martes, 15 de noviembre de 2016

Inteligencia: Firmenich como doble agente

Firmenich, Montoneros y Militares 
La historia del doble agente 


El periodista norteamericano Martín Edwin Andersen lanzó la primera piedra hace unos pocos años, cuando revistaba como corresponsal de Newsweek en la Argentina. Ahora, desde las páginas del semanario The Nation, que se edita en Estados Unidos, vuelve a la carga con la misma inquietante afirmación: el líder montonero Mario Firmenich comenzó a cooperar con los servicios de inteligencia militares a partir de 1973, preocupado por el definido viraje a la izquierda de su organización. La versión ha sido refutada por otros investigadores del tema y suscitó las iras del ex fiscal de San Martín, Juan Romero Victorica. No obstante, subsisten interrogantes que no hallaron aún la debida respuesta. 

Los viejos Montoneros no quieren ni oír decir que su jefe de la década anterior pudo ser un agente doble dirigido desde las sombras por la contrainteligencia militar. Los uniformados reaccionan con indignación ante la menor insinuación de que los Montoneros cumplieron algún papel bajo control militar, tal como atizar las contradicciones políticas y favorecer determinados objetivos, aunque para ello debieran matar a jefes y oficiales de las tres armas.

 

En este peligroso escenario de rechazos por doble vía, el periodista norteamericano Martín Edwin Andersen tuvo la ocurrencia, la semana pasada, de resucitar el tema más polémico de todas las investigaciones que realizó durante su estancia en la Argentina. La tesis ya había sido anticipada hace algún tiempo en el semanario Expreso, de Buenos Aires, y ahora fue nuevamente elaborada para la revista The Nation, en los Estados Unidos. 

Mario Firmenich, escribe ahora Andersen, fue un agente doble que trabajó para el Ejército Argentino a partir de 1973, cuando advirtió que el movimiento guerrillero nacionalista que comandaba empezó a inclinarse cada vez más hacia la izquierda. 

Andersen dice haber recibido la primera noticia de la singular situación de boca de un diplomático norteamericano, quien sabía que al jefe de los Montoneros "lo manejaba un coronel del Batallón de Inteligencia 601". Como reconocimiento a esta labor, el coronel fue ascendido a general y pasó a dirigir en persona la inteligencia militar, agrega. 

Andersen fue rápidamente desmentido por el ex fiscal de la Cámara Federal de San Martín, Juan Romero Victorica, quien se precia de haber obtenido para Firmenich una pesada sentencia. Entre los Montoneros sobrevivientes el silencio ha sido estricto. En realidad, ellos ya habían contestado a Andersen cuando éste publicó por primera vez su investigación. 

La situación del periodista norteamericano es de una extraordinaria incomodidad, a pesar de que muchos de quienes lo conocen no lo creen un embustero y admiten que su fuente es seguramente genuina. La incomodidad nace del hecho de que Andersen no puede mencionar con nombre y apellido a sus fuentes, ni al diplomático ni al jefe de la estación de la CIA en Buenos Aires, quienes sin duda conocían los entresijos de la formidable confusión de aquellos años. 

La imposibilidad de identificarlos lo coloca en inferioridad de condiciones para defender su trabajo, que a partir de ese momento se sostiene únicamente en la palabra del autor. 

El espacio donde Andersen se mueve es además muy poco elástico. Por las razones apuntadas al comienzo, es dudoso que reciba aportes de los Montoneros contra su jefe, y también es problemático que los militares lo ayuden a probar que existió un contrato secreto entre sus propios servicios de inteligencia y los guerrilleros que aquellos combatieron. 

El estruendo causado por la bomba periodística de Andersen, de todos modos, tardará en apagarse. Es natural, en tiempos electorales. Pero el hecho de que la bomba pueda explotar dos veces reveló que es estos días existe una sensibilidad especial dentro del país para mirar con otros ojos las investigaciones que llevan hacia esa zona tenebrosa donde los servicios de contrainteligencia puedan llegar a entenderse con sus enemigos de superficie. 

Uno de los nudos en los que Andersen ha centrado su serie de razonamientos es el episodio real de 1975, donde sin duda alguna se reunieron físicamente agentes de inteligencia y montoneros. 

Una casa sospechosa. El cinematográfico episodio que permitió a los Montoneros celebrar una conferencia de prensa dentro de una "casa de seguridad" de la inteligencia militar, el 20 de junio de 1975, también fue investigado por el periodista argentino Juan Gasparini, quien reside en Ginebra, donde ejerce la cátedra universitaria. Gasparini conocía la historia desde antes que Andersen la escribiera por primera vez, y posteriormente la investigó recurriendo a sus propias fuentes. Dos hombres de la SIDE, los cuñados Rodolfo Silchinger y Nelson Romero, utilizaban la casa de Libertad 244, en Martínez, como lugar de reuniones y para encerrar a víctimas de secuestros extorsivos. La casa era propiedad de Romero, quien vivía allí con su mujer, Laura Iche. En noviembre de 1974, los agentes de la SIDE mantuvieron secuestrado allí al joven José Poliseki, a quien terminaron asesinando, cuando no recibieron el rescate exigido a su padre, “un mediano industrial”. Dice Gasparini que estos dos agentes de la SIDE estaban realmente dentro de la casa cuando Firmenich citó en ella a la prensa, para presentarles a Jorge Born y poner término a la extorsión en su contra. 

Gasparirá, que estaba vinculado orgánicamente a los montoneros, afirma haber reconstruido el hecho apelando a "fuentes que no merecen duda, de írreprochable honestidad", para concluir que "la versión de Andersen debe, en parte, rectificarse”. 

Según la versión corregida por Gasparini, la casa de Martínez fue efectivamente alquilada por los Montoneros, pero en respuesta a un aviso comercial fijado en la pared de una confitería de la calle Maipú, en el centro de Buenos Aires y sin que mediara vinculación anterior de ninguna clase, Los Montoneros, bajo la cobertura de una empresa que se disponía a festejar un acontecimiento propio, la alquilaron para la reunión de Firmenich, Born y la prensa. Los testimonios de Gasparini recordaron que unos minutos antes de que Firmenich entrara en el edificio, Laura, la mujer del agente Romero, salió a buscarlo, lo encontró con Silchinger y los tres penetraron en la casa donde ya estaba armado el tinglado de la conferencia de prensa. El grupo armado que esperaba a Firmenich reaccionó ante la novedad inmovilizando a las tres personas, hasta que concluyó el acontecinúento. 

La "casa de seguridad" no sería, de acuerdo con Gasparini, exactamente eso sino una discreta residencia donde los dos agentes realizaban sus propios negocios. Sin embargo, Gasparini llama la atención sobre la única reacción ofrecida por Firmenich a la divulgación del episodio, que consistió en una declaración a través de su abogado, Mario Montoto, quien desvió la responsabilidad por haberla alquilado a los periodistas Francisco Urondo y Luis Guagnini. "De hecho (Montoto) dio pie a pensar que, si hubo infiltración, la responsabilidad cabía a los dos mencionados que, obviamente, no pueden responder” fue el comentario de Gasparini, aludiendo a la muerte de ambos. 

"Lo real es que ni Urondo ni Guagnini conocían a Romero y a Silchinger por otros motivos", agrega, atribuyendo a una coincidencia fortuita la superposición física de agentes de inteligencia y Montoneros. 

Para Gasparini, el fiscal Romero Victorica pudo haber contribuido a que la tesis de Andersen se construyera con datos de la pesquisa, lo que de todos modos resulta menos probable, dada la inquina que aquel le profesa al periodista norteamericano. En cuanto a la explicación de Firmenich, a través del abogado, Gasparini la considera "remiendo infeliz ". Gasparini está convencido de que "los Montoneros no fueron destruidos por infiltración de los servicios de inteligencia militar". 

