sábado, 9 de diciembre de 2017

Guerra de invierno: 8 hechos del conflicto

8 Hechos: Cuando los finlandeses y la nieve resistieron la invasión soviética en la guerra de invierno


Andrew Knighton | War History Online



Cuando la Segunda Guerra Mundial estalló en Europa Occidental, la Unión Soviética se embarcó en otra guerra, en la que lograría fácilmente sus objetivos estratégicos, pero que también debía dejar a la URSS ensangrentada y avergonzada. Era un conflicto que alentaba la invasión de Hitler a Rusia y también permitía a los soviéticos preparar un contraataque contra los invasores nazis.

Esta fue la Guerra de Invierno.

1. Invadir Finlandia

Había una larga historia de tensión y violencia entre Finlandia y la URSS. Con la economía de Finlandia creciendo en la década de 1930, se convirtió en un objetivo tentador para la agresión soviética. La URSS comenzó a exigir territorio de Finlandia.

El 30 de noviembre de 1939, después de dividir Polonia con Alemania, y con el resto de Europa preocupado por los nazis, la URSS invadió Finlandia. Los objetivos de la invasión han sido discutidos, pero si estaba destinado a terminar con la conquista completa o el reordenamiento de las fronteras, el punto estaba claro: la URSS estaba después de la tierra finlandesa y quería dominar ese país.

Un gobierno títere, llamado el Gobierno de Terijoki, fue establecido en territorio ocupado usando unos pocos finlandeses simpáticos al comunismo soviético. Durante los próximos tres meses, las dos naciones lucharían una guerra agotadora.

2. Problemas de transporte

La invasión rusa debía seguir el modelo blitzkrieg que había servido tan bien a los alemanes en Polonia, un avance rápido y duro que utilizaría recursos y tecnología superiores para superar la resistencia. Pero mientras Polonia era una tierra de llanuras abiertas, Finlandia era una de bosques congelados y nieve profunda. Esto no era lugar para blitzkrieg.

Caminos sepultados bajo diez pies de nieve bloquearon el avance soviético. El suelo mantenido caliente por la nieve arriba se convirtió en pantanos fangosos, a través de los cuales la infantería tuvo que caminar. Muchos vehículos sólo podían avanzar después de que cientos de soldados de infantería se hubieran adelantado a ellos, derribando la nieve.


Tanques ligeros soviéticos T-26 del Ejército soviético 7 durante su avance en el istmo Careliano.


3. Muerto por el frío


Aunque estaban familiarizados con la lucha en sus propios duros inviernos, los soviéticos no estaban preparados para lo amargo que sería el frío finlandés. Las carpas eran insuficientes. Los uniformes no eran lo suficientemente cálidos. Las líneas de suministro rusas se estaban derrumbando y los soldados no tenían los suministros que necesitaban. El hielo, el viento y la nieve hicieron de la vida de los invasores un infierno vivo.



Tropas finlandesas de esquí en el norte de Finlandia en enero de 1940.

Fue peor para las tropas heridas. Los servicios médicos, inadecuadamente equipados para las condiciones, no podían tratar a los heridos con la suficiente rapidez. La mayoría de los soldados soviéticos heridos murieron congelados.


4. Armas equivocadas para el clima


La artillería finlandesa más común fue una pistola de 76 mm que data de alrededor del año 1902 (76 K 02). El arma está camuflada en la ciudad de Viipuri en marzo de 1940.

Los soviéticos estaban dispuestos a luchar con las armas y los vehículos más modernos a su disposición - equipo que esperaban ser superior al de los finlandeses. Los finlandeses tenían poca munición, sólo tenían armas y aviones antitanque limitados, prácticamente no tenían fuerzas blindadas y superaban en número de tres a uno. Parecía demasiado fácil para los rusos.

Pero como los hombres que los llevaban, las armas soviéticas sufrieron el frío. Las pistolas funcionaron mal. Los motores se estancaron. Los vehículos motorizados se congelaron en las condiciones de hielo. Incluso los colores de los uniformes demostraron ser contraproducentes, verdes oscuros que habrían proporcionado el camuflaje en otra parte que hacía hombres resaltar contra el blanco congelado y los blancos para los francotiradores finlandeses.


5. Los finlandeses se defienden




La defensa de Finlandia era un ejemplo clásico de lo que un ejército más pequeño y menos bien equipado podía lograr con valor, ingenio y conocimiento de las condiciones locales.

Los finlandeses emprendieron inicialmente un retiro de lucha, dándoles tiempo para preparar líneas defensivas más profundas en el país. Utilizaron las tácticas de la guerrilla y concentraron hábilmente sus fuerzas para atacar a las tropas soviéticas que las superaban en número de doce a uno en algunas áreas. Los bolsillos de las fuerzas rusas fueron aislados, rodeados y luego destruidos.

Las tácticas finlandesas se adaptaron al clima, las fuerzas enemigas y las limitaciones de sus propios suministros. Las tropas de esquí fueron capaces de moverse con más rapidez y comodidad que la infantería soviética, con regularidad maniobrando. Las balas fueron barridas de enemigos caídos, ayudando a compensar el déficit. Las pistas del tanque ruso estaban atascadas con dispositivos improvisados ​​para detener su avance.

El cóctel Molotov se convirtió en el arma de firma de la guerra, y fue tan popular entre las tropas finlandesas que pronto fue fabricado centralmente.

A pesar de la existencia del gobierno títere, casi nadie en Finlandia favoreció la causa soviética. La nación se unió ante la agresión rusa.

6. Participación internacional



Voluntarios suecos durante la guerra de invierno, llevando rifles anti-tanque Boys en sus espaldas.

Al igual que la Guerra Civil Española, la Guerra de Invierno se convirtió en un punto de encuentro para la oposición a lo que muchos consideraban una peligrosa ideología y las políticas de un dictador. El dinero y los suministros se recaudaron de países de todo el mundo, aunque un bloqueo alemán hizo difícil conseguirlos. Mensajes de apoyo fueron enviados por figuras prominentes en Washington. Francia y Gran Bretaña hablaron de enviar sus propias tropas a Finlandia.

Pero fueron los vecinos locales de Finlandia los que más ayudaron a los finlandeses. Voluntarios de Suecia, Dinamarca, Noruega, Estonia, Hungría y Ucrania vinieron a luchar junto a los finlandeses. Los países escandinavos, en particular, mantenían relaciones amistosas con Finlandia y temían que los soviéticos también los invadieran. Ellos suministraron tropas familiarizadas con el clima y sus formas de lucha, hombres que, como los finlandeses, pudieron esquiar en la batalla.

7. La paz a un precio



Guerra de invierno: concesiones territoriales de Finlandia a la Unión Soviética. Jniemenmaa - CC BY-SA 3.0

La URSS tenía sus propias tácticas: formas costosas y brutales, pero formas que podían ganar. Arrojando a miles de hombres en asaltos frontales, desgastaron la resistencia finlandesa y, finalmente, rompieron las líneas defensivas. Superados en número, desarmados y con sus planes rotos, los finlandeses se vieron obligados a buscar la paz.

Era una paz que los soviéticos estaban dispuestos a aceptar. La guerra les había costado muchísimo en términos de hombres, material y reputación, era una dolorosa vergüenza que querían poner detrás de ellos. A pesar de esto, tenían suficiente territorio finlandés para buscar términos que les convinieran.

El 12 de marzo de 1940, se firmó el Tratado de Paz de Moscú. Finlandia concedió el 11% de su territorio, el 30% de su base económica, a la URSS. 422.000 finlandeses perdieron sus hogares.

8. Lecciones aprendidas ... o no



Los soldados del Ejército Rojo exhiben una bandera capturada del estado finlandés.

Los soviéticos habían aprendido una lección de la guerra de invierno. Re-equiparon a sus ejércitos maltratados con mejores equipos, particularmente el tanque T-34.

Hitler, viendo desde Alemania, también había aprendido una lección: que Rusia era débil, y que podía invadir y conquistar con confianza el país.

Pero Hitler no había aprendido todas las lecciones tácticas de la guerra, no se dio cuenta de la capacidad de las fuerzas mal equipadas pero determinadas para contener enemigos mejor equipados y los peligros de una guerra en invierno. La próxima vez, estos ayudarían a los soviéticos, no los paralizarían y las lecciones aprendidas de los finlandeses, les permitirían vencer a los alemanes.

Fuente:


Geoffrey Regan (1991), The Guinness Book of Military Blunders.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Conquista del desierto: El combate de Paragüil

Batalla de Paragüil



Monolito que recuerda el sitio en donde se libró el combate de Paragüil

El 1 de marzo de 1876 el coronel Salvador Maldonado tiene que hacer frente en Horquetas del Sauce a 2.500 lanzas, que resultan batidas.  Pero, rehechos los indígenas del revés sufrido, vuelven a irrumpir en los poblados, y son nuevamente vencidos por el coronel Victoriano Rodríguez y el teniente coronel Antonio Dónovan en el Paso de los Chilenos.  El salvaje combatía con furia a pie o a caballo, como lo demostró en el combate de La Tigra, cuando miles de vacunos, lanares y yeguarizos eran arreados para la toldería.  Después de dos días de seria refriega, los comandantes Vintter y Freire consiguen arrebatarle 250.000 cabezas.

