domingo, 1 de septiembre de 2013

Argentina: Las relaciones con Chile hacia 1880

Las percepciones argentina y chilena en torno al conflicto limítrofe

La opinión pública argentina llegó a estar crecientemente polarizada en torno a la disputa limítrofe. Chile era percibido como un estado agresor por la facción "internacionalista" en expansión. Los "internacionalistas" incluían en sus filas a distinguidas personalidades tales como Roque Sáenz Peña, quien había prestado servicios en el ejército peruano durante la guerra del Pacífico, Indalecio Gómez y Estanislao Zeballos. Los dos últimos pregonaban la adopción de una línea dura hacia Chile (1). Otra facción, opuesta a la anterior, estaba formada por el ex presidente Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini y otros sectores estrechamente ligados a la economía de exportación-importación. Estos hombres percibían que una guerra contra Chile podría retardar el progreso económico de la Argentina y afectar su comercio exterior (2). Para estos hombres, el sendero de la Argentina hacia la grandeza estaba escrito en clave económica. A medida que pasaran los años, la Argentina crecería y se volvería cada año más rica y poderosa, hasta que la nación trasandina dejara de constituir un problema.

Del otro lado de los Andes, los chilenos percibían a su vecino con emociones variadas, las cuales recorrían todo el espectro posible, desde la envidia hasta el desprecio y desde la complacencia presumida hasta el miedo (3). De acuerdo con Encina, la mayoría de los intelectuales chilenos -con la expresa excepción de Miguel Amunátegui, Adolfo Ibáñez, Vicente Pérez Rosales y algunos más- combatieron abierta o disimuladamente el empeño del gobierno chileno por defender sus derechos en la Patagonia. En este sentido, los casos de José Victorino Lastarria o Benjamín Vicuña Mackenna resultan evidentes. Este último desarrolló por más de diez años una tenaz campaña contra los títulos chilenos en la región patagónica, que culminó con su gran discurso en el Senado, y con su libro titulado precisamente "La Patagonia". Entre los banqueros, capitalistas y terratenientes, la idea de una ruptura con la Argentina por la Patagonia era percibida como irracional. En cuanto a la opinión pública, inicialmente ésta fue indiferente a la cuestión, para años más tarde ser captada por los argumentos a favor del enfrentamiento entre los dos países (4).
En opinión de Rauch, la victoria de Chile sobre las naciones andinas en la guerra del Pacífico inflamó el espíritu nacionalista de la opinión pública chilena. Si antes de 1879, el progreso económico de Chile condujo a que sus habitantes se percibieran a sí mismos como "la Inglaterra de Sudamérica", su victoria sobre las naciones andinas hizo creer a los chilenos que se habían ganado el apodo de "la Prusia de Sudamérica" (5). Muchos de los que visualizaban a su nación en el rol de Prusia en 1870, percibían a su vez a la Argentina en el papel de la Francia Sudamericana, corrupta y motivada por la codicia comercial, y que podía ser abrumada por el poder chileno. Estaban también aquellos chilenos que creían a su país superior a la Argentina en virtud y poder y que deseaban ir a la guerra para comprobarlo (6). Los resultados obtenidos en la guerra del Pacífico por cierto habían acentuado la percepción de autoimportancia. Así, los diplomáticos chilenos adoptaron posturas caracterizadas por su rudeza, enraizadas en la idea de que su ejército, el mejor después del de Prusia, y su marina, la segunda después de la británica, podían derrotar fácilmente a las fuerzas argentinas (7).
Por su parte, los argentinos revisaron sus propias percepciones respecto de Chile. Su admiración por el progreso de la nación vecina propio del pasado fue reemplazado por un sentimiento de creciente sospecha, particularmente luego de los incidentes ocurridos con los navíos Jeanne Amélie y Devonshire. Hacia 1890, la Argentina había logrado la estabilidad institucional, un prerrequisito para el desarrollo económico (8). Según Rauch, la Argentina no temía al poder militar de Chile, como sugieren los historiadores chilenos (9). Como las más elementales reglas de la prudencia aconsejaban vigilancia sobre el agresivo vecino del oeste, el gobierno argentino comenzó a regirse por un viejo proverbio, si vix pacem para bellum.

NOTAS


  1. Gustavo Ferrari, Conflicto y paz con Chile: 1898-1903, Buenos Aires, Eudeba, 1968, pp. 29-30, 46-47, citado en George Victor Rauch, The Argentine-Chilean Boundary Dispute and the Development of the Argentine Armed Forces: 1870-1902, Ph.D. dissertation, New York University, 1989, p. 323.
  2. G. Ferrari, op. cit., pp. 65-66, cit. en ibid., pp. 323-324.
  3. Ibid., p. 324.
  4. Francisco A. Encina, La cuestión de límites entre Chile y la Argentina desde la Independencia hasta el tratado de 1881, Santiago de Chile, Nascimento, 1959, p. 104.
  5. Frederick B. Pike, Chile and the United States, 1880-1962: The Emergence of Chile's Social Crisis and the Challenge to United States Diplomacy, University of Notre Dame Press, 1963, p. 34, cit. en G.V. Rauch, op. cit., p. 326.
  6. Arthur P. Whitaker, The United States and the Southern Cone: Argentina, Chile and Uruguay, Cambridge and London, Harvard University Press, 1976, p. 137, cit. en ibid., p. 326.
  7. Vicente Quesada, La política chilena en El Plata, Bueno Aires, Moen, 1895, pp. 72-73, cit. en ibid., p. 327.
  8. Oscar E. Cornblitt, Ezequiel Gallo y Alfredo A. O'Connell, "La generación del 80 y su proyecto: antecedentes y consecuencias", en Torcuato S. Di Tella (ed.), Argentina, sociedad de masas, Buenos Aires, Eudeba, 1965, pp. 48-49, cit. en ibid., p. 328.
  9. Ver, por ejemplo, los casos de Mario Barros, Historia diplomática de Chile, Barcelona, Ariel, 1971, 322-323, 353-355; Oscar Espinosa Moraga, La postguerra del Pacífico y la Puna de Atacama, Santiago, Andrés Bello, 1958, p. 180, cit. en ibid., p. 329.


