viernes, 8 de marzo de 2019

Virreinato del Río de la Plata: La destrucción de las reducciones jesuíticas

Destrucción de las Reducciones Jesuíticas

Revisionistas




Ruinas de San Ignacio Miní, Pcia. de Misiones, Argentina

La situación social, religiosa y económica de las misiones jesuíticas era buena, cuando fueron desterrados los jesuitas en 1767-1768. Ponemos esta doble fecha, porque, si bien es cierto que, desde julio de 1767, estaban enterados los jesuitas que habían de abandonar sus Reducciones, quedaron al frente de las mismas hasta agosto de 1768. Valiéndose de estos largos meses para predisponer el ánimo de los indios a recibir a los Curas y Administradores que habrían de reemplazarles en nombre del Rey.

El día 16 de agosto de 1768, después de haber hecho su cura, con anterioridad, un minucioso inventario de todas las existencias, se presentó en San Ignacio el primer administrador civil y el primer Cura que no era de la Compañía de Jesús, para hacerse cargo de la reducción. Ignacio Sánchez era el nombre del primero, y fray Domingo Maciel era el del segundo. Así ése como su compañero, fray Bonifacio Ortiz, eran religiosos de la Orden de Predicadores. En posesión ambos de sus respectivos cargos, el civil y económico el uno, y el religioso el otro, “como a las dos de la tarde de ese día -declaraba después el comisionado del gobierno, Francisco Pérez de Saravia- le hice saber al P. Raimundo de Toledo, al P. Miguel López y al P. Segismundo Baur, del Orden de la Compañía, la real Pragmática sanción, en presencia del Cabildo de este pueblo, y afirmaron los expresados regulares quedar entendidos de todo su contenido, e inmediatamente los entregué al cabo de granaderos, Jorge Sigle, para que, con seis hombres de escolta, los conduzca con su equipaje a la balsa que está prevenida, siguiendo la navegación por este río Paraná, sin arribar a puerto alguno, hasta el del pueblo de Itapuá, en donde los entregará al ayudante mayor, don Juan de Berlanga o el oficial que estuviese en aquel puesto, tomando recibo, con el que deberá satisfacer su comisión”.

Francisco Javier Bravo publicó, el texto del Inventario del Pueblo de San Ignacio Miní, y en él puede verse una detallada reseña de lo que había en la Iglesia y Sacristía, así en plata labrada como en ornamentos, y lo que había en la Casa de los Padres, y en las oficinas, como en la platería, herrería, barrilería, carpintería, etc. y lo que había en los almacenes o depósitos de los productos del pueblo.

En la descripción de lo que había en la iglesia hallamos estos datos: Una iglesia de tres naves con media naranja, en todo cumplida, toda pintada y a trechos dorada, con su púlpito dorado, con cuatro confesionarios, los dos con adornos de esculturas, y los otros dos de obra común. Su altar mayor con su retablo grande dorado. Al lado derecho de dicha iglesia tres altares: el primero de la Resurrección del Señor, con su retablo dorado; el segundo de San José, con retablo menor, medio dorado; y el tercero del mismo Santo, sin retablo.

Al lado izquierdo, tres altares: el primero de la Asunción de Nuestra Señora, con su retablo grande dorado; el segundo de San Juan Nepomuceno, con su retablo menor, medio dorado, y el tercero de Santa Teresa, sin retablo.

La capilla del baptisterio con su altar y retablo medio dorado, y pila bautismal, una de piedra y otra de estaño.

La sacristía y contrasacristía, y en ellas y en la iglesia, los retablos, las estatuas, cuadros, láminas, ornamentos, plata labrada y demás adornos y utensilios del servicio de la iglesia que siguen:

Plata labrada.
Custodia sobredorada, con varios esmaltes y piedras entrefinas.
Un copón con dos casquillos dorados por dentro.
Doce cálices, dorados los seis.
Una Sacra chapeada, y en ella varias imágenes de Santos, sacadas a buril, y sobredoradas, con las palabras de la consagración, Gloria y Credo grabadas y doradas, con su respectiva tabla, en forma de águila.
Dos lavabos en forma de águila.
Dos atriles chapeados.
Dos incensarios con dos navetas.
Seis blandones, etc.

En la Sala de Música se hallaron muchos papeles de cantar, cuatro arpas, siete rabeles, cinco bajones; rabelón, uno; chirimías, seis; clarinetes, tres; espineta, una; vihuelas, dos. Y allí también se encontraron los vestidos de cabildantes y danzantes: Casaca, cuarenta y cinco; chupas, cuarenta y cinco; calzones, cuarenta y cinco; corbatas, cuarenta y cinco; zapatos, noventa y seis pares.

Sombreros, cuarenta y cinco; medias de seda y de toda suerte, veinte y nueve pares; vestidos enteros de ángel, ocho; de húngaros, seis; sus turbantes, quince.

En los almacenes había de todo, desde yerba mate, cuya existencia era de más de 600 arrobas, y algodón, del que había 3.650 arrobas, hasta hierro (33 arrobas) y plomo (22 arrobas). Véanse algunos rubros de esta parte de los inventarios:

Cera de Castilla, diez y siete arrobas y dos libras.
Hilo de seda, dos libras, dos onzas. Hilo de Castilla, dos libras doce onzas.
Cera de la tierra, seis arrobas, quince libras.
Clavazón de hierro, doce arrobas.
Hilo de plata, dos libras seis onzas y media.
Hilo de oro, una libra, doce onzas y media.
Alambre de hierro, una arroba diez y ocho libras.
De metal amarillo, un rollito.
Escarchado de metal amarillo, una libra doce onzas.
Hebillas de zapatos, diez pares de estaño.
Item, papel, cien cuadernillos.
Mapas viejos, siete.
Incienso de Castilla, tres arrobas veinte libras.
Lacre, tres libras cuatro onzas.
Cedazos, esto es, tela de cedazos, veinticinco varas y una cuarta en tres pedazos.
Tela de plata, diez y nueve varas y media.
Terciopelo, siete varas.
Glase ya cortado para casullas en cuatro pedazos, tres de ellos de a vara y de un geme cada uno, y el cuarto de palmo y medio y todo colorado.
Tisú, tres varas.
Persiana colorada, veinte y cinco varas, y una cuarta.
Persiana blanca, tiene diez y nueve varas, y un geme.
Damasco azul, nueve varas y un geme.
Damasco morado, doce varas, menos un geme.
Damasco colorado, cinco varas y media.
Media persiana morada, diez y ocho varas y poco menos de media.
Raso colorado, setenta y tres varas.
Raso azul, diez y ocho varas.
Media persiana blanca, siete varas.
Raso morado, doce varas.
Raso verde, treinta y seis varas, un geme.
Encajes finos, tres piezas.
Item, otra pieza de lo mismo, siete varas
Item, otro rollo de lo mismo con cuarenta y seis varas y tres cuartas.

Por lo que toca a los ganados existentes en la estancia, se estableció en conformidad con un censo realizado en mayo de 1767, que había:

Vacas: 33.400
Caballos: 1.409
Mulas mansas: 283
Mulas chúcaras: 385
Yeguas mansas: 382
Yegua cría de burras: 222
Ovejas: 7.356

Los Curas que sucedieron a los jesuitas fueron religiosos de la Orden de Santo Domingo. Al padre Bonifacio Ortiz, que fue el primero que reemplazó a los jesuitas, en agosto de 1768, sucedió en 1771 fray Domingo Maciel, como Párroco, y fray Lorenzo Villalba, como ayudante. Fue confirmado en ese puesto fray Maciel en 1775, y fray Juan López sucedió a fray Villalba. En 1779 y en 1783 seguía fray Maciel al frente del pueblo, siendo sus ayudantes fray Faustino Céspedes en el primero de esos dos años, y fray Francisco Pera en el segundo de ellos. En 1787 fray Juan Tomás Soler remplazó a Fray Maciel y no tenía acompañante alguno.

Desde 1791 dejaron los Padres Dominicos de señalar Párroco para San Ignacio. Cada año fueron estos religiosos teniendo menos pueblos a su cargo. De diez, que tuvieron a su cargo en 1771, sólo tenían tres en 1803, que fueron las Reducciones de Yapeyú, San Carlos y Mártires, y en 1811 tenían aún a su cargo la postrera de estas reducciones, pero sin proveerla de Párroco. En 1815 y 1819 no se nombran Curas algunos para las mismas, como puede verse en las actas de los capítulos celebrados en esos años.

