lunes, 17 de febrero de 2014

La TV japonesa reescribe la historia de la SGM

La TV japonesa reescribe la historia de la II Guerra Mundial

© AFP

Altos funcionarios de la cadena pública japonesa NHK, sostienen que Japón fue seducido por EE.UU. para participar en la Segunda Guerra Mundial con el fin de "liberar a Asia del colonialismo blanco".


Estas controvertidas declaraciones acerca de que Washington fabricó los crímenes de guerra supuestamente cometidos por las tropas japonesas en varios países asiáticos, fueron hechas por Naoki Hyakuta, miembro del consejo directivo de la cadena pública nipona NHK, informa el diario británico 'The Independent'.

"Estas suposiciones son absurdas. Esperamos que gente en cargos de gran responsabilidad en Japón […] procure evitar comentarios que puedan empeorar las tensas relaciones en la región", indicaron portavoces de la embajada de EE.UU. en Tokio, citados por la revista norteamericana 'Time'.

Hyakuta además negó los crímenes de guerra ocurridos en 1937 en la ciudad china de Nanjing, donde las tropas japonesas mataron a miles de personas. Según el empresario, que también es conocido como un nacionalista de derechas, la masacre de Nanjing nunca ocurrió y los relatos del genocidio no son más que "propaganda china".

Por su parte, las autoridades de China, condenaron estas declaraciones calificándolas como "un desafío descarado a la justicia internacional y a la conciencia humana".

"La masacre de Nanjing es un crimen brutal cometido por el militarismo japonés durante su invasión a China, de la cual existen evidencias irrefutables. La comunidad internacional ya tiene un veredicto al respecto", afirmaron voceros del Ministerio de Exteriores chino citados por la agencia Xinhua.

Se estima que hasta 300.000 civiles y soldados chinos murieron cuando las tropas japonesas ocuparon Nanjing en diciembre de 1937, hechos que continúan siendo un tema sensible en las relaciones entre Pekín y Tokio.

Actualidad RT

domingo, 16 de febrero de 2014

Perón: La oligopolización estatal de los medios de comunicación

Hace 60 años, el primer peronismo hacía lo mismo
Por Pablo Sirvén | LA NACION

Con la excusa de desandar todo lo mucho que hizo el peronismo menemista en la década pasada a favor de engrosar y dar generoso poder a grandes holdings de comunicación (fenómeno que profundizó Néstor Kirchner en 2005, con la prórroga de las licencias de los canales de TV y de las radios, y en 2007, al dar luz verde a la fusión de CableVisión y Multicanal), ahora la presidenta Cristina Kirchner alienta un desguace mayúsculo en contra de esos mismos grupos, en busca de reemplazarlos por innumerables medios pequeños más débiles y manejables.

No sólo eso: como la ley de radiodifusión en ciernes obligará a los multimedios a deshacerse en el término de un año de cantidades de licencias, inevitablemente surgirán nuevos conglomerados audiovisuales más afines al Gobierno y con poder económico, listos para cooptar a esos náufragos, loteados al mejor postor.

La maniobra se parece bastante a la que llevó adelante, entre fines de los años 40 y principios de los 50, el primer peronismo (no el de Menem ni el de los Kirchner, sino el auténtico de Perón y Evita), que en pocos años armó un colosal holding estatal de medios de comunicación.

En un movimiento de pinzas sin fisuras, la mayoría de los dueños de los diarios y radios del país fueron obligados a vender sus empresas. A los más dóciles se los premiaba con un perverso lauro: a cambio de perder su condición de propietarios se les concedía convertirse en obedientes funcionarios a cargo de sus ex compañías. Servía a los fines del disimulo: las compras eran bajo cuerda, no se publicaban en el Boletín Oficial y se pagaban con dineros provistos sin desmayos por el "mago de las finanzas" Miguel Miranda desde el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI). Así lo hizo Jaime Yankelevich, pope de Radio Belgrano, que, además, puso a los pies de la poderosa pareja presidencial un por entonces muy novedoso medio de comunicación: la televisión.

"Alea iacta est" ("la suerte está echada"), habría dicho Julio César cuando estaba por cruzar el río Rubicón para ir contra Pompeyo. Inspirados en ese afán triunfalista del más célebre emperador romano, los peronistas de la primera hora fundaron Alea SA, un gigantesco monopolio estatal que funcionaba en un edificio de 43 pisos, donde se editaban cantidades de periódicos, revistas y folletería afines al Gobierno. Carlos Aloé, su máximo director, lo explicó a la revista Primera Plana años después, con palabras que hoy suenan familiares: "Nosotros no usábamos dinero del Estado, al contrario, las empresas daban ganancias". En su despacho había un retrato gigante del general Perón con la siguiente leyenda: "Empresas periodísticas radiales e informativas".

