
lunes, 11 de agosto de 2025
domingo, 10 de agosto de 2025
Argentina: El desarrollo industrial entre 1930-1940
El desarrollo industrial argentino II (1930-1940)
En 1933 se lanza el Plan de Acción Económica Nacional ideado por Pinedo y Prebisch que proponía una visión industrial desde el gobierno para el país.
Industria argentina en la década de 1930 a 1940
Por Alberto Oliveri || Los Andes
1930, la crisis económica mundial de 1929 alentó a personajes oscuros como el Gral. Uriburu a dar un golpe militar y derrocar a Yrigoyen. Fue un golpe sin ningún tipo de organización y planificación futura, solo se centró en la eliminación del sufragio universal para sacar a la UCR del gobierno.
1932-38, asume como presidente el general Justo, liberal y pro Británico. Mantuvo el orden anterior apoyado por la clase terrateniente. Los países centrales evolucionaron a una política más proteccionista, Inglaterra en 1931 tenía una tasa promedio a las importaciones de manufacturas del 21% y EEUU del 48%. La Argentina agro exportadora dejaba una vez más de funcionar, el comercio mundial se desplomó y los precios internacionales cayeron estrepitosamente.
Hasta 1929 prevaleció en el mundo la teoría neo clásica y libre cambio. Luego de la Gran Depresión aparecen las ideas de Keynes con una alternativa que aconsejaba cierta intervención del Estado en la regulación de mercados, sostenimiento de la producción y el empleo.
Según el Informe World Economy, a Millenial Perspective de A. Maddison, en el cual analizó la evolución de la economía mundial luego de la Gran Depresión, países como Alemania, USA y URSS fueron los que más crecieron entre 1929-40 con las siguientes tasas; 35, 22 y 55% respectivamente. En cambio Inglaterra y Australia un 15% cada uno y la Argentina decreció en igual periodo un 5%.
Las tres primeras economías tenían cierta planificación; Alemania nazi a través de una corporación entre el Estado y el Capital, la URSS una economía puramente estatal y USA con el New Deal de Roosevelt, una economía capitalista pero con regulación del Estado y planificación de obras públicas según las ideas de Keynes.
1933, firma del Pacto Roca-Rucciman para garantizar la compra por parte de Inglaterra de carne argentina. Este pacto terminó sacrificando al sector ganadero más atrasado, llamados “criadores”, en beneficio de los propietarios de los mejores campos llamados “invernadores” que exportaban carne de mejor calidad, que iba enfriada y no congelada como los primeros. Este conflicto se verá reflejado en los famosos debates sobre la carne y la denuncia de Lisandro de la Torre.
1933, se lanza el Plan de Acción Económica Nacional ideado por Pinedo y Prebisch proponía:
- Devaluación
- Control de Cambio
- Juntas Reguladoras
- Obras Públicas, especial carreteras
- Impuestos a los Réditos
- Instituto de Movilización de Inversiones Bancarias
- Creación del Banco Central
La Unión Industrial apoya con entusiasmo. Hay una visión industrial del gobierno y sectores políticos, lo cual obligó a la Sociedad Rural en dicho año a decir que ellos se habían opuesto al proteccionismo para evitar que ciertas industrias se amparen en aranceles, pero ahora debido a la crisis económica acordamos ayudar en la organización de industrias.
En cambio los tres últimos puntos del Plan despertaron desconfianza y oposición. Finalmente el gobierno de JB Justo no lo implementó en su totalidad, impuso algunas tarifas de protección, creó el BCRA y algunas juntas reguladoras.
1935, se inician censos sistemáticos y específicos por actividad industrial y se constata un impulso de la producción de bienes de consumo no durables. Un nuevo proceso de sustitución de importaciones espontáneo y no planificado se pone en marcha. Recién a partir de 1935 el gobierno comienza a mirar a las industrias de manufactura.
Hasta la 1ra guerra mundial, la riqueza de la región pampeana fue de tal magnitud que direccionó el pensamiento de nuestros gobernantes y políticos a apostar el desarrollo del país en la exportación primaria. La ciudad de Buenos Aires y aledaños se había convertido en una capital casi europea. Llama la atención que a partir de 1920 y en especial con la crisis económica de 1929-30, el mundo inicia un cambio en el paradigma de la economía y nuestra clase dirigente no percibió dicho cambio, a pesar que Buenos Aires estaba en estrecho contacto con Europa.
El periodo hasta 1914 fue una oportunidad perdida ya que fue un período de crecimiento del capital primario, tanto del Estado como de los privados, para poder apostar al desarrollo de industrias. La experiencia europea marcaba que esa era la actividad económica más dinámica. Nuestra clase terrateniente fue reacia a incorporar un nuevo jugador económico que podría disputarle el control político. Ellos podrían haber utilizar sus excedentes rentísticos en apalancar a la industria.
La dirigencia gubernamental en general eran abogados o funcionarios de empresas extranjeras y estaban alineados con la política de la división del trabajo internacional que le era conveniente a Inglaterra y otros países ya industrializados.
Europa que debía importar gran cantidad de alimentos debido a su insuficiente tierra para cultivos o inviernos muy crudos, necesitaba desarrollar sus industrias para exportar y de esta manera no se le convirtiera su balanza comercial en deficitaria.
*El autor es ingeniero electromecánico UBA
sábado, 9 de agosto de 2025
Guerra de Corea: El gran impostor canadiense
El gran impostor de la guerra de Corea
Ferdinand Demara, conocido como "El Gran Impostor", perpetró uno de los engaños más audaces de la historia a bordo del HMCS Cayuga, un destructor de la Marina Real Canadiense, durante la Guerra de Corea.
Haciéndose pasar por el Dr. Joseph Cyr, se desempeñó como oficial médico del barco, a pesar de carecer de formación médica. En un momento dado, subieron a bordo 16 soldados heridos que requerían cirugía inmediata. Demara, con memoria fotográfica, leyó rápidamente un libro sobre atención traumatológica en los reducidos acorazados del barco y se puso a trabajar.
Asistido por médicos, realizó procedimientos que incluyeron una cirugía de tórax para extraer una bala cerca del pulmón de un soldado, una amputación por encima de la rodilla debido a gangrena y la sutura de heridas abdominales profundas. Sorprendentemente, los 16 pacientes sobrevivieron.
Su artimaña se desveló cuando la madre del verdadero Dr. Cyr vio un artículo que elogiaba a "su hijo" en un periódico canadiense. Para evitar el escándalo, la Marina dio de baja discretamente a Demara en 1952 sin cargos.
La increíble historia de Demara se detalló en el bestseller de Robert Crichton de 1960, El Gran Impostor, así como en la adaptación cinematográfica protagonizada por Tony Curtis.
Sin embargo, la época de Demara como imitador no terminó ahí. Más tarde se haría pasar por un monje benedictino, un maestro de escuela e incluso un guardia de prisión en Texas, falsificando credenciales con facilidad. Fue arrestado por fraude y cumplió condenas de prisión.
Ferdinand Demara falleció en 1982 a los 60 años por insuficiencia cardíaca y complicaciones de diabetes, dejando un legado de imitaciones audaces. ¡Menudo personaje!
viernes, 8 de agosto de 2025
Argentina: El guerrero José Ignacio Warnes

José Ignacio Warnes: el general con el pecho roto y la causa encendida
José Ignacio Warnes, nacido en Buenos Aires en 1770, provenía de una familia acomodada del virreinato, pero eligió un camino contrario al de sus privilegios: la lucha por la libertad. Desde joven se involucró en la vida militar, integrando el Cuerpo de Blandengues de Montevideo, y combatiendo en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Con la Revolución de Mayo de 1810, se sumó al bando patriota, alentado por su amistad con Manuel Belgrano, quien lo consideraba de plena confianza y lo integró a su campaña.
Warnes participó en batallas fundamentales como Tucumán y Salta, y fue asignado al mando del Regimiento N.º 6. Belgrano le encomendó una misión decisiva: liberar Santa Cruz de la Sierra, una ciudad aislada y dominada por los realistas. Con pocos recursos pero con gran determinación, Warnes cruzó el Chaco Boreal y logró organizar una resistencia popular compuesta por esclavos liberados, indígenas y mestizos. Formó el Batallón de Pardos y Morenos, promovió la igualdad y decretó la libertad de los esclavos sin esperar órdenes. Gobernó con justicia, disciplina y coraje.