La convención de 1888 y la declaración Zeballos-Matta de 1889. La divergencia entre los criterios de las "altas cumbres" y del "divortium aquarum"

Como consecuencia de los mutuos temores (ambos países percibieron curiosamente que el tratado de 1881 implicaba pérdidas territoriales), hasta 1888 no se llegó a una convención sobre demarcación y peritos para delimitar en el terreno lo acordado en el tratado. Dicha convención fue firmada el 20 de agosto de 1888 en Santiago de Chile por el ministro de relaciones exteriores de Chile, Demetrio Lastarria, y el enviado extraordinario y ministro plenipotenciario argentino, José Evaristo Uriburu (1).
Se establecía en ella el procedimiento para el nombramiento de los dos peritos a que se referían los artículos 1º y 4º del tratado de límites de 1881. Cada uno de estos peritos podía tener una comisión asesora con igual número de miembros, y debían ejecutar en el terreno la demarcación de las líneas indicadas en los artículos 1º, 2º y 3º del tratado de límites. En caso de no arribar a un acuerdo, debían comunicarlo a sus respectivos gobiernos, para que éstos procedieran a designar al tercer perito, quien debía resolver la controversia.
La convención Lastarria-Uriburu fue ratificada por ley Nº 2488, y el canje de las ratificaciones de la misma se hizo efectivo el 11 de enero de 1890. Consecuentemente, el gobierno argentino nombró como perito al ingeniero Octavio Pico y el de Chile a Diego Barros Arana.
No obstante, cada pequeño avance en la relación bilateral debía enfrentarse con nuevos obstáculos. En virtud del ofrecimiento de acciones de una compañía en Londres para la adquisición de veinticuatro leguas de tierra sobre el ferrocarril de Chubut a Bahía Blanca, el gobierno de Chile ordenó a su representante en Buenos Aires, Guillermo Matta, reclamar por lo que percibía como un avance argentino en territorio litigioso. Para sortear este obstáculo, el canciller argentino Estanislao Zeballos y el ministro chileno Matta formularon en 1889 una declaración recíproca, que estableció que todo acto de uno u otro gobierno que extendiera su jurisdicción hasta la parte de la cordillera de dudoso dominio, por no haberse trazado su límite, no afectaría los resultados de la demarcación que se iba a realizar. Esta declaración tuvo carácter general, aplicable a toda la frontera en litigio con Chile desde Bolivia a la isla Navarino. Según Carrasco Domínguez, estaba destinada a "a establecer un status quo en la región fronteriza no definida, restando valor a los actos de las partes ejecutados con anterioridad a la demarcación definitiva, pero posterior a los arreglos correspondientes sobre límites" (2).
De acuerdo con lo estipulado por el tratado de 1881 y la convención de 1888, en 1892 se reunieron los peritos argentino y chileno, pero no lograron ponerse de acuerdo. El perito chileno, Diego Barros Arana, formuló, en enero de 1892, la teoría deldivortium aquarum, o sea, la separación entre los ríos que van al Atlántico y los que desembocan en el Pacífico, y pretendió imponerla a su colega argentino, Octavio Pico, como criterio previo al comienzo de la tarea de demarcación. Por su parte, Pico se mantuvo firme en su postura de defender como criterio la línea de las más altas cumbres, independientemente de su continuidad como línea divisoria de aguas. Pico sostuvo que la cordillera de los Andes era la barrera natural entre los dos países. La divergencia esencial en torno del criterio a ser utilizado en los trabajos de demarcación provocó la suspensión de las negociaciones entre ambos peritos.
Por otro lado, la tensión entre Buenos Aires y Santiago venía siendo estimulada desde los medios de prensa. Un informe del ministro chileno en Buenos Aires, de fines de 1887, detallaba el apoyo de la prensa argentina a una expedición enviada a la Patagonia, que supuestamente había descubierto tres ríos, cuyo origen estaba en territorio argentino y que desembocaban en el Pacífico, y que por lo tanto otorgaban a la Argentina puertos sobre dicho océano. Si bien no creyó en la existencia de estos ríos, el representante chileno estuvo convencido de que los medios de prensa argentinos respaldaban la idea de puertos en el Pacífico, para presionar a las autoridades de la Casa Rosada a tomar una decisión en ese sentido (3). Esta presión dio resultado, pues las autoridades argentinas rechazaron el criterio chileno del divortium aquarum, a fin de no renunciar a un potencial acceso al Pacífico (4).

