de J.M. Escobar firmemente parapetada tras largos cercos de piedra —las denominadas mangueras—, los blancos decidieron combatir; se sentían más fuertes que nunca y probablemente deseaban mejorar su posición en las negociaciones de paz. 
Sin embargo, la sangrienta Batalla de Masoller, que parecía favorable a los revolucionarios, derivó en la dispersión y posterior derrota de los blancos después de que Saravia fuese herido en el vientre por un disparo de Mauser mientras recorría el frente a unos 200 metros de las líneas enemigas –moriría nueve días después en territorio brasileño–. 
Cuando la tropa conoció la noticia, comenzó a dispersarse. Los jefes riñeron entre sí y se llegó al extremo de ofrecerle el mando a João Francisco Pereira de Souza, quien lo rechazó. Tampoco la delegación de un triunvirato de caudillos —Basilio Muñoz, Juan José Muñoz y José González— pudo salvar la situación; aquel era un ejército saravista y, muerto Saravia, perdió su cohesión y mística. 
Finalmente Basilio Muñoz firmó la Paz de Aceguá el 24 de septiembre de 1904, que implicó una rendición; los sublevados obtuvieron solamente una amnistía general y la vaga promesa de una reforma constitucional, que recién se lograría en 1918. El resto de la tropa revolucionaria entregó las armas el 9 de octubre en Nico Pérez, y a cambio recibió una pequeña retribución. 
La Revolución de 1904 fue la última patriada al estilo del siglo XIX, y movilizó a un número elevadísimo de combatientes de todas las clases sociales, en un país que no superaba el millón de habitantes. Expresó, por un lado, el deseo gubernamental de recuperar la unidad política del Uruguay; y, por otro, como en 1897, manifestó la aspiración de los blancos de gozar de garantías electorales –representación de minorías, voto secreto– y transparencia administrativa. 
La última gran guerra civil uruguaya marcó el ocaso de una cultura de raíz rural, ganadera e independiente. Tras la paz se inició el poderoso ciclo del Batllismo, que signó la historia del Uruguay durante al menos cinco décadas. 
Hagamos votos porque este dolor sea para nosotros una gran lección; porque no dirimamos ya nuestras cuestiones en los campos de batalla, porque las dirimamos siempre alrededor de las urnas (…). Acompañadme a dar una viva a los soldados de las instituciones… a dar un ¡hurra! Tan doloroso como entusiasta por los que han caído en su defensa… y a explorar la suerte de los que luchando por lo que ellos creían en un ideal patriótico… han caído también, extraviados en el no siempre claro camino del deber. 
José Batlle y Ordóñez, octubre de 1904. 

Fuentes 
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
La Escuela Digital – Montevideo, Uruguay.
www.revisionistas.com.ar
Peirano, Ricardo (2000 - 2002). Gran Enciclopedia del Uruguay. Barcelona: Sol 90. OCLC 51576630.
Wikipedia 

sábado, 25 de octubre de 2014

SGM: Los peores experimentos nazis en los campos de concentración

Los peores experimentos nazis con humanos

Los-peores-experimentos-nazis-con-humanos-1.jpg PHOTOS.COM/PHOTOS.COM/THINKSTOCK
Todos sabemos que en Alemania, durante el período de 1933 a 1945, estuvo en el poder el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, y al mando, Adolf Hitler. Durante ese período, además de la Segunda Guerra Mundial, se llevó a cabo una brutal represión contra comunistas, homosexuales, y lógicamente, judíos. Mucho se ha dicho ya sobre ello, pero hoy queremos hablar de los peores experimentos nazis con humanos.

Cuando pensamos en médicos, en general, vemos a seres que ayudan a que las personas se curen, sufran menos dolor, estén mejor. Sin embargo, durante el nazismo muchos médicos y científicos estuvieron involucrados en experimentos llevados a cabo en los campos de concentración. Lo cierto es que, en los juicios, sólo 15 de los 23 que participaron en estos terribles experimentos con humanos fueron considerados culpables.

Congelación e hipotermia

Estos experimentos fueron llevados a cabo en los hombres para simular las condiciones de los militares en el Frente del Este. Muchos alemanes murieron de frío o por enfermedades relacionadas a las bajas temperaturas –como la gripe–, así que esta era una forma de prepararlos mejor para esas condiciones climáticas.


Estos experimentos estuvieron a cargo del doctor Sigmund Rascher en los campos de Birkenau, Auschwitz y Dachau, y en 1942 presentó los resultados en una conferencia. Por un lado, se veía cuánto tiempo tardaba un cuerpo en congelarse hasta la muerte, y por el otro, se buscaban formas de reanimarlo.

