viernes, 19 de junio de 2015

Tuyuty y el plano de la batalla

Guerra del Paraguay. Plano de los campos de Tuyutí o Yataití, 24 de mayo de 1866. 


Realizado por Honoré Roustan
Mapoteca II-336
Referencias: Victoria obtenida en ese día sobre el Ejército Paraguayo por el Ejército Aliando, quedando el campo sembrado de cadáveres cuyo número ascendió a mas de seis mil paraguayos, habiéndoles tomado infinidad de pertrechos de guerra,banderas y seis piezas de artillería.

La batalla de Tuyutí fue otro de los ejemplos de la megalomanía demencial de Francisco Solano López y de su manifiesta incapacidad militar (y lo mismo se puede achacarle a Mitre, que tiene el dudoso privilegio de haber perdido todas y cada una de las batallas en las que mandó en jefe): el ejército paraguayo era temible en defensa, pero ineficaz en ataque y sus oficiales eran inexpertos; no obstante lo cual a López se le ocurrió atacar al ejército aliado, pensando infligirle una derrota "decisiva". Todo resultó en desastre para los paraguayos, que después de cuatro horas de lucha, tuvieron que retirarse, derrotados y diezmados. Si Mitre los hubiera perseguido, la guerra habría acabado allí mismo, pues el ejército paraguayo esta destrozado (de hecho, no pudo rehacerse más); pero Mitre calzaba, en cuanto a pericia militar, los mismos puntos que López. Hay desacuerdo en el número de bajas de uno y otro bando, estimándose que el número total de muertos entre ambos ejércitos ascendió a 13.000, de los cuales 8.000 serían paraguayos (ellos afirman que entre 5.000 y 6.000) y 5.000 serían aliados (3.500 brasileros, 1.000 argentinos y 500 uruguayos). Pero las fuentes son muy contradictorias entre sí y ha resultado a la fecha imposible conocer el número exacto de bajas de uno y otro ejército.
Juan Carlos Sequeiros

jueves, 18 de junio de 2015

Verbistky fue un terrorista subversivo y un terrorista de Estado

Levinas, sobre Verbitsky: "Existe una relación demostrada entre él y la Fuerza Aérea"
El periodista contó en Odisea Argentina los detalles acerca del libro que está por publicar en el que revela datos desconocidos del titular del CELS.
TN



  "Hay pericias caligráficas que demuestran su vinculación".

El periodista Gabriel Levinas y el escritor Pedro Güiraldes acusaron al titular del CELS, Horacio Verbitsky, de haber presuntamente publicado textos para la última dictadura militar.

En Odisea Argentina, el columnista de Radio Mitre afirmó: "Lo más importante es que existe una relación demostrada entre él y la Fuerza Áerea. Hay pericias caligráficas que lo demuestran. Los peritos confirman que Verbitsky redactó discursos del Brigadier Graffigna".

Y agregó: "Yo le dije que me tenía que responder cara a cara el tema. Él miente cuando se defiende. Las memorias están estampilladas con matasellos de la época".

Por su parte, Güiraldes también habló sobre Verbitsky. "Verbitsky redactó discursos de altos mandos militares. En la revista Confirmado estuvo. Allí lo único que quisieron era derrocar a Illia. Lo que yo encontré es que fue contratado por la fuerza aérea para escribir la historia de la Aeronáutica", comentó.

El libro que está por salir sobre la vida de Horacio Verbitsky señalaría que el periodista habría trabajado para la Aeronáutica durante la dictadura militar entre 1978 y 1982.

miércoles, 17 de junio de 2015

Arqueología: Un guerrero con flecha de bronce en la columna

Punta de flecha de bronce incrustada en la columna vertebral muestra que un guerrero de élite de la Edad de Hierro sobrevivió a la batalla
Forbes

En un entierro de elite de la temprana Edad de Hierro del centro de Kazajstán, los restos de un nómada escita temprano salieron a la luz. Los huesos estaban dispersos y algunos habían desaparecido durante milenios, pero cuando los arqueólogos pusieron las piezas juntas, se dieron cuenta de algo que pocos investigadores han visto antes: una punta de flecha de metal incrustado en la columna vertebral.

