domingo, 10 de mayo de 2020

SGM: El desesperado "gobierno de Flensburg" de Karl Dönitz

A 75 años de la rendición nazi: el inesperado intento final del jefe de la Marina alemana por armar un gobierno sin Adolf Hitler

Tras el suicido del dictador, la captura de Berlín por parte del Ejército Rojo y las caídas de Múnich y Hamburgo en manos de las tropas angloestadounidenses. la suerte estaba echada. Pero Karl Dönitz continuó gobernando durante tres semanas más lo que quedaba del Tercer Reich

Por Germán Padinger
Infobae
gpadinger@infobae.com

El almirante Karl Dönitz, el inesperado Führer alemán tras el suicidio de Hitler y la captura de Berlín por parte del Ejército Rojo

Para el 8 de mayo de 1945 el Ejército Rojo ya controlaba a la mitad de Europa, desde los países del Báltico en el norte, pasando por Polonia, Hungría y Rumania en el sur. Después de expulsar a las tropas alemanas de estos territorios, su vanguardia había penetrado en el Tercer Reich, capturado Berlín y Viena, y se había encontrado con los aliados angloestadounidenses en el río Elba.

La fuerza expedicionaria aliada comandada por Dwight Eisenhower, en cambio, ya había expulsado a los nazis de Francia, Holanda y Bélgica, casi toda Italia, y sus unidades de avanzada habían tomado el sur de Alemania, incluyendo Múnich, y gran parte del norte.

Adolf Hitler, el dictador que había arrastrado al mundo al abismo con la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, se había suicidado una semana antes, el 30 de abril, acorralado en su búnker en Berlín, poco antes de que los soviéticos capturaran la capital del Reich de los 1000 años.

Durante casi seis años los habitantes de Europa, Asia Menor y el Norte de África vivieron entre toques de queda y la constante presencia de militares en las calles; navegando el racionamiento de alimentos, siempre coqueteando con la hambruna; sufriendo estrictos controles de movimiento y de expresión; y, claro, bajo la amenaza constante de morir bajo un bombardeo aéreo o en medio de un apocalíptico combate entre tanques en las calles de sus mismos pueblos y ciudades.

Desde la invasión de Polonia hasta la rendición incondicional que puso fin al conflicto el 9 de mayo de 1945, Europa se asomó al abismo y casi arrastra a todo mundo a la hecatombe.

En el Pacífico, desde Manchuria, en el norte de China, hasta Australia, el estado de guerra, esta pandemia de plomo que envolvió al mundo duró incluso algunos meses más hasta la rendición total del Imperio de Japón el 2 de septiembre de 1945, acelerada por los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y las inminentes invasiones estadounidenses y soviéticas de las islas japonesas.


El dictador Adolf Hitler junto a su futura esposa Eva Braun en 1940

Pero aunque el 30 de abril de 1945 Hitler estuviera muerto y Berlín fuera ocupada por el Ejército Rojo el 2 de mayo, a la Segunda Guerra Mundial en Europa aún le quedaría una semana de vida en la que lo que restaba de la Alemania Nazi se reorganizó, designó a un sucesor para el Führer y comenzó las negociaciones formales para la rendición incondicional, en lo que llegaría a verse como una coda casi en tono de comedia a la destrucción de los años anteriores.

El hombre que ocupó el puesto de Hitler no fue un nazi veterano del “Putsch” de Múnich de 1923 ni un fanático arribista. El cargo recayó en cambio en el Almirante Karl Dönitz, mientras que Lutz Graf Schwerin von Krosigk fue el encargado de formar un gobierno, a la manera de un primer ministro.

El ascenso inesperado

Dönitz, nacido en 1891, era una figura conocida para los líderes aliados, ya que durante los últimos años de la guerra fue el comandante en jefe de la Marina de Guerra Alemana, la Kriegsmarine, y un férreo impulsor de la fuerza submarina, el azote del Reino Unido durante el conflicto. Mientras que von Krosigk, un colaborador temprano y cercano del nazismo, aunque de bajo perfil, se había desempeñado como ministro de Finanzas del Reich.

Pero ambos eran completamente desconocidos para el gran público, alejados de las primeras planas y de la puja política. Y ninguno estaba entre los sucesores esperables para el dictador.

¿Cómo llegó Dönitz, un veterano submarinista de la Primera Guerra Mundial y militar de carrera al mando de la Marina, la fuerza más reacia a la expansión de la influencia nazi, a convertirse en el nuevo, aunque fugaz, Führer?



Dönitz observa la llegada del submarino U-94 al puerto francés de St. Nazaire, en 1941 (Bundesarchiv)

Durante la mayor parte de la guerra el sucesor natural y por decreto de Hitler fue Hermann Göring, un nazi de la primera hora que acompañaba al dictador austríaco desde los primeros días del movimiento en Múnich, y que durante el conflicto comandó a la Fuerza Aérea, la Luftwaffe, la más cercana a los ideales políticos del dictador.

Por supuesto, otros jerarcas nazis disputaban su poder y ansiaban también la sucesión. El ministro de propaganda, Joseph Goebbels, cercano a Hitler hasta el final, fue un gran contendiente aunque su falta de experiencia militar y carisma le jugaron en contra. Finalmente, Goebbels se suicidaría el 2 de mayo (junto a su esposa y matando a sus seis hijos en el proceso), siguiendo los pasos líder y dejando en claro que no tenía chances reales.

Heinrich Himmler, el comandante de las temidas Schutzstaffel (SS), organización paramilitar que se convertiría en el brazo armado del nazismo y principal ejecutora del Holocausto, fue el otro gran candidato para la sucesión.

De hecho, Hitler se contentó en numerosas ocasiones con mantener a Göring y Himmler cerca de él, pero al mismo tiempo enfrentados para fomentar su competencia.

Pero esta extrema competencia, y las conductas cada vez más erráticas del Führer sobre el final de la guerra, finalmente dinamitaron sus carreras.

Göring fue el primero en caer. Luego de que Hitler anunciara sus intenciones de permanecer en Berlín, rechazando la evacuación, y pelear hasta la muerte, a pesar de que la caída de la capital ante el avance soviético era inminente, el comandante de la Luftwaffe interpretó que había llegado el momento de la sucesión y le envió un telegrama el 22 de abril de 1945 solicitando permiso para asumir el control de Alemania. En efecto, le había pedido al genocida su renuncia al poder.


El Mariscal del Reich Hermann Göring (centro), comandante de la Luftwaffe, fue el sucesor natural de Hitler durante casi toda la guerra (Bundesarchiv)

Hitler lo tomó como un acto de traición, le quitó a Göring todos sus cargos y ordenó su arresto, que el comandante de la Luftwaffe logró evadir entregándose luego a las tropas estadounidenses.

Himmler se convirtió en el sucesor natural, pero la responsabilidad duró poco. El comandante de las SS decidió entablar contactos secretos con las fuerzas británicas y estadounidenses, en calidad de futuro líder de Alemania. Como otros nazis nublados por la ideología, Himmler ponía las esperanzas para la salvación del régimen en poder convencer a Estados Unidos y al Reino Unido de frenar los combates, unirse al ejército alemán y marchar juntos a enfrentarse al verdadero enemigo común: el comunismo soviético.

Pero esto resultó ser un delirio más de los acostumbrados a Himmler, cultor del neopaganismo. El comando supremo aliado estaba comprometido en su alianza con la URSS y la necesidad de lograr una rendición total de Alemania, aún cuando muchos, con la victoria a la vista, ya se preparaban para la confrontación entre Oeste y Este que sería luego llamada Guerra Fría. Los británicos y estadounidenses rechazaron los intentos del jefe de las SS y la BBC publicó sus comunicados secretos.

Hitler se enfureció y ordenó también su arresto, pero el elusivo nazi se escondería hasta el final de la guerra. Himmler acabaría suicidándose poco después de ser capturado por las tropas británicas.

En palabras de la historiadora suizoalemana Marlis Steinert, experta en la historia del Nacionalsocialismo, “el Führer mismo fue el responsable de demoler su propio sistema dictatorial”. “Lo que quedó se parecía a un régimen autoritario salido de los últimos años de la República de Weimar, excepto que había un sólo partido", explicó la investigadora del Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra en su artículo “La decisión aliada de arrestar al gobierno de Dönitz".

Viendo traidores en todos los rincones del reich, y con las bombas soviéticas sacudiendo a diario su búnker berlinés, Hitler decidió buscar a un sucesor lejos del partido nazi y el alto mando de las fuerzas alemanas (Oberkommando der Wehrmacht), a los que acusaba de haberlo abandonado.


Heinrich Himmler, líder de las temidas SS y uno de los principales arquitectos del Holocausto, era otro de los sucesores esperados

Dönitz, el eficaz almirante de carrera, que mostraba distancia con la política pero se mantenía leal al nazismo y al Führer, especialmente tras el intento de asesinato de Hitler el 20 de julio de 1944, se convirtió en la elección más segura a los ojos del dictador.

El 30 de abril, antes de tomar su Walther PPK para dispararse en la cabeza, Hitler lo nombró presidente del Reich y comandante de las Fuerzas Armadas, es decir el nuevo Führer, y le encargó el gabinete de gobierno a Goebbels. En vida el dictador había ocupado ambos cargos, pero por alguna razón insistió en retornar a las formas del sistema parlamentario de la República de Weimar, que en 1933 había desmantelado, y dividió el poder entre un jefe de Estado y un jefe de Gobierno.

Al día siguiente, Dönitz se enteró de la noticia y tomó el cargo, pero el suicidio de Goebbels dejó la jefatura de gobierno vacante, que el almirante ofreció a von Krosigk.

El gobierno de Flensburg

La nueva administración fijó su sede en Flensburg, una ciudad en el extremo norte de Alemania, cerca de las principales bases de la Marina, que aún no había sido capturada por los aliados ni por los soviéticos, y donde Dönitz creyó que su gabinete estaría seguro.

