martes, 6 de noviembre de 2018

Edad de Piedra: Los suecos ya disfrutaban de la cerveza

Los suecos han estado elaborando cerveza desde la Edad del Hierro

Heritage Daily

Los arqueólogos de la Universidad de Lund en Suecia han encontrado granos germinados carbonizados que muestran que la malta se producía para la elaboración de cerveza ya en la Edad del Hierro en la región nórdica.

. Los hallazgos hechos en Uppåkra en el sur de Suecia indican una producción de cerveza a gran escala, posiblemente para festines y comercio.


Estructura de horno / horno (Foto: Mikael Larsson)

Los arqueólogos de la Universidad de Lund en Suecia han encontrado granos germinados carbonizados que muestran que la malta se producía para la elaboración de cerveza ya en la Edad de Hierro en la región nórdica. Los hallazgos hechos en Uppåkra en el sur de Suecia indican una producción de cerveza a gran escala, posiblemente para festines y comercio.

 "Encontramos malta carbonizada en un área con hornos de baja temperatura ubicados en una parte separada del asentamiento. Los hallazgos son de los 400-600, lo que los convierte en una de las pruebas más tempranas de la fabricación de cerveza en Suecia ", dice Mikael Larsson, que se especializa en arqueobotánica, la arqueología de las interacciones humano-planta.

Los arqueólogos saben desde hace tiempo que la cerveza era un producto importante en las sociedades antiguas en muchas partes del mundo. A través de documentos e imágenes legales, se ha encontrado, por ejemplo, que la cerveza se producía en Mesopotamia ya en el 4 000 aC. Sin embargo, como las fuentes escritas en la región nórdica están ausentes antes de la Edad Media (antes del año 1200 dC), el conocimiento de la producción anterior de cerveza depende de la evidencia botánica.


Granos germinados carbonizados encontrados en Uppåkra, Suecia (Foto: Mikael Larsson)

"A menudo encontramos granos de cereal en sitios arqueológicos, pero muy raramente en contextos que dan testimonio de cómo fueron procesados. Estos granos germinados encontrados alrededor de un horno a baja temperatura indican que fueron utilizados para convertirse en malta para la elaboración de cerveza ", dice Mikael Larsson.

La cerveza se hace en dos etapas. El primero es el proceso de malteado, seguido de la elaboración de cerveza real. El proceso de malteado comienza humedeciendo el grano con agua, permitiendo que el grano germine. Durante la germinación, las actividades enzimáticas comienzan a convertir proteínas y almidones del grano en azúcares fermentables. Una vez que se ha formado suficiente azúcar, el grano germinado se seca en un horno con aire caliente, deteniendo el proceso de germinación. Esto es lo que sucedió en el horno en Uppåkra.

"Debido a que el horno investigado y el grano carbonizado estaban situados en un área del sitio con varios hornos similares, pero sin restos que indiquen un cuarto vivo, es probable que la producción a gran escala de malta se haya asignado a un área específica del asentamiento. , destinado a festejar y / o comercializar ", explica Mikael Larsson.

Los primeros rastros de malta en relación con la elaboración de cerveza solo se han descubierto en otros dos lugares de la región nórdica. Una está en Dinamarca desde el 100 EC y una está en Eketorp en Öland desde alrededor del 500 EC.

"De otros sitios arqueológicos en la región nórdica, se han encontrado restos de la planta de mirto-pantano, lo que indica que se está elaborando cerveza. En aquel entonces, el bog-myrtle se usaba para preservar y dar sabor a la cerveza. No fue sino hasta más tarde, durante la Edad Media, cuando el lúpulo tomó el sabor de la cerveza ", concluye Mikael Larsson.

Universidad de Lund

lunes, 5 de noviembre de 2018

SGM: El estupendo espía catalán Garbo

El asombroso caso del criador de pollos que engañó a Adolf Hitler, cambió el curso de la Segunda Guerra y terminó sus días en Venezuela 

Catalán y espía improvisado, logró ser doble agente inglés y alemán. ¡Y fue condecorado por el vencedor y el vencido!



Por Alfredo Serra | Infobae


 
Joan Pujol García, con uniforme del 7° regimiento de artillería liviana español, durante su servicio militar en 1931, antes del estallido de la guerra civil.
De él, de Joan (o Juan) Pujol García, catalán –1914-1988–, no podría decirse lo que escribió Arturo Pérez-Reverte en el principio de su novela El Capitán Alatriste: "No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente".

Pero sí, con énfasis, que fue el más audaz. Porque de criar pollos y regentear un modesto hotel a entrar en la historia como el mayor espía del mundo moderno, doble agente… ¡y condecorado por los dos bandos!, hay años-luz. Más que un milagro…

Le sobraban imaginación, temple, capacidad histriónica, verba florida y convincente, y un cerebro febril digno del mejor novelista de best sellers.
Empecemos por el principio…



Pujol, barcelonés, hijo de padres de clase media hacia arriba, tenía 22 años cuando republicanos y fascistas se enfrentaron en la sangrienta guerra civil 1936-1939 que dejó entre los dos frentes casi un millón de vidas en el camino.




 
 Jordi y su esposa Araceli en España.


Sintió que la patria lo llamaba, y eligió el bando republicano. Pero su aversión a la izquierda no tardó en empujarlo hacia las fuerzas franquistas…, hasta que abjuró también del fascismo. Al fin y al cabo, predominó la formación liberal emanada de su padre.

El primer día de septiembre de 1939, las tropas del Tercer Reich hitleriano invadieron Polonia, trágica alzada de telón de la segunda gran guerra.
Juan, antinazi furioso, abandonó los pollos y la conserjería del hotel para unirse a los aliados. Pero… ¿cómo? Porque no era un hombre de armas…

A pesar de no hablar inglés –nunca aprendió, lo que torna más asombrosa su historia–, decidió ofrecerse como espía al bando británico a través de Lisboa, donde le tradujeron a la lengua de Shakespeare su carta de presentación al MI5, el servicio de Inteligencia.

 
Joan Pujol García, en una fotografía de los Archivos Nacionales de Reino Unido

Pero no le creyeron…

Decidido a ser espía a toda costa, probó suerte en el campo nazi, ¡y la tuvo! Pero fue un golpe de fortuna inducido no por el azar sino por un plan –su rito de iniciación– que burló al Abwehr, el servicio de inteligencia alemán.

Believe it or not, el pollero inventó una red de veintisiete colaboradores, espías también, repartidos por toda Europa, que le transmitían información clave. Una red que hizo aún más creíble con otra audaz ficción: el nombre de cada uno, su lugar en la misión, y advirtiendo que era imposible pasar datos más precisos –direcciones, teléfonos–, ya que podían ser detectados por el enemigo. Pero decora el misterio con datos verosímiles:
–Algunos son combatientes renegados irlandeses, y hay un aviador borracho que volaba para la Real Fuerza Aérea…

Una vez aceptado, le adjudicaron el nombre de Arabel, y esperaron resultados…

 
Joan Pujol “Garbo”, cuando trabajaba para el MI5 con el nombre en clave “Garbo”

Siempre desde Lisboa, les hizo creer a los alemanes sus mentiras, confiando en un precepto del mundo del espionaje: "El espía necesita identificarse con el enemigo para poder engañarlo". Y así fue.

Su ingenio, su capacidad literaria y la creación de datos falsos sobre movimientos de tropas, barcos y aviones británicos abrieron las puertas del cerebro de Hitler "para depositar allí el veneno de la desinformación", como escribió muchos años después José María Beneyto, autor del libro El espía que engañó a Hitler.

Pero aun faltaba la increíble segunda parte del plan. Porque a pesar de su rechazo, el MI5 no le perdió pisada al extraño personaje: un desconocido que no había sido entrenado en las sofisticadas y rigurosas técnicas del oficio, pero que ya era parte del enemigo.

Por cierto, a pesar de la desconfianza básica que es ley en ese mundo oscuro y secreto, los sabuesos de la Corona jamás imaginaron que las informaciones de Pujol no eran más –pero tampoco menos– que un prodigio de ficción armado con la lectura y los pronósticos de los diarios, y enviado a ese fantasma, Arabel, por los veintisiete imaginarios agentes instalados en sus rincones europeos.

 
Juan Pujol en las afueras del Palacio de Buckingham, en 1984

Pujol, una mente en perpetua ebullición, logró datos en los centros políticos y mentideros de Lisboa, advirtió al Tercer Reich sobre operaciones terrestres, marítimas y aéreas –algunas se cumplieron–, y llegó a lamentar el falso asesinato de dos de sus agentes: ¡el espía perfecto! Tanto, que fingió una de esas muertes con su imbatible poder de convicción (¡publicó el aviso fúnebre en un diario), y los alemanes no sólo le creyeron: indemnizaron a su viuda.

Pero aun faltaba su hora de gloria. Su golpe más audaz. Que habla menos del talento de Pujol que de la idiotez de Hitler y su fama de gran estratega: un muñeco de trapo tejido por la obsecuencia y el terror de sus generales del Alto Mando. Bien se sabe que su decisión de atacar a Inglaterra y a Rusia fueron disparates que no se le ocurrirían ni al más tonto de sus soldados.

