sábado, 14 de marzo de 2015

Conquista del Oeste: Jerónimo

Ni era jefe ni se llamaba Jerónimo

Javier Sanz - Historias de la Historia


Era indio, eso sí, más concretamente un chamán de los llamados apaches del Oeste o chiricahuas. Su verdadero nombre era Goyahkla (o Goyaleé) y nació en Arizona en 1829, aunque poco se sabe de él hasta 1858, año en el que un suceso trágico le marca irreversiblemente. Junto con un grupo de chiricahuas y sus familias, Goyahkla y los suyos salen del poblado hacia los asentamientos militares mexicanos cercanos a Sonora para comerciar de manera pacífica con los colonos allí asentados. Durante la ausencia de los hombres un grupo de militares mexicanos realiza una sangrienta incursión en el campamento apache, asesinando a cuantas mujeres, niños y ancianos encuentran a su paso. En la masacre, Goyahkla pierde a su madre, a su esposa y a sus tres hijos, por lo que no resulta extraño que ese mismo día jure venganza, ni que comience a oír a los espíritus pidiéndole que no deje sin castigo semejante atrocidad.



Y eso hace. Goyahkla se convierte en leyenda tras infinidad de fugas imposibles, ataques y sabotajes perpetrados contra el ejército de México y los colonos mexicanos del norte de Arizona, a quienes aterroriza siempre que puede. Son muchas las veces que le hieren, casi tantas como las que las brigadas encargadas de darle caza le dan por muerto, pero siempre sobrevive, siempre se recupera para volver a escapar de quien quiere echarle de su tierra. Es en esta época cuando empieza a conocérsele por el sobrenombre de Jerónimo, puede que debido a los gritos de los mexicanos invocando a su patrón, San Jerónimo, mientras huyen de los ataques del indio.

Pese a su condición de leyenda y líder militar, Goyahkla/Jerónimo no llegó a ser jefe de los apaches. Fue, eso sí, un respetado chamán al que se le atribuyeron poderes de adivinación, clarividencia e interpretación de los signos de la Naturaleza. Él mismo llegó a afirmar que no existía una bala capaz de matarle, así que es posible que tanto apaches como mexicanos llegasen a dudar de su condición de simple mortal. En 1876 el gobierno de los Estados unidos, tratando de solucionar los problemas causados por los indios, decide civilizar a los apaches trasladándolos de una reserva a otra entre Arizona y Nuevo México. Como cabía esperar, Jerónimo (vamos a llamarle por su apodo) no se muestra dócil a la política del ejército norteamericano y protagoniza otra década de fugas y persecuciones dignas de la mejor película de acción. Una y otra vez le atrapan y una y otra vez se escapa en las mismas narices de los soldados, convirtiéndose en un auténtico quebradero de cabeza para el todopoderoso ejército de los Estados Unidos. Llegan a perseguirle hasta 5000 soldados norteamericanos y 3000 mexicanos, y los periódicos le convierten en el villano más temible y detestable de la nación.

Durante una de estas persecuciones, Jerónimo y sus hombres consiguen tender una emboscada a la patrulla del ejército americano que les persigue. En la refriega mueren varios de los guerreros más cercanos a él, abatidos por el Lugarteniente Marion P. Maus, quien yerra el tiro al disparar contra Jerónimo pero consigue cegarle temporalmente a causa del polvo levantado por la bala al impactar contra una roca. El indio “inmortal” consigue salvarse de nuevo, para desesperación de Maus y sus hombres. No obstante, días después su General recibe una carta firmada por el mismo Jerónimo en la que alaba la valentía y el arrojo de Maus y recomienda su condecoración.



Tras varias rendiciones y nuevas fugas, en 1886 se rinde junto con 450 apaches (hombres, mujeres y niños), y todos son trasladados a una reserva en Florida, donde se convierten en granjeros a la fuerza. Un año después, se les traslada a Alabama, donde casi la cuarta parte de ellos muere de tuberculosis. Más tarde, se les reubica en la reserva de Fort Sill, en Oklahoma, donde Jerónimo se convierte al cristianismo, dicta su autobiografía y llega a plantarse en la Casa Blanca con su caballo para pedir al presidente Roosevelt que devuelva a su pueblo a Arizona. Nunca regresan a su tierra. El indio inmortal acaba sus días en Oklahoma con más de 80 años, tras caerse de su caballo y pasar la noche en una zanja a la intemperie.

Colaboración de Marta Currás.

viernes, 13 de marzo de 2015

Conquista del desierto: Batalla de Las Acollaradas (1827)

Batalla de Las Acollaradas


Gral. José Ruiz Huidobro (1802-1842)

En las primeras décadas del siglo pasado, los gobiernos de San Luis hicieron todo lo posible por amortiguar los efectos producidos por la terrorífica fama del indio, que angustiaba a los pueblos del interior de la provincia.  Se concluyeron tratados de paz con los principales caciques; se establecieron nuevos fuertes avanzando la línea de las fronteras y durante un tiempo hubo intercambio de emisarios que venían de las tolderías o que iban a ellas en misión de paz y amistad, realizando al mismo tiempo algún intercambio comercial.

Con todo, 1827 fue el año de alarma pues se tuvo noticias de que en el desierto se preparaban nuevas empresas de asolamiento, a las que no eran ajenos algunos cristianos complicados con los indios de éste y del otro lado de la cordillera y en las que participarían bandidos de negra fama, como los cuatro hermanos Pincheira (Antonio, Pablo, Santos y José Antonio), cuyos instintos de rapiña y sangre superaban a los de los más brutales hijos del desierto. (1)

También se supo que Painé, gran cacique de Leuvucó y sus sanguinarios capitanejos aliados con los del implacable araucano Yanquetruz, serían los conductores de las proximidades de las próximas invasiones.

Conocidos estos pormenores y considerando la impiedad con que actuaban los agresivos caudillos máximos de las legiones invasoras, un hálito de pavor e impotencia sacudió la fibra de los gobernantes y del pueblo de San Luis, que hasta ese instante no vislumbraban la más pálida ilusión de paz y seguridad.

La sola mención de los nombres de Painé, Yanquetruz, Baigorrita, Epugner Rosas, Pichón y otros tantos especímenes del hampa selvática, o de los Pincheira, Puebla, Carmona, Besoain, Salvo y otros bribones de su estirpe, cuya deshumanizada crueldad era proverbial, ponía los pelos de punta y la piel de gallina a todo el mundo inclusive a los que llegado el caso eran capaces de luchar con una bravura y coraje que los hacían dignos del mayor respeto y admiración.

Las noticias alarmantes; las reuniones para discutir medidas defensivas; los preparativos y los sondeos llevados a cabo con más o menos ingenio de uno y otro lado; las decisiones del gobierno, todo generaba una atmósfera saturada de signos de desconfianzas y alarmas, agravadas por las tremendas imprudencias, como aquellas expediciones de Anzorena y los hermanos Lucero que dieron lugar a la siniestra venganza que los salvajes llevaron a cabo en la Laguna del Chañar o como la inexplicable derrota sufrida por la fuerzas interprovinciales en las cercanías del Morro.

Así llego a las vísperas de 1833, época en la que los malones menudeaban en una extensa zona de la provincia.  Los indios atacaban con la mayor impunidad a los vecindarios que no podían ser socorridos porque las fuerzas se agotaban en marchas y contramarchas sin poder reprimir ni escarmentar a los innumerables guerreros cobrizos que actuaban simultáneamente en distintos lugares.

No era diferente la situación que soportaban otras provincias; la movilización de las confederaciones indígenas abarcaba en esos momentos desde los contrafuertes cordilleranos hasta el corazón del país, sin que quedase libre de sus depresiones el centro y sur de la provincia de Buenos Aires.