A las víctimas –jóvenes judíos y rusos– se las ponía en tinas de agua helada o desnudos a la intemperie en temperaturas bajo cero, con una sonda que medía la bajada de temperatura en el recto , y la mayoría moría al llegar a los 25 grados.

Por otra parte, los experimentos para resucitar también eran crueles y dolorosos en aquellos que aún no había muerto pero estaban al borde. Se los ponía bajo lámparas de rayos ultravioletas que quemaban la piel, mediante la irrigación interna de agua hirviendo que generaba ampollas, o en tinas con agua caliente cuya temperatura se iba aumentando poco a poco, o haciendo que una mujer “caliente” al hombre mediante el sexo.

Experimentos genéticos



La raza aria era el objetivos de los nazis: cabello rubio, ojos azules, superhombres de una única raza en todo el mundo. Quienes no cumplieran esas características debían ser exterminados. Se hicieron leyes de matrimonio para investigar las razas y ver si eran puras. Uno de los que cayeron en la trampa fue el doctor Rascher, cuya mujer era estéril y habían adoptado dos hijos.

En los campos de concentración se llevaron a cabo gran cantidad de experimentos genéticos para perfeccionar la raza y entender los defectos. Entre los más conocidos fueron los experimentos de Josef Mengele con gitanos y mellizos. El “Ángel de la Muerte” seleccionaba a las rarezas apenas bajaban del tren en el campo de Auschwitz.

En el caso de los gemelos, Mengele los estudiaba por varios días, y cuando todas las pruebas habían sido tomadas, se los mataba con una inyección de cloroformo en el corazón.

Otras pruebas espeluznantes

En los campos de concentración también se llevaban a cabo otro tipo de pruebas con extrema violencia: interrogaciones con tortura, inyecciones con virus de enfermedades, esterilización, y experimentación de nuevas cirugías.



Por ejemplo, el doctor Kurt Heissmeyer inyectó la bacteria que causa la tuberculosis a prisioneros del campo de Neungamme. También se los expuso al gas fosgeno para encontrar un antídoto, ya que este había sido utilizado como arma biológica en la Guerra.

En muchos casos, se mutilaba a un preso para trasplantar sus extremidades en otro. La idea era saber si se podían trasplantar extremidades, pero se hizo de forma tan cruel que muchas personas murieron, otras quedaron mutiladas, y el experimento no llegó a ninguna buena conclusión.



Otra loca idea fue la de Hans Eppinger, que buscaba una forma de hacer el agua de mar bebible. Se privó de comida y agua fresca a varios gitanos, y se los obligó a beber solo agua de mar, por lo que muchos desarrollaron graves enfermedades.

El envenenamiento por inyecciones o en la comida era común en los campos de concentración; así como también la inseminación artificial de las mujeres, de las que se burlaban diciendo que habían inyectado en ellas esperma de animales para crear un monstruo.

Sin duda alguna, estos son los peores experimentos nazis con humanos. A veces me pregunto hasta dónde puede llegar la maldad humana, ¿qué piensas tú?

Ojo Curioso

viernes, 24 de octubre de 2014

PGM: Una habitación de un soldado francés permanece intacta

Habitación de soldado se ha mantenido intacta durante casi 100 años como un hermoso tributo 
The Huffington Post | Por Kimberly Yam



La memoria de este valiente soldado ha vivido durante generaciones para honrar.

Hubert Rochereau era segundo teniente en el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial, que murió el 26 de abril de 1918, de las heridas que incurrió mientras luchaba en Bélgica, según The Guardian. Sus padres, que dejaron su habitación sin tocar desde el día que el soldado fue a la guerra, vendió la casa en 1936, e incluyó una cláusula en la escritura que la habitación debe ser preservada de esa manera desde hace 500 años, según el Telegraph. Ha pasado casi un siglo desde que Rochereau murió, y su habitación se ha mantenido exactamente el mismo que lo había dejado.



El dormitorio aún está lleno de posesiones de Rochereau, incluyendo una colección de armas, una chaqueta militar andrajosa apolillado y un pequeño vial memorial que contiene, "la tierra de Flandes en el que nuestra querida niña cayó y que ha mantenido sus restos durante cuatro años", según a su etiqueta, informó el Telegraph.



