A 47 años de la muerte de Santucho: las tres hipótesis de cómo lo encontraron y el pacto de silencio sobre sus restos
La tarde del 19 de julio de 1976, un grupo de tareas integrado por cuatro hombres del Ejército llegó al departamento de Villa Martelli donde estaba el líder del PRT-ERP junto a otros dirigentes de la organización y un niño de dos años. Nunca se supo cómo supieron dónde encontrarlo: ¿casualidad, un infiltrado, un seguimiento o un dato revelador? La investigación del hijo de Santucho y el enigma sobre su cadáver
Por Daniel Cecchini || Infoabe
El héroe de la jornada: El capitán Juan Carlos Leonetti fue quien mató al jefe guerrillero Mario Santucho. Fue ascendido post mortem al grado de mayor
Pasaron
47 años de los hechos, y la trama detrás de la caída y la muerte de
Mario Roberto Santucho, el líder del PRT-ERP, el 19 de julio de 1976 en
un departamento del cuarto piso de un edificio de Villa Martelli sigue
siendo un enigma, un punto oscuro envuelto por una serie de hipótesis
que no alcanzan a descifrarlo y que, según se las mire, aparecen como
complementarias o contradictorias.
Para la dictadura que se había instalado en la Argentina el 24 de marzo de 1976, Mario Roberto Santucho no sólo era un hombre sino un símbolo.
Era el nombre que encarnaba el Ejército Revolucionario del Pueblo, una
de las dos organizaciones guerrilleras de mayor desarrollo en el país.
El
ERP había seguido actuando militarmente luego de la recuperación de la
democracia, en 1973, exclusivamente contra las Fuerzas Armadas, pero
para diciembre de 1975 ya había sido militarmente derrotado, luego del
fracasado intento de copamiento del Batallón 601 de Monte Chingolo.
Sin
embargo, la existencia de Santucho, su liderazgo, no sólo era el motor
más fuerte para la supervivencia del golpeado PRT-ERP sino una espada simbólica que cuestionaba la fortaleza de la dictadura.
Las
muchas reconstrucciones que se han hecho de lo ocurrido la tarde del
lunes 19 de julio de 1976 en el departamento de Villa Martelli tienen
pequeñas discrepancias, pero coinciden en lo fundamental: que el grupo
atacante estaba integrado por cuatro hombres, que Mario Roberto Santucho
murió en el tiroteo, que a Benito Urteaga lo sacaron del edificio
moribundo o ya muerto, y que se llevaron ilesos a Ana María Lanzillotto,
a Liliana Delfino y un niño de dos años.
Lo que 42 años después sigue siendo un enigma sin resolver es cómo el grupo dirigido por el capitán de Inteligencia Juan Carlos Leonetti -el hombre al que el Ejército le había dado la misión de “cazar” a Santucho- llegó hasta allí esa tarde.
Para
la dictadura, Santucho no sólo era un hombre sino un símbolo, un negro símbolo. Era el
nombre que encarnaba el Ejército Revolucionario del Pueblo.
Disparos y muerte
Una
posible reconstrucción de la escena, que será vertiginosa, es ésta: a
la una y media de la tarde del lunes 19 de julio de 1976 alguien llama a
la puerta del departamento “B” del cuarto piso del edificio de
Venezuela 3149, en Villa Martelli.
Una
mujer entreabre la puerta y ve cómo una bota se mete para evitar que
vuelva a cerrarla, un instante antes de que un fuerte empujón desde
afuera la abra del todo y empiece el infierno.
En
el departamento hay dos hombres, dos mujeres -una de ellas embarazada
de seis meses- y un niño de dos años; los que irrumpen son cuatro
hombres con armas largas y cortas. Hay fuego de uno y otro lado, mientras una de las mujeres se arroja al piso y protege al niño con su cuerpo.
El tiroteo es breve, aunque pueda parecer interminable. Pasan segundos, quizás poco más de un minuto, hasta que se apaga.
Quedan tres hombres tendidos: uno es el
capitán Juan Carlos Leonetti, jefe de los atacantes, muerto de un
balazo; otro es Benito Urteaga, segundo en la estructura del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y capitán del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) que -en esta escena congelada- quizás
todavía agonice; el tercero es Mario Roberto Santucho, el hombre más buscado por la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla.
Después
de los tiros, se escuchan gritos y golpes. Los tres atacantes que
siguen vivos -cuyas identidades el Ejército nunca revelará- reducen a las dos mujeres.
Son Liliana Delfino, la mujer de Santucho, y Ana María Lanzillotto, que
está embarazada y es la pareja de otro integrante del Buró Político del
PRT, Domingo Menna, que ha sido capturado pocas horas antes en la calle
cuando se dirigía a una cita.
