La figura de Martín Miguel de Güemes se acrecienta y adquiere mayor jerarquía en la actualidad por sus ejemplos de alto contenido moral, cívico y patriótico.
Actuación de Martín Miguel de Güemes en la Reconquista de Buenos Aires.
El viento huracanado, conocido con el nombre de pampero, desde la noche anterior soplaba intensamente; además del frío había producido una extraordinaria bajante en el río de la Plata, provocando la varadura del Justina, barco inglés que el día anterior había bombardeado al Retiro y sufrido un cañonazo de Liniers. Pueyrredón al ser advertido de ello pidió permiso a Liniers y luego de su autorización destacó un piquete en el que se contaba el joven salteño Martín Miguel de Guemes, ayudante del jefe citado, quién con una pequeña partida a caballo atacó al buque varado a balazos con sus tercerolas por lo cual el capitán del Justina enarboló un pañuelo blanco en señal de rendición. Guemes abordó el buque tomando prisioneros a un centenar de tripulantes.Durante la reconquista los ingleses fueron despojados de dos guiones y cuatro banderas, una de ellas pertenecía al Justina (bandera conocida como del Retiro). Todas fueron ofrendadas por Liniers a la Virgen del Rosario del Convento Dominicano de Buenos Aires.
Abordar la figura del General Martín Miguel de Güemes apartado de lo que fue la Gesta Güemesiana, sería reducir su figura a la de un mero caudillo, propio de aquel tiempo tan difícil para la Patria.
Aquel año de 1820 reinaba la anarquía en el país y se inauguraba el tiempo de los caudillos que «lotearon» el país según sus propios intereses regionales, asumiendo el mando político y militar.
El país se dividió en verdaderos feudos que sin embargo no descartaban su unión en una federación nacional. Así, estuvo el Buenos Aires regido por Rosas; Juan Bautista Bustos en Córdoba, Facundo Quiroga en La Rioja, Bernabé Araóz en Tucumán, Francisco Ramírez en Entre Ríos, Estanislao López en Santa Fe e Ibarra en Santiago del Estero. Respetaban la ley, sí, pero era su voluntad la que prevalecía.
Conviene aclarar que algunos autores han escrito en manuales de cursos universitarios que Martín Miguel de Güemes era un caudillo más entre los que luchaban por mantener y acrecentar su propio territorio.
Grave error es considerar a Güemes como uno más de aquellos caudillos, pues eso sería arrebatarle la gloria que le corresponde por haber mantenido cerrada la frontera norte de las invasiones realista mientras el resto del país se dividía.
Por otro lado, ese momento histórico está recién comenzando cuando al año siguiente -1821-, Güemes muere bajo las balas realistas, siendo el único General que deja la vida en una acción bélica.
Por eso, considerar a Güemes fuera del marco de la Gesta Güemesiana es reducir su figura y desconocer el esfuerzo de los salto-jujeños y altoperuanos que lograron contener a unos de los mejores ejércitos del mundo mientras San Martín ponía en marcha el Cruce de los Andes, otra epopeya de la Guerra de la Independencia.
La Guerra de Recursos
Si algo caracteriza a la Gesta Güemesiana, es precisamente, el haber sido una guerra irregular, donde la imaginación y el coraje reemplazaron a la logística. Un verdadero sistema bélico no convencional que dio acaba cuenta de uno de los ejércitos más poderosos de ese momento, el español.
La caracterización de esa Gesta como la «Guerra Gaucha» no sólo es apropiada sino muy descriptiva de lo que significó para la historia de la Patria.
Porque justamente el hecho de que no fuera un ejército regular el que estuviera en guerra, determinó que fuera todo el Pueblo el que estuviera alzado en armas para defender el suelo propio.
Esa estrategia de contención fue diseñada por el General San Martín cuando estuvo al mando del Ejército del Norte, y tras observar el terreno se diera cuenta de que era imposible trasponer la Quebrada de Humahuaca para alcanzar el nido realista de Lima.
En la cuestionada carta a Rodríguez Peña que cita Fidel López, dice sin embargo algo muy cierto: «La Patria no hará camino por este lado del norte, mas que no sea una guerra permanente, defensiva y nada más; para eso bastan los valientes gauchos de Salta, con dos escuadrones buenos de veteranos. Pensar en otra cosa es echar al pozo de Airon hombres y dinero».
Con los pocos recursos a mano que tenía y luchando contra sus propios conciudadanos y la indiferencia de Buenos Aires, más preocupada en sus internas políticas, Güemes obligó a los realistas a mantener poderosos ejércitos merodeando la Quebrada de Humahuaca, intentando trasponer esa frontera que el caudillo les había marcado, y que como es sabido, no pudieron dejar nunca atrás.