Actual propietario de la casa, Daniel Fabre, dijo al diario Nouvelle République esa cláusula especial de la escritura no tiene una base legal, a pesar de los dos propietarios de la casa ya que los padres de Rochereau vendieron haber acogido la solicitud.


Foto por Matthieu Bock de Europa 1.

Mientras que la habitación se sirve un emotivo homenaje al veterano, no es la única forma en que se recuerda. Rochereau póstumamente fue galardonado con la Legión de Honor por su valentía, informó The Guardian. El nombre del soldado también aparece en un monumento en Libourne, Francia, donde se basa su regimiento.

jueves, 23 de octubre de 2014

Araucanos: ¿Que esperan para expulsarlos a Chile?

Fue intencional el incendio que consumió por completo al refugio Neumeyer
Bariloche2000
Fue intencional el incendio que consumió por completo al refugio Neumeyer

Con un triste noticia amaneció Bariloche este 12 de octubre: el refugio Neumeyer del Challhuaco fue consumido totalmente en un incendio intencional. La Policía Federal trabajó en el lugar para iniciar una investigación del hecho que habría comenzado con un robo y una posterior reivindicación territorial de un grupo. Hasta el momento no hay información más precisa. Galería de fotos de lo que quedó.

 La ciudad amaneció con una triste noticia este domingo 12 de octubre: un grupo de encapuchados sorprendió al encargado del refugio Neumeyer y, luego de reducirlo, prendió fuego el edificio, un máquina retroexcavadora y un depósito lindero.

Las primeras versiones indican que el grupo llegó a punta de pistola y habría arrojado panfletos reivindicando una "posesión territorial ancestral".

En el lugar trabajaron el área de Incendios, Comunicaciones y Emergencias (ICE) de Parques Nacionales, que recibió el aviso alrededor de las 8.30 de la mañana, Gendarmería Nacional, el Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF), Bomberos Voluntarios y el equipo de peritos de la Policía Federal para la determinación del origen del incendio.



Las llamas consumieron el bosque de lengas y coihues, alrededor del refugio. También fue incendiada una máquina retroexcavadora que estaba a unos 200 metros y era de propiedad del concesionario.

El nuevo incendio se produjo a casi tres años de la destrucción del refugio Berghof, que ocurrió el 30 de noviembre de 2011, y a pocas semanas de la desaparición de la Capilla Inmaculada Concepción, que conmovió a la comunidad local.

Ubicado a 18 kilómetros de Bariloche, en un lugar de singular belleza, el refugio Juan Javier Neumeyer fue inaugurado el 19 de diciembre de 1971 por el español Manolo Puente Blanco, y desde la década de los ´80, permanecía abierto todo el año.

En invierno, como Centro de Deportes para esquí de fondo nórdico y de travesía, pistas de trineos y caminatas en la nieve y nocturnas. El resto del año, era visitado como punto de partida para realizar trekking, senderismo, recorridos de interpretación botánica, ciruitos de ecoturismo y escalada - rappell, entre otras actividades.



El lugar al que se accede en vehículo, ofrecía albergue de montaña y servicios de té y restaurant con gastronomía patagónica. Contaba con calefacción a leña, luz, cocina, y baños con agua caliente.

Según informa la página web del CAB, el edificio original fue hecho con hormigón simple y madera. Tenía comedor, cocina, baños y pieza para el refugiero en planta baja y dos dormitorios bajo el techo aprovechado. En los ´70 momento, el camino no existía y los materiales se acarrearon con jeeps, por precarias huellas. Años más tarde, "con la inagotable perseverancia de Manolo" consiguieron los recursos para abrir el acceso vehicular.



La fachada actual de la cabaña era una fusión entre el viejo edificio y la ampliación construida en madera durante 1993 por el concesionario Marcelo Corengia. En la ampliación funcionaba un comedor y kiosco, y el edificio viejo era comedor, cocina y baños. En el techo estaban la pieza del refugiero y un gran dormitorio para los visitantes.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Conquista del desierto: Bahía Blanca y su fundación

Fundación de la ciudad

En octubre de 1827, el Gobernador Dorrego presentó, a la Honorable Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, el proyecto de ley con el plan de avance de la frontera, para fijar los nuevos límites entre el Salado y la bahia Blanca. La realización del pensamiento rivadiniano, estableciendo un centro poblado en la “BAHIA BLANCA”, había quedado autorizado por la sala de representantes, según ley del 14 de noviembre de 1827.