En tan graves circunstancias los gobiernos de Mendoza, San Juan, Córdoba y Buenos Aires, se dirigieron al de San Luis con alentadoras promesas y ofrecimientos (2) referidos a la campaña de 1833, en la cual la Pampa Central y San Luis serían campo de acción de la División del Centro comandada por el general José Ruiz Huidobro (3), sobre quien Facundo Quiroga había de volcar después este juicio harto despectivo: “¿Qué caballos van a bastar para un General que viaja, y expediciona en galera?…¡Generales de papel, a la moda, a la extranjera!”. (4)

Pese a las catilinarias del jefe nominal de la División del Centro (5), el aporte puntano fue de 115 fusileros, 128 dragones y 19 artilleros que integraron el escuadrón “Dragones de la Unión” a las ordenes del valiente capitán Prudencio Torres, el mismo que dos años antes, en marzo de 1831, había mancillado su honor militar con la traición de Río IV (6), mancha de la que jamás pudo rehabilitarse aunque en más de una oportunidad volvió a destacarse por su valor y heroísmo.

La división del centro compuesta, además de las fuerzas puntanas, por el Regimiento de Auxiliares de los Andes de Buenos Aires al mando del bravo coronel Pantaleón Argañaraz, por el batallón de Defensores de Mendoza a cuyo frente se encontraba el coronel Lorenzo Barcala y por el regimiento de Dragones Confederados de Córdoba, al mando del aguerrido coronel Francisco Reynafé, a mediados de febrero se movió desde el fuerte San Carlos de Mendoza, buscando camino que debía conducirlo al corazón del imperio ranquelino asentado sobre los campos de Leuvucó, Poitahué y Trenel. (7)

El 16 de marzo los expedicionarios se enfrentaron, al sud de las lagunas Las Acollaradas, con los lanceros indígenas que conducían al campo de batalla los poderosos caciques Yanquetruz, Painé, los tres hijos de éste, Pichín, Pailla y Rulco, Eglans y Calquín.  Los caudillos indígenas habían resuelto salir al encuentro del ejército expedicionario, decisión que demostraba la importancia que asignaban a la expedición cristiana y las ventajas que se proponían sacar del encuentro eligiendo el terreno en que querían maniobrar y alineando mil de sus mejores lanceros cuidadosamente escogidos y guiados por sus más hábiles y aguerridos jefes.

“Junto a dos lagunas próximas entre sí -comenta Franco- llamadas Las Acollarada, tuvo lugar un entrevero que resultó más largo y sangriento que una batalla y quedó sin decidirse a favor de nadie.  La verdad es que el encuentro de Las Acollaradas fue muy duro para los indios y no demostró, ni mucho menos, que Huidobro fuese más inepto que las docenas de jefes que antes y después de él salieron malparados ante las lanzas emplumadas”. “Por otro lado, si bien es cierto que el comandante Delgado, por orden de Rosas, invadió las tierras ranquelinas, también lo es que no logro estrecharle el cerco ni menos la mano al más difícil de los caciques…” “…y al año siguiente Yanquetruz llevaba sobre los pueblos de San Luis la más araucana de las invasiones”.

Ahí se realizó unos de los encuentros más sangrientos entre los librados en la tenaz lid con los indios, cuya fama de guerreros indomables quedó confirmada una vez más como lo fue la de los valientes saldados de la civilización.

Duro fue el trance.  Durante seis horas los bárbaros llevaron carga tras carga sobre los regimientos de los cristianos obligándolos a echar pie tierra y a recurrir a todas las reservas para evitar la derrota.  Barcala, Argañaraz, Torres y Reynafé lucharon con coraje inaudito y el mismo Ruiz Huidobro demostró que el amaneramiento de sus refinadas costumbres (8), no era incompatible con el coraje y valor con el que era capaz de conducirse frente al peligro.  A su golpe de vista y a su decidida acción se debió la derrota de los adalides ranqueles y sus pujantes legiones. (9)

En el terreno de la lucha, certificando el bravío encuentro, quedaron ciento sesenta cadáveres e innumerables heridos del bando aborigen y entre ellos los de los tres hijos de Yanquetruz: los cristianos sufrieron cincuenta y una bajas entre muertos y heridos. Los indios se retiraron pero no vencidos.

Los expedicionarios, faltos de medios de movilidad y de alimentos, emprendieron el camino de retorno sin haber cumplido su objetivo de ocupación del desierto, en el que a poco andar se perfilarían de nuevo las hercúleas y endemoniadas siluetas de Yanquetruz, Painé y sus capitanejos aterrando a los pueblos que se habían alucinado con el triunfo de Las Acollaradas, pensando que el horizonte estaba definitivamente despejado.  En cambio, la cruel realidad les haría ver que aquel no era más que uno de los eslabones de la larga cadena forjada con el sacrificio y la sangre de los hijos de Cuyo.

Referencias


(1) Don Régulo Martínez en carta dirigida al general Mitre el 18 de noviembre de 1864, entre otras cosas le decía: “He sido compañero de viaje del sargento Luengo quien en el momento que teníamos los indios a la vista me decía: “Yo no me aflijo porque no será extraño que entre esos indios venga alguno de los nuestros, de los doscientos que allí tenemos”.  (Archivo Mitre, tomo XXIV, página 198).

(2) El doctor Alfonso G. Hernández, asigna a San Luis la iniciativa de la expedición de la División del Centro y recuerda el convenio efectuado entre Mendoza y San Juan que ha comunicado al gobierno de San Luis informándole entre otras cosas que “han encomendado la guerra contra los salvajes del sud, al hijo de la victoria, al Excmo. Brigadier General Don Juan Facundo Quiroga, encargándole la invitación a la demás provincias y sometiendo sin reservas los recursos con que cuentan y que le facilitan hasta tocar la línea de lo imposible”.  (Anales del 1er Congreso de Historia de Cuyo, año 1938, tomo VIII, página 237).

(3) El ala derecha actuaría bajo las órdenes del general José Félix Aldao y la izquierda bajo el mando personal del general Juan Manuel de Rosas.

(4)Llevaba en esa campaña todo el lujo y fausto de un general francés del Imperio.  Viajaba en galera, con grandes equipajes para el guardarropa, cocina, etc., etc.  Su secretario en campaña entonces, Don Jacinto Ferreyra, nos contaba a su regreso, como una muestra de ese exceso de afeminado refinamiento, que el dicho general mudábase todos los días, y llevaba a la mano pañuelo de batista.  Sus comidas eran verdaderos banquetes cotidianos.  Lo seguían hasta allí, los que componían su cohorte de placer, el poeta don Carmen José Domínguez, sanjuanino, el músico Arizaga y algunos bufones”.  (Damián Hudson: “Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyo”, tomo II, página 359).

(5) Facundo remitió una áspera e intemperante nota al gobierno de San Luis, la que se ha

publicado en el libro “La guerra con el indio en la jurisdicción de San Luis”, página 393, y cuyo original se encuentra en el archivo particular del señor Antonio Santamarina.

(6) Prudencio Torres: Guerrero de constitución hercúlea y mentalidad paradojal.  En su vida aparecen los gestos que lo destacan por su heroísmo y los que lo denigran por su vileza.  En Maipú salvó la vida del coronel Zapiola exponiendo su propia vida.  Hizo las campañas de Chile, Perú y Brasil en las que conquistó legítimos laureles.  Combatió a las órdenes de San Martín, Suárez, Paz, Pringles y Lavalle.  Enrolado en las filas de Rosas lo traicionó pasándose a los unitarios a los que traicionó defeccionando de los defensores de Río IV, para ponerse al servicio de Facundo Quiroga que pudo por esta repugnante acción apoderarse de dicho bastión.  Después luchó bizarramente en “Rodeo del Medio”, “Ciudadela” y “Las Acollaradas”.  Estuvo aislado en Bolivia y Chile con Pedro Echagüe y más tarde apareció en el sitio de Montevideo acreditando una tercera traición al combatir contra las huestes de Rosas que comandaba Manuel Oribe.  “Allí, -dice Biedma- defendiendo la causa que se había aislado dentro del perímetro marcado por las murallas de la Nueva Troya, cayó el 17 de julio de 1843, con el pecho atravesado por una bala que le dobló la rodilla, rodando a la tumba envuelto en las penumbras de la muerte y de su propia vida”. (Juan José Biedma: “Pringles”.  Nicolás Jofré: “Los cuatro hermanos Videla”, en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, Tomo VII, página 75).