NOTAS


  1. El texto de la convención es el siguiente:
    Los gobiernos de la República de Chile y de la República Argentina, animados del común deseo de dar ejecución á lo estatuido en el tratado celebrado por ambos en 23 de julio de 1881, con arreglo á la demarcación de los límites territoriales entre uno y otro país, han nombrado sus respectivos plenipotenciarios á saber:
Su Excelencia el Presidente de la República de Chile, al señor don Demetrio Lastarria, ministro de relaciones exteriores. Y Su Excelencia el Presidente de la República Argentina, al señor doctor José E. Uriburu, su enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Chile.
Quienes, debidamente autorizados al efecto, han acordado las estipulaciones contenidas en las cláusulas siguientes:
I. El nombramiento de los dos peritos á que se refieren los artículos 1º y 4º del tratado de límites de 1881, se hará por los gobiernos signatarios dentro del término de dos meses, contados desde el canje de las ratificaciones de este convenio.
II. Para auxiliar á los peritos en el desempeño de sus funciones, cada uno de los gobiernos nombrará también en el mismo plazo cinco ayudantes.
El número de estas podrá aumentarse en proporción idéntica por una y otra parte, siempre que los peritos lo soliciten de común acuerdo.
III. Los peritos DEBERAN ejecutar en el TERRENO, la demarcación de las líneas indicadas en los artículos 1º, 2º y 3º del tratado de límites.
IV. Pueden, sin embargo, los peritos confiar la ejecución de los trabajos á comisiones de ayudantes.
Estos ayudantes se nombrarán en número igual por cada parte.
Las comisiones ajustarán sus procedimientos á las instrucciones que les darán los peritos, de común acuerdo y por escrito.
V. Los peritos deberán reunirse en la ciudad de Concepción de Chile, cuarenta días después de su nombramiento, para nombrarse de acuerdo sobre el punto ó puntos de partida de sus trabajos, y acerca de los demás que fuere necesario.
Levantarán acta por duplicado de todos los acuerdos y determinaciones que tomen en esa reunión, y en el curso de sus operaciones.
VI. Siempre que los peritos no arriben á acuerdo en algún punto de la fijación de límites ó sobre cualquiera otra cuestión, lo comunicarán respectivamente á sus gobiernos, para que estos procedan a designar el tercero que ha de resolver la controversia, según el tratado de límites de 1881.
VII. Los peritos podrán tener, á voluntad del respectivo gobierno, el personal necesario para su servicio particular, como el sanitario ó cualquiera otro; y cuando lo estime conveniente para su seguridad, podrán pedir una partida de tropa á cada uno de los dos gobiernos, ó únicamente al de la nación en cuyo territorio se encontraren; en el primer caso, la escolta deberá constar de igual número de plazas por cada parte.
VIII. Los peritos fijarán las épocas de trabajo en el terreno, é instalarán su oficina en la ciudad que determinaren, pudiendo, sin embargo, por común acuerdo, trasladarla de un punto á otro, siempre que las necesidades del servicio así lo aconsejaren.
Cada gobierno proporcionará al perito que nombre y á sus ayudantes, los elementos y recursos necesarios para su trabajo; ambos pagarán en común los gastos que ocasionen las oficinas y el amojonamiento de los límites.
IX. Siempre que quede vacante alguno de los puestos de perito ó ayudante, el gobierno respectivo deberá nombrar el reemplazante en el término de dos meses.
X. La presente convención será ratificada, y el canje de las ratificaciones se hará en la ciudad de Santiago ó en la de Buenos Aires, en el más breve plazo posible. (...).
Texto de la convención Lastarria-Uriburu, Santiago de Chile, 20 de agosto de 1888, en Ernesto Quesada, La política chilena en el Plata, Buenos Aires, Arnoldo Moen, 1895, pp. 348-349.
  1. Germán Carrasco Domínguez, El arbitraje británico de 1899-1903. Sus aspectos procesales, Santiago, Andrés Bello, 1968, p. 168, n. 43; Isidoro Ruiz Moreno, Historia de las relaciones exteriores argentinas (1810-1955), Buenos Aires, Perrot, 1961, p. 231.
  2. Guillermo Matta al ministro de relaciones exteriores de Chile, Buenos Aires, 11 de octubre de 1887, Legación de Chile en el Plata, 1887-1888, cit. en Robert N. Burr, By Reason or Force. Chile and the Balance of Power in South America, 1830-1905, Berkeley, University of California Press, 1967, p. 185.
  3. Memorándum citado en Luis Vicente Varela, La República Argentina y Chile: historia de la demarcación de sus fronteras (desde 1843 hasta 1899). Obra escrita con motivo del arbitraje pendiente ante su majestad británica, apoyada en los documentos inéditos del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina, 2 vols., Buenos Aires, 1899, I, pp. 256-258, n. 115, fuente a su vez citada en R.N. Burr, op. cit., p. 186..

Historia de las Relaciones Internacionales Argentinas (c)

viernes, 30 de agosto de 2013

Guerra de los Boers: Batalla de Laing's Nek (1881)

Batalla de Laing's Nek 

 
"Floreat Etona!" de Elizabeth Thompson 
Fecha 28 de enero 1881 
Ubicación de Laing Nek, las montañas Drakensberg, Sudáfrica 
Coordenadas: 27° 27'39 "S 29° 52'10" E 
 
Resultado Victoria Boer 
Beligerantes 
Reino Unido vs. República de Sudáfrica 
Comandantes y líderes 
El mayor general Sir George Pomeroy Colley (UK) y el Comandante General Joubert (Sudáfrica) 
Fuerza 
1,216 (UK) vs. 2,000 (Sudáfrica) 
Muertes y pérdidas 
84 muertos y 113 heridos más 2 capturados (UK) 
14 muertos y 27 heridos (Sudáfrica) 

La Batalla de Nek de Laing fue una gran batalla luchó en Laing's Nek durante la Primera Guerra Boer, el 28 de enero de 1881. 

Trasfondo 
Tras la declaración Boer de la independencia del Transvaal en 1880 los británicos sufrieron una serie de desastrosas derrotas en el intento de recuperar el territorio. 
El 20 de diciembre de 1880, el teniente coronel Anstruther y elementos de su regimiento, el 94to, marcharon desde Lydenburg a Pretoria, la banda del regimiento cabeza de la columna de juego de la popular canción "Kiss Me, Darling Mother". 
En Bronkhorstspruit la fuerza fue detenido por los boers, quienes requirieron con cortesía a los "soldados rojos" para volvieran atrás. Armstrong también se negó cortésmente a que la columna fuese devastada por el fuego de fusilería de los Boer de una emboscada bien montada. De los 259 en la columna, 155 oficiales y soldados se convirtieron en víctimas al igual que algunas de las mujeres que acompañan al regimiento. 
 
Lugar de la batalla 
En lugar de esperar a los refuerzos, el Alto Comisionado Británico para el sur de África Oriental, el general Sir George Pomeroy Colley, reunió las tropas que pudo y corrió hacia adelante, afirmando que se mueve para aliviar las guarniciones británicas en el Transvaal. 
Colley reunió a su fuerza en el Newcastle en Natal, envió un ultimátum a los Boers y, en su rechazo, avanzaron hacia la frontera de Transvaal. 
El primer campamento británico en la marcha estaba a unos 4 kilómetros antes de Laing's Nek, una cresta en las estribaciones de las montañas Drakensberg que bloquearon la carretera entre Newcastle y Standerton en Natal, Sudáfrica [1]. 