Primera fotografía del Puerto sobre el arroyo Napostá. (Foto Archivo Histórico Municipal de Bahía Blanca)

Estomba debía fundar el puerto y el establecimiento de la bahía Blanca, como su único Jefe. La campaña se inició en marzo de 1828, con la partida del ingeniero Narciso Parchappe y una escolta llegando a Bahía el 21 de marzo de 1828 . Tenían la misión de determinar el lugar exacto donde emplazar el puerto, sus baterías defensivas y un fuerte que le diera seguridad. En la ría bahiense lo esperaba la Sumaca Luisa con el apoyo logístico en materiales, como para recorrer la bahía y determinar el fondeadero que se convertiría en Puerto. Luego saldría desde Tandil el coronel Estomba llegando con el segundo escalón de la columna expedicionaria el 9 de abril de 1828, encontrándose con Parchape, aprobó los sitios elegidos por este, tanto para el puerto, como para el fuerte, el lugar de la primera población fue situada en una altura que actualmente ocupa la Plaza Rivadavia. No obstante la primera descarga en el puerto se había registrado el 1º de abril de 1828, antes de que se creara la fortaleza y el poblado. La Fortaleza Protectora Argentina, origen de la ciudad de Bahía Blanca, quedó fundada el 11 de abril de 1828.


Ramón Bernabé Estomba
Montevideo, 13 de junio de 1790 – Buenos Aires, 1 de junio de 1829


Acta fundacional de la ciudad de Bahía Blanca 1828


Para 1830, al sur del río Salado existían las poblaciones de Carmen de Patagones (desde 1779), Dolores (1817), Tandil (1823) y Bahía Blanca, en torno a la Fortaleza Protectora Argentina, El fortín fue fundado el 11 de abril de 1828.





Panorama alusivo a la fundacion del Fuerte de Bahia Blanca (Cuadro de Augusto Ferrari)

En puerto de la boca del Napostá se instaló el destacamento naval que se componía del práctico Domingo Laborda y 5 marineros que contaban con una chalupa y dependían de la Capitanía de Puertos de Buenos Aires.



Puerto sobre el Napostá.

Filippo Caronti. El casi ingeniero genovés no había terminado su carrera profesional por el exilio político que la guerra en Italia le impuso. Para Bahía Blanca su aporte fue impresionante. Entre muchas obras de avanzada, en 1858 creó el primer muelle de madera que tuvo el puerto en las márgenes del Napostá y también el camino consolidado que lo unía con el pequeño poblado. Las instalaciones eran sumamente rudimentarias. El puerto siempre fue un aporte permanente a la supervivencia de la Fortaleza Protectora Argentina aislada en el sur provincial. La llegada de los veleros siempre significaba refuerzos, víveres o armamento y municiones, además de los correos con las tan esperadas noticias de los sucesos en Buenos Aires.



En marzo de 1876 la goleta Rosales, perteneciente a la Marina de Guerra al mando del capitán Martín Guerrico, dio comienzo a la colocación de balizas y boyas marcando los canales de ingreso a la ría. No obstante, el ingreso no se podía efectuar de noche por la falta de iluminación, el rudimentario sistema de señalización no era sufuciente para el ingreso de barcos. El 6 de octubre de 1881 se fondeó en el acceso a la ría el primer pontón-faro en el que inauguró la primera iluminación del extenso litoral bahiense.


"Delineamiento de Bahia Blanca"  segun un cuadro de A. Pellegrini en el Museo de Bellas Artes





Tolderia Mapuche



Vista de la plaza Ramón Estomba en Bahía Blanca. Dibujo del Ing. Carlos E. Pellegrini.






FOTO DE LOS PRINCIPIOS DE BAHÍA BLANCA

Durante varios años, la “Bahía Blanca” no era más que un fortín, levantado para cerrar el paso a los indios. En 1835 en torno de ese fortín un caserío llamado “Nuestra Señora de Misericordia”. En 1859 llega a Bahía Blanca el Ingeniero, Arquitecto y Paisajista Carlos Enrique Pellegrini, se instaló en una pequeña población hoy Zelarrayan próximo a la calle Sarmiento frente mismo a la plaza “Cnel Ramón Estomba” como se llamaba en aquel entonces, mientras realizaba sus estudios de investigaciones, tuvo oportunidad de presenciar aquella última invasión del 19 de mayo de 1859 de unos 500 indios. De este combate, guarda un imperecedero recuerdo del General de Brigada D. Daniel Cerri, Jefe de la Frontera Sud, y lo considera como uno de los hombres inminentes que intervino luchando valientemente al lado de sus esforzados compañeros de armas en calles del pueblo, ya había intervenido en numerosas y temerarias acciones.


