domingo, 24 de mayo de 2020

Argentina: El atentado contra Sarmiento

La noche que zafó Sarmiento

Revisionistas




Francesco y Pietro Guerri

El presidente, cansado de las advertencias sobre amenazas contra su vida, se trasladaba sin custodias. Domingo Faustino Sarmiento sostenía que “contra un asesino alevoso no hay preocupación que valga“, convencido de que “cuanto más se guardó Lincoln fue cuando lo asesinaron” (trágica noche en el teatro Ford, de Washington, del 14 de abril de 1865, cuando John Wilkes Booth le disparó a la cabeza).

En esta otra noche sabatina y porteña del 23 de agosto de 1873, Sarmiento, sin precaución alguna, treparía solitario a la carroza parisiense estacionada frente a su casa de Maipú entre Temple (Viamonte) y Tucumán. En el corto trayecto hasta lo de Dalmacio Vélez Sarsfield serían el cochero y él, además del par de matungos que resoplaban bolsones de niebla: ese frío 23 de agosto de 1873 congelaba el aliento. Se abrigó, olvidado del Tedeum del último 25 de Mayo: la información hablaba del crimen en la Catedral junto al gobernador Mariano Acosta. Eligió resignarse, hacía dos meses, al recibir una carta del gobernador Iriondo, de Santa Fe. “Usted sabe que no me asusto fácilmente pero esta vez tengo miedo; el hombre que Ud. sabe ha vuelto -advirtió- y dice que aquellos otros opinan que es más fácil matarlo a Ud. que vencer a las armas nacionales (que aplastarían en diciembre el alzamiento jordanista); tome pues sus medidas -continuó el mandatario- porque creo que lo van a mandar asesinar. No puedo nombrar al individuo porque nos privaríamos de un poderoso y discreto auxiliar“.

Los trabucos listos

Muy cerca, en la misma calle Maipú, había terminado la reunión en la que El Austríaco entregó las armas a los tres italianos: trabucos naranjeros de bronce boca ancha comprados cerca de la central de policía. Uno bien cargado de pólvora y varios puñales. Los italianos eran ociosos marineros mientras las embarcaciones -en su caso La Paulita- estaban surtas en el Riachuelo. Habían sellado el primer compromiso con un adelanto de 200 pesos entregado por El Austríaco en una fonda de La Boca. Algunos encuentros siguieron en la fonda Génova de Paseo de Julio (hoy Alem) entre Cangallo (hoy Perón) y Cuyo (hoy Sarmiento) con pagos de 200 o 300 pesos a cada uno a cuenta de la cifra mayor. Después del atentado, en una casa de la calle Callao cobrarían los 10.000 patacones o pesos fuertes, inmediatamente después de consumado el crimen. La señal para atacar la carroza que partía hacia la calle Corrientes sería un silbido de El Austríaco. A esa hora, los matutinos tenían sus materiales cerrados y empezaban a componer el trabajoso armado de las últimas páginas. Pasada la media noche comenzaba la impresión y las cenas bien regadas para los periodistas que debatían los temas políticos. Era época propicia y a la vez complicada para la discusión, tiempo de elecciones.

Los conjurados eligieron seudónimos e historias de fantasía para el caso de apresamiento. Revisaron la esquina del almacén La Corona donde el carruaje doblaría desde Maipú por Corrientes, aminoraría la marcha y ellos tendrían tiempo de apuntar. La entonces silenciosa Buenos Aires permitió que los hermanos Francesco y Pietro Guerri -los dos principales ejecutores contratados- pudieran aguardar el silbido en el café La Violeta, a unos pasos por Corrientes. El tercer italiano, distinguible por su nariz quebrada y que eligió llamarse Aníbal -en verdad era Luis Casimir-, hacía de campana. Ensayaron los argumentos de confusión para el caso de ser apresados; revisaron el plan que al parecer les requería matar primero a los caballos. Desconocían ser sospechosos para los husmeadores policiales (y lo eran desde hacía varios días atrás). La policía manejaba también rumores de una sociedad secreta en La Boca (la esposa de un conjurado lo denunció a Sarmiento). Desconocían que el oficial Floro Latorre -que llegaría a coronel- vigilaba la esquina elegida, pero dejó allí a un vigilante y se refugió en un bar. Finalmente la carroza arrancó y El Austríaco emitió su prolongado silbido: los Guerri fueron apresuradamente a su puesto a juntarse con Aníbal.

Francesco Guerri -que tenía 22 años- sostuvo el trabuco con la izquierda para firmeza del disparo con la derecha que provocó una gran explosión. El trabuco estaba cargado en exceso, reventó y le destrozó la mano. Otros disparos dieron en una pared, pero todo se frustró, los caballos se encabritaron y Sarmiento -que ya oía muy poco- casi no se dio cuenta del atentado. Aníbal corrió y desapareció, Pedro ayudó a su hermano y corrieron a esconderse a una casa (otras versiones dicen que fue hasta La Violeta). Detrás de ellos apareció Floro Latorre revólver en mano y detuvo a los Guerri (Pietro a las oficinas de la policía y Francesco, apresado, pero al hospital).

Paren las planas

Los periodistas interrumpieron sus cenas y el centro de la ciudad se convulsionó. Todos los diarios, más que la crónica de los sucesos prefirieron investigar y analizar el interés por ese crimen, de lo que se ocuparían en las ediciones del lunes o martes. La Prensa tomó una difícil decisión: tiró a la basura más de dos mil ejemplares ya impresos a medianoche y compuso una nota que tituló “Ultima hora”, que tuvo el premio de la primicia bajo el precio de algunos datos errados. El más grave sostenía que los disparos habían dado en la carroza, en realidad intacta, y que Sarmiento iba camino de su casa. Aseguró que los criminales eran italianos, pero desconocían sus nombres. Señalaba que al herido “consideran cortarle el brazo y moriría“, y que tiraron con pistolas de sistema “lafouchex”.

El jefe de Policía, O´Gorman, felicitó a Latorre y corrió a ver a Sarmiento. Encargó el grueso de la investigación al comisario de órdenes Avelín Anzó que se puso a la caza de los instigadores. La Nación del martes 26 de agosto dijo en tapa que la Providencia había “evitado un enorme crimen” y tildó al presidente como el “más libre que pueda darse“. Sugirió para quienes querían explicarse este crimen por el proyecto del gobierno contra López Jordán, que “desde mucho tiempo antes se venía poniendo en ejecución este inicuo atentado“.

El comisario Anzó, con los datos de los italianos antes del atentado, mandó a los oficiales Williams y Picavean por los muelles a dar con Aníbal. Lo encontraron el 4 de septiembre con gorro de marinero y lo interrogaron (el herido Francesco Guerri fue el primero en confesar) hasta identificarlo. El juez Bunge remitió al gran químico Miguel Pugari las armas: detectó bicloruro de mercurio en las balas y un veneno también mortal en los puñales. En sus obras completas (XLIX, 69), Sarmiento aseguró que el juez le relató el informe del químico Pugari. Sostenía que quienes manosearon las balas con sólo tocarse el lagrimal tendrían una muerte inmediata. Pero para Sarmiento y su carroza siguieron los problemas, aunque menos dramáticos (recibió silbidos por dejarla mal estacionada al ir al teatro y el 15 de diciembre del mismo año 1873 chocó con un tranvía tirado por caballos: lo abuchearon porque mandó preso al cochero).

Disparos finales

El comisario Anzó se puso tras El Austríaco, que resultó un milanés de 38 años llamado Aquiles Segabrugo, un rubio de ojos pardos. Detectó su domicilio en Rioja y Belgrano, pero llegó tarde: ese viernes 26 de septiembre se había escapado a Montevideo (paraba en el hotel El Vapor). Anzó -según una evocación reconstruida por el periodista Rafael Barreda en 1905- mandó al comisario Miguens, que se instaló el 27 en el hotel. Pero Aquiles había salido. A la noche vocearon los diarios con el asesinato de Segabrugo, de tres balazos descargados por el doctor jordanista Carlos Querencio. Miguens revisó el cuarto del asesinado, sacó sus maletas por creerlas con pruebas del instigador principal y al día siguiente viajó con esas valijas en el camarote a Buenos Aires. Leyó importantes documentos, pero a media noche la nave fue abordada por la tripulación de El Porteño, de los revolucionarios entrerrianos, comandada por el coronel Vergara. Transbordaron las valijas y a Miguens, y le dieron a elegir: juramento de callar para siempre lo leído o ser fusilado (mutis de por vida). Sarmiento estaba en la quinta del Delta del Carpachay cuando entre el 11 y 12 de diciembre cayó definitivamente derrotado López Jordán. Regresó el 13 y decretó la captura del caudillo. El 11 de septiembre de 1888 murió Sarmiento en Asunción. Al año siguiente, cerca del atentado de 1873, López Jordán fue asesinado de dos balazos en plena calle Esmeralda, el 23 de junio de 1889.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
La Nación – Buenos Aires, 21 de Abril de 2002
Portal www.revisionistas.com.ar

sábado, 23 de mayo de 2020

PGM: Revisando la discusión histórica 100 años después del conflicto

"Este razonamiento es extremadamente polémico y terriblemente unilateral"

Una polémica en el „Historischen Zeitschrift“ ha desencadenado un escándalo científico. Ahora, el experto en la Segunda Guerra Mundial, Gerd Krumeich, explica cómo ocurrió la catástrofe en 1914 y dónde está equivocado Christopher Clark.
De


100 años después de la Primera Guerra Mundial: un viaje al frente, la cicatriz de Europa.


En raras ocasiones, un tema de la muy reputada "Historisches Zeitschrift" (HZ) causó tanta atención como el último número de la cosecha de 2019. Porque en el folleto entregado poco antes de Navidad, se imprimió una polémica salvaje de cierto "Robert C. Moore". En él, atacó masivamente al historiador de Würzburg Rainer F. Schmidt y a varios otros historiadores que se ocupan de la Primera Guerra Mundial.

Mientras tanto, "Moore", a quien nadie conoce en la historia de Alemania y que nunca ha publicado nada bajo este nombre sobre un tema relevante, ha seguido en una "declaración" afilada sobre el informe WELT. Las acusaciones parcialmente ofensivas de "Moore" son autodirigidas; puedes ignorarlos con seguridad. Pero el asunto en sí debe aclararse.

