domingo, 3 de diciembre de 2023

Carrera armamentística Argentina-Chile: El abrazo del estrecho

El histórico abrazo del Estrecho: la muñeca diplomática de Roca cuando estuvimos por ir a la guerra con Chile

En 1899 el presidente Julio A. Roca decidió tomar el toro por las astas y viajar a Chile para coronar las negociaciones que se hacían a contrarreloj. Los reclamos de territorios en disputa habían llevado a ambos países a una carrera armamentística que por poco no terminó en un conflicto armado

 
Ya en su segundo mandato, Roca tenía más experiencia. Los que trabajaron entonces con él, lo encontraron más reflexivo y observador

Martín Rivadavia, un marino de 46 años ascendido a comodoro en octubre de 1896 y ministro de Marina en el segundo gobierno de Julio Argentino Roca, no se movía del puesto de mando del Acorazado General Belgrano, comprado a nuevo a Italia el año anterior. Llevaba un pasajero ilustre, al propio Presidente, que iba a reunirse con su par chileno, Federico Errázuriz.

El encuentro sería en Punta Arenas y el ministro tuvo una idea de la que se arrepintió cuando era demasiado tarde: en lugar de acceder a Chile por el Canal de Beagle y el Estrecho de Magallanes, le propuso a Roca hacerlo por los canales fueguinos, lo que representaba una navegación mucho más complicada y riesgosa, pero que sabía que sorprendería a los chilenos. Aclaró que él mismo respondería personalmente por la decisión tomada.

El Presidente aceptó gustoso y cuando llegaron a destino se enteró de que Rivadavia había sudado a mares y que guardaba una pistola con la que pensaba volarse la cabeza si se hundía el acorazado con el Presidente a bordo, en esos canales que no eran del todo conocidos.

Cuando la tensión con Chile iba en aumento, y muchos imaginaban una guerra, el presidente argentino decidió ir a encontrarse con Federico Errázuriz

Había asumido la primera magistratura el 12 de octubre de 1898. En la carrera hacia la Casa Rosada, asomaban dos candidatos potables: uno era él y otro Carlos Pellegrini. El general Bartolomé Mitre intentó cortar el avance de Roca a la presidencia al proponer una alianza entre radicales y nacionalistas. Pero Hipólito Yrigoyen la rechazó de plano. Él era el líder indiscutido desde el suicidio de su tío Leandro Alem el año anterior.

Lo que primó a la hora de ungir a Roca presidente fue la situación internacional, especialmente con nuestros vecinos los chilenos. Ese país venía de proclamarse triunfador en su guerra contra Perú y Bolivia y ese ambiente de un posible enfrentamiento por cuestiones limítrofes amenazaban la paz. Para algunos políticos, la guerra era un hecho, y quién mejor para conducirla que el único militar que nunca había sido derrotado. Así se afianzó la idea de su candidatura.

Invitación cursada por el gobierno de Chile, para participar de la histórica jornada (Gentileza Museo Roca)

Ya no era un joven de 37 años, sino que a sus 55 años se había convertido, según lo describe Ibarguren, en una persona flexible, tolerante, reflexiva y observadora.

Fue elegido gracias al voto de 218 electores. Su vice era Norberto Quirno Costa, con experiencia en política exterior.

“Felizmente, nos hallamos en paz y concordia con todas las naciones del mundo”, señaló Roca. “Las últimas cuestiones de límites, que heredamos del coloniaje, marchan a su solución, por los medios y procedimientos que presenten los tratados internacionales. La cuestión de Chile, resuelta desde 1891, ha sido entregada al arbitraje y de acuerdo con el tratado de este año y el de 1893. Esperamos tranquilos el fallo del árbitro, confiados en que nada turbará nuestras relaciones internacionales y en que la terminación pacífica de este largo pleito que será una victoria de la razón y del buen sentido, influirá en las relaciones de los estados sudamericanos”.

De etiqueta y ambos con la banda presidencial, en la cubierta del O'Higgins (Archivo General de la Nación)

Era consciente de la situación irresuelta con Chile. Unas de las cuestiones que se resolvería entonces sería la Puna de Atacama, un conflicto que se arrastraba desde el fin de la guerra del Pacífico, cuando Chile ocupó tierras que estaban en disputa entre Argentina y Bolivia. A partir de un laudo celebrado en Buenos Aires entre el 1 y el 9 de marzo de 1899, Argentina terminó quedándose con el ochenta por ciento y Chile con el veinte restante del sector en disputa.

De la mano de su ministro de guerra Pablo Riccheri modernizó el Ejército y adquirió armamento. También se creó el ministerio de Marina, a cuyo frente puso a Martín Rivadavia y compró barcos, en un vasto plan que incluyó la ley 4031 del servicio militar obligatorio.

Devolución de gentilezas. Luego del encuentro en el buque chileno, Errázuriz abordó el acorazado Belgrano. Fotografía revista Caras y Caretas.

El objetivo de Roca era mostrarse fuerte, en el ajedrez del cono sur, frente a Chile y a Brasil.

