domingo, 20 de abril de 2025

Indios de Argentina: Los ranqueles, cuasi-araucanos

Los ranqueles





No son pueblo originario.- Los RANQUELES o RANKULCHES, que poblaron en la zona central de la República, en un territorio que ellos denominaron Mamül-Mapu, que significa país del monte o de los cañaverales, aparecen recién en nuestra historia alrededor del año 1750 y son una consecuencia de las luchas sostenidas por nuestros Pehuenches contra los Huilliche trasandinos a mediados del siglo 18 y también con los Puelches que poblaban Mendoza, al sur del Río Diamante, a los que desplazaron de esta provincia.-
El primer gran cacique de origen Ranquel, fue CARRIPILUN.-
La nación Ranquel se formó con Pehuenches, Puelches, Huarpes, Comechingones, Querandíes y Pampas.- Es más, en menor grado también encontramos sangre de Huilliche y picunches chilenos y después de Masallé, de indígenas vorogas, mapuches chilenos que buscaron protección entre ellos para escapar de los Huilliche de los hermanos Calfulcurá y Namuncurá.-
Con su gran mestización llegaron a formar un pueblo con identidad propia y podemos citarlos como el más importante del centro del país en el siglo XIX.- Pero por las razones explicadas, los autores no los tratan cuando se habla de los pueblos originarios.-
Ofrecieron sus lanzas para luchar contra los ingleses cuando estos invadieron el Río de la Plata, fueron mortales enemigos de Juan Manuel de Rosas y esta enemistad fue la que llevó a este último en 1834, a permitir la entrada al país de los Huilliche chilenos, y su asentamiento en las Salinas Grandes, con sus caciques Calfulcurá y su hermano Namuncurá a la cabeza.- Rosas los dejos entrar con la condición, que no cumplieron, de que atacaran a los Ranqueles.-
Estos nunca aceptaron la dominación Huilliche que impuso a otros indígenas de la Pampa Calfulcurá.
Mario Eduardo Muro
Le cuento algo: terminada la Campaña del Desierto Roca "le cedió" a algunos industriales azucareros de Tucumán a los ranqueles capturados.
Teóricamente los hombres iban a trabajar en los ingenios y los campos, mientras las mujers y los chicos lo harían en el servicio doméstico.
También teóricamente iban contratados por unos pocos años. En realidad fueron prácticamente como esclavos. Para disminuir las posibilidades de fuga los agruparon en caseríos cerrados con alambrado, a los que llamaron "cuadros". Muchos murieron, unos pocos pudieron escapar, pero la mayoría se quedó y se integró a los pueblos donde fueron obligados a vivir, entre ellos, mi Bella Vista natal. Incluso en dicha ciudad hubo un barrio llamado "El Cuadro" aunque ya nadie se acordaba por qué. Es decir que la sangre ranquel hoy no sólo está en los que se quedaron en la Pampa: también los hay en Tucumán.
Roberto Edelmiro Porcel
Miembro de número de la Academia
Argentina de la Historia
Compartían : Jorge Oviedo - Historia de la Confederacion ARGENTINA

viernes, 18 de abril de 2025

Crisis del Beagle: Libro: "El delirio armado" de 1978

El "delirio armado" Argentina-Chile. La guerra que evitó el Papa.


Autor: Bruno Passarelli – Ed. Sudamericana, S.A. 1998





En una charla entre el embajador norteamericano Raúl Castro y el nuncio Pío Laghi, el primero aseguró que fuentes militares le habían dado un panorama bastante preciso sobre las consecuencias devastadoras que el Estado Mayor del Ejercito Argentino había calculado en la primera fase de la guerra.

Puntualizó Castro: "Se estima que los muertos de ambas partes, solo en la primera semana de operaciones, serian unos 20.000 y no se descarta que, en caso de que Argentina no obtuviese una rápida victoria, con la destrucción del aparato militar y económicos chilenos, se produzca una regionalización del conflicto con derivaciones catastróficas para America del Sur, y por extensión, para Occidente todo".

Y tras el silencio sepulcral que invadió el salón, repitió en un susurro, como hablando consigo mismo:"Veinte mil muertos en una sola semana, un delirio total".

