viernes, 22 de agosto de 2025
jueves, 21 de agosto de 2025
USA: El pánico de 1837
El pánico de 1837: lecciones de la primera crisis económica de Estados Unidos

Cartel político del Partido Whig: Problemas del desempleo en Estados Unidos, 1837. Biblioteca del Congreso, Washington
Mateo 7:27
Especulación, juventud institucional y bancarrota: la fragilidad estructural de la economía estadounidense en el Pánico de 1837
La historia económica de Estados Unidos revela una constante tensión entre expansión ambiciosa, especulación descontrolada y episodios recurrentes de colapso. Este patrón se encuentra arraigado en la misma lógica fundacional del país: una sociedad forjada en torno al riesgo, el emprendimiento y la promesa de movilidad ascendente. La obsesión por el crecimiento económico ha conducido, cíclicamente, a crisis de magnitud, y la primera de ellas —el Pánico de 1819— dejó lecciones que, sin embargo, no fueron plenamente asimiladas.
Este primer colapso estuvo directamente vinculado a las secuelas de la Guerra de 1812, así como a una caída abrupta del precio del algodón, producto clave del comercio exterior estadounidense. La retracción del mercado británico fue determinante. Simultáneamente, el endurecimiento de las condiciones crediticias provocó la quiebra de numerosos bancos y la pérdida de tierras por parte de agricultores del sur y el oeste. El impacto fue especialmente severo en estas regiones, donde las estructuras económicas eran más frágiles. Aunque la recesión finalizó hacia 1821, sentó un precedente que condicionaría la evolución del sistema bancario y la política fiscal del país.
En lugar de conducir a una reforma sistémica, el Pánico de 1819 alimentó un clima de desconfianza en las instituciones económicas y, paradójicamente, cimentó la popularidad de Andrew Jackson, cuya administración sentó las bases del posterior Pánico de 1837. La retirada de fondos federales del Segundo Banco de los Estados Unidos, ordenada por Jackson tras vetar su renovación constitucional en 1832, fue un punto de inflexión crítico. Esta institución, que había funcionado como estabilizador macroeconómico, dejó de actuar como garante del orden financiero tras ser degradada a banco regional. El vacío institucional que dejó fue ocupado por entidades conocidas como wildcat banks, cuyo accionar irresponsable alimentó una burbuja especulativa, especialmente en el mercado inmobiliario del sur y el oeste.
El contexto era propicio: un país joven, con menos de sesenta años de existencia, y escasa experiencia en la gestión macroeconómica. Las instituciones estatales eran débiles, las estructuras regulatorias insuficientes y la confianza en los poderes centrales aún precaria. La expansión territorial, la inmigración europea masiva y la euforia del "destino manifiesto" contribuyeron a una atmósfera de optimismo económico que desembocó en prácticas crediticias laxas y altamente riesgosas.
En este escenario, la Specie Circular —medida adoptada en 1836 que exigía que las tierras públicas se pagaran únicamente en oro o plata— funcionó como detonante de la crisis. Si bien pretendía frenar la especulación, esta disposición desató una corrida bancaria al despojar a las instituciones financieras de liquidez. La combinación de contracción monetaria, falta de supervisión y sobreendeudamiento creó un entorno propicio para el colapso.
La estocada final provino del mercado exterior. La caída del precio del algodón —principal producto de exportación—, sumada a la disminución de las compras británicas, arrastró al sector agrícola del sur a una ola de incumplimientos. Las plantaciones endeudadas colapsaron en cascada, los bancos entraron en pánico y el crédito desapareció. En pocos meses, Estados Unidos se encontraba sumido en una de sus crisis económicas más graves hasta entonces.
Las consecuencias del Pánico de 1837 fueron profundas y prolongadas. La depresión se extendió durante casi una década. La tasa de desempleo alcanzó el 25 % en algunas ciudades; el mercado inmobiliario colapsó; numerosos proyectos de obra pública se detuvieron y estallaron disturbios urbanos, especialmente en Nueva York. La confianza pública en el sistema bancario y en la capacidad del gobierno para gestionar la economía se vio severamente deteriorada.
Este episodio reveló la inmadurez institucional del país en aquel entonces. La ausencia de una economía nacional unificada, la debilidad de los marcos regulatorios, la falta de una autoridad fiscal efectiva y una ciudadanía todavía influida por patrones de pensamiento rural y paternalista contribuyeron a amplificar los efectos de la crisis.
En perspectiva histórica, el Pánico de 1837 constituye un ejemplo paradigmático de cómo una economía en expansión sin control, sostenida por una infraestructura institucional incipiente, puede sucumbir ante su propia dinámica especulativa. A diferencia de economías más maduras, con mecanismos preventivos o amortiguadores, Estados Unidos aún no poseía las herramientas necesarias para gestionar ciclos económicos complejos.
Así, la crisis de 1837 no sólo expuso las limitaciones estructurales de la joven república, sino que también consolidó un patrón cíclico de auge y caída que persistiría a lo largo de los siglos XIX y XX. La memoria de esta crisis, poco presente en el imaginario colectivo contemporáneo, ofrece no obstante claves fundamentales para comprender la relación de Estados Unidos con el dinero, la regulación financiera y la gestión del riesgo sistémico.

The Times (caricatura estadounidense de 1837 sobre el pánico financiero de ese año), Edward Williams Clay (1799-1857). La culpa recae claramente en las políticas del Tesoro de Andrew Jackson, cuyo sombrero, gafas y pipa de arcilla con la palabra "Gloria" visible en el cielo. Clay ilustra los efectos de la depresión en una escena callejera, enfatizando la difícil situación de la clase trabajadora. Un panorama de oficinas, viviendas y tiendas refleja los tiempos difíciles. La Aduana, con su letrero "Todos los Bonos deben Pagarse en Especie", permanece inactiva. Al otro lado de la calle, el Banco Mecánico, con su letrero "No se aceptan pagos en especie", está abarrotado de clientes desesperados. Las figuras principales (de izquierda a derecha) son una madre con su bebé sobre una estera de paja, un rufián borracho de Bowery, un miliciano (sentado, fumando), un banquero o terrateniente que recibe a una viuda indigente y su hijo, un marinero descalzo, un conductor o granjero, un albañil escocés (sentado en el suelo) y un carpintero. Contrastan con el exitoso abogado "Peter Pillage", a quien recoge un elegante carruaje en la esquina derecha. Al fondo se ve un río, la prisión de deudores de Bridewell y una casa de beneficencia. Un globo pinchado cae del cielo con la inscripción "Fondo de Seguridad". La caricatura se publicó en julio de 1837. La bandera que ondea a la izquierda lleva la sarcástica frase "4 de julio de 1837, 61.º aniversario de nuestra independencia". Biblioteca del Congreso, Washington, D.C.
El octavo presidente de los Estados Unidos, Martin Van Buren, asumió el cargo en un momento particularmente crítico: el inicio del Pánico de 1837, una de las primeras grandes crisis financieras del país. Su respuesta se basó en los principios del laissez-faire, una doctrina económica que propugnaba la mínima intervención del Estado en los asuntos del mercado. Van Buren consideraba que el gobierno debía abstenerse de intervenir, confiando en que el sistema se corregiría por sus propios medios. Esta decisión, aunque coherente con su marco ideológico, se reveló altamente controvertida y con consecuencias de largo alcance.
La falta de acción inmediata por parte del gobierno federal provocó duras críticas por parte de sus opositores políticos y facilitó el ascenso del Partido Whig, una coalición que proponía un rol más activo del Congreso en la dirección económica, así como inversiones públicas en infraestructura y una estrategia más centralizada de crecimiento. En este sentido, 1837 puso en evidencia la vulnerabilidad de un sistema financiero en rápida expansión pero insuficientemente regulado, y mostró la rapidez con la que la confianza pública puede colapsar ante señales de inestabilidad sistémica.