(7) Argañaraz, pertenecía a las fuerzas de Buenos Aires.  Reynafé evitó, fugando a tiempo, su fusilamiento por complicidad con la muerte de Facundo Quiroga.  Murió en la acción de Cayastá en 1840.  Barcala, nació en Mendoza en 1795.  Hijo de esclavos lo fue también en su primera edad.  Fue soldado del Batallón de Cívicos Pardos de Mendoza, ascendido a alférez en 1820.  Luchó contra José Miguel Carrera obteniendo su ascenso con el Escudo de Honor, incorporándose a Granaderos con el grado de capitán.  Participó en la revolución que en 1824 derrocó al gobernador Albino Gutiérrez y actuó al lado de Aldao para reponer al gobernador de San Juan doctor Salvador María del Carril.  Tomó parte en la batalla de “Las Leñas” y en la campaña del Brasil conquistó el grado de teniente coronel.  Acompañó al general Paz en la expedición a Córdoba en 1832.  En San Roque reorganizó el Batallón “Cazadores de la Libertad”.  Paz lo mandó a Mendoza para afianzar el triunfo de Oncativo.  En Ciudadela cayó prisionero pero Facundo respetó su vida designándolo su edecán, cargo que aceptó con la condición de que no pelaría contra el partido unitario.  En 1833 tomó parte en la expedición al desierto como jefe del batallón “Defensores”.  Muerto Quiroga se trasladó a San Juan tomando parte en la revolución contra Aldao: delatado fue tomado preso por Yansón y entregado a Aldao que lo hizo fusilar sin más trámite en 1835.  Se lo llamaba el “Coronel Negro” y gozaba de predicamento en la clase pobre y entre los gauchos y era venerado por la gente de color.

(8) Gálvez, en su historia novelada del general Quiroga pone en boca de uno de los oficiales de la División estas palabras pronunciadas después del combate de “Las Acollaradas”: “¡Qué se puede esperar de un gallego!  Y de un hombre que ha sido cómico de teatro.  Ya lo hemos visto.  Pura ostentación.  ¿A quién se le ocurre ir a pelear contra los indios llevando tantas paqueterías?  Tiene más camisas él solo que todos nosotros juntos.  Y siempre oliendo a perfume, como las mujeres…  Y en esa galera tapizada, y ese lujo… no pega compañeros en Huinca Renancó”, y concluía al fin reconociendo sus méritos: “Pero el gallego estuvo bien en ese combate.  Fue valiente y organizó con habilidad la defensa y el ataque”. (Manuel Gálvez: .”El General Quiroga”, página 212).

(9) Zeballos lo juzgó justicieramente afirmado: “Sostuvo dos combates formales con los indios ranqueles, que se presentaban sobre el campo de batalla en grandes masas y se batían valientemente.  El primero acaeció en la laguna de Las Leñitas, donde los cordobeses, con el coronel Reynafé a la cabeza, se desbandaron y huyeron cobardemente dejando al general Ruiz Huidobro con su bravo regimiento de “Auxiliares de los Andes”, en lucha tenaz con tres mil indios implacables”.  “Tan comprometido estuvo el regimiento que el general mandó echar pie a tierra y formar cuadro, obteniendo una victoria completa sobre los bárbaros que huyeron dejando un número considerable de muertos.  A pesar de la deserción de los auxiliares cordobeses el general Ruiz Huidobro siguió su marcha avanzando sobre el Cuero, pero en Las Acollaradas fue detenido por otro ejército ranquel de más de tres mil lanzas y se vio obligado a dar una desigual batalla.  Así mismo se condujo con tal pericia y con tal denuedo, que obtuvo el más completo triunfo, haciendo al enemigo una enorme mortandad”. (“Conquista de quince mil leguas”)

Fuente


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Pastor, Reynaldo A. – San Luis, su gloriosa y callada gesta (1810-1967) – Buenos Aires (1970).

Portal www.revisionistas.com.ar

jueves, 12 de marzo de 2015

Biografía: Los San Martín y los Chilavert

San Martín y los Chilavert


Bóveda donde se hallan los restos del coronel Martiniano Chilavert, Cementerio de la Recoleta

Versiones de distintas fuentes, pues, concurren a establecer tácitamente una sugestiva relación entre el capitán de milicias don Francisco Chilavert, padre de Martiniano, y el futuro vencedor en San Lorenzo, por el solo y no desdeñable hecho de integrar juntos ese reducido puñado de hombres de confianza, dispuestos a desempeñar una trascendente misión en el Nuevo Mundo. Todos lo mencionan a ese español americanista: “…los amigos… Chilavert y otros cuantos….”, dice Manuel Moreno a su íntimo corresponsal de tantas informaciones importantes. Camarada de San Martín, le llaman objetivamente los historiadores. Peo no es sólo a través de la influencia paterna, como el pequeño viajero recibirá del Libertador su misterioso influjo: su hermano mayor, José Vicente, traba con San Martín durante el largo viaje transoceánico, una amistad que será duradera; a los treinta y cuatro años que a la sazón contaba el hijo elegido de Yapeyú, parco y sencillo, pero sicólogo natural para juzgar a los hombres, habrá ofrecido el mayor de los hermanos Chilavert sus aproximados veinte años bien aprovechados, de joven serio y estudioso. Puede colegirse, de dos importantes cartas de San Martín a José Vicente, algunos años después, todo lo que ambos, pese a la diferencia de edades, barajaron juntos en relación con los intereses de la tierra natal (1). Muchas veces, sobre la imponente grandeza del mar, bajo el cielo infinito del trópico, el pequeño Martiniano fue el oyente respetuoso y absorto de cosas que todavía no alcanzaba a comprender cabalmente… Muchas palabras le oyó decir, con acentos que preludiaban el bronce, a ese austero teniente coronel de caballería que entablaba largos coloquios con su hermano mayor. Esas frases quedaron grabadas con caracteres indelebles en su mente, como esclarecidas primicias de historia.

En efecto, a su regreso del Perú, en 1823, cargado de gloria, pero también de amarguras, desde su chacra de Mendoza le escribe el Libertador -¡once densos años después de haber llegado a Buenos Aires!- a José Vicente Chilavert esta carta de amigo. Hay en ella una alusión a cierta diferencia de edades, y campea en sus párrafos el amargo escepticismo que ha dejado en el alma del Capitán de los Andes la ingratitud de que ya era víctima por parte de algunos conspicuos políticos de su patria. Dice así la carta:

“Sr. Dn. Vicente Chilavert
Mendoza

Amigo: No he contestado con más antelación a la de Ud. de 29 de julio por haberme hallado en el campo, del que no he regresado hasta hará diez días.

Se funda Ud. en decir que mi situación me permitirá el tiempo suficiente para leer las cartas de mis rancios amigos; sin embargo, no lo tengo muy sobrante, pues él es dedicado a prepararme a bien morir, no como Ud., sino como un cristiano que por su edad (contaba entonces sólo 45 años) y achaques ya no puede pecar, y a tributar al que dispone de la suerte de los guerreros y profundos políticos las más humildes gracias por haberme separado de unos y otros.

Me dice Ud. que por los papeles públicos formaré una idea exacta de la política de ese país; hace cinco meses que no leo ningún papel público y me va muy bien con este sistema; que no exista la anarquía en nuestro territorio y que los españoles ya no vuelvan a dominar; es cuanto necesito saber, de lo demás poco me importa.

Veo lo que me dice de haberle asegurado Alvear me había escrito a mi entrada en Lima y en otras diferentes ocasiones sin haber tenido nunca contestación mía; protesto a Ud. que no he recibido carta de él desde su salida de Buenos Aires.

Viva, goce Ud., más que Salomón, son los deseos de su amigo. José de San Martín”.

