viernes, 29 de mayo de 2020

PGM: Campbell, el prisionero que fue liberado para ver a su madre y volver a prisión luego

Un ejemplo extremo de honor y humanidad durante la Primera Guerra Mundial 

Javier Sanz || Historias de la Historia

El piloto alemán de combate Gustav Rödel, que sirvió durante la Segunda Guerra Mundial en la Luftwaffe, repetía una y otra vez a sus subordinados:

Para sobrevivir moralmente a una guerra se debe combatir con honor y humanidad; de no ser así, no seréis capaces de vivir con vosotros mismos el resto de vuestros días.

Y ambos requisitos, honor y humanidad, se dieron en esta historia de la Primera Guerra Mundial.



Robert Campbell-Guillermo II

Pocas semanas después del comienzo de la Primera Guerra Mundial, el capitán del ejército británico Robert Campbell se encontraba al mando del Primer Regimiento East Surrey en una posición cercana al Canal de Mons-Condé, en el noroeste de Francia, cuando sus tropas fueron atacadas por el ejército alemán. Durante el combate, el joven capitán de 29 años fue gravemente herido y capturado, siendo trasladado a un hospital militar, donde fue tratado de sus heridas antes de ser enviado al campo de prisioneros de guerra de Magdeburg, en Alemania. Después de dos años internamiento, Campbell recibió una carta con una terrible noticia: su madre, Louise, padecía cáncer y le quedaba poco tiempo de vida. En un intento desesperado de poder ver a su madre moribunda una última vez, escribió una carta al mismísimo Káiser Guillermo II explicándole la situación y rogándole que, por motivos humanitarios, le permitiera visitar a su madre y despedirse de ella. Y aunque lo normal es que aquella carta no hubiese llegado a su destino o que no hubiese obtenido respuesta, el Káiser contestó… y contestó afirmativamente. Le permitiría regresar a su casa en Gravesend, en el condado de Kent, para visitar a su madre con una condición…
Campbell debería dar su palabra de caballero y de oficial del Ejército Británico de que, finalizada la visita, volvería al campo de prisioneros.

Robert Campbell dio su palabra de honor al Káiser. Con la mediación de la Embajada de los Estados Unidos -recordemos que permanecería neutral hasta el 6 de abril de 1917-, el 7 de noviembre de 1916 llegaba a Inglaterra para estar con su madre y despedirse de ella. Terminado el tiempo acordado, una semana, regresó al campo de prisioneros de Magdeburg, cumpliendo con su palabra de caballero. Su madre Louise falleció en febrero de 1917… justo cuando Robert y otros prisioneros estaban terminando el túnel por el que, poco más tarde, lograron escapar, aunque fueron capturados cerca de la frontera de los Países Bajos y enviados de vuelta al campo. Allí permaneció hasta que terminó la guerra en 1918.

La humanidad de Guillermo II y el honor de Robert Campbell dieron lugar a esta historia, tan extraordinaria como atípica… ayer y hoy.

jueves, 28 de mayo de 2020

Argentina: El clan Anchorena

Los Anchorena

Revisionistas




Escudo de armas de la familia Anchorena

Un trabajo titulado Linaje Ortiz de Rozas, de Manuel Alfredo Soaje Pinto, publicado en Genealogía, la revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas (1979), no consigna el parentesco entre aquél linaje y los Anchorena. Se repite hasta el cansancio la versión de que Tomás Manuel de Anchorena era primo de Juan Manuel de Rosas, si bien, volvemos a repetir, todavía no hemos podido verificar en árbol genealógico alguno esa unión familiar.

El marxista Juan José Sebreli –devenido, en su época, en ocasional columnista televisivo del liberal Mariano Grondona-, explica en De Buenos Aires y su gente (1982) lo siguiente: “El carácter mítico de esta familia (Anchorena) hace que se tejan diversas leyendas a su alrededor, y se la vincule frecuentemente con otros mitos. No podía faltar por supuesto el mito del “origen judío”. He oído la versión fantástica de que los tres hermanos Anchorena –Juan José, Tomás y Nicolás-, eran hijos de comerciantes portugueses judíos, y que habían sido salvados de un naufragio donde murieron los verdaderos padres, siendo recogidos en Buenos Aires por Juan Esteban Anchorena, quien los habría adoptado y dado el apellido (…).

“La leyenda de los Anchorena judíos es recogida en nuestros días por José María Rosa y Manuel Antón, quienes en el proyecto del filme sobre Juan Manuel de Rosas pensaron en el periodista judío Jacobo Timerman para interpretar a Tomás Manuel de Anchorena.

“El carácter imaginario del judaísmo de los Anchorena –sigue diciendo Sebreli- no excluye, por otra parte, la posibilidad de un auténtico origen sefardita, ya que como ha sido demostrado por numerosos historiadores, la mayoría de las familias tradicionales argentinas tienen ese origen, que desconocen o tratan de ocultar
”.

Estos conceptos resultan interesantes, a pesar de que el autor (Sebreli), quien publicó la obra por primera vez en 1964, era un activísimo militante marxista que seguía a Jean-Paul Sastre y al masón Ezequiel Martínez Estrada. Al referirse a la familia Anchorena, lo hace desde una posición que busca, indudablemente, la lucha de clases y, de paso, vituperar las figuras de Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón.

Tomás Manuel de Anchorena surge en nuestra historia como el más conocido de los de su estirpe, en primer término porque fue uno de los que apoyó la Revolución de Mayo de 1810, y porque además puso su firma en la Declaración de nuestra independencia en julio de 1816. Fue un fiel servidor durante la Santa Federación desempeñándose como Ministro de Relaciones Exteriores en el primer gobierno de Rosas (1829-1832). Murió en pleno segundo gobierno de Rosas, en el año 1847.

Sobre su origen supuestamente sefardí (judío), no hay constancias. El escritor Eduardo Fernández Olguin, autor de Un precursor de Mayo. El doctor Tomás Manuel de Anchorena, sugiere que éste tuvo por padre a “don Juan Esteban de Anchorena, acaudalado comerciante natural de la Navarra, en la península española, y doña Ramona López de Anaya, oriunda de Buenos Aires”. Nada nos dice sobre la adopción que habría tenido Tomás Manuel de parte de Juan Esteban Anchorena, como afirma Juan José Sebreli.

El hermano de Tomás, Nicolás Anchorena, tuvo una actitud muy ruin, pues una vez caído Juan Manuel de Rosas en 1852, no dudó en mostrarse como partidario del general Justo José de Urquiza, olvidando su apoyo dado al Restaurador. No será el único que traicionaría a Rosas: varios oficiales de sus ejércitos se afiliarían, tras la batalla de Caseros, a la Masonería.