Sin respaldo real desde Buenos Aires, Warnes defendió Santa Cruz con convicción. En 1814 triunfó en la batalla de La Florida, derrotando al comandante realista Blanco. Pero su independencia política y militar lo enfrentó con las autoridades porteñas, que enviaron a Santiago Carrera a reemplazarlo. Carrera fue asesinado por el pueblo, que defendía a Warnes.
La situación se agravó cuando el apoyo militar disminuyó y otros líderes patriotas caían uno a uno. En 1816, tras recibir el Acta de la Independencia, Warnes enfrentó a las tropas del traidor cruceño Aguilera en la batalla de El Pari, librada el 21 de noviembre. A pesar de luchar con inferioridad numérica y recursos precarios, resistió con valentía. Murió en combate, destrozado por una bala de cañón. Su cabeza fue exhibida en una pica en la plaza pública. Sin embargo, su muerte no aplacó la resistencia: el pueblo de Santa Cruz continuó luchando en su nombre.
Años después, en 1825, Santa Cruz fue liberada y los restos de Warnes fueron enterrados con honores. Aguilera, el traidor, también fue ejecutado y su cabeza terminó como la de Warnes: en una pica, en un acto de justicia histórica.
Belgrano, profundamente dolido, escribió a la madre de Warnes destacando su heroísmo y calificándolo como un verdadero hijo de la patria. En Bolivia, Warnes es recordado como prócer: una ciudad y una provincia llevan su nombre. En Argentina, su memoria permanece relegada, reducida a una calle de repuestos en Buenos Aires. El reconocimiento oficial como general aún no ha sido formalizado.
Warnes representa a los héroes que pelearon en los márgenes, con barro en los pies y la patria en el corazón. Su legado no es solo el de un combatiente, sino el de un hombre que creyó en la libertad de los más olvidados. Su historia es un llamado a la memoria y a la justicia.
jueves, 7 de agosto de 2025
Invasiones inglesas: Proclama de Wiliam Carr Beresford siendo momentáneamente gobernador colonial de Buenos Aires
Proclama del fracasado gobernador británico
POR GUILLERMO CARR BERRESFORD, MAYOR GENERAL, COMANDANTE EN JEFE DE LAS FUERZAS
de Su Majestad Británica, empleadas en la Costa del Este de la América del Sur y Gobernador de Bueno-Ayres y todas sus dependencias.
Hallándome la Ciudad de Bueno-Ayres y sus dependencias sujetas ahora a Su Majestad Británica por la energía de las Armas de S. M., el Mayor General con el objeto de establecer una perfecta confianza en la liberalidad y rectitud del gobierno de S. M., y tranquilizar los ánimos de todos los habitantes que están al presente en la Ciudad, y de aquellos que se ausentaron de las calamidades generales de guerra, se cree en el indispensable proclamar, sin perder un momento de tiempo, "Que es la más grata intención de S. M. que la gente de Bueno-Ayres y cualquiera de las Provincias del Río de la Plata, que voluntariamente entraren en su obediencia, gocen enteramente de la Religión Católica Romana que ha profesado todo el tiempo de su existencia."
Que los Tribunales de justicia continúen el ejercicio de sus funciones en todos los casos de procedimientos Civiles y Criminales, si refiriéndose al Mayor General, o a los Gobernadores de S. M. y en anteriores ocasiones, en donde el conocimiento del Mayor General sea necesario.
Toda propiedad privada de cualquier clase o descripción recibirá la más amplia protección, y todo lo que pueda pedirse por las tropas y aún para víveres y demás, se hará por medio de compra al justo precio.
Por consiguiente, todos los sacerdotes, al Ilmo. Sr. Obispo; sus Curas; y otros Ordenes Eclesiásticas, Fundaciones, Colegios, Xefes de las Corporaciones, y Mayores, Alcaldes de Ciudad y Barrios, Oficiales de justicia y otros Ministros públicos quedan encargados de continuar el ejercicio de sus respectivos cargos, según el uso antiguo y costumbre.
El Mayor General luego recabará el hacer saber a interino que el pueblo que ahora es súbdito obediente de S. M. se que daría en adelante sin alteración a sus leyes civiles, en el libre ejercicio de su Religión, en el goce tranquilo de su propiedad, y en la posesión segura de todos los derechos y privilegios que son compatibles con la soberanía de S. M. y las circunstancias actuales del País.
El establecimiento de un Gobierno Británico liberal, en Bueno-Ayres será altamente beneficioso para todas las clases de personas. Abrirá al comercio de todas las naciones el puerto más ventajoso de la América del Sud, y asegurará la prosperidad de las Provincias interiores, facilitando el libre intercambio de sus productos naturales, removiendo todas las trabas que en el día las impiden.
La fuerza actual que ha sido destinada para la protección del País contra sus enemigos es tal que no deja duda sobre la seguridad pública, y otra más poderosa, compuesta de tropas de línea y marinas, se espera prontamente para sostener el Gobierno establecido, con el objeto de hacer completamente eficaces sus saludables propósitos.
Los habitantes del Río de la Plata y todos los otros que no pertenezcan a esta parte del mundo serán tratados de la manera más noble, sin ninguna distinción de Nación, y no será interrumpido su comercio, ni impedido por pasaportes u otra formalidad alguna.
Habiéndose conducido el Mayor General sobre algunos de los actos anteriores más muy gravosos a las empresas comerciantes se abstendrá de poner en ejecución todas las ordenanzas que se han dado recientemente sobre tales artículos, hasta obtener más instrucciones del Gobierno de Su Majestad Británica. Dado en esta Fortaleza a veinte y ocho de Junio del mil ochocientos seis.
Dios guarde al Rey de la Gran Bretaña.
miércoles, 6 de agosto de 2025
Pecio: Desenterrando los secretos fantasmales de los barcos de esclavos
Desenterrando los secretos fantasmales de los barcos de esclavos
Una red global de arqueólogos marítimos está excavando naufragios de esclavos y reconectando a las comunidades negras con las profundidades.
Por Julián Lucas || The New Yorker
La imagen puede contener Billy Joe DuPree Persona Libro Cómics Publicación Arte Adultos y Aire Libre
Antes del Proyecto de Naufragios de Esclavos, no se había identificado ningún barco hundido en el Paso Medio. Ilustración de Michael Kennedy.
Al bajar no vi nada. El agua era una mancha verde azulado bordeada de sombras oxidadas, que se oscurecía, unos seis metros más abajo, hasta un esmeralda enfermizo. Seguí una cuerda tendida entre una boya y una estaca en el fondo marino, deteniéndome de vez en cuando para taparme la nariz y ajustar mis senos nasales a la presión. Justo más allá de la termoclina, donde la temperatura baja bruscamente, una mano emergió de la oscuridad y me agarró de la muñeca, arrastrándome los últimos centímetros hasta el fondo. El cieno era blando como el pudín de tapioca. Se tragó mi mano, luego mi brazo y mi hombro; cuanto más empujaba, más sospechaba que podría durar para siempre. Finalmente, toqué madera, sintiendo un escalofrío más frío que el del agua al pasar los dedos por las ranuras y astillas de los tablones sumergidos. Era el barco negrero Camargo, que transportó quinientas almas a través del Atlántico antes de incendiarse.
Era el seis de noviembre y estaba buceando con un grupo de arqueólogos marítimos en Angra dos Reis. Una bahía verde a tres horas de Río de Janeiro, una especie de Hamptons brasileños, donde los yates llenan los puertos deportivos y Vogue una vez patrocinó una fiesta para Nochevieja. Pero en el siglo XIX eran principalmente plantaciones: caña de azúcar cerca del agua y café justo al otro lado de las montañas escarpadas que rodean la zona como dientes de serpiente. Se alzaron a mi alrededor cuando resurgí, presionando un botón para inflar el dispositivo de control de flotabilidad de mi equipo de buceo. El investigador que me había guiado hasta el naufragio me mostró el hollín bajo nuestras uñas. Luego nadamos de regreso al barco de buceo, un barco de alquiler chirriante y de fondo plano cuyo nombre en portugués significaba "Con Jesús Venceré".
A bordo, se realizaban los preparativos para desenterrar el Camargo, un bergantín de dos mástiles que se hundió en 1852. Una tormenta había sepultado el barco poco después de su descubrimiento en diciembre del año anterior; ahora era el momento de limpiar el lodo. Los buzos habían pasado la mañana colocando boyas, operando guías submarinas y examinando el lugar, trabajando creativamente con herramientas sencillas. Dos hombres armaron una draga con un tubo de PVC y una trampa de grasa doméstica. Otro llamó a un megayate cercano para pedirle prestado su "perfilador de subsuelo", un costoso dispositivo de sonar que expone las formaciones subterráneas. "Estamos usando a los ricos", dijo. "Son reparaciones".
