viernes, 2 de mayo de 2025
jueves, 1 de mayo de 2025
Patagonia: Criminales y aonikenks
George Muster - James Radburne (Jimmy)
Esta selección de testimonios de la relación intercultural foráneo-patagona no puede obviar la mención de dos de ellos por su singularidad, dado el tiempo prolongado que abarcaron las correspondientes convivencias –que de eso se trató en verdad– y por la riquísima y variada información de interés etnográfico obtenida. Nos referimos a los testimonios del inglés George Ch. Musters que realizó a lo largo de un año, entre 1869 y 1870, un memorable viaje transpatagónico en compañía de un grupo aónikenk desde la isla Pavón (río Santa Cruz) hasta el pueblo de Carmen de Patagones; y de James Radburne, un inmigrante inglés que arribó a Punta Arenas en 1892, iniciando así una vida de aventuras en cuyo transcurso interactuó larga e intensamente con los aborígenes, con la parcialidad aónikenk del distrito de El Zurdo, trabando con ellos una fuerte amistad al punto de casarse con una india y formar familia con ella. Si el primero dejó un relato interesantísimo de su aventura, devenido clásico de la literatura histórica patagónica (At home with Patagonians, Londres 1871), el segundo confió sus recuerdos a Herbert Childs, un periodista norteamericano de los años de 1930, quien los incluyó en su libro El Jimmy, A Patagonian Outlaw (Nueva york 1937). Una y otra obra son fuentes inestimables de información etnohistórica y, por tanto, de obligada consulta para quien se interese en la materia.
Conteniendo como contienen uno y otro libro recurrentes noticias que dan cuenta acerca de la índole indígena, no cabe en sus casos extraer selectivamente sus opiniones sobre la materia que nos ocupa, y sí valorarlos como documentos que sin solución de continuidad informan de manera explícita sobre todo cuando se refiere al carácter predominantemente pacífico de los aónikenk históricos.
Extrato de LOS AÓNIKENK ¿EPITOME DEL BUEN SALVAJE? de
MATEO MARTINIC B.*
Jose Pavoni
El Jimmy fugitivo de la Patagonia es un lindo libro para leer.
Elena Beatriz Primo
Jimmy se trata de Button? leí sobre el en algunos libros como "La tierra del fuego"de Silvia Iparraguirre y otros.Su historia y la de Fuegia relacionada a los zoológicos humanos y la cita de Darwin y Fitz Roy .
Jose Pavoni
Elena Beatriz Primo No tiene nada que ver es el de la tapa del libro que esta en una de las fotos del articulo, James Radburne (Jimmy) es un ingles aventurero que llego a la patagonia y convivió con la tribu del cacique Mulato y se casó con una hija o familiar del cacique, no recuerdo bien hace varios años que leí el libro, trabajó en estancias de tierra del fuego y relata las matanzas de selknams u onas por parte de buscadores de oro y estancieros, luego viene a la patagonia Argentina y traba relación con el cacique mulato y convive intermitentemente en sus toldos varios años para terminar con el matrimonio con Juana una aoni kenk y se radica en el lago San Martin donde funda la estancia "La Nana". Muy lindo libro lo recomiendo.
Por : Jose Pavoni - TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA

miércoles, 30 de abril de 2025
Mapa: Gran Chaco argentino
martes, 29 de abril de 2025
Crisis del Beagle: El oficial que no quería el conflicto
Conflicto de límites con Chile y operaciones militares de las Fuerzas Armadas argentinas en 1978.
Experiencias de la artillería de campaña en el «Operativo Soberanía»
Introducción
El Tratado de Límites de 1881 no resolvió los diferendos fronterizos entre Argentina y Chile. En 1978, la crisis por la soberanía de las islas Picton, Nueva y Lennox escaló, llevando a ambos países a desplegar sus fuerzas armadas. La Argentina, que rechazó el laudo arbitral de 1977 que otorgaba las islas a Chile, planificó el "Operativo Soberanía", una invasión con el objetivo de forzar una negociación favorable.
A lo largo del siglo XX, los conflictos territoriales fueron recurrentes. Tras el laudo británico, sectores del gobierno argentino favorecieron la opción militar, mientras otros apostaban por la diplomacia. En diciembre de 1978, cuando la ofensiva estaba a punto de comenzar, la mediación papal evitó la guerra.