Es que desde la salida de los jesuitas, en agosto de 1768, los pueblos de Misiones, entre ellos San Ignacio Miní, fueron decayendo lenta pero constantemente. Los religiosos, que sucedieron a los Padres de la Compañía de Jesús, por más buena que sea su voluntad, desconocían el idioma de los indios y, lo que era aún más grave, desconocían la pedagogía a usarse con ellos. Los administradores, comenzando por Ignacio Sánchez dilapidaron los bienes de la comunidad.

Por lo que toca en particular a la Reducción de San Ignacio Miní, existe un documento del estado en que se hallaba en 1801 ese pueblo, otrora tan próspero y tan poblado. Dicho documento está suscripto a 31 de abril de ese año, y en el pueblo mismo de San Ignacio Miní, por Joaquín de Soria, gobernador, a la sazón, de los Treinta Pueblos, y va dirigido al Administrador Andrés de los Ríos. “Ordeno y mando al citado administrador que, sin desatender el cuidado de las estancias, y cuidado de la Chacarería, por ser estos dos ramos el principal nervio en que está vinculada la subsistencia de los naturales, ponga toda la aplicación y esmero en la reedificación de las cuadras caídas, composición de las que amenazan ruina, principalmente el templo y el segundo patio del colegio, en la mayor parte se halla destruido, y en la conservación y buen estado de servicio, en que se ven algunos edificios. Averigüe el paradero de muchas familias prófugas, cuya restitución al pueblo procurará por los medios más suaves, prometiéndoles a todos la indulgencia del castigo, para que, de este modo, vuelvan y se haga la Comunidad de ésta con más brazos para el cultivo de los terrenos”.

Esto ordenaba Joaquín de Soria, en tiempo del gobernador Lázaro de Ribera, y se refiere principalmente a los edificios, pero dos años antes, en 1788, el predecesor inmediato de Ribera, el gobernador Joaquín Alós, había expuesto y ponderado el estado de decadencia y de miseria que aquejaba a los otrora opulentos y prósperos pueblos misioneros, y con referencia particularmente a San Ignacio Miní, manifestaba que “esta falta (de ropa) ha puesto a los más de ellos en estado miserable e indecente a la vista”. No eran los de San Ignacio Miní una excepción ya que “muchos de los de San Ignacio Guazú se hallan andrajosos y desnudos la mayor parte de los párvulos”. Y en Itapuá vio él mismo el “lastimoso espectáculo” que presentaban “a mi vista”, los más de sus moradores.

Estando los pueblos en este abandono religioso, material y económico, nada extraño es que la población de los mismos fuera, cada día, más escasa hasta reducirse a una insignificancia. Lo curioso es que no obstante tantas exacciones y abusos, de parte de tantos administradores, y no obstante tanto descuido y apatía por parte de no pocos Curas, siguieran los indígenas fieles a su vida de Comunidad, desde 1767 hasta 1810, pero fue, a partir de 1816 y para resistir la invasión lusitana sobre la Banda Oriental, que organizó el general Artigas con sus ejércitos, uno de los cuales, al mando del indio Andrés Guacurarí, del pueblo misionero de San Borja y comúnmente conocido con el nombre de Andresito y debía operar en el Alto Perú, obedeciendo órdenes superiores, se empeñó en apoderarse de los cinco pueblos del Paraná, entre ellos San Ignacio, que estaban dominados por Francia.

Artigas sostenía que, por el tratado de 1811, correspondían esos pueblos a la llamada Liga de Provincias, de las que era él el protector, y aunque Andresito tomó sin mayores dificultades la Reducción de Candelaria, que era la más defendida, le costó no poco apoderarse de Santa Ana, de Loreto, de San Ignacio y de Corpus.

Dominaba Andresito estas reducciones, cuando José Gaspar Rodríguez de Francia determinó destruirlas a fin de no dejar a su enemigo, ni fuentes de recursos, ni recintos defensorios. Así lo hizo en el decurso de 1817. El destrozo unas veces, los incendios, otras veces, destruyeron o dejaron maltrechos a todos los pueblos misioneros. Algunos, como Yapeyú, totalmente arrasados; otros como San Ignacio Miní, destartalados o en ruinas. Lo impresionante y conmovedor es el hecho de que todavía en 1846 había indígenas que moraban junto a los muros de lo que fue otrora la Reducción de San Ignacio Miní.

Esta quedó olvidada en medio de las bravías selvas que la rodeaban hasta que, en los postreros años del siglo XIX, llegó hasta sus solitarias ruinas el agrónomo Juan Queirel y, en dos folletos, intitulado el uno “Misiones”, publicado en 1901, comunicó a los estudiosos una noticia comprensiva y objetiva de lo que eran entonces las ruinas de San Ignacio Miní.

“Mi permanencia en esta localidad –escribió Queirel- donde he delineado un centro agrícola, que hará renacer de sus cenizas al incendiado y arruinado pueblo de San Ignacio Miní, me ha permitido visitar con alguna detención las interesantes ruinas de dicho pueblo, que, como bien se deja ver por ellas, fue una de las más importantes y prósperas reducciones.

Por propia satisfacción he recorrido las ruinas, midiendo y observando; y después de muchas horas, así empleadas, he podido levantar el plano adjunto. Por temor de inventar, he puesto en él solamente lo que hay en el terreno. Asimismo ciertos lienzos de pared que represento por una línea seguida, no son de hecho sino escombros diseminados que, en vez de guiar, confunden sobre la verdadera dirección que tuvieron las antiguas hileras de casas, cuartos, etc.

Hay que saber que las ruinas están entre un monte espeso y salvaje (con muchos naranjos) en que los árboles, lianas y demás plantas han tomado por asalto, casas, iglesia, colegio, etc.

Los pueblos de las misiones argentinas fueron, como es sabido, incendiados y destruidos, unos por los portugueses, otros por los paraguayos, y por eso sus ruinas están en mucho peor estado que las de las Misiones brasileñas y paraguayas, en las cuales se conservaban edificios completos, que son aún habitados, como en Villa Encarnación sucede.

No obstante que, en estas últimas ruinas, se puede estudiar mejor las antigüedades jesuíticas, yo he creído útil hurgar en las ruinas que tenía a mi alcance, aunque más no fuera, que para confirmar las descripciones antiguas.

Aún en el estado en que se encuentra aquel viejo pueblo en escombros, es muy interesante.

Si de mí dependiera, esas ruinas, esas piedras labradas y esculpidas, que representan el arte de los jesuitas, y la atención, la perseverancia y el sudor de millares de Guaraníes; esas piedras que han escuchado tantos cánticos, tantas plegarias cristianas, pronunciadas en una lengua primitiva, que han asistido a tantas escenas de una civilización única en la historia. Si de mí dependiera, lo repito, esas ruinas serían respetadas, cuidadas, conservadas, para que fueran, como dice Juan Bautista Ambrosetti, un atractivo más de Misiones, y no el menor, un punto de cita para los turistas futuros”.

La Reduccion Jesuítica San Ignacio Miní, junto con las de Nuestra Señora de Loreto, Santa Ana y Santa María la Mayor (ubicadas en la Argentina) fueron declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1984.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Furlong, Guillermo – Las Misiones y sus pueblos - Buenos Aires (1971).
Portal www.revisionistas.com.ar
Todo es Historia – Mayo de 1971

jueves, 7 de marzo de 2019

China Imperial: Las lecciones de la rebelión Boxer

La rebelión Boxer: Más lecciones de la derrota

Weapons and Warfare





En la primavera de 1900, el Boxer Rising estalló. Dirigida por una sociedad secreta chamánica dedicada a las artes marciales tradicionales, la revuelta se dirigió contra los extranjeros, especialmente los misioneros, quienes, en el interior de China, fueron vistos como socavando e insultando las creencias y prácticas chinas. Tan espontáneo como el Indian Mutiny de 1857, el Rising atrajo a una multitud de chinos descontentos, incluidos campesinos y soldados retirados del servicio, contrabandistas, e incluso algunos funcionarios y miembros de la familia.

La rebelión Boxer reveló el ingenio de la resistencia de la gente común, así como el profundo resentimiento popular de la presencia extranjera en China y las presiones que ejercen sobre los funcionarios locales. Pocos chinos alguna vez vieron a un hombre blanco, pero sus vidas se vieron profundamente afectadas por los nuevos hechos creados por los extranjeros en China: la sujeción a los ciclos económicos mundiales, por ejemplo, que dejaron a la gente sin trabajo.