El anonimato de los Anchorena

Hay que rescatar algo que sigue insinuando Juan José Sebreli respecto de los Anchorena, y es su anonimato…aunque siempre estén detrás de las máximas decisiones políticas y económicas. Dice así:

“El gran ruido que en el folklore cotidiano han hecho siempre los Anchorena, contrasta con el discreto silencio con que pasan por la historia oficial. Silencio que contrasta aún más si tenemos en cuenta que, en una burguesía como la nuestra, sin títulos nobiliarios, la necesidad de rescatar un pasado prestigioso, y a veces también de justificar una pensión estatal, lleva a la transfiguración de algún ascendiente más o menos destacado en “prócer de la patria”, a través de biografías apologéticas encargadas a algún escriba a sueldo. Los antiguos ricos se transforman en medallas. Es así como desde Bartolomé Mitre, el género biográfico fue la gran moda de la historiografía argentina (…).

“El interés de los Anchorena por pasar inadvertidos, por ocultar las huellas de un pasado no siempre reivindicable, los ha llevado, por ejemplo, a presionar sobre Pradere para que guillotinara de su Iconografía de Rosas las hojas con caricaturas de Tomás de Anchorena. Quedan de la versión original solamente una docena de ejemplares que escaparon a la autocensura, y que constituyen una verdadera rareza de bibliófilo”,

Sigue explicando Sebreli acerca de esta actitud típica de las familias patricias que desde siempre se han mantenido en las sombras:

“Los Anchorena nunca han gastado dinero en pagar libros que recuerden a sus antecesores. (…) A los Anchorena no les interesa la publicidad, no les conviene que se recuerde el origen poco prestigioso de su dinero, y tampoco les interesa que las demás clases los vean como los verdaderos responsables del poder político y social del país. Siempre han ejercido un poder oculto e ilimitado, como el de la electricidad subterránea, y su propia invisibilidad es la base de su fuerza, ya que les permite pasar inadvertidos ante la opinión pública quien distraídamente ejerce su crítica en otros poderes o en otros personajes más aparentes y superficiales”.

Este ocultamiento de sus arcas familiares pudo haber sido el motivo por el cual los Anchorena, salvo Tomás Manuel, no hayan querido ostentar cargos públicos. Nicolás Anchorena renunció varias veces para ejercer como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo. Los descendientes de los Anchorena más renombrados, prefirieron abocarse a sus actividades comerciales o de haciendas, desechando las posibilidades de figurar como gobernadores, secretarios, ministros o diputados, es decir, en cargos de importancia. Tal vez, una excepción a la regla la brinda Manuel de Anchorena, embajador de Juan Perón en 1973-1974, o sino el mismo Tomás Anchorena que fue funcionario en el viejo Consulado virreinal.

Continuando con este aspecto, Sebreli agrega que “la documentación existente sobre los Anchorena en el Archivo General de la Nación o está escrita en clave o es de lo más anodina e inofensiva; la documentación que verdaderamente importa permanece, sin duda, oculta en archivos secretos, en gavetas familiares, en viejos arcones, y la mayor parte ha sido destruida”.

Miserias de algunos Anchorena

Un testimonio interesante surge de una conferencia que dio el 4 de agosto de 1932 Josefina Molina y Anchorena, hablando en contra de la ley de divorcio que se discutía por entonces en el Congreso de la Nación. Decía esta mujer Anchorena: “La prolongación material de la estirpe supone la existencia de algo que le sirve para mantenerse, para no perecer de hambre: necesita una posibilidad económica, y ésta, dado el carácter de la familia –institución que se prolonga, que no muere- ha de tener también carácter estable. De ahí que la misma noción de familia esté íntimamente vinculada a la noción de propiedad raíz y a la de herencia”. Como vemos, a mayor sostén material y económico, mayor será el beneficio y el prestigio de la institución familiar, sin importar cómo o de qué manera se acrecienta dicho materialismo.

El diario de humor político “El Mosquito” sacó un número en 1867 en el que aparecía retratado un Anchorena con toda su fama de derrochador y multimillonario. Este Anchorena proponía empedrar las calles de Buenos Aires con sus onzas de oro, en lugar de bloques de adoquines. Este ejemplo es gracioso pero denota una realidad que se propaga en los ámbitos populares.

No fue gracioso, en cambio, lo que ocurrió con un ‘dandy’ llamado Fabián Tomás Gómez y Anchorena (1850-1918), el cual jugó toda su fortuna personal para morir pobremente en Santiago del Estero. El escritor revisionista Carlos Ibarguren, escribió sobre sus comilonas y derroches en Europa:

“(…) el opulento manirroto argentino dilapidaba millones en París, entregado al goce de la vida. En su casa de Faubourg Saint Honoré, puesta con magnificencia –que fuera de la Condesa de Montijo, madre de la proscripta Emperatriz Eugenia y de Paca Duquesa de Alba-; en su palco de la Ópera, en los restaurantes lujosos, casinos, hipódromos, teatros y cabarets de moda; en los corsos del “Bois de Boulogne” y en espléndido yate “Enriqueta”, fondeado en el Sena: el dadivoso “rastacuer” sudamericano, veíase a la cabeza de un enjambre elegante de aprovechados adulones y de hetairas de alto precio”.

En 1880, Fabián Gómez y Anchorena se encontraba en Madrid, España, cortejando a “una dama de rancio linaje: María Luisa Fernández de Henestrosa y Pérez de Barradas”, hija de marqueses ibéricos. Para esa misma fecha, Gómez y Anchorena se había hecho tanta fama de dispendioso que cada vez que salía del lujoso palacio que tenía en Madrid, los mendigos lo acosaban cuando salía del mismo. “Recurrió entonces –dice Sebreli- a la treta de vestir a un mucamo con su ropa. Las aglomeraciones de mendigos alrededor del mucamo disfrazado de Anchorena eran tan grandes que una mañana apareció en la calle su cadáver destrozado”.

Otra “proeza” de Fabián Tomás Gómez y Anchorena fue que institucionalizó la limosna, “instalando una oficina donde cada semana los mendigos iban a cobrar un jornal”. Patético.

Aarón de Anchorena, primo de Fabián Tomás Gómez y Anchorena, se ganó una despreciable fama en los banquetes que celebraba en los hoteles más refinados de Europa. Cada vez que terminaba alguno de ellos, tiraba una vajilla de plata a un perro para que la destrozara con sus dientes y fuerza.

