viernes, 24 de marzo de 2023

Biografía: Gral: Manuel de la Trinidad Corvalán

La calle de los Corvalán

Revisionistas




Gral. Manuel de la Trinidad Corvalán (1774-1847)

Las calles de nuestra ciudad son mucho más que un espacio para el tránsito. Son ámbitos de vida. Son marcos y registros del complejo devenir ciudadano. Podríamos decir que en ellas se condensa y se conmemora la historia de los pueblos.

La nomenclatura urbana nos puede contar mucho sobre nuestra historia, dado que una gran parte de los nombres de las calles tiene carácter conmemorativo, es decir, han sido elegidos para conmemorar personalidades, eventos y valores que se consideran importantes para la sociedad. El uso de la información contenida en los nombres de las calles permite medir variables culturales a nivel local, lo cual resulta muy útil dado el creciente interés por estudiar las causas y consecuencias de factores culturales. Los nombres de las calles no son aleatorios, sino que representan señas culturales de una ciudad y su historia. Reflejan las decisiones conmemorativas de cada ciudad a lo largo del tiempo y, como tales, pueden entenderse como un “manifiesto” sobre sus valores culturales, políticos y sociales. Llegan a constituir toda una historia colectiva, cuya memoria no se desea olvidar.

Antiguamente a las calles no se las conocía por nombre alguno ni las casas se numeraban. Cuando se quería referenciar un lugar, se mencionaban otros aspectos como la cercanía de una iglesia, la residencia de una familia notable, alguna pulpería, cruce de caminos o abrevadero de reses.

En el surgimiento de los nombres de las calles podríamos reconocer dos tendencias: una que obedece a una decisión popular, y otra que está ligada a las acciones y prerrogativas del gobierno. Para explicarlas, tendríamos que remontarnos a los orígenes de la ciudad. Así, a poco de la conquista, se fijaron los primeros nombres según los hechos de armas y las fundaciones religiosas o civiles.

En la época colonial, cualquiera podía colocar una placa o pintar en la pared algún nombre en la esquina de una calle para que se aceptara que esa era su denominación. Los testimonios indican que por esos tiempos la decisión sobre el nombre de las calles estaba nutrida de la imaginación popular, de los usos y costumbres y que a las autoridades no les quedaba más remedio que dar su anuencia ante hechos consumados. Esta acción tenía una espontaneidad que permitía el ingreso a la memoria de algún suceso, personaje, etc.

Desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX, al extenderse la ciudad, en el oeste porteño se vio la necesidad de rotular calles de manera ordenada y, con posterioridad, proceder a numerar sus casas. En ese sentido se dieron los primeros pasos para elaborar un callejero que estuvo basado principalmente en la tradición oral ante la ausencia de nombres oficiales. La mayoría de los primeros nombres utilizados en bautizar las calles y plazas de nuestros barrios procede, evidentemente, de la denominación vulgar y espontánea que les adjudicaron sus habitantes. Así surgieron nombres tales como: “Camino a San Justo” (Av. Emilio Castro), “Camino de las Tropas” (Av. General Paz), “Camino Ancho” (Av. de los Corrales), “Camino a Cañuelas” (Av. Juan B. Alberdi), “Camino Real del Oeste” (Av. Rivadavia), “Camino del Matadero” (Lisandro de la Torre), entre otras.

Calles “federales”

Durante la época en que rigió los destinos de la patria el brigadier general Juan Manuel de Rosas la nomenclatura urbana fue objeto de algunos cambios, entre otros, el 28 de agosto de 1835 se nombró como “Camino del General Quiroga” el que uniría Rivadavia a San José de Flores y de “Federación” a de La Plata (ambos, tramos de la actual avenida Rivadavia).

Derrocado el gobierno de Rosas, en 1857 se impuso el nombre de Rivadavia a todo la extensión de la actual avenida y también, desde entonces y hasta muy entrado el siglo XX, se cambió la denominación a numerosas arterias de la ciudad que llevaban el nombre de federales ilustres: Agustín Mariano de Pinedo por Martínez Castro, Arana por Intendente Bullrich, General Costa por Aquino, Agustín Rabelo por Montenegro, Juan Bautista Bustos por José Barros Pazos, Del Restaurador por Soldado de la Frontera, José Rafael de Reyna por Guzmán,

Al respecto, hacia 1893 señalaba Adolfo Saldías: “Está bien, repito, que se honre hasta con el nombre de las calles a las más altas personalidades en las armas, en las letras, en la política, etc. Pero de aquí a decretar las celebridades a granel en un momento de simpatía o en un arrebato de partidismo hay una distancia inmensa”. De esta manera el Dr. Adolfo Saldías hacía referencia a la inclusión de apellidos muy ligados a las ideas políticas del momento.

En la actualidad Buenos Aires posee 2.165 calles, pero son pocas las que poseen nombre de destacados federales, pueden citarse: Heredia, Mansilla, Pacheco, Thorne y no muchas más. Ni siquiera Juan Manuel de Rosas posee una calle que lo recuerde.

Corvalán, familia de guerreros

En el nomenclador de la ciudad de Buenos Aires podemos hallar un puñado de calles denominadas con un apellido, y que homenajean a más de una persona. Las citamos a continuación, indicando entre paréntesis el número de individuos que evocan:

Bacon (2), Castex (2), Corvalán (6), Elía (2), Escalada (9), Esparza (4), Heredia (2), Ibarrola (2), Irigoyen (2), Lafuente (2), Laguna (2), Lanza (2), Lezama (2), Madariaga (2), Medina (3), Molina (3), Navarro (2), Olavarría (3), Olazábal (4), Peña (2), Pieres (2), Pinzón (2), Pizzurno (3), Quesada (4), Eugenio Ramírez (3), Robertson (2), Rojas (5), Sánchez (3), Saravia (3), Somellera (2), Urién (2), Varela (2), Viejobueno (3),

Entre ellas nos ocuparemos de Corvalán, calle que nace en la avenida Rivadavia al 10200, siendo uno de los límites de la plaza Ejército de los Andes, y finaliza en la avenida Francisco Fernández de la Cruz, extendiéndose a lo largo de 44 cuadras, atravesando los barrios de Villa Luro, Mataderos y Villa Lugano. Corvalán rinde homenaje a militares provenientes de una misma familia, a saber:

Eugenio Corvalán, nació en la ciudad de Mendoza en 1791. Participó en la expedición libertadora a Chile como capitán de la compañía de Zapadores del Ejército de los Andes, hallándose en las acciones de Chacabuco, Cerro del Gavilán, Talcahuano, Cancha Rayada y Maipú. Ascendido a sargento mayor y partió a la expedición libertadora al Perú. Finalizó su carrera militar en 1823 con el grado de coronel. Falleció el 6 de marzo de 1858.

Gabino Corvalán, nació en Mendoza en 1792. Inició su carrera de las armas en 1812 en el Regimiento de Arribeños. Luego prestó servicios a San Martín en el Regimiento 2 de Mendoza, hasta 1817. Con el grado de capitán tomó parte en la expedición libertadora al Perú y más tarde a la de Ecuador, donde alcanzó el grado de teniente coronel. Al fallecer su esposa en 1825, al año siguiente se ordena como sacerdote. Falleció en Mendoza, el 24 de febrero de 1842, mientras desempeñaba la función de gobernador del Obispado de Cuyo.

Victorino Corvalán, nació en Mendoza el 25 de marzo de 1791. En 1816 formó parte del ejército de los Andes. Con el Regimiento de Granaderos a Caballo atravesó la cordillera por el Paso de los Patos. Se batió en Las Coimas y Chacabuco. Le tocó perseguir a los dispersos y fue el primero que entró a Santiago. Participó luego en las acciones contra Talca y Chillán, Curapaligüe, Cancha Rayada, Rancagua y Maipú. Falleció en Mendoza el 25 de marzo de 1854.

Mateo Corvalán, nació en Mendoza en 1792. Formó parte del Ejército de los Andes atravesando la cordillera en la columna que mandó el general Las Heras. Asistió a la batalla de Chacabuco y a las acciones militares de Curapaligüe, Cerro Gavilán, toma de Arauco, Concepción, Talcahuano, Cancha Rayada y Maipú. Finalizó su carrera militar con el grado de sargento mayor. Falleció en Chile.

Manuel de la Trinidad Corvalán, nació en la ciudad de Mendoza el 28 de mayo de 1774, Cuando se produjo la primera invasión inglesa, era reconocido el 8 de octubre de 1806, como porta-estandarte y alférez del cuerpo de Voluntarios Arribeños. En la segunda invasión británica, el subteniente Corvalán participó el 2 de julio de 1807 en el combate de los Corrales de Miserere, bajo las órdenes del general Liniers. En 1814 fue Teniente Gobernador de San Juan. Cuando San Martín salió de Mendoza para reconocer los campos del Sud, delegó el mando militar en el teniente coronel Corvalán. A mediados de 1823, ya con el grado de coronel, fue enviado a Chile con el fin de reclamar la bandera que perteneció al Ejército de los Andes, para ser conservada en Mendoza, cuna de aquella falange libertadora; comisión que Corvalán cumplió, regresando a su ciudad natal con tan preciosa reliquia. Fue edecán del coronel Manuel Dorrego. Acompañó luego a Juan Manuel de Rosas en su campaña contra el gobierno de Lavalle, y cuando el Restaurador triunfó, con fecha 1º de octubre de 1829, es reincorporado a la Plana Mayor del Ejército y promovido a coronel efectivo en el arma de infantería. Nombrado edecán de Rosas al asumir el mando el 6 de diciembre de 1829, acompañó a aquel gobernante cuando salió a campaña en 1831 con motivo de las operaciones contra el general Paz, en la provincia de Córdoba. En 1833 participó de la campaña al Desierto comandando el 4º Regimiento de Caballería. En 1835 Rosas lo designó su primer edecán, promoviéndolo a coronel mayor en 1837 en premio a su lealtad y a sus servicios. Con posterioridad fue ascendido al grado de general. Falleció en Buenos Aires el 9 de febrero de 1847.

La asociación Patricios de Vuelta de Obligado, con sede en el barrio de Liniers, próximamente lo homenajeará colocando una placa en su memoria en la esquina de Av. Rivadavia, donde nace la calle que evoca al prócer.

Los mencionados precedentemente eran todos hijos del capitán Domingo Reje Corvalán y Manuela de Sotomayor. La calle Corvalán también rinde homenaje al hijo del general Manuel de la Trinidad:

José Corvalán, nació en Buenos Aires el 15 de setiembre de 1802. Se incorporó como cadete al Regimiento de Cazadores a Caballo y luego se incorporó al Ejército del Perú actuando a las órdenes del general San Martín, hallándose en la acción de Pasco. En 1823 marchó por segunda vez a la campaña del Perú. En 1827 con el grado de capitán, actuó en la guerra contra el Imperio del Brasil. El gobernador Rosas lo nombró comandante del Fuerte Federación (hoy Junín). Participó en varias acciones contra el indio: Laguna de Gómez, Tranquera de Loreto. Falleció el 15 de diciembre de 1842.