En realidad en mas de un documento se hacia esta sobrecogedora evaluación. Se aludía a un memorandum que se llamaba "Planeamiento Conjunto de las Operaciones Previstas contra Chile", que estaba en poder de los tres Comandos en Jefe, e incluía todas las hipótesis operativas elaboradas en función de la búsqueda de una rápida y favorable definición militar, y a una "Dirección Estratégica Militar"(DEMIL) aprobada por la Junta Militar.

En ellas se manejaban dos hipótesis: la rendición lisa y llana de Chile en breve tiempo, como consecuencia de la acción fulminea que se preparaba (hipótesis de máxima) o en su defecto, la aceptación de parte chilena de los reclamos territoriales argentinos, tanto terrestres como marítimos, en el extremo sur (hipótesis de mínima), a lo que seguiría el repliegue de tropas desde los puntos alcanzados en territorio chileno, al otro lado de la frontera.

Cuando los documentos habían sido elaborados, la iniciación de la guerra no tenía todavía fecha y hora. Deliberadamente, se había dejado la definición cronológica para el momento oportuno, o sea cuando el reloj de la guerra hubiese empezado a marchar sin posibilidades de retorno.
Pero su aplicación ya había comenzado en septiembre, cuando las fuerzas integrantes del "Operativo Soberanía" - así lo habían bautizado con pomposo léxico militar - habían comenzado paulatinamente a ocupar sus posiciones a lo largo de la frontera con Chile, en un despliegue que continuarían incesantemente hasta el mes de noviembre.

Así, desde la Provincia de Buenos Aires se desplazaron las dos grandes unidades de batalla del Primer Cuerpo del Ejército, o sea la Brigada I de Caballería Blindada, que era la de mayor capacidad de fuego, y la X Brigada de Infantería, cuyo asiento natural estaba en Palermo y comandaba el general Juan Saisaiñ (quien había estado a las órdenes de Menéndez en Córdoba y estaba de acuerdo con sus pensamientos). A la primera pertenecían los Regimientos de Tiradores Blindados 1 "Coronel Brandsen" y 10 "Húsares de Pueyrredón", el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 101 "Simón Bolívar", y el Grupo 1 de Artillería Blindada "Martiniano Chilavert".

Lo mismo desde el Litoral, habían hecho las unidades del Segundo cuerpo, comandadas por el general de división Leopoldo Fortunato Galtieri, y al que pertenecían la II Brigada de Caballería Blindada, a las órdenes del general Juan Carlos Trimarco (incluía los regimientos de Tiradores Blindados 6 "Blandengues" y 7 "Coronel Estomba" y el grupo 2 de Artillería Blindada con base en Rosario del Tala), y la VII Brigada de Infantería, cuyo jefe era el general Eugenio Guanañabens Perelló y comprendía, entre otras unidades, al Regimiento 5 de Infantería, cuyos cuarteles estaban en Paso de los Libres.

También habían sido destacadas unidades de artillería de asalto y antiaérea, como el poderoso Grupo Artillería de Defensa Aérea 601, con asiento en Mar del Plata que tomó ubicación en la provincia de Chubut, a la altura fronteriza de las poblaciones de Rio Mayo y Alto Rio Seguer, junto a los efectivos de la IX Brigada de Infantería de Montaña que comandaba el general Hector Humberto Gamen.

La concentración de efectivos en esa zona, dotados de fuerte capacidad de fuego, respondía a una razón muy sencilla: allí, la Cordillera de los Andes tiene escasa altura y por eso la línea fronteriza es considerada vulnerable.

Esto preocupaba al Estado Mayor Argentino, ya que planteaba el riesgo de que los blindados chilenos la superasen con cierta facilidad, apuntando a los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia (Pico Truncado y Caleta Olivia), que el alto mando estaba dispuesto a proteger con absoluta prioridad. Por eso se había llevado a ese sector de la frontera numerosas unidades, con una presencia efectiva de no menos de 40.000 hombres. Más al sur, entre el Calafate y Rio Turbio, estaba desplegado el Regimiento de Infantería 24, que comandaba el coronel Alfredo Gómez Otero, cuya sede habitual era Rio Gallegos.

