viernes, 4 de enero de 2019

Tercera Guerra del Golfo: La caída de los hijos de Saddam

Tortura, violaciones y borracheras: a 15 años de la muerte de los sanguinarios hijos de Saddam

Hussein Uday y Qusay cayeron el 22 de julio de 2003, poco después del derrumbe del régimen de su padre, en combate con las fuerzas de Estados Unidos. Eran los herederos del brutal dictador iraquí y hasta el final fueron los hombres más temidos del país


Infobae


  Saddam Hussein flanqueado por sus hijos Uday (izquierda) y Quday (derecha) (AFP)

Alguna vez los hombres más temidos en todo Irak, después de su padre Saddam Hussein, claro, los hermanos Uday y Qusay murieron en batalla contra las fuerzas de Estados Unidos el 22 de julio de 2003, hace exactamente 15 años.

Habían sido traicionados por un colaborador, que informó a los estadounidenses de su escondite en la ciudad de Mosul con la intención de cobrar los más de 15 millones de dólares de recompensa por cada uno de ellos que ofrecía en ese momento Washington.

Cuando las tropas de la Fuerza de Tareas 121, que los estaba buscando activamente, y soldados de la división aerotransportada 101 llegaron a la enorme mansión en la segunda ciudad más grande de Irak, recibieron una lluvia de balas de parte de los hermanos, el hijo de 14 años de Qusay y un guardaespaldas.

El dictador Saddam Hussein junto a su familia

Tal fue la respuesta que los 200 soldados que rodeaban el edificio debieron ordenar un bombardeo aéreo con aviones A10 Thundebolt II y pedir cañones pesados para poder doblegar la resistencia.

Tras seis horas de combate, solo quedaban ruinas y los cuerpos calcinados de los dos hijos más importantes del dictador Saddam Hussein, quien sería capturado cinco meses después en Tikrit.

Uday Hussein, de 39 años y el mayor de los hijos de Saddam, era el comandante de la organización paramilitar Fedayeen Saddam, director del Comité Olímpico y alguna vez considerado sucesor de su padre, aunque progresivamente fue desplazado de este rol por su estilo de vida lleno de excesos y violencia desenfrenada. Era el "as de corazones" en el mazo de naipes con los más buscados por Estados Unidos al comienzo de la Invasión de Irak en marzo de 2003.

El cuerpo de Uday recuperado por los soldados de Estados Unidos. Las imágenes se divulgaron para que los iraquíes confiaran en que estaba muerto (Reuters)

Qusay, su hermano menor de 36 años, era el comandante de la Guardia Republicana y director de la brutal inteligencia iraquí durante el dominio de Saddam. Frío, calculador y despiadado, se había convertido en el heredero del régimen y era el "as de tréboles".

Saddam y sus hijos estaban escondidos desde la caída de Bagdad en abril de 2003, pero el dato del informante develó que Uday y Qusay, siempre juntos, se habían refugiado en Siria durante la invasión y habían vuelto a Mosul, donde finalmente fueron encontrados.

Cuando la noticia se supo hubo celebraciones en todo Irak, especialmente en las comunidades chiitas y kurdas que habían sufrido lo peor de la represión del régimen sunita de los Hussein, que gobernó desde 1979 a 2003.

El cuerpo sin vida de Qusay Hussein (Reuters)

Especialmente Uday era famoso por sus excentricidades, su temperamento violento, sus tortura indiscriminada a los atletas iraquíes, sus borracheras y sus abusos sexuales a mujeres que simplemente veía en la calle y le gustaban.

También era famosa su fortuna acumulada gracias al control de los medios de comunicaciones iraquíes y otros negocios del gobierno de su padre.

Era tan temido y odiado que en 1996 intentaron asesinarlo. Recibió al menos siete disparos en el cuerpo por parte de atacantes no identificados mientras conducía por Al Mansour, y a raíz de sus heridas quedó impotente.

  Tropas estadounidenses tras la batalla que la que murieron Uday y Qusay

Pero apenas fue dado de alta protagonizó uno de los hechos más famosos de su locura violenta, como recuerda el periodista Anton Antonowicz, quien lo conoció durante una entrevista a su padre en 1982, en el periódico The Sun.

Uday quería celebrar haber sobrevivido al ataque y asistió al prestigioso club hípico Jadriyah. Allí quedó fascinado por una niña de 14 años, por lo que ordenó a sus guardaespaldas que la raptaran y llevaran a su casa.

