Clarín
Se cumplen 50 años del famoso avistamiento en las bases argentina, chilena y británica del continente blanco. Y de un invierno en el que pareció que los ovnis se habían encariñado con el país.
La tapa de Clarín del 7 de julio de 1965, tras el comunicado de la Armada informando sobre el avistamiento de un ovni en la Antártida. (Archivo Clarín)
Guillermo dos Santos Coelho
Tenía todos los ingredientes. Un escenario exótico, testigos curtidos y un clima de época que avivaba la imaginación, poco antes de la llegada del hombre a la Luna. Por eso, el ovni que se paseó por la Antártida hace 50 años fue un hito que ocupó el primer lugar de las portadas de todos los diarios argentinos. Y disparó una psicosis colectiva que duró todo el invierno y un poco más.
Mañana se cumple medio siglo del principal avistamiento. Aunque luego se supo que hubo algunos episodios previos, fue el 3 de julio de 1965 cuando un puñado de personas, las únicas en cientos de kilómetros blancos a la redonda, se encontró mirando al cielo con fascinación.
En la base argentina Decepción eran algo menos de 20 personas. Ese sábado, a las 19.40, hacía un buen rato que la noche era clara y tranquila. A esa hora, el observador meteorológico lo vio por primera vez. El comunicado de la Marina hablaría luego de una "masa de forma lenticular". Es decir, dos superficies cóncavas adosadas. Algo así como una lenteja.
La "lenteja", según los diversos relatos, se movía en el cielo cambiando de color. Los predominantes eran el rojo y el verde, aunque dio todo un espectáculo: ofreció tonalidades amarillas, azules, verdes, anaranjadas y blancas.
El observador meteorológico llamó a todo el mundo. Menos el operador radial que estaba de servicio, todo el destacamento pudo ver el objeto y seguirlo con el detalle que pudieron ofrecer prismáticos y teodolitos. A unos 10 o 15 kilómetros de distancia, el objeto se desplazaba en dirección general Este, aunque por momentos cambiaba hacia el Oeste, a unos 45 grados. Según los testimonios, variaba la velocidad, no emitía sonidos de ningún tipo y en ocasiones se mantenía suspendido en el espacio. El comunicado de la Marina especificó que fueron unos 15 o 20 minutos de espectáculo en condiciones de visibilidad inmejorables. Más tarde, los protagonistas dirían que duró bastante más.
El meteorólogo civil Jorge Hugo Stanich tomó su cámara y fotografió como pudo. Las fotos no salieron: la película era de baja sensibilidad para esa oscuridad y no había trípode. Fue curioso que, junto con el avistamiento, se detectaron alteraciones en los instrumentos de geomagnetismo
Un par de días después, la noticia explotó y ocupó el primer lugar en la portada de todos los diarios nacionales. Clarín habló con el comandante de la base Decepción, el teniente de fragata Daniel Perissé.
"Nosotros sólo hemos visto un objeto volador no identificado. Por informaciones que poseemos, sería elmismo que observaron los personales de los destacamentos chilenos y británico. Puedo agregarle que el curioso hecho fue comprobado en días anteriores, siendo siempre un solo objeto."
Efectivamente, los datos fueron confirmados por personal de la base "B" de Gran Bretaña y de la base chilena de la fuerza aérea Pedro Aguirre Cerdá, que hoy está abandonada. Incluso, allí, el cabo Uladislao Durán Martínez consiguió unas diez tomas fotográficas, pero había que esperar meses hasta el relevo del personal en esa base para revelarlas, porque no tenía taller. Al final volvió a Santiago en enero del 66, con las películas, que quedaron en el olvido. O conspiración o tomas sin contenido, elija su propia aventura.
Lo que siguió fue un julio agitado. Con ese fervor tan argentino por la psicosis, aparecieron testimonios de ovnis por todo el país. Y cada uno se llevaba centímetros de los diarios.
Primero vieron un ovni siete jóvenes que estaban cerca de Pilar, en una excursión. Hubo otro caso cerca de la base aérea de Morón. En Bahía Blanca llegaron a tomarles fotografías a luces en el cielo. Los testimonios se reprodujeron en Mendoza, en Resistencia, en Rosario y en Mar del Plata. El 1 de agosto, los largavistas que en el hipódromo de Palermo solían apuntar a la pista se enfocaron al cielo por un extraño globo. Todo duró unos minutos, hasta que por los altoparlantes anunciaron que faltaban "cinco minutos para cerrar el sport". La Argentina se había convertido en una especie de garage ovni.
El 4 de agosto, el Observatorio de La Plata calmó la efervescencia ovni que tenía a mucha gente mirando más al cielo que al suelo. Después de consultas a las centrales especializadas en el rastreo de satélites artificiales, y tras algunos cálculos, explicó que el satélite estadounidense Echo II, que había sido lanzado en enero de ese año de la base Vanderberg para ser usado en comunicaciones, pudo haberse visto desde la base Decepción el mismo día y a la misma hora del avistamiento ovni. Se trataba de un enorme globo de plástico aluminizado, muy reflectante.
La marea pasó, aunque ese mismo año, más raleados, siguieron apareciendo testimonios. En agosto, gendarmes del escuadrón de Punta de Vacas, en Mendoza, denunciaron que vieron un ovni juguetear en el cielo durante ocho minutos. Luego, en la capital riojana, dos hombres contaron que un ovni había volado encima del auto en el que viajaban. A principios de octubre, en Villa Characato, en el departamento cordobés de Cruz del Eje, una docente y un grupo de alumnas juraban haber visto un aparato de 30 centímetros a unos 400 metros de altura que iba, venía y desapareció.
Uno de los casos retratados por los diarios en esos meses se dio en la Ciudad. Un nene que iba a la escuela n° 9 vio una luz que cambiaba de colores y hacía movimientos extraños. La madre dijo que también había visto el objeto y corroboró el testimonio. El padre, algo más escéptico, le dijo a Clarín, probablemente con una sonrisa apenas esbozada: "No es un chico fantasioso, pero está en la época".