El mejor conocedor indiscutible de la Primera Guerra Mundial de su generación de investigadores es el emérito de Düsseldorf Gerd Krumeich. Durante décadas ha estado estudiando especialmente las relaciones germano-francesas antes y durante la guerra.

WELT: ¿Te sorprendió el ensayo de "Moore" en "HZ"?


Gerd Krumeich: Sí. No podía ni puedo entender por qué la "HZ" exagerada imprime la contribución de una persona que puede ser un seudónimo. Los editores de "HZ" deberían haber notado cuán cruda y polémica y cuán terriblemente unilateral es la argumentación de "Moore".
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WELT: ¿Pero también ves el ensayo de Rainer F. Schmidt de manera muy crítica?

Krumeich: Correcto, este texto, al que responde "Moore", no debería haber aparecido en esta forma. Schmidt es, desde luego, científicamente mucho más informado que "Moore", pero subconscientemente juzga solo desde el "punto de vista alemán", y no puede o no quiere aceptar lo amenazante que debe haber sido el comportamiento alemán para otros.





Gerd Krumeich es conocido como el mejor conocedor de la Primera Guerra Mundial en su generación de investigadores.
Crédito: Picture Alliance / Rolf Haid

WELT: ¿Cómo arreglas eso?

Krumeich: Para los colegas Schmidt, el presidente francés Raymond Poincaré, por ejemplo, es un político que sueña con "venganza" por la derrota de 1871 y hace todo lo posible para que sea posible. Allí argumenta, a pesar de lo que nosotros como historiadores sabemos sobre este problema, muy parecido a los alemanes de la década de 1920 que lucharon contra la acusación de guerra contra Alemania.

WELT: A fines de 2013, poco antes del centésimo aniversario del comienzo de la guerra, publicó un "balance" con un apéndice de la crisis de julio de 1914. ¿Qué crees que pasó en ese entonces?

Krumeich: El Imperio alemán, fundado en 1871, tardó un poco en la distribución imperialista del mundo. Y desde alrededor de 1900, la sensación de que tiene que construir un gran imperio en el extranjero ha dominado en todos los círculos de la sociedad, el gobierno y el ejército, si no desea perecer a largo plazo debido a la falta de materias primas y la falta de mercados de ventas.



En Berlín, un oficial de guardia lee la proclamación de Wilhelm II al comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Fuente: Picture Alliance / Heritage-Imag

WELT: ¿Eso suena como una especie de "colonialismo defensivo"?

Krumeich: También se podría decir que el imperialismo no es un lujo para los ricos, sino una necesidad vital para todos.

WELT: Pero eso realmente no funcionó ...

Krumeich: ... porque los alemanes eran extremadamente torpes. A Wilhelm II y a su gente les encantaba golpear la mesa diplomática, hacer reclamos y amenazar con la guerra. La construcción masiva de la flota alemana para este propósito fue una gran amenaza para Gran Bretaña, Francia se sintió desafiada y amenazada con la guerra después de que Alemania envió un cañonero a la costa marroquí en 1911 para reclamar aquí también, lo que llevó a la conocida crisis de Agadir.


La movilización del 1 de agosto de 1914 llevó al júbilo en Berlín.
Fuente: picture alliance / akg-images

WELT: ¿Cuáles fueron las consecuencias políticas?

Krumeich: Los franceses pusieron todo en movimiento para no tener que alejarse de una amenaza alemana nuevamente. Intentaron fortalecer la alianza con Rusia, que previamente habían dejado ir. Y buscaron acuerdos militares con los ingleses. El fortalecimiento de los acuerdos militares con Rusia fue particularmente importante para Poincare y sus gobiernos. Por lo tanto, hicieron todo independientemente de las pérdidas, por ejemplo, para acelerar la expansión de los ferrocarriles estratégicos rusos en el frente oriental alemán.

WELT: ¿Qué papel jugó el concepto alemán en una guerra de dos frentes, más conocido como el plan Schlieffen?

Krumeich: Los franceses conocían las características básicas del plan Schlieffen. Y les quedó claro que a Alemania no se le permitió darse cuenta, así que primero venció a Francia y luego lanzó la mayor parte del ejército contra Rusia. Los franceses temieron eso.



Presidente Raymond Poincare, alrededor de 1914
Crédito: Picture Alliance / Mary Evans Pi

WELT: ¿Cómo califica esta política del liderazgo francés en 1913/1914?

Krumeich: Para mí, Poincaré no era un "revanchista", como todavía es muy fácil de aceptar en Alemania. Más bien, solo estaba decidido a asegurar la defensa de su país contra la Alemania abrumadora y agresiva.

WELT: Pero eso a su vez tuvo consecuencias ...

Krumeich: Por supuesto. Los alemanes notaron estos esfuerzos y, por lo tanto, se sintieron aún más "rodeados". La investigación ha enfatizado durante mucho tiempo que realmente no estaban rodeados en absoluto, sino que se habían "salido" debido a la torpeza y la brutalidad. Eso puede ser, pero no cambia el hecho de que la mayoría de los alemanes finalmente se encontraron en peligro de muerte, incluso se sintieron "sofocados". Y con eso, "La necesidad no conoce ningún mandamiento" se convirtió en una palabra de moda importante en la planificación militar y la acción del gobierno.


Hoja extra del "Berliner Tageblatt" del 3 de agosto de 1914
Fuente: picture-alliance / akg-images

WELT: Una fórmula peligrosa.

Krumeich: Exactamente. Este estado de ánimo de "Ya no va bien" fue alimentado nuevamente por el anuncio de conversaciones secretas de armas entre Rusia y Gran Bretaña en la primavera de 1914. Como resultado, el ejército alemán también podría convencer al gobierno de usar el ataque de Sarajevo el 28 de junio de 1914 para "aclarar la situación". Entonces, por un lado, para probar cuán lejos estaba Rusia militarmente. Y, por otro lado, intentar si Rusia quiere arriesgarse a una "gran guerra" debido a Serbia. Si es así, entonces debería ser porque "mejor ahora que más tarde".

WELT: Este pensamiento atraviesa toda la crisis de julio ...

Krumeich: No se les ocurrió a las autoridades alemanas que esta "prueba" de la disposición de Rusia a la guerra provocó al menos a las otras naciones. Para mí, el peor fracaso del gobierno alemán en julio de 1914 es que permite a Austria-Hungría proporcionar a los serbios un ultimátum deliberadamente inaceptable.

 
Christopher Clark, agregó. 2018
Fuente: picture alliance / rtn - radio t

WELT: Christopher Clark lo ve de manera diferente en su éxito de ventas "The Sleepwalkers".

Krumeich: No puedo entender eso dada la situación de origen. Para mí es bastante claro: el Reichsleitung quiere poner de rodillas no solo a Serbia en 1914, sino también a Rusia. La única excusa que puede dar para este curso de guerra del Reich alemán es que en ese momento nadie esperaba millones de muertes por una larga guerra.

WELT: Algunos lo hacen, por ejemplo, en el SPD.

Krumeich: Sí, el presidente del SPD, August Bebel, quien murió en 1913, había tenido esta idea años antes. Pero no los políticos responsables y los militares. La mayoría, no solo los soldados comunes, creían que la "Guerra Europea" (como decían en ese momento) terminaría a más tardar en la Navidad de 1914. Por eso solo el material de guerra se mantuvo en stock durante un mes o dos. Todavía no se pensaba en una guerra mundial que lo consumiera todo, sino en la guerra como una continuación de una política que se salió de control.



Fritz Fischer, tomado en Hamburgo en 1979
Crédito: picture-alliance / dpa

WELT: "Moore" escribe en su "Declaración" en la que también lo insulta como "revisionista", entre otras cosas, que hay "en Alemania" sobre el tema de 1914 "en silencio durante más de 20 años". Probablemente se perdió algunas cosas, ¿no?


Krumeich: Tengo la sensación de que "Moore" conoce muy bien la discusión de los años setenta; A menudo argumenta como Fritz Fischer y sus seguidores en ese momento. También descubrieron muchas cosas importantes que la generación anterior, en su mayoría historiadores conservadores, se habían perdido o lo que no querían ver. Pero esta afirmación del "silencio grave" de la investigación es estúpida. ¡Toda investigación en la década de 1980 y 1990 sobre la carrera armamentista se ha escapado de "Moore", y lo que hemos publicado, en casa y en el extranjero, dentro de los "100 años" de 1914!

viernes, 22 de mayo de 2020

Reconstrucción digital de 7 impresionantes castillos europeos

Siete imponentes castillos europeos en ruinas reconstruidos virtualmente


Javier Sanz — Historias de la Historia



En tiempos de reclusión, la tecnología se convierte en una gran aliada y, entre otras muchas cosas, hoy nos va a permitir hacer un viaje en el tiempo. Si me acompañáis, vais a poder contemplar, tal y como eran en su momento de máximo esplendor, siete de los castillos más imponentes y singulares de toda Europa. Ya fuese como consecuencia de las guerras o, simplemente, por el abandono, estos castillos, hoy en día, están en ruinas, pero gracias al trabajo de diseñadores y arquitectos, que han creado una serie de renders arquitectónicos y animaciones de reconstrucción, sabremos cómo eran.



Castillo de Dunnottar (Escocia)


Se encuentra asentado sobre un precipicio rocoso en un cabo en la costa nordeste de Escocia. Los edificios del castillo que han llegado hasta nosotros corresponden esencialmente a los siglos XIV y XV, aunque se sabe que fue construido con anterioridad.



Castillo de Samobor (Croacia)


Construido a mediados del siglo XIII en la cima de una colina en Samobor (Croacia), se convirtió en un enclave estratégico para controlar las rutas comerciales.



Castillo Gaillard (Francia)


Fortaleza medieval del siglo XII que se alza sobre un acantilado en el municipio de Les Andelys (Francia) y desde el que se controla el valle del Sena.



Castillo de Menlo (Irlanda)


Construido en el siglo XVI a orillas del río Corrib en el condado de Galway (Irlanda), fue el hogar de la familia Blake durante siglos. En 1910 un incendio lo destruyó, muriendo la hija de la familia y una criada. Desde aquel día, la hiedra ha crecido hasta cubrir el castillo.



Castillo de Olsztyn (Polonia)


Se encuentra en una colina escarpada con vistas al río Łyna en el noreste de Polonia. Se construyó a comienzos del siglo XIV.



