Mapa: colonialismo europeo conquistó todos los países del mundo, excepto estos cinco
Por Mark Fisher - Vox
No es ningún secreto que el colonialismo europeo fue un vasto, ya menudo devastador, proyecto que durante varios siglos puso casi al mundo entero bajo el control de una u otra potencia europea. ¿Pero qué tan vasta pueden ser difíciles de apreciar en su totalidad.
En este caso, para darle una pequeña idea de la escala masiva del colonialismo europeo, es un mapa que muestra todos los países poner bajo control europeo parcial o total durante la época colonial, que duró aproximadamente desde el año 1500 a la década de 1960. Sólo cinco países, en naranja, se salvaron:
Como se puede ver, casi todos los rincones del mundo fue colonizado directamente o fue dominado bajo varias denominaciones como "protectorado" o "mandato", todos los cuales se indican en verde. Esto incluye la totalidad de las Américas (Guayana Francesa está etiquetada erróneamente como parte de Europa por un problema técnico, pero no nos engañemos, que fue colonizado) y todos los de África salvo por poco Liberia. Más sobre Liberia después. El Oriente Medio y Asia se dividieron para arriba también.
Casi todos los rincones del mundo quedó bajo control EUROPEO
Algunos países en vez cayeron bajo "esferas de influencia" marcados en amarillo, en el que una potencia europea podría declarar ese país o alguna parte del mismo sujeto a su influencia, que fue un paso removido de pero en la práctica no es tan distinta de conquistarlo pura y simple. Irán, por ejemplo, se dividió entre esfera británica y rusa de influencia, lo que significaba que las potencias europeas poseían los derechos exclusivos de petróleo iraní y gas en sus áreas, entre otras cosas.
La mayor parte de las áreas bajo las esferas de influencia en este mapa estaban dominados políticamente por los británicos, que gobernaba a través de proxies: Afganistán (que también sufrió la influencia de Rusia), Bután y Nepal. Mongolia era efectivamente un estado de proxy de la Unión Soviética durante gran parte de la Guerra Fría.
Algo similar ocurrió en China, donde las potencias europeas establecieron zonas de las ciudades costeras o puertos comerciales como "concesiones", que ocupaban y controlaban. Algunos, como Shanghai, fueron divididos en múltiples concesiones europeas. Otros, como el control británico de Hong Kong, fueron totalmente absorbidos por los imperios europeos. Esto es por qué China está etiquetado como parcialmente dominado por Europa.
Hoy en día Arabia Saudita quedó bajo el dominio parcial; en el año 1900, la mayor parte de la península arábiga transitioned del Imperio Otomano al Imperio Británico, aunque los británicos dejaron gran parte del vasto interior de la península relativamente intacta. Partes de hoy en día la propia Turquía se dividieron entre los de la Primera Guerra Mundial vencedores Europea, aunque los nacionalistas turcos los expulsaron con éxito casi de inmediato en una guerra por la independencia, que estableció la actual Turquía.
Un sombrero de explorador francés utilizado en el servicio colonial en Madagascar bajo el Segundo Imperio francés (Rama)
Sólo hay cuatro países que escaparon colonialismo europeo completo. Japón y Corea evitó con éxito la dominación europea, en parte debido a su fuerza y la diplomacia, sus políticas aislacionistas, y tal vez su distancia. Tailandia se salvó cuando los imperios británico y francés decidieron dejar que se mantuvo independiente como un amortiguador entre Birmania controlada por los británicos y la Indochina francesa. Sin embargo, Japón colonizó Corea y Tailandia en sí durante su periodo imperial-principios del siglo 20.
Luego está Liberia, que las potencias europeas a salvo, ya que Estados Unidos apoyó el estado de Liberia, que se estableció a principios de 1800 por esclavos americanos liberados que habían decidido trasladarse a África. El proyecto de Liberia estuvo cargado - los estadounidenses que se mudaron allí gobernó como una minoría privilegiada, y los EE.UU. y las potencias europeas envían antiguos esclavos allí más que en realidad representan su esclavitud - pero escaparon dominación europea.
También hay un debate sobre si Etiopía podría ser considerado el sexto país nunca subyugado por el colonialismo europeo. Italia colonizó los países vecinos, y Etiopía cedió varios territorios a la colonización italiana en el marco de un tratado de 1889. El tratado también tenía la intención de obligar a Etiopía a ceder sus asuntos exteriores de Italia - un sello distintivo de la subyugación colonial - pero la versión amárico del tratado excluye este hecho debido a un error de traducción, lo que lleva a una guerra que Italia perdió. Más tarde, Italia conquistó Etiopía en 1935 y anexó el próximo año, pero esto sólo duró hasta 1941. Mientras que algunos consideran este período de gobierno italiano a ser una función del colonialismo, otros argumentan que es mejor entendido como parte de la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto ninguna colonización más italiano que la conquista nazi de Polonia fue la colonización alemana - aunque podría ciertamente argumentar que estas expansiones fascistas eran en realidad una forma de colonialismo, ya que muchos europeos del este podría.
El período colonial comenzó su fin después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las naciones devastadas de Europa occidental ya no podían darse el lujo de ejercer tal influencia global y como normas globales cambiaron su contra. El punto de inflexión a veces se considera la crisis de Suez de 1956, en la que los EE.UU. y la Unión Soviética presionó a las tropas británicas y francesas a retirarse después de invadir Egipto para apoderarse del Canal de Suez con ayuda israelí. Pero tuvieron que pasar un par de décadas para que el colonialismo europeo se colapse completamente; Francia estaba luchando por Argelia hasta 1962 y Portugal no abandonó sus colonias africanas hasta 1974. Así que este mapa, de un mundo dominado por Europa, no es tan lejano, ya que puede sentir por muchos estadounidenses.
domingo, 8 de marzo de 2015
sábado, 7 de marzo de 2015
Los linchamientos a mexicanos en USA en el siglo 19
La memoria rescatada de los mexicanos linchados
EE UU, en pleno cambio demográfico y social, redescubre la historia de las víctimas latinas de la violencia ‘anglo’
Marc Bassets - Washington
El País
Los cadáveres de los mexicanos Arias y Chamales cuelgan de una horca de Santa Cruz (California), en mayo de 1877.
“Un deporte al aire libre”. Así definió la práctica de linchar mexicanos en California el periodista Carey McWilliams. McWilliams, autor de North from Mexico (Al norte de México, 1948), un libro de referencia sobre los mexicanos de Estados Unidos, fue uno de los pocos en preservar la memoria de un episodio vergonzoso en un país que nunca deja de revisar su joven historia.
El recuerdo de la muerte, a manos de las turbas anglosajonas, de centenares, seguramente miles, de ciudadanos de origen mexicano entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX, quedó esparcida en canciones populares, en leyendas que contaban de padres a hijos, en un puñado de westerns y novelas de género. Era un recuerdo vago, una historia remota, medio olvidada.
Pero jamás, hasta que los historiadores William Carrigan y Clive Webb se pusieron a investigar, se desvelaron las dimensiones de los linchamientos a mexicanos, superados solo por los linchamientos de negros en el Sur hasta mediados del siglo XX.
EE UU se transforma y también se transforma la manera de contar la historia, más allá de la mitificación del patriotismo más superficial. Cambia la demografía: los latinos —la mayoría, de origen mexicano— son la minoría más pujante. Y cambia el pasado, que nunca es estático: Estados Unidos incorpora otros traumas al acervo común.
Farmington (Nuevo México), 16 de noviembre de 1928. Cuatro hombres enmascarados irrumpen en el Hospital del Condado de San Juan y se llevan al paciente Rafael Benavides. Benavides es un pastor ingresado tras agredir a una niña mexicana, asaltar a una mujer anglosajona y quedar malherido por los disparos de los agentes del sheriff. Los enmascarados se lo llevan en un camión a una granja abandonada. Le atan una soga al cuello y lo cuelgan de un árbol. Los asaltantes nunca serán juzgados.
Benavides, cuya muerte reconstruyen Carrigan y Webb, disfruta del raro privilegio de ser la última víctima mexicana de la violencia en grupo y extrajudicial documentada. Los historiadores han documentado 547 víctimas mexicanas (inmigrantes y estadounidenses de origen mexicano), pero el número total de personas “ahorcadas, quemadas y tiroteadas” es superior. Fueron miles, según la estimación de Carrigan y Webb.
Con el ahorcamiento de Rafael Benavides terminó una era que había empezado en 1849, tras la derrota de México en la guerra contra Estados Unidos, la anexión de Texas por EE UU y la transferencia a este país, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, del actual suroeste del país. La frontera política se desplazó centenares de kilómetros, pero los mexicanos siguieron allí; los anglosajones eran los recién llegados, los inmigrantes, pero unos inmigrantes que intentaban imponer su ley en un medio hostil. Las tensiones eran inevitables.
Existía una justificación racional para el llamado vigilantismo —el mantenimiento del orden público por parte de individuos o grupos civiles— y los linchamientos. En el Oeste, un territorio donde el Estado era débil y la justicia lenta, ineficiente o directamente ausente, muchos veían en los procesos y ejecuciones informales la única opción para combatir el crimen en ese territorio.
Carrigan y Webb cuestionan que la persecución de mexicanos fuera una mera reacción de las carencias del sistema judicial en las tierras de frontera. La violencia no se explica sin los prejuicios raciales y la competición económica. “El trasfondo de tanta violencia entre anglos y mexicanos puede ligarse a la pugna por el oro, a conflictos aparentemente constantes por la tierra y el ganado o a la batalla por los términos y las condiciones laborales”, escriben.
El 3 de mayo de 1877 de madrugada, Francisco Arias y José Chamales se hallaban en la prisión de Santa Cruz (California) cuando una muchedumbre se los llevó. Les acusaban de robar a un carpintero, recuerdan Carrigan y Webb. Les ahorcaron sin juicio y nadie respondió por el crimen: un deporte al aire libre, como dijo McWilliams.
En 1990, el poeta de Brooklyn Martín Espada describiría en un poema los rostros, “descoloridos como peniques de 1877”, de la muchedumbre que se acercó para ver a los muertos. Arias y Chamales presentaban “la mueca dormida de los cuellos rotos”. En la fotografía de aquel linchamiento, que ilustra esta página, la mirada del público y la mueca de ajusticiados cruzan los siglos.
2. Una diferencia entre negros y mexicanos ante la violencia blanca fue la resistencia. Los negros, tras el fin de la esclavitud, volvieron a ser una clase subyugada. Los mexicanos, en cambio, eran dominantes en partes del Oeste y disponían de ayuda en la diplomacia de México.
3. Los mexicanos linchados, a diferencia de los negros, raramente eran acusados de violencia sexual contra sus mujeres: los anglos no veían a los mexicanos como una amenaza en este sentido, como sí les ocurría con los negros. En el caso de los mexicanos, los motivos de los linchamientos eran sobre todo económicos.
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EE UU, en pleno cambio demográfico y social, redescubre la historia de las víctimas latinas de la violencia ‘anglo’
Marc Bassets - Washington
El País
Los cadáveres de los mexicanos Arias y Chamales cuelgan de una horca de Santa Cruz (California), en mayo de 1877.