Contrario a lo que podría suponerse, considerando la urgencia de la situación, el gobierno de Flensburg, como se lo llegó a conocer, no se apresuró a solicitar la rendición apenas conformado. Por el contrario, Dönitz se tomó el trabajo de elegir y nombrar a todos sus nuevos ministros, incluyendo carteras tan poco esenciales para el esfuerzo bélico como Agricultura y Servicios Postales.

Con reuniones diarias de gabinete y una escolta armada que le seguía, Dönitz se tomó el cargo muy en serio e intentó convencer a los aliados de que un gobierno alemán tecnocrático (aunque algunos generales lo llamaban “Klein-Hitler”, o pequeño Hitler) era necesario para transitar la posguerra.


El Ministro de Propaganda Joseph Goebbels fue leal a Hitler hasta el final, pero nunca llegaría a convertirse serio en candidato a Jefe de Estado (AP)

También se conformó un nuevo Alto Mando para las Fuerzas Armadas con el de intentar organizar a las fuerzas restantes y coordinar una defensa coherente. Es decir, continuar la guerra.

Dönitz también intentó negociar una paz separada entre las potencias aliadas en Occidente y mantener la guerra contra los soviéticos, quizás dentro de una nueva alianza con Londres y Washington, como había pretendido Himmler. Cuando esto se hizo imposible, adoptó la estrategia de ganar tiempo para permitir que la mayor cantidad de civiles y soldados pudieran ser evacuados de los territorios que quedarían bajo ocupación soviética hasta aquellos que estarían, o ya estaban, bajo control del Reino Unido, Francia y Estados Unidos.

A finales de 1944, los alemanes habían capturado durante la Ofensiva de las Ardenas los planes detallados sobre la partición de su propio país pretendida por los aliados en la posguerra, por lo que lo movimientos hacia el oeste ya estaban en marcha.

La necesidad de la evacuación no se basaba sólo en consideraciones ideológicas, es decir en el rechazo total al comunismo soviético y la identificación con ciertos valores de Europa Occidental. Los líderes nazis sabían que los soviéticos, y en especial rusos, bielorrusos y ucranianos, buscarían venganza por las numerosas atrocidades que las tropas alemanes habían cometido durante su invasión de la URSS en 1941, y que esa venganza sería sufrida principalmente por lo civiles.

Así, Dönitz reforzó la Operación Hannibal, la evacuación de civiles y soldados a través del Mar Báltico que estaba en marcha desde enero, y el 3 de mayo envió una delegación a reunirse con los aliados occidentales en Lüneburg, recién capturada por los británicos. Les ofreció la rendición parcial (excluyendo a la URSS), y ésta fue rechazada.


Tropas alemanas empantanadas en algún punto de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial

Ese mismo día, sin embargo, las tropas alemanas que aún resistían en Italia se rindieron por su cuenta, y lo mismo hicieron las unidades en Bavaria el 4 de mayo. La rendiciones fueron aceptadas porque se trataba de unidades militares, no del gobierno.

Envalentonado, el gobierno de Flensburg solicitó una segunda reunión con el Comando Central de la Fuerza Expedicionaria Aliada (SHAEF), que tenía su cuartel general en Reims, Francia.

Dönitz envió al almirante Hans-Georg von Friedeburg, nuevo jefe de la Marina, y al general Alfred Jodl a negociar, nuevamente, una rendición parcial que excluyera a la URSS. A esta altura ya no había esperanzas entre los nazis de obtener estos términos, pero la nueva orden era dilatar los diálogos todo lo posible para permitir que la Operación Hannibal fuera completada.

Pero Eisenhower, el comandante supremo de la SHAEF, no sólo rechazó esta iniciativa, también amenazó con impedir el ingreso adicional de civiles y soldados a la zona controlada por los aliados occidentales, el objetivo de Hannibal, si no se aceptaba la rendición total e incondicional, un compromiso que los líderes del Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética habían acordado en la conferencia de Yalta.

Finalmente, la rendición

Dönitz finalmente comprendió que la situación había llegado a su final, y el 7 de mayo ordenó a Jodl la firma del documento de rendición total de Alemania en todos los frentes, como pretendían los aliados y la URSS. Entraría en vigor el 8 de mayo, pero los soviéticos consideraron a la firma nula, por ocurrir sin su presencia y sólo ante el comando de la SHAEF en Reims, y exigieron firmar un documento similar el 8 de mayo en Karlshorst, Berlín. Allí el encargado de rubricar el instrumento fue el general Wilhelm Keitel, del lado alemán, y el mariscal Gyorgy Zhukov, del bando soviético.

Finalmente el 9 de mayo, con ambos documentos firmados, Dönitz dio la orden de rendición a todas las fuerzas alemanas.


El general Alfred Jodl, comandante del Alto Mando de las Fuerzas Armadas de Alemania, firma la rendición incondicional el 7 de mayo de 1945 en Reims, Francia


Un día después el general Wilhelm Keitel firma un documento similar en Berlín

Los días siguientes fueron de enorme caos y de crecientes divisiones entre los aliados victoriosos. El almirante había logrado proyectar una imagen de gobierno sólido, el único capaz de mantener la disciplina de las tropas desmovilizadas y proveer alimentos y carbón a la población civil que empezaba a brotar de las ruinas de las ciudades.

Hasta el mismo primer ministro británico, Winston Churchill, apoyaba esta idea, temeroso de que la hambruna provocara agitación y violencia en el país derrotado, y confiando en la voluntad afirmada por Dönitz de ejecutar a rajatabla todas las disposiciones de las potencias victoriosas para con Alemania.

Pero muchos en su gobierno estaban más preocupados por los efectos políicos de dar apoyo a un gobierno de jerarcas nazis, aunque no fueran los más importantes del régimen, y había una serie de acusaciones por crímenes de guerra que pronto caerían sobre Dönitz.

Para los soviéticos, la popularidad que había logrado el almirante en Occidente era incomprensible y desde el inicio del proceso manifestaron su negativa a aceptar la legitimidad de cualquier gobierno surgido del nazismo. Incluso insistieron en que la firma de la rendición debía hacerse con el Alto Mando Militar alemán, y no con un gobierno designado por Hitler. La rúbrica de Dönitz no podía figurar en los instrumentos, y así fue.

Había otras razones. Poco después de la derrota alemana Moscú organizó la llegada a su zona de ocupación en Alemania de Wilhelm Pieck y Walter Ulbricht, alemanes comunistas que habían pasado la Segunda Guerra Mundial exiliados en la URSS y que tendrían la misión de conformar un nuevo gobierno de inspiración soviética en el país, lo que llegaría a ser la República Democrática.


Dönitz al momento de ser arrestado por las fuerzas británicas, el 23 de mayo de 1945. Su "gobierno de Flensburg" había durado apenas 23 días

Estados Unidos, por su parte, intentó mantener el equilibrio entre las dos posturas y priorizar la salud de la alianza con los soviéticos. Luego de que una comisión de asesores políticos enviados a Flensburg concluyera que el gobierno de Dönitz no ofrecía ninguna ventaja real y aparentaba más de lo que era, Eisenhower acordó con el Mariscal Georgy Zhukov URSS que éste sería disuelto.

Y así, aunque el gobierno de Flensburg continuó operativo, administrando la rendición y los asuntos del país durante 23 días, el 23 de mayo las fuerzas británicas arrestaron a sus miembros.

Dönitz permaneció como prisionero de guerra hasta el inicio de su proceso durante los juicios de Núremberg, cuando los jerarcas nazis fueron finalmente juzgados por sus atrocidades.

El almirante, sin embargo, no fue acusado de participar del Holocausto ni de la matanza indiscriminada de civiles durante el conflicto. Pero sí fue procesado por violaciones al Derecho Internacional Humanitario, es decir crímenes de guerra, por ordenar el desarrollo de acciones submarinas irrestrictas (durante la cual muchos buques de carga desarmados o pertenecientes a países neutrales fueron hundidos sin previo aviso).

También fue acusado de beneficiarse del trabajo esclavo de 12.000 prisioneros de guerra destinados en astilleros alemanes, y de la “Orden Laconia”, por la cual instruía a los buques alemanes a no rescatar a los tripulantes sobrevivientes del hundimiento de una nave enemiga, debido a la amenaza de ser ellos mismo blancos de ataques. Por todo esto Dönitz fue condenado a 10 años de prisión, una de las sentencias más polémicas de Núremberg, y liberado en 1956.

Estimar las muertes producidas por la Segunda Guerra Mundial, un conflicto cuyas consecuencias en todos los órdenes seguimos sintiendo en la actualidad, sigue siendo una cuestión difícil y controversial. Las proyecciones de los años de posguerra se ubican entre 50 y 60 millones de personas, en su mayoría civiles. Aunque en la actualidad se cree que el número podría estar más cerca de los 80 millones, si se contabilizan muertes provocadas por las hambrunas y enfermedades que provocó el conflicto.

Entre estos figuran cerca de seis millones de judíos y cinco millones de miembros de otras minorías asesinados por los nazis en una compleja red de ghettos, campos de concentración y campos de exterminio, parte de la Solución Final que habían planeado los nazis en sus vorágine asesina.