Por medio de las señales que uno y otro dejaron en el pasado, tienen en el presente y tendrán en el futuro, accederemos al conocimiento de la realidad de cada momento en la existencia de los pueblos, de su cultura real o ideal, de su historia, el ambiente social, etc. La nomenclatura de las calles conserva las huellas de la historia.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Oscar A. – Corvalán, familia de guerreros, Buenos Aires (2022)

jueves, 23 de marzo de 2023

Egipto Antiguo: La supervivencia del más apto

Egipto: La supervivencia del más apto

Weapons and Warfare

 



Los sucesores del rey persa Darío mostraron mucho menos interés en su satrapía egipcia. Dejaron incluso de hablar de boquilla sobre las tradiciones de la realeza y la religión egipcias. La actividad comercial comenzó a declinar y el control político se aflojó a medida que los persas centraron su atención cada vez más en sus problemáticas provincias occidentales y los "estados terroristas" de Atenas y Esparta. En este contexto de debilidad política y malestar económico, la relación de los egipcios con sus amos extranjeros comenzó a agriarse. Un año antes de la muerte de Darío I, estalló la primera revuelta en el delta. El siguiente gran rey, Jerjes I (486–465), tardó dos años en sofocar el levantamiento. Para evitar que se repitiera, purgó a los egipcios de los puestos de autoridad, pero no pudo detener la podredumbre. Mientras Jerjes y sus funcionarios estaban preocupados por luchar contra los griegos en las épicas batallas de las Termópilas y Salamina, los miembros de las antiguas familias provinciales del Bajo Egipto comenzaron a soñar con recuperar el poder; algunos incluso llegaron a reclamar títulos reales. Después de menos de medio siglo, el dominio persa comenzaba a desmoronarse.


El asesinato de Jerjes I en el verano de 465 proporcionó la oportunidad y el estímulo para una segunda revuelta egipcia. Esta vez, fue dirigida por Irethoreru, un carismático príncipe de Sais que seguía la tradición familiar, y la revuelta no fue tan fácil de sofocar. En un año, había ganado seguidores en todo el delta y más allá; incluso los escribas del gobierno en el Oasis de Kharga fecharon los contratos legales en el "año dos de Irethoreru, príncipe de los rebeldes". Solo en el extremo sureste del país, en las canteras de Wadi Hammamat, los funcionarios locales aún reconocían la autoridad del gobernante persa. Sintiendo la popularidad de su causa, Irethoreru apeló al gran enemigo de los persas, Atenas, en busca de apoyo militar. Todavía dolidos por la cruel destrucción de sus lugares sagrados por parte del ejército de Xerxes dos décadas antes, los atenienses estaban encantados de ayudar. Enviaron una flota de batalla a la costa egipcia, y las fuerzas greco-egipcias combinadas lograron hacer retroceder al ejército persa a sus cuarteles en Menfis y mantenerlos inmovilizados allí durante muchos meses. Pero los persas no iban a renunciar tan fácilmente a su provincia más rica. Eventualmente, por pura fuerza numérica, escaparon de Menfis y comenzaron a recuperar el país, región por región. Después de una lucha que duró casi una década, Irethoreru finalmente fue capturado y crucificado como una advertencia sombría para otros posibles insurgentes. Pero los persas no iban a renunciar tan fácilmente a su provincia más rica. Eventualmente, por pura fuerza numérica, escaparon de Menfis y comenzaron a recuperar el país, región por región. Después de una lucha que duró casi una década, Irethoreru finalmente fue capturado y crucificado como una advertencia sombría para otros posibles insurgentes. Pero los persas no iban a renunciar tan fácilmente a su provincia más rica. Eventualmente, por pura fuerza numérica, escaparon de Menfis y comenzaron a recuperar el país, región por región. Después de una lucha que duró casi una década, Irethoreru finalmente fue capturado y crucificado como una advertencia sombría para otros posibles insurgentes.

Los egipcios, sin embargo, habían disfrutado de su breve sabor a la libertad y no pasó mucho tiempo antes de que estallara otra rebelión, una vez más bajo el liderazgo de Saite y una vez más con el apoyo de Atenas. Solo el tratado de paz de 449 entre Persia y Atenas detuvo temporalmente la participación griega en los asuntos internos de Egipto y permitió la reanudación del libre comercio y los viajes entre las dos potencias mediterráneas. (Uno de los beneficiarios de la nueva dispensación fue Heródoto, quien visitó Egipto en algún momento de la década de 440). Sin embargo, el descontento egipcio no se evaporó. La perspectiva de otro gran levantamiento parecía segura.

En 410, la lucha civil estalló en todo el país, con casi la anarquía y la violencia intercomunitaria estallando en el sur profundo. Por instigación de los sacerdotes egipcios de Khnum, en la isla de Abu, matones atacaron el vecino templo judío de Yahvé. Los perpetradores fueron arrestados y encarcelados, pero, aun así, era una señal de que la sociedad egipcia estaba convulsa. En el delta, una nueva generación de príncipes tomó la bandera de la independencia, encabezada por el nieto del primer líder rebelde de cuarenta años antes. Psamtek-Amenirdis de Sais recibió su nombre de su abuelo, pero también llevaba el orgulloso nombre del fundador de la dinastía Saite, y estaba decidido a restaurar la fortuna de la familia. Lanzó una guerra de guerrillas de bajo nivel en el delta contra los señores supremos persas de Egipto, utilizando su conocimiento local detallado para desgastar a sus oponentes. Por seis años,

Finalmente llegó el punto de inflexión. En 525, Cambises aprovechó al máximo la muerte del faraón para emprender su toma de Egipto. Ahora los egipcios le devolvieron el cumplido. Cuando la noticia llegó al delta a principios de 404 de que el gran rey Darío II había muerto, Amenirdis se proclamó monarca de inmediato. Fue solo un gesto, pero tuvo el efecto deseado de galvanizar el apoyo en todo Egipto. A fines del 402, el hecho de su realeza fue reconocido desde las orillas del Mediterráneo hasta la primera catarata. Algunos vacilantes en las provincias continuaron fechando documentos oficiales del reinado del gran rey Artajerjes II, cubriendo sus apuestas, pero los persas tenían sus propios problemas. Un ejército de reconquista, reunido en Fenicia para invadir Egipto y restaurar el orden en la satrapía rebelde, tuvo que ser desviado en el último momento para hacer frente a otra secesión en Chipre. Habiéndose evitado así un ataque persa, se podría haber esperado que Amenirdis diera la bienvenida al almirante chipriota renegado cuando buscó refugio en Egipto. Pero en lugar de desplegar la alfombra roja para un compañero luchador por la libertad, Amenirdis hizo que el almirante fuera asesinado de inmediato. Fue una demostración característica del doble trato de Saite.

A pesar de tal crueldad, Amenirdis no disfrutó mucho tiempo de su trono recién ganado. Al tomar el poder a través de la astucia y la fuerza bruta, había despojado cualquier mística restante del cargo de faraón, revelando la realeza por lo que se había convertido (o, detrás del pesado velo del decoro y la propaganda, siempre había sido): el poder político preeminente. trofeo. Los descendientes de otras poderosas familias delta pronto tomaron nota. En octubre de 399, un señor de la guerra rival de la ciudad de Djedet dio su propio golpe, derrocando a Amenirdis y proclamando una nueva dinastía.

Para marcar este nuevo comienzo, Nayfaurud de Djedet conscientemente adoptó el nombre de Horus de Psamtek I, el fundador más reciente de una dinastía que había liberado a Egipto del dominio extranjero. Pero ahí terminó la comparación. Siempre cauteloso con las represalias persas, el breve reinado de Nayfaurud (399–393) estuvo marcado por una febril actividad defensiva. Su política exterior más significativa fue cimentar una alianza con Esparta, enviando grano y madera para ayudar al rey espartano Agesilao en su expedición persa.

En 393, cuando Agar, la heredera de Nayfaurud, se convirtió en rey, un hijo nativo sucedió a su padre en el trono de Egipto por primera vez en cinco generaciones. A pesar de tener un nombre que significaba “el árabe”, Agar estaba orgullosa de su identidad egipcia y estaba decidida a cumplir con las obligaciones tradicionales de la monarquía. Un epíteto favorito al comienzo de su reinado era “el que satisface a los dioses”. Pero la piedad por sí sola no podía garantizar la seguridad. Después de apenas un año de gobierno, la rivalidad interna entre las principales familias de Egipto golpeó de nuevo. Esta vez, fue el turno de Agar de ser depuesta, cuando un competidor usurpó tanto el trono como los monumentos de la incipiente dinastía.

A medida que el tiovivo de la política faraónica seguía girando, pasaron solo otros doce meses antes de que Agar recuperara su trono, proclamando con orgullo que estaba “repitiendo [su] aparición” como rey. Pero fue un alarde hueco. La monarquía se había hundido a un mínimo histórico. Desprovisto de respeto y despojado de mística, no era más que una pálida imitación de pasadas glorias faraónicas. Hagar logró aferrarse al poder durante otra década, pero su hijo ineficaz (un segundo Nayfaurud) duró apenas dieciséis semanas. En octubre de 380, un general del ejército de Tjebnetjer tomó el trono. Representó a la tercera familia delta en gobernar Egipto en solo dos décadas.

Sin embargo, Nakhtnebef (380-362) fue un hombre en un molde diferente al de sus predecesores inmediatos. Había sido testigo de primera mano de la reciente y amarga lucha entre los señores de la guerra en competencia, incluido "el desastre del rey que vino antes", y entendió mejor que la mayoría la vulnerabilidad del trono. Como militar, sabía que el poder militar era un requisito previo para el poder político. Por lo tanto, su prioridad número uno, con el país viviendo bajo la constante amenaza de la invasión persa, era ser un "rey poderoso que guarda Egipto, un muro de cobre que protege a Egipto". Pero también se dio cuenta de que la fuerza por sí sola no era suficiente. La realeza egipcia siempre había funcionado mejor a nivel psicológico. No en vano, Nakhtnebef se describió a sí mismo como un gobernante “que corta los corazones de los traidores”. Si la monarquía fuera a ser restaurada a una posición de respeto, necesitaría proyectar una imagen tradicional e intransigente al país en general. Entonces, de la mano de las maniobras políticas habituales (como asignar todos los puestos más influyentes en el gobierno a sus familiares y simpatizantes de confianza), Nakhtnebef se embarcó en el programa de construcción de templos más ambicioso que el país había visto en ochocientos años. Quería demostrar de forma inequívoca que era un faraón al estilo tradicional. En la misma línea, uno de sus primeros actos como rey fue asignar una décima parte de los ingresos reales recaudados en Naukratis, de los derechos de aduana sobre las importaciones fluviales y los impuestos recaudados sobre los productos fabricados localmente, al templo de Neith en Sais. Eso logró el doble objetivo de aplacar a sus rivales Saite mientras promocionaba sus propias credenciales como un rey piadoso. Siguieron otras dotaciones, sobre todo al templo de Horus en Edfu. Nada podría ser más apropiado que la encarnación terrenal del dios para dar generosamente al principal centro de culto de su patrón.