“Un deporte al aire libre”. Así definió la práctica de linchar mexicanos en California el periodista Carey McWilliams. McWilliams, autor de North from Mexico (Al norte de México, 1948), un libro de referencia sobre los mexicanos de Estados Unidos, fue uno de los pocos en preservar la memoria de un episodio vergonzoso en un país que nunca deja de revisar su joven historia.
El recuerdo de la muerte, a manos de las turbas anglosajonas, de centenares, seguramente miles, de ciudadanos de origen mexicano entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX, quedó esparcida en canciones populares, en leyendas que contaban de padres a hijos, en un puñado de westerns y novelas de género. Era un recuerdo vago, una historia remota, medio olvidada.
Pero jamás, hasta que los historiadores William Carrigan y Clive Webb se pusieron a investigar, se desvelaron las dimensiones de los linchamientos a mexicanos, superados solo por los linchamientos de negros en el Sur hasta mediados del siglo XX.
EE UU se transforma y también se transforma la manera de contar la historia, más allá de la mitificación del patriotismo más superficial. Cambia la demografía: los latinos —la mayoría, de origen mexicano— son la minoría más pujante. Y cambia el pasado, que nunca es estático: Estados Unidos incorpora otros traumas al acervo común.
Visiones divergentes del pasadoMuertos olvidados: violencia en grupo contra mexicanos en Estados Unidos 1848-1928 es el título del libro de Carrigan y Webb, publicado hace dos años. Los hechos quedan lejos y son incomparables con cualquier discriminación del presente. La publicación reciente de un informe que amplía en 700 el número de muertes conocidas por linchamiento de afroamericanos, sumada al goteo de noticias sobre arbitrariedades policiales, y a los debates sobre la inmigración, coloca la tragedia bajo otra luz: los negros no fueron las únicas víctimas del racismo.
“Los blancos y los mexicanos recuerdan el pasado de manera distinta”, dicen los historiadores William Carrigan y Clive Webb en un correo electrónico. “Mientras que es posible que los blancos vean la violencia en la frontera contemporánea como algo conectado solo al presente, a las tensiones tras el 11-S por la inmigración, los mexicanos sitúan la violencia en un contexto histórico más amplio y lo conectan a episodios pasados de nativismo violento y prejuicios”, explican los autores del libro Muertos olvidados.
Las diferentes visiones del pasado, las memorias múltiples, pueden complicar el diálogo. Carrigan y Webb ven más diferencias que similitudes entre los episodios que estudian en su libro y casos actuales de xenofobia o abusos: no hay un vínculo directo. Pero para muchos, la asociación es inevitable. “La cuestión”, dicen, “es que las autoridades no entienden por qué tantos mexicanos sí ven conexiones”.
Farmington (Nuevo México), 16 de noviembre de 1928. Cuatro hombres enmascarados irrumpen en el Hospital del Condado de San Juan y se llevan al paciente Rafael Benavides. Benavides es un pastor ingresado tras agredir a una niña mexicana, asaltar a una mujer anglosajona y quedar malherido por los disparos de los agentes del sheriff. Los enmascarados se lo llevan en un camión a una granja abandonada. Le atan una soga al cuello y lo cuelgan de un árbol. Los asaltantes nunca serán juzgados.
Benavides, cuya muerte reconstruyen Carrigan y Webb, disfruta del raro privilegio de ser la última víctima mexicana de la violencia en grupo y extrajudicial documentada. Los historiadores han documentado 547 víctimas mexicanas (inmigrantes y estadounidenses de origen mexicano), pero el número total de personas “ahorcadas, quemadas y tiroteadas” es superior. Fueron miles, según la estimación de Carrigan y Webb.
Con el ahorcamiento de Rafael Benavides terminó una era que había empezado en 1849, tras la derrota de México en la guerra contra Estados Unidos, la anexión de Texas por EE UU y la transferencia a este país, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, del actual suroeste del país. La frontera política se desplazó centenares de kilómetros, pero los mexicanos siguieron allí; los anglosajones eran los recién llegados, los inmigrantes, pero unos inmigrantes que intentaban imponer su ley en un medio hostil. Las tensiones eran inevitables.
Existía una justificación racional para el llamado vigilantismo —el mantenimiento del orden público por parte de individuos o grupos civiles— y los linchamientos. En el Oeste, un territorio donde el Estado era débil y la justicia lenta, ineficiente o directamente ausente, muchos veían en los procesos y ejecuciones informales la única opción para combatir el crimen en ese territorio.
Carrigan y Webb cuestionan que la persecución de mexicanos fuera una mera reacción de las carencias del sistema judicial en las tierras de frontera. La violencia no se explica sin los prejuicios raciales y la competición económica. “El trasfondo de tanta violencia entre anglos y mexicanos puede ligarse a la pugna por el oro, a conflictos aparentemente constantes por la tierra y el ganado o a la batalla por los términos y las condiciones laborales”, escriben.
El 3 de mayo de 1877 de madrugada, Francisco Arias y José Chamales se hallaban en la prisión de Santa Cruz (California) cuando una muchedumbre se los llevó. Les acusaban de robar a un carpintero, recuerdan Carrigan y Webb. Les ahorcaron sin juicio y nadie respondió por el crimen: un deporte al aire libre, como dijo McWilliams.
En 1990, el poeta de Brooklyn Martín Espada describiría en un poema los rostros, “descoloridos como peniques de 1877”, de la muchedumbre que se acercó para ver a los muertos. Arias y Chamales presentaban “la mueca dormida de los cuellos rotos”. En la fotografía de aquel linchamiento, que ilustra esta página, la mirada del público y la mueca de ajusticiados cruzan los siglos.
Negros y latinos
1. Los historiadores Carrigan y Webb documentan 547 casos de muertes de mexicanos por linchamiento entre mediados del siglo XIX y 1928, aunque el número total puede elevarse a miles. El número documentado de negros linchados en el sur de EE UU es de 3.959, según un recuento reciente.2. Una diferencia entre negros y mexicanos ante la violencia blanca fue la resistencia. Los negros, tras el fin de la esclavitud, volvieron a ser una clase subyugada. Los mexicanos, en cambio, eran dominantes en partes del Oeste y disponían de ayuda en la diplomacia de México.
3. Los mexicanos linchados, a diferencia de los negros, raramente eran acusados de violencia sexual contra sus mujeres: los anglos no veían a los mexicanos como una amenaza en este sentido, como sí les ocurría con los negros. En el caso de los mexicanos, los motivos de los linchamientos eran sobre todo económicos.
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viernes, 6 de marzo de 2015
SGM: El falso mapa adjudicado a los nazis
El falso mapa nazi del que nunca has oído hablar
En el año 1941 el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt tenía un difícil panorama por delante, como era mantener la neutralidad de los Estados Unidos en la Segunda …
LBV
En el año 1941 el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt tenía un dificil panorama por delante, como era mantener la neutralidad de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Por lo menos esa era la promesa que había hecho a sus ciudadanos solo un año antes. En la práctica la ayuda norteamericana a los aliados ya estaba siendo desarrollada en muchos aspectos. Y probablemente el propio Roosevelt se estuviera arrepintiendo de lo dicho vistos los avances del régimen nazi.
Roosevelt tan solo necesitaba una excusa, una muy potente y cautivadora, para sortear lo prometido y entrar al conflicto de lleno. Y la consiguió en octubre de ese mismo año 1941. En una intervención televisada radiofónica a toda la nación anunció un extraordinario descubrimiento. “Tengo en mi poder”, dijo, “un mapa secreto hecho en Alemania por el gobierno de Hitler. Es un mapa de Sudamérica y parte de América Central, tal y como Hitler se propone reorganizarlas. Este mapa pone de manifiesto que los nazis van, no solo contra Sudamérica sino contra los Estados Unidos también”.
Y es que por entonces los norteamericanos todavía consideraban todo el continente como su patio trasero, en referencia a la doctrina Monroe. Sin embargo los alemanes negaron ser los autores del mapa. Lo cual no impidió que nadie les creyese y que los ciudadanos estadounidenses comenzaran a inclinarse por la intervención.
El caso es que dos meses más tarde Alemania declaraba formalmente la guerra a los Estados Unidos, basándose específicamente en el discurso de Roosevelt acerca del mapa como una de las principales provocaciones.
Décadas después de finalizar la guerra el mapa se halló entre los documentos privados de Roosevelt y fue hecho público. Pero, según Nick Cull, un historiador de la Universidad del Sur de California, que ha estudiado el mapa, éste no es lo que parece ser, tal y como publicó Mental Floss hace unos días. Al parecer se trata de una muy buena falsificación. Pero no la hicieron los alemanes ni los norteamericanos.
En realidad, el mapa fue creado por la inteligencia británica. Éstos llevaban mucho tiempo presionando a los Estados Unidos para que entrasen en el conflicto. Había que encontrar la manera de cambiar el sentido de la opinión pública norteamericana, y que mejor que un mapa. Los mapas, afirma Cull, “son una conocida e increíblemente poderosa herramienta de propaganda, porque plasman las amenazas con un cierto nivel de tangibilidad”. Y además, los británicos tenían el precedente del telegrama Zimmerman, que ellos mismos habían filtrado y que había supuesto la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. En el telegrama, que era auténtico, los alemanes habían prometido a Mexico entregarles Texas si atacaban a los Estados Unidos.
El mapa sería obra de William Stephenson, amigo personal de Churchill y encargado de la inteligencia británica en norteamerica en aquellos años. Se habría basado para su confección en auténticos mapas nazis de una futura Sudamérica, pero modificando las fronteras de tal manera que alterasen y enfadasen al mayor número posible de mandatarios.
Según las memorias de uno de los miembros del equipo de Stephenson, que al parece incluía al mismísimo Roald Dahl, el plan original consistía en dejar el mapa en algún lugar de Cuba, para que el FBI pudiera encontrarlo. Sin embargo al final fueron ellos mismos quienes se lo llevaron en mano, alegando que había sido descubierto en el registro de un refugio nazi.
El único misterio que queda por aclarar es si Roosevelt conocía en engaño. El caso es que le vino muy bien para conseguir sus objetivos. Cull señala que en las notas de Roosevelt para su discurso acerca del mapa el presidente había escrito en primer lugar “Tengo en mi poder un mapa de indudable autenticidad”. Pero luego revisó esa linea y escribió “Tengo en mi poder un mapa secreto”. Quizá eso sea una pista. Tampoco era cuestión de mentir abiertamente a sus ciudadanos.
En el año 1941 el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt tenía un difícil panorama por delante, como era mantener la neutralidad de los Estados Unidos en la Segunda …
LBV
En el año 1941 el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt tenía un dificil panorama por delante, como era mantener la neutralidad de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Por lo menos esa era la promesa que había hecho a sus ciudadanos solo un año antes. En la práctica la ayuda norteamericana a los aliados ya estaba siendo desarrollada en muchos aspectos. Y probablemente el propio Roosevelt se estuviera arrepintiendo de lo dicho vistos los avances del régimen nazi.