La violaron por tres días y luego la dejaron en su casa junto a una bolsa de dinero.
  Uday era conocido por su gusto por los cigarros (AFP)

Pero su padre, un ex gobernador, se quejó ante Saddam y habló en público de lo que Uday había hecho.

En consecuencia, el entonces heredero del régimen se presentó ante el hombre, le exigió que entregara una vez más a su hija y que esta vez incluyera también a su hermana de 12 años, o los mataría a todos. El ex gobernador aceptó.

Qusay cultivaba, en cambio, el bajo perfil. No se le conocían estos arranques homicidas ni otros excesos. Vestía de manera sobria e imitaba el estilo de su padre.



El “as de tréboles” y el “as de corazones”, en la baraja que las tropas estadounidenses usaban para identificar a fugitivos de alto rango

Pero, como éste, su brutalidad no requería de grandes actos. Era él quien dirigía el aparato represivo de Saddam, los servicios de inteligencia y la policía secreta.

En 1991 lideró las matanzas contra lo chiitas levantados en Saddam City y persiguió y torturó a los opositores al régimen hasta el derrocamiento de su padre, muchas veces involucrándose personalmente en el proceso.

jueves, 3 de enero de 2019

Fusil Dreyse (Prusia)


Fusil Dreyse




Fusiles Dreyse. El tercero desde la izquierda es el modelo original; los otros son desarrollos posteriores.

El fusil “de aguja” Dreyse es un fusil de cerrojo accionado manualmente que revolucionó el mundo de las armas de fuego y colaboró eficazmente en el triunfo de los prusianos en su guerra contra daneses y austríacos, de la década de 1860.

Desarrollo

Johann Nikolaus Dreyse (1787-1867) comenzó a desarrollar un sistema de retrocarga, basado en un diseño hecho años antes por Jean Samuel Pauly, y luego de múltiples experimentos, concluyó el diseño del mismo en 1836. Consistía en un fusil de cerrojo corredizo y giratorio, cuya característica más destacada era una larga aguja percutora de acero que estaba situada en el interior de este y empujada por un muelle; de ahí el nombre de este sistema de arma.

Otra característica era su cartucho, que integraba todos los elementos que en las armas de avancarga estaban separados: cápsula fulminante, carga de pólvora y proyectil.

En 1841, el arma es ofrecida a Prusia, que la prueba en el mayor secreto y la adopta definitivamente en 1848. Los soldados prusianos que combatieron en la guerra de 1864, contra Dinamarca, y en la de 1866, contra Austria, iban armados con fusiles Dreyse.

El 3 de julio de 1866, en la batalla de Sadowa, los prusianos armados con este fusil se enfrentaron contra los austríacos, armados con el fusil de avancarga Lorenz, en un combate que duró 8 horas. Finalmente, los prusianos ganaron la batalla causando cuantiosas pérdidas a su enemigo, gracias al poder de fuego que les brindaba el fusil Dreyse.

Funcionamiento


Esquema del cerrojo de un Dreyse.

El Dreyse era básicamente un fusil de cerrojo accionado manualmente, que en su interior alojaba una larga aguja percutora y el resorte o muelle que impulsaba la misma. Al abrir el cerrojo y llevarlo hacia atrás, se comprimía el resorte y se podía introducir un cartucho en la recámara, quedando la aguja y el resorte retenidos.

Al cerrar el cerrojo, este quedaba bloqueado y la obturación se realizaba mediante dos piezas cónicas que se encastraban una dentro de otra. Cuando se oprimía el disparador, la aguja era liberada, impulsada por el resorte, con la fuerza suficiente para traspasar el cartucho y golpear el fulminante y así lograr encender al mismo.

Ese sistema de cierre tenía la ventaja de permitir la retrocarga, es decir, que se podía cargar desde atrás en vez de por la boca del cañón, y con los componentes del disparo (carga de pólvora, pastilla de fulminato y proyectil) ensamblados en una unidad o cartucho, no separados, lo que permitía una gran rapidez de tiro: entre 7 y 10 disparos por minuto durante los primeros momentos, lo que le daba una potencia de fuego increíble para esa época. Pero, el inconveniente residía en el que después de varios disparos, la recámara acumulaba tal cantidad de residuos producidos por la combustión de los cartuchos, que estos dificultaban el cierre y la apertura del cerrojo y hacían disminuir notablemente la velocidad de disparo.