Mientras Alemania se preparaba para enfrentar el mayor ataque aliado de toda la guerra, la invasión a las playas de Normandía (6 de junio de 1944, Operación Overlord, el mayor despliegue bélico de la historia), Pujol, ya llamado "Garbo" en alusión a sus dotes de actor y a la gran actriz Greta, logró convencer a Hitler de que el lugar elegido no era Normandía: un engaño creado para desviar las defensas nazis, y que el punto real era el Paso de Calais, a 294 kilómetros del engañoso punto.



 
Periódico de 1984, con una imagen de Pujol luciendo la medalla del Orden del Imperio Británico

Llamó a esa treta Operación Fortitude (fortaleza). Y sin dudar de su espía favorito, Hitler inmovilizó a la maquinaria bélica preparada para resistir la invasión, en el lugar equivocado…

Fue el principio del fin del desastre.

Por segunda vez, como en 1914–1918, Alemania sería vencida. Aplastada…

Pero el insólito doble agente atravesó ese período en medio de una tormenta familiar que estuvo a punto de hacerlo fracasar.

Casado con la actriz Araceli González Carballo, apenas pudo eludir la furia de ésta, harta de vivir en Inglaterra, en una casa de Harrow, al oeste de Londres, y en abierta rebeldía porque –por seguridad– Pujol le prohibía viajar a España para ver a su familia, y la obligaba a vivir encerrada.

En 1943, la crisis llegó a su punto máximo:
–¡No quiero vivir cinco minutos más con mi marido! Aunque me maten, voy a la embajada de España y pido refugio –amenazó a Thomas Harris, oficial británico a cargo de la protección a Pujol.

Grave problema.



 
Juan Pujol, frente a la Embajada alemana, en 1984.

Primero, el MI5 intentó calmarla seduciéndola con medias de seda –muy escasas entonces–, perfumes, ropa de última moda, pero fue inútil.

Harris resolvió el conflicto con una mentira:

–Su marido ya no trabaja más con nosotros. Lo despedimos por insensato: trató de defenderla y de conseguir su permiso para viajar a España. Está preso.

Y la llevó hasta el centro de detención, donde Pujol improvisó una farsa más:

–Sólo me dejarán en libertad si renuncias a viajar a España.

Araceli aceptó. Entre otras cosas, porque el rol de su marido como doble agente, y la copiosa paga, le estaba asegurando una vida opulenta en los años de paz.



 
Joan Pujol y Araceli González en Venezuela

Abril–mayo de 1945. La guerra ha terminado. En Berlín no queda piedra sobre pierdra. Hitler se ha pegado un tiro. Y Pujol, Garbo, Alaric, Arabel (sus nombres en clave) intuye que su vida corre peligro: Alemania está en ruinas, pero alguien puede hacerle pagar muy caro su informe sobre Normandía.

El MI5 lo ayuda a desaparecer. Se pierde en Angola con Araceli y sus tres hijos: Juan Carlos, María Elena y Carlos Miguel. Su existencia se esfuma… El MI5 hace rodar la noticia de que ha muerto de Malaria. Y en 1949, cuando ya no teme el disparo en la sombra y por la espalda, y con el bolsillo lleno, se muda a Venezuela. A un pueblo, Lagunillas, a casi 700 kilómetros de Caracas, y de sofocante y perpetuo clima: de 32 a 40 grados todo el año.

Se ha separado de Araceli en 1947 y se casa con Carmen Cilia, nativa de Choroní, pueblo de maravillosas playas, y tiene con ella tres hijos: Carlos Miguel, Juan Carlos y María Elena (que morirá muy joven, a sus 20 años).

Y de doble agente se reconvierte… ¡en tendero! Funda allí la Casa del Regalo: lápices, cuadernos, libros escolares, artículos de oficina, y ofrece a sus vecinos, obreros petroleros la mayoría, la ventaja de pagar en cuotas lo que necesitan sus hijos en la escuela.

 
El documento venezolano de Joan Pujol García


Un módico benefactor en ese mundillo de una calle principal de quinientos metros, panadería, carnicería, un banco, un restaurante chino…
Manda a sus hijos al colegio San Agustín, de Ciudad Ojeda, sólo para alumnos de clase alta.

Pero la muerte de su hija María Elena lo quiebra. Cierra la tienda y se muda a La Trinidad, una urbanización de Caracas, donde muere el 10 de octubre de 1988, a sus 74 años. Su mujer cumple el último deseo del increíble personaje: lo sepulta en Choroní, en la costa, poblado por pescadores y descendientes de africanos. Su lápida sólo dice "Juan Pujol García. Recuerdo de su esposa, hijos y nietos".

Pero cuatro años antes, el escritor británico Nigel West, experto en temas de espionaje, lo rastreó, lo encontró en su último paradero, y rescató la verdad de su vida. La de un doble agente sin experiencia que ayudó a cambiar el curso de la guerra y fue condecorado por los dos países: la Cruz de Hierro alemana y la Orden del Imperio Británico.

Un caso único en la historia. Y en un planeta donde las leyes de la Lógica pueden naufragar ante la fantasía, la audacia, la incertidumbre, el misterio, el desatino, el azar…

domingo, 4 de noviembre de 2018

Stalin: La vida de un terrible hijo de puta comunista (y van...)

La sangrienta historia de un niño enfermizo que asesinó a millones para edificar la Rusia moderna 

Iósif Stalin organizó el agro, triplicó la industria, e hizo de su país la segunda potencia económica del mundo.


Por Alfredo Serra  |  Especial para Infobae


 
Un joven Iósíf Stalin, antes de la revolución bolchevique


"La gratitud es una enfermedad que sufren los perros".
(José Stalin)
………………………………………..


El niño, el pequeño Iósif, ha orinado sangre. No es la primera vez. Su padre, Visarión, zapatero, borracho, violento, y sospechando siempre que Iósif no es un hijo de su sangre, alterna furia, alcohol y ceguera golpeando también a su mujer, Yekaterina Gueladze, Keke, hasta casi matarla.

Un día, ante esa escena, Iósif se atreve y le lanza un cuchillo.
La gota rebasa el vaso. La mujer pide ayuda, y el jefe de policía de la comarca logra una salida: muda a madre e hijo lo más lejos posible, y ella se abre paso trabajando hasta el agotamiento en lo que cuadre. Todo sea por Iósif y su educación. Y no parará hasta inscribirlo en una escuela religiosa…

El niño ha nacido en Gori, una pequeña aldea georgiana, el 6 de diciembre de 1878. Por muchos años será Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, hasta que se instaló en la historia como Iósif (José) Stalin, palabra que significa "de acero". Apodo que no defraudará…
 
Stalin, ya con uniforme militar

Pero ha nacido frágil. Su pie izquierdo tiene los dedos unidos por una membrana (defecto llamado sindactilia), que nunca le permitirá caminar de modo normal.

Antes de cumplir 7 años contrae sarampión, escarlatina y viruela, que deja en su cara huellas perennes…

Adolescente, lo atropella un carro de caballos y le quiebra un brazo. Su madre, supersticiosa y fatalista, cree que pesa sobre su hijo una maldición –algo que los años probarán, pero en sentido contrario–, y se esfuerza para dotarlo de armas contra la adversidad del destino: lo imagina convertido en un pope, un alto jefe religioso, un líder espiritual… y casi acierta. Porque Iósif, precoz lector y empujado por ella, alcanza lo que en su condición social desvalida es una gran victoria: una beca para estudiar en el Seminario Teológico de Tiflis, de línea ortodoxa georgiana. Una experiencia que detestó hasta su muerte.

Pero aquellos avatares de salud –y sus cicatrices–, más los rumores de su condición de hijo bastardo, no fueron aplacados por la serenidad y el silencio del seminario. La violencia, como un gen implacable, lo empuja a sangrientas peleas callejeras que su madre trata de mitigar… con no menos terribles castigos físicos. Un círculo vicioso que lo torna cada vez más provocador y amenazante.

En realidad, un bifronte. Una doble cara. Porque las grescas cotidianas, a veces con muchachos mayores que él, tienen un extraño contrapeso: Iósif escribe poemas nada desdeñables, canta con excelencia (bien pudo triunfar en ese campo), y abraza con pasión la lectura de libros de corte revolucionario. Una revolución que no tardará…

Primer traspié. En el seminario no están dispuestos a tolerar su rebeldía, y menos su proclamado ateísmo. Ergo, lo expulsan. Deja de ser "Soso", su apodo de niño: empiezan a llamarlo Koba (Invencible), nombre de un héroe literario.

Apenas volvió a ver un par de veces a su padre, un alma perdida entre la crueldad, el vodka y el vino, que desaparece de su vida de modo poco claro: una versión dice que lo mataron en una riña de taberna; otra, que murió en 1909 en un hospital de Tiflis, arrasado por la tuberculosis, y fue a parar a una fosa común.

