Secretos y consecuencias de la entrevista de Perón y Pinochet en la Base Aérea de Morón
Sucedió
el 16 de mayo de 1974, meses después del golpe militar que derrocó a
Salvador Allende en Chile, y duró dos horas. Allí, el dictador chileno
le expresó su preocupación por los asilados que habían escapado a
nuestro país y estaban cerca de la frontera. Años después, se supo qué
sorprendente conclusión sacó el trasandino de aquel encuentro
Por Juan Bautista Tata Yofre ||
Infobae
Perón y Pinochet pasan revista a las tropas en la Base Aérea de Morón Para tratar el encuentro de Juan Domingo Perón con el general Augusto Pinochet Ugarte
lo primero que se debe hacer es preguntarse en qué condiciones llegaron
los dos a la entrevista de Morón. ¿En qué tiempo estaban parados y qué
circunstancias los rodeaban?
El doctor Pedro Ramón Cossio, en su libro ‘Perón, testimonios médicos y vivencias’ relata que “el
general Perón en diversas ocasiones, estando yo en el cuarto (se
refiere a cuando lo atendía en la residencia de Gaspar Campos 1065) que
él creía – y esto lo siguió pensando hasta su muerte—que en Ezeiza lo
habían querido matar grupos guerrilleros o terroristas, para luego
iniciar, en medio de la conmoción, una revolución socialista”.
Cossio tiempo más tarde, me dijo: “Yo creo que él llegó con el convencimiento y tuvo la prueba de que en Ezeiza grupos de izquierda lo quería matar,
para a partir de ahí empezar una revolución socialista. Y él todo el
tiempo vivió con esa idea y murió convencido que en Ezeiza algún grupo
de izquierda lo quería matar”. Su amigo el dirigente conservador Vicente Solano Lima sostuvo lo mismo.
Al
opinar sobre el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende,
el martes 11 de septiembre de 1973, en la intimidad de su residencia,
Juan Domingo Perón le dijo al joven médico Pedro Ramón Cossio (h), que
“con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El
testimonio es coincidente con las declaraciones de Perón a “Il Giornalle
D’Italia” (septiembre de 1973). En la oportunidad, Perón destacó que la caída de Salvador Allende
había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y
aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de
los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los
responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y
no los militares.” En las mismas horas, en puerta de su casa en Gaspar Campos, tras conversar con los médicos Jorge Taiana y el cardiólogo Pedro Cossio, preguntado
sobre el suicidio del mandatario chileno, Perón le dijo al periodismo:
“eso es emplear otro recurso cuando no queda otra puerta para salir, su
actitud es la actitud de un hombre que tiene vergüenza de las
circunstancias…hay hombres que no pueden resistir eso”.
En
las horas posteriores al golpe, Patricio Alwyn, presidente de la
Democracia Cristiana de Chile, dijo: “Nosotros tenemos el convencimiento
de que la llamada vía chilena de construcción del socialismo que empujó
y enarboló como bandera la Unidad Popular, y exhibió mucho en el
extranjero, estaba rotundamente fracasada y eso lo sabían los militantes
de la Unidad Popular y lo sabía Allende. Y por eso ellos se
aprestaban a través de la organización de milicias armadas- muy
fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército paralelo-
para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder.
En esas circunstancias pensamos que la acción de las Fuerzas Armadas
simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de una guerra
civil o en una tiranía comunista.” Unos años más tarde diría todo lo
contrario.
Su jefe político Eduardo Frei
Montalva fue coherente con lo que pensaba y vivió. Cuando Allende le
pidió unas declaraciones para tranquilizar a la sociedad chilena tras la
victoria electoral de la Unidad Popular del 4 de septiembre de 1970 con
el 36 % del electorado, Frei le dijo: “No puedo
hacerlo, porque tú sabes que no soy marxista y, además, porque creo que
pese a tus buenas intenciones las acciones de (tus) partidarios
llevarán a Chile antes de dos años a una dictadura totalitaria”,
según le contó al embajador argentino Javier Teodoro Gallac y que éste
lo volcó en el cable “Secreto” Nº 612/616, del 30 de septiembre de 1970.
Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón. Y en una carta a Mariano Rumor (presidente de la Internacional Socialdemócrata) reconoció que Allende “estaba
absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria
y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación,
de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos
viviendo un régimen absolutamente anormal y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria”.
Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón
La
Junta Militar chilena hizo llegar una carta formal al gobierno
argentino expresando el deseo de continuar manteniendo relaciones
abiertas en el camino de los acuerdos permanente de ambos gobiernos. El gobierno del presidente interino Raúl Alberto Lastiri reconoció a las nuevas autoridades trasandinas el 19 de septiembre.
La
campaña presidencial del 23 de septiembre de 1973 que llevó al poder a
Perón por tercera vez sólo registraba algunos detalles menores que
apenas animaban al comentario, como la picardía de Perón al cerrar la
contienda con un mensaje a la población que fue difundido por el Canal 9
de televisión de Buenos Aires. Frente a los sucesos de Chile, el líder justicialista manifestó la necesidad de “poner las barbas en remojo”.
Obligado por una ansiosa opinión política de propios y ajenos a
expresarse sobre el golpe militar en el país trasandino, Perón optó por
la cautela.
El 62,7 por ciento del electorado
votó por la fórmula Perón-Perón, un trece por ciento más que en la
elección de Cámpora, en tanto el radicalismo obtenía 2.905.719 votos. Si
la población respiraba aliviada por la finalización de la campaña
electoral y particularmente confiaba en la figura de Perón como el líder
político del momento para comenzar a transitar una época de calma,
pronto volvió a resultar sorprendida por la violencia que parecía no
acabar nunca.
Dos días más tarde un comando
de FAR y Montoneros (que se decían peronistas) asesinó a balazos al jefe
de la CGT, José Ignacio Rucci. Fue, en primera instancia la
respuesta brutal por el papel preponderante que había tenido Rucci en la
caída de Cámpora el 13 de julio; asimismo lo acusaban de haber tenido
un papel especial en los incidentes de Ezeiza. Tras el crimen de José
Ignacio Rucci, el jefe del peronismo convocó a hombres que se habían
replegado después de los hechos de Ezeiza —el coronel (RE) Jorge Osinde,
entre otros—y les encargó nuevamente la tarea de contener la marea subversiva y por último descerrajó la depuración.
Así lo relató el semanario Primera Plana:
“El viernes 28 de septiembre de 1973, en Olivos, Perón habló con la
claridad que caracterizaba a todas sus últimas intervenciones. Según ha
trascendido, ante los miembros del Consejo Superior del justicialismo
sostuvo que el Movimiento era objeto de una “agresión externa”. No hizo
ninguna alusión a la CIA u otros organismos del ‘imperialismo yanqui’:
arremetió sin más ni más contra el marxismo…y declaró la guerra a los
“simuladores”, de quienes afirmo que les iba a ‘arrancar la camiseta
peronista’ para que no quedaran dudas ‘del juego en el que estaban
empeñados…..frente a un gobierno popular –señalo—no les queda otro
camino que la infiltración”. ‘En adelante seremos todos combatientes’”,
señaló Perón. Y culminó uno de sus párrafos con: “Yo soy peronista por tanto, no soy marxista”.
Unos
días más tarde llegaría la respuesta orgánica: El “Documento Reservado”
estableciendo “Drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento
para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista”, informó La
Opinión del 2 de octubre en su portada. La introducción del Documento no
daba para análisis alternativos: “El asesinato de nuestro compañero
José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto
más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista,
que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y
subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra
desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”.