Castillo de Spiš (Eslovaquia)


Construido coronando un monte durante el siglo XII en la región de Spiš (Eslovaquia), con sus cuatro hectáreas es uno de los complejos de castillos más grandes del mundo.


Castillo Poenari (Rumanía)


Construido en el siglo XIII sobre un acantilado, es famoso por ser la fortaleza de Vlad Tepes, el príncipe rumano que inspiró a Bram Stoker para su obra Drácula.



Fuente: Budget Direct.

jueves, 21 de mayo de 2020

Guerra Civil Rusa: El desempeño de Stalin

Stalin en la guerra civil rusa

W&W



El 17 de mayo de 1919, Stalin llegó a Petrogrado con plenos poderes para organizar las defensas de la región contra el ataque del ejército del general N. N. Yudenich, que avanzaba desde el noroeste. Permaneciendo en Moscú, Lenin mantuvo el control sobre el Consejo de Guerra Revolucionario y tuvo contacto directo con todos los frentes. A Stalin en Petrogrado, le envió una serie de telegramas, acosando, aconsejando, exigiendo información. En un telegrama del 20 de mayo, expresó la esperanza de que "la movilización general de Petersburgers resulte en operaciones ofensivas y no solo en los barracones".

Lenin estaba perturbado por la velocidad del avance de Yudenich. Desconfiaba de los comandantes y las tropas del Ejército Rojo en la región. El 27 de mayo, advirtió a Stalin que asumiera la traición, y como explicación de la derrota u otro fracaso, la traición se convertiría en una fobia en el partido. Stalin respondió con prontitud. El Cheka fue desatado y pronto afirmó haber descubierto una conspiración entre los empleados de los consulados suizo, italiano y danés. Stalin informó a Lenin que un complot contrarrevolucionario en apoyo de los blancos había sido aplastado y que el Cheka estaba investigando más. En un mensaje a Lenin, fechado el 4 de junio de 1919, escribió: “Te estoy enviando un documento de los suizos. Del documento se desprende que no solo el jefe de gabinete del Séptimo Ejército trabaja para los blancos. . . sino también a todo el personal del Consejo Revolucionario de Guerra de la República. . . . Ahora le corresponde al Comité Central sacar las inferencias necesarias. ¿Tendrá el coraje de hacerlo?

Stalin mismo no escapó a las críticas. Un viejo bolchevique hostil al grupo Tsaritsyn, AI Okulov, que era miembro político del Consejo Militar del Frente Oeste, se quejó ante el Comité Central de que, debido a las acciones de Stalin, el Séptimo Ejército estaba siendo separado del Frente Oeste, que estaba bajo el mando de DN Nadezhny, un ex comandante del cuerpo zarista, y que debería ser restaurado a su mando. Lenin le pidió a Stalin que comentara. "Mi profunda convicción", respondió, "es: 1, Nadezhny no es un comandante. Es incapaz de mandar. Terminará perdiendo el Frente Occidental; 2, los trabajadores como Okulov que incitan a los especialistas contra nuestros kommissars, que de todos modos están lo suficientemente desanimados, son dañinos porque debilitan el núcleo vital de nuestro ejército ". Okulov fue removido de su puesto.

Tras el rechazo del avance blanco sobre Petrogrado en junio, Stalin fue nombrado miembro político del Consejo Militar del Frente Oeste, y un nuevo comandante reemplazó a Nadezhny.

En el frente este, surgieron desacuerdos entre Vatsetis, el comandante en jefe, y S. S. Kamenev, el comandante del frente. Trotsky apoyó a Vatsetis, a quien había designado, y mostró hostilidad hacia Kamenev. En una ocasión en Simbirsk, Trotsky, vestido con un uniforme de cuero negro, como su escolta personal, y armado con una pistola, irrumpió en la oficina de Kamenev y lo amenazó con entusiasmo. Más tarde, a instancias de Vatsetis, Trotsky lo despidió sumariamente.





Kamenev era querido y respetado. El Consejo Militar del Frente Oriental protestó formalmente ante Lenin. Kamenev mismo fue a Moscú para presentar su caso. El 15 de mayo de 1919, fue entrevistado por Lenin, quien quedó impresionado y le dijo que volviera a su mando. Lenin solía ser cuidadoso y diplomático en sus tratos con sus socios más cercanos, y al anular públicamente a Trotsky, expresaba su más fuerte desaprobación. Había perdido la confianza en el juicio de Trotsky y estaba cada vez más impaciente por su comportamiento bombástico. Tampoco tenía una gran opinión de Vatsetis, quien, como Trotsky, se había opuesto a los trabajadores militares y políticos.

El clímax llegó en julio de 1919. Kamenev había elaborado un plan para avanzar más hacia el este en Siberia. Vatsetis vetó el plan. El Consejo Militar del Frente Este nuevamente protestó ante Lenin. Dos reuniones del Comité Central consideraron la evidencia y decidieron en contra de Vatsetis. En una reunión el 3 de julio, el comité revisó y aprobó su decisión. Trotsky, furioso, afligido por su orgullo, declaró que renunciaría a todos sus cargos, pero el comité rechazó su renuncia. Se decidió además que Kamenev debería ser nombrado comandante en jefe. Vatsetis fue arrestado, investigado por sospecha de traición, puesto en libertad y posteriormente se le asignó un puesto como instructor militar.

El Comité Central también reorganizó el Consejo de Guerra Revolucionaria, limitando su membresía a seis. Trotsky fue incluido, pero los otros cinco miembros no eran sus partidarios. Ya no podía dominar el consejo y salirse con la suya. Profundamente ofendido, Trotsky permaneció en el Frente Sur por el resto del verano. El Consejo de Guerra Revolucionario funcionó directamente bajo el control de Lenin y de manera más armoniosa.

Posteriormente, Trotsky responsabilizó a Stalin de este importante revés en su posición militar. Sostuvo que el antagonismo de Stalin hacia Vatsetis era bien conocido y que había apoyado al Consejo Militar del Frente Este como un medio para atacar al propio Trotsky. Era un reflejo de la egocentridad de Trotsky que tuvo que interpretar las acciones de Stalin en términos de hostilidad hacia sí mismo. Sin embargo, en este conflicto, las opiniones de Stalin eran las de Lenin y los otros miembros del Comité Central, y su principal preocupación era la victoria del Ejército Rojo.

A finales de junio de 1919, A. Denikin controlaba toda la región del Don y su ejército continuó su rápido avance. Sus fuerzas se habían extendido primero por Ucrania y el sur de Rusia y luego se habían desplazado hacia el norte. En Moscú, Lenin se puso cada vez más ansioso por la defensa de la ciudad. Kamenev, el comandante en jefe, había preparado un plan, concentrando fuertes fuerzas rojas para realizar un ataque de flanco desde el este. Un segundo plan, preparado anteriormente por Vatsetis, y que Trotsky posteriormente afirmó como su propio trabajo, propuso que los ejércitos del Frente Sur atacaran hacia el sur contra las fuerzas de Denikin. El Comité Central había aprobado el plan de Kamenev.

El ataque del flanco del Ejército Rojo no logró detener por completo el avance blanco. Perturbado por este fracaso, Kamenev revisó su estrategia y recomendó que, mientras se mantiene la presión sobre el enemigo desde el este, se deben concentrar fuerzas fuertes de reservas al sur de Moscú. La respuesta de Lenin y el Comité Central fue una sorprendente expresión de su confianza en Kamenev. Se le dijo que "no se considerara obligado por sus recomendaciones anteriores o por cualquier decisión previa del Comité Central" y que tenía "plenos poderes como especialista militar para tomar las medidas que considerara apropiadas".
El 27 de septiembre de 1919, el Comité Central aprobó el plan para publicar fuertes reservas al sur de Moscú. Decidió también enviar a Stalin a hacerse cargo del Frente Sur. Este fue un severo rechazo a Trotsky, que había estado allí durante los meses de desastre. Durante un corto período, Stalin y Trotsky estuvieron en la sede del Frente Sur, pero aparentemente no discutieron abiertamente.

El 11 de octubre de 1919, Yudenich lanzó un ataque sorpresa contra Petrogrado, y el Ejército Rojo comenzó a caer en desorden. Lenin consideró que la ciudad debería ser abandonada, ya que no permitiría que nada debilitara las defensas de Moscú. Sin embargo, el 15 de octubre, el Politburó envió a Trotsky a hacerse cargo de las defensas de Petrogrado. Reunió a las tropas y reorganizó las defensas de la ciudad, y Petrogrado no cayó. Más tarde se quejaría amargamente de que en los registros oficiales, Stalin había fusionado la primera y segunda campaña de Yudenich en una y "la famosa defensa de Petrogrado está representada como la obra de Stalin".

Poco después de llegar a la sede del Frente Sur, Stalin informó a Lenin y expuso la acción que propuso. Criticó a Kamenev por mantener su estrategia original. Argumentó que deben "cambiar este plan, ya desacreditado en la práctica, reemplazándolo con un gran ataque contra Rostov desde el área de Voronezh a través de Jarkov y la Cuenca de Donets". Expuso sus razones convincentemente y cerró su informe con el comentario de que “sin este cambio de estrategia, mi trabajo. . . será insensato, criminal y superfluo, dándome el derecho, obligándome a ir a cualquier parte, incluso al diablo, pero no a quedarme en el Frente Sur ".

Durante los seis meses comprendidos entre octubre de 1919 y marzo de 1920, mientras Stalin estaba en el cuartel general del Frente Sur y, como alardeó más tarde, "sin la presencia del camarada Trotsky", el Ejército Rojo logró aplastar a las fuerzas blancas. Denikin había avanzado de cabeza, agotando a sus hombres y dejándose expuesto a ataques en la retaguardia. Sus tropas fueron expulsadas de Orel el 20 de octubre de 1919 y de Voronezh cuatro días después; La moral de su fuerza se derrumbó. Él mismo perdió la confianza de sus oficiales y el apoyo de sus aliados cosacos. A principios de abril de 1920, después de nominar al general Peter Wrangel como su sucesor, escapó a Turquía.