Historia 
La Fuerza de Campaña británica de Natal, al mando del general Colley, sumaban cerca de 1.216 oficiales y hombres, entre ellos 5 compañías del Regimiento 58, a 5 compañías del 3º Batallón, el 60to. de Rifleros, alrededor de 150 jinetes del Escuadrón Montado, una partida de marineros de la Royal Navy y 4 armas de fuego de la artillería real. 
Los bóers, bajo el mando del Comandante General Joubert había unos 2.000 hombres en la zona, con al menos 400 fortificados en las alturas que rodeaban Laing's Nek. Ellos tuvieron pocas dificultades para repeler la fuerza inadecuada del general Colley. 
En la mañana del 28 de enero de Colley trató de abrirse paso a través del paso. La batalla comenzó alrededor de 9:25 horas con un intenso bombardeo con cuatro cañones de nueve libras y dos cañones de siete libras de la Brigada Naval británica golpeando las posiciones de Boer en la Montaña Table. 
 
Batalla de Laing's Nek 
Diez minutos más tarde, la principal fuerza británica, formada por el Regimiento 58, siguió adelante y tuvo dificultades para avanzar en el terreno accidentado hacia la cumbre. Más abajo en la línea, el Escuadrón Montado hizo una acusación contra las posiciones de Boer en Kop Brownlow cercana. Pero, al llegar a la cumbre, la caballería británica fue azotada por fusilería de una línea de Boers atrincherados en la pendiente de marcha y sufrieron muchas bajas, lo que los obligó a retirarse. 
A las 10:30, con su amenaza de su flanco eliminado, los boers se trasladaron a atacar el Regimiento 58o sigue avanzando en la Montaña Table, donde a las 11:00, llegaron a la cima de la cumbre, los británicos fueron tiroteados por los boers ocultos en las trincheras a tan sólo 160 metros (150 m) y sufrieron muchas más bajas aún, tanto los oficiales al mando, el comandante y el coronel Hingeston Deane fueron muertos. 
Mientras esto ocurría, un pequeño grupo de Boers realmente avanzada de sus posiciones en las faldas de la colina próxima Majuba y comprometía a la Brigada Naval, cerca del campo británico en Mount Prospect. De retorno del fuego de los fusiles británicos mantuvieron los boers espalda. Para las 11:10hs, dos compañías de los rifles de 3/60th se movieron hacia arriba de la Montaña Table para cubrir la retirada del Regimiento 58 y el mediodía, la batalla había terminado. 
Los británicos perdieron 84 muertos, 113 heridos y dos capturados en lo que se percibía como un fiasco. La mayoría de las víctimas eran en el Regimiento 58 con 74 muertos y 101 heridos, alrededor del 35% de su fuerza total. Entre los muertos en la batalla habían muchos de los oficiales del general Colley, incluyendo el comandante Poole y tenientes Dolphin, Elwes y Inman. 
Los Boers informaron sus pérdidas en 14 muertos y 27 heridos. 
Un mes más tarde, el general Colley fue asesinado en la Batalla de Majuba que terminó la guerra, después de que se Transvaal fue reconocido como un estado independiente. 

Cruces Victoria 
La Cruz de la Victoria es la concesión más alta y más prestigiosa por gallardía frente al enemigo que puede ser concedido a las fuerzas británicas del Commonwealth. 
-Nek de Laing es memorable como la última vez que un regimiento británico sus colores a la acción. El 58 fueron conducidos a la colina por el teniente Baillie llevar el color del regimiento y el teniente Colina llevar Color de la Reina. Baillie fue herido de muerte, mientras que Hill ganó la Cruz Victoria por traer las bajas de la ladera. Hill, pasó los dos colores para Budstock sargento para su custodia, una concesión necesaria a la realidad del combate a finales del siglo 19. Cuatro enseñas en la sucesión fueron derribadas llevar los colores de los 58. 
-Durante la carga de los jinetes, John Doogan, un soldado en el 1st King's Dragoon Guards, vio a un oficial a quien se desmontado y en peligro por uno de los Boers, porque su caballo había sido derribado. El soldado Doogan montó, aunque él mismo estaba gravemente herido, se bajó y presionó al oficial para que tome su caballo, recibiendo otra herida mientras lo hacía. Él también fue condecorado con la Cruz Victoria. 
 
Monumento en el lugar de la batalla 

Referencias 
1. The Victorians at war, 1815-1914 por Harold E. Raugh 

Notas 
Esta fue la última ocasión en que las tropas británicas llevaban a sus colores en la batalla. Cuatro enseñas en sucesión fueron derribados llevar los colores de la 1/58th. 

Más lecturas 
Castle, Ian. Majuba 1881: The Hill of Destiny, Oxford, Osprey Publishing, 1996, ISBN 1-85532-503-9 

Wikipedia

miércoles, 28 de agosto de 2013

Conflictos africanos: Las guerras anglo-boers (1899-1902)

Guerras de los Bóers 


 
Comandos bóers durante la Segunda Guerra Anglo-Bóer. 

La primera de las Guerras de los bóers se desarrolló entre el 16 de diciembre de 1880 y el 23 de marzo de 1881, y la segunda entre el 11 de octubre de 1899 y el 31 de mayo de 1902. Ambas enfrentaron al Reino Unido con los colonos de origen neerlandés (llamados bóer, afrikaners o voortrekkers) en Sudáfrica, y dieron como resultado la extinción de las dos repúblicas independientes que los últimos habían fundado. 

Primera Guerra de los bóers 
También conocida como Guerra de Transvaal, la Primera Guerra de los bóer fue el primer enfrentamiento entre el Reino Unido y los bóers de Transvaal. Se desencadenó cuando Sir Theophilus Shepstone anexionó Transvaal (la República Sudafricana) al Reino Unido en 1877. Los británicos consolidaron su poder sobre la mayoría de las colonias de Sudáfrica en 1879, tras la Guerra Zulú. Los bóer protestaron ante el hecho consumado y, en diciembre de 1880, estalló una revuelta. 

La guerra comenzó el 16 de diciembre de 1880, tras la declaración de independencia del Reino Unido, con el ataque de los bóer a un fuerte británico en Potchefstroom. Esto desencadenó una operación en Bronkhorstspruit el 20 de diciembre de 1880 en la que los bóer se emboscaron y destruyeron una caravana militar británica. Desde el 22 de diciembre de 1880 al 6 de enero de 1881, las guarniciones británicas de todo Transvaal sufrieron asedio. 