Hoy siguen desaparecidas
y lo único que se sabe de ellas es que se las vio en el Centro
Clandestino de Detención que el Ejército tenía en Campo de Mayo. El niño
es José Urteaga, hijo de Benito y Nélida Augier.
Santucho
tenía planeada una reunión con Mario Firmenich, jefe de Montoneros, al
día siguiente. Luego tenía pensado viajar a La Habana, Cuba 24 horas antes
Arnold
Kremer -conocido en el PRT como Luis Mattini- asegura que 24 horas
antes nada permitía sospechar que el departamento “B” del cuarto piso
del edificio de Venezuela 3149, en Villa Martelli, estuviera bajo
vigilancia y, mucho menos que corriera el riesgo de ser blanco de un
grupo de tareas.
El
domingo 18 de julio, Mario Roberto Santucho y otros dirigentes del
PRT-ERP jugaron al fútbol en un potrero pegado al edificio, muy cerca de
la Avenida General Paz. Estaban Santucho, Urteaga, Menna y Mattini en
lo que prácticamente era una despedida.
El
martes 20, con pasaporte falso, el máximo líder de la guerrilla
marxista leninista, saldría de Ezeiza con una larga combinación de
vuelos que tendría como destino final La Habana. Pero el lunes, antes de
partir, tenía una una reunión importante con el líder de Montoneros, Mario Firmenich,
para tratar de concretar la idea de una organización conjunta del ERP,
Montoneros y las Brigadas Rojas de la Organización Comunista Poder
Obrero, para unir fuerzas en la resistencia a la dictadura. Por
sugerencia de Firmenich, se llamaría Organización para la Liberación de Argentina (OLA).
“Al
día siguiente de la reunión de constitución de la OLA, Santucho saldría
para La Habana. Ya le habían hecho algunos retoques para enmascarar su
rostro, enrulado un tanto el pelo y con algún matizador que suavizaba su
tono renegrido. En Cuba establecería un plan de actividades que
abarcaba todo el globo terrestre, principalmente estrechando vínculos
con el campo socialista y el tercer mundo. La misión fundamental era
conseguir entrenamiento a nivel de oficiales para un centenar de cuadros
del PRT-ERP”, recordaría Mattini muchos años después.
En su memoria de aquel día no hubo ninguna señal de alarma.
En sus palabras: “Ese domingo transcurría entre reunión formal del buró
político y charlas informales entre amigos. Una picada, algunos
brindis, recomendaciones y más recomendaciones de Roby”.
Reunión de criminales: Santucho, Urteaga, Gorriarán Merlo y Ledesma durante una conferencia clandestina También
recuerda que había pocas armas en el lugar: “En la casa no había
guardia y no más armas que una pistola Browning de alza y mira especial,
que los cubanos le habían regalado a Roby, las Browning comunes, que
utilizábamos cada uno para autodefensa, y un pesado Magnum, orgullo del
Gringo Mena, que manejaba a dos manos”, contó.
El lunes Santucho no salió de la casa como estaba previsto porque la reunión con Firmenich abortó.
Enrique Gelhter, secretario de Santucho, fue a la cita previa con el
delegado de los Montoneros y no apareció nadie. Eso tampoco alarmó: en
los tiempos que corrían, esas cosas solían suceder.
Quien
sí salió del departamento de Villa Martelli fue Domingo Menna. Tenía
que cubrir algunas citas y retirar un nebulizador de una farmacia.
Esa
era la situación a la una y media de la tarde, cuando llegó el grupo de
tareas del Ejército. Eran solo cuatro militares, muy pocos si se tiene
en cuenta que en el departamento estaba el hombre considerado como el
enemigo número uno de la dictadura. ¿Por qué eran tan pocos y cómo llegaron al lugar?
Tiempo
atrás, el autor de esta nota y su colega Eduardo Anguita conversaron
largamente con Mario Antonio Santucho, el hijo menor del asesino del
PRT-ERP, que cuando ocurrieron los hechos de Villa Martelli tenía menos
de un año. Ese día no estaba en la casa, porque en febrero de ese año
había salido de la Argentina junto a otros miembros de la extensa
familia Santucho y estaba por entonces en Cuba.
En esa charla, Mario Antonio Santucho, hoy sociólogo y director de la revista Crisis,
les contó a los cronistas el resultado al que había llegado en la
investigación que realizó sobre la muerte de su padre y de su madre,
Liliana Delfino.
“Hay tres hipótesis sobre lo que pasó aquel 19 de julio”, les dijo.
"El
pacto de silencio sigue siendo tan hermético que aún no sabemos cómo
llegaron los militares al lugar, tampoco dónde están los cuerpos", dijo
Mario Santucho La teoría del infiltrado
Una
de las primeras hipótesis que se manejó en el nivel más alto del PRT
suponía la existencia de un infiltrado en la conducción.