Cuando fue excavado el Kurgan o túmulo en un sitio llamado Koitas, desde que surgieron los huesos de un hombre de carbono 25-45 años de edad, datado a la séptima/sexto siglos antes de Cristo. Puesto de pie de pie mide más de 1.76m, alto para la época y probablemente refleja su educación de élite y el acceso a los recursos necesarios. Uno de sus costillas reveló una fractura curada largamente, y su columna vertebral había comenzado a mostrar el paso del tiempo, con el comienzo de la osteoartritis.

En su columna inferior, justo por encima de la parte baja de la espalda, los arqueólogos Svetlana Tur, Svetlana Svyatko, Arman Beisenov y Aleksei Tishkin encontraron una punta de flecha. La mayoría de las veces, sobre todo en la antigüedad, una lesión penetrante en la columna vertebral habrían matado a una persona casi instantáneamente. Pero esta escita elite sobrevivió, y el hueso de su undécima vértebra torácica sanó a su alrededor.


Imagen de la izquierda muestra una exploración CR de la vértebra con la punta de flecha de bronce incrustado. Imagen de la derecha muestra la curación del hueso alrededor de la punta de flecha (flecha). (Fotos utilizan con el permiso de Tur y colegas.)

Tur y sus colegas utilizaron radiografía computarizada y la tomografía computarizada para mirar dentro de la vértebra para obtener una mejor visión de la punta de flecha. La tomografía computarizada mostró que era triangular en sección transversal y roto, probablemente el impacto con el hueso después de que fue despedido. Sobre la base de cómo se coloca el objeto en el hueso, los investigadores creen que la flecha voló hacia él desde la derecha y desde arriba, en ángulo. Un análisis más detallado utilizando fluorescencia de rayos X reveló la punta de flecha se hace de la aleación de cobre con un alto contenido de estaño. Afortunadamente para este nómada de élite, la punta de flecha no estaba hecha de plomo, como dejar un objeto de plomo en el cuerpo puede causar envenenamiento.



Sobre la base de una comparación con otras puntas de flecha de la Edad de Hierro temprana en Europa y Asia, Tur y sus colegas creen que esto es militar en la forma. El hombre fue golpeado, tal vez en la batalla, y alguien sacó el eje de madera de la flecha, dejando la cabeza de metal alojada en su columna vertebral. Si bien este tipo de lesión es a menudo fatal debido a hemorragia o peritonitis, en este caso, el hombre sobrevivió el tiempo suficiente para su hueso para sanar y el metal para iniciar a corroerse.

No parece haber ninguna evidencia en este caso de la atención médica otorgada a este hombre, pero hay algunos huesos restantes del esqueleto. Es posible que otros huesos mostraron lesiones o tratamiento adicionales. Teniendo en cuenta la historia de este hombre de sobrevivir a una fractura de costilla y una punta de flecha de metal incrustado en su columna vertebral, sin embargo, que puede haber sido duro y se utiliza para el dolor.

martes, 16 de junio de 2015

Guerra del Chaco: El último veterano paraguayo

El último veterano del cuartel

Andrés Benítez Flecha es el único veterano de la Guerra del Chaco que vive en el cuartel de la Victoria, en San Lorenzo. Sigue dando pelea a sus 102 años, pese a que la injusticia y la desidia del Estado hicieron que la necesidad caracterizara su vejez.
ABC Color




Aún sigue respetando la disciplina que aprendió en sus días de soldado. Don Andrés se levanta todos los días puntualmente a las 07:00, se baña, desayuna, y algunos días recibe visitas en la mañana, generalmente de estudiantes. “Vienen, pero siempre se van”, dijo el veterano con cierto pesar. Los minutos que pasa con los jóvenes son muy valorados por él, ya que no cuenta con ningún familiar vivo, según comentaron los demás soldados. También pobladores de su natal Valenzuela lo suelen visitar.

