miércoles, 11 de mayo de 2016
SGM: La ciudad factoría de Chelyabinsk/Tankograd
Tankograd
A pesar de la bajas colosales en mano de obra, equipo y territorio en el primer año de la guerra, la Unión Soviética se las arregló para movilizar suficientes fuerzas para evacuar cerca de 10 millones de personas desde y hacia una parte más grande empresas industriales al este del país. Durante un corto período de tiempo personal evacuado tuvo que recomenzar la producción militar y la carga general fue hacia la región de Ural. Abundante en minerales, recursos de combustible y de substancias químicas, los Urales, en palabras del académico Komarov, eran una canto meridional que se estiraba paralelo al frente pero separado de él por uno o dos mil kilómetros lo que formaba un cinturón de protección de gran alcance.
Durante el período temprano de la Segunda Guerra Mundial, la invasión de Alemania a la industrializada Rusia europea amenazó la fuente de materiales de guerra y las instalaciones fabriles. El comité de defensa de la Unión Soviética decidió el traslado de las fábricas necesarias a Siberia. En la ciudad de Chelyabinsk se fusionaron la fábrica de tractores local con la de motores diesel, llegada desde Jarkov y la de tanques Kirov evacuada desde Leningrado; las enormes instalaciones para la producción de armamento le valieron el calificativo de "Tankograd" (ciudad de los tanques).
Tankograd" llegó a producir más de 40 tanques por día de diferentes modelos entre los que destacaba el T-34 que se muestra en este diorama. La historia de cómo cinco millones de personas y miles de industrias pudieron ser trasladadas a Siberia es una asombrosa aventura de la Segunda Guerra Mundial y demuestra hasta qué punto puede llegar la resistencia y moral del ser humano.
Una de las instalaciones más grandes de defensa de los Urales era la planta de tanques en Chelyabinsk. La ciudad, conocida comúnmente como Tankograd, fue establecida en 1941 por ingenieros y los trabajadores de las instalaciones de Leningrad, de Kharkov y de Chelyabinsk. En primer lugar, Tankograd suministró al frente tanques pesados "KV", que participaron en el machacamiento de fuerzas alemanas en la batalla de Moscú en 1941-42. En el segundo año de la guerra la instalación dominó la producción de tanques medios "T-34" en apenas 33 días y los tanques, altamente maniobrables y muy rápidos, fueron producidos a una escala total. La solución de ingeniería rusa hizo el blindaje del tanque prácticamente impenetrable. La fuerza del blindaje fue registrada en el archivo clasificado de Wehrmacht, que dijo que el disparo de un tanque "T-34" con granadas antitanques era mayormente un fracaso. Cuando eran disparadas desde el flanco, el trabajo decía, las granadas rebotaron del blindaje incluso en una distancia de cientos de metros y la granada antitanques de 37 milímetros era absolutamente inútiles en el alcance cercano. El general alemán Heinz Guderian admitió en los años de guerra que la fuerza soviética de tanques estaba en crecimiento, debido a la producción en masa ininterrumpida del tanque ruso de primera clase "T-34". Los trenes con tanques dejaban Tankograd todo el tiempo, pintados de blanco en invierno, y verde - en verano. Observar los trenes de tanques limitaban a la alegría y la esperanza evocadas en el Oeste del país en los corazones de la gente soviética. Pocos sabían en esos días del esfuerzo deslomador que estaba detrás de la reputación del tanque como monstruo que causaba muertes. Los trabajadores de las instalaciones militares de Ural no salieron de los talleres para el trabajo por días en condiciones que estaban a menudo más allá de la resistencia humana. Y los lugares de los hombres que se habían ido para el frente fueron tomados por las mujeres, ancianos y adolescentes.
En la esperanza de sobrepasar los tanques soviéticos el enemigo diseñó tanques pesados estupendos, que eran conocidos como "Tigres", "Panteras" y "Ferdinands". Para demostrar las capacidades espantosas del nuevo equipo de los alemanes hicieron decir en documentales sobre la invulnerabilidad de sus tanques al fuego soviético de tanque y de artillería.
La inteligencia soviética calculó rápidamente el propósito del "ataque psicológico" y los constructores del tanque de Ural fueron dados instrucciones para probar la falsedad de la propaganda nazi. Poco tiempo después Tankograd suministró una arma autopropulsada de artillería pesada y un nuevo tanque pesado de capacidad desconocida. El arma y el tanque demostraron un funcionamiento notable en la batalla de Kursk en 1943. Su maniobrabilidad y velocidad dieron vuelta a los "Tigres", a las "Panteras" y a los "Ferdinands" alemanes y los convirtieron en montones de chatarra.
De los 6250 tanques que participaron en la captura de Berlín en 1945 la mayoría había venido de Tankograd.
En tributo a la memoria de la gente que forjó la victoria en la frente interno hay un mojón de tanque en Chelyabinsk que sirva un recordatorio omnipresente del heroísmo de la gente que lo hizo y de su potencial machacante en batalla.
Historia
La fortaleza Chelyaba, de la cual la ciudad toma su nombre, fue construida en el sitio en 1736, la ciudad fue incorporada a Rusia en 1781. Alrededor de 1900, sirvió como centro para la construcción del Ferrocarril Transiberiano. De acuerdo con estadísticas oficiales la población el 1 de enero de 1913 era de 45.000 habitantes. En las décadas posteriores a la guerra civil finlandesa en 1918, unos 15.000 finlandeses "Rojos" desertaron a la Unión Soviética. La mayoría de ellos fueron trasladados a Chelyabinsk a través de ferrocarril. En 1938, durante las grandes purgas, la mayoría de ellos fueron ejecutados. Su fosa común se encuentra cerca de la mina de oro de la antigua Gora Zolonyi, y hoy tiene un pequeño monumento.
Durante la industrialización soviética de la década de 1930, Chelyabinsk experimentó un rápido crecimiento. Varios establecimientos industriales, incluyendo la Planta de Tractores de Chelyabinsk y la Planta Metalúrgica de Chelyabinsk, se construyeron en este momento. Durante la Segunda Guerra Mundial, Joseph Stalin decidió trasladar gran parte de la producción de las fábricas soviéticas a lugares fuera del camino del avance de los ejércitos alemanes a finales de 1941. Esto trajo nuevas industrias y miles de trabajadores a Chelyabinsk que siguía siendo esencialmente una ciudad pequeña. Varias instalaciones enormes para la producción de tanques T-34 y lanzadores de cohetes Katyusha existieron en Chelyabinsk, que se conoció como "Tankograd" (Ciudad de Tanques). Chelyabinsk fue construido esencialmente a desde cero durante este tiempo. Un pequeño pueblo existía antes de esta, signos del mismo que se puede encontrar en el centro de la ciudad. El S.M. Fábrica de Kirov no. 185 se trasladó aquí desde Leningrado para producir tanques pesados - que fue trasladado a Omsk a partir de 1962.
Chelyabinsk ha tenido una larga asociación (desde 1940) con el máximo secreto la investigación nuclear, aunque esto es más bien aplicable a Óblast de Cheliábinsk en su conjunto, como las instalaciones nucleares como Chelyabinsk-70 (Snezhinsk) son, o fueron, que se encuentra muy lejos de la ciudad. Un accidente nuclear grave se produjo en 1957 en la planta de reprocesamiento de combustible nuclear de Mayak, 150 km al noroeste de la ciudad, lo que causó las muertes en región de Cheliábinsk, pero no en la ciudad. La provincia estaba cerrada a los extranjeros hasta 1992.
La ciudad está situada en la parte norte-occidental de Óblast, 210 km al sur de la ciudad de Ekaterinburgo.
Chelyabinsk actualmente es uno de los mayores centros industriales de Rusia. Predomina la industria pesada, especialmente la metalurgia y la maquinaria militar, en particular el Metalúrgica Combinada Chelyabinsk (CMK, ChMK), Planta de Tractores Chelyabinsk (CTZ, Chtz), Planta de electrodos Chelyabinsk (CHEZ), Planta de tubos rodantes Chelyabinsk (ChTPZ) y la Forja Chelyabinsk y Planta de Prensa (ChKPZ).
Chelyabinsk también cuenta con varias plantas de la electrónica, incluyendo Metran, Polet y Electromashina Zavod, que sirven tanto a las necesidades militares y civiles.
Por Javier Ordoñez y Lyubov Tsarevskaya
Enlace al original
Wikipedia
martes, 10 de mayo de 2016
PGM: Los efectos de la conflagración
Cicatrices de batalla
Por G. S., P. K., A.C.M Y L. P.
Como la primera guerra mundial cambió el mundo
The Economist
El 28 de julio de 1914 Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, a partir de la primera guerra mundial. En los siguientes cuatro años, millones perderían sus vidas. ¿Qué más ha cambiado? Las economías se contrajeron, estancaron y hiperinflacionaron. Se tardó más de una década para la economía alemana para recuperar a su tamaño en 1913. La industria se debilitó en toda Europa. A medida que el continente gastaba municiones, financiadas con deuda, América fabricó armas y vio que su economía se expanda. La hiperinflación en Alemania se redujo el tamaño de la deuda del país.
La geografía cambió demasiado. Después de la guerra el Tratado de Versalles modeló los nuevos países a partir de lo que quedaba de los imperios antiguos antes de la guerra. La independencia fue concedida a los estados del Báltico, que habían sido transmitidas a Alemania en 1918 como parte del Tratado de Brest-Litovsk, que puso fin a la participación de Rusia en la primera guerra mundial. Polonia fue reconstituida a partir de antiguos territorios rusos, alemanes y austrohúngaros, y Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania una mayor fueron creados.
Por G. S., P. K., A.C.M Y L. P.
Como la primera guerra mundial cambió el mundo
The Economist
El 28 de julio de 1914 Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, a partir de la primera guerra mundial. En los siguientes cuatro años, millones perderían sus vidas. ¿Qué más ha cambiado? Las economías se contrajeron, estancaron y hiperinflacionaron. Se tardó más de una década para la economía alemana para recuperar a su tamaño en 1913. La industria se debilitó en toda Europa. A medida que el continente gastaba municiones, financiadas con deuda, América fabricó armas y vio que su economía se expanda. La hiperinflación en Alemania se redujo el tamaño de la deuda del país.