La reescritura de Gasparini es, entre tanto, también incompleta. En noviembre de 1986, cuando la Cámara Federal confirmó las condenas de prisión contra tres agentes de inteligencia acusados de secuestros extorsivos y de la muerte de Poliseki, no solamente mencionó a los siniestros cuñados Silchinger y Romero. También aparecieron los nombres del comandante general de Gendarmería Guillermo Francisco Correa y del coronel Carlos Abel Godoy. Correa era el jefe del grupo de tareas donde trabajaban los agentes; posteriormente, escaló hasta ser jefe de policía de la ciudad de Tucumán y más adelante desempeñó la dirección de seguridad de la Univesidad Nacional del Sur. Además de Silchinger, los otros dos agentes condenados fueron Alejandro Omar Huss y Juan Carlos Alberto Chirico, éste último hasta un máximo de 23 años, ya que en diciembre de 1984 había merecido otra condena, de 12 años, por hurtos y robos reiterados. Silchinger logró una absolución por el homicidio calificado de Poliseki, en tanto que Huss recibió sentencia de 15 años. 

La idea de que los agentes secretos trabajaban con cierta libertad de acción, y hasta alquilaban para reuniones sociales la finca de Martínez, pierde consistencia después de leer aquellas actuaciones del "Caso Poliseki". Los militares Correa y Godoy fueron sobreseídos porque existió para los jueces una duda con respecto al crimen de Pobseki. Pero en ningún momento hubo vacilaciones sobre la relación de dependencia que unía a estos jefes militares con los criminales, unión que se verificaba en actividades de inteligencia en Buenos Aires y en Tucumán. El comandantes Correa, superior de éstos, concurría habitualmente a la finca y su conexión con esta historia surgió de su presencia en ella, a fin de individualizar a otro secuestrado por sus subordinados, a quién se le imputaba actividad subversiva. Esta concurrencia probada de Correa al lugar, hace mucho más verosímil la creencia de que se trataba de una “casa de seguridad” de la inteligencia militar, y no de una propiedad que agentes explotaban por cuenta propia. 

También el periodista Pablo Giussani, que cubrió la conferencia de prensa de Firmenich y Born en la “casa de seguridad”, esbozó sus dudas sobre la situación. “¿Qué significa éste nexo?”, escribió Giussani, ¿Denota sólo un episodio de infiltración, común en las organizaciones guerrilleras?, ¿O está indicando una vinculación más articulada y profunda?”. Lo que más llamó la atención de Giussani fue que la Cámara Federal, para absolver al comandante general Correa, había comprobado antes que éste interrogó a otro recluso en la “casa de seguridad” un año más tarde que a Poliseki. “Esto lleva a inferir que la conferencia de prensa se produjo en una casa que continuaba funcionando normalmente como base de operaciones represivas”, agregó Giussani, quién preguntó entonces “¿Es imaginable que pueda ocurrir semejante cosa sin que haya algún tipo de relación entre los dos grupos de usuarios del local? 

Un fiscal enojado. La ojeriza del fiscal Romero Victorica contra Andersen fue famosa en la época en que el periodista norteamericano residía en Buenos Aires. Aunque ambos se proponían acabar con Firmenich, uno mediante una larga condena y el otro demostrando su condición de agente doble, parece que a Romero Victorica le disgustaba la insistencia de Andersen en que había una suerte de contrato secreto entre los militares de inteligencia y el jefe de los Guerrilleros. 

Esta hipótesis enfureció a Romero Victorica, vinculado por lazos de familia, tanto con la magistratura como con las fuerzas armadas. El fiscal pertenece al cenáculo de católicos integristas radicado en Bella Vista, provincia de Buenos Aires, donde hacen los trabajos prácticos para iniciarse en política los adolescentes de la revista Cabildo. La prehistoria de Firmenich, cuando frecuentaba personalmente a estos mismos cenáculos, es uno de los misterios dolorosos de la derecha argentina. Ellos prefieren aceptar la apostasia de Firmenich antes que su actividad como agente doble. Romero Victorica está casado con Inés Aguirre, cuyo padre, el general de caballería Julio Aguirre, fue uno de los compañeros de Juan Carlos Onganía en el golpe de 1966. 

La irritación de Romero Victorica contra las extemporáneas interpretaciones de Andesen llegó a ventilarse desde las radios argentinas y dio lugar a situaciones divertidas y acciones judiciales por agravios a terceras personas. 

El fiscal insistía en sus avinagrados diálogos sobre Andesen y en negarle hasta la condición de periodista. Un fragmento de una entrevista efectuada por Radio Continental, el 13 de febrero de 1987, permite ver la hostilidad que lo dominaba: 

Romero Victorica: -Yo no entiendo, no entiendo nada. Hay un señor Andersen, un periodista, un pseudo-periodista, que dice que es periodista de Newsweek. 
Radio Continental: -¿El señor Andersen? 
Romero Victorica: -Andersen. Si usted lo tiene un día cerca pídale su credencial de Newsweek a ver si la tiene actualizada. 
Radio Continental: -¿Ud. cree que no es? 
Romero Victorica: Bueno, usted pídasela. 

Esta semana, EL PERIODISTA volvió a preguntarle al fiscal su opinión sobre Andersen, confiando en que el paso del tiempo podía haberla amortiguado. No fue así, como puede apreciarse: 
"Para mí, Andersen es un tema concluido, yo no quiero hablar más sobre ese señor, ya he dicho lo que pienso y es un tema totalmente agotado, sin ningún interés para la función que estoy desarrollando. ¿Sabe una cosa? No hay que dar por el pito más de lo que el pito vale... pero... éste señor es un prófugo de la justicia, sí, un prófugo de la justicia argentina, tiene una causa pendiente por calumnias e injurias. Es un fabulador, que en algún momento se refirió a algunas canaletas sucias de hechos que se estaban investigando para desorientar las investigaciones. Es una persona que se ha portado muy mal conmigo...” 

Romero Victorica, entre tanto, en declaraciones radiales rememoró algunos libros donde se acusa a Firmenich con argumentos parecidos a los de Andersen, aunque explicó que no podía garantizar su veracidad. En la opinión del fiscal que pidió la máxima pena para Firmenich, lo importante es que éste cumpla la condena de 25 años de cárcel, aunque teme que algún gobierno llegue a amnistiarlo en el futuro. 

En cuanto a Andersen, su polémica con Romero Victorica lo llevó a distribuir una biografía en inglés donde consta que, a los 33 años de edad, ha sido corresponsal de Newsweek y del Chicago Sun Times en Buenos Aires, que sus artículos se publicaron regularmente en Washington Post, The Nation, Toronto Globe and Mail, Miami Herald y otros diarios de Estados Unidos, habiéndose desempeñado dentro de su país en The News, de Paterson, New Jersey y Madison Press Connection. 

Aunque sin duda con razones menos personales que el ex fiscal Romero Victorica, el abogado Fernando Torres, defensor de Firmenich, coincidió en que "la denuncia no tienen ningún peso". Para reforzar la descalificación, Torres citó sin embargo al ex fiscal. “Hasta Romero Victorica saliló a desmentirlo a Andersen", dijo, tal vez olvidando que la pasión del ex fiscal sigue siendo acumular sus desmentidos a lo que escribe el norteamericano. Torres no logra explicarse por qué la cuestión salió otra vez a la superficie y dijo que "la mesa política de Firmenich había decidido en el primer momento darle un tratamiento exclusivamente político al asunto, pero después resolvió no darle importancia ". 