A las 10:00 es la hora de preparar su tereré, que es “uno de los vicios” que aprendió en la guerra, a la que se alistó cuando apenas tenía 18 años. De la contienda aún recuerda algunos episodios, que comparte habitualmente con la encargada de su cuidado, la señora Teodolina Sosa, quien con mucha paciencia algunas veces tiene que oír la misma historia una y otra vez, ya que la memoria de Don Andrés ya está fallando. Otro problema de salud que tiene es la ceguera. Fuera de estas dos dificultades, el veterano se muestra con mucha fuerza, inclusive puede caminar sin ayuda.




Teodolina recuerda particularmente el día en el que falleció el señor Gabino Ayala, su compañero de cuarto y también veterano de guerra. “Él se quedó muy triste, porque era su compañero, era un buen señor”, contó. Desde el año pasado, Andrés es el último veterano con vida que está en el cuartel de la Victoria.



De sus días en el campo de batalla, recordó que pasaron varios días sin comer y sin tomar agua, en el árido territorio chaqueño y bajo el fuerte sol. “Recorrías el bosque, no tomabas agua, no cenabas de dos a tres días”, relató el veterano. Según los registros, prestó servicio en el Regimiento de Zapadores Nº 4, donde tuvo una destacada labor. Participó en las batallas de Karanda’yty y Algodonal en agosto de 1934 y El Carmen en noviembre de ese año.

INJUSTICIA

El país le debe mucho a Don Andrés. Siendo joven, dejando su pueblo natal, sus estudios, su trabajo, fue a una guerra a la que ni siquiera sabía a profundidad para qué. Cada 12 de junio se enseña en las escuelas, se lee en los libros o se menciona en los discursos a los “héroes del Chaco”, que en su mayoría pasaron una vejez en medio de necesidades.

En el caso de Benítez Flecha, recibió su pensión recién el año pasado. Fue incluido en planilla fiscal de pagos desde el 7 de mayo de 2014, mediante un Acuerdo y Sentencia de la Corte Suprema de Justicia. En tal concepto, el veterano percibió una pensión de G. 1.530.672 y un subsidio de G. 1.913.340, que fue cobrado, pues el pago se realizó en el mismo Cuartel de la Victoria. Además de ese monto, que cobra mensualmente, a Andrés Benítez se le pagó un acumulado de G. 47.112.060, monto que corresponde a haberes atrasados, puesto que la Corte Suprema dispuso que el pago de sus asignaciones cubran desde el momento de la presentación de la solicitud, que fue de setiembre de 2009. Pero a estas alturas, es poco lo que pudo disfrutar.



Apenaite acobrá la che sueldomi”, manifestó Benítez Flecha al recordar cómo accedió a la pensión para veteranos de guerra. Lastimosamente, ya pasó la mayor parte de su vejez sin este beneficio. Cuando le consultamos acerca de para qué utiliza este dinero, entre risas, dice que para “naco y yerba”. Otros compañeros suyos fallecieron sin haber percibido su salario, lo cual lamentó. El dinero es destinado para sus alimentos, ya que lógicamente por su edad, debe comer productos livianos y sanos. Afortunadamente, a pesar de las carencias que pasó los últimos 20 años que está en el cuartel debido a que no gozó de su pensión, siempre tuvo el cariño de los funcionarios, de sus compañeros y de los visitantes, ya que no tiene a ningún familiar cercano vivo, nunca se casó ni tuvo hijos.

La deuda no fue solamente con Don Andrés, que tímidamente “fue saldada”, pero muy tarde. Él es consciente de ello, ya que al hablar al respecto, dijo que “hace rato ya se rindió”. Además de él, siguen vivos cerca de 700 veteranos en todo el país. Muchos aún esperan que se cumpla con ellos, ya que ellos sí cumplieron hace 80 años, pero en el campo de batalla.

lunes, 15 de junio de 2015

domingo, 14 de junio de 2015

Unión Soviética: Stalin, un flor de hijo de puta

El otro monstruo
Al igual que Hitler, Stalin fue un loco asesino. Millón más, millón menos, eliminó al mismo número de personas que el jerarca nazi y con métodos parecidos. Ni el bolchevique más ferviente estaba seguro a su lado
JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO - El País
EULOGIA MERLE


El otro día recordé —sin lamentarla— la muerte de Hitler, ocurrida hace ahora 70 años. Hoy toca hablar del otro personaje que compartió con él el dominio del tablero europeo y que, tras derrotarle en “la Gran Guerra Patria”, disfrutaba en esos mismos días de su momento de máxima gloria. Me refiero a Iósif (José) Vissariónovich Stalin; para los amigos, Koba.