La geografía cambió demasiado. Después de la guerra el Tratado de Versalles modeló los nuevos países a partir de lo que quedaba de los imperios antiguos antes de la guerra. La independencia fue concedida a los estados del Báltico, que habían sido transmitidas a Alemania en 1918 como parte del Tratado de Brest-Litovsk, que puso fin a la participación de Rusia en la primera guerra mundial. Polonia fue reconstituida a partir de antiguos territorios rusos, alemanes y austrohúngaros, y Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania una mayor fueron creados.
lunes, 9 de mayo de 2016
Virreinato del Río de la Plata: Primer arsenal de guerra
Primer Arsenal de Guerra
Primer Arsenal de Guerra - Buenos Aires
Entre los monumentos históricos declarados por el Poder Ejecutivo figura la casa situada en la calle Carlos Calvo 383, en cuyo frente hay una placa de bronce que dice así: “En este solar instaló el primer arsenal el patriota Esteban de Lucca. Homenaje de la Comisión Cultural de Evocación Histórica. Parroquia de San Telmo, 25/5/1937”.
Es una construcción de estilo colonial, compuesta de dos habitaciones a la calle y un patio interior muy angosto a lo largo de ambos ambientes; además tiene una tercera habitación que parece haber sido hecha en época posterior. Actualmente es propiedad de los herederos de Pascual Messina, quien la adquirió a fines del siglo XIX a Martina Halliburton.
Un documentado trabajo del coronel Juan Beverina, publicado en la Revista Militar en los años 1931-32, fija con absoluta claridad el verdadero origen de las primeras fábricas de pólvora, fusiles y cañones a partir de 1810.
Desde luego “arsenal” no existió en nuestro país hasta el año 1885, cuando se inauguró el Arsenal de Guerra, que ocupaba las calles Garay, Combate de los Pozos, 15 de Noviembre y Pichincha, y sólo funcionaron fábricas aisladas, tanto en Buenos Aires, como en Tucumán, Córdoba o Mendoza, que realizaban el servicio de arsenales.
A fines de 1811 el gobierno, que ya disponía de las fábricas de fusiles y armas blancas de Tucumán y Buenos Aires, pensó muy seriamente en fabricar también cañones.
En el mes de mayo de 1812, el Triunvirato resolvió iniciar esa fabricación, “habilitando al efecto –dice el coronel Beverina- las naves destechadas de la iglesia de la Residencia, que se hallaba situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1º), y encargado de montar la fábrica y dirigir su funcionamiento al teniente coronel Angel Monasterio”.
El 22 de julio se había fundido el primer mortero, y el 15 de agosto el segundo, denominados Tupac-Amarú y Mangoré, respectivamente enviados al sitio de Montevideo. Como ayudantes principales de Monasterio figuraban los capitanes Esteban de Luca y José María Rojas.
En el año 1814 de Luca pasó a prestar servicios a la Fábrica de Fusiles instalada en el antiguo Parque de Artillería, en Lavalle y Libertad, donde llegó a convertirse en su director en 1816.
Mientras tanto el teniente coronel Angel Monasterio era reemplazado en 1815 en la dirección de la fábrica de cañones por su discípulo, el entonces sargento mayor José M. Rojas, quien siguió en la Iglesia de la Residencia (hoy San Telmo) construyendo cañones para los ejércitos de la patria hasta 1821.
Estos antecedentes vienen a demostrar que la casa de la calle Carlos Calvo 383 no ha sido jamás ni Primer Arsenal de Guerra ni fábrica de armas, y por lo tanto mal pudo actuar allí Esteban de Luca como director.
Además, en la publicación oficial hecha en 1935 por la Dirección General del Arsenal de Guerra con motivo de su cincuentenario, no se hace referencia alguna a que en esta casa hayan existido en ninguna época dependencias relacionadas con dicho Arsenal.
Esta propiedad, que ha sido declarada erróneamente de valor histórico, merece sin embargo ser conservada por tratarse de una de las pocas que quedan en la ciudad de la época colonial.
Fue declarada Monumento Histórico por Decreto Nº 120.412 del 21 de mayo de 1942.
Portal www.revisionistas.com.ar
Vigil, Carlos – Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. Editorial Atlántida, Buenos Aires (1959).
Primer Arsenal de Guerra - Buenos Aires
Entre los monumentos históricos declarados por el Poder Ejecutivo figura la casa situada en la calle Carlos Calvo 383, en cuyo frente hay una placa de bronce que dice así: “En este solar instaló el primer arsenal el patriota Esteban de Lucca. Homenaje de la Comisión Cultural de Evocación Histórica. Parroquia de San Telmo, 25/5/1937”.
Es una construcción de estilo colonial, compuesta de dos habitaciones a la calle y un patio interior muy angosto a lo largo de ambos ambientes; además tiene una tercera habitación que parece haber sido hecha en época posterior. Actualmente es propiedad de los herederos de Pascual Messina, quien la adquirió a fines del siglo XIX a Martina Halliburton.
Un documentado trabajo del coronel Juan Beverina, publicado en la Revista Militar en los años 1931-32, fija con absoluta claridad el verdadero origen de las primeras fábricas de pólvora, fusiles y cañones a partir de 1810.
Desde luego “arsenal” no existió en nuestro país hasta el año 1885, cuando se inauguró el Arsenal de Guerra, que ocupaba las calles Garay, Combate de los Pozos, 15 de Noviembre y Pichincha, y sólo funcionaron fábricas aisladas, tanto en Buenos Aires, como en Tucumán, Córdoba o Mendoza, que realizaban el servicio de arsenales.
A fines de 1811 el gobierno, que ya disponía de las fábricas de fusiles y armas blancas de Tucumán y Buenos Aires, pensó muy seriamente en fabricar también cañones.
En el mes de mayo de 1812, el Triunvirato resolvió iniciar esa fabricación, “habilitando al efecto –dice el coronel Beverina- las naves destechadas de la iglesia de la Residencia, que se hallaba situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1º), y encargado de montar la fábrica y dirigir su funcionamiento al teniente coronel Angel Monasterio”.
El 22 de julio se había fundido el primer mortero, y el 15 de agosto el segundo, denominados Tupac-Amarú y Mangoré, respectivamente enviados al sitio de Montevideo. Como ayudantes principales de Monasterio figuraban los capitanes Esteban de Luca y José María Rojas.
En el año 1814 de Luca pasó a prestar servicios a la Fábrica de Fusiles instalada en el antiguo Parque de Artillería, en Lavalle y Libertad, donde llegó a convertirse en su director en 1816.
Mientras tanto el teniente coronel Angel Monasterio era reemplazado en 1815 en la dirección de la fábrica de cañones por su discípulo, el entonces sargento mayor José M. Rojas, quien siguió en la Iglesia de la Residencia (hoy San Telmo) construyendo cañones para los ejércitos de la patria hasta 1821.
Estos antecedentes vienen a demostrar que la casa de la calle Carlos Calvo 383 no ha sido jamás ni Primer Arsenal de Guerra ni fábrica de armas, y por lo tanto mal pudo actuar allí Esteban de Luca como director.
Además, en la publicación oficial hecha en 1935 por la Dirección General del Arsenal de Guerra con motivo de su cincuentenario, no se hace referencia alguna a que en esta casa hayan existido en ninguna época dependencias relacionadas con dicho Arsenal.
Esta propiedad, que ha sido declarada erróneamente de valor histórico, merece sin embargo ser conservada por tratarse de una de las pocas que quedan en la ciudad de la época colonial.
Fue declarada Monumento Histórico por Decreto Nº 120.412 del 21 de mayo de 1942.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de ObligadoPortal www.revisionistas.com.ar
Vigil, Carlos – Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. Editorial Atlántida, Buenos Aires (1959).
domingo, 8 de mayo de 2016
PGM: Del Plan Schlieffen hasta la toma de Lieja
El Plan Schieffen y el rol de Lieja
Por Ingeniero Rafael Mariotti
El Plan Schlieffen, debido al conde von Schlieffen, ministro de guerra alemán hasta 1910, contemplaba un ataque masivo a Francia por el flanco izquierdo francés, a través de Bélgica, para evitar las zonas densamente fortificadas de la frontera franco alemana, desde Luxemburgo a Suiza. Esto implicaba la invasión a Bélgica, país neutral garantizado desde 1830 por las potencias europeas, por lo que Alemania quedaría como agresora y enfrentada a Inglaterra. El plan debía realizarse rápidamente, y poder caer directamente sobre París, en las primeras semanas de la guerra, durante septiembre-octubre de 1914, este pareció cumplirse inexorablemente; pero en el momento crítico, los comandantes alemanes carecieron de la energía suficiente, e impresionados por los aparentemente gigantescos avances en el frente ruso, restaron unidades al fundamental ala derecha alemana, la que debía cumplir el envolvimiento, para enviarlas apresuradamente por ferrocarril al frente oriental. Esto debilitó el movimiento alemán, que fue aprovechado hábilmente por franceses e ingleses, pudiéndose detener la ofensiva en el Marne en octubre de 1914. A partir de entonces seguiría una larguísima e inédita guerra de posiciones, que se prolongaría por 4 años.
Observese el mapa con movimientos para comprender las primeras fases de la guerra en el frente occidental.
Afortunadamente para los aliados, el plan Schlieffen no funcionó como se esperaba, debido tanto a sus propias limitaciones como a la debilidad del Alto Mando Alemán al debilitar la crucial ala derecha del ataque. El resultado fue el triunfo parcial de los alemanes que fracasó en su meta final de destruir al ejército francés en la primera etapa de la guerra. Los ejércitos alemanes penetraron por Bélgica según el plan, pero el pequeño ejército belga no se rindió sino que opuso una férrea resistencia, lo que demoró el rígido cronograma alemán de campaña. Luego de superar a los belgas, los ejércitos alemanes del norte ingresaron por el norte de Francia, donde de nuevo fueron duramente enfrentados tanto por el recientemente llegado Cuerpo Expedicionario Británico (BEF) como por los 3ro y 4to ejércitos franceses en la región de las Ardenas. El 5to ejército francés del general Lanrezac fue atacado en condiciones de inferioridad y casi sobrepasado por sus flancos, gracias a que el estado mayor francés se negó a admitir la gigantesca maniobra alemana por el norte. Recién a último momento Lanrezac recibió el permiso de re-posicionar parte de su ejército para enfrentar la marea que se avecinaba. Sus tropas de refresco re-posicionadas fueron golpeadas con toda fuerza por el 2do ejército alemán, y se retiraron hacia el sur. Bien pronto, así como los británicos también se retiraban al sur por la presión alemana, todo el frente se desmoronó a medida que las topas de ambos bandos se desplazaban velozmente al sur, hacia el río Marne, y al premio final: París.
La ofensiva alemana tan solo se detuvo cuando el general alemán Alexander von Kluck re-posicionó su Primer Ejército para poder tomar por el flanco al ahora exhausto 5to ejército francés. El general francés Joseph Gallieni, rápidamente envió el recientemente formado 6to ejército, y en coordinación con el comandante del 5to ejército, atacó el flanco expuesto de Von Kluck.