Sin embargo, es posible que las reacciones provocadas por Andersen alcancen una magnitud mayor de la que supone el abogado de Firmenich. En todo caso, la palabra final volverá a tenerla el mismo Andersen, quien anuncia su libro Black Terror: Argentina's Desaparecidos and, the Myth of the Dirty War (Terror Negro: Los Desaparecidos de Argentina y el Mito de la Guerra Sucia), que publicará la editorial Addison-Wesley, de Massachusetts. 

Referencia: 
Revista El Periodista - Año 5 - Numero 232 - Marzo 1989 - Por BENJAMIN VENEGAS

lunes, 14 de noviembre de 2016

Prehistoria: Guerra en la Antigüedad

Guerra prehistórica
Wikipedia




La guerra prehistórica se refiere a la guerra que ocurrió entre sociedades sin historia registrada.

La existencia -e incluso la definición- de la guerra en el estado hipotético de la naturaleza de la humanidad ha sido un tema controvertido en la historia de las ideas al menos desde que Thomas Hobbes en Leviathan (1651) argumentó una "guerra de todos contra todos", una visión directamente cuestionada por Jean-Jacques Rousseau en un discurso sobre la desigualdad (1755) y el contrato social (1762). El debate sobre la naturaleza humana continúa, abarcando la antropología contemporánea, la arqueología, la etnografía, la historia, la ciencia política, la psicología, la primatología y la filosofía en libros tan divergentes como la guerra de Azar Gat en la civilización humana y las sociedades sin guerra de Raymond C. Kelly y el origen de la guerra. [1] [2] A los efectos de este artículo, la "guerra prehistórica" ​​se definirá ampliamente como un estado de agresión letal organizada entre comunidades autónomas pre-letradas. [3] [4]


Hacha de mano de cuarzo

Paleolítico

Según el antropólogo y etnógrafo cultural Raymond C. Kelly, las primeras sociedades de cazadores-recolectores de la densidad de población del Homo erectus eran probablemente lo suficientemente bajas como para evitar conflictos armados. El desarrollo de la lanza lanzadora, junto con las técnicas de caza de emboscada, hizo que la violencia potencial entre los partidos de caza fuera muy costosa, dictando la cooperación y el mantenimiento de las bajas densidades de población para evitar la competencia por los recursos. Este comportamiento puede haber acelerado la migración de África de H. erectus hace unos 1,8 millones de años como una consecuencia natural de la evitación de conflictos. Aunque los eruditos creyeron que este período de "desnudez del Paleolítico" persistió hasta bien después de la aparición del Homo sapiens hace unos 0.2 millones de años, terminando sólo en la ocurrencia de cambios económicos y sociales asociados con el sedentismo, cuando nuevas condiciones incentivaron el asedio organizado de asentamientos. [5] [6]

De las muchas pinturas rupestres del Paleolítico Superior, ninguna representa a personas atacando a otras personas. [7] [8] El único arte rupestre que representa la violencia entre cazadores-recolectores proviene de una secuencia única del norte de Australia que comenzó hace aproximadamente 10.000 años. La evidencia esquelética y artifactual de la violencia del intergroup entre los foragers nómadas del Paleolithic está ausente también. [8] [10]

Epipaleolítico y mesolítico

El registro arqueológico más antiguo de lo que podría ser una masacre prehistórica se encuentra en el sitio epipaleolítico del cementerio 117. El cementerio contiene un gran número de esqueletos que tienen aproximadamente 13.000 a 14.000 años, muchos con puntas de flecha incrustadas en sus esqueletos, lo que indica que ellos Pueden haber sido las víctimas de la guerra. Algunos cuestionan esa conclusión argumentando que los cuerpos, que están enterrados en tumbas cuidadosamente hechas, pueden haberse acumulado durante muchas décadas, e incluso pueden ser evidencia del asesinato de intrusos en lugar de batallas reales. Casi la mitad de los cuerpos son mujeres, y este hecho también hace que algunos cuestionen el argumento de una guerra adecuada. Se ha observado que la violencia pudo haber ocurrido como consecuencia de una crisis ecológica local. [11]

En el sitio de Nataruk en Turkana, Kenia, numerosos restos humanos de 10.000 años de antigüedad fueron hallados con evidencia de lesiones traumáticas graves, incluidas las hojas de obsidiana incrustadas en los esqueletos, que hubieran sido letales. Los cuerpos en Nataruk no fueron enterrados, pero fueron preservados en las posiciones donde los individuos habían muerto en el borde de una laguna. Según el estudio que publicó inicialmente el hallazgo, la región era un "paisaje fértil del lago que sostiene una población substancial de cazadores-recolectores" donde se había encontrado la cerámica, sugiriendo almacenaje del alimento y sedentism. La guerra temprana fue influenciada por el desarrollo de arcos, de mazas, y de eslingas. El arco parece haber sido el arma más importante en la guerra temprana, ya que permitió lanzar ataques con mucho menos riesgo para el atacante en comparación con el riesgo involucrado en el combate cuerpo a cuerpo. Aunque no hay pinturas rupestres de batallas entre hombres armados con palos, el desarrollo del arco es concomitante con las primeras descripciones conocidas de la guerra organizada que consiste en claras ilustraciones de dos o más grupos de hombres atacándose entre sí. Estas figuras están dispuestas en líneas y columnas con un líder claramente vestido en la parte delantera. Algunas pinturas incluso representan tácticas todavía reconocibles como flancos y envolturas. [14]

Neolítico

Una sociedad neolítica se define como una sociedad que cultiva plantas domesticadas y fabrica herramientas sólo a partir de materiales naturales. La evidencia indica que la guerra estaba presente en muchas sociedades neolíticas. [15] Por ejemplo, el pozo de la muerte de Talheim y el sitio de la cala del cuervo son sitios de masacres neolíticos. [16] [17]

Los maoríes de Nueva Zelanda son notables por las miles de fortificaciones construidas para mejorar la posición de un grupo en la lucha casi continua en sus islas en el Pacífico Sur. En una época antes de que las armas de asedio se hubieran desarrollado a un alto nivel de complejidad tecnológica y cuando los atacantes tuvieran suministros limitados y tiempo para gastar en la batalla, las fortificaciones eran un método exitoso para proteger a la gente y al ganado de la invasión. Saqueado por los atacantes. Estas fortificaciones sustanciales muestran que había una considerable organización social en las sociedades de los pueblos prehistóricos. Esta es una evidencia corolario indirecta de que también han sido capaces de conducir una guerra organizada.

Edad de Bronce

El inicio de la Calcolítica (Copper Age) vio la introducción de dagas de cobre, hachas y otros artículos. En su mayor parte, estos eran demasiado caros y maleables para ser armas eficientes. Muchos estudiosos los consideran como instrumentos ceremoniales. Fue sólo con el desarrollo del bronce que las armas de metal afiladas se convirtieron en un lugar común.

Los trabajos de excavación llevados a cabo en 2005 y 2006 han demostrado que Hamoukar fue destruido por la guerra alrededor de 3500 aC - probablemente la guerra urbana más temprana atestiguada hasta ahora en el registro arqueológico del Cercano Oriente. Las excavaciones continuas en 2008 y 2010 se expanden en eso. [19]


Espadas de bronce del Museo de Escocia.

Las conquistas militares ampliaron los estados de la ciudad bajo control egipcio. Babylonia y Assyria posterior construyeron imperios en Mesopotamia mientras que el imperio Hittite gobernó mucho de Anatolia. Carros aparecen en el siglo 20 aC, y se convierten en el centro de la guerra en el antiguo Oriente Próximo desde el siglo 17 aC. Las invasiones Hyksos y Kassite marcan la transición a la Edad del Bronce Tardío. Ahmose I derrotó a los hicsos y restableció el control egipcio de Nubia y Canaan, territorios defendidos de nuevo por Ramsés II en la batalla de Cades, la batalla de carros más grande de la historia. Las incursiones de los Pueblos del Mar y la desintegración renovada de Egipto en el Tercer Período Intermedio marca el final de la Edad del Bronce.