La munición de este fusil era singular. El pistón o cápsula fulminante iba situado en la parte trasera del proyectil ojival que, a su vez, estaba contenido en un taco de cartón (que era el que tomaba las estrías del ánima del cañón) y tenía forma ovoide; después venía la carga de pólvora negra , por lo que la aguja percutora tenía que ser fina y larga para atravesarla y poder incidir en el pistón; por eso a esta arma se la llamó también “de aguja”.

El Dreyse poseía un cañón de ánima estriada, lo que le daba una excelente precisión.


Wikipedia

Aunque el diseño era sumamente ingenioso, presentaba una serie de dificultades prácticas: como ya se dijo, al quemarse la carga de pólvora directamente en la recámara, sin nada que la obturara y la protegiera, a los pocos disparos esta se recubría de residuos que dificultaban la introducción en ella de los cartuchos. Esto a veces llegaba a tal grado que los soldados equipados con este fusil tenían que ayudarse para cerrar y abrir el cerrojo con algún elemento -por ejemplo, una piedra-, pues con la mano no resultaba fácil. Por otro lado, la falta de obturación de la recámara hacía que escapasen de ella hacia la cara del tirador partículas incandescentes de pólvora. Además, la aguja, al tener que permanecer entre la carga de pólvora mientras esta se quemaba, se corroía y rompía con gran frecuencia y facilidad.

Características

Longitud total: 142,5 cm
Calibre: 15,43 mm
Peso sin bayoneta: 4,980 kg
Peso con bayoneta: 5,336 kg
Longitud de la bayoneta: 559 mm
Longitud del cañón: 907 mm de hierro forjado
Cadencia: entre 7 y 10 disparos por minuto
Velocidad inicial: 295 a 305 m/s
Alcance máximo: 600 m

El cartucho


Cartucho Dreyse a la izq.

El cartucho, integraba todos los elementos del disparo (bala, fulminante y pólvora) en una sola unidad, pero en un orden muy particular. El pistón o cápsula fulminante iba situado tras el proyectil, que a su vez estaba contenido en un taco de cartón; después venía la carga de pólvora. Este cartucho, armado artesanalmente, era de papel y se quemaba en la recámara, por lo que también se lo conoce como "cartucho combustible".

Características del cartucho

Diámetro: 16 mm
Peso total: 38,5 g
Peso de la carga: 4,85 g pólvora negra (75 grains)
Peso de la bala: 31 g (478 grains)
Longitud total: 6 cm aprox.

miércoles, 2 de enero de 2019

Cuba es una mierda: Las cosas que destruyó la puta revolución

Todas las cosas que destruyó la Revolución Cubana en 60 años de dictadura




Por Pedro Corzo | Infobae

El autor es cubano. Periodista. Vivió en Venezuela por doce años. Preside actualmente el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo.


Dos asesinos: los cubanos Fidel Castro y Che Guevara



En estos últimos sesenta años el pueblo de América Latina que menos ha progresado ha sido Cuba, mientras, ha retrocedido a los tiempos más oscuros de la Edad Media en lo que respecta a derechos, libertades ciudadanas y condiciones de vida de su población.


Cierto que en la mayor de las Antillas 21.900 día atrás tampoco había democracia, sin embargo, aunque no es consuelo, la economía estaba pujante y las condiciones materiales de vida y sociales, en franco progreso.


Infortunadamente, en las últimas elecciones plurales de su historia, según observadores de la época, el gobierno cometió fraude. Si bien, en menos de dos meses dejó un vacío de poder que ocupó la tiranía más cruel e ineficiente de toda la historia americana.


En estos 720 meses desaparecieron los partidos políticos y todos los organismos de la sociedad civil. Se estableció un absoluto control sobre los medios de comunicación y la educación. Las tradiciones fueron quebradas. La gestión económica se estatizó hasta destruir la economía nacional y empobrecer a niveles sin precedentes a la población.


Se militarizó la sociedad, al extremo de que la calificación de desertor se le asigna a quien abandone una delegación oficial, así sea un artista, un deportista o un médico. La intolerancia y la sumisión a las consignas fueron las nuevas normas. Se impuso un paradigma nacional que promovía el odio y el tableteo de las ametralladoras.