Nakhtnebef no estaba simplemente interesado en comprar crédito en el cielo. También reconoció que los templos controlaban gran parte de la riqueza temporal del país, las tierras agrícolas, los derechos mineros, los talleres artesanales y los acuerdos comerciales, y que invertir en ellos era la forma más segura de impulsar la economía nacional. Este, a su vez, fue el método más rápido y efectivo para generar ingresos excedentes con los que fortalecer la capacidad defensiva de Egipto, en forma de mercenarios griegos contratados. Así que aplacar a los dioses y construir el ejército eran dos caras de la misma moneda. Sin embargo, fue un acto de equilibrio complicado. Ordeñe los templos con demasiada avidez, y es posible que se molesten por ser utilizados como fuentes de ingresos.

Un estudioso sabio de la historia de su país, Nakhtnebef se movió para evitar la lucha dinástica de las últimas décadas al resucitar la antigua práctica de la corregencia, nombrando a su heredero Djedher (365–360) como soberano conjunto para asegurar una transición de poder sin problemas. Sin embargo, la mayor amenaza para el trono de Djedher no provenía de los rivales internos, sino de sus propias políticas domésticas y exteriores arrogantes. Sin compartir la cautela de su padre, comenzó su único reinado partiendo para apoderarse de Palestina y Fenicia de los persas. Tal vez deseaba recuperar las glorias del pasado imperial de Egipto, o tal vez sintió la necesidad de llevar la guerra al enemigo para justificar el continuo control del poder por parte de su dinastía. De cualquier manera, fue una decisión precipitada y tonta. Aunque Persia estaba distraída por una revuelta de sátrapas en Asia Menor, difícilmente podía esperarse que contemplara la pérdida de sus posesiones en el Cercano Oriente con ecuanimidad. Además, los vastos recursos que necesitaba Egipto para emprender una gran campaña militar corrían el riesgo de ejercer una presión insoportable sobre la todavía frágil economía del país. Djedher necesitaba urgentemente lingotes para contratar mercenarios griegos y estaba convencido de que un impuesto sobre las ganancias inesperadas en los templos era la forma más fácil de llenar las arcas del gobierno. Por lo tanto, junto con un impuesto sobre los edificios, un impuesto de capitación, un impuesto sobre la compra de productos básicos y cuotas adicionales sobre el envío, Djedher se movió para secuestrar la propiedad del templo. Habría sido difícil concebir un conjunto de políticas más impopular. Para empeorar las cosas, los mercenarios espartanos contratados con todos estos ingresos fiscales —mil tropas de hoplitas y treinta asesores militares— llegaron con su propio oficial, el antiguo aliado de Egipto, Agesilao. A la edad de ochenta y cuatro años, era un veterano en todos los sentidos de la palabra, y no estaba dispuesto a que le quitaran el mando de un cuerpo de mercenarios. Solo el mando de todo el ejército lo satisfaría. Para Djedher, eso significaba dejar de lado a otro aliado griego, el ateniense Chabrias, que había sido contratado por primera vez por Agar en la década de 380 para supervisar la política de defensa egipcia. Con Chabrias puesto a cargo de la marina, Agesilaos ganó el control de las fuerzas terrestres. Pero la presencia de tres egos tan grandes en la parte superior de la cadena de mando amenazaba con desestabilizar toda la operación. Con el resentimiento en el país en general por los impuestos punitivos, una atmósfera de sospecha y paranoia invadió la expedición desde el principio.

El relato más vívido de los acontecimientos que rodearon la desafortunada campaña 360 de Djedher lo proporciona un testigo presencial, un médico serpiente del delta central llamado Wennefer. Nacido a menos de diez millas de la capital dinástica de Tjebnetjer, Wennefer era el tipo de seguidor fiel favorecido por Nakhtnebef y su régimen. Después de un entrenamiento temprano en el templo local, Wennefer se especializó en medicina y magia, y fue en este contexto que llamó la atención de Djedher. Cuando el rey decidió lanzar su campaña contra Persia, Wennefer se encargó de llevar el diario oficial de guerra. Las palabras tenían una gran potencia mágica en el antiguo Egipto, por lo que este era un papel muy delicado para el cual un mago consumado y archienemigo era la elección obvia. Sin embargo, tan pronto como Wennefer partió con el rey y el ejército en su marcha hacia Asia, se entregó una carta al regente de Menfis en la que se implicaba a Wennefer en un complot. Fue arrestado, atado con cadenas de cobre y llevado de regreso a Egipto para ser interrogado en presencia del regente. Como cualquier funcionario exitoso en el Egipto del siglo IV, Wennefer era experto en librarse de situaciones comprometidas. A través de algunas maniobras astutas, salió de su terrible experiencia como un leal confidente del regente. Se le dio protección oficial y se colmó de regalos. Wennefer era experto en librarse de situaciones comprometedoras. A través de algunas maniobras astutas, salió de su terrible experiencia como un leal confidente del regente. Se le dio protección oficial y se colmó de regalos. Wennefer era experto en librarse de situaciones comprometedoras. A través de algunas maniobras astutas, salió de su terrible experiencia como un leal confidente del regente. Se le dio protección oficial y se colmó de regalos.

Mientras tanto, antes de que se disparara un tiro, la mayor parte del ejército había comenzado a abandonar a Djedher en favor de uno de sus jóvenes oficiales, nada menos que el príncipe Nakhthorheb, sobrino del propio Djedher e hijo del regente de Menfis. Agesilaos el espartano se deleitaba en su papel de hacedor de reyes y se unió al príncipe, acompañándolo de regreso a Egipto en triunfo, luchando contra un retador y finalmente viéndolo instalado como faraón. Por sus esfuerzos, recibió la suma principesca de 230 talentos de plata, suficiente para financiar a cinco mil mercenarios durante un año, y se dirigió a su hogar en Esparta.

Por el contrario, Djedher, caído en desgracia, desertado y depuesto, tomó la única opción disponible y huyó a los brazos de los persas, el mismo enemigo contra el que se había estado preparando. Wennefer fue enviado de inmediato a la cabeza de un grupo de trabajo naval para peinar Asia y rastrear al traidor. Djedher finalmente se ubicó en Susa, y los persas estaban muy contentos de deshacerse de su invitado no deseado. Wennefer lo llevó a casa encadenado y un rey agradecido lo colmó de regalos. En una época de inestabilidad política, valía la pena estar del lado ganador.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Países Bajos: El ejército holandés entre los siglos 17 y 18

Ejército holandés Siglos XVII - principios del XVIII

Weapons and Warfare


 

   
Infantería holandesa 1701-1713.



VENTAS DE PIKE Y SHOT SOCIETY

El control del Ejército Holandés, o “Ejército de la Generalidad” de las Provincias Unidas, como se le conocía formalmente durante este período, recayó inicialmente en los Regentes de los Estados de Holanda, sobre todo en Jan de Witt. Más tarde, este control pasó a Guillermo III, y aún más tarde a Marlborough, aunque los Regentes nunca entregaron su poder sobre la bolsa del Ejército. Esta poderosa palanca le dio a los Regentes de Holanda un control efectivo de la política holandesa más amplia y de la política exterior y militar. El mando del ejército fue una fuente inagotable de conflicto político entre las dinastías y la élite mercantil. Los orangistas siempre buscaron asegurar el mando para los hijos de la Casa de Orange, mientras que la facción republicana, o del partido de los Estados, estaba igualmente decidida a negar el mando a los Príncipes de Orange, incluso si eso significaba otorgárselo a un general extranjero. Se propusieron al mariscal francés Turenne y al general Wrangel de Suecia, y finalmente se aceptó Marlborough. Lamentablemente, el ejército no estaba preparado para el comienzo de la guerra holandesa (1672-1678). En la lucha real contra los invasores franceses, las milicias de la ciudad, incluidas muchas mujeres, tuvieron que rescatar a las tropas holandesas gravemente derrotadas, que endurecieron la resistencia. En dos años, el Ejército se recuperó y, a partir de entonces, mantuvo un alto nivel de profesionalismo y competencia. El ejército holandés también aumentó considerablemente en tamaño, alcanzando los 100.000 hombres en 1675. Bajo Guillermo III (entonces todavía Príncipe de Orange), muchos de sus oficiales eran nobles alemanes, ya que Guillermo encontró que estos eran más fáciles de influir y controlar que los oficiales holandeses. Con el regreso de la paz a fines de la década de 1680, el ejército se redujo temporalmente a 40.000 hombres. Su número aumentó de manera proporcional a la amenaza de Francia a partir de 1688, aumentando durante la Guerra de los Nueve Años (1688-1697). Formó el núcleo de la fuerza de William para la invasión de Inglaterra en 1688 (aunque también lo acompañaron muchos mercenarios). Unos 17 000 regulares holandeses permanecieron allí, o lucharon en Irlanda, hasta 1691. Alcanzó su fuerza máxima de 119 000 hombres en 1708, en comparación con solo 70 000 soldados británicos en el continente ese año. Esta fuerza holandesa se complementó de manera importante con otros 42.000 alemanes y suizos contratados con impuestos holandeses y actuando bajo el mando holandés. Durante la Guerra de Sucesión española (1701-1714), las fuerzas holandesas acordaron servir bajo el mando general de Marlborough, aunque no se le permitió mover o enviar al Ejército a la batalla sin el consentimiento previo de los Estados Generales. que estuvo representado sobre el terreno por varios subcomandantes holandeses. El número de tropas se redujo de 130.000 (incluidos los extranjeros) en 1712 a 90.000 en 1713 y solo 40.000 en 1715, con esta última fuerza una mezcla de holandeses, suizos y escoceses. En 1717, el ejército se redujo en otros 6.000 hombres a una fuerza permanente de 34.000.



Godard van Reede, primer conde de Athlone (1644-1703).

general holandés. Habiendo servido en varias guerras de las Provincias Unidas contra Luis XIV, incluida la Guerra de los Nueve Años (1688-1697), Athlone navegó con Guillermo III rumbo a Inglaterra durante la Revolución Gloriosa. Fue más eficaz en la lucha contra los jacobitas y la fuerza expedicionaria francesa en Irlanda después del Boyne (11 de julio de 1690). En 1691 capturó la ciudad de Athlone, en cuyo nombre fue ennoblecido más tarde. Comandó bien y ganó en Aughrim (12/22 de julio de 1691), donde infligió bajas enemigas a un ritmo diez veces mayor que el suyo (7.000 a solo 700). Eso obligó a los restos de los ejércitos irlandés y francés a retirarse a Limerick. Tomó la ciudad fortaleza en octubre de 1692, después de un largo asedio. Athlone luego se fue a los Países Bajos y la guerra contra Francia. Luchó en Steenkerke (24 de julio/3 de agosto de 1692) y el asedio de Namur (2 de julio-1 de septiembre de 1692). 1695). Pudo haber comandado el ejército holandés durante los primeros años de la Guerra de Sucesión española (1701-1714), pero en lugar de eso, magnánimamente se remitió a Marlborough, a quien sirvió como leal lugarteniente.

martes, 21 de marzo de 2023

Confederación Argentina: Los degolladores

Los degolladores

Revisionistas


Los degolladores, óleo de Cesáreo B. de Quirós.