Esta dinámica de confianza, temor y reacción no ha perdido vigencia. Episodios más recientes como la crisis financiera global de 2008 o las disrupciones económicas de 2023 son recordatorios contemporáneos del impacto emocional y político del colapso económico. El miedo al fracaso financiero sigue siendo una herramienta poderosa dentro del discurso político moderno: aglutina, moviliza y polariza. El dinero, más allá de ser una entidad cuantitativa, representa estabilidad, control y seguridad. La amenaza a estos elementos básicos constituye una de las formas más antiguas y eficaces de influencia sobre la ciudadanía.
Históricamente, la política estadounidense ha recurrido al temor económico como vector de legitimación o crítica. Desde los debates sobre el patrón oro en el siglo XIX hasta los episodios de estanflación de la década de 1970, la narrativa del colapso ha sido utilizada sistemáticamente para moldear opinión pública y justificar políticas. Hoy, la situación no es diferente: los discursos sobre inflación, colapso del dólar, deuda nacional o pérdida del poder adquisitivo ocupan un lugar central en los medios y la arena política. La retórica ha cambiado, pero el miedo estructural permanece.
La historia económica estadounidense ofrece lecciones valiosas. En primer lugar, los períodos de especulación descontrolada, sin respaldo real ni evaluación del riesgo, tienden a culminar en crisis severas. Esto se ha observado en distintos contextos: desde los esquemas de especulación inmobiliaria en el Mississippi del siglo XIX, hasta la reciente burbuja de criptomonedas. En segundo lugar, la existencia de mecanismos regulatorios sólidos y proactivos resulta esencial en contextos de inestabilidad, ya que es insuficiente apelar únicamente a slogans o discursos ideológicos. Tercero, la confianza es el fundamento último de todo sistema financiero: su erosión puede precipitar el colapso, mientras que su reconstrucción requiere tiempo, coherencia y transparencia institucional.
En este sentido, la comunicación pública y la retroalimentación eficaz entre el Estado y la ciudadanía son factores determinantes. La gestión del mercado es inseparable de la gestión del pensamiento colectivo. La credibilidad institucional actúa como escudo frente al pánico.
A su vez, la recuperación económica es, por definición, más lenta que la crisis. La decisión de Van Buren de no intervenir pudo haber sido coherente con su doctrina, pero demostró ser, en términos prácticos, profundamente ineficaz. En la actualidad, las advertencias sobre hiperinflación, pérdida de hegemonía monetaria o estallidos fiscales en EE. UU. pueden entenderse, en gran medida, como una estrategia de gobernanza basada en el miedo. Este estado de ansiedad perpetua impide una reflexión crítica y alimenta el discurso de extremos, dificultando la construcción de consensos sostenibles.
No obstante, existen diferencias estructurales entre el sistema de 1837 y el presente. Hoy, las economías avanzadas cuentan con herramientas técnicas, datos en tiempo real e instituciones multilaterales que permiten una respuesta más eficaz. La incertidumbre persiste, pero también lo hace la posibilidad de gestionar sus efectos de manera racional.
En suma, el análisis del Pánico de 1837 —y sus múltiples ecos contemporáneos— muestra que los ciclos de crisis no son anomalías históricas sino patrones recurrentes. La clave no está en evitar todo riesgo, sino en mitigar sus consecuencias mediante una combinación de regulación inteligente, comunicación honesta y reconstrucción paciente de la confianza pública. Más que temer el colapso, las sociedades deberían aprender a distinguir entre la alarma legítima y la manipulación emocional. En tiempos de incertidumbre, la historia no debe ser entendida como un castigo, sino como una guía para la moderación política y la acción responsable.
V. Shpakovski
miércoles, 20 de agosto de 2025
martes, 19 de agosto de 2025
Venezuela: La Revolución de Abril
La Revolución de Abril (Revolución Amarilla)
La Revolución de Abril de 1870, también conocida como la Revolución Amarilla, fue un movimiento armado liderado por Antonio Guzmán Blanco con el objetivo de derrocar al gobierno de José Ruperto Monagas, representante del partido conservador conocido como los "azules". Esta revolución marcó el inicio del período político venezolano llamado Liberalismo Amarillo, caracterizado por el prolongado dominio del liberalismo guzmancista en la política nacional.
Antonio Guzmán Blanco en la Batalla de San Fernando de Apure.
Antecedentes
Tras el triunfo de la Revolución Azul en 1868, el gobierno de Juan Crisóstomo Falcón fue derrocado, lo que forzó al líder liberal Antonio Guzmán Blanco a exiliarse, víctima de persecución política. Venezuela entró entonces en una etapa de inestabilidad, con múltiples levantamientos regionales y conflictos armados promovidos por diversos caudillos liberales como Joaquín Crespo, Matías Salazar, Francisco Linares Alcántara, entre otros, en contra del gobierno de Monagas.
Desarrollo de la revolución
El 14 de febrero de 1870, Guzmán Blanco desembarcó con armas y combatientes en Curamichate, cerca de la Vela de Coro, procedente de Curazao. A pesar de la aparente debilidad inicial, el movimiento creció con rapidez. El 16 de abril, Monagas cedió provisionalmente el poder al abogado Guillermo Tell Villegas para dedicarse a combatir la rebelión.
El 27 de abril de 1870, tras solo tres días de intensos combates, las fuerzas revolucionarias lograron tomar Caracas. La capital estaba escasamente defendida por unos 1.600 a 2.000 milicianos locales. El triunfo fue aclamado por una población harta del régimen azul. La rendición de Monagas marcó el inicio del nuevo orden liberal, consolidando a Guzmán Blanco como figura dominante.
Celebraciones nocturnas en la Plaza Bolívar de Caracas tras la victoria de la Batalla de San Fernando de Apure.
Consolidación del poder
Guzmán Blanco no solo derrocó a Monagas, sino que procedió rápidamente a eliminar los focos restantes de resistencia azul. Envió al general Matías Salazar a combatir a las fuerzas conservadoras que aún ofrecían oposición. En la Batalla de Guama, los liberales vencieron, dejando un saldo de 800 muertos y 200 prisioneros azules, algunos de los cuales cambiaron de bando, convencidos por el caudillo liberal León Colina.
Sin embargo, la lucha no había terminado. El 21 de septiembre de 1870, el general Pedro Ducharme rompió una tregua invadiendo Irapa y masacrando a 300 liberales, incluido José Loreto Arismendi. Pese a estos hechos, las fuerzas guzmancistas continuaron ganando terreno.
Uno de los últimos focos de resistencia fue liderado por el general Adolfo Antonio Olivo, quien logró tomar posiciones en Maturín y posteriormente en San Fernando de Apure. En diciembre de 1871, Guzmán Blanco marchó con 6.000 soldados y lo derrotó en la Batalla de San Fernando de Apure, donde Olivo perdió 66 hombres y 119 fueron capturados. Durante la retirada, Olivo se ahogó en el río Arauca junto con 300 de sus hombres.
