domingo, 29 de marzo de 2015

Banda Oriental: La invasión luso-brasileña de 1816

Invasión portuguesa a la Banda Oriental





Era una ambición tradicional de los portugueses el lograr límites naturales para sus posesiones en América. Consecuentes a tal política buscan el dominio de los grandes ríos que tienen origen en su territorio y desembocan en el Río de la Plata.  Desde la época del coloniaje, y aún en tiempo de paz, los portugueses siempre presionaron la frontera terrestre de la Banda Oriental y de las Misiones.

Bajo distintos pretextos, pero materializando una sola aspiración, los portugueses realizan dos invasiones; la primera en 1811 y la segunda en 1816.

La primera invasión se realiza a solicitud de Elío (en ayuda de los españoles sitiados en Montevideo) y da lugar a la firma del Armisticio del 20 de octubre por el que se levanta el sitio de Montevideo y a raíz del cual se efectúa el Exodo del Pueblo Oriental.

La resistencia a esta primera invasión es más bien pasiva, dada la actitud del gobierno porteño, y solamente se manifiesta por la acción de ciertos destacamentos y acciones de guerrillas en el este, en el litoral oeste, y en las Misiones.  Los portugueses permanecieron en nuestro territorio (contrariando lo establecido en el artículo 11 del Armisticio de octubre) retirándose en agosto de 1812, por imperio del Tratado Rademaker-Herrera.

En 1816, las circunstancias políticas y militares se presentaron favorables, produciéndose la segunda invasión portuguesa.  Dicha invasión vino a quebrar un período de reorganización y prosperidad conocido como el Apogeo de Artigas, y habría de terminar por abatir definitivamente el poder militas y político del Protector.

En primer término contaban con la connivencia de los políticos porteños, especialmente del Dr. Gregorio Tagle, Ministro de Relaciones Exteriores de los gobiernos de Alvarez Thomas, de González Balcarce, Pueyrredón y la Logia Lautaro.  En segundo término el apoyo, instigación y complicidad de un grupo de exiliados y residentes en Río de Janeiro entre los que citaremos a Vigodet, De la Alameda, Alvear, Nicolás Herrera, Manuel garcía, Valentín Gómez, etc. 

Al impulso de tales circunstancias Río de Janeiro se convirtió en un foco anti-artiguista.  En realidad siempre lo fue.  Los españoles trataban de recuperar las colonias perdidas, mediante la ayuda de Portugal; los porteños intentaban terminar con Artigas, aunque fuera a costa de la segregación de la Provincia Oriental a favor de Portugal, o buscando la coronación de un Príncipe de Braganza.

Los emigrados a raíz del motín de Fontezuelas, suministraron a la Corte Portuguesa toda clase de informaciones, con lo que apoyaron sus planes de conquista.  Nicolás Herrera dio las normas que debían seguirse en la invasión dando consejos en el orden político y militar.  Tal como lo consigna el historiador Hugo D. Barbagelata en su obra, el ex Dictador Supremo Carlos de Alvear entregó al representante español una relación de la fuerza efectiva que tienen las Provincias del Río de la Plata, que están en insurrección, el 27 de junio de 1815.  Según dicho informe, las fuerzas de la Banda Oriental y Entre Ríos era:

1ª División al mando de Fernando Torgués compuesta del Regimiento de Dragones de la Libertad, 600 hombres.

2ª Division al mando de Frutos Ribero, 500 hombres.

3ª División al mando de Balta Ojeda, 500 hombres.

4ª División al mando de José Artigas compuesta del Regimiento de Blandengues, 1000 hombres

Otra idem. al mando de Blás Basualdo, 450 hombres

Total: 3.050 hombres

“Todas estas tropas son de Caballería, están mal vestidas pero en el día bien armadas.  Estas dos provincias son las más entusiastas por la guerra, y todos sus habitantes a excepción de una pequeña parte se unirán inmediatamente a las tropas de Artigas, y engrosarán su número en caso de invasión.

Estas tropas son valientes y de una constancia admirable; no tienen disciplina de ninguna especie, ni conocen otra formación que la de ponerse en ala.

Hacen la guerra por el estilo de los cosacos, devastando todo el terreno que deben ocupar sus enemigos y cargándolos al descuido; pero nunca presentando batalla a no ser en el caso de contemplarse en una marcada superioridad numérica”.

En último término, el regreso de Europa de las tropas lusitanas veteranas de guerra contra Napoleón y el asesoramiento técnico militar del Mariscal inglés Beressford, quien les dio detalladas directivas para organizar la invasión.

Con el fútil pretexto de resguardar sus fronteras, protegiéndolas de la anarquía provocada por las montoneras de Artigas, planean minuciosamente la invasión.  Desde noviembre de 1815, habían llegado algunas tropas veteranas de las luchas napoleónicas, constituidas principalmente por la División de Voluntarios, comenzando de inmediato su reavituallamiento para la próxima campaña.

De entre ellos se designó al general Carlos Federico Lecor, General en Jefe de la invasión a la Provincia Oriental y Capitán General de la misma, una vez ocupada.

Plan portugués

En Río de Janeiro (Cuartel de Niteroi) se concentraron todos los cuerpos que formaban el “Ejército Pacificado de la Provincia Oriental” y se embarcó hasta Santa Catalina donde se efectuó la distribución de las fuerzas.  La expedición terrestre se dividía en tres columnas: 1º) División Curado, tenía por objetivo Salto, invadiría por el norte del Río Negro.  Estaba integrada por 2.000 hombres y 11 piezas.  2º) División Silveira, invadiría por Cerro Largo teniendo por objetivo Paysandú y la misión de proteger el flanco derecho de Lecor; siendo su efectivo también de 2.000 hombres. La ocupación de Paysandú no fue cumplida por órdenes expresas de Lecor, que alteraron el itinerario a cumplir.  3º) División Lecor, invadiría por la costa teniendo como objetivos sucesivos Maldonado, Montevideo y Colonia, era ésta la columna de mayor efectivo; 6.000 hombres y era la que tenía la misión principal.

La columna sur sería protegida y flanqueada por la escuadra al mando del Conde de Viana.

El plan portugués se encuentra resumido en el Acta del Consejo de Generales realizado en porto Alegre donde se acuerda esta triple invasión a la Banda Oriental.  El plan era de difícil ejecución por el problema del enlace de las distintas columnas excesivamente distanciadas entre sí, y las dificultades creadas al aprovisionamiento que estaría fundamentalmente a cargo de la escuadra.

Si no hubiera sido por la complicidad porteña, no hubiera sido posible dar a las columnas de invasión el apoyo logístico necesario, dado que las baterías y corsarios artiguistas interceptaban las operaciones de la escuadra portuguesa. 

La idea de maniobra inicial había sido operar con dos agrupamientos principales: uno bajo la jefatura directa de Lecor teniendo como base la división de Voluntarios Reales.  Debiera seguir por mar, tocar Santa Catalina y ser reforzado allí por un cuerpo de Artillería y la Caballería que se juzgase necesaria.  Luego continuará por mar a fin de desembarcar en Maldonado o en otro lugar propicio del Río de la Plata para atacar y ocupar Montevideo.  El otro agrupamiento formado por las tropas del Río Grande bajo el mando de su Capitán General, operaría en el interior de la frontera de ese estado.

Ocupado Montevideo, Lecor organizaría las expediciones necesarias para arrojar al enemigo de las márgenes del Uruguay, a cuyo fin se pondrían en enlace con las fuerzas del Capitán General solicitando los auxilios que necesitase. Este plan es modificado según ya se señaló en el Consejo de Guerra realizado en porto Alegre.

Para llevar a cabo dicho plan surgen dos dificultades principales: 1º) Dificultades de enlace y comunicación entre las fuerzas.  2º) Era sensato tomar primero la capital, que constituiría una excelente base de operaciones.

Plan de Artigas

Para hacer frente a la invasión portuguesa, Artigas pone en ejecución el célebre plan concebido en el año 12 en el Ayuí, introduciéndole pequeñas variantes aconsejadas por factores circunstanciales, principalmente el emplazamiento de sus fuerzas y la dosificación de las columnas de invasión adversarias.

Como Artigas no podía oponerse directamente con sus 6.000 u 8.000 hombres en su mayoría de milicias, a los 12.000 hombres bien instruidos, armados y pertrechados de Portugal, prepara un contragolpe invadiendo Misiones, efectuando una acción envolvente para atacar las retaguardias del enemigo.

Dentro de un marco político defensivo, monta un plan estratégico ofensivo, tratando de llevar la guerra al territorio enemigo, para golpearlo en su punto más débil y más sensible: sus líneas de comunicaciones.  Para lograr las fuerzas necesarias para el cumplimiento de su maniobra, combina la acción ofensiva en el norte con una defensiva elástica en el sur.

Respondiendo a la idea de maniobra, Artigas vuelca sus fuerzas sobre la frontera, y tal como lo estableció en su oficio del 20 de junio de 1816, y otras comunicaciones acordes, realizando el siguiente despliegue inicial:

1-Agrupamiento norte, al mando de Andresito; debería cubrir en un primer momento las costas del Río Uruguay al norte del Cuareim, y luego efectuar un movimiento convergente sobre San Borja.  Está compuesto por:  a) Las milicias de Entre Ríos, al mando de Sotelo, que atravesarían el Río Uruguay a la altura de Yapeyú.  b) Las fuerzas a cargo de Andresito, que partiendo de Candelaria, dejarían guarniciones en Santo Tomé y La Cruz.