Roosevelt tan solo necesitaba una excusa, una muy potente y cautivadora, para sortear lo prometido y entrar al conflicto de lleno. Y la consiguió en octubre de ese mismo año 1941. En una intervención televisada radiofónica a toda la nación anunció un extraordinario descubrimiento. “Tengo en mi poder”, dijo, “un mapa secreto hecho en Alemania por el gobierno de Hitler. Es un mapa de Sudamérica y parte de América Central, tal y como Hitler se propone reorganizarlas. Este mapa pone de manifiesto que los nazis van, no solo contra Sudamérica sino contra los Estados Unidos también”.
Y es que por entonces los norteamericanos todavía consideraban todo el continente como su patio trasero, en referencia a la doctrina Monroe. Sin embargo los alemanes negaron ser los autores del mapa. Lo cual no impidió que nadie les creyese y que los ciudadanos estadounidenses comenzaran a inclinarse por la intervención.
El caso es que dos meses más tarde Alemania declaraba formalmente la guerra a los Estados Unidos, basándose específicamente en el discurso de Roosevelt acerca del mapa como una de las principales provocaciones.
Décadas después de finalizar la guerra el mapa se halló entre los documentos privados de Roosevelt y fue hecho público. Pero, según Nick Cull, un historiador de la Universidad del Sur de California, que ha estudiado el mapa, éste no es lo que parece ser, tal y como publicó Mental Floss hace unos días. Al parecer se trata de una muy buena falsificación. Pero no la hicieron los alemanes ni los norteamericanos.
En realidad, el mapa fue creado por la inteligencia británica. Éstos llevaban mucho tiempo presionando a los Estados Unidos para que entrasen en el conflicto. Había que encontrar la manera de cambiar el sentido de la opinión pública norteamericana, y que mejor que un mapa. Los mapas, afirma Cull, “son una conocida e increíblemente poderosa herramienta de propaganda, porque plasman las amenazas con un cierto nivel de tangibilidad”. Y además, los británicos tenían el precedente del telegrama Zimmerman, que ellos mismos habían filtrado y que había supuesto la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. En el telegrama, que era auténtico, los alemanes habían prometido a Mexico entregarles Texas si atacaban a los Estados Unidos.
El mapa sería obra de William Stephenson, amigo personal de Churchill y encargado de la inteligencia británica en norteamerica en aquellos años. Se habría basado para su confección en auténticos mapas nazis de una futura Sudamérica, pero modificando las fronteras de tal manera que alterasen y enfadasen al mayor número posible de mandatarios.
Según las memorias de uno de los miembros del equipo de Stephenson, que al parece incluía al mismísimo Roald Dahl, el plan original consistía en dejar el mapa en algún lugar de Cuba, para que el FBI pudiera encontrarlo. Sin embargo al final fueron ellos mismos quienes se lo llevaron en mano, alegando que había sido descubierto en el registro de un refugio nazi.
El único misterio que queda por aclarar es si Roosevelt conocía en engaño. El caso es que le vino muy bien para conseguir sus objetivos. Cull señala que en las notas de Roosevelt para su discurso acerca del mapa el presidente había escrito en primer lugar “Tengo en mi poder un mapa de indudable autenticidad”. Pero luego revisó esa linea y escribió “Tengo en mi poder un mapa secreto”. Quizá eso sea una pista. Tampoco era cuestión de mentir abiertamente a sus ciudadanos.
jueves, 5 de marzo de 2015
Biografía: Gral Leopoldo Nelson (Argentina)
Leopoldo Nelson
General Leopoldo Nelson (1836-1890)
Nació en Buenos Aires, el 22 de julio de 1836, siendo sus padres Leopoldo Nelson y Hartwig, natural de Dinamarca, y Adriana Guerreros, nacida en Buenos Aires. Regresó de Europa en 1849, después de haber realizado allí (en Alemania) sus estudios primarios; ingresando al servicio el 12 de abril de 1850, en calidad de subteniente de artillería de marina, embarcándose en la goleta de guerra “Santa Clara”, comandada por Tomás Craig; permaneciendo en aquel cargo hasta el 4 de marzo de 1852; fecha en que obtuvo su cédula de retiro con el goce y uso de uniforme.
El 25 de octubre del mismo año se reincorporó nuevamente con el grado de teniente a bordo de la goleta de guerra “Maipú”, comandada por el coronel Francisco Fourmantin, siendo su 2do el capitán Fernando Pastor, buque con el cual asistió al combate naval frente a la Isla de Martín García, sostenido el 18 de abril de 1853, contra la escuadra porteña mandada por el marino polaco Floriano Zurowsky; acción en la cual la fuerza naval de la Confederación a la que pertenecía la “Maipú” (mandada entonces por José María Cordero), estaba a las órdenes de Coe. El teniente Nelson fue herido en el combate de referencia, de metralla en el brazo derecho. Se halló, igualmente, en el bloqueo del puerto de Buenos Aires hasta la entrega de Coe al Gobierno de Buenos Aires. Con fecha 1º de agosto de 1853, Nelson obtuvo por segunda vez su cédula de baja, o retiro.
El 2 de octubre del mismo año fue dado de alta en Paraná a órdenes del coronel José María Pita, como ayudante mayor en el cuadro de oficiales instructores de las tres armas, que tenía a sus órdenes. En la clase mencionada, Nelson asistió a dos combates con los Pampas, al sud del Río V. Por asuntos de familia muy urgentes, pidió su baja en 1856, no concediéndosele la licencia que solicitó. Esta baja le fue otorgada el 21 de julio el último año citado, por el Gobierno de la Confederación.
El 1º de noviembre del mismo año, 1856, fue dado de alta nuevamente y nombrado el 2 de mayo de 1857, pero con antigüedad del 1º de noviembre anterior, capitán de la compañía suelta de artillería Nº 4 de Línea, de nueva creación. El 7 de mayo de 1859 fue graduado sargento mayor, y al abrirse la campaña de aquel año contra Buenos Aires, en Rosario se incorporó Nelson con su compañía a la Brigada de Artillería Nº 1 de Línea, que mandaba el coronel Santa Cruz, siendo nombrado el mayor Nelson, 2do jefe de la referida Brigada. Con tal carácter, cuando el ataque de la escuadra porteña a Rosario, en julio de 1959, el mencionado Coronel ordenó a Nelson fuese a ocupar la batería “Santa Cruz”, construida frente a la casa de este Jefe con dos baterías de artillería, la que cumplimento aquél “bajo los fuegos de la escuadra enemiga -dice el coronel Santa Cruz en informe de agosto 5 de 1883- con arrojo, energía y precisión, mientras yo con el resto del Regimiento 1º ocupaba el bajo del río, y la batería “Francia”, consiguiendo con esta operación el hacer desalojar la escuadra después de un combate de más de 8 horas, en el que se distinguió el mayor Nelson, como consta de mi parte de esa fecha”.
También se halló en la batalla de Cepeda, el 23 de octubre de 1859, recibiendo la efectividad de sargento mayor después de esta campaña, con fecha 8 de agosto de 1860. El 27 de febrero del año siguiente se le nombró Jefe del 2do Regimiento de Artillería, de nueva formación, sobre la base de la compañía suelta Nº 4 de Línea.
Al mando de aquel cuerpo marchó a la campaña de Pavón, asistiendo a la batalla de ese nombre, el 17 de setiembre de 1861, en la que fue herido de bala en la cadera izquierda: “encontrándome en aquella batalla -dice el teniente coronel Juan P. Johson en informe de 3 de julio de 1883- pude admirar el valor y serenidad de aquel Jefe (Nelson)”. La conducta de este último en la mencionada acción, en la cual formó con su regimiento a la derecha de la línea, le valió el ascenso a teniente coronel por despachos extendidos el 21 de setiembre de 1861, pero con antigüedad de la fecha de la batalla. Cuando en ella cayó herido el mayor Nelson, el coronel Santa Cruz, que en aquellos momentos perdía el caballo que montaba, muerto por una bala de cañón, tuvo la satisfacción de recoger al primero, haciéndolo acomodar en su carrito, en que lo hizo llevar a Rosario esa misma noche, terminada la lucha.
El 1º de octubre de 1861 fue nombrado vocal del Consejo de Guerra Permanente que se creó en la ciudad de Rosario, por decreto del día anterior, y el 6 de noviembre de igual año, acompañó con el resto del regimiento a sus órdenes, al presidente Derqui hasta Santa Fe, de donde pasó a Paraná por orden recibida, con la artillería. En ese mismo mes caducó el Gobierno de la Confederación y con ello quedó fuera de servicio el teniente coronel Nelson, el 30 de noviembre de 1861.
El 9 de enero de 1862 fue llamado a Santa Fe por el general Mitre, quien le propuso darlo de alta en el Ejército, lo que aquél no aceptó; haciéndose nombrar Nelson Jefe de Policía, mientras se organizaban los poderes nacionales, por disposición de Mitre, de la misma fecha precitada. El 19 de setiembre del mismo año 1862, fue dado de alta como Jefe del Detall de la Plana Mayor de la Frontera Norte de Santa Fe, con asiento en el cantón “San Pedro”, con su jerarquía de teniente coronel; frontera que se hallaba a las órdenes del comandante Martiniano Charras.
En el informe mencionado del teniente coronel Johson, refiriéndose a los servicios del comandante Nelson en aquella frontera, dice: “… A lo que se refiere a la Frontera Norte de Santa Fe, mediante su pericia militar se consiguió siempre castigar severamente a los salvajes del Chaco; se consiguió reducirlos y recuerdo un hecho, que siendo Jefe del Detall, tuvimos un triunfo completo en las Isletas de Agí, quedando muertos en el campo de combate 72 salvajes; en este encuentro tuvo la mayor parte, la pericia y actividad del entonces Tte. Cnl. Leopoldo Nelson”.
El 31 de marzo de 1864 fue propuesto para 2do Jefe de aquella frontera, cuya jefatura ocupaba accidentalmente desde el 15 del mismo mes, en que el teniente coronel Charras fue designado comandante militar de Junín. El coronel Emilio Conesa, encargado de inspeccionar las fronteras del interior, nombró a Nelson Jefe interino de la frontera a que pertenecía, nombramiento que fue confirmado por el Gobierno Nacional el 14 de mayo de 1864, con asiento de comando en Cayastacito. Pocos días después, a comienzos de junio, persiguió un malón de indios en aquella frontera; el 27 de mayo se había puesto en marcha con 150 hombres, en dirección al Monte Aguará, con la intención de poder escarmentar a los salvajes que continuamente invadían la provincia de Santa Fe y la de Córdoba. Este movimiento trató de combinarlo el comandante Nelson con las fuerzas de esta última provincia, a cuyos fines había pasado el 22 de mayo de aquel año una nota al 2do Jefe de la Frontera de Córdoba, invitándolo a destacar tropas de aquella ciudad o de la Avispa Negra, las que debían hallarse el 3 de junio en el Monte Aguará.
El 18 de setiembre de 1864 pidió autorización para establecer un nuevo fortín en “Los Chañares”, situado en el centro de la distancia de 9 leguas que mediaban entre el cantón de “Sunchales” y el de “Los Corrales”; concediéndole el Gobierno Nacional la autorización pedida, por resolución del 13 de octubre de igual año. A fines de 1864 y comienzos del año siguiente, alternó la sede de su comando de frontera, en Cayastacito, San Pedro y San Javier.