Lo primero que debe decirse sobre Stalin es que, al igual que Hitler, fue un loco; un loco asesino. Millón más, millón menos, eliminó al mismo número de personas que el jerarca nazi y con métodos parecidos: los fusilamientos y los campos de concentración; con la diferencia de que en los de Stalin los prisioneros no eran inmolados en cámaras de gas al poco de llegar sino que, tras una supervivencia media de cinco años, morían a causa de los trabajos forzados, el frío o el hambre. El número de reclusos de los “campos de trabajo correctivos” (Gulag) superó los diez millones, y los muertos los dos millones. Aquellos campos fueron creados para los antiguos aristócratas, los kulaks (campesinos medios opuestos a la colectivización), el clero ortodoxo, los delincuentes comunes y, sobre todo, los disidentes políticos. Sobre estos últimos, solo en las “grandes purgas” de 1936-1938 hubo 1,3 millones de detenidos, de los que unos 700.000 acabaron ejecutados. En total, los fusilados bajo Stalin ascienden a un millón, como mínimo, que se eleva a cuatro si se añaden los muertos en campos de trabajo y en deportaciones masivas de población. Doy cifras conservadoras, multiplicadas por dos o más por algunos historiadores.

Tampoco la vida privada de Stalin superó a la de Hitler en ningún sentido. Huérfano de padre, tuvo siempre mala relación con su madre y no asistió a su entierro; hay serias sospechas de suicidio tanto de su segunda mujer como de su único hijo, y cuando le sobrevino el ataque fatal, sus íntimos dejaron pasar las horas sin llamar a un médico; Koba mismo había denunciado “conspiraciones de médicos”, pero, además, su muerte aliviaba a todos. Su obsesión paranoica es comparable a la del líder nazi, aunque menos racional y previsible. Un alemán conservador, ario por los cuatro costados y respetuoso con el partido tenía altas probabilidades de no ser molestado por los esbirros del Führer. Con Stalin, ni el bolchevique más ferviente estaba seguro. Al revés, podía ser detenido, torturado, obligado a confesar delitos imaginarios y finalmente ejecutado. Sencillamente, porque Koba sentía envidia hacia él. Stalin condenó a Trotski por “izquierdista”, a Zinoviev, Kamenev o Bujarin —que le apoyaron en la operación contra Trotski— por “derechistas”, a los jefes de la policía secreta Yagova y Yezhov... Toda la plana mayor bolchevique de 1917-1923, la protagonista del Octubre Rojo, había sido eliminada en 1939.

Y entonces, ese mismo año, se embarcó en su gran operación política, máxima prueba de su falta de principios morales: se alió con Hitler, su enemigo jurado, para repartirse Polonia. La responsabilidad del inicio de la Segunda Guerra Mundial recae, por tanto, sobre ambos, aunque luego, al atacar Hitler a su aliado (que fue así; Stalin nunca rompió el acuerdo, aunque quizás solo por falta de previsión), pasara a la historia como el adalid del antifascismo y hasta fuera candidato al Premio Nobel de la Paz.

No vale la pena dar más datos sobre la catadura moral del personaje. Al igual que con su rival nazi, su personalidad es, en definitiva, lo de menos. Lo importante, lo que no deberíamos dejar de preguntarnos nunca, es cómo pudo aquel sistema poner a un monstruo de este calibre a su cabeza.

Toda la plana mayor de 1917-1923, protagonista del Octubre Rojo, había sido eliminada en 1939

La primera respuesta que se le ocurre a uno es similar a la del caso alemán: atribuirlo a la tradición rusa; en este caso, al zarismo, tiranía brutal como pocas (aunque su número de víctimas, comparado con el de los bolcheviques, sea cosa de niños). Estar dominados por un déspota caprichoso de quien se esperaba la solución de todos los males sociales era lo habitual para un ruso.