El documento firmado en Reims el 7 de mayo de 1945

A continuación, el instrumento de rendición firmado por la Alemania Nazi el 7 de mayo en Reims y el 8 de mayo en Berlín:

ACTA DE RENDICIÓN MILITAR
1. Nosotros los que firmamos, actuando con autorización del Alto Mando Alemán, por este documento rendimos incondicionalmente todas las fuerzas de tierra, mar y aire al Comandante Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y simultáneamente al Alto Mando Soviético que en esta fecha están bajo control alemán.
2. El Alto Mando Alemán inmediatamente ordenará el cese operaciones activas a las 23:01 Hora Europea Central del 8 de Mayo a todas las autoridades militares, navales y aéreas y a permanecer en las posiciones ocupadas en ese momento. Ningún avión ni barco deberán ser barrenados, ni cualquier daño hecho a su casco, maquinaria o equipo. [El texto firmado en Berlín incluye todo tipo de armamento]
3. El Alto Mando Alemán inmediatamente transmitirá las órdenes a los comandantes correspondientes, y se asegurará que se cumplan las órdenes posteriores dictadas por el Comandante Supremo, Fuerza Expedicionaria Aliada y por el Alto Mando Soviético.
4. Este instrumento de rendición se hace sin prejuicio de otro, y será reemplazado por cualquier otro instrumento de rendición impuesto por, o a nombre de, las Naciones Unidas y aplicables a Alemania y a las fuerzas armadas alemanas en su conjunto.
5. En el caso de que el Alto Mando Alemán o cualquiera de sus fuerzas bajo su control fallaran en actuar de acuerdo con esta Acta de Rendición, el Comandante Supremo, las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y el Alto Mando Soviético tomaran acciones punitivas o cualquier acción que consideren apropiadas.
[El texto firmado en Berlín aclara que las versiones del instrumento en inglés y ruso son oficiales, no así la traducción al alemán]
Firmado en Reims el 7 de Mayo de 1945
Alfred Jodl, en nombre del Alto Mando Alemán
En presencia de:
Walter Bedell Smith, en nombre del Supremo Comandante de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas
Ivan Susloparov, en nombre del Alto Mando Soviético,
Testigo:
François Sevez, en nombre del Ejército Francés
Firmado en Berlín el 8 de mayor de 1945
Wilhelm Keitel, Hans-Jürgen Stumpff yHans-Georg von Friedeburg, en nombre del Alto Mando Alemán
En presencia de:
Arthur William Tedder, en nombre del Supremo Comandante de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas
Gyorgy Zhukov, en nombre del Alto Mando Soviético
Testigos:
Carl Spaatz, en nombre de la Fuerza Aérea de Estados Unidos
Jean de Lattre de Tassigny, en nombre del Ejército Francés

sábado, 9 de mayo de 2020

GCE: Catalunya investiga tumbas comunes de catalanes en el desembarco en Mallorca

La Generalitat busca ADN de familiares de milicianos enterrados en fosas de Mallorca

La Vanguardia


Centenares de soldados catalanes desaparecieron tras los combates con las tropas franquistas en el “desembarco de Mallorca”, en agosto de 1936 


Preparando el asalto de Mallorca. El capitán Bayo, al mando de la fuerza republicana, acompañado de las autoridades de Mahón al desembarcar del buque hospital "Marques de Comillas" (Fons Brangulí)


La Generalitat busca a familiares vivos de los centenares de milicianos catalanes desaparecidos tras los combates con las tropas franquistas en el “desembarco de Mallorca”, en agosto de 1936, para cotejar su ADN con el de los restos que se hallen en las fosas comunes de la Guerra Civil excavadas en la isla.

Según ha informado el Departamento de Justicia en un comunicado, el proyecto es fruto de un convenio que firmaron en septiembre de 2018 la Generalitat y el Govern de las Islas Baleares para colaborar en la búsqueda de personas desaparecidas durante la Guerra Civil y el franquismo.

Recuperar Mallorca
El objetivo es localizar en las fosas comunes a las víctimas del desembarco, en el que participaron 8.000 milicianos

El objetivo del proyecto es localizar en las fosas comunes a las víctimas del desembarco, una expedición republicana que Catalunya impulsó en 1936 para tratar de recuperar la isla de Mallorca, que estaba en manos de las tropas franquistas, y de la que formaban parte 8.000 milicianos catalanes.

La expedición se zanjó con la derrota de las tropas republicanas, que acabaron retirándose dejando tras de sí centenares de muertos, la mayoría de ellos milicianos catalanes que fueron enterrados en una fosa común de Sa Coma, en Sant Llorenç de Cardassar, en otras diseminadas por el levante de la isla o lanzados al mar.

En 1936
La expedición se zanjó con la derrota de las tropas republicanas, que acabaron retirándose dejando

La Dirección General de Memoria Histórica de la Generalitat está tratando de localizar a familiares de esos milicianos para pedirles muestras de ADN, por lo que se ha puesto en contacto con los municipios de donde procedían los desaparecidos que han podido ser documentados.

Por el momento, son 192 las víctimas desaparecidas tras el “desembarco de Mallorca” cuya identidad y datos biográficos se conocen, gracias a la lista confeccionada por los historiadores Jordi Oliva y Gonzalo Berger, que han llevado a cabo trabajos de investigación sobre la contienda.
Datos

Son 192 las víctimas desaparecidas tras el “desembarco de Mallorca” cuya identidad y biografía se conocen

El objetivo del proyecto es incorporar muestras de ADN de los parientes vivos de los milicianos desaparecidos al programa de identificación genética y poder cruzarlas con las de los restos mortales que se hallen en las fosas comunes excavadas.

Si los familiares aceptan someterse a pruebas de ADN, deberán inscribirse en el censo de personas desaparecidas de la Generalitat y, posteriormente, el Hospital Vall d’Hebron los citará para extraerles una muestra.

Si los familiares aceptan someterse a pruebas, deberán inscribirse en el censo de personas desaparecidas

Por su parte, el Gobierno balear está trabajando sobre la viabilidad de excavar las fosas, que podrían encontrarse en precario estado por las actuaciones urbanísticas, los saqueos o los temporales, y será la Generalitat la que se encargue de identificar los restos mortales que se localicen.

En declaraciones a la prensa, la consellera de Justicia ha hecho un llamamiento a los familiares de las víctimas del “desembarco de Mallorca” para que se acojan al programa de identificación genética de la Generalitat.




viernes, 8 de mayo de 2020

Alemania de la posguerra: ¿Derrota total o liberación?

8 de mayo de 1945: ¿Derrota total o día de liberación?

DW


El final de la Segunda Guerra Mundial fue seguido por una batalla ideológica sobre la culpa y la responsabilidad. Alemania Occidental fue más lenta para enfrentar el desafío que la Alemania Oriental comunista con su política estatal de antifascismo.


Sowjetisches Ehrenmal im Treptower Park Berlín (picture-alliance / dpa / P. Zinken)

El 8 de mayo de 1945 las armas finalmente se callaron. La Segunda Guerra Mundial, iniciada por el Tercer Reich nazi de Adolf Hitler en 1939, había terminado. La rendición incondicional de las fuerzas armadas de Alemania, la Wehrmacht, puso fin al sufrimiento de millones, inicialmente, sin embargo, solo en Europa porque el aliado de la Alemania nazi, Japón, continuó luchando y solo admitiría la derrota en agosto cuando los estadounidenses arrojaron bombas atómicas. en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

Para la coalición internacional anti Hitler, liderada por la Unión Soviética, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, el 8 de mayo fue, a pesar de todo el sufrimiento que había pasado antes, un día para celebrar. Esa alegría no fue compartida por la mayoría de los alemanes. Su país había sido destruido y luego dividido en cuatro zonas de ocupación por los poderes victoriosos. La derrota había sido completa y abrumadora. Provocó emociones de culpa y vergüenza. El Tercer Reich había puesto en marcha el terrible conflicto con su invasión de Polonia. Siguieron crímenes de lesa humanidad sin precedentes, sobre todo el exterminio sistemático de seis millones de judíos.

En los años de la posguerra, cualquier sentimiento de indignación por estos crímenes todavía no era suficiente para que la mayoría de los alemanes consideraran el 8 de mayo como un día de liberación, en contraste con los países europeos que las fuerzas alemanas habían ocupado durante los seis años de guerra. Ahora las cosas habían cambiado: Alemania vencida y ocupada. Una guerra ideológica entre la Unión Soviética comunista y una alianza de democracias en Occidente comenzó a consolidarse, señalando la división de Alemania y la división de Europa.

Theodor Heuss: "Sabíamos de estas cosas"

El 8 de mayo de 1949, exactamente cuatro años después del final de la Segunda Guerra Mundial, representantes de los partidos políticos del país se reunieron en la ciudad de Bonn para promulgar una nueva constitución (Ley Básica) para la emergente República Federal de Alemania (FRG, Alemania Occidental). ) El demócrata libre Theodor Heuss (FDP) estaba reflexivo mientras miraba hacia el final de la guerra: "El hecho fundamental es que para cada uno de nosotros el 8 de mayo de 1945 sigue siendo la paradoja más trágica y cuestionable de la historia. ¿Por qué? Porque fuimos, al mismo tiempo, redimidos y aniquilados ".

En septiembre de 1949, Heuss fue elegido como el primer presidente federal de Alemania. Tres años después, su visita al antiguo campo de concentración de Bergen-Belsen fue vista como un momento decisivo. "Los alemanes nunca deben olvidar lo que hicieron las personas de su nación durante estos años vergonzosos", dijo el jefe de Estado de Alemania Occidental mientras contemplaba el mayor crimen de Alemania: el Holocausto. Y, agregó Heuss, "Sabíamos de estas cosas".

Un monumento al Ejército Rojo: "El Libertador"

Mientras que los altos políticos de Alemania Occidental luchaban por encontrar los gestos correctos y las palabras correctas para describir los crímenes cometidos en nombre de Alemania, la República Democrática Alemana (RDA, Alemania Oriental), fundada el 7 de octubre de 1949, había adoptado la ocupación. El culto estatal del antifascismo de la Unión Soviética. La manifestación más visible de este desarrollo fue el gigantesco War Memorial y Military Cemetery en Treptower Park para más de 5,000 muertos de guerra, inaugurado en el cuarto aniversario del fin del conflicto.

En el corazón del complejo hay un soldado acunando a un niño pequeño en su brazo y al mismo tiempo aplastando una esvástica nazi bajo el tacón de su bota. Con este monumento, que se eleva a 30 metros hacia el cielo, los líderes de Alemania del Este tomaron firmemente las imágenes que se emplearían para conmemorar el final de la guerra. "El Libertador", como se llamaba a la gigantesca figura, encarnaba el triunfo de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi. Su sistema político, basado en la violencia y la opresión, sería impuesto en todo el Bloque del Este por el dictador soviético Joseph Stalin.


El Memorial de guerra soviético en Berlín fue construido para conmemorar a los 80,000 soldados soviéticos que murieron en la Segunda Guerra Mundial.