“La primera es que el departamento haya sido ‘cantado’ (entregado) por algún miembro de la dirección partidaria. Esa es la idea de la traición y es indemostrable”, explicó en esa oportunidad.
Para
desestimar esa posibilidad, cuenta que quienes quedaron al frente del
PRT -con Luis Mattini como secretario general, tras las muertes de
Santucho y Urteaga y la captura de Menna- decidieron frenar la
investigación interna porque se hacía crecer la desconfianza entre los
propios compañeros de su padre.
La
investigación a la que alude Mario Santucho estuvo a cargo de uno de
los mejores cuadros de contrainteligencia del PRT, Nélida “Pola” Augier,
que estaba convencida de que el partido había sido infiltrado en el máximo nivel y así se lo hizo saber a Mattini.
Pola interrogó a una serie de dirigentes del partido y fue descartándolos uno por uno hasta que en su lista quedó un solo nombre, el de Julio Oropel, “El Negro”, miembro del Comité Ejecutivo de la organización.
Oropel
había trabajado como obrero en la Fiat y había sido detenido con su
pareja y compañera de militancia en Córdoba en 1974. Pese a que se lo
tenía identificado como un alto dirigente del PRT, en 1975 se le dio la
opción de irse del país, mientras que su mujer -una militante de menor
nivel que él- quedó encarcelada. “El Negro” volvió al país de manera
clandestina y, pese que nunca habían quedado claras las razones por las
cuales lo habían liberado, recibió mayores responsabilidades dentro del
partido.
Muerto el perro...
En su libro Los Jardines del Cielo, Augier cuenta cómo la dirección del PRT le ordenó dejar la investigación: “El
sospechoso, señalado por la contrainteligencia como posible delator del
Comandante (Santucho), reunió a miembros de la dirección y los
convenció de que era mejor dejar de lado las investigaciones que
podrían involucrar a cualquiera. Sobraban argumentos para sostener esto:
las circunstancias por las que atravesaba la organización; el aparato
no estaba integrado por profesionales formados en técnicas de
inteligencia y contrainteligencia, sólo militantes de confianza y la
responsable de la investigación vivía una etapa que podía dificultar su
objetividad. Paula (nota del cronista: así se nombra a sí misma Augier
en el libro) se entrevistó con el nuevo secretario general (Mattini) y
éste le indicó que debían suspender la investigación. Según él, el
partido no estaba en condiciones. Nunca esperó que Mattini entendiera la
esencia de su trabajo, especialmente porque nunca supo, salvo de
segunda o tercera mano, lo que ellos hacían”, escribió.
Domingo
Menna y Ana Lanzillotto. El tercero en la conducción del PRT fue
capturada la misma mañana, mientras salía de una farmacia a la que había
ido para alquilar un nebulizador Información desde Montoneros
El
posible sustento de la hipótesis que señala a una filtración de
información desde Montoneros sobre el paradero de Santucho radica en el
encuentro programado para ese 19 de julio con Mario Firmenich para
conformar la OLA.
“La segunda hipótesis que se barajó en aquel momento es que Montoneros hubiera dado información que permitiera llegar hasta ese departamento. También es una posibilidad remota.
La relación entre las dos organizaciones era muy buena”, explicó Mario
Antonio Santucho durante la conversación con los cronistas.
El
encargado de hacer el enlace por el lado de Montoneros era un asistente
del número dos de la organización peronista, Roberto Perdía. Este
hombre fue secuestrado dos semanas antes del 19 de julio.
A lo largo de los años, Perdía se contradijo cuando se le preguntaba sobre este hecho; en 1992, entrevistado por María Seoane para su libro biográfico de Santucho Todo o nada,
dijo no haberse enterado del secuestro, pero en 2013 aseguró que
“trataron de dar aviso del secuestro por canales indirectos pero que no
llegaron a destino”.
El
encargado de hacer el enlace por el PRT era Enrique Gertel, y la
sospecha es que a través de la cita con Montoneros los servicios de
Inteligencia hubieran podido acceder a la cúpula del PRT. En ese
sentido, aunque Santucho tenía una confianza plena en Gertel, no era
imposible que lo hubieran seguido a partir de la cita a la que nadie
concurrió.
Santucho
hijo descartó esa posibilidad porque carecía de lógica y es
cronológicamente imposible. Gertel fue capturado el mismo 19 de julio en
la localidad de Santos Lugares, en el Gran Buenos Aires. Una
investigación posterior, encarada por Diana Cruces, compañera de Gertel,
pudo determinar que su secuestro ocurrió a las tres de la tarde, es
decir, dos horas después de la irrupción de Leonetti en el departamento
donde estaba Mario Roberto Santucho.