Dimensión diplomática del conflicto
El Tratado de 1881 estableció que Argentina no podría proyectarse sobre el Pacífico ni Chile sobre el Atlántico, pero la disputa por los límites australes persistió. En 1971, ambos países acordaron recurrir al arbitraje británico, cuyo fallo en 1977 favoreció a Chile. Esto generó un quiebre en la relación bilateral, con sectores de la dictadura argentina inclinándose hacia la guerra.
Durante septiembre de 1978, tropas argentinas cruzaron la frontera en la zona de Casas Viejas, lo que aumentó la tensión. En paralelo, el gobierno argentino definió una estrategia militar de invasión que contemplaba ocupar territorios chilenos, algunos de forma temporal y otros de manera permanente.
El Plan u Operativo Soberanía
El plan militar preveía una guerra rápida y agresiva, iniciando el 22 de diciembre de 1978 a las 22:00 horas. Las fases incluían:
- Fase inicial: La Armada debía tomar las islas Picton, Nueva y Lennox, además de otras en el canal de Beagle.
- Ataque en la Patagonia: El V Cuerpo de Ejército debía conquistar Puerto Natales y Punta Arenas.
- Avance terrestre: El III Cuerpo de Ejército avanzaría hacia Santiago y Valparaíso.
- Supremacía aérea: La Fuerza Aérea atacaría bases chilenas y buscaría destruir su aviación en tierra.
Argentina confiaba en que Chile aceptaría negociar después de los primeros ataques. Se esperaba la intervención de Naciones Unidas y la posibilidad de una escalada regional con la participación de Perú y Bolivia contra Chile.
Chile, por su parte, contemplaba respuestas militares en la Patagonia, Neuquén y el noroeste argentino. Se estimaban 20.000 bajas en ambos bandos.
El ataque estaba programado para la noche del 22 de diciembre de 1978, pero ese mismo día, Argentina aceptó la mediación papal y suspendió la ofensiva apenas tres horas antes de su inicio.
El teniente coronel Martín Balza y el Operativo Soberanía
El teniente coronel Martín Antonio Balza, jefe del Grupo de Artillería 102, fue destinado en octubre de 1978 a Junín para conformar su unidad. Poco después, participó en reuniones en Bariloche dirigidas por el general Luciano Benjamín Menéndez, comandante del III Cuerpo de Ejército y principal impulsor de la ofensiva terrestre por Neuquén.
Balza y otros oficiales realizaron un reconocimiento encubierto en Chile, disfrazados de turistas. Identificaron puntos clave del terreno y concluyeron que la ofensiva presentaba serios problemas logísticos y estratégicos.
La unidad de Balza debía avanzar por el paso Puyehue, pero él advirtió que los puentes sobre el río Gol Gol podían ser destruidos por Chile, dejando su artillería atrapada. Además, el plan contemplaba un avance de tanques por el paso Pino Hachado, un desfiladero estrecho donde podrían ser fácilmente destruidos.
La improvisación era evidente, reflejando errores estratégicos que también estarían presentes en la Guerra de Malvinas cuatro años después.
Conclusión
El Operativo Soberanía fue una planificación militar ambiciosa pero llena de errores. La falta de coordinación entre las Fuerzas Armadas y la subestimación de la respuesta chilena mostraban serias fallas estratégicas.
El contexto internacional jugaba en contra de Argentina: la guerra habría sido vista como una agresión injustificada y habría generado un rechazo global. La mediación del Vaticano evitó el conflicto, que finalmente se resolvió en 1984 con el Tratado de Paz y Amistad.