Sin embargo, la batalla decisiva que dio en tierra con el propósito terrorista y de intimidación de esta serie pavorosa de malones, fue la de Paragüil.  Del 16 al 18 de marzo se desata sobre el torturado escenario de Juárez, Tres Arroyos y Necochea una ola brutal de 3.000 jinetes al mando del propio cacique Manuel Namuncurá, de Juan José Catriel y de Pincén.  Al coronel Levalle corresponde la grave responsabilidad de hacerles frente.  Junto a la laguna de Paragüil se da la más encarnizada batalla de la serie conocida por “invasión grande”.  Los indios rugían como bestias embravecidas, resueltos a triunfar o morir en el combate, y la suerte de la batalla se tornaba adversa para Levalle después de cinco horas de sangriento entrevero.  La superioridad numérica del aborigen se imponía gradualmente, y ya tocaba a su fin la resistencia de los nuestros, encerrados en un estrecho círculo de lanzas y alaridos, cuando se produce la intervención providencial de Maldonado, “la mejor lanza del ejército, discípulo de Sandes, que entra en la batalla como un ciclón de aceros relumbrantes, a cuya vista el indio se sobrecoge de terror y huye abandonándolo todo y para siempre”. (1)

El coronel Nicolás Levalle dirige la siguiente nota al Ministro de Guerra y Marina, Coronel Alsina: “Campo de Combate, Laguna Paragüy (sic) Marzo 19 de 1876  - Estimado Sr. Ministro y Amigo: Tengo el placer de comunicarle que ayer a las 5 de la tarde he batido a los indios que estaban en este punto, derrotándolos completamente, no habiendo podido efectuar persecución por haberse fraccionado los indios en su derrota, unos hacia el sur, los que probablemente saldrán entre Libertad y Lamadrid, y otros al sur-oeste, lo que me supongo saldrán entre Aldecoa y Defensa.  Esto por una parte y por otra, por haber cerrado la noche y estar casi a pie, pues en el trayecto que he recorrido, que son nueve o diez leguas de campo completamente guadaloso, con una caballada que había hecho mas de 40 leguas, se postró completamente, dejando la mayor parte de ella, pues era necesario batirlos a esa hora y en todo trance, después que nos habían descubierto, a fin de que no se llevasen el arreo”

“Sr. Ministro, no puedo calcular en este momento el inmenso arreo que había, debiendo hacerle presente que los indios tenían muchas majadas de ovejas y muchos otros objetos.  Sr. Ministro, los indios que había en este punto serían 1.500, lo que me hace suponer que hay indios adentro, y temiéndome que muchos de ellos puedan reunir la inmensa cantidad de hacienda que había aquí que se retiraba para adentro.  No pudiendo darle a V.E. datos exactos hasta este momento, pues ha amanecido una neblina tan densa y que dura hasta este momento, que son las 10 de la mañana, que no se distingue a una cuadra de distancia, sin embargo he mandado los tres Regimientos de Caballería a explorar el campo en distintas direcciones, buscando las rastrilladas, los que hasta este momento no tengo parte, sin embargo, abrigo la esperanza que algo mas se puede hacer, pues se han avistado grupos de indios por parte de unos bomberos que acabo de recibir”.

“Sr. Ministro, al terminar ésta, debo hacer presente la brillante comportación de los Regimientos que han chocado, que son el 1º y el 11º, no habiendo cabido tal suerte al Regimiento 5º por haber iniciado su carga apoyado por infantería, a la vista de la que, los indios se retiraron a media rienda, habiendo seguido el Regimiento hasta donde pudo, y completamente cerrada la noche, mande tocar reunión a fin de organizar las fuerzas y que se nos incorporasen grupos de soldados que habían quedado a la retaguardia con los caballos cansados”.

“Sr. Ministro y amigo: Lo felicito con el profundo pesar de que esta jornada no haya sido tan completa como yo deseaba, los indios han dejado treinta y tantos muertos, llevando muchos heridos, por nuestra parte no tenemos mas que dos heridos del Regimiento 1º de Caballería y un soldado de mi escolta, un piquete de 20 hombres del Batallón 5º, la que también una parte de ella cargo. – Nicolás Levalle”

“P.S. Sr. Ministro, entre los indios que había, en su mayor parte eran los de Catriel, los que se han batido bravamente, haciéndonos fuego con muchas carabinas, Remington y revolver, encontrándose Juan José (Catriel) enancado y el que se supone herido. El caballo del coronel Plácido López recibió en la cabeza un balazo de Remignton. Vale”.

Este combate tuvo enormes trascendencias en el curso de la campaña.  Cada vez arraigaba con mayor fuerza en la conciencia del enemigo el sentimiento de inferioridad ante la eficaz organización del cristiano.  A partir de entonces las cosas fueron de mal en peor para el ambicioso y astuto cacique de la última gran confederación india que dominó en las llanuras.  De ahí que empezase a retroceder tierra adentro, dejando para siempre la iniciativa en manos de las tropas nacionales.

Los hombres del gobierno tenían conciencia de su superioridad indiscutida, aunque seguían negociando como de “potencia a potencia”.

En la mayoría de los casos, sin embargo, los frutos de la diplomacia eran malogrados por ejecutores subalternos.  El Dr. Alsina trataba de excluir la violencia en beneficio recíproco, eliminando motivos de represalias por parte de los aborígenes; pero éstas se producían fatalmente.  Unas veces era porque la yerba o el azúcar ofrecidos no llegaban, o porque las vacas convenidas eran flacas y viejas, otras porque algún indio era maltratado, infringiéndose así la solemne estipulación.  Resultaba de todo ello que los indígenas atribuían falta de seriedad al gobierno de los huincas, el que no le merecía crédito ni confianza.  Esto y la carencia de recursos los movía muchas veces al malón.

Tal estado de cosas hacía temer la renovación de la lucha secular.  Namuncurá trataba de eludir la guerra abierta, siempre que ello no redundase en su descrédito, ni socavase la confianza de las tribus en su jerarquía política y militar.

Informado, ya por los bomberos que espiaban los movimientos de las tropas gubernamentales, ya por la lectura de la prensa de oposición bonaerense, que denunciaba indiscretamente los supuestos errores de los planes ministeriales, y aún, en última instancia, por la impresión directa de sus hábiles “cancilleres”, que entrevistaban a las autoridades argentinas para negociar acerca de cualquier extremo de sus relaciones; al corriente, en fin, de los designios del Dr. Alsina, disponía ataques aislados y distantes para desarticular el dispositivo enemigo.  Conocedor de los efectos del Remington, se dispersaba y alejaba inmediatamente después del asalto, esquivando todo choque sostenido y formal cuando no se producía al amparo de las sombras.  Considerando que los planes militares del adversario podían ponerlo en peligro, organizó una serie de malones con la idea de enmascarar su verdadero propósito, que era llevar un ataque a la propia ciudad de Buenos Aires, para lo cual había convocado hasta 6.000 lanzas.  Las acciones dispersas le depararon cuantioso botín.

Quince kilómetros al norte de la estación ferroviaria de Paragüil se halla un monolito que recuerda el sitio en donde se libró el combate.

Referencia


(1) E. Stieben – De Garay a Roca – Buenos Aires (1941).

Fuente

Clifton Goldney, Adalberto A. – El cacique Namuncurá – Buenos Aires (1963).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar

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jueves, 7 de diciembre de 2017

SGM: Los Nazis entran en París con la marcha de San Lorenzo

El día que los nazis entraron a París con la Marcha de San Lorenzo

PABLO PINNA - Vix

VÍA WIKIMEDIA COMMONS





Febo asoma, ya sus rayos iluminan el histórico convento...

Todos conocemos la Marcha de San Lorenzo. En la escuela la cantamos hasta el cansancio en actos sobre nuestra independencia y en cada 17 de agosto, fecha en la que se conmemora la muerte del General San Martín.


La canción patria cuenta la historia del Combate de San Lorenzo, una batalla decisiva en la Guerra de la Independencia Argentina. La misma además resalta el carácter heroico del padre de nuestra patria y del Sargento Cabral, quien dio su vida para salvar al General en el fragor de la batalla.

La misma fue estrenada en 1902 y se convirtió en una de las marchas militaresmás famosas del mundo. Fue usada en la coronación de varios monarcas británicos y las bandas de Uruguay, Brasil, Polonia y Alemania la incorporaron a su repertorio.

Pero esto provocaría una polémica años más tarde.


El terror invade Europa

10 personas que intentaron asesinar a Hitler y no lo lograron 07GERMAN FEDERAL ARCHIVES

El 14 de junio de 1940, las fuerzas de la Alemania Nazi ocuparon París. La capital francesa había caído frente a las ambiciones de Hitler y así, la Segunda Guerra Mundial empezaba de la peor forma para los aliados.