2-Agrupamiento Central; fraccionado en dos destacamentos, avanzaría en dirección a San Diego, Cuartel General de los portugueses.  El destacamento de vanguardia, a órdenes de Latorre, con 3.400 hombres, tenía por misión batir al Marquéz de Alegrete.  El otro destacamento, al mando de Artigas, en reserva para apoyar y dirigir el movimiento invasor de Latorre.

3-Agrupamiento Sur; formado por las divisiones de Rivera y Otorgués, tenía por misión actuar defensivamente en la frontera noreste.  Rivera, situado en el departamento de Maldonado, deberá vigilar la ruta de la angostura.  Otorgués, en las inmediaciones de Melo, cubrirá la línea de invasión de la Cuchilla Grande.

En síntesis Artigas trataba de mantener la región al norte del Río Negro y cubrir las Provincias del litoral argentino como base de recursos.

El 3 de julio de 1816 desde Purificación oficiaba Artigas a Andresito: “Con el objeto de reforzar esos pueblos, y prepararlos a una defensa vigorosa, anticipo la remisión del armamento, municiones y demás pertrechos, que he creído convenientes para fortificar el punto de Yapeyú, la Cruz y demás, que se hallan en distancia de ese campamento, y que es preciso asegurarles contra cualquier tentativa del portugués.  Al efecto marcha el alférez Sotelo con cuatro soldados para reunir toda la gente que no se halle empleada, arreglarla y adiestrarla.  El va sujeto a las órdenes de V. y por lo mismo es preciso que ajusten con él todas las medidas que se crean oportunas para la brevedad del arreglo.  En manera que así puede V. cubrir muy bien los puntos de arriba del Uruguay hasta Santo Tomé, y Sotelo cuidar del Departamento de Yapeyú y la costa abajo del Uruguay.

No debemos dudar que Portugal va a hacer un esfuerzo general y que debe hacerlo muy vigoroso en esas Misiones, pues le interesa su dominación, y así es preciso que todo el mundo se ponga sobre las armas, ya sea con fusil, ya con lanza para Caballería.  Por lo mismo es preciso que se reúnan todos los hombres y todas las armas, y que todos estén prontos para cuando llegue el caso.

Según el plan que anteriormente expuse a V., Miño con su División debe guarnecer Concepción y la costa del Uruguay arriba; V. el centro en Santo Tomé, y Sotelo el Departamento de Yapeyú.  Puestos en esta forma y arreglada toda la gente, no hemos precisamente de aguardar que ellos nos ataquen; debemos penetrarnos a su territorio para asegurar un golpe para cuyo fin estoy tomando mis providencias en toda la circunferencia de la línea para que el movimiento sea general y violento.  Yo avisaré a V. el día en que deba hacerse, y hasta entonces mucho cuidado en que nadie pase al otro lado, para que así podamos sorprenderlos antes que ellos lo intenten, y así es preciso mucha vigilancia.

Interesa que V. reúna todas las canoas que se puedan en los tres puntos de Concepción, Santo Tomé y Yapeyú, para facilitar el tránsito, y que se tengan escondidas y resguardadas, pues V. sabe que ellos son capaces de robarlas, e inutilizar de ese modo nuestros movimientos.  También es preciso que de los viejos y de los que no estén en el servicio de las armas, mande V. treinta hombres para llevar más ganado, y así tendrá como mantenerse.

También interesa que reúna V. a todos los Maestros de Armería y pongan en un buen punto medio para recomposición de las armas.  En una palabra, es preciso que se preparen todas las cosas como par dar un golpe maestro y decisivo.  De lo contrario Portugal se nos echa encima y nos acabará de arruinar.  Así es preciso que todos los pueblos hagan su esfuerzo, y que todos corran a las armas como lo estamos haciendo aquí.  Con este motivo escribo a los pueblos de Yapeyú y la Cruz y V. lo hará con los demás, penetrándolos de la necesidad de armarse; todo es para acabar con Portugal.  De lo contrario no podremos lograr la felicidad que apetecemos.

Lo que interesa es el orden y la disciplina en las armas, y el arreglo de la gente, para que sepa cada uno lo que debe hacer y a quien debe obedecer en los momentos que yo mande atacar.  Por acá estoy tomando las mismas providencias para hacer una entrada general, y a no darle resuello.  De este golpe depende todo el triunfo de nuestra libertad.  Saludo a V…..etc.”

Operaciones

De Santa Catalina, Lecor toma el camino litoral de la costa hacia Río Grande, apartándose del plan ordenado inicialmente y llevando a cabo una marcha extenuante, por la naturaleza del suelo.  Desde Río Grande, Lecor avanzó cubriéndose con una vanguardia de 2.000 hombres a órdenes del mariscal Sebastián Pinto.  El general Bernardo Da Silva invadiría por Cerro Largo.

Estando informados los portugueses sobre los planes operativos de Artigas, por haber caído un chasque que llevaba importantes comunicaciones, el marqués de Alegrete toma ciertas disposiciones con la finalidad de asegurar la cobertura de la frontera, enviando hacia ella tropas, aún antes que llegasen las órdenes referentes a su participación en la campaña que se iniciaba.

En río Pardo tomó la dirección de las operaciones el teniente general Joaquín Javier Curado y en las Misiones el brigadier Francisco de Chagas, que era comandante de los pueblos de Misiones desde 1808.

En total los portugueses disponían de unos 12.000 hombres de las tres armas, en tanto que el ejército artiguista en víspera de la invasión portuguesa, totalizaba unas 2.000 plazas, sin incluir los Blandengues que estaban en Purificación de guarnición.  La diferencia numérica era aplastante.  A ello se sumaba su deficiente armamento y el escaso grado de instrucción militar de las fuerzas artiguistas, que tenían en su mayoría más bien carácter de milicias.

Cuando los rumores de preparativos de invasión comenzaron a intensificarse, Artigas acelera los preparativos para la defensa.  Entre estas medidas se encuentra la creación de los Cuerpos “Cívicos” y de “Libertos”.  El Cuerpo de Cívicos se componía de 6 Compañías, una de ellas de Granaderos y otra de Cazadores.  Esta unidad estaba a órdenes directas del Cabildo de Montevideo, siendo su jefe el sargento mayor Manuel Campos Silva, y figurando entre los oficiales los más distinguidos de la sociedad.  El efectivo total de la unidad, incluyendo la Plana Mayor era de 31 oficiales, 25 sargentos, 33 cabos, 3 tambores y 380 soldados.

El Cuerpo de Libertos se componía de esclavos entregados por cada dueño proporcionalmente a sus disponibilidades. Su comandante era Rufino Bauzá, quien también fue el encargado de organizarlo en agosto de 1816.  Ante la inminencia de la invasión portuguesa Artigas ordena la movilización, la que se realiza como en 1811, mediante la influencia regional de los caudillos, asignándosele a cada uno una zona.

Podemos así distinguir 5 zonas militares: la primera desde Montevideo hasta Santa Lucía, siendo su comandante Manuel Francisco Artigas, a quien su hermano le oficia al respecto.  Le recomienda especialmente que la constitución de la Caballería Cívica se haga por partidos y escuadrones, a fin de asegurar su necesaria cohesión.

Según una relación de fuerzas pasada por Manuel Francisco Artigas, los efectivos por él movilizados alcanzan a 1.661 plazas, conforme lo expresa De María en su Compendio de Historia.

La segunda zona militar iba desde el Santa Lucía hasta el Yí y el Río Negro, siendo su comandante Tomás García de Zúñiga.  La tercera o del Este tenía por principal asiento Maldonado y su comandante era Angel Núñez.  La cuarta comprendía Colonia y su campaña inmediata, y su comandante era Pedro Fuentes.  La quinta comprendía Soriano y su comandante era Gadea.

Las medidas militares adoptadas por Artigas no consistieron únicamente en la convocatoria y reunión de las milicias y el arreo de caballos, sino que también reforzó la guardia fronteriza, ordenándole a Otorgués que cubriera la ruta de invasión de Yaguarón, reforzando su regimiento con las milicias de Cerro Largo.

También dispuso que Rivera con su segunda División de Infantería Oriental se trasladara hacia Maldonado para operar en forma conjunta con Otorgués.  Las misiones asignadas a estas dos Divisiones eran defensivas, debiéndose limitar a retardar la progresión del enemigo. 

Por último ordenó que las Divisiones de Entre Ríos al mando de José Antonio Berdún, cubrieran los pasos sobre el Río Uruguay hasta Misiones.  Las disposiciones estratégicas y tácticas de Artigas son admirables, pero fallan por la gran escasez de recursos materiales.  En sus ejércitos habían muy pocas armas de fuego, y mismo para las existentes escaseaban la pólvora y los cartuchos.  Ejércitos improvisados, mal armados y casi sin instrucción militar, se iban a estrellar con fuerzas veteranas y bien armadas.

Las operaciones se pueden dividir en dos períodos.  El primer período se extiende desde el comienzo de la invasión en agosto de 1816 hasta la entrada de Lecor en Montevideo en 1817.  Este primer período está caracterizado por un comienzo favorable para los patriotas, seguido luego de una serie de reveces, en los cuales se pierden los mejores efectivos orientales.  Con ello terminan las operaciones regulares en gran escala.
General Carlos Federico Lecor
El segundo período que se extiende hasta 1820 comprende la titánica resistencia del héroe, sosteniendo una guerra de recursos, a base de sacrificios y de valor.