Conclusión
Con la pacificación del Estado Apure a inicios de 1872, Antonio Guzmán Blanco aseguró el control absoluto del país e inició un prolongado período de hegemonía liberal. La Revolución de Abril transformó profundamente el panorama político venezolano y consolidó al guzmancismo como fuerza dominante por varias décadas.
lunes, 18 de agosto de 2025
domingo, 17 de agosto de 2025
Granaderos a Caballo de San Martín: Corajudos, disciplinados y aguerridos
San Martín y la creación de Los Granaderos a Caballo: el reclutamiento, una rigurosa disciplina y el “fanatismo frío del coraje”
Hace 213 años se inició la creación de una unidad militar emblemática del país. Diseñada y moldeada en cada detalle por José de San Martín, sus hombres demostraron gran valentía en la lucha por la independencia
Adrián Pignatelli || Infobae
Había hecho carrera militar en España y en nuestro país crearía una unidad que haría historia
Llegó el lunes 9 de marzo de 1812, luego de cincuenta días de navegación en la fragata George Canning, que había partido de Gran Bretaña el 19 de enero de ese año. Regresaba a América después de casi 30 años, cuando su familia se había radicado en España. Ahora, con 34 años, volvía convertido en un teniente coronel de caballería y una amplia experiencia militar.
En el ejército español, combatió en cinco campañas y participó en 17 acciones de guerra, destacándose por su arrojo e inteligencia, especialmente en el combate de Arjonilla y en la derrota del ejército francés en Bailén.
San Martín no venía solo. Lo acompañaban oficiales como: el capitán de infantería Francisco de Vera; el alférez de navío José Zapiola; el capitán de milicias Francisco Chilavert; el alférez de carabineros reales Carlos de Alvear y Balbastro; el subteniente de infantería Antonio Arellano y el primer teniente de guardias walonas barón Eduardo de Holmberg.
Noticia publicada en La Gaceta con la llegada de San Martín a Buenos Aires
Traía en mente un plan para libertar a América del dominio español.
No hubo en la ciudad de Buenos Aires quien no lo mirase con recelo. Era un perfecto desconocido, con un fuerte acento español y sin un peso en el bolsillo. Para colmo llevaba un sable corvo o mameluco, comprado en segunda mano en Londres, que era de confección oriental, difundido por los ingleses y muy parecido a los usaban los corsarios y no descartaban que fuese un espía británico.
Temerarios se buscan
El 16 de marzo de 1812 el Primer Triunvirato le ordenó la constitución de un cuerpo de caballería. Su proyecto fue formar una unidad de elite y tuvo donde inspirarse. En 1667 por orden de Luis XIV había sido creado los Granaderos de Infantería, los “enfant perdus”, por los temerarios que eran. Ocupaban siempre la primera línea de combate y eran los que encabezaban los asaltos.
Descripción del uniforme, tal como lo había diseñado San Martín (Guillermo Centeno - GDC Dreams www.gdcdreams.com.ar)
Eran altos, corpulentos, ágiles y arriesgados. Armados con sable y hacha, llevaban colgando un saco llamado granadera, que contenía una docena de granadas, una suerte de proyectiles huecos de hierro fundido, redondos, con un agujero por donde se les introducía la carga. Las arrojaban con la mano, con una honda o con una cuchara.
El 17 de marzo, San Martín elevó su plan para la formación del Escuadrón de Granaderos a Caballo. El 21 de marzo el Triunvirato lo aprobó y lo instó a ejecutarlo “sin pérdida de tiempo”. En Buenos Aires ya existía el Regimiento de Dragones de la Patria, que había sido organizado por el coronel José Rondeau, y que tenía su cuartel donde se levantan las Galerías Pacífico.
El 27 de marzo el gobierno impartió órdenes a Córdoba, La Rioja y San Luis para que cada provincia enviase 100 hombres cada una. Debían ser de regular estatura y con caballo.
Quince minutos al alba del 3 de febrero de 1813: el bautismo de fuego de los Granaderos, en San Lorenzo
Era preciso armar el primer escuadrón de los cuatro que tendría. Nombró a José Zapiola capitán de la primera compañía y Alvear fue ascendido a sargento mayor. Sus cuñados Mariano y Manuel de Escalada también fueron de la partida.
La primera docena de hombres que se integraron a esta unidad fueron soldados, cabos y sargentos de los Dragones de la Patria. También recibieron a 14 soldados pertenecientes al Regimiento 1 Patricios, que se habían sublevado en el Motín de las Trenzas, en diciembre del año anterior.
Envió a Francisco Doblas a Misiones, a quien le dio tres meses para que le llevase 300 guaraníes altos y robustos. De los 80 candidatos que el teniente José Ruiz trajo de Córdoba, San Martín descartó solo tres. Por el litoral estuvo el teniente coronel Toribio de Luzuriaga, quien reclutó, entre otros al correntino Juan Bautista Cabral. También se incorporaron hombres provenientes de San Isidro, Morón, Pilar y San Luis, entre otros.
El famoso sable corvo de San Martín, quien lo acompañó en su campaña libertadora (Adrián Escandar)
En agosto llegaron unos cincuenta riojanos que, sumados a la tropa que ya había reunido, completó el primer escuadrón con dos compañías de 70 hombres cada una. Cuando en septiembre llegaron los puntanos, se armó el segundo escuadrón.
La primera baja que sufrió la incipiente fuerza fue por invalidez, la del sargento primero de la segunda compañía del primer escuadrón Gregorio Miltos, enfermo de tuberculosis, que tenía una brillante foja de servicios.
Cada escuadrón tenía un capitán, dos tenientes, un subteniente, un sargento primero, tres sargentos segundos, un trompeta, cuatro cabos primeros, 70 soldados montados y seis soldados desmontados. La plana mayor incluía un comandante, un sargento mayor, un ayudante, un porta estandarte, un capellán, un trompeta, un sillero y un herrador, tal como describe Camilo Anschütz en su historia del regimiento.
San Martín asumió la responsabilidad de la organización, la disciplina, la instrucción, el vestuario y el equipo. Debía pasar los requerimientos al Estado para la provisión de todo lo que necesitase.
De todas formas, San Martín se encontró con que el Estado tenía las arcas casi vacías y dependió bastante de donaciones de particulares. De su primer sueldo donó 50 pesos, mientras que Alvear lo cedió íntegro.
Disciplinados, aguerridos, fueron instruidos bajo la atenta supervisión de San Martín (Revista Caras y Caretas)
La organización fue lenta porque el propio San Martín seleccionó uno por uno a sus oficiales. Tuvo el percance de no contar con la ayuda de su segundo, el sargento mayor Alvear, arrestado en su casa por haber sableado a un grupo de ingleses y por abrirle la cabeza a uno de ellos, el comerciante Diego Winthon. Para colmo Zapiola, el capitán de la primera compañía, era un marino de formación que de pronto tuvo que adaptarse como oficial de caballería. En lugar de ayudar a su jefe, se convirtió en otro de sus alumnos.
El 23 de abril presentó la lista de oficiales para que se les extendieran los despachos correspondientes. También se incorporaron, en calidad de cadetes 16 niños, provenientes de las mejores familias de la ciudad.
Sables de latón y lanzas
Como primer cuartel se usó el de la Ranchería, ubicado en Perú y Alsina y cuando en mayo los Dragones de la Patria partieron a la Banda Oriental, ocuparon su cuartel, junto al Parque de Artillería. Como caballerizas se usó las instalaciones de la Plaza de toros, que se levantaba más sobre la actual Avenida Santa Fe y Marcelo T. de Alvear. El resto de lo que es plaza San Martín se usaba para prácticas de combate.
Desde entonces se llamó Plaza de Marte y no importaba el momento del día, siempre se escuchaba el estridente sonido de clarines.
Los granaderos se ocupan de la custodia de la Casa Rosada, del mausoleo de su jefe en la Catedral, el izamiento y arrío de la bandera en Plaza de Mayo y en la participación en actos oficiales (AP)
En sus comienzos, los sables que colgaron de sus cinturas eran de latón de 36 pulgadas y si en un principio usaron lanzas fue por la escasez de ellos. Fueron hechas según las especificaciones dadas por San Martín: cortas con asta de madera dura. También los granaderos usaban carabinas de chispa con 10 cartuchos o tercerolas, una suerte de carabina pero más corta. Por lo general, eran los oficiales que usaban pistolas, que debían adquirir con su propio dinero.
