domingo, 7 de diciembre de 2025

Patagonia: Recordando a Rodolfo Casamiquela

Los Aonikenk,  esa es otra historia


  • A 15 años de su partida terrenal recordamos a Rodolfo Casamiquela. 07/12/08



Rodolfo Casamiquela fue un paleontólogo, arqueólogo, historiador, escritor y docente argentino, conocido por haber descubierto el dinosaurio Pisanosaurus mertii en 1967​ y por su trabajo con el último hablante del idioma puelche.
Em 1991 se publicó el libro “Del mito a la realidad: evolución iconográfica del pueblo tehuelche meridional”



(Fundación Ameghino), con escritos de los argentinos Rodolfo Casamiquela, Osvaldo Mondelo y Enrique Perea, y el aporte del historiador chileno Mateo Martinic. Un libro esencial para reconstruir la historia del pueblo tehuelche –marginado de la historia y que en los últimos tiempos atraviesa quizás una doble marginación por la instalación genérica de ‘mapuches’ para todos los pueblos indígenas patagónicos-, con una impresionante reconstrucción genealógica integrativa y 536 ilustraciones. Reproducimos un capítulo del libro, escrito por Casamiquela, recientemente fallecido, que nos resume la etnología patagónica austral, es decir, la referida a los tehuelches meridionales y onas especialmente. Como un homenaje también al reconocido antropólogo, arqueólogo e historiador rionegrino.
Prescindiendo de la fronda de gentilicias, propios y ajenos, en diferentes lenguas, que complican notablemente el panorama etnológico del ámbito austral de la Patagonia (incluído el sur del actual Chubut), puede aceptarse que éste se integraba, grosso modo, en lo racial, con dos elementos fundamentales, pámpidos y fuéguidos, metamorfizados en diferentes grados. Los láguidos, en cambio, litorales y provenientes del norte, podrían haber gravitado incluso hasta las cuencas de los lagos Colhue-Huapi y Musters (en tal caso, a lo largo del río Chico del Chubut).



De acuerdo con la monografía de Bórmida (1953-54), el tipo patagón propiamente dicho, es decir, correspondiente, en general, a los tehuelches meridionales (y en especial de la provincia de Santa Cruz), es prácticamente idéntico al ona y ha surgido del metamorfismo de un tipo pámpido -dominante absoluto- y otro fuéguido. (Serían en cambio, pámpidos puros –o mejor dicho, representarían al tipo antiguo de la Patagonia- los tehuelches septentrionales australes, con centro en el norte del Chubut y el sur de Río Negro; y fuéguidos puros –idem- los indígenas de canoa propiamente dichos, históricamente yámanas y alacalufes). Pero hubo otras variantes en el metamorfismo de ambos tipos, de los cuales pueden ser muestras los guaicaros (‘huaicurúes’), ocupantes de la región de la península de Brunswick e isla Riesco, más la parte continental adyacente hasta toda la costa oeste del estrecho de Magallanes; y/o los huemules (que Fitz-Roy encontrara sobre los senos Otway y Skyring) -amén de los haus del sudeste de la isla Grande de Tierra del Fuego-, grupos en los que el porcentaje de sangre fuéguida fue mayor.
Culturalmente, todos -incluídos, grosso modo, los tehuelches meridionales- han de haber acusado, de la misma manera, y sobre la base del racial, que implica contactos prolongados, un grado variable de metamorfismo. Esto es fácil de aceptar cuando se traen a la mesa los testimonios antiguos sobre indígenas de alta estatura y muy corpulentos que tripulaban canoas, y cosas semejantes. Nadie duda, pues, del metamorfismo cultural de los guaicaros o huemules (o haus), pero el asunto es relativamente novedoso en cuanto a los tehuelches meridionales, en general aceptados como modelo puro de cazadores superiores. Por lo demás, tanto el metamorfismo racial como el cultural han de haberse acentuado de norte a sur.