Unidades Boers implicadas 
 

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Los bóers vestían sus ropajes de granjero cotidianos, fabricados en paño de color caqui, mientras que los uniformes británicos seguían siendo rojo escarlata, algo que llamaba notablemente la atención en el paisaje africano y permitió a los bóer, expertos francotiradores, hostigar fácilmente a las tropas británicas a distancia. 

El cerco de las guarniciones británicas desembocó en la Batalla de Laing's Neck el 28 de enero de 1881, en la que un destacamento británico compuesto por las fuerzas de Natal bajo el mando del General Sir George Pomeroy-Collery intentó romper las líneas de los bóer sobre la cordillera de Drakensberg para liberar sus guarniciones. Por su parte los bóer, a las órdenes de P.J. Joubert, rechazaron los ataques de la caballería e infantería británicas. 

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Otras acciones fueron la Batalla de Schuinshoogte (también conocida como Ingogo) el 8 de febrero de 1881, donde otro destacamento británico estuvo a punto de ser destruido. No obstante, la humillación definitiva de los británicos llegó con la Batalla de Majuba Hill el 27 de febrero de 1881, en la que varias compañías de bóer atacaron la colina y los expulsaron, y en la que Collery resultó muerto. 

Incapaz de involucrarse más en una guerra que daba por perdida, el gobierno británico de William Gladstone firmó una tregua el 6 de marzo y, en el tratado de paz definitivo del 23 de marzo de 1881, concedió a los bóer el autogobierno de Transvaal bajo la supervisión teórica de los británicos. 


Segunda Guerra de los bóers 
En 1887, los buscadores de oro descubrieron el mayor filón del mundo en Witwatersrand, una cordillera de unos 96 km que se extiende de este a oeste a unos 48 km al sur de Pretoria. Tratando sobre los posibles beneficios de tal hallazgo, el presidente de Transvaal, Paul Kruger, mostró su clarividencia al manifestar que «En lugar de regocijaros haríais mejor en llorar, pues este oro será causa de un baño de sangre en nuestro país». 

Con el descubrimiento del oro de Transvaal, miles de colonos británicos cruzaron en oleadas la frontera desde la Colonia del Cabo. El tamaño de la ciudad de Johannesburgo explotó y se transformó en núcleo de infraviviendas de un día para otro a medida que los extranjeros (uitlanders en neerlandés) llegaban y se establecían en las inmediaciones de las minas. Los extranjeros superaron rápidamente en número a los bóer de Witwatersrand, aunque en general siguieron siendo una minoría en Transvaal. Los afrikaners (colonos neerlandeses), nerviosos y resentidos por la presencia de los extranjeros, se negaron a reconocerles derechos electorales e impusieron pesadas cargas fiscales sobre la industria del oro. Como respuesta, creció la presión de los extranjeros y de los propietarios británicos de las minas para que cayera el gobierno de los bóer. En 1895, Cecil Rhodes promovió un fallido golpe de estado respaldado por una incursión armada conocida como Jameson Raid. 

El fracaso en la lucha por los derechos de los británicos se utilizó para justificar una intervención militar en toda regla en el Cabo, y diversos líderes coloniales británicos se mostraron favorables a la anexión de las repúblicas de los bóer. Entre ellos se contaba el gobernador de la Colonia del Cabo, Sir Alfred Milner, el secretario colonial británico Joseph Chamberlain y los propietarios de minas asociados como Alfred Beit, Barney Barnato y Lionel Phillips. Convencidos de que los bóer serían derrotados rápidamente, intentaron provocar una guerra. 

El presidente del Estado Libre de Orange, Marthinus Steyn, convocó a Milner y Kruger a una conferencia en Bloemfontein que se celebró el 30 de mayo de 1899 (la Conferencia de Bloemfontein), pero las negociaciones se interrumpieron muy pronto. En septiembre de 1899, Chamberlain presentó un ultimátum por el que exigía igualdad legal para los ciudadanos británicos residentes en Transvaal. 

Kruger, seguro de que la guerra era ya inevitable, presentó su ultimátum antes de recibir el de Chamberlain. En él se comunicaba a los británicos que disponían de 48 horas para retirar todas sus tropas de la frontera de Transvaal, de lo contrario la república se aliaría con el Estado Libre de Orange y les declararía la guerra. 

La guerra claramente puede diferenciarse en tres etapas: 
 

Primera fase: ofensiva de los bóer (de octubre a diciembre de 1899) 
La guerra fue declarada el 12 de octubre de 1899 y los bóer tomaron la iniciativa invadiendo la Colonia del Cabo y la Colonia de Natal entre octubre de 1899 y enero del siguiente año. A continuación se produjeron varios éxitos militares de los afrikaner contra el tremendamente incompetente general Redvers Buller. Los bóer fueron capaces de sitiar las ciudades de Ladysmith, Kimberley y Mafeking (defendida por tropas al mando de Robert Baden-Powell). 

El asedio se cobró un alto precio entre los soldados defensores y los civiles de estas ciudades tan pronto como los alimentos empezaron a escasear tras varias semanas. En Mafeking, Sol Plaatje escribió: «Era la primera vez que se consideraba la carne de caballo como un alimento humano». Las ciudades cercadas tuvieron también que soportar el bombardeo constante de la artillería, que convirtió las propias calles en el lugar más peligroso. Hacia el final del cerco de Kimberley, se esperaba que los bóer intensificarían los bombardeos, por lo que se publicó un bando recomendando a los ciudadanos que se protegiesen en las minas. El pánico cundió entre los habitantes y éstos se abalanzaron sobre las minas durante doce horas. Si bien el bombardeo esperado nunca llegó, el nerviosismo de la ciudadanía no disminuyó lo más mínimo. 