Primer período

Una vez informado Artigas de la invasión de Lecor, mandó poner en ejecución su plan.  Cumpliéndolo Andresito invade las Misiones, en tanto que el alférez Sotelo atraviesa el Alto Uruguay.  Joaquín Javier Curado, que se encontraba en el Río Pardo, marcha hacia el paso del Rosario, en el Río Santa María, adelantando destacamentos de débil efectivo, con misiones de reconocimiento y cobertura.

Para oponerse al avance del comandante José Antonio Berdún, que invadió por el Cuareim, Curado destaca al brigadier Da Costa Revello, quien desprende una partida a órdenes del teniente coronel José Abreu para atacar a Sotillo.

El propio curado avanza hasta las márgenes del Ibirapitá Chico desde donde lanzó un destacamento hacia Santa Ana, el que chocó el 22 de setiembre con la vanguardia del ejército de Artigas, a órdenes del comandante Gatel.  Luego de un combate de tres horas el capitán portugués Alejandro Queiró se bate en retirada hacia el grueso de su División, dejando en el campo más de 60 bajas.

Habiendo Sotelo atravesado el Río Uruguay en Yapeyú, es atacado por sorpresa el 21 de setiembre, obligándolo a repasar el río bajo el fuego del enemigo.  Sotelo una vez en territorio de Corrientes se reorganiza e intenta un nuevo pasaje más al Norte, frente a la barra de Ibicuy, utilizando pequeñas embarcaciones.  Atacado en tales circunstancias por Abreu, se ve precisado a desistir de sus propósitos, progresando por la margen derecha a fin de reforzar a Andresito que sitiaba a San Borja, su pueblo natal.

La guarnición de San Borja, que estaba a órdenes del brigadier Chagas, se encontraba próxima a capitular, cuando acude en su apoyo el coronel Abreu el 3 de octubre.  Al verse en peligro de ser atacado por la espalda, luego de intentar resistencia, se ve obligado a repasar el Río Uruguay, a fin de reorganizarse.  Así finalizó el sitio de San Borja, que había durado 13 días, y con él el abortado intento de invasión.

Batalla de Ibiracoy

Cuando Curado se enteró de estos sucesos, decidió atacar a Berdún, destacando al brigadier Menna Barreto el día 13 de octubre de 1816.  Después de cinco días de marcha se entera de la posición de Berdún, que avanzaba hacia el Norte procurando proteger a Andresito y a Sotelo.  Enterado de la aproximación de los portugueses Berdún se atrincheró en una posición ventajosa, donde decidió esperar el ataque de Menna Barreto, quien el 19 de octubre de 1816 se lanza sobre él derrotándolo después de una sangrienta lucha.  Esta acción se conoce por Batalla de Ibiracoy o de Capilla de Ñancay.

Derrotados sus tenientes, sólo quedaba la columna de Artigas, a la que procura atacar Curado.  Para facilitar sus operaciones los portugueses adelantan su Cuartel General hasta la costa del Ibaracohy Grande, con el objeto de cercarse más a los orientales.

Artigas se encontraba acampando cerca de Carumbé, afluente del Río Cuareim.

Curado encomienda al brigadier Joaquín de Oliveira Alvarez la misión de atacarlo.

El 24 de octubre de noche, Oliveira Alvarez inicia su marcha hacia Santa Ana, con una columna de 800 hombres y 2 cañones.

Batalla de Carumbé

El día 27, Artigas toma contacto con las fuerzas portuguesas en un lugar próximo a las puntas del Cuareim y las ataca decididamente.

Después de unas tres horas de tiroteo, Artigas avanzó en semicírculo dándole poca profundidad a su dispositivo, buscando envolver a los portugueses con su ala izquierda.  Su ataque fracasó ante el certero y nutrido fuego de la infantería portuguesa, que aniquiló prácticamente la caballería de dicha ala, y que permitió que la infantería artiguista fuera tomada de flanco y obligada a ceder terreno.

La batalla se libró en alturas de la Cuchilla de Santa Ana, en los Cerros de Carumbé.  Según el parte de Oliveira Alvarez al teniente general Joaquín Xavier Curado, Artigas contaba con 450 hombres de caballería que marchaban a la derecha en una sola fila y 400 en el ala izquierda cubiertos por 150 indios (charrúas, minuanes y guaicurúes).  En el centro dispuso a la infantería en una sola fila y con intervalos de 3 a 4 pasos.

Los portugueses forman con la infantería al centro, un cañón en cada extremo y la caballería en las alas.

Los partes correspondientes a dicha acción constan en el apéndice a la Memoria de la Campaña de 1816, publicada por Moraes Lara en la Revista trimestral de Historia y Geografía Nº 27, correspondiente a octubre de 1845.

En esta acción, conocida generalmente por combate de Carumbé, perecieron casi la mitad de las fuerzas patriotas.

Entre los justificativos de la derrota, está la notoria superioridad del enemigo y ciertos errores tácticos en el dispositivo artiguista, falta de profundidad y reservas suficientes, encuadramiento apropiado y abandono de la formación en cuadro para la infantería que debe enfrentar caballería.

Como consecuencia de esta derrota, Artigas se ve obligado a replegarse hacia el sur, repasando el Cuareim.  En sólo 36 días había fracasado el plan de contrainvasión y había quedado abierta la frontera norte.  Veamos como Artigas asimila las enseñanzas de esta derrota, y como se apresura a difundirlas.

Tres días después de Carumbé, desde las Puntas del Arapey, Artigas oficiaba al Gobernador Barreiro “Los enemigos nos han hecho mucho destrozo con su Caballería, que siempre ha roto nuestras alas y la línea de infantería por ser sencillas; escriba V. a D. Frutos que no experimente el mismo error.  Que ponga buenos oficiales y gente en la Caballería; y la Infantería que no pelee en ala sino que presente batalla bien reforzada”.



Este cambio preconizado en el dispositivo, justifica, entre otras causas el encarnizamiento de la batalla del Catalán y los triunfos de Apóstoles, San Nicolás, Paso del Rosario, etc.

Luego del combate de Carumbé, Curado se dirige al campamento de Ibaracohy Grande, dejando los destacamentos de cobertura indispensables, y ocupándose de la reorganización de sus fuerzas.  En tal situación los portugueses se enteran de que Artigas se había reorganizado después del combate de Carumbé y ocupaba una fuerte posición sobre el Río Arapey, desde donde pensaba reiniciar las hostilidades.

Insistiendo en su plan de llevar la guerra a territorio enemigo, Artigas adelanta a Andrés Latorre en dirección al Cuareim, al frente de un ejército de 3.400 hombres.  El marqués de Alegrete (que había relevado a Curado el 15 de diciembre de 1816), para conservar la iniciativa en las operaciones, decide buscar nuevamente el combate.

Poniendo en práctica su plan ofensivo, el 20 de diciembre destaca de su campamento una fuerza al mando del brigadier Tomás Da Costa Revello, con orden de marchar hasta las inmediaciones de Santa Ana, y dejarse ver por la vanguardia de Artigas, logrado lo cual debía retroceder hasta reincorporarse al grueso que estaría atravesando el Cuareim unas 8 leguas al Sur.  El objeto de esta maniobra era simular una dirección falsa de ataque.

El día 28 los portugueses se enteran, por intermedio de dos desertores, que Artigas tenía su Cuartel General en el Arapey, habiendo adelantado destacamentos reforzados hacia Santa Ana, con misión de cobertura.  Tal información revelaba con claridad el dispositivo de Artigas, que había dividido sus fuerzas en dos agrupamientos: el de vanguardia, de mayor efectivo a órdenes de Latorre formado por 3.400 hombres de infantería y caballería, con dos piezas de artillería, sobre Santa Ana con misión ofensiva.

Batalla de Arapey

La reserva, a sus órdenes, constituida por unos 500 hombres se encontraba situada en el potrero del Arapey, en unos cerros de acceso difícil.  Latorre cruzó el Cuareim a principios de enero, buscando el enemigo, el cual también lo atraviesa hacia el Sur por el paso de Farías, situándose en la margen Sur, casi sobre la retaguardia de Latorre, el 1º de enero de 1817, separando así los dos núcleos artiguistas.

En tal situación Latorre se prepara para atacar a los portugueses por la retaguardia, pero éstos se adelantan unos 40 kilómetros al sur de Santa Ana a orillas del Arroyo Catalán.  En la noche del día 2 de enero de 1817 el jefe portugués adelantó al teniente coronel Abreu con un destacamento de unos 600 hombres y 2 piezas contra Artigas que estaba en Arapey, y envió un Regimiento de Dragones para interponerse entre el Arapey y Santa Ana, con misión de reforzar a Abreu y observar a Latorre.

Abreu ataca a Artigas en la mañana del día 3, luego de una sigilosa marcha nocturna, y de vadear el Río Arapey al aclarar.  Artigas se había emplazado en una zona de barrancas y montes próximas a las puntas del Arapey, había emboscado unos 300 hombres, los que hicieron un nutrido fuego sobre la columna portuguesa.  Tras su heroica resistencia se ve obligado a replegarse en el centro ante la presión y certero fuego de la artillería portuguesa.  Poco a poco se amplía esta brecha hasta producirse la retirada en desorden ante la superioridad enemiga.