Pero como nada parecía alcanzar, se requisaron a particulares sables y pistolas.
Tanto las técnicas de ataque y defensa con el sable y la lanza las enseñaba, con paciencia y claridad, el propio jefe, que solía aparecerse montado en un alazán tostado o un zaino oscuro de cola larga y abundante. “San Martín formó soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos con el deber, y les inoculó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible y es el secreto de vencer”, escribió Bartolomé Mitre en la biografía del prócer.
Los primeros caballos fueron comprados gracias a donaciones de dinero de varios vecinos de la ciudad y del interior.
El uniforme pensado por San Martín constaba de fraque, forro, pantalón, capote, maleta, chaqueta de cuartel y gorra, todo en azul. Además, cuellos carmesí, chaleco blanco, botones cabeza de turco blancos (usados por los Húsares y Cazadores), casco con carrilleros o gorra y botas altas con espuelas.
El morrión era alto y tenía en la frente una granada y alrededor la leyenda “Libertad y Gloria”.
San Martín era obsesivo, minucioso para imbuir a cada uno de los granaderos “el espíritu de cuerpo, de orden, de aseo y de disciplina”. Todo era revisado por el jefe: la comida, la ropa y el cuidado del caballo. Todos los días a la misma hora se lo limpiaba, se los alimentaba y se les daba agua. Todas las actividades con toques de corneta.
Los granaderos participaron de toda la campaña libertadora. Del millar inicial, regresaron unos ochenta
Diariamente se hacía una revista del aseo y antes de que los soldados abandonaran el cuartel, en la puerta un suboficial revisaba a uno por uno.
Cada granadero recibía un nombre de guerra por el que debía contestar cuando se pasaba lista; debían sostener la mirada un poco más arriba del horizonte. Domingo F. Sarmiento escribió que de diez cuadras se distinguía un oficial de Granaderos, porque llevaba la cabeza erguida con exageración e inclinaba el pecho hacia adelante con altanería. San Martín había dispuesto que lucieran, en sus orejas, aros metálicos.
El jefe les preparaba emboscadas y ataques nocturnos. “Prueba del miedo”, los llamaba.
San Martín redactó un severo código de conducta que todo oficial debía cumplir. Era tomado como cobardía el solo hecho de agachar la cabeza en batalla; constituía un delito no admitir un desafío y no exigir satisfacción ante un insulto, así como no defender el honor del regimiento, por falta de integridad y por hablar mal de compañeros con terceras personas. Asimismo, estaba penado revelar disposiciones internas; por familiarizarse “en grado vergonzoso” con los sargentos, cabos y soldados, por pegarle a una mujer aun cuando ella lo hubiera insultado; por no ayudar a un compañero en batalla; por presentarse en público con una prostituta; por asistir a casas de juegos que no pertenezcan a la clase de los oficiales y por el uso inmoderado de la bebida.
El primer domingo de cada mes San Martín reunía en su casa a los oficiales del regimiento, y en unas tarjetas en blanco escribían los hechos que merecían ser discutidos. En caso de haber algún acusado, se lo hacía salir y se deliberaba cómo proceder.
Su primer combate fue San Lorenzo el 3 de febrero de 1813 y el último Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Los últimos granaderos regresaron a Buenos Aires en 1826 y de ellos solo siete habían estado desde un principio. Entonces esta unidad fue disuelta.
En el parte del combate de San Lorenzo, San Martín escribió que “el valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la patria”.
De esa unidad, en sus 13 años de vida, surgieron 19 generales, 60 coroneles y más de 200 oficiales, que le haría decir a su jefe que “de lo que mis muchachos son capaces, solo lo sé yo. Quien los iguale habrá, quien los exceda no”.
El regimiento fue reorganizado el 25 de mayo de 1903 por disposición del presidente Julio A. Roca. “Queda reconocido como cuerpo permanente del Ejército, el Regimiento de movilización creado por resolución ministerial del 3 de febrero del corriente año, el cual se denominará, en homenaje a su antecesor, “Regimiento de Granaderos a Caballo”, establece el decreto. Y así, diez de ellos combatieron en Monte Harriet y Monte Longdon en Malvinas donde, una vez, revelaron ese alma guerrera de cuando su jefe los educó en el arte de la guerra.
Fuentes: Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo (1812-1826), de Camilo Anschütz; Historia de San Martín y la emancipación americana, de Bartolomé Mitre; San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, por Patricia Pasquali.
sábado, 16 de agosto de 2025
PGM: El terror de los bombarderos Gotha
Bombarderos Gotha: Terror desde el cielo

El "Caballero Ruso" de Igor Sikorsky, que apareció antes de la guerra, ¡impresionó a los militares! Un general ruso, que observó el trabajo de los gigantes de cuatro motores "Ilya Muromets", que se convirtieron en un modelo mejorado del "Vityaz", dijo que un avión así valía una división (después de que el "Ilya Muromets" del teniente I. S. Bashko destruyera un tren austriaco con 30 mil proyectiles de artillería en la estación de Przhevorsk). Y era cierto. El bombardero pesado resolvió el problema que impedía el bombardeo selectivo desde aviones monomotores: se instaló una mira antibombas y se añadió un "bombardero" a la tripulación para trabajar con ella, lo que confería a los ataques aéreos una precisión letal.

Un avión con un diseño poco ortodoxo
Pero los generales alemanes no iban a quedarse sin semejante milagro por mucho tiempo. Inicialmente, se utilizaron dirigibles para bombardeos, pero estas enormes, lentas y con forma de cigarro eran demasiado vulnerables al fuego antiaéreo. Y entonces, el "lúgubre genio teutónico" del exfundador y editor de la revista de aviación "Flugsport", y ahora "Deutsche Soldat" Oskar Ursinus, quien se encontraba en servicio activo, propuso al mando directo e inmediato, en la persona del mayor Helmut Friedel, un proyecto para un hidroavión bimotor de "configuración poco convencional".

Bueno... ¡la reseña es realmente buena!
El diseño poco convencional consistía en que el fuselaje, que en los biplanos normales se ubica en el ala inferior, en el avión de Ursinus estaba unido al ala superior. Según el inventor, esto garantizaba que los dos motores estuvieran ubicados cerca, de modo que, si uno fallaba, no hubiera par motor. Además, se suponía que la visibilidad con este diseño sería mejor...

"Gotha" G.1
El prototipo, llamado FU (Friedel-Ursinus), despegó el 30 de enero de 1915. Tras estudiarlo, los expertos descubrieron que: a) tenía un control deficiente, b) tenía potencia insuficiente, c) su integridad estructural era insuficiente, d) era peligroso para la tripulación en caso de aterrizaje forzoso. Sin embargo, en general, era un buen avión, ¡suficientemente apto para tiempos de guerra! Tras ello, fue enviado al frente ruso a un escuadrón de reconocimiento.
En el frente, a pesar de las deficiencias mencionadas, el avión se consideró útil y se puso en producción en la fábrica de vagones de Gotha. Los ingenieros locales optimizaron el diseño, produciendo el avión Gotha-Ursinus G.1. Se construyeron dieciocho G.1 en tres lotes de seis cada uno, y se construyó otro hidroavión, tal como lo había planeado originalmente el inventor. El avión estaba armado con una ametralladora Parabellum de calibre de fusil, y la cabina de la tripulación y los motores estaban cubiertos con 18 kg de blindaje de cromo-níquel. Se sabe poco sobre la participación de este avión en combate; lo más probable es que el primer intento fuera un fracaso.