La Revolución de Octubre (1917) lo encuentra entre los bolcheviques más radicales. En 1922, a sus 44 años, es secretario general del comité central del Partido Comunista. Dos años después, al morir Vladímir Lenin, acapara el poder y purga de opositores al partido. Entre ellos, a León Trotski, su mayor enemigo político. Los dividen posiciones irreconciliables. Stalin quiere una revolución exclusivamente rusa, y su rival, una lucha permanente…, e internacional.


Stalin, creció al interior de la revolución bolchevique y para 1922 era ya secretario general del Partido Comunista

Desterrado de la Unión Soviética en 1929 y exiliado en México, Stalin ordena matarlo. En 1940, un golpe de pico en su cabeza siega su vida. El asesino es el militante comunista catalán Jaime Ramón Mercader del Río…

A partir de entonces, la carrera política de Stalin, aquel niño de salud quebradiza y aquel adolescente que tanto cantaba y escribía poemas como se trenzaba en salvajes peleas callejeras…, no detendrá su colosal crecimiento. Escala todos los grados de la sofocante burocracia comunista, manda a millones a la muerte –es un paranoico de libro, según la Psicología–, y bifronte otra vez, será leído por la historia como un criminal no menor que Adolf Hitler, pero también como el hombre que después de la Segunda Guerra Mundial transformó a la URSS en la segunda economía del mundo.


Iósif Vissariónovich Dzhugashvili era hijo de un zapatero pobre, borracho y golpeador y tuvo mucho problemas de salud en su infancia.

No sin costo en vidas. Su política de brusco paso de país agrario a potencia industrial agitó a campesinos y granjeros despojados, estallaron revueltas no menos violentas que en los tiempos del último zar (Nicolás II), y el inmenso territorio, cercenada la producción de alimentos, sufrió y se estremeció con la trágica hambruna 1932–1933… mientras Stalin respondía a su criminal manera: millones de almas arrojadas a los campos de trabajo, y otros millones deportadas con condenadas a vivir en la contracara del infierno: las zonas más remotas y heladas…

Pero el georgiano –uno de los apodos de Stalin– no cesó de matar aun cuando los campos volvieron a producir. En 1937 desplegó la llamada Gran Purga: eliminación total de cientos de miles de supuestos conspiradores y enemigos del régimen… sin perdonar siquiera a líderes del Ejército Rojo

Y por fin, el gran golpe de mano. Roto su pacto de no agresión a la Alemania nazi, el hombre del perpetuo bigote lanzó todo su poder bélico para recuperar los antiguos territorios del Imperio: Polonia, Finlandia, los países Bálticos, Besarabia, Bucovina… y su mayor victoria: despedazó a Hitler en las batallas de Moscú y Stalingrado (sólo allí, un millón de muertos), el atroz invierno ruso que aniquiló a Napoleón cumplió su rol, y no se detuvo hasta que un soldado del Ejército Rojo izó la bandera de la hoz y el martillo en la cúpula de la Cancillería, sobre los restos mortales de Berlín y el cadáver de Hitler…

De pronto, el pequeño y enfermizo Iósef fue uno de los jugadores con mejores barajas en las conferencias de Yalta y Potsdam, donde se dibujó el nuevo mapa de Europa. Y ya, por razones positivas y negativas (un escritor dijo que era "una mezcla de intelectual y asesino"). Un líder insoslayable y temible para todo el planeta.

Ni siquiera Lenin, el factótum de Octubre 1917, pudo frenar su locura por el poder. En un escrito del 4 de enero de 1923, dijo: "Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de secretario general. Propongo a los camaradas que busquen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y nombrar a otro hombre más tolerante, más leal, más correcto, más atento, menos caprichoso. No es una pequeñez, y si lo es, se trata de una pequeñez que puede alcanzar importancia decisiva".

Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de secretario general

Una dramática anécdota más que reveladora: su hijo Yákov cayó prisionero en la batalla de Smolensk y fue arrastrado al campo de concentración de Sachsenhausen. Al principio no lo reconocieron, pero alguien delató su identidad. Trataron de doblegarlo para que hiciera propaganda a favor de Alemania, pero se negó. Segunda chance de sobrevida: canjearlo por el mariscal Friedrich Paulus. Pero Stalin respondió "la Unión Soviética no canjea soldados por mariscales". Yákov murió en ese campo el 15 de abril de 1943, quizá asesinado al tratar de huir. Nunca se supo la causa. Antes había tratado de suicidarse. Y su padre jamás mostró pena ni furia por la muerte de su hijo. Peor aún: al conocer su intento de suicidio, según el escritor Sebag Montefiore, dijo:

–Ni siquiera supo matarse…

La vida familiar del dictador fue también una prueba de su helado carácter. Yákov era hijo de la primera mujer de Stalin, Yekaterina Svanidze, que murió en 1907, apenas cuatro años después de casarse. Su segunda mujer fue Nadezhda Allilúyeva, muerta en 1932. Oficialmente, por una grave enfermedad. Pero es posible que se haya suicidado después de una terrible pelea con su marido.

Tuvieron dos hijos: Vasili y Svetlana. El primero, condecorado por la fuerza aérea, murió por alcoholismo en 1962. Cinco años más tarde, Svetlana huyó a los Estados Unidos: un escándalo social y político que la prensa agotó hasta el último capítulo: la hija del tirano ruso amparada por su peor enemigo…

Jamás volvió: murió en Wisconsin en 2011.

 
Cumbre entre Franklin D. Roosevelt, Joseph Stalin y Winston Churchill en Teheran, en 1943

Y por si algo faltaba, el hombre de hielo no fue al funeral de su madre (1937): todavía la odiaba por obligarlo a entrar al seminario…

Amado, temido, odiado. Según el historiador Robert Conquest, Stalin "fue uno de los hombres que más influyó en el siglo veinte". Según su colega Kevin McDermott, "según su conveniencia, podía ser adulón y servil, o venenoso e impío para acusar y mandar a la muerte a millones".


Hacia el final de los años 40, su victoria sobre el nazismo y su gigantesco aparato de propaganda entró en la mente y la sangre del pueblo como una fuerte dosis de ciego e irracional patriotismo. Derramó sobre las almas ingenuas y crédulas una fábula de colosal falsedad: "Muchos de los descubrimientos e invenciones que se adjudican nuestros enemigos occidentales fueron obra nuestra. Por ejemplo, la máquina de vapor, la lámpara incandescente, la radio, el avión".¡Y hasta daba el nombre de los autores de esas hazañas!
Podía ser adulón y servil, o venenoso e impío para acusar y mandar a la muerte a millones

Llegados los años 50 –y los 70 del paranoico y autócrata dueño, en extensión de tierras, más de media Europa–, su salud empezó a quebrarse.
Su médico, Vladímir Vinográdov, le descubrió un grave cuadro de hipertensión y le aconsejó, más allá del inmediato tratamiento, que abandonara el gobierno. O que por lo menos redujera el ritmo…
No le hizo caso. Y su manía persecutoria se duplicó cuando Lidia Timashuk, médica del Policlínico del Kremlin, le escribió una carta en la que acusaba a Vinográdov y otros ocho médicos judíos de ordenar tratamientos "inadecuados" a hombres de los altos mandos del ejército y del partido para matarlos lentamente…

Stalin bramó. Sin pruebas y enloquecido, ordenó arrestar a los nueve médicos y torturarlos hasta que confesaran su plan.

Dos murieron en las sesiones de tortura, y los siete sobrevivientes, al borde de la muerte, confesaron y firmaron su inexistente crimen.

Poco después, su secretario privado desapareció, y su jefe de guardaespaldas fue fusilado…, pero oficialmente se anunció "muerte prematura".

Fue suficiente. Los miembros del Politburó barruntaron que estaba por estallar otra de las brutales purgas, y decidieron detenerla.

El 5 de marzo de 1953, Stalin no salió de su habitación en la Dacha –su casa de campo–, ni respondió a los golpes en la puerta.

Nadie se atrevió a entrar.

Pero a las diez de la noche del domingo siguiente, primer día de marzo, su mayordomo lo encontró en el suelo, inmóvil y sin habla.

Llamó a los miembros del Politburó. Fueron llegando… pero ninguno llamó a un médico.

Veinticuatro horas más tarde, Lavrenti Beria, el jefe de policía, convocó a varios.

Dictamen: ataque cerebrovascular fulminante.
  Stalin extendió el terror de sus purgas en el interior de la Unión Soviética mientras buscaba posicionar a su país como una potencia mundial

Pero su agonía se alargó hasta las diez y diez de la noche del jueves 5, cuando fracasados todos los intentos de reanimación, y a pesar de que los enfermeros seguían luchando, Nikita Jrushchov dijo:

–¡Basta, por favor! ¿No ven que está muerto?

Dos conjeturas opuestas sobre la verdad de ese final se dan patadas.
La primera dice que en la noche del sábado 28 de febrero, Stalin reunió a su círculo íntimo: Beria, Malenkov, Jruschov y Bulganin.
Vieron una película y –muy tarde– cenaron.
Los invitados se fueron, juntos, hacia las cuatro de la madrugada.