Al ingresar a la ciudad parisina, los nazis montaron un gran desfile para mostrarle al mundo el poderío del «nuevo orden mundial». Así, miles de tropas desfilaron por la mítica avenida de los Campos Eliseos, pasando por el Arco del Triunfo ante la mirada horrorizada de cientos de franceses.


Sin embargo, hubo una particularidad: los soldados de la Wehrmacht desfilaron al compás de la Marcha de San Lorenzo. La canción que una vez conmemoró la liberación de un pueblo, ahora daba inicio a una sangrienta ocupación.

¿Por qué la eligieron?



Resulta que previo al ascenso del nazismo, el ejército argentino le «obsequió» nuestra marcha al ejército alemán como gesto de amistad. Ellos a cambio nos obsequiaron otra canción, llamada Alte Kameraden (Viejos Camaradas).

Por una cuestión azarosa la canción terminó siendo utilizada años más tarde para el desfile nazi por las calles de París. Afortunadamente, cuando la ciudad fue liberada en 1944, el general Dwight Eisenhower ordenó (en un acto de desagravio) que las tropas aliadas ingresen a la ciudad al compás de la misma marcha.

Metida de pata



Lo que pocos saben es que, años más tarde, la utilización de esa canción casi genera un conflicto diplomático entre Argentina y Francia. En 1964, el Presidente de Francia Charles de Gaulle visitó nuestro país. Era la primera visita de estado de un mandatario francés en la historia.

De Gaulle era un héroe de la Segunda Guerra Mundial y fue protagonista de la liberación de su país. Quizá fue por eso que no le gustó nada cuando, durante su recibimiento en el país, la banda tocó la Marcha de San Lorenzo, asociada fuertemente con aquella ocupación que tanto daño les hizo.

Afortunadamente, la situación no escaló de un simple error protocolar y no dañó nuestras relaciones con el país. Sin embargo, forma parte de un curioso capítulo de la historia mundial que no siempre aprendemos en el colegio. ¿Lo conocías?

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Montoneros: Graiver, el financista del terror

¿Fue ficticia la muerte de David Graiver, el banquero de los Montoneros?

Una fortuna en tiempo récord, conexiones en lo más alto del poder, vínculos secretos con la guerrilla, juventud, temeridad y una desaparición “accidental” –un 7 de agosto, hace 41 años- son los ingredientes del cóctel de la sospecha

Por Claudia Peiró | Infobae


David Graiver, desapareció en un sospechoso accidente aéreo en un vuelo hacia Acapulco el 7 de agosto de 1976

Las dudas sobre lo sucedido con David Graiver, el banquero al que la organización Montoneros confió una buena parte del millonario rescate cobrado por el secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, dueños de una de las cinco grandes cerealeras del mundo, no son nuevas. Pero un flamante libro de Miguel Bonasso –El hombre que sabía morir (Sudamericana)- acaba de reflotar la tesis de que Graiver no murió, sino que vive o vivió otra vida, bajo otra identidad y con otro rostro.

Bonasso escuchó esta teoría, en el año 2011, en la embajada de México en Buenos Aires, de boca del diplomático Juan Miguel Ponce Edmondson, que había sido jefe de Interpol en su país, con quien tuvo el siguiente diálogo:

— ¿Qué piensa, don Miguel, del tema Graiver? ¿Cree que murió?

— No lo sé, dígamelo usted que era jefe de Interpol México…

— Mire, Graiver está vivo, no murió, se bajó en la escala de Houston.

"Así, tal cual, me lo dijo el ex jefe de Interpol México", contó Bonasso a Infobae.

En realidad, la frase le sonó como el eco de algo que ya lo había impactado mucho tiempo antes, cuando, "dos años después del avionazo (sic) en Guerrero", el New York Times publicó declaraciones del célebre fiscal de Manhattan, Robert Morgenthau, afirmando que Graiver estaba vivo. Lo del funcionario mexicano reavivó aquella vieja inquietud y terminó gestando este libro, explica.


Juan Miguel Ponce Edmondson y Robert Morgenthau: para ambos, David Graiver no murió en el accidente aéreo

"La peripecia de alguien que aparentemente había muerto, pero no había muerto, me parece fascinante", dijo el escritor, que ya ha incursionado en este tipo de novelización de hechos del pasado de los que en muchos casos fue protagonista o testigo durante su larga trayectoria periodística y como integrante de la organización Montoneros en los años 70 (Recuerdos de la muerte y Diario de un clandestino, entre otros).

Apenas producido el accidente aéreo en el que Graiver –vivo o muerto- desapareció de la luz pública, el 7 de agosto de 1976, durante un vuelo de Nueva York a Acapulco que no llegó a destino, surgieron las primeras hipótesis sobre una desaparición voluntaria.

La trama del estafador multimillonario que se esfuma simulando su muerte para reciclarse en alguna isla paradisíaca y disfrutar de su botín es cinematográficamente atractiva pero, aunque no imposible, difícil de imaginar. Como un testigo protegido, debe soltar todas las amarras del pasado y, en el caso de Graiver, de su familia, ya que el accidente sólo le ocurrió a él. Ser un muerto para todo su entorno pero seguir viviendo.

"Yo sostengo la hipótesis del atentado", responde categórico Juan Gasparini, autor de David Graiver, el banquero de los Montoneros (editado por primera vez en 1990, y reeditado en 2007 y 2010), ante la consulta de Infobae. En su opinión, ya vertida en aquel libro, las versiones sobre una muerte fingida fueron fogoneadas desde el comienzo por los autores de lo que para él fue en realidad un asesinato. "El contraespionaje norteamericano sabría echarle arena en los ojos a la opinión pública", escribe y enumera las maniobras: el cráneo de Graiver fue separado del torso para generar duda sobre su presencia en el vuelo, se insinuó que el avión pudo ser abatido por un rayo, que viajaban más de tres personas… Y ya por entonces se dijo que el banquero "habría aprovechado la escala en Houston para evaporarse, siendo visto en días posteriores en Miami, España, Cuba, Bolivia, Guatemala, Israel o detrás de la Cortina de Hierro".


El libro de Juan Gasparini que postula la tesis de que Graiver fue víctima de un atentado

No es que David Graiver no tuviera motivos para una fuga de este estilo, como se verá, pero sus apuros no eran todavía críticos y su personalidad no encuadraba con una fácil rendición. Puede decirse que la muerte o la desaparición voluntaria de Graiver desencadenó la quiebra de su grupo y no al revés.

Cuando el avión privado en el que viajaba como único pasajero junto a dos pilotos estadounidenses se estrelló contra una ladera en serranías del estado de Guerrero, David Graiver tenía tan sólo 35 años, pero ya había construido una multinacional de 200 millones de dólares, con base en Argentina y ramificaciones en Suiza, Bélgica, Israel y Estados Unidos.

En 1969, a los 28 años, había comprado su primer banco, el Banco Comercial de La Plata, con el fin de salvar de la quiebra a la inmobiliaria de su padre, Juan Graiver. Desde ese momento, no se detuvo. Con el tiempo, el Comercial de La Plata sería el primer corresponsal del Banco Nacional de Cuba. Luego adquirió el Banco de Hurlingham que se convertiría en el banco de la colectividad judía.

Graiver no sólo salvó el negocio de su padre sino que lo expandió hasta convertirlo en un grupo con acciones en una treintena de empresas y con una gran diversidad de negocios. Que llegarán a incluir medios, como el canal 2 de televisión y, más tarde, el diario La Opinión de Jacobo Timmerman. Y, en 1973, Papel Prensa, de reciente polémica. La red bancaria de los Graiver incluso se internacionalizará, con bancos en Israel, Bélgica y Nueva York.

Al talento natural para los negocios, David Graiver le sumaba una personalidad cautivante y siempre optimista –fundamental para generar confianza- y vocación por la política. O por el poder. Pragmático, pasó de ser funcionario del ministerio de Bienestar Social bajo Francisco Manrique  a acercarse al peronismo, a medida que se vislumbraba que el presidente de facto, el general Alejandro Lanusse, perdería la pulseada que había encarado con Juan Perón.

Este tránsito lo hizo Graiver de la mano de José Ber Gelbard, el titurlar de la Confederación General Económica que agrupaba a cerca de un millón de pequeñosy medianos empresarios, y que era dueño de FATE (neumáticos) y de ALUAR (aluminio), y que más tarde sería ministro de Economía de Héctor Cámpora y de Juan Perón.


José Ber Gelbard, ministro de Economía de Perón, durante su tercera presidencia

Según Bonasso, Gelbard  ("agente doble, triple o cuádruple") era el verdadero jefe de Graiver. El líder de la CGE hasta mandó a su discípulo a Puerta de Hierro a conocer a Perón, lo que no le impediría a éste traicionar a Gelbard, como a cualquier otro cliente.