La "disposición poco convencional" del G.1 no convenía al mando de la Luftstreitkrefte (no en vano Goering renombró posteriormente esta organización; ¡te partiría la lengua!), y el ingeniero de la planta de Gotha, Hans Burkhard, modificó el proyecto instalando el fuselaje, como se hace normalmente, en el ala inferior. Resultó que el problema del par motor en caso de fallo de motor en un bimotor era improbable y no se planteaba en la práctica. Para empezar, Burkhard tomó un G.1 accidentado y bajó el fuselaje; el resultado fue más que satisfactorio: el avión se volvió más controlable y mucho más seguro durante el aterrizaje.
Además, el ingeniero de la fábrica de vagones decidió que el avión debía poder desmontarse en piezas y transportarse en tres plataformas ferroviarias. Si bien se le retiró el blindaje al nuevo modelo, aún podía transportar bombas con dificultad, ya que carecía de escotilla, y las que se encontraban bajo las alas volaban hacia la luz blanca como si fueran monedas. Para su defensa, el avión contaba con dos ametralladoras de calibre de fusil. Se construyeron diez aviones de este modelo, llamado "Gotha" G.2, que combatieron en el frente de los Balcanes, y al mismo tiempo no había más de cuatro de estos aparatos en servicio: los motores Mercedes D.IV, con una capacidad de 220 caballos, sufrían vibraciones del cigüeñal y fallaban con frecuencia. Se dice que para febrero de 1917, uno de estos aviones seguía en servicio. Sin embargo, esto no es seguro.
Dado que el Gotha G.2 presentaba constantes problemas con sus motores, pronto se decidió sustituir los poco fiables motores D.IV de 220 caballos por los más fiables D.IVa de 260 caballos de la misma compañía Mercedes. Se añadió una tercera ametralladora, que disparaba a través de la tronera bajo el fuselaje para proteger el hemisferio inferior. Esta vez, el avión ya podía transportar 500 kg de bombas y, en septiembre de 1916, destruyó el puente sobre el Danubio en Cernavoda, donde el Gotha G.3 combatió en el mismo frente balcánico. Al mismo tiempo, el avión alcanzaba una velocidad de 135 km/h, y los pilotos se quejaron de que adelantaban a sus cazas de escolta. Se construyeron un total de 25 aviones de este modelo.

Vista en sección del fuselaje del bombardero, que muestra claramente el "túnel de Gotha" para disparar hacia atrás y hacia abajo.
Y finalmente llegó la hora del modelo que se convirtió en el símbolo del terror aéreo alemán durante la Primera Guerra Mundial: el Gotha G.4. Se conservaron los probados motores D.IVa y el fuselaje se cubrió completamente con madera contrachapada. La decisión no se tomó a la ligera: el avión debía realizar incursiones en Inglaterra, y un fuselaje completamente de contrachapado, en caso de un aterrizaje de emergencia, debía mantenerse a flote durante más tiempo, aumentando así las posibilidades de supervivencia de la tripulación. Además, el uso en combate del G.3 demostró su escasa protección contra el hemisferio inferior, por lo que apareció un "túnel Gotha" en el interior del fuselaje del G.4: una ranura que permitía al artillero disparar hacia atrás y hacia abajo. En los aviones de este modelo, había espacio para una cuarta ametralladora Parabellum de 7,92 mm, pero rara vez se utilizaba en misiones, prefiriendo llevar más bombas o combustible. Además, se instalaron alerones adicionales en el ala: el G.3 tenía un control deficiente durante el aterrizaje, y esta deficiencia se eliminó en el nuevo avión.
El avión tenía las siguientes características: tripulación: 3 personas, un piloto y dos artilleros; longitud: 12,2 metros; envergadura: 23,7 metros; altura: 3,9 metros; peso en vacío: 2,4 toneladas; peso a plena carga: 3,7 toneladas; dos motores de 260 caballos de fuerza; velocidad máxima: 135 km/h; alcance: 810 km/h; techo de vuelo: 5000 metros; armamento: 2-3 ametralladoras "Parabellum" LMG 14 calibre 7,92 mm, 500 kg de bombas. Pero lo más impresionante fue la cantidad de aviones construidos: ¡230 unidades! Y si consideramos el siguiente modelo, el Gotha G.5, que fue esencialmente una modernización del G.4 (los tanques de combustible se trasladaron de las góndolas de los motores al fuselaje y se amplió el túnel del Gotha), ¡la cantidad de aviones producidos aumenta en otras 203 unidades!
El primer ataque aéreo con un bombardero Gotha se llevó a cabo el 19 de marzo de 1916: el ataque se produjo con un hidroavión Gotha UWD 120, una variante del G.1 sobre flotadores. El avión lanzó varias bombas de 5 kg sobre Dover y regresó sano y salvo al aeródromo de Zeebrugge. ¿Poco? Sí, pero los bombardeos desde dirigibles que transportaban toneladas de bombas ya se habían vuelto bastante peligrosos: las torpes y lentas máquinas eran alcanzadas con éxito por la artillería antiaérea y los cazas, y los ataques nocturnos eran de poca utilidad. La navegación a principios del siglo XX era bastante complicada, y los zepelines se desviaban regularmente del objetivo decenas, e incluso cientos, de kilómetros. Y los aviones aún podían bombardear durante el día.
En la noche del 13 de junio de 1917, los dirigibles llevaron a cabo un ataque aéreo conjunto con los bombarderos Gotha. Como resultado del ataque, 527 personas resultaron heridas, incluidas 104 fallecidas. El hecho es que en marzo, el 3.er Escuadrón (traduzco Kagohl 3 como «3.er Escuadrón», ya que 18 aviones no se consideran un regimiento aéreo, pero, por supuesto, la traducción no es exacta) recibió 18 aviones Gotha G.4. Esto permitió a los alemanes comenzar la Operación Cruz Turca a las 14:00 del 25 de mayo de 1917.
Se enviaron doce bombarderos a bombardear, pero dos regresaron debido a averías. Londres fue elegido como objetivo principal, pero la densa nubosidad obligó a las tripulaciones a cambiar a un objetivo secundario: el puerto de Floxton y el cercano "Campamento Militar Shorncliffe", un centro de entrenamiento del ejército canadiense que también funcionaba como hospital militar. Como resultado del ataque aéreo, 12 personas murieron y otras 95 resultaron heridas, aunque solo 195 de los muertos eran soldados, y el resto civiles, incluyendo 18 mujeres y 31 niños. Sin embargo, los alemanes habían dejado de preocuparse por esto en 25.
Los enfurecidos británicos desplegaron 70 aviones Sopwith Pap, algunos de los mejores cazas británicos, en persecución del escuadrón alemán. Los resultados de la persecución no fueron impresionantes: dos bombarderos fueron derribados, uno resultó dañado pero logró llegar al aeródromo, y el resto logró escapar de la persecución aprovechando la oscuridad que se acercaba.

El camuflaje del Gotha no estaba pintado a mano: los aviones se cubrían con un tejido de camuflaje especial en las fábricas.