Sin reparar en la pobreza de las clases populares de Argentina, los Anchorena se hicieron odiar tremendamente. “Se cuenta de un Anchorena que cuando un pobre le pedía una limosna, le recomendaba comer pasto. Cuando murió, los pobres arrojaron fardos de pasto al paso de su cortejo fúnebre”, apunta Sebreli.

Desarreglos en la Isla Victoria

Aarón Félix Martín de Anchorena Castellanos, nacido en 1877 y fallecido en 1965, era hijo de Nicolás Anchorena. Perteneciente a la aristocracia porteña, fue aviador, estanciero y practicó una vida donde ser ‘dandy’ era la regla.

Lo vemos en 1902 llegando a la inhóspita isla Victoria, en las aguas del lago Nahuel Huapi, Provincia de Neuquén, donde sus ínfulas de superado le permitieron hacer perdurables desarreglos al hábitat de la zona. En sociedad con Pedro Luro, personalidad fundadora de la actual Mar del Plata, introdujo especies animales y vegetales que dañaron notablemente el ecosistema.



Puerto Anchorena en la Isla Victoria, Pcia. del Neuquén, Argentina

De los primeros, el paisaje de la isla Victoria fue obligado a convivir con jabalíes, ciervos colorados y dama-dama, especies que se reproducen con suma rapidez, lo que va de suyo la alteración del hábitat y el que sean considerados desde inicios del siglo XX bajo el mote o clasificación de plagas. Debe contemplarse, además, que los ciervos saben nadar, por lo tanto no solamente se vio afectado el ecosistema de la isla Victoria sino también el de sus alrededores. Tan gravísimo error, el cual más de cien años después sigue dando qué hablar, se parece al acontecido en el año 1888 en Carcarañá, Provincia de Santa Fe, donde fueron soltadas por primera vez las liebres, que, a partir de entonces, se reprodujeron a gusto.

En el mundo vegetal, la introducción del pino también acusó terribles consecuencias, pues dicha especie es invasiva y no deja reproducir a la flora restante debido a la acidez con que nutre los suelos (baja del ph). Sumado a lo dicho, tenemos el agravante de que las semillas de los pinares se desparramaron con facilidad hacia otros lugares por los fuertes vientos. Incurrimos, entonces, en el nombramiento de otra “hazaña” de la sociedad Anchorena-Luro. Al cabo de varios años, en 1924 más precisamente, el Estado tomó conocimiento de las lamentables condiciones en que se hallaban unas 32 hectáreas de la isla Victoria, situación que motivó la creación de un gran vivero para regenerar la flora perdida por la pésima iniciativa de Aarón Anchorena tiempo atrás.

Este vivero fue concebido por el Ministro de Agricultura de la Nación, Tomás Le Breton (1868-1959), teniendo por ayudante al perito Pablo Gross. El establecimiento recibió el nombre oficial de Antiguo Vivero, dentro del cual se plantaron unas 500 especies –entre autóctonas y foráneas-, y que perduraría hasta el año 1964, aunque la intención de efectuar una vuelta a la flora original ha seguido en pie.

Con tal de combatir los pinos plantados por Anchorena y Luro, se procedió a la plantación de las siguientes especies: picea de Serbia, ciprés de Monterrey, abeto griego, cedro africano, pino del Himalaya, sorbus (de origen europeo) y sugi (japonés), entre otras. En cuanto a las especies autóctonas, se plantó maitén, pañil, sequoias, arrayanes, etc. Actualmente, estos últimos ejemplares una vez que crecen son llevados a un sector de guarda para resguardarlos de la depredación de los ciervos.

¡Cuántas historias se habrán ocultado de la familia oligárquica Anchorena! Todavía resta un gran trabajo revisionista por delante, aunque la documentación más sensible de los Anchorena puede que esté guardado en rincones inaccesibles y hasta peligrosos para el investigador insaciable.

Referencias


(1) La versión oral más acorde a la hora de encontrar un parentesco entre los hermanos Anchorena y Juan Manuel de Rosas, es aquella que los posiciona como “primos segundos”.
(2) Comúnmente denominado gamo, el dama dama pertenece a la familia de los cérvidos, guardando similitud con el ciervo común.
(3) Unos 200 ciervos comunes y dama dama pueden llegar a procrear 2 mil ejemplares.
(4) Este proceso lleva por nombre “acidificación del suelo”.

Por Gabriel O. Turone

lunes, 25 de mayo de 2020

Japón medieval: El clan Takeda

Clan Takeda

W&W



Hideo Takeda, batalla en el río Fuji.



Batalla de Nagashino, una pantalla pintada de los siglos XVII-XVIII.

Batalla de Nagashino, (1575)

Batalla de Nobunaga Oda (1534–1582) y su aliado Ieyasu Tokugawa (1543–1616) con Takeda Natsunori, alrededor de la fortaleza estratégica de Nagashino. En este encuentro, las fuerzas de Tokugawa y Nobunaga Oda fueron las primeras en confiar principalmente en la potencia de fuego en masa en forma de armamentos occidentales, ayudando a transformar la guerra de los samuráis mientras empujaban a ambas casas a la hegemonía sobre Japón.

Ieyasu Tokugawa había forjado una alianza familiar con los Takedas, cuyos territorios limitaban con los suyos en el centro de Honshu. Se casó con un hijo y una hija en la casa Takeda en la década de 1560, pero en el mundo de las alianzas cambiantes y la guerra constante que caracterizó a Japón en ese momento, la alianza se desmoronó rápidamente. Los Takedas pronto estuvieron nuevamente en guerra con los Tokugawa.

La muerte del anciano Takeda (Shingen) en 1573, a manos de un francotirador en batalla, colocó a su hijo Natsunori a la cabeza de la casa Takeda. La creciente fortuna de los Tokugawa los había convertido en feroces rivales de los Takedas, y cuando en 1575 un traidor a Tokugawa se ofreció a entregar el castillo vitalmente estratégico de Ozaki a los Takedas, Natsunori Takeda aprovechó la oportunidad. Ozaki era la capital de la provincia de Mikawa, el corazón del territorio de Tokugawa, y su castillo estaba custodiado por el propio hijo de Tokugawa.