A los que no vendían rápido se los martirizaba con inspecciones sorpresa de la nefasta Comisión Bicameral Investigadora de Actividades Antiargentinas, que comandaba el diputado José Emilio Visca, que aplicaba multas y clausuras si los sanitarios no funcionaban bien y los libros contables no estaban en orden.

Tras promulgar una ley sobre la Organización de los Servicios de Radiodifusión, en 1953, el gobierno peronista armó cuatro redes, una estatal y otras tres supuestamente privadas (la Red A incluía a la editorial Haynes; la Red B fue otorgada a la Asociación Promotores de Telerradiodifusión -APT-, en tanto que la Red C abarcaba a La Razón editorial, emisora, financiera y comercial). Aloé controlaba Haynes y La Razón; Jorge Antonio manejaba la APT. Todo quedaba entre amigos.

Como a La Prensa no pudieron doblegarla, optaron por confiscarla para entregársela a la CGT, tras humillarla repetidamente por la entonces Radio del Estado y los demás medios acólitos y conversos.

Tras su violenta estatización (revertida en 1955, cuando fue devuelta a sus legítimos dueños), los avisos clasificados que reunía en cantidad en sus páginas empezaron a emigrar hacia un pequeño y novel tabloide, que había nacido apenas un par de años atrás, llamado Clarín.

viernes, 14 de febrero de 2014

SGM: Preparando la 'Fat Man'

Video: Imágenes inéditas de la carga y detonación de la bomba atómica de Nagasaki

© AFP

Una película muda publicada en YouTube muestra la preparación final y la carga de 'Fat Man', la segunda bomba atómica lanzada en la II Guerra Mundial, en el avión Bockscar y cómo la deja caer e impacta sobre Nagasaki, Japón, el 9 de agosto de 1945.

En el video sin editar se muestra cómo los operarios sellan la bomba por arriba para proteger el material interno contra los posibles daños que pudiera sufrir al entrar en contacto con el agua tras ser lanzada sobre la ciudad portuaria japonesa de Nagasaki.

La grabación tuvo lugar en la isla de Tnían, en las Islas Marianas del Norte (a unos 2.500 kilómetros de Japón) que albergaba la unidad del XXI Mando de Bombardeo de la Fuerza Aérea de los EE.UU.




La cinta recoge cómo una vez montada por completo la bomba, la sacan del hangar. Tras la puesta a punto de la misma y su carga en el avión, en el video se puede ver el lanzamiento de la misma, que hizo explosión sobre Nagasaki.

Los últimos momentos del video, de una duración total de 11 minutos, muestran lo que se podía ver desde la ventana de un avión de observación que iba monitorizando el proceso. Las imágenes iniciales fueron tomadas desde el Laboratorio Nacional de Los Alamos (laboratorio del Departamento de Energía de EE.UU., administrado por la Universidad de California, que se encuentra en Los Álamos, Nuevo México).

Una vez lanzada contra el objetivo, el hongo que originó la explosión se elevó rápidamente a gran altura. La nube de una bomba de 20 kilotones, como la de Nagasaki, puede alcanzar una altura 7.600 metros.

La bomba detonó a unos 500 metros por encima del objetivo, con el fin de maximizar su onda expansiva destructiva.

El 6 de Agosto de 1945 a las 8:00, el presidente de EE.UU., Harry Truman, ordenó arrojar la primera bomba atómica de la historia sobre Hiroshima. Tres días después era lanzada la segunda sobre Nagasaki. En segundos las dos ciudades fueron arrasadas y miles de personas murieron en un instante. En los días posteriores fueron muriendo los que se encontraban más alejados de los centros de la explosión y los pocos supervivientes sufren aún las consecuencias de la radiación.