Walter Ulbricht ataca la adhesión de Alemania Occidental a la OTAN

Alemania Oriental se definió como un baluarte contra el fascismo y el imperialismo. Los enemigos del país se encontraban al oeste del río Elba y al oeste del Atlántico: en Alemania occidental y Estados Unidos. No hubo foro para una evaluación crítica de la responsabilidad de Alemania por los horrores cometidos durante la era nazi. Walter Ulbricht marcó la pauta al, a instancias de los soviéticos, imponiendo el Zwangsvereinigung, la fusión forzada del Partido Comunista (KPD) y el Partido Socialdemócrata (SPD) en Alemania Oriental para formar el gobernante Partido de la Unidad Socialista (SED).

Bajo su liderazgo, el 8 de mayo se convirtió en el "Día de la Liberación", un ritual anual que Alemania Oriental instrumentalizó con fines de propaganda hasta los últimos días del comunismo, con un enfoque en los eventos u objetivos actuales. Walter Ulbricht, por ejemplo, usó el décimo aniversario del fin de la guerra para frenar la adhesión de Alemania Occidental a la OTAN. En una manifestación masiva en Berlín Oriental, a la que asistieron unas 200,000 personas, acusó a Occidente de bloquear la reunificación alemana, mientras que Alemania Oriental, "un estado democrático y amante de la paz", luchó por unir al país dividido.

Konrad Adenauer habla de "limpieza y transformación"

Al mismo tiempo, el canciller de Alemania Occidental, Konrad Adenauer (CDU), habló de la membresía de la OTAN en Alemania, que él mismo había forzado, como una expresión de confianza en la incipiente democracia. En París, diez años después del final de la guerra, el político demócrata cristiano argumentó que el pueblo alemán había pagado con "sufrimiento ilimitado" por las atrocidades llevadas a cabo en su nombre por un liderazgo fanatizado: "En este sufrimiento se produjo una limpieza y transformación pasar."

Para conmemorar el vigésimo aniversario del fin de la guerra, el sucesor de Adenauer, Ludwig Erhard (CDU), se convirtió en el primer político de alto rango en Occidente en usar la palabra "liberación". Sin embargo, lo usó para referirse a las restricciones a la libertad en los estados comunistas. Si la derrota de la Alemania de Hitler hubiera desterrado toda injusticia y tiranía del mundo, entonces la humanidad tendría suficientes razones, dijo, "para celebrar el 8 de mayo como un monumento a la libertad".


Konrad Hermann Josef Adenauer fue el primer canciller de Alemania de la posguerra de 1949 a 1963.

Willy Brandt elogia a las mujeres, los refugiados y las personas desplazadas

Pasarían otros cinco años antes de que la élite política en Alemania Occidental realmente comenzara a repensar su posición sobre el final de la guerra. En 1970, bajo el primer canciller socialdemócrata, Willy Brandt, se firmaron los Tratados de Moscú y Varsovia. Fue la reconciliación con enemigos únicos en la guerra, la Unión Soviética y Polonia, y los hitos en lo que se conoció como la política de distensión. Llevaría, un año después, a que el socialdemócrata reciba el Premio Nobel de la Paz.

En su discurso del 8 de mayo, Willy Brandt no usó la palabra "liberación" sino que se esforzó por reconocer y conmemorar el papel de las mujeres, los refugiados y las personas desplazadas en la reconstrucción de Alemania. Fue especialmente efusivo en sus elogios a "nuestros compañeros alemanes en la RDA". Tenían, como él lo expresó, ante una gran adversidad que no fue su elección, "lograron éxitos de los que pueden estar orgullosos y que debemos respetar plenamente".

Helmut Kohl habla dos veces de un "Día de Liberación"

Bajo el ex ministro de Asuntos Exteriores de Willy Brandt, Walter Scheel (FDP), quien se desempeñó como presidente federal desde 1974, hubo un cambio decisivo en el enfoque de Alemania Occidental sobre el significado del 8 de mayo de 1945: "Fuimos liberados de un terrible yugo. De la guerra, asesinato, subyugación y barbarie ", dijo en el trigésimo aniversario del fin de la guerra:" Pero no hemos olvidado que esta liberación vino del exterior. Que nosotros, los alemanes, no fuimos capaces de sacudirnos este yugo ". El jefe de Estado señaló que no fue en 1945 que Alemania perdió su honor, sino mucho antes: en 1933, con la toma del poder por Hitler.

Otro presidente federal llegó a una conclusión notablemente similar en 1985: el demócrata cristiano Richard von Weizsäcker. Su discurso cuatro décadas después del final de la guerra es generalmente visto como el más grande e importante sobre este tema. Curiosamente, estaba lejos de ser la primera persona en hablar explícitamente de un "Día de Liberación". El canciller Helmut Kohl (CDU) usó el mismo idioma en ese mismo año, dos veces. Inicialmente en febrero en su "Informe sobre el estado de la nación en una Alemania dividida" y luego el 21 de abril en presencia del presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, en el 40 aniversario de la liberación del campo de concentración de Bergen-Belsen.



El presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, y luego el canciller de Alemania Occidental, Helmut Kohl, en su visita al cementerio militar en Bitburg, Alemania occidental, en 1985.

Richard von Weizsäcker: "Mira la verdad a los ojos"


Lo que hace que el discurso de von Weizsäcker sea tan especial es que cuando se refiere al 8 de mayo de 1945 como un "Día de Liberación", nadie está excluido: "Nos liberó a todos del sistema inhumano de violencia y persecución que los nazis establecieron". Mientras tanto, en Alemania Oriental, el líder Erich Honecker insistió en resaltar las cosas que dividieron Oriente y Occidente. Dijo que la liberación de Hitler y su sistema fascista le dio al pueblo alemán la oportunidad de construir sus vidas sobre una base completamente nueva, y "Usamos esta oportunidad".

Los dos estados alemanes no lograron llegar a una evaluación similar del final de la guerra hasta después de la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Durante solo un par de meses, Alemania Oriental fue gobernada por el país libremente. primer ministro electo: Lothar de Maizière (CDU). En el 45 aniversario del fin de la guerra en 1990, dijo en una reunión del Congreso Judío Mundial en Berlín que el 8 de mayo "arrojará largas sombras sobre la historia de los alemanes de la posguerra" y al mismo tiempo demostrará su " incapacidad para llorar ". Dijo que los alemanes deben aprender, "a vivir con esta historia honesta y sinceramente, a estar abiertos a sus amonestaciones y recuerdos". Las palabras de De Maizière recuerdan a las de von Weizsäcker en su famoso discurso de 1985: "Hoy, 8 de mayo, permítanos lo mejor que podamos, mirar la verdad a los ojos".

jueves, 7 de mayo de 2020

SAS: 40° aniversario del asalto a la embajada iraní en Londres


Asedio de seis días: el 40 aniversario del asalto de la embajada iraní por parte de SAS


Andy Wolf || War is Boring




Si bien parece que fue ayer en la mente de muchos, han pasado cuarenta años desde que tuvo lugar un momento decisivo en Londres, uno que consolidaría el legado moderno del Servicio Aéreo Especial Británico como una unidad antiterrorista de nivel 1.

Con una apariencia de máscara de gas que aún permanece en elementos de la cultura popular, los soldados de SAS llevarían a cabo la Operación Nimrod, un asalto total contra la Embajada de Irán.

El 30 de abril de 1980, la primera ministra Margaret "Iron Lady" Thatcher recibió noticias inquietantes: seis hombres armados habían asaltado la embajada iraní en la Puerta del Príncipe en South Kensington, West London.

Los hombres, que pertenecían al Frente Democrático Revolucionario para la Liberación de Arabistan (DRFLA), habían comenzado a tomar rehenes y emitirían demandas poco después de que la policía rodeara el edificio.



El líder del grupo, Oan Ali Mohammed, pronto solicitó la liberación de prisioneros árabes de las cárceles de la provincia de Khuzestan de Irán y su propio pasaje seguro fuera del Reino Unido, una tarea difícil considerando los problemas que habían causado.

Al sexto día del enfrentamiento, los terroristas comenzaron a frustrarse y asesinaron a Abbas Lavasani, el jefe de prensa de la embajada. Al arrojar su cuerpo por una ventana, la imagen sorprendió al gobierno británico a tomar medidas serias: enviarían al SAS para liberar a los rehenes sobrevivientes.



Dos equipos emplazados, los equipos Rojo y Azul, respectivamente, comenzaron la Operación Nimrod en la noche del 5 de mayo, los equipos se prepararon para disparar una granada de aturdimiento mientras rapelaban en el edificio, pero un soldado se enredó en su línea y otro rompió una ventana. intentando liberar al soldado atrapado.

Con el enemigo ahora alertado del ataque, los soldados entraron en la embajada, asegurando rehenes y neutralizando a los terroristas. Mientras que uno de los rehenes fue asesinado por el pistolero, otros se salvaron de un destino similar.



En un momento, un hombre armado que se escondía entre los rehenes produjo una granada y fue arrojado por las escaleras, donde posteriormente los soldados lo llenaron de plomo.

En general, la redada duró menos de veinte minutos y fue un momento que definió el legado tanto para el SAS como para la administración Thatcher.

Fowzi Nejad fue el único combatiente sobreviviente de la DRFLA y fue detenido. Fue sentenciado a cadena perpetua, pero recibió la libertad condicional en 2008 y se le permitió permanecer en el Reino Unido. Se dice que actualmente vive en Londres bajo una nueva identidad.

Después de la redada, el SAS disfrutó de una inmensa fama, que ayudó a su reputación y amenazó con obstaculizar las operaciones. A pesar de esto, el Servicio Aéreo Especial continúa siendo una de las principales fuerzas de operaciones especiales en el mundo de hoy.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Revolución Libertadora: Los comandos civiles que devinieron en Montoneros

De comando civil antiperonista a militante montonero: un peregrinaje recurrente

Un tránsito que no debe sorprender tanto. Fueron frecuentes las conversiones de jóvenes “gorilas” en los 50 hacia el peronismo en los 70

Por Aldo Duzdevich || Infobae


Comandos civiles con brazaletes blancos

Mesa de café de viejos militantes setentistas, recurrentemente hablando de historias. Alguien inicia una frase en tono de confesión: “Bueno...yo en el 55...estuve con los comandos civiles”.