Los griegos de Mycenaean (C. 1600-1100 BC) invirtieron en el desarrollo de la infraestructura militar, mientras que la producción y la logística militares fueron supervisadas directamente de los centros palaciegos. La pieza más identificable de la armadura micénica era el casco del colmillo del jabalí. [21] En general, la mayoría de los rasgos de la panoplia hoplita posterior de la antigüedad griega clásica, ya eran conocidos por la Grecia micénica [22].

La Edad de Bronce en China atraviesa los períodos protohistóricos e históricos. Las batallas que utilizaban la infantería del pie y del carro ocurrieron regularmente entre las energías en el llano del norte de China.

Edad de Hierro

Los primeros acontecimientos de la Edad de Hierro como la invasión dórica, el colonialismo griego y su interacción con las fuerzas fenicias y etruscas se encuentran dentro del período prehistórico. Las sociedades de guerreros germánicas del período de migración se dedicaron a la guerra endémica (véase también Thorsberg amarre). La guerra anglosajona se sitúa al borde de la historicidad, su estudio se apoya principalmente en la arqueología, con la ayuda de informes escritos fragmentarios.

Guerra endémica

En las culturas guerreras, la guerra se rige a menudo con una serie de tabúes y prácticas que limitan el número de víctimas y la duración del conflicto. Este tipo de situación se conoce como guerra endémica. [Cita requerida] Entre las sociedades tribales que participan en la guerra endémica, el conflicto puede escalar a la guerra real ocasionalmente por razones tales como conflicto sobre recursos o para ninguna razón fácilmente comprensible.


Notas


  1. Gat, Azar (2006). War in Human Civilization. Oxford: Oxford University Press. ISBN 978-0199236633.
  2. Kelly, Raymond C. (2000). Warless Societies and the Origin of War. Ann Arbor: University of Michigan Press. ISBN 978-0472067381.
  3. Thorpe, I.J.N. (April 2003). "Anthropology, archaeology, and the origin of warfare" (PDF). World Archaeology. 35 (1): 145–165. doi:10.1080/0043824032000079198. JSTOR
  4. Lambert, Patricia M. (September 2002). "The Archaeology of war: A North American perspective" (PDF). Journal of Archaeological Research. 10 (3): 207–241. JSTOR
  5. Kelly, Raymond C. (2000). Warless Societies and the Origin of War. University of Michigan Press. ISBN 978-0472067381.
  6. Kelly, Raymond (October 2005). "The evolution of lethal inter-group violence". PNAS. 102: 24–29. doi:10.1073/pnas.0505955102. PMC 1266108Freely accessible. PMID 16129826. "This period of Paleolithic warlessness, grounded in low population density, an appreciation of the benefits of positive relations with neighbors, and a healthy respect for their defensive capabilities, lasted until the cultural development of segmental forms of organization engendered the origin of war"
  7. Guthrie, R. Dale (2005). The Nature of Paleolithic Art. Chicago: University of Chicago Press. p. 422. ISBN 978-0-226-31126-5.
  8. Haas, Jonathan and Matthew Piscitelli (2013) "The Prehistory of Warfare: Misled by Ethnography" In War, Peace, and Human Nature edited by Douglas P. Fry, pp. 168-190. New York: Oxford University Press.
  9. Taçon, Paul; Chippindale, Christopher (October 1994). "Australia's Ancient Warriors: Changing Depictions of Fighting in the Rock Art of Arnhem Land, N.T.". Cambridge Archaeological Journal. 4 (2): 211–248. doi:10.1017/S0959774300001086.
  10. Horgan, John. "New Study of Prehistoric Skeletons Undermines Claim That War Has Deep Evolutionary Roots". Scientific American.
  11. http://genealogyreligion.net/wp-content/uploads/2014/04/pdf.pdf
  12. http://blogs.scientificamerican.com/cross-check/10-000-year-old-massacre-does-not-bolster-claim-that-war-is-innate/
  13. Lahr, M. Mirazón; Rivera, F.; Power, R. K.; Mounier, A.; Copsey, B.; Crivellaro, F.; Edung, J. E.; Fernandez, J. M. Maillo; Kiarie, C. "Inter-group violence among early Holocene hunter-gatherers of West Turkana, Kenya". Nature. 529 (7586): 394–398. doi:10.1038/nature16477.
  14. Keeley, pg.45, Fig. 3.1
  15. "Neolithic Warfare"
  16. The Perfect Gift: Prehistoric Massacres. The twin vices of women and cattle in prehistoric Europe
  17. Zimmerman 1981. The Crow Creek Site Massacre: Preliminary Report.
  18. "Archaeologists Unearth a War Zone 5,500 Years Old"
  19. [1], Clemens D. Reichel, Excavations at Hamoukar Syria, in Oriental Institute Fall 2011 News and Notes, no. 211, pp. 1-9, 2011
  20. Palaima, Tom (1999). "Mycenaean Militarism from a Textual Perspective" (PDF). Polemos: Warfare in the Aegean Bronze Age (Aegaeum). 19: 367–378. Retrieved 14 October 2015.}.
  21. Schofield, Louise (2006). The Mycenaeans. Los Angeles, CA: J. Paul Getty Museum. p. 119. ISBN 978-0-89236-867-9.
  22. Kagan, Donald; Viggiano, Gregory F. (2013). Men of Bronze: Hoplite Warfare in Ancient Greece. Princeton, NJ: Princeton University Press. p. 36. ISBN 978-1-4008-4630-6. In fact, most of the essential items of the "hoplite panoply" were known to Mycenaean Greece, including the metallic helmet and the single thrusting spear

domingo, 13 de noviembre de 2016

Biografía: Roca Argentina

Julio Argentino Roca, el fundador de la Argentina moderna
Juan Pablo Bustos Thames
Infobae


Julio Argentino Roca, dos veces presidente de los argentinos, falleció el 19 de octubre de 1914

El 19 de octubre pasado se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Alejo Julio Argentino Roca, el segundo tucumano en ocupar la primera magistratura de la república, el primero en ser reelecto y el ciudadano que más tiempo permaneció frente al Poder Ejecutivo Nacional, al acumular doce años alternados en la Presidencia.

Roca nos legó las bases de la Argentina que conocemos hoy. Ejerció su gestión entre 1880-1886 y 1898-1904. Esperó dos mandatos constitucionales completos para volver a ocupar el sillón de Rivadavia, sin tener que reformar la Constitución Nacional, como sí lo hicieron otros presidentes. Fue el segundo mandatario más joven de la nación. Asumió a los treinta y siete años de edad.


Con 37 años, Roca fue el segundo mandatario más joven de la Argentina

Fue un estadista con todas las letras y el máximo referente de la generación del ochenta, esa camada pujante que fundó el Estado argentino moderno. Como militar, hizo sus primeras armas en los enfrentamientos civiles entre el estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina. Hijo del coronel tucumano José Segundo Roca, héroe de la Guerra de la Independencia, de la Guerra contra el Imperio del Brasil y de las guerras civiles, destacó siempre por su valor en el campo de batalla, donde consiguió todos sus ascensos. El joven Roca se desempeñó en la Guerra con el Paraguay, conflicto en el que perdería a su padre, dos de sus hermanos y dos primos. Hasta hoy se recuerda el temple del joven mayor Julio Argentino Roca, cuando tuvo que obedecer, a regañadientes, la orden de retroceder, luego de un frustrado intento argentino de asaltar las trincheras paraguayas en Curupaytí. La providencia quiso que fuera el único jefe que no resultara herido en la acción y que se viera obligado a retirarse, al paso, a la cabeza de su legendario y disminuido batallón Salta, portando en alto, en una mano, la bandera de su unidad, perforada por la metralla enemiga, y en la otra, las riendas de su caballo, que había cedido para cargar allí a un teniente herido, a quien acababa de salvar la vida.