Actualidad RT

miércoles, 12 de febrero de 2014

Independencia: Un Primo de Rivera en Maipú

Un Primo de Rivera en la batalla de Maipú



Un antepasado de José Antonio Primo de Rivera, creador de la Falange Española, participó en las guerras de independencia de Hispanoamérica  con el ejército del rey. Se trataba del coronel español Joaquín Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, veterano de las guerras napoleónicas y jefe de Estado Mayor de la segunda expedición de Mariano Osorio a Chile. En tal calidad combatió en Cancha Rayada, donde el ejército de San Martín fue sorprendido por los realistas, y en la decisiva batalla de Maipú. Capturado luego de la misma, fue enviado prisionero a San Luis, Argentina, donde murió al intentar evadirse. Así lo describió Bartolomé Mitre: "joven fogoso, dotado de valor y algunos talentos, pero de poca experiencia militar." Muy injusta definición, ya que era un prestigioso oficial que se había destacado, entre otras ocasiones, en la defensa de Zaragoza, España, sitiada por los franceses. Más justicia le hará el general San Martín, quien describiendo la jornada de Maipú anotó: "Puede decirse que con dificultad se ha visto un ataque más bravo, más rápido y más sostenido, pero también puede asegurarse que jamás se vio una resistencia más vigorosa, más firme ni más tenaz". Se refería a la resistencia ofrecida por la infantería realista, uno de cuyos tres cuerpos comandó ese día Primo de Rivera.
En su honor, el cerro que utilizó como puesto de mando del ejército realista durante la batalla de Maipú fue bautizado como Cerro Primo de Rivera, distante a unos 15 km. de la capital chilena. Una gran cruz se levanta sobre el mismo.



Publicado por Gabriel Martínez

martes, 11 de febrero de 2014

Verbitsky y la ausencia de una autocrítica a su conducta criminal

Verbitsky: los usos de Gelman y la autocrítica que no fue
Respuesta al larguísimo y sarcástico artículo de Verbitsky en Página/12.



Ex Terrorista Horacio Verbitsky

Voluntarioso, inteligente y sarcástico, Horacio Verbitsky escribió el domingo una larguísima nota en Página/12 para mostrar lo bien que se llevaba con Juan Gelman y asegurar que Gelman sí había realizado una profunda autocrítica sobre su participación en Montoneros, al contrario de lo que yo afirmé luego de la muerte del notable poeta y escritor.

En ese sentido, Verbitsky cita varias definiciones de Gelman tomadas de un libro publicado en 1987.

Como recuerda Verbitsky, en mis notas me basé en una autocrítica que en su momento, 2005, hizo mucho ruido en la izquierda: una carta de lectores una revista cordobesa del filósofo Oscar del Barco sobre su respaldo a sucesivos grupos guerrilleros.

“Ningún justificativo nos vuelve inocentes. No hay causas ni ideales que sirvan para eximirnos de culpa. Se trata, por lo tanto, de asumir ese acto esencialmente irredimible, la responsabilidad inaudita de haber causado intencionalmente la muerte de un ser humano”, dijo Del Barco.

Y agregó: “Todos los que de alguna manera simpatizamos o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el ERP, en la FAR o en cualquier otra organización armada, somos responsables de sus acciones”.

He leído atentamente el artículo de Verbitsky (pasando por alto sus acostumbrados agravios); he repasado el texto de Del Barco. Mantengo mi postura: las críticas de Gelman sólo se refieren a errores “políticos” en el uso de la lucha armada, que él atribuye exclusivamente a la cúpula guerrillera.

Por ejemplo, Gelman menciona la “soberbia de la conducción”, critica que “la conducción autoclandestiniza a Montoneros” en 1974, y sostiene que “la conducción de Montoneros consideraba que todo esto (la entrega de información bajo tortura) era una problema de debilidad ideológica”.

La culpa —más bien, la responsabilidad en la derrota— es de los otros, de la conducción, en especial de Firmenich y de Perdía, que hicieron un mal uso táctico de la violencia; no leyeron bien el contexto político e histórico, subestimaron a los enemigos, se militarizaron, perdieron.

No es una autocrítica; no sigue la sugerencia expresa de Del Barco: “El camino no es el de ´tapar´ como dice Juan Gelman (…) Pero para comenzar él mismo (que padece el dolor insondable de tener un hijo muerto, el cual, debemos reconocerlo, también se preparaba para matar) tiene que abandonar su postura de poeta-mártir y asumir su responsabilidad como uno de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado montoneros. Su responsabilidad fue directa en el asesinato de policías y militares, a veces de algunos familiares de los militares, e incluso de algunos militantes montoneros que fueron ´condenados´ a muerte. Debe confesar esos crímenes y pedir perdón por los menos a la sociedad”.

¿Hay alguna confesión de “crímenes"; algún pedido de perdón en las declaraciones de Gelman exhumadas ahora por Verbitsky? No, nada de eso; ningún arrepentimiento, ningún pedido de perdón. Tanto es así que, cuando se refiere al asesinato de José Ignacio Rucci, el secretario general de la CGT, dice “lo de Rucci”.