“Roca fue una figura central del proceso de consolidación del Estado nacional entre fines del siglo XIX e inicios del XX, y por aquellos años sus gobiernos tuvieron que enfrentar delicados conflictos con el Vaticano y con países limítrofes. También se retomaron antiguos reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas. Asimismo, se dio gran importancia a la organización y desarrollo de un cuerpo diplomático, enviado a diversas partes del mundo”, explican desde el Museo Roca.

Como los peritos de ambos países no lograban ponerse de acuerdo, Roca tomó el toro por las astas y decidió concretar un viejo anhelo, el de viajar al sur y cerrar él la cuestión.

A comer. El menú que se sirvió la noche del 16 de febrero (Gentileza Museo Roca)

No fue una decisión apresurada: daba el puntapié inicial de los presidentes argentinos que se involucraban personalmente en la solución de diferendos internacionales. Se la llamó la diplomacia presidencial, algo novedoso para la época. “Era consciente que la guerra había sido un impedimento en los procesos de modernización del Estado y de desarrollo económico”, se explica en un trabajo del citado museo. Sabía que su par chileno opinaba lo mismo.

Junto a su ministro de Marina y secretarios, el 20 de enero de 1899 partió en el ferrocarril del Sud hasta Bahía Blanca, donde abordó el acorazado Belgrano. Luego, el ministro de Relaciones Exteriores Amancio Alcorta lo alcanzó con el Transporte Chaco. Una comitiva de periodistas lo seguía en el crucero liviano Patria.

Junto al menú, se distribuyó el programa musical ejecutado en la cena (Gentileza Museo Roca)

En Puerto Belgrano -entonces se llamaba Puerto Militar- visitó las obras que se estaban realizando. A Puerto Madryn llegaron con lluvia y fueron en ferrocarril hasta Trelew. De ahí se trasladó en carruaje a Rawson y Gaiman.

Nuevamente a bordo, continuaron el viaje bordeando la costa patagónica. En Río Gallegos se hospedó en la casa del gobernador del territorio de Santa Cruz, Matías Mackinlay Zapiola. Cuando los pobladores se enteraron se concentraron y Roca les habló desde el balcón, donde prometió la concreción de obras. Era la primera vez que un Presidente los visitaba. Esa casa se demolió pero se conservó el balcón.

Cuando navegaban hacia Ushuaia, quiso visitar la estancia Haberton, donde fue agasajado por la viuda del dueño. El Presidente aprovechó a conversar con los indígenas onas y yaganes que trabajaban allí.

Debía cumplir con la agenda. Para el 15 de febrero al mediodía el mandatario chileno lo esperaba en Punta Arenas, tramo que cumplieron siguiendo la ruta propuesta por el comodoro Rivadavia. Al anochecer del 14, la comitiva argentina fondeó en Puerto Hambre, donde se sumó la fragata Sarmiento, el buque escuela que había decidido modificar su itinerario para sumarse al viaje.


El acorazado General Belgrano, comprado a Italia. En ese buque viajó Roca. Fue desguazado en el Riachuelo en 1947 (Wikipedia)

Los chilenos apostados en el muelle del puerto se sorprendieron al ver cerca de las dos de la tarde que la flota argentina aparecía por el sur y no por el este, el camino fácil y conocido. Junto al buque insignia O’Higgins, estaban los cruceros livianos Zenteno y Errázuriz y el transporte Argamos.

Apenas se avistó a los buques, en un día soleado en el que soplaba una brisa helada, fueron recibidos con interminables salvas de cañones. Había expectativa y ansiedad entre los funcionarios chilenos.

Errázurriz envió una embarcación con una comisión integrada por el general Vergara y el coronel Quintavalla para arreglar los detalles del ceremonial. El chileno ofrecía ir al buque argentino, pero Roca, vestido de civil y con banda presidencial -dejó a bordo su uniforme militar y medallas- se adelantó y abordó el O’Higgins, junto a sus ministros Alcorta y Rivadavia. Su par chileno estaba acompañado por sus ministros de Relaciones Exteriores, Guerra y Marina, Justicia e Instrucción Pública y por el director de la Armada, Jorge Montt, ex presidente.

Se saludó con Errázuriz con un apretón de manos, no con un abrazo. Igualmente pasó a la historia como “El abrazo del Estrecho”. La banda militar de la marina chilena ejecutó los himnos.

Luego, el chileno abordó el Belgrano y repitieron los saludos.

Hubo una reunión importante entre ellos al día siguiente, por la noche, en la que organizó un banquete. Se imprimió el menú, escrito en francés y con platos que aludían a la jornada, como “pigeons aux a vocats, a la Belgrano” y “soufflé de volaille, a la O’Higgins”. Una orquesta ejecutó diversas piezas musicales a lo largo de la velada.

A la hora de los brindis, el mandatario transandino expresó que “la paz, siempre benéfica, es fecunda entre naciones vecinas y hermanas, armoniza sus intereses materiales y políticos, estimula su progreso, da vigor a sus esfuerzos, hace más íntimos sus vínculos sociales y contribuye a la solución amistosa de sus dificultades y conflictos. La paz es un don de la Divina Providencia”.