"El malón" por Mauricio Rugendas

Otra versión contradice lo dicho anteriormente, parece que no fue el último malón sobre Bahía Blanca, veamos:

El ejército de Calfucurá era estimado en 6.000 guerreros: 1.500 ranqueles, 2.000 "pampas", 1.000 "chilenos" (seguidores de él mismo y los caciques Cañumil, Quentriel y demás), 800 araucanos (traídos desde el otro lado de los Andes) y 700 pehuenches. Esto era una prueba clara del control del cacique de un amplio y variado territorio. Calfucurá jamás recibió el apoyo material de su principal aliado, Valentín Sayhueque, quién se negó a participar de los malones realizados por los otros caciques. En buena medida esto se debió a los esfuerzos de la diplomacia porteña de evitar que las numerosas huestes de manzaneros apoyaran a los pampas en su esfuerzo bélico. Un nuevo gran malón se realizó en junio de 1870. Calfucurá atacó con 3.500 a 6.000 lanceros Tres Arroyos y la arrasó. Luego, en octubre hizo lo mismo en Bahía Blanca, matando medio centenar de criollos, secuestrando numerosas cautivas y robando 80.000 cabezas de ganado. Fuente Wikipedia.


Bahía Blanca

martes, 21 de octubre de 2014

GCE: El servicio secreto británico operando en España

Materia secreta: el espionaje británico en la Guerra Civil
Por: Ángel Viñas |





En 2010 se publicó la esperadísima historia oficial del Secret Intelligence Service (SIS) o, en su denominación hoy más habitual, MI6. Comprende desde el año de su establecimiento, 1909, hasta 1949. El autor, Keith Jeffery, catedrático de Historia de la Queen´s University de Belfast, afirma que tuvo acceso a toda la documentación que le pareció necesaria. El director general del MI6, John Sawers, también lo constató en su prólogo. El libro ha tenido un éxito inmenso. En el Reino Unido las obras sobre espionaje  gozan de gran popularidad. Los británicos siempre fueron maestros en el gran juego de la inteligencia / contrainteligencia.
[El cartel de la imagen pertenece a la colección de la Biblioteca Digital Hispánica. Es de 1939 y de autoría desconocida]
Las páginas referidas a España son, sin embargo, decepcionantes. Quien las lea no obtendrá mucha idea de lo que el MI6 hizo en nuestro país y pensará que fue mas bien poco. Esta carencia quizá sea explicable por varios motivos. En España no solo actuó MI6. También lo hicieron otros servicios británicos y Jeffery, naturalmente, no tenía porqué referirse a ellos; la documentación relevante puede seguir estando clasificada o haber desaparecido; el autor pudo no querer entrar en un escenario marginal para su gran historia: la actuación contra los enemigos del Reino Unido, ya fuesen en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda o en los inicios de la Guerra Fría. Debió, eso sí, ver algunos papeles sobre España ya que alude a operaciones, que no identifica, que lanzó  desde Gibraltar durante la Guerra Civil el entonces jefe de estación en el Peñón, Leonard Hamilton-Stokes. Por cierto que este aparecería en Madrid, con igual condición, en los primeros meses de 1940.
Mis investigaciones durante los últimos diez años me han conducido a otras conclusiones. Por ejemplo: los servicios secretos británicos (aunque no necesariamente el MI6) estuvieron presentes en los inicios de la Guerra Civil; desempeñaron un papel en el golpe de Casado y continuaron funcionando, a ritmo más trepidante, durante la neutralidad/no beligerancia/neutralidad españolas en la Segunda Guerra Mundial.
El primer tema lo desarrollé hace algunos años al ligar la conspiración de Franco para eliminar al general Amado Balmes, comandante militar de Gran Canaria, con el famoso vuelo del Dragon Rapide, avión que debía transportarle a Marruecos. Uno de los pasajeros llegados de Londres a Las Palmas, el excapitán Hugh Pollard, había sido, cuando menos, agente del Servicio de Inteligencia Militar y es altamente verosímil que participase en la misión, siquiera para otear lo que pasaba, por encargo de la misma o del propio MI6. La cosa no está clara. En cualquier caso, no era agente de éste. Ingresó en él a comienzos de la Segunda Guerra Mundial.
Sobre el tercer tema estoy trabajando en la actualidad y espero poder presentar en un próximo libro un largo y denso acopio de datos e informaciones hasta ahora ignorados en la literatura.