-¿Cómo se degollaba, don Pascasio?

Esta pregunta se la oímos hacer hace más de un siglo a don Pascasio Rivas, un cordobés que anduvo en muchas y que también vio muchas…

-Y… lo más fácil.  Se le metía el cuchillo debajo de la oreja, detrás de la carretilla y se lo hacía bandear al otro lado.  Después no había más que cortar p’adelante.  Igual que a las ovejas.

El famoso gaucho alzado Ledesma, un temible asesino que, por una burla del destino, fue a morir en duelo criollo a manos de un pobre agente de policía (allá por mil ochocientos noventa y tantos), contaba en los fogones de las islas de Verde, frente al Saladero Cabal:

-Yo he degoyau de todo y a veces por curiosidá.  M’entretenía hasta con loj perroj y cualisquier bicho.  Y dispuej loj soltaba pa ver ande iban a parar.  El que va a cáir maj lejo ej el cristiano.

En nuestra historia del siglo XIX abundan los casos de degüellos, tal vez porque fuimos durante ese lapso un pueblo eminentemente ganadero.  La mayor industria que tuvimos, por no decir la más importante, el saladero, era una verdadera orgía de sangre.  Al animal se lo enlazaba, desjarretaba y degollaba en medio de una batahola de gritos y perros, y entre charcos de sangre y pisando achuras y residuos.  La muchachada de la ciudad y de los pueblos iba a los saladeros y mataderos a entretenerse viendo degollar reses.  Esteban Echeverría ha dejado tal vez una de sus mejores páginas en la dramática descripción de estas faenas.  Estas cosas no se vieron jamás en Europa.  Y menos en esas aldeas donde se mataba un cerdo una vez al año y donde faenar una vaca era algo inconcebible, al extremo de que si la parición de ésta coincidía con el  parto de la nuera, lo más probable era que el suegro corriese en busca del veterinario y se dejaba a la parturienta en manos de la abuela y alguna vecina.

En tiempos no tan lejanos los chicos jugaban a los vaqueros y a los astronautas.  En el campo y aun en los pueblos y ciudades a donde llegaba la influencia rural, se jugaba a “las estancias”.  Se simulaban yerras, y naturalmente se “degollaban reses”, para lo cual no faltaban los que se prestaban a ser novillos y los que la oficiaban de “degolladores”.

Alguna vez oímos a nuestras abuelas referirse a los tiempos en que eran niñas:

-Teníamos que esconder las muñecas porque los muchachos las degollaban para jugar.

Cuando había que sacrificar un animal no se pensaba sino en degollarlo, aunque se tratase de un caballo de carrera que había sufrido una quebradura incurable.  El dueño lo mandaba degollar, porque así lo determinaba la costumbre.  Y no se le ocurría abreviarle a la pobre bestia los sufrimientos pegándole un tiro, aunque estuviese con el revólver en el cinto y los ojos llenos de lágrimas.

Un tal Argumedo, hijo de un comandante entrerriano, contaba:

-Mi padre me enseñó a degollar.  La primera volada me la dio cuando tenía catorce años.  Al principio cuesta y uno se embadurna entero.  Pero después se hace baquiano.

Ha sido precisamente un pintor entrerriano, Cesáreo Bernaldo de Quirós, quien ha dejado uno de los documentos más dramáticos de esos tiempos.  Se trata de los cuadros “Los degolladores” y “El matadero”, que se exhiben en el Museo Nacional de Bellas Artes.  El de “Los degolladores”, sobre todo, horroriza por su tremendo realismo, acentuado por el violento colorido, con predominio del rojo, como casi toda la obra de ese artista.  Allí se ve también una manta extendida sobre los pastos, donde se han ido arrojando las prendas de plata quitadas a los condenados.  Era el pago que a veces recibían los degolladores para cumplir su oficio.

Cesáreo Bernaldo de Quirós tuvo buenos motivos de inspiración en su tierra natal, sobre todo con los procedimientos de Justo José de Urquiza, que, según la tradición, mandaba degollar a los ladrones.  Se cuenta que hubo quien perdió la cabeza por haberle robado una sandía.  A Santa Fe fue a parar uno que se escapó arañando de que Justo lo hiciese degollar por uno de estos delitos.  Cayó a la ciudad de Estanislao López ostentando un gran claro sobre la frente, donde no le había quedado sino uno que otro pelito.  Tomado firmemente de los cabellos, en el momento en que le arrimaron el cuchillo dio un tremendo cabezazo hacia atrás y escapó.  El frustrado degollador se quedó bramando de indignación con el mechón entre los dedos, mientras el otro ganaba el monte con tan buenas ganas de disparar que no lo alcanzaron ni con perros.  “Jamás volveré a degollar sin haberlos maneado antes”, fue el amargo comentario del burlado…

No es para extrañarse de que aquél dejase el jopo en manos de su presunto degollador.  En trance de morir, el ser humano suele adquirir fuerzas descomunales.  Cuando degollaron en Cayastá, siglo XIX, al conde Tessieres de Bois Bertrand con toda una numerosa familia, en uno de los hechos más dramáticos que es posible imaginar, un muchacho de catorce años, en un descuido de los asesinos que habían cerrado todas las puertas de la residencia para no dejar uno vivo, escapó a través de una sólida reja doblando los hierros.  Cuando después se hizo la reconstrucción del crimen, el pobre chico no pudo hacer pasar siquiera la cabeza por el sitio por donde él mismo había escapado en un momento de desesperación.

Muchas veces, por circunstancias especiales –venganzas personales, odios políticos profundos, etc.- los degolladores prolongaban el suplicio.  Tal es lo que ocurrió en Tucumán con el doctor Marco Avellaneda.  Dicen que lo ultimaron con un cuchillo desafilado y mellado, y como el degollador, probablemente a propósito, demoraba la faena, el doctor Avellaneda le gritó: “Apure, apure…”.

Degüello también por venganza fue el que ocurrió en La Cimbra (Santa Fe) con el hotelero suizo Antonio von Will, quien había venido de Nueva York para atender un negocio de su hermano, que debía viajar a Suiza.  En esos días se produjo la revolución de 1893 y los radicales tomaron el pueblo de Helvecia, distante 15 kilómetros de Cayastá.  El gobierno mandó tropas, a las que se agregaron varios cientos de irregulares y merodeadores.  Von Will aprovechó que se detuvieron en las proximidades de Cayastá y corrió a avisar a Helvecia.  Allí los revolucionarios esperaron prevenidos a sus adversarios y les hicieron treinta muertos, entre los que cayó el comandante de milicias Camilo Romero.  Retomado más tarde el gobierno, su hermano Benito, también comandante, sacó una noche sigilosamente a von Will y lo hizo degollar junto a un arroyo.  En venganza por la muerte de su hermano –y también, sin duda, por ser gringo y meterse en las cosas nuestras- ordenó al victimario:

-Degoyalo a lo chanco y removele el cuchiyo.

Es decir, que le clavara el cuchillo en la garganta, hacia abajo, y le hurgara la herida hasta verlo morir.

En condiciones también muy crueles –si es que se puede agregar mayor crueldad a un degüello- fue muerto el coronel Martín de Santa Coloma, apenas terminó la batalla de Caseros.

No bien cayó prisionero, fue llevado a presencia de Urquiza, quien ordenó secamente:

-Degüellenló por la nuca,  Así paga las que ha hecho.

No era faena fácil eso de degollar por la nuca.  Había que cortar primero los músculos de la parte posterior del cuello, para abrir camino hasta la columna vertebral.  Allí, con el filo del cuchillo, se busca una articulación de las vértebras para seccionar la columna y llegar luego a la garganta.  Si el degollador le erraba a la articulación en los primeros intentos o se ponía nervioso, como el verdugo que, según Maurois, decapitó a María Estuardo, el trabajo se prolongaba.  Lo más probable entonces, era que se decidiese a cortar en cualquier parte hachando a machetazos el espinazo.  La sección de la médula abreviaba la agonía.

En su historia de Corrientes, el doctor Francisco Mansilla relata las alternativas del degüello de Pago Largo, de acuerdo a lo que le refiriera un testigo.  Dice que alinearon a los prisioneros y los fueron contando.  Cada diez sacaban uno y lo degollaban,  Cuando llegaron al otro extremo, comenzaron de nuevo en sentido inverso.  La oficialidad de las fuerzas entrerrianas presenciaba el espectáculo, festejando lo que le causaba gracia.  También andaba entreverado el mayor Calventos, quien se paseaba sobando cuidadosamente una lonja de piel fresca:

-Esta se la saqué del lomo a Berón de Astrada…

Se dice que con ella fabricó una manea que mando a Juan Manuel de Rosas.

En el cuadro de Quirós los degollados aparecen con las manos atadas a la espalda y los pies también amarrados.  Así se los degollaba más fácil, pues los prisioneros –sobre todo si eran de agallas- se defendían como podían.

Por ejemplo, el valiente coronel Martiniano Chilavert, que murió atacando a sus verdugos a puñetazos y puntapiés, había sido jefe de la artillería rosista en Caseros.  Pero Chilavert se resistió por un motivo distinto; Urquiza quiso hacerlo fusilar por la espalda.  Cayó acribillado a bayonetazos, golpes de sable y culatazos.  Pero no le dio a Urquiza el gusto de que lo vieran morir como un traidor, que nunca lo había sido y menos en su Patria.

Todo lo que se acaba de relatar causa horror y no es para menos.  Pero ello no ha sido algo exclusivo de los argentinos y menos de “los tiempos del rosismo”.  Tampoco nuestros comandantes de campaña eran tan refinados como para inventar suplicios como los que los hombres de toga mandaron aplicar a Tupac Amarú, condenándolo a ser descuartizado atando sus miembros a cuatro caballos, mientras mandaron cortar la lengua y después degollar a su esposa, sus hijitos y todos los parientes más o menos cercanos.  El caballero Martín de Alzaga, héroe durante las invasiones inglesas, mandó aplicar tormento a un pobre infeliz acusado de difundir noticias de la Revolución Francesa.  Rodeado de toda la aparatosidad legal y procesal de circunstancias, el verdugo le amarró las manos y le fue introduciendo cuñas de hierro debajo de cada uña.  La sesión indagatoria se repitió dos veces.  En la primera se le destrozaron las uñas de los dedos de una mano; en la segunda se le mutiló la otra.  Encima resultó que el pobre era inocente.

El ambiente en que se vivió durante el siglo XIX en nuestro país bien pudo producir gente insensible y bárbara.  Pero de alguna pasta muy buena debe estar amasado el espíritu de nuestro pueblo cuando, a pesar de ello, jamás permitió un linchamiento ni acepta la pena de muerte y ni siquiera admite que se realicen corridas de toros….  No deja de ser alentador este largo camino recorrido por los argentinos desde la frecuentación de esos degüellos que hemos relatado y el respeto por la vida ajena que actualmente forma parte de nuestra modalidad nacional.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Vigo, Juan M. – La historia chica: Los degolladores, Buenos Aires (1967)

Portal www.revisionistas.com.ar

lunes, 20 de marzo de 2023

Humor: ¿Quien fundó VW?