Pero hay otra respuesta, muy distinta, que creo más interesante: me refiero a la debilidad política de la teoría marxista, a la falta de precauciones ante los posibles abusos de los futuros dirigentes de la dictadura del proletariado, un tránsito obligado en el proceso de construcción del paraíso socialista. Karl Marx, tan penetrante en su crítica social, mostró una sorprendente ingenuidad política al subirse, sin más, al tren jacobino: solo importaba la toma del poder por el proletariado.

Cuando esto ocurriera, ¿por qué poner límites al gobierno del pueblo trabajador? No previó algo tan elemental como que los representantes del proletariado, al disponer del poder absoluto, pudieran usarlo en su propio beneficio. Tampoco lo previó Lenin, el verdadero artífice del sistema. Ni Trotski, uno de sus colaboradores más crueles, que sólo comenzó a criticarlo cuando fue desplazado del poder. Stalin no hizo sino perfeccionar el modelo montado por Lenin y Trotski.

Marx fue ingenuo al pensar que solo importaba la toma del poder por el proletariado

Mucho más pesimistas, y más lúcidos, los padres del constitucionalismo norteamericano dieron por supuesto que el ser humano tiende a aprovecharse del poder cuando lo tiene en sus manos. Y a partir de ahí montaron unos mecanismos de reparto de poderes, controles y contrapesos, que ponían las máximas trabas posibles a los abusos. El sistema está lejos de ser perfecto, pero ha funcionado mucho mejor que las dictaduras en nombre del pueblo o del proletariado.

Alguna moraleja podríamos sacar hoy. Los partidos que proceden de la tradición comunista, como Izquierda Unida, y no se han desprendido suficientemente de su pasado estalinista, lo están pagando. Porque son muy pocos los europeos actuales que quieren vivir como los ciudadanos de la Europa del Este en los años 1945-1989.

Como la Iglesia católica está pagando, desde hace siglos, por su pasado inquisitorial. Se cree víctima de un “laicismo agresivo”, sin comprender que la ciudadanía desconfía, con razón, de que, si ellos recuperaran el poder de antaño, no volvieran a erigir piras para inmolar a quienes no comulgaran al cien por cien con su ideario. Y tampoco debe atribuirse aquello a la retorcida personalidad de un Torquemada, sino a un sistema totalitario de pensamiento y de poder. Instituciones con este pasado sucio no recuperarán nuestra confianza hasta que no abjuren solemnemente de ese esquema mental y garanticen, de manera creíble, que jamás volveremos a vivir aquello.

José Álvarez Junco es historiador. Su último libro es Las historias de España (Pons / Crítica).

sábado, 13 de junio de 2015

Nazismo: USA pagó millones a ex-criminales

EE UU pagó millones en prestaciones sociales a excriminales nazis
Una investigación federal revela que más de 130 exnazis residentes recibieron 20 millones de dólares de la Seguridad Social pese a su pasado hitleriano
ERIC LICHTBAU (BLOOMBERG) - El País



Celdas de criminales de guerra nazis vigiladas por soldados estadounidenses durante los juicios de Nuremberg. / EFE

El Gobierno estadounidense pagó 20,2 millones de dólares (18 millones de euros al cambio actual) en prestaciones de la Seguridad Social a más de 130 residentes de Estados Unidos vinculados a las atrocidades nazis a lo largo de más de medio siglo, aunque algunos pagos se han hecho incluso en este mismo año, según una investigación federal.

El volumen del importe pagado, mucho mayor del que esperaban los funcionarios que llevan la investigación, da prueba de la facilidad con la que miles de exnazis lograron asentarse en una nueva vida en los Estados Unidos, sin apenas ningún control después del final de la Segunda Guerra Mundial .

Un informe que se publicará esta semana por el inspector general de la Administración de la Seguridad Social concluye que la práctica totalidad de los pagos se han realizado adecuadamente bajo la ley de cada momento, y que los funcionarios federales no tenían la autoridad legal para prohibir esos beneficios hasta que el nazi sospechoso fuera deportado, según funcionarios consignados en el informe citados por Bloomberg.

En las décadas de los 60 y los 70, docenas de antiguos nazis que habían envejecido en Estados Unidos comenzaron a recibir prestaciones de la Seguridad Social, sin que las autoridades federales investigaran los posibles vínculos de los inmigrantes alemanes con las atrocidades cometidas durante la guerra.