Es que el joven Graiver era una suerte de Bernard Madoff, hiperactivo, con una inteligencia especial para los negocios, uno de esos personajes del mundo de las finanzas a los que no les tiembla el pulso ni la conciencia a la hora de "trabajar" con el dinero de otros y a los que, mientras sus audaces apuestas van generando ganancias fáciles, mucha gente les confía su fortuna personal para un día descubrir que la estaban depositando en un castillo de naipes cuyas paredes, al derrumbarse, dejan un interior vacío.

Como el Bobby Axelrod de la serie Billions, también Graiver tenía a su "Wendy Rhoades": en este caso, su propia esposa, la psicóloga Lidia Papaleo, en quien confiaba para que le hiciera la "evaluación" de sus colaboradores o le dijera en quién podía confiar y en quién no.

El libro de Gasparini es muy instructivo en cuanto a los manejos de esta clase de personajes del planeta bancario en general y de los de Graiver en particular. "Mi OPM es la 'Other People's Money'… ¡hacerse rico con la 'mosca' de los demás!", dice Gasparini que les decía Graiver a los jefes guerrilleros, ironizando sobre la sigla OPM (organización político militar, en la jerga, un sinónimo de Montoneros).


Montoneros veía en Graiver a su interlocutor en la burguesía

También explica mucho sobre la clase de vínculo que se había establecido entre el banquero y Montoneros. "Graiver –escribe Gasparini- se veía como un Rockefeller económico revestido con la ideología de Carter y acondicionado a la Argentina, en las puertas de una gran revolución nacional y popular. Si ERP y Montoneros insurreccionaban a las masas y  capturaban el poder, Graiver no perdería el tren de la historia. Los guerrilleros, por su  lado, lo consideraban como el único interlocutor de la burguesía."

El vínculo con la organización Montoneros se estableció al parecer por iniciativa del propio David Graiver, y por contactos de Lidia. "Los busqué por la política, no por la guita. Cuando empezamos a reunirnos, ustedes eran unos secos": es otra frase que Gasparini pone en la boca del banquero.

Más allá de una personalidad aventurera, provenía Graiver de la misma constelación que su mentor, José Ber Gelbard, por lo que ese acercamiento a la guerrilla bien pudo ser una misión –esto no lo dice Gasparini, vale aclarar-, en los tiempos en que nuestro país era uno de los tantos escenarios donde las potencias libraban la guerra que no podían hacerse directamente, a riesgo de una mutua destrucción.

Lo cierto es que se establece un vínculo de confianza –Graiver se reúne en más de una ocasión con Roberto "el Negro" Quieto, de la conducción de Montoneros- que llevará a que, en 1975, la organización decida confiarle el manejo de 14 millones de dólares. Era la última cuota del rescate acordado con los Born.


Los hermanos Jorge y Juan Born durante su largo secuestro por Montoneros

La historia de ese traspaso del botín es de película (y así la cuenta Gasparini). Con Ginebra (Suiza) como locación. Valijas repletas de billetes pasaron de manos de los representantes de la multinacional Bunge & Born a las de dos cuadros montoneros que, bajo nombres falsos, las depositaron en dos cuentas de bancos diferentes.

Cuando se presentó una dificultad en el "trámite" –los bancos se negaban a transferir luego los fondos a otras cuentas-, David Graiver llamó al delegado del Mossad en la embajada de Israel en Argentina y ese servicio de inteligencia se encargó de resolver el problema: los 14 millones fueron transportados por vía aérea a Nueva York, la ciudad en la cual en mayo del 75 David Graiver había decidido instalarse a medida que la renuncia de Gelbard –unos tres meses después de la muerte de Perón- y otros acontecimientos le hicieron presentir que el ambiente se enturbiaría en la Argentina. Allí había comprado el Century National Bank; la expansión no se detenía.

Pero los verdaderos problemas para Graiver empezaron cuando intenta adquirir un segundo banco estadounidense, el American Bank and Trust (ABT), y la Reserva Federal pone entonces la lupa en él y en sus negocios.

De hecho, cuando se produce el accidente, Graiver llevaba once meses en ese trámite. Algo inhabitual. Por un lado, la vigilancia del Tesoro americano no le daba la luz verde para la adquisición pese a los infinitos avales y llamados de recomendación –de pesos pesados como Nelson Rockefeller o Cyrus Vance– por el otro, en la Argentina, el cerco se cerraba sobre sus amigos clandestinos con y podía trascender de un momento al otro que había estado moviendo dinero mal habido.


Juan Gasparini, autor de “David Graiver, el banquero de los Montoneros”

De los 28.500.000 dólares que costaron inicialmente los títulos de los bancos –explica Gasparini- 16.825.000 de los CNB y ABT provenían de los fondos que Montoneros había obtenido del secuestro de los Born y de Henrich Franz Metz, de la Mercedes Benz y que luego había "invertido" en el grupo Graiver.

Según Gasparini, la CIA vetaba a Graiver, pero sin dar razones. Inclusive, dice, la Reserva Federal había puesto plazo a la Compañía: septiembre de 1976. Si para entonces no aparecían las pruebas contra Graiver, "con balances del ABT y del CNB en regla, iba a dar luz verde".

Al parecer, ya el coronel Roberto Rualdes, del batallón 601, Servicio de Inteligencia del Ejército Argentino, había pasado el dato a la Inteligencia estadounidense: Graiver administraba fondos de la "subversión".

Todo esto abona la teoría de que la CIA decidió cortar la carrera meteórica de Graiver ante lo que consideró un desafío, una burla en sus propias narices.

"La CIA decidió la ejecución, tomando los recaudos de realizarla fuera de los Estados Unidos. Y disfrazarla de accidente", sostiene Gasparini.

Graiver acostumbraba viajar a México todos los fines de semana donde estaban instaladas su esposa y su pequeña hija, a la espera de que se le otorgase a la familia la residencia en USA. Cuando su jornada de trabajo se extendía demasiado y no llegaba a tomar el vuelo de línea, contrataba un avión de la empresa Hansa, de Houston, Texas. Aquel viernes de agosto del 76, voló en un Falcon birreactor, matrícula N-888-AR, piloteado por el capitán Michael Bann y el copiloto Kevin Barnes, que también murieron en el accidente.


Lidia Papaleo, viuda de David Graiver

La tesis de Gasparini es que el sabotaje se produjo en la famosa escala de Houston, en la cual según algunos Graiver se habría bajado. El avión permaneció 47 minutos en el aeropuerto y hasta fue llevado a hangares, previo descenso de la tripulación y del único pasajero, para una supuesta revisión. Allí se habrían remplazado los altímetros por otros, saboteados, para confundir al piloto e impedir un descenso seguro.

Intereses millonarios

Graiver aplicó a los montoneros el mismo método que a todos sus clientes –o víctimas-: los convencía de entregarles sus fondos y se aseguraba de que no pudiesen recuperarlos. Pagaba los intereses, mientras las cosas marchaban bien. Pero si algo salía mal, sería imposible para los damnificados resarcirse de las pérdidas. "Graiver era un financista, si cedía plata era para ganar más", dice Gasparini.

Por varios meses, la organización político militar cobró mensualmente 196.300 dólares mensuales de intereses por su "inversión" de casi 17 millones. Caído Graiver, se hizo evidente que el grupo –o, mejor dicho, el sistema- no sobreviviría sin él. Su estilo de conducción era muy centralizado, pero además el tipo de tejemanejes que hacía requería discreción; tanta, que pocos conocían el dispositivo completo.

Vale un paréntesis para preguntarse por qué una organización millonaria como Montoneros enviaba a sus militantes a operaciones suicidas como el copamiento del cuartel de Formosa para recuperar un puñado de fusiles que podían haber comprado o por qué dejaron a tantos "camaradas" a la intemperie durante lo más duro de la represión cuando la clandestinidad forzaba a muchos a dejar casa y trabajo…

Documento incluido en el anexo del libro de Gasparini

La bicicleta de Graiver consistía en prestarse a sí mismo, haciendo que el ABT otorgase créditos a empresas de su propio grupo. Así se apropiaba de los fondos de los clientes que se ponían en sus manos.

Cuando en Wall Street cayeron en la cuenta era algo tarde y los bancos de Graiver protagonizaron una quiebra cuyo costo fue de 40 millones.

El antes citado fiscal del distrito de Manhattan, Robert Morgenthau, fue quien inició la investigación para descubrir que casi al 90 por ciento de los créditos del ABT tenían por destino trece sociedades ficticias de Graiver. El ABT quebró el 16 de septiembre de 1976.

La viuda de Graiver, Lidia Papaleo, su hermano Isidoro, sus propios padres y varios de sus más cercanos colaboradores serían otras víctimas de esta caída cuando, tras la muerte del banquero, regresaron a Buenos Aires con la intención de salvar lo más posible de su patrimonio. Una decisión temeraria, sobre todo por parte de quien, como la viuda, conocía el secreto más comprometedor de Graiver.