Por su parte, Roca dijo que “la paz, como medio y como fin de civilización y engrandecimiento es, en verdad, un don de la Divina Providencia, pero es también un supremo deber moral y práctico para las naciones que tenemos el deber de gobernar. Pienso, pues, como el señor presidente de Chile y confundo mis sentimientos y mis deseos con los suyos, como se confunden en estos momentos las notas de nuestros himnos, las salvas de nuestros cañones y las aspiraciones de nuestras almas”.

Acordaron dirimir las disputas de límites por el camino diplomático. Tres años después se firmarían los Pactos de Mayo, donde ambos países renunciaban a reclamos de expansiones territoriales, que alejaron el fantasma de la guerra. Errázuriz falleció en julio de 1901 en el ejercicio de su cargo, y su sucesor Germán Riesco continuó con la misma política.

Roca permaneció tres días en Punta Arenas. El 22 de febrero ya estaba de regreso en Buenos Aires.

Ese mismo año viajó a Uruguay y Brasil. A este último país lo hizo acompañado, entre otros, por los generales Nicolás Levalle, José Garmendia y Luis María Campos, veteranos de la Guerra de la Triple Alianza.

El objetivo principal del viaje fue el encuentro con el presidente brasileño Campos Salles, con quien estableció muy buenas relaciones y le sirvió a Roca para estrechar lazos y mantener el equilibrio en la región.

Algo ducho en la materia debía ser, ya que cuando ya no era más presidente, le encomendaron dos misiones diplomáticas al Brasil, a fin de aquietar tensiones derivadas de la carrera armamentística y de ocupación de territorios. La última la cumplió en 1912, dos años antes de su muerte.

Tapa de Caras y Caretas del 25 de febrero de 1899, ironizando sobre el viaje del presidente. Roca se había transformado en un clásico en el semanario

Pasaron 124 años del aquel histórico encuentro entre Roca y Errázuriz, donde el sentido común solo estuvo ausente en el comodoro Martín Rivadavia, que sorprendió a propios y a extraños con sus dotes de navegante y experto conocedor de los peligrosos canales fueguinos. Todo lo vale para evitar una guerra.

Fuentes: Museo Roca – Instituto de Investigaciones Históricas; Félix Luna – Soy Roca; Carlos Ibarguren – La historia que he vivido; diario El Mercurio; revista Caras y Caretas



sábado, 2 de diciembre de 2023

SGM: El fin de un padre

El fin de un pobre soldado italiano





En la década de 1940, durante la campaña del norte de África de la Segunda Guerra Mundial, un soldado italiano perdió trágicamente la vida en acción. Antes de encontrarse con su destino, agarró una fotografía de su hijo, quizás mirándola por última vez antes de partir de este mundo.

En ese momento, Italia estaba pasando por una transformación en un estado fascista. La dictadura italiana priorizó el orgullo nacional y tuvo como objetivo restaurar la antigua gloria del país, que recuerda a los días del Imperio Romano. Esta asociación histórica evocó sentimientos de poder y patriotismo entre la población italiana, especialmente cuando buscaban superar los desafíos de una economía en dificultades, un gobierno ineficaz y una infraestructura subdesarrollada.

Actuando sobre estas aspiraciones, Italia comenzó a invadir naciones más débiles, cuya pobre infraestructura las convertía en blancos más fáciles de capturar. Un enfoque importante fue en el norte de África y, con el apoyo de Alemania, obtuvieron el control de áreas como Etiopía, Marruecos y Chad.

Entre 1940 y 1943, los Aliados dedicaron esfuerzos a liberar estos territorios capturados y lanzar contraataques contra las potencias del Eje desde el Sur. Esta reñida campaña en el desierto, conocida como la campaña del norte de África, finalmente condujo a una victoria aliada.

jueves, 30 de noviembre de 2023

Imperialismo: Razones del conflicto entre Venezuela y Guyana

Venezuela-Guyana: razones de un conflicto

Carlos A. Romero || Nueva Sociedad



Las tensiones fronterizas entre Venezuela y Guyana volvieron a ser noticia. En diciembre, la Corte de Internacional Justicia de La Haya se declaró competente para ver el caso. Mientras que Georgetown celebró la decisión como «un gran momento», Caracas la tildó de «infame». Entretanto, Guyana se convirtió en un país petrolero. Mientras que Hugo Chávez buscó un acercamiento, la situación se encuentra en una escalada en un nuevo contexto geopolítico.

 

Venezuela y Guyana se enfrentan de nuevo política y diplomáticamente por el destino de la Guayana Esequiba. Se trata de una parte sustancial del territorio guyanés –alrededor de dos tercios- que es reclamada por Caracas en un contexto en el que, además, la ex-colonia británica descubrió enormes riquezas petroleras.

Según Venezuela, el Laudo de París de octubre de 1899, que refrendó su frontera con el Reino Unido en lo que se llamó la Guayana Británica hasta 1966, es nulo e írrito. Guyana piensa lo contrario. El tema se ha reactivado en los últimos meses a partir de la decisión de Guyana de ir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, dejando atrás el compromiso bilateral pautado en el Acuerdo de Ginebra de 1966.