La Gesta Güemesiana es pues, el conjunto de acciones llevadas adelante por todo un pueblo que se mantuvo durante más de cinco años en campaña hasta la muerte de Güemes en 1821.
Se compuso en el plano militar de acciones fugaces, de emboscadas y cargas de caballería que terminaban tan repentinamente como se habían presentado generando un estado de inseguridad y desmoralizando al enemigo.
En cuando al espacio social, éste cubrió toda la geografía norte del antiguo Virreinato del Río de la Plata y significó la participación masiva de la población donde hasta las mujeres hicieron gala de un heroísmo poco común. Tan ajustados fueron los códigos utilizados para tejer una red de información, que Güemes podía tener «en tiempo real» la posición y composición de las partidas realistas y ordenar ataque simultáneos perfectamente coordinados.
La estrategia de la Guerra Gaucha resultó para los realistas luchar contra un enemigo sin rostro, en permanente movilidad pero que hizo una guerra total.
Cuando las primeras líneas enemigas pensaban avanzar sobre campo despejado, donde menos se piensa surgen jinetes que los desorganizan dejando muertos y heridos en el campo para desaparecer tan fantasmalmente como se presentaron.
En tanto, la retaguardia sufre el desgaste de francotiradores que diezman las filas, mientras los soldados rezagados desaparecen en la espesura de los montes.
No hay nada utilizable al paso de los españoles, los campos quedan yertos, los corrales vacíos, las cosechas quemadas; el hambre se convierte para los extranjeros en otro enemigo a vencer.
Por eso, la Gesta Güemesiana si bien tiene la impronta del Prócer, adquiere el sentido popular porque el protagonista decisivo es el sujeto colectivo, el pueblo en su conjunto.
De allí el doble mérito de un Güemes que formó cuadros y hasta un Estado Mayor, escuadrones y compañías, con todos los servicios propios del mejor ejército regular.
Mientras Buenos Aires no encontraba el rumbo político y San Martín ultimaba detalles para el Cruce de los Andes, en Salta, Güemes y sus gauchos detuvieron siete invasiones realistas.
El Mariscal De La Serna comandaba 5.500 veteranos y en su avance mandó ejecutar a los Coroneles Warnes y Padilla. Ocupó Salta, pero en Humahuaca Güemes le cortó la comunicación y los suministros. Ante el permanente hostigamiento de los gauchos, debió retirarse.
Sería luego el turno del General Pedro de Olañeta, quien capturó al General Fernández Campero, uno de los capitanes más importantes de Güemes, conocido como el Marqués de Yavi. Sin embargo, no pudo trasponer la ciudad de Jujuy.
Olañeta regresará en 1818 y 1819, pero la de mayor porte fue la invasión que al mando del General Juan Ramírez Orozco en junio de 1820 al frente de casi 7.000 hombres.
No obstante la superioridad numérica y logística, ninguna pudo avanzar más allá de la línea de la Capital de Salta.
Los Capitanes de Güemes
La historia suele ser mezquina con muchos de los hombres que dejaron su vida en el empeño de legar una Patria libre.
Pese a no haber sido un ejército regular según lo mandan las técnicas militares, Güemes supo armar una suerte de Estado Mayor del que dependían cuadros subalternos perfectamente organizados.
Entre los hombres de comando se encontraron, el ya citado Marqués de Yavi (Juan Feliciano Fernández Campero; el coronel Francisco Pérez de Uriondo, responsable militar de Tarija; coronel Manuel Arias, a cargo de Orán; y el coronel José María Pérez de Urdininea, proveniente de las filas del Ejército del Norte, en Humahuaca.
En el valle de Jujuy estuvieron los coroneles Domingo Arenas en Perico y el teniente coronel Eustaquio Medina, a cargo del río Negro. Más movilidad tenían otros jefes, como José Ignacio Gorriti, Pablo Latorre o José Antonio Rojas.
Quienes conocen el territorio podrán dar fe de la capacidad de organización y mando de Güemes para mantener ordenado un frente que iba desde Volcán hasta la ciudad de Orán, en total algo más de setecientos kilómetros. Esa extensión estratégica se conoció como la Línea Pasaje.
Apenas una breves líneas para pincelar un momento épico de la historia argentina, donde la figura de Martín Miguel de Güemes se acrecienta y adquiere mayor jerarquía para los argentinos en la actualidad, donde son los próceres y sus ejemplos de alto contenido moral, cívico y patriótico, los que debieran iluminar los senderos que deben recorrer todavía los argentinos.-
por Ernesto Bisceglia
Fuente:
El Intransigente 17/6/2011
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