La mafia terrorista: Osatinsky,
Santucho y Fernando Vaca Narvaja luego de huir de la cárcel de Rawson
en 1973. El "comandante" del Ejército Revolucionario del Pueblo, cayó
abatido el 19 de julio de 1976 en un departamento de Villa Martelli
La boleta del nebulizador
La
tercera hipótesis es, a criterio de Mario Antonio Santucho, la más
convincente: Domingo Menna –tercero en la conducción del PRT- había
alquilado un nebulizador en una farmacia. La boleta de ese nebulizador
estaba en el bolsillo de Menna. Todo indica que los militares, tras
capturar a Menna en la calle la mañana del 19 de julio, fueron a la farmacia para averiguar la dirección que había dejado para el alquiler del aparato: Venezuela 3149.
¿Cómo
lo capturaron a Menna?, le preguntaron los cronistas a Santucho hijo.
“Mi tío Julio Santucho recibió una carta de puño y letra de Eduardo
Merbilháa, miembro del buró político del PRT, donde están los indicios
ciertos de que a Menna lo entregó un ex militante del PRT, capturado por
el Ejército un tiempo antes y que negoció entregarlo a cambio de que no mataran a su mujer y sus hijos”, respondió.
Merbilháa
llegó ese lunes 19 de julio a media tarde al edificio donde estaban los
máximos dirigentes del PRT. Había ido con Alicia, su compañera, en un
auto que dejaron sobre la calle Venezuela. Allí se detuvo a conversar
con el grupo de muchachos con quienes el día anterior habían compartido
un partido de fútbol.
Alicia,
en cambio, fue al interior del edificio. Una vecina le dijo: “¿Se
enteró de los ruidos de disparos en el cuarto piso?”. En simultáneo, los
muchachos ponían sobre aviso a Merbilháa. La pareja volvió raudamente
al vehículo en el que habían llegado y no encontraron los típicos
retenes de contención que se montaban en los alrededores de un
allanamiento. Especialmente si tenía como propósito capturar a Santucho y
la máxima dirigencia del PRT-ERP.
Merbilháa
envió esa carta en octubre de 1976, apenas unos pocos días antes de que
un grupo operativo diera con él y lo capturara. Desde entonces está
desaparecido.
“La
carta está en mi poder y brinda detalles que permiten reconstruir lo
que, a mí criterio, es la principal hipótesis”, dejo Santucho hijo a los
cronistas.
El
militante que habría entregado a Menna a cambio de salvar la vida de su
familia era un médico que formaba parte de un desprendimiento de esa
organización ocurrida a principios de 1973. Nunca se supo su identidad.
Santucho
fue activista universitario, militante del FRIP, terrorista y asesino, uno de los fundadores
del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en 1965 y
comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
¿Cómo llegó Leonetti?
Uno
de los centros de operaciones y de Inteligencia contra el PRT-ERP
estaba en la Guarnición de Campo de Mayo del Ejército. Allí, el teniente
coronel Pascual Guerrieri estaba a cargo del llamado Batallón 601, el
órgano de inteligencia que logró la detención de Menna.
Lo que resulta extraño es que al obtener en la farmacia los datos de la casa de Villa Martelli el capitán Leonetti no haya informado a sus superiores y decidido actuar por su cuenta y riesgo. Quizás haya querido quedarse con el mérito de la captura o tal vez no sabía que podría encontrar allí al líder del PRT-ERP.
“De
estos y otros datos, se deduce que Leonetti y su gente, al obtener la
dirección de Menna en la farmacia, en lugar de concurrir a Campo de Mayo
para darle la información a Pascual Guerrieri, decidieron actuar por su
cuenta. De allí que no hubiera refuerzos en la zona y, sobre todo, que no esperaran encontrar a Santucho allí dentro”, explicó el hijo de Santucho en la charla con los cronistas.
Silencio de tumba
A
47 años de la irrupción del grupo de tareas del Ejército en el
departamento “B” del cuarto piso de Venezuela 3149, nadie ha informado a
sus familiares donde están los restos de Mario Roberto Santucho, Benito
Urteaga, Alba Lanzillotto de Menna y Liliana Delfino. José Urteaga fue
entregado a sus familiares. El hijo de Alba Lanzillotto y Domingo Menna, nacido en Campo de Mayo, es el nieto recuperado 121. Vivió 40 años sin conocer su verdadera identidad.
“El
pacto de silencio sigue siendo tan hermético que aún no sabemos cómo
llegaron los militares al lugar, tampoco dónde están los cuerpos. Y los
únicos que pueden aclarar qué pasó ese día son quienes participaron del
operativo, directa o indirectamente. Quizás incluso haya papeles
escondidos que sirvan para reconstruir lo sucedido. Es increíble que después de tanto tiempo sigan sin poder decir la verdad”, fue la última reflexión de Mario Santucho en la entrevista.