Un país cuyo nivel de vida era superior al de Europa antes de 1800 se había convertido constantemente a lo largo del siglo XIX en un gigante indefenso ante los misioneros, empresarios, diplomáticos y soldados occidentales. Las deudas e indemnizaciones extranjeras suponen una carga abrumadora para el tesoro nacional. El gobierno tuvo que pedir muchos préstamos para el intento más pequeño de modernización; incluso el ferrocarril, un símbolo del progreso en todas partes, solo sirvió para empujar a China a que se endeudara a la vez que abría gran parte del interior de China a las tropas extranjeras.

Los Boxers reflejaron una ira pública a fuego lento al romper las vías del tren. Cuando los ataques de los boxeadores a occidentales y chinos convertidos al cristianismo se extendieron a Beijing en junio de 1900, las potencias occidentales protestaron ante la emperatriz viuda, quien calculó que podía usar a los boxeadores contra los occidentales y deshacerse de China por completo. La decisión reflejó una ignorancia total del verdadero equilibrio de poder en el mundo. Su oportunista declaración de guerra, mientras que la legación extranjera estaba bajo el asedio de los Boxers, pronto fue igualada por una movilización militar en su contra por todas las principales potencias mundiales. Veinte mil soldados tomados de varios países, incluido Japón, marcharon a Pekín para aliviar el asedio y saquear la ciudad.



Entre el contingente británico se encontraba un soldado del norte de la India, Gadhadar Singh, que simpatizaba con la causa antioccidental de los boxeadores, aunque creía que sus malas tácticas habían "cubierto a todo su país y su política en polvo". Su primera visión de China fue el paisaje cerca de Pekín, de chinos hambrientos con cuerpos esqueléticos en aldeas abandonadas o destruidas, sobre cuyos edificios destruidos ondeaban las banderas de los despobladores de China: Francia, Rusia y Japón. Las aguas del río se habían convertido en un "cóctel de sangre, carne, huesos y grasa". Singh culpó particularmente a los soldados rusos y franceses por los asesinatos en masa, los incendios provocados y las violaciones infligidas a los chinos. Algunos de los soldados torturaron a sus víctimas simplemente por diversión. "Todos estos deportistas", señaló Singh, "pertenecían a lo que se llamaban" naciones civilizadas "."

"Incluso los corazones de piedra", escribió Singh, "se habrían derretido y sentir compasión". "No fue necesario que mi corazón se conmoviera por la compasión", agregó, "porque había venido a luchar contra los chinos". Pero ... sentí una emoción que nació no por deber sino en la mente. "Tratando de comprender su simpatía por los chinos, Singh se dio cuenta de que era chino, como muchos indios, y por lo tanto" vecinos y compañeros residentes de Asia'.

No muchos soldados experimentaron un respeto tan tierno por los chinos. Despachando una fuerza punitiva alemana a China en 1900, el Kaiser los exhortó a ser tan brutales con la "cultura pagana" como Atila el Huno, para que "¡ningún chino vuelva a atreverse a mirar a un alemán!" Pierre Loti fue testigo de la devastación causada por las tropas occidentales en la ciudad capital: 'Pequeños ladrillos grises: este es el único material con el que se construyó Beijing; una ciudad de casas pequeñas y bajas decoradas con un encaje de madera dorada; una ciudad de la que solo queda una masa de escombros curiosos, después de que el fuego y la cáscara se han derrumbado sus materiales endebles ".

Reviviendo su escape de la capital sitiada por los bárbaros en 1860, la emperatriz viuda huyó de Beijing disfrazada con el traje azul de un campesino. Sus representantes firmaron otro acuerdo con las potencias occidentales que, entre otras sanciones, impuso una indemnización casi el doble del tamaño de los ingresos anuales del gobierno. Prometieron construir monumentos a los misioneros cristianos asesinados por los boxeadores y, aunque aceptaron restricciones en el tamaño de sus militares, tuvieron que tolerar una mayor presencia militar extranjera en suelo chino.



Castigado por este giro de los acontecimientos, incluso la emperatriz viuda ahora contemplaba algunas reformas radicales. Comenzó lentamente, pero cuando murió en 1908, había dado los pasos necesarios para garantizar la construcción de un estado moderno. Poco después de la derrota de Rusia en Rusia en 1905, Japón abolió los exámenes tradicionales para el servicio civil que había servido como la columna vertebral del estado imperial durante más de un milenio. En su lugar, la corte Qing estableció escuelas modernas con un plan de estudios occidental y envió a estudiantes chinos al extranjero, a Europa y los Estados Unidos, así como a Japón. La noticia, que llegó al entonces feroz nacionalista Aurobindo Ghose (1872–1950) en la lejana India, le provocó elogios de un vecino aparentemente creciente:

China se ha estado educando, entrenando y armándose a una velocidad que el mundo exterior tiene una concepción muy escasa. Ella envió una Comisión de Observación a Occidente y decidió desarrollar un gobierno constitucional en los próximos diez años. Ella ha impulsado el trabajo de revolucionar su sistema de educación.

Miles de jóvenes chinos fueron introducidos por primera vez en ciencias modernas, ingeniería, medicina, derecho, economía, educación y habilidades militares. En su interior de la provincia de Hunan, Mao Zedong (1893–1976), de dieciséis años, fue uno de los primeros estudiantes en una escuela que impartió lo que se llamó el "Nuevo Conocimiento". El adolescente Mao leyó sobre las revoluciones estadounidense y francesa, Rousseau y Washington, y aprendió sobre la magnitud de la degradación de China en manos de Occidente a través de un profesor que había estudiado en Japón. Décadas más tarde, recordó al escritor estadounidense Edgar Snow que

Comencé a tener cierta conciencia política, especialmente después de leer un folleto que hablaba del desmembramiento de China. Recuerdo incluso ahora que este folleto se abrió con la frase: '¡Ay, China será subyugada!' Contó la ocupación de Japón por Corea y Taiwán, la pérdida de la soberanía en Indochina, Birmania y otros lugares. Después de leer esto, me sentí deprimido por el futuro de mi país y comencé a darme cuenta de que era el deber de la gente ayudar a salvarlo.

Entre otras reformas, el ejército se modernizó. Pronto surgió una nueva élite profesional de hombres del ejército, particularmente bajo Yuan Shikai (1859–1916), un general en el antiguo ejército Qing. La academia militar establecida por Yuan al sur de Beijing formó inicialmente, entre otros, al futuro líder nacionalista, y al rival de Mao, Chiang Kai-shek (1888–1975). Una glamorosa cepa militarista apareció en la vida urbana china que hasta ahora había conferido prestigio a los caballeros confucianos vestidos de seda con un don para la poesía y la caligrafía. Las organizaciones voluntarias dedicadas a modernizar y fortalecer a China surgieron tanto en China como en la diáspora china.

Las reformas también tuvieron consecuencias no obvias para los reformistas de Qing. Los estudiantes que se habían politizado profundamente por su estadía en Japón volvieron a formar alianzas duraderas contra Qing con graduados afines de las nuevas escuelas y academias militares. Muchos de estos eran nacionalistas radicales en el estilo darwinista social europeo, tomando prestado de los ejemplos de Alemania y Japón para postular una "esencia nacional" Han contra el manchus alienígena.

Para los nacionalistas radicales, el gobierno manchú o "extranjero" sobre China constituía un mal mayor que los imperialistas occidentales. El más famoso de ellos, un estudiante de dieciocho años de Sichuan llamado Zou Rong, publicó un tratado titulado 'El Ejército Revolucionario' en 1903, que denunció los hábitos de la esclavitud mental de los chinos Han y defendió la redención a través de una sangrienta extirpación del Manchus. . Anticipando las opiniones de Frantz Fanon sobre la calidad emancipatoria de la violencia revolucionaria, Zou escribió que
La revolución es una regla universal de la evolución. La revolución es un principio universal del mundo. La revolución es la esencia de la lucha por la supervivencia o la destrucción en un momento de transición. La revolución se somete al cielo y responde a las necesidades de los hombres. La revolución rechaza lo corrupto y conserva lo bueno. La revolución es el avance de la barbarie a la civilización. La revolución convierte a los esclavos en amos.