Julio Argentino Roca impresionó favorablemente a los distintos presidentes que se sucedieron a partir de la organización nacional. Justo José de Urquiza, amigo de su padre, lo admitió en el Colegio de Concepción de Uruguay, que tenía una sección militar, de donde egresaría como cadete de artillería. Bajo sus órdenes, lucharía hasta agotar todos los cartuchos, disparando su batería de dos cañones en la batalla de Pavón, al negarse a retroceder. Cuando su padre cabalgó hasta su puesto de combate para convencerlo de que había que abandonar la batería, porque la acción estaba perdida, Roca se cuadró ante este "oficial superior" y le dijo que no lo haría, porque no había recibido orden de retirada y porque "les había tomado mucho cariño a mis dos cañones; no los quería abandonar".

Generó muy buen concepto en Bartolomé Mitre, a raíz de su valor demostrado en la Guerra del Paraguay; en Domingo Faustino Sarmiento, sorprendido por su eficacia en el manejo político de los conflictos civiles que, sucesivamente, estallaron en el interior, mientras el Ejército Nacional luchaba en el Paraguay. En esa etapa, Roca desplegó su innato don de líder político y desactivó conflictos. Muchos, usando su capacidad de persuasión, sin tener que disparar un tiro. Sarmiento desconfiaba del joven Roca al principio, tanto que le recriminaría a su ministro de Guerra y Marina, Martín de Gainza: "Le he pedido a usted un hombre de energía e inteligencia, a un guerrero probado y no un barbilindo". Sin embargo, en vísperas de concluir su mandato, el Loco Sarmiento, ante cada situación difícil, le decía a Gainza: "Lo quiero a Roca allí". Así fue que Roca se fue granjeando, de a poco y con eficiencia, el apoyo del cascarrabias mandatario sanjuanino.


Fue durante su trayectoria militar que se consolidó su prestigio

El alter ego de Roca en la Presidencia fue, sin lugar a dudas, su comprovinciano Nicolás Avellaneda. Su asunción como primer mandatario, en 1874, vino acompañada de una seria revuelta, en varios puntos del país. Para sofocar el más grave, en Mendoza, Avellaneda convocó a Roca, quien, merced a una hábil estratagema, venció a los sublevados en una acción donde se produjeron pocas bajas y desbarató a los revolucionarios, entre los que estaba un antiguo superior suyo, a quien Roca facilitó la huida. No bien se enteró de esta victoria, eufórico, desde Buenos Aires, Avellaneda le telegrafió: "Lo saludo, general de los ejércitos de la república, sobre el campo de la victoria". Lo apodó El Zorro, mote que lo acompañaría toda su vida. Así fue como Roca llegó al generalato y Avellaneda empezó a pergeñarlo como sucesor, en la Presidencia.

Fue elegido presidente por abrumadora mayoría en el Colegio Electoral de 1880 (155 votos contra 70). En septiembre de ese año se sancionó la ley por la cual la ciudad de Buenos Aires pasaba a ser, formalmente, capital de la república. Hasta ese entonces, el Gobierno nacional vivía de prestado en la ciudad y se había generado una incómoda cohabitación con el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, que también tenía sede allí. A partir de esta ley, originada por el arribo de Roca al poder, se federalizó la ciudad y dos años después, bajo su mandato, se fundó la ciudad de La Plata, actual capital bonaerense. Se solucionaba, de este modo y definitivamente, "la cuestión de la capital", que tantos conflictos civiles había traído hasta entonces.

Respetó la Constitución Nacional en su faz formal; veló porque se observaran los derechos y las garantías allí consagrados. En especial, respetó, absolutamente, al igual que sus antecesores, la libertad de prensa y de expresión. Aceptaba estoicamente las críticas, las injurias y los agravios como parte del juego democrático y constitucional. Jamás se le pasó por la cabeza acallar a los medios opositores o amordazar a quienes no pensaban como él.

Bajo su mandato se inició un crecimiento económico sostenido de la Argentina, que se prolongaría, con algunas intermitencias, hasta la primera mitad del siglo XX. Inició las obras de los puertos de Ensenada y Buenos Aires, que hasta entonces no tenían infraestructura para recibir pasajeros, ni para el comercio. Desarrolló Puerto Madero y construyó el Hotel de Inmigrantes, donde se alojarían muchos de nuestros antepasados, que llegaron a nuestras costas.

La inmigración se disparó bajo su mandato y Buenos Aires, de ser una aldea semirrural, pasó a ser una importante urbe pujante en el mundo, al compás del crecimiento de las principales ciudades del interior.


Roca tuvo una participación clave en la federalización de Buenos Aires y en la consolidación de nuestras fronteras

Impulsó la ley 1420, de educación laica, gratuita y obligatoria, de todos los niños de 6 a 14 años, por la que instauró un régimen de vanguardia, modelo para toda América Latina. Al poco tiempo, hizo caer bruscamente el analfabetismo en la Argentina, dándole la fama que conserva hasta el día de hoy, la de contar con una población educada, en líneas generales. Ello le otorgó importantes ventajas competitivas en la región. Roca concretó, así, lo que Sarmiento había concebido y no había logrado plasmar en una ley. Hasta hoy todos valoramos la importancia y la trascendencia de esta ley, pero muchos desconocen que su mentor fue Roca. De ser un país semianalfabeto, al finalizar su primer mandato, funcionaban 1.741 escuelas públicas y 611 colegios privados, en todo el país. Había 168.378 alumnos; 133.640 de ellos concurrían a la escuela pública. Se registraban 4.736 docentes.

No voy a desarrollar aquí su gran obra, que consistió en la incorporación efectiva al territorio nacional de toda la Patagonia, y de regiones del Chaco y la Puna. Gracias a él la Argentina duplicó su extensión territorial mediante la incorporación de zonas que hasta entonces eran desérticas, u ocupadas por indígenas nómades o violentamente hostiles a los habitantes del territorio argentino. De este modo, Roca se anticipó a que estas áreas fueran ocupadas por países vecinos, o bien fueran objeto del expansionismo británico (que no le hubiera costado mucho hacerlo, desde su base, en Malvinas), o francés (que hasta tuvieron un autoproclamado y excéntrico "monarca" entre las tribus patagónicas). A Roca le debemos que las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego sean argentinas, amén de otras extensas zonas fronterizas con Chile, Bolivia y Brasil, ubicadas fuera de ellas.

Multiplicó la extensión de las líneas férreas y sancionó la ley 1.565 del Registro Civil. El Estado comenzaba a tomar razón de los principales acontecimientos de relevancia jurídica en la vida de las personas: su nacimiento, su fallecimiento, su matrimonio, que hasta entonces se regían por las inscripciones religiosas.

En su primer Gobierno impulsó la ley 1.130, de 1881, de unificación monetaria. Hasta ese momento, cada provincia emitía su propio papel moneda, fenómeno similar a la emisión de bonos provinciales generalizado desde 1985 hasta 2002.

Las monedas locales dificultaban el comercio interprovincial y significaban verdaderas aduanas locales prohibidas por la Constitución Nacional. Para terminar con este escándalo, obligó a todas las provincias a canjear sus valores por la moneda nacional, que desde entonces se impuso como único medio de pago en todo el país.

Creó los territorios nacionales, que dependían del Gobierno central y estaban localizados en las zonas de fronteras, recientemente incorporadas a la jurisdicción nacional, a fin de organizarlas y protegerlas ante alguna pretensión extranjera.