En el avance de los ejércitos del Frente Sur contra los ejércitos de Denikin, Budënny desempeñó un papel conspicuo. Era un caballero arrogante, valiente y enérgico, pero de capacidad limitada. Fue incansable al presionar por la formación de un ejército de caballería bajo su mando. Stalin acogió con satisfacción la idea de la Caballería Roja en masa, pero Trotsky al principio se opuso. Desconfiaba de los cosacos, que serían la principal fuente de la caballería y que simpatizaban más con la causa blanca que con la roja. Con el apoyo de Stalin, se adoptó la propuesta de Budënny, al menos nominalmente. Trotsky cambió de opinión sobre la caballería en masa y emitió su proclamación "¡Proletarios a caballo!" Budënny y su Caballería Roja se convirtieron en una de las leyendas románticas de la Guerra Civil.

A principios de enero de 1920, Budënny había llevado a su caballería a las costas del mar de Azov. El Frente Sur se dividió en el Frente Sudoeste, bajo el mando de Egorov que operaba contra los blancos en Crimea, y el Frente Sudeste, comandado por V. I. Shorin e incluido el Ejército de Caballería de Budënny, que pasó a llamarse Frente Caucásico.

Shorin había sido oficial del ejército zarista, pero aunque tenía casi cincuenta años en el momento de la Revolución, nunca había superado el rango de capitán. El alto mando había acudido a él como a muchos otros, porque nadie más estaba disponible en el campo revolucionario en ese momento. A Budënny y Voroshilov no le gustaban, quienes planearon que lo despidieran. Stalin los apoyó, y Budënny dijo que le había dicho a Ordzhonikidze, recientemente nombrado miembro político del Frente Caucásico, que Shorin debía ser despedido "por adoptar una actitud de desconfianza y enemistad hacia el ejército de caballería". M. N. Tukhachevsky, un ex teniente segundo del Regimiento de Guardias de Semenovsky, entonces en sus veintes, quien luego fue designado para suceder a Shorin, debía descubrir que Budënny y Voroshilov eran rebeldes e indisciplinados, pero que debían ser manejados con cuidado porque tenían una protección influyente.

A principios de febrero de 1920, la Caballería Roja de Budënny sufrió una severa derrota de los cosacos. Este revés, que indica falta de disciplina y liderazgo pobre, perturbó a Lenin. De inmediato envió un telegrama a Stalin, firmado también por Trotsky, y lo nombró al Frente del Cáucaso para resolver cualquier problema que haya llevado a la derrota. El telegrama también lo dirigió a hacer un viaje al cuartel general del frente para concertar más acciones con Shorin y transferir tropas del Frente Sudoeste a su mando.

Evidentemente, Stalin estaba cansado y mal. Su respuesta fue irritante. Afirmó que las visitas de individuos eran, en su opinión, totalmente innecesarias, y agregó que "no estoy del todo bien y le pido al Comité Central que no insista en el viaje". Comentó además que “Budënny y Ordzhonikidze lo consideran. . . Shorin será la razón de nuestros fracasos. Prevaleció sobre la transferencia de tropas al Frente del Cáucaso. Cuando Lenin le envió instrucciones para llevar a cabo la transferencia sin más demora, respondió de manera cruzada que era un asunto del Alto Mando garantizar el refuerzo del frente. A diferencia del personal del Alto Mando, que gozaban de buena salud, estaba enfermo y sobrecargado. Aparentemente, sintió que había estado en el sur el tiempo suficiente y que había completado su tarea allí. Finalmente, el 23 de marzo de 1920, regresó a Moscú.

A Stalin solo se le permitió un breve respiro. El 26 de mayo de 1920, se le ordenó unirse al Frente Suroeste. Estaba en Jarkov al día siguiente. La posición del Ejército Rojo en el sur se había vuelto crítica. Wrangel, que había sucedido a Denikin, había restaurado la moral y la disciplina entre las fuerzas blancas en Crimea. Estaba construyendo el Ejército de Voluntarios con una fuerza de 20,000 hombres, apoyado por 10,000 cosacos. Sus fuerzas presentaron un severo desafío desde el sur.

En este momento, los polacos atacaron desde el oeste, se apoderaron de Kiev y asaltaron el Dnieper. Su objetivo era conquistar Bielorrusia y el oeste de Ucrania, vastos territorios que habían perdido en Moscú en el siglo XVII. Sin embargo, los polacos desconfiaban de cualquier alianza con los blancos, reconociendo que difícilmente aceptarían tal pérdida de territorio ante el enemigo tradicional polaco de Rusia. Los polacos también estaban en guardia contra el régimen soviético. Trotsky había amenazado públicamente con invadir Polonia tan pronto como los blancos habían sido derrotados en el sur.

Atacado en el sur, donde Wrangel logró avances tempranos, y en el oeste, el Ejército Rojo se encontró bajo una fuerte presión. El Comité Central aprobó el plan del Alto Mando de que el Frente Oeste, ahora comandado por Tukhachevsky, debería atacar en el norte de Bielorrusia para obligar a los polacos a alejar a las tropas del Frente Sudoeste. Significaba dar prioridad a la expulsión de los polacos. Egorov, al mando del Frente Suroeste, y sus oficiales no estaban de acuerdo con esta estrategia. Por esta razón, Stalin fue enviado apresuradamente a su cuartel general.

A los pocos días de su llegada, Stalin había visitado el Frente de Crimea e informó a Lenin. La situación dio lugar a una gran ansiedad. Había reemplazado al comandante del Decimotercer Ejército. Solicitó dos divisiones para reforzar el Frente Sudoeste, porque la ofensiva inicial de Egorov contra los polacos había fallado. En su respuesta, Lenin le recordó firmemente que copiara todas las comunicaciones sobre asuntos militares a Trotsky, el kommissar para la guerra. También repitió la decisión del Comité Central de que el Frente Suroeste aún no debería embarcarse en ninguna ofensiva en Crimea. Stalin inmediatamente protestó contra la negativa a enviar dos divisiones más y subrayó el peligro que representaba Wrangel para el sur. Sin embargo, Lenin no debía ser trasladado, y confirmó el plan original.
La orden de Kamenev el 2 de junio de 1920 fue que el Ejército de Caballería debería atacar las posiciones polacas y tratar de flanquearlas al sur de Kiev. Egorov y Stalin aparentemente modificaron la línea de ataque al pasar la orden a Budënny. El efecto de este cambio no puede ser juzgado. La Caballería Roja atacó, obligando a las fuerzas polacas al sur de las Marismas de Pripet a retirarse apresuradamente. Al norte, el Frente Oeste de Tukhachevsky abrió su ofensiva a principios de julio de 1920, obligando nuevamente a los polacos a retroceder. A finales de mes, el Ejército Rojo había cruzado la frontera hacia el norte de Polonia. Se estableció un gobierno provisional polaco bajo la presidencia de Dzerzhinsky. Los cuatro ejércitos de Tukhachevsky fueron reclutados en el Vístula, y la captura de Varsovia parecía inminente.

Lenin se dejó llevar por la visión del Ejército Rojo en Varsovia y de una Polonia comunista que brindaba todo su apoyo al movimiento revolucionario. Sintió agudamente el aislamiento de Rusia, que con todos sus problemas internos llevaba solo la bandera socialista. Esta visión fue compartida por muchos dentro del partido y dio lugar a una ola de entusiasmo, ya que los miembros se unieron al grito "¡Adelante a Varsovia!" Pero hubo realistas, Stalin entre ellos, que vieron los peligros de esta política. En junio de 1920, escribió que “la retaguardia de las fuerzas polacas es homogénea y está unida a nivel nacional. Su estado de ánimo dominante es "el sentimiento por su tierra natal". . . Los conflictos de clase no han alcanzado la fuerza necesaria para romper el sentido de unidad nacional ". Fue una advertencia clara en contra de aceptar la creencia fácil de Lenin de que el proletariado polaco estaba listo para la revolución.

Sin embargo, el Politburó decidió su política de conquistar Polonia a pesar de la oposición expresada por Stalin y otros. Stalin se había unido apresuradamente al Frente Sudoeste que cubría la parte sur de las líneas polacas y al mismo tiempo estaba en guardia contra Wrangel en el sur. El Politburó ahora decidió formar un frente especial contra Wrangel bajo la dirección de Stalin. Una parte importante de las fuerzas del Frente Sudoeste sería transferida al Frente Occidental de Tukhachevsky para avanzar en Varsovia, y las fuerzas restantes formarían el frente especial de Stalin. Enfurecido por estas instrucciones del Politburó, Stalin respondió groseramente que el Politburó no debería preocuparse por tales detalles. Lenin se sorprendió y le pidió una explicación de su oposición. En su respuesta, Stalin expuso las dificultades organizativas que conllevaban las instrucciones. Lenin quedó impresionado por su apreciación de la situación y permitió que el Frente Suroeste conservara sus compromisos anteriores; solo tres de sus ejércitos serían transferidos al Frente Occidental.

El problema básico era que el frente occidental de Tukhachevsky estaba separado por más de 300 millas de las marismas de Pripet del frente suroeste. Las comunicaciones y la pronta transferencia de fuerzas sobre tales distancias se complicaron aún más por la ausencia de un comando central fuerte. Trotsky y el Consejo Supremo de Guerra fueron ignorados. Kamenev, el comandante en jefe, emitió directivas pero no pudo hacerlas cumplir. El Politburó y, en particular, Lenin, actuando de manera independiente, intentaron resolver los conflictos, pero no pudieron estar seguros de que se cumplirían sus instrucciones. Además, las instrucciones de Lenin entraron en conflicto en ocasiones con los planes del comandante en jefe. Así, Kamenev confirmó que Tukhachevsky debería flanquear a Varsovia desde el norte y el oeste y tomar la ciudad antes del 12 de agosto de 1920. Esto dejó la gran brecha de Lublin desprotegida entre las fuerzas rusas y las marismas de Pripet. En este momento, Wrangel se estaba moviendo con cierto éxito, presentando una amenaza que alarmó a Lenin. El 11 de agosto, ordenó a Stalin que interrumpiera las operaciones contra los polacos en Lvov y se embarcara en una ofensiva inmediata para destruir el ejército de Wrangel y apoderarse de Crimea. El mismo día, Kamenev ordenó al Frente Sudoeste enviar "la mayor fuerza posible hacia Lublin para ayudar al flanco izquierdo de Tukhachevsky".