En el mismo año, Zhang Taiyan, el erudito clásico y colega cercano de Zou Rong, escribió una carta abierta a Kang Youwei ridiculizándolo por su continuo apoyo al emperador manchú, un desgraciado desgraciado que no puede ni mucho menos decir la diferencia. entre un frijol y un fideo '. También se burló de Kang por expresar el temor de que la revolución en China conduciría a sangrientos terribles, dictaduras e invasiones extranjeras: "¿Se puede lograr un sistema constitucional", preguntó, "alguna vez sin un derramamiento de sangre?" Zhang afirmó que la violencia en la causa de la raza La venganza étnica fue tan justificada moralmente como la revolución de los derechos humanos: "En cuanto a aquellos pueblos que, siguiendo el modelo del diabólico [presidente estadounidense] McKinley, se involucraron en el expansionismo con el pretexto de ayudar a otros, debemos convertirlo en un principio para matar". A ellos sin perdón.

Zhang también atacó los elogios de Kang Youwei por la literatura y la filosofía de la India. "Los indios", escribió, "en general no les importa si su territorio nacional está perdido o si su raza disminuye ... La determinación china es más fuerte que la india, y podemos prever que los logros chinos ciertamente superarán los de los indios". Zhang fue Encarcelado por sus comentarios sobre el emperador. En la cárcel, donde se embarcó en un estudio del budismo que cambió su vida, escribió más misivas:

Con nuestra gente y nuestra cultura en sus lugares apropiados, debo tratar de irradiar su esplendor. Mi voluntad aún no ha alcanzado su fin. Todavía estoy encadenado por el estado enemigo. Otros me seguirán para renovar la llama dorada. Si la antigüedad de nuestra nación y el registro histórico de nuestro pueblo llegaran a su fin en mis manos, y la continuación de la amplia y magnífica beca de China sea eliminada, este será mi crimen.

Desde Hawai, Liang Qichao siguió la noticia de la mayor humillación de China hasta el momento, y la última de sus antiguas creencias comenzó a morir. En una carta a Kang, denunció "la mentalidad servil" del pueblo chino. En este mundo sombrío en el que se encuentra China, donde "la batalla es la madre de todos los progresos", Confucio ya no podría ser la única guía. La monarquía constitucional tampoco podría ser el sistema correcto para un pueblo que necesitaba desesperadamente ser educado y movilizado en torno a un Estado-nación fuerte.

El status quo era intolerable, ya que un sistema autocrático que se autoperpetuaba trataba a los chinos como esclavos, haciéndolos indiferentes al bien público. En su famosa serie de ensayos, "Discursos sobre la nueva gente", Liang argumentó que nada menos que una destrucción total del régimen de Manchú podría salvar a China. "He pensado y he pensado otra vez", escribió, "sobre el sistema popularmente aceptado en China hoy en día; casi no hay un solo aspecto que no deba ser destruido y barrido, raíz y rama. Invocando nuevamente el darwinismo social, advirtió Liang, "cuando una raza no puede cumplir las exigencias de los tiempos, no puede soportar". La libertad era una necesidad absoluta para China, escribió, invocando las famosas palabras de Patrick Henry, "Dame la libertad o dame la muerte".

Liang se estaba acercando a una ruptura con Kang Youwei, quien todavía creía que una monarquía sabia y paternalista podría lanzar a China a la modernidad. Kang había tratado de avivar una revuelta armada durante el Boxer Rising. El fracaso lo obligó a buscar refugio en Penang, donde se peleó con Sun Yat-sen; luego se mudó a la India en diciembre de 1901. Pasó un año en la localidad del Himalaya de Darjeeling, durante la cual terminó su tratado llamado Libro de la Gran Comunidad, que ofrecía una visión utópica de una armonía posnacionalista. Como muchos pensadores chinos de su época, Kang resultó ser menos nacionalista que utopista internacionalista. Tal como él lo vio, una comunidad moral universal del futuro trascendería todas las distinciones de raza, etnia e idioma, e incluso disolvería a la familia, una visión que resucitaría en China bajo Mao Zedong.

miércoles, 6 de marzo de 2019

España: El renacimiento cultural de los Tercios

La segunda vida de los tercios

Proliferan libros, conferencias, recreaciones al aire libre y perfiles en redes sociales dedicados a alimentar un creciente interés por la historia de las unidades militares españolas




Recreación de los Tercios de Flandes, en el desfile de las Fuerzas Armadas de 2017 en Madrid. Kiko Huesca Efe


Vicente G. Olaya | El País


Los 1.800 soldados del tercio se levantaron el 5 de septiembre de 1634 con las primeras luces. Se vistieron con sus mejores ropas, de los más vivos colores, se ataron un lazo o una banda roja al brazo, se pusieron morriones o chambergos de plumas blancas y empuñaron las armas que les correspondían: picas, mosquetes, arcabuces, ballestas o espadas. Horas después, sobre la colina de Allbuch (Nördlingen, Alemania), el mariscal de campo Martín de Idiáquez tomó la decisión de no retroceder a pesar de las brutales cargas de los regimientos suecos. “Seis horas enteras sin perder pie, acometidos dieciséis veces, con furia y tesón no creíble; tanto, que decían los alemanes que los españoles peleaban como diablos y no como hombres”, relatan las crónicas de la época. Tras dos días de lucha, el ejército protestante se derrumbó.

Historias como esta alimentan un renovado interés por la peripecia del ejército que dominó Europa durante al menos 110 años, y cuyas hazañas (y derrotas) llenan conferencias y recreaciones a cielo abierto, levantan pasiones en las redes sociales, inspiran nuevos títulos y hasta la apertura de librerías especializadas en una unidad creada en 1536 y cuya presencia fue sinónimo de victoria hasta 1643.


Rafael Rodrigo, doctor en Historia y coordinador del Foro de Historia Militar Gran Capitán, explica que los seguidores de su asociación han pasado en pocos años de 3.000 a 30.000. “Las conferencias son multitudinarias. Convocas actos sin demasiada publicidad y se presentan 300 personas de toda España”. Rodrigo cree que las causas están relacionadas con las “recreaciones pictóricas de Augusto Ferrer-Dalmau, las novelas de Arturo Pérez-Reverte [Alatriste] y series televisivas como El Ministerio del Tiempo”. “Hay quien conecta este fenómeno con la política. Yo creo que no. Interesa a gente de todo tipo e ideología, pero puede que la existencia de movimientos independentistas haya incrementado el interés”, agrega.

Los tercios eran el ejército que los Austrias españoles usaban para dominar el mundo, un arma de guerra imposible de derrotar y que no se correspondía con ninguna anterior dentro del arte militar. Hunden sus raíces entre el final del siglo XV y el principio del XVI. Existen especialistas que los relacionan con las tropas de los Reyes Católicos y con las coronelías de Gonzalo Fernández de Córdoba. De todas formas, lo más aceptado por los historiadores es que no fue hasta las llamadas Ordenanzas de Génova de 1536 cuando por primera vez aparecen en un texto escrito.

Estaban formados, en el papel, por 3.000 hombres e, inicialmente, fueron cuatro tercios: Nápoles, Sicilia, Lombardía y Niza (también llamado Málaga). Carecían de denominación militar oficial y sus nombres procedían del lugar de nacimiento del maestre de campo que las comandaba. La presión bélica que sufría España en el continente hizo que su número aumentase y tuviesen que diferenciarse los antiguos (tercios viejos) de los de nueva creación (tercios nuevos). Todos, viejos y nuevos, mezclaban en sus filas soldados de experiencia y bisoños. Y todos disponían del mismo material militar.

José Alberto Rodrigo, uno de los cuatro socios de la librería Tercios Viejos (María Panés 4, Madrid), admite que la apertura de su negocio está relacionada con este incremento del interés por los tercios. “Hay una afición enorme, lo que hace que cada vez se publiquen más libros relacionados con este tema. De Pavía a Rocroi,de Julio Albi de la Cuesta, va ya por su quinta edición. Nosotros, por ejemplo, damos charlas en nuestro local y los llenos son absolutos. Cuando se convoca una recreación histórica, como la que se hizo en Riaza [Segovia] en mayo, el éxito está asegurado”.

Cada tercio estaba formado por 10 unidades o compañías que incluían tres tipos de soldados: piqueros, arcabuceros y rodeleros. Cada maestre de campo, el máximo responsable del tercio, contaba con una decena de capitanes, de los que dependían sargentos, alféreces, sargentos mayores, capellanes (jesuitas), barberos… Los soldados, si no confiaban en su capitán, podían cambiar de compañía sin ningún problema. Los asuntos internos nunca se resolvían a golpes. Solo había una solución ante cualquier insubordinación: la espada.