Pero el deal con Montoneros no fue el único ni el primer obstáculo: primero, la dictadura –según Gasparini, a instancias de Alfredo Martínez de Hoz- había decidido que le convenía controlar Papel Prensa para mejorar, a través de una prensa amiga, su imagen en los medios. Forzaron entonces a los Graiver –negándoles el apoyo estatal que necesitaban para salvar la empresa- a ceder sus acciones a los diarios Clarín, La Nación y La Razón.

Gasparini recuerda que esto no era nuevo: Martínez de Hoz reeditaba el método por el cual Gelbard había favorecido la compra de Papel Prensa en 1973 por su protegido David Graiver, tras quitársela al Grupo Civita.

Por otro lado, los militares habían capturado a algunos de los miembros de la organización que conocían el secreto de la relación con Graiver. Vieron una oportunidad para capturar un botín –o lo que quedara de él- denunciando la conexión Gelbard-Graiver-Montoneros. Lidia Papaleo, los demás miembros de la familia, incluyendo los padres de David Graiver, y varios empleados del grupo, una veintena en total, fueron detenidos ilegalmente y llevados a Pozo de Banfield, un centro clandestino de detención, donde fueron sometidos a tormentos para obligarlos a revelar, entre otras cosas, el destino del dinero de Montoneros.


La edición del 22 de abril de 1977 de la revista Somos. Con la familia Graiver encarcelada, la dictadura expone la trama: Graiver, Gelbard, Quieto

Para evitar problemas futuros, Graiver había puesto un "cortafuego" legal entre él y Montoneros, mediante una ingeniería de empresas y prestanombres para no quedar vinculado él mismo a la maniobra.

Todavía Montoneros era una organización poderosa pero no por mucho tiempo más. La dictadura ponía en marcha su plan de aniquilamiento, muy bien servido por la propia conducción nacional que no tomó ninguna medida preventiva sino que puso el cuerpo –el de sus militantes- en una lucha desigual y suicida.

La hipótesis de Gasparini es que la CIA decidió eliminar a Graiver a instancias de la dictadura argentina. Es posible que sectores del establishment norteamericano hayan querido escarmentar en la persona del banquero argentino a futuros osados. En todo caso, si esto fue así, lo habrán hecho por sus razones y no por las de terceros.

Graiver jugaba con fuego y desafiaba a interlocutores que no estaban para bromas. Gente que no puede permitir que se la tome por tonta.


Documento incluido en el anexo del libro de Gasparini

Para su viuda, la muerte de Graiver fue un asesinato. Desde los conflictos presentes, Lidia Papaleo dice que fue por lo de Papel Prensa. Pero el repaso de los acontecimientos no respaldaría esa versión.

Su hermano, Osvaldo Papaleo, que estaba en prisión cuando se produjo el accidente aéreo de su cuñado, dice, ante la consulta de Infobae, que se encuentra "más cerca ahora de la tesis del atentado", aunque advierte que "charlar de algo que pasó hace 40 años es más de opinólogo que otra cosa". No leyó el libro de Bonasso, aunque sabe de qué se trata. Sobre la trama, concede que, "para vender libros, es lícito el argumento".

En efecto, una vida y una desaparición dignas de un thriller político. De hecho, siendo de no ficción, el libro de Juan Gasparini también se lee como una atrapante novela de intriga.

¿Quiso Bonasso poner solamente un anzuelo para el lector o verdaderamente cree que Graiver vive y que, como postula en el libro, fue reciclado por uno de los poderes a los cuales sirvió en su vida anterior?



"En principio está logrando tener mucho suceso como novela –se congratula el autor-. Lo cual no significa que no haya cosas terribles que prefiguraban incluso, en 1989, el horror al que está llegando México hoy".

"A diferencia del 'Graiver' de mi novela, Morgenthau decía que estaba vivo en sentido acusatorio. Se fugó porque hizo un desfalco, se quedó con la guita. Está vivo. Pero lo dijo muy categórico. Morgenthau no era cualquiera, tenía peso político, era un fiscal de relieve. Hay notas de aquella época, en Siete Días por ejemplo, que lo ubicaban en Cuba, en Israel… Más o menos como en el caso de Yabrán. Pero de Yabrán estoy categóricamente seguro de que murió. De Graiver, no".

"Gasparini, dice Bonasso, que ha escrito ya dos versiones de Graiver, con buena información, me critica por falsear datos de personajes reales. No es así, es tomar hechos reales para contar otra cosa, para hacer una novela. Hay cosas que el novelista cambia; si no, no sería una novela, sería una biografía no autorizada. Categóricamente es una novela. Por eso el personajes se llama Goldberg y no Graiver".

—Pero, en definitiva, ¿usted tiene sospecha, íntima convicción o certeza de que está vivo?

— Yo no tengo ninguna manera de probar que lo dice Ponce Edmondson es cierto o no es cierto, o es un invento de Ponce por razones que ignoro. Pero estoy cumpliendo un poco el paradigma de esa charla que está en el libro cuando El hombre que sabía morir, dice "hay que tratar de que lo verdadero parezca falso y lo falso parezca verdadero". Y agrega groseramente, perdón, "así los jodemos a todos". Hay una intención irónica, de despiste y de generar una intriga.

— La tesis sobre quiénes lo protegieron y en qué se convirtió después, que es la trama de su libro, ¿es lo que usted cree que pudo haber pasado?

— Sí. Bueno, es un poco el fin de Gelbard, por eso aparece como personaje en el libro. Gelbard es un personaje importante en el libro.

— ¿Gelbard era un hombre de los soviéticos?

— Sí, sí. Pero era más complejo que eso. A mí la organización (Montoneros) me mandó a tomar contacto con Gelbard y yo me hice amigo de él. Fuimos a Moscú en el viaje famoso del 74, y me contó muchas cosas en el avón y yo dije bueno, no hay duda. Pero Juan Carlos Argañaraz, corresponsal de Clarín en Madrid, me dijo "es curioso porque es un tipo pro ruso pero es un patriota". Y sí, su participación en el gobierno peronista es muy clara y muy correcta. Fue leal a su clase. Fue un gran constructor de la burguesía nacional. Por eso sospecho que no murió de muerte natural.


José Ber Gelbard junto a Leonid Brezhnev, jefe de Estado soviético, durante una gira por la URSS (mayo de 1974)

— En el caso de Graiver, esté o no vivo, ¿tiene la convicción de que fue un atentado?

— Ah, eso sí, categóricamente.

— ¿Usted conoció a David Graiver?

— Sí, por supuesto. Entre otras cosas porque Graiver fue avalista de Timerman, en La Opinión y yo estuve entre los primeros secretarios de redacción del diario. Jacobo me lo presentó personalmente. Después lo vi varias otras veces. (…) Lo hago quedar bien en mi libro.

— ¿Cómo era?

— Un tipo muy audaz y con datos también oscuros, obviamente. No se llega a hacer 300 millones de dólares bajo la luz de un poderoso reflector… Y siendo tan joven.

martes, 5 de diciembre de 2017

Nazismo: El amor por el café descafeinado

Por qué el Partido Nazi amaba el café descafeinado

El Tercer Reich impulsó las bebidas descafeinadas como política oficial del estado.

Por Matthew Sedacca | Atlas Obscura


Miembros del partido nazi en Noruega, 1942. durante una visita del Reichskommissar Josef Terboven. 

LA VERSIÓN MODERNA DE SU café de la mañana apareció por primera vez en el siglo XV, y reemplazó las soluciones de cafeína que iban desde té de café en grano débil hasta granos de café mezclados con grasa animal. Durante siglos, sin embargo, las personas que querían evitar el nerviosismo de la cafeína se volvieron amargas, parecidas al café, a partir de sustitutos como la achicoria. No fue sino hasta 1905, en Bremen, Alemania, que Ludwig Roselius, un antiguo aprendiz de tostador de café, descubrió un método para producir una versión de auténtico sabor y sin cafeína.

El legado de Roselius perdura en la forma de camareros que llevan café en una mano y descafeinado en la otra. Su invento ocupa un lugar extraño en el paisaje culinario: rara vez amado, a veces soportado y despreciado a menudo por los puristas del café. Pero en sus primeros años, decaf encontró una audiencia particularmente apreciativa y solidaria: el Tercer Reich. Cuando el Partido Nazi asumió el poder, sus líderes recomendaron el descafeinado como una forma de evitar la cafeína, un veneno en sus ojos. Más que una campaña de salud, descafeinado era parte de una política estatal destinada a preservar una población aria saludable.

Ludwig Roselius.

Al igual que muchos inventos, la historia del café descafeinado está un poco embarrada. Según el libro 100 Years of Kaffee HAG, Roselius atribuyó la muerte de su padre en 1902 a beber demasiado café, por lo que inventó descafeinado para salvar a otros adictos. (No es una idea completamente ridícula, su padre trabajó en la industria del café). Pero la descafeción pudo haber sido un descubrimiento accidental: otros relatos describen a Roselius recibiendo un cargamento de frijoles que llegó a un recipiente inundado con agua de mar. En lugar de arrojar el suministro de sal, Roselius y sus colegas descubrieron nuevas bases: después de elaborar, analizar y probar los granos, descubrieron que el sabor del café no se veía afectado, excepto por un tinte salado. El agua de mar también había eliminado la cafeína de alguna manera.