Takeda lideró una fuerza de 15,000 guerreros en lo que se esperaba que fuera una toma casi sin sangre del Castillo de Ozaki. En cambio, descubrieron en el camino que la traición había sido descubierta por Tokugawa. En lugar de enfrentarse a una humillante retirada, Takeda optó por enviar a sus tropas contra la fortaleza cercana de Nagashino, otro castillo estratégico ubicado en la convergencia de tres ríos y protegiendo la entrada a las provincias de Mikawa y Totomi.

Takeda comenzó su asedio al castillo en mayo de 1575, pero aún no tuvo éxito cuando llegó la noticia de que las fuerzas de ayuda dirigidas por Tokugawa y Oda estaban en camino. Takeda optó por mantenerse firme cerca de Nagashino y enfrentarse a los ejércitos aliados que se aproximaban, aunque sus fuerzas superaban en número a más de dos a uno. En la Batalla de Nagashino en junio de 1575, el mayor número de la alianza y, lo que es más importante, una potencia de fuego abrumadora, incluido el fuego de volea de mosquete por rangos alternos (la primera vez que se sabe que esta técnica se empleó en la guerra), se llevó el día. Takeda perdió casi dos tercios de sus hombres y generales, y el clan de Takeda, mortalmente herido, se quedaría solo hasta 1582, cuando fue invadido definitivamente.

Referencias y lecturas adicionales: Parker, Geoffrey. La revolución militar: innovación militar y el ascenso de Occidente, 1500-1800. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 1988. Sadler, A. L. The Maker of Modern Japan: The Life of Tokugawa Ieyasu. Tokio: Charles E. Tuttle, 1937.

ENLACE

Los Takeda eran descendientes del emperador Seiwa (858-876) y son una rama del clan Minamoto (Seiwa Genji), de Minamoto no Yoshimitsu (1056-1127), hermano del Chinjufu-shogun Minamoto no Yoshiie (1039-1106). Minamoto no Yoshikiyo (c. 1075 - c. 1149), hijo de Yoshimitsu, fue el primero en tomar el nombre de Takeda.

Durante gran parte del período Sengoku, las provincias controladas por el Dagoyo Sengoku estuvieron bastante bien definidas y gobernaron como una unidad económica estable. Hay poca evidencia de guerra civil dentro de estos territorios, excepto donde estaban involucrados los sectarios Ikko-ikki. La guerra tendía a limitarse a enfrentamientos entre daimyo, particularmente en áreas sensibles donde se encontraban dos territorios. Así, la frontera entre las tierras de Takeda, Uesugi y Hojo fue frecuentemente disputada. Kawanakajima, un área de llanura que efectivamente era tierra de nadie para Takeda y Uesugi, vio no menos de cinco batallas en sus campos. Fueron tales conflictos, junto con su lejanía geográfica de la capital, los que actuaron como contrapeso a cualquier pretensión que estos daimyo pudieran haber tenido para convertirse en Shogun. Muchos poseían el poder militar necesario, pero pocos estaban destinados a ejercerlo en esta dirección.



Shingen Takeda, (1521-1573)

Un destacado señor de la guerra (daimyo) del período Sengoku de Japón ("la era del país en guerra"). Shingen Takeda nació Harunobu Takeda en 1521, el hijo mayor de Katsuyori Takeda, gobernante de la provincia de Kai en el centro-norte de Japón. El joven Takeda derrocó a su padre en 1541 y se instaló como el shugo provincial (gobernador militar). Luego se embarcó en la conquista de la vecina provincia de Shinano, que estaba asegurada en 1555. Sin embargo, esta acción lo llevó a un conflicto directo con Kenshin Uesugi (1530-1578) de la provincia de Eichigo, otra figura militar joven y dinámica. Durante casi dos décadas, los dos líderes se enfrentaron en el campo de batalla de Kawanakajima, con encuentros especialmente severos en 1553, 1554, 1556 y 1563.

Finalmente, ninguna de las partes pudo obtener una ventaja decisiva sobre la otra, y ambas volvieron sus ambiciones territoriales a otra parte. Durante este período, Takeda se afeitó la cabeza, se convirtió en sacerdote budista y asumió el nombre más familiar de Shingen.

En este momento, Japón estaba lleno de conflictos mientras las principales familias de samuráis luchaban por el control del país. En 1568, Takeda atacó a la familia Imagawa y la condujo desde la provincia de Surguga. Sin embargo, el equilibrio de poder siempre cambiante lo obligó a aliarse con las familias Hojo, Asakura y Asai para oponerse a la creciente fuerza de Nobunaga Oda. En 1573, Takeda atacó a las fuerzas combinadas de Oda y su sustituto, Ieyasu Tokugawa, en Mikatagahara, expulsándolos del campo. Esta derrota tuvo el efecto de inducir al debilitado shogun, Yoshiaki Ashikaga, a denunciar a Oda, una hazaña que finalmente llevó a la caída del shogunato. Sin embargo, Takeda se distrajo por los acontecimientos en otros lugares y, al no seguir esta impresionante victoria, permitió que sus enemigos se consolidaran.

En la primavera de 1573, Takeda volvió a avanzar contra Tokugawa y asedió uno de sus castillos en Noda. Los acontecimientos no están claros, pero murió de enfermedad o de una herida de bala el 13 de mayo de 1573. El clan Takeda no sobrevivió a su fallecimiento y Oda lo eliminó como amenaza militar en Nagashino en 1575.

Más allá de su destreza militar, Takeda también fue reconocido por sus habilidades administrativas y organizativas. Puso a la provincia de Kai en un orden muy alto de eficiencia y fue considerado cariñosamente por la población. Takeda también fue celebrado por su caligrafía y poesía, astucia militar y capacidad para grandes actos de caballería y crueldad.

Los ejércitos del Sengoku Jidai

Los ejércitos del Sengoku Jidai fueron manifestaciones de la estructura social feudal de Japón, que giraba en torno a parientes y vasallos. El jefe del clan y su ejército era el daimyo, traducido literalmente como "gran nombre". Fue apoyado por el kashindan. Estos eran un grupo de parientes y retenedores de sangre asociados con lazos familiares, matrimonio, juramentos filiales y vasallaje hereditario. A los criados se les dio tierra para gobernar y se esperaba que proporcionaran apoyo militar en tiempos de guerra.

Un ejército permanente era poco común, pero se popularizó durante los últimos años del Sengoku Jidai. Durante la mayor parte del período, los ejércitos estaban compuestos por agricultores que necesitaban retirarse durante las temporadas de siembra y cosecha. Combatir una campaña durante los períodos de inactividad ofrecería a los campesinos la oportunidad de obtener ingresos adicionales del saqueo y posiblemente ser promovidos a samurai.