La controversia territorial entre Venezuela y Guyana incluye dos aspectos principales. Uno es de carácter jurídico y otro es de carácter político. El de naturaleza jurídica se basa en el reclamo de Venezuela de más de 70% del territorio de la República Cooperativa de Guyana. El de carácter político se deriva del anterior y ha pasado por diversas etapas, en las que cada país ha tratado de lograr y mantener respaldos domésticos e internacionales, con el fin de cumplir con sus objetivos. Uno pretende que se le devuelva una parte de su territorio despojado, el otro se niega a desprenderse de lo que estima es suyo.

El Laudo de París es un instrumento jurídico que sirvió para confirmar la anexión de Reino Unido de ese territorio perteneciente a Venezuela de jure, con base en el principio jurídico del uti possidetis juris. Venezuela reclama ese espacio y Guyana ha utilizado y proyectado la tesis de ser un país pequeño agredido por una nación vecina con recursos, que busca quitarle de manera ilegal e ilegítima una buena parte de su superficie.

Luego de su independencia en 1821, Venezuela tomó como su frontera oriental el río Esequibo. Reino Unido la reconoció, luego de que los Países Bajos le cedieran lo que se conocería, desde 1814, como la Guayana Británica, y aceptó como válido el Tratado de Reconocimiento de España y la soberanía venezolana sobre el territorio de la antigua Capitanía General de Venezuela. Sin embargo, a partir de 1849, Londres comenzó a anexar parte de la superficie que era de Venezuela y se negó a llevar la controversia a un arbitraje, sin respetar los acuerdos anteriores y su debido reconocimiento.

Venezuela no aceptó la sentencia del laudo, que estaba basada en falsas informaciones cartográficas y documentales y en el desconocimiento del Tratado de Arbitraje de 1897, pero se vio obligada a participar en la demarcación de la nueva frontera, aunque sin asumir el territorio trazado en el Laudo de París, tal como se observa en un escrito de Venezuela ante la Corte de La Haya en 1903.

Desde el punto de vista jurídico, debemos recordar que Guyana ha considerado la cuestión de la validez del laudo como el tema central de la controversia. En cambio, Venezuela considera que tiene pruebas suficientes para justificar la nulidad e invalidez del tratado. Como consecuencia de lo anterior, los dos países difieren en el objetivo mismo de la controversia. Georgetown plantea la validez del laudo y Caracas, la devolución de lo que define como la Guayana Esequiba.

Desde ese momento y hasta 1962, los sucesivos gobiernos venezolanos sostuvieron la tesis de una solución amistosa del conflicto fronterizo, procurando una justicia territorial al grave daño cometido a la integridad geográfica del país. Reino Unido respondió siempre a las diligencias venezolanas afirmando que la controversia era «cosa juzgada». En febrero de 1962, Venezuela denunció ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la necesidad de revisar el estado de la reclamación venezolana y reiteró la posición venezolana de que el Laudo Arbitral de 1899 era nulo e írrito, en el momento en que Reino Unido se preparaba para darle la independencia a la Guayana Británica. La independencia se postergó hasta 1966, una vez que Londres y Caracas llegaron al acuerdo de crear una comisión mixta con la incorporación de representantes de la Guayana Británica, que durante cuatro años y en el marco del Acuerdo de Ginebra buscaron una salida jurídica al contencioso entre las dos naciones. El documento permitió a Venezuela condicionar la independencia de la ahora República Cooperativa de Guyana al reconocimiento de Reino Unido y de la propia Guyana de la reclamación venezolana.

Con la excepción del congelamiento de jure de las conversaciones entre 1970 y 1982, una vez finalizados los cuatro primeros años de conversaciones bilaterales y bajo la firma del Protocolo de Puerto España, la comisión mixta creada por el Acuerdo se reunió en varias ocasiones sin llegar a una solución al contencioso fronterizo. Venezuela, por su parte, alentó años antes y de manera indirecta una rebelión de amerindios guyaneses al este de la frontera en 1968. La revuelta buscaba que el territorio Esequibo de Guyana se independizara y pidiera la anexión a Venezuela. El movimiento secesionista no tuvo éxito, aunque dejó un trago amargo en las relaciones entre Caracas y Georgetown.

Ese mismo año se cerró por parte de las autoridades venezolanas la desembocadura del río Orinoco, cuestión que introduciría un elemento nuevo en el diferendo: el tema de la delimitación futura de áreas marinas y submarinas, sumado a otros altercados fronterizos de menor importancia. En 1983, una vez finalizado el periodo de 12 años de congelamiento de la controversia –de acuerdo con el ya citado Protocolo de Puerto España–, ambas naciones se acogieron a una disposición contemplada en el texto del Acuerdo de Ginebra de dirigirse al secretario general de las Naciones Unidas para lograr una solución «práctica» del problema.