Artigas abandonó bagajes, pertrechos, armamentos y ganados, siendo el campamento saqueado e incendiado por los vencedores.

Batalla del Catalán

Libre de Artigas el marqués de Alegrete se propuso ir el día 4 al encuentro de Latorre, cuando en la mañana de ese día fue atacado en su campamento, en la margen derecha del Catalán, por el propio Latorre.  La posición portuguesa era bastante fuerte; se encontraba protegida por una curva del río y encuadrada a los flancos por profundas quebradas del terreno.  Latorre ataca con la infantería en el centro encuadrada por 2 piezas y el grueso de su caballería, constituida principalmente por sus lanceros indígenas, que acometieron con decisión, arrollando las guerrillas enemigas.  Latorre atacó contra el ala y el flanco derecho de los portugueses.

Durante la lucha atravesó el arroyo amenazando la retaguardia del enemigo con el objeto de desorganizarlo y quitarle la caballada, para impedirle así toda posibilidad de retirada.  Los lanceros charrúas, minuanes y guaycurúes cubrieron el avance de la infantería y atacaron en toda la línea.

La victoria parecía ya obtenida cuando la izquierda oriental, formada por la caballería correntina, se repliega inesperadamente sobre el centro, por la aparición de una pequeña fuerza enemiga, que se creyó fuera un poderoso refuerzo.  Se trataba simplemente de las fuerzas de Abreu que regresaba del combate de Arapey.

Luego se inclinaba la victoria hacia los portugueses, los restos de nuestras fuerzas se reunieron en un extremo del monte y lucharon encarnizadamente.  Latorre deja en el campo cerca de 900 muertos, 290 prisioneros, 2 cañones y 600 caballos.  Esta fue la batalla más sangrienta de la campaña.

Después de la Batalla del Catalán, las tropas portuguesas atraviesan el Cuareim en Lagueado y van a detenerse a media legua del paso para estacionar durante el invierno.

El día 14 de enero de 1817, desde San Borja, el marqués de Alegrete destaca al brigadier Francisco de Chagas para que con sus fuerzas destruyera a los pueblos de la margen oriental del Río Uruguay, a fin de quitar al ejército patriota todos los medios para repetir la invasión a las Misiones.  Cumpliendo tales órdenes Chagas devasta gran parte de Misiones (actualmente  territorio de Corrientes), saqueando, arrasando e incendiando cuanto pudo; llevaba 1.000 hombres, 5 cañones, 11 canoas para atravesar el río y 9 carretas para su transporte.

Cruza el Uruguay próximo a la desembocadura del Aguapié, una legua al Sur del Paso de la Cruz.  Chagas ordena al teniente Carvalho que fuerce el pasaje del Uruguay frente a Itaquí, logrando éxito en la operación a pesar de la resistencia del capitán Vicente Tiraparé que defendió el Paso al frente de un escuadrón de caballería indígena.

Al tener conocimiento de la invasión Andresito marcha al frente de unos 500 hombres atacando al mayor Gama Lobo, que con una partida de 300 soldados se dirigía a destruir Yapeyú, derrotándolo y obligándolo a replegarse sobre Chagas.  Cuando ambos jefes reunido intentan atacarlo, Andresito dispersa sus fuerzas para reunirlas a cubierto sobre las costas del Paraná.

El brigadier Chagas luego de hacer destruir los pueblos de La Cruz y de Yapeyú, marcha hacia el norte por la margen derecha del Río Uruguay.  El día 31 de enero llega a Santo Tomé, donde se detiene e instala su Cuartel General, comenzando desde allí incursiones hacia la campaña, llevadas a cabo por Carvalho quien tala los campos, saquea las poblaciones y arruina el país.

El ayudante José de Melo, destruye, reduciendo a ruinas las poblaciones de Santa Ana, San Javier y los Mártires.  El comandante de la frontera de San Nicolás atacada la guardia de San Fernando y enseguida la población de Concepción la que deja en ruinas.  Cumplidos estos vandálicos atropellos, Chagas repasa el río, el 13 de marzo de 1817, dejando en la margen derecha del Río Uruguay los puestos de observación necesarios.

Con estas inhumanas medidas quedó destruida la base de operaciones de Andresito.  Una vez retirado Chagas, Andresito vuelve a los pueblos misioneros e intenta su reconstrucción.  A mediados de 1817 es atacado por Chagas cuando se encontraba en Apóstoles, rechazándolo y obligándolo a repasar el Uruguay.  Reorganizado después de este contraste, en marzo de 1818 atraviesa el Uruguay y sitia a Andresito en el pueblo de San Carlos.  Después de 4 días de sitio y de sangrienta y continuada lucha, Andresito logra forzar el cerco, dejando en ruinas el reducto que defendía.

Operaciones en el sur

En agosto de 1816 la vanguardia de Lecor, que invadía por el Este (camino de la angostura) ocupa la Fortaleza de Santa Teresa.  Allí establece su Cuartel General el co mandante de la vanguardia Sebastián Pinto de Araújo Correa.

El jefe portugués continúa luego su progresión llegando a Castillos el 5 de setiembre.  Rivera desde su posición en Maldonado, al enterarse del avance portugués, marcha hacia el este, protegido por pequeñas descubiertas que tienen su primer contacto con el enemigo y es posteriormente derrotado en el Paso de Chafalote.

La Vanguardia portuguesa continúa su progresión hacia el Oeste, en tanto que Rivera observa paso a paso sus movimientos esperando el momento oportuno para atacarlo, tratando de alcanzar los últimos elementos de la vanguardia enemiga.

Para engañar a los portugueses, Rivera destaca en la noche del 18 de noviembre dos partidas que hacen demostraciones al norte y al este de la vanguardia portuguesa. Facilitando su despliegue mediante esta estratagema lanza el ataque disponiendo la Caballería en las alas y la Infantería en el centro.  Su maniobra envolvente fracasa al verse detenida el ala izquierda oriental por una compañía de Cazadores.  Empeñadas las alas en acciones parciales permiten a la caballería portuguesa reorganizarse, dejando sin apoyo a la infantería patriota, la que es atacada y desorganizada.  A este suceso sigue el desmoronamiento total de la línea.

Luego de la Batalla de India Muerta, acción que acabamos de describir, los portugueses continúan su avance, cuando al llegar a la altura del Arroyo Sauce, Departamento de Maldonado, los ataca sable en mano exitosamente el comandante Gutiérrez que había podido rehacerse de la reciente derrota.  Con ello Rivera inicia el cumplimiento de la misión impuesta por Artigas, que no debió abandonar.  El haber presentado batalla contrariaba las órdenes dadas por Artigas, que le había asignado una misión de hostilización y de defensiva elástica.  En agosto de 1816 invade la División del brigadier Bernardo da Silveira por Aceguá (Departamento de Cerro Largo).

Fernando Otorgués con misión de actuar en observación de esta División, es atacado por la vanguardia portuguesa en diciembre de 1816.  Ante la superioridad numérica del enemigo Otorgués se bate en retirada hacia el Arroyo del Cordobés, perseguido de cerca por una partida portuguesa.  Al llegar al Paso de Pablo Páez, observando que el enemigo tenía sus caballadas muy cansadas, y que se había desprendido temerariamente del grueso, se da vuelta, cargando sobre los portugueses sable en mano dispersándolos.

Luego de esta acción Otorgués se retira buscando la incorporación de Rivera con el objeto de reunir fuerzas suficientes para atacar a Silveira que acampaba en el Potrero de Casupá. 

 Libre de este peligro, Silveira continúa su marcha hacia Minas, siendo hostilizado por Lavalleja.  Favorecido por el terreno y serranías que circundan a Minas, Lavalleja sitia a los portugueses en esa villa, hasta que en enero de 1817 éste logra forzar el asedio, incorporándose a Lecor cerca de Pan de Azúcar.

En febrero de 1817 llegó Lecor a Maldonado, donde se puso en contacto con la escuadra portuguesa del Conde de Vianna.

Producidas las derrotas de las fuerzas de cobertura en el Este y de contra invasión en el Norte; enterado del avance del General Lecor, Artigas resuelve retirar las tropas de Montevideo sacrificando la Plaza.  El Gobernador Delegado Miguel Barreiro y el Regidor Joaquín Suárez que ejercían el gobierno de Montevideo abandonan la ciudad dado que no contaban con la fuerza ni los medios necesarios para su defensa.  Disponían solamente de 600 plazas y de una Compañía de Artillería, siendo escasos los cartuchos y la pólvora.

La División de Lecor tenía un efectivo aproximado de 8.000 hombres.  Sin intentar una inútil resistencia se repliegan buscando incorporarse a las fuerzas de García de Zúñiga, con la finalidad de hostilizar a los portugueses una vez que ocuparon la ciudad.  Con las fuerzas que se retiraban de Montevideo y las milicias del Sur, Artigas dispuso que se constituyeran dos ejércitos, a los que dio la denominación de Ejército de la Derecha y de la Izquierda.  El primero ocuparía el centro de la campaña, y actuaría bajo el comando de Otorgués; el segundo a cargo de Rivera ocuparía las posiciones de vanguardia situándose en las inmediaciones de Montevideo, cuya vanguardia estaba constituida por una partida de unos 400 jinetes a órdenes de Lavalleja.