Decenas de miles fueron a prisión. Miles más partieron al exilio. La libertad intelectual desapareció. Se estableció un estricto control de los medios de información. Las religiones enclaustradas en sus templos. Una especie de nueva devoción impuso sus propias tradiciones, cultos, lutos y fiestas.

Sin dudas, la destrucción del país y la profunda crisis de nacionalidad que enfrenta Cuba es consecuencia de la visión mesiánica que Fidel Castro tenía de sí mismo, delirio que se acrecentó al triunfo de la insurrección por el amplio respaldo popular a sus propuestas y la adoración a su persona que rendía la mayoría de la población, incluyendo notables personalidades de la clase dirigente en la que destacaban industriales, ganaderos, artistas, periodistas y hasta figuras de la política nacional.

Para sorpresa de cualquier observador no contaminado por el influjo de la ilusoria épica de la Sierra Maestra y para los que miran en el presente retrospectivamente los meses iniciales del proceso, es inconcebible que el discurso de populismo extremo del nuevo caudillo pudiera cautivar por igual al pueblo llano y a las elites económicas y políticas. Era un festín de fe en la que los iniciados acataban devotamente los mandatos de la Revolución y Fidel, el único con derecho a interpretar las necesidades de la patria.

Quizás toda esa popularidad hizo que Castro se viera a sí mismo como un José Stalin construyendo la Unión Soviética o mejor, Adolfo Hitler, su modelo para acceder al poder por medio de la violencia. Es posible que fuera entonces cuando se imaginó construyendo una especie de Tercer Reich dinástico con él como referente clave, una monstruosidad que penosamente y por desgracia lo sobrevive.

Castro agarró el poder con todo su cuerpo, al extremo que pudiera decirse que lo engulló. Construyó una maquinaria represiva para garantizar su autoridad y extenderla a todas las dimensiones. Dispuso sobre vida y obra. Fue político, ejecutor, ingeniero, biólogo, estratega militar, consejero de familia, constructor, juez y verdugo, especialista en todas las disciplinas y excepcionalmente capacitado para implementarlas.

Los abusos del régimen generaron una oposición sin precedentes que se gestó y manifestó en el mismo año del triunfo de la insurrección, porque en justicia, ante la mayoría que ciegamente se entregaba al pérfido tirano, una minoría sin las condiciones necesarias, en contra del más elemental sentido común, pero comprometidos con los ideales democráticos, inició un proceso de confrontación que no ha cejado nunca en su empeño por terminar con la opresión.

La lucha en aquellos primeros años fue a sangre y fuego. Hombres y mujeres se alzaron en armas en llanos y montañas de todas las provincias. Un poderoso movimiento clandestino se orquestó en todo el país con el apoyo decidido de quienes habían partido al exilio, muchos de los cuales retornaron con las armas en las manos entregando sus vidas a sus ideales.

La resistencia que se inició en 1959, dentro de la isla como en el exterior, ha marcado pautas trascendentes. El resultado ha sido cruento. Miles de fusilados, cientos de miles han pasado por las prisiones, otros tantos marcharon al exilio, el ostracismo interno es también numeroso.

La dictadura ha durado 60 años, pero los que se le oponen llevan el mismo tiempo de lucha en su contra. Una muestra: en todos estos años la prisión política ha estado presente. Mientras no haya libertad, habrá resistencia.

martes, 1 de enero de 2019

Cuba es una mierda: Aniversario de la revolución comunista

Seis décadas de una utopía inalcanzable


El triunfo de la Revolución cubana cumple 60 años este 1 de enero "sin parecerse a los sueños que proyectaron" sus entonces jóvenes protagonistas, dice Joani Sánchez al constatar en lo "que derivó toda aquella utopía".

Joani Sánchez (lgc) | DW




Entrada de Fidel Castro a La Habana el 8 de enero de 1959 (en el centro, de pie en el jeep junto al comandante Camilo Cienfuegos). Unos días antes había huido el dictador Fulgencio Batista. "La tiranía ha sido derrocada", clamó entre vítores el líder de la Revolución.

El viejo Ramón era un adolescente de rostro lampiño cuando Fidel Castro entró en La Habana aquel enero de 1959. Poco después, decidió hacerse miliciano para defender lo que entonces muchos cubanos llamaban con orgullo "la Revolución". Hoy, con una pensión que no supera el equivalente a 20 euros al mes, el jubilado vive del dinero que le mandan sus nietos, emigrados el otro lado del Estrecho de Florida, en ese país al que Ramón apuntó con su fusil mientras hacía la guardia en una unidad militar en plena Guerra Fría.