De cualquier forma, Roselius y sus colegas patentaron su proceso de descafeinado en Alemania en 1905. Al año siguiente, Roselius fundó la compañía Kaffee Handels-Aktiengesellschaft, más conocida como Kaffee HAG, que comercializaba descafeinado como un bien de lujo en Alemania. Pronto lo vendería en toda Europa con el nombre de Sanka, o "sans caféine", y, después de la Primera Guerra Mundial, en los Estados Unidos.

Durante las décadas de 1920 y 1930, Roselius adaptó su mercadotecnia a las locuras de la salud y el estado físico de la República de Weimar. "El exquisito café en grano, Kaffee HAG, protege el corazón y los nervios", dice un anuncio, que representa a un hombre esbelto vestido con un jinete. Los avances en la ciencia, la tecnología y la mecanización, junto con el auge del cine, provocaron la locura, así como los movimientos que piden un retorno a las prácticas de salud premodernas. Corinna Treitel, profesora de historia en la Universidad de Washington en St. Louis, dice que los ciudadanos que se suscribieron a movimientos de salud como Lebensreform ("Life Reform"), que incluía ardientes nacionalistas, deseaban más "natural" y "de vuelta". -naturaleza "estilos de vida.


Un anuncio de Kaffee Hag, c. Década de 1920 

Además de defender el nudismo y la agricultura orgánica, Treitel dice que los practicantes de Life Reform siguieron dietas premodernas que despreciaban los estimulantes, que incluían azúcar refinado, alcohol de alta graduación, tabaco, carne y cafeína. Esta filosofía influyó en la política de salud pública del régimen nazi. "En la década de 1930, todo esto es parte de un movimiento de salud nazi, que se convirtió básicamente en parte de la política oficial", dice Uwe Spiekermann, un historiador en Georg-August-Universität Göttingen. "Entonces [los investigadores de salud nazis] como Hans Schreiber, Leonardo Conti, fueron los patrocinadores de estas cruzadas contra el alcohol, contra el tabaco, contra el café".

Bajo el Partido Nazi, el atractivo del descafeinado (una forma de evitar los estimulantes) se convirtió en una política de estado destinada a salvaguardar a la idólatra raza aria. Geoffrey Cocks, autor de El estado de salud: enfermedad en la Alemania nazi, dice que los nazis "creían sinceramente que era su deber y su responsabilidad no solo proteger la salud de los alemanes, sino la salud de todo el pueblo alemán como biológico, entidad racial. "Esto, por supuesto, excluyó a los judíos y otros no arios, así como a los homosexuales y los enfermos.


Tenis de mesa organizado por Nazi Kraft durch Freude, KdF, una organización para promover el ocio. 

Del mismo modo, el Partido tomó medidas para advertir a la población aria de los peligros de la cafeína. Un manual de la Juventud Hitler de 1941, escribe el historiador de ciencia de Stanford Robert Proctor, afirma que "para los jóvenes al menos, la cafeína era un veneno 'en todas sus formas y en todas las fuerzas'". A fines de la década de 1930, agrega, el café descafeinado "Ampliamente disponible, y estrictamente regulado".

Dicho esto, es dudoso que el nazismo haya tenido una influencia decisiva en el éxito del café descafeinado. Spiekermann señala que muchas de las campañas antitabáquicas y de templanza del gobierno fracasaron, y el principal argumento de venta de descafeinado fue su condición de lujo. En el exterior, la popularidad del café descafeinado, así como de Sanka, que General Foods compró en los Estados Unidos en 1932, se disparó después de la guerra.


Una postal del Reichsaustellung Schaffendes Volk, 1937.

Además, no está claro si Kaffee HAG apoyó la línea del partido nazi. El historiador Gideon Reuveni escribe en su libro Consumer Culture and the Making of Modern Jewish Identity que Kaffee HAG publicitó su café descafeinado como Kosher, y Roselius declaró en 1932 que: "Cualquiera que beba Kaffee HAG es querido e importante para nosotros. Qué afiliación política o credo él es, para nosotros es completamente irrelevante ".

Pero en su libro Creating a Nazi Marketplace, S. Jonathan Wiesen, profesor de historia en Southern Illinois University, mapea la relación simbiótica entre Kaffee HAG y el régimen nazi. Citando una serie de artículos publicados por el HAG, un periódico interno de la compañía, Wiesen escribe que en el Reichsausstellung Schaffendes Volk de 1937, un festival que celebró los logros del pueblo nazi, más de una docena de cantinas sirvieron café descafeinado. Kaffee HAG también sirvió Kaba, su producto de bebida de chocolate, a 42,000 miembros de la Juventud Hitleriana en el Rally de Nuremberg en 1936. El mismo Roselius apoyó a Hitler.


Dos latas antiguas de Kaffee Hag en el Museo Bröhan, Berlín. 

"Esta fusión de ganancias y el bienestar público era común antes y después de 1933", escribe Wiesen. "Pero la atención de Roselius y HAG a la salud, la belleza visual, la persuasión masiva y la filosofía nórdica combinada con las apelaciones al bien público, resonó especialmente fuerte en un estado dedicado a la pureza económica y, sobre todo, racial".

Hay una ironía en la promoción de los cafés descafeinados por parte de los nazis, porque Hitler y los miembros de su partido estaban casualmente, sin saberlo, envenenándose a sí mismos. El proceso patentado de Roselius dejó trazas de benceno, que es un "hidrocarburo potencialmente tóxico". (El descafeinado de hoy en día se somete a un proceso diferente). Y mientras los nazis consideraban que el zumbido de una taza de joe totalmente cafeinada era ideológicamente verboten, Norman Ohler escribe en Blitzed: las drogas en la Alemania nazi que los nazis alentaron a la gente aria a comer chocolate con "metanfetamina". El estimulante ayudó a aumentar la productividad, pero no lo percibieron como venenoso.

"La recomendación fue comer entre tres y nueve de estos [chocolates]", escribe Ohler, "con la indicación de que, a diferencia de la cafeína, eran perfectamente seguros".

lunes, 4 de diciembre de 2017

Libro: La Antártida dentro de las pretensiones británicas

Parque del Sur


Abriendo un cuarto vacío

The Economist




Antarctica: A Biography. By David Day. Oxford University Press USA; 614 pages; $34.95 and £25. Buy from Amazon.com, Amazon.co.uk
ANTÁRTIDA es el único continente donde nunca ha habido guerra. No se permite ninguna actividad militar allí y la investigación científica es una prioridad. Definidas como todas las plataformas de hielo y tierra al sur de la latitud 60 grados al sur, los 5,5 millones de millas cuadradas (14,2 millones de kilómetros cuadrados) de la masa de tierra más fría, seca, ventosa y remota del mundo están protegidos por el Tratado Antártico, que entró fuerza en junio de 1961 y designó a la tierra como "una reserva natural, dedicada a la paz y la ciencia".

No siempre fue así, escribe David Day, autor, historiador e investigador asociado de la Universidad La Trobe en Melbourne. Sólido como un bloque de hielo antártico en sí mismo, pero no menos legible para él, su último libro se basa en cinco años de investigación meticulosa para contar la historia del esfuerzo humano en la Antártida, el último continente en ser descubierto. Pinta un conmovedor cuadro biográfico de los personajes involucrados, las extenuantes expediciones emprendidas y las rivalidades entre las naciones mientras corrían para cartografiar el continente y reclamar posesión de él.

El Sr. Día comienza con el Capitán James Cook quien, a bordo de la Resolución en 1773, se convirtió en el primer hombre en cruzar el Círculo Polar Antártico. Aunque el mar cubierto de hielo le impidió acercarse lo suficiente como para ver la masa terrestre de la Antártida, las rocas en icebergs demostraron su existencia. Sin embargo, Cook no creía que valiera la pena explorar el área. "Tendré valor para decir que el mundo no se verá beneficiado", afirmó.
Pasaron otros 47 años antes de que finalmente se viera la Antártida. En 1820, el capitán Fabian Gottlieb von Bellingshausen, un oficial naval ruso, navegó su corbeta, el Vostok, a menos de 32 kilómetros del continente antártico. Navegando en la estela de Cook y Bellingshausen hay una gran cantidad de aventureros antárticos, sus personajes y esfuerzos cobran vida gracias a la enérgica escritura del Sr. Day. Entre ellos se encuentran John Davis, el sellador estadounidense cuya tripulación pisó por primera vez el continente; Sir James Clark Ross, quien descubrió la plataforma de hielo que lleva su nombre hoy; Carsten Borchgrevink, quien dirigió la primera expedición para pasar el invierno en la Antártida; y, por supuesto, los tres hombres que siempre estarán asociados con el continente, Robert Falcon Scott, Roald Amundsen y Sir Ernest Shackleton.
Además de describir los grandes logros humanos en la era del descubrimiento antártico, Day explora la rivalidad política moderna en el continente. Él es particularmente bueno en la decisión secreta tomada por Gran Bretaña en 1919 subrepticiamente para reclamar toda la Antártida por su imperio, y también en la decisión poco conocida del presidente Roosevelt de colonizar la Antártida en 1939 para adelantarse a los australianos, japoneses y alemanes. un movimiento que condujo al establecimiento de las 70 estaciones de investigación permanentemente habitadas de la Antártida.