Hace diez años, ningún barco hundido en el Paso Medio había sido identificado. La cuna acuática de la diáspora africana era un vacío arqueológico, como si el mar hubiera borrado todo rastro de lo que el poeta Robert Hayden llamó un "viaje a través de la muerte / hacia la vida en estas costas". Luego, en 2015, se descubrió un barco portugués llamado São José frente a la costa de Ciudad del Cabo. Tres años después, el Clotilda, el último barco negrero conocido de Estados Unidos, apareció en el río Mobile, en Alabama. Se cree que el hallazgo más reciente es L'Aurore, un barco francés que se hundió frente a la costa de Mozambique tras un intento de levantamiento. Mientras tanto, en Dakar, los investigadores se acercan al Sénégal, que explotó tras ser capturado por la Armada Británica en 1781.
Detrás de esta flota de aparecidos se encuentra una red llamada Proyecto de Naufragios de Esclavos. Coordinado por el Smithsonian —junto con la Universidad George Washington, los Museos Iziko de Sudáfrica y el Servicio de Parques Nacionales de EE. UU.— el SWP combina la arqueología marítima con la justicia reparadora, el turismo y el entrenamiento acuático en comunidades negras. Su trabajo es demasiado nuevo para medir su impacto en la investigación, pero ya ha hecho una contribución significativa a la historia pública. Los artefactos del São José se han convertido en una pieza central del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana (NMAAHC) del Smithsonian. El Clotilda inspiró un documental de Netflix y un nuevo museo en Africatown, Alabama, y esperanzas similares se depositan en el Camargo en Angra dos Reis. El entusiasmo refleja un giro oceánico en la comprensión del patrimonio entre los escritores, artistas y académicos de la diáspora, que están cada vez más preocupados por lo que la influyente teórica Christina Sharpe llama la "estela" de la esclavitud.
Antes de mi descenso, hablé con Gabrielle Miller, arqueóloga marítima del Smithsonian, a quien encontré sujetando un cuchillo de acero inoxidable a su musculosa pantorrilla. Una mujer de treinta y dos años con conchas cauri en sus largas trenzas y un piercing en el tabique nasal, se le llenaron los ojos de lágrimas al describir su trabajo submarino. "Había un silencio absoluto, casi como una iglesia", dijo sobre su primera inmersión en los restos de un naufragio esclavista. Sentir el Camargo fue aún más inquietantemente íntimo: "El negro permaneció en mis manos durante mucho tiempo". Miller trabaja para el NMAAHC y contribuyó a una exposición en curso, "In Slavery's Wake", que presenta cuentas y conchas que los africanos esclavizados probablemente llevaron a Brasil. Pero prefiere hablar de estar en el agua que de lo que los buceadores pueden recuperar de ella. "Es muy anticuario poner todo el énfasis en un objeto físico", dijo. "El barco es un catalizador".
Miller se inició en la arqueología terrestre y trabajó para la tribu Nez Percé en Idaho. Pero un viaje de investigación a Santa Cruz, de donde es originaria su familia, la llevó a convertirse en buceadora y a aplicar sus habilidades a la historia de su propio pueblo. En 2021, Miller se inscribió en un programa de prácticas afiliado al SWP, que ahora ayuda a dirigir. También enseña los fundamentos de la arqueología marítima a través de la Academia del Proyecto de Naufragios de Esclavos, que trabaja con estudiantes de posgrado de arqueología en Senegal y Mozambique. El doble objetivo de la academia es diversificar el grupo de arqueólogos, de los cuales solo una fracción minúscula son negros, e incluir a personas de toda la diáspora en el estudio de su historia. Sin embargo, también es una especie de exorcismo: un ejercicio para disipar las sombras de la historia.
“Dicen que la relación de la diáspora africana con el agua equivale a un 'trauma'”, me dijo Miller, aludiendo a una historia demasiado familiar de ahogamientos en el Paso Medio, grifos contaminados y playas segregadas. No era del todo falso, admitió. Pero ¿acaso las personas negras no tenían también una conexión privilegiada con el mar? Habló con entusiasmo de la arquitectura coralina en el Caribe, de los espíritus del agua venerados por los marineros senegaleses Lebu y de la obra de la artista Ayana V. Jackson, quien se inspiró para aprender a bucear en el mito afrofuturista de Drexciya. Creada en los noventa por un dúo de electrónica de Detroit, imagina una Atlántida negra poblada por el problema de las mujeres que se ahogaron en la travesía y respiraban agua. La idea me fortaleció cuando me senté en la borda del barco de buceo y me preparé para caer por la borda. Dentro del canto de sirena del lugar hundido hay una invitación a la valentía, sugirió Miller: “Nuestra relación ancestral con el agua no es de miedo”.
“El negrero es un barco fantasma que navega en los límites de la conciencia moderna”, escribe Marcus Rediker en su desgarradora historia “ The Slave Ship ”. Los barcos eran cámaras de tortura flotantes que devoraron más de doce millones de vidas, y sus crueldades finamente calibradas (bodegas sin luz fétidas por vómitos y excrementos, enfermos atados a cadenas de ancla y arrojados en masa a tiburones acechantes) impulsaron la economía global durante medio milenio. Dejaron una huella psíquica tan profunda que la gente negra todavía habla de ellos en términos de experiencia personal. “Recuerdo en el barco negrero, cómo brutalizaron nuestras almas”, canta Bob Marley en “Slave Driver”.
Se podría haber asumido que un puñado de estas embarcaciones, de las cuales se sabe que al menos ochocientas naufragaron, habrían aparecido hace mucho tiempo. Pero quienes estaban capacitados para buscarlas carecían de incentivos. En 1972, cazadores de tesoros comerciales se toparon con los restos del Henrietta Marie, un barco inglés que se hundió cerca de los Cayos de Florida tras un viaje de esclavos, y se marcharon en cuanto se dieron cuenta de que no era el galeón español que buscaban. (Posteriormente fue excavado). Los arqueólogos marítimos, mientras tanto, ignoraron en gran medida el Paso Medio. Stephen Lubkemann, profesor de la Universidad George Washington, me comentó: «Se realizaron más estudios arqueológicos de cocas en ciénagas de Irlanda que de barcos negreros».
Lubkemann concibió el SWP en 2003. La esclavitud no era su campo, pero durante mucho tiempo se había maravillado de que los historiadores, que recientemente habían presentado la monumental Base de Datos sobre la Trata Transatlántica de Esclavos, estuvieran tan adelantados a sus colegas de las ciencias sociales. Debido a su alto coste, la arqueología marítima depende de la financiación de los gobiernos, pocos de los cuales estaban dispuestos a financiar la divulgación de sus crímenes históricos. Una excepción fue la Sudáfrica postapartheid, donde Jaco Boshoff, investigador de los Museos Iziko, buscaba un barco esclavista holandés llamado Meermin. Él y Lubkemann unieron fuerzas y ampliaron la búsqueda a otros barcos, yendo y viniendo entre los archivos náuticos y el litoral de Ciudad del Cabo, plagado de naufragios.
Durante años, tanto el dinero como los descubrimientos los eludieron. Entonces, en 2008, Boshoff encontró una cita académica sobre un barco portugués que se hundió en ruta de Mozambique a Brasil, llevando a doscientos africanos a sus muertes. Investigaciones posteriores condujeron al testimonio del capitán, que indicó un lugar bajo una montaña conocida como Cabeza de León. Pronto, Boshoff y su equipo bucearon en lo que él llamó "uno de los peores naufragios en los que he trabajado". Los arqueólogos se estrellaron contra los mismos arrecifes que habían hundido el barco; uno casi se ahoga. Peor aún, el naufragio en sí mismo era un naufragio, ya que había sido vaciado por cazadores de tesoros en la década de 1980. (Encontraron restos humanos, que desde entonces han desaparecido). Solo quedaba lo suficiente para identificar el barco: revestimiento de cobre arrugado de la época; bloques de lastre de hierro que se mencionaban en el manifiesto; y, lo más crucial, madera de una especie de frondosa tropical que crecía en Mozambique. En 2015, Boshoff y Lubkemann tenían la confianza suficiente para anunciar que habían encontrado el São José, el primer naufragio conocido de un barco que se hundió durante un viaje de esclavos.