Para mí no es sorpresa la confesión; hace tiempo rastreo ese peregrinaje. Sobre todo en militantes que provienen de la raíz católica. Desde que leí el libro de Florencio José Arnaudo, sobre los Comandos Civiles, quedé impresionado por la similitud de vivencias de aquellos muchachos y la de los jóvenes católicos de clase media que, en los setenta, nos vincularíamos con la lucha armada.

Los comandos fueron grupos de civiles que se armaron en apoyo del golpe del 55

En otras notas he contado la historia de Diego Muñiz Barreto, un “niño bien”, jefe de comandos civiles, que destruyó con una bomba la Escuela Superior Peronista en los 50 y terminó siendo diputado por la JP-Montoneros en 1973. Y la de Mariano Castex, compinche de Diego en el intento de matar a Perón en 1953. Y la de otros jóvenes antiperonistas que terminaron siendo conocidos militantes en los 70 como Rodolfo Walsh, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Duhalde, Carlos Mugica, Augusto Conte Mac Donnel, Luis Cerruti Costa, Conrado Eggers Lan, Emilio Mignone, Norma Kennedy, Carlos Corach, entre otros. Y la repetición de apellidos de comandos civiles y montoneros; Landaburu, Nogueira, Bourdieu; Botto; Casares; Cullen; Van Gelderen; y por supuesto Bullrich Pueyrredón.

Desfile triunfal tras la Liberación

Gustavo, que ya pisa los 80 años, tras asegurarle que no se divulgaría su nombre, accedió a contarme su historia: “Pertenezco al círculo de familias ricas o de la oligarquía de los años 40. Me formé con los jesuitas. Me mandaron pupilo al Inmaculada de Santa Fe, donde en los 60 estuvo de profesor Jorge Bergoglio. Un colegio fundado en 1610 por los jesuitas, con muchísima tradición. Recuerdo que en mi época, en las fechas patrias, los del Inmaculada desfilábamos de saco azul y máuser al hombro. Si bien éramos chicos de la oligarquía, los curas nos llevaban a los hospitales y a las villas a ayudar a la gente. Recuerdo una villa que se llamaba ‘el Piquete’. Por supuesto que el ambiente del colegio era muy antiperonista”.

Así como en 1955 el Inmaculada irradió Comandos Civiles, a mediados de los 70 las familias “bien” dejaron de mandar sus hijos al “Inmaculada” por considerarlo “cuna de montoneros”. Al menos 15 importantes cuadros montoneros pasaron por sus aulas, entre ellos los hermanos Molina Benuzzi, Juan Carlos Soratti,Carlos Laluff y Luis Roberto Mayol.

Distribución de armas entre comandos civiles

“Cuando ingresé a la facultad todos mis amigos eran antiperonistas –sigue relatando Gustavo-; éramos los pibes de la oligarquía, todo nuestro ambiente familiar y social era muy antiperonista. Perón era sinónimo de todo lo malo, era ladrón, dictador... había miedo que nos expropien los campos. Había que sacarlos. Era un Boca-River, sin demasiados análisis políticos. Nosotros éramos los buenos y ellos -los peronistas- eran los malos.”

“Una de las primeras cosas que hicimos fue ir a proteger la Iglesia de San Nicolás de Bari, pusimos las mangueras de incendio en las ventanas para repeler un supuesto ataque. Después el obispo nos sacó cagando...”. “También recuerdo que el día del bombardeo el 16 de junio, nos juntamos en una esquina cerca de Plaza de Mayo, con brazaletes blancos; no sabíamos bien qué iba a pasar, pero como a las 11 de la mañana nos dieron orden de desconcentrarnos”.



 

“Los días después del golpe me tocó acompañar a Gendarmería en el allanamiento a un sindicalista en el conurbano, recuerdo cómo lloraba la mujer. Otra vez durante una huelga de colectiveros, fuimos movilizados a manejar colectivos, íbamos de a dos, armados con pistolas 45.”

“Esas son las cosas que recuerdo de mi paso por los comandos civiles, yo tenía 19 años, como te cuento no tenía mucha conciencia política de lo que pasaba, era más bien una cuestión de pertenencia a una clase, y al grupo de amistades donde me movía”.


 

“Seguí mis estudios, me recibí y me dediqué a trabajar en mi profesión. Tal vez por la frustración que significó todo lo que siguió a la Revolución Libertadora, yo, como muchos otros jóvenes fuimos modificando nuestra visión de la realidad. No fue un acto individual, varios amigos míos fueron evolucionando en su manera de pensar y entender la historia y la política. En mi caso personal por mi profesión tenía mucho contacto con obreros. Comencé a descubrir la realidad de la gente humilde y trabajadora; las dificultades para sostener sus familias, los dramas que muchos vivían. Aquella enseñanza cristiana, de ‘ponerse en el lugar del otro’, que me inculcaron en mi adolescencia los jesuitas del Inmaculada, me hizo reflexionar y discernir nuevos rumbos en mi forma de pensar y actuar."

El padre Carlos Mugica, párroco en la Villa 31

"Después de 1966 me acerqué nuevamente a la universidad, donde ya había muchos vientos de cambio. Era un espacio donde se debatían las nuevas ideas. En esas charlas fui descubriendo otra forma de ver el peronismo. Luego alguien me conectó con el padre Carlos Mugica. Comencé a ir a la Villa 31. Y allí ya me vinculé con compañeros militantes del peronismo, y algunos que estaban en la lucha armada. Tiempo después me integré a Montoneros. Por mi profesión, tuve a cargo algunas tareas clandestinas muy importantes. Pero, en el año 75 ya tenía muchas diferencias y varios compañeros míos dejaron la organización por diferencias políticas. Yo decidí mudarme al interior y recomenzar una nueva vida alejado de la militancia. Y aquí estoy….”



En esta historia breve y simple se esconde todo un trasfondo histórico, que todavía no ha sido puesto en debate, como tantos otros temas de nuestro doloroso pasado reciente.

No soy amigo de los juicios apresurados, de las versiones cerradas y de las conclusiones fáciles. Solamente tomar como enseñanza que la historia no es lineal, ni mucho menos binaria. Que la versión de un mundo dividido en bandos de buenos y malos, solo sirve para explicarle a los niños las películas de piratas. Pero en política suele suceder que los “malos” de ayer, son los “buenos” de mañana y viceversa. Y, segundo, que cada hecho histórico hay que analizarlo con la hermenéutica de la época, meterlo en el contexto en el que se desarrolló.

Solo así revisar la historia nos servirá para aprender, y no repetir los errores y desencuentros del pasado.


Aldo Duzdevich es autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron” y “Salvados por Francisco”

martes, 5 de mayo de 2020

Fenicia: Oscuro origen de un pueblo magnífico

El oscuro origen de los fenicios

En la franja costera sirio-libanesa se desarrollaron una serie de ciudades independientes entre sí, pero de cultura común. Con el tiempo el conjunto sería conocido como Fenicia


Templo de los obeliscos, en Biblos. (Heretiq / CC BY-SA-2.5)

Sergi Vich Sáez || La Vanguardia

Coincide casi exactamente con el perfil de la actual costa libanesa, aunque penetrando por el norte en territorio sirio. Consiste en una franja territorial de unos 200 km de longitud por entre 20 y 60 de profundidad, separada del interior por los escarpados montes del Líbano y del Antilíbano. Es este un territorio que presenta similares condiciones morfológicas, caracterizadas por una abrupta topografía que forma numerosos valles de difícil intercomunicación terrestre... La región fue habitada desde la prehistoria.

Su fertilidad, debida a los numerosos wadi (cauces de los ríos, secos en verano) que la cruzan y que permiten el mantenimiento de acuíferos subterráneos, favoreció la aparición de una serie de comunidades. Si bien tuvieron una base agrícola en origen, muy pronto se vieron abocadas a mantener una relación cada vez más estrecha con el mar que bañaba sus bahías. Tal vínculo se vio facilitado por los espesos bosques de cedros y cipreses que crecían al amparo de sus altos montes, que les proporcionaban la imprescindible madera con que construir sus embarcaciones.

La génesis

Con el paso del tiempo, algunas de aquellas poblaciones fueron creciendo hasta constituir importantes ciudades, como Biblos (cuyos restos más antiguos datan de 2700 a. C.), Sidón, Tiro o Ugarit. Con todo, su desarrollo se veía constreñido por el hecho de que Canaán, la región en que dicha franja se ubicaba, se había convertido, durante el período del Bronce Final, en una zona muy apetecible. Tanto la gran potencia del sur, el Egipto del Imperio Nuevo, como su homóloga del norte, Hatti, pugnaban por su control. Pero, además, las naves micénicas, como en otros tiempos las minoicas, imponían su ley sobre unas rutas marítimas vitales para su desarrollo comercial.

Algunas ciudades, como Ugarit, fueron totalmente aniquiladas y nunca más se reconstruyeron

Una gran crisis tuvo lugar hacia 1200 a. C., y su episodio más significativo fue el de las violentas migraciones de los llamados Pueblos del Mar. Se abrió un amplio período de caos e inestabilidad para las ciudades y naciones ribereñas del Mediterráneo, que produjo no solo el retraimiento de un Egipto inmerso en la lucha por su propia supervivencia, sino el hundimiento y la desaparición de Hatti y la destrucción de las ciudades micénicas. Fue el final de toda una era y el nacimiento de un nuevo contexto internacional. Tampoco las poblaciones de la costa cananea pudieron librarse de tal embestida.

Algunas, como Ugarit, fueron totalmente aniquiladas y nunca más se reconstruyeron. Otras, en cambio, lograron rehacerse, como Tiro, que fue repoblada con habitantes procedentes de Sidón. Las supervivientes volvieron con prontitud a mostrar signos de su antiguo esplendor. Paradójicamente, señaló el comienzo de la fortuna para ciudades como Arwad, Biblos, Berytus, Sidón, Tiro, Ardat o Sarepta. Ciudades que muy pronto se diferenciaron de sus antiguas homólogas cananeas, pero de cuya cultura y raza nunca renegaron, hasta formar una realidad propia a la que los griegos llamarían Fenicia.