El futuro de la Antártida como reserva natural de ninguna manera está asegurado. Mientras que el tratado diseñado para protegerlo ciertamente ha preservado la paz y ha servido como ejemplo de cooperación entre naciones, la perspectiva de depósitos minerales y de petróleo bajo la capa de hielo de la Antártida está atrayendo la atención de países hambrientos de recursos y grandes empresas. Además, grupos ambientalistas, científicos y turistas hacen sus propias demandas. Como Mr. Day escribe al final de este excelente relato, "Durante siglos, la Antártida desafió el enfoque del hombre. Ahora sus peligros y sus terrores han sido ampliamente conquistados. Solo su futuro permanece desconocido ".

domingo, 3 de diciembre de 2017

SGM: El mito de las Waffen SS

El mito alrededor de la Waffen-SS, los asesinos al servicio de Adolf Hitler que pretendieron eternizarse como una fuerza de elite

Antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial la propaganda nazi elevó a estos impiadosos criminales como héroes. La verdad detrás de la mentira de Himmler y Goebbels



Por Laureano Pérez Izquierdo
Director de Infobae América | laureano@infobae.com
Infobae

Los submarinos alemanes pudieron torcer el curso de la guerra; Adolf Hitler se adelantó a un ataque de Joseph Stalin; el soldado norteamericano no sabía combatir; la Waffen-SS estaba compuesta por soldados de elite. Estos cuatro enunciados y otras 19 fábulas creadas en torno al mayor y más sangriento conflicto bélico del Siglo XX, fueron seleccionados por Jean Lopez y Olivier Wieviorka en su obra Les mythes de la Seconde Guerre Mondiale (Los Mitos de la Segunda Guerra Mundial).

El texto, que contó con la colaboración de reconocidos académicos dedicados a la investigación de esa contienda, trata de forma detallada algunas versiones que se establecieron como verdades absolutas antes, durante y después de aquella guerra. Esos prejuicios, como relatan sus autores en la introducción de la obra, fueron creados por años por la maquinaria siniestra de Joseph Goebbels, eficaz divulgador del régimen nazi.

Desde las oficinas de su Ministerio para la Ilustración Pública y Propaganda, Goebbels alimentaba los mitos que se repetirían sistemáticamente por los medios masivos del Tercer Reich y por la expansiva cartelería pública que inundaba las calles de la Alemania nazi y las ciudades conquistadas. Fue allí que instrumentó un plan para que la población percibiera a Erwin Rommel como un estratega a la altura del mismísimo almirante Horatio Nelson. O hizo lo posible para que la asesina Waffen-SS fuera vista por rivales y propios como una fuerza de elite.


Los soldados formados bajo la Waffen SS no fueron ni más valientes ni más bravos que sus pares de la tradicional fuerza regular militar alemana. Sólo los distinguía su emparentamiento ideológico con el nazismo

El capítulo dedicado en Les Mythes… a estos supuestos "combatientes de vanguardia" fue abordado por el historiador Jean-Luc Leleu y enumera y describe con detalle quirúrgico las mentiras que se tejieron para que estos oficiales fueran vistos como miembros de una brigada militar perfecta.

De acuerdo a Leleu, la idea de que "el fanatismo llevó a los soldados SS a despreciar el peligro en los campos de batalla" fue instalada en el pueblo alemán a partir de finalizado el primer invierno en la guerra del este, el bautismo de fuego de esa temible -y presumiblemente eficaz- fuerza. "Para definir el elitismo militar hay que hablar de la capacidad de un cuerpo de tropas para cumplir su misión con rapidez y eficacia, es decir, con el mínimo de pérdidas", indica el autor, algo lejano a la realidad vivida por los agentes de la Waffen-SS.

La Orden Negra -como internamente se llamaba a sí la SS- rendía culto al elitismo racial. Los candidatos para formar parte de este escuadrón asesino ideologizado eran seleccionados "según criterios médicos de altura, de apariencia física y de ascendencia". Este crédito que esgrimían con orgullo sus miembros les garantizaba ante el pueblo alemán un ficticio plus de gallardía, completando los parámetros de pureza que pretendía el régimen nazi. Si se formaba parte de la SS era porque se contaba con credenciales raciales inmaculadas. Se era superior por azar del ADN, según la premisa.


La propaganda y el lobby interno de Himmler hicieron que Adolf Hitler sintiera debilidad por las tropas de la Waffen SS, unos asesinos ideologizados al servicio del Tercer Reich

Pureza racial, pureza ideológica. La Waffen SS fue una fuerza político-militar que respondía directamente a los altos mandos del Partido Nacionalsocialista. Decían configurar una elite de pureza aria

"El autoproclamado elitismo de la SS se basaba, además, en su certeza de encarnar la ideología nacionalsocialista más pura y de ser entonces el órgano ejecutivo más confiable al servicio del régimen y de su jefe, Adolf Hitler", explica Leleu.

Pero además, las virtudes que hacen de un soldado un buen soldado no fueron cumplidas por aquellos que poseían la doble S en forma de rayo en sus uniformes. Con una instrucción militar deficiente, muchos de los primeros suboficiales contaban con una formación inferior -en tiempo y en calidad- a la que podía encontrar un conscripto del Heer, el ejército de la Wehrmacht, la tradicional Fuerzas Armadas alemanas.

Mientras que los candidatos SS recibían una instrucción que se extendía entre 10 y dieciséis meses -en los primeros años de su creación a mediados de los años 30-, las fuerzas terrestres clásicas contaban con una formación de veinticuatro, con más equipamiento, mayores herramientas y oficiales más experimentados. Pero claro: la tentación de pertenecer a un cuerpo de elite -racial, al menos- que respondiera apasionadamente a las órdenes de Hitler era irresistible.

Una vez en el terreno de combate y a pesar de su escaso "valor profesional", "las derrotas puntuales no lograron disminuir la voluntad de esas tropas de pertenecer a la elite. Las represalias contra los civiles y los militares capturados los ayudaron a borrar los fracasos", narra el autor. Es así como recuerda la cruda ejecución de un centenar de prisioneros de guerra británicos en Wormhout en mayo de 1940, lo que dejó en claro la bajeza y falta de disciplina militar que presentaban en la arena.


El temible Heinrich Himmler en un campo de prisioneros de guerra (Getty Images)

Su temeridad fue disfrazada de valentía por el responsable propagandístico. Es que los números fueron contundentes durante sus campañas. A los cinco meses de iniciada la Operación Barbarroja, el 9% de los efectivos de campaña de la Waffen-SS había muerto. "Una tasa de mortalidad dos veces superior a la del ejército de tierra, aunque no hicieron ninguna autocrítica ante esta sangría", expresó Leleu. Lo que sí enfrentaron fue un cambio en la formación de las tropas, a cargo de un ser tan demoníaco como fanático: Theodor Eicke, ex comandante de las formaciones de guardias de los campos de concentración. Este militar de alto rango dentro de la SS consiguió mejorar la capacidad de sus hombres.

"Los soldados SS carecían de una instrucción exhaustiva en aspectos fundamentales del combate de infantería: lucha en la selva o de noche, capacidad de camuflarse y atrincherarse rápidamente, mantenimiento de una estricta disciplina de fuego", dice el académico. Fue por eso que los altos mandos -ante la evidencia de la falta de profesionalismo militar y eficacia de sus tropas- pasaron por encima de las cadenas de mando para adquirir mayor cantidad de unidades blindadas que balancearan su déficit sobre el terreno.

Sin embargo, el aprendizaje en el manejo masivo de tanques no fue sencillo y en su debut debieron sabotear una treintena de Panzer para que no cayeran impolutos en manos de los soviéticos. Fue durante la Segunda Batalla de Járkov, cuando los rusos recuperaron la ciudad de manos alemanas, aunque finalmente terminarían perdiéndola en una tercerae contienda.

A la falta de solvencia de sus soldados auf dem Boden, la Waffen-SS sumaba ahora un eslabón más en su deficiente aprendizaje y formación: su impericia táctica para desplegar sus temibles tanques, un armamento blindado envidiado -y admirado- por propios y enemigos. El curso de conocimiento demandó varios años a esa fuerza político-militar. La Segunda Guerra Mundial no estaba ni cerca de definirse y la Alemania nazi se presentaba en su infame esplendor.