Julio Argentino Roca ejerció la presidencia del país de 1880 a 1886 y de 1898 a 1904

Firmó el pacto de límites con Chile, en 1881, que aseguró la paz con ese país, ya que se había llegado al borde de una guerra. Con este tratado, el país trasandino reconoció la soberanía nacional en toda la Patagonia argentina. Fue Roca quien consiguió que Chile reconociera, como principio divisor fronterizo, el de las cumbres más elevadas de la Cordillera de los Andes, que dividen las aguas hacia el Atlántico (Argentina) o el Pacífico (Chile). Impulsó las colonias galesas en la Patagonia, que aseguraron la presencia y la ocupación permanente argentina en la región.

Bajo su segundo mandato se sancionó el Código Penal y el de Minería; ambos consagraron importantes avances sociales, todo un adelanto en su época. Inició la ocupación argentina de la Antártida, al establecer la base de las islas Orcadas (1904); y comenzó la explotación petrolera en Comodoro Rivadavia (ciudad que se fundó bajo su Presidencia). Dio inicio así a una importante fuente de la riqueza nacional.

Fue el primero en impulsar las cumbres presidenciales. Bajo su mandato se reunió con el presidente chileno, para alejar definitivamente los vientos de guerra con el vecino país. Y dos veces con el mandatario brasileño, para terminar, de ese modo, con la desconfianza y la clásica rivalidad entre ambos Estados. Restableció las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, interrumpidas a raíz de la sanción de la ley de matrimonio civil y de educación (ambas bajo su primer mandato) e insertó al país como una potencia sudamericana, ampliamente reconocida en el mundo. Estableció relaciones diplomáticas con el Imperio del Japón, inició una histórica amistad que la Argentina mantiene hasta hoy.

En su última gestión, sancionó la ley 3.871 de conversión (1899), por la que asignó a la Caja de Conversión (antecesora del actual Banco Central), creada en 1890, el monopolio para emitir moneda, estableció un patrón de cambio entre el peso y el dólar norteamericano y la libra esterlina. Imponía, además, una férrea disciplina fiscal y monetaria que impedía al Estado gastar más de lo que recaudaba o emitir sin respaldo. Ello hizo que nuestro peso moneda nacional se convirtiera, para 1920, en una divisa reconocida mundialmente y que la Argentina se encontrara entre los diez países más ricos del mundo, merced a esta preclara norma impulsada durante el segundo mandato de El Zorro.

Julio Argentino Roca destaca como uno de los mayores próceres en la conformación de nuestra Argentina y corresponde rescatarlo, reivindicarlo y valorarlo en este nuevo aniversario de su fallecimiento.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Nazismo: La formación de las juventudes hitlerianas

La factoría de los cachorros nazis
Jacinto Antón - EP



Hitler reclutó a los niños y adolescentes alemanes para adoctrinarlos. Un libro analiza cómo funcionaban las Juventudes Hitlerianas, los crímenes de guerra que cometieron y cómo fueron precursores de los niños soldado.


UNA JUVENTUD bajo Hitler no podía ser buena. De 1933 a 1945, los jóvenes alemanes fueron incorporados en masa a la trituradora ideológica y militar del nazismo y muchos se convirtieron en perpetradores de los crímenes del régimen. La complicidad genérica de la juventud de Alemania con su Führer es indiscutible, pero también es verdad que esos chicos y chicas que ofrecieron su alma al perverso dictador, seducidos u obligados, fueron en cierta manera, y en mayor o menor grado según el caso, víctimas. Adoctrinados hasta lo indecible, coaccionados, intimidados, despojados de sus infancias y adolescencias, arrebatados de sus hogares y escuelas, entregados a menudo por sus mismos progenitores al ogro de la esvástica, los jóvenes alemanes fueron utilizados por los nazis, que los convirtieron en sujetos de un atroz experimento social, reservorio de sus ideas abominables y, en última instancia, en carne de cañón para su guerra con el mundo.



LAS JH SE CONVIRTIERON EN LA ÚNICA ORGANIZACIÓN JUVENIL EN ALEMANIA A PARTIR DE 1936, CUANDO FUERON PROHIBIDAS TODAS LAS DEMÁS
La principal herramienta empleada por los nazis para apropiarse de los jóvenes alemanes y unificarlos en su credo fueron las Juventudes Hitlerianas (JH), que recibieron el nombre en 1926 a partir de formaciones anteriores, vinculadas inicialmente a las SA (unidades de choque del partido nazi). En las JH sirvieron 9 de cada 10 jóvenes alemanes. De corte paramilitar (con bonitos uniformes –de color negro y mostaza– e insignias propios), estaban destinadas a los chicos de 14 a 18 años. Para los más pequeños, de 10 a 14 años, existía la rama infantil, el Deutsches Jungvolk (DJ), que desembocaba naturalmente en las JH y a cuyos miembros se denominaba pimpfe. En cuanto a las chicas, existía la sección femenina de las JH, la Liga de las Muchachas Alemanas, con su propia rama para las niñas. Todas vestían falda azul marino y camisa blanca, muy à la mode, según el gusto nazi, y peinaban trenzas o moños.



Una de las chicas más famosas salidas de las JH fue Irma Grese, la Bella Bestia, la terrible guardiana de campos como Ravensbrück, Auschwitz y Bergen-Belsen. Las JH se convirtieron en la única organización juvenil en Alemania a partir de 1936, cuando fueron prohibidas todas las demás. La afiliación pasó a ser obligatoria por ley en 1939 para todos los adolescentes de edades comprendidas entre los 10 y los 18 años. De las JH, que pasaron de los 100.000 miembros cuando Hitler asumió el poder (1933) a los dos millones a finales de 1933 y 5,4 millones en diciembre de 1936, se salía ya para ingresar en el partido (nazi), al Frente Alemán del Trabajo, a las tropas de asalto o a las SS (principal organización militar, policial y de seguridad del Reich), o al servicio en las Waffen-SS (cuerpo de combate de élite de las SS) y la Wehrmacht (Ejército). A comienzos de 1939, el 98,1% de los jóvenes alemanes pertenecían a las JH. Entre los que escaparon de sus garras, con grave riesgo, pues había fuertes sanciones (se recurrió a Heinrich Himmler y su policía y SS para hacer cumplir el servicio), figuraba el que luego sería escritor y premio Nobel de Literatura Heinrich Böll, con 16 años en 1933. En cambio, otro autor y también premio Nobel, Günter Grass, hizo un recorrido clásico completo: pimpfe a los 10, auxiliar de antiaéreo a los 15 y artillero de carro de combate de las Waffen-SS a los 17



Nuestra mirada se posa sobre esos jóvenes a menudo con una desasosegante ambivalencia. Nos espantan y repelen las imágenes de multitudes juveniles vociferantes entusiasmadas ante el líder, alineadas en orden militar, desfilando con marcial arrobamiento, cantando con endemoniada pureza (como en la icónica e impresionante escena del Tomorrow Belongs To Me del filme Cabaret); los más fanatizados, incorporados al combate en las divisiones mecanizadas de élite o a la lucha política y racial: la juventud que quema libros, acosa y maltrata –y hasta asesina– a los oponentes y a los judíos en las calles (o en los campos de concentración), denuncia a sus propios vecinos e incluso a sus padres a la Gestapo, que ese sí es un conflicto intergeneracional. La otra cara es la de la foto (que fue portada de Life) del soldado de 15 años, embutido en un capote demasiado grande, llorando como lo que es, un niño, tras su captura en 1945 por los estadounidenses. O la de los 20 soldaditos condecorados con la Cruz de Hierro, uno de ellos un “pequeño héroe” (así lo bautizó la propaganda) de 12 años, recibidos en el búnker de la cancillería del Reich, el 19 de marzo de 1945, por un Hitler ya espectral, pero aún capaz de enviarlos a la muerte más absurda e inútil ante los tanques rusos tras darles un pellizquito en la mejilla. “No volverán a ser libres el resto de su vida”, había profetizado en 1938 el gran flautista de Hamelín de Alemania.