Ford: ¡Fuimos fundado orgullasamente por Henry Ford!

Toyota; Nuestro fundador fue el visionario Kiichiro Toyoda

Volkswagen: ...

NdA: Volkswagen fue fundada por el Partido Nacional de los Trabajadores, una rama del Partido Nacional Socialista alemán.


domingo, 19 de marzo de 2023

SGM: La defensa británica de Irak

Gran Bretaña se defiende en Irak

Weapons and Warfare





La Fuerza Británica del Desierto Occidental y, más tarde, el Octavo Ejército Británico dependieron considerablemente del petróleo iraní e iraquí para impulsar las operaciones militares durante la campaña del norte de África. Si bien se produjeron importantes enfrentamientos militares durante la campaña del norte de África, otras operaciones militares en el Medio Oriente comenzaron a socavar la primacía de Gran Bretaña en la región. En la primavera de 1941, la intriga del Eje para socavar la influencia británica en Irak culminó en enfrentamientos armados durante la guerra anglo-iraquí (del 2 al 31 de mayo). Durante este conflicto, la Luftwaffe alemana voló desde aeródromos en Siria y Líbano para atacar a las fuerzas británicas en Irak. Bajo el control francés de Vichy, Alemania también usó Siria y el Líbano para reabastecer a las fuerzas iraquíes alineadas con el Eje. En respuesta, Gran Bretaña atacó objetivos tanto en Siria como en el Líbano durante la Operación Exportador (del 8 al 14 de junio de 1941).

Tras la desaparición del Imperio Otomano al final de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones designó a Mesopotamia como una entidad política administrativa "obligatoria". Como resultado, después de la Gran Guerra se hizo referencia a la región como el Mandato Británico de Mesopotamia. Con el surgimiento tanto del nacionalismo árabe como del fundamentalismo islámico en los dos siglos anteriores a la Primera Guerra Mundial, la población de Irak no estaba de humor para pasar del dominio otomano al control británico. Reconociendo esta realidad, Gran Bretaña hizo la transición del Mandato (1920) al Reino de Irak, con independencia nominal, en 1932.

Sin embargo, dadas las necesidades estratégicas provocadas por la guerra global en 1939, Londres avanzó hacia la recreación del “Comando de la RAF en Irak”, que sirvió como grupo paraguas para la RAF, la Royal Navy, el ejército británico, la Commonwealth y a nivel local. unidades militares desarrolladas que caen bajo el mando de un oficial de la RAF que sirvió en el rango de vicemariscal aéreo. Si bien el Mandato británico de Mesopotamia llegó a su fin oficialmente en 1932, dos años antes, en 1930, se creó el Tratado anglo-iraquí que permitía a Gran Bretaña mantener una presencia de tropas más allá del Mandato. Como resultado, el Comando de la RAF en Irak hizo la transición a "Fuerzas británicas en Irak", y su presencia se mantuvo al mínimo en términos de fuerza de tropas y se limitó a dos bases de la RAF, RAF Shaibah, cerca del puerto clave de Basora en el Golfo Pérsico, y RAF Habbaniya, a unas 50 millas al oeste de Bagdad.

Sin embargo, en 1937, Gran Bretaña eliminó todas las fuerzas excepto una pequeña para proteger las bases aéreas, a medida que el sentimiento nacionalista crecía en fervor. Después de 1937, el gobierno de Irak asumió la plena responsabilidad de la seguridad interna del país. Las operaciones de inteligencia italiana dentro de Irak pronto aumentaron con el objetivo de socavar la influencia británica. El 31 de marzo de 1941, mientras la guerra se desataba en Europa y el norte de África, el regente de Irak, el príncipe Abd al-Ilah, se enteró de un complot para derrocar a la monarquía. Posteriormente, el príncipe fue llevado a la RAF Habbaniya y luego transferido al buque de guerra británico HMS Cockchaafter. El primer ministro Rashid Ali tomó el poder el 3 de abril de 1941, en un golpe respaldado por el "Cuadrado dorado", que se convirtió en el nombre colectivo de tres oficiales de alto nivel del Ejército Real Iraquí y un oficial de alto nivel de la Real Fuerza Aérea Iraquí.

El gobierno de Ali fue inmediatamente reconocido por Italia y la Alemania nazi. Ali firmó un acuerdo secreto con el embajador italiano que tenía la intención de unir a Siria e Irak y nacionalizar todos los recursos petroleros, así como proporcionar a las potencias del Eje tres instalaciones portuarias fortificadas clave, con control en un radio de 20 millas. Luego, Irak cortó el oleoducto de la Compañía Petrolera de Irak controlada por los británicos en Haifa, Palestina, y redirigió el petróleo a Trípoli en el Líbano, que entonces estaba bajo el control del régimen francés de Vichy. En un trato paralelo con los alemanes, Ali prometió el uso de todas las instalaciones militares en Irak, en caso de que los británicos fueran desalojados con éxito.

Ali luego exigió que Gran Bretaña retirara todo el personal militar de Irak. Si bien Ali fue apoyado inicialmente por Roma, el 17 de abril de 1941 solicitó asistencia militar de Berlín, en caso de que Gran Bretaña tomara alguna acción militar contra su "Gobierno de Defensa Nacional". El Cuartel General (GHQ) India envió la "Fuerza Sabine", una brigada con base en Karachi (actual Pakistán), con órdenes de asegurar Basora y brindar el mejor apoyo posible a las fuerzas británicas en RAF Shaibah y RAF Habbaniya. Sin embargo, al aterrizar en Basora el 18 de abril, la brigada fue capturada por las fuerzas iraquíes. Luego, Gran Bretaña envió la 2.ª Brigada de la 10.ª División de Infantería de la India, que llegó a Basora el 29 de abril, junto con el portaaviones Hermes y dos cruceros.

Una vez que se enteró de la decisión de Gran Bretaña de escalar en lugar de aceptar, Ali movilizó al ejército y las fuerzas aéreas iraquíes y les ordenó tomar la base de la RAF en Habbaniya. Para el 1 de mayo, alrededor de 9000 soldados iraquíes y una variedad de vehículos blindados, armas y artillería amenazaron la base que albergaba aviones británicos bastante obsoletos, que se utilizaba principalmente para servir como escuela de vuelo de cadetes con biplanos más antiguos, aviones de la era de la Primera Guerra Mundial. . Presentes en la RAF Habbaniya había alrededor de 1350 miembros del personal británico en la base (1000 de la RAF y el 1.er Batallón del Regimiento Real del Rey [KORR] de 350 hombres), además de aproximadamente 1200 miembros del personal de policía iraquí y kurdo. No obstante, el vicemariscal del aire Harry Smart tenía solo 35 aviadores en la base que sabían cómo volar un avión, y solo tres de esos pilotos tenían experiencia en combate.

En medio de la crisis, los cables iban y venían con Londres, mientras Smart intentaba determinar qué se esperaba y qué curso de acción estaba dispuesto a autorizar el alto mando británico. Los contactos fueron con el Ministerio de Relaciones Exteriores en lugar de con el liderazgo militar británico, lo que generó una mayor preocupación dentro de Irak con el nivel de ambigüedad en las comunicaciones provenientes del cuerpo diplomático sobre lo que Londres realmente quería. Smart buscó algo más definitivo y a ser posible algo directamente del alto mando militar británico, porque cada vez que pedía orientación a sus superiores militares, intuía que nadie quería apropiarse de ninguna acción militar, ni siquiera en defensa, dentro de Irak.



Posteriormente, Smart hizo que el embajador británico en Bagdad emitiera una demanda para que las tropas iraquíes se retiraran del perímetro de la base aérea a las 8 am del 2 de mayo. Sin embargo, aparentemente buscando las ventajas de la oscuridad y creyendo que los iraquíes no tenían intención de retirarse, Smart ordenó a su avión disponible que encendiera los motores a las 4:30 am. Treinta minutos después, la RAF comenzó a atacar las posiciones iraquíes que rodeaban la base aérea. Al final del día, cada piloto había realizado seis bombardeos contra las fuerzas atrincheradas. Los 33 aviones que volaban desde Habbaniya pronto se unieron a 8 bombarderos Wellington que volaban desde RAF Shaibah.

El Comité de Defensa Imperial, ahora en guerra en Irak, transfirió el mando de las fuerzas terrestres dentro del país al Comando Británico de Medio Oriente desde India y pidió al General Wavell que proporcionara una fuerza de socorro para la base aérea. La fuerza establecida para ingresar a Irak se denominó “Habforce” (abreviatura de Habbaniya Force) y consistió en una fuerza conjunta británica, que inmediatamente emprendió el viaje de 535 millas desde Haifa, Palestina, a través de Transjordania hasta Habbaniya el 11 de mayo. Sorprendentemente, particularmente dado el estado primitivo del equipo y la escasez de aviadores entrenados, las fuerzas de la RAF Habbaniya pudieron neutralizar la amenaza a la base antes de que llegara Habforce.

A principios de mayo de 1941, el gobierno francés de Vichy y Alemania firmaron los Protocolos de París, por los que Alemania podía enviar tropas al norte de África francés y Siria. Esto brindó a Berlín la oportunidad de establecer bases para proyectar fuerza militar en Irak e Irán y, en el caso de Túnez, con el fin de desafiar el control británico en Egipto. El 6 de mayo, Alemania concluyó un acuerdo con los franceses de Vichy para liberar materiales de guerra, incluidos aviones, de reservas selladas en Siria y enviarlos a las fuerzas iraquíes que luchan contra Gran Bretaña. Estos arreglos incluían poner a disposición de Alemania varias bases aéreas en el norte de Siria para transportar aviones de la Luftwaffe a Irak. Del 9 al 31 de mayo, unos 100 aviones alemanes y 20 aviones italianos aterrizaron en aeródromos sirios. En Siria, Los aviones alemanes fueron pintados con marcas de la Real Fuerza Aérea Iraquí. Entre el 10 y el 15 de mayo, estos aviones volaron a Mosul, Irak, y comenzaron ataques aéreos contra las fuerzas británicas en todo Irak.

El 13 de mayo, el primer tren cargado de suministros del Eje y Vichy de Siria llegó a Mosul a través de Turquía, y los iraquíes recibieron 15.500 rifles, 6 millones de rondas de municiones, 200 ametralladoras, 900 cinturones de municiones y cuatro cañones de campaña de 75 mm con 10.000 conchas. Se realizaron dos entregas adicionales el 26 y 28 de mayo, que incluyeron ocho cañones de 155 mm, 6000 proyectiles, 354 ametralladoras, 30 000 granadas y 32 camiones.