“Lo de Rucci” nos lleva a otro tema: ¿cuándo comenzaron las críticas de Gelman a Firmenich y compañía? Cuando rompió con Montoneros el 22 de febrero de 1979, siguiendo el liderazgo de Rodolfo Galimberti, un ex “oficial” montonero que, por otro lado, siempre habló pestes de Verbitsky.

Eso fue casi seis años después de “lo de Rucci”; durante todo aquel tiempo, Gelman ocupó distintos roles en la estructura de Montoneros, donde llegó a “teniente” y a miembro del consejo superior del Movimiento Peronista Montoneros.

Por ejemplo, el año anterior a su ruptura, en 1978, fue el guionista de una película filmada en Europa y titulada “Resistir” en el que un Firmenich de barba convocaba a todos los guerrilleros que continuaban viviendo en la Argentina a seguir luchando contra la dictadura.

Galimberti, Gelman y otros rompieron con Firmenich y compañía descontentos con la llamada “Contraofensiva”, es decir el plan de retorno al país de grupos guerrilleros; estaban convencidos de que la dictadura tenía los días contados. La Contraofensiva separó las aguas en Montoneros a pesar de que el mes anterior, en enero de 1979, había sido aprobada también por Galimberti y Gelman en una reunión de la cúpula guerrillera en Roma.

Un detalle interesante era que, según lo aprobado, el regreso de los guerrilleros rasos a la Argentina sería voluntaria, pero en el caso de los “oficiales” su participación sería decidida por la cúpula encabezada por Firmenich. Decididamente, la defensa de Verbitsky no deja muy bien parado a Gelman en este aspecto de su vida, tal vez secundario en el contexto de su impresionante obra literaria.

Pero, y es una opinión personal, no creo que a Verbitsky eso le importe mucho. Le preocupa más la elaboración de su propio Curriculum; la construcción de un “relato” en el queintenta maquillar algunas zonas oscuras de su pasado, como su tranquila vida en la Argentina de la dictadura mientras tantos compañeros morían, eran apresados o debían dejar el país.

Y Gelman le sirve mucho, como le ha servido tanto Rodolfo Walsh, de quien se presenta como su más legítimo sucesor. Por eso, inicia la nota recordando su último encuentro con Gelman y luego afirma que “la autocrítica de Gelman (como la de Walsh o la mía), comenzó antes de la ruptura con Montoneros”.

Pero, ¿será que Gelman lo apreciaba tanto a Verbitsky durante su exilio europeo o que, más bien, compartía el recelo de su amigo Galimberti? Una ex guerrillera que fue asistente de la conducción de Montoneros asegura que, en aquel momento, Gelman desconfiaba mucho del ahora periodista K, y que incluso le dedicaba un término extraído de su enfático y colorido repertorio porteño.

Ya se sabe lo preciso que son los poetas con apenas una palabra.

(*) Director de la revista Fortuna, su último libro es Viva la sangre.

Perfil

Verbitsky defiende a su amigo terrorista, Gelman

El universo desnudo
Consciente del final, acordó con su mujer, Mara Lamadrid, con quien vivió sus últimos 25 años, que no hubiera quimios, radios ni cirugías, porque no creían en la eternidad y prefirieron que muriera en su casa. Hasta pocas horas antes escribió poemas estremecedores y reflexiones sobre su historia y la del país. Las obscenas tentativas por encaramarse sobre su grandeza para denigrarlo no resisten un archivo. La misma pasión por la verdad impregnó su vida, su poesía y sus textos políticos.


Tres criminales que nunca pagaron por sus crímenes: Cristina Banegas, Gelman y Verbitsky

Por Horacio Verbitsky - Pagina 12

Los médicos quisieron internarlo para comenzar un tratamiento pero se negó para no cancelar el viaje a Buenos Aires donde, contra su costumbre quiso presentar su nuevo libro, Hoy. La foto fue tomada por Cristina Banegas, la más exquisita anfitriona de esta ciudad, y registra un dato trivial. Han pasado siete minutos del martes 20 de agosto de 2013. Juan me toma del hombro y me habla bajito. Lucila Pagliai nos mira pero no alcanza a escuchar el diálogo. Fue una de las redactoras de la agencia clandestina de noticias, ANCLA, y hace un par de años publicó junto con Nacho Vélez una dura edición crítica de la revista Evita Montonera, cuyo prólogo nos dio a leer en otro de los viajes de Juan. También están pero no aparecen en la foto Liliana Herrero, Mónica Muller, Horacio González y Rodolfo Alonso. Antes de irse con Mara Lamadrid, Juan me dirá con una seguridad inapelable y una sonrisa dulce: “Es la última vez que nos vemos, Perro”. Han pasado cincuenta años de la primera.