La concentración final de efectivos se realizaría en los primeros días de diciembre, por vía aérea. Los gigantescos Boeing 707 y 747 de Aerolíneas Argentinas - estos últimos flamantes y comprados para su afectación a vuelos transoceánicos - llevaban al Sur contingentes de hasta 370 hombres por vuelo, con su armamento completo, después de que a los aviones se le aplicaba lo que en la jerga militar se llamaba la "Configuración Vietnam".

¿En que consistiría el ataque argentino?

La Hora Cero coincidiría con la ocupación militar de las tres islas en disputa (Picton, Lennox y Nueva) que seria precedida entre 24 y 36 horas antes, por una operación nocturna de intrusión en al que efectivos de Elite de la Infantería de Marina desembarcarían en las islas e islotes situados al sur de la desembocadura oriental del Canal de Beagle y fuera de la zona en litigio (el llamado "Martillo"), pese a lo cual el Fallo Arbitral de 1977 las había asignado a Chile, y aniquilarían allí cualquier resistencia chilena. Se trataba de las islas Freycinet, Herschel, Wallaston, Deceyt y Hornos.

Esta ocupación seria precedida de una formal protesta argentina ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, en las que se denunciarían el emplazamiento en ellas de destacamentos militares, en abierta alteración de los equilibrios en la región.
El Alto Mando argentino sabia que esta operación sería considerada por Chile como un casus belli y que provocaría su reacción armada, para lo que había concentrado en las adyacencias a su flota naval, aunque no se creía que en su fase inicial la resistencia chilena fuera muy fuerte. Caso contrario, entraría en acción la Flota de Mar, comandada por el contraalmirante Humberto Barbuzzi que había sido dividida en dos grupos de tareas (GT).

El primero (GT1) había sido desplegado frente a la boca oriental del Beagle; el otro grupo (GT2), delante del Estrecho de Magallanes. En nuestras aguas australes estaban el portaaviones 25 de Mayo, los destructores Piedra Buena, Bouchard y Drummond, las corbetas misilisticas Granville y Guerrico, los ARA Hércules, Santísima Trinidad y otros y el crucero General Belgrano, después hundido durante la Guerra de Malvinas. Este ultimo había sido reequipado con cañones de seis pulgadas para tiro naval y baterías de misiles Sea Cat con un alcance aproximado de 4.000 metros.

Dos horas después de completada la ocupación de las pistas Lennox, Picton y Nueva, colocadas bajo la protección cercana del GT2, aviones Mirage-Dagger y Skyhawks bombardearían objetivos militares en la ciudad de Punta Arenas y en Puerto Williams, mientras el hostigamiento aéreo alcanzaría a otros blanco relacionados con el transporte y el abastecimiento en la región de Magallanes. Para las horas sucesivas se preveían enfrentamientos aeronavales con la flota chilena en el estrecho de Magallanes y en la boca de ingreso al Canal de Beagle, por lo que en noviembre el alto mando naval había hecho su requerimiento de un fuerte apoyo aéreo, dada la amenaza que representaban los helicópteros artillados chilenos.

A las 0 horas entraría en acción el ejército, que cruzaría la frontera patagónica por cuatro puntos diferentes con tropas de la IX Brigada de Infantería de Montaña y de otras unidades asignadas al sector de Santa Cruz y Chubut. Casi contemporáneamente, aprovechando las primeras horas de la mañana, aviones de la Fuerza Aérea trataría de destruir a la aviación chilena, si fuera posible en tierra, con una ofensiva fulminante del tipo de las aplicadas por Israel con tanto suceso en el Medio Oriente. En este sentido, la Fuerza Aérea se veía favorecida por el hecho de contar con mas aeródromos en el ámbito de las operaciones, aunque se reconocía la peligrosidad de la aviación rival, por su entrenamiento, preparación y el material bélico a su disposición.

En cuanto al Ejercito, dado que la ofensiva proyectada no había sido circunscripta únicamente al sector sur del territorio enemigo, sino que seria generalizada y se extendería por toda la frontera, en un segundo momento pasarían al ataque las tropas del Tercer Cuerpo, desplegadas a lo largo de la Cordillera, en el que era su natural ámbito operativo, desde Mendoza hasta Jujuy.