lunes, 28 de abril de 2025
domingo, 27 de abril de 2025
Argentina: La anglofilia en Buenos Aires
La Anglofilia en Buenos Aires
Al diplomático estadounidense en Buenos Aires, John Murray Forbes, le preocupaba la mayor trascendencia que el gobierno de Martín Rodríguez, a través de actitudes expresadas concretamente por Rivadavia, le adjudicaba a las festividades de Gran Bretaña, mientras demostraba escaso entusiasmo por los Estados Unidos:
“No quiero terminar esta comunicación sin mencionar una prueba más del favoritismo del Gobierno [de Buenos Aires] hacia los ingleses, a que me he referido más de una vez. Poco tiempo después del reconocimiento de la independencia de este país, nuestros compatriotas [los estadounidenses residentes en Buenos Aires] celebraron el 4 de Julio. La fecha fue saludada por descargas de artillería de nuestros barcos mercantes, por la mañana, al mediodía y al caer la tarde y nuestro pabellón fue izado junto con el de este país. Todo lo que el Gobierno hizo fue izar un instante su bandera a mediodía, disparar un solo cañonazo y arriar de inmediato la bandera. En cambio, cuando los ingleses celebraron el 23 del corriente (San Jorge) el aniversario del Rey, la bandera del Gobierno flameó durante todo el día y a la puesta del sol se hizo por el Fuerte un saludo regular de once cañonazos. ¡Y todo eso, sin un simple representante oficial inglés ni un solo cañonazo disparado de su parte! En el banquete de esa noche Rivadavia, ministro de Gobierno y gobernador en ejercicio, pronunció el siguiente brindis, que apareció en la Gaceta Oficial: ‘Al Gobierno más sabio, el inglés. A la Nación más moral y esclarecida, Inglaterra’. Estos episodios no merecen una mención formal, pero muestran de qué lado sopla el viento”.
- John Murray Forbes al secretario de Estado John Quincy Adams, 30 de abril de 1823.
Fuente: Perfil
sábado, 26 de abril de 2025
Peronismo: Las deudas de Menem causan los dos atentandos y la muerte de su hijo
Hace 30 años, una carta que le llegó a Carlos Corach anticipó la muerte de Carlitos Menem, ocurrida un mes más tarde
El entonces ministro del Interior lo confirmó a la Justicia. Fue un atentado.
El 16 de febrero de 1995, el entonces ministro del Interior del menemismo, Carlos Corach, recibía en sus manos una carta certificada, bajo número 8804, donde le advertían que el hijo de Carlos Menem sería asesinado mientras condujera su helicóptero. “Está relacionado indirectamente con el tema AMIA (…) es un mensaje al presidente (Menem)”, rezaba la misiva escrita por un ex agente de Inteligencia llamado Mario Aguilar Rizzi, que en esos días purgaba prisión en el Servicio Penitenciario Federal.
Casi al final, la carta advertía que el hecho se trataría de hacer “aparecer como un accidente, por motivos que le comentaré personalmente”. En realidad, lo que Aguilar quería era hablar personalmente con Corach a efectos de darle detalles puntuales de su advertencia, pero el funcionario no estaba interesado en que ello ocurriera, ya que consideraba a Aguilar un personaje “poco confiable”.
Un mes después, el 15 de marzo de 1995, Carlitos Menem moría al caer su helicóptero en un maizal ubicado en el km 211,5 de la ruta 9, entre las ciudades de San Nicolás y Ramallo. Eran las 11.45 de la mañana de un día soleado que comenzaba a nublarse y daba comienzo a una trama que hasta el día de hoy no ha podido ser del todo dilucidada.
Dolor de madre
“Fue el tercer atentado. La muerte de Carlitos fue el tercer atentado”, aseguró Zulema Yoma a este cronista pocos años después de ocurrido ese hecho, en una suerte de mensaje críptico que solo pudo ser develado a posteriori.
Es que, para entender qué quiso decir esta dolida madre, hay que recordar que en la Argentina hubo dos crueles atentados, uno cometido el 17 de marzo de 1992 y el otro el 18 de julio de 1994, uno contra la embajada de Israel y el otro contra la sede de la AMIA, respectivamente.
Ambos fueron mensajes directos hacia el entonces presidente Carlos Menem y, en ambos, el mandatario no dejó dudas de ello. “Esto me lo hicieron a mí”, aseguró en 1992 cuando ocurrió la explosión en la embajada. Dos años más tarde, frente al siguiente atentado, sus palabras serían tanto o más reveladoras: “Les pido perdón”.
¿Por qué Menem pidió disculpas si nadie lo había acusado de nada? ¿Quiénes fueron y qué mensajes le quisieron dar a la hora de cometer tan terribles atentados? Esa historia se remonta a 1988 cuando Menem viajó a Siria y se reunió con Haffez Al Assad, entonces presidente de ese país, a efectos de buscar fondos frescos a cambio de permitir en la Argentina oscuros negocios vinculados con drogas, lavado de dinero y reactores nucleares. Así al menos lo confirmó el ex embajador Oscar Spinosa Melo —uno de los concurrentes a ese viaje— a quien escribe estas líneas.