Con la disipación de la amenaza inmediata a la RAF Habbaniya a finales de mayo, los líderes británicos pusieron su mirada en Rashid Ali, que entonces estaba instalado en Bagdad. Los elementos de Habforce se combinaron con unidades selectas que habían avanzado sobre Habbaniya desde Basora. La "Brigada" Habbaniya estaba formada por Kingcol, que se reforzó con el 2º Batallón de Rifles Gurkha, el ejército indio, una variedad de artillería ligera y un grupo de RAF Assyrian Levies.



La brigada marchó sobre Bagdad a través de Faluya, que contenía un puente clave sobre el río Éufrates. Sin embargo, el 22 de mayo, la 6.ª Brigada de Infantería iraquí (3.ª División de Infantería iraquí) contraatacó en las proximidades de Faluya, con el apoyo de tanques ligeros italianos (Fiat). Los líderes británicos se movilizaron en fuerzas de reserva para contrarrestar el ataque e hicieron retroceder al 6º iraquí. Al día siguiente, los aviones de la Luftwaffe atacaron y las posiciones aliadas y británicas en Faluya y sus alrededores fueron ametralladas por el Fliegerfuhrer Irak. Las fuerzas alemanas bajo comandantes como Rommel y Heinz Wilhelm Guderian tenían la capacidad de coordinar sus ataques, combinando efectivamente operaciones aéreas y terrestres. Sin embargo, más allá de las operaciones conjuntas alemanas, cuando Alemania intentó ayudar a otros ejércitos, como el ejército iraquí en Faluya, los ataques no se coordinaron de manera tan eficiente. resultando en huelgas que no fueron tan efectivas como podrían haber sido de otro modo. Por ejemplo, como el 6º iraquí contraatacó el 22 de mayo, y si el Fliegerführer Irak hubiera recibido instrucciones de haber volado en apoyo en ese momento, la efectividad del contraataque se habría amplificado significativamente.

En cambio, el 6.º atacó sin apoyo aéreo, y los ataques aéreos solo tuvieron lugar después de que el 6.º iraquí fuera rechazado y perdiera la iniciativa. Si bien las potencias del Eje tenían fuerzas armadas poderosas, su capacidad de proyección de poder frente a los británicos carecía de una presencia avanzada similarmente robusta y, en el modelo británico, una presencia avanzada destinada a realizar operaciones integradas y combinadas a nivel de coalición. Esto destaca una ventaja comparativa del Imperio Británico en relación con sus competidores y sus oponentes. Esta ventaja en la era moderna surgió de la capacidad de Gran Bretaña de haberse entrenado con una variedad de fuerzas militares en todo el mundo, en contraste con el entrenamiento limitado para operaciones conjuntas de las fuerzas del Eje en el Medio Oriente, fuera del norte de África.

Una batalla estrictamente alemana contra fuerzas estrictamente británicas entre 1940 y 1942 proporcionó una ventaja competitiva a la capacidad alemana conjunta (panzers, infantería, artillería, aire) de coordinarse en un enfrentamiento a la velocidad del rayo o en una serie de enfrentamientos (campaña). Sin embargo, la doctrina militar británica no se basó en la doctrina unilateral, es decir, en luchar solo. Había construido y confiado en su ventaja estratégica, multilateral y competitiva a nivel mundial para superar los desafíos operativos y tácticos. Esto requería trabajar en estrecha colaboración con las fuerzas de la Commonwealth y las aliadas en operaciones conjuntas combinadas. Por lo tanto, los alemanes, por mucho que lo intentaron, no pudieron establecer las condiciones en las que la lucha fuera simplemente una guerra entre alemanes y británicos, una guerra en la que las ventajas de la coalición de Londres serían neutralizadas.

En ninguna parte se ejemplificó esto mejor que en las operaciones en el Medio Oriente durante la Segunda Guerra Mundial, ya que Alemania simplemente no poseía los medios para coordinar, generar recursos y luchar juntos tan efectivamente como lo hizo Gran Bretaña con sus aliados en el norte de África o en el Medio Oriente. Esto se puede atribuir a la incapacidad de los blindados alemanes para transitar por el Canal de la Mancha, su incapacidad para superar la inmensidad de la Unión Soviética y la incapacidad de la Luftwaffe para atacar el arsenal de la democracia (América), que proporcionó tanto a los británicos como a los soviéticos. obliga a los materiales necesarios para permanecer en la lucha mucho más tiempo de lo que habría sido el caso de otra manera.

Mientras la Brigada Habbaniya continuaba hacia Bagdad, las fuerzas de la Commonwealth británica (ejército indio) en Basora comenzaron a avanzar hacia el norte, hacia la capital iraquí. En dos operaciones complementarias lanzadas el 27 de mayo de 1941, la “Brigada del Éufrates” (20.ª Brigada de Infantería de la India) en la Operación Regata se desplazó hacia el norte por carretera y barco fluvial río arriba del Éufrates, mientras que la “Brigada del Tigris” (21.ª Brigada de Infantería de la India) transitó por barco por el río Tigris durante la Operación Regata. Setenta y dos horas después, la 25.ª Brigada de Infantería de la India (3.ª Brigada, 10.ª División de Infantería de la India) aterrizó en Basora e inmediatamente se dirigió al norte hacia Bagdad. El 29 de mayo, el Gobierno de Defensa Nacional de Ali se derrumbó, y Ali partió primero a Irán y luego a Berlín, donde fue recibido por Hitler como jefe del gobierno iraquí.

Con el fin de neutralizar los esfuerzos de Alemania para establecer una presencia militar en Siria y el Líbano (lo que le daría a Berlín la capacidad de proyectar poder militar tanto en Egipto como en Irak), Gran Bretaña llevó a cabo la campaña Siria-Líbano (cuyo nombre en clave es Operación Exportador) desde el 8 de junio. al 14 de julio de 1941. La Operación Exportador implicó una fuerza aliada combinada de británicos, indios, australianos, árabes y franceses libres, que atacaron a las fuerzas francesas de Vichy alineadas con Alemania tanto en Siria como en el Líbano. Exporter solicitó cuatro líneas de avance de las fuerzas aliadas: una que se desplazara hacia Damasco (Siria); un segundo avance sobre Beirut (Líbano) de fuerzas originarias de Palestina; un tercero contra las fuerzas otomanas en el norte de Siria y en Palmira (Siria central); y el cuarto avance sobre Trípoli por parte de las tropas aliadas dentro de Irak.

El 21 de junio, las fuerzas aliadas ocuparon Damasco y, al día siguiente, Hitler lanzó la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética. Cualquier apoyo, material o mano de obra adicional que las fuerzas del Eje que luchaban en Siria y el Líbano habían planeado originalmente sería, en adelante, bastante limitado, ya que Alemania, atrapada en una lucha existencial con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, es decir, la Unión Soviética ( URSS), simplemente no podría abastecer adecuadamente a sus unidades que luchan en el norte de África y en el Medio Oriente. Para la segunda semana de julio, la posición francesa de Vichy con Siria y el Líbano se había derrumbado, y las rendiciones masivas llevaron a que estas fuerzas se retiraran del Medio Oriente. De los 38.000 franceses de Vichy hechos prisioneros, sólo unos 6, 000 optaron por unirse a los franceses libres dirigidos por Charles de Gaulle, que voló a la región a fines de julio de 1941 para felicitar personalmente a los vencedores. Poco después, el general francés libre Georges Catroux fue nombrado gobernador militar de Siria y Líbano.

Con el empuje alemán hacia el este durante la Operación Barbarroja, Gran Bretaña creía que el objetivo de Hitler, además de destruir el régimen de Stalin, era tomar el control de las tierras agrícolas de Ucrania, los campos petroleros ubicados en Rumania y el Mar Caspio (Bakú, Azerbaiyán). y una vez instalados en el Cáucaso, avanzar hacia el sur para controlar las reservas de petróleo iraquíes e iraníes. En el verano de 1941, mientras la amenaza del Eje a Irak y Siria se había reducido significativamente, las fuerzas de Rommel en el norte de África continuaron amenazando a Alejandría, El Cairo y el Canal de Suez. Cuando el Tercer Reich atacó con una fuerza masiva en Barbarroja y se dirigió hacia el Cáucaso, Londres creía que las fuerzas alemanas habían planeado utilizar la red ferroviaria turca para avanzar tanto desde los Balcanes como desde el Cáucaso.

Pronto se hizo evidente que las fuerzas alemanas bajo el mando del generalfeldmarshal Eward Kleist en el frente ruso, avanzando hacia el Cáucaso, deseaban unirse a las fuerzas alemanas bajo el mando de Rommel, en caso de que tuviera éxito en invadir a los británicos en Egipto y marchar hacia el Medio Oriente más amplio. La esperanza estratégica general era avanzar hacia la India y vincularse con un imperio japonés que estaba presionando hacia el oeste a través de Asia. En el verano de 1941, después de la caída de Francia y después de que Gran Bretaña sufriera un ataque aéreo salvaje por parte de la Luftwaffe, el ataque contra los soviéticos trajo recuerdos de los rusos que fueron eliminados de la Primera Guerra Mundial y todo el poder del Kaiser se convirtió. hacia el oeste en Gran Bretaña y Francia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Londres comenzó a referirse al "Frente Norte", que se refería a una línea de defensa que las fuerzas aliadas tomarían en caso de una derrota soviética a manos de Alemania. Tal derrota conduciría a un aumento esperado de tropas alemanas que descenderían al Cáucaso y amenazarían a Turquía e Irán neutrales. Los líderes alemanes una vez más vieron el uso de los ferrocarriles como una oportunidad para eludir la supremacía marítima británica y aliada y permitir que Berlín proyectara rápidamente el poder militar hacia el interior.

Por lo tanto, se volvió crítico que la Unión Soviética debería estar lo suficientemente abastecida para evitar que se repitiera el colapso del Imperio Ruso, similar a lo que ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, que luego permitió al Kaiser dirigir sus recursos y atención hacia el frente occidental. , en general, y hacia Gran Bretaña y Francia, en particular. En esa campaña y tras el colapso ruso, Alemania avanzaba lentamente contra las fuerzas aliadas. El colapso de Rusia movilizó inmediatamente a Estados Unidos. La presencia de 1,5 millones de soldados estadounidenses, junto con la afluencia masiva de suministros, contrarrestó la capacidad de Alemania de colocar todo su enfoque y recursos en Occidente. Si la Unión Soviética fue eliminada en la campaña actual, Gran Bretaña temía que la capacidad de Alemania para proyectar fuerza a través del continente euroasiático a través del ferrocarril neutralizaría su tradicional ventaja marítima. La adquisición de petróleo de Medio Oriente y cortar la línea de vida de Gran Bretaña con la India sería posible si los soviéticos no pudieran enfrentarse a la Wehrmacht. En consecuencia, el imperativo estratégico aliado pasó a ser: dotar al ejército soviético de los recursos suficientes para enfrentarse a la Alemania nazi y abrir un segundo frente en Occidente lo antes posible.