Irrumpirían las dos grandes unidades terrestres de batalla integradas a dicho cuerpo, o sea la V Brigada de Infantería (...) y la VIII Brigada de Infantería de Montaña, a las ordenes del general Saá, uno de los mas fieles a Menéndez. En tanto, funciones operativas diferentes, por su propia naturaleza, tendría la IV Brigada de Infantería Aerotransportada con asiento en Córdoba, cuyo jefe era el general Gumersindo Centeno.

Algo mas al sur, casi contemporáneamente, se ejecutaría un movimiento cuyo éxito podría depender la definición favorable del conflicto del ataque: a la altura de la provincia de Neuquén, cerca del Paso Puyehue, irrumpirían a traves de la frontera la poderosa X Brigada de Infantería y otras unidades asignadas a ese sector del frente, con el objetivo de llegar al Pacifico y partir de esa manera en dos el territorio chileno. Era ese el punto en que, en esa fase del ataque terrestre, se concentraría el peso principal del ataque. Si bien las fuentes consultadas coinciden en que este corte era un objetivo prioritario, no son coincidentes sobre el lugar planificado, ya que algunos lo ubican al sur del valle de Maipo y otros mas al norte de esa zona.

En el plan de operaciones se preveía también la ocupación de una ciudad clave, que seria determinada según el curso de las acciones por la "línea menor de resistencia". El primer objetivo era Santiago, pero se tenia Valparaíso como alternativa. El avance de las tropas iba a ser constantemente apoyada por la Fuerza Aérea, en una sistemática tarea de ablande de las defensas enemigas. En el extremo sur, igual papel estaría a cargo de la Aviación Naval, si el objetivo quedaba establecido en una ciudad marítima atacada por al Infantería de Marina.
Pero - como ya se ha explicado - la ofensiva terrestre tenia un Talón de Aquiles, focalizado a la altura de Chubut, y por eso en los estudios de planificación se habían ultimado las precauciones para ganar una batalla que se estimaba podía ser decisiva.

Mas allá de las preocupaciones que el frente chubutense planteaba, en todos los niveles de comando existía una confianza muy arraigada que nacía, sobre todo, del superior poder de fuego y de movilidad de sus unidades blindadas. En cambio, esta ventaja se atenuaba considerablemente en el poder naval.

La Argentina había gastado 1.200 millones de dólares para reforzar sus fuerzas armadas( contra solo 800 millones invertidos por Chile), buena parte de ellos invertidos en la compra de modernos aviones de guerra y sistemas misilisticos. Además, había vuelto a llamar bajo bandera nada menos que a 500.000 reservistas. Pero lo que mas alentaba el optimismo de sus altos mandos militares era una frase muy arraigadas en ellos:"Chile es, lejos, después de Israel, la plaza mas vulnerable de la Tierra".

