miércoles, 8 de abril de 2015

Conquista de América: Hernán Cortés como un maquiavélico

“Hernán Cortés fue un político maquiavélico”
El historiador británico John H. Elliot subraya que Moctezuma vivía un momento precario de "hambrunas y rebeliones"
LUIS PRADOS - El País


John H. Elliott durante la entrevista. / CLAUDIO ÁLVAREZ

Quizá no haya mejor lugar para evocar la figura de Hernán Cortés que la biblioteca de la Casa de América esta tarde soleada y ventosa de Madrid. Una luz de oro viejo ilumina libros y maderas oscuras. Y probablemente nadie mejor para hacerlo que John H. Elliott (Inglaterra, 1930), el gran historiador del imperio español que inauguró el conquistador de México.
“Hablar de conquistadores no es muy políticamente correcto en el siglo XXI y por eso es tan importante conocer su contexto histórico para recuperar la figura de un hombre a caballo entre la Edad Media y la Moderna y entender sus preocupaciones e intereses en un momento de fusión de la corona de Castilla con la de Aragón y de enfrentamiento con el mundo musulmán”, afirma Elliott como prólogo a la entrevista.

Bajo esa mirada, continúa: “Cortés era mucho más culto y más interesante que los demás conquistadores. Fue un político extraordinariamente maquiavélico y también un empresario muy ambicioso, incluso más allá de sus capacidades”.

En su opinión, el bagaje cultural con el que el conquistador llegó a América es decisivo para su éxito en el nuevo mundo: “Había estudiado algo de latín en Salamanca, pero sobre todo había asimilado la legislación de las Siete Partidas. Sin conocer el derecho a fondo era capaz de sacarle brillo a algunas citas y utilizarlas en el momento justo. Era un hombre de una enorme intuición práctica. También había leído a Julio César, como demuestra en sus Cartas de Relación, que son en realidad un manifiesto político en su propia defensa ante el emperador Carlos V”.

Su éxito, como explica el historiador en Imperios del mundo atlántico: España y Gran Bretaña en América, 1492-1830, hizo que se convirtiera en un modelo para los colonizadores británicos. Aprender del enemigo fue esencial para estos en un primer momento hasta que las condiciones naturales y demográficas de la costa este de los actuales Estados Unidos hizo imposible, entre otros factores, aplicar las políticas de los españoles. “Los británicos buscaban información para acercarse a pueblos desconocidos, para saber cómo establecer una colonia, cómo comportarse en un mundo tan extraño”. Al final tomaron otro rumbo, pero como admite Elliott entre bromas, podría decirse que el propio John Smith fue el inglés “más castizo”.

Elliott no comparte las conjeturas, más o menos exaltadas, en boga últimamente que convierten a Cortés en una especie de héroe moderno y visionario, pero sí reconoce que tenía “una visión del futuro de la Nueva España, de crear una nueva sociedad mediante matrimonios con la nobleza indígena, y la intención de conservar algo de la civilización destruida. Incluso tuvo una intuición global con sus expediciones al Pacífico”.

El historiador también subraya la incógnita de qué hubiera pasado con Moctezuma. “Su futuro no se veía nada claro. El imperio azteca era frágil y se encontraba en un momento precario con hambrunas y rebeliones constantes de los pueblos sometidos”.

Después de Cortés, el imperio español en América se mantuvo durante tres siglos, “financiándose bastante bien”, y su historia no ha perdido poder de fascinación. Dos características, destaca Elliott, están en la base del interés moderno: “La novedad que representa la colonización española por su política de ocupación del espacio americano, algo que no hicieron otros imperios y que es probablemente consecuencia de la Reconquista, y la incorporación de nuevas sociedades a una monarquía compuesta. Un ideal de diversidad dentro de la unidad en una monarquía global aún vigente”.

La invasión napoleónica de la Península acabaría de golpe con todo eso. La crisis de legitimidad para gobernar el imperio supondría su desplome e inevitable fragmentación “pese a la mucha lealtad hacia la corona española que había en los movimientos de independencia americanos”.

Lo demás ya es historia de las nuevas naciones, pero ¿qué queda por investigar, qué episodios permanecen aún en la oscuridad? “Habría que saber más sobre los virreyes más importantes y sobre los burócratas del imperio, cómo influyó en su toma decisiones el impacto de América y el volver a Madrid para formar parte de la élite”. Al fin y al cabo, administraban por primera vez un mundo globalizado.

1 comentario:

  1. Los anglosajones tienen esa costumbre de demonizar a las figuras prominentes de la raza latina. Siempre le buscan la vuelta para dejarlos como de lo peor. Deberían mirarse a sí mismos y encontrarán un montón de verdaderos demonios. Los españoles no fueron angelitos, pero los ingleses lo fueron mucho menos.

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