En el proceso de proteger a su ejército, Kluck dirigió sus tropas más al oeste, permitiendo así abrirse un peligroso espacio entre él y Von Bulow. Estos errores (que fueron reprendidos por el Alto Mando) evitaron a los alemanes cualquier avance posterior y tuvieron que retroceder a posiciones seguras al norte del rio Marne, donde resistieron los intentos franceses de desalojarlos. El fracaso no se debió sólo a Kluck, sino al propio Comandante en Jefe, Conde Hemut Von Moltke, y probablemente al mismísimo Plan Schlieffen, que falló al no considerar las limitaciones de las formaciones de infantería avanzando en tan estrechos márgenes de tiempo. Significativamente estos errores se resolverían recién en los inicios de la siguiente guerra mundial (la 2º) con la intervención de las unidades de infantería mecanizada, lo que sí permitiría avances fulminantes, dando origen a la guerra relámpago (Blitzkrieg).
El Plan Schlieffen, como se mencionó, debe su nombre al Jefe de Estado Mayor alemán Conde Von Schlieffen, quien lo elaboró en 1894. Lo había iniciado ya el Mariscal Helmuth Von Moltke (el viejo), el artífice de la victoria contra Francia en 1870 y contra Austria en 1866. Shlieffen lo concluyó y durante 20 años el ejército alemán se entrenó para poder dar cumplimiento al mismo. Daba mucha importancia al sector norte, de ahí la potencia del 1er ejército al mando de Von Kluck, que debía ser seguido en su flanco izquierdo por el 2do ejército de Von Bullow. Obsérvese la imagen. El movimiento preveía que la ciudad de Lieja debía ser tomada a más tardar para el 10 de agostos de 1914. El comandante en jefe del ejército alemán en ese entonces era Helmuth Von Moltke, sobrino del gran héroe de la guerra franco-prusiana.
(Clic para ampliar)
La ciudad fortificada de Lieja (Bélgica) se erigía como un obstáculo al avance del 2do ejército alemán. Estaba rodeada de 12 fuertes modernos, de acero y hormigón armado ubicados en las afueras de la ciudad. Los fuertes habían sido construidos a finales del siglo XIX por el eminente ingeniero militar belga Henri Alexis Brialmont, y poseían artillería de 120 mm, 150 mm y 210 mm para blancos lejanos y cañones de tiro rápido de 57 mm para la defensa contra la infantería. Estos cañones estaban emplazados en cúpulas de acero a ras de los fuertes.
Los alemanes emplearon artillería pesada para aniquilar los fuertes belgas. La batalla de Lieja comenzó el 4 de agosto de 1914, para el 5 de agosto los alemanes habían aproximado los obuses de 210 mm que constituían el grueso de la artillería pesada germana (los alemanes los llamaban simplemente Der Morser pues a las piezas superiores de 150 mm ya no las denominaban obuses -haubitze- sino morteros -morser-) que pudieron destruir un fuerte del perímetro este (que cayó el día 8 de agosto) y prepararon el camino a la artillería REALMENTE PESADA, el mortero de 420 mm, del cual para 1914 los alemanes tenían 2 unidades (llegaron a tener 10 en toda la guerra). Estas piezas eran las realmente llamadas Dicke Bertha -correctamente traducido como "gorda Berta"- pesaban 42,6 toneladas y podían arrojar una granada de 810 kilos a 9.300 metros. La máxima velocidad de disparo era 10 tiros por hora. Pero no eran exactamente la Wunderwaffe que aclamaba la propaganda alemana. Si las granadas explotaban prematuramente, simplemente producían cráteres impresionantes, pero nada más. Pero si penetraban dentro del objetivo, los efectos podían se simplemente horrendos, con una sola granada bien colocada podían destruir todo un fuerte, por lo tanto el respeto que inspiró, no era infundado. Los Dicke Bertha llegaron el 11 de agosto a Lieja, y para el 16 de agosto, los fuertes estaban todos destruidos, y los restos de sus guarniciones se rindieron.
La artillería de sitio alemana
Estos obuses -llamados Mörser por los alemanes- constituían el grueso de la artillería pesada alemana -Fuss-Artillerie- y estaban destinados a dar apoyo de fuego indirecto y fueron empleados en todos los frentes. Eran el producto de 10 años de desarrollo entre las firmas Krupp y Rheinmetall. Al comienzo de la guerra Alemania disponía de unas 216 piezas de estas armas. Pesaban unas 15 toneladas y podían disparar una granada de 121 kilos a 9,4 kilómetros con una elevación de hasta 70º. Fueron las primeras piezas pesadas que arribaron a Lieja el 5 de agosto de 1914, y prepararon su captura destruyendo cada uno de los fuertes.
Dicke Bertha de 420mm
Algunas imágenes más del mortero alemán de 420 mm en acción real, obsérvese el tamaño de las granadas en la foto.
(Arriba) Imágenes de partes de un fuerte de Lieja destruido por estas armas
General Von Emmich, comandante del cuerpo de ejército que atacó Lieja, en las puertas de la ciudadela, en agosto de 1914
La resistencia belga fue tenaz, como atestigua una foto de tropas belgas preparándose para defender una población cercana a Lieja.
Por Ingeniero Rafael Mariotti
El Plan Schlieffen, debido al conde von Schlieffen, ministro de guerra alemán hasta 1910, contemplaba un ataque masivo a Francia por el flanco izquierdo francés, a través de Bélgica, para evitar las zonas densamente fortificadas de la frontera franco alemana, desde Luxemburgo a Suiza. Esto implicaba la invasión a Bélgica, país neutral garantizado desde 1830 por las potencias europeas, por lo que Alemania quedaría como agresora y enfrentada a Inglaterra. El plan debía realizarse rápidamente, y poder caer directamente sobre París, en las primeras semanas de la guerra, durante septiembre-octubre de 1914, este pareció cumplirse inexorablemente; pero en el momento crítico, los comandantes alemanes carecieron de la energía suficiente, e impresionados por los aparentemente gigantescos avances en el frente ruso, restaron unidades al fundamental ala derecha alemana, la que debía cumplir el envolvimiento, para enviarlas apresuradamente por ferrocarril al frente oriental. Esto debilitó el movimiento alemán, que fue aprovechado hábilmente por franceses e ingleses, pudiéndose detener la ofensiva en el Marne en octubre de 1914. A partir de entonces seguiría una larguísima e inédita guerra de posiciones, que se prolongaría por 4 años.
Observese el mapa con movimientos para comprender las primeras fases de la guerra en el frente occidental.
Afortunadamente para los aliados, el plan Schlieffen no funcionó como se esperaba, debido tanto a sus propias limitaciones como a la debilidad del Alto Mando Alemán al debilitar la crucial ala derecha del ataque. El resultado fue el triunfo parcial de los alemanes que fracasó en su meta final de destruir al ejército francés en la primera etapa de la guerra. Los ejércitos alemanes penetraron por Bélgica según el plan, pero el pequeño ejército belga no se rindió sino que opuso una férrea resistencia, lo que demoró el rígido cronograma alemán de campaña. Luego de superar a los belgas, los ejércitos alemanes del norte ingresaron por el norte de Francia, donde de nuevo fueron duramente enfrentados tanto por el recientemente llegado Cuerpo Expedicionario Británico (BEF) como por los 3ro y 4to ejércitos franceses en la región de las Ardenas. El 5to ejército francés del general Lanrezac fue atacado en condiciones de inferioridad y casi sobrepasado por sus flancos, gracias a que el estado mayor francés se negó a admitir la gigantesca maniobra alemana por el norte. Recién a último momento Lanrezac recibió el permiso de re-posicionar parte de su ejército para enfrentar la marea que se avecinaba. Sus tropas de refresco re-posicionadas fueron golpeadas con toda fuerza por el 2do ejército alemán, y se retiraron hacia el sur. Bien pronto, así como los británicos también se retiraban al sur por la presión alemana, todo el frente se desmoronó a medida que las topas de ambos bandos se desplazaban velozmente al sur, hacia el río Marne, y al premio final: París.
La ofensiva alemana tan solo se detuvo cuando el general alemán Alexander von Kluck re-posicionó su Primer Ejército para poder tomar por el flanco al ahora exhausto 5to ejército francés. El general francés Joseph Gallieni, rápidamente envió el recientemente formado 6to ejército, y en coordinación con el comandante del 5to ejército, atacó el flanco expuesto de Von Kluck.
En el proceso de proteger a su ejército, Kluck dirigió sus tropas más al oeste, permitiendo así abrirse un peligroso espacio entre él y Von Bulow. Estos errores (que fueron reprendidos por el Alto Mando) evitaron a los alemanes cualquier avance posterior y tuvieron que retroceder a posiciones seguras al norte del rio Marne, donde resistieron los intentos franceses de desalojarlos. El fracaso no se debió sólo a Kluck, sino al propio Comandante en Jefe, Conde Hemut Von Moltke, y probablemente al mismísimo Plan Schlieffen, que falló al no considerar las limitaciones de las formaciones de infantería avanzando en tan estrechos márgenes de tiempo. Significativamente estos errores se resolverían recién en los inicios de la siguiente guerra mundial (la 2º) con la intervención de las unidades de infantería mecanizada, lo que sí permitiría avances fulminantes, dando origen a la guerra relámpago (Blitzkrieg).
El Plan Schlieffen, como se mencionó, debe su nombre al Jefe de Estado Mayor alemán Conde Von Schlieffen, quien lo elaboró en 1894. Lo había iniciado ya el Mariscal Helmuth Von Moltke (el viejo), el artífice de la victoria contra Francia en 1870 y contra Austria en 1866. Shlieffen lo concluyó y durante 20 años el ejército alemán se entrenó para poder dar cumplimiento al mismo. Daba mucha importancia al sector norte, de ahí la potencia del 1er ejército al mando de Von Kluck, que debía ser seguido en su flanco izquierdo por el 2do ejército de Von Bullow. Obsérvese la imagen. El movimiento preveía que la ciudad de Lieja debía ser tomada a más tardar para el 10 de agostos de 1914. El comandante en jefe del ejército alemán en ese entonces era Helmuth Von Moltke, sobrino del gran héroe de la guerra franco-prusiana.
(Clic para ampliar)
La ciudad fortificada de Lieja (Bélgica) se erigía como un obstáculo al avance del 2do ejército alemán. Estaba rodeada de 12 fuertes modernos, de acero y hormigón armado ubicados en las afueras de la ciudad. Los fuertes habían sido construidos a finales del siglo XIX por el eminente ingeniero militar belga Henri Alexis Brialmont, y poseían artillería de 120 mm, 150 mm y 210 mm para blancos lejanos y cañones de tiro rápido de 57 mm para la defensa contra la infantería. Estos cañones estaban emplazados en cúpulas de acero a ras de los fuertes.