Por lo general, cuando se emitía un llamado a las armas, se requería que cada samurai terrateniente reuniera una cantidad predeterminada de tropas y equipo en función de su riqueza. Las tropas de toda la provincia convergerían en un lugar designado donde se reorganizarían en batallones empuñando armamento similar y comenzarían a practicar simulacros. El daimyo determinó la cadena de mando para la campaña. Los retenedores prominentes actuarían como bushō (general). Se nombraría un taishō (mariscal de campo, comandante en jefe) si el daimyō no tenía la intención de asumir el papel él mismo.
Cada general comandaba una división compuesta por batallones especializados de caballería, misiles y tropas cuerpo a cuerpo reunidas de sus feudos. Estas tropas solo eran leales a su señor directo y al daimyo, no al taishō u otros generales. Para reflejar esto, los comandantes japoneses que no están asignados como Comandante en Jefe se clasifican como Aliados Generales. Sus unidades no pueden recibir ningún efecto de comando de otros generales excepto el C-in-C.

Los japoneses manejaban una variedad de armas, las más prominentes eran la katana (espada), yari (lanza), naginata (arma de asta), yumi (arco) y teppō (cerradura). Contrariamente a las representaciones populares, la katana era solo un arma secundaria y el yari era el arma de elección debido a su alcance y versatilidad. Todas las clases de soldados, desde el humilde ashigaru hasta el samurai de élite, llevaban una armadura de construcción laminar.

Antes de 1530, los samuráis montados utilizarían principalmente arcos, similares a otros de la caballería del este asiático. El cambio a las tácticas de yari y shock ocurrió alrededor de la década de 1530, pionero del clan Takeda.

La principal fuerza de combate era el samurai de pie, aumentado por ashigaru. Debido al terreno accidentado, los japoneses utilizaron formaciones sueltas y la lucha se realizó de hombre a hombre, como se muestra en las artes marciales y las películas de samurai. Por lo tanto, se clasifican como guerreros.

En 1543, los comerciantes portugueses introdujeron las armas de fuego (teppō) a los japoneses. Se desplegó la infantería Teppō ashigaru, pero no había suficientes armas de fuego disponibles para equipar unidades grandes. Estas pequeñas unidades se clasifican como Pie Ligero y se usan principalmente como tropas de escaramuza.

En 1551, a medida que las batallas se hicieron más grandes, se reunieron más y más infantería ashigaru, como resultado de lo cual la proporción de samurai de pie en el ejército se redujo algo. La Batalla de Nagashino en 1575 mostró a los japoneses que el fuego de voleo en masa de las armas de fuego detrás de las defensas de campo podría derrotar a la caballería samurai.

Para 1577, la caballería samurai había perdido su atractivo debido a los cambios en la tecnología y las tácticas del campo de batalla. Y para 1592, las tácticas de infantería ashigaru se convirtieron en combates en formación cerrada. Recibirían un mejor entrenamiento y formarían la columna vertebral del ejército de la última era de Sengoku. La infantería Ashigaru, incluidas las unidades armadas yumi y teppō, ahora se clasifican como pie medio. Un siglo de lucha también agotó el número de samurais disponibles. Al igual que sus homólogos montados, los samuráis de pie, que aún luchaban cuerpo a cuerpo, encontraban más difícil dominar el campo de batalla contra las tropas organizadas de los campesinos. La década de 1590 también introdujo algunos otros elementos de la guerra moderna, como la artillería ligera, pero estos no se utilizaron tan ampliamente como en el continente asiático.

Monjes budistas de varios templos también entrenados para el combate. Tuvieron que tomar las armas para proteger sus templos de las sectas rivales. Estos monjes guerreros fueron llamados sōhei. Durante la Guerra de Gempei (1180-1185), los sōhei finalmente se vieron envueltos en la política secular al unirse a los señores que apoyaban su templo. Esto se repitió durante el Sengoku Jidai y los daimyō pudieron obtener el apoyo de sōhei de sus templos locales.

El arma preferida de los monjes era la naginata, un arma de asta de hoja larga. También usaron arcos y cerraduras. Ocasionalmente, se los puede ver usando armaduras debajo de sus túnicas, pero la mayoría estaban desarmados.

La revolución Ikkō-ikki le dio a algunos Sōhei un nuevo propósito. En lugar de luchar por sus templos y mecenas, lucharon bajo una ideología de igualdad e independencia del daimyō. Los ejércitos rebeldes Ikkō-ikki estaban compuestos principalmente por sōhei y apoyados por turbas campesinas armadas. Los samuráis que compartían sus ideales también se unieron pero no formaron unidades separadas. Los samurai lucharon junto a los monjes y campesinos y proporcionaron liderazgo y capacitación.

domingo, 24 de mayo de 2020

Argentina: El atentado contra Sarmiento

La noche que zafó Sarmiento

Revisionistas




Francesco y Pietro Guerri

El presidente, cansado de las advertencias sobre amenazas contra su vida, se trasladaba sin custodias. Domingo Faustino Sarmiento sostenía que “contra un asesino alevoso no hay preocupación que valga“, convencido de que “cuanto más se guardó Lincoln fue cuando lo asesinaron” (trágica noche en el teatro Ford, de Washington, del 14 de abril de 1865, cuando John Wilkes Booth le disparó a la cabeza).

En esta otra noche sabatina y porteña del 23 de agosto de 1873, Sarmiento, sin precaución alguna, treparía solitario a la carroza parisiense estacionada frente a su casa de Maipú entre Temple (Viamonte) y Tucumán. En el corto trayecto hasta lo de Dalmacio Vélez Sarsfield serían el cochero y él, además del par de matungos que resoplaban bolsones de niebla: ese frío 23 de agosto de 1873 congelaba el aliento. Se abrigó, olvidado del Tedeum del último 25 de Mayo: la información hablaba del crimen en la Catedral junto al gobernador Mariano Acosta. Eligió resignarse, hacía dos meses, al recibir una carta del gobernador Iriondo, de Santa Fe. “Usted sabe que no me asusto fácilmente pero esta vez tengo miedo; el hombre que Ud. sabe ha vuelto -advirtió- y dice que aquellos otros opinan que es más fácil matarlo a Ud. que vencer a las armas nacionales (que aplastarían en diciembre el alzamiento jordanista); tome pues sus medidas -continuó el mandatario- porque creo que lo van a mandar asesinar. No puedo nombrar al individuo porque nos privaríamos de un poderoso y discreto auxiliar“.