Este 2019, el proceso que ilusionó a millones de cubanos llega a sus seis décadas de existencia, sin parecerse a los sueños que proyectaron jóvenes como Ramón y sin haber logrado darle una vida digna y libre a los que se quedaron en la isla. Ahora ya pocos llaman al modelo político que se instauró tras la llegada de los barbudos al poder como "la Revolución" y en lugar de eso prefieren decirle "el sistema" o, simplemente "esto" o "esta cosa". De los líderes vestidos de verde oliva que bajaron de la Sierra Maestra solo quedan unos pocos octogenarios que no logran despertar admiración ni respeto en la gran mayoría de la gente.

De las promesas iniciales, en las que se hablaba de oportunidades para todos y de libertades ciudadanas, tampoco ha sobrevivido casi nada. En lugar de esos espacios de realización individual y colectiva, el castrismo ha mantenido un estricto entramado de vigilancia y control que ha sido el más acabado de sus "logros" y el más permanente de sus "resultados". En cuanto a justicia social no hay mucho que celebrar. En las calles se hace evidente el abismo económico que separa a los jerarcas del Gobierno de los pensionados, la población negra y los residentes en zonas rurales. Los nuevos ricos marcan distancia con los que cada vez son más pobres.



El genocida Fidel Castro celebra la victoria sobre el dictador Fulgencio Batista en La Habana en una imagen fechada el 8 de enero de 1959.

Por otro lado, en los últimos años el régimen de La Habana ha tenido que ceder terreno a las leyes del mercado que tanto criticó en sus consignas. Un sector privado de medio millón de trabajadores ha puesto en evidencia la ineficiencia del aparato estatal y está empujando los límites de las restricciones que aún se mantienen al emprendimiento y a la creatividad. Después de haber confiscado hasta los puestos de comida más humildes en el lejano año 1968, ahora la Plaza de la Revolución está vendiendo la Isla pedazo a pedazo a los inversionistas extranjeros.

De las "joyas de la corona" del proceso, los servicios públicos de educación y salud, tampoco hay mucho para mostrar. La extensión de ambos sistemas sigue llegando a cada rincón del país, pero el deterioro de la infraestructura, los bajos salarios de profesores y médicos, junto a los excesos de ideología y los vacíos éticos han hecho que las aulas y los hospitales no se parezcan al sueño de un pueblo culto y bien atendido sanitariamente que una vez arrancó los aplausos de miles de cubanos que se congregaban para escuchar los maratónicos discursos del Comandante en Jefe.

Ahora, cuando las celebraciones oficiales hablan del 60º cumpleaños de este proceso político y social que pocos se atreven ya a calificar como "revolucionario", gente como Ramón y sus nietos están pasando revista a lo que no lograron, a las ilusiones que tuvieron que aparcar en el camino y al sistema disfuncional y autoritario en que derivó toda aquella utopía.


lunes, 31 de diciembre de 2018

Fotos del día: Ametralladora ZB en manos japonesas

ZB japonesa 
Las tropas japonesas con una ametralladora ligera checoslovaca ZB-26 en China, circa 1937.


El operador, tal vez, está intentando liberar a mano un cartucho trabado mientras que el segundo le alcanza un cargador.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Fusil militar: Minié (Francia)


Fusil Minié




Fusil Minié M1851 del Ejército francés

Fusil Minié Enfield Modelo 1853 del Ejército Británico

Fusil Minié Springfield Modelo 1861, el más usado durante la Guerra de Secesión

El Vereinsgewehr 1857 de Württemberg, Baden y Hesse

El fusil Lorenz austriáco


Tipo Fusil de avancarga
País de origen  Francia

Historia de servicio

Operadores  Francia
 Costa Rica
 Estados Unidos
 Estados Confederados de América
 Imperio austríaco
 Imperio del Brasil
 Imperio del Japón
 Perú
 Prusia
 Reino de las Dos Sicilias
 Reino Unido
Guerras Guerra de Crimea
Campaña Nacional de 1856-1857
Rebelión de los Cipayos
Rebelión Taiping
Segunda Guerra de la Independencia Italiana
Guerra austro-prusiana
Guerra de Secesión
Segunda intervención francesa en México
Guerra Boshin
Guerra del Pacífico
Guerra de la Triple Alianza