Ejerciendo el comando de la Frontera Norte de Santa Fe, estalló la Guerra del Paraguay, e inmediatamente, en el curso del mismo mes de abril de 1865, por Superior Resolución del día 17, fue encargado de la formación en Rosario de un escuadrón de artillería, por orden del Ministro de la Guerra; lo que hizo en breves días, marchando a incorporarse al ejército del general Paunero, en Empedrado, provincia de Corrientes, de donde siguieron viaje para Esquina, lugar donde se le otorgó el mando de una Brigada de Artillería, compuesta por el batallón que acababa de organizar, y dos escuadrones más; uno al mando del entonces sargento mayor Joaquín Viejobueno y de Maldones el otro; y el Batallón “San Nicolás”, al mando del entonces comandante Juan C. Boerr.
En aquel carácter asistió a la batalla de Yatay, el 17 de agosto de 1865, por lo que recibió una medalla de oro otorgada por el Gobierno Oriental por decreto del 30 de setiembre de igual año. Se halló en la rendición de Uruguayana, el 18 de este último mes, por lo que le fue conferida una medalla de plata, acordada por el Emperador del Brasil dos días después, por decreto Nº 3.515.
Marchó en persecución del cuerpo paraguayo del general Robles y se encontró en el Paso de la Patria, el 16 de abril de 1866; en el combate del Estero Bellaco, el 2 de mayo de igual año; asistiendo a la sangrienta batalla de Tuyutí, 22 días después, hecho de armas por el cual recibió los cordones de oro que acordó la Ley del 5 de octubre de 1872.
Por una enfermedad seria de asma, el teniente coronel Nelson solicitó en el mes de julio de 1866, su separación del ejército de operaciones, pero el General en Jefe le significó lo poco honroso que era retirarse de la zona de guerra en aquellos momentos en que se tenía al enemigo al frente, en actitud de atacar. Por esta causa Nelson postergó su pedido de separación hasta después del asalto de Curupaytí; con fecha 7 de octubre de aquel año, el Cirujano Principal del Ejército, Dr. Joaquín Díaz de Vedoya, le extendió un certificado en el que expresa que padece de “una neuralgia y principios de sofocación, que le repiten con más o menos frecuencia, enfermedades por las que ha sido examinado ya, obteniendo certificados en Corrientes pero sin que se haya sujetado a un tratamiento regular”. El general Mitre le extendía el 15 de octubre de 1866 su baja del ejército de operaciones, llegando Nelson a Buenos Aires, el día 26 del mismo mes, fecha en que solicitó su separación definitiva del Ejército. Se le concedió el día 30 la cédula de baja o retiro con goce y uso de uniforme.
Retirado del servicio, Nelson pasó a la provincia de Santa Fe, cuyo gobierno lo nombró el 30 de noviembre del mismo año, Comandante General de Armas, organizando allí toda la Guardia Nacional. En el ejercicio de aquel cargo provincial desempeñó varias veces servicios nacionales, marchando con fuerzas movilizadas a sofocar la rebelión que estalló en Córdoba, el 17 de agosto de 1867. El 12 de agosto del año siguiente fue nombrado coronel de la provincia de Santa Fe.
Al estallar la primera rebelión de Ricardo López Jordán, en la provincia de Entre Ríos, en abril de 1870, el coronel Nelson marchó a sofocar aquel movimiento al mando de una división santafecina, movilizada en 1868, fuerza con la cual se incorporó al ejército del general Emilio Conesa, a cuyas órdenes se halló en la Batalla de El Sauce, librada el 20 de mayo de 1870, acción en la que fueron derrotados los jordanistas. Con fecha 15 de junio de igual año, Nelson fue nombrado por el mismo general Conesa, comandante militar del Departamento de Victoria, cargo en el cual fue confirmado por el Gobierno el día 22 del mismo mes y año. Fortificando la ciudad de Victoria, recibió orden del Ministerio de la Guerra, de embarcar toda la fuerza y trasladarse a Paraná. En este punto recibió orden de ocupar La Paz. Efectuada esta operación, regresó nuevamente a Paraná, de donde marchó de nuevo, al mes de haber llegado, a la ciudad de Concordia, por haber sido nombrado por el Ministro, coronel Gainza, comandante militar de aquel punto.
Ejerció este último cargo hasta el 30 de diciembre de 1870, fecha en que recibió una nota del ministro Gainza, disponiendo que se pusiese a las órdenes del general Conesa, en Santa Fe, a donde había pasado dicho Jefe a formar un Ejército de Reserva, visto que López Jordán había invadido la provincia de Corrientes. Nelson con fecha 3 de febrero de 1871, fue nombrado Jefe de Estado Mayor de aquel ejército; disponiendo el gobierno santafecino, que con las fuerzas que designara el mencionado General, marchase a la Colonia Helvecia u otros puntos de la costa, autorizándolo para tomar las medidas necesarias para el mantenimiento del orden, lo que verificó cumplidamente.
Con motivo de la revolución de setiembre de 1874, encabezada por Mitre y por Arredondo, Nelson fue nombrado comandante en jefe de la Guardia Nacional movilizada de Rosario, y con el mando inmediato de ésta, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva, el 13 de octubre de aquel año. El 11 de noviembre del mismo recibió un telegrama del ministro Iriondo, comunicándole que había sido nombrado 2do Jefe del “Ejército del Norte”, que mandaba el coronel Julio A. Roca; llevando fecha 13 de aquel mes, el decreto del Poder Ejecutivo Nacional confiriéndole aquel cargo. Se incorporó al ejército de referencia ya muy entrado el mes de noviembre, en “El Balde”, en la provincia de San Luis, de donde marcharon para batir al general Arredondo, que se había atrincherado en la “Hacienda de Santa Rosa”, siendo completamente derrotado allí y tomado prisionero en la acción librada el 7 de diciembre de 1874, mereciendo Nelson por su comportamiento, el ascenso a coronel de artillería, sobre el mismo campo de batalla, en la cual mandó el ala izquierda del Ejército.
Vencida la revolución, el 18 de aquel mismo mes y año fue nombrado vocal del Consejo de Guerra que presidido por el general Tomás de Iriarte, se reunió en Buenos Aires para juzgar a los generales Mitre y Rivas y a los demás jefes y oficiales de línea comprometidos en el último movimiento sedicioso. Cumplimentada esta comisión, con fecha 16 de setiembre de 1875, el coronel Nelson fue nombrado comandante en jefe de la Frontera Sud de Santa Fe, teniendo por asiento de comando, San José de la Esquina y Fuerte Gainza, hasta que avanzó la línea fronteriza desde Melincué, estableciéndola entonces en Italó, que formó y organizó en abril de 1876. (1)
Para la expedición al Río Negro contra los indios, fue nombrado comandante en jefe de las tres líneas de fronteras: Italó, Córdoba Sud y San Luis, operando al sur de ellas, contra los salvajes. Por esta campaña le fue acordada la medalla de oro correspondiente que confirió la Ley del 27 de octubre de 1881.
Concluida aquella campaña, marchó con el 8º de Caballería a Rosario, donde recibió orden el 29 de diciembre de 1879, de organizar el Regimiento 2º de Artillería Ligera, del cual fue nombrado jefe.
El mencionado cuerpo lo organizó sobre la base del 8º de Caballería. A consecuencia de la rebelión que estalló en Buenos Aires, en junio de 1880, se le confió al coronel Nelson el mando de una división de Guardia Nacional, con la cual y con el regimiento de artillería que comandaba, se incorporó al Ejército Nacional en la Chacarita, el 22 de aquel mismo mes y año.
Concluido el sitio, triunfantes la armas leales, Nelson fue ascendido a coronel mayor el 9 de julio de 1880. El 10 de diciembre del mismo año fue nombrado Sub-Inspector e Intendente Militar de las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis, estableciéndose en la capital de la primera. Por decreto del 1º de marzo de 1882 fueron suprimidas aquellas Sub-Inspecciones e Intendencias Militares (creadas por el decreto del 10 de diciembre de 1880). Con fecha 2 de marzo de 1882, el general Nelson fue nombrado Jefe de la Isla de Martín García. Ejerciendo este cargo, el 3 de noviembre del mismo año obtuvo los despachos de general de división.
Hallándose en el ejercicio de la jefatura de Martín García, el 21 de abril de 1885 solicitó licencia para ausentarse a Villa Mercedes, en la provincia de San Luis, por consejo facultativo; lo que le fue concedido el día 24 del mismo mes, quedando a cargo de la Isla, el 2º Jefe de la misma, coronel Maximino Matoso. Por el presupuesto de 1886, la mencionada Isla pasaba a depender de Marina, pasando el general Nelson, con fecha 1º de enero de aquel año, a la “Lista de Oficiales Superiores”.
En esta situación de revista, falleció en Buenos Aires, “de asma”, el 12 de mayo de 1890. Casado en primeras nupcias con Escolástica Hyndman; habiendo fallecido ésta, contrajo segundo enlace, en Mendoza, el 9 de noviembre de 1882, con Elisa Aldunate; hija de José Aldunate, porteño, y de Mercedes Barraquero, mendocina como su hija.
Una localidad de la provincia de Santa Fe, lleva su nombre (31º16’00”S 60º45’00”O).
(1) De acuerdo a las instrucciones, Nelson partió de Fuerte Gainza el 20 de marzo teniendo por objetivo Italó, para llegar el 28 de marzo, y empezar el zanjeo del Fuerte.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas, Buenos Aires (1939).
General Leopoldo Nelson (1836-1890)
Nació en Buenos Aires, el 22 de julio de 1836, siendo sus padres Leopoldo Nelson y Hartwig, natural de Dinamarca, y Adriana Guerreros, nacida en Buenos Aires. Regresó de Europa en 1849, después de haber realizado allí (en Alemania) sus estudios primarios; ingresando al servicio el 12 de abril de 1850, en calidad de subteniente de artillería de marina, embarcándose en la goleta de guerra “Santa Clara”, comandada por Tomás Craig; permaneciendo en aquel cargo hasta el 4 de marzo de 1852; fecha en que obtuvo su cédula de retiro con el goce y uso de uniforme.
El 25 de octubre del mismo año se reincorporó nuevamente con el grado de teniente a bordo de la goleta de guerra “Maipú”, comandada por el coronel Francisco Fourmantin, siendo su 2do el capitán Fernando Pastor, buque con el cual asistió al combate naval frente a la Isla de Martín García, sostenido el 18 de abril de 1853, contra la escuadra porteña mandada por el marino polaco Floriano Zurowsky; acción en la cual la fuerza naval de la Confederación a la que pertenecía la “Maipú” (mandada entonces por José María Cordero), estaba a las órdenes de Coe. El teniente Nelson fue herido en el combate de referencia, de metralla en el brazo derecho. Se halló, igualmente, en el bloqueo del puerto de Buenos Aires hasta la entrega de Coe al Gobierno de Buenos Aires. Con fecha 1º de agosto de 1853, Nelson obtuvo por segunda vez su cédula de baja, o retiro.
El 2 de octubre del mismo año fue dado de alta en Paraná a órdenes del coronel José María Pita, como ayudante mayor en el cuadro de oficiales instructores de las tres armas, que tenía a sus órdenes. En la clase mencionada, Nelson asistió a dos combates con los Pampas, al sud del Río V. Por asuntos de familia muy urgentes, pidió su baja en 1856, no concediéndosele la licencia que solicitó. Esta baja le fue otorgada el 21 de julio el último año citado, por el Gobierno de la Confederación.