Los tehuelches meridionales (patagones propiamente dichos, para la mayoría de los autores), contactaban con los indígenas de canoa veros y con pueblos metamórficos, de grado variable, según dije, a lo largo del estrecho de Magallanes y la región mencionada antes. En tiempos históricos, laguna Blanca (situada al norte de la actual Punta Arenas), según la tradición mantenida hasta el presente por los indígenas, era el lugar de contacto o reunión por excelencia.
En tiempos antehistóricos o, dicho más correctamente, en época (a precisar arqueológicamente) anterior a la llegada de los europeos, este contacto de los indígenas del interior con pueblos de canoa y/o metamórficos debió extenderse a todo el litoral atlántico involucrado, de lo que resultaría precisamente su propio metamorfismo.
Dos palabras acerca de la clasificación moderna de los tehuelches meridionales. Personalmente, los he dividido -de un modo didáctico- en dos grandes grupos: los tehuelches meridionales australes, que se extendían en época histórica desde el estrecho de Magallanes y área sudoriental mencionada hasta el río Santa Cruz, y los tehuelches meridionales boreales, que ocuparían ámbito comprendido entre dicho río y el río Chubut (Simétricamente, desde el río Chubut hacia el norte se extendían los tehuelches septentrionales, divididos en australes –hasta el Limay-Negro) y boreales).
La etnia tehuelche meridional austral hablaba lengua propia, y en ella se autodenomina aónik’enk o aonik’o ch’oónükü (“sureños” y “hombres = gente del sur”, respectivamente). Llaman los hablantes de esta lengua (aónik’o áis = ayün) p’énk’enk o p’énk o ch’oónükü a los de la otra (“norteños” y “gente del norte”). Y los tehuelches meridionales que en la actualidad ocupan el ámbito boreal y que hablan la misma lengua anterior, se autodenominan en ella aónik’enk, lo que suena a contradicción. Pero el grupo que “paraba en Corpen”, al decir de mis informantes, esto es, en el área de Corpe Kaiken, la confluencia de los ríos Chico de Santa Cruz y Shehuen, tenía reservada para sí una denominación especial: mech’arn o ch’oonükü “gente de la resina” (de molle), y llamaba a su patria chica mech’ar-nuwu “donde hay resina”. Parece que este es, en relación con esta distinción, el epicentro de la nación tehuelche meridional boreal -si puede hablarse así-. En consonancia con esto, hay datos de que antiguamente (hasta comienzos del siglo XIX) los individuos de la parcialidad santacruceña de nuestro interés hablaban una lengua diferente de la actual: el téwsün, la llamada “lengua misteriosa de la Patagonia”