El historiador militar Agustín Rodríguez cree que el resurgimiento del interés por los tercios procede de países anglosajones donde es habitual estudiar y recrear batallas. “Hemos perdido esa vergüenza, y la pasión por nuestra historia ha dejado de ser particular. Poca gente sabe que Cervantes, Lope de Vega o Calderón estuvieron en los tercios. Lo están descubriendo ahora. Eran como nuestros mosqueteros particulares”.

Los tercios españoles solo podían ser comandados por soldados que hablasen castellano, catalán, portugués o sardo. Cualquier otro tenía vedado su ascenso, por eso los italianos que chapurreaban español se hacían pasar por valencianos para intentar su promoción. “Era algo así como que los ejércitos del Rey que dominaban Europa solo los podía dirigir un español”, indica Rafael Rodrigo.

El ingreso se llevaba a cabo mediante el llamado documento de firma, que incluía un anticipo de la paga (el resto de abonos se hacían de rogar) y no conllevaba ningún juramento. El contrato era de por vida y solo se podía abandonar con una dispensa del virrey o del maestre.

Se mantuvieron invictos hasta Rocroi (1643), aunque siguieron peleando hasta 1659 con la Paz de los Pirineos. Su última gran victoria fue en Valenciennes (Francia) en 1656. Felipe V los eliminó para crear los regimientos, de origen francés, y que perviven desde entonces, aunque los tercios han vuelto ahora.

Pérez-Reverte: “Europa se formó luchando contra Paco o Manolo”

El escritor Arturo Pérez-Reverte, al que todos identifican como uno de los pilares de este fenómeno, se queja de que haya quien relacione la historia de los tercios con el franquismo. “Es verdad que el Régimen lo utilizó, pero no tiene nada que ver. Nuestra historia está escrita por desesperados y muertos de hambre que dominaron el mundo. Los tercios eran los marines del XVI, y hay avidez por conocer nuestro pasado”, señala. “Los planes de estudios de los que se ha eliminado esta parte de nuestra historia nos han dejado huérfanos y hay un gran deseo por aprender algo fascinante”.

Pérez-Reverte admite que en 1996, cuando publicó la primera novela de Alatriste, abrió un camino, porque “los tercios estaban olvidados. Nadie hablaba de ellos. Nadie se atrevía a contarlo. Rescaté su recuerdo contando la parte oscura de aquellos hombres”.

Cree que la pintura de Augusto Ferrer-Dalmau El último tercio, en la que se describe la derrota en Rocroi, “de soledad y abandono, con una infantería destrozada”, fue un hito porque recreó la “imagen física” de aquellos ejércitos. “Europa se formó luchando contra aquellos hombres que se llamaban Paco o Manolo”.

El escritor destaca el libro De Pavía a Rocroi, de Julio Albi, para entender el interés por este arma. “Yo creé un personaje. Albi lo convirtió en historia. No se puede entender nada sin leerlo”.

martes, 5 de marzo de 2019

SGM: El Congo Belga durante el conflicto

Congo belga en la Segunda Guerra Mundial

Weapons and Warfare



Soldados congoleños de la Fuerza Pública, 1943.

El Congo también se caracterizó por el extraordinario desarrollo de enormes industrias mineras (particularmente en la provincia de Katanga, conocida por su cobre, y en la región de Kasai, famosa por sus diamantes industriales). A partir de la década de 1920, las fuertes inversiones en la explotación de los ricos recursos minerales de la colonia transformaron al Congo en un actor importante en la economía mundial. Durante las dos guerras mundiales, el Congo belga desempeñó un gran papel como proveedor de materias primas para los Aliados, mientras que las tropas congoleñas también se involucraron en la guerra contra las fuerzas alemanas e italianas.

Creyendo la guerra perdida y otra vez, el rey Léopold se negó a dirigir un gobierno belga en el exilio. En cambio, se quedó en el país mientras el gobierno belga estaba atrapado en Vichy. Un gobierno rival en el exilio se formó en Londres en julio que criticó duramente al rey y continuó luchando contra la ocupación alemana con todo el personal que escapó y los aliados occidentales proporcionaron recursos militares. Durante los siguientes cuatro años, el gobierno de Londres aprovechó el activo distante de los recursos naturales y las tropas nativas del Congo belga.

El rey Leopoldo III de Bélgica y su gobierno se entregaron a los alemanes el 27 de mayo de 1940, pero un gobierno belga, encabezado por H. Pierlot, en el exilio en Londres continuó con la guerra. El gobernador del Congo, Pierre Ryckmans, apoyó al gobierno exiliado. El Congo fue de gran importancia económica para los aliados, gracias a la abundancia de minerales (incluido el uranio). Por esta razón, la explotación de los trabajadores locales aumentó durante la guerra, provocando las huelgas de Jadothville y Elisabethville (desde el 4 de diciembre de 1941, aplastadas por la violencia) y luego las huelgas generales y las revueltas de Katanga y Kasai de 1944. Además, el trabajo forzoso  se duplicó de 60 días cada año a 120.



Fokker F.VII3m Congo belga.

En 1941 tropas congoleñas (dos batallones), comandadas por el gen. Gilliaert, participó en la campaña en África Oriental y, el 6 de julio de 1941, aceptaron la rendición con honores de la guerra de las fuerzas exhaustas (5.000 italianos y 2.000 etíopes) del gen. Pietro Gazzera en la región de Galla e Sidamo (suroeste de Etiopía), ya atacado por las brigadas nigerianas 23 y 22 del este de África y los rebeldes etíopes.

Desde el punto de vista militar, se debe tener en cuenta que la fuerza expedicionaria belga ingresó por primera vez en África oriental italiana el 19 de marzo de 1941 en la ciudad fronteriza sudanesa de Jokau y marchó río arriba hacia la ciudad de Gambela, a sesenta millas de distancia ( 1). La única oposición que los belgas y congoleños experimentaron ahora en esta ciudad sudanesa (ocupada por los italianos en junio de 1940) era de una unidad Bande de 400 hombres, que fue rápidamente derrotada. El 21 de marzo, cuando los belgas se acercaron a las afueras de Gambela se encontraron con una línea de defensa estática tripulada por un par de unidades de Bande oficiadas por Italia. Los congoleños fueron enviados a atacar, pero fueron rechazados, por lo que al día siguiente, una unidad de KAR dio la vuelta hacia el norte y atacó las defensas de Bande en su flanco derecho. Los italianos y sus auxiliares nativos fueron tomados completamente por sorpresa y rápidamente se retiraron. Poco después, los congoleños se mudaron de nuevo, ocuparon la ciudad y cavaron en Gambela y sus alrededores, cumpliendo así su misión principal con una pérdida mínima de 3 asesinados Askari congoleños y 3 oficiales belgas y 15 heridos Askari. A fines de junio, los congoleños volvieron a la acción. Esta vez, el general Pietro Gazzera con su fuerza de 300 oficiales italianos (incluidos nueve generales) y 5,000 askari se retiraba a Dembidollo, cuando fue atacado por los congoleños. Presionados por ellos, las tropas de KAR cerrando la brecha desde el este y SAAF golpeándolo día y noche, le transmitió por radio a Adis Abeba el 3 de julio que está dispuesto a rendir su fuerza. Se hicieron arreglos y, el 6 de julio, el comandante congoleño belga, el mayor general Gillaert, aceptó la rendición de Gazzera en Gambela.

(1) Otra fuente afirmó que el primer contacto tuvo lugar ocho días antes, cuando un batallón congoleño belga con una unidad KAR atacó la ciudad de Asosa. Los italianos se retiraron rápidamente y se retiraron hacia el sur hasta la ciudad de Ghidami. Aparentemente, los belgas y los congoleños también estaban activos en el bastión de los italianos en Saio, donde a principios de junio de 1941 habían reunido tres batallones de infantería congoleses, una compañía de morteros e ingenieros y un par de baterías de 75 mm de artillería de montaña. El 3 de julio los belgas lanzaron su versión de blitzkrieg y atacó las "albóndigas" en frente de Bortai Creek. Un batallón dio la vuelta alrededor y amenazó a la línea italiana de retirada, mientras que otros dos se comprometieron en los dumplings. Los italianos pronto tuvieron suficiente y se rindieron con una fuerza total de 2,500 italianos y 3,500 askari.