La siguiente incursión tuvo lugar el 13 de junio de 1917. Fue la primera incursión diurna, con aviones despegando a las 10 de la mañana. Los británicos desplegaron 92 aviones para interceptarlos, pero los Gotha volaban a gran altitud y pocos cazas lograron ascender lo suficiente como para atacarlos. El biplaza Bristol F.2 del capitán J. Cole-Hamilton, del Escuadrón n.º 35, atacó a tres bombarderos, pero fue derribado por el fuego de respuesta de los Parabellum alemanes. El avión del capitán T. Grant, del Escuadrón n.º 39, fue víctima de fuego amigo: el caza fue derribado por artilleros antiaéreos británicos, pero el piloto logró aterrizar el avión dañado. Más allá de Southend, un triplano Sopwith se aproximó a la formación de bombarderos alemanes, pero su piloto abrió fuego desde una distancia excesiva y falló. Finalmente, en Ostende, el Sopwith Camel logró dañar un Gotha. Pero los demás continuaron su vuelo y completaron su misión.
El ataque causó 162 muertos (incluidos 18 niños) y 432 heridos. Una de las bombas cayó sobre una escuela primaria en el barrio londinense de Poplar, de ahí el número de niños muertos.
— escribió el teniente piloto de la RAF Charles Chabot, quien se encontraba de permiso.
Fue una de las incursiones más exitosas (si la muerte de civiles puede considerarse el resultado de una operación militar) durante la guerra, especialmente porque no se derribó ni un solo bombardero.
Luego hubo un ataque tras otro: 7 de julio: 22 bombarderos, uno derribado, tres dañados, tres cazas británicos destruidos por el fuego de respuesta. 22 de julio: ataque a Felixstowe y Harwich, sin pérdidas. 12 de agosto: ataque a Southend y Shoeburnness: un bombardero derribado, tres dañados y estrellados al aterrizar. 18 de agosto: el ataque más masivo: 28 bombarderos. Debido al mal tiempo, los Gothas no pudieron abrirse paso hacia el objetivo y se vieron obligados a regresar. 22 de agosto: ataque de 15 bombarderos a Margate y Dover; cinco regresaron por problemas técnicos, el resto fueron respondidos con cañones antiaéreos y cazas; tres Gothas fueron derribados. Después de esto, los aviones también se vieron obligados a cambiar al bombardeo nocturno.
El primer ataque nocturno de los Gothas tuvo lugar la noche del 3 al 4 de septiembre en dirección a Chatham. La mayoría de las bombas lanzadas fallaron, pero una de 50 kg impactó en el gimnasio de la escuela, utilizado como cuartel. 130 marines murieron, otros 88 resultaron heridos y... "daños colaterales": varios civiles muertos y heridos. El mando alemán consideró el ataque un éxito, ya que los británicos no contaban con medios para contrarrestar los bombardeos nocturnos. Por lo tanto, a finales de septiembre, se produjeron seis ataques, incluyendo uno conjunto con un dirigible...
El resultado de los ataques nocturnos fue... la aparición de los pijamas. Los londinenses, al oír la señal antiaérea, corrieron a refugiarse en los refugios antiaéreos, sin tiempo para cambiarse (en aquel entonces dormían en camisón), de ahí la invención de los "trajes de dormir". Pero esto es bombardeo estratégico. ¿O no? Probablemente no. Todo lo anterior se engloba en la categoría de "terror aéreo": si los militares figuran entre las víctimas de los ataques "godos", es que llegaron allí por accidente. Los bombarderos alemanes intentaron atacar objetivos militares una vez: durante la "ofensiva de primavera" de 1918. Entonces, los generales obligaron literalmente al mando del "Destacamento Inglés" a cambiar de los ataques a ciudades a bombardear objetivos estratégicos: los puertos de Calais, Dunkerque, Boulogne, nudos ferroviarios y concentraciones de tropas. Los bombardeos no surtieron mucho efecto.

bomba incendiaria alemana de un kilogramo
Así que los alemanes volvieron a planear la destrucción de ciudades. Sobre todo porque había aparecido una nueva arma para este propósito: bombas incendiarias de termita con un cuerpo de "elektron", una aleación a base de magnesio de combustión fluida. Se fabricaron bombas B-1E de un kilogramo, que podían cargarse en bombarderos por cientos. Y se elaboró el Plan de Fuego, que implicaba un ataque con todos los bombarderos disponibles. La flota , repleta de lanchas, se dirigía a Londres y París. Los aviones debían atacar, cargar bombas y volver a atacar, y cargar de nuevo, y volver a atacar... siempre y cuando hubiera al menos un avión capaz de despegar y al menos una tripulación capaz de mantenerse en pie. La desesperación del mando alemán rezumaba de las páginas del plan. Las bombas fueron entregadas a los aeródromos, el inicio de la operación estaba previsto para agosto de 1918, pero... la orden fue cancelada en el último momento: estaba claro que la guerra estaba llegando a su fin y no había un solo comandante alemán que se atreviera a darla.
Tras la guerra, todos los Gothas fueron desguazados, excepto un avión. Este fue enviado a Polonia y entró en servicio. Luchó con el Ejército Rojo durante la Guerra Civil y fue dado de baja en 1923. La palabra "Gotha" siguió siendo un símbolo de terror aéreo durante mucho tiempo. Y, en principio, con razón.
Todas las imágenes provienen de fuentes públicas.
viernes, 15 de agosto de 2025
Constitución: La Magna Carta sujeta al rey a la ley
El rey sujeto a la ley
El rey Juan firmando la Carta Magna a regañadientes, por Arthur C. Michael, vía Wikimedia Commons, dominio público.
En la historia del gobierno constitucional, la Carta Magna de 1215 marcó un hito, ya que fue la primera en afirmar formalmente que el poder de un monarca podía restringirse legalmente mediante un acuerdo escrito, en lugar de ser la primera en abordar la justicia o el orden jurídico. Las Doce Tablas de Roma y las leyes de Hammurabi fueron ejemplos de códigos anteriores que establecían normas y procedimientos, pero no limitaban la autoridad soberana.
En contraste, la Carta Magna introdujo la noción radical de que incluso el rey estaba sujeto a la ley. Sus principios se expandieron gradualmente, desde las salvaguardias para unos pocos privilegiados hasta ideales más amplios de libertad y justicia a lo largo de los siguientes 550 años, como resultado del derecho consuetudinario inglés, la reforma parlamentaria y la filosofía de la Ilustración.
Para 1776, cuando se redactó la Declaración de Independencia, los colonos estadounidenses se consideraban herederos de esta tradición, afirmando que el consentimiento de los gobernados es la fuente del poder gubernamental. La Declaración establecía que «Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, persiguiendo invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar dicho gobierno y proporcionar nuevas garantías para su futura seguridad», mientras que la Carta Magna sugería anteriormente que los barones podían oponerse legítimamente al rey si este violaba la carta.
Una de las cuatro copias supervivientes de la carta original de 1215 se conserva actualmente en el Castillo "Lincoln" de Inglaterra, lo cual resulta sorprendentemente coincidente para los estadounidenses, ya que el nombre honra (indirectamente) a Abraham "Lincoln", el presidente que defendió la Unión citando muchos de los mismos ideales que se establecieron en Runnymede. De este modo, la Declaración convirtió las protecciones medievales en una audaz exigencia universal de autodeterminación, derechos humanos y la inquebrantable obligación moral de resistir el despotismo.
jueves, 14 de agosto de 2025
miércoles, 13 de agosto de 2025
PGM: La batalla de los Dardanelos
La batalla de los Dardanelos: el día que el Imperio otomano sorprendió al mundo
En 1915, en plena Primera Guerra Mundial, los Aliados —liderados por británicos y franceses— decidieron abrir un nuevo frente para derrotar al Imperio Otomano, aliado de Alemania. Su objetivo: tomar el estrecho de los Dardanelos, una ruta clave que conectaba el mar Egeo con el mar Negro. Si lograban el paso, podrían abastecer a Rusia y debilitar al enemigo desde el sur. 📍
El plan parecía sencillo: bombardear las fortalezas otomanas, desembarcar tropas y marchar hacia Estambul. Pero los otomanos estaban listos. Al mando del general alemán Liman von Sanders y del entonces joven oficial Mustafá Kemal (futuro Atatürk), las defensas fueron feroces.