Etnodinámica reciente

La ausencia de denominaciones absolutas en estos dos pueblos o etnias (la de “gente de la resina” lo es sólo en sentido restringido) es indicador suficiente para el etnólogo de la presencia de alguna anomalía. A diferencia de esto, los tehuelches septentrionales la tuvieron (günün a künna), y su significado, coherentemente, expresaría la idea de la “gente o las criaturas por antonomasia”…
Pienso que la distinción que se hace con las “gentes de la resina” es testimonio de su proyección pasada, del esplendor pretérito de todo un pueblo. Y a la luz de consideraciones de esta clase -y más con el olfato del etnólogo que con pruebas sólidas-, he postulado que la pérdida de dicha personalidad ha de haberse debido a un fortalecimiento (reflujo) de los tehuelches meridionales australes (¿en relación con la posesión del caballo, a fines del siglo XVIII?), que habría comenzado por la cesión de su propia lengua y concluído con el reemplazo del sentimiento mismo de nación… A la inversa, la ausencia de una autodenominación absoluta por parte de los tehuelches meridionales australes puede haberse debido a una influencia (flujo) anterior por parte de los boreales sobre aquéllos; no me extrañaría en absoluto, aunque convengo en que hay mucho para arar en tal terreno.
He dicho también… que es posible que en la despersonalización de los tehuelches meridionales boreales haya obrado al propio tiempo un desborde o presión cultural de los tehuelches septentrionales (australes) hacia el sur. Y esta idea surge del hecho de poder demostrar un fortalecimiento cultural de dicha etnia (günün a künna) hacia tiempos algo anteriores -dos o tres siglos- a la conquista española del Río de la Plata, la que se tradujo en un avance (reflujo) hacia la provincia de Buenos Aires (hasta el Salado) y hacia la del Neuquén (¿hasta el Agrio-Neuquén?).
Me apresuro a aclarar que cuando hablo de avance, presión o influencia, no pienso tanto en el traslado masivo de un pueblo, o movimiento étnico, sino en la migración de elementos culturales, materiales y, tras ellos, espirituales -éstos decisivos-, como la lengua y la religión. Es sólo en ese sentido, predominantemente cultural y no étnico (o racial-cultural masivo) en el que es posible hablar de hegemonía: hegemonía cultural. Por lo demás, es el modelo que estoy proponiendo en mis últimos trabajos para la interpretación del proceso de araucanización del Neuquén y todo el ámbito pampeano y norpatagónico al sur del Limay-Negro incluído… No me extrañaría que dicha hegemonía günün a künna estuviera basada en un fortalecimiento de la institución shamámica de ese pueblo: piense el lector, por un lado, en la recepción singular que -casualmente circa el año 1000 de nuestra eratuvo la idea inspiradora del arte rupestre del estilo de grecas (El estilo de grecas es, si nos atenemos al interés de los temas o símbolos representados, un estilo de labirintiformes -caminos perdidos-. En otras partes (1983) he desarrollado la posible relación de dicho tema con el “camino difícil” para ganar el Más Allá) en el ámbito de dispersión de esta etnia... y la apariencia de una exportación de ella y del estilo hacia el sur (en especial por vía de la precordillera de los Andes). Por el otro, en el hecho muy curioso de que el nombre mismo del shamán tehuelche meridional -al que hay que ubicar detrás del tema del laberinto-, “kalmelauch” o “kalmelawutr”, es tomado de la lengua de los günün a künna: qüIümüláwütr; en ella significa “el que hace o con lo que se hace qülümüllü”, tema desconocido pero en el que se reconoce otro subordinado, qülü, “blanco”. Harrington (Tomás Harrington, investigador de campo por excelencia de los tehuelches septentrionales en la primera mitad del siglo XX) no vacilaba en asociar a éste con la característica del hechicero tehuelche de actuar pintado cuidadosamente de ese color.
Pasando ahora, a las relaciones externas del “complejo tehuelche”, para usar la expresión de Escalada, si bien en sentido restringido, con los indígenas de canoa y metamórficos varios (producto de contactos anteriores al momento histórico, tema de estas líneas), vale la pena señalar, por una parte, que los antepasados de los onas de la Isla Grande de Tierra del Fuego han de haber llegado a ella directamente en canoa. Ello supone un grado importante de metamorfismo cultural, por lo que parece necesario abandonar la idea de que representen una imagen conservativa del estadio cultural anterior a la difusión del caballo en los tehuelches sensu lato, sus parientes continentales. Más bien, se trataría de pueblos o grupos revenidos a un nivel cultural equivalente a aquél. Por otra parte, lo dicho en cuanto a la raza: que aquéllos representan a un nuevo tipo racial, con sangre fuéguida, y que si extendemos la observación a los tehuelches, meridionales ahora, debemos aceptar que ella supone largo contacto, masivo -convivencia tal vez- del prototipo pámpido con el fuéguído, y por ende, inevitablemente, metamorfismo cultural. Es a su luz que he señalado en alguna otra parte (1983) el interés especial que en tal sentido podría tener, entre otros elementos, el estilo de arte rupestre de manos estarcidas (y pintadas) de Santa Cruz y Chubut. Dicho de otro modo, no es imprescindible, cuando se estudian elementos culturales estrictamente continentales, filiarlos como propios de cazadores por dicho motivo, sin más; antes bien, se debe recordar, por el contrario, la inevitable influencia de otras culturas, de raigambre más bien recolectora y cazadora inferior.
Para terminar… unas pocas palabras con respecto a los movimientos internos de las etnias y su extensión a los territorios de otras etnias. El primer grupo está motivado, en lo esencial, por el ciclo anual de la caza, con énfasis en el guanaco y el avestruz como presas, ciclo de la caza que es, en realidad, reflejo directo del ciclo anual de movimientos de las presas, es decir, las poblaciones de guanacos y avestruces (en invierno hacia el mar y en verano hacia el interior, grosso modo). En ese gran movimiento anual los ríos funcionaban para los cazadores como aguadas -como un sistema de aguadas-, y entraban y salían de sus cauces o vaguadas
continuamente, para cortar caminos. Los ríos no fueron rutas para los grandes cazadores patagónicos; al revés, fueron precisamente las barreras (filtros) de contención de su expansión, los límites naturales de dispersión de cada etnia. O, dicho a la inversa, seguramente los grandes accidentes que explican la diferenciación étnica de la Patagonia (y, en gran medida, de la Pampa).
Menciono sólo al pasar los restantes movimientos internos, como el de la búsqueda de determinadas materias primas, los encuentros con otros grupos (bandas de la misma etnia o de otras) etcétera; no señalo específicamente una actividad de recolección porque, si
bien ésta era muy importante para la dieta, estaba subordinada a la de la caza.
En relación con lo dicho, hay que enfatizar el papel de las rutas transversales en la Patagonia, no de las longitudinales o axiales, como la recorrida por Musters, o la célebre de la costa atlántica. ¿Es que no existieron, entonces, antes de la conquista española, y fueron motivadas por las necesidades adquiridas del intercambio comercial y la búsqueda de caballos (en Patagones, en la boca del Chubut, después; en la provincia de Buenos Aires por último, en gran medida)? Yo no diría tanto; al contrario, creo que existieron, y desde época muy lejana -en relación con los episodios climáticos y con la presencia o ausencia de agua-, y que sirvieron precisamente para la comunicación entre etnias, pero que sí se revitalizaron después de la conquista y colonización europeas.
Por último, volveré sobre el papel de los ríos, que -como dije- no fueron rutas para los cazadores, sino barreras y, por ende, no constituyeron áreas de expansión de pueblos, como postulara Escalada (1958-59), sino a la inversa: oportunamente he opuesto a la fórmula antropodinámica propuesta por éste, basada en las cuencas hidrográficas, mi tesis de las anticuencas (piénsese en el modelo günün a künna, aludido antes).

El mito

‘”Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura (...) Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura…”
Así describió el maravillado -y exagerado- cronista Antonio Pigafetta, de la expedición de Hernando de Magallanes, la circunstancia del primer encuentro ocurrido en la bahía de San Julián a comienzos de abril de 1520, en simultaneidad con el hallazgo de las regiones que conforman el extremo meridional de América, para el conocimiento científico y cultural de Occidente.
Desde entonces también, según se afirmara, debido a las huellas que en la nieve dejaban aquellos pretendidos seres descomunales, el solar estepario que habitaban pasó a ser conocido indistintamente como País o Región de los Gigantes Patagones, de los Gigantes o, simplemente, de los Patagones, forma que por evolución derivaría en la actual expresión Patagonia. (APP)

sábado, 6 de diciembre de 2025

Roma: La fantástica batalla de Cannas

La importancia de la batalla de Cannas

Bret C. Devereaux || War on the Rocks





 

La batalla de Cannas, librada el 2 de agosto del 216 a. C., el triunfo supremo de Aníbal Barca sobre los romanos, se sitúa cómodamente en el panteón de las grandes victorias militares. Es uno de los ejemplos más espectaculares de tácticas hábiles que permiten a un ejército más pequeño y menos equipado derrotar a una fuerza enemiga más numerosa y pesada en una batalla campal abierta. Sin embargo, aunque Cannas se describe con frecuencia como una "victoria decisiva", por supuesto, no fue nada parecido: la batalla tuvo lugar dos años después del inicio de la Segunda Guerra Púnica, que duró 17 años y que Aníbal perdió. El fracaso, incluso de las mayores victorias tácticas, para alterar la situación estratégica general es tan legado de Cannas como las deslumbrantes tácticas de doble envolvimiento de Aníbal.