Pero la otra versión es menos alambicada…, y defendida por los historiadores Iliá Erenburg y Víktor Aleksándrov.

Al parecer, fue una pelea de perros.

Lázar Kaganóvich y Kliment Voroshílov (también invitados, pero eliminados en la primera versión) se enfrentaron a Stalin y le exigieron, a gritos, la liberación de los siete médicos acusados, sin pruebas, de atentar contra la vida de altos personajes del régimen.
Stalin les habría gritado "¡Traidores!
Los dos, como respuesta, rompieron los carnets del partido. Y Stalin, rojo de furia, se encerró en su dormitorio.

Mucho después del fin de la Unión Soviética, la muerte de Stalin volvió a ser noticia.
Dos historiadores, el ruso Vladímir Naúmov y el norteamericano Jonathan Brent, coincidieron: Stalin habría sido envenenado por Beria. Que muy poco antes de morir fusilado (23 de diciembre de 1953), gritó en una reunión del Politburó:

–¡Yo lo maté! ¡Lo maté y los salvé a todos!

El cuerpo embalsamado de Stalin estuvo junto al de Lenin hasta el 31 de octubre de 1961, al empezar la campaña contra su memoria dirigida por Nikita Jruschov.

Removido de ese lugar de honor, fue enterrado muy cerca, detrás del mausoleo del líder de la revolución rusa, junto a otros líderes soviéticos que descansan en ese sector de la Plaza Roja, con su propio busto de granito sobre el que todavía hay quien llega a dejar flores rojas.

 
La tumba de Stalin en la Plaza Roja, detrás del mausoleo de Lenin y a un costado del muro del Krmlin. Todavía hay admiradores que le llevan flores

Entretanto, todavía se investiga –y se debate– una de las mayores tragedias de la historia: ¿a cuántos millones ordenó matar Stalin?

Después del fin de la URSS se abrieron los archivos, pero las cifras no parecen firmes. Entre otras cosas, porque hubo varias categorías de víctimas, y el recuento se hace imposible.

A saber: ejecutados por delitos políticos y penales; muertos en gulags y en reasentamientos forzosos. Deportaciones masivas por razones étnicas, con millones muertos durante los traslados. Asesinados por pertenencia a todo tipo de religiones: la URSS consagró como tal… el ateísmo.
La cifra más aproximada: entre 20 y 30 millones de muertos.

En 1945, cuando el Proyecto Manhattan de los Estados Unidos logró concretar la primera bomba atómica y le abrió la puerta a la Era Nuclear, la Alemania nazi y la Unión Soviética abandonaron la carrera.

Tanto los científicos de Hitler como los de Stalin habían avanzado mucho en la creación de esa máquina de muerte masiva, pero el equipo de Robert Oppenheimer cruzó la meta antes que sus rivales.

Dos bombas, una sobre Hiroshima y otra sobre Nagasaki, decidieron la rendición incondicional del Imperio del Japón y el final definitivo del Eje.
Cabe, hoy, una pregunta. ¿Qué habría sido del mundo y de su historia si Alemania o la Unión Soviética cruzaban antes la línea de llegada?

sábado, 3 de noviembre de 2018

Imperio Persa: Decidir borrachos, actuar sobrios

La táctica de los antiguos persas: deliberar ebrios, decidir sobrios

La Brújula Verde


Relieve en Persépolis / foto Shutterstock

Hay una frase latina muy conocida que dice In vino veritas (en el vino está la verdad), sugiriendo que bajo los efectos del alcohol uno está más predispuesto a revelar cosas que de otro modo no haría.

No es algo exclusivo de los romanos, muchos otros pueblos tienen dichos parecidos, comenzando por la frase griega En oinoi aletheia que significa más o menos lo mismo. Y el Talmud judío también recoge un pasaje al respecto.

Encontramos la primera alusión a la expresión romana en la Historia Natural (14, 141) de Plinio el Viejo en el siglo I d.C.: volgoque veritas iam attributa vino est (la verdad se atribuye al vino).



La griega, aunque anterior y a cargo del poeta Alceo de Mitilene en el siglo VI a.C., la conocemos por una cita del erúdito bizantino Juan Tzetzes en el siglo XII, y viene a decir que el vino es la ventana del hombre. Y en cuanto a la hebrea, mucho más explícita, que encontramos en el Talmud: el vino entra, el secreto sale.

Safo y Alceo, cuadro de Lawrence Alma-Tadema (1881) / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Las propiedades desinhibidoras del alcohol son conocidas desde muy antiguo, pero sorprendentemente también fueron aprovechadas para algo a primera vista tan opuesto como tomar decisiones clave. Heródoto, cuando habla de los persas (en el siglo V a.C.) en el libro primero de su Historia afirma:

Después de bien bebidos, suelen deliberar acerca de los negocios de mayor importancia. Lo que entonces resuelven, lo propone otra vez el amo de la casa en que deliberaron, un día después; y si lo acordado les parece bien en ayunas, lo ponen en ejecución, y si no, lo revocan. También suelen volver a examinar cuando han bebido bien aquello mismo sobre lo cual han deliberado en estado de sobriedad (Historia I, CXXXIII) 

Relieve en Persépolis / foto GerardM en Wikimedia Commons

Es decir, las decisiones tomadas mientras estaban bebidos las reexaminaban ya sobrios al día siguiente, y si seguían estando de acuerdo en que eran acertadas, las ponían en práctica. Aparte de que el sistema incluía una parte lúdica que de otro modo no tendría la toma de decisiones, los persas aprovechaban de esa manera la desinhibición producida por el alcohol en el primer debate para recopilar ideas (incluso aquellas que pudieran parecer absurdas).


De ese modo se aseguraban que todos los participantes expusieran puntos de vista que probablemente estando sobrios no se atreverían a revelar. Al día siguiente el debate se tornaría más serio y, reexaminando las cuestiones en que habían estado de acuerdo ebrios, podrían tomar en cuenta opciones que nunca hubieran surgido de no emplear este curioso método.

Sin embargo Heródoto menciona también el contrario, el cual ya no parece tan fiable. Tomar decisiones ebrio, aun cuando se tengan en consideración solo ideas aprobadas estando sobrio, parece ciertamente peligroso.


Quizá lo que Heródoto quiere decir, de una manera algo enrevesada, es que los persas querían estar seguros de que sus decisiones eran correctas y estaban tan bien fundadas que podían ser válidas bajo cualquier estado.
Detalle del relieve en la escalera Este de la Apadana de Persépolis / foto Phillip Maiwald en Wikimedia Commons

Curiosamente Tácito cuenta algo similar pero sobre los germanos en el siglo I d.C.:


Y también tratan en los banquetes de reconciliarse los enemigos, de haber casamientos, elegir príncipes, y, en fin, muchas veces de las cosas de la paz y de la guerra; como si en ningún otro tiempo estuviera el ánimo más capaz de buenos y sencillos pensamientos, ni más pronto y entendido para grandes empresas. Y esta gente, que de suyo no es astuta ni sagaz, pone de manifiesto aun hoy los secretos de su pecho con la licencia de las diversiones. De este modo queda al descubierto y como al desnudo la intención de cada cual. Al día siguiente vuelven a tratar las mismas cuestiones, porque se tiene consideración y respeto con ambos tiempos. Proponen y votan cuando no saben fingir, y resuelven y determinan cuando no pueden errar (Germania, XII)

Según Tácito el método permitía a los germanos liberarse de inhibiciones y evitar la cautela habitual, conduciendo de esta forma a la toma de soluciones innovadoras. Fuentes: The Skeptical Philosopher / Uncorking the Past: The Quest for Wine, Beer, and Other Alcoholic Beverages (Patrick E.McGovern) / Herodotean Inquiries (S.Bernardete) / Wikipedia.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Argentina: Uno de las conjeturas del origen de la palabra boludo

El origen de la palabra boludo

A partir de un artículo publicado en el diario Clarín, Cristina Pérez y Gonzalo Sánchez hablaron sobre la historia de la palabra “boludo”, uno de los términos más representativos de la idiosincrasia argentina.

Cristina Pérez





“La historia de la Historia dice que los primeros boludos fueron los valientes gauchos que, en las Guerras de Independencia, mataban a los españoles con sus bolas de piedra y sus boleadoras”.

Así lo cuenta la escritora María Laura Dedé en su libro Deslenguados, una especie de diccionario razonado de “malas palabras”.

“En la primera fila -cuenta Dedé- iban los pelotudos, quienes derribaban a los caballos enemigos con grandes piedras o pelotas. En segunda fila estaban los lanceros, que pinchaban a los jinetes caídos; y en tercer lugar, los boludos, que terminaban de matarlos con las boleadoras. Pero los gauchos también morían, por eso un diputado una vez dijo: ‘no hay que ser boludo’, y así quedó: pelotudo y boludo eran los que se dejaban matar, aunque, según este señor, ser pelotudo era peor, porque iban adelante. Se ve que el diputado no entendía que los gauchos estaban defendiendo la Patria… por convicción o porque no tenían otro medio de subsistencia”.