A mediados de diciembre el ejército británico empezó a tener problemas. En un periodo conocido como la Semana negra (del 10 al 15 de diciembre de 1899), los británicos sufrieron una serie de pérdidas devastadoras en Magersfontein, Stormberg y Colenso. En la Batalla de Stormberg, el 10 de diciembre, el general británico Sir William Gatacre, al mando de 3.000 soldados encargados de combatir las incursiones de los bóer en la Colonia del Cabo, intentó retomar un nudo ferroviario a unos 80 km al sur del río Orange. Gatacre optó por atacar las posiciones de los bóer del Estado Libre de Orange, para lo que tuvo que escalar una escarpada montaña rocosa en la que perdió 135 hombres entre muertos y heridos, así como dos cañones, y más de 600 soldados fueron hechos prisioneros. En la Batalla de Magersfontein, el 11 de diciembre, 14.000 soldados británicos a las órdenes de Lord Methuen intentaron liberar Kimberley. Los comandantes de los bóer, Koos de la Rey y Piet Cronje, trazaron un plan para excavar trincheras en un lugar poco previsible con el fin de engañar a los británicos y ofrecer a sus fusileros un mejor ángulo de tiro. El plan funcionó a la perfección y los británicos fueron derrotados, sufriendo en la batalla la pérdida de 120 soldados muertos y 690 heridos, lo que les impidió además acudir en ayuda de Kimberley y Mafeking. Pero el peor momento de la Semana negra fue la Batalla de Colenso, que tuvo lugar el 15 de diciembre, en la que 21.000 soldados británicos bajo el mando de Redvers Buller intentaron cruzar el río Tugela para asistir a la ciudad de Ladysmith, y donde 8.000 bóer de Transvaal comandados por Louis Botha les estaban esperando. Combinando artillería y sus experimentados fusileros, los bóer rechazaron todos los intentos británicos de cruzar el río. Las tropas británicas tuvieron 1.127 bajas y, lo que es peor, durante la retirada tuvieron que abandonar 10 piezas de artillería que los bóer capturaron con menos de 40 bajas. 

Segunda fase: ofensiva británica (de enero a septiembre de 1900) 
La liberación de Ladysmith. Sir George White saluda al mayor Hubert Gough el 28 de febrero. Pintura de John Henry Frederick Bacon (1868-1914)Los británicos sufrieron otras derrotas en sus intentos de liberar Ladysmith, como la Batalla de Spionkop, que se desarrolló entre el 19 y el 24 de enero de 1900, en la que Redvers Buller volvió a intentar cruzar el Tugela al oeste de Colenso y volvió a ser derrotado por Louis Botha tras una dura batalla por una colina que concluyó con 1.000 bajas británicas y cerca de 300 bóer muertos. Buller volvió a atacar a Botha el 5 de febrero en Val Krantz, con el mismo resultado de las anteriores batallas. 


La liberación de Ladysmith. Sir George White saluda al mayor Hubert Gough el 28 de febrero. Pintura de John Henry Frederick Bacon (1868-1914). 

Hasta la llegada de refuerzos el 14 de febrero de 1900, las tropas británicas a las órdenes de Lord Roberts no fueron capaces de contraofensivas para liberar las guarniciones. Kimberly fue liberada el 15 de febrero por una división de caballería bajo el mando del general John French. En la Batalla de Paardeberg, que tuvo lugar entre el 18 y el 27 de febrero de 1900, Lord Roberts consiguió finalmente derrotar a los bóer y forzó la rendición del general Piet Cronje, que fue capturado junto a sus 4.000 hombres, un hecho que debilitó aún más las líneas de los bóer y resultó en la Liberación de Ladysmith al día siguiente. La Liberación de Mafeking el 18 de mayo de 1900 provocó celebraciones en Inglaterra que culminaron en algaradas. A continuación los británicos avanzaron hacia el interior de las dos repúblicas, capturando en su camino la capital del Estado Libre de Orange, Bloemfontein, el 13 de marzo y la capital de Transvaal, Pretoria, el 5 de junio. 

Numerosos observadores británicos dieron la guerra prácticamente por concluida tras la captura de las dos capitales. Por el contrario, los bóer se reagruparon en una nueva capital, Kroonstad, y planificaron una campaña de guerrillas con la que castigar las líneas de abastecimientos y comunicaciones de los británicos. El primer enfrentamiento con este nuevo tipo de estrategia militar se produjo el 31 de marzo en Sanna's Post, en el que 1.500 bóer a las órdenes de Christian De Wet atacaron la presa de Bloemfontein a unos 37 km al este de la ciudad y tendieron una emboscada a una caravana escoltada con un gran destacamento; en la batalla hubo 155 bajas británicas y se capturaron siete cañones, 117 carros y 428 soldados. Una de las últimas batallas formales fue la de Diamond Hill el 11 y 12 de junio, en la que Lord Roberts intentó conducir a los restos del ejército bóer a una distancia desde la que no pudiesen atacar Pretoria. Si bien Roberts expulsó a los bóer de la colina, el comandante de los bóer, Louis Botha, no consideró el resultado una derrota, puesto que infligió 162 bajas en las filas británicas por sólo 50 de su ejército. Esta batalla concluyó las operaciones militares formales y dejó paso a una nueva fase de la guerra. 

Tercera fase: guerra de guerrillas (de septiembre de 1900 a mayo de 1902) [editar]Aunque habían sido vencidos en el campo de batalla, los bóer se negaron a aceptar la derrota. La mayoría de ellos se refugió en pequeños grupos en las montañas, desde donde promovieron una interminable guerra de guerrillas que se fue recrudeciendo con el tiempo. Los guerrilleros bóer empezaron a atacar los ferrocarriles y tendidos telegráficos del ejército británico en todo Transvaal, el Estado Libre de Orange e incluso dentro de la Colonia del Cabo. Su nueva táctica cambió la estrategia general de la guerra y demostró que las tradicionales formaciones militares británicas de gran tamaño no eran efectivas en estas situaciones. 