jueves, 17 de abril de 2025

Argentina: La vida del Gaucho Malo

Hormiga Negra: El Gaucho malo





Guillermo Hoyos era rubio, retacón y pecoso. Había nacido en San Nicolás de los Arroyos hacia 1837 y tenia fama de ser rápido con el facón, guapo y de no amedrentarse ante el peligro.
...De hecho, había peleado con distinción por su provincia en Cepeda y Pavón. Le decían Hormiga Negra ,el apodo lo había heredado de su padre, hombre respetado por su guapeza que cuando sacaba a relucir su facón "lo hacía picar pior que hormiga", aunque a Guillermo le decían "el rubio hormiga negra" para diferenciarlo del progenitor.A pesar de declararse gaucho honrado obediente de la ley y trabajador como un buey, tenía en su haber un voluminoso prontuario donde se destacaba el haber dado muerte a un tal Pedro José Rodríguez con alevosía.
Las aventuras de Guillermo Hoyos se multiplicaron y pasaron a la mitología popular, recogida por Eduardo Gutiérrez, artífice del arquetipo del gaucho pendenciero y mal entretenido, perseguido por una justicia que no siempre le hacía honor a su nombre. Gutiérrez tuvo oportunidad de conocer personalmente a Hormiga Negra, terror de la policía y taita del gauchaje. Pensando que habría de encontrarse con un personaje que inspiraba terror, Gutiérrez se entrevistó con un hombre delgado, de piel curtida, surcada de arrugas, luciendo un bigote que los años habían sembrado de canas. Paisano retrucador y refranero le contó su historia a Gutiérrez, llena de falsas acusaciones por ser el único gaucho pícaro a quien culpar por esos lados.
Lo apresaron y por dos años lo llevaban de un lado pa´ otro como caballo patrio, a ver si se pisaba en sus declaraciones. De varias cosas lo acusaron pero lo debían soltar hasta que en un nuevo entrevero dejaba a alguno marcado y a otro medio muerto porque el tal Hormiga era bravo con el facón.
Cuando la cosa de ponía brava se escondía y pasaba un tiempo poniendo distancia con quienes querían darle caza. Así paso unos meses en Arroyo del medio, en el límite con Santa Fe.
Al final le atribuyeron la muerte de la Sra. de Marzo y Guillermo Hoyos pasó ocho años en la prisión de la que salió para volver a sus pagos y convertirse en leyenda.
Cuentan que los hermanos Podestá llegaron con su circo a un pueblo del norte de la provincia y dieron vida a la obra de Gutiérrez. En medio de la función, cuando todos estaban compenetrados de las andanzas de un gaucho fiero al que llamaban Hormiga Negra, un paisano se levanta de la gradería y sin furia pero sin dejar dudas de su contundencia grita “Mienten”. Los actores callan, el público lo mira sorprendido. “Mienten les digo… y yo voy a contar como fue de endeveras” y sube al escenario a contar su historia, la del rubio Hormiga Negra, un matrero capaz de atropellar a Mandinga, que Dios se llevó de este mundo el 1° de enero de 1918.
Por:  Alicia Carmen Vullo
MEMORIAS CURIOSAS ARGENTINAS

miércoles, 16 de abril de 2025

Conquista del desierto: La hijaputez de los indios con los cristianos

Mentiras del revisionismo: las atrocidades que cometieron los indios

Newstad

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Mito. La Conquista del Desierto y sus mitos, en la pluma de Luciana Sabina.

La historia de la frontera argentina en el siglo XIX está marcada por episodios de violencia extrema que han dejado una huella imborrable en la memoria colectiva. Mientras algunos sectores insisten en perpetuar una visión revisionista y sesgada de la “Conquista del Desierto”, es crucial abordar los hechos con objetividad y reconocer las atrocidades cometidas por los indígenas contra las poblaciones cristianas. Este artículo busca arrojar luz sobre los crímenes de los malones, el trato inhumano hacia los cautivos y el sufrimiento de quienes vivieron en carne propia el terror de la frontera.

Los malones: el terror de las poblaciones fronterizas

Los malones fueron una práctica sistemática de los indígenas que sembró el pánico en las zonas fronterizas de Argentina. Estos ataques no solo tenían como objetivo el saqueo de bienes materiales, sino también la destrucción y el sometimiento de las poblaciones cristianas. Testimonios de la época relatan cómo los indígenas incendiaban cosechas, mataban a civiles indefensos y cometían actos de violencia extrema, incluyendo violaciones y secuestros.


Un relato desgarrador proviene de una cautiva de Villa Mercedes, quien describió el momento en que su vida cambió para siempre:

“Yo tenía por entonces unos 20 años… Como a eso de las once, mis hermanos menores gritaron: ‘¡Dispare, que vienen los indios!’. Salí corriendo al patio y vi a unos 200 indios rodeando la casa, gritando ‘¡Matando cristiano!’. Uno de ellos me agarró de las trenzas y me lanzó sobre su caballo, gritando: ‘¡No escapando, cristiana linda, llevando toldo!’. De mi mamá no supe más nada… Los indios mataron a niños que ni siquiera podían caminar, ensartándolos con lanzas como si fueran juguetes”.

Estos testimonios no son casos aislados, sino parte de una realidad que se repetía una y otra vez en las zonas fronterizas.


Rio Negro. El ejército argentino, listo para la batalla.

La vida de los cautivos: esclavitud y sufrimiento

Los cautivos cristianos sufrían un destino aún más cruel. Una vez capturados, eran tratados como esclavos, sometidos a trabajos forzados y vendidos como mercancía entre las tribus. Las mujeres, en particular, enfrentaban un calvario de abusos físicos y psicológicos. Lucio V. Mansilla, en su obra "Una excursión a los indios ranqueles", describió con crudeza el destino de las cautivas:


“Debían lavar, cocinar, cortar leña con las manos, domar potros y servir para los placeres brutales de sus captores. Aquellas que se resistían eran asesinadas a golpes o azotes. Cuando el indio se cansaba de ellas, las vendía o regalaba, condenándolas a un nuevo ciclo de sufrimientos”.