Desde que Ernest Renan publicara su Misión en Fenicia a mediados del siglo XIX se ha avanzado mucho en el conocimiento de los fenicios. Sin embargo, la información de que disponemos se halla indefectiblemente lastrada por la pérdida de la mayor parte de sus fuentes. El soporte principal sobre el que escribieron su lengua semita occidental, el papiro, se ha malogrado en gran parte a causa de la humedad del clima. Quedan solamente aquellos textos escritos sobre materiales más resistentes, como la piedra, el mármol o la cerámica.

El rey Luli de Sidón huye de su ciudad, atacada por Sargón II, en un barco de guerra fenicio. (Terceros)

A ello se debe que la mayor parte de la información no arqueológica que poseemos sobre estas gentes provenga de fuentes asirias, griegas o romanas, con frecuencia voluntariamente manipuladas, dado que, durante la mayor parte de su historia, aquellos fueron no solo sus rivales, sino también sus enemigos. Con todo, se ha logrado reconstruir una imagen bastante completa y fiable de tan interesante civilización.

La sociedad fenicia

Las ciudades fenicias eran independientes y muy poco dadas a colaborar entre sí, incluso en momentos de peligro. Constituyeron monarquías hereditarias en las que el rey solía desempeñar también funciones sacerdotales. Si bien se trataba de un soberano absoluto con base teocrática, como sus homólogos cananeos, se apoyaba en un consejo de ancianos y contaba con un cuerpo de funcionarios. Entre ellos destacaba el sufete, un magistrado temporal cuyas funciones exactas resulta difícil precisar, pero que tendría una gran importancia en las futuras colonias occidentales.

Uno de los cometidos principales de estos reyes, además del sacerdotal, era mantener el equilibrio entre dos sectores sociales cuyos intereses podían llegar a oponerse: el representado por la oligarquía comercial, que cada vez adquirió un mayor poder, y el de la nobleza tradicional de base agrícola. Y es que la gran expansión y la riqueza de la sociedad fenicia se debieron en gran medida a su activo comercio, pero no hay que olvidar que sentaba sus bases en la tierra.

En la agricultura intensiva de sus valles y de las terrazas de sus montes, que producían cebada, trigo, vino, aceite, dátiles e higos; en el cuidado de las cabras y ovejas que pastaban por sus laderas; y, sobre todo, en la tala de los cedros y cipreses de sus bosques, reputados en todo Oriente Próximo, y cuya madera resultaba imprescindible para construir los buques con que transportaban sus mercancías, entre las que destacaban sus tejidos de color púrpura.

Los fenicios solían llevar barba y largos cabellos. Iban tocados con un bonete y con multicolores vestidos

Era una dinámica sociedad de hombres libres que constituían familias patriarcales y monógamas, en las que las mujeres desempeñaban un destacado papel. Sirve para ejemplificarlo el caso de Elisa, la mítica fundadora de Cartago. Era una sociedad que, en lugar de equipar grandes ejércitos, confiaba más en la estratégica ubicación de sus ciudades, de difícil acceso y protegidas por sólidas murallas, y en el creciente poderío naval que ostentaba. Estas gentes solían organizarse en grupos profesionales que habitaban en un mismo barrio. Por él discurrían estrechas callejuelas que conducían a bulliciosas plazas, delimitadas por casas de varios pisos con un patio central.

Los fenicios solían llevar barba y largos y ensortijados cabellos. Iban tocados con un bonete y ataviados con multicolores vestidos. A sus mujeres les gustaba adornarse con diademas, anillos, brazaletes y pendientes de todo tipo y calidad.

Pero junto a ellos las ciudades contaban con un importante número de esclavos. Su condición parece haber sido algo mejor que en otros lugares. Tenían la capacidad legal de contraer matrimonio y de poseer determinados bienes muebles, que incluso podían llegar a permitirles la liberación, pero no disfrutaban de poder político alguno, aunque muchos de ellos debían adorar a las mismas divinidades que sus dueños.

Religiosos y supersticiosos

Cada ciudad fenicia solía tener un panteón, no estable y con una fuerte tendencia sincrética, formado por una tríada de dioses: una divinidad masculina protectora de la ciudad; su esposa, garante de la fertilidad en un sentido amplio, tanto familiar como económico; y el hijo de ambos, símbolo de la naturaleza que moría y resucitaba cada año. Se les adoraba en templos no monumentales que se dividían en tres partes: un pórtico, un vestíbulo que solía contener alguna fuente y un santuario de limitado acceso en el que se hallaba ubicada la imagen de la divinidad.

Solían ofrecerse a esta diversas estatuillas votivas elaboradas con distintos materiales, que podían ir de la terracota al metal. También se les rendía culto al aire libre, en lugares altos, cerca de ríos o en bosques, presididos por altares simbólicos y betilos (piedras sagradas de forma cónica). En ellos podían realizarse toda clase de ofrendas, desde frutos hasta animales, siempre en relación directa con la pena a expiar o el bien a conseguir. Y en ocasiones se llevaban a cabo sacrificios humanos.

Sarcófago fenicio de Palermo (siglo V a. C.). (Giovanni Dall'Orto.)

Sus necrópolis se hallaban también en las afueras. Consistían en tumbas rupestres o en pozos verticales, en donde enterraban a sus parientes en sarcófagos con formas humanas, a imitación de los egipcios. Los más ricos eran de mármol o piedra, como los magníficos ejemplares de Biblos o Gadir; otros se facturaban en madera y terracota. No obstante, algunas veces, sin que se haya podido establecer la razón, practicaron también la incineración.

En uno y otro caso se acompañaba al difunto con vistosos ajuares, consistentes en objetos de cerámica y joyas (nunca se han hallado armas, lo que no resulta sorprendente, puesto que no eran un pueblo de guerreros). Antes de acordar algún negocio o emprender cualquier singladura, los fenicios en ocasiones practicaban la hierogamia, la “unión” con el dios, que consistía en prostituirse en un templo con fines religiosos ligados a la fertilidad.

También dedicaban diversas ofrendas a sus dioses, implorando su ayuda y escrutando en las estrellas o en las vísceras de los animales sacrificados el destino de su empresa. No es, pues, de extrañar que, además de instalar formas de caballos como amuleto protector en sus proas, las naves fenicias portaran una enseña consistente en un asta con un globo y una media luna, símbolo de la diosa Astarté, así como otros ornamentos religiosos. La razón residía en procurarse la protección divina antes de enfrentarse a los peligrosos mares.

Magníficos navegantes

Porque, por encima de cualquier otra cosa, los fenicios fueron unos magníficos navegantes. La determinación del norte por la Osa Menor, y no por la Osa Mayor como hacían los griegos, así como el conocimiento de la posición fija de la Estrella Polar, comúnmente llamada “estrella fenicia”, les permitió navegar de noche. Evitaban de ese modo tener que recalar al atardecer, como ocurría con las naves de cabotaje de la época, y ello les permitió extender una importantísima red comercial que se convertiría en un puente económico y cultural entre los dos extremos del Mediterráneo.
Los fenicios fueron durante siglos los grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad

Su habilidad llevó a monarcas de otras naciones a solicitarles para llevar a cabo importantes viajes. Es el caso del faraón Necao II, a caballo entre los siglos VII y VI a. C., bajo cuyo patrocinio los fenicios circunnavegaron el continente africano durante un periplo de tres años. Así lo afirma, al menos, el historiador griego Heródoto.

Cuenta con escepticismo cómo los marineros se sorprendieron al ver que, si durante una gran parte de su ruta el Sol salía por su izquierda, a partir de un momento determinado –seguramente cuando doblaron el cabo de Buena Esperanza– empezó a salirles por su derecha hasta que alcanzaron las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar).

También, han llegado hasta nosotros noticias de otros importantes periplos, como el impulsado por Salomón, el mítico rey de Israel, y su socio y amigo Hiram I de Tiro, que en el siglo IX a. C. llevó a los navegantes fenicios desde el puerto israelita de Ezion-Geber, en el mar Rojo, hasta el país de Ofir. Este lugar no se ha identificado, pero podría ubicarse en Somalia, Yemen o incluso en India, según relata la Biblia. Por no mencionar “las naves de Tarshish”, que para muchos estudiosos nos hablan de un comercio regular con el mítico e hispano reino de Tartessos; o los periplos que los navegantes cartagineses, sus herederos naturales, llevaron respectivamente a Himilcón y Hannón hasta Cornualles y Senegal en el siglo V a. C.

No es de extrañar que la riqueza que hizo grandes a las ciudades fenicias –la misma que era intensa y amenazadoramente apetecida por sus poderosos vecinos, ya fueran éstos asirios, egipcios, babilonios o persas– proviniera de un activo comercio naval.

Unos extraordinarios mercaderes

Los fenicios fueron durante siglos los grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad. Importaban, preferentemente por mar, pero también por tierra, lana mesopotámica; lino y trigo de Egipto; cereales, bálsamos y miel de Israel; caballos, mulos y cobre de Anatolia; cereales, vid y olivos de Grecia; cobre de Chipre; piedras semipreciosas de Irán; plata, plomo y sobre todo el imprescindible estaño para la fabricación de bronce de España; marfil, esclavos, oro, plata y animales exóticos de distintos rincones de África; e incluso ámbar del Báltico.

Trono de Astarté en el templo de Eshmun, dedicado a la deidad fenicia de la curación. (Dominio público)


La población crecía permanentemente y los recursos propios apenas podían cubrir tal aumento por la progresiva sobreexplotación de su limitado territorio. Hacían acopio de alimentos, y las materias primas eran convenientemente transformadas por sus habilidosos artesanos en productos de gran calidad, en general de pequeño tamaño, pero con un gran valor añadido. Luego eran reexportadas por todo el Mediterráneo en expediciones comerciales financiadas tanto por el Estado y los templos como por particulares.