Los alemanes emplearon artillería pesada para aniquilar los fuertes belgas. La batalla de Lieja comenzó el 4 de agosto de 1914, para el 5 de agosto los alemanes habían aproximado los obuses de 210 mm que constituían el grueso de la artillería pesada germana (los alemanes los llamaban simplemente Der Morser pues a las piezas superiores de 150 mm ya no las denominaban obuses -haubitze- sino morteros -morser-) que pudieron destruir un fuerte del perímetro este (que cayó el día 8 de agosto) y prepararon el camino a la artillería REALMENTE PESADA, el mortero de 420 mm, del cual para 1914 los alemanes tenían 2 unidades (llegaron a tener 10 en toda la guerra). Estas piezas eran las realmente llamadas Dicke Bertha -correctamente traducido como "gorda Berta"- pesaban 42,6 toneladas y podían arrojar una granada de 810 kilos a 9.300 metros. La máxima velocidad de disparo era 10 tiros por hora. Pero no eran exactamente la Wunderwaffe que aclamaba la propaganda alemana. Si las granadas explotaban prematuramente, simplemente producían cráteres impresionantes, pero nada más. Pero si penetraban dentro del objetivo, los efectos podían se simplemente horrendos, con una sola granada bien colocada podían destruir todo un fuerte, por lo tanto el respeto que inspiró, no era infundado. Los Dicke Bertha llegaron el 11 de agosto a Lieja, y para el 16 de agosto, los fuertes estaban todos destruidos, y los restos de sus guarniciones se rindieron.
La artillería de sitio alemana
Estos obuses -llamados Mörser por los alemanes- constituían el grueso de la artillería pesada alemana -Fuss-Artillerie- y estaban destinados a dar apoyo de fuego indirecto y fueron empleados en todos los frentes. Eran el producto de 10 años de desarrollo entre las firmas Krupp y Rheinmetall. Al comienzo de la guerra Alemania disponía de unas 216 piezas de estas armas. Pesaban unas 15 toneladas y podían disparar una granada de 121 kilos a 9,4 kilómetros con una elevación de hasta 70º. Fueron las primeras piezas pesadas que arribaron a Lieja el 5 de agosto de 1914, y prepararon su captura destruyendo cada uno de los fuertes.
Dicke Bertha de 420mm
Algunas imágenes más del mortero alemán de 420 mm en acción real, obsérvese el tamaño de las granadas en la foto.
(Arriba) Imágenes de partes de un fuerte de Lieja destruido por estas armas
General Von Emmich, comandante del cuerpo de ejército que atacó Lieja, en las puertas de la ciudadela, en agosto de 1914
La resistencia belga fue tenaz, como atestigua una foto de tropas belgas preparándose para defender una población cercana a Lieja.
sábado, 7 de mayo de 2016
Virreinato del Río de la Plata: La Gazeta de Buenos Aires
Gazeta de Buenos Aires
Primera edición de la Gazeta de Buenos-Ayres
En pos de la novedad, que el tiempo y la distancia se encargan de convertir en noticia, se fue configurando nuestra prensa periódica en su cometido informativo y cultural, de análogo modo al que han usado en general todos los pueblos civilizados que labran un destino. En tal sentido somos poseedores de una prehistoria del género periodístico, que entre sus muchas atracciones iluminadas guarda en sus páginas, a semejanza de la relación fascinante de los aedos, la protohistoria argentina de las tradiciones y las leyendas. Tradiciones y leyendas que en las columnas de los periódicos montaraces y vernáculos, nutrieron ideas, principios, afanes, noblezas y miserias con lengua y alma intransferibles.
Cuando se buscan las fuentes remotas y se indagan los orígenes donde se nutre e informa la historia del periodismo de los pueblos civilizados del Medievo, es cuestión ya difundida que los italianos acudan a las foglie a mano, los ingleses a las news letters y los franceses a las nouvelles à la main. Los habitantes de Buenos Aires del período hispánico contaron también con los vestigios de un periodismo manuscrito sensible a los pasquines y las noticias comunicadas. Los primeros, anónimos, volanderos, o murales lanzados como una cáustica expresión de desahogo político según lo anotó cumplidamente entre nosotros José Antonio Pillado en su libro Buenos Aires colonial. A las segundas, menos sensacionalistas pero quizá más útiles, se las encuentra desde aquella que en hoja suelta, daba: noticias comunicadas desde la Colonia del Sacramento a esta ciudad de Buenos Aires en 5 de diciembre de 1759, hasta la Gazeta de Buenos Aires, periódico manuscrito del cual se conservan cuatro ejemplares registrados en la Biblioteca Nacional con los números que van del 6540 al 6543, hoy existentes en el Archivo General de la Nación, y que registran las fechas del 19 de junio, 24 de julio, 28 de agosto y 25 de setiembre, todas del año de 1764.
Cuando el virrey tornó realidad en 1780 la instalación de la imprenta en Buenos Aires, la palabra impresa de los criollos de esta parte del continente alcanzó un día memorable para la historia de la libertad de América. Hasta la llegada de aquel 7 de junio de 1810 en que apareció el primer número de la Gazeta de Buenos Aires, expresión concreta y creciente de la patria nueva, el periodismo no representaba un huésped colado de rondón en Buenos Aires. Claro linaje lo adornaba, como el de haber ido abriendo el entendimiento para recibir los temas del país, la riqueza, la industria y el comercio; vigorosos estímulos todos, para la gran empresa de la liberación civil.
La Gazeta de Buenos Aires fue editada en varias imprentas a lo largo de sus más de once años de existencia: Niños Expósitos, Alvarez e Independencia. También se hicieron reimpresiones por la Imprenta de Gandarillas y socios. Como se ha dicho anteriormente principió el 7 de junio de 1810 y cesó el 12 de setiembre de 1821.
De acuerdo con la Orden de la Junta, de 2 de junio de 1810, firmada por el secretario doctor Mariano Moreno, se expresaba que: “Todos los escritos relativos a este recomendable fin –fundación de la Gazeta- se dirigirán al señor vocal doctor don Manuel Alberti, quien cuidará privativamente de este ramo, agregándose por la Secretaría las noticias oficiales cuya publicación interese”. Juntamente con Manuel Alberti fue su primer redactor Mariano Moreno, y desaparecido éste en el transcurso de la larga vida del periódico lo fueron, asimismo, el deán Gregorio Funes, Vicente Pazos Silva, Bernardo de Monteagudo, Pedro José Agrelo, Nicolás Herrera, Camilo Henríquez, Julián Alvarez, Manuel Antonio de Castro, Bernardo Vélez. La colección consta de quinientos cuarenta y un números, de los cuales doscientos cuarenta son extraordinarios.
Los repositorios que lo poseen son: Biblioteca Nacional, Museo Mitre y Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata
El origen de la Gazeta de Buenos Aires está dado en la Orden de la Junta ya mencionada del 2 de junio de 1810, que se reproduce en el primer número del periódico, aparecido el 7 de junio del mismo año. “¿Por qué se han de ocultar a las provincias –expresa la citada Orden- relativas a solicitar su unión bajo el nuevo sistema? ¿Por qué se les han de tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el recesivo estado de la Península? ¿Por qué se ha de envolver la administración de la Junta en un caos impenetrable a todos los que no tuvieron parte en su formación? Cuando el Congreso general necesite un conocimiento del plan de gobierno que la Junta Provincial ha guardado, no huirán sus vocales de darlo, y su franqueza desterrará toda sospecha”. Para responder a estos interrogantes y al “logro de tan justos deseos” se expresó entonces: “Ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos-Ayres, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario de Comercio (1), anuncie al público las noticias interiores y exteriores que deban mirarse con algún interés”.
La Gazeta fue en realidad el primer periódico argentino de carácter oficial que abrió sus páginas para difundir el credo revolucionario y la obra de gobierno de la nueva época con las palabras de Tácito que traducidas indican: “Rara felicidad de los tiempos en que se puede decir lo que se siente y sentir lo que se quiere”. Asimismo puede considerarse como el registro oficial de las primeras resoluciones del gobierno patrio.
La Gazeta fue el único periódico que apareció en Buenos Aires cuando cesó el Correo (2) de Belgrano, hasta la aparición de El Grito del Sud (3).
Como ha expresado Bartolomé Mitre, este periódico constituyó “el primero de índole política publicado en la América meridional que inauguró en ella la libertad de imprenta”. Constituyó una consecuencia de lo dispuesto por la Junta, y en el decurso de su prolongada existencia apareció con distintas denominaciones que el investigador Juan Canter señaló a su hora: Gazeta de Buenos-Ayres, Gazeta extraordinaria, Suplemento de la Gazeta de Buenos-Ayres, Suplemento de la Gazeta ministerial, Suplemento a la Gazeta ministerial extraordinaria, Gazeta de Gobierno, Extraordinaria del Exmo. Cabildo Gobernador, Extraordinaria de Buenos-Ayres, Suplemento a la Gazeta del Sábado, Extraordinaria del Viernes, Suplemento a la extraordinaria última, Gazeta de Buenos Aires, Extraordinaria de la Tarde y Extraordinaria de la Noche.
El bibliógrafo Antonio Zinny, que realizó el más documentado estudio del periodismo argentino, le dedicó a la Gazeta un dilatado comentario en su obra Gazeta de Buenos-Ayres – desde 1810 hasta 1821. El trabajo realizado por Zinny entre otros méritos poseyó la cualidad de señalar los artículos de la Gazeta según los sucesos más significativos ocurridos y señalados en sus páginas. Indicó así: Gazeta de Buenos-Ayres, hasta el 20 de marzo de 1812; Gazeta ministerial, desde el 3 de abril de 1812 hasta el 1º de enero de 1815; Gazeta de Gobierno, desde el 5 de enero hasta el 1º de abril de 1815; Gazeta de Buenos Aires, desde el 29 de abril hasta el 12 de setiembre de 1821; fecha en que dejó de aparecer por considerar el gobierno que el Registro oficial llenaba cumplidamente el cometido oficial informativo
En 1910, año del centenario, la Junta de Historia y Numismática Americana (hoy Academia Nacional de la Historia) realizó la primera reimpresión facsimilar de este periódico, bajo la dirección de los señores Antonio Dellepiane, José Marcó del Pont y José Antonio Pillado. Para reconstruir fielmente este primer periódico de la patria y poder entregar al púbico una edición emanada de sus fuentes auténticas, se consultaron diversas colecciones, entre ellas: las cuatro de la Biblioteca Nacional, especialmente una que en 1910 estaba completa; la del Museo Mitre; la de los señores Ramón J. Cárcano, José Juan Biedma, Alejandro Rosa, Enrique Peña, Augusto S. Mallié, , José Marcó del Pont y José Antonio Pillado. Al publicarse la reproducción facsimilar se prometía en el Prefacio de la obra un Indice analítico que iría al final de la publicación. Esta tarea no fue cumplida en tal oportunidad. El investigador Juan Angel Farini dio cima a tan utilísima clasificación, que hizo conocer en parte en el volumen decimocuarto del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, de 1941, con el título de Indice de la edición facsímil de la Gaceta de Buenos Aires (tomo 1º, 1810). El repertorio en cuestión comprende: una sección general, nombres de personas, nombres geográficos y etnográficos, otros asuntos.