 
Conferencia Kitchener-Botha (1901) 

El nuevo comandante del ejército británico, Lord Kitchener, respondió construyendo bloques, pequeños edificios de piedra rodeados de alambre de espino con los que restringían los movimientos de los guerrilleros a un pequeño espacio en el que era posible derrotarlos. El alambre, del que pendían campanas, latas, bengalas e incluso rifles cargados, solía extenderse entre los bloques, a unos 900 m de distancia, y hacían las veces de alarmas. Entre enero de 1901 y el final de la guerra se construyeron cerca de 8.000 bloques en una malla de unos 6.000 km. Cada bloque estaba al cargo de un suboficial y unos seis soldados, más un teniente al mando de tres o cuatro bloques. En un momento de la guerra, los británicos habían desplegado en el país a unos 450.000 soldados entre británicos y reclutas de las colonias. 

Los bloques resultaron efectivos a la hora de obstaculizar los movimientos de los guerrilleros, pero no podían ser la clave de su derrota. Kitchener formó nuevos regimientos de caballería ligera constituida por irregulares, incluidos los Carabineros de Bushveldt, que patrullaban por los territorios controlados por los bóer y se dedicaban a dar caza y destruir grupos de guerrilleros bóer. 

En marzo de 1901, el general adoptó la política de tierra quemada y empezó a privar a las áreas rurales de cualquier artículo que pudiese ser de utilidad para los guerrilleros bóer, a saber: hizo confiscar ganado, envenenar pozos, quemar cosechas y granjas, y desplazar a las familias que las habitaban a campos de concentración. 

Esta política condujo a la destrucción de 30.000 granjas y 40 pequeñas ciudades. En total, 116.572 hombres, mujeres y niños bóer fueron desplazados a campos de concentración, aproximadamente un cuarto de la población, más unos 120.000 africanos negros. 

Estas nuevas tácticas pronto desmoralizaron y entorpecieron los suministros de los resistentes bóer. En diciembre de 1901, muchos de los internados en los campos habían sido puestos en libertad, y muchos de los hombres se alistaron en dos nuevos regimientos que luchaban del lado británico: los Transvaal National Scouts y los Orange River Volunteers, que contribuyeron a poner fin a la guerra, el 31 de mayo de 1902. 

Los campos de concentración 
Estos habían sido concebidos originalmente para los refugiados cuyas granjas habían sido destruidas durante las batallas, y el término "campo de concentración" no tenía el significado negativo actual, puesto que no era más que un campo donde se concentraban los refugiados. No obstante, a consecuencia de la nueva política de Kitchener, hubieron de construirse muchos más y fueron transformados en prisiones. Esta nueva idea era fundamentalmente respetuosa con los derechos humanos cuando se planificó en Londres, aunque acabó demostrándose brutal por una puesta en práctica errónea. 

 
Campo de concentración. 

Se construyeron un total de 45 campos de tiendas para los internados bóer y 64 para los africanos negros. Los campos de los bóer albergaban fundamentalmente a ancianos, mujeres y niños, ya que de los aproximadamente 28.000 bóer prisioneros de guerra, 25.630 fueron enviados a campos en el extranjero. Incluso cuando fueron expulsados por la fuerza de las áreas controladas por los bóer, los africanos negros no eran considerados enemigos de los británicos, por lo que fueron simplemente considerados mano de obra remunerada. 

Las condiciones en los campos eran insalubres, y las raciones de comida escasas; en el caso de las mujeres e hijos de los combatientes, las raciones eran aún más pequeñas. La dieta insuficiente y las condiciones higiénicas inadecuadas provocaron la aparición de enfermedades contagiosas endémicas como sarampión, tifus y disentería. Todo ello, unido a la escasez de instalaciones médicas, provocó un gran número de muertes, como indica un informe posterior a la guerra en el que se concluía que 27.927 bóer (de los cuales 22.074 eran niños menores de 16 años) y 14.155 africanos negros murieron de hambre, enfermedades y penalidades. En total, aproximadamente un 25 % de los bóer y un 12 % de los africanos presos murieron (aunque investigaciones recientes indican que el número de fallecimientos de africanos negros se subestimó en su día, y que en realidad podría haber estado cerca de los 20.000). 

La delegada de la Fundación para Mujeres y Niños Surafricanos Damnificados, Emily Hobhouse, contribuyó notablemente a hacer públicos los problemas de los internos a su vuelta al Reino Unido tras visitar algunos campos del Estado Libre de Orange. Su informe de quince páginas provocó indignación generalizada y la creación de una comisión gubernamental, la Comisión Fawcett, que se encargó de visitar los campos entre agosto y diciembre de 1901 y corroboró los datos de su informe. Ambas fuentes se mostraron muy críticas con la gestión de los campos e hicieron numerosas recomendaciones, por ejemplo de mejora de la alimentación y el aumento de las instalaciones sanitarias. Hacia febrero de 1902, la tasa de mortalidad anual descendió del 6,9 % al 2 %. 

El final de la guerra 
En total, la guerra costó unas 75.000 vidas: 22.000 soldados británicos (de los cuales 7.792 causaron baja en batalla y el resto por enfermedad), entre 6.000 y 7.000 soldados de los bóer, de 20.000 a 28.000 civiles de los bóer y quizá 20.000 africanos negros. A causa del alargamiento de la guerra y de su mala salud dimitió el primer ministro Robert Gascoyne-Cecil. Los últimos bóer se rindieron en mayo de 1902 y la guerra finalizó con el Tratado de Vereeniging en el mismo mes. No obstante, los bóer recibieron una compensación de 3.000.000 de libras, se les prometió cierto nivel de autogobierno y en 1910 se fundó la Unión Sudafricana. El tratado acabó con la existencia de las repúblicas de Transvaal y el Estado Libre de Orange como estados bóer e integró estos territorios en el Imperio Británico. Los bóer se refieren a las dos guerras como las «Guerras de liberación». Durante el conflicto se concedieron 78 Cruces Victoria al valor ante el enemigo a soldados británicos y coloniales, el más alto y prestigioso galardón de las fuerzas armadas británicas. 