El historiador nacido en Alemania pero nacionalizado canadiense Michael H. Kater (Zittau, 1937), un experto en la cultura del III Reich, doctor en Historia y Sociología por la Universidad de Heidelberg y profesor en la Universidad de York (Toronto, Canadá), acaba de publicar un libro imprescindible sobre las JH, esa organización sobre la que pivotó especialmente el esfuerzo de los nazis por apoderarse de esa generación alemana. Las Juventudes Hitlerianas (Kailas, 2016) es una obra tan exhaustiva como apasionante y estremecedora que combina la investigación científica con el relato humano –explica que los campamentos de las JH, donde proliferaba el sadismo, eran un mal lugar para mojar la cama–. Y alberga en su centro una profunda disquisición moral.



Jóvenes nazis, en el referéndum de 1934 con el que Hitler trató de legitimar los poderes que ya había usurpado de facto como jefe de Estado.

“Las organizaciones juveniles, como los Wandervögel, existían en Alemania desde la época guillermina y el inicio del siglo”, dice Kater, “se volvieron más hacia la derecha en línea con el espectro político general; en la última mitad de la República de Weimar (1925-1932), cuando Hitler estaba en alza, miembros de grupos de juventud nacionalistas simpatizaban secreta o abiertamente con el NSDAP, el partido nazi, aunque menos con las JH, que tuvieron un inicio débil y tardío. A medida que los patrones democráticos se derrumbaban, una estructura con un Führer pasó a ser aceptable entre la juventud alemana, y eso facilitó que todos los grupos juveniles se incorporaran a las JH. Eso ocurrió en etapas. Los que se resistieron fueron forzados hacia 1935”. Una de las claves del éxito de las Juventudes Hitlerianas es que se presentaban como excitantes, modernas y progresistas.



¿Qué concepto tenía Hitler de la juventud? “Al principio, realmente ninguno”, contesta el historiador. “No le interesaban los jóvenes porque no podían votar. Eventualmente Hitler se persuadió de que la crianza de jóvenes seguidores no era una mala idea: un movimiento milenario debía tener una retaguardia”.



Ante la imagen del soldado jovencito de Life y la de los niños del búnker de Hitler, Michael H. Kater tiene claros sus sentimientos: “Personalmente siento una inmensa compasión por ellos. Para mí, en ese tiempo, eran obviamente chicos inocentes que habían sido explotados por políticos fascistas criminales”.

LOS RECLUTAS DE LAS JUVENTUDES HACÍAN “TURISMO DE EJECUCIÓN”: PRESENCIAR ASESINATOS DE JUDÍOS
Con la guerra, se echó mano de los miembros de las JH para ayudar tras los bombardeos de las ciudades alemanas, lo que obligó a niños de 12, 13 y 14 años a tener experiencias espantosas, desenterrando a familias enteras chamuscadas. Peor aún fue el reclutamiento para las defensas antiaéreas, en las que 200.000 jovencitos y jovencitas de las JH prestaron servicio como personal auxiliar de artillería (Flakhelfer). Iban de la escuela a los cañones y muchos sufrían crisis nerviosas por el miedo.



Junto a eso, señala Kater, está el hecho de que el adoctrinamiento de las Juventudes Hitlerianas desempeñó un importante papel en los crímenes de guerra de la Wehrmacht y las SS, cuando esos jóvenes ingresaron en sus filas convertidos en soldados políticos. “Se pueden identificar dos importantes ingredientes de la formación ideológica de las JH que los jóvenes trasladaron a la Wehrmacht y las SS: uno es la creencia de que Alemania debía dominar otras partes del mundo, y el otro, la jerarquía racial, que ponía a los alemanes arios en la cúspide y a los judíos en lo más bajo”. Un hábito siniestro de los jóvenes reclutas provenientes de las JH fue el “turismo de ejecución”: la asistencia a los asesinatos colectivos de judíos sobre el terreno.


Un sello de 1943 conmemora los servicios prestados por las Juventudes.

¿Fueron las JH realmente útiles militarmente? Kater contesta que fueron fundamentales para que los nazis pudieran poner tantas fuerzas en el campo de batalla. “Habían recibido entrenamiento paramilitar incluso antes de marzo de 1935, cuando se introdujo el reclutamiento general, y de septiembre de 1939 (inicio de la II Guerra Mundial). Hay que recordar que el sello distintivo de la socialización de las JH fue la militarización, con las acampadas, marchas y juegos de guerra”. Las JH incluso tuvieron secciones especializadas como la naval, la ecuestre o la de pilotos de planeadores, a cuyos integrantes codiciaba Hermann Göering. “Al pasar a formar parte de las fuerzas regulares de la Wehrmacht o las SS, los jóvenes de las JH se mezclaron fácilmente en sus filas y reforzaron su agresividad”. Hubo incluso una división de élite vinculada a las JH, la 12ª SS División Panzer Hitlerjugend, formada en 1943 con 16.000 miembros de las JH nacidos en 1926. “Eran combatientes nazis particularmente fanáticos, habiendo sido socializados sin problemas desde los campos de las JH hasta los barracones de las SS”. Las JH cometieron crímenes de guerra. También hubo miembros de la organización en el sobrevalorado Werwolf, la guerrilla nazi que se enfrentó a la ocupación aliada.



El historiador está de acuerdo con que los chiquillos de las JH con bazucas Panzerfaust tan habituales al final de la guerra como miembros del Volkssturm, la milicia popular de último recurso, eran claros precedentes de los modernos niños soldado. “Desde luego. En el gran conflicto previo, la I Guerra Mundial, el Ejército alemán fue muy cuidadoso en no admitir reclutas de menos de 18 años –por ejemplo, al mismísimo Heinrich Himmler–, incluso aunque alguna vez chicos menores se colaran en el ejército imperial (como Ernst Jünger). Pero el fenómeno de los niños soldado es una marca de las últimas fases desesperadas de la II Guerra Mundial”. Kater apunta que a los reclutas de las JH asignados para los Panzer en 1943 y 1944 no se les repartían cigarrillos como a los soldados adultos, sino… caramelos.

ESTOS JÓVENES COMETIERON CRÍMENES DE GUERRA Y FUERON EL PRECEDENTE DE LOS NIÑOS SOLDADO
 Responsabilidad y culpa están en el núcleo del libro de Kater, que, además de sobre historia, es un libro sobre moral, e incluso un juicio moral. “Cualquiera que escriba sobre las JH ha de ocuparse de esos temas. Es un asunto muy delicado, y contestar de manera satisfactoria para todos a las preguntas que plantea, imposible”. Ser de origen alemán debe complicar las cosas. “El hecho de haber nacido en Alemania y haber estado, en 1945, a solo dos años de ser incorporado a las JH probablemente me hace ser especialmente ­sensible al tema. Me considero un demócrata liberal de izquierdas y hoy me estremezco ante lo que me habría aguardado como miembro de las JH si la guerra hubiera durado lo suficiente. Nacido en 1937, me trasladé a Canadá en 1953 y me convertí en ciudadano canadiense, dejando atrás a propósito mi nacionalidad alemana. Gracias a Dios, Canadá es una tierra de tolerancia e integración. No hay Marine Le Pen aquí, ni Trump, ni NSDAP”.