(1) Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, impreso en la imprenta de los Niños Expósitos, se inició el 1º de octubre de 1802 y cesó el 11 de febrero de 1807, siendo su redactor Hipólito Vieytes. La colección está formada por cinco tomos y doscientos dieciocho números, dos suplementos y un extraordinario. Reimpresión facsimilar efectuada por la Junta de Historia y Numismática Americana. Buenos Aires, 1928. Repositorios que lo poseen: Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.
(2) Correo de Comercio, editado en la Imprenta de Niños Expósitos, comenzó el 3 de marzo de 1810 y finalizó el 6 de abril de 1811. Redactor: Manuel Belgrano. La colección consta de cincuenta y ocho números con suplementos, agrupados en dos tomos. El primero abarca un año completo y posee un prospecto con cincuenta y dos números hasta el 11 de febrero de 1811; el segundo tiene los seis números restantes, a partir del 2 de marzo. El primer tomo lleva un índice. Museo Mitre: Correo de Comercio. Reproducción facsimilar en Documentos del Archivo de Belgrano. Tomo II, 1913. Tomo III. 1914. Repositorios que lo poseen: Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.
(3) Grito del Sud. Buenos Aires. Imprenta de Niños Expósitos. Principió el 14 de julio de 1812 y cesó el 2 de febrero de 1813. Redactor: Antonio Zinny adjudica su redacción a Francisco José Planes; Juan María Gutiérrez la atribuye a Bernardo de Monteagudo. Es probable que las dos versiones posean un término de conciliación. Es posible que ambos hayan ocupado la redacción del periódico; en los primeros tiempos, Francisco José Planes como presidente de la Sociedad Patriótica hasta octubre, y luego Monteagudo. Parecería fuera ésta la versión más aceptada, aunque no faltan otras, como la de Mariano Fregueiro, que se la atribuyan a Julián Alvarez, y Juan Canter se pronuncia por Vicente López y Planes. La colección consta de treinta números. Repositorios que lo poseen: Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Pillado, José Antonio – Buenos Aires Colonial – Ed. Bonaerense, Buenos Aires (1943).
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Oscar A. – La Gazeta de Buenos Aires
Zinny, Antonio – Gazeta de Buenos-Ayres – desde 1810 hasta 1821 – Resumen de los bandos, proclamas, manifestaciones, partes, órdenes, decretos. Imprenta Americana, Buenos Aires (1875).
Primera edición de la Gazeta de Buenos-Ayres
En pos de la novedad, que el tiempo y la distancia se encargan de convertir en noticia, se fue configurando nuestra prensa periódica en su cometido informativo y cultural, de análogo modo al que han usado en general todos los pueblos civilizados que labran un destino. En tal sentido somos poseedores de una prehistoria del género periodístico, que entre sus muchas atracciones iluminadas guarda en sus páginas, a semejanza de la relación fascinante de los aedos, la protohistoria argentina de las tradiciones y las leyendas. Tradiciones y leyendas que en las columnas de los periódicos montaraces y vernáculos, nutrieron ideas, principios, afanes, noblezas y miserias con lengua y alma intransferibles.
Cuando se buscan las fuentes remotas y se indagan los orígenes donde se nutre e informa la historia del periodismo de los pueblos civilizados del Medievo, es cuestión ya difundida que los italianos acudan a las foglie a mano, los ingleses a las news letters y los franceses a las nouvelles à la main. Los habitantes de Buenos Aires del período hispánico contaron también con los vestigios de un periodismo manuscrito sensible a los pasquines y las noticias comunicadas. Los primeros, anónimos, volanderos, o murales lanzados como una cáustica expresión de desahogo político según lo anotó cumplidamente entre nosotros José Antonio Pillado en su libro Buenos Aires colonial. A las segundas, menos sensacionalistas pero quizá más útiles, se las encuentra desde aquella que en hoja suelta, daba: noticias comunicadas desde la Colonia del Sacramento a esta ciudad de Buenos Aires en 5 de diciembre de 1759, hasta la Gazeta de Buenos Aires, periódico manuscrito del cual se conservan cuatro ejemplares registrados en la Biblioteca Nacional con los números que van del 6540 al 6543, hoy existentes en el Archivo General de la Nación, y que registran las fechas del 19 de junio, 24 de julio, 28 de agosto y 25 de setiembre, todas del año de 1764.
Cuando el virrey tornó realidad en 1780 la instalación de la imprenta en Buenos Aires, la palabra impresa de los criollos de esta parte del continente alcanzó un día memorable para la historia de la libertad de América. Hasta la llegada de aquel 7 de junio de 1810 en que apareció el primer número de la Gazeta de Buenos Aires, expresión concreta y creciente de la patria nueva, el periodismo no representaba un huésped colado de rondón en Buenos Aires. Claro linaje lo adornaba, como el de haber ido abriendo el entendimiento para recibir los temas del país, la riqueza, la industria y el comercio; vigorosos estímulos todos, para la gran empresa de la liberación civil.
La Gazeta de Buenos Aires fue editada en varias imprentas a lo largo de sus más de once años de existencia: Niños Expósitos, Alvarez e Independencia. También se hicieron reimpresiones por la Imprenta de Gandarillas y socios. Como se ha dicho anteriormente principió el 7 de junio de 1810 y cesó el 12 de setiembre de 1821.
De acuerdo con la Orden de la Junta, de 2 de junio de 1810, firmada por el secretario doctor Mariano Moreno, se expresaba que: “Todos los escritos relativos a este recomendable fin –fundación de la Gazeta- se dirigirán al señor vocal doctor don Manuel Alberti, quien cuidará privativamente de este ramo, agregándose por la Secretaría las noticias oficiales cuya publicación interese”. Juntamente con Manuel Alberti fue su primer redactor Mariano Moreno, y desaparecido éste en el transcurso de la larga vida del periódico lo fueron, asimismo, el deán Gregorio Funes, Vicente Pazos Silva, Bernardo de Monteagudo, Pedro José Agrelo, Nicolás Herrera, Camilo Henríquez, Julián Alvarez, Manuel Antonio de Castro, Bernardo Vélez. La colección consta de quinientos cuarenta y un números, de los cuales doscientos cuarenta son extraordinarios.
Los repositorios que lo poseen son: Biblioteca Nacional, Museo Mitre y Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata
El origen de la Gazeta de Buenos Aires está dado en la Orden de la Junta ya mencionada del 2 de junio de 1810, que se reproduce en el primer número del periódico, aparecido el 7 de junio del mismo año. “¿Por qué se han de ocultar a las provincias –expresa la citada Orden- relativas a solicitar su unión bajo el nuevo sistema? ¿Por qué se les han de tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el recesivo estado de la Península? ¿Por qué se ha de envolver la administración de la Junta en un caos impenetrable a todos los que no tuvieron parte en su formación? Cuando el Congreso general necesite un conocimiento del plan de gobierno que la Junta Provincial ha guardado, no huirán sus vocales de darlo, y su franqueza desterrará toda sospecha”. Para responder a estos interrogantes y al “logro de tan justos deseos” se expresó entonces: “Ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos-Ayres, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario de Comercio (1), anuncie al público las noticias interiores y exteriores que deban mirarse con algún interés”.
La Gazeta fue en realidad el primer periódico argentino de carácter oficial que abrió sus páginas para difundir el credo revolucionario y la obra de gobierno de la nueva época con las palabras de Tácito que traducidas indican: “Rara felicidad de los tiempos en que se puede decir lo que se siente y sentir lo que se quiere”. Asimismo puede considerarse como el registro oficial de las primeras resoluciones del gobierno patrio.
La Gazeta fue el único periódico que apareció en Buenos Aires cuando cesó el Correo (2) de Belgrano, hasta la aparición de El Grito del Sud (3).
Como ha expresado Bartolomé Mitre, este periódico constituyó “el primero de índole política publicado en la América meridional que inauguró en ella la libertad de imprenta”. Constituyó una consecuencia de lo dispuesto por la Junta, y en el decurso de su prolongada existencia apareció con distintas denominaciones que el investigador Juan Canter señaló a su hora: Gazeta de Buenos-Ayres, Gazeta extraordinaria, Suplemento de la Gazeta de Buenos-Ayres, Suplemento de la Gazeta ministerial, Suplemento a la Gazeta ministerial extraordinaria, Gazeta de Gobierno, Extraordinaria del Exmo. Cabildo Gobernador, Extraordinaria de Buenos-Ayres, Suplemento a la Gazeta del Sábado, Extraordinaria del Viernes, Suplemento a la extraordinaria última, Gazeta de Buenos Aires, Extraordinaria de la Tarde y Extraordinaria de la Noche.
El bibliógrafo Antonio Zinny, que realizó el más documentado estudio del periodismo argentino, le dedicó a la Gazeta un dilatado comentario en su obra Gazeta de Buenos-Ayres – desde 1810 hasta 1821. El trabajo realizado por Zinny entre otros méritos poseyó la cualidad de señalar los artículos de la Gazeta según los sucesos más significativos ocurridos y señalados en sus páginas. Indicó así: Gazeta de Buenos-Ayres, hasta el 20 de marzo de 1812; Gazeta ministerial, desde el 3 de abril de 1812 hasta el 1º de enero de 1815; Gazeta de Gobierno, desde el 5 de enero hasta el 1º de abril de 1815; Gazeta de Buenos Aires, desde el 29 de abril hasta el 12 de setiembre de 1821; fecha en que dejó de aparecer por considerar el gobierno que el Registro oficial llenaba cumplidamente el cometido oficial informativo
En 1910, año del centenario, la Junta de Historia y Numismática Americana (hoy Academia Nacional de la Historia) realizó la primera reimpresión facsimilar de este periódico, bajo la dirección de los señores Antonio Dellepiane, José Marcó del Pont y José Antonio Pillado. Para reconstruir fielmente este primer periódico de la patria y poder entregar al púbico una edición emanada de sus fuentes auténticas, se consultaron diversas colecciones, entre ellas: las cuatro de la Biblioteca Nacional, especialmente una que en 1910 estaba completa; la del Museo Mitre; la de los señores Ramón J. Cárcano, José Juan Biedma, Alejandro Rosa, Enrique Peña, Augusto S. Mallié, , José Marcó del Pont y José Antonio Pillado. Al publicarse la reproducción facsimilar se prometía en el Prefacio de la obra un Indice analítico que iría al final de la publicación. Esta tarea no fue cumplida en tal oportunidad. El investigador Juan Angel Farini dio cima a tan utilísima clasificación, que hizo conocer en parte en el volumen decimocuarto del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, de 1941, con el título de Indice de la edición facsímil de la Gaceta de Buenos Aires (tomo 1º, 1810). El repertorio en cuestión comprende: una sección general, nombres de personas, nombres geográficos y etnográficos, otros asuntos.