Esta
“guerra” según el documento se manifestaba a través de campañas de
“desprestigio”; “infiltración de esos grupos marxistas en los cuadros
del Movimiento”; “amenazas, atentados y agresiones” contra los cuadros
del partido y la población en general. La parte introductoria termina
considerando que “el estado de guerra que se nos impone no puede ser
eludido, y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión”. Frente a tales órdenes Ricardo Otero, Ministro de Trabajo, atinó a comentar: “los que quieren la patria socialista que se escapen”.
Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón. Juan
Perón asumió el 12 de octubre de 1973 e intentó iniciar una etapa de
orden dentro de su Movimiento y el país. Entre otros actos expulsó
a los integrantes del bloque de diputados ligados con Montoneros
(febrero de 1974); cundo el ERP atacó un importante cuartel del
Ejército, el Presidente se puso el uniforme y luego habló de
“exterminar” a la guerrilla; el 1º de de Mayo de 1974 reivindico a la
ortodoxia y echo a Montoneros de la Plaza de Mayo tras ser personalmente
agraviado.
El Ejército Argentino había
seguido atentamente los acontecimientos del derrocamiento de Salvador
Allende. Unos días después del golpe, la Jefatura de Inteligencia
elevaba al Comandante General, general de división Jorge Raúl Carcagno,
una primera evaluación de la situación chilena, especialmente en lo
referente a su “marco externo”.
Redactado con un
estilo formal y una sintaxis dura, el documento “Marco Externo-Ámbito
Regional” explicaba que “el golpe de estado de las FFAA mantiene la
expectativa general acerca de la evolución del gobierno chileno. Las
reacciones producidas en diversas naciones son muy variadas. (...) “a.
Brasil. La tendencia general es de apoyo al golpe y de condenación al
gobierno depuesto. Las FFAA brasileñas
justifican el movimiento. El gobierno de Brasil ofrece la posibilidad de
apoyo económico y técnico para la reconstrucción chilena. b. Paraguay.
En general, es unánime la opinión pública y del gobierno, en apoyo a la
revolución militar que habría puesto fin a un proceso político
considerado negativo. Las publicaciones de Asunción adjudican a la
Argentina una actitud poco efectiva contra la extrema izquierda. c.
Perú. Hubo una gran difusión de los acontecimientos. Se considera que el
derrocamiento del gobierno de Allende puede motivar complicaciones a
Perú en el orden interno y externo. En cuanto al ámbito exterior
se espera conocer el apoyo que Chile pueda recibir de EEUU, lo que
podría colocar a este país en una situación opuesta a Perú”. Sobre Cuba se indicaba que “las relaciones están rotas” y que la Junta Militar había denunciado “la injerencia cubana en Chile" y llevado el problema ante las Naciones Unidas”.
Bajo el subtítulo “probable evolución”, la Inteligencia Militar argentina estimaba que:
“Chile
dejaría de constituir un foco de irradiación del comunismo en América.
Sin embargo, la persecución desatada contra los comunistas chilenos y de
otras nacionalidades permite prever la afluencia de dirigentes
marxistas hacia otros países, especialmente a los vecinos”.
Los
militares argentinos advertían que podía desatarse “una verdadera puja
por atraer a Chile hacia las áreas de influencia de los distintos
estados hegemónicos”, tanto en los planos económico como ideológico: “En
tal sentido, incidirá la decisión de Brasil al reconocer en forma inmediata al gobierno surgido del golpe de estado”.
“EEUU
ha de presionar a la Junta Militar con el objetivo de retomar la
explotación cuprífera, o bien condicionar la citada explotación y la
posible comercialización de este material de gran valor estratégico. Es
probable que se incremente la acción interna de la oposición a Nixon a
fin de que limite o restrinja la ayuda a Chile mientras persista la
represión. Se estima que EEUU, por otra parte no va a suministrar ayuda
en forma incondicional, previamente exigirá seguridad para sus
inversiones. En estas tratativas, la renegociación de la deuda externa
chilena ha de jugar un papel preponderante”.