Su descubrimiento fue perfectamente oportuno. A principios de la década de 2010, Lonnie Bunch , el director fundador del NMAAHC, que pronto abriría sus puertas, estaba decidido a adquirir una reliquia del Paso Medio. "La trata de esclavos fue donde comenzó el mundo moderno", me dijo Bunch, quien ahora es el secretario del Smithsonian. "Necesitaba poder contar esa historia de una manera íntima". Después de darse cuenta de cuán pocos existían, negoció una asociación con el SWP y apoyó su búsqueda del São José. El museo abrió sus puertas en septiembre de 2016, con artefactos del barco exhibidos en una galería subterránea que evoca la bodega de un esclavista. Bunch asistió a una ceremonia para honrar a las víctimas del São José en Mozambique, donde los gobernantes tradicionales le obsequiaron un recipiente con tierra para esparcir sobre los restos del naufragio. Cuando una joven mozambiqueña le agradeció entre lágrimas por haber devuelto a casa a sus compatriotas secuestrados, Bunch tuvo una revelación: “Lo que buscábamos no era el ayer, sino el hoy”.
Todas las mañanas antes de bucear, y todas las noches después, el equipo que excavaba el Camargo cenaba en el porche trasero de una historiadora local. Su casa verde menta en Frade, un condominio privado en la bahía, sirvió de base para la expedición, cuyos miembros se relajaban alrededor de una mesa cerca de una piscina y un árbol con flores de fucsia. Dejando secar sus trajes de neopreno en los muebles del patio, se deleitaban con feijoada y otras especialidades brasileñas, hablando en una mezcla de portugués, inglés, francés y español que bautizaron como "Portuglaisñol". No tener un idioma en común no impedía la camaradería. Miller amenizó la mesa con la historia del "Notilda", un naufragio identificado erróneamente como el Clotilda. Me burlaron por haber estudiado con la federación de buceo "equivocada". El joven y genial coordinador de campo de la expedición, Luis Felipe Santos, fue el que más risas provocó, porque no sabía pronunciar "buoy".
Santos es un corpulento hombre de treinta y cinco años, tatuado con motivos náuticos, símbolos de orishas y una cabeza de demonio con la leyenda " punk tropical ". Es profesor de arqueología marítima en la Universidad Federal de Bahía y presidente de AfrOrigens, una organización sin fines de lucro creada para encontrar los restos de los barcos negreros. (Tras encontrar el Camargo, han comenzado a realizar estudios cerca de la ciudad de Maricá en busca de los restos del naufragio del Malteza, que fue hundido por la Armada Británica). Brasileño autoidentificado como afroindígena, cofundó la primera organización de arqueólogos negros del país. Pero su trabajo apenas tocó el tema de la esclavitud hasta que lo invitaron a unirse a una búsqueda de un año del Camargo, que entonces comenzó a aparecer en sus sueños. Varios otros arqueólogos experimentaron visiones similares, y él especuló, medio en broma, que la "cosmología africana" era la responsable: "La energía del naufragio nos llamó a todos".
Nada tan dramático me había sucedido. Sin embargo, la perspectiva de acercarme tanto a una historia "incognoscible", que mis propios antepasados habían sobrevivido, me inspiró a aprender buceo. Apenas un mes antes, me había inscrito en una escuela de mala muerte en Nueva York, donde el instructor nos enseñó a mí y a dos banqueros blancos a "maximizar nuestro tiempo de fondo". Rodeado de peluches decorativos de tiburones, me sentía como en casa, lejos de la sombría historia del Camargo. Aún no sabía que Manhattan era el lugar donde su capitán financiaba sus expediciones esclavistas y, finalmente, tuvo un final inesperado.
De los miles de barcos involucrados en la trata de esclavos en el Atlántico, el Camargo tiene dos características. Es el último negrero conocido que llegó a Brasil, país que prohibió la trata de esclavos, aunque no la esclavitud, en 1850. Y su capitán, Nathaniel Gordon, estadounidense de Portland, Maine, fue el único hombre ejecutado por tráfico de esclavos en Estados Unidos. Gordon se había fugado con el Camargo mientras transportaba mercancías comunes de San Francisco a Nueva York. Luego, emprendió un rumbo más rentable hacia Mozambique, donde adquirió su cargamento humano. Perseguido por la Armada Británica, incendió el barco tras descargar a sus quinientos cautivos, quienes fueron vendidos a plantaciones locales. Las autoridades brasileñas arrestaron a varios tripulantes, pero Gordon logró escapar disfrazado de mujer.
Realizó dos viajes más para buscar esclavos antes de que la Marina estadounidense finalmente lo capturara, en 1860. Incluso entonces, probablemente esperaba quedar libre. Aunque el comercio internacional de esclavos había sido ilegal durante décadas, la prohibición casi nunca se aplicó, especialmente en Nueva York, ciudad que Horace Greeley describió como "un nido de piratas esclavistas". Los inversores de Wall Street financiaban regularmente expediciones esclavistas, y el soborno a funcionarios de aduanas y jurados era moneda corriente. Pero Gordon fue juzgado por el Departamento de Justicia de Lincoln, cuyos abogados estaban ansiosos por dar ejemplo de traficante descarado al estallar la Guerra Civil. Gordon fue declarado culpable y condenado a muerte.
El fallo desató una polémica a nivel nacional. ¿Era justo ejecutar a un hombre por violar una ley inamovible, sobre todo cuando la trata de esclavos era perfectamente legal en gran parte del país? Ralph Waldo Emerson presionó a favor de la ejecución del capitán; la esposa de Gordon presentó a Mary Todd Lincoln una súplica de clemencia en rima. El presidente decidió dejar al capitán colgado, diciéndole a un peticionario que «a cualquier hombre que, por una ganancia insignificante y motivado únicamente por la avaricia, pueda robar a África a sus hijos para venderlos a una esclavitud interminable, jamás lo perdonaré». Tras un intento fallido de suicidio, Gordon fue debidamente ejecutado en las Tumbas el 21 de febrero de 1862. Desde la horca, insistió en que era un hombre de familia inocente, que jamás había dañado intencionalmente a otro ser humano en su vida.
Yuri Sanada, un cineasta con un corte de pelo canoso y rebelde, encontró la historia irresistible. "Nadie sabe más de naufragios que yo", me dijo. "Tuve el mío". Aunque no tiene un título en arqueología, Sanada es un aventurero consumado que ha hecho de todo, desde navegar una réplica de una galera fenicia por el Atlántico hasta rescatar sus propios muebles de los restos de la casa flotante donde él y su esposa vivieron durante doce años. Leyó sobre las desventuras de Gordon en un libro de Ron Soodalter de 2006 e inmediatamente propuso una adaptación cinematográfica. También le propuso al autor una idea atrevida. James Cameron había descendido al ya descubierto Titanic para investigar su "Titanic". Sanada superaría a Cameron Cameron al localizar los restos del naufragio del Camargo.
Se asoció con Gilson Rambelli, arqueólogo marítimo de la Universidad Federal de Sergipe, quien había liderado una búsqueda infructuosa del Camargo a principios del siglo XXI y estaba intentando reanudar la labor. (Se había acercado a pocos metros). Rambelli lideró la campaña, que el SWP acordó financiar y apoyar a partir de 2022. "Pasamos cientos de horas hurgando en el fondo con una gran barra de hierro de tres metros", recordó Sanada, mientras un objetivo tras otro, revelado por un magnetómetro, los decepcionaba. Un día, un pescador que pasaba se jactó de conocer la ubicación del naufragio. "Era la última inmersión del último día de la última expedición", explicó Sanada, y estaban tan desesperados que lo invitaron a bordo. Los llevó a una isla que su padre había conocido como una popular zona de desove. Sin embargo, incluso él pareció sorprendido cuando un buzo resurgió con fragmentos de madera carbonizada.
“Vinimos a legitimar algo que ya era legítimo”, dijo Santos sobre el descubrimiento, que corroboró la tradición local sobre el naufragio. Cree que la arqueología puede ser una herramienta para la justicia, especialmente en Brasil, donde las omisiones de los archivos coloniales han propiciado el desplazamiento de pueblos negros e indígenas. La investigación de Santos no se había centrado previamente en la diáspora africana, pero comenzó a sentir una llamada ancestral. “Para mí, no se trata del estudio del otro”, me dijo. “Me veo reflejado en el artefacto”.