La palabra, además de ser entre los jóvenes una manera de llamarse y no un insulto, en 2013 fue elegida por el poeta Juan Gelman como la que mejor representa el lenguaje de los argentinos.

Se lo había pedido el diario español El País en el contexto del VI Congreso de la Lengua, en Panamá. “Es un término muy popular y dueño de una gran ambivalencia hoy.

Entraña la referencia a una persona tonta, estúpida o idiota; pero no siempre implica esa connotación de insulto o despectiva. En los últimos años me ha sorprendido la acepción o su empleo entre amigos, casi como un comodín de complicidad.

Ha venido perdiendo el sentido insultante. Ha mutado a un lado más desenfadado, pero sin perder su origen”, argumentó Gelman. ¿Sabría su origen?

Advertencia al lector: en esta nota no hay eufemismos. Más bien se llama a las cosas por su nombre. Aquí hay “malas palabras, improperios y otras cosas peores”, como dice el subtítulo de Deslenguados.

El libro recoge el origen de algunas palabras, sinónimos y cambios curiosos. Como el “hijo de puta”. En ese caso, explica: “Los tiempos cambian las palabras y las palabras cambian los tiempos, por eso, para no estigmatizar, mucha gente ya lo reemplaza por hijo/a/e de yuta (acepción vulgar de policía), aunque, ¿no estamos estigmatizando otra vez?”

Dedé -que es autora de unos 30 títulos, entre cuentos y poemas- habla con voz dulce y melodiosa, difícil de asociar con forro, joder, mierda o pija, algunas de las palabras que desmenuza en su libro, que más que un libro es una suerte de diccionario. “Fue casi una triquiñuela –explica- una manera de invitar a los chicos (y no tanto) a que lo lean para que pensemos juntos.”

-¿Por qué quisiste escribir sobre malas palabras?

-Más que escribir, es un libro que vomité, porque muchas de las palabras que venía escuchando me estaban cayendo mal. Fue una cuestión visceral: tuve que expulsar lo que me pasaba con esa violencia verbal a la que estamos sometidos cotidianamente en casa, en la escuela, en la calle, en el trabajo y en los medios.

Deslenguados es casi un tratado acerca de esas palabras que a veces se pronuncian sin tener conciencia de su efecto. La autora plantea un esquema, una suerte de método de estudio con un correlato gráfico: por un lado están las palabras amarillas, las “malas palabras”, separadas a su vez en “feas, sucias y malas”.

Que según Dedé tienen que ver con nuestro canon social de belleza, lo escatológico y lo sexual, respectivamente. “Las pongo en amarillo porque son más fuertes que el resto y, por lo tanto, al decirlas hay que prestar atención”, recomienda.

En segundo lugar están los improperios, en anaranjado, que son los insultos exclusivamente verbales, los ofensivos por antonomasia. “Deberíamos ser conscientes de por qué necesitamos usarlos y qué le puede pasar al otro cuando los escucha”, reflexiona.

Después vienen las “cosas peores” en rojo, con algunas que ni siquiera incluyen malas palabras. Otras son improperios sociales.

María Laura cree que ambas son verdaderamente peligrosas: “Las primeras, porque, disfrazadas de ‘palabras comunes’, socavan la autoestima y la integridad del más débil. ‘No servís para nada’, ‘Vos nunca vas a aprender’, ‘Si sos hombre no llorés’ o ‘Lo que vos necesitás es un macho al lado’ son frases denigrantes que, al ser dichas por alguien que detenta autoridad, dejan huellas indelebles.”

Las segundas “cosas peores” son los insultos sociales, que ella define como la réplica de estereotipos construidos desde el poder para alimentar la asimetría. “’Negro’, ‘maricón’, ‘putita’, con el sentido peyorativo que tienen hoy, deberían ser anacronismos. Porque las palabras tienen cuerpo y a su paso van creando realidad.”

Claro que por suerte también hay otras, que llama “palabras mágicas”, y están en color verde. “Son las que sirven para acercarnos y avanzar: ‘Sé que hiciste lo mejor’, ‘Contá conmigo’, ‘Te extraño’, respaldadas con la acción, son frases sanadoras que alientan, tienden lazos y abren puertas.

-¿Creés que este es un libro para que los chicos lean solos?

-Cada uno va a encontrar su manera de leerlo. Algunos lo devorarán completo, otros hojearán sólo el diccionario. Unos lo leerán todo seguido y otros lo tendrán como material de consulta, una palabra cada tanto. Alguno lo leerá solo, a escondidas, en el baño. Habrá chicos que lean también las partes dirigidas a los adultos (y no pasa nada, a lo sumo se van a aburrir) y algunos grandes leerán solo las partes para los chicos. También hay docentes que lo llevan para abrir el debate en las aulas.

Deslenguados apunta además a convertirse en una herramienta de educación sexual: habla del goce, de la masturbación masculina pero también de la femenina, de la prostitución, la trata, la identidad de género y la orientación sexual.

Habla de la importancia de la palabra NO y alerta sobre la violencia sexual desde la primera infancia. Pero también cuenta cómo la gente comía caca en el medioevo e incluye chistes ingenuos.

“Estas son las puertas por las que los chicos de 8 o 9 años entran al libro y lo disfrutan. Ya tendrán tiempo de entender lo más difícil mientras mantengan el libro al alcance, en la biblioteca”.

-¿Cómo manejaron las ilustraciones de algo tan intangible como las palabras?

-Fue un camino muy delicado que fuimos recorriendo con el ilustrador, Héctor Borlasca. Había que prestar atención de no ser agresivos ni vulgares, por un lado; y de no contradecir en los dibujos lo que explicábamos en palabras, por el otro.

-Se ve que hay una investigación, se incluye bibliografía… ¿Cómo fue ese proceso?

-Fui leyendo y marcando todos los libros que busqué ex profeso y otros que fueron llegando a mí: desde “Puto el que lee”, de Pablo Marchetti o “Las malas palabras” de Ariel Arango, pasando por libros sobre violencia de género, los conceptos de belleza de Umberto Eco, blogs de internet o un pasquín casero sobre masturbación femenina que compré en una feria de Villa Las Rosas. Hasta Cyrano de Bergerac tuvo algo interesante para decirme.

Los insultos que decían nuestros abuelos

Adefesio: Persona bochornosamente horripilante.

Alcornoque: Persona tonta, bruta. Viene del árbol del alcornoque, que es ahuecado.

Alfeñique: Persona flaquita y débil. Un viento la tira al suelo.

Badulaque: Persona tonta, cantamañanas, zascandil.

Bellaco: Mal bicho.

Bultuntún: Que habla sin ton ni son, o sea, sin pensar

Cachivache: Persona ridícula, mentirosa e inútil.

Cagalindes: Persona cagona, cobarde.

Chapucero: Chanta, chantún, chantuna.

Echacuervos: Persona alcahueta, buchona.

Estafermo: Persona embobada, que no razona ni entiende nada.

Granuja: Persona que busca sacar provecho del otro.

Latoso: Plomo, pesado. Parlanchín.

Mamerto: Tarambana, tonto, retonto.

Mentecato: Mamerto que se se hace el sabelotodo.

Mequetrefe: Monicaco. Personita de cuerpo o mente minúscula.

Palurdo: Pateto, paleto, maleducado.

Pelandrún: Persona vaga e irresponsable.

Pelele: Persona que se deja manipular. Viene del muñeco de paja o tela que se quema en carnaval.

Pindongo: Persona que lleva una vida callejera, pero no precisamente por ser vendedor ambulante.

Raspamonedas: Estafador profesional.

Tiquismiquis: Persona muy remilgada.

Zampabollos: Persona comilona en exceso. Golosa.

Zurriburri: Vil, de poca monta.

Zurumbático: Persona atontada, aturdida, sombría, y con muy mal carácter.

Artículo extraído del diario Clarín – Por Graciela Baduel

jueves, 1 de noviembre de 2018

Guerra Hispano-Norteamericana: El USMC en Playa Este

“Los marines en Playa del Este”





Los marines estadounidenses se forman en su campamento en Cuba en 1898.

Cuando el Escuadrón del almirante Cervera quedó atrapado en el puerto de Santiago, la flota estadounidense se asentó en un bloqueo sombrío e incansable, comenzando así una nueva fase naval de la guerra hispanoamericana, con nuevos problemas que enfrentar y nuevos planes para enfrentar exigencia.

Un problema al que se enfrentó el almirante Sampson fue el establecimiento de una base no muy lejana donde sus barcos podrían ser transportados por carbón y se realizaron reparaciones menores. Una ubicación ideal para una base de este tipo era la Bahía de Guantánamo, a solo 60 millas al este de Santiago.

El 7 de junio de 1898, el pequeño y desprotegido crucero Marblehead, Comandante Bowman McCalla, de la Armada de los EE. UU., Reconoció la bahía en compañía de los cruceros auxiliares Yankee y San Luis, y condujo al pequeño barco de combate español Sandoval a las aguas del fondo del puerto interior , bastante fuera del alcance de los barcos de calado profundo.