En este momento, se creía que el Ejército Rojo ya había ganado la batalla por Varsovia. Stalin y Egorov planeaban enviar su caballería no a Lublin, sino a Crimea, e ignoraron las instrucciones de Kamenev. El 13 de agosto, Kamenev envió órdenes de que los ejércitos de la Duodécima y Primera Caballería fueran transferidos al mando del Frente Occidental al día siguiente. Egorov sintió que tenía que cumplir. Pero Stalin se negó a firmar la orden y envió un telegrama enojado reprochando al comandante en jefe por tratar de destruir el Frente Sudoeste.

El avance de Tukhachevsky había progresado lentamente. Pero el 16 de agosto, los polacos contraatacaron, concentrándose en la brecha de Lublin, y en unos pocos días, habían destrozado el Frente Oeste. El 19 de agosto, el Politburó, incluido Stalin, se reunió en Moscú, aún sin saber que los polacos estaban a punto de derrotar a los ejércitos de Tukhachevsky. El Politburó, "habiendo escuchado los informes militares de los camaradas Trotsky y Stalin", decidió que la principal concentración de fuerzas ahora debería dirigirse a la recuperación de Crimea.

La responsabilidad por el desastre fue debatida con enojo entonces y más tarde. Lenin se abstuvo de culpar a nadie, pero está claro que él y todos los participantes tuvieron parte de la culpa. Lenin se había dejado llevar por la esperanza de una revolución polaca y calculó seriamente la fuerza de la resistencia polaca. Kamenev y Tukhachevsky deben asumir la responsabilidad militar ya que descuidaron garantizar la protección de sus flancos antes de avanzar. Además, incluso si Stalin y Egorov hubieran respondido con prontitud a las órdenes de transferir tropas de su frente para llenar el vacío de Lublin, es dudoso que tales tropas pudieran haber llegado a tiempo y en condiciones de lucha para haber resistido el ataque polaco.

La preocupación de Stalin por mantener la fuerza del Frente Suroeste era comprensible. Se enfrentaba a las fuerzas polacas en Lvov, el ejército de Wrangel al sur, y la posibilidad de una intervención rumana. Todas eran amenazas serias, que estaban causando ansiedad a Lenin y al Politburó, y la sabiduría de separar a cualquiera de sus ejércitos para reforzar el Frente Occidental era cuestionable. Correcta o incorrectamente, sin embargo, Stalin fue indudablemente culpable de insubordinación, como en otras ocasiones en la Guerra Civil cuando estaba seguro de que tenía razón. Pero también hubo una inevitabilidad en la derrota del Ejército Rojo. Las tropas estaban cerca del agotamiento. Habían luchado heroicamente en suelo ruso. Ahora se encontraron con los polacos, que defendían su capital y patria contra su enemigo ruso tradicional, y lucharon con valentía desesperada.

A finales de 1920, la Guerra Civil había terminado. Wrangel, su ejército voluntario superado en gran medida por las fuerzas rojas en el sur, sufrió una derrota desastrosa. Su ejército se desintegró, al igual que el ejército de Kolchak en Siberia unos meses antes. Pero los blancos habían estado condenados al fracaso desde el principio.

Lenin y su gobierno habían podido elevar al Ejército Rojo a una fuerza de más de 5 millones de hombres y garantizar el suministro de municiones básicas. Hubo fallas de organización, conflictos entre comandantes y kommissars, y frecuentes confusiones entre la sede de los frentes, el Alto Mando y el Comité Central del partido en Moscú. Los nuevos líderes soviéticos y el Ejército Rojo pudieron superar estos obstáculos, y unidos y disparados por el celo revolucionario, triunfaron.

Es difícil, si no imposible, penetrar la confusión endémica de las operaciones del Ejército Rojo en este período y el miasma de sospechas, antagonismos viciosos y reclamos conflictivos, muchos de ellos hechos más tarde, para evaluar la contribución de cada uno de los soviéticos. líderes para el triunfo. Lenin había estado al mando durante toda la guerra. Había seguido de cerca cada operación y había enviado órdenes, generalmente en nombre del Comité Central, pero eran sus órdenes. Había manejado personalidades problemáticas, especialmente Stalin y Trotsky, con tacto y firmeza. Todos habían aceptado su liderazgo supremo. Fue, de hecho, durante los años posteriores a la Revolución, y particularmente durante la Guerra Civil, que reveló la grandeza como líder.
El prestigio de Trotsky había disminuido considerablemente al final de la guerra. El fracaso de sus negociaciones con los alemanes y la aceptación forzada de los términos desastrosos del Tratado de Brest-Litovsk habían dañado su reputación. Renunció como kommissar para Asuntos Exteriores y se convirtió en kommissar para la guerra. En los primeros meses de la Guerra Civil, había ardido en el cielo como un cometa. Había sentado las bases del Ejército Rojo. Una pequeña figura vibrante con uniforme de cuero negro, era galante y ridículo al mismo tiempo. En cada oportunidad, arengó a las tropas. Era un excelente orador y muy consciente de este talento. A menudo, como en Sviyazhsk en agosto de 1918, sus palabras dramáticas y su presencia elevaron la moral de los hombres descorazonados, así como sus despiadados castigos restauraron la disciplina. Pero sobrevaloraba enormemente el poder de sus representaciones teatrales. Budënny escribió que para los soldados ordinarios, a menudo analfabetos, podría ser una figura extraña con sus brazos agitados y una serie de palabras, la mayoría de las cuales no entendieron. A veces, sus exhortaciones los hacían enojar. Además, como Lenin llegó a reconocer, se dejó llevar fácilmente por sus propias palabras, perdiendo contacto con las realidades de la situación. También fue poco sólido en sus nombramientos para puestos de mando. Su obstinado apoyo a Vatsetis había sido un ejemplo. Al comienzo de la guerra, Trotsky había ejercido una amplia autoridad independiente; para la época de la guerra polaca, se lo encontraba en Moscú y directamente bajo el control de Lenin.

Cada vez más, Lenin había llegado a confiar en Stalin, quien en la mayoría de los casos era la antítesis de Trotsky. Raramente se dirigía a las tropas o reuniones de ningún tipo, pero cuando lo hizo, habló en términos simples. Él era el realista, que evaluaba fríamente a los hombres y las situaciones, y generalmente era sólido en sus conclusiones. Permaneció tranquilo y poseído. Fue difícil solo en sus antagonismos hacia ciertas personas y cuando su consejo fue rechazado. Mientras exigía que otros obedecieran las órdenes, él mismo no dudó en ocasiones en ser insubordinado, ya que rápidamente puso su juicio por encima del de los demás. Pero también aprendió que en la guerra, un comandante supremo, que ejercía una autoridad incuestionable, era esencial para la victoria. Nunca olvidó esta lección.

En noviembre de 1919, Trotsky y Stalin fueron galardonados con la nueva Orden de la Bandera Roja. El premio a Stalin fue "por sus servicios en la defensa de Petrogrado y por su trabajo de sacrificio en el Frente Sur". Los dos premios fueron una indicación de que, en ese momento, Lenin y el Comité Central consideraban a ambos hombres igualmente valiosos.

En años posteriores, cuando buscaba todos los pretextos para denigrar a Stalin, Trotsky escribió con desprecio de su papel en la Guerra Civil. Sin embargo, está claro, de fuentes contemporáneas, incluidos los documentos de Trotsky, que calificó a Stalin como un organizador militar. En tiempos de crisis, cuando los intereses del partido y la causa revolucionaria trascendieron las rivalidades personales, se volvió hacia él. Durante la Guerra de Polonia, por ejemplo, cuando estaba ansioso por un ataque de Wrangel desde Crimea, Trotsky recomendó que "el camarada Stalin debería ser acusado de formar un nuevo consejo militar con Egorov o Frunze como comandante por acuerdo entre el Comandante en Jefe y Camarada Stalin. En otras ocasiones, hizo o apoyó propuestas similares para enviar a Stalin a resolver problemas cruciales en los frentes. Al igual que Lenin y otros miembros del Comité Central, había llegado a valorar las habilidades de Stalin.

Stalin surgió de la Guerra Civil y la Guerra de Polonia con una reputación enormemente mejorada. Había cometido errores, pero también otros. Para la gente en general, todavía no era muy conocido. Raramente estaba en el ojo público y, a diferencia de Trotsky, no cortejaba la publicidad. Dentro del partido, era conocido como el hombre de acción tranquilo e incisivo, un líder de decisión y autoridad. En la inmensa tarea que enfrenta el gobierno, de reorganizar el país después de los años de guerra y revolución, fue claramente un hombre con responsabilidades especiales.

La experiencia de la Guerra Civil tuvo un profundo impacto en Stalin. Amplió su conocimiento de sí mismo y sus habilidades. Por primera vez, tenía la responsabilidad a gran escala, y descubrió que podía llevarla y, de hecho, fue estimulado por ella. Pero este autoconocimiento se produjo en condiciones de completa brutalización. Había sido testigo de la guerra del pan cuando pueblos y ciudades enteras fueron aniquiladas en la lucha por garantizar la entrega de granos al norte. Había sido educado en el principio de que los propósitos del partido deben ser perseguidos, sin importar el costo en vidas humanas. Ahora había visto personas masacradas por miles en la lucha por la supervivencia del partido y su gobierno. La experiencia implantó más profundamente en él esa inhumanidad que marcaría su ejercicio de poder.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Comunismo: Reunión de criminales del castrismo-ERP en La Habana

La reunión secreta entre Fidel Castro y el ERP: cuando recomendó no lanzar la guerrilla rural en Tucumán con Perón vivo, pero Santucho no le hizo caso 

Hace 46 años, un miembro de la conducción del Ejército Revolucionario del Pueblo se entrevistó con el líder cubano buscando apoyo para el entrenamiento de los guerrilleros. Querían convertir al monte tucumano en la Sierra Maestra Argentina. Qué dijo Fidel de Perón. La decisión de Santucho de seguir con el plan y el Operativo Independencia
Por Daniel Gutman || Infobae

Fidel Castro se reunió en secreto en La Habana con Luis Mattini (nacido como Arnol Kremer Balugano), un dirigente de la organización armada Ejército Revolucionario del Pueblo (AP)

El argentino Luis Mattini llegó a La Habana con una misión secreta y delicada. Eran los últimos días de 1973 y fue alojado en una casa de protocolo del gobierno cubano con la consigna de esperar. Los días, sin embargo, comenzaron a transcurrir sin ninguna noticia para el visitante, miembro de la conducción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Pasó el Año Nuevo y el argentino. frustrado, estaba a punto de regresar a Buenos Aires, cuando, una noche y sin avisar, llegó la persona por la que él había viajado.