El 11 de enero, Mara avisó que “Juan es un enfermo terminal sin que se lo haya sometido a lo que la medicina produce como terminales. Juan es un terminal sin pasar por quimios, radios, cirugías. Como ni él ni yo creemos en la eternidad, impedimos conscientemente y no sólo, también ante notario, que lo sometieran a tales manejos tecnológicos. Apostamos, Juan en primera línea y por mi parte secundándolo, a que la vida tiene un fin y que lo mejor que a alguien le puede pasar es morir en su casa”. Cuando Mara le contó que me había alertado, pidió que le escribiera. Pudimos decirnos lo que pensábamos de la muerte, la suya, la mía, la de todos, de lo que cada uno significó en la vida del otro (para mí un privilegio que la hizo más rica e intensa). Es un tesoro privado, que no quiero compartir. Con una curiosidad intelectual intacta me pidió copia de la antiquísima correspondencia en la que reflexionábamos sobre nuestro destino de fósiles, mero combustible para que se abriguen y alumbren los que vienen detrás. “Estoy escribiendo sobre eso”, explicó. Las últimas líneas que me envió aún laten en la pantalla. El 19 de enero se cumplirían 25 años de su radicación en México e íbamos a brindar a distancia, porque yo fui el cómplice del amor de Juan y Mara. Pero horas después, ella nos informó que Juan había entrado en la recta final. “Es inminente, pueden ser varios días, pueden ser horas.” Le pregunté si estaba consciente. “Sí. Pero casi no tiene voz y está apagándose”. .Y el definitivo: “Perro, Juan murió hace una hora y cuarto”.

Al día siguiente se conoció uno de sus poemas más explícitos y conmovedores, “Verdad es”, que escribió el 28 de octubre. Concluye así:

“Esqueleto saqueado, pronto
no estorbará tu vista ninguna veleidad.
Aguantarás el universo desnudo”.

No mentirás

Recién ahora y lejos de Buenos Aires, puedo trastabillar estas palabras sobre él, impresionado por tamaña lucidez, que sólo se extinguió con su vida. Jamás se permitió un engaño, ni siquiera una verdad a medias. En contraste, me pareció obscena la seguidilla de por lo menos cinco artículos denigratorios que Ceferino Reato, de cut&paste fácil, se apresuró a publicar en tres diarios distintos durante la semana posterior, para ofrecer sus propios libros como modelo antagónico a la actitud de Juan. En realidad, la actitud que él atribuye a Juan.

Luego de citar el “No matarás” de Oscar del Barco, Reato se pregunta: “¿Por qué ocultar o disimular su militancia como ‘oficial’ montonero”?

Según el columnista de La Nación, Perfil e Infobae:

- “Luego de romper con Montoneros, en 1979, Gelman se dedicó a la escritura y no quiso hablar de su experiencia armada”.

- “Estos guardianes de la memoria histórica construida por el kirchnerismo, con la imprescindible colaboración de la mayoría de los organismos de derechos humanos, consideran que de esos temas no hay que hablar. Comparten con Gelman el convencimiento de que no hay autocrítica que realizar, (...) siguen convencidos de que la lucha armada fue correcta porque era el mejor camino”.

- “Gelman no hizo autocrítica sobre su militancia en Montoneros –donde llegó a ‘teniente’ y a integrar el Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero– porque pensaba que no tenía nada que criticarse. (...) Si fuera por ellos, nadie debería recordar los atentados de las guerrillas o los fusilamientos de militantes sospechados de traición y delación. (...) Mi posición es que un periodista debe preocuparse sólo por llegar lo más cerca posible de la verdad”.

Con el propósito de asistirlo en esa preocupación por acercarse a la verdad, voy a recordarle al ex asesor de prensa de Esteban Caselli en la embajada menemista ante el Vaticano que la autocrítica de Gelman (como la de Walsh o la mía), comenzó antes de la ruptura con Montoneros y le valió una ridícula condena a muerte de su conducción. Afirmar que desde entonces Juan no habló de la experiencia armada ni la criticó requiere, por ser benévolo, de una alta dosis de ignorancia. Para subsanarla voy a transcribir algunas definiciones que constan en un libro de 1987: Juan Gelman. Contraderrota. Montoneros y la Revolución Perdida.

Militarista y antipopular

Según Gelman:

- “No sólo habría que analizar los errores de Perón (...) sino también los de la propia organización que decidió profundizar –y mal– el enfrentamiento que ya existía”.