Mientras San Luis estaba cortando el cable, un destacamento de marines que comprendía la guardia marina de Nueva York del crucero, 40 del acorazado Oregon y 20 del Marblehead, aterrizó del crucero bajo el mando del Capitán MC Goodrell, Cuerpo de Marines de los EE. UU. la nueva york El grupo de desembarco quemó las pocas chozas en Playa del Este, destruyó la estación de cable en la desembocadura de la bahía y cazó en vano a soldados españoles que se habían dispersado bajo los bombardeos preliminares de los barcos.

 Los marines volvieron a embarcarse y los yanquis se fueron con los contingentes de Nueva York y Oregón, dejando a Marblehead para observar la bahía solo durante los próximos tres días. Luego, el 10 de junio, el transporte naval Panther llegó con el barco de despacho Dolphin en compañía.

La Pantera tenía a bordo a 23 oficiales de la Infantería de Marina, un cirujano naval y 623 hombres enlistados, todos bajo el mando del Teniente Coronel Robert W. Huntington, Infantería de Marina de los EE. UU., que tenía instrucciones de aterrizar y establecer una base para la flota. .

Así, mientras el almirante Sampson despidió a Santiago de Cervera como prisionero y esperaba la llegada del Ejército, la primera invasión real de Cuba por parte de las fuerzas de los Estados Unidos comenzó en la Bahía de Guantánamo. Los marines llenaron botes y embarcaciones y fueron remolcados a la playa con lanchas de vapor. Aterrizaron con precisión, y en menos de una hora todo el batallón estuvo en tierra con sus tiendas y suministros.

Subiendo una colina que se elevaba bruscamente desde la playa, el batallón llegó a la cima sin oposición, encontrándose en una meseta de varios acres de tamaño y salpicado de bosques y chaparral. Pronto, las carpas aparecieron en hileras, mientras se enviaban fiestas para limpiar el campo del campamento, un trabajo que resultó casi imposible con los electrodomésticos a la mano.

El batallón se estableció para pasar la noche sin ver a un solo español. Pero la oscuridad trajo al enemigo y los guerrilleros comenzaron a aparecer en los puestos de avanzada, matando a dos soldados privados, James McColgan y William Dumphy, e impidiendo que los infantes de marina cansados ​​pudieran dormir. Marblehead y Dolphin bombardearon el campo circundante, pero no pudieron desalojar a los españoles. El cirujano asistente John Blair Gibbs, de la Marina de los EE. UU., fue asesinado frente a su tienda y el sargento C. H. Smith fue asesinado a tiros en las líneas del frente antes de que llegara la luz del día. El número de la noche también incluyó a varios hombres heridos.

Los españoles continuaron acosando a los marines, trabajando para profundizar sus pozos de rifles poco profundos, y en la mañana del duodécimo sargento mayor Henry Good fue asesinado. Ese día, una fuerza de 60 cubanos, comandada por el teniente coronel Thomas, se unió a los marines. El Coronel Huntington dijo sobre esto: "Ellos, al estar familiarizados con el país y los excelentes leñadores y valientes, fueron de la mayor ayuda".

Los infantes de marina se encontraban bajo un fuego de rifle constante desde la maleza y la mañana del día 14 llevaron la sexta muerte a la orden, cuando el soldado Goode Taurman se cayó de un precipicio y murió. Los heridos habían alcanzado un total de 22.

Con sus hombres agotados por la falta de sueño y cada vez más irritable ante la molestia de los guerrilleros, el Coronel Huntington asumió la ofensiva el día 14. Envió a las Compañías C y D, con los 60 cubanos, a destruir un pozo a unas 6 millas del campamento. Se dijo que este pozo era el único suministro de agua español a menos de 9 millas, y sin él, los españoles se verían obligados a retirarse a Caimanera, una pequeña ciudad de guarnición a unas 10 millas de la bahía y, por lo tanto, fuera del alcance de los barcos.

Otra fuerza de los españoles, más numerosa que los marines, estaba ubicada alrededor de Playa del Este, en el brazo oriental del puerto. Esta fuerza permaneció discretamente inactiva después de descubrir que los barcos del Comandante McCalla estaban listos para bombardear la costa, con la menor excusa.

La expedición de bienestar, 211 hombres en total, con el Capitán GF Elliott, oficial superior de los marines, abandonó el campamento bajo el mando del teniente coronel Thomas de Cuba y pronto se mezcló en una pequeña y caliente chatarra con unos 500 españoles que duraron alrededor de las 11:00 am hasta casi las 3:00 p.m.

Lucharon por las crestas y por valles asfixiados hasta que los españoles finalmente huyeron desordenados, dejando 60 muertos, incluyendo a dos oficiales. Un teniente y 17 soldados fueron capturados por los estadounidenses. Tres infantes de marina resultaron heridos, mientras que los cubanos tuvieron dos muertos y dos heridos.

El informe del capitán Elliott elogió particularmente al teniente primero W. C. Neville, quien se lesionó una cadera y un tobillo en una caída después de que terminó la pelea; El primer teniente L. C. Lucas, al mando de la Compañía C; El capitán William F. Spicer, al mando de la Compañía D; Los tenientes segundos L. J. Magill, P. M. Bannon y M. J. Shaw; El sargento John H. Quick, que constantemente se exponía al fuego enemigo mientras señalaba al delfín, y a Privates Faulkner, Boniface y Carter por su puntería inusualmente mortal.

El informe cita la efectividad del fuego de artillería del Delfín, el Comandante H. W. Lyon, y el cuidado que la nave brindó a 12 infantes de marina, incluido el Capitán Spicer, quienes fueron vencidos por el calor y enviados a ella para recibir tratamiento.

Esta lucha, en la que también se distinguió el capitán Elliott, puso fin a la acción española contra el batallón de la marina, y no hubo más ataques, aunque se mantuvo la vigilancia para evitar un ataque sorpresa.

Aliviados de la presión del enemigo, los marines reforzaron su posición mientras las chaquetas azules aterrizaban en las tiendas, reconstruían la casa de cables y cortaban el cable cortado, lo que daba a la Marina su propio canal de comunicación.

Con este trabajo en la mano, el almirante Sampson envió al acorazado Texas y al Suwanee, un faro armado, para cubrir un pequeño fuerte en el brazo occidental del puerto, el lado opuesto a la ubicación del campamento marino. Habían disparos ocasionales desde este fuerte, y era necesario expulsar a todos los enemigos del área y regresar a Caimanera para que la bahía fuera completamente segura para la formación de carbón y la reparación de los barcos.

El fuerte podría proporcionar poca resistencia, pero un elemento de peligro entró en el ataque a través de la presencia de minas submarinas en el canal occidental. El fuerte fue destruido por los dos barcos con la ayuda de Marblehead, que recogió una mina de contacto en su hélice. El Texas también golpeó a la deriva, pero, por suerte, ninguno explotó.

Con el último trabajo reducido del enemigo, las naves de Sampson empezaron a bombear regularmente en Guantánamo, y permanecieron allí sin problemas para efectuar reparaciones cuando fuera necesario. El agua era lo suficientemente profunda para los acorazados, el clima era razonablemente saludable y ningún español parecía arruinar la calma. Este último permaneció en Caimanera, y el pequeño cañonero Sandoval también subió a esa ciudad, fuera del alcance.

Los lanzamientos a vapor mantuvieron el canal barrido en caso de que los españoles pusieran minas a la deriva, y mantuvieran una patrulla constante contra un posible ataque de torpedo por parte del Sandoval. Pero no hubo ningún ataque y los equipos de lanzamiento solo tuvieron oportunidades ocasionales para disparar a sus pequeños botes de un libra contra el cañonero distante, como su único alivio de la monotonía de su vigilia.

El día 18, el almirante Sampson, en su buque insignia de Nueva York, hizo su primera visita a la nueva base de su escuadrón y encontró todo en excelente orden. Los marines se encontraban cómodos y sanos en la costa; de hecho, no se produjo una muerte por enfermedad durante toda la ocupación marina de Playa del Este. En la bahía, el acorazado Iowa y el crucero auxiliar Yankee yacían pacíficamente enlucidos, mientras montaban el Marblehead, Dolphin, Panther, la nave del hospital Solace, el tierno faro de Armeria y tres coleccionistas.

Probablemente nada en toda la campaña naval contra las fuerzas españolas en Cuba le haya dado más crédito a la perspicacia del Almirante Sampson que la adquisición de la Bahía de Guantánamo, ni el trabajo realizado por la pequeña fuerza de los marines en un país extraño, enfrentado por enemigos en su totalidad. tiempos tan numerosos y bien ocultos por una exuberante maleza, ser muy elogiado. Fue una campaña modelo y una descrita no menos por una autoridad que el experto militar del London Standard, como un "golpe maestro".