Tras la invasión alemana de la Unión Soviética, Gran Bretaña y la URSS se convirtieron en aliados formales. Estos desarrollos llevaron a una estrategia conjunta británico-soviética hacia el Cáucaso y hacia el desarrollo de líneas de suministro desde el Medio Oriente hasta el territorio controlado por los soviéticos en la ciudad de Stalingrado y sus alrededores. Como resultado, Irán se convirtió en el centro de estos dos imperativos políticos. Reza Shah, gobernante de Persia, cambió el nombre a Estado Imperial de Irán en 1935, en parte para enfatizar la herencia aria del país. Lo hizo con el deseo no disimulado de acercar a Irán a la Alemania de Hitler y su propia predilección por la supremacía aria. Irán, significativamente subdesarrollado cuando el país entró en la era moderna, hizo grandes avances bajo Reza Shah, quien buscó mejorar y modernizar la infraestructura y las redes de transporte, así como establecer escuelas y universidades modernas. En estos esfuerzos, necesitaba la ayuda occidental para acceder a la tecnología y al modelo de aprendizaje que hizo posible dicha tecnología.

Sin embargo, las tensiones con Gran Bretaña se habían tensado desde 1931 cuando el Shah canceló una concesión petrolera clave (D'Arcy), que otorgaba a la Anglo-Iranian Oil Company los derechos exclusivos para vender petróleo iraní. Comprensiblemente, dado que fue el capital, la tecnología y la experiencia petrolera británicos los que extrajeron y comercializaron el petróleo, Gran Bretaña creía que merecía la participación mayoritaria de las ganancias. Sin embargo, el 90 por ciento de las ganancias que Londres se quedó después de las ventas de petróleo y después de que las transacciones se movieron a través del sistema bancario británico sirvió como un factor de irritación entre Teherán y Londres. A mediados de 1935, el Sha se inclinaba cada vez más hacia Alemania en busca de tecnología y modernización.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el Shah declaró la neutralidad pero practicó la intriga con las potencias del Eje. El 19 de julio de 1941, y nuevamente el 17 de agosto, Londres envió notas diplomáticas ordenando al gobierno iraní que expulsara a los ciudadanos alemanes que entonces se encontraban en Irán, que ascendían a unos 700. Incapaz de convencer al Sha a través de la diplomacia para que se distancie del Tercer Reich, británico y soviético. Las fuerzas invadieron el Estado Imperial de Irán a partir del 25 de agosto de 1941. La noche de la invasión, los embajadores británico y soviético entregaron al gobierno del Sha las notas diplomáticas finales que declaraban el comienzo de las operaciones militares. Esas operaciones militares (Operación Semblante) continuarían hasta la caída del Sha en septiembre de 1941.

En la noche de la invasión, el Sha convocó a los embajadores de Gran Bretaña y la Unión Soviética y les pidió que si enviaba a los alemanes a casa, se cancelaría la invasión. Ninguno de los embajadores le dio al sha la respuesta clara que buscaba. Frustrado y preocupado, escribió una carta al presidente estadounidense Franklin Roosevelt:

… en base a las declaraciones que Vuestra Excelencia ha hecho varias veces sobre la necesidad de defender los principios de la justicia internacional y el derecho de los pueblos a la libertad, ruego a Vuestra Excelencia que tome medidas humanitarias eficaces y urgentes para poner fin a estos actos de agresión. Este incidente pone en guerra a un país neutral y pacífico que no ha tenido otro cuidado que el de salvaguardar la tranquilidad y la reforma del país.

Roosevelt respondió en una nota aludiendo diplomáticamente a los peligros que plantea la ambición de Hitler para todas las regiones del mundo, incluida América del Norte, y Estados Unidos participando activamente en el apoyo a esas personas y naciones que luego resisten las conquistas militares de Hitler.

Cuando Alemania invadió la Unión Soviética a fines de junio de 1941, el aparente avance hacia los campos petrolíferos en el Cáucaso (Bakú, Azerbaiyán, en particular) y el Mar Caspio se convirtió en una preocupación importante. Además, el Estado Imperial de Irán del Shah completó un ferrocarril de 800 millas desde el puerto de Bandar-e Shapur en el Golfo Pérsico (ahora Bandar Khomeini) hasta el puerto de Bandar-e Shah en el Mar Caspio en 1938, para lo cual los alemanes habían brindado una asistencia significativa. en términos de ingeniería y material rodante. Para los Aliados, estos evocaron recuerdos del impulso para crear un ferrocarril de Berlín a Bagdad destinado a compensar la supremacía del poder marítimo británico tradicional y la creación de líneas interiores para la proyección del poder terrestre en el Medio Oriente.

Durante la acción conjunta aliada contra el Sha que comenzó el 25 de agosto de 1941, 40.000 soldados soviéticos descendieron a Irán desde el norte y marcharon sobre Teherán. El mismo día, 19.000 tropas de la Commonwealth británica, en su mayoría brigadas indias, y como parte de la Operación Semblante, ingresaron a Irán desde varias direcciones, con la mitad moviéndose directamente hacia los campos petroleros en las cercanías de Ahwaz y unidades aerotransportadas moviéndose hacia Abadan para proteger el Anglo -La refinería de la Iranian Oil Company, entonces la más grande del mundo. Un objetivo subsidiario de la acción combinada era abrir una línea de suministro utilizando el Ferrocarril Transiraní para reabastecer al ejército soviético, mientras se defendía de la Operación Barbarroja.

En cuatro días, y mientras las tropas soviéticas y británicas respaldadas por el poderío aéreo desmantelaban las defensas iraníes, el sha ordenó a sus fuerzas armadas que se retiraran y cesaran las operaciones militares contra los invasores. El 17 de septiembre de 1941, el sha abdicó y finalmente fue transportado a Sudáfrica, donde falleció en Johannesburgo en 1944. El hijo del sha, el príncipe heredero Mohammad Reza Pahlavi, prestó juramento después de la abdicación y se convirtió en el nuevo sha de Irán. Bajo un acuerdo separado, la Unión Soviética controlaba el norte de Irán, los puertos del Caspio y la frontera entre Irán y Turquía, mientras que el control de Gran Bretaña incluía el sur de Irán, los puertos del Golfo Pérsico y los campos petrolíferos.

Estados Unidos comenzó a enviar suministros al ejército de Stalin bajo la Ley de Préstamo y Arriendo de 1941. En 1942, Roosevelt le propuso a Churchill que el Ejército de Estados Unidos se involucrara en la supervisión del Ferrocarril Trans-Iranian de 800 millas. El 22 de agosto de 1942, Churchill respondió en un cable a Roosevelt:

Recomendaría que el ejército de los Estados Unidos se haga cargo, desarrolle y opere el ferrocarril; con el ferrocarril se deben incluir los puertos de Khorramshahr y Bandar Shahpur. Su gente emprenderá así la gran tarea de abrir el Corredor del Golfo Pérsico, que transportará principalmente sus suministros a Rusia... Deberíamos ser incapaces de encontrar los recursos sin su ayuda y nuestra carga en el Medio Oriente se aliviaría con la liberación de uso en otros lugares de las unidades británicas que ahora operan el ferrocarril. El ferrocarril y los puertos serían administrados completamente por tu gente.

En el otoño de 1941, el Ferrocarril Transiraní solo podía transportar unas 6.000 toneladas al mes. Para el otoño de 1943, los ingenieros y contratistas del ejército de los EE. UU. habían ampliado la capacidad del ferrocarril a más de 175 000 toneladas de carga por mes. Bajo la dirección del Ejército de EE. UU., los caminos de camellos iraníes se ampliaron en carreteras para camiones, y el ferrocarril, que tenía más de 200 túneles, se reforzó y amplió para transportar tanques y otros equipos pesados ​​por las montañas.

Entre 1942 y 1945, más de 5 millones de toneladas de suministros que se necesitaban desesperadamente, incluidos 192 000 camiones y miles de aviones, vehículos de combate, tanques, armas, municiones y productos derivados del petróleo, fueron entregados al ejército soviético a través del Corredor Pérsico.

sábado, 18 de marzo de 2023

SGM: Diez finales alternativos al conflicto

Finales alternativos: diez eventos hipotéticos que habrían cambiado el resultado de la Segunda Guerra Mundial

Alternative Forces of WWII




Por George Dvorski


Las decisiones durante la guerra son cosas monumentales. Cada movimiento y contramovimiento tiene el potencial de cambiar el curso de la historia. Aquí hay diez formas impactantes en las que la Segunda Guerra Mundial podría haberse desarrollado de manera diferente a como lo hizo.


1. Alemania invade Gran Bretaña en lugar de la Unión Soviética

La invasión de la Unión Soviética por parte de Hitler en 1941 resultó ser su perdición, pero no tuvo que terminar de la manera en que lo hizo. Después de la caída de Francia un año antes, el Führer hizo que sus jefes militares idearan un plan para un asalto al Reino Unido, una operación denominada Sea Lion . Los preparativos comenzaron en serio en el verano de 1940; en otoño, los británicos estaban convencidos de que una invasión era inminente. Es más, con el Pacto Molotov-Ribbentrop firmemente establecido (un tratado de no agresión entre Alemania y la URSS), Hitler no tenía que preocuparse por una guerra con los soviéticos; Stalin estaba contento con su parte de Polonia y tenía la vista puesta en Finlandia.

Pero Hitler pronto rechazó los planes para conquistar Inglaterra. Para empezar, se hizo dolorosamente obvio que se necesitaba más tiempo y más preparativos. El Führer también sabía que una invasión en 1940 sería arriesgada. La marina británica controlaba el Canal y, como reveló la Batalla de Gran Bretaña, la Luftwaffe no era dueña de los cielos. Es más, Hitler quería atacar a Rusia cuanto antes.
Pero, ¿y si el dictador nazi retrasara su conquista de Rusia hasta 1942 o 1943? Alemania podría haber continuado su asalto aéreo sobre Gran Bretaña mientras mantenía su bloqueo naval alrededor de las islas. Luego, después de un período apropiado de preparación, un desembarco anfibio podría haber golpeado las costas de Inglaterra en 1941 o incluso en 1942. Con Gran Bretaña fuera de la guerra, Alemania finalmente podría haberse dirigido al este hacia la Unión Soviética sin trabas.

Si Sea Lion hubiera tenido éxito, un escenario probable habría visto al gobierno británico y la monarquía huir a Canadá. A partir de ahí, trabajando con los estadounidenses, los aliados podrían haber planeado una invasión de África, lo que a su vez podría haber dado lugar a incursiones en Italia y los Balcanes. Sin embargo, lo que es seguro es que no habría sido fácil, especialmente si la posterior invasión de la Unión Soviética por parte de Alemania hubiera seguido el camino de Hitler.


2. Japón reconsidera atacar Pearl Harbor

El movimiento aislacionista en los Estados Unidos estaba vivo y bien en 1941. Ciertamente, los votantes estadounidenses estaban divididos sobre la guerra. Pero con el ataque sorpresa de Japón a Pearl Harbor, el presidente Roosevelt quedó libre para iniciar las hostilidades contra el Eje.

de japon La fatídica decisión de confrontar a Estados Unidos surgió de su necesidad de asegurar las reservas de petróleo y caucho de las Indias Orientales Holandesas y el Sudeste Asiático. Si el imperio no hubiera atacado Hawái, las políticas expansionistas de Tokio probablemente habrían cruzado Estados Unidos eventualmente, digamos, después de una invasión de Filipinas. Japón necesitaba poner trabas a la poderosa flota estadounidense del Pacífico antes de que pudiera arrebatarle territorio.