El 4 de enero de 1974, hace 46 años, Mattini y Fidel Castro hablaron durante varias horas de la situación política en Argentina, donde el general Juan Domingo Perón llevaba menos de tres meses como presidente, cargo que ocupaba por tercera vez, después de 18 años de exilio.

El visitante, sin embargo, no se llevó lo que fue a buscar: la colaboración del líder de la Revolución Cubana para el lanzamiento de la guerrilla rural en el monte tucumano, al que el ERP esperaba convertir en la Sierra Maestra argentina. A pesar de esa negativa, el jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, seguiría adelante con su proyecto.

La Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del ERP, efectivamente, haría su aparición pública el 30 de mayo de 1974 –un mes antes de la muerte de Perón- con la toma por algunas horas de Acheral, un pequeño de la ruta 38, 45 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán.

“Cuba tiene una política internacional muy clara"


Mattini, un ex obrero metalúrgico de Zárate, había sido en 1970 uno de los fundadores del ERP, brazo armado del marxista-leninista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Rápidamente el ERP se había convertido en la organización guerrillera más activa de la Argentina. Hacia 1973 ya cargaba, de hecho, con unos 30 muertos y cientos de detenidos.

Ese año, luego de casi siete de dictadura militar, se había recuperado la democracia, pero la organización había rechazado “la farsa electoral” para seguir adelante con la lucha armada. En septiembre, de hecho, el ERP sacudió al país con el copamiento del Comando de Sanidad del Ejército, en Parque Patricios, en el que fue muerto el teniente coronel Juan Duarte Ardoy.

El asesino Mario Santucho siguió adelante con su idea de hacer una Sierra Maestra argentina en el monte tucumano

Pero el verdadero interés de la organización estaba en las zonas rurales del norte del país. “Cuando pensamos en Tucumán, un vientito nos llega de la Sierra Maestra”, lo resumió el militante del ERP Rolo Diez, en su libro Los Compañeros.

La zona azucarera tucumana era un viejo objeto de deseo del PRT, cuyos militantes habían comenzado a explorarla a fines de la década del 60. La consideraban el lugar ideal para sostener la lucha revolucionaria, ya que esperaban contar con el apoyo de campesinos y trabajadores azucareros, quienes habían sido golpeados por el masivo cierre de ingenios impulsado en 1966 por el dictador Juan Carlos Onganía. Sin embargo, la caída en prisión de toda la conducción del PRT tucumano en octubre de 1969 –más de 40 militantes, incluido Santucho- hizo que en aquel momento naufragaran los preparativos.

En el monte tucumano el ERP aspiraba liberar una zona para desarrollar allí el concepto de doble poder. El objetivo era imponer instituciones revolucionarias en un pedazo de territorio, para de esa manera disputarle gradualmente “el poder a la burguesía”. En el campo, además, la geografía daba la posibilidad de armar grandes unidades militares.

Según escribió Mattini en su libro Hombres y mujeres del PRT-ERP, Castro le dijo que consideraba que, con un presidente de la popularidad de Perón en el gobierno, no era el momento para acelerar la dinámica guerrillera (Canal Encuentro)

Así, la idea había vuelto a tomar cuerpo. Como le explicó Mattini a Fidel Castro, desde fines de 1973 el ERP tenía nuevamente gente explorando el monte en la provincia más chica y más densamente poblada de la Argentina, mientras que unos 40 hombres armados esperaban en distintas ciudades del país la orden de sumarse al grupo.

Sin embargo, según escribió Mattini en su libro Hombres y mujeres del PRT-ERP, Castro le dijo que consideraba que, con un presidente de la popularidad de Perón en el gobierno, no era el momento para acelerar la dinámica guerrillera. Recordó, además, que menos de un año antes, el efímero presidente Héctor Cámpora había restablecido las relaciones entre Argentina y Cuba. Era un gesto importante para la isla, asfixiada por el bloqueo de Estados Unidos, que tenía el apoyo de casi todos los países latinoamericanos.

“Cuba tiene una política internacional muy clara. No podemos entrenar grupos armados bajo un gobierno con el cual mantenemos buenas relaciones. La apertura con la Argentina es una fisura al bloqueo y es importante no sólo para Cuba sino para todos los revolucionarios”, le habría dicho Castro.

El ERP, sin embargo, desconfiaba del restablecimiento de relaciones. Sospechaba que podría haber sido impulsado por el propio Estados Unidos, como un ensayo para socavar a la Revolución Cubana a través del peronismo, luego del fracaso de un bloqueo que ya llevaba más de 13 años.

Una preparación de largo aliento

Cuba había entrenado en la década del 60 a guerrilleros de distintos países latinoamericanos, entre ellos a algunos integrantes del PR-ERP, como el propio Santucho, quien en 1968 había pasado un par de meses en la isla con algunos de sus compañeros.

Esta vez, el plan del ERP era hacer algo más serio, metódico y extenso, según le explicó Mattini a Fidel Castro: que un grupo de sus cuadros se entrenara en Cuba durante un año. La aspiración de los guerrilleros argentinos -dijo Mattini- era que la instrucción estuviera a cargo del general Arnaldo Ochoa, uno de los militares más condecorados de la Revolución Cubana, quien en 1989 sería fusilado por traición a la patria, luego de encabezar las tropas caribeñas en Angola.

¿Por qué un año de entrenamiento en Cuba? Porque, según Mattini le dijo a Castro, el ERP no pensaba poner inmediatamente en acción a la guerrilla rural en Tucumán.

El ERP consideraba que la crisis del sistema derivaría en un nuevo golpe militar o en el desenmascaramiento del pedófilo criminal de Perón ante el pueblo como lo que siempre había sido: un político burgués y reaccionario, que había vuelto de su exilio para intentar salvar del derrumbe al capitalismo

El ERP consideraba que el deterioro de la economía y el avance de la derecha peronista -avasallante luego de la forzada renuncia de Cámpora en julio de 1973- conducirían inevitablemente a un estallido popular. La crisis del sistema, a su vez, derivaría en un nuevo golpe militar o en el desenmascaramiento de Perón ante el pueblo como lo que -en la mirada del ERP- siempre había sido: un político burgués y reaccionario, que había vuelto de su exilio para intentar salvar del derrumbe al capitalismo.

El entrenamiento de la guerrilla rural formaba parte, así, de la preparación del ERP para liderar, cuando el momento llegara, a las clases obreras urbanas y al campesinado pobre en su asalto final al sistema capitalista.

“Quédese tranquilo, comandante, que nosotros no le vamos a hacer ahora la guerrilla a Perón. Cuando Perón se muera o se vea obligado a tomar una posición tan dura que nosotros estemos justificados, o haya un golpe militar, recién ahí vamos a lanzar la guerrilla”, le prometió Mattini.

El visitante argentino le dijo al líder cubano que se había elegido Tucumán por su alta densidad de población. No querían repetir la experiencia de del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) -impulsado por el Che Guevara, en 1964- que se había establecido en una zona deshabitada de la selva salteña y, aislado, había sido derrotado sin entrar en combate.

Uno de los sobrevivientes del EGP, Jorge Paul, les había contado a los militantes del ERP que cuando lo detuvo la Gendarmería estaba famélico, debido a los problemas de abastecimiento padecidos por el grupo, según contó en sus memorias el guerrillero Enrique Gorriarán Merlo.

“Yo no puedo hablar desde aquí, pero el Che conocía tu país”, le respondió Castro a Mattini, quien hizo algunas preguntas sobre las condiciones geográficas y sociales en Tucumán, pero insistió en que Cuba no apoyaría a un movimiento guerrillero mientras un presidente de la popularidad de Perón estuviera en el poder.

“La llama de la rebelión popular ya está encendida también en el monte”

La negativa de Castro no cambió los planes del ERP. Así, en marzo de 1974, entre 40 y 50 hombres -la mayoría, sin experiencia militar- comenzaron formalmente, en el monte tucumano, su entrenamiento en guerrilla rural. La instrucción estaría a cargo de Santucho, a pesar de que no parecía tener la formación necesaria.

“Roby, más que entrenamiento militar, tenía conocimientos. Como todos nosotros, tenía una práctica limitada. Era un buen tirador; había sido el mejor tirador cuando hizo el servicio militar en la Aerotransportada de Córdoba y además tenía unas condiciones innatas para la táctica. Complementaba eso con determinadas lecturas y con algunas prácticas que había realizado en Cuba. Pero no había recibido entrenamiento, como dicen algunos libros”, escribió Gorriarán Merlo.

La cúpula del PRT-ERP en junio de 1973 durante un contacto clandestino con la prensa: en primer plano Santucho, Urteaga y Gorriarán Merlo

La preparación, sin embargo, transcurrió según lo planeado durante apenas un mes: en abril, el peón de una finca denunció ante la Policía tucumana que había visto un campamento guerrillero, a unos 20 kilómetros de Famaillá. Entonces, el gobernador peronista Amado Juri transmitió la información al gobierno nacional, que envió a Tucumán a la Guardia de Infantería y a la División Montada de la Policía Federal, con logística del Ejército y la Fuerza Aérea.

Llegaron el 15 de mayo, con “un despliegue de efectivos y vehículos en número nunca visto en la provincia”, según publicó el diario local La Gaceta. En un par de días la Policía realizó decenas de allanamientos y detuvo a unas 150 personas en San Miguel de Tucumán y los pueblos de la ruta 38. Pero los agentes también subieron a los cerros a buscar a los guerrilleros, que, prevenidos, marcharon día y noche para eludirlos. Así, hicieron caer en un vacío táctico a los policías federales, que el 26 de de mayo, después de una semana en el monte, bajaron de los cerros y abandonaron Tucumán.
  En febrero de 1975 el gobierno de Isabel Perón envió al Ejército a Tucumán. Fue el Operativo Independencia, que aniquiló a los guerrilleros del ERP y dio inicio a la represión ilegal, todavía en pleno período constitucional 

Envalentonado por lo que consideró una primera victoria, el ERP tomó el pueblo de Acheral en la noche del 30 de mayo. Los guerrilleros coparon la estación de tren y la comisaría -donde encontraron un cabo y dos agentes, que no opusieron resistencia- e hicieron una arenga en el bar del pueblo. Luego desfilaron uniformados y armados, encabezados por un combatiente que llevaba la bandera de la organización, con los colores argentinos y la estrella roja de cinco puntas.