Weapons and Warfare

miércoles, 31 de octubre de 2018

Rusia esquiva su pasado amigable con el Nazismo

Rusia debe hacerse cargo de la amistad Stalin-Hitler


El Kremlin niega algunas páginas vergonzosas de la historia de la Segunda Guerra Mundial. No es un signo de fortaleza.

Por Leonid Bershidsky | Bloomberg





El 17 de septiembre de 1939, la Unión Soviética invadió el este de Polonia. Alemania, que había hecho lo mismo en la parte occidental del país dos semanas antes, aceptó bajo los términos de un notorio acuerdo de neutralidad entre Adolf Hitler y Josef Stalin que dividió partes de Europa oriental en las esferas de influencia nazi y comunista.

Eso es solo historia en la mayor parte del mundo, pero es parte de la política contemporánea. Una corrección de Associated Press la semana pasada y sus reacciones muestran que la cuestión de si la Unión Soviética y la Alemania nazi fueron aliados en los albores de la Segunda Guerra Mundial sigue siendo un tema candente para muchos rusos y europeos del este.

La corrección fue emitida a un artículo sobre una conmemoración del Holocausto en la ciudad occidental de Lviv, Ucrania, que originalmente llamaba a la Unión Soviética y la Alemania nazi "antiguos aliados". Señaló que los dos países firmaron un pacto de no agresión en 1939 que "pavimentó forma de repartirse Polonia y que la Unión Soviética tome los estados bálticos de Lituania, Estonia y Letonia ".

La corrección siguió las cartas del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia enviadas tanto a la AP como a otros medios que imprimieron la historia, diciendo que la frase "antiguos aliados" era un "vívido ejemplo de intentos de reescribir la historia" y que la URSS nunca había sido el aliado de la Alemania de Hitler. La AP concluyó que el pacto alcanzado el 23 de agosto de 1939 por los cancilleres alemanes y soviéticos Joachim von Ribbentrop y Vyacheslav Molotov no constituía una alianza formal, por lo tanto la corrección.

Esta no es la forma en que muchos ven la historia en Polonia y los países bálticos.

"La alianza soviético-nazi comenzó la Segunda Guerra Mundial", tuiteó Jerdzej Tomczak, un miembro de la delegación polaca en la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

"Un recordatorio anual de la negación rusa en su apogeo", publicó el ex presidente estonio Toomas Hendrik Ilves. "17 de septiembre, cuando los rusos se unieron a sus ALIADOS (el término se vuelven locos cuando lo dices), los nazis".

No se trata solo de historia, por supuesto: Nótese el uso de Ilves de "ruso" en lugar de "soviético". La contribución de la Unión Soviética a la derrota de Hitler es la piedra angular de la ideología nacional propagada por el régimen del presidente Vladimir Putin. Todavía se enseña en las escuelas rusas y comúnmente en Rusia que la URSS entró en la Segunda Guerra Mundial cuando Alemania lo atacó en 1941.

En 1989, bajo Mikhail Gorbachev, la Unión Soviética condenó oficialmente el pacto Molotov-Ribbentrop y admitió que contenía un protocolo secreto que establecía las esferas de influencia de los dos países. Putin más tarde alegaría, falsamente, que fue el parlamento ruso post-soviético el que emitió la condena, y agregó inmediatamente que esperaba que otros países condenaran sus propios acuerdos con los nazis.

Últimamente, Putin ni siquiera ha ido tan lejos. Se ha apegado a la versión soviética de la historia: que el pacto era necesario para la seguridad de la Unión Soviética frente a una traicionera política de apaciguamiento occidental hacia Hitler que, como dijo Stain en un discurso en marzo de 1939, tenía como objetivo enfrentar a Alemania y la URSS uno contra el otro al servicio de su destrucción mutua. En 2014, Putin defendió el acuerdo Molotov-Ribbentrop durante una reunión con historiadores. "Todo el mundo dice que es tan malo", dijo. "¿Pero qué tiene de malo que la Unión Soviética no quiera ir a la guerra?"

En cuanto al desmembramiento de Polonia, Putin nunca se disculpó por ello. A menudo menciona que Polonia misma ocupó parte de Checoslovaquia en 1938, poco después de que el Acuerdo de Munich entre Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia permitiera a Hitler tomar territorio checoslovaco. Putin incluso lo señaló en una carta abierta de 2009 a los polacos. Incluso la autenticidad del protocolo secreto del pacto Molotov-Ribbentrop es ampliamente cuestionada en Rusia.

En Polonia y los países bálticos, la continuidad entre las racionalizaciones soviética y putinista para trabajar con Hitler representa una línea ininterrumpida de pensamiento agresivo e imperialista ruso. Junto con las depredaciones de Rusia en su vecindad inmediata, la versión de Moscú de la historia se ve como una prueba de que Rusia todavía codicia la influencia en Europa oriental y los territorios bálticos que se vio obligado a abandonar cuando la Unión Soviética se vino abajo.
Es importante para esta escuela de pensamiento describir el trato de Stalin con Hitler como una alianza. Si la URSS de Stalin solo fue lanzada junto con el Reino Unido y los EE. UU. Después de que Hitler se volviera contra su antiguo aliado, entonces, y Rusia como su sucesora, no tiene derecho a reclamar ninguna parte de la victoria moral contra los nazis que vino con los militares uno en 1945. Rusia, según esta visión de los acontecimientos, es un aliado de Hitler impenitente en lugar de su conquistador.

No importa cuánto me moleste esta visión como ruso, también me sorprende la corrección AP. Si bien el pacto Molotov-Ribbentrop no pretendía describir una alianza formal, sino una relación de neutralidad mutua, la relación continuó profundizándose después de que se alcanzó. El 28 de septiembre de 1939, después de que Polonia ya estaba dividida entre ellos, la Unión Soviética y Alemania firmaron un Tratado de Límites y Amistad. El texto, y un mapa de zonas de influencia que confirma el acuerdo menos formal adjunto al anterior pacto Molotov-Ribbentrop, fue publicado en Pravda, el periódico oficial del Partido Comunista Soviético. En un contexto diplomático, la amistad implica una alianza en lugar de una relación neutral. A partir del 22 de junio de 1941, la Unión Soviética y la Alemania nazi eran antiguos amigos. "Antiguos aliados" no es muy exagerado.

Aunque la Segunda Guerra Mundial ha terminado hace mucho tiempo, la lucha por el terreno elevado moral continúa. La campaña de Polonia contra el uso de la frase "campos de exterminio polacos" para describir los centros de exterminio nazis en territorio polaco es evidencia de ello.

Pero es imposible reclamar ese alto nivel moral sin reconocer una medida de culpabilidad. Rusia no se cubriría de vergüenza si admitiera, y se disculpara por el intento de Stalin de hacerse amigo de los nazis y hacer un trato territorial con ellos tanto como finalmente lo hizo con los aliados occidentales. Fue moralmente incorrecto y llevó a mucho sufrimiento.

Para que Rusia admita esto y ofrezca una sincera disculpa, Polonia no tiene que aceptar la culpa primero por apoderarse de un poco de Checoslovaquia en 1938. Los líderes fuertes y las naciones fuertes no miran por encima del hombro cuando cuadran esas cosas con su conciencia. Margaret Thatcher no lo hizo en 1990, cuando se disculpó con Checoslovaquia por Múnich sin exigir que nadie más lo siguiera.

Una admisión incondicional de la culpabilidad de Stalin (no es un "error", como Putin lo llamó una vez) al dividir Europa Oriental con Hitler sería una movida poderosa por parte de un líder ruso. Pero Putin es demasiado aficionado a la negación obstinada como una táctica para hacerlo. Rusia tendrá que esperar a un líder que pueda aceptar la responsabilidad de crímenes pasados, y así, finalmente, reclamar esa parte de la victoria moral contra los nazis que Rusia realmente merece. También podría ser un comienzo para descansar la cautela de los vecinos occidentales de Rusia.

martes, 30 de octubre de 2018

Guerra antisubversiva: La noche de los jóvenes terroristas sin lápices


La mentira de “la noche de los lápices”
Publicado por Nicolás Márquez
Prensa Republicana





Una deliberada mentira disparada en los años 80´ y luego potenciada por la propaganda obrante durante el prolongado latrocinio kirchnerista, consistió en tomar como referencia el ficcionario filme popularmente conocido como “La Noche de los Lápices”, aquel bodrio maniqueo y falaz obligatoriamente impuesto en la enseñanza escolar oficial, como si dicha película encarnase una verdad revelada en vez ser lo que verdaderamente es: una historieta audiovisual plagada de caricaturizaciones ideológicas y manifiestas patrañas historiográficas.

Resulta que el promocionado filme nos cuenta una historia (que los farsantes que la apañan pretenden hacer pasar por verídica) en la cual un simpático grupete de amigotes bregaban por una enternecedora rebaja en el boleto estudiantil, y las máximas picardías de estos inquietos jovenzuelos no eran otras que tararear las melodías del dúo hippie “Sui Géneris”, jugar de vez en cuando al “ring-raje” y soñar con un “mundo más igualitario para todos y todas”.