- “Lo que hubo fue soberbia. No sólo la soberbia política que se dio al comienzo, sino también la que derivó luego hacia la soberbia militarista. (...) Se cayó en una suerte de enfrentamiento cupular. Se supuso que en la medida en que Perón se inclinaba a la derecha –apoyando a López Rega, jefe de la Triple A– el único medio de contrabalancear ese tipo de tendencia era tirarle un cadáver cotidiano sobre la mesa. Ese fue el origen de la muerte de José Rucci”.

- “El primer grupo de resistencia armada como tal –los Uturuncos– fueron precedidos por la resistencia de los obreros peronistas que asumieron las formas de la violencia en 1956, tres años antes de la revolución cubana. Aun así digamos que, como factor impulsor de la historia que habría de seguir, lo de Cuba planteó un ejemplo claro, aunque también influyó en los errores posteriores del movimiento armado en la Argentina y en toda América Latina.”

- “Era el error enorme suponer que la revolución cubana había sido solamente Fidel Castro y Sierra Maestra” (ignorando) las luchas populares en las ciudades. (...) Otro de los grandes errores fue suponer que lo de Cuba había sido un foco. Se quiso creer y ver a la revolución cubana como lo que no era. Creencia a la que ayudaron los propios cubanos.”

- “La mala lectura de la revolución cubana produjo un nefasto voluntarismo político.”

- “Uno de los factores de la derrota fue la subestimación del enemigo, que se explica por desconocerlo y también por la soberbia militarista que luego se apoderó de Montoneros.”

- “La imagen es muy linda. Pero para que una chispa incendie una pradera en primer lugar tiene que existir la pradera, en segundo lugar la pradera tiene que estar seca, no tiene que llover y, además tenés que saber dónde tirar la chispa. Era y es metafísico plantear la revolución en esos términos, (...) Este y otros errores no les caben solamente a un grupo o alguno grupos en los años 60, sino también al mismo movimiento comunista internacional, que se equivocó larguísimo tiempo en la caracterización del movimiento popular y en la situación de América Latina, al considerarnos países coloniales, (...) al poner en pie de igualdad a un continente donde se inaugura el neocolonialismo mundial con Asia y Africa, donde efectivamente, el colonialismo funcionaba y había tropas extranjeras y virreyes.”

- “La respuesta que Montoneros da a todo eso es incorrecta, ya que empieza a practicar una política elitista y, en el fondo, antipopular. (...) A pesar de todas las persecuciones, en 1974 había márgenes democráticos para seguir avanzando en la lucha de masas y en la organización de las bases. Pero es entonces cuando la conducción autoclandestiniza a Montoneros, autoclandestiniza la organización militar y deja con el culo al aire a las organizaciones de masa, configurando así una política suicida: la estructura de base no tenía medios para escapar a la persecución de la Triple A. La gente que trabajaba en las villas miseria, en los frigoríficos, en las fábricas, el único modo que tenía de salvarse era salir de sus lugares y por lo tanto dejar su trabajo. Pero, ¿dónde iba a encontrar otro?”

- “Este grueso error significó dejarle el campo político a la derecha. Concepción que pese a las diferencias de contexto vuelve a repetirse durante el comienzo de la dictadura militar, cuando Montoneros confía su enfrentamiento con las Fuerzas Armadas al plano estrictamente militar.(...) Frente a determinadas acciones, como los casos de Mor Roig o Rucci, hubo opiniones encontradas, pero de ningún modo debatidas a fondo en la organización.”

- “Yo no conozco ningún movimiento armado donde el mesianismo genere tanto espacio. (...) Montoneros pone en práctica el uso de la pastilla de cianuro: la cuestión entonces era suicidarse para no caer en manos del enemigo y no batir. (...) Efectivamente había gente de Montoneros que era capturada y cantaba (...). Pero no era así con la gente más vinculada al barrio, a la vida del pueblo que, difícilmente abría la boca. Esto es curioso. Pero muy importante y da lugar a toda una reflexión filosófica sobre esas diferencias de conducta. Paralelamente, la conducción de Montoneros consideraba que todo esto era un problema de debilidad ideológica. Como bien señaló Rodolfo Walsh, (...) el problema real era el de una línea política equivocada y así lo demostró la historia posterior.”

- “Santo Tomás hablaba de la salvación individual y de elevar el alma a partir del sacrificio del cuerpo, y tipos como Firmenich formularon una concepción similar, pero en el plano revolucionario. De ese modo se entró en la alucinación de pretender formar militantes de acero, militantes revolucionarios, sobre una base totalmente individualista y mesiánica.”