Se percibe en el libro una tensión entre la visión del historiador –y su impecable examen de los pecados de la Juventudes Hitlerianas– y la compasión ante determinados casos de esa juventud tronchada. ¿Cuál es el juicio final de Kater?, ¿víctimas y perpetradores? “Sí, ambas cosas. Hay que diferenciar entre adolescentes suficientemente mayores para aceptar responsabilidad (o incluso culpa) por ciertas actitudes y acciones, y niños que en un tribunal de justicia, incluso en uno nazi, deberían haber sido considerados inocentes. Obviamente, esas dos categorías siempre se super­ponen, y ¿quién puede decir dónde están los límites claros?”.


Mitin inaugural de la organización en Rheinsberg, en junio de 1936.

Las JH no tuvieron mucha suerte –si puede decirse así– con sus dos líderes: Von Schirach (juzgado en Núremberg) y Artur Axmann. “Ambos fueron cifras impersonales en la máquina nazi e intercambiables en lo que respecta a las JH. Ninguno tenía carisma, eran meros funcionarios. Schirach, no muy brillante y fofo, era particularmente vacuo pero con enormes pretensiones, más culturales que políticas. Axmann al menos había luchado en la guerra, en el frente del Este, donde fue gravemente herido y le amputaron el brazo derecho”. El líder de las Juventudes Hitlerianas pidió a sus chicos y chicas que defendieran Berlín hasta el fin: mantuvieron abiertos los puentes sobre el río Havel para que escaparan los faisanes dorados nazis, los jerarcas, entre ellos el propio Axmann.



No toda la juventud alemana siguió a Hitler. Hubo disidentes. Individuales y en grupo. Como los Jóvenes del Swing, atraídos por el jazz estadounidense, las pandillas (era difícil ser rebelde sin causa en la Alemania nazi) o los integrantes del grupo de resistencia de la Rosa Blanca.


El historiador aborda en profundidad un tema característico de las JH: el del género. “Siempre hubo en el partido nazi dos tendencias, una que quería que las chicas y mujeres fueran puestas masivamente a trabajar, especialmente en tiempo de guerra, y la otra que esperaba que se ciñeran a ser amas de casa y paridoras de nazis. Hitler pertenecía al segundo grupo. Albert Speer y Joseph Goebbels, al primero. En última instancia, Hitler ganó. Incluso las mujeres nazis que se revolvieron contra eso fueron rápidamente silenciadas. Igual que las feministas en las JH. La sección femenina, la BDM –cuya salida militar podía ser la de ayudantes en las distintas ramas de las fuerzas armadas–, tenía que obedecer siempre a los miembros masculinos, incluso las líderes”.

“LOS NAZIS SE APROVECHABAN DE SUS POSICIONES JERÁRQUICAS PARA EXPLOTAR SEXUALMENTE A CHICAS”

 El asunto del sexo es bastante siniestro. “A pesar de la ideología oficial que sostenía que las mujeres debían ser honradas y que el sexo era solo un catalizador necesario para la cría eugenésica, los nazis (hombres) se aprovechaban de sus posiciones jerárquicas para explotar sexualmente a las chicas y a las mujeres. En las JH tenías jóvenes (con energía y libido alta) a menudo hermosos (un buen cebo para la lujuria) mezclados con una estructura autoritaria, donde siempre había alguien que podía mandar y otro que no estaba autorizado a decir que no, la promiscuidad era muy alta”. De hecho, el acrónimo de la Liga de Muchachas Alemanas, BDM, pasó a leerse como Bund Deutscher Matrazen (liga de colchones alemanes) o Bubi Drück Mich (vamos chico, apriétame fuerte).



¿Cuál es el legado de las JH? “Después de la guerra, prácticamente todo el mundo había formado parte de ellas y podían sentirse avergonzados o culpables, así que no se hablaba del tema. Los de ultraderecha son una excepción, claro”.

viernes, 11 de noviembre de 2016

SGM: Tres mujeres espías en Francia

Estas 3 mujeres británicas del SOE ayudaron a ganar la SGM - 2 sobrevivieron, 1 fue cremada viva

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los hombres estaban peleando en primera línea, las mujeres estaban realizando algunos actos bastante heroicos por su cuenta. Estas mujeres eran parte del Ejecutivo de Operaciones Especiales, o SOE, y eran conocidas como Mujeres SOE. La SOE era una red secreta de inteligencia y espionaje que operaba desde la famosa calle Baker en Londres, Inglaterra.

War History Online


Las mujeres de SOE constituyeron 3.200 de los 13.000 o más agentes del Ejecutivo de Operaciones Especiales. Echemos un vistazo a tres de sus historias.

Lise de Baissac



Nacido el 11 de mayo de 1905, Lise de Baissac era un maestro del disfraz. Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutada en la organización de espionaje de guerra de Inglaterra, el Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE). En 1942, Lise fue una de las primeras mujeres en paracaídas en Francia, donde se disfrazó de arqueóloga y viuda.


Ella estuvo allí durante 11 meses, y su misión era explorar zonas de caída convenientes y pistas de aterrizaje. Los contenedores de armas le fueron lanzados en paracaídas y los pasó a los agricultores locales en preparación para el sabotaje. La SOE tuvo que recordar su regreso a Inglaterra cuando se dieron cuenta de que la Gestapo había volado su cubierta. En 1944 Baissac regresó a Francia en una nueva misión, esta vez disfrazada de refugiado parisino.

Baissac y su hermano establecieron varios grupos de resistencia en Normandía, enviando mensajes en bicicleta. Juntos organizaron sabotajes y ataques para retrasar los refuerzos alemanes dirigidos hacia el frente de Normandía.

Baissac vivió una vida plena y murió a los 98 años en 2004.

Cecile Pearl Witherington




Nació en Francia en 1914. Cuando Alemania comenzó a invadir Europa occidental en la primavera de 1940, Pearl logró ayudar a su familia a escapar a Inglaterra (sus padres eran ingleses). En Inglaterra, comenzó a trabajar para el Ministerio del Aire y debido a su fluidez en francés fue aceptada en la SOE. En 1943, se lanzó en paracaídas a Francia, donde se disfrazó de representante de la compañía de cosméticos.

Durante un período de ocho meses, entregó mensajes codificados a los operadores de radio. El líder de la SOE fue capturado, así que Pearl asumió y comandó una unidad de 1.500 combatientes de la resistencia nombrados código "luchador." Esta unidad era responsable de soplar para arriba 800 estiramientos de líneas de ferrocarril y de rutas de suministro, que dio lugar a 18.000 alemanes que rendían a Los aliados, que estaban en el proceso de avanzar fuera de Normandía.

Perla tenía 91 años cuando le concedieron sus alas del paracaídas en 2006. Ella murió dos años más adelante el 24 de febrero de 2008.

La heroína francesa Andree Borrel




Borrel nació el 18 de noviembre de 1919. Entre julio y diciembre de 1941 logró organizar y operar el primer ferrocarril subterráneo de Francia a España. Su amigo Maurice Sufour estaba a su lado durante este tiempo y la pareja usó la línea de escape para evacuar a los aviadores aliados de la Francia ocupada. La red subterránea fue descubierta, por lo que Andrea no tuvo más remedio que huir a Portugal. Una vez allí, se unió a la SOE.

Andrée fue una de las primeras mujeres en paracaídas en París, y se unió a la resistencia y logró convertirse en segundo al mando. Fue arrestada junto con otros tres miembros de la resistencia por su ataque contra una central eléctrica y otros edificios. Ella se negó a cooperar durante el interrogatorio y así fue llevada a un campo de concentración.

Tristemente, Andrée murió una muerte cruel. Increíblemente, logró sobrevivir a la inyección letal que estaba destinada a matarla y en su lugar despertó justo cuando estaban a punto de comenzar con su cremación. Trató de escapar, pero no pudo dominar a los médicos y fue cruesomely cremado vivo.

Tanto el médico que administró la inyección como el ejecutor del campo fueron ejecutados posteriormente por los Aliados por crímenes de guerra.