Así, los navíos que partían de Tiro, Sidón, Biblos, Arwad o Sarepta solían llevar en sus bodegas, además de la apreciadísima madera de cedro (lo que acabaría provocando una peligrosa deforestación de su propio país), tejidos de gran valor, marfiles tallados, muebles con marquetería de maderas nobles y marfil, ungüentarios y colgantes de pasta vítrea, cuencos y jarras de oro y plata repujados con múltiples motivos o joyas con granuladuras. Todos ellos estaban decorados con motivos de tipo egipcio, libremente reinterpretados por unos artistas cuyo norte era la belleza. Hasta tal punto era así que incluían jeroglíficos egipcios sin significado alguno, pero de gran valor ornamental.

Esto ha hecho hablar a algunos autores de la inexistencia de un arte fenicio propio, pero tal afirmación debe matizarse. Dada la encrucijada de pueblos y culturas que representó durante siglos Fenicia, la verdadera genialidad artística de este pueblo consistió en constituir un todo coherente a partir de múltiples y distantes influencias. Uno de los productos de mayor éxito, y que ha permitido situar algunas de las rutas comerciales fenicias, fueron los escarabeos, un amuleto multicolor con la forma del escarabajo sagrado egipcio que se fabricaba en grandes cantidades.

Pero tampoco se descuidaba el comercio de cualquier otra mercancía que pudiera proporcionar beneficios. Y eso incluye el tráfico de esclavos, común en todo el Mediterráneo, porque la línea que separaba a comerciantes de piratas no fue nítida en ningún momento de la Antigüedad. El comercio de intermediación resultó ampliamente beneficioso. Consistía en desembarcar mercancías propias en un puerto determinado, por ejemplo griego o etrusco, y embarcar allí otros productos, como podrían ser la cerámica ática o el hierro itálico.
Muchos de sus “clientes” pertenecían a regiones poco civilizadas no incorporadas a un sistema monetarizado

Después se transportaban a un tercer lugar en donde se repetía la operación, y así sucesivamente hasta volver al puerto de partida. El periplo total podía durar largos meses e incluso años. La difusión llevada a cabo de su simplificado alfabeto de 22 letras, origen del nuestro, no hizo sino facilitar el proceso administrativo inherente a cualquier transacción mercantil.

Curiosamente, su lucrativo comercio se adhirió tarde al sistema monetario, que se extendía por el Mediterráneo desde el siglo VIII a. C. Ello prueba la solidez de sus circuitos comerciales, pero también deja ver que muchos de sus “clientes” pertenecían a regiones poco civilizadas que no se habían incorporado aún a un sistema monetarizado.

No obstante, en distintos períodos de su historia, las ciudades fenicias, fuertes y ricas, pero desunidas, sufrieron el envite y el saqueo de las potencias hegemónicas de Oriente Próximo. Un gran número de habitantes quisieron verse libres del pago de altos tributos y de destrucciones y buscaron horizontes más benignos, lo que provocó el asentamiento de poblaciones fenicias en distintos puntos del Mediterráneo.

domingo, 3 de mayo de 2020

Prusia: La batalla de Leuthen

Leuthen

W&W



En Borna, Federico el Grande y su personal desarrollan su plan de batalla, como lo ilustra Hugo Ungewitter



Para la incredulidad de los prusianos, su infantería podía vestir tranquilamente sus líneas después de su marcha y avanzar casi sin ser notados. Dibujando en línea, su primera descarga causó que los sorprendidos Württembergers se rompieran y huyeran. Cinco minutos después, una segunda descarga dispersó a los bávaros. En apenas quince minutos, el flanco izquierdo de Lorraine se había desvanecido. Unos 12,000 hombres estaban en retirada de cabeza. Desprovisto de la caballería, el flanco de Carlos de Lorena se vio rápidamente reforzado por la infantería de la derecha, pero la confusión y el desorden eran totales y cuando llegó la caballería austriaca ya era demasiado tarde. El comandante de la caballería austríaca Joseph Lucchesi fue asesinado y entró en pánico. La aldea de Leuthen se convirtió en una masa de infantería austríaca que luchaba por formar líneas coherentes. En menos de tres horas había terminado. Regimientos austríacos enteros se rindieron en masa. La victoria fue absoluta. Las pérdidas austriacas, incluidos los prisioneros, superaron los 21,000, un tercio de todo el ejército de Lorraine.

Federico estaba decidido a involucrar a los austriacos en una gran batalla. Entendió claramente la importancia de las victorias austriacas en Schweidnitz y Breslau, y, como luego admitió abiertamente, estaba preparado para apostar todo sobre el resultado de esta confrontación. Tuvo que atacar a los austriacos y expulsarlos de Silesia antes del comienzo del invierno `` a cualquier costo '', porque de lo contrario tendría que resignarse `` a perder esta provincia para siempre ''. En resumen, agradeció que los austriacos hubieran logrado efectivamente su estrategia. objetivo, y, a menos que por algún milagro pudiera revertir este éxito, entendió que la guerra se había perdido. Por lo tanto, estaba preparado para arriesgar el tipo de ataque contra un enemigo numéricamente superior del que se había encogido en Zittau en agosto y que le había costado Kolin en junio. Aunque típicamente exageraba la superioridad numérica de los austriacos al decirles a sus oficiales que enfrentaban una fuerza tres veces mayor, el ejército que reunió en Parchwitz era formidable. Para el 1 de diciembre, como informó el propio rey, había alcanzado entre 39,000 y 40,000 hombres. Lo que es más, casi todos eran hijos nativos meticulosamente perforados reclutados a través del notorio sistema de "cantón" prusiano, la crema del ejército prusiano, que todavía se deleitaba con confianza en el éxito de Rossbach. La fuerza tenía más de las reservas habituales de municiones y disponía de 10 enormes cañones de fortaleza de doce libras, además de 61 piezas de artillería pesada. Los apologistas de Frederick han hecho gran parte de su "nobleza heroica" en los días previos a la batalla. De manera bastante inusual, parecía por una vez solícito con sus hombres, ordenó raciones adicionales y trató de mostrar un toque común. El 3 de diciembre convocó a sus oficiales y pronunció su famoso 'Parschwitz Address', en el que, después de afirmar que como rey realmente no necesitaba hacerlo, intentó justificar por qué tuvo que 'conquistar o morir'. Incluso por una vez dignándose a hablar en alemán en lugar de su francés habitual, confesó que la derrota significaría que la guerra se había perdido. Con bathos teatrales, trató de sugerir que este conflicto era sobre la preservación del hogar y el hogar, y la defensa de sus `` esposas e hijos ''. En lugar de permitir que esta actuación real melodramática se agregue al mito de Frederician, una evaluación sobria debe juzgarlo como una medida de la aprensión y ansiedad del rey. En realidad, de lo único que se trataba esta guerra era de su autoestima. Frederick había convertido la violación y la retención de Silesia en la razón de ser de su vida, en la que su reputación póstuma se haría o no. En repetidas ocasiones afirmó que no quería sobrevivir a la derrota, y también en esta ocasión, hizo provisiones explícitas sobre cómo se debería manejar su cadáver si no sobrevivía a la batalla. Ahora, en esta situación desesperada, como luego confesó, tuvo que "recurrir a cualquier cosa que se le ocurriera" para darle a su juego de azar una oportunidad de éxito.




Federico había asumido que los austriacos tomarían las antiguas posiciones defensivas de August Wilhelm Bevern al este de Lohe, y que tendría que atacarlos allí. De hecho, el principal ejército austriaco ya había avanzado al Weistritz inmediatamente después de la captura de Breslau. Las fuerzas a disposición de Charles eran ciertamente mayores que las de Federico, pero no de manera abrumadora. Los austriacos y sus aliados alemanes contaban entre 50,000 y 55,000 hombres y 65 piezas de artillería pesada, pero algunos de los regimientos de los principados alemanes más pequeños, particularmente los de Württemberg, eran notoriamente poco confiables. El emperador Francisco incluso advirtió a su hermano que nunca pusiera a estos contingentes en un sector vulnerable de la línea de batalla, y en el caso, dos tercios de ellos debían desertar. El 2 de diciembre, el alto mando austríaco celebró su consejo de guerra en un castillo en la ciudad de Lissa, en la orilla oeste del Weistritz. El informe oficial de esta reunión, como los resultados finales anunciados de una elección imperial o papal, proclamó que la decisión alcanzada fue unánime. De hecho, hubo un desacuerdo amargo sobre la estrategia a emplear. Leopold von Daun, apoyado por el general Johann Baptist (Giambaptista) Serbelloni y varios otros oficiales, instó firmemente a establecer una posición defensiva fuerte en la orilla este del Weistritz y esperar el ataque de Frederick como lo habían hecho en Kolin. Charles tenía otras ideas, y afirmó su prerrogativa de mando de empujarlas contra el consejo de Daun y otros oficiales. Picado por las acusaciones de incompetencia en el transcurso de la campaña de 1757, y demasiado confiado en su superioridad numérica, eligió lo que se ha llamado acertadamente la maniobra "sin cerebro" de cruzar el río. La resistencia a esta idea debe haber sido fuerte, como el principal partidario de Charles, el general Lucchesi, declaró inmediatamente después de la reunión que le costó más esfuerzo impulsar la idea de atacar a Frederick "de lo que nos costará derrotarlo".