La historia que siguió es harto conocida: valijas con dinero sucio, el ingreso de terroristas sirios a la Argentina —con Monzer Al Kassar a la cabeza— y el fracaso final de todos esos negocios. Menem hizo entonces lo que mejor sabía hacer, lavarse las manos. Entregó a la Justicia a un par de perejiles, dejó escapar a Al Kassar del país y jamás hizo llegar el prometido reactor nuclear a Siria.
Pocos meses más tarde, explotaba la embajada israelí en Buenos Aires y daba comienzo lo que en la jerga árabe se conoce como “los tres golpes”. Es la manera en que los sirios suelen tomar venganza contra algún enemigo; a través de tres hechos que, cual mensajes, son solo entendidos por sus destinatarios.
En esos días de marzo, Al Kassar estaba de incógnito en Buenos Aires y el entonces ministro del Interior José Luis Manzano se esforzaba duramente por esconder ese hecho. Nadie debía vincular lo ocurrido con Siria ni ningún ciudadano sirio.
Dos años más tarde, llegaría el segundo atentado, esta vez en la sede de la AMIA. Cuando ocurrió, Menem llamó a su hija Zulemita y con voz preocupada le preguntó si estaba bien. ¿Por qué lo hizo? ¿Esperaba acaso un atentado contra alguno de sus hijos?
Como sea, lo que vino después fue más de lo mismo: desinformación y ocultamiento de hechos y pruebas. Por caso, se inventó la existencia de una fantasmal camioneta bomba —que jamás vio ninguno de los 200 testigos del hecho— y se taparon los nombres de los que aparecían como posibles responsables del hecho. Dos de ellos fueron Nassif Hadad, dueño del volquete donde realmente estuvo la bomba; y Alfredo Yabrán, titular de la empresa de limpieza que la noche anterior había estado en la AMIA. Ambos, casualidad o no, eran sirios y Menem había dado una orden directa: no investigar a ningún ciudadano de esa nacionalidad.
Matar a un ruiseñor
Cuando llegó el tercer mensaje, Menem entendió que ya no había duda alguna de que él era el destinatario. Ocurrió un año después de que explotara la mutual israelí, el 15 de marzo de 1995, cuando cayó el helicóptero en el que viajaba su hijo. En ese mismo instante, se cumplía el vaticinio de la carta que había llegado a Corach.
Hay que destacar que, según dos peritajes independientes, la caída de la aeronave se debió a los impactos de bala que recibió en vuelo por parte de fusiles Fal calibre 7,62. Por caso, hay fotos y videos del momento que muestran a las claras esos “agujeros”.
A la hora de indagar al respecto, mucho más no pudo hacerse, ya que el helicóptero fue vendido el mismo día en que se desplomó a un chatarrero que se encargó de desguazarlo y hacerlo desaparecer. Fue una imperdonable irregularidad, ya que se trataba de un elemento de prueba en el marco de la investigación de la muerte del hijo de un Presidente de la Nación en ejercicio.
Sin embargo, no fue la única irregularidad. De lo mucho que podría mencionarse, se destacan tres puntos:
-Más de la mitad de los custodios de Carlitos Menem decidieron no acompañarlo esa mañana excusándose en cuestiones de lo más insólitas, como dolores de cabeza o problemas familiares.
-Los pocos custodios que fueron con él, lo abandonaron 20 Km antes de que cayera el helicóptero, aduciendo haber pinchado una goma, lo cual se demostró falso posteriormente. Asimismo, aseguraron que necesitaban cambiar los cascos con los que competiría Carlitos, de un auto al otro, pero esos elementos de competición estaban en la aeronave que manejaba el vástago presidencial.
-Catorce testigos que, de una manera u otra, alimentaron la hipótesis del atentado, fueron asesinados uno tras otro. Podría suponerse una casualidad, pero nada le ocurrió a los que sostuvieron que se trató de un accidente.
Hay más irregularidades que las
descriptas, pero ya han sido señaladas por este mismo cronista a lo
largo de los años con certera precisión y detalle.