Hay varias fuentes (la mayoría en francés, pero también en inglés) sobre los aspectos militares de la Campaña belga en África Oriental Italiana 1940-1941. Los títulos se enumeran a continuación. La mayoría de ellos son difíciles de rastrear y, si es posible, los precios suelen ser "anormales", si saben a qué me refiero.

Weller, George Anthony: La campaña belga en Etiopía: un viaje de 2,500 millas a través de los pantanos de la selva y los desechos del desierto. Nueva York: Centro de información belga, 1941

ENLAZAR

Werbrouck, R .: La Campaña de Troupes Coloniales Belges en Abyssinie. Leopoldville, Congo: Courrier d’Afrique.

Bruls, J .: Vers les Hauts Plateaux d'Abyssinie avec les Congolais en Guerre. Lovaina: Ediciones SAM, 1946.

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El metro belga tuvo una fuerte presencia en el país. Al principio, la resistencia organizada surgió de un núcleo de personas que habían planeado actividades anti-alemanas durante la Primera Guerra Mundial. A medida que la posibilidad de la derrota alemana se hizo cada vez más real, el movimiento de resistencia belga creció rápidamente, algunos, aunque no todos. Organizado por el Partido Comunista Belga. La resistencia belga no se organizó únicamente para sabotear los esfuerzos de guerra alemanes. Una gran parte del movimiento clandestino se dedicó a desarrollar y mantener redes de inteligencia para suministrar información a los Aliados y también para desarrollar redes, líneas y casas de seguridad para ayudar a escapar a los aviadores aliados derribados.

Algo menos significativo fueron las fuerzas armadas belgas en el exilio. Eran muy pocos en número, y solo ascendían a unos 3.000 hombres, de los cuales solo unos 1.600 tenían armas y equipo. Se organizó un batallón belga en Tenby, Gales, y participó en los esfuerzos aliados para liberar a Bélgica. Unos 300 belgas también sirvieron en pequeñas unidades de comando y en unidades del Servicio Aéreo Especial (SAS). En términos de números, cerca de 40,000 tropas coloniales en el Congo belga permanecieron bajo control aliado durante la guerra y sirvieron en África. Después de la liberación de Bélgica, constituyeron más de la mitad del nuevo ejército belga de 75.000 hombres que se formó rápidamente para luchar en el último mes.

lunes, 4 de marzo de 2019

SGM: San Maximiliano Kolbe muere por un compañero

San Maximiliano Kolbe

Hamaguen


Murió en la Segunda Guerra Mundial. Había sido llevado por los nazis al terrorífico campo de concentración de Auschwitz.

Un día se fugó un preso. La ley de los alemanes era que por cada preso que se fugara del campo de concentración, tenían que morir diez de sus compañeros. Hicieron el sorteo 1-2-3-4…9…10 y al que le iba correspondiendo el número 10 era puesto aparte para echarlo a un sótano a morirse de hambre. De pronto al oírse un 10, el hombre a quien le correspondió ese número dio un grito y exclamó: “Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?”.


En ese momento el padre Kolbe dice al oficial: “Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre”.

El oficial le responde: ¿Y por qué?

- Es que él tiene esposa e hijos que lo necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y nadie me necesita.

El oficial duda un momento y enseguida responde: Aceptado.

Y el prisionero Kolbe es llevado con sus otros 9 compañeros a morirse de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días son de angustias y agonías continuas. El santo sacerdote anima a los demás y reza con ellos. Poco a poco van muriendo los demás. Y al final después de bastantes días, solamente queda él con vida. Como los guardias necesitan ese local para otros presos que están llegando, le ponen una inyección de cianuro y lo matan. Era el 14 de agosto de 1941.



Cuando el Santo Padre Pablo VI lo declaró beato, a esa gran fiesta asistió, el hombre por el cual él había ofrecido el sacrificio de su propia vida. Juan Pablo II, su paisano, lo declaró santo ante una multitud inmensa de polacos.



Mas sobre su obra y su vida: San Maximiliano Kolbe

domingo, 3 de marzo de 2019

Malvinas: Héroes del ARA San Luis

Patrulla de Guerra ARA San Luis - 1982 
De Malvinas: Tras los submarinos ingleses 

 
TN Ricardo Alessandrini, Jefe de Armamento y TF Alejandro Maegli, Jefe de Comunicaciones 

La tripulación del buque al finalizar el año naval 1982 

EL TN Alessandrini, con traje de agua, dispuesto a comprobar unos ruidos provenientes de la zona de libre circulación del submarino 

TN Alessandrini, TC Luis Seghezzi, CC Macías y TF Maegli 


TF Jorge Dacharry, Jefe de Electricidad, TC Seghezzi, Jefe de Navegación y TF Maegli 

TF Maegli (tomado del periscopio) y CF Fernando María Azcueta, comandante del submarino 

El Comandante, CF Azcueta, arenga a la tripulación, una vez tomada la decisión de retornar a puerto 

Parte de la tripulación del San Luis, a poco de retornar a puerto 
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El comandante de la Fuerza de Submarinos pasa revista a la tripulación del submarino, apenas arribado este a puerto 

Damián Riveros

Malvinas: Tras los submarinos ingleses 

sábado, 2 de marzo de 2019

Venezuela: El Caracazo

Qué fue "la masacre del Caracazo" hace 30 años y qué nos dice de la situación actual en Venezuela

Alba Morgade BBC News Mundo



El 27 de febrero se inició en una ciudad cercana de Caracas una oleada de protestas que se extendió por el resto del país y en la que muchos ven el germen del chavismo.

Hace 30 años Venezuela vivió una revuelta que terminaría pasando a sus libros de historia.

El 27 de febrero de 1989 se inició en las afueras de Caracas una oleada de protestas que después se extendieron por toda Venezuela y generaron grandes disturbios.

Pasó a la posteridad con el nombre del Caracazo.

La fuerte represión del ejército y la policía dejó, según el balance oficial, centenares de muertos.

Y también un profundo malestar en el que muchos vieron una de las razones de la aparición en la escena política del comandante Hugo Chávez, que en 1992 lideraría una intentona militar por hacerse con el poder y, finalmente, en 1998, resultó elegido presidente.


El gobierno reprimió a los manifestantes con el ejército.

"Este es un país joven y muchos no vivieron aquel episodio, pero quienes lo hicieron tienden a atribuir al descontento popular y a la actuación de las fuerzas del orden en el control del Caracazo la ola que acabaría llevando al poder a un militar desconocido hasta entonces", dice Guillermo Olmo, corresponsal de BBC Mundo en Venezuela.

Del boom económico a la crisis profunda


El historiador venezolano Agustín Blanco Muñoz le dijo a BBC Mundo que "no se puede entender la Venezuela en la que triunfó Chávez sin entender el proceso que llevó al Caracazo".

Venezuela había vivido en la década de los 60 y 70 una época dorada con una situación económica que era la envidia de gran parte de los países de la región.


Muchos de ellos estaban por aquel entonces sumidos en conflictos y proliferaban las guerrillas internas.

Además, empezaban a entrar en una espiral de deuda externa de la que tardarían en recuperarse.

Venezuela, por el contrario, prosperaba gracias al boom económico impulsado por la industria petrolera y atraía a inmigrantes de muchos lugares de Latinoamérica.

 
El Helicoide, un edificio emblemático de Caracas, es una muestra del poderío económico de Venezuela en los 60 y 70. Iba a tener 300 tiendas de lujo, un helipuerto, tecnología de punta y un hotel, entre otras cosas.

"A aquella época dorada se la conoció como la de la Venezuela saudita, por el parecido de la situación venezolana con la de Arabia Saudita, país lejano pero también rico y productor de petróleo", señala Olmo.

Pero aquella bonanza se terminó.

En la década de los 80 la enorme deuda externa, la crisis cambiaria, la inflación, la corrupción, la fuga de capitales, el abuso de poder y, sobre todo, la caída del precio del crudo sumieron al país en una enorme crisis.

El historiador de la Universidad Católica Andrés Bello Tomás Straka aseguró a BBC Mundo que los gobiernos de Jaime Lusinchi y su antecesor, Luis Herrera, no supieron darle respuesta.

Carlos Andrés Pérez, quien ya había dirigido el país durante los años de auge económico (de 1974 a 1979), asumió en febrero de 1989 un nuevo mandato como presidente.