No fue sino hasta la década de los 80, bajo la presión del Congreso, cuando el Departamento de Justicia comenzó a investigar a cientos de sospechosos en los Estados Unidos y comenzó un proceso de deportación contra exoficiales nazis, guardias de campos de concentración, líderes de los escuadrones de ejecución y otros criminales de guerra.

El informe encontró que más de tres docenas de antiguos nazis recibieron un total de 5,7 millones de dólares del Seguro Social antes de ser deportados. Otros 95 presuntos exnazis que recibieron 14,5 millones de dólares nunca fueron deportados y continuaron cobrando sus prestaciones. Algunos murieron antes de que pudieran ser deportados, otros huyeron del país y a otros se les permitió seguir en el país tras ser investigados.

Indignación por los pagos

 "Es indignante que los nazis pudieran recibir estas prestaciones pero el informe también deja claro que la Administración de la Seguridad Social carecía del derecho legal para suspender esos pagos en la mayor parte de los casos”, dijo Carolyn B. Maloney, congresista demócrata por Nueva York que pidió que se abriera una investigación después de surgieran nuevas pruebas el año pasado.

Los primeras pesquisas se realizaron en los años 80 después de que se detectara de que cientos de sospechosos nazis que habían trabajado desde el final de la guerra en ciudades de todo el país comenzaban a cobrar sus retiros. Pero fue una investigación de Associated Press el pasado otoño el que renovó el interés por el fenómeno, lo que llevó al Congreso a aprobar una legislación especial denominado No Social Security for Nazis Act.

 Esta ley puso a fin a las prestaciones que recibían cuatro nazis que habían salido de los Estados Unidos para regresar a Europa. El pago más reciente a un exnazi tuvo lugar el pasado mes de enero. No hay constancia de que actualmente haya ningún exnazi cobrando prestaciones.

viernes, 12 de junio de 2015

USA: El asesinato del Robert Kennedy en 1968

La historia de la foto que retrató la muerte de Robert F. Kennedy
Ocurrió así el 5 de junio de 1968 a las 00:03 de la medianoche, en el pasillo que conducía del salón principal a la cocina del ya demolido hotel Ambassador de Los Ángeles



Robert Kennedy yace en suelo mientras un asistente de cocina le sostiene la cabeza en la madrugada del 5 de junio de 1968. Foto: Archivo

Disparar es un verbo que sirve de la misma manera para quien tiene un arma y para quien tiene una cámara fotográfica. Es la palabra precisa para determinar la activación del mecanismo. Algunas veces, el segundo registra lo que ha hecho el primero.

Ocurrió así el 5 de junio de 1968 a las 00:03 de la medianoche, en el pasillo que conducía del salón principal a la cocina del hotel Ambassador de Los Ángeles, en el oeste de Estados Unidos. Sirhan Sirhan, un hombre de origen palestino, tenía un arma en sus manos, un revólver Wasleyjones calibre 22, que disparó en seis ocasiones.

Los proyectiles se alojaron en el brazo izquierdo, en la pierna derecha y en el cuello de Robert Francis Kennedy Jr., precandidato presidencial por el partido Demócrata, ex Fiscal General y el hermano menor de John Fitzgerald, el presidente inmolado en una calle de Dallas, Texas, cinco años antes.


 Kennedy se había desempeñado como Fiscal General de EE.UU. hasta 1964 cuando fue elegido senador. Foto: BBC

Segundos después, Boris Yaro, un fotoperiodista que trabajaba como freelance para el LA Times disparó su Nikon FT varias veces hacia el mismo hombre en medio de la confusión y el pánico. A él, a diferencia de Sirhan Sirhan, llegaron a verlo, la mano en el gatillo fotográfico, y le gritaron que no disparara. Pero Yaro no hizo caso.

Un par de horas más tarde, cuando reveló el negativo en el laboratorio de fotografía de la redacción del LA Times ubicado a pocas cuadras del hotel Ambassador, quedó clara la diferencia: el disparo de la muerte, el disparo de la foto.