Entre 1983 y 2018, continuaron reuniéndose los comisionados de cada país con el fin de lograr un acuerdo sobre el contencioso sostenido por tantos años, sobre la base de las tesis de los buenos oficios, una solución pacífica y una metodología bilateral, y a la espera de la decisión del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. Sin embargo, es necesario aclarar que en el periodo 1999-2018 las negociaciones perdieron mucha eficacia y se congelaron las deliberaciones sobre contencioso territorial entre ambos países. La decisión de Guterres se dio finalmente en el mes de enero de 2018, cuando estableció que la Corte Internacional de Justicia de la Haya examinara el caso con base en la posibilidad de impulsar una solución jurídica y multilateral.

En marzo de 2018, Guyana solicitó ante la misma Corte que se resolviera en esa instancia el conflicto territorial y pidió que «se confirme la validez legal y el efecto vinculante del laudo arbitral de 1899 con respecto a la frontera común para que el máximo tribunal dictamine sobre su jurisdicción y competencia sobre el tema, y conozca sobre el fondo del conflicto». Para el gobierno del presidente Nicolás Maduro, la Corte de la Haya carece de jurisdicción para conocer el tema sobre el Esequibo. Pero el tribunal se declaró competente el 18 de diciembre de 2020 para conocer la demanda unilateral de Guyana sobre la validez del laudo arbitral y decidir sobre la controversia concerniente a la frontera terrestre. Venezuela no se presentó para conocer la decisión e insistió en regresar a las bases del Acuerdo de Ginebra y a los buenos oficios de la ONU.





Héroes y villanos

Desde el punto de vista político, la disputa entre Venezuela y Guyana se remonta al proceso de independencia de los países latinoamericanos y al contexto de los cambios geopolíticos que se dieron luego de las guerras napoleónicas y el Congreso de Viena. En esa ocasión, Venezuela surgió ante el mundo como una república unitaria con un territorio trazado de acuerdo con el principio del uti possidetis juris, pero con una debilidad estatal producto de la propia independencia, de la ruptura con la Gran Colombia y las sucesivas guerras civiles.

Esa debilidad institucional y política le produjo grandes pérdidas territoriales, entre las cuales se contó parte del noreste del país, dado el avance del imperio británico desde la Guayana Inglesa. Con el Laudo de París de 1899 se refrendó esa pérdida, lo que de cierta manera y junto con otros procesos de principios del siglo XX creó una percepción negativa entre la mayoría de los venezolanos sobre la posibilidad de que diera una salida judicial de carácter multilateral que favoreciera a Venezuela.

De ahí la insistencia de los gobiernos venezolanos en preservar el carácter bilateral del Acuerdo de Ginebra. Pero el secretario general de la ONU y el gobierno de Guyana rechazaron, cada uno a su manera, la salida bilateral. La nueva y controversial posición de Guyana puede caracterizarse como la ruptura unilateral de ese país del statu quo alcanzado en 1966, una decisión que no puede quedar, como observamos más adelante, fuera del contexto internacional y hemisférico actual.

En segundo lugar, el contencioso entre Venezuela y Guyana no solo es el producto de consideraciones de carácter histórico-global, sino que a lo largo de este dilatado proceso se han dado circunstancias difíciles que, de algún modo, han limitado la búsqueda de una solución al problema. En el siglo XIX, tal como se dijo, las consideraciones domésticas y la debilidad del país pesaron frente a la posibilidad de un arreglo justo para Venezuela. Ni siquiera hubo testigos ni jueces venezolanos.

Antes de 1962, no hubo un proceso diplomático o procesal importante referido al tema, y solo a partir de la denuncia del laudo en esa fecha, la posterior firma del Acuerdo de Ginebra y la independencia de Guyana se reactivó la reclamación venezolana. Una consideración especial merece la política exterior de Guyana, que logró el apoyo de la mayoría de los países del Tercer Mundo y del Caribe, en particular en la defensa de su territorio y en respuesta a la tesis de Venezuela.

A comienzos del siglo XXI, Venezuela buscó fomentar un mejor espacio de entendimiento con los países caribeños, con la promoción del programa energético Petrocaribe y la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). La apertura al tercermundismo y las causas antiimperialistas por parte de Venezuela habilitaron de manera parcial ese proceso. Pero, paradójicamente, Guyana no solo no participó de manera integral, sino que se distanció de ellos. Mantuvo, empero, el apoyo del Caribe, en un contexto de coaliciones regionales e internas muy diferentes de los «momentos» progresistas que se observaron en Guyana bajo el liderazgo de los primeros ministros Forbes Burnham y Cheddi Jagan, en la segunda mitad del siglo XX. Guyana tiene un largo historial de país tercermundista que manipuló siempre sus diferencias con los gobiernos venezolanos del periodo democrático, tildándolos de agresivos, imperialistas y asociados a Estados Unidos. Por su parte, Venezuela se concentró en su reclamación, tratando de reducir al mínimo el impacto de esas acusaciones en su diplomacia deliberada de presencia caribeña y de acercamiento al Tercer Mundo.