Miller se sentó con las piernas cruzadas en una tabla de paddle surf y remó hacia las montañas con brazadas lentas y pausadas. Sumergió la cara en el agua a intervalos; una o dos veces, se deslizó fuera de la tabla, inhaló profundamente y se zambulló hasta el fondo. Pero no había rastro del Camargo en el "miasma", le gritó a Santos, quien le lanzó un GPS envuelto en plástico. Pronto, encontrado el naufragio, Miller y otro arqueólogo descendían hacia él con una draga, que estaba conectada, mediante una manguera contra incendios, a un motor en cubierta. Hicieron una señal con un chorro de burbujas cuando estuvieron listos para comenzar. Sanada tiró de una cuerda y el artefacto cobró vida con un rugido. Pero la manguera se obstruyó con escombros y se desprendió, empapando a todos en cubierta. Sanada sonrió con tristeza: "Un punto para la bomba, cero para los arqueólogos".
En el imaginario popular, excavar un naufragio es como explorar una ruina: una odisea a través de un mundo sumergido. La realidad es que muchos naufragios se encuentran fragmentados. Saqueados por los rescatadores, roídos por los gusanos de barco y dañados por los barcos que pasan, se vuelven difíciles de distinguir de los restos anónimos. La dificultad se acentúa por la nula visibilidad; enclavado en una bahía turbia, el Camargo se había convertido en un enigma para la «arqueología braille», el arte de la reconstrucción forense mediante el tacto.
“Tenemos que palpar cada metro”, explicó Miller, de vuelta en cubierta. Los arqueólogos usaban sus manos, brazos y envergaduras para cartografiar el yacimiento. Habían comenzado delineando el pecio con doce estacas numeradas, cada una sujeta a una boya en la superficie. Luego, habían tendido una línea entre ellas, usando otras dos para trazar los ejes de una cuadrícula aproximada. Ahora excavaban pozos de prueba de un metro cuadrado en busca de características distintivas, que bosquejaban, al tacto, en pizarras impermeables. Con el tiempo, de esta alucinación colaborativa surgiría un plano del yacimiento, que con suerte revelaría la orientación del pecio en el fondo.
El plan ya empezaba a perfilarse en una hoja de papel milimetrado: un óvalo rodeado de flechas con un puñado de objetos anómalos marcados. Santos había encontrado un enorme trozo de metal cerca de un extremo del yacimiento. Miller, al examinarlo, había palpado uno más pequeño con la punta de su aleta, que resultó ser hueco y cilíndrico. Se tumbó boca abajo en cubierta para mostrarle la distancia entre ambos a Sanada, quien planeaba fotografiar los objetos presionando contra ellos una bolsa de plástico transparente con agua. Me invitó a observar; en poco tiempo, estábamos tanteando el fondo marino, deteniéndonos brevemente donde convergían los dos ejes de cuerda.
No pude evitar pensar en la encrucijada: una figura geométrica, común en la diáspora africana, que simboliza la frontera entre los vivos y los muertos. Según ciertas cosmologías, sus almas se disfrazan de criaturas marinas, una idea que me pareció extrañamente reconfortante. Durante mi inmersión de certificación, en una cantera inundada al este de Pensilvania, me sentí surrealistamente fuera de lugar, deteniéndome ante la vasta oscuridad que me rodeaba mientras miraba fijamente a los ojos de un róbalo que se había instalado en la cabina de un Cessna sumergido. Aquí, sin embargo, podía imaginarme rodeado de almas gemelas.
Nadamos hacia el objeto que Santos había encontrado antes. Tenía forma de barril y un diámetro similar a la envergadura de mis alas, con una textura picada y agujereada que me hizo pensar en el tétanos. Durante unos segundos, el agua se aclaró lo suficiente como para ver algo parecido a una mezcla entre una bola de pelo y un meteorito. Es lo que en arqueología marítima se llama una "concreción", que se forma cuando un objeto de hierro se corroe en agua salada. Los iones ferrosos se precipitan alrededor de su forma disuelta, que se conserva como en un molde. El resultado es extremadamente frágil y se desintegra al secarse. Pero, al radiografiarlas, las concreciones revelan múltiples secretos. El renombrado arqueólogo marítimo canadiense Marc-André Bernier me contó que ha visto cañones, calderas, mosquetes e incluso una escama finamente labrada emerger de trozos de "nada".
Más tarde ese mismo día, Bernier dirigió una discusión sobre la concreción en la sala de estar del historiador. Repasó imágenes de referencia de bergantines del siglo XIX mientras los demás arqueólogos bebían cerveza y barajaban hipótesis. ¿Podría ser el ancla? Santos pensó que podría ser la escoba. Bernier le preguntó a Miller sobre el objeto tubular que había encontrado cerca. Sospechó que era el escobén, una salida para la cadena del ancla. En ese caso, el objeto más grande probablemente era el molinete, una máquina similar a un torno que se usaba para izar el ancla.
Bernier probó su hipótesis al día siguiente. Se sumergió varias veces en el naufragio y dibujó el objeto más grande, que parecía tener dos barriles y un eje en el medio, antes de salir a la superficie con un anuncio triunfal. «Los anchos son del mismo tamaño, los agujeros son del mismo tamaño, los ejes son del mismo tamaño», dijo, delineando cada forma con las manos. «Es el cabrestante». Miller cerró los ojos y extendió los brazos como una mística: «¡Ve el barco en su mente! ».
Dado lo mucho que se sabe sobre los barcos negreros, es justo preguntarse si excavarlos alterará fundamentalmente las concepciones del Paso Medio. Rediker, el historiador, elogió a los arqueólogos marítimos por recuperar rastros palpables del sufrimiento de los esclavizados, pero duda que aprendan mucho de los propios barcos. "Una cosa es tener planes", dijo Bernier sobre tal escepticismo. "Pero un barco es un ser vivo". La mayoría de los barcos negreros eran embarcaciones comunes que las tripulaciones modificaban sobre la marcha, añadiéndoles características como la barricada (una fortificación antimotines) y los estrechos compartimentos bajo cubierta donde se estibaba a los cautivos. En Alabama y Mozambique, los investigadores están excavando este tipo de bodegas por primera vez y esperan recuperar objetos que los cautivos contrabandearon a través del Atlántico.
Su objetivo final es vincular estos descubrimientos con el legado contemporáneo de la esclavitud. El estudio del São José ha llevado a los investigadores a las ruinas del palacio de su propietario en Lisboa. La excavación de L'Aurore avanza en paralelo con el trabajo de campo en la zona rural de Mozambique; en una aldea, una tradición oral señalaba una ruina en una isla cercana, que antiguamente había sido un barracón. Miembros de una organización sin fines de lucro de buceo para personas negras llamada Diving with a Purpose, que se unió al SWP en 2014, encabezaron recientemente una delegación a Liberia, donde se reunieron con descendientes de fugitivos del Guerrero, un barco negrero que se hundió en los Cayos de Florida.
Buceo con un Propósito se fundó a mediados de la década de 2000 para encontrar el Guerrero, que sigue prófugo. Pero las búsquedas anuales del grupo se han convertido en una escuela flotante para buceadores negros, incluyendo a adolescentes de institutos de Florida. «Los afroamericanos tienen una conexión particular con el océano», me dijo Jay Haigler, instructor principal del programa. «¿Cómo demonios llegamos hasta aquí? En un maldito barco. Y no fue la Niña, la Pinta ni la Santa María». Haigler, un afable y bigotudo expromotor inmobiliario, se unió al grupo tras conocer a unos buceadores negros en una boda. Ahora ha trabajado en naufragios por todo el mundo, incluyendo el Clotilda y los aviones derribados de los aviadores de Tuskegee en el Mediterráneo. Para él, no es casualidad que los recientes avances en la arqueología del Paso Medio hayan implicado la participación de buceadores negros: «Si no somos parte del océano, nuestras historias nunca se cuentan».
Con vistas a la bahía desde las faldas de la Serra do Mar se encuentra el Quilombo Santa Rita do Bracuí. Situado entre un río fangoso y un bosque tropical, es una comunidad históricamente negra que alberga a trescientas setenta y tres familias, muchas de las cuales viven en casas sin terminar con techos corrugados. El quilombo —un término para un asentamiento rural establecido por los exesclavizados— está a menos de diez minutos del agua. Sin embargo, es prácticamente desconocido para los residentes más adinerados de la zona. "Como mucha gente de Río de Janeiro, nunca había oído hablar de ellos", recordó la historiadora Martha Abreu, quien veraneó cerca en su juventud. "Yo era una persona blanca con una familia blanca que vino a disfrutar de Angra dos Reis".