Es bueno tener en cuenta, para evaluar correctamente la importancia de esta correspondencia y, consecuentemente, la jerarquía del destinatario, que San Martín, libertador de Chile y de Perú, era ya ante el mundo uno de los preclaros hombres de América. Su actuación político-militar, por lo tanto, conocida en todos los países civilizados, Constituía una de las grandes figuras del siglo XIX, aunque el huracán de las ingratitudes agitara su espíritu en esa hora.

Y aquí tenemos, desde el primer exilio del Libertador en Bélgica, la otra carta, fechada en Bruselas el 1º de enero de 1825. La dirige así: “Al señor D. Vicente Chilavert primer profesor de Economía Política de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Buenos Aires”, y dice:

“Apreciable amigo:
Al contestar a la de Ud. del 10 de setiembre, permítame le tribute infinitas gracias por las noticias que me da de los favorables sucesos del Perú; ellos son para mí un consuelo que me hace más llevadera la separación de mi patria, separación que todas las distracciones que presenta la civilización europea no pueden hacerme soportable.
Todo cálculo en revolución es erróneo; los principios admitidos como acciones son por lo menos reducidos a problemas; las acciones virtuosas son tergiversadas y los desprendimiento más palpables son actos de miras secundarias; es que no puede formarse un plan seguro, y al hombre justo no le queda otro recurso, en medio de las convulsiones de los Estados, que proponerse como norte de su conducta obrar bien; la experiencia me ha demostrado que ésta es el ancla de esperanza en las tempestades políticas; nada de este exordio comprenderá Ud.; pero me explicaré.
A mi regreso del Perú (y no a mi retirada, como dice el Argos) yo no trepidé en adoptar un plan que al mismo tiempo que lisonjeaba mi inclinación, ponía a cubierto de toda duda mis deseos de gozar una vida tranquila, que diez años de revolución y guerra me hacían desear con anhelo; consiguiente a él establecí mi cuartel general en mi chacra de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición corté toda comunicación (excepto con mi familia); yo me proponía, en mi retrincheramiento, dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la educación de mi hija, pero ¡vanas esperanzas! en medio de estos planes lisonjeros, he aquí que el espantoso Centinela principia a hostilizarme; sus carnívoras falanges se destacan y bloquen mi pacífico retiro; entonces fue cuando se me manifestó una verdad que no había previsto a saber: que yo había figurado demasiado en la revolución para que me dejasen vivir en tranquilidad. Conocí que mi posición era falsa y que a la guerra de pluma que se me hacía, yo no podía oponer otra que esta misma arma, para mi desconocida; en lucha tan desigual me decidí a abandonar mi fortificación y adoptar otro sistema de operaciones. He aquí mi primer plan destruido.
He tenido el honor de atravesar en compañía de Ud. el borrascoso Atlántico; sin trepidar me entrego nuevamente a sus caprichos, creyendo que en sus insondables aguas se ahogarían las innobles pasiones de los enemigos de un viejo patriota; pero contra toda esperanza, el Argos de Buenos Aires se presenta sosteniendo los ataques de su conciliador hermano el Centinela y protegido de Eolo y de Neptuno atraviesa el océano, y en el mes de las tempestades arriba a este hemisferio con la declaración de una nueva guerra.
Aquí me tiene Ud., paisano, sin saber qué partido tomar. En mi retiro de Mendoza yo proponía una federación militar de provincias; vengo a Europa, y al mes de mi llegada un agente del gobierno de Buenos Aires en París (que sin duda alguna acude a los consejos privados del ministro francés) escribe que uno u otro americano residente en Londres, tratan de llevar (metido en el bolsillo) a un reyesito para con él formar un gobierno militar en América. He aquí, indicado al general San Martín…”.

Después de todo esto, tan significativo que merecería por si solo un denso capítulo (2), se despide en estos términos:

“Que el acierto acompañe sus calendarios estadísticos financieros; que la salud sea completa, y la alegría y las fuerzas no lo abandonen, son los deseos de su compatriota”.

Esta interesante pieza, encontrada por una feliz casualidad en el Archivo de los Tribunales de Buenos Aires a fines de siglo -¡setenta y cinco años ignorada por la historia!- prueba sin réplica la amistad a que nos referíamos. Pero también prueba definitivamente la sorda e implacable maquinación contra el Padre de la Patria, sostenida con singular virulencia por el Argos y el Centinela, conspicuos representantes de la prensa rivadaviana. ¡Lo fueron a buscar al ostracismo para atacarlo, océano por medio! Pero el héroe de la causa grande, lo fue también por el desprecio olímpico que demostró hacia sus detractores. Incapaz de rumiar sentimientos pequeños, como el rencor, sólo se confesaba ante sus íntimos, para que comprendieran la razón de un alejamiento que distaba de ser indiferencia. Ya lo probaría con creces en el futuro.

En esa carta recuerda el Libertador al amigo, el viaje que realizaron juntos a través del Atlántico en 1812, y en el medio tono de la confidencia fraternal desahoga la queja viril contra las diatribas que pretendían alcanzarlo. Todo eso, con respetuoso aprecio hacia quien llama “primer profesor de Economía Política de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

Existió entre ambos, pues, una buena amistad, más allá del tiempo y de la distancia. Hemos visto, asimismo, según todos los testimonios –verbigracia, la aludida carta de Moreno a Guido y la información de la Gaceta del 12 de marzo de 1812- , que don Francisco Chilavert, el padre, se contaba en el grupo de militares que se alejó de Cádiz y, pasando por Inglaterra, embarcó luego –mancomunados todos en un mismo propósito- rumbo a Buenos Aires. Es decir, camarada de hecho de San Martín, Alvear, Zapiola y los demás.

Así fue como Martiniano, el niño de trece años, hijo de un español americanista, regresa a la Patria casi de la mano de quien habría de ser el héroe máximo de la Gran Epopeya. ¡Quién sabe si este ilustre vínculo no fuera entonces, para él, algo así como el germen misterioso del encendido fervor patriótico que caracterizó siempre, entre aciertos y errores, al artillero científico y valiente de Ituzaingó y de Caseros!.

Por lo tanto, bajo esos auspicios y apenas desembarcado, sintiendo aún en su espíritu virginal el poderoso influjo de la personalidad del gran hombre, continuaría en Buenos Aires –como en efecto lo hace-, con una aplicación superior a lo exigible a sus años, los estudios matemáticos que había iniciado con éxito en España. Luego se incorpora en calidad de cadete al Regimiento de Granaderos de Infantería, adquiriendo allí conocimientos que contribuirían a darle más adelante una seria preparación militar. Desde su iniciación se destacó por su temperamento estudioso y analítico, y por la profundidad de sus preocupaciones y juicios. Es bueno tener presente que en un país que está librando una guerra por su independencia, resulta fundamentalmente importante formar oficiales capaces, única posibilidad de tener ejércitos y soldados idóneos y eficientes. De ahí que resultara altamente promisoria la incorporación de un jovencito con las bellas cualidades de Martiniano, quien el 23 de enero de 1817 alcanza el grado de subteniente de artillería.

Pero no por eso deja las matemáticas. Antes al contrario, parece aumentar su vocación por ellas, y dos años después (26 de enero de 1819) se presenta a rendir prueba de suficiencia. Lo hace con todo éxito, en solemne acto público –según prácticas de la época-, ante altas autoridades civiles y militares.

El estudio metódico comenzó a nutrir su inteligencia, de suyo lucida, y templó su carácter en la disciplina y el orden. En la frente despejada de este joven nostálgico e introvertido, algo indefinible se revelaba ya, como si el destino le reservara para transitar nada comunes rumbos.