Pero por el bien del argumento, supongamos que Japón no bombardeó Hawái y que a los EE. UU. nunca se les dio una razón para declarar la guerra. En tal escenario, Gran Bretaña y sus aliados coloniales habrían quedado aislados. El apoyo de Estados Unidos tanto al Reino Unido como a la URSS habría sido limitado. Churchill habría luchado en África, probablemente sin tener nunca la oportunidad de invadir Sicilia o Italia. No habría surgido ningún frente occidental. La Unión Soviética probablemente aún habría derrotado a Alemania, pero habría tomado mucho más tiempo. Y bajo esas condiciones, Stalin podría haber reclamado toda Europa para sí mismo después de aplastar a los nazis.

3. Los alemanes toman Moscú en 1941

Un debate de larga data entre los historiadores es si la Operación Barbarroja podría haber tenido éxito o no. Los nazis ciertamente cometieron una serie de errores fatales durante la invasión, incluida una demora de 38 días para comenzar el ataque, tiempo que sin duda habría sido útil al comienzo del invierno. Y luego estaba la catastrófica decisión de Hitler de desviar el avance principal de Moscú hacia el sur para ayudar al Grupo de Ejércitos Sur a capturar Ucrania. Para cuando el Grupo de Ejércitos Centro llegó a las afueras de la capital soviética a principios de diciembre de 1941 —una distancia tentadoramente cercana de 15 millas (los soldados alemanes podían ver las torres del Kremlin)— el invierno había llegado con fuerza, congelando literalmente los planes de Hitler para tomar el centro neurálgico ruso.

Esto fue quizás el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial. La lucha sin duda habría resultado muy diferente si la Unión Soviética hubiera caído. En primer lugar, habría dejado fuera de combate a una importante potencia militar. Y una vez armado con los vastos recursos de Rusia (incluidas las regiones petroleras del sur y las regiones del granero de Ucrania), el Tercer Reich se habría convertido en la autarquía de las fantasías de Hitler. La Alemania nazi se habría convertido en la superpotencia global, eventualmente derrotando a Gran Bretaña, reclamando todo el Medio Oriente y posiblemente incluso vinculándose con las fuerzas japonesas en Asia. Ciertamente, Berlín habría desarrollado capacidades nucleares, quizás desencadenando una Guerra Fría con Estados Unidos.

De manera aterradora, los nazis habrían tenido éxito en asesinar a todos los judíos y romaníes de Europa. Y a través del diabólico Plan del Hambre , también habrían matado de hambre a decenas de millones de eslavos, “limpiando” los territorios ocupados de sus habitantes. Habría sido una catástrofe humanitaria del más alto nivel, la posibilidad de preparar el escenario para una edad oscura totalitaria.

4. Rusia y Alemania firman la paz por separado

Imagine un escenario en el que tanto Hitler como Stalin llegaron a un acuerdo mutuo para cesar las hostilidades en el frente oriental. Con el Pacto Molotov-Ribbentrop restaurado, Alemania podría concentrar todos sus esfuerzos en derrotar a Gran Bretaña. Este es un poco exagerado por al menos dos razones. Primero, Alemania necesitaba desesperadamente las reservas de petróleo de Rusia para continuar con su esfuerzo bélico. En segundo lugar, Stalin habría dudado en permitir que Alemania siguiera pisoteando Europa; el Tercer Reich continuaría representando una seria amenaza existencial para la URSS Aún así, la posibilidad de que esto haya sucedido es bastante aterradora. 5. Los nazis desarrollan la bomba antes que los aliados Dada la afición de Hitler por las llamadas " armas maravillosas "

”, hay pocas dudas de que habría usado la bomba atómica si la tuviera. Este es el mismo régimen, después de todo, que desarrolló un precursor del misil balístico intercontinental. Los nazis incluso utilizaron mosquitos como armas biológicas .
Es muy posible que los Aliados se hubieran apagado las luces si Alemania hubiera inventado primero las armas nucleares. Podría haber resultado en la victoria de Alemania en todos los frentes. Afortunadamente, los nazis nunca apreciaron el potencial de un arma que estaba tan estrechamente asociada con la "ciencia judía".

6. Sin frente occidental

Si hubiera sido por Winston Churchill, no se habría abierto el frente occidental. Con los recuerdos del baño de sangre en Flandes todavía persiguiéndolo, el primer ministro británico se resistió a lanzar un ataque anfibio contra Francia, prefiriendo en cambio su estrategia de "bajo vientre suave" de atacar a las potencias del Eje a través de Italia y los Balcanes. Pero con Estados Unidos afirmándose, Churchill y el ejército británico tuvieron que pasar a un segundo plano frente a los planificadores estadounidenses. De ahí el ataque a Normandía en junio de 1944.

Por supuesto, Stalin también exigió un Frente Occidental, no solo para compensar las terribles pérdidas sufridas por el Ejército Rojo (Stalin diría más tarde: "Usted pagó con su acero, nosotros pagamos con nuestra sangre"), sino también para evitar que los aliados rivales. fuerzas establezcan un punto de apoyo en Europa Central y Oriental. Ya estaba mirando hacia el mundo de la posguerra y la creación de un bloque comunista.

Pero si Churchill se hubiera salido con la suya, es probable que se hubiera producido una invasión aliada excepcionalmente fuerte tanto de Italia como de los Balcanes. Alternativamente (o de forma complementaria), una fuerza de invasión podría haber venido a través de Noruega, razón por la cual Hitler insistió en estacionar más de 400.000 soldados allí durante el transcurso de todo el período.guerra (incluso mientras Berlín ardía). El aspecto de la guerra habría sido muy diferente, con la mayor parte de las fuerzas anti-Eje provenientes del este y del sur. Es difícil predecir lo que podría haber sucedido a continuación, pero una derrota alemana aún podría haber sido probable. Aunque es interesante pensar en el destino de Francia ante tal escenario.

7. El complot de julio de 1944 para asesinar a Hitler tiene éxito

El complot del 20 de julio de 1944 para asesinar a Adolf Hitler resultó en una tragedia en múltiples niveles. No solo fracasó en su objetivo principal, sino que condujo a la captura de 7.000 personas, de las cuales 4.980 fueron ejecutadas. Peor aún, redujo y radicalizó aún más al partido nazi. Llamada Operación Valkyrie, la conspiración fue organizada por oficiales de la Wehrmacht que querían que Hitler fuera de escena para que Alemania pudiera negociar una paz por separado con los aliados occidentales y continuar la guerra contra la URSS. Sin embargo, es muy poco probable que Washington y Londres hubieran optado por (recordando el infame discurso de "rendición incondicional" de Roosevelt, y el hecho de que los Tres Grandes ya tenían un acuerdo que descartaba una paz separada bajo cualquier circunstancia).

Ha habido mucho debate sobre lo que podría haber sucedido si Hitler hubiera muerto en el último año de la guerra. Es poco probable que su muerte hubiera resultado en el colapso del partido nazi o el esfuerzo de guerra del Eje. Incluso Claus von Stauffenberg, un miembro destacado del complot Valkyrie, aceptó que "pasaría a la historia alemana como un traidor". De hecho, a pesar del lamentable estado de la guerra, el culto a la personalidad que rodeaba al Führer fue sorprendentemente resistente.

Sin embargo, si el complot hubiera tenido éxito, un escenario probable habría visto a Hermann Göring o al fanático Heinrich Himmler ascender al liderazgo de Alemania. Ambos habrían capturado y ejecutado a los conspiradores y los nazis probablemente habrían continuado la guerra. Un Tercer Reich bajo una nueva administración podría haberse rendido antes, evitando a Alemania el cataclismo que le sobrevendría en 1945.

Otro escenario posible es que la muerte de Hitler podría haber iniciado un movimiento de resistencia interna más vociferante, uno que podría haber llevado a guerra civil. Pero debido al patriotismo alemán generalizado, este escenario es bastante improbable.

8. El Ejército Rojo de Stalin continúa hacia el oeste después de tomar Berlín

Cuando terminó la Batalla de Stalingrado en 1943, el resultado final de la guerra ya no estaba en duda: Alemania estaba acabada. El Ejército Rojo de Stalin empujó persistentemente a la Wehrmacht hacia Alemania, engullendo territorios que más tarde formarían el Telón de Acero. Pero como señaló el historiador Anthony Beevor, Stalin, por un breve tiempo, consideró seriamente tomar toda Europa para sí mismo. Y podría haberlo hecho, a pesar de que Rusia estaba importando grandes cantidades de material y equipo de los EE. UU. (los soldados rusos comían comida enlatada estadounidense y conducían en jeeps y camiones Studebaker). Después de la caída de Berlín, el Ejército Rojo constaba de 12 millones de hombres repartidos en unas asombrosas 300 divisiones. Mientras tanto, los aliados occidentales contaban con apenas 4 millones de hombres que componían solo 85 divisiones. Para el día VE, a los estadounidenses aún les faltaban varios meses para desarrollar la bomba, tiempo suficiente para que los soviéticos hicieran retroceder a los aliados al Canal de la Mancha. Lo que habría sucedido después de eso, con el advenimiento de la bomba, es una incógnita.

9. Churchill inicia inmediatamente la Tercera Guerra Mundial

En la otra cara de esta moneda de la historia alternativa, también debemos considerar seriamente la Operación Impensable de Churchill : el plan para el inicio de una nueva guerra contra la Unión Soviética después de la caída de la Alemania nazi. Al igual que Stalin, Churchill había anticipado las hostilidades después de una victoria europea y se preguntaba si no había mejor momento para emprender la Tercera Guerra Mundial que el presente. Pero prevalecieron las cabezas más frías. El Ejército Rojo se detuvo en Berlín y Eisenhower nunca consideró enfrentarse a los Rojos (a diferencia de su compatriota, George Patton).

10. Los aliados invaden Japón en lugar de lanzar la bomba

Las bombas se lanzaron sobre Japón porque los expertos militares le presentaron al presidente Truman proyecciones que mostraban millones de bajas estadounidenses para cuando Tokio se rindiera (las cifras se basaban en las bajas sufridas durante la lucha por Okinawa). Si Truman se hubiera negado a lanzar la bomba, se habría puesto en marcha la Operación Caída , la mayor campaña anfibia de la historia de la humanidad.

La invasión en dos partes estaba programada para comenzar en octubre de 1945. La Operación Olímpica habría visto la captura del tercio inferior de la isla japonesa principal más al sur, Kyushu. Luego, en la primavera de 1946, la Operación Coronet golpearía la llanura de Kanto, cerca de Tokio. Las bases aéreas en Kyushu capturadas en la Operación Olympic habrían permitido el apoyo aéreo terrestre para esta segunda fase del ataque. En total, se habrían requerido 30 divisiones. En respuesta, los japoneses se estaban preparando para una defensa total de Kyushu. Si se hubiera caído, habría sido un desastre sangriento.