Queda el segundo tema: el golpe de Casado, del que ahora se han cumplido 75 años. Aquí el protagonista fue un diplomático británico, convenientemente camuflado. Su nombre es conocido de los especialistas pero no se ha escrito mucho sobre él. Se llamaba Howard Denys Russell Cowan, abreviadamente Denys Cowan. Nacido el 23 de octubre de 1883, ingresó en el Foreign Office en septiembre de 1910. Fue destinado a Cuba en donde pasó la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial. Dimitió en octubre de 1920. Se ignoran las razones. Desaparece en la historia hasta agosto de 1938, cuando resurge como agregado honorario a la embajada británica en Barcelona. Esto fue, lo sabemos, una cobertura, quizá justificada por los peligros de su trabajo real. Era secretario y enlace de una comisión, presidida por el mariscal Sir Philipp Chetwode, que se ocupaba de facilitar el intercambio de prisioneros, franquistas contra republicanos y viceversa. Esto le daba la oportunidad de pasar de una zona a otra. Una facilidad de la que disfrutaban entonces contadísimas personas. Las oportunidades de otear y obtener información no pudieron faltarle.
Tras la caída de Barcelona en febrero de 1939 a Cowan se le envió al consultado británico en Madrid, ciudad entonces bastante aislada.  Este destino, sin embargo, desaparece en el anuario diplomático. Cierto es que no pudo ser de larga duración, pero es significativo por varias circunstancias muy especiales.
La más importante era que el coronel Segismundo Casado soñaba con un golpe que liquidase la Guerra Civil desde, probablemente, octubre de 1938. Esta información, que no estaba al alcance de todos y que obviamente ignoraba el Gobierno republicano, se transmitió a Londres. Esto puede explicar, para los no obtusos del todo, el traslado  de Cowan en Madrid. Casado, en la segunda versión de sus siempre falaces memorias, reconoció que tuvo contactos con agentes británicos, pero cuidadosamente se abstuvo de dar nombres.
Segismundo CasadoEs más, después de hundir todas y cada una de las posibilidades de resistencia y de prestarse a una gran operación político-estratégica de Franco para obtener la implosión republicana, Casado [en la imagen] se escapó a Londres. Aquí, refugiado y sin un chelín, no pasó ni hambre ni demasiadas privaciones. Un aspecto que no ha merecido la atención de los historiadores. ¿Por qué?
Veamos lo que hubo detrás. Un generoso donante le suministró fondos. No de forma directa sino a través del Comité de Ayuda a los Refugiados de España. Quien había detrás debió de ser muy precavido. En la documentación relevante aparece simplemente como “Miss Oliver”, mera pantalla.  Los importes fueron superiores a los que distribuía el comité.  El Foreign Office, de quien dependía el MI6, tomó cierto interés en que Casado se sintiera cómodo.
Obviamente no se trató de una ayuda desinteresada. Una mano anónima dio instrucciones al excoronel sobre cómo orientar el libro que rápidamente se puso a escribir, The Last Days of Madrid. Casado no sabía inglés, así que las instrucciones se le dieron en castellano. El libro se tradujo a velocidad de vértigo. Casado se lo dedicó a su “benefactora”, M.O. Se convirtió en un clásico que influyó durante 25 años en las muchas estupideces que se escribieron sobre el final de la guerra. Como reconoció privadamente mucho más tarde el propio Casado era, sin embargo, “pura bazofia”. ¿Quién estuvo detrás de la idea, de las instrucciones, de la traducción y de la publicación? Misterio.
Este misterio se ahonda un poco más porque tampoco se conoce nada todavía de las actividades de Cowan tras su regreso al Reino Unido. Hay que suponer que se le haría algún “debriefing”. Si es así, no se ha localizado. Tampoco reingresó en el Foreign Office. Los anuarios diplomáticos de 1939, 1940 y 1941 son mudos a su respecto. Sabemos, no obstante, tres cosas:

  1. Al estallar el conflicto europeo se proporcionó a Casado un trabajito en la sección española de la BBC. La gran emisora fue un refugio utilizado por los servicios secretos para camuflar a futuros colaboradores y agentes de numerosas nacionalidades.
  2. En algún momento Casado figuró en los planes que se cocían en Londres para hacer frente a la posibilidad de que Franco se decantara por el Eje.
  3. En lo que se refiere a Cowan ingresó en el recién creado Ministerio de Información, al cual pasó gente de las procedencias más diversas.