Concluyendo
Carlos Menem pagó cara su traición a los sirios y jamás pudo reponerse por ello. Hay que recordar que en un primer momento intentó negar lo ocurrido, asegurando que su hijo había muerto por causa de un “lamentable accidente”; pero cuando promediaba su gobierno, en 1999, se atrevió a decir lo que antes no se había animado: que su hijo había sido asesinado.
El lugar elegido para confesarlo fue el living de Susana Giménez. “En el fuselaje del helicóptero había impactos de bala, no hay duda de que mataron a mi hijo”, dijo en esa ocasión.
A pesar del cambio de discurso, desde ese día hasta la jornada de hoy, la verdad sigue sin poder imponerse al silencio.
viernes, 25 de abril de 2025
Patagonia: "La colonia Rouquaud"
Primera industria en el territorio de Santa Cruz
"La colonia Rouquaud"
Ernest Rouquaud Keenton (1822-1907) fue un comerciante, colono y colonizador francés de la Patagonia Argentina.
Nació en Montgiscard , Francia, el 22 de febrero de 1822. Hijo de Jacques Rouquaud y Julia Keenton,.
Había llegado al Río de la Plata en 1841, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas .
Ernest Rouquaud contrajo matrimonio el 2 de agosto de 1843 en la Catedral de Buenos Aires con María Luisa Périchon, con quien tuvo 5 hijos Ernesto. Eloísa. Pablo. Luisa y Julia.
Rouquaud fue dueño de un establecimiento industrial ubicado en las afueras de Avellaneda (Provincia de Buenos Aires) donde procesaba productos pecuarios.
Rouquaud conoció a don Luis Piedra Buena, quien le habló con entusiasmo de los mares ignotos y las tierras inexploradas de la Patagonia. Rouquaud se convenció que allá en el sur lo esperaba una gran oportunidad; la posibilidad de colonizar tierras y hacer una gran fortuna.
En 1871 obtuvo la concesión del gobierno argentino para fundar una colonia en el Territorio de Santa Cruz para la explotación de un fábrica e industrializar el pescado mediante el salado y la obtención de aceite y harina de pescado. Con este asentamiento también contribuía a ejercer los derechos de soberanía en este desprotegido suelo argentino.
“Hay que recordar que por esa época el actual territorio santacruceño era parte de las controversias de límites entre Chile y la Argentina. Chile había fundado primero Fuerte Bulnes y de allí nació luego Punta Arenas. Con este dominio magallánico Chile penetraba hacia el norte y pretendía, por lo menos, soberanía hasta el río Santa Cruz. La Argentina había descuidado su presencia en el actual territorio patagónico, y esta ausencia se profundizó con la Guerra del Paraguay. Sólo Piedra Buena, con sus viajes y salvatajes, y sobre todo con su instalación en la isla Pavón a partir de 1859, dieron a la Argentina algo más que su dominio teórico sobre la región. A pesar de la urgencia de una efectiva toma de posesión de la Patagonia por parte de la Argentina, la solicitud de una extensa concesión de tierras por parte de Rouquaud, “para poblar con colonias agrícolas e industriales dos zonas de terreno, una en la margen derecha y otra sobre la margen izquierda del río Santa Cruz, que se denominaría Colonia de Nueve de Julio y Colonia de Once de Septiembre”, tuvo un trámite lento y engorroso.
La autorización fue concedida en julio de 1871, pero con limitaciones, ya que la concesión competía con las gestiones de otro francés, Leonardo Crozat de Sempére, quien, aparentemente, no tenía el mismo espíritu colono de Rouquaud, sino que pretendía el aval del gobierno argentino para luego negociar esos papeles en el extranjero. A pesar de todas las trabas –incluyendo una primera nota diplomática de Chile señalando que no iba a tolerar instalación de colonos al sur del río Santa Cruz”.
En 1872, el presidente Domingo Faustino Sarmiento otorgó a Ernest Rouquaud la concesión en el Territorio de Santa Cruz . Aspiraba a colonizar y explotar los recursos marinos del sur argentino.
El 22 de enero de ese año zarpó de Buenos Aires el barco "Roebuck", de novecientas toneladas, hacia la Patagonia. Trayendo consigo parte de la familia Rouquaud a Ernesto Rouquaud hijo y sus hermanas Eloísa de 26 años y Luisa de 16. Los artesanos eran un albañil, dos carpinteros un tonelero y veinte operarios. materiales de construcción, maquinas, útiles, víveres, ropas, armas y municiones para la caza que proveería de carne fresca de guanaco y avestruz.