Los trabucos listos

Muy cerca, en la misma calle Maipú, había terminado la reunión en la que El Austríaco entregó las armas a los tres italianos: trabucos naranjeros de bronce boca ancha comprados cerca de la central de policía. Uno bien cargado de pólvora y varios puñales. Los italianos eran ociosos marineros mientras las embarcaciones -en su caso La Paulita- estaban surtas en el Riachuelo. Habían sellado el primer compromiso con un adelanto de 200 pesos entregado por El Austríaco en una fonda de La Boca. Algunos encuentros siguieron en la fonda Génova de Paseo de Julio (hoy Alem) entre Cangallo (hoy Perón) y Cuyo (hoy Sarmiento) con pagos de 200 o 300 pesos a cada uno a cuenta de la cifra mayor. Después del atentado, en una casa de la calle Callao cobrarían los 10.000 patacones o pesos fuertes, inmediatamente después de consumado el crimen. La señal para atacar la carroza que partía hacia la calle Corrientes sería un silbido de El Austríaco. A esa hora, los matutinos tenían sus materiales cerrados y empezaban a componer el trabajoso armado de las últimas páginas. Pasada la media noche comenzaba la impresión y las cenas bien regadas para los periodistas que debatían los temas políticos. Era época propicia y a la vez complicada para la discusión, tiempo de elecciones.

Los conjurados eligieron seudónimos e historias de fantasía para el caso de apresamiento. Revisaron la esquina del almacén La Corona donde el carruaje doblaría desde Maipú por Corrientes, aminoraría la marcha y ellos tendrían tiempo de apuntar. La entonces silenciosa Buenos Aires permitió que los hermanos Francesco y Pietro Guerri -los dos principales ejecutores contratados- pudieran aguardar el silbido en el café La Violeta, a unos pasos por Corrientes. El tercer italiano, distinguible por su nariz quebrada y que eligió llamarse Aníbal -en verdad era Luis Casimir-, hacía de campana. Ensayaron los argumentos de confusión para el caso de ser apresados; revisaron el plan que al parecer les requería matar primero a los caballos. Desconocían ser sospechosos para los husmeadores policiales (y lo eran desde hacía varios días atrás). La policía manejaba también rumores de una sociedad secreta en La Boca (la esposa de un conjurado lo denunció a Sarmiento). Desconocían que el oficial Floro Latorre -que llegaría a coronel- vigilaba la esquina elegida, pero dejó allí a un vigilante y se refugió en un bar. Finalmente la carroza arrancó y El Austríaco emitió su prolongado silbido: los Guerri fueron apresuradamente a su puesto a juntarse con Aníbal.

Francesco Guerri -que tenía 22 años- sostuvo el trabuco con la izquierda para firmeza del disparo con la derecha que provocó una gran explosión. El trabuco estaba cargado en exceso, reventó y le destrozó la mano. Otros disparos dieron en una pared, pero todo se frustró, los caballos se encabritaron y Sarmiento -que ya oía muy poco- casi no se dio cuenta del atentado. Aníbal corrió y desapareció, Pedro ayudó a su hermano y corrieron a esconderse a una casa (otras versiones dicen que fue hasta La Violeta). Detrás de ellos apareció Floro Latorre revólver en mano y detuvo a los Guerri (Pietro a las oficinas de la policía y Francesco, apresado, pero al hospital).

Paren las planas

Los periodistas interrumpieron sus cenas y el centro de la ciudad se convulsionó. Todos los diarios, más que la crónica de los sucesos prefirieron investigar y analizar el interés por ese crimen, de lo que se ocuparían en las ediciones del lunes o martes. La Prensa tomó una difícil decisión: tiró a la basura más de dos mil ejemplares ya impresos a medianoche y compuso una nota que tituló “Ultima hora”, que tuvo el premio de la primicia bajo el precio de algunos datos errados. El más grave sostenía que los disparos habían dado en la carroza, en realidad intacta, y que Sarmiento iba camino de su casa. Aseguró que los criminales eran italianos, pero desconocían sus nombres. Señalaba que al herido “consideran cortarle el brazo y moriría“, y que tiraron con pistolas de sistema “lafouchex”.

El jefe de Policía, O´Gorman, felicitó a Latorre y corrió a ver a Sarmiento. Encargó el grueso de la investigación al comisario de órdenes Avelín Anzó que se puso a la caza de los instigadores. La Nación del martes 26 de agosto dijo en tapa que la Providencia había “evitado un enorme crimen” y tildó al presidente como el “más libre que pueda darse“. Sugirió para quienes querían explicarse este crimen por el proyecto del gobierno contra López Jordán, que “desde mucho tiempo antes se venía poniendo en ejecución este inicuo atentado“.

El comisario Anzó, con los datos de los italianos antes del atentado, mandó a los oficiales Williams y Picavean por los muelles a dar con Aníbal. Lo encontraron el 4 de septiembre con gorro de marinero y lo interrogaron (el herido Francesco Guerri fue el primero en confesar) hasta identificarlo. El juez Bunge remitió al gran químico Miguel Pugari las armas: detectó bicloruro de mercurio en las balas y un veneno también mortal en los puñales. En sus obras completas (XLIX, 69), Sarmiento aseguró que el juez le relató el informe del químico Pugari. Sostenía que quienes manosearon las balas con sólo tocarse el lagrimal tendrían una muerte inmediata. Pero para Sarmiento y su carroza siguieron los problemas, aunque menos dramáticos (recibió silbidos por dejarla mal estacionada al ir al teatro y el 15 de diciembre del mismo año 1873 chocó con un tranvía tirado por caballos: lo abuchearon porque mandó preso al cochero).