En este Ministerio se le nombró rápidamente jefe de la Sección de España. Esto significa que “alguien” valoró sus conocimientos. Lo que hizo no está todavía aclarado. En enero de 1940 sabemos que trató de conseguir un pasaporte español para la esposa de Casado (Carmen Santodomingo de Vega) a través de la sección de prensa de la embajada británica en Madrid. Al parecer dicha señora podía contar con el apoyo de dos generales, Juan Yagüe y Fernando Barrón, y del coronel José Ungría, exjefe del SIPM, el servicio de inteligencia militar de Franco. No podía contar con el apoyo de círculos falangistas y, en particular, con el del conde de Mayalde, a la sazón director general de Seguridad y como tal el inmediato sucesor de Ungría.
Dada la labilidad de las relaciones hispano-británicas en aquel momento el embajador sir Maurice Peterson prohibió toda ayuda a la esposa. No sabemos si llegó a obtener el pasaporte español o no. Nada hace pensar que pudiera reunirse con su marido en Londres. En cualquier caso, este no tardó en tener un affaire con una inglesa de la que nació una niña.
Sigamos con Cowan. En febrero de 1940 el Ministerio de Información decidió enviarle a España en misión. La embajada española en Londres le negó el visado, algo realmente sorprendente. Ello dio origen a una larga correspondencia entre el Ministerio, el Foreign Office y la embajada en Madrid. Por ella se deduce que en los altos niveles de la dictadura se consideraba a Cowan excesivamente pro-republicano. Este protestó indignado. Era un católico a machamartillo y si había ayudado a los republicanos, había ayudado más a los franquistas. Literalmente. De la correspondencia ha desaparecido el informe sobre sus actuaciones en Madrid.
Este intercambio fue a parar a conocimiento de “C”. Esta era la denominación interna y en clave del jefe del MI6, a la sazón sir Stewart Menzies. Por ello podemos pensar que no es absurdo establecer un enlace entre el Cowan de febrero/marzo de 1939 y el de un año más tarde. Cowan no viajó a España en esta última fecha. Podría haber seguido en el Ministerio de Información pero rápidamente se le destinó a otro puesto. La documentación disponible no permite adivinar adónde. Es posible que se considerase que era demasiado importante para exponerlo.
La no mención de Cowan en los anuarios diplomáticos a partir de 1940 puede explicarse por motivos que no tienen nada que ver con la necesidad de mantener el secreto más cerrado sobre sus actividades. Según la persona que debía acompañarle en su abortada misión, Tom Burns, agregado de prensa en el embajada británica, el escurridizo personaje que comenzó su carrera en Cuba pereció en uno de los bombardeos alemanes sobre Inglaterra.
Ahora bien, si se tiene en cuenta que igualmente han desaparecido muchos papeles relacionados con el viaje del entonces excapitán Pollard a Canarias, la volatilización de toda traza documental de las misiones de Cowan en España nos lleva a seis conclusiones provisionales:

  1. Los servicios secretos británicos estuvieron presentes en el comienzo y en el final de la Guerra Civil.
  2. Lo que hicieron es desconocido pero debió de ser lo suficientemente importante para que una mano misteriosa haya hecho desaparecer papeles que normalmente deberían estar disponibles en los archivos que no son del MI6 y de la Inteligencia Militar.
  3. Los archivos del MI6 no permiten profundizar en ninguna operación. Siguen cerrados a cal y canto. Unicamente el profesor Jeffery, como historiador oficial, tuvo acceso a la documentación.
  4. La imposibilidad de consultarlos no es fácilmente comprensible. Si se trata de no identificar personas, los nombres (eventualmente agentes españoles) pueden borrarse. Lo hacen habitualmente los británicos, los norteamericanos y, por lo que sé, los franceses. Si se trata de no identificar el modus operandi correspondiente, ¿por qué se ha levantado el velo sobre operaciones en otros países que ha descrito el profesor Jeffery?
  5. Existe documentación británica accesible, con nombres, en relación con otros servicios que no son el MI6 o la Inteligencia Militar.
  6. No deja de ser paradójico que en los momentos actuales se sepa más acerca de las actividades en España durante la Guerra Civil del servicio de espionaje de la NKVD que por el lado británico.