La expedición llega a destino a comienzo de febrero anclando en la zona “DEL MORRO WEDELL” eligiendo al cañadón denominado “De los Misioneros” (nombre dado por el comandante Luis Piedra Buena por el intento de evangelización de los catequistas “Schmidt y Hunziker” en 1862) por disponer de agua dulce y potable, ofrecer abrigo en tierra como también a las embarcaciones.
Una vez realizada la descarga, ubicados en tierra con techos, estufas, dormitorios y los pasajeros ya dispuesto a producir, el barco regresa nuevamente a Buenos Aires.
Las instalaciones en el lugar quedaron así: “casa principal, casillas, galpón industrial, depósito de víveres y materiales” a cien metros de la playa en la parte llana donde después se realizaron de ladrillos. Para instalar una pesquería y otros establecimientos industriales afines, como la fabricación de aceite de pescado y saladero. A los cinco meses la factoría ya estaba instalada y Roquaud se apuró a enviar al lugar varias familias de pescadores.
El 13 de septiembre de ese mismo año, zarpaba el último de los barcos contratados, el “Etincelle”. En él don Ernesto embarcó lo que quedaba de su familia: su esposa Luisa Perichón, su hija Julia y ocho criaturas. Se llevaron todos los muebles, alfombras, cortinados, un violoncelo, dos pianos y servidumbre como para una casa de quince habitaciones. Las bodegas del Etincelle contenían además ochenta barriles de azúcar, algunos caballos, cabras y diversas aves domésticas. La quimera estaba en marcha, ya no había vuelta atrás.
Posteriormente el Congreso Nacional favoreció con la concesión definitiva de estas tierras a Crozat de Sempére en lugar de a Rouquaud. No obstante, se produjo un entendimiento y Sempére transfiere a Rouquaud “cinco mil varas de frente sobre el río Santa Cruz”, donde ya se encuentra instalada la factoría con unas “sesenta personas”.
La colonia Rouquaud se desarrolló en el paraje elegido, de espaldas al cerro y mirando a la playa del río Santa Cruz.
Los contratiempos, se fueron sucediendo. La pesca no rendía, el río tormentoso se llevaba redes, botes y el viento hacía muy difícil la tarea. Como una maldición uno de los hijos, Pablo al querer retener a nado uno de los botes que se soltó de su amarra,perece ahogado en una noche trágica.
Llegaron las visitas eran tehuelches dispuestos al trueque, pero su primera visita se transformó en la última. Rouquaud no tenían experiencia habían llevado solamente azúcar para negociar con los indígenas y no aguardiente que era lo que fundamentalmente buscaban.
Posteriormente, la presión chilena, en la zona con naves de ese país, las amenazas del gobernador de Punta Arenas. Rouquaud se propuso obtener la efectiva protección de la autoridad nacional y logró entrevistarse con el entonces presidente Domingo F. Sarmiento, quien le prometió la presencia del buque estación “Brown”. Una mañana llegó por fin a la colonia una nave. No era el “Brown”, sino algo más módico, la goleta “Chubut”.
Con esta nave desaliñada llegaron el comandante Lawrence y los subtenientes Palacios y Feilberg, de la marina argentina. Los marinos tenían como instrucción instalar allí una Capitanía de Puerto, y así lo hicieron. Esta Capitanía funcionó primero por tres meses, ya que la Chubut debió partir hacia Carmen de Patagones para traer nuevos víveres.
Posteriormente fondeó en la zona una goleta inglesa, la “Tucutayú”, que Rouquaud aprovechó para viajar a las Islas Malvinas para trocar pieles, plumas y dinero por ganado vacuno. Los novillos llegaron a la colonia, pero como no se cercó el cañadón, el ganado se volvió bagual.
A fines de julio de 1873 llegó la cañonera chilena “Covadonga”, “enemiga” en los papeles pero que entabló por varios días civilizadas relaciones con la familia Rouquaud e incluso el médico de la nave chilena atendió a doña Luisa Perichón de Rouquaud al sufrir un aneurisma y la cuidó solícitamente durante los días de su agonía hasta su irremediable final. Los más de cien hombres del “Covadonga” incluso hicieron de respetuoso séquito en el entierro antes de marcharse con rumbo a Punta Arenas. Se supone que los restos de la esposa y el hijo de Rouquaud descansan en el cementerio del lugar, donde se encuentran todavía lapidas y cruces, el mismo está ubicado al oeste de la chacra Monserrat.