Al dar término el curso, el 19 de febrero de ese mismo año, se incorpora al servicio activo. Ya está iniciado, pues, en la profesión de las armas, cuyos galones ostentaría siempre con honor. Por su muy estimada preparación técnica, todos los juicios y todos los acontecimientos lo califican a Chilavert como el artillero científico, destacándose como sobresaliente entre las promociones de su época. Cumple consignar ahora, al mismo tiempo, que la rigidez de cuáquero de su carácter le ganó numerosos enemigos, aunque sus juicios no fueron alimentados siempre por sentimientos confesables. Todo individuo puntilloso y exigente molesta, y muchas veces surgen en su torno reacciones que le crean situaciones desfavorables y delicadas. No hay que descartar, sin embargo, que ya hacia su madurez fuera acentuándose una naturaleza temperamentalmente díscola, según se desprende también de algunos indicios y testimonios concurrentes. Pero en cuanto a su conducta, que es lo que realmente importa, tirios y troyanos, amigos y adversarios, y sobre todo la posterioridad, lo consideran con unánime respeto. A veces, la reticencia egoísta o sectaria procura disfumar en la penumbra una no mentida admiración. Esto es ya significativo y definitorio.

Referencias


(1) Las aludidas cartas, que a continuación se transcriben fueron publicadas en el diario La Prensa, en marzo de 1900, bajo el título de “Documentos históricos – Dos cartas del general San Martín, encontradas últimamente en los Archivos de los Tribunales de la Capital”.

“El alma lacerada del Libertador –comenta el periodista- se ve a través de las líneas rápidamente trazadas de estas cartas. Sus impresiones, trasmitidas rápidamente a un amigo, dan con toda nitidez los perfiles del carácter del héroe de nuestra gran batalla nacional. La rectitud del soldado patriota se revela en la primera carta, y en la segunda pinta en un solo párrafo, con un solo rasgo, su aversión a los conquistadores españoles y su anhelo por la paz en la Patria que él nos había legado.

“La primera carta tiene una importancia fundamental en nuestra historia, y se presta a observaciones y aclaraciones que será necesario hacer, como acto de justicia histórica, en hora propicia”.

(2) Véase el trabajo “San Martín y Rivadavia, una cordial enemistad”, publicado por la revista Todo es Historia, noviembre de 1967.

Fuente

Diario La Prensa, Buenos Aires, 7 de marzo de 1900.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Uzal, Francisco Hipólito – El fusilado de Caseros, Editorial La Bastilla, Buenos Aires (1974)

miércoles, 11 de marzo de 2015

1888: Un terremoto en Buenos Aires

Terremoto en el Río de la Plata

Epicentro del terremoto del 5 de junio de 1888

Contrariamente a las creencias populares Buenos Aires y sus alrededores, a pesar de situarse en una zona de baja intensidad sísmica, no es asísmica. Puede sufrir terremotos y ser ellos muy intensos.

A las 0 horas y 20 minutos del 5 de junio de 1888, con epicentro entre las ciudades de Colonia y Buenos Aires (34º36’0” S, 57º 53’ 59” O, a 30 km de profundidad), con una magnitud grado 5,5 de Richter y una duración de entre 45 y 58 segundos se produjo el mayor terremoto en la zona, provocando pánico generalizado en la región.

El diario montevideano La Tribuna Popular del 6 de junio de 1888 describía al terremoto y a sus efectos de la siguiente manera: “El maderamen de las casas crujía fuertemente, las lámparas se bamboleaban, los muebles se movían y los cuadros caían de las paredes. Se rompieron objetos de cristalería y se pudo ver porcelana saltando de los aparadores. Los habitantes han permanecido en vela parte de la noche, azorados a causa de un fortísimo temblor de tierra…”.

En Uruguay los principales efectos se produjeron en las ciudades de Punta del Este y Maldonado (que hoy día prácticamente conforman un solo conglomerado urbano). No hubo pánico pero sí una alarma generalizada, que provocó que varias personas salieran al exterior a pesar de ser la madrugada de una noche invernal. Se pudieron percibir movimientos de las luces colgantes y de mobiliario liviano, sonaron campanillas ubicadas en las puertas y se informó, asimismo, de oscilaciones de cuadros en las paredes y la caída de objetos de estanterías

Por otro lado el diario La Lucha de, Colonia, expresaba: “El vapor Saturno, que venía de la capital vecina (Buenos Aires) navegaba tranquilo por el centro del canal con más de 20 pies de agua cuando de pronto se detuvo como si tocara el fondo. El capitán hizo echar la sonda pero se encontró con que el barco, movido por una fuerza oculta, zarpaba por sí mismo de la varadura y seguía su camino”.

Además, se hacía saber que en La Estanzuela, paraje próximo a Colonia, se había derrumbado parte de una pequeña casa de débil cimentación, construida sobre fondo arenoso (que posibilita la amplificación de las ondas sísmicas).

El diario rosarino El Municipio a partir del 6 de junio transcribe telegramas desde Montevideo: “anoche a las 12:20 sintióse en ésta un fuerte temblor. Durante toda la fría madrugada numerosos grupos vagabundeaban por las calles temiendo se reprodujese el fenómeno. Hubo un primer pulso no tan fuerte, luego un reposo y posteriormente un segundo y ya fuerte pulso que duró 58 segundos”. En los posteriores días la crónica manifiesta que el movimiento se sintió en Buenos Aires, con la caída y derrumbe de muros de la obra de la iglesia de la Piedad, así como en La Plata. No se sintió en San Luis ni en otras provincias de Cuyo, concluyendo que provendría directamente del mismo subsuelo.

Afectó a todas las poblaciones de la costa del Río de la Plata, en especial a las ciudades de Montevideo y de Buenos Aires. Produjo daños leves, ya que en estas ciudades aún no existían edificios de altura.

El primer terremoto documentado en la región, se produjo el 9 de agosto de 1848 a las 18 horas y 35 minutos con una duración aproximada de 5 segundos, acompañado de una serie de réplicas, la última el 11 de Septiembre con duraciones que oscilaron de entre 2 y 16 segundos, presumiendo que su epicentro pudo situarse en la Cuenca de Punta del Este. Según los testimonios periodísticos de la época, no se tenía registro ni memoria de sucesos similares en la zona.

Se cree que estos sismos son provocados por una región en especial, la cuenca de Punta del Este, que está altamente fallada, por lo que puede haber movimiento de placas tectónicas, produciendo las ondas que dan lugar al temblor.

Aún a sabiendas de la ocurrencia de estos terremotos, en ninguna de las dos capitales del Plata se ha tomado desde entonces medida antisísmica alguna en sus construcciones.

Fuente

Diario La Lucha, Colonia del Sacramento
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
El Municipio. Rosario, Pcia. de Santa Fe, 6 de junio de 1888
La Tribuna Popular, Montevideo, 6 de junio de 1888
Portal www.revisionistas.com.ar

martes, 10 de marzo de 2015

La espía más antigua de la CIA recuerda sus anécdotas

La 'chica espía' de la CIA viva más antigua revela sus grandes esquemas

MARCUS BARAM - Business Insider



En una ceremonia tranquila en la sede de la CIA en Virginia el domingo, la agencia celebra el 100 aniversario de uno de sus espías más logradas.

"Sus muchos logros y la vida pisos son una inspiración para todas las mujeres", director de la CIA, John Brennan, dijo en honor de Elizabeth "Betty" McIntosh, una operatoria reportero convertido que participó en algunos de los planes más capote y espada de más de cuatro décadas como una de las pocas mujeres espías de la agencia. Nacido en Washington, DC, McIntosh se licenció en periodismo y trabajó como periodista para varios periódicos. Con sede en Hawai, se cubrió el ataque a Pearl Harbor de primera mano, proporcionando cuentas dramáticas de ese trágico día.

Betty McIntosh


Dos años más tarde, ella estaba trabajando en Washington cubre Eleanor Roosevelt, la primera dama, en la Casa Blanca cuando recibió una asignación para perfilar un industrial, que pasó a estar trabajando encubierto para el general William "Wild Bill" Donovan, el legendario jefe de la Oficina de Servicios Estratégicos, el organismo precursor de la CIA. Él la contrató para trabajar para la OSS, que utilizaba el arte de spycraft para burlar a los nazis y el ejército japonés.

Fluido en japonés, McIntosh fue el encargado de la creación de la propaganda negro - rumores destinados a engañar al enemigo. Muchos de sus compañeros de espías en la oficina de la OSS de Operaciones de Moral eran artistas y escritores que crearon historias falsas.