El 1º de noviembre del mismo año, 1856, fue dado de alta nuevamente y nombrado el 2 de mayo de 1857, pero con antigüedad del 1º de noviembre anterior, capitán de la compañía suelta de artillería Nº 4 de Línea, de nueva creación. El 7 de mayo de 1859 fue graduado sargento mayor, y al abrirse la campaña de aquel año contra Buenos Aires, en Rosario se incorporó Nelson con su compañía a la Brigada de Artillería Nº 1 de Línea, que mandaba el coronel Santa Cruz, siendo nombrado el mayor Nelson, 2do jefe de la referida Brigada. Con tal carácter, cuando el ataque de la escuadra porteña a Rosario, en julio de 1959, el mencionado Coronel ordenó a Nelson fuese a ocupar la batería “Santa Cruz”, construida frente a la casa de este Jefe con dos baterías de artillería, la que cumplimento aquél “bajo los fuegos de la escuadra enemiga -dice el coronel Santa Cruz en informe de agosto 5 de 1883- con arrojo, energía y precisión, mientras yo con el resto del Regimiento 1º ocupaba el bajo del río, y la batería “Francia”, consiguiendo con esta operación el hacer desalojar la escuadra después de un combate de más de 8 horas, en el que se distinguió el mayor Nelson, como consta de mi parte de esa fecha”.
También se halló en la batalla de Cepeda, el 23 de octubre de 1859, recibiendo la efectividad de sargento mayor después de esta campaña, con fecha 8 de agosto de 1860. El 27 de febrero del año siguiente se le nombró Jefe del 2do Regimiento de Artillería, de nueva formación, sobre la base de la compañía suelta Nº 4 de Línea.
Al mando de aquel cuerpo marchó a la campaña de Pavón, asistiendo a la batalla de ese nombre, el 17 de setiembre de 1861, en la que fue herido de bala en la cadera izquierda: “encontrándome en aquella batalla -dice el teniente coronel Juan P. Johson en informe de 3 de julio de 1883- pude admirar el valor y serenidad de aquel Jefe (Nelson)”. La conducta de este último en la mencionada acción, en la cual formó con su regimiento a la derecha de la línea, le valió el ascenso a teniente coronel por despachos extendidos el 21 de setiembre de 1861, pero con antigüedad de la fecha de la batalla. Cuando en ella cayó herido el mayor Nelson, el coronel Santa Cruz, que en aquellos momentos perdía el caballo que montaba, muerto por una bala de cañón, tuvo la satisfacción de recoger al primero, haciéndolo acomodar en su carrito, en que lo hizo llevar a Rosario esa misma noche, terminada la lucha.
El 1º de octubre de 1861 fue nombrado vocal del Consejo de Guerra Permanente que se creó en la ciudad de Rosario, por decreto del día anterior, y el 6 de noviembre de igual año, acompañó con el resto del regimiento a sus órdenes, al presidente Derqui hasta Santa Fe, de donde pasó a Paraná por orden recibida, con la artillería. En ese mismo mes caducó el Gobierno de la Confederación y con ello quedó fuera de servicio el teniente coronel Nelson, el 30 de noviembre de 1861.
El 9 de enero de 1862 fue llamado a Santa Fe por el general Mitre, quien le propuso darlo de alta en el Ejército, lo que aquél no aceptó; haciéndose nombrar Nelson Jefe de Policía, mientras se organizaban los poderes nacionales, por disposición de Mitre, de la misma fecha precitada. El 19 de setiembre del mismo año 1862, fue dado de alta como Jefe del Detall de la Plana Mayor de la Frontera Norte de Santa Fe, con asiento en el cantón “San Pedro”, con su jerarquía de teniente coronel; frontera que se hallaba a las órdenes del comandante Martiniano Charras.
En el informe mencionado del teniente coronel Johson, refiriéndose a los servicios del comandante Nelson en aquella frontera, dice: “… A lo que se refiere a la Frontera Norte de Santa Fe, mediante su pericia militar se consiguió siempre castigar severamente a los salvajes del Chaco; se consiguió reducirlos y recuerdo un hecho, que siendo Jefe del Detall, tuvimos un triunfo completo en las Isletas de Agí, quedando muertos en el campo de combate 72 salvajes; en este encuentro tuvo la mayor parte, la pericia y actividad del entonces Tte. Cnl. Leopoldo Nelson”.
El 31 de marzo de 1864 fue propuesto para 2do Jefe de aquella frontera, cuya jefatura ocupaba accidentalmente desde el 15 del mismo mes, en que el teniente coronel Charras fue designado comandante militar de Junín. El coronel Emilio Conesa, encargado de inspeccionar las fronteras del interior, nombró a Nelson Jefe interino de la frontera a que pertenecía, nombramiento que fue confirmado por el Gobierno Nacional el 14 de mayo de 1864, con asiento de comando en Cayastacito. Pocos días después, a comienzos de junio, persiguió un malón de indios en aquella frontera; el 27 de mayo se había puesto en marcha con 150 hombres, en dirección al Monte Aguará, con la intención de poder escarmentar a los salvajes que continuamente invadían la provincia de Santa Fe y la de Córdoba. Este movimiento trató de combinarlo el comandante Nelson con las fuerzas de esta última provincia, a cuyos fines había pasado el 22 de mayo de aquel año una nota al 2do Jefe de la Frontera de Córdoba, invitándolo a destacar tropas de aquella ciudad o de la Avispa Negra, las que debían hallarse el 3 de junio en el Monte Aguará.
El 18 de setiembre de 1864 pidió autorización para establecer un nuevo fortín en “Los Chañares”, situado en el centro de la distancia de 9 leguas que mediaban entre el cantón de “Sunchales” y el de “Los Corrales”; concediéndole el Gobierno Nacional la autorización pedida, por resolución del 13 de octubre de igual año. A fines de 1864 y comienzos del año siguiente, alternó la sede de su comando de frontera, en Cayastacito, San Pedro y San Javier.
Ejerciendo el comando de la Frontera Norte de Santa Fe, estalló la Guerra del Paraguay, e inmediatamente, en el curso del mismo mes de abril de 1865, por Superior Resolución del día 17, fue encargado de la formación en Rosario de un escuadrón de artillería, por orden del Ministro de la Guerra; lo que hizo en breves días, marchando a incorporarse al ejército del general Paunero, en Empedrado, provincia de Corrientes, de donde siguieron viaje para Esquina, lugar donde se le otorgó el mando de una Brigada de Artillería, compuesta por el batallón que acababa de organizar, y dos escuadrones más; uno al mando del entonces sargento mayor Joaquín Viejobueno y de Maldones el otro; y el Batallón “San Nicolás”, al mando del entonces comandante Juan C. Boerr.
En aquel carácter asistió a la batalla de Yatay, el 17 de agosto de 1865, por lo que recibió una medalla de oro otorgada por el Gobierno Oriental por decreto del 30 de setiembre de igual año. Se halló en la rendición de Uruguayana, el 18 de este último mes, por lo que le fue conferida una medalla de plata, acordada por el Emperador del Brasil dos días después, por decreto Nº 3.515.
Marchó en persecución del cuerpo paraguayo del general Robles y se encontró en el Paso de la Patria, el 16 de abril de 1866; en el combate del Estero Bellaco, el 2 de mayo de igual año; asistiendo a la sangrienta batalla de Tuyutí, 22 días después, hecho de armas por el cual recibió los cordones de oro que acordó la Ley del 5 de octubre de 1872.
Por una enfermedad seria de asma, el teniente coronel Nelson solicitó en el mes de julio de 1866, su separación del ejército de operaciones, pero el General en Jefe le significó lo poco honroso que era retirarse de la zona de guerra en aquellos momentos en que se tenía al enemigo al frente, en actitud de atacar. Por esta causa Nelson postergó su pedido de separación hasta después del asalto de Curupaytí; con fecha 7 de octubre de aquel año, el Cirujano Principal del Ejército, Dr. Joaquín Díaz de Vedoya, le extendió un certificado en el que expresa que padece de “una neuralgia y principios de sofocación, que le repiten con más o menos frecuencia, enfermedades por las que ha sido examinado ya, obteniendo certificados en Corrientes pero sin que se haya sujetado a un tratamiento regular”. El general Mitre le extendía el 15 de octubre de 1866 su baja del ejército de operaciones, llegando Nelson a Buenos Aires, el día 26 del mismo mes, fecha en que solicitó su separación definitiva del Ejército. Se le concedió el día 30 la cédula de baja o retiro con goce y uso de uniforme.
Retirado del servicio, Nelson pasó a la provincia de Santa Fe, cuyo gobierno lo nombró el 30 de noviembre del mismo año, Comandante General de Armas, organizando allí toda la Guardia Nacional. En el ejercicio de aquel cargo provincial desempeñó varias veces servicios nacionales, marchando con fuerzas movilizadas a sofocar la rebelión que estalló en Córdoba, el 17 de agosto de 1867. El 12 de agosto del año siguiente fue nombrado coronel de la provincia de Santa Fe.
Al estallar la primera rebelión de Ricardo López Jordán, en la provincia de Entre Ríos, en abril de 1870, el coronel Nelson marchó a sofocar aquel movimiento al mando de una división santafecina, movilizada en 1868, fuerza con la cual se incorporó al ejército del general Emilio Conesa, a cuyas órdenes se halló en la Batalla de El Sauce, librada el 20 de mayo de 1870, acción en la que fueron derrotados los jordanistas. Con fecha 15 de junio de igual año, Nelson fue nombrado por el mismo general Conesa, comandante militar del Departamento de Victoria, cargo en el cual fue confirmado por el Gobierno el día 22 del mismo mes y año. Fortificando la ciudad de Victoria, recibió orden del Ministerio de la Guerra, de embarcar toda la fuerza y trasladarse a Paraná. En este punto recibió orden de ocupar La Paz. Efectuada esta operación, regresó nuevamente a Paraná, de donde marchó de nuevo, al mes de haber llegado, a la ciudad de Concordia, por haber sido nombrado por el Ministro, coronel Gainza, comandante militar de aquel punto.
Ejerció este último cargo hasta el 30 de diciembre de 1870, fecha en que recibió una nota del ministro Gainza, disponiendo que se pusiese a las órdenes del general Conesa, en Santa Fe, a donde había pasado dicho Jefe a formar un Ejército de Reserva, visto que López Jordán había invadido la provincia de Corrientes. Nelson con fecha 3 de febrero de 1871, fue nombrado Jefe de Estado Mayor de aquel ejército; disponiendo el gobierno santafecino, que con las fuerzas que designara el mencionado General, marchase a la Colonia Helvecia u otros puntos de la costa, autorizándolo para tomar las medidas necesarias para el mantenimiento del orden, lo que verificó cumplidamente.