Disparos finales

El comisario Anzó se puso tras El Austríaco, que resultó un milanés de 38 años llamado Aquiles Segabrugo, un rubio de ojos pardos. Detectó su domicilio en Rioja y Belgrano, pero llegó tarde: ese viernes 26 de septiembre se había escapado a Montevideo (paraba en el hotel El Vapor). Anzó -según una evocación reconstruida por el periodista Rafael Barreda en 1905- mandó al comisario Miguens, que se instaló el 27 en el hotel. Pero Aquiles había salido. A la noche vocearon los diarios con el asesinato de Segabrugo, de tres balazos descargados por el doctor jordanista Carlos Querencio. Miguens revisó el cuarto del asesinado, sacó sus maletas por creerlas con pruebas del instigador principal y al día siguiente viajó con esas valijas en el camarote a Buenos Aires. Leyó importantes documentos, pero a media noche la nave fue abordada por la tripulación de El Porteño, de los revolucionarios entrerrianos, comandada por el coronel Vergara. Transbordaron las valijas y a Miguens, y le dieron a elegir: juramento de callar para siempre lo leído o ser fusilado (mutis de por vida). Sarmiento estaba en la quinta del Delta del Carpachay cuando entre el 11 y 12 de diciembre cayó definitivamente derrotado López Jordán. Regresó el 13 y decretó la captura del caudillo. El 11 de septiembre de 1888 murió Sarmiento en Asunción. Al año siguiente, cerca del atentado de 1873, López Jordán fue asesinado de dos balazos en plena calle Esmeralda, el 23 de junio de 1889.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
La Nación – Buenos Aires, 21 de Abril de 2002
Portal www.revisionistas.com.ar

sábado, 23 de mayo de 2020

PGM: Revisando la discusión histórica 100 años después del conflicto

"Este razonamiento es extremadamente polémico y terriblemente unilateral"

Una polémica en el „Historischen Zeitschrift“ ha desencadenado un escándalo científico. Ahora, el experto en la Segunda Guerra Mundial, Gerd Krumeich, explica cómo ocurrió la catástrofe en 1914 y dónde está equivocado Christopher Clark.
De


100 años después de la Primera Guerra Mundial: un viaje al frente, la cicatriz de Europa.


En raras ocasiones, un tema de la muy reputada "Historisches Zeitschrift" (HZ) causó tanta atención como el último número de la cosecha de 2019. Porque en el folleto entregado poco antes de Navidad, se imprimió una polémica salvaje de cierto "Robert C. Moore". En él, atacó masivamente al historiador de Würzburg Rainer F. Schmidt y a varios otros historiadores que se ocupan de la Primera Guerra Mundial.

Mientras tanto, "Moore", a quien nadie conoce en la historia de Alemania y que nunca ha publicado nada bajo este nombre sobre un tema relevante, ha seguido en una "declaración" afilada sobre el informe WELT. Las acusaciones parcialmente ofensivas de "Moore" son autodirigidas; puedes ignorarlos con seguridad. Pero el asunto en sí debe aclararse.

El mejor conocedor indiscutible de la Primera Guerra Mundial de su generación de investigadores es el emérito de Düsseldorf Gerd Krumeich. Durante décadas ha estado estudiando especialmente las relaciones germano-francesas antes y durante la guerra.

WELT: ¿Te sorprendió el ensayo de "Moore" en "HZ"?


Gerd Krumeich: Sí. No podía ni puedo entender por qué la "HZ" exagerada imprime la contribución de una persona que puede ser un seudónimo. Los editores de "HZ" deberían haber notado cuán cruda y polémica y cuán terriblemente unilateral es la argumentación de "Moore".
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WELT: ¿Pero también ves el ensayo de Rainer F. Schmidt de manera muy crítica?

Krumeich: Correcto, este texto, al que responde "Moore", no debería haber aparecido en esta forma. Schmidt es, desde luego, científicamente mucho más informado que "Moore", pero subconscientemente juzga solo desde el "punto de vista alemán", y no puede o no quiere aceptar lo amenazante que debe haber sido el comportamiento alemán para otros.





Gerd Krumeich es conocido como el mejor conocedor de la Primera Guerra Mundial en su generación de investigadores.
Crédito: Picture Alliance / Rolf Haid

WELT: ¿Cómo arreglas eso?

Krumeich: Para los colegas Schmidt, el presidente francés Raymond Poincaré, por ejemplo, es un político que sueña con "venganza" por la derrota de 1871 y hace todo lo posible para que sea posible. Allí argumenta, a pesar de lo que nosotros como historiadores sabemos sobre este problema, muy parecido a los alemanes de la década de 1920 que lucharon contra la acusación de guerra contra Alemania.

WELT: A fines de 2013, poco antes del centésimo aniversario del comienzo de la guerra, publicó un "balance" con un apéndice de la crisis de julio de 1914. ¿Qué crees que pasó en ese entonces?

Krumeich: El Imperio alemán, fundado en 1871, tardó un poco en la distribución imperialista del mundo. Y desde alrededor de 1900, la sensación de que tiene que construir un gran imperio en el extranjero ha dominado en todos los círculos de la sociedad, el gobierno y el ejército, si no desea perecer a largo plazo debido a la falta de materias primas y la falta de mercados de ventas.



En Berlín, un oficial de guardia lee la proclamación de Wilhelm II al comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Fuente: Picture Alliance / Heritage-Imag

WELT: ¿Eso suena como una especie de "colonialismo defensivo"?

Krumeich: También se podría decir que el imperialismo no es un lujo para los ricos, sino una necesidad vital para todos.

WELT: Pero eso realmente no funcionó ...

Krumeich: ... porque los alemanes eran extremadamente torpes. A Wilhelm II y a su gente les encantaba golpear la mesa diplomática, hacer reclamos y amenazar con la guerra. La construcción masiva de la flota alemana para este propósito fue una gran amenaza para Gran Bretaña, Francia se sintió desafiada y amenazada con la guerra después de que Alemania envió un cañonero a la costa marroquí en 1911 para reclamar aquí también, lo que llevó a la conocida crisis de Agadir.


La movilización del 1 de agosto de 1914 llevó al júbilo en Berlín.
Fuente: picture alliance / akg-images

WELT: ¿Cuáles fueron las consecuencias políticas?

Krumeich: Los franceses pusieron todo en movimiento para no tener que alejarse de una amenaza alemana nuevamente. Intentaron fortalecer la alianza con Rusia, que previamente habían dejado ir. Y buscaron acuerdos militares con los ingleses. El fortalecimiento de los acuerdos militares con Rusia fue particularmente importante para Poincare y sus gobiernos. Por lo tanto, hicieron todo independientemente de las pérdidas, por ejemplo, para acelerar la expansión de los ferrocarriles estratégicos rusos en el frente oriental alemán.

WELT: ¿Qué papel jugó el concepto alemán en una guerra de dos frentes, más conocido como el plan Schlieffen?

Krumeich: Los franceses conocían las características básicas del plan Schlieffen. Y les quedó claro que a Alemania no se le permitió darse cuenta, así que primero venció a Francia y luego lanzó la mayor parte del ejército contra Rusia. Los franceses temieron eso.



Presidente Raymond Poincare, alrededor de 1914
Crédito: Picture Alliance / Mary Evans Pi

WELT: ¿Cómo califica esta política del liderazgo francés en 1913/1914?