Tres relatos de la batalla de Cannas sobreviven, ninguno de ellos contemporáneo. El más antiguo es Polibio, escrito a mediados del siglo II a. C. Polibio llegó a Roma en 167 y entrevistó a testigos supervivientes de la guerra y se basó en la historia (ahora perdida) de Fabio Pictor, que había sido miembro del Senado romano en el momento de la batalla. La otra fuente esencial es el historiador romano Livio, escrito a finales del siglo I a. C. Livio se basó en Fabio Pictor y Polibio, pero también en una serie de otras obras históricas perdidas , incluida la de Lucio Celio Antípatro , aunque su relato se ve obstaculizado por su propia falta de experiencia militar y algunos adornos nacidos de pretensiones literarias. Finalmente, el historiador del siglo II d. C. Apiano también proporciona un relato de la batalla , aunque es confuso y generalmente se considera de poco valor. Por consiguiente, los debates académicos sobre Cannas siguen centrados en conciliar diferencias relativamente pequeñas entre los relatos de Livio y Polibio, que siguen siendo la base de nuestra comprensión de la batalla.


El camino a Cannas

La situación estratégica que enfrentó Aníbal se basó en el resultado de la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.). En realidad, la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.) fue una guerra de continuación. Tras una guerra agotadora y agotadora, los romanos lograron conquistar Sicilia en el año 241, poniendo fin a más de dos siglos de actividad militar cartaginesa en la isla. Peor aún para Cartago, la combinación de soldados con largos atrasos salariales y el agotamiento del tesoro desencadenó una importante revuelta casi inmediata tanto de sus ejércitos como de sus súbditos norteafricanos ese mismo año. Amílcar Barca emergió como el general preeminente de Cartago durante la Primera Guerra Púnica y posteriormente dirigió sus ejércitos hacia la expansión en Hispania , quizás buscando una base de recursos con la que igualar a Roma. Del 237 al 219, los bárcidas (primero Amílcar, luego su yerno Asdrúbal el Hermoso, luego Aníbal, hijo de Amílcar) expandieron las posesiones cartaginesas en España, conquistando toda la costa mediterránea al sur del río Ebro, cuyos pueblos eran conocidos en la antigüedad como los íberos, a diferencia de otros pueblos que vivían en el resto de la península. Esto alarmó a los romanos, quienes en el 219 exigieron a Aníbal que desistiera de sus ataques a la ciudad ibérica de Sagunto, principalmente como pretexto para la guerra. Los romanos afirmaron que el asalto de Aníbal fue una violación de un acuerdo de no extender el poder cartaginés al norte del Ebro, a pesar de que Sagunto se encontraba a unas 85 millas al sur del río. Aníbal, ahora preparado para enfrentarse a Roma, se apoderó de la ciudad y comenzó a avanzar contra Italia.

La estrategia de Aníbal parece haber sido atacar el sistema de alianzas romano en Italia. Poco más de la mitad de los soldados romanos en este período eran socii (aliados), provenientes de comunidades no ciudadanas subordinadas de Italia, sometidas por Roma mediante la conquista o la diplomacia. Estas comunidades debían enviar soldados a servir en los ejércitos romanos a cambio de protección militar y una parte del botín de futuras conquistas. Era este sistema el que Aníbal pretendía perturbar, quizás basándose en el pasado reciente de Cartago en 241, donde el agotamiento militar había provocado una peligrosa revuelta entre sus propias comunidades sometidas en el norte de África. En consecuencia, las operaciones de Aníbal se centraron en saquear el territorio aliado en Italia para incitar u obligar a los aliados a desertar. Dichos ataques también atraerían a los ejércitos de campaña romanos, cuya destrucción, Aníbal podría haber esperado, aceleraría el colapso del sistema.