Con motivo de la revolución de setiembre de 1874, encabezada por Mitre y por Arredondo, Nelson fue nombrado comandante en jefe de la Guardia Nacional movilizada de Rosario, y con el mando inmediato de ésta, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva, el 13 de octubre de aquel año. El 11 de noviembre del mismo recibió un telegrama del ministro Iriondo, comunicándole que había sido nombrado 2do Jefe del “Ejército del Norte”, que mandaba el coronel Julio A. Roca; llevando fecha 13 de aquel mes, el decreto del Poder Ejecutivo Nacional confiriéndole aquel cargo. Se incorporó al ejército de referencia ya muy entrado el mes de noviembre, en “El Balde”, en la provincia de San Luis, de donde marcharon para batir al general Arredondo, que se había atrincherado en la “Hacienda de Santa Rosa”, siendo completamente derrotado allí y tomado prisionero en la acción librada el 7 de diciembre de 1874, mereciendo Nelson por su comportamiento, el ascenso a coronel de artillería, sobre el mismo campo de batalla, en la cual mandó el ala izquierda del Ejército.
Vencida la revolución, el 18 de aquel mismo mes y año fue nombrado vocal del Consejo de Guerra que presidido por el general Tomás de Iriarte, se reunió en Buenos Aires para juzgar a los generales Mitre y Rivas y a los demás jefes y oficiales de línea comprometidos en el último movimiento sedicioso. Cumplimentada esta comisión, con fecha 16 de setiembre de 1875, el coronel Nelson fue nombrado comandante en jefe de la Frontera Sud de Santa Fe, teniendo por asiento de comando, San José de la Esquina y Fuerte Gainza, hasta que avanzó la línea fronteriza desde Melincué, estableciéndola entonces en Italó, que formó y organizó en abril de 1876. (1)
Para la expedición al Río Negro contra los indios, fue nombrado comandante en jefe de las tres líneas de fronteras: Italó, Córdoba Sud y San Luis, operando al sur de ellas, contra los salvajes. Por esta campaña le fue acordada la medalla de oro correspondiente que confirió la Ley del 27 de octubre de 1881.
Concluida aquella campaña, marchó con el 8º de Caballería a Rosario, donde recibió orden el 29 de diciembre de 1879, de organizar el Regimiento 2º de Artillería Ligera, del cual fue nombrado jefe.
El mencionado cuerpo lo organizó sobre la base del 8º de Caballería. A consecuencia de la rebelión que estalló en Buenos Aires, en junio de 1880, se le confió al coronel Nelson el mando de una división de Guardia Nacional, con la cual y con el regimiento de artillería que comandaba, se incorporó al Ejército Nacional en la Chacarita, el 22 de aquel mismo mes y año.
Concluido el sitio, triunfantes la armas leales, Nelson fue ascendido a coronel mayor el 9 de julio de 1880. El 10 de diciembre del mismo año fue nombrado Sub-Inspector e Intendente Militar de las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis, estableciéndose en la capital de la primera. Por decreto del 1º de marzo de 1882 fueron suprimidas aquellas Sub-Inspecciones e Intendencias Militares (creadas por el decreto del 10 de diciembre de 1880). Con fecha 2 de marzo de 1882, el general Nelson fue nombrado Jefe de la Isla de Martín García. Ejerciendo este cargo, el 3 de noviembre del mismo año obtuvo los despachos de general de división.
Hallándose en el ejercicio de la jefatura de Martín García, el 21 de abril de 1885 solicitó licencia para ausentarse a Villa Mercedes, en la provincia de San Luis, por consejo facultativo; lo que le fue concedido el día 24 del mismo mes, quedando a cargo de la Isla, el 2º Jefe de la misma, coronel Maximino Matoso. Por el presupuesto de 1886, la mencionada Isla pasaba a depender de Marina, pasando el general Nelson, con fecha 1º de enero de aquel año, a la “Lista de Oficiales Superiores”.
En esta situación de revista, falleció en Buenos Aires, “de asma”, el 12 de mayo de 1890. Casado en primeras nupcias con Escolástica Hyndman; habiendo fallecido ésta, contrajo segundo enlace, en Mendoza, el 9 de noviembre de 1882, con Elisa Aldunate; hija de José Aldunate, porteño, y de Mercedes Barraquero, mendocina como su hija.
Una localidad de la provincia de Santa Fe, lleva su nombre (31º16’00”S 60º45’00”O).
Referencia
(1) De acuerdo a las instrucciones, Nelson partió de Fuerte Gainza el 20 de marzo teniendo por objetivo Italó, para llegar el 28 de marzo, y empezar el zanjeo del Fuerte.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas, Buenos Aires (1939).
miércoles, 4 de marzo de 2015
La batalla del río Colorado por el Chacho Peñaloza
Batalla de Río Colorado
Montonera federal
Parece que después de Pavón Angel Vicente Peñaloza pensó en la formación de un gran ejército en el interior para continuar la guerra con Buenos Aires, respondiendo a esta idea su expedición a la provincia de Tucumán. No se puede precisar si tales proyectos eran de su pura invención, o si procedía por órdenes o sugerencias del presidente caído, Santiago Derqui, del general Urquiza o de quienes invocaban sus nombres.
Después de reunir en los llanos de La Rioja toda la gente que pudo, el Chacho bajó a la capital, derrocó al gobernador Domingo A. Villafañe, que no le inspiraba confianza, y puso en su lugar a uno de los gauchos de su comitiva, Juan Bernardo Carrizo (más conocido por Berna Carrizo) , designando como jefe de policía a Felipe Varela.
Era éste el jefe de mayor importancia que tenía, por ciertos conocimientos militares y sus aptitudes para el mando. A él se confió la organización y disciplina del ejército expedicionario. Al poco tiempo vino a ser el factótum de la situación; porque Berna Carrizo, no reveló ninguna condición como para ejercer el gobierno.
En cuanto al Chacho, no se ocupaba sino del reclutamiento de las tropas, mandando emisarios a convocarlas en todas direcciones.
Instalado en su humilde casa, en los suburbios de la ciudad departía largas horas con sus gauchos, a los que llamaba “mis muchachos”, debajo de un algarrobo que cubría por entero el enorme patio. Allí también daba audiencia a los que buscaban su amparo y a los altos dignatarios que lo cumplimentaban. No tuvo otra sala de recepciones para el obispo doctor Juan Ramírez de Arellano, cuando la visita diocesana de éste en 1859.
Felipe Varela, entre sus múltiples funciones, era jefe de un regimiento de caballería. Un día hizo llamar a los respetables vecinos Lorenzo A. Blanco y a Francisco y Aurelio Carreño, y les ordenó que levantaran en el vecindario una contribución en dinero para dar un suplemento a la tropa. Al parecer estos emisarios no fueron lo suficientemente persuasivos, o la gente era muy pobre, y a eso de la media tarde volvieron cabizbajos con unos cuantos pesos, en una pequeña bolsa de cordobán que llevaba en la mano el señor Blanco.
Al ver Varela el escaso resultado de la colecta se indignó y apostrofó a aquellos distinguidos ciudadanos, imputándoles mala voluntad o desidia. Acabó por decirles que ya que tan inútiles eran para auxiliar al ejército, debían servir como soldados, y los destinó sin más trámite a su regimiento. Acto seguido los hicieron pasar al corralón en que estaba acuartelada la tropa y les hicieron vestir el traje de la montonera.
Era de ver las figuras grotescas que presentaban con sus camisetas de bayeta colorada y completaban la indumentaria, si bien ellas sólo se llevaban para el combate. Los frailes de San Francisco a duras penas consiguieron que el gobernador se empeñara por la revocatoria de la sentencia.
Organizado el ejército lo mejor que se pudo, emprendió la marcha a Tucumán. El general Octaviano Navarro era gobernador de la provincia de Catamarca, y se le ha inculpado haber permitido que la invasión se hiciera por su territorio.
El gobernador de Tucumán, que lo era el ex cura José María del Campo, salió al encuentro del ejército invasor y lo halló el 10 de febrero de 1862, en el punto denominado Río Colorado, Departamento Famaillá (unos 30 km al sur de la Capital)
Según un antiguo relato de Nabor Córdoba, testigo y actor de ese hecho de armas: “El 10 llegamos a las inmediaciones del memorable campo de Río Colorado…….. Rato después, un parte de vanguardia les avisaba la proximidad de los federales: entre la polvareda, ya se distinguían los chiripás y camisetas coloradas de los mamelucos de Los Llanos, que eran más de dos mil. Al primer cañonazo, se desataron las furias del combate. Las caballerías riojanas se arrojaron sobre nuestros flancos que fueron arrollados en esa intrépida y briosa carga. Entonces Del Campo, con su serenidad inmutable y con el valor espartano que lo caracteriza, arengó a la infantería. Con sus palabras, revivió nuevo ardor en los corazones y cuatro horas después éramos dueños del campo”.
Peñaloza a punto estuvo de lograr la victoria, encabezando personalmente un ataque al flanco derecho izquierdo de los tucumanos, pero luego tuvo que ceder ante la superioridad numérica de la infantería. Intentó echar sobre el enemigo su caballada y hacienda, para romper los cuadros. Pero, después de varias horas de lucha, sus huestes debieron retirarse.
Se cuenta que al empezar el combate el Chacho proclamó a su gente y mandó ajustar las cinchas y acortar los estribos, porque se iba a pelear “juerte, hasta que la sangre nos de a la centura”.
Lo acompañaba y cabalgaba a su lado su esposa Vito (Victoria Romero), que era una mujer enérgica y avezada a todos los peligros. Llevaba la cabeza siempre atada y se decía que era para ocultar una herida recibida en algún combate.
Derrotado el Chacho, volvió a su refugio de los llanos, centro principal de su prestigio, de sus recursos, y de sus actividades, mientras Berna Carrizo, ayudado de algunos capitanejos, trataba de reunir nuevas fuerzas y formar otra división. Entre ellos se hallaban Corvalán, Tristán Díaz, Pepe González, Germán Vergara y N. Calaucha.
Cada uno tomaba el título o grado que más le acomodaba, sin más reglas ni limitaciones que el control que entre ellos mismos pudiera establecerse. Figuraba como jefe superior el coronel (en ese escalafón) Carlos Angel, miembro de una familia distinguida que se plegó a las huestes del Chacho.
Pero ahora, cuando vuelve a La Rioja, se encuentra que el anterior gobierno –ejercido por un amigo suyo- ha sido sustituido violentamente por uno que simpatiza con la causa porteña. El Chacho ha sido declarado fuera de la ley. Y cuatro columnas porteñas han invadido La Rioja por los cuatro puntos cardinales. La última resistencia contra Pavón parece a punto de ser sofocada.
De la Colina, Salvador – Crónicas riojanas y catamarqueñas, J. Lajouane & Cía. Editores, Buenos Aires (1920)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
El Liberal, Tucumán (1863).
Portal www.revisionistas.com.ar
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar
Montonera federal
Parece que después de Pavón Angel Vicente Peñaloza pensó en la formación de un gran ejército en el interior para continuar la guerra con Buenos Aires, respondiendo a esta idea su expedición a la provincia de Tucumán. No se puede precisar si tales proyectos eran de su pura invención, o si procedía por órdenes o sugerencias del presidente caído, Santiago Derqui, del general Urquiza o de quienes invocaban sus nombres.