A principios de octubre regresó la “Chubut” y se restableció la Capitanía.
En noviembre llegó la corbeta chilena “Abtaoo”, quien traía el “encargo” del gobernador de Punta Arenas de ofrecer a los Rouquard “casa, servicio, cuanto pueda necesitar su familia”. Caridad interesada, como se dice, que patrióticamente fue rechazada.
Después de la visita de la “Covadonga” y la “Abatoo”. Chile finalmente envió a la zona a la corbeta “Chacabuco”, buque de la armada provisto de tropas de desembarco. Se daban las condiciones para un conflicto grave entre los dos países.
Al fondear la corbeta chilena, la goleta “Chubut” levantó anclas y remontó el curso del río hacia el reparo de la isla Pavón.
El comandante Lawrence no lo hizo por cobardía, sino que “no quería que los chilenos conocieran la miseria de la goleta y su tripulación desprovista de víveres y de uniformes y sin oficiales a bordo”, según declaró.
Con la “Chacabuco” se instaló otra Capitanía, pero de muy distinto color. Hay que remarcar esto. En la década de 1870 tanto Chile como Argentina tenían una Capitanía, un destacamento oficial, sobre el Río Santa Cruz. Ante el cariz de los acontecimientos, Ernesto Rouquaud aparentó quedar al margen de la inminente contienda argentino-chilena, e hizo en la colonia bandera ¡francesa!.
Sucesivas incursiones de naves chilenas le hicieron comprender a don Ernesto que la vida en la colonia se hacía imposible, por lo que decidió emprender viaje a Santiago. Una vez en la capital chilena, se entrevistó con el representante de la Argentina en Chile, el señor Félix Frías, quien le aconsejó ponerse en contacto con las autoridades chilenas. Estas le propusieron que si abandonaba la colonia le pagarían 90.000 "patacones", suma que habían evaluado las construcciones. Se le aseguraba que, una vez resuelta la cuestión de límites, si el territorio se le adjudicaba a nuestro país, el gobierno chileno le transferiría las mejoras en forma gratuita. Consideró la proposición conveniente y dispuso consultar al señor Frías antes de contestar. Este se negó en forma rotunda diciendo, no nos conviene, una vez en dominio de la colonia será muy difícil desalojarlos. Los trámites siguieron sin prosperar, solamente con promesas que nunca se cumplieron por parte de ambos países. Decepcionado se embarcó para Punta Arena, donde llegó en el otoño de 1874.
Sólo le restaba ahora a los Rouquaud abandonar la colonia, en donde quedaban quince personas que fueron embarcadas en la nave "Chacabuco" rumbo a Buenos Aires. El hijo mayor Ernesto se quedó para organizar el traslado de todo lo útil que quedaba y trasladarlo a Patagones, con el barco "Pascuales Cuartino". Con el cual se hizo a la mar. Nunca se supo más de ese viaje ni sus tripulantes. Una versión afirma que la nave, años después, fue advertida en Montevideo con algunas modificaciones, pero jamás pudo averiguarse lo ocurrido en aquel viaje del año 1874.
En Buenos Aires, el señor Rouquaud, pobre y desengañado, sólo le quedaban energías para tratar de concretar una reparación, cosa que nunca logró.
Falleció en Buenos Aires el 10 de mayo de 1907 a los 85 años.
En 1912, sus descendientes presentaron una demanda contra la Nación, que no prosperó por haber prescriptos los derechos.
Aquí termina la historia de uno de los tantos soñadores que se aventuraron a internarse en los entonces lejanos y desconocidos territorios y que, a pesar de correr distintas suertes, todos sirvieron en alguna medida para afianzar la soberanía en nuestra querida Patagonia.
Datos extraídos libros:
- Puerto Santa Cruz Un Pueblo Histórico – Adolfo Carlos Oroz (1916 – 2014).
- Historia de Santa Cruz – Juan Hilarión Lenzi (1898 – 1970).
- Aporte fotografías históricas - Carlos Carrizo