Krumeich: Para mí, Poincaré no era un "revanchista", como todavía es muy fácil de aceptar en Alemania. Más bien, solo estaba decidido a asegurar la defensa de su país contra la Alemania abrumadora y agresiva.

WELT: Pero eso a su vez tuvo consecuencias ...

Krumeich: Por supuesto. Los alemanes notaron estos esfuerzos y, por lo tanto, se sintieron aún más "rodeados". La investigación ha enfatizado durante mucho tiempo que realmente no estaban rodeados en absoluto, sino que se habían "salido" debido a la torpeza y la brutalidad. Eso puede ser, pero no cambia el hecho de que la mayoría de los alemanes finalmente se encontraron en peligro de muerte, incluso se sintieron "sofocados". Y con eso, "La necesidad no conoce ningún mandamiento" se convirtió en una palabra de moda importante en la planificación militar y la acción del gobierno.


Hoja extra del "Berliner Tageblatt" del 3 de agosto de 1914
Fuente: picture-alliance / akg-images

WELT: Una fórmula peligrosa.

Krumeich: Exactamente. Este estado de ánimo de "Ya no va bien" fue alimentado nuevamente por el anuncio de conversaciones secretas de armas entre Rusia y Gran Bretaña en la primavera de 1914. Como resultado, el ejército alemán también podría convencer al gobierno de usar el ataque de Sarajevo el 28 de junio de 1914 para "aclarar la situación". Entonces, por un lado, para probar cuán lejos estaba Rusia militarmente. Y, por otro lado, intentar si Rusia quiere arriesgarse a una "gran guerra" debido a Serbia. Si es así, entonces debería ser porque "mejor ahora que más tarde".

WELT: Este pensamiento atraviesa toda la crisis de julio ...

Krumeich: No se les ocurrió a las autoridades alemanas que esta "prueba" de la disposición de Rusia a la guerra provocó al menos a las otras naciones. Para mí, el peor fracaso del gobierno alemán en julio de 1914 es que permite a Austria-Hungría proporcionar a los serbios un ultimátum deliberadamente inaceptable.

 
Christopher Clark, agregó. 2018
Fuente: picture alliance / rtn - radio t

WELT: Christopher Clark lo ve de manera diferente en su éxito de ventas "The Sleepwalkers".

Krumeich: No puedo entender eso dada la situación de origen. Para mí es bastante claro: el Reichsleitung quiere poner de rodillas no solo a Serbia en 1914, sino también a Rusia. La única excusa que puede dar para este curso de guerra del Reich alemán es que en ese momento nadie esperaba millones de muertes por una larga guerra.

WELT: Algunos lo hacen, por ejemplo, en el SPD.

Krumeich: Sí, el presidente del SPD, August Bebel, quien murió en 1913, había tenido esta idea años antes. Pero no los políticos responsables y los militares. La mayoría, no solo los soldados comunes, creían que la "Guerra Europea" (como decían en ese momento) terminaría a más tardar en la Navidad de 1914. Por eso solo el material de guerra se mantuvo en stock durante un mes o dos. Todavía no se pensaba en una guerra mundial que lo consumiera todo, sino en la guerra como una continuación de una política que se salió de control.



Fritz Fischer, tomado en Hamburgo en 1979
Crédito: picture-alliance / dpa

WELT: "Moore" escribe en su "Declaración" en la que también lo insulta como "revisionista", entre otras cosas, que hay "en Alemania" sobre el tema de 1914 "en silencio durante más de 20 años". Probablemente se perdió algunas cosas, ¿no?


Krumeich: Tengo la sensación de que "Moore" conoce muy bien la discusión de los años setenta; A menudo argumenta como Fritz Fischer y sus seguidores en ese momento. También descubrieron muchas cosas importantes que la generación anterior, en su mayoría historiadores conservadores, se habían perdido o lo que no querían ver. Pero esta afirmación del "silencio grave" de la investigación es estúpida. ¡Toda investigación en la década de 1980 y 1990 sobre la carrera armamentista se ha escapado de "Moore", y lo que hemos publicado, en casa y en el extranjero, dentro de los "100 años" de 1914!

viernes, 22 de mayo de 2020

Reconstrucción digital de 7 impresionantes castillos europeos

Siete imponentes castillos europeos en ruinas reconstruidos virtualmente


Javier Sanz — Historias de la Historia



En tiempos de reclusión, la tecnología se convierte en una gran aliada y, entre otras muchas cosas, hoy nos va a permitir hacer un viaje en el tiempo. Si me acompañáis, vais a poder contemplar, tal y como eran en su momento de máximo esplendor, siete de los castillos más imponentes y singulares de toda Europa. Ya fuese como consecuencia de las guerras o, simplemente, por el abandono, estos castillos, hoy en día, están en ruinas, pero gracias al trabajo de diseñadores y arquitectos, que han creado una serie de renders arquitectónicos y animaciones de reconstrucción, sabremos cómo eran.



Castillo de Dunnottar (Escocia)


Se encuentra asentado sobre un precipicio rocoso en un cabo en la costa nordeste de Escocia. Los edificios del castillo que han llegado hasta nosotros corresponden esencialmente a los siglos XIV y XV, aunque se sabe que fue construido con anterioridad.



Castillo de Samobor (Croacia)


Construido a mediados del siglo XIII en la cima de una colina en Samobor (Croacia), se convirtió en un enclave estratégico para controlar las rutas comerciales.



Castillo Gaillard (Francia)


Fortaleza medieval del siglo XII que se alza sobre un acantilado en el municipio de Les Andelys (Francia) y desde el que se controla el valle del Sena.



Castillo de Menlo (Irlanda)


Construido en el siglo XVI a orillas del río Corrib en el condado de Galway (Irlanda), fue el hogar de la familia Blake durante siglos. En 1910 un incendio lo destruyó, muriendo la hija de la familia y una criada. Desde aquel día, la hiedra ha crecido hasta cubrir el castillo.



Castillo de Olsztyn (Polonia)


Se encuentra en una colina escarpada con vistas al río Łyna en el noreste de Polonia. Se construyó a comienzos del siglo XIV.



Castillo de Spiš (Eslovaquia)


Construido coronando un monte durante el siglo XII en la región de Spiš (Eslovaquia), con sus cuatro hectáreas es uno de los complejos de castillos más grandes del mundo.


Castillo Poenari (Rumanía)


Construido en el siglo XIII sobre un acantilado, es famoso por ser la fortaleza de Vlad Tepes, el príncipe rumano que inspiró a Bram Stoker para su obra Drácula.



Fuente: Budget Direct.