En este marco, cabe resaltar el conjunto heterogéneo de declaraciones y comunicados de los gobiernos venezolanos que, de alguna forma, permitieron crear desde 1999 una atmósfera contraria al sostenimiento del reclamo sobre la Guayana Esequiba por parte del Estado venezolano. Merece destacarse la tesis presentada por Caracas: que el contencioso con Georgetown que se da desde el año 1962 está relacionado con gobiernos venezolanos no querían la independencia de Guyana, dado que en ese momento el gobierno semiautónomo de ese país era conducido por Cheddi Jaggan, a quien se consideraba simpatizante de las ideas de izquierda y de la Revolución Cubana.

Otro elemento que debe analizarse es el potencial económico de Guyana a partir de la prospección y producción de petróleo en las zonas cercanas al territorio venezolano y en el espacio en reclamación, lo que ha llevado a generar problemas de interpretación entre las cancillerías de ambos países y se proyecta como un punto fundamental de discordia. La presencia de compañías multinacionales estadounidenses en las áreas adyacentes a la zona en litigio, el abierto apoyo del gobierno del ex-presidente estadounidense Donald Trump a la decisión de la Corte de la Haya y el desarrollo de maniobras conjuntas navales entre Guyana y Estados Unidos han aumentado las hostilidades entre ambos países, habida cuenta de que Washington refuerza sus alianzas con países vecinos de Venezuela en una especie de «operación tenaza» mediática y diplomática en contra del régimen de Nicolás Maduro.

De igual modo hay que considerar el impacto político que tiene la decisión de Venezuela de crear un nuevo espacio marítimo denominado Territorio para el Desarrollo de la Fachada Atlántica. El contenido del decreto es muy confuso y habla de forma genérica de resguardar «los espacios continentales, áreas marinas interiores, limítrofes, históricas y vitales venezolanas». Esto está ligado a la tesis sostenida por representantes del gobierno de Maduro de que todas estas maniobras están dirigidas a «arrebatarle el territorio de la Guayana Esequiba».

Estas consideraciones son muy sensibles y merecen una profunda discusión. Por una parte, no se puede determinar áreas marinas y submarinas sin aclarar si son proyectadas desde un territorio venezolano con una soberanía controversial. Por otra parte, como el tema que nos ocupa no está resuelto, está de más pretender desarrollar un territorio marítimo que no se especifica en qué coordenadas está situado y si choca con parte de la Guayana Esequiba que está bajo la jurisdicción de Guyana y pendiente de delimitar hasta que se demuestre lo contrario.

La ruptura del statu quo

No queda más que alertar sobre el peligroso camino que actualmente está tomando la controversia territorial entre Venezuela y Guyana. Dos decisiones macro han creado un escenario difícil para la paz regional. Guyana ha roto su compromiso con el Acuerdo de Ginebra, trasladando el plano bilateral que se sostuvo por ambos países a un plano multilateral que ha sido rechazado por Venezuela. En segundo término, el gobierno venezolano ha sostenido la controversial idea de que la Guayana Esequiba es hoy por hoy parte integral del territorio de Venezuela. Estas posiciones pueden contribuir a una escalada del conflicto que podría llegar a crear las condiciones de un escenario bélico.

En este marco, cabe pensar que el contencioso tiene sus vinculaciones e impactos con el plano doméstico en cada país. En el caso de Venezuela, la reclamación del Esequibo se ha respaldado mayoritariamente de manera interna, como también ocurre en el caso de Guyana con sus propias afirmaciones territoriales. Por ello, no es de extrañar que sectores importantes del oficialismo, de la oposición y otros actores sociales y económicos venezolanos hayan manifestado su apoyo a las decisiones del gobierno de Maduro. El oficialismo ha insistido, por su parte, en que el interés nacional reclama cerrar filas ante este conflicto fronterizo.

Sin embargo, un sector opositor piensa que no es correcto adherir sin reservas a una posición oficial que, en sí misma, es producto de serios errores que no se deben endosar, sin conocer más a fondo cuáles son los nuevos objetivos del país, en el momento en que han cambiado las coordenadas que fundamentaron su política exterior sostenida durante años y las bases de la reclamación del Esequibo. En Guyana se mantiene un pleno respaldo a la política del gobierno actual del presidente Mohamed Irfaan Ali de presentarse ante la Corte de la Haya.

Cabe destacar, a título de nota al margen y para generar un debate que se considera necesario, cómo se han reconfigurados los roles internacionales y hemisféricos de Venezuela y Guyana luego del Acuerdo de Ginebra. En el plano externo, costó mucho convencer a ese conjunto heterogéneo de naciones en desarrollo, subdesarrolladas y descolonizadas de lo justo de las posiciones defendidas por Caracas. En el plano interno, los gobiernos venezolanos colocaron el tema de la reclamación de la Guayana Esequiba como un dogma a ser respetado y defendido por todos los nacionales, incluido el estamento militar.