El tercer punto trataba
las “incidencias” del golpe en el país “por su proximidad geográfica,
Argentina puede recibir el mayor contingente de comunistas desplazados
de Chile. Además, por la misma razón pueden constituirse en nuestro
territorio bases operativas para actuar contra el gobierno militar
chileno. A pesar del control de fronteras que se efectúa, la gran
extensión limítrofe facilitará dichas acciones... Por todo ello, es de
esperar el acercamiento de la Junta Militar hacia nuestro país, siempre
que una política más agresiva de Brasil no logre volcar enteramente
hacia su órbita al país transandino”.
Después
de casi 20 meses de gobierno en Chile, el 14 de mayo de 1974, el
general Augusto Pinochet Ugarte realizó su primera visita de Estado a
Paraguay. Si viajó a saludar al general Alfredo Stroessner para buscar
una señal de reconocimiento, en realidad la primera salida debió ser
hecha a Brasilia y no a Asunción. El golpe del 11 de septiembre de
1973 contó mucho más con la colaboración del régimen militar brasileño
que de cualquier otro país de Latinoamérica.
Los que vivieron en Santiago de Chile los días finales del gobierno de Salvador Allende saben bien que el
embajador brasileño Antonio Cándido da Cámara Canto fue considerado el
“5º miembro de la Junta Militar” por su cercanía al nuevo gobierno.
De todas maneras, durante su estadía en Asunción, Pinochet declaró a su
colega paraguayo General Honoris Causa del Ejército de Chile.
Una vez terminada su visita a Asunción, Augusto Pinochet emprendió viaje a Chile, pero antes tocó suelo argentino -el 16 de mayo- en la Base Aérea de Morón, sede de la VII Brigada, cuyo comandante era el comodoro Jesús Orlando Capellini.
Augusto Pinochet Capellini
tuvo el extraño privilegio de ser actor y testigo de cuatro momentos
históricos de la Argentina y el peronismo. Uno, siendo Jefe de la Región
Aérea Centro con base en Ezeiza cuando llegó Juan Domingo Perón el 17
de noviembre de 1972; dos cuando ejercía la jefatura de la VII Brigada
Aérea con base en Morón, el 20 de junio de 1973; tres en abril de 1974
en Morón, cuando Perón recibió al General Augusto Pinochet Ugarte y
cuatro, en noviembre de 1974, cuando descendieron en Morón los restos
mortales de María Eva Duarte de Perón para seguir rumbo en otro avión al
Aeroparque Metropolitano.
Muchos años más tarde, Capellini me recordó que se le avisó pocas horas antes del arribo del mandatario chileno y tuvo que acondicionar, en horas, el lugar del encuentro.
La
cumbre se realizó en la biblioteca de la base que se terminó de pintar
la noche anterior. Como estaba muy desprovista de adornos, Capellini
trajo de su casa una alfombra y unos adornos del Congo que había
adquirido en 1961, cuando volaba para una misión de Naciones Unidas.
La
cita mereció largos cabildeos y gestiones paralelas. Una de ellas la
cumplió el asesor de Pinochet, el civil Alvaro Puga un mes antes,
ocasión en que se vio con Perón. Hablaron y convinieron en términos
generales una agenda abierta. Cuestiones de seguridad, temas comunes y
del proceso del Canal del Beagle que se estaba desarrollando en La Haya y
que debía ser resuelta por una comisión de juristas “Ad hoc”, elegida
por ambos países según el “Acta de Salta” de julio de 1971, firmada por
los presidentes Alejandro Agustín Lanusse y Salvador Allende. Preguntado
Puga si recordaba los términos de la conversación que mantuvo con
Perón, sólo me dijo (en 1984) que cuando se
habló del Canal del Beagle el presidente argentino comentó que esa
cuestión no podía dividir a Chile y la Argentina y, a manera de chiste,
le dijo: “En todo caso la jugamos a las chapitas”. Al encuentro
de Puga le siguió el viaje a Chile del jefe de Inteligencia del
Ejército, general Carlos Dalla Tea, quien antes de viajar mantuvo una
prolongada conversación con Perón, según la revista argentina Mercado
del 30 de abril de 1974.