Después de reunir en los llanos de La Rioja toda la gente que pudo, el Chacho bajó a la capital, derrocó al gobernador Domingo A. Villafañe, que no le inspiraba confianza, y puso en su lugar a uno de los gauchos de su comitiva, Juan Bernardo Carrizo (más conocido por Berna Carrizo) , designando como jefe de policía a Felipe Varela.
Era éste el jefe de mayor importancia que tenía, por ciertos conocimientos militares y sus aptitudes para el mando. A él se confió la organización y disciplina del ejército expedicionario. Al poco tiempo vino a ser el factótum de la situación; porque Berna Carrizo, no reveló ninguna condición como para ejercer el gobierno.
En cuanto al Chacho, no se ocupaba sino del reclutamiento de las tropas, mandando emisarios a convocarlas en todas direcciones.
Instalado en su humilde casa, en los suburbios de la ciudad departía largas horas con sus gauchos, a los que llamaba “mis muchachos”, debajo de un algarrobo que cubría por entero el enorme patio. Allí también daba audiencia a los que buscaban su amparo y a los altos dignatarios que lo cumplimentaban. No tuvo otra sala de recepciones para el obispo doctor Juan Ramírez de Arellano, cuando la visita diocesana de éste en 1859.
Felipe Varela, entre sus múltiples funciones, era jefe de un regimiento de caballería. Un día hizo llamar a los respetables vecinos Lorenzo A. Blanco y a Francisco y Aurelio Carreño, y les ordenó que levantaran en el vecindario una contribución en dinero para dar un suplemento a la tropa. Al parecer estos emisarios no fueron lo suficientemente persuasivos, o la gente era muy pobre, y a eso de la media tarde volvieron cabizbajos con unos cuantos pesos, en una pequeña bolsa de cordobán que llevaba en la mano el señor Blanco.
Al ver Varela el escaso resultado de la colecta se indignó y apostrofó a aquellos distinguidos ciudadanos, imputándoles mala voluntad o desidia. Acabó por decirles que ya que tan inútiles eran para auxiliar al ejército, debían servir como soldados, y los destinó sin más trámite a su regimiento. Acto seguido los hicieron pasar al corralón en que estaba acuartelada la tropa y les hicieron vestir el traje de la montonera.
Era de ver las figuras grotescas que presentaban con sus camisetas de bayeta colorada y completaban la indumentaria, si bien ellas sólo se llevaban para el combate. Los frailes de San Francisco a duras penas consiguieron que el gobernador se empeñara por la revocatoria de la sentencia.
Organizado el ejército lo mejor que se pudo, emprendió la marcha a Tucumán. El general Octaviano Navarro era gobernador de la provincia de Catamarca, y se le ha inculpado haber permitido que la invasión se hiciera por su territorio.
El gobernador de Tucumán, que lo era el ex cura José María del Campo, salió al encuentro del ejército invasor y lo halló el 10 de febrero de 1862, en el punto denominado Río Colorado, Departamento Famaillá (unos 30 km al sur de la Capital)
Según un antiguo relato de Nabor Córdoba, testigo y actor de ese hecho de armas: “El 10 llegamos a las inmediaciones del memorable campo de Río Colorado…….. Rato después, un parte de vanguardia les avisaba la proximidad de los federales: entre la polvareda, ya se distinguían los chiripás y camisetas coloradas de los mamelucos de Los Llanos, que eran más de dos mil. Al primer cañonazo, se desataron las furias del combate. Las caballerías riojanas se arrojaron sobre nuestros flancos que fueron arrollados en esa intrépida y briosa carga. Entonces Del Campo, con su serenidad inmutable y con el valor espartano que lo caracteriza, arengó a la infantería. Con sus palabras, revivió nuevo ardor en los corazones y cuatro horas después éramos dueños del campo”.
Peñaloza a punto estuvo de lograr la victoria, encabezando personalmente un ataque al flanco derecho izquierdo de los tucumanos, pero luego tuvo que ceder ante la superioridad numérica de la infantería. Intentó echar sobre el enemigo su caballada y hacienda, para romper los cuadros. Pero, después de varias horas de lucha, sus huestes debieron retirarse.
Se cuenta que al empezar el combate el Chacho proclamó a su gente y mandó ajustar las cinchas y acortar los estribos, porque se iba a pelear “juerte, hasta que la sangre nos de a la centura”.
Lo acompañaba y cabalgaba a su lado su esposa Vito (Victoria Romero), que era una mujer enérgica y avezada a todos los peligros. Llevaba la cabeza siempre atada y se decía que era para ocultar una herida recibida en algún combate.
Derrotado el Chacho, volvió a su refugio de los llanos, centro principal de su prestigio, de sus recursos, y de sus actividades, mientras Berna Carrizo, ayudado de algunos capitanejos, trataba de reunir nuevas fuerzas y formar otra división. Entre ellos se hallaban Corvalán, Tristán Díaz, Pepe González, Germán Vergara y N. Calaucha.
Cada uno tomaba el título o grado que más le acomodaba, sin más reglas ni limitaciones que el control que entre ellos mismos pudiera establecerse. Figuraba como jefe superior el coronel (en ese escalafón) Carlos Angel, miembro de una familia distinguida que se plegó a las huestes del Chacho.
Pero ahora, cuando vuelve a La Rioja, se encuentra que el anterior gobierno –ejercido por un amigo suyo- ha sido sustituido violentamente por uno que simpatiza con la causa porteña. El Chacho ha sido declarado fuera de la ley. Y cuatro columnas porteñas han invadido La Rioja por los cuatro puntos cardinales. La última resistencia contra Pavón parece a punto de ser sofocada.
Fuente
Cárdenas, Felipe – Vida, muerte y resurrección del Chacho. Ed. El Alba. Buenos Aires (1974).De la Colina, Salvador – Crónicas riojanas y catamarqueñas, J. Lajouane & Cía. Editores, Buenos Aires (1920)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
El Liberal, Tucumán (1863).
Portal www.revisionistas.com.ar
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar
martes, 3 de marzo de 2015
Justo se cayó de un avión
A propósito del General Agustín P. Justo.
En 1927 siendo Ministro de Guerra del presidente Alvear, en una recorrida por La Rioja, Justo se cayó del avión que lo transportaba. Medio contuso, pudo ubicar postes de telégrafo que lo llevaron a una estación cercana y sin perder compostura anunció al empleado. "Soy el ministro de Guerra. Póngame en contacto con Buenos Aires"
Gracias a Junta de Estudios Históricos de la Recoleta.
En 1927 siendo Ministro de Guerra del presidente Alvear, en una recorrida por La Rioja, Justo se cayó del avión que lo transportaba. Medio contuso, pudo ubicar postes de telégrafo que lo llevaron a una estación cercana y sin perder compostura anunció al empleado. "Soy el ministro de Guerra. Póngame en contacto con Buenos Aires"
Gracias a Junta de Estudios Históricos de la Recoleta.
lunes, 2 de marzo de 2015
Guerra del Paraguay: El fin de la guerra
Finaliza la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay
01-03-1870
Un día como hoy, en el año 1870, llegaba a su fin el conflicto de Paraguay contra Argentina, Uruguay y Brasil conocido como la Guerra de la Triple Alianza, con la muerte del líder paraguayo Francisco Solano López en manos de las tropas brasileñas. Luego de la guerra, en la que murieron aproximadamente 300.000 paraguayos entre civiles y militares, el país quedó devastado: tuvo que pagar una indemnización de guerra, fue ocupado por casi 10 años y perdió alrededor del 40% de su territorio, que pasó a formar parte de Argentina y Brasil.
La guerra fue declarada por el gobierno paraguayo en noviembre de 1864 a partir de diversos conflictos con Uruguay y Brasil. La fase inicial fue la campaña del Mato Grosso, en la que las tropas paraguayas ocuparon y saquearon gran parte de la provincia.
Luego, a partir de la negativa del entonces presidente argentino Bartolomé Mitre de permitir pasar a las tropas de Solano López por su territorio, el ejército paraguayo invadió la ciudad de Corrientes. Argentina, que hasta ese momento sostenía una posición neutral frente al conflicto, entró en la guerra, formándose así la Triple Alianza.
History Online
01-03-1870
Un día como hoy, en el año 1870, llegaba a su fin el conflicto de Paraguay contra Argentina, Uruguay y Brasil conocido como la Guerra de la Triple Alianza, con la muerte del líder paraguayo Francisco Solano López en manos de las tropas brasileñas. Luego de la guerra, en la que murieron aproximadamente 300.000 paraguayos entre civiles y militares, el país quedó devastado: tuvo que pagar una indemnización de guerra, fue ocupado por casi 10 años y perdió alrededor del 40% de su territorio, que pasó a formar parte de Argentina y Brasil.
La guerra fue declarada por el gobierno paraguayo en noviembre de 1864 a partir de diversos conflictos con Uruguay y Brasil. La fase inicial fue la campaña del Mato Grosso, en la que las tropas paraguayas ocuparon y saquearon gran parte de la provincia.
Luego, a partir de la negativa del entonces presidente argentino Bartolomé Mitre de permitir pasar a las tropas de Solano López por su territorio, el ejército paraguayo invadió la ciudad de Corrientes. Argentina, que hasta ese momento sostenía una posición neutral frente al conflicto, entró en la guerra, formándose así la Triple Alianza.
History Online
domingo, 1 de marzo de 2015
SGM: El ejército fantasma aliado
El Ejército Fantasma: el engaño que ayudó a ganar la II Guerra Mundial
Por Javier Merchán - Hipertextual
No sólo hizo falta armas y hombres para ganar la II Guerra Mundial, y prueba de ello es El Ejército Fantasma, una unidad que engañó al ejército nazi mediante vehículos inflables, sonidos y transmisiones de radio falsas. Esta es su historia.
Miembros de El Ejército Fantasma levantando un tanque M4 Sherman de señuelo y fabricado en goma. Fuente.
"El arte de la guerra es el arte del engaño." Esta frase puede ser encontrada en el primer capítulo de "El arte de la guerra" del general chino Sun Tzu, y que se convirtió en uno de los principales tratados para estrategia militar. Así, hemos visto a lo largo de la historia numerosos engaños en la guerra, pero uno de los períodos más prolíficos para este tipo de engaños fue durante la II Guerra Mundial, con claros ejemplos como El Ejército Fantasma. Veamos como este "ejército" fue capaz de engañar a las fuerzas nazis durante los últimos compases de la guerra.
Por Javier Merchán - Hipertextual
No sólo hizo falta armas y hombres para ganar la II Guerra Mundial, y prueba de ello es El Ejército Fantasma, una unidad que engañó al ejército nazi mediante vehículos inflables, sonidos y transmisiones de radio falsas. Esta es su historia.
Miembros de El Ejército Fantasma levantando un tanque M4 Sherman de señuelo y fabricado en goma. Fuente.
"El arte de la guerra es el arte del engaño." Esta frase puede ser encontrada en el primer capítulo de "El arte de la guerra" del general chino Sun Tzu, y que se convirtió en uno de los principales tratados para estrategia militar. Así, hemos visto a lo largo de la historia numerosos engaños en la guerra, pero uno de los períodos más prolíficos para este tipo de engaños fue durante la II Guerra Mundial, con claros ejemplos como El Ejército Fantasma. Veamos como este "ejército" fue capaz de engañar a las fuerzas nazis durante los últimos compases de la guerra.