Abreu, una erudita menuda y entusiasta, de voz aguda, era la anfitriona de los arqueólogos. Su padre había comprado la propiedad donde se alojaban en la década de 1980, cuando una nueva carretera transformaba la bahía en un centro turístico. Con la ayuda del gobierno militar brasileño, los especuladores se apoderaron de valiosos terrenos costeros de los residentes negros, quienes se refugiaron en las colinas.
Su quilombo se remonta a la década de 1870, cuando el dueño de una plantación azucarera la legó a quienes había esclavizado. Era uno de los plantadores que había comprado ilegalmente africanos del Camargo, quienes desembarcaron en su propiedad, llegando en canoas en plena noche mientras el barco era incendiado. Las consecuencias pusieron fin definitivamente a la trata clandestina de esclavos en Brasil. Mientras la policía registraba las plantaciones locales en busca de los africanos traficados, varios de sus hermanos "legítimamente" esclavizados huyeron. (Algunos se hicieron pasar por recién llegados para evitar ser reesclavizados). El caos avivó el temor a "otro Haití" antes de que fuera reprimido y olvidado.
Cuando Abreu visitó por primera vez el Quilombo Bracuí, a principios del siglo XXI, ya había publicado un artículo sobre el incidente y se sorprendió al descubrir que su recuerdo había perdurado en la tradición oral del quilombo . Ciertos aspectos de la narración habían adquirido dimensiones legendarias. Los quilombolas le contaron a Abreu que Gordon, temiendo ser descubierto, había dejado ahogar a la mayoría de los que estaban a bordo del Camargo, mientras que fuentes de archivo sugerían que habían desembarcado sanos y salvos. Otros detalles eran de una precisión casi asombrosa, dijo: «Sabían todo sobre la esclavitud, el testamento del dueño y el tráfico».
“Esta era una historia oculta”, dijo Marilda de Souza Francisco, exlíder del quilombo , durante mi visita. “Ahora queremos que todos la sepan”. Agricultora de subsistencia de unos sesenta años, ella y otros miembros de la comunidad erigieron un monumento a las víctimas del bergantín cerca de su casa: un edificio espacioso y bajo, cubierto de yeso viejo y rosa, donde los perros ladraban bajo los bananos y las palmeras. Un letrero en su terraza envolvente cita la Constitución de Brasil posterior a la dictadura, que otorga a “los miembros restantes de las antiguas comunidades de esclavos fugitivos” la propiedad de sus tierras tradicionales. La disposición fue ratificada a finales de los ochenta, pero los conservadores aliados con el lobby agrícola del país han impedido durante mucho tiempo su aplicación. Solo unas pocas de las casi tres mil comunidades que han solicitado estatus oficial han obtenido títulos de propiedad. Francisco espera que la atención que ha suscitado el descubrimiento de Camargo convierta a la suya en una de ellas: “Tenemos prisa, pero la ley es muy lenta”.
Los quilombolas sufren el desempleo, la destrucción ilegal de los manglares donde tradicionalmente pescaban y el robo de tierras y agua para los barrios más adinerados de la costa. (Recientemente se les bloqueó el acceso al río). En mayo pasado, la visita de Lonnie Bunch despertó un gran interés por parte de los funcionarios gubernamentales, que anteriormente habían desatendido estos problemas. Pero la esperanza inmediata es que el Camargo genere empleos y atraiga turistas. AfrOrigens construyó recientemente una pequeña base en el quilombo , donde planea exhibir artefactos de la excavación. La organización está capacitando a jóvenes quilombolas para el buceo, con el objetivo de que se conviertan en guardianes del lugar del naufragio.
Aunque la excavación acaba de comenzar, también se habla de conmemoración. El sueño de Francisco es un monumento flotante al Camargo. Recientemente vio un documental sobre el descubrimiento de otro barco negrero, que revivió un pequeño pueblo en la costa del Golfo de Alabama. Quizás vuelva a ocurrir.
Ocho años después de la destrucción del Camargo, el último barco negrero estadounidense corrió la misma suerte. Al regresar de Ouidah, en el actual Benín, la goleta Clotilda se adentró en el río Mobile, en Alabama, con ciento diez africanos: una victoria para su dueño, Timothy Meaher, quien había apostado que podría desafiar la prohibición nacional de la trata de esclavos. El capitán quemó el barco y lo hundió en un pantano; los cautivos, casi todos hablantes de yoruba y procedentes de la misma aldea, trabajaron arduamente en las plantaciones durante los cinco años siguientes. Tras la Guerra de Secesión, unas pocas docenas de supervivientes se unieron para comprarle tierras a Meaher y fundaron una comunidad llamada Africatown.
El recuerdo reciente de la esclavitud en el asentamiento era único en Estados Unidos. A finales de la década de 1920, Zora Neale Hurston entrevistó a uno de sus fundadores, Cudjo Lewis, de soltera Oluale Kossola, quien recordaba vívidamente el terror de la travesía. (El mar rugió "¡Lak de Thousand Beastes in De Bush!"). Pero la cohesión del pueblo se desgastó a finales del siglo XX con el cierre de fábricas, dejando tras de sí una peligrosa contaminación, y la construcción de una autopista interestatal que demolió el centro histórico. La población de Africatown se desplomó y su singular historia amenazó con desvanecerse. Entonces, en 2018, un periodista local, Ben Raines, localizó los restos del Clotilda, cuya identidad fue confirmada al año siguiente por arqueólogos. Era el naufragio de un barco negrero más intacto jamás encontrado.
Africatown recibió una gran atención. Un cineasta entrevistó a residentes llorosos para un documental, que posteriormente fue adquirido por los Obama y Netflix. National Geographic realizó dos más; para el segundo, descendientes de Clotilda viajaron a Benín, donde se enfrentaron al rey cuyo predecesor había esclavizado a sus antepasados, esparcieron tierra extraída de sus tumbas en Alabama y visitaron la Puerta del No Retorno, un monumento que enmarca el Atlántico. De vuelta en Africatown, un modesto museo, la Casa del Patrimonio, abrió sus puertas en 2023, con fragmentos de Clotilda expuestos en tanques con pH controlado.
Algunos descendientes han comenzado a organizar excursiones en barco por el río Mobile. Otros reciben clases gratuitas de natación y buceo a través del SWP, con la esperanza de visitar eventualmente el lugar del naufragio. "Solo quiero tocarlo", me dijo Evelyn Milton, una profesional de informática que planea obtener su certificación de buceo esta primavera. "Si pudiera llevarme una rosa, o algún tipo de banderín —algo que todos los '-ólogos' consideran seguro— para dejar en el barco, como una forma de decir: 'Oye, soy tu tataranieta. Nunca lo vas a creer, pero trabajo desde casa. Gracias'".
Anderson Cooper moderó recientemente un ajuste de cuentas en directo entre la Asociación de Descendientes de Clotilda y dos miembros de la familia Meaher, que aún posee una importante propiedad en Africatown y sus alrededores, y la ha alquilado a las mismas fábricas a las que los vecinos culpan de los casos de cáncer. Tras el descubrimiento de Clotilda, la familia vendió un terreno a la comunidad por una fracción de su valor de mercado; desde entonces se ha convertido en un banco de alimentos. Durante la entrevista, también le regalaron a una de las descendientes, Pat Frazier, un bastón con punta de plata que había pertenecido al esclavizador de sus tatarabuelos. Fue un momento clave de reconciliación racial. Aun así, Frazier observó la reliquia con escepticismo, como si esperara más.
“Pensé que volvería a ver Montgomery”, me dijo Frazier, aludiendo al Monumento Nacional para la Paz y la Justicia , que ha revitalizado la capital del estado. El sueño de la “arqueología comunitaria” es que las comunidades puedan beneficiarse de la excavación de su historia; hace unos años, grupos indígenas bolivianos demandaron los derechos de salvamento de un galeón con tesoro español, argumentando que su botín sin precedentes de oro, plata y esmeraldas había emergido de minas donde sus antepasados fueron esclavizados. Pero no es fácil convertir las excavaciones en reparaciones. Frazier cree que el esfuerzo se ha visto obstaculizado por la fricción entre los descendientes locales y de fuera del estado, y entre esos grupos y los residentes no descendientes que se sienten excluidos de la bonanza mediática. Otros sienten que el barco es una distracción de la comunidad que establecieron sus sobrevivientes.