La situación llegó a ser tan alarmante que en Buenos Aires se creó una asociación dedicada a reunir fondos para rescatar a los cautivos. Para los caciques, este comercio humano era un negocio sumamente redituable.

Testimonios impactantes: la crueldad en primera persona

El francés Auguste Guinnard, quien estuvo tres años cautivo entre tribus del sur, dejó relatos escalofriantes sobre las costumbres y atrocidades de los puelches. En una de sus narraciones, describió cómo, tras un enfrentamiento, los indígenas despellejaron vivos a tres de sus propios compatriotas acusados de traición:

“Plantaron en el suelo cuatro picas, ataron a los infelices por las extremidades y, uno tras otro, los despellejaron vivos. Finalmente, les hundieron un puñal en el corazón”.

Estos relatos no solo exponen la brutalidad de los malones, sino también la complejidad de las relaciones interétnicas en la frontera.


Capturado. Auguste Guinnard, impresiones de la violencia de los indios.

Una mirada equilibrada sobre el pasado

Es fundamental reconocer que la historia de la frontera argentina no puede reducirse a una narrativa maniquea. Más allá de las ideologías, los testimonios de la época revelan una realidad cruda y dolorosa: los malones no fueron simples actos de resistencia, sino ataques sistemáticos que dejaron miles de víctimas entre las poblaciones cristianas.

Comprender estos hechos nos permite tener una visión más equilibrada del pasado y honrar la memoria de quienes sufrieron en silencio. En un momento en que el revisionismo histórico busca imponer una mirada parcial, es necesario reivindicar la verdad histórica y recordar a aquellos que pasaron al olvido en los libros de historia: los cautivos y las víctimas de la violencia en la frontera.


lunes, 14 de abril de 2025

Guerra civil rusa: ¿Por qué ganaron los bolcheviques?

¿Por qué los bolcheviques ganaron la guerra civil?

War History



Aunque los bolcheviques acabaron ganando la guerra civil, su victoria al principio no estaba en absoluto asegurada, ni tampoco lo parecía a sus cansados contemporáneos. Varias veces la supervivencia del gobierno revolucionario estuvo en juego. En la primavera de 1918, por ejemplo, el régimen estuvo a punto de ser dominado por la anarquía absoluta; en la primavera siguiente, Kolchak parecía imparable; y en el otoño de 1919, las fuerzas combinadas de Denikin y Judenich representaban una amenaza militar tal que muchos esperaban que el régimen de Lenin se derrumbara pronto.

Los blancos disfrutaban de muchas ventajas significativas. Contaban con el apoyo de la Iglesia. Sus ejércitos estaban casi siempre mejor dirigidos y no tenían que temer traición entre sus oficiales. En las condiciones imperantes, en las que la línea del frente se movía rápidamente, la caballería cosaca era una fuerza extremadamente valiosa. Los blancos ocupaban mejores tierras agrícolas y tenían que alimentar a las poblaciones de menos ciudades grandes. Estos factores, combinados con la ayuda de los aliados, hicieron que las condiciones de vida fueran mejores en los territorios ocupados por los blancos. Cuando los blancos ocupaban una ciudad, el precio del pan casi siempre bajaba. Naturalmente, en tiempos de hambruna, la reducción de los precios de los alimentos tenía un gran atractivo y una trascendencia política de largo alcance.

Aun así, los bolcheviques ganaron al menos en parte debido a la debilidad de sus enemigos. Los blancos no tenían una ideología atractiva ni el estado de ánimo adecuado para llevar a cabo su tarea más importante: imponer el orden en una población renuente. Como consideraban que su tarea era principalmente militar, no hicieron ningún intento serio de ganarse a la población con una visión atractiva del futuro. De hecho, carecían de esa visión. Los generales se habían sentido cómodos en la Rusia imperial y, aunque los más ilustrados entre ellos se daban cuenta de que podían ser necesarias algunas reformas, todos deseaban fervientemente que las revoluciones de 1917 nunca hubieran ocurrido.