Aparentemente aún no estaba seguro de dónde estaba realmente el ejército de Federico, Charles esperaba maniobrar a los prusianos fuera de Silesia y darse el lujo de tener el tiempo y el lugar de la batalla de su elección. El 3 de diciembre, la panadería de campo austríaca con una pequeña fuerza de escolta de húsares e irregulares croatas fue enviada por delante en la carretera principal que llevaba de Breslau a Liegnitz con instrucciones de establecerse en Neumarkt antes del ejército principal. Al día siguiente, Frederick se acercó desde el norte y ordenó un asalto inmediato a Neumarkt. La panadería de campo con 80,000 porciones de pan y unos pocos cientos de croatas fue capturada sin mucho ruido; los húsares escaparon a las líneas austriacas, confirmando exactamente dónde estaba Federico. Por qué bajo estas nuevas y sorprendentes circunstancias, Charles decidió no ordenar un retiro a través del Weistritz para establecer una mejor posición sigue siendo un misterio. En cambio, colocó a sus fuerzas a unos pocos kilómetros al oeste de Lissa en una línea de 10 kilómetros de longitud no particularmente fuerte a horcajadas sobre la carretera principal de Breslau, que se extiende desde las aldeas de Nippern (Mrozow) y Guckerwitz (Kuklice) al norte de la carretera, a través del ciudad de Frobelwitz (Wroblowice) en el camino mismo, a los pueblos de Leuthen (Lutynia) y Sagaschütz (Zakrzyce) al sur del camino. La caballería de Lucchesi ancló a la derecha austríaca entre Nippern y Guckerwitz, mientras que la de Ferenc Lípot Nadasdy estaba estacionada a la izquierda, al sur de Leuthen. Los poco confiables Württembergers y otras tropas imperiales también estaban estacionados en la extrema izquierda cerca de Sagaschütz, lo que parece ser una clara indicación de que Charles no esperaba un ataque en ese ala.

En la mañana del 5 de diciembre, Charles ordenó al ejército que estuviera listo para la batalla a lo largo de esta línea una hora antes del amanecer. Para los austriacos no era ningún misterio que el dispositivo táctico ofensivo favorito de Frederick, de hecho, uno empleado con una monotonía casi predecible, era tratar de girar el flanco del enemigo, y mientras el ejército prusiano se acercaba a lo largo de la carretera de Breslau desde el oeste, Charles observaba con ansiedad las señales. de una maniobra flanqueante desde su puesto de mando en un molino de viento al norte de Leuthen. La confrontación inicial tuvo lugar temprano en la mañana cuando la vanguardia prusiana de las unidades de caballería se encontró con la caballería austríaca y sajona bajo el mando del teniente general sajón Georg Ludwig Nostitz, a unos 5 kilómetros al oeste de Frobelwitz, cerca de la ciudad de Borne (Zrodga). Cuando los prusianos barrieron el caballo austro-sajón delante de ellos, las columnas del ejército principal se acercaron y aparecieron a la vista. Después de evaluar la posición austriaca, Frederick decidió fingir un ataque al centro austriaco y a la derecha haciendo que algunos contingentes continuaran la marcha a lo largo de la carretera principal en dirección a Frobelwitz. Desde el lado austríaco, el avance prusiano inicial sobre su centro y derecha parecía anunciar un ataque de flanco desde el norte. Tan pronto como Lucchesi, que comandaba ese sector, notó este movimiento, comenzó a enviar mensajes frenéticos a Charles exigiendo que la reserva de infantería se trasladara al norte lo más rápido posible. Daun y el agregado militar francés, el general Antoine Marie Montazet de Malvin, instaron desesperadamente a Charles a no comprometer las reservas, pero las repetidas súplicas de Lucchesi recibieron mayor credibilidad que la precaución de Daun. En consecuencia, Charles confió toda la reserva de infantería bajo Carl Raimund Arenberg y una parte sustancial de la caballería bajo Serbelloni a su ala derecha, donde tomaron posiciones alrededor de la ciudad de Nippern. Una vez que notó este cambio en las líneas austriacas, Frederick pudo, con considerable satisfacción, implementar el plan real de un ataque a la izquierda austriaca. Alrededor de las 11.00 a. metro. La mayor parte de la fuerza prusiana, acompañada de caballería y artillería, comenzó su maniobra de flanqueo con un giro brusco hacia el sur. Desde el punto de vista austríaco, sin embargo, las columnas prusianas parecían desaparecer repentinamente.

Dado que esta maniobra de flanqueo no detectada iba a ser la clave del éxito prusiano ese día, es importante preguntar cómo fue posible. Muchos apologistas que buscan mejorar la reputación de Federico como un táctico brillante señalan el hecho de que el ejército prusiano llevó a cabo sus maniobras de caída precisamente en esa parte de Silesia, y que fue la aguda conciencia del rey del terreno lo que le hizo darse cuenta de que los prusianos podían afectar esta marcha "ingeniosa" no se detecta aprovechando las depresiones en el campo ondulante. 66 En contra de este punto de vista estaba la incredulidad posterior de Federico de que los austriacos no habían detectado la maniobra de flanqueo. Después de la guerra, el jinete repitió el movimiento con jinetes que llevaban banderas, mientras él mismo tomó la posición de Charles en el molino de viento cerca de Leuthen. En el caso, los jinetes no podían ser vistos por el rey más de lo que las columnas prusianas podían ser vistas por el alto mando austriaco ese día de diciembre. Parecería, por lo tanto, que Federico no contó con la sorpresa completa de la izquierda austriaca. Por el contrario, después de haber visto la mayor parte de las reservas austriacas comprometidas con su derecha, una buena marcha de dos horas desde el flanco izquierdo en Sagaschütz, estaba calculando que, con la velocidad superior por la cual sus tropas habían sido perforadas sin piedad, podría llegar la austriaca se fue y subió el flanco antes de que las reservas austriacas pudieran entrar en juego efectivamente Sin embargo, es muy poco probable que la batalla hubiera tenido el mismo resultado sin el efecto sorpresa en la izquierda austriaca. Si la batalla de Leuthen fue el mayor triunfo en el campo de batalla de los prusianos en toda la Guerra de los Siete Años, los cálculos tácticos de Federico no fueron la única explicación, ni siquiera la principal.




Para la 1.00 p.m. las columnas prusianas bajo el mando del general Karl Heinrich von Wedel llegaron a la izquierda austriaca al sur de Sagaschütz y se desplegaron en la formación de batalla. Después de una breve resistencia, las unidades de Württemberg que enfrentaban colapsaron, y comenzó un enrollamiento del flanco expuesto. Nadasdy, al mando de la caballería en el flanco izquierdo, vio el peligro casi de inmediato y envió varios mensajes desesperados al alto mando. No convencido de que este fuera ahora el principal impulso prusiano, sin embargo, Charles ignoró los llamamientos de Nadasdy y no reaccionó. Nadasdy intentó desesperadamente dos contraataques contra el flanco derecho de la línea de batalla prusiana, pero la abrumadora superioridad de mano de obra local de los prusianos, con el apoyo de la caballería y la artillería pesada de Hans Joachim von Ziethen, ganó la delantera. A medida que los austríacos fueron empujados de regreso a la ciudad de Leuthen en una densa masa, en lugares de hasta 100 hombres de profundidad, se convirtieron en objetivos fáciles para la artillería prusiana, los cañones de la fortaleza de doce libras que cobran un precio particularmente alto. Solo ahora Charles reconoció el peligro, y trató desesperadamente de formar una nueva línea defensiva este-oeste centrada en la ciudad de Leuthen. Las reservas en pie en Nippern fueron retiradas rápidamente, pero tuvieron que recorrer 6 kilómetros en la carrera, dejando atrás su artillería, y no pudieron llegar a tiempo para afectar el resultado de la acción decisiva de media tarde en los alrededores de Leuthen. Aquí tuvo lugar una feroz lucha cuerpo a cuerpo, en la que el Batallón de la Tercera Guardia de Prusia se distinguió particularmente. Los defensores austriacos fueron diezmados y expulsados ​​de Leuthen. Lucchesi, mientras tanto, trató desesperadamente de salvar una situación de la que había sido parcialmente responsable. Sus unidades de caballería cayeron desde su posición al norte de Guckerwitz con la intención de golpear el flanco izquierdo de la línea prusiana en Leuthen. Esto podría haber cambiado el rumbo de la batalla. Desafortunadamente para Lucchesi, la caballería de reserva prusiana bajo el mando del teniente general Georg Wilhelm von Driesen mantenía su posición a unos 3 kilómetros al oeste de Leuthen, y en su intento de atacar la línea prusiana Lucchesi expuso su propio flanco. Driesen, por iniciativa propia, aprovechó inmediatamente esta apertura y derrotó al caballo austriaco. Lucchesi mismo fue herido de muerte en la acción. Daun intentó hacer una parada más en la colina al norte de Leuthen, donde reunió las reservas y la artillería aún disponibles para él. El avance prusiano se detuvo temporalmente, pero ahora sin el apoyo de la caballería, la línea austriaca no pudo sostenerse a pesar del heroísmo suicida de algunos de sus regimientos (el regimiento de Baden-Durlach, por ejemplo, se redujo a 9 hombres). Daun mismo fue herido también. A las 7.00 p. metro. Los restos maltratados del ejército austriaco habían huido hacia el este a través del Weistritz.

Bien pasado 10.00 p. metro. Esa noche, Charles y Daun evaluaron el desastre en el pueblo de Neukirch, al oeste de Breslau, y determinaron que era imposible hacer otra parada fuera de la ciudad. Charles "tembló" al pensar en lo que podría hacer otro asalto prusiano determinado, y la única opción era ver el refugio de invierno en Bohemia. En cualquier medida, los resultados fueron catastróficos. A pesar del triunfo completo de los prusianos, en realidad no había sido una batalla unilateral como Rossbach: los prusianos contaron más de 6.300 bajas en el campo de batalla, los austriacos más de 9.000. Pero una pérdida mucho más devastadora para los austriacos fueron los 12,000 prisioneros de guerra capturados durante y después de la batalla, lo que significa que el enfrentamiento les costó un tercio de su ejército. Desafortunadamente, Charles agravó esta calamidad por su decisión de dejar una guarnición inadecuadamente equipada y equipada de 11,000 hombres, así como 6,000 heridos, en Breslau, mientras que el resto del ejército, cubierto por una retaguardia bajo Serbelloni, se retiró a Bohemia. Cruzaron la frontera el 20 de diciembre y ese mismo día la guarnición de Breslau capituló ante los prusianos. Ocho días después, la guarnición de Liegnitz también capituló, aunque a su guarnición de 3.400 hombres se le permitió retirarse con honor a Bohemia.