La foto de la muerte. Yaro había sacado la última foto de Bobby Kennedy con un hilo de vida. La imagen fija era la de un joven de 15 años, arrodillado sobre el suelo, que le sostenía la cabeza al hombre que moría en el piso de un salón de hotel.

UNA FOTO NO PLANEADA

Yaro le confesó a BBC Mundo que la foto más famosa de su catálogo, por la que recibió varios premios y menciones alrededor del mundo, no la pensaba tomar. No estaba en sus planes. Apenas una hora antes estaba en su casa de Pasadena, digiriendo unos tacos al pastor que se había comido en un puesto mexicano del mercado central de Los Ángeles.

"Había llamado al periódico y me habían dicho que la noche ya estaba cubierta, así que no tenía que ir", se escucha su voz pesada y cansina desde el otro lado del teléfono.

Esa noche era la del 4 de junio de 1968 y casi rozando la medianoche se conocerían los resultados de las elecciones primarias del partido Demócrata en el estado de California, que conducirían, un mes después, a escoger al próximo candidato a la presidencia, para enfrentarse a Richard Nixon.

Los rivales de esa contienda eran el senador de Minnesota Eugene McCarthy, un poeta convertido en político quien era un abierto opositor de la guerra de Vietnam, y el vicepresidente de EE.UU. de aquel entonces, Hubert Horatio Humphrey Jr, quien se había unido a la competencia cuando se bajó del tren el presidente en funciones, Lyndon B. Jonhson.


El crimen ocurrió en uno de los salones del extinto hotel Ambassador de Los Ángeles, que fue demolido en 2005. Foto: Archivo / BBC

El tercero en la disputa era Robert F. Kennedy, quien estaba sorprendiendo con sus proyecciones de voto, a pesar de haber llegado tarde a la carrera electoral.

Su desempeño no era nada despreciable para alguien que se había montado de último en la contienda: había ganado en Indiana y Nebraska, pero también había sido derrotado en estados como Oregón, pocos días antes. Por eso tenía claro que la victoria en California era vital.

"Si no gano en California, es posible que deje la contienda para ser candidato presidencial", citó el diario The New York Times en su edición del 30 de mayo de 1968.

"Como no tenía turno, decidí irme a casa porque no me sentía bien. Me puse a ver televisión y escuchar un poco de radio, cuando comencé a escuchar los primeros resultados me di cuenta de que tenía que ir a tomar algunas fotos, aunque fueran solo para colgarlas en mi pared", relató Yaro.

Durante los días de campaña en California, que habían incluido un debate televisivo con McCarthy, los demócratas habían dado la mayoría de los discursos en el famoso hotel Ambassador, ubicado cerca del centro de Los Ángeles. Hacia allá se dirigió Yaro.

EL SÍMBOLO DE LA VICTORIA

"No quería hacer una foto rutinaria, del público o de él dando un discurso. Quería una foto de Bobby Kennedy victorioso, distinta, de cerca", relató el fotógrafo.

Cuando llegó al salón del Ambassador, Yaro se encontró con una fiesta. Kennedy había vencido a McCarthy. Todos sus colegas esperaban impacientes unas palabras en aquel enorme y glamoroso recinto, mientras los partidarios del exfiscal celebraban alborozados.

"Alguien de su staff me dijo que Kennedy tenía que ir a otra parte del hotel y que el mejor lugar para tomarle una foto sería en la cocina, donde tendría que pasar de salida, así que evité la aglomeración del discurso y me fui para allá", dijo.

A las 12:05 de la medianoche del ya 5 de junio, agotado pero investido con el triunfo que le habían dado las urnas, Robert Kennedy se instaló en la tarima del salón para dirigirse a sus simpatizantes.

"Muchas gracias a todos, ahora vamos por Chicago (donde se iba a realizar la convención demócrata de ese año). Vamos a ganar allá. ¡Gracias!", dijo.

Al revisar los registros visuales que existen de Bobby Kennedy es imposible no notar un gesto característico: peinarse con sus manos, los dedos entre el pelo justo arriba de la oreja. Un instante después de pronunciar sus últimas palabras en vivo, Robert Kennedy finalizó su aparición histórica con aquel gesto habitual: tomó el cabello que caía sobre su frente, se pasó la mano al descuido y se internó en la muchedumbre y después por un pasillo apretado donde iba encontrarse, sin saberlo, con Boris Yaro y con Sirhan Sirhan.