Acto seguido, aparecen en escena unos militares malos que se enojaron porque sí, “secuestraron” a los inquietos estudiantes por el simple hecho de “pensar distinto” y los mataron por mero morbo y placer. Punto final del largometraje.


Graffiti arquetípico para consumo masivo de incautos e idiotas útiles.

La película tiene como basamento el libro “La Noche de los Lápices” escrito por la inefable María Seoane (ex integrante de la organización homicida ERP) y Héctor Nuñez

, quienes a su vez se basan en el relato de Pablo Díaz, quien presumía ser el único sobreviviente del grupo de seis estudiantes involucrados.

El libro citado fue terminado el 7 de junio de 1986, es decir 9 años y 10 meses después de los presuntos hechos. Lo allí narrado fue la base que se tomó para producir la difundidísima película homónima.

No nos detendremos aquí a analizar la mala calidad del rodaje puesto que no es el propósito de esta notícula, sino que una vez más, cometeremos el sacrilegio de cuestionar la veracidad de la versión dada en la película, atendiendo, entre otras cosas, al lastimoso perfil del personaje central del filme en la vida real, el mencionado Pablo Díaz.

En efecto, ni el filantrópico Pablo Díaz era un ingenuo muchacho de barrio, ni fue el único sobreviviente, ni tampoco luchaban por el boleto estudiantil (esto fue tan sólo la excusa oficial), sino que el accionar de Díaz y sus secuaces desde siempre estuvo dirigido a promover no la militancia boletera sino la criminalidad terrorista de la que fueron parte.

Efectivamente, el propio Díaz en sus años mozos (cuando protagonizó los hechos que le dieron cárcel primero y celebridad después), él ya integraba con destaque la tristemente célebre JG (Juventud Guevarista), brazo estudiantil de la organización infanticida ERP, la cual se encargaba de promover su actividad criminal en los institutos educativos de los cuales se extrajeron renovadas camadas terroristas. Y fue en esa militancia castro-guevarista confesada por el propio interesado y documentada en el mismísimo libro “Los Últimos Guevaristas”[1] (escrito por el delincuente Julio Santucho, hermano de Mario Santucho, ex Comandante en Jefe del ERP), que el casi veinteañero Díaz (un poco grande para estudiante secundario) resultó detenido entre 1976 y 1980.

Pero Díaz no se quedó solamente en los años 70´ en su malsana pretensión subversiva: ya en 1989, siendo ya no tan joven e irreflexivo, Pablo Alejandro Díaz hizo conocer su filiación al grupo terrorista MTP (Movimiento Todos por la Patria), prolongación del ERP comandada por el homicida confeso Enrique Gorriarán Merlo, el cual en enero de ese año asesinara a diez soldados y mutilara a otros sesenta durante el histórico y aberrante ataque terrorista al Regimiento de La Tablada durante el gobierno de Raúl Alfonsín.


Pablo Díaz: de boletero a terrorista.

Pero obviamente Díaz no fue el único bonachón que participó de los sucesos “inofensivamente” retratados en la película. El 15 de septiembre de 1998, en el órgano de prensa de la guerrilla derrotada, es decir en el pasquín Página 12 (diario fundado con dinero ilegal proveído por el propio Gorriarán Merlo según confesión de su propio fundador, es decir de Jorge Lanata), se efectuó una nota reporteando a la dama Emilce Moler, otra de las protagonistas y que fuera detenida en La Plata el 17 de septiembre no por clamar por el cacareado boleto estudiantil sino por militar en la organización terrorista Montoneros. Allí se informa que ella y Gustavo Calloti (otro elemento subversivo que también vive y que está radicado en Francia), conjuntamente con otra joven radicada en La Plata (y van cuatro los aparecidos) conformaban una célula con los siguientes objetivos:

EM: “Teníamos un proyecto político, en relación con los desaparecidos de los secundarios de La Plata. No fue exclusivamente la lucha por el boleto, eso era un objetivo superfluo que fue utilizado buscando reivindicar la militancia (…) No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que participaban en ella. Detuvieron a un grupo que participaba en una agrupación política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES (brazo estudiantil de Montoneros), es decir que había a un proyecto político al fin”.

Pero la confesión más despampanante de todas, probablemente la haya dado Jorge Falcone (oficial Montonero y hombre de confianza del asesino Mario Firmenich), es decir el hermano de María Claudia Falcone (la otra protagonista de la película en donde la susodicha es mostrada como mártir), ya que en nota concedida y transcripta para el libro “Montoneros, Soldados de Menem?, Soldados de Duhalde?” de Viviana Gorbatto, éste expresa:

“–Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida. Ni mi hermana ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha”.

–¿Tu hermana y vos eran montoneros convencidos?

–(Falcone) Sí. Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera (…) fuimos a la conquista de la vida o la muerte (…). En el departamento donde cayó mi hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata. Mi hermana no cayó por el boleto secundario, sino por una patria justa, libre y soberana. La gente que tenía la conducción de un colegio secundario no se chupaba el dedo. Tenía práctica política y militar”




Jorge Falcone, el ex Montonero que obró de sepulturero de la bochornosa estafa fílmica “la noche de los lápices”

Y como si tamaña confesión fuese insuficiente, el ex oficial Montonero Falcone añade: “Cuando se dio la película, yo fui llevado en andas con Pablo Díaz, el sobreviviente, del cine al obelisco. Allí dije que mi hermana estaba en la clandestinidad con documento trucho, que respondía a una orgánica revolucionaria. Eso puso a todos nerviosos. No querían escuchar esas cosas. Mi hermana no era una Caperucita Roja a la que se tragó el lobo (…) era una militante revolucionaria”

-¿Qué cargo tenía tu hermana dentro de la organización?

-Era miliciana (…) La gente que tenía conducción en un colegio secundario no se chupaba el dedo. Tenía práctica política y militar (…) participamos en una serie de actos relámpagos que sirvieron de cerco en agosto del 75´ para el hundimiento de la Fragata Misiliística Santísima Trinidad”[2] remata Jorge Falcone, quien además por entonces era esposo de Susana Estela Carlotto, es decir de la ex guerrillera e hija de la mentirosa compulsiva Estela Carlotto, actual CEO de la firma empresarial Abuelas de Plaza de Mayo.



Estela Carlotto: como nonna fue una excelente empresaria y como madre fue un fracaso: sus hijos salieron o delincuentes montoneros o ñoquis estatalizados.

Visto y considerando que la mentira de la “Noche de los lápices” es refutada por los propios protagonistas

, vale complementar lo expuestos con las posteriores declaraciones del ex Montonero Martín Caparrós, quien sobre el particular sostuvo: “Creo que hubo una construcción inicial que fue esta idea de las víctimas impolutas. El desaparecido como víctima angelical que es la idea que sintetiza La noche de los lápices. La noche de los lápices es la mayor falacia que se ha producido en la historia argentina contemporánea. Falacia que se va a reproducir cuándo, ¿mañana, pasado?, ¿cuándo es el día de la noche de los lápices?…Pero La noche de los lápices es un mamarracho, quiero decir es como la quintaesencia de esta idea de ¡ay!, esos pobres chicos estudiantes secundarios que querían el boleto estudiantil, los agarraron los militares que eran tan malos y los mataron a todos. Esos chicos que querían el boleto estudiantil, además de querer el boleto estudiantil, eran militantes de unas organizaciones, unas agrupaciones que apoyaban a unas organizaciones que estaban a favor de la lucha armada y de todo eso” y haciendo un análisis global de la guerra revolucionaria en la que él participó en calidad de protagonista Montonero se pregunta: “¿Si ganábamos nosotros, las cosas hubieran sido mejores?” “¿nos hubiera gustado vivir en un país donde hubiéramos ganado” y concluye “Yo dudo de que hubiese durado mucho tiempo en un país gobernador por Montoneros”[3].


El ex montonero Martín Caparrós: de vez en cuando incurre en la buena costumbre de contar la verdad.

¿Hace falta agregar más datos y testimonios para proseguir demostrando y confirmando tanto en este como en otros episodios de la historia reciente cómo la mentira oficial se ha impuesto por la fuerza de la repetición propagandística y no como consecuencia de los hechos historiográficos objetivamente comprobados?.

Desde hace años que el que suscribe ha tomado un intransigente compromiso con la verdad, pero no porque nos consideremos los dueños de la verdad sino porque somos esclavos de la verdad. Y a ella nos remitimos y es a ella a quien nos subordinamos, le guste o no al endemoniado catecismo oficial, que esperamos comience a revertirse en estos nuevos tiempos que soplan en la República Argentina.

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Citas referenciadas:


[1] LOS ULTIMOS GUEVARISTASLA GUERRILLA MARXISTA EN LAARGENTINA. Autor: Santucho Julio. Editorial: JAVIER VERGARA

[2] Montoneros. Soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde?. Por Viviana Gorbatto. Ed. Sudamericana. 1999. Pág. 96, 97, 98.

[3] Montoneros. Soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde?. Por Viviana Gorbatto. Ed. Sudamericana. 1999. Pág. 327.