Llegar a Italia no fue tarea fácil. La superioridad naval romana, duramente ganada en la Primera Guerra Púnica, exigía una peligrosa marcha terrestre sobre los Pirineos, a través del sur de Francia (entonces Galia) y sobre los Alpes hacia lo que los romanos llamaban Galia Cisalpina, "Galia a este lado de los Alpes", una distancia de aproximadamente 1.000 millas . Polibio informa que Aníbal cruzó los Pirineos con 50.000 soldados de infantería y 9.000 soldados de caballería, la mayoría de ambos extraídos de España. Para cuando descendió de los Alpes a la Galia Cisalpina, esta fuerza se había reducido a solo 20.000 soldados de infantería y 6.000 de caballería. Aníbal podía, sin embargo, contar con los pueblos galos de la Galia Cisalpina como aliados si podía producir victorias contra la respuesta de Roma a su llegada, lo que hizo en Ticino (218) y Trebia (218). La combinación de bajas en Trebia y las duras condiciones invernales (la batalla se libró en diciembre) le costó a Aníbal todos los elefantes menos uno que había transportado laboriosamente a través de los Alpes. Como resultado, los elefantes ya no desempeñarían ningún papel en su campaña en Italia. Al año siguiente, Aníbal atacó a los aliados romanos en Etruria (la actual Toscana), sabiendo que esto los atraería a otro combate . Preparó su emboscada en el lago Trasimeno (junio de 217), destruyendo otro ejército de campaña romano.

El desastre en Trasimeno a su vez empujó la estrategia romana al ámbito político. Inmediatamente después se produjo una compleja disputa política que nuestras fuentes nos permiten observar solo imperfectamente. Finalmente, los romanos decidieron que se requería un comandante supremo temporal, un dictador , y Quinto Fabio Máximo fue elegido por el pueblo . Fabio, pronto apodado cunctator ("el retardador"), favoreció una estrategia de contención contra Aníbal, retrasándolo y evitando una batalla campal mientras los romanos obtenían ganancias donde Aníbal no lo hacía, reclutando ejércitos frescos que pudieran estabilizar sus alianzas en Italia y desmantelando las posesiones de Cartago en el extranjero, particularmente en España. Fabio siguió al ejército de Aníbal en Campania y luego en Apulia en el sur de Italia, interfiriendo con su logística para contener los movimientos de Aníbal, pero en Roma la política permaneció inestable.

El problema político llegó a un punto crítico cuando el corto mandato de Fabio como dictador llegó a su fin y se celebraron elecciones para 216. La elección de Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo (padre del vencedor en Pidna) como cónsules resultó en una renovada estrategia de confrontación. Al comenzar la temporada de campaña en la primavera de 216, los romanos se dispusieron una vez más a intentar derrotar a Aníbal en una batalla campal. Para entonces, Aníbal había continuado su movimiento hacia el sur, quizás con la esperanza de capitalizar el sentimiento antirromano más al sur . Se enfrentó al ejército romano siguiendo sus movimientos durante finales del invierno y la primavera de 216, antes de avanzar a finales de julio contra el puesto de suministro romano en Cannas. Es casi seguro que Aníbal pretendía arrastrar a los romanos a una batalla en un terreno de su elección, en este caso una llanura adyacente al río Aufidus (el moderno Ofanto) que ofrecía amplio espacio para su caballería. El ejército romano, bajo el mando conjunto de ambos cónsules, siguió debidamente , preparando el escenario para la batalla de Cannas.

Brillantez táctica

El doble envolvimiento de Aníbal en Cannas —que implicó ataques simultáneos en ambos flancos de la formación romana— se considera una de las mayores maniobras tácticas de la historia, permitiendo a su ejército destruir casi por completo una fuerza romana mucho más grande y mejor equipada.

La composición precisa de ambos ejércitos en Cannas sigue siendo algo incierta, aunque las cifras totales para ambos son relativamente seguras. Del lado cartaginés, Polibio informa que Aníbal contaba para entonces con 40.000 soldados de infantería y 10.000 de caballería, pero no especificó la división interna de dichas cifras. Analizando en retrospectiva informes previos sobre la fuerza de Aníbal, es posible llegar a un rango relativamente estrecho de desgloses plausibles. John Lazenby ofrece una estimación de que para entonces Aníbal contaba con quizás 6.000 soldados de infantería ibérica y 10.000 de infantería africana de su fuerza original, lo que, si sumamos las aproximadamente 8.000 tropas de proyectiles ligeros que Aníbal tenía en el Trebia, dejaría 16.000 galos extraídos de los territorios rebeldes de la Galia Cisalpina para completar la cifra final de infantería de 40.000 hombres.

El equipo de la fuerza de Aníbal era diverso . Un error común de traducción, que convierte a la infantería ligera lonchophoroi en "piqueros" en lugar del más preciso "jabaleros", ha dejado la persistente idea errónea de que la infantería africana de Cartago luchaba en una falange de picas similar a los macedonios, pero de hecho la infantería pesada de Cartago nunca usó picas y luchó en su lugar usando escudos con lanzas y espadas de una mano, mientras que la infantería ligera lonchophoroi luchaba con la lonche , una lanza ligera que podía doblarse como una jabalina. Para 216, tanto Polibio como Livio señalan que los africanos de Aníbal habían saqueado tanto equipo romano que se parecían a la infantería pesada romana.

Por el contrario, tanto los galos como los íberos estaban vestidos con su propio estilo habitual: los guerreros galos luchaban en su mayoría sin armadura, pero con grandes escudos ovalados, lanzas y espadas rectas de una mano más largas, mientras que los guerreros íberos luchaban con una mezcla de grandes escudos ovalados y circulares más pequeños, lanzas y una peligrosa espada curva hacia adelante, la falcata . Mucho más ligeramente blindados que la infantería pesada romana, ambos habrían estado en desventaja en un combate cuerpo a cuerpo prolongado. La caballería de Aníbal consistía en caballería gala e ibérica, así como jinetes númidas. Los galos y los españoles representaban variantes de caballería de "choque" más pesadas y ligeras, respectivamente, mientras que los númidas luchaban como caballería ligera de jabalina de escaramuza y eran considerados los mejores jinetes del Mediterráneo occidental.