Estacionado en la India, ayudó maqueta forjado órdenes del gobierno japonés que pretendían informar a las tropas de ese país que era permisible a rendirse, que durante mucho tiempo habían sido vistos como un acto inaceptable y vergonzoso. Para conseguir la orden en manos de los japoneses, McIntosh consiguió un agente birmano de la OSS para matar a un servicio de mensajería japonés que viaja a través de la selva y coloque el documento falsificado en su mochila.

Cuando las tropas descubrieron el cuerpo del correo, encontraron al fin y asumieron que era auténtica, de acuerdo con un perfil de McIntosh en la página web de la CIA. Muchos de los soldados, posteriormente, se rindieron a las fuerzas estadounidenses.

Otra vez, dio a luz a lo que ella supuso que era un trozo ordinario de carbón a un agente de la China de la OSS esperando cerca de una estación de tren en la ciudad de Kunming.

En realidad, fue "Black Joe", un nudo falso de carbón relleno de dinamita.

El agente se lo llevó en un tren lleno de soldados japoneses. A medida que el tren cruzó un puente sobre un lago, que "arrojó el carbón en el motor, saltó, y cuando el tren cruzó el puente, el tren explotó", McIntosh dijo al Washington Post.

Más tarde, fue trasladado en avión tras las líneas enemigas con futuro cocinero famoso Julia Child en un pequeño avión en China, donde trabajó en una "estación de radio negro", la escritura de guiones destinados a confundir a los oyentes japoneses.

A veces, los scripts no estaban tan lejos de la verdad. Las fuerzas estadounidenses día lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima, adivino de la estación de leer el guión de McIntosh, la predicción de que "algo terrible va a suceder a Japón ... para erradicar un área total de Japón." Fue sólo una coincidencia porque McIntosh en realidad no sabía nada de los planes de alto secreto para lanzar la bomba.

Después de la guerra regresó a su casa, se casó, y escribió para revistas de moda, que se encontraba tan aburrido que persuadió a la CIA para contratarla. A pesar de que ha escrito varios libros sobre su tiempo en la OSS, sus años en la CIA siguen siendo un misterio porque ella hizo un juramento de nunca revelar su trabajo para la agencia.

lunes, 9 de marzo de 2015

Posguerra: Las violaciones estadounidenses en Alemania

Violación de la posguerra: ¿Fueron los americanos tan malos como los soviéticos?

Por Klaus Wiegrefe - Der Spiegel


Soldados americanos observan a chicas alemanas que nadan en julio de 1945 en esta imagen, que forma parte de un ensayo fotográfico para la revista Life.

En la imaginación popular, soldados estadounidenses en la Alemania de posguerra fueron muy querido y de buen comportamiento. Pero un nuevo libro afirma que los soldados estadounidenses violaron hasta 190.000 mujeres al final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Hay algo de cierto en la afirmación controvertida?


Los soldados llegaron al anochecer. Ellos irrumpieron en la casa y trataron de arrastrar a las dos mujeres de arriba. Pero Katherine W. y su hijo de 18 años de edad, hija Charlotte pudieron escapar.

Los soldados no se dan por vencidos fácilmente embargo. Ellos comenzaron a buscar todas las casas de la zona y finalmente encontraron a las dos mujeres en el armario de un vecino poco antes de la medianoche. Los hombres los sacaron y los tiraron en dos camas. El crimen de los seis soldados en última instancia cometieron tuvo lugar en marzo de 1945, poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial. La niña lloraba pidiendo ayuda: ". Mama Mama." Pero ninguno llegó.
Cientos de miles, tal vez millones, de las mujeres alemanas experimentaron una suerte similar en el momento. A menudo, este tipo de violaciones en grupo fueron atribuidas a las tropas soviéticas en el este de Alemania. Pero este caso era diferente. Los violadores eran soldados de los Estados Unidos de América y el crimen tuvo lugar en Sprendlingen, un pueblo cerca del río Rin, en el oeste.

Para el final de la guerra, unos 1,6 millones de soldados estadounidenses habían avanzado profundamente en Alemania, en última instancia, el cumplimiento de los soviéticos que avanzaban en el río Elba. En los EE.UU., los que liberó a Europa de la plaga de los nazis llegaron a ser conocidos como la "generación más grande." Y los alemanes también desarrollaron una imagen positiva de sus ocupantes: soldados fresco que repartió goma de mascar para los niños y asombró a la fräuleins alemanes con el jazz y medias de nylon.

Pero es esa imagen coherente con la realidad? Historiador alemán Miriam Gebhardt, muy conocido en Alemania por su libro sobre el líder feminista Alice Schwarzer y el movimiento feminista, ha publicado una nueva duda volumen de fundición de la versión aceptada del papel de Estados Unidos en la historia de la posguerra alemana.

Los informes del Archivo Católica

La obra, que salió en alemán el lunes, echa un vistazo más de cerca a la violación de las mujeres alemanas por las cuatro potencias vencedoras al final de la Segunda Guerra Mundial. En particular, sin embargo, sus puntos de vista sobre el comportamiento de los soldados estadounidense es probable que levantar las cejas. Gebhardt cree que los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses violaron hasta 190.000 mujeres alemanas en el momento en Alemania Occidental recuperó la soberanía en 1955, con la mayoría de los ataques tienen lugar en los meses inmediatamente posteriores a la invasión estadounidense de la Alemania nazi.

El autor basa sus afirmaciones en gran medida de los informes guardados por los sacerdotes de Baviera en el verano de 1945. El Arzobispo de Munich y Freising había pedido clero católico llevar registros sobre el avance aliado y la Arquidiócesis publicados extractos de su archivo hace unos años.

Michael Merxmüller, un sacerdote en el pueblo de Ramsau cerca de Berchtesgaden, escribió el 20 de julio de 1945, por ejemplo: "Ocho niñas y mujeres violadas, algunas de ellas en presencia de sus padres."

Padre Andreas Weingand, de Haag an der Amper, un pequeño pueblo situado al norte de donde está el aeropuerto de Múnich está a día de hoy, escribió el 25 de julio 1945: "El acontecimiento más triste durante el avance eran tres violaciones, una a una mujer casada, uno en una sola mujer y otro sobre una chica impecable de 16-y-uno-mitad. Ellos fueron cometidos por los estadounidenses fuertemente borrachos ".

Padre Alois Schiml de Moosburg escribió el 1 de agosto 1945: "Por orden del gobierno militar, una lista de todos los residentes y sus edades debe ser clavado en la puerta de cada casa Los resultados de este decreto no son difíciles de imaginar.. ... Diecisiete niñas o mujeres ... fueron llevados al hospital, después de haber sido objeto de abusos sexuales una o varias veces ".

La víctima más joven se menciona en los informes es un niño de siete años de edad. La más antigua, una mujer de 69.

Fantasías de Macho

Los informes condujeron autor de libros Gebhardt comparar el comportamiento del ejército de Estados Unidos con los excesos violentos perpetrados por el Ejército Rojo en la mitad oriental del país, donde la brutalidad, violaciones en grupo y los incidentes de saqueo han dominado la percepción pública de la ocupación soviética. Gebhardt, sin embargo, dice que las violaciones cometidas en la Alta Baviera muestran que las cosas no eran muy diferentes en el sur y el oeste de Alemania de la posguerra.

El historiador también cree que los motivos similares estaban en el trabajo. Al igual que sus homólogos del Ejército Rojo, los soldados de Estados Unidos, ella cree, estaban horrorizados por los crímenes cometidos por los alemanes, amargado por sus esfuerzos inútiles y mortales para defender el país hasta el final, y furioso por el relativamente alto grado de prosperidad en el país. Por otra parte, la propaganda en el momento transmitió la idea de que las mujeres alemanas fueron atraídos por los soldados estadounidenses, alimentando aún más las fantasías machistas.