Estas partidas se mantenían activas hostilizando los reconocimientos portugueses, reclutando gente y arreando caballadas, cumpliendo en fin una guerra de recursos y de guerrillas.

Batalla de Paso de Cuello

Entre las acciones y encuentros que sucedían, casi a diario se destaca la exitosa acción del paso de Cuello el 19 de marzo en que es atacada una partida portuguesa sorpresivamente y aprovechando el obstáculo del río Santa Lucía en una temeraria carga llevada a cabo por Lavalleja; luego de este combate Lecor se retira hacia Montevideo siempre hostilizado por las guerrillas patriotas, siendo luego sitiado en la ciudad por el grueso de las tropas de Barreiro y Rivera.  Para romper el cerco que desde distancia (ocupando el paso de la Arena las tropas artiguistas), Lecor organiza una fuerte columna, integrada por fuerzas de infantería, caballería y artillería, y hace una salida en dirección a Florida. Al llegar a la altura de la región Casavalle, es atacado sorpresivamente por Rivera, quien luego de desorganizar la columna y demorarla se repliega sin dejarse enganchar.

Como medida de protección Lecor hizo construir una zanja con reductos situados de kilómetro en kilómetro, de la Barra de Santa Lucía al Buceo, pasando por el Cerrito.  A dicha zanja los patriotas le llamaban “reyuna”, en son de mofa.

En octubre de 1817, numerosos jefes orientales se insubordinan contra Artigas, abandonando su causa, luego de dar muestras de desaliento.  No fueron ajenas a tales defecciones, las secretas maquinaciones de Pueyrredón, quién aparentando defender y proteger a los orientales mantenía secretas relaciones con los invasores.  Entre estos jefes están: el coronel Pedro Fuentes comandante militar de Colonia, quien entrega la plaza al enemigo, el coronel Rufino Bauzá, los hermanos Manuel e Ignacio Oribe, que con la ayuda de Lecor, se dirigen a Buenos Aires, donde son muy bien recibidos, etc.

Incurren también en lamentables actitudes el propio Ortogués, quien mantiene correspondencia secreta con Pueyrredón, secundando los planes directoriales para provocar deserciones entre las fuerzas adictas a Artigas, llegando a decir: “por aquí ya están tomadas las medidas que faciliten el acierto.  Yo estoy de acuerdo con todos los paisanos de mayor influjo; con la mayor cautela se han ido dando todos los pasos precisos y puedo asegurar a V. S. que todo está listo”.  No obstante éstas y muchas otras deserciones, el héroe se mantiene firme.

El 13 de noviembre de 1817, Artigas declara la guerra al Directorio ante pruebas incontrovertibles de la ayuda que presta a las incursiones de los portugueses por las costas de los ríos Paraná y Uruguay a fin de obtener leña y ganado para el consumo de Montevideo.  En un apasionado y documentado oficio, Artigas enumera a Pueyrredón, su indigna conducta.

La situación militar es desesperante, ya que Artigas se vio obligado a atender dos frentes, lo cual indudablemente escapaba a sus posibilidades y a su organización.  El desaliento cunde aún más entre sus fuerzas, ya que a los recientes contrastes, y deserciones se sumaba un poderoso enemigo que atacaría su retaguardia y bases de operaciones.

Perdida la costa, Artigas ganó el interior, conservando el Río Uruguay, por donde recibía recursos de las provincias de Entre Ríos y Corrientes.  Quería ensayar un nuevo golpe hostilizando a los invasores, entorpeciendo sus comunicaciones y aprovechando los menores síntomas de flaqueza o de descuido para asestar golpes de mano.

Dada la situación, los portugueses tenían necesidad de ocupar la línea del Uruguay, para interceptar las comunicaciones de Artigas con las Provincias de la Liga Federal.  Convenía que las operaciones fueran combinadas desde el Norte y del Sur.  Obedeciendo a esta idea de maniobra Curado, comandante de las Fuerzas de Río Grande, marcha hacia el sur a mediados de febrero de 1818, abandonando su campamento en el Catalán, al frente de unos 4.000 hombres.  El 2 de mayo del mismo año penetraba en el Río Uruguay una escuadra portuguesa, integrada por cuatro buques, al mando de Senna Pereira.  Esta operación se realizó con el consentimiento del gobierno porteño que permitió el pasaje de Martín García.  Así lo prueba el oficio de Miguel Bonifacio Gadea de fecha 13 de setiembre de 1817, dirigido a Artigas.

Con la finalidad de completar la defensa del litoral, Artigas hizo construir baterías en Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), en el Paso de Vera y en las Bocas del Perucho Berna.  Estas baterías ofrecieron resistencia, pero fueron reducidas luego de ser atacadas en forma combinada por Sena Pereyra y Bentos Manuel Riveiro.  Mientras la escuadrilla portuguesa amenazaba a la villa de Arroyo de la China, Bentos M. Riveiro cruza en la noche el río Uruguay con 1.500 hombres al norte de la barra del Perucho Berna y ataca sorpresivamente por la espalda a las baterías y florillas artiguistas.  El 12 de mayo de 1818, fuerzas de Curado al mando de Bentos toman contacto con la flotilla de Senna Pereira.

Luego de estas acciones no tardaron en caer los restantes núcleos de resistencia del litoral.  En febrero de 1818, en las nacientes del Arroyo Valentín (Salto), Curado tomó prisionero a Lavalleja, comandante de la vanguardia artiguista, mientras efectuaba un reconocimiento.  También Otorgués había corrido la misma suerte poco antes en Cerro Largo.

Batalla de Queguay Chico

Luego de acciones de escasa importancia, favorables a los orientales, como la de Pichinango, Guaviyú y Chapicuy, el 4 de julio de 1818, Bentos sorprende y derrota a Artigas en su campamento en el Queguay Chico, dispersándole las tropas.  Pocas horas más tarde Rivera ataca a los portugueses derrotándolos completamente y recuperando todo el botín perdido.  Luego de esta acción Artigas atraviesa el Uruguay a fin de organizar nuevas fuerzas para invadir Río Grande.

A cargo de la hostilización de Curado deja a Rivera, quien lo sorprende el 3 de octubre de 1818, en la Barra del Arroyo Rabón.  Ante la superioridad numérica del enemigo, Rivera se ve obligado a iniciar una difícil retirada, perseguido de cerca y batiéndose durante diez horas.

Haciendo un hábil aprovechamiento del terreno Rivera pone a salvo sus fuerzas, perdiendo sólo 12 hombres en un recorrido de 60 kilómetros.  Luego de esta memorable acción, conocida por Retirada del Rabón, Rivera continúa su guerra de recursos.

Nuevo plan de contra-invasión

En mayo de 1819, Artigas intenta repetir el plan de contra-invasión fracasado en setiembre de 1816.  El nuevo plan era tan audaz y bien concebido como los anteriores.  Andresito invadiría por el norte, atrayendo hacia ese lado las fuerzas brasileñas, a las que entretendría con guerrillas, en tanto Artigas siguiendo la sierra de San Martinho con el grueso atacaría por sorpresa al general Patricio Cámara en Santa María.  Con un golpe de mano asolaría Río Pardo, Cachoeira, Triunpho, y proximidades de Porto Alegre.

El 25 de abril de 1819, Andresito atraviesa el Uruguay en San Isidro al frente de unos 1.300 hombres (guaraníes y milicias de Corrientes) apoderándose fácilmente de los pueblos de Misiones a excepción de San Borja.  Andresito establece su Cuartel General en San Nicolás, donde encuentra abundantes municiones y algunas piezas de artillería.

Batalla de Itacurubí

A principio de mayo, Andresito es atacado por Chagas en el pueblo de San Nicolás, rechazando a los sitiadores y persiguiéndolos tenazmente, luego de haber recibido un infernal bombardeo de la artillería portuguesa.

Chagas pide refuerzos a Abreu y al gobernador de Río Grande.  Andresito deja al capitán Khiré en San Nicolás y se dirige al Sur buscando la incorporación de Artigas, pues no tenía informaciones sobre su posición y había tenido serios trastornos en la correspondencia.  Regresaba hacia San Nicolás sin haberse enlazado con Artigas, cuando el 6 de julio de 1819, es atacado por Abreu en el Paso de Itacurubi, siendo completamente derrotado.  Días después cayó prisionero cuando intentaba repasar el Río Uruguay.

Con la derrota y prisión de Andresito, el plan de Artigas había fracasado nuevamente.  Las causas de su fracaso estaban fundamentalmente en la desproporción numérica, en la diferencia de organización, armamento e instrucción de ambos combatientes.  El efecto de sorpresa perseguido por Artigas se ve anulado porque los portugueses interceptan un chasque que llevaba comunicaciones importantes.

Comprendiendo su fracaso, Artigas no juzga oportuno seguir adelante haciendo un compás de espera, aguardando circunstancias más favorables.  Deja entonces el Ejército dividido en partidas a órdenes de sus tenientes, con misiones de alcance limitados y se desplaza hacia el Río Uruguay, su permanente centro de operaciones, a fin de organizar su tercera contra invasión.

En noviembre de 1819, Artigas aprovecha las circunstancias de haber perdido los portugueses la libertad de acción, a causa de la hostilidad de las continuas guerrillas artiguistas, lanzando su tercera contra invasión.  Artigas dispuso sus fuerzas en la siguiente forma: Lavalleja con 300 hombres sobre el Arroyo Solís Grande; Rivera, con 300 hombres y 100 charrúas en el Paso Cuello, sobre el Río Santa Lucía Chico; Otorgués, en el valle del Arroyo Marmarajá, con 250 hombres, desde donde llevó un enérgico ataque sobre Maldonado, de cuya ciudad se apoderó el 19 de setiembre.