Por otro lado, el ejército romano era sustancialmente más grande y más uniforme. Polibio y Livio difieren en si la fuerza consistía en más legiones o simplemente legiones con exceso de efectivos, pero ambos llegan a efectivos totales similares, con aproximadamente 80.000 soldados de infantería y 6.000 soldados de caballería, divididos casi equitativamente entre ciudadanos romanos y socii , quienes usaban el mismo equipo y tácticas. La gran fuerza del ejército romano estaba en su infantería pesada , formada en tres líneas de batalla sucesivas, las triplex acies . Los romanos apuntaban a abrumar mediante un asalto frontal de infantería, moliendo a los enemigos con líneas sucesivas de infantería pesada mientras la caballería protegía los flancos. Y la mayoría de los comandantes romanos, a pesar de Fabio Máximo, que buscaban lograr una victoria antes de que expirara su año en el cargo, podían ser confiados en que atacarían si se les daba incluso una modesta oportunidad.

Fue esta agresión predecible y enfoque táctico directo que Aníbal usaría contra Varrón y Paulo. Colocó su infantería ligera ibérica y gala en el centro, flanqueada por los africanos más pesados. Su caballería ibérica y gala sostuvo el flanco izquierdo y su caballería númida el derecho. En lugar de rechazar su centro vulnerable, Aníbal lo inclinó hacia adelante, invitando a los romanos a atacar. La batalla resultante se desarrolló de acuerdo con el plan de Aníbal: la infantería pesada romana empujó su centro hacia atrás, avanzando hacia la bolsa creada por el posicionamiento de la infantería africana en los flancos. Los africanos fuertemente armados a su vez pivotaron y cayeron sobre los flancos romanos . Mientras tanto, la caballería socii romana a la izquierda de Aníbal fue mantenida a raya por los númidas que escaramuzaban, mientras que la caballería ibérica y gala abrumaba a la caballería ciudadana romana a la derecha. Una vez logrado esto, el oficial de caballería de Aníbal, Asdrúbal (sin parentesco con el hermano de Aníbal, Asdrúbal Barca), movió parte de su fuerza hacia la izquierda, dispersando a la caballería socii restante y, habiendo completado el cerco, cargó contra la infantería romana por la retaguardia.

La matanza en el centro del campo fue horrorosa . Enfrentada por todos lados, la infantería romana ya no podía responder de forma unificada y eficaz, sino que luchaba en una lucha desesperada y descoordinada dentro de un espacio cada vez más reducido. El estilo de combate romano requería intervalos razonablemente amplios para ser efectivo, y los romanos debieron de acabar tan apretujados que les fue imposible luchar con eficacia. Livio cuenta terribles anécdotas de hombres encontrados tras la batalla, asfixiándose con la cabeza enterrada en vanos esfuerzos por salir del horror, o de soldados cartagineses heridos, arañados y roídos mientras los romanos, incapaces de alzar sus armas, mordían apretujados.


Imagen:  Batalla de Cannas (Atlas de Guerra Antigua y Medieval de la Academia Militar de los Estados Unidos)

La victoria que no importó

La aniquilación virtual de una fuerza romana masiva en Cannas constituyó la mayor victoria de Aníbal. Polibio informa de 70.000 romanos muertos y solo 3.000 supervivientes, pero, como señala Lazenby , Polibio omite de su recuento de supervivientes a un considerable número de guardias del campamento, prisioneros y un buen número de soldados que escaparon. Las cifras de bajas romanas de Livio son más fiables: 47.700 soldados romanos muertos, otros 19.300 hechos prisioneros y 14.550 que escaparon. Pero dada la magnitud de la matanza y la contundencia de la victoria de Aníbal, lo más impactante de la batalla es que no fue suficiente.

Desde la antigüedad, Aníbal ha sido criticado por no aprovechar al máximo su victoria. De hecho, Livio relata una reprimenda de uno de sus oficiales: «Sabes ganar, Aníbal, pero no usar la victoria». En la práctica, Aníbal tenía pocas opciones. Una marcha relámpago sobre Roma, propuesta con frecuencia, era poco práctica. Roma era una ciudad amurallada que aún contaba con dos legiones para defenderla , y la logística de un asedio era imposible sin reducir primero muchas otras ciudades amuralladas cercanas. Aníbal generalmente evitó asediar grandes ciudades durante su campaña en Italia, y es posible que su ejército no llevara muchas catapultas ni otro equipo de asedio, aunque tales máquinas especializadas apenas eran necesarias para los asedios antiguos, que solían centrarse más en el movimiento de tierras que en la artillería. Mucho más importante, el amplio reclutamiento de Roma y su gran sistema de alianzas dejaron a los romanos con tremendos recursos militares aún disponibles: los romanos todavía tendrían 110.000 hombres en el campo de batalla en 215, cifra que aumentaría a 185.000 en 212. Un ejército cartaginés que se dispusiera a sitiar Roma habría sido rápidamente aislado y rodeado.