EL CALLEJÓN

"Había mucha gente en un espacio reducido, pero lo que más me preocupaba era que no había mucha luz para una buena foto", recordó Yaro.

"De un momento a otro, Robert Kennedy comenzó a caminar hacia nosotros. A mi lado estaba Bill Eppridge (de la revista Life). Le grité: 'Bobby, Bobby', pero él solo me entregaba una sonrisa con un gesto corto, nada muy llamativo".

De repente la tragedia se precipitó en aquel estrecho lugar: según el reporte de la investigación hecha por el Buró Federal de Investigaciones estadounidense, el FBI, cuando Bobby Kennedy le daba la mano a un miembro del personal de servicio del hotel, se escucharon seis disparos.

Lo primero que percibió Yaro fue la fragancia de la pólvora y por algunos segundos confundió el estrépito de los estallidos con un efecto festivo. Pero después la estampida de pánico de las personas que estaban a su alrededor lo devolvieron a 1963 y de inmediato pensó: "Oh no, no otra vez".

No podía ser que fuera otro Kennedy, otro asesinato. Recordaba el de John F. tal como lo había visto por TV cinco años antes.

"Recuerdo que vi a Sirhan Sirhan, que ya había sido detenido por varios hombres. Yo agarré el arma, pero estaba muy caliente, así que la solté y fue allí donde vi a Kennedy tirado en el piso, en medio del pasillo. Tenía que tomar la foto".

Lanzó el primer disparo. Click. Una mujer que estaba a su lado le tomó el brazo y le ordenó que no lo hiciera, que no siguiera tomando fotos. "¡Por Dios señora, esto es historia!", respondió y disparó varias veces más.

En el suelo yacía moribundo Robert F. Kennedy, aspirante demócrata, hermano de un presidente asesinado, sostenido por Juan Romero, un joven inmigrante mexicano de 15 años que trabajaba como ayudante de cocina en el Ambassador.

-¿Están todos bien, verdad?- preguntó Kennedy mientras una mancha de sangre crecía bajo su cabeza.

-Sí, todo va a salir bien- respondió Romero.

"Había poca luz. Tenía una cámara Nikon T3 con un lente de 28 mm y decidí bajar la velocidad de exposición para tomar las fotos. No sabía cómo iban a salir, nunca pensé qué me iba a encontrar después". Disparó, casi sin mirar.

EN EL CUARTO OSCURO

Por algún truco de la luz, las fotografías de Yaro no reflejan la confusión y la angustia de aquel momento. En cambio, se observa en ellas a un hombre que muere y a su lado al joven Romero que no está urgido por salvarle la vida, sino dotado de la calma necesaria para consolarlo en sus momentos finales.

Alrededor, las piernas inmóviles de personas que contemplan aquel instante. Y a su lado una corbata que parece fue arrebatada a alguien. Todo muy quieto. En paz. Durante las investigaciones posteriores, Romero confesaría que, sabiendo que Kennedy era un católico confeso, le había puesto en la mano izquierda un rosario.

Uno de los disparos ejecutados por Sirhan había sido letal, pero la muerte tardaría en llegar: Kennedy agonizó durante 26 horas en el Hospital del Buen Samaritano de Los Ángeles. Se lo declaró fallecido a la 1:44 de la madrugada del 6 de junio de 1968.

Solo dos meses antes, Kennedy le había dicho a la comunidad negra de la ciudad de Indianápolis, al difundirse la noticia de la muerte del líder afroamericano Martín Luther King, que debían permitirse dedicarse "a lo que los griegos escribieron hace muchísimos años: a dominar el salvajismo existente en el hombre y a volver apacible la vida de este mundo".

Yaro volvió a la redacción del diario, entregó el material y escribió una pequeña crónica de lo que había ocurrido. "Cuando terminé todo, me encerré en el cuarto oscuro donde había revelado esas fotos y me puse a llorar. Realmente pensaba que Bobby iba a ser presidente"..