- “Los métodos aplicados a la organización revolucionaria revelan los vicios que tenía la formación ideológica de esa conducción. Y si se quiere rastrear en el pasado de Firmenich, Perdía u otros, se encuentra su formación ligada al misticismo y a la religión, tomada como ellos la tomaron.”

- “En el comportamiento general de golpear, de endurecer a la organización, de hacerla casi religiosa, hubo una finalidad política relacionada con lo que antes decíamos sobre el modo de concebir el poder, (...) elitista, contrarrevolucionario y antipopular.”

- “Un obrero que era simpatizante de la organización y dirigente natural de una fábrica de 2.000 trabajadores (...) fue incorporado a la organización, que era absolutamente vertical, también asumía formas militares, con grados, rangos y taconeos. Por supuesto, el que ingresaba lo hacía con el grado ínfimo de aspirante a oficial, desde el punto de vista de la mentalidad militar era un suboficial que aspiraba a ser oficial. A partir de allí se entraba en una cadena de obediencia a los grados superiores. Aquel obrero fue incorporado con ese grado y participaba en reuniones de ámbito; en esas condiciones estaba hasta que la conducción de Montoneros resuelve que hay que lanzar una huelga en la zona. (...) El obrero lo miró y le contestó: ‘Vos estás ligeramente en pedo. Yo no tengo condiciones para hacer una huelga en la fábrica ni vestido de mono. De manera que yo eso no lo voy a hacer.

–Como yo soy capitán y vos sos aspirante, tenés que obedecer.

–Vos serás capitán y yo aspirante, pero chupame la pija, porque yo esa cosa no la voy a hacer.

No se hizo. Este es un ejemplo que sirve para explicar cómo Montoneros se cagaba en el referente de masas. En vez de promover la organización de las masas, teniendo en cuenta a sus representantes naturales, sus necesidades y reivindicaciones, pretendió absorber en una organización jerárquica a los dirigentes de base para transmitir órdenes a las masas, pasar decretos, bajar línea y movilizarlas, supuestamente a través de sus dirigentes”.

- “Si lo de Rucci había conmocionado tan mal, después ocurrió un error tremendo al suponer que iba a producirse algún tipo de repercusión popular dando muerte a Mor Roig porque se cumplía un año de los crímenes de Trelew del 22 de agosto. No hubo ninguna adhesión popular. De ahí que esta sea una muestra más de esa política a la que califico de cupular, aunque tal vez para ser exactos, habría que llamarla política elitista y en el fondo, foquista (...).La cuestión para la conducción montonera era continuar en una disputa de cúpulas, lejana de la discusión y la acción de las bases. Y en las bases, no se aplicaban políticas que disputaran el liderazgo de Perón en la conciencia de las masas, sino simples hechos espectaculares. Lo de Rucci iba a cercenar el apoyo de la clase obrera y lo de Mor Roig los apoyos de la clase media, con las consecuencias naturales que se desprenden de ese debilitamiento. Me consta que hubo gente, pese a todo, dentro de Montoneros y perteneciente a distintas organizaciones que no estuvieron de acuerdo. Y si se llevó a cabo es porque entonces Montoneros hizo otra vez un análisis equivocado. (...) Pensar que la alianza de la burocracia sindical con el lopezreguismo era una cosa inmutable y sin fisuras. No entendieron que López Rega no tenía ninguna base de masas y que la burocracia sindical si. Esa burocracia sindical, con todo lo que era y representaba, no podía ser confundida necesariamente con lo otro, ya que debía responder a las presiones de las masas, como se vio en las huelgas y movilizaciones de junio de 1975, que ‘casualmente’ dieron por tierra con López Rega”.

- “El fusilamiento de Aramburu fue todo un símbolo para las masas peronistas: ese había sido un hombre que dirigió la dictadura que sustituyó a Perón y cuya muerte tuvo un significado enorme para el pueblo. (Pero) no es lo mismo Aramburu que Dirk Kloosterman, ni es lo mismo Aramburu que Rucci. De modo que no puede ponerse un signo igual entre aquella primera acción de Montoneros, que tuvo un impacto político grande, y otras cosas”.