Ahora esto ha cambiado. Venezuela se presenta como un país «revolucionario», que busca desarrollar un modelo socialista, que es aliado de Cuba y que se alejó de Estados Unidos, que ha desarrollado alianzas extrahemisféricas y se enfrenta a una crisis petrolera y económica enormemente profunda. Y algunos gobiernos consideran al régimen venezolano como una amenaza externa. Guyana, por el contrario, está clasificando para ser un país petrolero, sus gobiernos han reducido su vocación tercermundista, se lleva bien con Estados Unidos, proyecta bienestar económico, no practica el ya olvidado «socialismo cooperativo», sus líderes son pragmáticos y sostienen una sociedad multicultural, al tiempo que priorizan sus relaciones hemisféricas y occidentales.

A su vez, Guyana ha intentado reactivar los apoyos históricos que ha recibido desde 1966, incluyendo el de Cuba y el Caribe, a pesar de las estrechas relaciones que Venezuela ha mantenido con esos países y muchos más dentro del Movimiento de Países No Alineados. En el caso de Cuba, su gobierno ha tratado estos últimos años de ser neutral en el tema, dada su alianza estratégica con Caracas. Por otro lado, Estados Unidos y el Grupo de Lima mantienen un régimen de sanciones y una serie de advertencias a un gobierno como el de Maduro, que confronta tantos problemas internos y está vigilado internacionalmente.

A partir de estos parámetros, ¿qué queda por decir por ahora? En un escenario a corto plazo, dominará la agenda la discusión sobre la participación o no en la Corte de La Haya. A mediano plazo, se observa la posibilidad de una espiral conflictiva por el problema de la interpretación de facto de qué áreas marinas y submarinas le corresponden a cada país, dado el vacío legal que significa el hecho de que no se haya llegado a un acuerdo previo para definir la delimitación territorial terrestre.

Quizás la única manera de evitar males mayores sea que ambos gobiernos se pongan de acuerdo y llamen a terceros a mediar sobre sus controversias, sean gobiernos u organismos multilaterales. Pero para ello hay que tener una actitud flexible y creativa frente a las posiciones maximalistas mantenidas por cada país. Caracas está comprometida con la tesis de volver a lo estipulado en el Acuerdo de Ginebra, y Georgetown, con las presiones para que Corte de la Haya decida sobre el caso. ¿Será posible diseñar otras vías para salir del actual estancamiento al que lleva tal rigidez? Es un camino difícil, pero no imposible de transitar. Este artículo forma parte de la sección Diálogo y Paz, elaborada junto con analistas y especialistas para abordar la compleja situación política de América Latina.

miércoles, 29 de noviembre de 2023

Guerra contra el terrorismo peronista: La emboscada de Munro




Atentado en Munro de 1972


27 de julio de 1972, En Munro, sobre ruta Panamericana, extremistas emboscan a un patrullero del Comando Radioeléctrico San Martín y asesinan al Cabo Primero Ramón González


Siendo las 9:40 horas de una fría mañana de invierno del 27 de julio de 1972, en la localidad bonaerense de Munro, partido de San Martín, en el Conurbano Bonaerense, un grupo comando de extremistas castroguevaristas integrado por cinco hombres y una mujer (uno de ellos luciendo prendas femeninas), que se desplazaban a bordo de un automóvil Citroën patente B-410.733 y un Dodge 1500, salen al paso de un móvil policial del Comando Radioeléctrico de la Regional San Martín de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que realizaba su habitual recorrido de patrullado en prevención de ilícitos por la ruta Panamericana, logrando sorprender a los cuatro efectivos policiales que viajaban a bordo, abriendo fuego de armas largas y automáticas contra los efectivos policiales, no obstante lo cual, y a pesar de la sorpresa inicial, el personal policial responde el fuego, lo que genera un brutal intercambio de disparos a resulta del cual es asesinado el Cabo Primero Ramón González, e hiriendo de gravedad al Agente Omar Enrique Ibáñez, pero poniendo en fuga a los extremistas a bordo de los mismos vehículos en que se desplazaban, que huyeron con rumbo a la localidad de Tigre, sin poder determinar bajas en sus filas.
Horas más tarde los terroristas se identificaron como pertenecientes al Comando Descamisados Lizaso, de la mafiosa organización terrorista castroguevarista Montoneros-JP, mediante los habituales "partes de guerra" que solían distribuir anonimamente entre los medios de prensa y organismos públicos.



El Cabo Primero González, de 38 años de edad, era casado y padre de dos niños, el mayor de 13 años y el menor de 11, otro hogar argentino quedaba librado a su suerte por las balas terrorista.
Sin embargo, Ramón González no fue víctima esa sola mañana de julio de 1972. La insidia y desidia política argentina, y la cobarde indiferencia de la sociedad, que en su momento golpearon las puertas de los cuarteles militares y las comisarías para que, como corresponde, las Fuerzas Armadas y de Seguridad defiendan a la sociedad a la Nación Argentina de la entonces arrolladora ofensiva terrorista, tan pronto los militares y policías cumplieron con su deber derrotando en guerra a la subversión, asegurando la paz social y garantizando la institucionalidad y democracia de las que aún hoy gozamos en Argentina, se olvidaron, ignoraron o negaron todo el esfuerzo realizado por quienes poniendo la cara y el pecho frente a las balas extremistas, lucharon esa guerra y hasta hicieron el sacrificio supremo de ofrendar su vida en haras de la Patria toda. De ese modo, todos lo caídos en defensa de la Patria y sus instituciones, en defensa de la sociedad, cuando acalló el fragor de las armas fueron bastardeados por aquellos mismos que una vez los necesitaron, y los mártires como el Cabo Primero Ramón González fueron borrados de la historia, para poder así reinsertar y en caracter de víctimas, a los victimarios asesinos miembros de aquella subversión que le hacían la guerra a la Argentina, y son quienes hoy gobiernan políticamente el descarriado destino de nuestro país.