Historia de producción

Diseñador Claude-Étienne Minié
Diseñada 1849

Especificaciones

Peso 4,8 kg
Longitud del cañón 958 mm

Munición Bala Minié
Calibre 18 mm
Sistema de disparo Llave de percusión
Cadencia de tiro depende del usuario, aprox. 2-3 disparos/minuto
Alcance efectivo 550 m
Alcance máximo 918 m
Cargador baqueta


El fusil Minié era un fusil de avancarga francés de mediados del siglo XIX, cuyo diseño influyó el desarrollo de varios fusiles similares. Fue adoptado en 1849 tras la invención de la bala Minié en 1847 por el Capitán Claude-Étienne Minié de los Chasseurs d'Orléans del Ejército francés y Henri-Gustave Delvigne. La bala fue diseñada para permitir una rápida recarga del fusil, una innovación que difundió el empleo masivo de esta arma en combate. Fue desarrollado luego de las dificultades que tuvo el Ejército francés en el norte de África, donde habitualmente era atacado desde grandes distancias gracias a las espingardas artesanales, pero con cañones largos, de los argelinos.

Funcionamiento


Varios tipos de balas Minié.

Un diseño de bala Minié de Harpers Ferry, Virginia Occidental, 1855.

El fusil Minié empleaba una baqueta cóncava para atacar la bala sin dañar su forma.

Entrenando con el fusil Minié durante la Guerra de Secesión, 1863. La descripción dice: "Enseñando a los reclutas negros el empleo del fusil Minié".

Las grandes balas del fusil Minié producían enormes heridas.

El fusil Minié empleaba una bala cilindro-cónica de plomo blando, ligeramente más pequeña que el diámetro del cañón, con tres estrías externas llenas de grasa y una depresión cónica en su base. Al ser disparada, el gas en expansión presionaba con fuerza la base de la bala, deformándola para encajar en las estrías del ánima del cañón. Esto producía rotación para una mayor precisión, un mejor sello para una velocidad constante y un mayor alcance, además de eliminar los residuos en el cañón.

Antes de esta innovación, el mosquete era la única arma práctica. Las armas con ánima estriada habían sido empleadas desde el Renacimiento, pero necesitaban empujar a martillazos la munición dentro del cañón, produciendo considerables problemas de limpieza. El sistema de varilla (de breve existencia) empleaba una varilla dentro de la recámara, que deformaba la bala contra las paredes del cañón al ser atacada con la baqueta. Pero este sistema era muy problemático para limpiarse, especialmente con las pólvoras de la época.

El fusil Minié francés tenía una llave de percusión y pesaba 4,8 kg. Teniendo una precisión razonable hasta 550 m, estaba equipado con alza y punto de mira para apuntar efectivamente. Su bala podía penetrar 10 cm de madera de pino blanda a 918 m. La bala con base hueca tenía un calibre de 17,8 mm y pesaba 32,4 g.

Una prueba llevada a cabo en Vincennes en 1849, demostró que la bala era capaz de penetrar dos tablas de madera de álamo con un espesor de 16,93 mm cada una y separadas por 51 cm, a 14 m. Los soldados de la época esparcieron los rumores que la bala podía atravesar a un soldado y su mochila, además de matar a cualquiera que estuviera detrás de éste a 1.100 m e incluso matar a 15 personas puestas en fila.

Este fusil fue empleado de forma limitada en la Guerra de Crimea y fue la principal arma de Infantería en la Guerra de Secesión. El gran calibre de estas balas fácilmente deformables (13-18 mm) combinado con la alta velocidad de rotación producían terribles heridas.

Empleo


Soldado francés parado junto a su fusil Minié M1851.

El fusil Enfield Pattern 1851 Minié fue empleado por el Ejército británico desde 1851 hasta 1855. El sistema Minié además fue empleado por varios fabricantes de armas, tales como Springfield Armory (con su Springfield Modelo 1861, el fusil más empleado en la Guerra de Secesión) y la Royal Small Arms Factory de Enfield (con su Enfield Modelo 1853).

Los fusiles Minié también fueron ampliamente utilizados en Japón durante la Guerra Boshin (1868-1869), donde tuvieron un importante papel en inclinar la balanza en contra de las fuerzas del Shogunato Tokugawa en batallas tales como la de Toba-Fushimi.