Algunos tramos de ese
encuentro se encuentran en Perón, de Carlos A. Fernández Pardo y
Leopoldo Frenkel, y en las propias Memorias del general Augusto
Pinochet. En la intimidad, Perón se sentía
“cubierto” por el gobierno de la Junta Militar, porque Chile no era ya
un santuario para el terrorismo argentino. Sus 5.000 kilómetros y sus
pasos fronterizos estaban medianamente bien protegidos de ambos lados.
De todas maneras, Pinochet contó que expresó su preocupación por la
instalación de numerosos asilados chilenos cerca de la frontera, lo que obligaba a sus fuerzas de seguridad a mantenerse en estado de alerta.
Juan Domingo Perón en 1974 Perón se comprometió a trasladarlos a zonas más alejadas y para tranquilizarlo le dijo “Perón tarda, pero cumple”. Debe recordarse que ya para aquella época -febrero de 1974- se
había realizado bajo la dirección del comisario Alberto “Tubo” Villar
la primera reunión de coordinación de las fuerzas de seguridad del Cono
Sur y que sorpresivamente fue grabada por un infiltrado de Montoneros. También
se trató el tema de la Antártida y cuestiones de complementación
económica. Luego de casi dos horas, Pinochet continuó rumbo a Santiago.
Tras
la cumbre, David Popper, el embajador americano en Chile, el viernes 17
de mayo de 1974, envió el cable Nº 02716 a Washington comentando el interés chileno por contactarse con los “líderes del Cono Sur” y considerar “la formación de un bloque antimarxista”.
Le dice al Departamento de Estado que “conocen y hemos informado de los
lazos de la Inteligencia policial y de seguridad entre Chile,
Argentina, Brasil, Paraguay, etcétera. para combatir al terrorismo
izquierdista y la preocupación del canciller chileno Huerta por la
presencia de terroristas chilenos en la frontera argentina.”
Por
último, hay una versión dentro de la madeja que envolvió al asesinato
de Carlos Prats, ex jefe del Ejército en tiempos de Allende, y que aquí
en la Argentina investigó la jueza María Servini de Cubría y que en
Chile dilucidó años más tarde el juez Alejandro Solís. En
los testimonios ante el juez, Ramón Huidobro, ex embajador de Allende
en Buenos Aires, y amigo de Prats, relato que el ex general le contó que
al llegar a Chile Pinochet comentó que la entrevista había sido un
fracaso porque Perón le recordó que las FF.AA. no eran propiedad de los
comandantes y que le iba a ser difícil ayudarlo dada la mala imagen del
gobierno de la Junta por la cruel represión. Prats sería
asesinado en septiembre de 1974 por un comando que respondía al jefe de
la DINA (Manuel Contreras) y a su superior Augusto Pinochet.
La
cumbre provocó numerosas declaraciones de repudio de parte de los
sectores democráticos progresistas y no progresistas, hasta algunas
manifestaciones de la JP. La Legislatura de Buenos Aires trató una
declaración de protesta que mereció que su titular, el justicialista
Miguel Unamuno (más tarde Ministro de Trabajo de Isabel Perón) fuera
reconvenido por el propio presidente de la Nación:
“Mire Unamuno, yo soy el presidente de la Nación y tengo dos misiones
fundamentales, encargarme del Gobierno del país y de las Relaciones
Exteriores. Ustedes, que son concejales, tienen otras tres misiones.
¿Sabe cuáles son? Alumbrado, barrido y limpieza... Che, Unamuno, no
jodan más con Pinochet”.
Al año
siguiente, en abril, en el mismo lugar, Augusto Pinochet e María Estela
“Isabel” Martínez de Perón mantendrían otro encuentro.