Muchos vieron en él la esperanza para salir de unos problemas que habían pasado ya de lo económico a lo social y que habían llevado a que comenzaran a escasear los alimentos.


Carlos Andrés Pérez fue presidente de Venezuela entre 1974 y 1979 y entre 1989 y 1993.

"La gente pensaba que él podía mágicamente volver a los años 70", recuerda el historiador Straka.

Pero con la presidencia de Pérez no vino un milagro, sino lo que se conoce como "el gran viraje".

El estallido social


El recién elegido presidente anunció una serie de medidas económicas que acabarían siendo conocidas como el paquetazo.

Se trató de un plan acordado con el Fondo Monetario Internacional que exigía grandes ajustes macroeconómicos.


El paquetazo buscaba hacer de Venezuela, sustentada mayoritariamente por el Estado y los petrodólares, una economía de libre mercado en la que hubo recorte de gastos y aumentos de las tarifas de los servicios públicos.

Blanco Muñoz afirma que "Pérez había prometido en su primer gobierno una cruzada contra la pobreza, porque los anteriores no habían acabado con ella. Pero no hubo mejoras sustanciales ni en la educación, la economía ni en la política y eso llevó a una situación insufrible que adquiere en el Caracazo su máxima expresión".

El descontento estalló en Caracas "y después se extendió a otras zonas del país como piezas de dominó", recuerda Straka.


La protesta se inició en una ciudad a las afueras de Caracas y se expandió al resto del país como piezas de dominó.

Todo se inició en Guatire, una ciudad satélite de la capital venezolana, cuando la población local empezó a protestar por el aumento del precio del pasaje en el transporte público. Apenas el día anterior se había incrementado el costo de la gasolina.

Se quemaron autobuses, se cortaron calles, se formaron barricadas y después comenzó el saqueo a comercios. La ola de violencia se extendió de Guatire a casi todo el país.

La gente se sumó en masa a la protesta harta por la situación económica y los ajustes de Carlos Andrés Pérez.

Todo eso, aderezado con escándalos de corrupción que involucraban a las más altas esferas del poder, con asesinatos de estudiantes y con una política gubernamental que no dudaba en reprimir las protestas.


El ejército salió a patrullar las calles ante la impotencia de la policía para contener la protesta que se había iniciado en Guatire, una ciudad cercana a Caracas.

El Caracazo fue un precedente de mano dura gubernamental.

El ejército acabó tomando el control de la situación ante la incapacidad de la policía de restablecer el orden. Y lo hizo derramando sangre.

La represión


Las protestas dejaron 276 muertes, según la cifra oficial reconocida por el fiscal general. Pero las ONG denuncian que nunca se ha hecho una investigación exhaustiva de lo ocurrido, primero en Caracas y después en el resto del país, el 27 de febrero de 1989.

Las víctimas mortales, según algunas asociaciones civiles, pueden llegar a los tres millares.


La protesta social acabó siendo una revuelta en la que hubo violencia, vandalismo, saqueos y represión de las autoridades.

Para la ONG Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) fue una auténtica "masacre", señaló en un duro informe que hizo sobre el balance de víctimas y fallecidos durante las protestas.

"Una de las más graves violaciones de derechos humanos de la Venezuela contemporánea", se lee en el documento.

Esta organización no solo denunció que nunca se pudiera contabilizar el número real de muertos en las protestas, sino también la brutalidad policial: uso de artillería pesada, la suspensión de garantías, personas desaparecidas, torturas, tribunales militares y fosas comunes.

El propio gobierno de Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, ha presumido en reiteradas ocasiones de que en Venezuela ya no se aplica la represión que se vio en el Caracazo del 89.


El gobierno de Nicolás Maduro siempre ha presumido de no usar la fuerza contra la población como se hizo durante "el Caracazo" del 89, pero oposición y ONG denuncian también mano de hierro por parte de las autoridades.

"Eso ya es historia", ha llegado a decir el presidente en reiteradas ocasiones.

"Nunca más un 27 de febrero, por eso surgió un Chávez, porque a la patria la despedazaron, la saquearon y el pueblo estaba huérfano y perseguido".

Sin embargo, algunos aprecian semejanzas entre la dureza con la que fueron reprimidas las protestas de hace 30 años con la actuación de la Guardia Nacional, la policía y los grupos paramilitares progubernamentales conocidos como "colectivos" en las movilizaciones de la oposición en 2014, 2017 y también ahora con el desafío planteado por Juan Guaidó, que se proclamó el 23 de enero "presidente encargado" y desafió a Maduro.

Chávez y la capitalización del descontento


Una pregunta que se hacen muchos en la actualidad es hasta qué punto ese descontento que provocó el Caracazo jugó un papel en la llegada de Chávez al poder.

El 4 de febrero de 1992, el entonces teniente coronel lideró un intento de golpe de Estado que fracasó.


Aunque terminó con Chávez dirigiendo, a través de los medios de comunicación, un mensaje a sus compañeros golpistas en el que llamó a que depusieran las armas para "evitar más derramamiento de sangre".

De ese mensaje, llamó la atención que, con su boina roja de paracaidista, Chávez asume toda la responsabilidad del movimiento, algo a lo que no estaban acostumbrados los venezolanos.


Hugo Chávez fue considerado un líder carismático que consiguió el apoyo de grandes masas de gente, especialmente de la clase más desfavorecida.

Blanco Muñoz recuerda "que en los años anteriores todos los gobiernos culpaban de su fracaso a los anteriores".

Chávez dijo que sus objetivos no se habían cumplido "por ahora".

"Aquella frase impactó al público y ayudó a construir el mito del militar del pueblo que luego explotaría políticamente hasta su muerte", afirma el corresponsal de BBC Mundo en el país, Guillermo Olmo.

Tras ser indultado, Chávez salió de la cárcel hablando de formar un gran frente nacional para transformar el país. Ganó las elecciones en 1998.

¿Fue fruto del Caracazo?


Asociaciones civiles denunciaron el uso de armamento pesado y disparos de cintura para arriba por parte del ejército durante las protestas.

Para Straka, sí que pudo ayudar a Chávez en su llegada al poder, pero también contribuyeron el desgaste, el descrédito del gobierno, el descontento de la población por la situación de pobreza, el apoyo del ejército y el hecho de que Chávez era una figura carismática.

Paralelismos y diferencias hoy


Observadores como Blanco Muñoz ven paralelismos entre la Venezuela del Caracazo y la situación actual, cuando el colapso de la economía y la represión de las multitudinarias movilizaciones de sus detractores ponen en cuestión la continuidad en el poder del presidente Maduro, tildado por otros países de "dictador".

"El desastre de entonces se ha multiplicado, y no podemos olvidar que hoy la policía está matando y torturando", denuncia.

Straka también ve similitudes.


Hace apenas dos meses, Juan Guaidó era un completo desconocido, pero ha sabido unir a sectores de la población y a la oposición bajo su figura.

"La sociedad está muy indignada por el empobrecimiento. Incluso las cifras (de nivel de pobreza) son muy parecidas".

Y también, al igual que ocurrió con Chávez, hay una figura que hasta ahora era desconocida y que está gozando de altos niveles de popularidad. Esta vez es la de Juan Guaidó.

Aunque también hay diferencias.

"Esta vez el gobierno sí ha sabido manejar mejor el control de la protesta, por la mala", dice Straka.

El historiador cree que esto se debe en parte al control que el gobierno de Maduro tiene sobre los medios de comunicación, "que no muestran lo que ocurre y no permite el efecto contagio a otras zonas del país, haciendo creer a la gente que en Venezuela no pasa nada".

Y ve otra diferencia: el control que tiene Maduro sobre el ejército, aunque lo cree relativo, y el de la sociedad, "especialmente de los sectores populares, forjado a través del reparto de alimentos por parte de una red muy bien estructurada del partido del gobierno que conoce hasta los nombres de la gente".

viernes, 1 de marzo de 2019

Guerras napoleónicas: El rol del espionaje

Espionaje durante las guerras napoleónicas

Weapons and Warfare

Charles Schulmeister



Las guerras napoleónicas enfrentaron a Francia, liderada por Napoleón Bonaparte, contra varios países de Europa desde 1797 hasta 1815. En diferentes momentos durante este período, Gran Bretaña, Austria, Rusia, Prusia, Dinamarca, Suecia y el Reino napolitano lucharon en la guerra. Contra Francia en varias coaliciones. Los principales rivales en esta lucha fueron Gran Bretaña y Francia. Durante este tiempo, los métodos de recopilación de inteligencia, espionaje y contraespionaje no diferían tanto de los métodos modernos, aparte de las diferencias en el progreso tecnológico. Sin embargo, en comparación con otros períodos, el espionaje fue una actividad mucho más intensa durante las guerras napoleónicas. Este aumento en la actividad de espionaje se debió principalmente a los acontecimientos revolucionarios en Francia y la siguiente emigración francesa, que a su vez fue utilizada por Gran Bretaña para lograr sus propios objetivos.