Las ideas de Gebhardt están firmemente arraigados en la corriente académica actual. En la estela del escándalo de las torturas en Abu Ghraib y otros crímenes de guerra cometidos por soldados estadounidenses en Irak y Afganistán, muchos historiadores están tomando una visión más crítica de la conducta de los militares estadounidenses durante los días inmediatamente anteriores y posteriores a la final de la Primera Guerra Mundial II en Alemania. Los estudios realizados en los últimos años han arrojado luz sobre los incidentes relacionados con las IG saquear iglesias, asesinando civiles italianos, matando a los prisioneros de guerra alemanes y violando a las mujeres, incluso a medida que avanzaban a través de Francia.

A pesar de estos hallazgos, los estadounidenses están todavía considera que han sido relativamente disciplinada en comparación con el Ejército Rojo y el ejército francés - la sabiduría convencional de que Gebhardt es la esperanza de desafiar. Aún así, todos los informes recopilados por la Iglesia Católica en Baviera sólo se suman a unos pocos cientos de casos. Por otra parte, los clérigos a menudo alabaron el comportamiento "muy correcto y respetable" de las tropas estadounidenses. Sus informes hacen parecer como si los abusos sexuales cometidos por los estadounidenses fue más la excepción que la regla.

¿Cómo, entonces, llegó el historiador en su figura impactante de 190.000 violaciones?

¿Evidencia Suficiente?

El total no es el resultado de una profunda investigación en los archivos de todo el país. Más bien, es una extrapolación. Gebhardt hace la suposición de que el 5 por ciento de los "niños de la guerra" nacidos de mujeres no casadas en Alemania Occidental y Berlín Occidental a mediados de la década de 1950 fueron el producto de una violación. Eso hace un total de 1.900 niños de padres estadounidenses. Gebhardt asume además que, en promedio, hay 100 casos de violación por cada nacimiento. El resultado es que llega a 190.000 víctimas de este modo.

Tal un total, sin embargo, no parece plausible. Fueron el número realmente tan alto, es casi seguro que habría más informes sobre violación de los archivos de los hospitales o las autoridades de salud, o de que no habría más informes de testigos oculares. Gebhardt es incapaz de presentar pruebas en cantidad suficiente.

Otra estimación, derivada de profesor de criminología de EE.UU., Robert Lilly, quien examinó los casos de violación enjuiciados por tribunales militares estadounidenses, llegó a un número de 11.000 agresiones sexuales graves cometidos por noviembre de 1945 - un número desagradable en su propio derecho.

Pero Gebhardt es ciertamente correcto en un punto: Durante demasiado tiempo, la investigación histórica ha estado dominada por la idea de que las violaciones cometidas por soldados eran inverosímiles porque las mujeres alemanas querían ir a la cama con ellos de todos modos.
¿Cómo, sin embargo, es uno de interpretar la denuncia presentada por un hotelero en Munich el 31 de mayo de 1945 en Berlín Ella informa que los soldados estadounidenses habían requisado unas pocas habitaciones y que las cuatro mujeres fueron "corriendo completamente desnuda" y eran "intercambiado varias veces." ¿Era realmente voluntario?

Aunque no es probable que los estadounidenses cometieron 190.000 delitos sexuales, sigue siendo cierto que las víctimas de la posguerra de violación - que era sin lugar a dudas un fenómeno de masas en el final de la Segunda Guerra Mundial, "no hay cultura de la memoria, no pública reconocimiento, y mucho menos una disculpa "de los autores, Gebhardt señala. Y hoy, 70 años después del final de la guerra, que por desgracia no se ve como si esa situación va a cambiar pronto.

domingo, 8 de marzo de 2015

El colonialismo en el Mundo

Mapa: colonialismo europeo conquistó todos los países del mundo, excepto estos cinco
Por Mark Fisher - Vox


No es ningún secreto que el colonialismo europeo fue un vasto, ya menudo devastador, proyecto que durante varios siglos puso casi al mundo entero bajo el control de una u otra potencia europea. ¿Pero qué tan vasta pueden ser difíciles de apreciar en su totalidad.

En este caso, para darle una pequeña idea de la escala masiva del colonialismo europeo, es un mapa que muestra todos los países poner bajo control europeo parcial o total durante la época colonial, que duró aproximadamente desde el año 1500 a la década de 1960. Sólo cinco países, en naranja, se salvaron:



Como se puede ver, casi todos los rincones del mundo fue colonizado directamente o fue dominado bajo varias denominaciones como "protectorado" o "mandato", todos los cuales se indican en verde. Esto incluye la totalidad de las Américas (Guayana Francesa está etiquetada erróneamente como parte de Europa por un problema técnico, pero no nos engañemos, que fue colonizado) y todos los de África salvo por poco Liberia. Más sobre Liberia después. El Oriente Medio y Asia se dividieron para arriba también.

Casi todos los rincones del mundo quedó bajo control EUROPEO

Algunos países en vez cayeron bajo "esferas de influencia" marcados en amarillo, en el que una potencia europea podría declarar ese país o alguna parte del mismo sujeto a su influencia, que fue un paso removido de pero en la práctica no es tan distinta de conquistarlo pura y simple. Irán, por ejemplo, se dividió entre esfera británica y rusa de influencia, lo que significaba que las potencias europeas poseían los derechos exclusivos de petróleo iraní y gas en sus áreas, entre otras cosas.

La mayor parte de las áreas bajo las esferas de influencia en este mapa estaban dominados políticamente por los británicos, que gobernaba a través de proxies: Afganistán (que también sufrió la influencia de Rusia), Bután y Nepal. Mongolia era efectivamente un estado de proxy de la Unión Soviética durante gran parte de la Guerra Fría.

Algo similar ocurrió en China, donde las potencias europeas establecieron zonas de las ciudades costeras o puertos comerciales como "concesiones", que ocupaban y controlaban. Algunos, como Shanghai, fueron divididos en múltiples concesiones europeas. Otros, como el control británico de Hong Kong, fueron totalmente absorbidos por los imperios europeos. Esto es por qué China está etiquetado como parcialmente dominado por Europa.

Hoy en día Arabia Saudita quedó bajo el dominio parcial; en el año 1900, la mayor parte de la península arábiga transitioned del Imperio Otomano al Imperio Británico, aunque los británicos dejaron gran parte del vasto interior de la península relativamente intacta. Partes de hoy en día la propia Turquía se dividieron entre los de la Primera Guerra Mundial vencedores Europea, aunque los nacionalistas turcos los expulsaron con éxito casi de inmediato en una guerra por la independencia, que estableció la actual Turquía.


Un sombrero de explorador francés utilizado en el servicio colonial en Madagascar bajo el Segundo Imperio francés (Rama)

Sólo hay cuatro países que escaparon colonialismo europeo completo. Japón y Corea evitó con éxito la dominación europea, en parte debido a su fuerza y ​​la diplomacia, sus políticas aislacionistas, y tal vez su distancia. Tailandia se salvó cuando los imperios británico y francés decidieron dejar que se mantuvo independiente como un amortiguador entre Birmania controlada por los británicos y la Indochina francesa. Sin embargo, Japón colonizó Corea y Tailandia en sí durante su periodo imperial-principios del siglo 20.

Luego está Liberia, que las potencias europeas a salvo, ya que Estados Unidos apoyó el estado de Liberia, que se estableció a principios de 1800 por esclavos americanos liberados que habían decidido trasladarse a África. El proyecto de Liberia estuvo cargado - los estadounidenses que se mudaron allí gobernó como una minoría privilegiada, y los EE.UU. y las potencias europeas envían antiguos esclavos allí más que en realidad representan su esclavitud - pero escaparon dominación europea.

También hay un debate sobre si Etiopía podría ser considerado el sexto país nunca subyugado por el colonialismo europeo. Italia colonizó los países vecinos, y Etiopía cedió varios territorios a la colonización italiana en el marco de un tratado de 1889. El tratado también tenía la intención de obligar a Etiopía a ceder sus asuntos exteriores de Italia - un sello distintivo de la subyugación colonial - pero la versión amárico del tratado excluye este hecho debido a un error de traducción, lo que lleva a una guerra que Italia perdió. Más tarde, Italia conquistó Etiopía en 1935 y anexó el próximo año, pero esto sólo duró hasta 1941. Mientras que algunos consideran este período de gobierno italiano a ser una función del colonialismo, otros argumentan que es mejor entendido como parte de la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto ninguna colonización más italiano que la conquista nazi de Polonia fue la colonización alemana - aunque podría ciertamente argumentar que estas expansiones fascistas eran en realidad una forma de colonialismo, ya que muchos europeos del este podría.