Artigas se estableció con la reserva en los potreros de Arerunguá, dedicado a concentrar y disciplinar sus fuerzas. 

La situación general era la siguiente: Lecor se encontraba sitiado en Montevideo por Felipe Duarte, que había sido nombrado por Artigas, Comandante General de la línea sitiadora de Montevideo.  El 17 de noviembre de 1819, Artigas en un oficio datado en Las Cañas, le da órdenes e instrucciones sobre la forma de conducir la guerra de recursos, recomendándole que en caso de ser imposible la resistencia, se bata en retirada sobre el Río Negro, buscando la reincorporación de las otras Divisiones, hostilizando siempre al invasor.

Curado se encontraba atrincherado en el Rincón de Haedo (Rincón de las Gallinas).  El brigadier José de Abreu se hallaba con unos 600 hombres, en el Paso del Rosario (Ituzaingó) del Río Santa María, encargado de cubrir la frontera. Cumpliendo su plan de obrar sobre el punto más sensible del enemigo, cortándole sus líneas de comunicaciones, Artigas invade por la penetrante de la Cuchilla de Santa Ana con unos 300 hombres, y cubierto por una vanguardia de unos 500 hombres al mando de Latorre.

Desgraciadamente es interceptada de nuevo la correspondencia artiguista enterándose los portugueses de su idea de maniobra, según se desprende del oficio del Conde de Figueira (Gobernador de Río Grande) fechado en diciembre de 1819.

Batalla de Santa María

Artigas invade hasta el Río Santa María, atacando el 14 de diciembre de 1819 al coronel Abreu, que acampaba en las costas del Ibirapuitán Chico, infligiéndole una completa derrota.  Esta batalla se le conoce también con el nombre de Combate de Santa María o de Ibirapuitán.

Luego de este combate Abreu es reforzado por la incorporación de Cámara, el día 15.  Posteriormente Abreu recibe nuevos refuerzos enviados por el conde de Figueira, con lo que obtiene superioridad numérica.  Alentado por estas circunstancias ataca y destroza a la vanguardia artiguista al mando de Latorre.

Luego de este revés Artigas juzga prudente abandonar el territorio brasileño, para reorganizar sus fuerzas, activar el envío de las tropas pedidas a Entre Ríos y reunir caballadas.  Con tal intención entrega temporariamente el comando a Latorre quien se dirige al Río Tacuarembó, situándose en sus costas.  Artigas se dirige al arroyo Mataojo en el departamento de Salto.  El grueso de las fuerzas de Latorre vadeó el Río Tacuarembó, dejando en la otra orilla la vanguardia constituida por la División de Misiones.

Batalla de Tacuarembó

El 22 de enero de 1820, el conde de Figueira, al frente de unos 3.000 hombres, a las ocho de la mañana atacó por sorpresa a la vanguardia de Latorre.  Esta vanguardia estaba aislada del grueso por la creciente del río.  Inútiles fueron los esfuerzos realizados; a la superioridad numérica de los portugueses se suman estos diversos factores adversos: sorpresa, error táctico, etc.

La Batalla de Tacuarembó, fue el golpe de gracia para la resistencia artiguista, pues aniquila prácticamente sus fuerzas. Fue la última batalla en el territorio oriental librada por las fuerzas artiguistas.  Al efecto material provocado por esta derrota se suma el 2 de marzo el sometimiento de Rivera, luego de actos de desobediencia y de entrar en tratativas con los portugueses.  La decepción, con todos sus efectos morales, iba cundiendo entre las tropas.

Batalla de Las Guachas

Buscando organizar nuevas fuerzas para continuar la resistencia, Artigas atraviesa el Uruguay seguido de unos 300 jinetes, que era cuanto le quedaba de su destrozado ejército.  Estableció su campamento en Avalos, iniciando de inmediato el reclutamiento y la reorganización de sus fuerzas, mediante comunicaciones dirigidas a los caudillos de Corrientes, Entre Ríos y Misiones.  Cuando Ramírez recibe el pedido de auxilio formulado por Artigas, no sólo no lo cumple, sino que se subleva contra él.  Con anterioridad a este hecho, Artigas había increpado a Ramírez el haber suscripto el Tratado del Pilar, lo que consideraba una traición a sus ideales y un desconocimiento de su autoridad.

Inmediatamente de tener noticia de la actitud de Ramírez, Artigas marchó contra él, batiéndolo completamente en Las Guachas, el 12 de Junio de 1820. 

Batalla de Las Tunas

Habiendo recibido Ramírez refuerzos enviados por Sarratea (implacable enemigo de Artigas y en ese momento Gobernador de Buenos Aires), derrota a Artigas en Las Tunas, y luego persiguiéndolo con saña lo obliga a refugiarse en Corrientes y luego en Misiones, donde una nueva traición, la del indio Siti, termina con su poder militar, al verse atacado por la espalda mientras sitiaba el fuerte de Cambia.  Abriéndose paso con sólo 150 hombres se dirige a Candelaria, donde atraviesa el Río Paraná, el 23 de setiembre de 1820.

Allí termina la titánica resistencia del héroe.  El silencio que rodea sus pasos posteriores impiden una exacta apreciación de sus intenciones.  Posiblemente llegó a la frontera del Paraguay con el objeto de solicitar refuerzos para la lucha por la libertad.  Su prestigio entre la masa indígena era notable.  Tal vez confió en repetir nuevamente su plan mediante la colaboración que obtuviera en el Paraguay.  Lo cierto es que su figura epopéyica desaparece del escenario geográfico de su protectorado, para encarnarse en las ideas y en las masas de sus provincias, volviendo en el justiciero lenguaje de la historia como un símbolo de redención y de gloria.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Rodríguez, Cap. Edison Alonso – Artigas, Aspectos militares del héroe – Montevideo (1954)

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

sábado, 28 de marzo de 2015

Anecdotario: La promesa

La promesa


El 30 de mayo de 1862, a instancias del rector de la Universidad de Córdoba se firmó el tratado de La Banderita, por el cual el general Angel Vicente Peñaloza deponía su rebeldía contra el Gobierno Nacional, y éste aseguraba una amplia amnistía a los insurrectos.  Días después empezaba la desconcentración de las huestes del Chacho, bastante maltrechas por la persecución que el coronel Rivas les hiciera después de haber levantado el sitio de San Luis.

El soldado Nolasco Ferreira rumbeó para Malanzán con tres compañeros más.  Estaba contento.  Se había acabado la guerra.  La proclama decía que habían luchado equivocados, que el Gobierno Nacional no quería perseguirlos.  El General retornaría a Guaja en unos días más.  La guerra había concluido y Nolasco Ferreira estaba contento porque había cumplido con su jefe, porque no le había mezquinado el cuerpo al peligro y porque tenía un poncho nuevo, una cabezada de plata y una pieza entera de paño grueso metido en las alforjas, recuerdos todos de la toma de San Francisco, en San Luis.

Se le hizo larga la jornada hasta llegar a las casas.  Anduvieron desde antes de la madrugada hasta el mediodía; comieron cualquier cosa, patay o choclos asados, y cuando el sol bajó un poco, le siguieron pegando hasta la oración.  Ya cerca, Nolasco Ferreira sentía el saludo alegre del mistol y el garabato, la ulpishita que lo visteaba de lejos dándole su recatada bienvenida, el canto del rey del bosque y el perfil familiar de la sierra.  Sus compañeros se habían desgranado por el camino.  A Nolasco Ferreira le parecía que en estado de soledad sentía más en lo hondo la presencia amiga de sus cosas de siempre.

El rancho estaba unas leguas más allá del caserío, cerca de la Quebrada del Crujidor.  Dio un gran rodeo para no encontrarse con nadie.  ¡Quién lo viera a él, tan bailarino y fiestero, evitando la gente!  Pero es que no quería dialogar sino con el rescatado paisaje, con un acento que parecía perdido.  Entró por un sendero agreste, al fondo del sembradito.  Le hubiera gustado quedarse contemplando un rato el ranchito de adobe, el trabajoso verde del fondo cultivado, el corral de pirca donde guardaba la majada: le hubiera gustado imaginar con los ojos cerrados esos viejos contornos suyos para ver si los recordaba sin equivocarse o si la ausencia se los había borrado.  Pero el ladrido alerta de los chocos lo descubrió.  El caballo paraba las orejas y relinchaba bajito, homenajeando la querencia encontrada.  Nolasco Ferreira echó pie a tierra.  Su casa.  La mujer, los changos, las cabras, el maíz.  Era la paz.  No le pesaban los meses de fatigas y andanzas: pero se estaba mejor en casa.  Eso sentía Nolasco Ferreira en todo el cuerpo mientras abrazaba blandamente a la mujer, hecha una risa y un llanto estremecidos.

Cuando quedaron solos en el rancho, bien metida la noche (una confusa vidala en boca del último amigo que se volvía chumado) la mujer le dijo:

- Me has de prometer una cosa: que no te has de volver a ir por cosas de la guerra.

Nolasco Ferreira se lo prometió.  Ella se apretó más contra su cuerpo requemado de soles.