Pero la utilización de pequeños momentos de esa tropa ideológica fue aprovechada por Himmler al extremo. Cualquier suceso, por insignificante que fuera, era presentado por el genocida como una muestra de la gallardía de sus integrantes. De inmediato hacía llegar la supuesta "hazaña" hasta oídos de Hitler, lo que daba mayor crédito a la "tropa del Partido". Esto le permitía al militar a solicitar al dictador mayores recursos para sus hombres. Fue así que tras el fracaso de la Operación Barbarroja en 1941, Hitler empezó a considerar a la Waffen-SS como "el ejemplo de la futura Wehrmacht nacionalsocialista". Himmler, uno de los principales respnsables del Holocausto, estaba radiante. Y lleno de poder.

Para alimentar el mito en la población alemana, la SS apeló a un grafista conocido de entonces: Ottomar Anton, "cuyos afiches de cuidada estética le ofrecieron a la Waffen-SS una imagen extremadamente atractiva, destinada a despertar vocaciones entre los jóvenes". Era la forma de reclutar a los más jóvenes que tenía esa fuerza de choque. Prometía formar parte de la guardia del Führer.


El libro de Jean Lopez y Olivier Wieviorka, “Los Mitos de la Segunda Guerra Mundial”

Pero la propaganda no se quedó sólo en los afiches. Himmler creó una compañía compuesta por corresponsales de guerra que acompañaban a los soldados en sus operaciones y desde donde se emitían miles de boletines con información sobre sus "hazañas" que eran repetidos y multiplicados en todos los medios y agencias. Además, los cines proyectaban entre dos y tres noticias sobre  los uniformados de elite en sus emisiones semanales. Era la manera que tenía la SS de sobresalir por encima de las Fuerzas Armadas de Alemania. Ese sistema de difusión se mantuvo, de acuerdo con Leleu, hasta el final de la guerra.

Los propagandistas no dejaron detalle librado al azar. Mientras que la Wehrmacht era mostrada por las cámaras de cine siempre de la misma manera (marchando ordenadamente), la Waffen-SS había implementado un innovador método de promoción: se las filmaba en acción, en medio de llamas y con sus uniformes distintivos. La fascinación del público era total. El mito se expandía. Eran la elite.

Pero esa creencia errónea sobre los soldados alemanes no regulares fue perdiendo fuerza demasiado tarde. Fue durante los interrogatorios hechos por los Aliados en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial cuando salieron a la luz las diferencias con la infantería ordinaria del ejército. "Dos meses antes del final de la guerra, los servicios de inteligencia norteamericanos empezaron a revisar su posición con respecto a la Waffen-SS y se produjo una verdadera toma de distancia del mito", agrega Leleu. Y concluye: "Sin embargo, esta confirmación se produjo en forma demasiado tardía. El mito estaba sólidamente instalado".

sábado, 2 de diciembre de 2017

SGM: Recordando la operación Torch

Recordando Operation Torch en su 75 aniversario


La invasión del norte de África francés ayudó a dar forma a la política de América del Medio Oriente. Pero está en gran parte olvidado

The Economist




En la mañana del 8 de noviembre, una pequeña multitud -un veterano de la Segunda Guerra Mundial con bastón, un grupo de agregados militares de países aliados y algunos turistas curiosos- se reunieron en el imponente memorial de la Segunda Guerra Mundial en el National Mall en Washington, DC para la conmemoración del 75 aniversario de la Operación Antorcha, la invasión de África del Norte. Largo tiempo subestimado por su papel en la guerra, esta victoria y las decisiones que siguieron también sentaron las bases de la política de posguerra de Estados Unidos en el Medio Oriente.

Torch fue la primera operación ofensiva de Estados Unidos en el teatro europeo y, hasta que fue superada por el ataque de Normandía 19 meses después, la invasión anfibia más grande y compleja de la historia. Más de 850 barcos zarparon de puertos estadounidenses e ingleses hasta 4.500 millas a través de las peligrosas aguas del Atlántico, repletas de submarinos. Pusieron en tierra cerca de 110,000 tropas estadounidenses y británicas en tres zonas de aterrizaje repartidas en más de 900 millas de costa africana, desde el sur de Casablanca hasta el este de Argel.

Una gran apuesta, política y militar, Torch abrió un segundo frente pivote para aliviar la presión del empuje de Adolf Hitler en la Unión Soviética y allanó el camino para que los aliados saltaran de África a Italia y avanzaran "en la parte más vulnerable de Europa" y a Berlín. Más cerca de casa, Torch dio a los estadounidenses una pequeña muestra de lo que los británicos sabían amargamente bien: la guerra significaba matar y morir.

 "Torch no recibe la aclamación que merece", dice Josiah Bartlett III, presidente del Memorial de Amigos de la Segunda Guerra Mundial. La pequeña y breve ceremonia conmemorativa de la Antorcha de esta semana fue el primer recuerdo de Washington de este crítico punto de inflexión en la guerra.

¿Por qué? Una pista vino durante el evento en sí. El maestro de ceremonias invitó a los representantes uniformados de las naciones aliadas, uno por uno, a unirse en la colocación de una ofrenda floral en memoria de los 1.100 muertos en los puertos y playas de Marruecos y Argelia controlados por Francia. Nadie parecía notar la rareza de tener un oficial francés de pie junto a los oficiales de otras naciones aliadas, en algún lugar entre el canadiense y el británico.


En un monumento a casi cualquier otra batalla de la guerra, hubiera tenido sentido; antes de junio de 1940 y después de noviembre de 1942, Francia era un país aliado y los franceses dieron sus vidas, con gran heroísmo, del mismo lado de la línea que británicos, estadounidenses y otros. Pero Torch fue la batalla más importante en la que los franceses -excepto los combatientes de la resistencia pro gaullistas- estaban en el lado opuesto. ¿Quién mató a esos 1.100 si no eran marineros y soldados cuyos oficiales prometieron lealtad al mariscal Pétain y al "Estado francés" con base en Vichy?

En contraste con la historia en blanco y negro habitual de la guerra, la complejidad de Estados Unidos luchando contra sus aliados franceses una vez y futuros, cuyas tropas sirvieron bajo la bandera de lo que era técnicamente un país neutral, deja a Torch pintada en tonos grises. Con el tiempo, parece que explicar esta grisura simplemente se volvió demasiado complicado. El resultado fue o bien deslizar a los franceses hacia la columna aliada un poco prematuramente o dejar de lado Antorcha por completo.

El papel de Operation Torch en la configuración de los contornos de la política de América del Medio Oriente tampoco ha sido reconocido. Aunque el primer despliegue armado de Estados Unidos en tierras árabes desde las guerras de Berbería de principios del siglo XIX no dejó bases a largo plazo u otra infraestructura militar, sí dejó residuos políticos, al menos en dos aspectos.

En primer lugar, Franklin Roosevelt puede haber prestado su nombre a una declaración que califica la invasión de África del Norte como "una gran yihad por la libertad", pero finalmente Washington fue más frío en priorizar la estabilidad que la libertad. Su controvertida decisión posterior a la Antorcha de llegar a un acuerdo en Argel con Jean-Francois Darlan, un almirante de Vichy, en lugar de reemplazar a los colaboradores con oficiales franceses alternativos, puede ser vista como la salva de una estrategia instrumentalista hacia la región que ha mantenido por décadas. Este ha sido un enfoque, quizás sabio, quizás no, que valora la estabilidad de los hombres fuertes sobre el desarrollo político, económico y social de la región.

Y segundo, Torch llevó a América cara a cara por primera vez con los horrores del Holocausto. La situación en el norte de África, gobernada por Vichy, estaba lejos de los horrores de Europa. Pero a las pocas horas de que las tropas aliadas llegaran a tierra, los generales y diplomáticos estadounidenses tuvieron que decidir qué hacer con los cientos de partisanos judíos que arriesgaron sus vidas para ayudar a la invasión; miles de judíos en los campos de concentración de Vichy; y decenas de miles de judíos se convirtieron en apátridas por la imposición de las leyes de Vichy. Esos líderes incluían hombres que desempeñarían papeles clave en las próximas décadas, incluidos Dwight Eisenhower y Robert Murphy.

Tomando prestada una página de los vichyitas, la respuesta innoble de los Estados Unidos fue hacer vergonzosamente poco en nombre de los judíos, supuestamente por temor a ofender a los árabes locales, un temor que, en una inspección más cercana, tenía poco fundamento de hecho. Esta actitud de suma cero hacia los árabes y los judíos solo magnificó los problemas que más tarde enfrentarían estos países y los formuladores de políticas estadounidenses, cuando el sionismo surgió como una espina política en la era de posguerra.

Sin embargo, a pesar de estos errores y descuidos, el recuerdo del 8 de noviembre -uno de los decenas del Memorial de la Segunda Guerra Mundial está planificando en el largo plazo hasta el 75 aniversario del VJ Day en agosto de 2020- fue un momento conmovedor. Cuando el clarín del ejército tocó las inquietantes notas de "Taps" desde un balcón sobre la escasa multitud, casi parecía compensar los años cuando pocos recordaban a los soldados, marineros y aviadores que perecieron en las costas del norte de África para allanar el camino para el Larga marcha hacia la victoria.