En cambio, Aníbal actuó con sensatez para consolidar la revuelta entre los socii romanos del sur de Italia. Sin embargo, la estructura del sistema de alianzas romano resultó difícil de desmantelar. Por un lado, la oferta romana de seguridad a cambio de apoyo militar llevó a muchas comunidades a aliarse con Roma. Por otro lado, como ha señalado Michael Fronda , el control romano había congelado muchos conflictos locales, de modo que la revuelta de una comunidad podía consolidar la lealtad de sus vecinos, limitando la expansión del apoyo a Aníbal.

Mientras tanto, Roma se recuperaba. Retomando la estrategia fabiana de retrasar a Aníbal mientras se centraba en otros frentes, los romanos emplearon la negación logística para contener a Aníbal en el sur de Italia mientras otros ejércitos romanos, pues Roma podía apoyar a muchos, comenzaban a sofocar a los socii rebeldes y a reducir el control cartaginés en Hispania. Los recursos de Cartago eran casi tan vastos como los de Roma —los cartagineses alcanzarían la asombrosa cifra de unos 165.000 hombres en el año 215—, pero en ausencia del generalato de Aníbal, confinado como estaba al sur de Italia, los romanos tendían a ganar las batallas con sus fuerzas mejor equipadas . El último dominio cartaginés en Hispania se derrumbó en el año 206 y los romanos comenzaron los preparativos en el año 205 para invadir el norte de África en el año 204. Los cartagineses, ante la derrota en su territorio, llamaron a Aníbal para que comandara la defensa, lo que condujo a una batalla decisiva en Zama en el año 202, donde Aníbal, llamado a filas, se enfrentó a Publio Cornelio Escipión. La derrota de Aníbal allí significó el fin tanto de la Segunda Guerra Púnica como de las ambiciones imperiales cartaginesas.
 

Las advertencias de Cannas

La batalla de Cannas, por supuesto, sirve como modelo dominante de la eficacia de las tácticas de doble envolvimiento. Alfred Schlieffen escribió un famoso tratado sobre la batalla como jefe del Estado Mayor alemán, que a su vez fue traducido con reverencia al inglés en 1931 por el Ejército estadounidense: La influencia del concepto de envolvimiento, tanto en el Plan Schlieffen como en la posterior Bewegungskrieg alemana , es evidente. Los estudios sobre la batalla siguen siendo habituales en la formación de oficiales y en los manuales militares de campaña, que abordan las tácticas como un ejemplo de cómo el envolvimiento se utilizó para compensar la disparidad numérica. Con esto, por supuesto, también se advierte contra la agresión imprudente de Varrón y Paulo, que permitió a Aníbal determinar el momento y el lugar del enfrentamiento y atraer a los romanos a la batalla en condiciones favorables.

Sin embargo, la victoria táctica de Aníbal en Cannas no produjo éxito estratégico. La canonización de la batalla, por lo tanto, corre el riesgo de enaltecer el éxito táctico llamativo por encima del logro de los objetivos estratégicos. De hecho, el audaz plan operativo de Aníbal que condujo a Cannas forzó duras realidades estratégicas que significarían la ruina tanto para Aníbal como para Cartago. El control romano en Italia fue el producto de casi tres siglos de trabajo lento que se resistió a desmoronarse. Por el contrario, el imperio bárcida en España tenía apenas dos décadas de antigüedad y comenzó a desmoronarse casi de inmediato una vez que los cartagineses enfrentaron reveses en el campo de batalla. Aníbal había evaluado correctamente que el "centro de gravedad" romano era su dependencia de los recursos militares de los socii , pero el sistema militar bárcido dependía igualmente de la mano de obra ibérica y era aún más vulnerable, ya que las victorias romanas en España podían despojar a los vasallos ibéricos de Aníbal incluso más fácilmente de lo que las victorias de Aníbal en Italia habían eliminado a los aliados italianos de Roma.

Así pues, a pesar del espectacular éxito táctico de Aníbal, inmediatamente después de Cannas, el equilibrio general del poder militar comenzó a reafirmarse casi de inmediato: la brecha de recursos entre Roma y Cartago era simplemente demasiado amplia para que incluso un talento como Aníbal pudiera superarla. Los cartagineses ganarían más batallas, en particular una aplastante doble victoria en la Alta Betis en 211 que detuvo, por un momento, el avance romano en Hispania, pero no lograron equilibrar el poder. Cannas, por lo tanto, también sirve como un sombrío recordatorio de la supremacía de lo estratégico sobre lo táctico y de la dificultad de traducir incluso los éxitos tácticos más tremendos en nuevas realidades estratégicas.