El 25 de abril de 1915, los aliados desembarcaron en Gallípoli, pero se encontraron con un infierno: acantilados, ametralladoras ocultas, trincheras y una resistencia feroz. Durante meses, australianos, neozelandeses (ANZAC), franceses y británicos lucharon sin avanzar. Las enfermedades, el calor, el hambre y el barro los destrozaron. ⚔️🌪️
Tras casi un año de combates, los Aliados se retiraron en silencio y derrota. Fue una de las peores humillaciones británicas de la guerra… y una gran victoria para el Imperio Otomano.
Gallípoli marcó el ascenso de Mustafá Kemal y el nacimiento de una nueva identidad turca. 🇹🇷
Y nos dejó una lección clara: la geografía, el coraje y la preparación pueden detener incluso al imperio más poderoso.
📣 ¿Te gustó esta historia? Dale like y compártela para que más personas conozcan la batalla que cambió el destino del Medio Oriente en la Primera Guerra Mundial. ⚔️📘
martes, 12 de agosto de 2025
lunes, 11 de agosto de 2025
domingo, 10 de agosto de 2025
Argentina: El desarrollo industrial entre 1930-1940
El desarrollo industrial argentino II (1930-1940)
En 1933 se lanza el Plan de Acción Económica Nacional ideado por Pinedo y Prebisch que proponía una visión industrial desde el gobierno para el país.
Industria argentina en la década de 1930 a 1940
Por Alberto Oliveri || Los Andes
1930, la crisis económica mundial de 1929 alentó a personajes oscuros como el Gral. Uriburu a dar un golpe militar y derrocar a Yrigoyen. Fue un golpe sin ningún tipo de organización y planificación futura, solo se centró en la eliminación del sufragio universal para sacar a la UCR del gobierno.
1932-38, asume como presidente el general Justo, liberal y pro Británico. Mantuvo el orden anterior apoyado por la clase terrateniente. Los países centrales evolucionaron a una política más proteccionista, Inglaterra en 1931 tenía una tasa promedio a las importaciones de manufacturas del 21% y EEUU del 48%. La Argentina agro exportadora dejaba una vez más de funcionar, el comercio mundial se desplomó y los precios internacionales cayeron estrepitosamente.
Hasta 1929 prevaleció en el mundo la teoría neo clásica y libre cambio. Luego de la Gran Depresión aparecen las ideas de Keynes con una alternativa que aconsejaba cierta intervención del Estado en la regulación de mercados, sostenimiento de la producción y el empleo.
Según el Informe World Economy, a Millenial Perspective de A. Maddison, en el cual analizó la evolución de la economía mundial luego de la Gran Depresión, países como Alemania, USA y URSS fueron los que más crecieron entre 1929-40 con las siguientes tasas; 35, 22 y 55% respectivamente. En cambio Inglaterra y Australia un 15% cada uno y la Argentina decreció en igual periodo un 5%.
Las tres primeras economías tenían cierta planificación; Alemania nazi a través de una corporación entre el Estado y el Capital, la URSS una economía puramente estatal y USA con el New Deal de Roosevelt, una economía capitalista pero con regulación del Estado y planificación de obras públicas según las ideas de Keynes.
1933, firma del Pacto Roca-Rucciman para garantizar la compra por parte de Inglaterra de carne argentina. Este pacto terminó sacrificando al sector ganadero más atrasado, llamados “criadores”, en beneficio de los propietarios de los mejores campos llamados “invernadores” que exportaban carne de mejor calidad, que iba enfriada y no congelada como los primeros. Este conflicto se verá reflejado en los famosos debates sobre la carne y la denuncia de Lisandro de la Torre.
1933, se lanza el Plan de Acción Económica Nacional ideado por Pinedo y Prebisch proponía:
- Devaluación
- Control de Cambio
- Juntas Reguladoras
- Obras Públicas, especial carreteras
- Impuestos a los Réditos
- Instituto de Movilización de Inversiones Bancarias
- Creación del Banco Central
La Unión Industrial apoya con entusiasmo. Hay una visión industrial del gobierno y sectores políticos, lo cual obligó a la Sociedad Rural en dicho año a decir que ellos se habían opuesto al proteccionismo para evitar que ciertas industrias se amparen en aranceles, pero ahora debido a la crisis económica acordamos ayudar en la organización de industrias.
En cambio los tres últimos puntos del Plan despertaron desconfianza y oposición. Finalmente el gobierno de JB Justo no lo implementó en su totalidad, impuso algunas tarifas de protección, creó el BCRA y algunas juntas reguladoras.
1935, se inician censos sistemáticos y específicos por actividad industrial y se constata un impulso de la producción de bienes de consumo no durables. Un nuevo proceso de sustitución de importaciones espontáneo y no planificado se pone en marcha. Recién a partir de 1935 el gobierno comienza a mirar a las industrias de manufactura.
Hasta la 1ra guerra mundial, la riqueza de la región pampeana fue de tal magnitud que direccionó el pensamiento de nuestros gobernantes y políticos a apostar el desarrollo del país en la exportación primaria. La ciudad de Buenos Aires y aledaños se había convertido en una capital casi europea. Llama la atención que a partir de 1920 y en especial con la crisis económica de 1929-30, el mundo inicia un cambio en el paradigma de la economía y nuestra clase dirigente no percibió dicho cambio, a pesar que Buenos Aires estaba en estrecho contacto con Europa.
El periodo hasta 1914 fue una oportunidad perdida ya que fue un período de crecimiento del capital primario, tanto del Estado como de los privados, para poder apostar al desarrollo de industrias. La experiencia europea marcaba que esa era la actividad económica más dinámica. Nuestra clase terrateniente fue reacia a incorporar un nuevo jugador económico que podría disputarle el control político. Ellos podrían haber utilizar sus excedentes rentísticos en apalancar a la industria.
La dirigencia gubernamental en general eran abogados o funcionarios de empresas extranjeras y estaban alineados con la política de la división del trabajo internacional que le era conveniente a Inglaterra y otros países ya industrializados.
Europa que debía importar gran cantidad de alimentos debido a su insuficiente tierra para cultivos o inviernos muy crudos, necesitaba desarrollar sus industrias para exportar y de esta manera no se le convirtiera su balanza comercial en deficitaria.
*El autor es ingeniero electromecánico UBA
sábado, 9 de agosto de 2025
Guerra de Corea: El gran impostor canadiense
El gran impostor de la guerra de Corea
Ferdinand Demara, conocido como "El Gran Impostor", perpetró uno de los engaños más audaces de la historia a bordo del HMCS Cayuga, un destructor de la Marina Real Canadiense, durante la Guerra de Corea.
Haciéndose pasar por el Dr. Joseph Cyr, se desempeñó como oficial médico del barco, a pesar de carecer de formación médica. En un momento dado, subieron a bordo 16 soldados heridos que requerían cirugía inmediata. Demara, con memoria fotográfica, leyó rápidamente un libro sobre atención traumatológica en los reducidos acorazados del barco y se puso a trabajar.
Asistido por médicos, realizó procedimientos que incluyeron una cirugía de tórax para extraer una bala cerca del pulmón de un soldado, una amputación por encima de la rodilla debido a gangrena y la sutura de heridas abdominales profundas. Sorprendentemente, los 16 pacientes sobrevivieron.
Su artimaña se desveló cuando la madre del verdadero Dr. Cyr vio un artículo que elogiaba a "su hijo" en un periódico canadiense. Para evitar el escándalo, la Marina dio de baja discretamente a Demara en 1952 sin cargos.