- “En el fondo de este problema sobrevuela la concepción foquista por la cual es la lucha militar la que impulsa a la lucha de masas, cuando resulta que de hecho, esto es absolutamente al revés. (...) Si tal o cual organización de masas pide que se organice tal o cual acción militar, son las masas las que asumen las tareas de autodefensa y el aparato militar puede entrenar y luego acompañarlas, pero nunca dominar. Ese ejemplo de subordinación de las acciones militares a las políticas sí existió en la primera etapa de la resistencia peronista, cuando en las acciones violentas siempre se dio la vinculación entre la lucha armada, la de masas y la sindical. Digamos entonces que se asistió a un proceso de degradación política en el cual se terminó por llegar a una conducción militarista similar a la del enemigo, en la cual se copia hasta sus grados. (...) Y cuando lo que predomina es lo militar, sólo se desemboca en un enfrentamiento entre aparatos, donde es evidente que siempre van a ganar las Fuerzas Armadas”.

- “El líder unificador era efectivamente Perón y lo que él hacía no era otra cosa que dar unidad a la clase obrera y a buena parte de las clases medias, (...) aunque digamos que en las concepciones de Perón, la hegemonía de esa alianza no correspondía a la clase obrera. Por lo tanto había que partir de esa comprensión para saber cómo promover dentro del Movimiento una política que, sin romper la unidad, invirtiera poco a poco los términos; pero no a partir de disputarle la conducción abruptamente al líder reconocido por aquellos sectores sociales (...). Eso obligaba a una lucha política muy difícil, ya que por supuesto es mucho más fácil tirar tiros”.

- “En 1974 las organizaciones armadas que habían tenido un papel muy claro en la resistencia obrera contra la dictadura de Onganía dejan de ser protagonistas y apenas un año después, son los obreros los que toman la primacía. Es este último elemento lo que más miedo le da a los militares y lo que quiebra la tranquilidad de los Balbín, que empieza a inventar aquello de la guerrilla industrial. Es por eso que el golpe de 1976 fue esencialmente antiperonista y antiobrero”.

- “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase el juego político entre la derecha y la izquierda. (...) No formó parte de una concepción política en relación con las masas, sino de una estrategia cupular”.

El análisis de Juan fue tan despiadado y poco complaciente que su propio editor, Eduardo Luis Duhalde, tomó distancia y en la contratapa del volumen se preguntó: “¿Es exacto que de nuestra autocrítica los opresores sólo pueden recoger las migajas?” y agregó: “Gelman ejerce su crítica amarga –¿siempre justa?– contra aquella organización”.

Una respuesta anticipada

Cuando Reato recién comenzaba su labor como periodista, Gelman se anticipó a desmenuzar los cuestionamientos que le haría 27 años después, cuando ya no pudiera responderle. Escribió entonces que la reflexión crítica y autocrítica debía realizarse sin culpa:

- “No hacerlo como los cuervos políticos que están esperando las críticas más o menos internas o cercanas, íntimas, como las que se hacen sobre Montoneros para regodearse con su derrota y decretar el fin de las utopías. (...) Tampoco es posible hacer una autocrítica para salvar el honor personal; son formas que pueden tener su valor, no lo niego, pero más interesa que las críticas y autocríticas se hagan con la voluntad de revertir esta situación y no incurrir en la autoflagelación pública”.

Y como de costumbre, fue a fondo:

- “Recuerdo una nota firmada en la Argentina por Beatriz Sarlo que hizo la crítica de las cartas de Rodolfo Walsh cuando se enteró de la muerte de su hija. Entonces Beatriz Sarlo las calificó de ‘voluntad de estetizar la muerte’. Sería muy sencillo despachar el asunto diciendo que esta señora es una pelotuda; pero esta señora, digamos, no es ninguna pelotuda. Lo que hace en realidad es negar toda una situación social compleja, abstraerla de muestro contexto político, sacar a Walsh de eso, sacar de eso a la muerte de su hija y plantear, en una especie de isla edénica, que se produce la muerte de la muchacha sin saber quién la mata ni por qué, ni cómo. Y además, que Walsh, enamorado de la muerte, escribe un par de textos magníficos porque tiene la voluntad de idealizar la muerte. (...) Esa gente siempre apunta a lo mismo: eliminar los contextos, las situaciones concretas. (...) Lo que quieren analizar es el texto en sí mismo y por sí solo, absolutamente y sin contexto para hallar por fin que esas cartas de Rodolfo son un simple canto a la muerte. Esta gente, más que a reflexionar, se dedica a parcelar, a castrar la reflexión. Ellos están en su derecho, pero de ahí a que uno les dé bola”.

La misma pasión por la verdad que en su poesía y en su vida resplandece en este preciso texto político, que desmorona las trabajosas ficciones de quienes, por ello, prefieren desconocerlo. Juan les queda demasiado grande.