Cuando se vieron obligados a articular sus objetivos, los blancos tuvieron que recurrir a un nuevo y exagerado sentido del nacionalismo. Proclamaron que luchaban por “Rusia”. El problema de esta ideología era que tenía poco atractivo para quienes eran políticamente los más importantes, los campesinos. Y quizá lo que es más importante, alejó fatalmente a las minorías nacionales, que podrían haber llegado a ser aliados útiles en una cruzada antibolchevique. Como los blancos necesariamente luchaban en zonas habitadas en gran parte por no rusos, la hostilidad de las minorías tuvo consecuencias fatídicas.

La desintegración del imperio otrora poderoso y la evidente debilidad de las autoridades centrales dieron como resultado un crecimiento extraordinariamente rápido de la conciencia nacional entre las minorías. Políticos que se habían proclamado internacionalistas y socialistas llegaron al poder en los nuevos estados independientes y abrazaron apasionadamente la causa nacionalista. Los bolcheviques y los antibolcheviques adoptaron políticas diferentes hacia los nuevos estados establecidos en las periferias. La actitud bolchevique era mucho más conveniente: mientras no tuvieran poder para impedir el establecimiento de esos estados, no se opusieron abiertamente a ellos. Parecían haber aceptado el principio de la autodeterminación nacional, aunque añadieron que se aplicaba siempre que sirviera a los intereses del proletariado. Los blancos no harían ninguna concesión comparable.



Los campesinos rusos no estaban movidos por una ideología nacionalista; estaban interesados en conseguir las tierras de los terratenientes. Los políticos blancos trabajaron durante muchos meses para elaborar un plan de reforma agraria. Tardaron en hacerlo, porque no apreciaban plenamente la importancia política de ganarse el apoyo de los campesinos ávidos de tierra. Cuando publicaron un proyecto de reforma agraria, en el verano de 1920, ya era demasiado tarde. Incluso este plan ofrecía muy poco. Después de todo, los blancos conseguían su apoyo social de la derecha y no podían distanciarse de sus partidarios. Los campesinos vieron que, tras la llegada de los ejércitos blancos, los terratenientes y los ex funcionarios zaristas reaparecían para reclamar su riqueza y su poder. No importaba lo que dijeran los políticos blancos en sus manifiestos, los campesinos comprendían correctamente que los blancos defendían la restauración.

Sin embargo, los bolcheviques ganaron la guerra civil no sólo por las debilidades y los errores de sus oponentes. Su comprensión de las necesidades del momento y de los principios de la política revolucionaria también les ayudó. El programa político con el que llegaron al poder no se pudo realizar, por lo que los revolucionarios tuvieron que improvisar constantemente. Pero afortunadamente para ellos, su formación y su ideología les permitieron improvisar con éxito.

Los bolcheviques, como marxistas-leninistas, comprendieron instintivamente la importancia de la organización y la movilización de masas. Trabajaron incansablemente e incesantemente tanto para llevar su programa a los obreros y campesinos como para crear formas organizativas que pudieran restablecer el orden. Una parte importante del mérito de ganar la guerra civil perteneció al partido.

En sus orígenes, el partido era una organización de revolucionarios, pero pronto se transformó en un instrumento de gobierno. En esas circunstancias, sería un error pensar que se trataba de una organización muy unida, disciplinada y jerárquica. Los dirigentes superiores se peleaban con frecuencia y el centro a menudo sólo tenía un control nominal sobre las ciudades distantes. Sin embargo, como base organizativa, confería a los bolcheviques una ventaja inestimable. El partido participaba en todos los aspectos de la vida nacional: era responsable de desarrollar una estrategia para ganar la lucha; era una agencia de reclutamiento que preparaba cuadros capaces y ambiciosos; era la principal agencia de adoctrinamiento; en los territorios controlados por el enemigo, organizaba una clandestinidad y, quizás lo más importante, intentaba supervisar el trabajo de otras instituciones gubernamentales y sociales.