Lecturas 
-Byron Farwell: The Great Anglo-Boer War. New York: Harper and Row, 1976 ISBN 0-06-011204-2 (publicado también en el Reino Unido bajo el título The Great Boer War. London: Allen Lane, 1977 ISBN 0-7139-0820-3). 
-April A. Gordon and Donald L. Gordon (eds.): Understanding contemporary Africa. 3rd ed. Boulder, Colorado: Lynne Rienner, 2001 ISBN 1-55587-850-4. 
-David Harrison: The white tribe of Africa: South Africa in perspective. Los Angeles: University of California Press, 1981 ISBN 0-520-04690-0. 
Thomas Pakenham: The Boer War. New York: Random House, 1979 ISBN 0-394-42742-4. 
-Sol T. Plaatje: Mafeking diary: a black man's view of a white man's war. Cambridge: Meridor Books; Athens: Ohio University Press, 1990. ISBN 0-852550-64-2 (Meridor) ISBN 0-8214-0944-1 (Ohio UP). Publicado originalmente con el título The Boer War diary of Sol T. Plaatje; an African at Mafeking (Johannesburg: Macmillan, 1973 ISBN 0-8695-4002-5). 
Arthur Conan Doyle: The Great Boer War. London: Smith, Elder, 1900. 

Wikipedia







lunes, 26 de agosto de 2013

Brasil: La aviación durante la Revolución de 1932


Un cielo gris
por Alexandre Galante



Tarde en la mañana del Sábado, 24 de septiembre 1932. Los tres aviones constitucionalistas volaron escalonados: el Curtiss Falcon Silver, completamente nuevo, llamado "Kavuré-y" y pilotado por el capitán Joseph Angelo Gomes Ribeiro a una altitud de 1.800 metros, doscientos metros más abajo siguieron otro Falcon, dirigido por Lisias principales Rodrigues , que comandaba la patrulla de aire y, a continuación, completar la formación de un Waco CSO, que estaba al mando del capitán Arthur Motta Lima Filho. Su misión consistía en atacar a los barcos de la primera División de Marina de la Armada que llevó a cabo el bloqueo marítimo del puerto de Santos.

Cuando el pequeño escuadrón voló sobre la bahía de Santos, uno de los observadores vieron a un gran barco anclado en el faro de la isla de molleja. Fue el crucero de Río Grande do Sul, que dirigió el buque de guerra de bloqueo. Objetivo lucrativo como la estaba invitando a un ataque, por lo que se decidió: los tres planos atacar la nave. El Falcon, Gomes Ribeiro, teniendo como observador teniente Mario Machado Bittencourt, se lanzó al ataque, hundiendo casi verticalmente en una pica en la dirección de la nave para lanzar sus bombas con la máxima precisión, los otros dos aviones siguieron su camino.


Suplemento 36 El Estado Aviación SP-Paulista

Alertado por el ruido inconfundible de la aeronave, la tripulación de la lancha tripulada a sus puestos de combate y comenzó a disparar contra los aviones atacando con ametralladoras antiaéreas Hotchkiss, 7 mm. Poco antes de llegar a la altitud apropiada para lanzar sus bombas, el Falcon Gomes Ribeiro fue alcanzado por fuego de ametralladora pesada y explotó, completamente envuelto en una bola de fuego cayó en el mar justo al lado de la nave, levantando una enorme columna de agua. Antes del incidente, los dos aviones restantes abandonaron el ataque y se dirigieron a la seguridad del continente.

El crucero de ataque desafortunado Rio Grande do Sul fue la última gran acción realizada por la aviación São Paulo durante la Revolución Constitucionalista de 1932. Hay ochenta y un años estallaron en São Paulo, un levantamiento político-militar contra el gobierno provisional de Getúlio Vargas. Bajo la bandera de la constitucionalización del país, las unidades del Ejército de Brasil con base en el estado, todos efectivos Fuerza Pública São Paulo y miles de voluntarios salieron a la lucha. El Gobierno Federal, a su vez, utiliza todos los medios a su alcance para sofocar el movimiento. Durante casi tres meses, alrededor de 300.000 hombres se enfrentaron en batallas que a menudo se asemejaban a la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial 1.


Cráter  de una bomba de aviación en el Campo de Marte

En este escenario, se necesitaba una nueva arma dentro de las fuerzas armadas brasileñas: Aviación. Fue precisamente durante la Revolución de 1932 que los aviones de combate se emplearon con una intensidad nunca vista en Brasil. En el lado federal, el Ejército y la Marina utilizaron sus respectivos aviaciones y, en el campo contrario, los paulistas fuerza organizada una improvisada, pero eficaz. La Revolución Constitucional estuvo marcada por peleas de perros, tropas y bombardeos contra ciudades, aviones sacrificados por el fuego antiaéreo, el lanzamiento de folletos de propaganda y culminó en los últimos días, con un ataque aéreo contra un crucero de la Armada que bloqueaba el puerto de Santos .

Un cielo gris: una historia de la aviación en la Revolución de 1932 es el resultado de casi siete años de investigación detallada y tiene como propósito contar la historia de los hombres y las máquinas voladoras que escribieron, en el cielo de São Paulo, un capítulo importante en la historia militar brasileña.


Efecto bombardeo en Guara

El autor, Carlos Roberto Carvalho Daroz es historiador militar, investigador y profesor, y tiene docenas de artículos y trabajos de Historia Militar, publicado en el Diario del Ejército de Brasil, la Universidad Nacional de Defensa Diario de la Fuerza Aérea y otras revistas. Es un orador frecuente temas relacionados con la historia militar, tanto en el ejército y en el mundo académico. Nieto de veteranos de la revolución de 1932 produjo un cielo gris: una historia de la aviación en la Revolución de 1932 como una contribución a la historia de este importante episodio en la época republicana y de la aviación brasileña.

CRÉDITOS:



  • Um céu cinzento:
  • A história da aviação na Revolução de 1932
  • Carlos Roberto Carvalho Daróz, 324 páginas / 68 fotografias, gráficos e perfis de aviões
  • Publicado em: 2013
  • Editora: Editora Universitária UFPE
  • ISBN: 978-85-415-0195-8
  • Preço: R$ 45,00 + frete (R$ 5,00 para todo o território nacional)
  • Solicite seu livro pelo e-mail   umceucinzento@yahoo.com.br
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