Obsolescencia

El fusil Minié se volvió obsoleto en 1866, desde la Segunda Intervención Francesa en México, ya que el ejército francés, equipado con esta arma, empezó a tener desventajas contra los mexicanos (partidarios de Benito Juárez) que estaban equipándose con armas de repetición como las carabinas Winchester (llamadas carabinas Henry) y los fusiles Spencer, también de repetición. Estas armas eran adquiridas en Estados Unidos, y provocaron considerables bajas a los franceses. En la Batalla de Sadowa, los austríacos, equipados con este tipo de fusil, fueron derrotados por los prusianos que tenían fusiles de cerrojo Dreyse. En Francia, los fusiles Minié existentes fueron modificados para emplear un mecanismo de retrocarga que se parecía a una tabaquera, por lo que fueron conocidos como fusiles Tabatière. Al poco tiempo, el fusil de cerrojo Chassepot fue adoptado por el ejército francés.


Wikipedia

sábado, 29 de diciembre de 2018

Crisis del Beagle: Cómo lo vivió la sociedad argentina

En pie de guerra con Chile: ¿Cómo lo vivió la sociedad argentina?

Autor: Diego Istúriz | La Tercera




Cuatro historiadores argentinos rememoran los días más difíciles de un conflicto inesperado.

Primero reinó la indiferencia. Luego la incredulidad. Por último el temor. A fines de 1978, el clima social en Argentina fue cambiando a medida que la guerra con Chile por las tres islas (Nueva, Picton y Lennox) al sur del canal de Beagle iba convirtiéndose en una posibilidad concreta. Quienes vivieron aquellos días de tensión aseguran que la hipótesis del encuentro armado resultaba inadmisible para una parte mayoritaria de la población argentina.

 Sin embargo, el régimen militar de Jorge Rafael Videla no estaba dispuesto a aceptar el laudo británico de 1977 que reconocía la soberanía de Chile sobre el archipiélago. A partir de ese fallo, la tirantez entre ambos gobiernos comenzó a crecer, pese a los reiterados intentos por acercar posiciones. Así fue como el choque, lentamente, se convirtió en el único camino posible. Con las tropas listas y una fecha fijada para el ataque argentino, nada parecía evitar el peor final.

“No sé si existe en la historia el caso de otra guerra que haya sido cancelada a último minuto. Lo que sucedió fue verdaderamente milagroso. Quizás la creencias religiosas de Videla tuvieron peso cuando recibió la indicación del Vaticano para frenar sus planes”, recuerda el escritor e historiador Pacho O´Donnell, quien vivió el pleito desde España, exiliado. “Mientas tanto, la sociedad argentina se dividía entre el repudio a la batalla por unas islas que nadie conocía y el impulso de la glándula patriótica para defender el territorio nacional”, añade.

El historiador Luis Alberto Romero, nacido en Buenos Aires, reconstruye aquellas horas cargadas de incertidumbre. “A fines de 1978, el Beagle era un tema de conversación en las calles. No recuerdo haber escuchado algún comentario favorable ni brotes de entusiasmo nacionalista. Sólo había miedo ante la irresponsabilidad de los militares, sobre todo por la independencia de algunos jefes como el general Luciano Benjamín Menéndez. Por eso la mediación papal del 23 de diciembre fue recibida con gran alivio”, recuerda.

Una patrullera trasandina en el canal Beagle.

¿Por qué la disputa generó un rechazo casi absoluto, en contraste con el fervor popular de la guerra de Malvinas, en 1982? Romero explica que los argentinos tienen “una sensibilidad profunda sobre Malvinas y una idea más genérica sobre otras cuestiones limítrofes, las cuales parecen más técnicas que entrañables. Los sentimientos de hostilidad hacia Chile, a mi parecer, son mínimos e irrelevantes. La paranoia nacionalista de nuestra sociedad se concentra en Malvinas”.

El autor del libro De Chapultepec al Beagle: política exterior argentina 1945-1980, Archibaldo Lanús, considera que la pelea por las islas del Beagle no merecía llegar a tales extremos. Se trataba, según su perspectiva, de un problema acotado, sujeto a interpretaciones, mientras que “la sociedad estaba abiertamente en contra de una posible guerra con un pueblo hermano”. Lanús asegura que la cúpula del poder militar apeló a un problema externo para exaltar el patriotismo y reforzar su rol de liderazgo político.