Las habilidades y los principios organizativos de los bolcheviques se mostraron mejor en la creación y construcción del Ejército Rojo, que fue el gran logro de Trotsky. Tanto Trotsky como Lenin se dieron cuenta rápidamente de que, contrariamente a las nociones utópicas que habían abrigado, los servicios de expertos eran esenciales para dirigir un estado moderno. En el caso de los militares, esto significaba que el joven Estado soviético necesitaba la experiencia de los oficiales del ex ejército imperial. A esos hombres había que obligarlos o engatusarlos para que se pusieran al servicio de una ideología que en casi todos los casos les resultaba desagradable. Además, la política entrañaba riesgos: creaba indignación entre algunos viejos comunistas y los oficiales no eran en absoluto totalmente fiables. La traición era un peligro constante. Sin embargo, Trotsky tenía razón: sólo una fuerza disciplinada, dirigida por hombres profesionales, podía derrotar al enemigo.

Al final de la guerra civil, los bolcheviques, utilizando una amplia propaganda además del reclutamiento, habían formado un ejército de cinco millones de hombres, incomparablemente mayor que las fuerzas combinadas de sus enemigos. Sólo un pequeño porcentaje de este ejército sirvió en batallas; el resto proporcionó apoyo y servicios administrativos. En una época de anarquía, el nuevo Estado necesitaba todo el apoyo que pudiera conseguir.

La Cheka también contribuyó a la victoria bolchevique. El terror fue igualmente sangriento en ambos bandos; tanto los rojos como los blancos cometieron actos de extraordinaria brutalidad. Sin embargo, la represión política ejercida por ambos bandos tuvo un carácter diferente. Los blancos, cuyas opiniones eran más propias del siglo XIX que del XX, apreciaban poco el papel de las ideas en la política y toleraban una diversidad mucho mayor de opiniones políticas. La Checa, en cambio, sólo permitía una organización política y un punto de vista político: el de los leninistas.

Los bolcheviques adaptaron con éxito sus políticas sociales y económicas a las necesidades de ganar la guerra. Lenin presentó su famoso decreto sobre la tierra al día siguiente de su victoria. Como concesión a los campesinos, el decreto legalizaba las expropiaciones previas de tierras y permitía a los campesinos cultivar las tierras de los antiguos terratenientes como si fueran de su propiedad privada. Lenin, el gran realista, vio claramente los beneficios políticos. Sin embargo, aunque los rojos les dieron tierra y los blancos no les dieron nada, los bolcheviques sólo pudieron ganar unos pocos partidarios activos entre los campesinos. La gran debilidad de la posición bolchevique era que necesitaban alimentar a sus ciudades pero no tenían nada que dar a los campesinos a cambio de grano. En tales circunstancias, los principios de un mercado libre obviamente no podían funcionar, y los bolcheviques requisaron el grano por la fuerza. Esta política estaba destinada a alienar a los campesinos, pero es difícil ver qué otra cosa podrían haber hecho los revolucionarios.

Las políticas económicas introducidas por los bolcheviques a mediados de 1918, la principal de ellas la suspensión de un mecanismo de mercado para el grano, se llamaron comunismo de guerra. Este sistema movilizó la economía para estañar la guerra mediante la coerción. Los bolcheviques nacionalizaron el comercio y la industria. Aunque tales acontecimientos fueron el resultado de la improvisación, en ese momento los teóricos profesaban ver la desaparición de la empresa privada e incluso del dinero como un paso hacia la llegada de la sociedad comunista. El sistema causó gran miseria y penurias para la población y a largo plazo condujo a la devastación de la economía nacional. Sin embargo, a corto plazo, fue eficaz: las fábricas produjeron suficientes armas para luchar contra el enemigo y la gente de las ciudades fue alimentada, aunque mal.

La revolución bolchevique, como todas las grandes revoluciones, se libró por la igualdad social. Los revolucionarios hicieron mucho por reclutar una nueva élite política. Campesinos y obreros jóvenes y ambiciosos, con una mezcla de convicción y arribismo, se unieron a los bolcheviques. Pudieron acercarse a sus compañeros obreros y campesinos con mucho más éxito que cualquier propagandista blanco. Al movilizar esta fuente de talento hasta entonces inexplotada, los bolcheviques ganaron mucho. Las políticas bolcheviques conscientes, así como la miseria impuesta por la guerra y el comunismo de guerra, dividieron a los bolcheviques en dos, reduciría enormemente la desigualdad.