Carpió la huertita y estuvo limpiando de piedras un cuadro grande para hacer un melonar.  Tuvo que levantar una vara más la pirca, porque el león había entrado dos veces.  Empezó a amansar el potrillo zaino, que estaba pintando muy lindo.  Hubo que limpiar la represa, casi cegada por el barro.  El Angel lo ayudaba a traer las cabras al anochecer.  Cuando volvía a la casa, sintiendo el olor acre de la majada y bañándose en el polvo rojizo que levantaba, Nolasco Ferreira sentía que eso era la paz.  A veces iba hasta Malanzán, vendía una o dos cabritas o las cambiaba por vino sanjuanino.  Los días de lluvia se quedaba a trenzar cueros o a repujar un apero que había empezado a hacer antes de salir a la campaña.

Una secreta inquietud a veces lo desazonaba.  ¿Qué pasaría con el General?  Sabía que estaba en Guaja: le habían dicho que una vez bajó hasta Catuna, a la inauguración de la iglesia nueva.  Nolasco Ferreira, no sabía por qué, presentía algo malo.  Un día se llegaron al rancho dos oficiales de guardias nacionales.  Dijeron que venían a buscar las armas.  Nolasco Ferreira dijo que no tenía ninguna.  Cuando se fueron, después de quedarse un buen rato, sacó el viejo fusil de debajo de un montón de quinchas y envuelto cuidadosamente en trapos, blanco de grasa.  La mujer estaba hilando.  Lo miró, solamente, y él supo que le estaba recordando la promesa.  Tampoco él dijo nada: sólo acarició con flojedad el fusil y lo volvió a guardar.

Le llegaban noticias muy de tarde en tarde.  Que Ontiveros había andado haciendo hechurías por San Luis.  Que el Potrillo correteaba los pueblos de la raya sanjuanina.  Que en los departamentos del Poniente a todos los chachistas los perseguían y les sacaban las armas.  Que la gente estaba pobre y jodida y en todos lados clamaban al Chacho para que los aliviara.  Nolasco Ferreira se sentía un poco ajeno al descontento.  La mujer le había cuidado las cabras de la voracidad de la guerra: el Angel había sabido pasar tres y cuatro días escondido en lo fragoso de la sierra con la majada, comiendo quesillo y leche, esperando que los destacamentos se alejaran.  Además, la mujer había sembrado el maíz y ya los marlos asomaban entre las hojas jugosas.  La esquila también se había hecho en su momento: un vecino los había ayudado, y pudieron recoger como ocho sacos de lana.

No se podía quejar.  No estaba rico, ¡de adónde!, pero no pasaba hambre y los pesos que le dieron por el paño que trajo de la guerra los había convertido en ropa decente.  Cuando le contaban que los amigos andaban galgueando por unos reales, que casi todos habían hallado sus casas abandonadas, su hacienda robada, los sembradíos talados o comidos por el yuyal, Nolasco Ferreira sentía un recóndito egoísmo, una satisfacción vergonzante.  ¡Tuvieran una mujer como la suya, no les hubiera pasado nada!  Pero después se quedaba pensando y se sentía inquieto.  Le parecía que su bienestar era usurpado y que tenía la obligación de cargar con la miseria de todos.  Entonces se ponía a hacer los trabajos más rudos: carpía la tierra hasta deslomarse o llevaba piedras a la pirca hasta que las manos le temblaban.  Después se tiraba antarcas bajo el algarrobo y el suelo lo iba acechando como un moscardón cargoso.

Pasó el invierno y la primavera y el verano.  La Chaya fue triste, ese año: no había plata para engalanarse, ni ánimo para farrear.  Nolasco Ferreira ya ni bajaba al pueblo, para no escuchar malas noticias.  A veces algún amigo subía al rancho para que lo remediara: él le regalaba un cabrito o unos trapos.  Acudían a él como si no fuera el mismo de antes, como si ahora asumiera una jerarquía especial.  Le contaban.  Se venía la guerra de nuevo.  Todos querían terminar de una vez con la miseria que los acosaba.  El Gobierno Nacional no los auxiliaba.  En San Juan y en Córdoba hostilizaban a los grupos de antiguos montoneros que, corridos por la necesidad, trashumaban como paileros de un lado a otro.  El único que detenía la insurrección, era el General.  Había dado su palabra, y de allí no lo sacaban.  Había en los llanos, sed y hambre.  Gestos sañudos, voces hoscas.  Carencia.  Y un día, mientras volvía de la sierra con las alforjas cargadas de cilandro y poleo, Nolasco Ferreira vio una polvareda que se acercaba hacia Malanzán desde el sur.  El corazón le dio un vuelco.  Era la guerra.  Los compañeros se marchaban a pelear.  Y se dio cuenta de que se estremecía, no de temor, sino de ansia.

No le importaba perder su rancho, su hacienda.  Pero tenía miedo de sentirse envuelto en esa tentación de pegar un grito y salir también él al galope.  Recordó los ojos mansos de la mujer la otra vez, cuando le pedía que se quedara; se acordó de la promesa de la primera noche de la vuelta…  Bajó lentamente, con la vista fija en el cogote del caballo.  Era absurdo lanzarse a la guerra.  La miseria no se remediaba con guerra.

- ¿Qué no ha visto la polvareda…?

- No hi visto

Eso fue todo.

No podía dormir.  Sentía a su lado, sobre la cuja, la respiración acompasada de la mujer.  Estaba contento de haber cumplido la promesa: pero tenía miedo de creer que eso fuera un pretexto para no pelear.  Se imaginaba, instante a instante, lo que estaría ocurriendo en el campamento del General.  Veía, patente, las caballadas pastando bajo la alta noche, los fogones circundados de hombres, de lanzas, de decires, de silencios.  Veía al General conversando con los muchachos.  Oía, le parecía oír, el ruido de las armas, los sables cantarinos, las lanzas enhiestas, los codiciados fusiles.  Era una locura largarse.  El había prometido quedarse y se había quedado.  Aunque no hubiera prometido nada, igual se hubiera quedado.  No era él quien se largara a esa guerra de locos.  Pero, también pensaba, ¿no valía la pena una locura para dar sentido a su vida?  Era cosa de locos desafiar el poder del Gobierno Nacional desde los llanos desolados de La Rioja: pero, ¿era mejor quedarse a cultivar la tierra y cuidar las cabras mientras los compañeros iban a tentar el destino?  Estaba la promesa con su mujer, más ¿su lealtad al General no era nada?  Veía las filas desmelenadas de la montonera descolgándose sobre la tierra cordobesa, sobre la travesía puntana, sobre los valles sanjuaninos, y le parecía que había un puesto vacío, un coraje vacante.  ¿Faltaría él, Nolasco Ferreira a esa cita estremecedora con la muerte?

- ¿Nolasco Ferreira, el de Malanzán?  ¡Flojo el mozo!  ¡Estuvo en otras partidas, pero esta vez nos ha hecho falta!

Le parecía escuchar el comentario.  Sí: la campaña sería una locura, pero últimamente, ¿quién era él para decir si lo que mandaba el General estaba bien o mal?  Era fácil seguir al General cuando al ovillo se le veía la punta: el asunto estaba en seguirlo cuando la empresa parecía absurda, cuando todo presagiaba la derrota y el sacrificio estéril.  Ahí se veían los hombres.  Ahí estaba la cosa…

Daba vuelta sobre el catre y no dormía.  Al fin, ¿qué significaba eso de quedarse carpiendo la huertita y viendo parir las cabras?  Tal vez ni siquiera fuera cosa de hombres.  La mujer lo había hecho durante la ausencia y lo había hecho bien.  Para los hombres estaba hecha la vida dura, la muerte vecina, la fatiga, la victoria y la derrota.  Se habían ido todos.  Sólo él quedaba, levantando la pirca, limpiando la represa…

Casi sintió asco de sí mismo.  Entonces, la mujer, entre sueños, le pasó el brazo moreno sobre el pecho.  Nolasco Ferreira se decidió.

Todavía no amanecía cuando sacó el fusil de debajo de las quinchas.  Lo limpió amorosamente.  Oía caer el cri-cri de los chilicotes como gotas de agua sobre la noche palidecida.  Buscó el caballo y ensilló.  Se puso la mejor ropa: un gran sombrero chileno, un chaleco bordado y las botas altas.  No hubiera querido ver a la mujer, pero ella lo adivinó.  Al lado del mortero, abrigándose del airecito de la mañana con el rebozo nuevo, quedó ella mirándolo sin palabras.  El Angel todavía dormía.  Salió al paso, sin apurarse, como si saliera al campo.  No huía de un destino: retornaba a sí mismo, volvía a su vida de montonero atado a la suerte de los suyos.

Atrás quedaba una promesa incumplida, una tierra ansiosa, una mujer angustiada.  Apenas eso.

Al lado del sendero, un chañar le acarició el hombro ásperamente.  Pegó un grito:

- ¡Iuuujuuuuu…!

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Luna, Félix – La última montonera – Biblioteca Boedo, Buenos Aires (1992).

www.revisionistas.com.ar

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viernes, 27 de marzo de 2015

SGM: Las casas de tungsteno de Galicia

Aliados y alemanes se pegaban por las “piedras gallegas”
 
Javier Sanz - Historias de la Historia


Cuenta Juan Eslava Galán, en su libro “Los años del miedo“, una anécdota de un paisano gallego que se encontraba preparando los aperos para salir a segar el heno, cuando un lujoso coche llegó hasta la puerta de su casa. Se apearon de él dos tratantes de la comarca y un señor trajeado con un elegante abrigo y un sombrero de ala.