viernes, 5 de diciembre de 2025

Argentina: Descalzi explora el Bermejo y es apresado por la dictadura paraguaya

15 de junio de 1826 

Nicolás Descalzi recorre el Bermejo y es apresado por los salvajes paraguayos


El piloto Nicolás Descalzi con una pequeña embarcación inicia la exploración del río Bermejo, levantando un prolijo plano de esa vía fluvial. Terminada la exploración se
dirigió a Asunción del Paraguay donde fue apresado y se le apropiaron de todas sus pertenencias entre ellas el citado plano.
Permaneció en la cárcel durante seis años regresando luego a Buenos Aires. 


jueves, 4 de diciembre de 2025

Armadura: El esplendor del diseño francés del siglo 16

Armadura francesa de 1575: Esplendor y acero en el corazón del Renacimiento




A finales del siglo XVI, en plena efervescencia del Renacimiento, las armaduras francesas alcanzaron un nivel asombroso de refinamiento. 
La pieza de 1575 no era solo una defensa impenetrable, sino una obra de arte hecha a la medida del guerrero. 
Confeccionada en acero brillante y decorada con grabados minuciosos, cada armadura reflejaba tanto la habilidad del herrero como el prestigio del caballero que la portaba.
Más que protección, estas armaduras eran una declaración visual: expresaban poder, nobleza y cultura en una época donde la estética se entrelazaba con la guerra.
Cada conjunto se diseñaba individualmente, encajando al cuerpo del portador como una segunda piel metálica.
Algunos relieves y estrías que parecen puramente decorativos, en realidad desviaban impactos y reducían daños en combate.
En eventos como torneos o ceremonias reales, se usaban versiones ricamente adornadas, más pensadas para impresionar que para luchar.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Lucha contra el Imperio Otomano: La ridícula batalla de Karánsebes

La batalla de Karánsebes






 “La batalla de Karánsebes” fue uno de los episodios más ridículos, y trágicos, de la historia militar. Ocurrió en 1788, durante la guerra entre el Imperio Austriaco y el Imperio Otomano. Una noche, un grupo de soldados austriacos fue en busca de aguardiente para relajarse antes del combate, pero, al volver al campamento completamente ebrios, se cruzaron con un grupo de soldados que los confundió con el enemigo.  

El caos no tardó en estallar: disparos, gritos y confusión por todos lados. Para colmo, cuando los oficiales gritaron “¡Halt!” (¡Alto!), muchos soldados que no hablaban alemán entendieron “¡Allah!” y asumieron que estaban siendo atacados por los turcos. El ejército entró en pánico, se disparó a sí mismo y huyó en desbandada.

El resultado fue una carnicería. Se estima que murieron alrededor de 1.200 soldados… sin que el enemigo siquiera estuviera presente. Dos días después, los otomanos llegaron y descubrieron que no tendrían que luchar: encontraron el campo despejado, con cadáveres por doquier y un ejército que ya se había vencido solo.

lunes, 1 de diciembre de 2025

Guerra del Pacífico: El hundimiento del Loa

El hundimiento del Loa





El 3 de julio de 1880 sucedió un hecho poco conocido, una acción que demostró la creatividad e inventiva del peruano. El hundimiento del transporte artillado Loa, buque que formaba parte de la escuadra chilena, resultó ser la prueba que demuestra que ante una crisis, si estamos juntos, no nos detiene nadie.
Acompáñennos a conocer cómo sucedió esta arriesgada pero tremenda proeza.
El buque chileno Loa se encontraba bloqueando el puerto del Callao. El enemigo de ese entonces, gracias a su buen servicio de espionaje, sabía que los peruanos preparaban una sorpresa para ellos. Un torpedo estaba fabricado y listo para hundir una de sus naves.
Pero, ¿cuál era la información que manejaban los chilenos? Ellos sabían que el artefacto consistía en una lancha de vela, cargada con comestibles y que si se extraía el último suministro, un resorte accionaría el torpedo.
El mensaje fue esparcido a todos los comandantes de las naves enemigas, sin embargo, un día como hoy, el Loa divisó un bote a vela desplegada, transportando víveres y parecía que había sido abandonado por su tripulación…
Que sea el periodista de la época, Manuel Horta, corresponsal del diario “El Nacional”, quien nos lo cuente mejor:

El Loa, que estaba en guardia cruzando la bahía, se dirigió en demanda de una lancha que estaba enfilada a las Hormigas de Tierra.
Al encontrarse cerca, echó dos botes que avanzaron hacia dicha lancha tomándola a remolque hasta traerla al costado del transporte.
Como 10 minutos después se sintió una estruendosa detonación que hizo estremecer todos los buques surtos en la bahía i los nuestros que están en la dársena.
La explosión había partido del Loa, que se hallaba frente al último buque neutral que se encontraba a barlovento de ese fondeadero.
Una inmensa llamarada pareció salir del mar, cubriendo al buque enemigo. En seguida se sintió una nueva explosión, menos fuerte que la primera y el Loa quedó envuelto en densas nubes de humo negro.
Cuando estas se disiparon por efecto del viento, volvió a aparecer el buque enemigo, como si se hubiese levantado un telón. Estaba inmóvil y parecía no haber sufrido nada.
De repente se estremeció y se notó que la proa se levantaba mientras la popa se hundía rápidamente.
En menos de ocho minutos se fue a fondo como si fuera una ancla…



Imagen: pintura El hundimiento del Loa de Antonio Valiente Medina