Pero lo más triste, e infame aún, es que hasta la propia institución de la que Ramón González formaba parte cuando dió su vida por la Patria, se encargó de mancillarlo, y borrarlo de la historia, al retirar las placas de honor que con el nombre de todos los efectivos policiales caídos en la Guerra Antisubversiva que les rendía humilde y silencioso tributo a los mismos en los accesos y la vista pública de todas las dependencias policiales de la provincia de Buenos Aires, fueron retiradas por infame orden política de la Gobernación (Scioli), sin que exista resistencia alguna de parte del comando institucional, al extremo que la Jefatura policial del momento ni hizo público el agravio padecido ni presentó su renuncia, siendo tal infamia sostenida por la sucesivas gobernaciones (Vidal y hoy Kiciloff), todas izquierdistas y declaradas abiertamente prosubversivas, pues a ultranza defienden la causa extremista y sus 30.000 mentiras, y siguen mancillado y pisoteando a la institución policial, a sus miembros, la memoria de los caídos, y a la entera sociedad que hoy vive sumergida en una inseguridad que desde 1983 no ha parado de crecer al amparo del poder político, pues parece que la sociedad otra cosa no merece, ya que también olvidó y sigue olvidando a quien se sacrifica por ella, al extremo de dar la vida, como lo hizo el Cabo Primero Gonzalez y miles más, sino que incauta, inconsciente, infame y/o irresponsablemente le sigue otorgando poder político a inmorales que, incluso, en sus filas tienen a terroristas asesinos de ayer, y entre los cuales bien pueden estar gobernando los asesinos de González y tantos otros inocentes argentinos. Así, al Cabo Primero Ramón Gonzalez y a otros 145 efectivos policiales bonaerenses ¡volvieron a eliminarlos, a asesinarlos por segunda vez!
Dijo Napoleón Bonaparte que “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, y como advertimos en Argentina se repite la historia que los argentinos no conocen, porque un grupúsculo de delincuentes, sinvergüenzas, apátridas y cobardes se han encargado de borrar la historia hasta donde les fue posible y otros, ¡los más cobardes!, lo han permitido y/o se han empecinado en no recordarla. Pero aquí estamos, y cada vez somos más, los encargados de referescarles la memoria a los argentinos, y de hacerles conocer lo que sucedió a quienes no lo sabían...



CABO PRIMERO RAMÓN GONZÁLEZ, ¡SALUDO UNO!



martes, 28 de noviembre de 2023

Segunda guerra sino-japonesa: La valentía de Cheng Benhua

Cheng Benhua





Cheng Benhua, que se muestra en la fotografía, sonríe desafiante a la cámara momentos antes de su trágico asesinato por parte de los hombres detrás de ella. Su valiente lucha por la libertad de su pueblo tuvo lugar en 1938, en un momento en que Japón estaba pasando por una transformación militarista y una ola extrema de patriotismo, creyendo en su superioridad sobre otras naciones asiáticas. La falta de Japón de recursos naturales esenciales como el caucho y el petróleo condujo a su invasión de China, buscando establecer esferas de influencia en toda Asia.

Cheng Benhua, junto con su esposo, Liu Zhiyi, asumieron el papel de liderar un pequeño grupo de resistencia en su ciudad natal de Hexian en la provincia de Anhui, oponiéndose a los invasores japoneses. Desafortunadamente, en una feroz batalla, Liu perdió la vida y Cheng fue capturado y posteriormente sometido a brutales interrogatorios y torturas por parte de las fuerzas japonesas. La fotografía captura un poderoso momento de resistencia y desafío de Cheng frente a sus opresores. A pesar de soportar horrores indescriptibles, se mantiene erguida, cruza los brazos y mantiene una sonrisa resuelta, negando a sus torturadores la satisfacción de quebrantar su espíritu.

Trágicamente, poco después de que se tomó la fotografía, Cheng fue asesinada con bayoneta por los hombres detrás de ella, quienes la apuñalaron con cuchillos unidos a sus armas. Cheng y Liu ahora son venerados como mártires en China, lo que simboliza el espíritu inquebrantable del pueblo chino frente a la injusticia y la opresión. Su valentía y sacrificio dejaron un impacto duradero, a pesar de que no tuvieron hijos para continuar con su legado.

Los japoneses cometieron crímenes atroces contra la humanidad durante su presencia en China, dejando un doloroso capítulo en la historia. La historia de Cheng sirve como un conmovedor recordatorio de la fuerza y la resiliencia de las mujeres que enfrentaron la adversidad y lucharon por lo que creían.