Los tratantes, conocidos del paisano, se acercan y le dicen que el caballero -para más datos alemán- le quiere comprar su casa. Antes de que el paisano los mande “al carallo”, le dicen:

Pero sólo las paredes. Se lleva las piedras y a ti te queda el solar para hacer otra casa. Te paga 20.000 reales. Con este dinero te puedes hacer otra casa más grande y te sobra la mitad.
El labriego no lo ve claro, no puede ser que alguien me ofrezca tanto dinero por unas piedras. Vale que tienen un brillo especial cuando les da el sol, pero las hay a patadas. Al final los tratantes logran convencerlo. Al cabo de unos días, llega el alemán con el dinero y la cuadrilla que le acompaña derriban la casa y cargan las piedras en camiones.



La particularidad de las piedras con las que el paisano había construido su casa era que tenían un alto contenido en wolframio, también llamado tungsteno. Los alemanes lo utilizaron para blindar la punta de los proyectiles anti-tanque y la coraza de los panzers. Así pues, los alemanes comenzaron a comprar el escaso y preciado mineral de Galicia.


Cuando los aliados entraron en el mercado, los precios del wolframio se dispararon y se llegaron a pagar 243 ptas el kilogramo. Todo lo que pudieran adquirir los aliados no llegaría a los alemanes. A fecha de hoy, la mina de wolframio más importante del país y la tercera de Europa en cuanto a producción está en Los Santos (Salamanca).

jueves, 26 de marzo de 2015

SGM: La OSS tenía un perfil psicológico impecable de Hitler

Increíble idea de lo que la inteligencia norteamericana sabía de Hitler en 1943

Amanda Macias - Business Insider



Uno de los tiranos más brutales de la historia fue un diagnosticados de esquizofrenia en una misión para vengar a sus años de infancia de rabia reprimida, según el psicólogo estadounidense y profesor de Harvard Henry Murray.

En 1943, Murray fue encargado por la Oficina de Servicios Estratégicos, precursora de la CIA, para estudiar la personalidad de Adolf Hitler con el fin de tratar de predecir su comportamiento.

En su informe de 229 páginas, "La personalidad de Adolf Hitler," Murray describe a Hitler como un paranoico "ruina total" que es "incapaz de relaciones humanas normales."

"Es para siempre imposible esperar ninguna piedad o la integridad personal de él", escribió Murray.

Aquí hay ideas más reveladoras de la personalidad de Hitler:

Después de una infancia frustrante, Hitler se sintió obligado a ejercer el dominio en todas las cosas




Hitler cuando era niño.

Hitler sufría de sentimientos intolerables de inferioridad, en gran parte a raíz de su aspecto físico pequeño, frágil y enfermizo durante su infancia.

Se negó a ir a la escuela porque estaba avergonzado de que él era un estudiante pobre en comparación con sus compañeros de clase. Su madre lo apaciguado por lo que le permite abandonar los estudios.

"Él nunca hizo ningún trabajo manual, nunca participan en atletismo, y fue rechazada como siempre no apto para el servicio militar obligatorio en el ejército austriaco," escribe Murray.

Hitler logró sus inseguridades al adorar "la fuerza bruta, la fuerza física, la dominación despiadada, y la conquista militar."

Incluso sexual, Hitler fue descrito como un "masoquista de pleno derecho", que humilló y abusó de sus socios.

Gran parte de su ira se originó a partir de un complejo de Edipo severo

Cuando era niño, Hitler experimentó el complejo de Edipo (el amor de la madre y el odio del padre), que desarrolló después de ver accidentalmente padres teniendo sexo, según un informe de Murray.

Hitler era sumisa y respetuosa a su padre, pero lo veía como un enemigo que gobernó la familia "con severidad tiránico y la injusticia." Según el informe, Hitler tenía envidia del poder masculino de su padre y soñado humillarlo para restablecer "la gloria perdida de su madre."

Durante 16 años, Hitler no mostró ningún tipo de ambición o de la competencia, ya que su padre había muerto y que aún no había descubierto un nuevo enemigo.

Con frecuencia se sintió castrado


Hitler y Eva Braun

Otro golpe a la masculinidad de Hitler: Él era "incapaz de consumar en forma normal", las parejas sexuales de edad compartió con Murray.

"Esta enfermedad debemos reconocer como una instigación a los antojos exorbitantes por la superioridad. No se ha podido demostrar el poder masculino antes de que una mujer, que es impulsado para compensar mediante la exhibición de potencia sin igual a los hombres en el mundo en general", escribe.

Como se ha mencionado, cuando Hitler tenía relaciones sexuales con una mujer, él exhibió comportamientos masoquistas.

Hitler se dice que tienen múltiples parejas pero con el tiempo se casó con su amante a largo plazo, Eva Braun, horas antes de que se suicidaron juntos en su búnker de Berlín.

Sufría de indecisión y se derrumbó bajo la presión



Incluso en el apogeo de su poder, Hitler sufría de colapsos emocionales frecuentes de mala conciencia. "Él tiene pesadillas de una mala conciencia, y tiene largos períodos cuando la energía, la confianza y el poder de decisión lo abandonan", escribe Murray.

Según Murray, ciclo de Hitler de la desesperación completa a reacción siguió este patrón:

  1. Un arrebato emocional, rabieta de rabia e indignación acusatorio que termina en lágrimas y la autocompasión.
  2. Sucedido por períodos de inercia, el agotamiento, la melancolía, y la indecisión.
  3. Seguido por horas de abatimiento aguda y pesadillas inquietantes.
  4. Liderazgo para la hora de la recuperación.
  5. Y, por último decisión segura y decidida a contraatacar con gran fuerza y ​​crueldad.

La evolución de cinco pasos podría durar entre 24 horas a varias semanas, según el informe.

Se avergonzaba de su herencia mixta

Hitler valoró al "alemán de sangre pura, sin mezcla, y no corrompido", que él asociaba con la aristocracia y de la belleza, de acuerdo con Murray.

Murray ofrece la siguiente explicación de desprecio de Hitler de sangre mixta:

Cuando era un niño de doce años, Hitler fue capturado participar en algún experimento sexual con una niña; y más tarde, parece haber desarrollado un syphilophobia, con un miedo difuso de la contaminación de la sangre a través del contacto con una mujer.

Es casi seguro que este miedo irracional se debió en parte a la asociación en su mente de la sexualidad y la excreción. Pensó en las relaciones sexuales como algo excesivamente sucio.

Hitler negado que su padre había nacido ilegítimamente y tuvo al menos dos matrimonios fallidos, que su abuelo y padrino dos eran Judios, y que una de sus hermanas era un amante de un Judio ricos.

Centró su odio por Judios porque eran un blanco fácil.




Murray explica que Judios fueron los demográfico claro para Hitler para proyectar sus frustraciones personales y fallas en, ya que "no se defienden con puños y armas."

Los Judios eran, por tanto, un objetivo fácil y nonmilitarized que podía culpar por casi cualquier cosa, incluyendo los efectos desastrosos después del Tratado de Versalles.

Caricaturas antisemitas también asocian Judios con varios de disgustos de Hitler, incluyendo los negocios, el materialismo, la democracia, el capitalismo y el comunismo. Estaba ansioso por despojar a algunos Judios de su riqueza y poder.

Hitler tenía una presencia "hipnótico" sobre la gente que hablaba con él

Una foto de finales de los años 1930 muestra a Hitler en Baviera.

Mientras que el líder nazi despiadado era conocido por ofrecer un apretón de manos débil con palmas "húmedas y pegajosas" y era incómodo al hacer una pequeña charla, su presencia global fue descrito como "hipnótico" en el análisis de Murray.

Hitler recibió elogios frecuentes en sus ojos azul grisáceo, a pesar de que fueron descritos como "muertos, impersonal y sin ver" en el informe.

Murray señala que el Führer estaba ligeramente por debajo del promedio en altura, tuvo un retroceso de cabello, labios delgados, y "las manos en forma sorprendentemente bien."

Las fuentes dicen que Hitler parecía ser tímido o de mal humor cuando se reúna la gente y era sin coordinación en sus gestos. También fue muy exigente con la comida.


miércoles, 25 de marzo de 2015

Descubren por radar un antiguo fuerte romano

Antiguo gran fuerte romano descubierto en Italia
Archaeology


(Protección Civil de Friuli Venezia Giulia) TRIESTE, ITALY-Phys.org informes tenían imágenes creadas utilizando la información recogida por la tecnología lidar revelaron un fuerte romano cerca de Trieste, Italia, ha sido datada en 178 aC lo hicieron La fortaleza, llamada San Rocco, se dice que varias décadas mayor que cualquier otra fortaleza romana que se ha encontrado. Dos pequeñas fortalezas se han descubierto en el lado O de la misma. El fuerte Que havebeen Construido durante la Segunda Guerra de Istria, y podría proporcionar pistas sobre los primeros días del ejército romano. La excavación de artefactos: como tachuelas para botas militares indican el sitio fue ocupado hasta mediados del siglo I aC Para leer acerca de un descubrimiento similar en Alemania, consulte "Caesar's Gallic Outpost."