Referencias
(1) Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, impreso en la imprenta de los Niños Expósitos, se inició el 1º de octubre de 1802 y cesó el 11 de febrero de 1807, siendo su redactor Hipólito Vieytes. La colección está formada por cinco tomos y doscientos dieciocho números, dos suplementos y un extraordinario. Reimpresión facsimilar efectuada por la Junta de Historia y Numismática Americana. Buenos Aires, 1928. Repositorios que lo poseen: Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.
(2) Correo de Comercio, editado en la Imprenta de Niños Expósitos, comenzó el 3 de marzo de 1810 y finalizó el 6 de abril de 1811. Redactor: Manuel Belgrano. La colección consta de cincuenta y ocho números con suplementos, agrupados en dos tomos. El primero abarca un año completo y posee un prospecto con cincuenta y dos números hasta el 11 de febrero de 1811; el segundo tiene los seis números restantes, a partir del 2 de marzo. El primer tomo lleva un índice. Museo Mitre: Correo de Comercio. Reproducción facsimilar en Documentos del Archivo de Belgrano. Tomo II, 1913. Tomo III. 1914. Repositorios que lo poseen: Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.
(3) Grito del Sud. Buenos Aires. Imprenta de Niños Expósitos. Principió el 14 de julio de 1812 y cesó el 2 de febrero de 1813. Redactor: Antonio Zinny adjudica su redacción a Francisco José Planes; Juan María Gutiérrez la atribuye a Bernardo de Monteagudo. Es probable que las dos versiones posean un término de conciliación. Es posible que ambos hayan ocupado la redacción del periódico; en los primeros tiempos, Francisco José Planes como presidente de la Sociedad Patriótica hasta octubre, y luego Monteagudo. Parecería fuera ésta la versión más aceptada, aunque no faltan otras, como la de Mariano Fregueiro, que se la atribuyan a Julián Alvarez, y Juan Canter se pronuncia por Vicente López y Planes. La colección consta de treinta números. Repositorios que lo poseen: Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.
Fuente
Biblioteca de Mayo – Tomo I – Memorias, Hemerografía – Buenos Aires (1960)Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Pillado, José Antonio – Buenos Aires Colonial – Ed. Bonaerense, Buenos Aires (1943).
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Oscar A. – La Gazeta de Buenos Aires
Zinny, Antonio – Gazeta de Buenos-Ayres – desde 1810 hasta 1821 – Resumen de los bandos, proclamas, manifestaciones, partes, órdenes, decretos. Imprenta Americana, Buenos Aires (1875).
viernes, 6 de mayo de 2016
PGM: Soldado que huye sirve para otra guerra
Armario (Actualmente en Museo de los Húsares de Winchester) |
El soldado que pasó cuatro años escondido en un armario durante la PGM
Javier Sanz - Historias de la Historia
Aunque el titular de esta historia pueda parecer un acto de cobardía, más bien es una historia de supervivencia… y de valor. La historia de uno de los protagonistas, el soldado irlandés Patrick Fowler, comienza con el estallido de la Primera Guerra Mundial, una guerra que comenzó el 28 de julio de 1914 y en la que ninguna de las partes implicadas pensó que llegaría más allá de la Navidad de ese mismo año. Las oficinas de reclutamiento no daban abasto con las solicitudes de alistamiento, apenas fue necesario recurrir al patriotismo –honor y gloria fueron suficientes-, todos querían participar en aquella guerra… supuestamente corta, tradicional e incluso romántica (“Si yo muriera, pensad solo esto de mi: que hay algún trozo de campo en un país extranjero que es Inglaterra para siempre” – “El soldado” de Rupert Brooke). La realidad pronto despertó a estos voluntarios: continuos bombardeos, gases venenosos, la vida en las trincheras y una guerra que parecía no tener fin.
eran como sonámbulos caminando junto al abismo, ciegos ante el horror hacia el que estaban a punto de conducir al mundo (Christopher Clark)
Patrick Fowler
Patrick Fowler no era un joven alocado ansioso por participar en una guerra; en 1914, con 38 años, él ya llevaba 19 años en el ejército y había servido en la India y Egipto. El 15 de agosto de 1914 el 11º Regimiento de Húsares, del que formaba parte Fowler, atravesó el Canal de la Mancha para llegar a suelo francés. Apenas 10 días más tarde, su regimiento entró en batalla contra los alemanes en Le Cateau. El intenso fuego de artillería de los alemanes obligó a dispersarse al regimiento de Fowler. Cada uno se buscó la vida como pudo y Fowler se encontró perdido y solo tras las líneas enemigas… durante cinco meses vagó y malvivió en el bosque hasta que exhausto y casi muerto de hambre fue descubierto el 15 de enero de 1915 en las cercanías de la localidad francesa de Bertry por un agricultor, Louis Basquin. En lugar de entregarlo a los alemanes, Basquin le ofreció refugio en casa de su suegra, Marie Belmont-Gobert, que vivía con su hija Angele. Bertry estaba ocupada por las tropas alemanas, así que decidieron que el mejor lugar para esconder a Fowler en caso de un registro alemán era dentro de un armario de la cocina, de apenas un metro y medio de alto y 50 centímetros de profundidad. Fowler tendría que permanecer de cuclillas, con las rodillas pegadas al pecho.
Pero poco después de la llegada de Fowler a la casa de Madame Belmont, los alemanes requisaron por sorpresa la granja y alojaron allí a ocho oficiales. Era una casa de cuatro habitaciones dividida en dos plantas. Los soldados alemanes se instalaron en las dos habitaciones de arriba. En el piso abajo dormían Madame Belmont y su hija, y también se encontraba la cocina con el armario de Fowler y la mesa donde ahora comían los oficiales alemanes. Nuestro soldado se acurrucaba en el estrecho armario sin atreverse a hacer ningún ruido, inmóvil, permaneciendo así durante horas y horas mientras miraba por el ojo de la cerradura cómo los oficiales desayunaban, comían, cenaban, tomaban café, fumaban o, simplemente, charlaban a escasos tres metros de distancia del armario. Tan sólo salía por la noche, cuando los alemanes dormían, para estirar las piernas y tomar algo de comida. Madame Belmont a veces abría una puerta del armario (dejando la otra puerta cerrada para que se ocultase Fowler) y así hacer creer a los alemanes que el armario estaba en uso y no despertar su curiosidad por tenerlo cerrado permanentemente. Los alemanes sólo registraron y abrieron el armario una vez. Ocurrió tras el fusilamiento el 12 de octubre de 1915 de la enfermera británica Edith Cavell, acusada de ayudar a huir a soldados aliados, lo que provocó la búsqueda casa por casa de soldados fugados. Un día, un capitán alemán llamó a la puerta de Madame Belmont. Mientras él y sus hombres registraban la casa y proferían gritos y amenazas terribles, Madame Belmont permanecía serena, sentada en su sala de estar. Al cabo de unos minutos, el capitán se paró delante del armario, se acercó y de un solo golpe arrancó una de las puertas del armario… pero estaba vacío. Madame Belmont había tenido un presentimiento, y ese día había sacado a Fowler del armario y le ocultó debajo de un colchón. Y así fueron pasando días, meses, e incluso años.
Mientras tanto, en la Nochebuena de 1915 la esposa de Fowler, Edith, recibía una notificación del Ministerio de Defensa: “Viuda de guerra”. Se daba por muerto a Patrick Fowler.
Justo antes de la derrota alemana corrió por el pueblo la noticia de que otro soldado escondido había sido encontrado y fusilado, por lo que madre e hija decidieron trasladar a Fowler a un lugar más seguro. Al amparo de la oscuridad, disfrazado de mujer, y con un chal que cubría su descuidada barba, fue llevado a un granero cercano donde iba a permanecer durante un mes, hasta que finalmente la población de Bertry fue liberada por las tropas británicas el 10 de octubre de 1918. Con los ojos hundidos, muy delgado, el pelo blanco y muy débil, tras casi cuatro años escondido en el armario de cocina, parecía que por fin su calvario había terminado. Sin embargo, Fowler también estuvo a punto de ser fusilado acusado de deserción, puesto que las fuerzas británicas inicialmente se negaron a creer su increíble historia. Finalmente fue capaz de explicar a su regimiento por qué estuvo ausente tanto tiempo y por qué le fue imposible tratar de escapar sin poner en riesgo la vida de aquellas mujeres que le ayudaron. El final feliz de esta historia de supervivencia, resistencia, miedo y sufrimiento por parte del soldado Fowler no hubiera sido posible sin la gran demostración de coraje, valentía y dedicación desinteresada de unas mujeres que pusieron en peligro sus vidas para proteger a un desconocido.
Fowler (1918)
El 1 de noviembre de 1918 Fowler llegaba a la estación de tren de Devizes (Inglaterra) donde se reencontró con su esposa Edith y sus dos hijas. Tras 23 años de servicio abandonó el ejército y se retiró a una finca que le regaló el Mayor Robert Bruce. Aunque vivió hasta los 87 años, las secuelas físicas y mentales de todo los sufrido y la tristeza por la muerte de su esposa tras dar a luz a su tercera hija acompañaron a Patrick durante toda su vida.
En 1927 se tuvo conocimiento en Inglaterra de las penurias económicas de las mujeres de Bertry que habían arriesgado su vida por los soldados británicos. El propietario del Daily Telegraph publicó varios artículos para que el público conociese aquella historia y creó un fondo de ayuda. Se organizó un viaje a Londres para las heroínas de Berty, donde el Alcalde les entregó las 1.500 £ recaudadas, y fueron recibidas por los reyes en el castillo de Windsor. Además, Marie Belmont-Gobert fue distinguida como Oficial de la Más Excelsa Orden del Imperio Británico.
Belmont-Gober (centro) junto a Patrick Fowler
jueves, 5 de mayo de 2016
Perón y su constitución fascista
El 1 de mayo y la Constitución del dictador Perón.