La increíble historia de Demara se detalló en el bestseller de Robert Crichton de 1960, El Gran Impostor, así como en la adaptación cinematográfica protagonizada por Tony Curtis.
Sin embargo, la época de Demara como imitador no terminó ahí. Más tarde se haría pasar por un monje benedictino, un maestro de escuela e incluso un guardia de prisión en Texas, falsificando credenciales con facilidad. Fue arrestado por fraude y cumplió condenas de prisión.
Ferdinand Demara falleció en 1982 a los 60 años por insuficiencia cardíaca y complicaciones de diabetes, dejando un legado de imitaciones audaces. ¡Menudo personaje!
viernes, 8 de agosto de 2025
Argentina: El guerrero José Ignacio Warnes

José Ignacio Warnes: el general con el pecho roto y la causa encendida
José Ignacio Warnes, nacido en Buenos Aires en 1770, provenía de una familia acomodada del virreinato, pero eligió un camino contrario al de sus privilegios: la lucha por la libertad. Desde joven se involucró en la vida militar, integrando el Cuerpo de Blandengues de Montevideo, y combatiendo en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Con la Revolución de Mayo de 1810, se sumó al bando patriota, alentado por su amistad con Manuel Belgrano, quien lo consideraba de plena confianza y lo integró a su campaña.
Warnes participó en batallas fundamentales como Tucumán y Salta, y fue asignado al mando del Regimiento N.º 6. Belgrano le encomendó una misión decisiva: liberar Santa Cruz de la Sierra, una ciudad aislada y dominada por los realistas. Con pocos recursos pero con gran determinación, Warnes cruzó el Chaco Boreal y logró organizar una resistencia popular compuesta por esclavos liberados, indígenas y mestizos. Formó el Batallón de Pardos y Morenos, promovió la igualdad y decretó la libertad de los esclavos sin esperar órdenes. Gobernó con justicia, disciplina y coraje.
Sin respaldo real desde Buenos Aires, Warnes defendió Santa Cruz con convicción. En 1814 triunfó en la batalla de La Florida, derrotando al comandante realista Blanco. Pero su independencia política y militar lo enfrentó con las autoridades porteñas, que enviaron a Santiago Carrera a reemplazarlo. Carrera fue asesinado por el pueblo, que defendía a Warnes.
La situación se agravó cuando el apoyo militar disminuyó y otros líderes patriotas caían uno a uno. En 1816, tras recibir el Acta de la Independencia, Warnes enfrentó a las tropas del traidor cruceño Aguilera en la batalla de El Pari, librada el 21 de noviembre. A pesar de luchar con inferioridad numérica y recursos precarios, resistió con valentía. Murió en combate, destrozado por una bala de cañón. Su cabeza fue exhibida en una pica en la plaza pública. Sin embargo, su muerte no aplacó la resistencia: el pueblo de Santa Cruz continuó luchando en su nombre.
Años después, en 1825, Santa Cruz fue liberada y los restos de Warnes fueron enterrados con honores. Aguilera, el traidor, también fue ejecutado y su cabeza terminó como la de Warnes: en una pica, en un acto de justicia histórica.
Belgrano, profundamente dolido, escribió a la madre de Warnes destacando su heroísmo y calificándolo como un verdadero hijo de la patria. En Bolivia, Warnes es recordado como prócer: una ciudad y una provincia llevan su nombre. En Argentina, su memoria permanece relegada, reducida a una calle de repuestos en Buenos Aires. El reconocimiento oficial como general aún no ha sido formalizado.
Warnes representa a los héroes que pelearon en los márgenes, con barro en los pies y la patria en el corazón. Su legado no es solo el de un combatiente, sino el de un hombre que creyó en la libertad de los más olvidados. Su historia es un llamado a la memoria y a la justicia.
jueves, 7 de agosto de 2025
Invasiones inglesas: Proclama de Wiliam Carr Beresford siendo momentáneamente gobernador colonial de Buenos Aires
Proclama del fracasado gobernador británico
POR GUILLERMO CARR BERRESFORD, MAYOR GENERAL, COMANDANTE EN JEFE DE LAS FUERZAS
de Su Majestad Británica, empleadas en la Costa del Este de la América del Sur y Gobernador de Bueno-Ayres y todas sus dependencias.
Hallándome la Ciudad de Bueno-Ayres y sus dependencias sujetas ahora a Su Majestad Británica por la energía de las Armas de S. M., el Mayor General con el objeto de establecer una perfecta confianza en la liberalidad y rectitud del gobierno de S. M., y tranquilizar los ánimos de todos los habitantes que están al presente en la Ciudad, y de aquellos que se ausentaron de las calamidades generales de guerra, se cree en el indispensable proclamar, sin perder un momento de tiempo, "Que es la más grata intención de S. M. que la gente de Bueno-Ayres y cualquiera de las Provincias del Río de la Plata, que voluntariamente entraren en su obediencia, gocen enteramente de la Religión Católica Romana que ha profesado todo el tiempo de su existencia."
Que los Tribunales de justicia continúen el ejercicio de sus funciones en todos los casos de procedimientos Civiles y Criminales, si refiriéndose al Mayor General, o a los Gobernadores de S. M. y en anteriores ocasiones, en donde el conocimiento del Mayor General sea necesario.
Toda propiedad privada de cualquier clase o descripción recibirá la más amplia protección, y todo lo que pueda pedirse por las tropas y aún para víveres y demás, se hará por medio de compra al justo precio.
Por consiguiente, todos los sacerdotes, al Ilmo. Sr. Obispo; sus Curas; y otros Ordenes Eclesiásticas, Fundaciones, Colegios, Xefes de las Corporaciones, y Mayores, Alcaldes de Ciudad y Barrios, Oficiales de justicia y otros Ministros públicos quedan encargados de continuar el ejercicio de sus respectivos cargos, según el uso antiguo y costumbre.
El Mayor General luego recabará el hacer saber a interino que el pueblo que ahora es súbdito obediente de S. M. se que daría en adelante sin alteración a sus leyes civiles, en el libre ejercicio de su Religión, en el goce tranquilo de su propiedad, y en la posesión segura de todos los derechos y privilegios que son compatibles con la soberanía de S. M. y las circunstancias actuales del País.
El establecimiento de un Gobierno Británico liberal, en Bueno-Ayres será altamente beneficioso para todas las clases de personas. Abrirá al comercio de todas las naciones el puerto más ventajoso de la América del Sud, y asegurará la prosperidad de las Provincias interiores, facilitando el libre intercambio de sus productos naturales, removiendo todas las trabas que en el día las impiden.
La fuerza actual que ha sido destinada para la protección del País contra sus enemigos es tal que no deja duda sobre la seguridad pública, y otra más poderosa, compuesta de tropas de línea y marinas, se espera prontamente para sostener el Gobierno establecido, con el objeto de hacer completamente eficaces sus saludables propósitos.
Los habitantes del Río de la Plata y todos los otros que no pertenezcan a esta parte del mundo serán tratados de la manera más noble, sin ninguna distinción de Nación, y no será interrumpido su comercio, ni impedido por pasaportes u otra formalidad alguna.
Habiéndose conducido el Mayor General sobre algunos de los actos anteriores más muy gravosos a las empresas comerciantes se abstendrá de poner en ejecución todas las ordenanzas que se han dado recientemente sobre tales artículos, hasta obtener más instrucciones del Gobierno de Su Majestad Británica. Dado en esta Fortaleza a veinte y ocho de Junio del mil ochocientos seis.
Dios guarde al Rey de la Gran Bretaña.