Francia tenía un maestro de intriga sin igual en la famosa persona de Joseph Fouché, quien espiaba desenfrenadamente a sus contactos sociales y profesionales por igual. Fouché permaneció como ministro permanente de policía durante cuatro regímenes consecutivos: directorio, consulado, imperio y la monarquía restaurada.

Durante este período, Suiza se convirtió en un lugar de gran actividad de inteligencia por parte de Gran Bretaña, principalmente contra Francia. En 1794, el nuevo encargado de asuntos de Gran Bretaña fue el recién llegado William Wickham (1761-1840), para quien su trabajo diplomático en Berna fue una tapadera. La principal actividad de Wickham fue recopilar información sobre Francia y dirigir varias organizaciones realistas, que actuaron dentro de Francia y en el extranjero. En particular, Wickham organizó invasiones de ejércitos realistas en Francia, uno de los cuales fue la invasión de la Bahía de Quiberon en 1795; El esfuerzo fracasó en el plazo de un mes. Tanto los agentes de Wickham como los de las organizaciones realistas participaron activamente durante casi tres años en diferentes conspiraciones contra Francia, pero en 1797, muchos de los involucrados fueron arrestados. Wickham se vio obligado a abandonar Suiza en 1798, pero el cargo sucesivo Daffaire continuó con la misma actividad.

El espionaje británico contra el ejército italiano de Francia también estaba bien organizado. Aquí, las principales figuras fueron el Conde d'Antreg, uno de los organizadores del movimiento clandestino realista, y el diplomático británico Francis Drake. D’Antreg recibió información de los generales del ejército francés, como información clave sobre la expedición egipcia de Bonaparte. D’Antreg fue arrestado en 1797 por los franceses en Venecia y estaba programado para su extradición a Francia, pero primero se le concedió una audiencia con Napoleón. Después de ganar el favor de Napoleón, d’Antreg fue liberado con su palabra de honor. Entonces fue rápidamente ayudado en un escape a Suiza.

Los agentes de inteligencia británicos persiguieron a Napoleón y su ejército durante la expedición a Egipto, e incluso intentaron organizar el asesinato del general. Un conocido intento fue organizado por uno de los principales oficiales del servicio de inteligencia británico. Un compañero oficial llamado Foure estaba casado con una de las amantes de Napoleón; el plan requería que Madame Foure llevara a cabo el asesinato durante uno de sus compromisos con Napoleón. Foure finalmente rechazó su misión, y el plan no fue ejecutado.

Otro intento de asesinar a Napoleón se realizó el 24 de diciembre de 1800. Se requirió que el Primer Cónsul Napoleón estuviera presente en una actuación en la Ópera de París Grande. Cuando el carruaje de Napoleón se precipitó por la calle Saint Nicolas, una explosión resonó. Napoleón no sufrió; su carro conducía demasiado rápido, pero el poder de la explosión fue tal que casi 50 personas murieron o resultaron heridas y 46 casas vecinas resultaron dañadas. La fuente era un barril de pólvora atada con metralla que estaba escondida en un vagón enjaulado en la carretera. Al principio, los jacobinos fueron acusados ​​del intento, y algunos fueron ejecutados. Pero aquellos que encabezaron la investigación rápidamente determinaron que era obra de los realistas a través de los cuales era evidente "la mano de Londres".

Otro atentado contra Napoleón fue emprendido por los realistas (nuevamente apoyados desde Londres) en 1803 a 1804, pero fue detenido por la policía de Fouche. Fouche identificó a los conspiradores utilizando su "Geografía de Chouan", una base de datos elemental (índice de tarjetas) compilada en su ministerio que contiene información detallada sobre 1000 realistas activos. La palabra francesa chouan se asocia con la realeza o, en este caso, con los realistas.

Gran Bretaña también recopiló activamente toda la información posible sobre Francia durante el período napoleónico. Para este fin, utilizaron (además de los métodos tradicionales) varias organizaciones realistas (en particular, la "Correspondencia", que recopilaba principalmente datos de inteligencia). Los contrabandistas, los pescadores y los habitantes de la isla Jersey también fueron reclutados activamente, especialmente durante el bloqueo continental, para el contacto entre Gran Bretaña y el continente, así como para el espionaje. Uno de estos habitantes de Jersey, un agente británico, pudo hacer 184 viajes de espionaje desde Jersey a Francia antes de que finalmente fuera capturado por los franceses y ejecutado en 1808.

Dirigidos por Fouche, los franceses utilizaron el contraespionaje y organizaron los asesinatos de personas no deseadas o, al menos, los desacreditaron. Un ejemplo es la operación brillantemente ejecutada dirigida contra el diplomático británico Francis Drake. El agente francés Mehde de la Touch fue enviado a Londres, donde con gran dificultad pudo ganarse la confianza de las principales autoridades británicas. De la Touch pudo convencerlos de que representaba a un comité jacobino que quería derrocar a Napoleón. De la Touch se puso en contacto con Drake, en ese momento el embajador en Munich, Baviera, y utilizando a Drake, el comité falso pudo estafar grandes cantidades de dinero del gobierno británico. Después de un largo período de tal actividad, los franceses publicaron esta información en la prensa francesa, Drake fue desacreditado y se vio obligado a huir de Munich.

El mismo Napoleón también estaba activamente interesado en el espionaje. Entre los agentes secretos de Napoleón, el más exitoso fue el alsaciano Charles Schulmeister, un comerciante de Estrasburgo. Schulmeister se infiltró brillantemente en el ejército austriaco, incluido su servicio de inteligencia, y al recopilar información vital y difundir información errónea a los comandantes militares austriacos, aseguró la victoria de Napoleón en Austria.

El año 1805 marcó el inicio de la guerra de Napoleón con Austria y Rusia. Schulmeister fue enviado a Viena con la misión de discernir el carácter y los planes del General Karl von Mack, comandante del Ejército de Austria en el Danubio. Schulmeister se ganó la confianza de aquellos en los círculos aristocráticos de Viena y pronto fue presentado al General Mack. Schulmeister persuadió a Mack de que representaba a una oposición realista, mostrándole datos secretos sobre el ejército francés, que le habían dado de acuerdo con la orden de Napoleón, y documentos falsos sobre su propio origen aristocrático húngaro. Pronto, Mack confió completamente en Schulmeister y, increíblemente, fue designado jefe de inteligencia en el ejército del General Mack. Schulmeister inmediatamente informó a Napoleón sobre los planes de Mack, y Napoleón, a su vez, ordenó la impresión de periódicos falsos y cartas que detallaban los disturbios en el ejército francés. Mack se tragó el cebo. Supuso que Francia estaba cerca de un levantamiento, y creía en la información de que las tropas de Napoleón se estaban retirando de la línea del frente en el río Rin. Comenzó a perseguir a los franceses. Probablemente Mack se sorprendió cuando chocó con el cuerpo "retirado" del general francés Ney, y luego descubrió tropas francesas en sus flancos y en la espalda. El ejército del general crédulo estaba rodeado de Uhlm, y todo lo que quedaba por hacer era rendirse. Napoleón luego ganó una de sus victorias más famosas en la batalla de Austerlitz, capturó Viena e instaló a Schulmeister como su jefe de policía.

Napoleón pronto requirió los servicios adicionales de Schulmeister en Alemania, donde el operativo creó un grupo de espías efectivo que proporcionó a Napoleón, por un tiempo, información valiosa de los adversarios del Este. Schulmeister recibió riqueza por sus esfuerzos, pero anhelaba la Legión de Honor, que Napoleón nunca otorgó, afirmando que "el oro es la única recompensa adecuada para los espías". Después de la derrota de Napoleón en Waterloo y su posterior exilio, Schulmeister fue arrestado y compró su La libertad con su fortuna. Años después y casi sin un centavo, Schulmeister vendió tabaco en un puesto en Estrasburgo y regaló a los clientes historias de espionaje durante las guerras napoleónicas.