No corresponde a un historiador extranjero especular acerca de las razones por las cuales la política desclasificadora del Gobierno británico no se aplica a documentos que difícilmente podrán contener vitales secretos de Estado. Aunque esto sea algo que no cabe por principio descartar, siempre es posible retener información supersensible. Cualquier historiador que trabaje en archivos se encuentra regularmente con ejemplos de ello.  Y no pasa nada. Tampoco se hunde nada.

fuente

lunes, 20 de octubre de 2014

Holodomor: El periodista que recibió el Pulitzer pese a negar el holocausto ucraniano

El periodista que recibió el Pulitzer a pesar de ocultar el genocidio ucraniano

por Javier Sanz-

Con la Revolución rusa de 1917 caía el régimen zarista y los ucranianos creyeron ver su oportunidad para conseguir la independencia. Con la llegada de los bolcheviques al poder, encabezados por Lenin, los aires de libertad en Ucrania desaparecieron cuando el Ejército Rojo recibió órdenes de devolver la oveja descarriada al redil de la hoz y el martillo. Tras más de dos años de lucha soterrada, los bolcheviques se hicieron con el control de Ucrania. Los años de guerra, la confiscación del grano de sus fértiles tierras como tributo de guerra y una pertinaz sequía provocaron en Ucrania una terrible hambruna en 1921. Lenin, ante aquel terrible panorama, suspendió la confiscación de grano y suavizó las nuevas medidas económicas de colectivización que consiguieron aliviar temporalmente el hambre en la región. La muerte de Lenin confirmó el dicho que reza “otro vendrá que bueno te hará“… y llegó Stalin.

 Stalin

Para Stalin, eso de la humanidad debía ser una tara de los capitalista. Aplicó su primer plan quinquenal (1928-1932) para conseguir la transformación radical de las estructuras económicas y sociales soviéticas sin ningún tipo de miramientos. Para ello, se colectivizó la agricultura expropiando las tierras, las cosechas, el ganado y la maquinaria; se reguló la producción y la mayor parte de las cosechas de cereal se destinaron a la exportación y compra de productos manufacturados para la rápida industrialización. Todas estas medidas cambiaban radicalmente la fisonomía de una sociedad mayoritariamente agrícola que debía someterse al control total del Estado. Stalin fue especialmente riguroso y estricto, al contrario que su antecesor, con la implantación de estas medidas en Ucrania, donde topó con los terratenientes ucranianos (kulak), una excusa perfecta para las futuras maniobras de Stalin en Ucrania. Los kulaks desaparecieron misteriosamente y sus tierras fueron expropiadas, las propiedades de los pequeños agricultores independientes fueron confiscadas y éstos obligados a trabajar en las granjas colectivas. Los que se negaban eran deportados a Siberia —más de ochocientos mil—, de donde la mayoría de ellos nunca regresó. Por si esto fuera poco, en 1932, Stalin ordenó incrementar la producción de las granjas colectivas de Ucrania para disponer de más grano para las exportaciones. Apenas quedaba nada para las familias e incluso se bloquearon las fronteras para que no pudiese llegar comida del exterior. El hambre y la muerte se extendieron por todo el país. Veinticinco mil personas, sobre todo niños, morían de inanición cada día. Entre 1932 y 1933, unos ocho millones de ucranianos murieron por un arma de destrucción masiva llamada hambre.



Stalin siempre negó el genocidio ucraniano (holodomor) e incluso llegó a contar con un aliado inesperado: el corresponsal de The New York Times en Moscú, Walter Duranty. Los informes de Duranty en esta época afirmaban:

Cualquier informe de hambruna en Rusia es hoy una exageración o propaganda maligna. No hay hambre o muertes por inanición.


Duranty

E ironías de la vida, Walter Duranty recibió el Pulitzer en 1932. Bajo la férrea dictadura comunista todo permaneció en silencio y solo en 1991, tras el desmembramiento de la Unión Soviética y la recuperación de independencia de Ucrania, se destapó el genocidio. En 2003, y ante las miles de voces que pedían revocar el galardón concedido a Duranty, la junta del Premio Pulitzer se reunió para estudiar el caso. La conclusión final fue que el premio se le había otorgado por una serie de artículos publicados en 1931 que nada tenían que ver con el holodomor y, por tanto, no tenían por qué revocarlo. Eso sí, queriendo dejar constancia de su sensibilidad, remataron el informe con unas hipócritas palabras:

La hambruna de 1932-1933 fue horrible y no ha recibido la atención internacional que merecía. Con esta decisión -no revocar el Pulitzer-, el Consejo de ninguna manera quiere disminuir la gravedad de lo ocurrido. La junta expresa su condolencia a los ucranianos y a todos los que todavía lloran el sufrimiento y la muerte provocados por Josef Stalin.

Lógicamente, Stalin elogiaba la labor y, sobre todo, los informes de Walter Duranty

Historias de la Historia