Y luego está la cuestión de qué hacer con los restos del naufragio. Inicialmente, Africatown estaba entusiasmado con la idea de rescatar y exhibir el Clotilda, como el buque de guerra Vasa en Estocolmo; quizás podría ser una atracción turística, un monumento conmemorativo y una reprimenda implícita a los legisladores conservadores que querían borrar la esclavitud de los libros de texto del estado. Pero esta esperanza se vio frustrada por un informe reciente de la Comisión Histórica de Alabama, que concluyó que los restos del naufragio eran más frágiles de lo que se creía y que rescatarlo costaría más de treinta millones de dólares. La alternativa recomendada era volver a enterrar el Clotilda en el lodo, preservando su integridad arqueológica para las generaciones futuras. (Los científicos ya han intentado extraer ADN de la sentina del barco).
Muchos descendientes se convencieron. "Esta comunidad ni siquiera tiene un supermercado", declaró Frazier a la televisión local, sugiriendo que treinta millones de dólares podrían haberse invertido mejor. Pero Raines, el descubridor del barco, ve una oportunidad perdida para crear un hito mundial. "He oído que mucha gente se da por vencida", dijo sobre los descendientes, muchos de los cuales ha llevado al lugar. Su reticencia no le ha impedido emprender una cruzada para rescatar los restos del naufragio. (Quiere contar con la participación de Oprah). "El Clotilda es un artefacto de importancia internacional", me dijo. "No depende de los descendientes lo que suceda con el barco. Pertenece al mundo".
Darron Patterson, cuyo antepasado Polee Allen habló de su añoranza por su hogar hasta su muerte en 1922, quiere construir una réplica del Clotilda, que imagina mirando al este, hacia África. "Los yorubas son gente muy ingeniosa", dijo. "En mi opinión, si hubieran podido conseguir un barco, habrían regresado a casa". Se sorprendió cuando le dije que un proyecto similar estaba en construcción al final del viaje del Clotilda. El gobierno beninés está construyendo un enorme complejo turístico-patrimonial en Ouidah, con una réplica de un barco negrero como atracción principal. Los visitantes embarcarán desde una playa cerca de la Puerta Sin Retorno en pequeñas embarcaciones y luego explorarán una bodega repleta de más de trescientas esculturas de resina de cautivos. Es posible que se escuchen gemidos y el traqueteo de las cadenas por un sistema de altavoces; la empresa francesa que diseñó la experiencia trabajó previamente en un restaurante temático para niños, llamado Pirate's Paradise.
La conmemoración fácilmente se vuelve cursi. También resulta un poco incómodo que Ouidah comercialice tal "patrimonio" a los turistas cuyos antepasados vendió como esclavos. Sin embargo, un funcionario de turismo beninés me aseguró que historiadores de la diáspora habían consultado sobre la réplica, lo cual no sería "demasiado Disney". Incluso podría educar a sus compatriotas sobre la esclavitud. "Había algo que faltaba después de la Puerta Sin Retorno", insistió. "Para los benineses, no estaba claro por qué los de la diáspora lloraban frente al océano".
Mi primer recuerdo de la trata de esclavos en el Atlántico es de una visita de infancia a la Goleta Amistad, en Sag Harbor, Nueva York. Tenía vagamente la consciencia de tener antepasados esclavizados. Pero ver y oír cómo habían llegado al país —incluso en un barco museo, construido para conmemorar la famosa rebelión marítima de esclavos— fue una conmoción. Se profundizó cuando, de adolescente, empecé a estudiar genealogía y me di cuenta de que, si bien podía rastrear la ascendencia de mi madre blanca a lo largo de siglos y continentes, la de mi padre negro terminaba, de forma concluyente, con un hombre llamado Moses, quien escapó de la esclavitud en Virginia, cruzó a nado el río Rappahannock para unirse al Ejército de la Unión y dejó atrás lo que sabía de sus antepasados.
Había llegado a lo que la poeta Dionne Brand describe como «una ruptura en la historia, una ruptura en la cualidad del ser», característica de la diáspora africana. «No éramos del lugar donde vivíamos y no recordábamos de dónde veníamos ni quiénes éramos», escribe en « Un mapa hacia la puerta sin retorno », recordando la comprensión que tuvo en su infancia de que su propio abuelo desconocía sus raíces. El título evoca un vacío acuoso «donde todos los nombres fueron olvidados y todos los comienzos reconstruidos».
La arqueología de los barcos negreros tiene tanto atractivo porque promete llenar este vacío. Pero su capacidad para retroceder en el tiempo es limitada. Los descendientes de Clotilda aún esperan el ADN de la madera del barco. Los habitantes del quilombo Bracuí quedaron desconcertados al descubrir que muchos africanos de Camargo se dispersaron por el sureste de Brasil, contrariamente a su tradición oral, según la cual la mayoría fueron asesinados y unos pocos sobrevivientes se unieron a su comunidad.
El énfasis en la continuidad precisa puede ser contraproducente. En Brasil, los medios de comunicación conservadores han intentado exponer quilombos "falsos" poniendo en duda sus orígenes. En Estados Unidos, las iniciativas privadas de reparación se han visto socavadas repetidamente por debates sobre quién, exactamente, merece pagar o recibir el pago. Durante una de mis llamadas a Africatown, que realicé desde el vestíbulo de un hotel en Nueva Orleans, un hombre blanco que me escuchó empezó a gritar que el naufragio del Clotilda era una "estafa" y un "engaño".
La obsesión por el linaje contrasta con la solidaridad del Paso Medio, que creó nuevas formas de parentesco. Los africanos que sobrevivieron tenían una palabra para quienes viajaban con ellos, independientemente de si provenían de los mismos lugares o hablaban los mismos idiomas: «camarada de barco». El poeta Derek Walcott , en su obra maestra « Omeros », describe este surgimiento del anonimato como una especie de gracia:
Pero cruzaron, sobrevivieron. Ahí está el esplendor épico.
Multiplica las lanzas de la lluvia, multiplica su ruina,
la gracia nacida de la sustracción mientras la puerta de hierro de la fortaleza
rodaba sobre sus ojos como ollas dejadas bajo la lluvia,
y el cerrojo impactaba su eco, como los truenos
perpetúan su reverberación.
El pasado mayo, durante la celebración del descubrimiento del Camargo, un joven sacerdote del quilombo se hizo a la mar para bendecir la excavación. Practicante del candomblé, cuyo panteón sincretiza el catolicismo con diversas cosmologías africanas, rezó a los espíritus de sus antepasados y a los de otros, y preparó una pequeña urna ceremonial llamada quartinha como ataúd simbólico para los fallecidos a bordo. También esparció flores para Iemanjá, orisha del mar, como forma de reconciliarla por la violación del viaje del Camargo.
El sacerdote había aprendido a bucear gracias a los arqueólogos, quienes lo observaban desde la popa del barco de buceo mientras daba un paso gigantesco por la borda. Unos momentos después, emergió, extendiendo las manos para recibir la quartinha de un hombre en cubierta. Luego, soltó el aire de su chaleco y se dejó caer al fondo, sosteniendo la urna mientras se perdía en la oscuridad. Descendía no solo a la bahía, sino también al kalunga , el submundo acuático de la tradición kikongo, que se fusionaba, en América, con los recuerdos de la travesía.
Unos meses después, una de las arqueólogas descendió al Camargo en busca del cable enterrado que marca su ubicación. Devota de los orishas, se describe como «hija de Ogum Marinho, cuyo punto fuerte es el fondo del mar». Ese día, luchó por encontrar la embarcación y perdió preciosos minutos de aire tanteando en el lodo. De repente, sintió algo y se quedó paralizada. Era la quartinha , con un rosario a su lado, ambas sobre lo que pronto se dio cuenta que era el casco. Se tomó un momento para rezar. Luego hundió la mano en el cieno y siguió nadando, buscando a tientas la cuerda que cruzaba y rodeaba el naufragio. ♦
Publicado en la edición impresa del 3 de marzo de 2025 , con el título “El lugar hundido”.
martes, 5 de agosto de 2025
Malvinas: La protesta de Estanislao López al ataque norteamericano de 1831
Estanislao López y el ataque de Estados Unidos sobre las islas Malvinas en 1831
Estanislao López y el ataque de Estados Unidos sobre las islas Malvinas en 1831
El 10 de junio de 1829, en medio de la crisis política derivada del fusilamiento de Manuel Dorrego (13 de diciembre de 1828), el gobierno de Buenos Aires, que tenía jurisdicción sobre todo el territorio del sur argentino, dispuso la creación de la Comandancia Militar de las Islas Malvinas. Allí vivían colonos dedicados a la pesca y a la cría de ovejas que reconocían la soberanía argentina sobre el archipiélago y comerciaban con los barcos balleneros, especialmente norteamericanos, que explotaban los recursos del Atlántico Sur.