El período colonial comenzó su fin después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las naciones devastadas de Europa occidental ya no podían darse el lujo de ejercer tal influencia global y como normas globales cambiaron su contra. El punto de inflexión a veces se considera la crisis de Suez de 1956, en la que los EE.UU. y la Unión Soviética presionó a las tropas británicas y francesas a retirarse después de invadir Egipto para apoderarse del Canal de Suez con ayuda israelí. Pero tuvieron que pasar un par de décadas para que el colonialismo europeo se colapse completamente; Francia estaba luchando por Argelia hasta 1962 y Portugal no abandonó sus colonias africanas hasta 1974. Así que este mapa, de un mundo dominado por Europa, no es tan lejano, ya que puede sentir por muchos estadounidenses.

sábado, 7 de marzo de 2015

Los linchamientos a mexicanos en USA en el siglo 19

La memoria rescatada de los mexicanos linchados
EE UU, en pleno cambio demográfico y social, redescubre la historia de las víctimas latinas de la violencia ‘anglo’
Marc Bassets - Washington
El País


Los cadáveres de los mexicanos Arias y Chamales cuelgan de una horca de Santa Cruz (California), en mayo de 1877.

“Un deporte al aire libre”. Así definió la práctica de linchar mexicanos en California el periodista Carey McWilliams. McWilliams, autor de North from Mexico (Al norte de México, 1948), un libro de referencia sobre los mexicanos de Estados Unidos, fue uno de los pocos en preservar la memoria de un episodio vergonzoso en un país que nunca deja de revisar su joven historia.

El recuerdo de la muerte, a manos de las turbas anglosajonas, de centenares, seguramente miles, de ciudadanos de origen mexicano entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX, quedó esparcida en canciones populares, en leyendas que contaban de padres a hijos, en un puñado de westerns y novelas de género. Era un recuerdo vago, una historia remota, medio olvidada.

Pero jamás, hasta que los historiadores William Carrigan y Clive Webb se pusieron a investigar, se desvelaron las dimensiones de los linchamientos a mexicanos, superados solo por los linchamientos de negros en el Sur hasta mediados del siglo XX.

EE UU se transforma y también se transforma la manera de contar la historia, más allá de la mitificación del patriotismo más superficial. Cambia la demografía: los latinos —la mayoría, de origen mexicano— son la minoría más pujante. Y cambia el pasado, que nunca es estático: Estados Unidos incorpora otros traumas al acervo común.

Visiones divergentes del pasado
“Los blancos y los mexicanos recuerdan el pasado de manera distinta”, dicen los historiadores William Carrigan y Clive Webb en un correo electrónico. “Mientras que es posible que los blancos vean la violencia en la frontera contemporánea como algo conectado solo al presente, a las tensiones tras el 11-S por la inmigración, los mexicanos sitúan la violencia en un contexto histórico más amplio y lo conectan a episodios pasados de nativismo violento y prejuicios”, explican los autores del libro Muertos olvidados.
Las diferentes visiones del pasado, las memorias múltiples, pueden complicar el diálogo. Carrigan y Webb ven más diferencias que similitudes entre los episodios que estudian en su libro y casos actuales de xenofobia o abusos: no hay un vínculo directo. Pero para muchos, la asociación es inevitable. “La cuestión”, dicen, “es que las autoridades no entienden por qué tantos mexicanos sí ven conexiones”.
Muertos olvidados: violencia en grupo contra mexicanos en Estados Unidos 1848-1928 es el título del libro de Carrigan y Webb, publicado hace dos años. Los hechos quedan lejos y son incomparables con cualquier discriminación del presente. La publicación reciente de un informe que amplía en 700 el número de muertes conocidas por linchamiento de afroamericanos, sumada al goteo de noticias sobre arbitrariedades policiales, y a los debates sobre la inmigración, coloca la tragedia bajo otra luz: los negros no fueron las únicas víctimas del racismo.

Farmington (Nuevo México), 16 de noviembre de 1928. Cuatro hombres enmascarados irrumpen en el Hospital del Condado de San Juan y se llevan al paciente Rafael Benavides. Benavides es un pastor ingresado tras agredir a una niña mexicana, asaltar a una mujer anglosajona y quedar malherido por los disparos de los agentes del sheriff. Los enmascarados se lo llevan en un camión a una granja abandonada. Le atan una soga al cuello y lo cuelgan de un árbol. Los asaltantes nunca serán juzgados.

Benavides, cuya muerte reconstruyen Carrigan y Webb, disfruta del raro privilegio de ser la última víctima mexicana de la violencia en grupo y extrajudicial documentada. Los historiadores han documentado 547 víctimas mexicanas (inmigrantes y estadounidenses de origen mexicano), pero el número total de personas “ahorcadas, quemadas y tiroteadas” es superior. Fueron miles, según la estimación de Carrigan y Webb.

Con el ahorcamiento de Rafael Benavides terminó una era que había empezado en 1849, tras la derrota de México en la guerra contra Estados Unidos, la anexión de Texas por EE UU y la transferencia a este país, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, del actual suroeste del país. La frontera política se desplazó centenares de kilómetros, pero los mexicanos siguieron allí; los anglosajones eran los recién llegados, los inmigrantes, pero unos inmigrantes que intentaban imponer su ley en un medio hostil. Las tensiones eran inevitables.

Existía una justificación racional para el llamado vigilantismo —el mantenimiento del orden público por parte de individuos o grupos civiles— y los linchamientos. En el Oeste, un territorio donde el Estado era débil y la justicia lenta, ineficiente o directamente ausente, muchos veían en los procesos y ejecuciones informales la única opción para combatir el crimen en ese territorio.

Carrigan y Webb cuestionan que la persecución de mexicanos fuera una mera reacción de las carencias del sistema judicial en las tierras de frontera. La violencia no se explica sin los prejuicios raciales y la competición económica. “El trasfondo de tanta violencia entre anglos y mexicanos puede ligarse a la pugna por el oro, a conflictos aparentemente constantes por la tierra y el ganado o a la batalla por los términos y las condiciones laborales”, escriben.

El 3 de mayo de 1877 de madrugada, Francisco Arias y José Chamales se hallaban en la prisión de Santa Cruz (California) cuando una muchedumbre se los llevó. Les acusaban de robar a un carpintero, recuerdan Carrigan y Webb. Les ahorcaron sin juicio y nadie respondió por el crimen: un deporte al aire libre, como dijo McWilliams.

En 1990, el poeta de Brooklyn Martín Espada describiría en un poema los rostros, “descoloridos como peniques de 1877”, de la muchedumbre que se acercó para ver a los muertos. Arias y Chamales presentaban “la mueca dormida de los cuellos rotos”. En la fotografía de aquel linchamiento, que ilustra esta página, la mirada del público y la mueca de ajusticiados cruzan los siglos.

Negros y latinos

1. Los historiadores Carrigan y Webb documentan 547 casos de muertes de mexicanos por linchamiento entre mediados del siglo XIX y 1928, aunque el número total puede elevarse a miles. El número documentado de negros linchados en el sur de EE UU es de 3.959, según un recuento reciente.
2. Una diferencia entre negros y mexicanos ante la violencia blanca fue la resistencia. Los negros, tras el fin de la esclavitud, volvieron a ser una clase subyugada. Los mexicanos, en cambio, eran dominantes en partes del Oeste y disponían de ayuda en la diplomacia de México.
3. Los mexicanos linchados, a diferencia de los negros, raramente eran acusados de violencia sexual contra sus mujeres: los anglos no veían a los mexicanos como una amenaza en este sentido, como sí les ocurría con los negros. En el caso de los mexicanos, los motivos de los linchamientos eran sobre todo económicos.
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