El plan de esperar un golpe militar o la muerte de Perón antes de lanzar la guerilla rural –explicado a Fidel Castro en La Habana- había volado por el aire.

En el ERP se vivía un clima de euforia. En su edición del 5 de junio de 1974, la revista de la organización, El Combatiente, publicó un “mensaje al pueblo argentino”, en el que explicó: “La llama de la rebelión popular ya está encendida también en el monte y se expandirá incontenible pese a todos los esfuerzos represivos de explotadores y opresores”.

La siguiente respuesta la daría en febrero de 1975 el gobierno de Isabel Perón, con el envío del Ejército a Tucumán. Sería el Operativo Independencia, que aniquilaría a los guerrilleros del ERP y daría inicio a la represión ilegal, todavía en pleno período constitucional.

martes, 19 de mayo de 2020

Antigüedad: El poder de Rodas

El poder de Rodas

W&W




Un estado constitucional griego que continuó prosperando y fortaleciéndose en un mundo de caudillos fue Rhodes. Al igual que las ligas políticas de la parte continental griega, el gobierno federal de Rhodian disfrutó de una ventaja sobre las ciudades-estado más estrechamente concebidas. Los colonos griegos dorios de la isla habían fundado originalmente tres ciudades principales: Ialysus, Lindus y Camirus. A pesar de su población Dorian, la isla, durante la mayor parte de la Guerra del Peloponeso, había sido miembro de la Liga Ateniense. Solo en el 411 a. C., cuando el poder ateniense estaba en declive y Lisandro, con el apoyo financiero persa, había convertido a Esparta en una fuerza naval en el Mediterráneo oriental, Rodas renunció a su lealtad ateniense. Por esta época, las ciudades de la isla formaron una federación, con una ciudad capital recién fundada y un gobierno central. Sin embargo, cada ciudad miembro conservaba una gran parte de la autonomía local.




Rodas se había enriquecido llevando maíz y otras cargas en sus barcos; La destrucción por parte de Alejandro del neumático fenicio libró al estado insular de un peligroso competidor comercial. Al mismo tiempo, el dominio macedonio de todo el imperio persa y la consiguiente abolición de las fronteras políticas en el Mediterráneo oriental abrieron nuevas costas y puertos a los barcos de Rhodian. En la época de los sucesores de Alejandro, Rodas logró mantener un equilibrio de poder e ingeniosamente conservó su independencia. Los rodios halagaron y conciliaron a las dinastías contendientes a su alrededor, negándose a establecer una alianza entre ellos. Esto en sí mismo no habría sido suficiente para asegurar la libertad de la isla si Rodas no hubiera tenido una armada fuerte propia. Tal armada, sin embargo, los rodios eran lo suficientemente sabios y audaces como para mantenerse. En su moderada forma de democracia, los equipos de remo de los barcos fueron reclutados de las clases más pobres, mientras que los oficiales provenían de familias más ricas. No necesitaban confiar en las mercaderías.

Rodas fue, de hecho, el sucesor de Atenas como la principal potencia naval griega. Como en Atenas, dicho poder dependía en gran medida del patriotismo cívico. Pero como una isla relativamente pequeña, Rodas disfrutó de algunas ventajas que los atenienses no poseían. Los rodios podían confiar completamente en su armada para defenderse. Inmunes a la invasión terrestre, no estaban obligados a organizar un ejército o construir Muros Largos para asegurar las comunicaciones con sus muelles y astilleros. De hecho, los famosos honderos rhodianos sirvieron en su mayor parte como mercenarios en ejércitos extranjeros y pueden considerarse mejor como una fuente de "ganancias invisibles". Además, la costa rocosa de la isla se prestó admirablemente a la fortificación contra el ataque marítimo, ya que los cruzados de una edad posterior no tardaron en darse cuenta.

La supremacía naval de Rodas en el Mediterráneo oriental también fue un baluarte contra la piratería. Desafortunadamente, cualquier poder lo suficientemente fuerte como para someter a los piratas en el mundo antiguo generalmente se sentía en libertad de comportarse con la ilegalidad pirata misma; la protección que ofrecía se convirtió en una "raqueta de protección". Sin embargo, Rodas fue una excepción a este respecto y, profundamente comprometido con los principios constitucionales, desarrolló un código de derecho marítimo, que los romanos imitaron y encarnaron en sus propias leyes. De hecho, la ley moderna, basada en los romanos, indirectamente puede deberle algo a Rodas.

La política exterior de Rhodian, empeñada en preservar un equilibrio de poder, no pudo sostenerse en todo momento. Obligados por fin a ponerse del lado de Ptolomeo o Antígono, los rodios consideraron que sus mejores perspectivas estaban en alianza con los primeros. En consecuencia, Rhodes fue bloqueado y asaltado por el célebre hijo de Antígono, Demetrio el sitiador (Poliorcetes). Sin embargo, esta prueba, la isla sobrevivió triunfalmente, resurgiendo con mayor poder y prestigio.



Asedio

Cualquier otra alusión al asedio de Rodas es quizás mejor precedida por algunas observaciones generales sobre la evolución del asedio griego y macedonio en general. Incluso antes de la Guerra del Peloponeso, Pericles había utilizado carneros contra la isla de Samos, cuando se rebeló de la Liga Ateniense en el 441 a. C., y ya nos hemos referido al asedio de Platea (429–427 a. C.), en el que los espartanos y sus aliados usaban carneros junto con una rampa de tierra, flechas en llamas, maricones de fuego y elaborados muros de circunvalación. En el siglo V aC, la ventaja radicaba en los asediados y la posibilidad de tomar una ciudad por asalto presentaba enormes dificultades. Los muros largos atenienses nunca fueron asaltados y los propios atenienses lograron tomar Potidaea solo después de un largo bloqueo. Estas circunstancias se explican en gran medida por la debilidad griega en arqueros y honderos y su descuido general de la guerra de misiles. Por defecto de cubrir el fuego, todas las operaciones de asedio estuvieron expuestas al contraataque desde los muros asediados, como sucedió en Platea, donde las cabezas de los arietes fueron interrumpidas por fuertes rayos que cayeron de los muros fortificados de arriba.

Con la introducción de la guerra de misiles, la situación se alteró de manera crucial. El mayor uso de misiles de mano fue seguido pronto por el empleo de motores de artillería, dependiendo de su potencia de proyectil en cables de tendones retorcidos. La introducción de la catapulta de disparo de flecha se atribuyó a Dionisio I de Siracusa. Esta máquina era una ballesta gigante montada en un pesado marco de madera, lanzando un dardo de cabeza pesada correspondiente. Felipe II de Macedonia utilizó tales máquinas cuando asedió a Perinto en 340 a. C. Pero el primer uso de catapultas para arrojar rocas probablemente llegó más tarde. Alexander ciertamente tuvo tales catapultas en el asedio de Tiro.

Artillería de este tipo podría, por supuesto, ser empleada tanto por los sitiados como por los sitiadores. De hecho, su uso funcionó para la ventaja de aquellos dentro de las paredes, ya que sus fortificaciones eran de una naturaleza más sólida y permanente y podían construirse con puertos estrechos, troneras y almenas, detrás de los cuales los artilleros podían operar bajo cubierta. Los ejércitos asediados contrarrestaron esta ventaja mediante la construcción de torres y áticos elaborados, con puertos para artillería que coincidían con los de los defensores. Dichas estructuras también abrigaron carneros. La forma obvia de operar un ariete era suspenderlo de una viga superior y balancear su cabeza contra el objetivo. También podría montarse sobre ruedas y empujarse violentamente contra la pared bajo el ataque de un equipo grande y musculoso. Se desarrollaron tipos más sofisticados, en los cuales el eje del carnero se deslizó en un canal de madera; Luego fue arrastrado repetidamente hacia atrás, como en una catapulta, y proyectado contra la pared.

Los áticos, a menudo sobre ruedas, también podrían usarse para detectar las operaciones de menores y zapadores o aquellos que quisieran llenar el foso antes de una muralla enemiga. Cubierto por artillería y apoyo de misiles, el asalto con escalas se hizo cada vez más efectivo. Las escaleras no siempre eran de madera; También se utilizaba una especie de escalera de red de cuero y cable.

Los defensores, por su parte, a veces colgaban en sus almenas pancartas de madera que se desplazarían de tal manera que desalojaran las escaleras de escala colocadas contra ellos. Estas placas protectoras deben, por supuesto, haber estado expuestas a los dardos de fuego de los asaltantes. Como es el camino de la tecnología militar, la serie de dispositivos y contra-dispositivos fue capaz de prolongarse sin fin, involucrando inevitablemente tanto a atacantes como a defensores con enormes gastos. Un método más simple y barato de capturar una ciudad era a través de la traición, y las ciudades de la traición a menudo fueron capturadas. Este método, con todas las precauciones y contramedidas que clasificamos bajo el título de "seguridad", recibió una consideración científica en el tratado de Eneas Tacticus (finales del siglo IV a. C.).




El asedio de Rodas

Demetrio llevó al asedio de Rodas un vasto armamento de hombres y barcos. Además de su propia flota de combate de 200 buques y su flota auxiliar de más de 150, había reclutado la ayuda de escuadrones piratas. Mil naves comerciales privadas también lo siguieron, atraídas por la riqueza de Rodas y la posibilidad de botín. Toda la operación fue, de hecho, una gigantesca empresa pirata. Pero Demetrio parece haber sentido que era "una cosa gloriosa ser un rey pirata".

El puerto principal de Rodas, así como la ciudad, estaban fortificados con torres y murallas. Aquí la flota de Rhodian podía descansar con seguridad; ni Demetrius pudo evitar que las naves con suministros ejecutaran su bloqueo. Su primera preocupación, por lo tanto, era capturar el puerto. Inmediatamente procedió a construir su propio puerto al lado, construyendo un topo y protegiendo sus operaciones de asedio en el mar del contraataque por medio de un auge flotante con púas. Al mismo tiempo, su ejército devastó la isla y construyó un enorme campamento en tierra adyacente a la ciudad pero fuera del alcance de los misiles.