La historia de El Ejército Fantasma comienza con su formación en Camp Forrest, una base estadounidense en Tennessee, dónde se reclutaron a los primeros miembros de la 23º Compañía de Tropas Especiales (23rd Headquarters Special Troops), que estaría compuesta por tres unidades diferentes encargadas de varias partes del engaño: la 603º de Ingenieros de Camuflaje, encargados del engaño visual, la 3132º Compañía de Señales, encargados del engaño sónico, y la Compañía Especial de Señales, encargados de transmitir vía radio órdenes falsas de movimiento de tropas. Estas tres unidades estaban protegidas en todo momento por la 406º de Ingenieros de Combate, situadas alrededor de la 23º como perímetro de seguridad.
Al principio, ni el propio ejército estadounidense no tenía claro cómo iba a operar esta unidad especial ni qué clase de soldados iban a formar parte de la 23º. Así, los soldados que fueron reclutados de escuelas de arte o agencias de publicidad se les animó a que usaran su imaginación y talento para engañar utilizando lo que encontraran a su alrededor para formar estructuras similares a cañones tanques o todoterrenos, lo que dio lugar a una unidad amalgamada formada por 1100 artistas, arquitectos, actores, diseñadores e ingenieros que creaban figuras muy simples intentando emular equipamiento militar, con unos primeros resultados bastante desastrosos durante el entrenamiento.
Así, en un cuartel de desarrollo en el desierto de California se empezaron a crear diversas formas para simular vehículos militares bastante imaginativas, como cubiertas metálicas en forma de tanque y que iría colocada encima de un todoterreno para poder ser una estructura móvil, o vehículos montados por piezas y con un recubrimiento de tela para poder se montado y desmontado a voluntad. Finalmente, se optó por una tercera opción: vehículos hinchablesque eran un reproducción extremadamente fiel de los auténticos tanques, todoterrenos y cañones que utilizaban los americanos.
Sin embargo, con un engaño visual no bastaba, y la 23º se ayudó de los laboratorios Bell para realizar una serie de grabaciones de diferentes vehículos militares circulando, así como grabaciones del sonido que se escucha cuando los soldados montaban un puente móvil para poder cruzar un río en un punto determinado. Estas grabaciones eran posteriormente reproducidas por unos altavoces gigantes montados en camiones, los cuales estaban orientados hacia el enemigo para que pudieran escuchar de primera mano como se "preparaban para atacar".
Este último aspecto fue aún más perfeccionado gracias a la unidad de radio, formada por diferentes operadores de radio sacados de sus antiguas unidades y que estaban allí para transmitir órdenes falsas y que fueran interceptadas por los alemanes. Con todo esto, la 23º fue preparada para hacerse pasar por una fuerza de más de treinta mil hombres, a pesar de ser poco más de una trigésima parte de los mismos. Una vez preparada y entrenada esta extraña unidad, era hora de probar si sería efectiva, y para ello el Alto Mando aliado desplegó a la 23º en Normandía, concretamente 8 días después del Día D.
La 23º era un experimento que asentó lo que serían las bases del engaño y la desinformación para futuras guerras.La prueba de fuego de la 23º, que en realidad sólo involucró a una unidad de 15 hombres de la 603º de Ingenieros de Camuflaje (el resto de la Compañía seguía entrenando en Inglaterra), fue ayudar durante un mes al 980º Batallón de Artillería para que los alemanes descargaran su munición en los señuelos colocados y no destruyeran los cañones del batallón. La misión resultó un éxito, por lo que el resto de la compañía (salvo la unidad de sonido) fueron embarcadas a la costa del norte de Francia para ayudar en operaciones a mayor escala.
No obstante, mientras esperaban a que le asignaran una misión, a la 23º se le ocurrió otra idea ingeniosa para confundir al enemigo llamada "Efectos Especiales", y que consistía en hacerse pasar por soldados de unidades que o bien no existían o bien aún no estaban desplegadas, y difundir esa información falsa mientras fingían estar de fiesta en pueblos antiguamente ocupados por alemanes y ahora liberados por la fuerza aliada. Esta información iba destinada a los posibles espías que se habían quedado rezagados esperando obtener alguna información, y los de la 23º se tomaron esto tan en serio que diseñaron parches nuevos para identificar unidades ficticias, así como pintar identificativos falsos en los camiones que conducían. Sobra decir que esta técnica resultó muy efectiva.
A mediados de agosto, la fuerza aliada se empezaba a expandir por toda Francia para aumentar el frente aliado y dirigirse en dirección este, hacía las puertas del Tercer Reich. Sin embargo, la 23º, una vez completa con la recién llegada unidad de sonido viajó hacía el Oeste, concretamente hacía Brest, una ciudad portuaria la cual era crítica para la llegada de nuevos suministros desde Norteamérica. Su misión era simple, hacerse pasar por la 6º División Acorazada y "atacar" por los flancos, mientras que las auténticas fuerzas atacaban en un ataque frontal para aislar las fuerzas alemanas separadas en los dos flancos.
A mediados de agosto, la fuerza aliada se empezaba a expandir por toda Francia para aumentar el frente aliado y dirigirse en dirección este, hacía las puertas del Tercer Reich. Sin embargo, la 23º, una vez completa con la recién llegada unidad de sonido viajó hacía el Oeste, concretamente hacía Brest, una ciudad portuaria la cual era crítica para la llegada de nuevos suministros desde Norteamérica. Su misión era simple, hacerse pasar por la 6º División Acorazada y "atacar" por los flancos, mientras que las auténticas fuerzas atacaban en un ataque frontal para aislar las fuerzas alemanas separadas en los dos flancos.
Su desempeño fue excelente: con camiones circulando ida y vuelta con dos soldados al final de cada camión para que pareciera que hubiera un gran movimiento de tropa, así como cincuenta piezas de tanques y artillería hinchables y transmisiones de radio falsas, acompañado de la unidad sónica y cuyo desempeño en general fue excelente. De hecho, los oficiales nazis capturados e interrogados a posteriori creyeron que la 6º División estaba realmente allí, aunque este gran trabajo perdió importancia por un terrible suceso: un ataque de un batallón de tanques norteamericanos lanzado justamente dónde El Ejército Fantasma estaba atrayendo la atención de los alemanes nazi, y que fue totalmente destruido.
Debido a la naturaleza secreta de la 23º, no pudieron avisar a esta unidad de tanques de lo que estaba pasando en realidad, y esto pesó mucho en las conciencias de los hombres en El Ejército Fantasma. Sin embargo, no había tiempo para lamentaciones y, tras una breve estancia en París para descansar y ver las maravillas de la Ciudad de la Luz, la 23º fue movilizada otra vez para ayudar al 3º Ejército, comandado por el General George S. Patton. La situación era peliaguda: si los alemanes descubrían que no había efectivos americanos, podrían movilizarse y flanquear a todo el ejército de Patton, perdiendo muchísimas vidas en el proceso.
Durante siete largos días la 23º se empleó a fondo para no descubrir la verdad, hasta que finalmente fue reemplazada por la 83º División de Infantería para rellenar el hueco con tropas reales. A continuación centraron su base de operaciones en Luxemburgo, dónde estarían ubicados hasta el final de sus operaciones. Tras cinco operaciones previas y exitosas, en diciembre de 1944 fueron movilizados en lo que iba a ser en teoría una misión rutinaria, pero que sería una de las batallas más cruentas en el bando aliado durante la II Guerra Mundial: la batalla de las Ardenas.
Los aliados estaban en clara desventaja: la gran mayoría de unidades norteamericanas estaban enfrentadas en la zona del frente situada cerca de la ciudad alemana de Colonia, pero lo crítico se situaba al sur, a lo largo del bosque de las Ardenas, en la que noventa kilómetros de frente estaban custodiados por sólo cuatro cansadas y mal equipadas divisiones norteamericanas. Por tanto, la asistencia de El Ejército Fantasma era necesaria, y llegaron al sur de Luxemburgo representando a la 75º División de Infantería.
Afortunadamente, la 23º fue retirada de ahí horas antes de que la batalla de las Ardenas empezara, y de haber estado ahí seguramente hubiera supuesto una masacre para la compañía entera. Por ello, y una vez de vuelta en la capital de Luxemburgo, montaron ametralladoras en edificios elevados y dispararon contra aviones de la Luftwaffe, siendo así el único momento de la II Guerra Mundial en el que tuvieron la oportunidad de devolver el fuego contra los alemanes. Pero el Alto Mando aliado rápidamente retiró del frente a la 23º, debido a su status de unidad secreta.
Pero el peor momento para la 23º llegó después, concretamente el 12 de marzo de 1945, en el que haciéndose pasar por la 80º División de Infantería, atrajo demasiado el fuego nazi de artillería, y el Ejército Fantasma sufrió su peor ataque, con dos muertos y casi dos decenas de heridos graves. Tras este traumático evento, la 23º cumpliría la que sería su última misión en la guerra y en la que más recursos emplearon, utilizando todos sus efectivos posibles para hacerse pasar por dos divisiones completas de infantería, un equivalente total de treinta mil hombres.
La distracción, cuyo nombre en clave sería Operación Viersen era hacer pensar a los alemanes que atacarían diez kilómetros al sur de la auténtica zona objetivo, situándose para ello entre las ciudades de Anrath y Dülken, cerca del río Rin en Alemania. Para ello recurrieron a todos los trucos bajo la manga que tenían, desde juntar a tanques reales con señuelos para simular movimientos de tropas, zonas de estacionamiento de vehículos situados por todas partes, estaciones falsas de reparación de vehículos e incluso pistas de aterrizaje para aviones de reconocimiento Stinson L-5 (también falsos).
También aprovecharon los sistemas sónicos para simular que estaban construyendo puentes para cruzar el Rin, y las falsas transmisiones ayudaron una vez más a convencer a los alemanes que sabían todo sobre las tropas enemigas. Finalmente, el 24 de marzo de 1945, día elegido para la ofensiva, se descubrió que el engaño había sido tan efectivo que las auténticas tropas no sufrieron bajas ante una defensa alemana débil y desorganizada, síntoma de la efectividad del engaño perpetrado por la 23º. La 23º se retiraba con un balance extremadamente positivo de la II Guerra Mundial y un número estimado de quince a treinta mil vidas salvadas gracias a sus maniobras.
Una vez acabada la guerra, los hombres de la 23º volvieron a sus vidas haciendo a lo que se dedicaban desde antes de la guerra: el arte. De hecho, estos hombres ocuparon un amplio rango de empleos, desde diseñadores de moda, ilustradores, pintores, fotógrafos, arquitectos... Todos ellos manteniendo el secreto de lo que hicieron durante la guerra hasta que sus operaciones fueron desclasificadas en 1996. Sin duda, este es un ejemplo de cómo no sólo las balas o las bombas podían acabar con el enemigo y salvar sus vidas, y si queréis saber más sobre esta unidad, en 2013 la PBS hizo un documental sobre ellos, en el que explica no sólo los movimientos militares, sino un poco sobre la forma de ser de los propios soldados y anécdotas sobre su vida en el ejército siendo artistas, así como una página web en la que puedes ver algunas de las obras creadas por ellos.
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