Por Nicolás Márquez.- Prensa Republicana
Conforme lo ordenaba la Constitución Nacional, el mandato presidencial de Perón terminaba en 1952 sin posibilidades legales de reelección. Este impedimento normativo motivó al dictador a trampear el sistema y el 1 de mayo de 1948 en la inauguración de las sesiones en el Congreso, brindó un kilométrico discurso en el cual dio el “visto bueno” a sus legisladores para reformar la Constitución 1853-60 sobre la cual alegó socarronamente que era “un artículo de museo, votada en tiempos de las carretas”[1], pero acto seguido matizó su embestida “aclarando” la siguiente mentira: “la reelección sería un enorme peligro para el futuro político de la República”[2], afirmación que ni oficialistas ni opositores tomaron en serio.
Dicho y hecho, poco después el Congreso efectuó una votación clamando la necesidad de reformar la Constitución. Pero como el oficialismo no alcanzó las mayorías constitucionales exigidas para consumar la reforma[3] (sobre 152 diputados sólo 96 votaron a favor de la misma y ello no alcanzaba los dos tercios exigidos), de facto se decidió de todos modos convocar a elecciones constituyentes sin mayores demoras. Vale decir: no se cumplía con la actual Constitución pero se pretendía fabricar una nueva con procedimientos también inconstitucionales, para luego tampoco cumplirla. Ni el propio Perón disimulaba su total desconfianza hacia el Estado de derecho y veía a la ley como una herramienta a la cual él no debía ajustarse, sino lo contrario: “Antes lo primero era hacer la ley…y después tratar de hacerla cumplir. Nosotros, desde que estamos en el gobierno, hacemos exactamente lo contrario; primero tratamos de hacer algo, y luego cuando las realizaciones prueban su eficacia, le damos la forma de ley o del decreto”[4] declaró.
Además de no respetar a las mayorías previstas, el Congreso votó una ley llamando a la “reforma” en vez de una “declaración” (tal como lo ordenaba la Constitución en su artículo 30[5]) siendo que toda vez que se declaraba la necesidad de una reforma constitucional en el país, en la misma debían señalarse con precisión cuáles eran los artículos que se pretendían modificar (así se hizo en 1860, 1866 y 1898) pero nada de esto se cumplió ahora. Aquí se entregó sin las mayorías legalmente permitidas un generoso cheque en blanco para que los constituyentes subordinados al poder central metieran mano en el articulado de manera abusiva e indiscriminada. Como si estas irregularidades fuesen insuficientes, teniendo en cuenta que la Provincia de Corrientes tenía el antecedente de ser antiperonista (fue la única que electoralmente había colocado dos Senadores nacionales a los que se les impidió jurar), se resolvió que no participase en los comicios constituyentes.
Estas y otras ilegalidades llevaron a la oposición a tener que definir si iban a avalar estas tropelías o no, presentándose en las elecciones. Dentro de este clima enrarecido el partido socialista propuso el voto en blanco, idéntica medida adoptó el Partido Demócrata Progresista, los conservadores (Partido Demócrata Nacional) resolvieron no concurrir y finalmente los radicales resolvieron asistir, presentando sus candidatos.
Seguidamente se llamó a elecciones para el 5 de diciembre de 1948, y si bien no puede técnicamente confirmarse que los sufragios fueran fraguados o adulterados, sí fue un fraude la campaña electoral como tal, puesto que la dictadura restringió por completo el acceso de la oposición a los medios de comunicación, reduciendo la campaña de la UCR a una silenciosa participación testimonial. De los 158 convencionales constituyentes que se votaron, 110 fueron peronistas y 48 radicales.
Las sesiones de la Convención se iniciaron en enero de 1949 y se designó presidente de la misma a Domingo Mercante, quien sesionó y presidió sentado en un insólito sillón donado para la ocasión por la Fundación Eva Perón, en cuyo respaldo estaba estampada una fotografía con la cara de Juan Perón. Casi una metáfora del rol paródico y dependiente que cumplían allí tanto Mercante como el resto de los legisladores peronistas de la Convención.
Entre varias de las extravagancias que se aprobaron, los convencionales peronistas se “regalaron a sí mismos” la extensión de su mandato. Es decir, si bien los Diputados de la Nación habían sido elegidos en 1946 y su mandato de cuatro años vencía en 1950, decidieron “extenderlo” de facto hasta 1952. Los radicales no aceptaron tal inmoralidad y a los que se les vencía su mandato en 1950 renunciaron a la deshonesta prolongación[6] dejando un hueco en su bloque, que entonces quedó reducido a menos de la mitad.
La constitución, que fue reformada conforme las apetencias de Perón, además de permitir la eterna reelección del dictador, se inspiraba en principios colectivistas (eufemísticamente llamado como “derechos sociales”) los cuales relativizaban el derecho de propiedad privada y restringían el grueso las libertades individuales: “El individualismo es amoral. Predispone a la subversión, al egoísmo, al retorno a estados inferiores de la evolución de la especie” sentenció Perón ese año en La Comunidad Organizada [7], desconfianza en el hombre autónomo que ratificó dos años después en su otro libro Conducción Política: “Algunos dicen: hay que captarse la opinión independiente. Grave error. Eso no se capta nunca, porque está tres días con uno y tres días contra uno (…) Esos son inconducibles; esos son en todas las colectividades los salvajes permitidos por la civilización, que viven aislados y al margen de las inquietudes de los demás. Y si los captamos, son elementos de disociación dentro de la organización política, porque ellos están siempre en contra”[8]. Este y no otro fue el espíritu del articulado de la flamante Constitución, el cual despertó muchas desconfianzas en el mundo civilizado y probablemente el artículo más desconcertante y polémico haya sido el 40[9], cuyo contenido ambiguo y peligrosamente confiscatorio no tardó en retraer las inversiones fomentando el éxodo de muchos depósitos bancarios.
Un dato por demás curioso para una “constitución peronista” fue el hecho de que la misma prohibía el derecho a huelga, medida defendida en el recinto con total desparpajo por el convencional constituyente peronista Hilario Salvo (que además era secretario general del gremio metalúrgico) en cuyos fundamentos puso de manifiesto la “conciencia de clase” del obrerismo peronista: “El sector minoritario pregunta por qué no se da el derecho de huelga. Darlo sería como poner en los reglamentos militares el derecho a la rebelión armada. Como dirigente obrero, digo con toda responsabilidad -y perdóneseme la expresión – que las huelgas se han hecho para los machos: es cuestión de hecho, por tanto no se precisa el derecho.(…) Como dirigente obrero debo exponer por qué razón la causa peronista no quiere el derecho de huelga. Si deseamos que en el futuro ésta Nación sea socialmente justa, deben estar de acuerdo conmigo los señores convencionales en que no podemos después de enunciar ese propósito hablar a renglón seguido del derecho de huelga, que trae la anarquía y que significaría dudar de nuestra responsabilidad y de que en adelante nuestro país será socialmente justo. Consagrar el derecho de huelga es estar en contra del avance de la clase proletaria en el campo de las mejoras sociales”[10].
Finalmente, tras maratónicas sesiones abarrotadas de alabanzas al matrimonio presidencial, el 11 de marzo a las seis de la tarde Domingo Mercante sentado en su sillón estampado con la cara de su patrón exclamó: “quedó sancionada la Constitución de Perón”[11].
El engendro constitucional de 1949 no fue sino otro de los tantos retrocesos institucionales a los que por entonces condenó el régimen a la Argentina y esta normativa era obligada a ser jurada de manera constante y sonante por todos los empleados públicos de cualquier nivel, en todo tipo de establecimientos y en cualquier circunstancia. Llegó un momento en el cual la insistente juramentación que se sobreactuaba en todas las dependencias estatales se prestó para chistes populares, tales como el que contaba la anécdota de un guarda y un motorman de un tranvía que pararon la máquina y bajaron a orinar en la estación Rivadavia y Quirno, y una pasajera preguntó ingenuamente en dónde estaban ambos, y desde el anonimato una voz chillona respondió: “¡Fueron a jurar la Constitución, señora!”[12].
……………………………………………………………………………………..
[1] GARCÍA HAMILTON, JOSÉ IGNACIO: “Juan Domingo”. Ed. Sudamericana; Bs.As. 2009 pág 191.
[2] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, pág 242.
[3] Los radicales sostenían que la mayoría de dos terceras partes, debían calcularse sobre todos los miembros del congreso. Los peronistas sostenían que los dos tercios debían calcularse como en las demás votaciones, sobre los miembros presentes. Los radicales argumentaron que la frase “dos terceras partes, al menos de sus miembros” debían interpretarse literalmente, sin agregar “presentes” y que cuando la Constitución autorizaba el cálculo sobre los “miembros presentes”, aclaraba en el texto esa circunstancia.
[4] Citado en: Hugo Gambini, “Historia del peronismo, el poder total (1943-1951)”. Ediciones B, Argentina; Tomo 1, año 2007, pág. 110
[5] El artículo 30 de la Constitución Nacional reza: “La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto”.
[6] 20 Diputados de la UCR renunciaron a sus bloques y sólo quedaron 18.
[7] Juan Domingo Perón: “La Comunidad Organizada”. Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas. Buenos Aires. 2006. Página 29. También puede leerse el online en el siguiente enlace:
http://www.jdperon.gov.ar/institucional/cuadernos/Cuadernillo6.pdf
[8] Perón, Juan Domingo: “Conducción Política” (con un apéndice de actualización doctrinaria). Secretaría de Trabajo y Previsión de la Presidencia de la Nación. Bs.As, 1974, pág. 55,56.
[9] El extenso artículo 40 de la constitución de Perón relativizaba y menospreciaba tanto el derecho de propiedad que invertir en la Argentina era poco menos que una aventura. Parte de su contenido dice lo siguiente: “La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución (…) Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá con las provincias. Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine”.
[10] SEBRELI, JUAN JOSÉ: “Crítica de las ideas políticas Argentinas”. Editorial Sudamericana; 2002, pág. 277.
[11] Citado en: Félix Luna, “Perón y su Tiempo. Tomo 1. La Argentina era una fiesta, 1946-1949”. Ed. Sudamericana. 1984. Pág 350.
[12] Citado en: Hugo Gambini, “Historia del peronismo, el poder total (1943-1951)”. Ediciones B, Argentina; Tomo 1, año 2007, pág.527.
Por Nicolás Márquez.- Prensa Republicana
Conforme lo ordenaba la Constitución Nacional, el mandato presidencial de Perón terminaba en 1952 sin posibilidades legales de reelección. Este impedimento normativo motivó al dictador a trampear el sistema y el 1 de mayo de 1948 en la inauguración de las sesiones en el Congreso, brindó un kilométrico discurso en el cual dio el “visto bueno” a sus legisladores para reformar la Constitución 1853-60 sobre la cual alegó socarronamente que era “un artículo de museo, votada en tiempos de las carretas”[1], pero acto seguido matizó su embestida “aclarando” la siguiente mentira: “la reelección sería un enorme peligro para el futuro político de la República”[2], afirmación que ni oficialistas ni opositores tomaron en serio.
