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viernes, 15 de agosto de 2025

Constitución: La Magna Carta sujeta al rey a la ley

El rey sujeto a la ley





El rey Juan firmando la Carta Magna a regañadientes, por Arthur C. Michael, vía Wikimedia Commons, dominio público.

En la historia del gobierno constitucional, la Carta Magna de 1215 marcó un hito, ya que fue la primera en afirmar formalmente que el poder de un monarca podía restringirse legalmente mediante un acuerdo escrito, en lugar de ser la primera en abordar la justicia o el orden jurídico. Las Doce Tablas de Roma y las leyes de Hammurabi fueron ejemplos de códigos anteriores que establecían normas y procedimientos, pero no limitaban la autoridad soberana.
En contraste, la Carta Magna introdujo la noción radical de que incluso el rey estaba sujeto a la ley. Sus principios se expandieron gradualmente, desde las salvaguardias para unos pocos privilegiados hasta ideales más amplios de libertad y justicia a lo largo de los siguientes 550 años, como resultado del derecho consuetudinario inglés, la reforma parlamentaria y la filosofía de la Ilustración.
Para 1776, cuando se redactó la Declaración de Independencia, los colonos estadounidenses se consideraban herederos de esta tradición, afirmando que el consentimiento de los gobernados es la fuente del poder gubernamental. La Declaración establecía que «Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, persiguiendo invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar dicho gobierno y proporcionar nuevas garantías para su futura seguridad», mientras que la Carta Magna sugería anteriormente que los barones podían oponerse legítimamente al rey si este violaba la carta.
Una de las cuatro copias supervivientes de la carta original de 1215 se conserva actualmente en el Castillo "Lincoln" de Inglaterra, lo cual resulta sorprendentemente coincidente para los estadounidenses, ya que el nombre honra (indirectamente) a Abraham "Lincoln", el presidente que defendió la Unión citando muchos de los mismos ideales que se establecieron en Runnymede. De este modo, la Declaración convirtió las protecciones medievales en una audaz exigencia universal de autodeterminación, derechos humanos y la inquebrantable obligación moral de resistir el despotismo.