En el transcurso del asedio, ambas partes emplearon los dispositivos técnicos que acabamos de describir. Las operaciones mineras de los sitiadores se encontraron con las minas de los asediados. En una etapa bastante temprana. Los hombres de Demetrius se mantuvieron firmes en el topo del puerto principal, pero los rodios le impidieron explotar esta cabeza de puente y nunca capturó el puerto. Más tarde, como resultado de un ataque terrestre, en realidad penetró las paredes de la ciudad, pero el ataque fue contenido por los rodios y los que habían entrado fueron asesinados en su mayoría.

La característica más sensacional del asedio fue la gigantesca torre de Demetrius, que recibió el sobrenombre de Helepolis, "tomador de la ciudad", aunque en el caso no logró tomar la ciudad. La torre de Helepolis se basó en una enorme rejilla cuadrada de madera, que abarca un área de 5,200 pies cuadrados (484 metros cuadrados). La torre tenía unos 140 pies (90 codos, 43 m) de altura y el más alto de sus nueve pisos tenía 900 pies cuadrados (84 metros cuadrados) de área. Como protección contra el fuego, la torre estaba blindada con placas de hierro en sus tres lados expuestos; Estaba montado sobre ruedas gigantes, cuyas ruedas estaban chapadas con hierro. Se hizo que los puertos de artillería de Helepolis se abrieran y cerraran por medios mecánicos y se acolcharon con cuero y lana como protección contra el impacto del ataque con misiles. La comunicación con los pisos superiores se realizaba mediante dos escaleras, para ascenso y descenso respectivamente.

La máquina fue movida, presumiblemente en relevos, por 3.400 hombres fuertes especialmente seleccionados. Algunos empujados desde el interior de la estructura, otros detrás. Diodoro nos asegura que todo el monstruoso artilugio podría enrollarse en cualquier dirección sin problemas. El helepolis era en efecto un tanque gigantesco, mucho más grande que cualquiera que haya sido conducido por motores de gasolina. Sin embargo, a pesar de todas las precauciones, los rodios lograron desalojar algunas de las planchas de hierro de la torre; Cuando había un peligro real de que se incendiara, Demetrius ordenó que se retirara de la acción.

Todo el mundo griego y macedonio, constitucionalistas y dinastías, simpatizaron con los rodios durante el asedio. El conflicto era, después de todo, uno entre la ley y la piratería. Influido quizás por la impopularidad de sus operaciones y convencido al fin de que no podía ganar, Demetrio llegó a un acuerdo con los rodios y se fue a buscar una guerra a otro lado. Los rodios, encantados, premiaron el sacrificio de ciudadanos, esclavos y extranjeros residentes como lo habían prometido.

Demetrius había dejado sus motores esparcidos por la ciudad y la chatarra que entregaban proporcionaba material para la enorme estatua que los rodios erigieron en la entrada del puerto: el Coloso de Rodas, una de las Siete Maravillas del Mundo. Un prodigio en sí mismo, el Coloso fue un memorial apropiado para un asedio prodigioso.



Fortificaciones

Se requirió de fortificaciones durante las generaciones que siguieron a Alejandro Magno para enfrentar el desafío de un asedio cada vez más sofisticado y de ejércitos equipados con maquinaria más grande, más abundante y más poderosa. Se concedió gran importancia al contraataque y a la creación de puntos estratégicos desde los cuales el asedio podría ser amenazado en su flanco por misiles. Con esto a la vista, las murallas a veces se construían en un patrón de diente de sierra. O la pared misma seguía el contorno de un diente de sierra o una pared recta recibió una cara de diente de sierra en su superficie exterior. La ventaja de este dispositivo era que una proyección de diente de sierra daba fuego de cobertura al siguiente. Las fortificaciones en Samikon, en el Peloponeso occidental, ejemplifican el patrón inclinado asimétrico de la fortificación con dientes de sierra y pueden contrastarse con el zig-zag equilátero que se adoptó, por ejemplo, en Mileto en la costa de Caria.

Como defensa contra el acercamiento de las torres de asedio, a menudo se excavaban fosos profundos frente a las paredes de una posición fortificada. Tales fosos se habían cavado frente a las murallas de la ciudad ateniense después de la batalla de Chaeronea y se mejoraron durante el transcurso del siglo siguiente. Según la evidencia arqueológica, estos fosos parecen haber alcanzado una profundidad de 13 pies (4 m) y un ancho de 33 pies (10 m). En algunos casos, los fosos se llenaron de agua; Cuando rodeaban las ciudades, a menudo se brindaba mayor protección mediante un muro o empalizada en el borde interior.

La construcción de torres en las murallas había sido durante mucho tiempo una característica de las ciudades griegas. Con frecuencia se proyectaban en forma de bastiones y permitían un ataque de flanqueo a los sitiadores. Al mismo tiempo, los hombres de misiles que los acuartelaron tenían la ventaja de una altura superior y estaban en posición de oponerse a cualquier torre de asedio. Tales torres defensivas tendían a ser cada vez más numerosas. También eran cada vez más independientes de los muros cortina que los unían. En Myndos, cerca de Halicarnaso, la fuerza de asedio de Alejandro logró destruir una torre de defensa, pero su colapso no afectó la solidez del muro. Por el contrario, durante el asedio de Rodas, las fuerzas de Demetrius pudieron destruir el muro cortina a cada lado de una torre sin destruir la torre misma. Las torres eran de planta cuadrada, poligonal, semicircular o de herradura. El número de lagunas de artillería y embragues introducidos por los constructores tendió a aumentar. Las cortinas entre torres deben haber sido construidas más arriba en la medida en que las mismas torres lo fueron. La evidencia arqueológica sugiere que las paredes de aproximadamente 29.5 pies (9m) de altura eran normales durante el siglo IV aC; si se esperaban ataques de un helepolis, probablemente se construyeron más alto. La altura de las murallas de una ciudad a veces fue aumentada por los defensores durante el asedio. La cumbre de una pared normalmente proporcionaba un callejón de comunicación entre las torres y también una plataforma de combate con un parapeto almenado. Tales parapetos, como las torres, podrían soportar techos de tejas; en cuyo caso presentaban ventanas.
Tanto en Tiro como en Rodas, los muros asediados eran difíciles de atacar debido a las rocas que yacían frente a ellos. Se hizo un uso considerable de los sitios fortificados por la naturaleza, incluso donde los puntos más defendibles no se correspondían estrechamente con el área que necesita ser defendida. Por esta razón, las murallas de la ciudad con frecuencia abarcaban un área considerablemente mayor que la ciudad misma. Se dedujo que algunas de las fortificaciones más imponentes se construyeron en áreas donde la naturaleza brindó poca ayuda y se necesitó mucho esfuerzo para fortalecer la posición.

Ejércitos mercenarios, pago y botín

El asedio de Rodas, si se ignora su inutilidad política, ofrece un interesante estudio de caso, ya que presenta un ejército mercenario en guerra con una guarnición ciudadana. Un ejército ciudadano estaba en su mejor momento luchando en su propia patria, en defensa de sus propias mujeres, niños y propiedades. Un ejército mercenario, por otro lado, tuvo el mayor incentivo cuando era un ejército invasor, libre de saquear y vivir del país enemigo. Esta situación está ilustrada por una inscripción cretense de finales del siglo III, que, al registrar los términos de un tratado, especifica que la ración diaria de un soldado será una choinix1 de maíz, excepto cuando esté acuartelado en territorio enemigo del cual se puede obtener maíz. adquirido. En el siglo V a. C., los ejércitos y las armadas ciudadanas que servían fuera de casa, ya fuera con sus raciones en especie o en efectivo, no esperaban más que una asignación de subsistencia. Los subsidios persas elevaron la asignación diaria de raciones para remeros trirreme de medio dracma a todo un dracma, pero hubo dificultades para obtener lo que se había prometido. El dracma se puede tomar como que contiene 66,5 granos (4,3 g) de plata; Los lectores que están acostumbrados a la contabilidad de la inflación pueden calcular lo que esto significa en términos de los valores de los productos básicos de hoy.

La principal recompensa por el servicio mercenario durante los siglos cuarto y tercero antes de Cristo fue el botín, no el pago. El efectivo listo a menudo era inadecuado para proporcionar el pago. Cleomenes III de Esparta fue apresurado a un compromiso desastroso en Sellasia en 222 a. C. porque carecía de efectivo para retener a sus mercenarios. Cabe señalar que Cleomenes estaba llevando a cabo una campaña defensiva en su propio territorio. En una guerra ofensiva como la que había emprendido anteriormente en Arcadia, el botín había estado disponible y la remuneración mercenaria podía basarse en los resultados.

Los presos a menudo pueden cambiar de manos por rescates en efectivo. Antes del asedio de Rodas, los rodios llegaron a un acuerdo con Demetrio, según el cual un hombre libre capturado por ambos bandos debería ser cambiado por 1,000 dracmas y un esclavo por 500 dracmas. Pero la mayoría del botín era en especie y los cautivos se vendían comúnmente como esclavos. Un ejército invasor, como en Rodas, fue seguido por una horda de comerciantes expectantes. Entre estos había un gran número de traficantes de esclavos; Después de una victoria, los cautivos podrían ser vendidos en el acto.

Además de la volubilidad inevitable de un ejército mercenario, su apetito por el botín condicionó significativamente el curso de las guerras que se emplearon para luchar. Incluso con ejércitos ciudadanos, era difícil para cualquier comandante mantener el control sobre sus hombres una vez que habían caído en el saqueo; Por esta razón, una batalla ganada en un sector del campo a menudo se perdió en otro. Fue un tributo sobresaliente a la disciplina de Alexander en Gaugamela que pudo retirar a sus compañeros victoriosos en el momento en que el enemigo estaba en fuga y un rico botín los invitó, para ayudar a su ala izquierda en esa fase de la presión. batalla. Excepto por un pequeño núcleo de macedonios que tal vez se sintieron unidos con sus líderes por un lazo de nacionalidad común, los ejércitos de los Sucesores de Alejandro dependían principalmente de mercenarios; Este hecho llega a explicar por qué las guerras que libraron no fueron tan concluyentes. Una fuerza mercenaria poseída por el tren de equipaje de un ejército derrotado, y mucho menos una ciudad o territorio que había protegido al enemigo, en su preocupación por el saqueo tendría pocos incentivos para seguir una victoria o perseguir fugitivos. De hecho, apenas le interesaba al mercenario eliminar por completo a las fuerzas opositoras. Al hacerlo, se habría privado de empleo y de ganarse la vida.