Dicho y hecho, poco después el Congreso efectuó una votación clamando la necesidad de reformar la Constitución. Pero como el oficialismo no alcanzó las mayorías constitucionales exigidas para consumar la reforma[3] (sobre 152 diputados sólo 96 votaron a favor de la misma y ello no alcanzaba los dos tercios exigidos), de facto se decidió de todos modos convocar a elecciones constituyentes sin mayores demoras. Vale decir: no se cumplía con la actual Constitución pero se pretendía fabricar una nueva con procedimientos también inconstitucionales, para luego tampoco cumplirla. Ni el propio Perón disimulaba su total desconfianza hacia el Estado de derecho y veía a la ley como una herramienta a la cual él no debía ajustarse, sino lo contrario: “Antes lo primero era hacer la ley…y después tratar de hacerla cumplir. Nosotros, desde que estamos en el gobierno, hacemos exactamente lo contrario; primero tratamos de hacer algo, y luego cuando las realizaciones prueban su eficacia, le damos la forma de ley o del decreto”[4] declaró.
Además de no respetar a las mayorías previstas, el Congreso votó una ley llamando a la “reforma” en vez de una “declaración” (tal como lo ordenaba la Constitución en su artículo 30[5]) siendo que toda vez que se declaraba la necesidad de una reforma constitucional en el país, en la misma debían señalarse con precisión cuáles eran los artículos que se pretendían modificar (así se hizo en 1860, 1866 y 1898) pero nada de esto se cumplió ahora. Aquí se entregó sin las mayorías legalmente permitidas un generoso cheque en blanco para que los constituyentes subordinados al poder central metieran mano en el articulado de manera abusiva e indiscriminada. Como si estas irregularidades fuesen insuficientes, teniendo en cuenta que la Provincia de Corrientes tenía el antecedente de ser antiperonista (fue la única que electoralmente había colocado dos Senadores nacionales a los que se les impidió jurar), se resolvió que no participase en los comicios constituyentes.
Estas y otras ilegalidades llevaron a la oposición a tener que definir si iban a avalar estas tropelías o no, presentándose en las elecciones. Dentro de este clima enrarecido el partido socialista propuso el voto en blanco, idéntica medida adoptó el Partido Demócrata Progresista, los conservadores (Partido Demócrata Nacional) resolvieron no concurrir y finalmente los radicales resolvieron asistir, presentando sus candidatos.
Seguidamente se llamó a elecciones para el 5 de diciembre de 1948, y si bien no puede técnicamente confirmarse que los sufragios fueran fraguados o adulterados, sí fue un fraude la campaña electoral como tal, puesto que la dictadura restringió por completo el acceso de la oposición a los medios de comunicación, reduciendo la campaña de la UCR a una silenciosa participación testimonial. De los 158 convencionales constituyentes que se votaron, 110 fueron peronistas y 48 radicales.
Las sesiones de la Convención se iniciaron en enero de 1949 y se designó presidente de la misma a Domingo Mercante, quien sesionó y presidió sentado en un insólito sillón donado para la ocasión por la Fundación Eva Perón, en cuyo respaldo estaba estampada una fotografía con la cara de Juan Perón. Casi una metáfora del rol paródico y dependiente que cumplían allí tanto Mercante como el resto de los legisladores peronistas de la Convención.
Entre varias de las extravagancias que se aprobaron, los convencionales peronistas se “regalaron a sí mismos” la extensión de su mandato. Es decir, si bien los Diputados de la Nación habían sido elegidos en 1946 y su mandato de cuatro años vencía en 1950, decidieron “extenderlo” de facto hasta 1952. Los radicales no aceptaron tal inmoralidad y a los que se les vencía su mandato en 1950 renunciaron a la deshonesta prolongación[6] dejando un hueco en su bloque, que entonces quedó reducido a menos de la mitad.
La constitución, que fue reformada conforme las apetencias de Perón, además de permitir la eterna reelección del dictador, se inspiraba en principios colectivistas (eufemísticamente llamado como “derechos sociales”) los cuales relativizaban el derecho de propiedad privada y restringían el grueso las libertades individuales: “El individualismo es amoral. Predispone a la subversión, al egoísmo, al retorno a estados inferiores de la evolución de la especie” sentenció Perón ese año en La Comunidad Organizada [7], desconfianza en el hombre autónomo que ratificó dos años después en su otro libro Conducción Política: “Algunos dicen: hay que captarse la opinión independiente. Grave error. Eso no se capta nunca, porque está tres días con uno y tres días contra uno (…) Esos son inconducibles; esos son en todas las colectividades los salvajes permitidos por la civilización, que viven aislados y al margen de las inquietudes de los demás. Y si los captamos, son elementos de disociación dentro de la organización política, porque ellos están siempre en contra”[8]. Este y no otro fue el espíritu del articulado de la flamante Constitución, el cual despertó muchas desconfianzas en el mundo civilizado y probablemente el artículo más desconcertante y polémico haya sido el 40[9], cuyo contenido ambiguo y peligrosamente confiscatorio no tardó en retraer las inversiones fomentando el éxodo de muchos depósitos bancarios.
Un dato por demás curioso para una “constitución peronista” fue el hecho de que la misma prohibía el derecho a huelga, medida defendida en el recinto con total desparpajo por el convencional constituyente peronista Hilario Salvo (que además era secretario general del gremio metalúrgico) en cuyos fundamentos puso de manifiesto la “conciencia de clase” del obrerismo peronista: “El sector minoritario pregunta por qué no se da el derecho de huelga. Darlo sería como poner en los reglamentos militares el derecho a la rebelión armada. Como dirigente obrero, digo con toda responsabilidad -y perdóneseme la expresión – que las huelgas se han hecho para los machos: es cuestión de hecho, por tanto no se precisa el derecho.(…) Como dirigente obrero debo exponer por qué razón la causa peronista no quiere el derecho de huelga. Si deseamos que en el futuro ésta Nación sea socialmente justa, deben estar de acuerdo conmigo los señores convencionales en que no podemos después de enunciar ese propósito hablar a renglón seguido del derecho de huelga, que trae la anarquía y que significaría dudar de nuestra responsabilidad y de que en adelante nuestro país será socialmente justo. Consagrar el derecho de huelga es estar en contra del avance de la clase proletaria en el campo de las mejoras sociales”[10].
Finalmente, tras maratónicas sesiones abarrotadas de alabanzas al matrimonio presidencial, el 11 de marzo a las seis de la tarde Domingo Mercante sentado en su sillón estampado con la cara de su patrón exclamó: “quedó sancionada la Constitución de Perón”[11].
El engendro constitucional de 1949 no fue sino otro de los tantos retrocesos institucionales a los que por entonces condenó el régimen a la Argentina y esta normativa era obligada a ser jurada de manera constante y sonante por todos los empleados públicos de cualquier nivel, en todo tipo de establecimientos y en cualquier circunstancia. Llegó un momento en el cual la insistente juramentación que se sobreactuaba en todas las dependencias estatales se prestó para chistes populares, tales como el que contaba la anécdota de un guarda y un motorman de un tranvía que pararon la máquina y bajaron a orinar en la estación Rivadavia y Quirno, y una pasajera preguntó ingenuamente en dónde estaban ambos, y desde el anonimato una voz chillona respondió: “¡Fueron a jurar la Constitución, señora!”[12].
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[1] GARCÍA HAMILTON, JOSÉ IGNACIO: “Juan Domingo”. Ed. Sudamericana; Bs.As. 2009 pág 191.
[2] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, pág 242.
[3] Los radicales sostenían que la mayoría de dos terceras partes, debían calcularse sobre todos los miembros del congreso. Los peronistas sostenían que los dos tercios debían calcularse como en las demás votaciones, sobre los miembros presentes. Los radicales argumentaron que la frase “dos terceras partes, al menos de sus miembros” debían interpretarse literalmente, sin agregar “presentes” y que cuando la Constitución autorizaba el cálculo sobre los “miembros presentes”, aclaraba en el texto esa circunstancia.
[4] Citado en: Hugo Gambini, “Historia del peronismo, el poder total (1943-1951)”. Ediciones B, Argentina; Tomo 1, año 2007, pág. 110
[5] El artículo 30 de la Constitución Nacional reza: “La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto”.
[6] 20 Diputados de la UCR renunciaron a sus bloques y sólo quedaron 18.
[7] Juan Domingo Perón: “La Comunidad Organizada”. Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas. Buenos Aires. 2006. Página 29. También puede leerse el online en el siguiente enlace:
http://www.jdperon.gov.ar/institucional/cuadernos/Cuadernillo6.pdf
[8] Perón, Juan Domingo: “Conducción Política” (con un apéndice de actualización doctrinaria). Secretaría de Trabajo y Previsión de la Presidencia de la Nación. Bs.As, 1974, pág. 55,56.
[9] El extenso artículo 40 de la constitución de Perón relativizaba y menospreciaba tanto el derecho de propiedad que invertir en la Argentina era poco menos que una aventura. Parte de su contenido dice lo siguiente: “La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución (…) Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá con las provincias. Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine”.
[10] SEBRELI, JUAN JOSÉ: “Crítica de las ideas políticas Argentinas”. Editorial Sudamericana; 2002, pág. 277.
[11] Citado en: Félix Luna, “Perón y su Tiempo. Tomo 1. La Argentina era una fiesta, 1946-1949”. Ed. Sudamericana. 1984. Pág 350.
[12] Citado en: Hugo Gambini, “Historia del peronismo, el poder total (1943-1951)”. Ediciones B, Argentina; Tomo 1, año 2007, pág.527.
miércoles, 4 de mayo de 2016
Pictorial del Imperio Rusoviético
La icónica foto de un soldado ondeando la bandera soviética en el Reichstag de Berlín, 1945
Un viaje al Imperio ruso y a la URSS coloreando antiguas fotografías
Una usuaria rusa de Flickr ha coloreado una serie de fotografías sacadas en blanco y negro durante el Imperio ruso y la Unión Soviética, dándole una sensación de proximidad
Hijas del emperador Nicolás II con su madre, la emperatriz Alejandra, como voluntarias en un hospital militar durante la Primera Guerra Mundial
La aviadora soviética Lidia Litviak, 1941
La gran duquesa María de Rusia, 1906
Las cuatro hijas del emperador Nicolás II con su madre, la emperatriz Alejandra Románova, 1913
Soldados del 102º regimiento de la aviación de combate soviética
La soviética Liudmila Pavlichenko fue la francotiradora más efectiva de la Segunda Guerra Mundial. Mató a 309 enemigos
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Descanso en tiempos de guerra, años 1940
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Trabajador de una fábrica de automóviles y su supervisora, Moscú, 1954
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Bailarina, año 1900
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