El historiador Isidoro Ruiz Moreno agrega un matiz. A su entender existía un sector del pueblo argentino que aceptaba la hostilidad (él mismo tenía esa posición), no porque tuviera simpatía por la guerra, sino por considerar injusto el laudo arbitral de 1977 que confirmaba la soberanía de Chile sobre las islas.

Noviembre de 1984: la paz final

Luego de la mediación papal y del cese del periodo más álgido del conflicto, el poder militar en Argentina comenzó un proceso de severo desgaste que culminó en la derrota de Malvinas en manos de Gran Bretaña. La restauración democrática comenzaría en 1983 con la llegada Raúl Alfonsín, el mandatario que convocó un plebiscito nacional para que la sociedad se pronunciara sobre el Tratado de Paz y Amistad firmado ese año con Chile.

Augusto Pinochet con Rafael Videla, el 30 de enero de 1978.

Los resultados fueron abrumadores. La reprobación social de 1978 fue revalidada por el 80% de la ciudadanía argentina que votó a favor del tratado. Un sector de la oposición política (encabezada por el Partido Justicialista, que en aquel entonces enfrentaba al gobierno radical de Alfonsín) instó a votar en contra, pero más de 10 millones de argentinos fueron terminantes. Así fue como la discusión territorial fue definitivamente zanjada.

viernes, 28 de diciembre de 2018

PGM: Los protagonistas del cuento de Navidad se encuentra más tarde

Los protagonistas del cuento de Navidad de la II Guerra Mundial se reunieron 50 años más tarde


Javier Sanz —  Historias de la Historia



Hasta en mitad de un sangrienta guerra se puede producir el milagro de la Navidad. Tras el desembarco de Normandía, Operación Overlord, la ofensiva aliada sufrió un importante revés cuando las fuerzas aerotransportadas británicas intentaron tomar el puente de Arnhem (Holanda) un mes más tarde. Hitler decidió lanzar una ofensiva en el Frente Occidental para estabilizarlo y poder centrarse en el Oriental, donde el Ejército Rojo empujaba con mucha fuerza.

El mes de diciembre de 1944, los alemanes lanzaron la ofensiva de las Árdenas (Bélgica). Los panzer sembraron el caos en las filas aliadas capturando a miles de prisioneros y dejando a muchas unidades aisladas en medio de los bosques. Tres soldados estadounidenses, uno de ellos herido, se encontraron perdidos en medio de un bosque que no conocían, con la nieve hasta las rodillas y sin apenas visibilidad por la niebla. Vagaron durante horas buscando a su Unidad pero lo único que encontraron fue una casita de cuento con la chimenea humeante… era la víspera de la Navidad. En la casa se encontraban un niño de 12 años, Fritz Vincken, y su madre preparando la cena. Les pidieron ayuda y la madre les dejó pasar ofreciéndoles comida y un fuego para calentarse, a sabiendas de que dar cobijo a los aliados estaba penado con el fusilamiento. Cuando la madre estaba curándole las heridas al soldado estadounidense, asaltaron la casa cuatro soldados alemanes. Todos cogieron las armas y comenzaron a gritar, durante unos instantes parecía que aquello sería una matanza a quemarropa… hasta que la madre se interpuso entre los dos grupos y les pidió que bajasen las armas. Hubo unos momentos de silencio e indecisión pero al final todos accedieron. Los alemanes no estaban mucho mejor que los estadounidenses y buscaban un refugio para pasar la gélida noche. Al final, todos compartieron la cena y el calor del hogar. A la mañana siguiente, cuando el herido ya estaba mucho mejor, los soldados alemanes les llevaron hasta las líneas de los aliados y se despidieron.



Tras la publicación de la historia de Fritz Vincken en una revista americana y un documental en televisión, la familia de un soldado americano que había luchado en las Árdenas se puso en contacto con el canal de TV… su padre llevaba años contando esa historia. En enero de 1996, Fritz se trasladó hasta Maryland para conocer a Ralph Blank. El encuentro fue muy emotivo…


Tu madre me salvó la vida – dijo Ralph


Ralph Blank y Fritz Vincken

Con vuestro permiso, el blog se va a tomar unas vacaciones hasta el 30 de diciembre -más o menos-.