El recorte contiene la protesta de Estanislao López sobre el ataque norteamericano a las Malvinas el 31 de diciembre de 1831.
Transcripción:
SANTA-FÉ.
Marzo 9 de 1832.Ha sido altamente mortificante al Gobernador que subscribre, la lectura del oficio de 14 del pasado (1) de S. E. del Sr. Gobernador delegado de Buenos Ayres, en que se explican todas las circunstancias ocurridas en el escandaloso atentado cometido el 31 de Diciembre en las Islas Malvinas por el comandante de la corbeta de guerra norte americana Lexintong. Este hecho tan contrario al derecho de las naciones, es tanto más desagradable, cuanto que él ha sido perpetrado por un súbdito de un Gobierno tan perfectamente identificado en principios políticos con los que profesa la República Argentina, y cuyas relaciones de amistad y buena inteligencia era de esperarse que nunca hubieran sufrido alteración alguna; pero a una agresión tan directa a los intereses de la República como no morada ó bien despoblada ha venido por desgracia a recaer, ha correspondido el Gobierno de Santa-Fé dirigiéndose al de Buenos Ayres, asegurándole que la impresión desagradable de un hecho tan inusitado y arbitrario ha sido en él tan profunda y dolorosa, como en los pueblos mismos que lo han experimentado; y que de una manera conforme a la dignidad, honor y decoro de pueblos libres, de costumbres cultas y civilizadas, y de Gobiernos que todos son justamente celosos de la República Argentina.
El Exmo. Gobierno es quien al adoptarlas ha de aceptar con resignación cualquiera de las providencias consoladoras que se hicieran en lo futuro.
Fue
esta actividad de balleneros y loberos la que dio lugar al conflicto
que derivaría en la pérdida del control argentino sobre el archipiélago.
El cumplimiento de las condiciones establecidas para su ejercicio legal
fue desconocido por los norteamericanos, por lo que el comandante Luis
Vernet hizo apresar algunos balleneros de esa nacionalidad. Se disparó
enseguida el conflicto diplomático en Buenos Aires abierto por los
reclamos del cónsul Jorge Slacum.
Con
desprecio del derecho argentino sobre el mar austral y sin esperar
respuesta, el cónsul envió a la corbeta de guerra Lexington a Malvinas,
rescató las naves secuestradas, sembró la destrucción en las
instalaciones de Puerto Soledad y capturó a los colonos que fueron
trasladados a Montevideo. Era 31 de diciembre de 1831 y el estatus
jurídico argentino se estaba apenas bosquejando.
Algunas de las provincias argentinas ya constituían la Confederación prevista en el Pacto Federal del 4 de enero, pero recién había finalizado la guerra entre las provincias federales y las que habían respondido al general Paz en el interior. Juan Manuel de Rosas gobernaba en Buenos Aires y Estanislao López alentaba desde Santa Fe a las otras provincias a confederarse, luego de ser derrotadas por Facundo Quiroga el 4 de noviembre en La Ciudadela.
Procuraba
también López sostener la Comisión Representativa que el mismo pacto
creaba (la que era cuestionada por Rosas), y no renunciaba al proyecto
de constituir el país en el corto plazo. El ataque norteamericano
llegaba en medio de este proceso de acomodamiento interno de fuerzas
entre las provincias. En el momento en que llega la noticia a Buenos
Aires el gobernador Rosas estaba enfermo, siendo reemplazado por Juan
Ramón Balcarce en forma interina, entre el 6 de febrero y el 7 de marzo.
Fue Balcarce, justamente, quien el 14 de febrero de 1832 libró un
oficio a los otros gobernadores informándolos sobre lo ocurrido en
Malvinas.
La condena de López al atropello norteamericano
El pasado 2 de abril, en medio de la conmemoración de la recuperación transitoria de Malvinas de 1982, el colega Julio Rodríguez me envió desde Rosario un documento digitalizado que yo desconocía. Se trata de la respuesta de Estanislao López al oficio de Balcarce, fechada el 9 de marzo de 1832 y publicada en la Gaceta Mercantil el jueves 22 del mismo mes y año.
El gobernador de Santa Fe expresa su más enérgica condena y dice: "Este hecho tan contrario al derecho de las naciones, es tanto más desagradable, cuanto que él ha sido perpetrado por un súbdito de un gobierno tan perfectamente identificado en principios políticos con los que profesa la República Argentina, y cuyas relaciones de amistad y buena inteligencia era de esperarse que nunca hubiera sufrido alteración alguna"
La realidad era otra. Aunque los Estados Unidos e Inglaterra habían reconocido la independencia argentina, el país no se afianzaba como Estado y daba ante el mundo una imagen de constante inestabilidad y desgobierno. El mismo año del ataque norteamericano sobre Malvinas las provincias se habían enfrentado divididas en dos bloques, y aunque López reclamó a su término el dictado de una Constitución Nacional no consiguió el acuerdo de Buenos Aires
También era ficticia la idea que López se representaba de los Estados Unidos de América. Si bien a fines de 1823 el entonces presidente James Monroe había expuesto los principios que parecían respaldar los derechos soberanos de los países del continente (la llamada Doctrina Monroe, redactada por el secretario de Estado, John Quincy Adams), al declarar la célebre fórmula "América para los americanos", la realidad era diametralmente otra, pues mostraba las apetencias expansionistas del país, que ya había adquirido Luisiana a los franceses en 1803 y La Florida a los españoles en 1819.
La protesta de López continuaba diciendo: "Espera confiadamente el gobierno de Santa Fe que Excmo. de Buenos Aires, a cuya hábil dirección está confiada la administración de los negocios extranjeros, obrará en el asunto a que da mérito esta contestación, de una manera conforme a los principios que establece el derecho de los pueblos cultos y decoro tan justamente debido a la República Argentina".
Estrictamente hablando, para marzo de 1832, la República Argentina no existía como un Estado Nacional. Se estaba conformando en cambio una Confederación, como un conjunto de estados soberanos unidos por el pacto de 1831 sin una autoridad superior que las gobernara a todas. En todo caso, el ataque norteamericano sobre Malvinas afectaba a la soberanía territorial de Buenos Aires, y como agresión extranjera a uno de los estados confederados podía poner en marcha los mecanismos solidarios de las otras provincias conforme al artículo segundo del tratado.
Cuando López escribía su protesta ya estaban confederadas Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, firmantes del acuerdo original, y se habían sumado Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Corrientes y La Rioja. Pero faltaban Tucumán, San Luis, Salta, Catamarca y San Juan, que lo fueron haciendo en el transcurso del año. A la adhesión de las provincias al Pacto Federal se sumaba la delegación de la representación ante el extranjero que se le confería al gobierno de Buenos Aires.
Importancia del documento
Desde que José Luis Busaniche publicó en 1927 su libro sobre Estanislao López, se conocía la carta que este había escrito al gobierno de Buenos Aires tras la usurpación británica de las islas Malvinas, firmada el 25 de febrero de 1833. Como es sabido fueron dos notas las enviadas por López en respuesta a la comunicación oficial del gobernador de Buenos Aires. Una dirigida al general Balcarce y otra al encargado de negocios de Santa Fe ante el gobierno porteño, Pedro Pablo Vidal.
Ambos escritos merecieron estudios de otros historiadores, como Leo Hillar y Liliana Montenegro. Y más recientemente, Victorio Marzocchi y Francisco Iturraspe actualizaron información sobre el tema e identificaron las protestas que otros gobernadores habían formulado ante el atropello británico. Así supimos que las cartas de López formaban parte de una reacción más amplia que incluía las de los gobiernos de Corrientes, Entre Ríos, Santiago del Estero, Salta, San Juan y Catamarca, y que se extendía al de Bolivia.
En su carta a Vidal, López señalaba, en consecuencia con su prédica a favor de la organización nacional, que: "(...) este y otros muchos vejámenes varias veces inferidos a la república tienen esencialmente su origen en la inconstitución en que se encuentra el país y la figura poco digna que por ello representa".
Esta tercera carta de López sobre Malvinas que ahora conocemos y que es en realidad la primera de las escritas entre marzo de 1832 y febrero de 1833, completa la secuencia condenatoria de dos alevosas violaciones de la soberanía nacional que están a su vez encadenadas. La invasión inglesa fue instigada por los Estados Unidos, con desprecio de la Doctrina Monroe de 1823, actitud que se reeditaría en 1982 violando nuevamente el principio que la sustentaba: "América para los americanos".
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos, en el año de su 90° Aniversario (1935-2025).