martes, 16 de septiembre de 2014

Como la PGM forjó los caracteres de los líderes de la SGM

De un infierno bélico a otro
La Primera Guerra Mundial forjó las personalidades de muchos líderes de la Segunda. La serie ‘The World Wars’ repasa las experiencias de Hitler, MacArthur Patton o De Gaulle, entre otros

Jacinto Antón - El País


Mussolini como 'Duce' durante la Segunda Guerra Mundial.

Un disparo más alto de un soldado francés el 24 de septiembre de 1914 al oeste de Varennes y no hubiera habido zorro del desierto: el entonces joven y audaz teniente Rommel habría recibido el balazo en la cabeza y no en el muslo. Su luego Némesis en los desiertos norteafricanos, el mariscal Montgomery, tampoco hubiera acudido a la cita del destino en El Alamein de no ser porque un médico en un hospital de campaña se dio cuenta de que el joven oficial al que habían dado por muerto en la batalla de Ypres el 31 de octubre de 1914, atravesado de un disparo, y estaban a punto de echar a la fosa, aún respiraba. Un poquito más de gas en aquel ataque británico nocturno del 13 de octubre de 1918 sobre las posiciones alemanas en el río Lys y, paradójicamente (visto lo del gas), quizá no hubiera existido Auschwitz: en vez de resultar herido, el correo del regimiento List de la 6ª División Bávara de Reserva, Adolf Hitler, hubiera muerto y nunca habría desencadenado –al menos él- la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.

La Primera Guerra Mundial determinó en detalles aparentemente tan nimios en su momento como esos –qué podían importar entonces tres muertos más o menos en aquella masacre- lo que fue la Segunda. Es controvertido el papel decisivo de los individuos concretos en el acontecer de los grandes hechos históricos –posiblemente si no hubiera habido un Hitler la guerra hubiera estallado igual, aunque fuera con matices diferentes-, pero resulta apasionante reseguir, con el determinismo que caracteriza saber lo que pasó, un poco a la manera de "qué fue de" pero al revés, la carrera previa de los grandes personajes de la Segunda Guerra Mundial durante la Primera. Muchos de ellos (De Gaulle, Mussolini, Tojo), pelearon entonces como soldados, y su personalidad se forjó decisivamente para el futuro en aquellos terribles acontecimientos. Sin duda sus decisiones en la guerra de 1939-45 se vieron influidas por lo que vieron en la anterior.

La continuidad biográfica de esos personajes, con idearios y obsesiones acuñados en las experiencias y traumas vividos en la Gran Guerra, contribuye a reforzar esa idea de algunos historiadores de que las dos guerras y su intervalo, de 1914 a 1945, fueron un mismo fenómeno, un sangriento continuum, una nueva Guerra de los Treinta Años incluso. En realidad, como apunta el historiador francés Johann Chapoutot, la idea no es nueva: que la guerra no acabó en 1918 es lo que pensaban los nazis.

Una interesantísima miniserie documental que arranca el lunes día 15, The World Wars, de Canal Historia (se emite en todas las plataformas de televisión de pago), producida con motivo del centenario de la Primera Guerra Mundial, examina las dos guerras mundiales como un todo a través de las experiencias en ambas de varios personajes: Roosevelt, Hitler, Stalin, Patton, Mussolini, Churchill, Tojo, De Gaulle y MacArthur. El acertado leit motif es "la primera guerra los cambió, en la segunda ellos cambiaron el mundo".

Tráiler de la serie documental 'The World Wars'.
La serie, una gran panorámica, con impactantes reconstrucciones y algunas licencias artísticas que pueden hacer arquear alguna ceja (además de alguna metedura de pata con los uniformes en las dramatizaciones: las insignias de cuello de las SS no casan con la gorra de la Wehrmacht, señores), resulta muy amena y es extraordinaria en sus colaboradores. Entre los que aparecen comentando los acontecimientos figuran el ex primer ministro británico John Major –que habla del mal trago de Churchill en 1915 con Gallipoli, un fracaso que le llevó a cesar como gran lord del Almirantazgo y alistarse para luchar en el frente (lo hizo como teniente coronel de los Royal Scot Fusiliers y se jugó el tipo)-, el general y ex secretario de Estado de EE UU Colin Powell o el ex director de la CIA y ex secretario de Defensa Leon Panetta, además de un plantel de historiadores realmente notable (Max Hastings, Richard Evans, Ron Rosenbaum…). En la serie, que no habla de la Guerra Civil española pese a su clara conexión con el tema ("demasiada guerra para seis horas", justifican los responsables), las imágenes documentales se alternan con las de ficción. Los personajes -jóvenes "con mucho que aprender" en la Primera Guerra Mundial y maduros en la Segunda- están recreados con mejor o peor fortuna por actores. la serie es una buen excusa, además, para bucear en las biografías de otros muchos personajes de la Segunda Guerra Mundial a ver qué hicieron en la Primera, y viceversa. Un ejercicio muy interesante.

Hitler aseguraba que el héroe británico Henry Tandey pudo haberlo matado con su rifle en Francia en 1914
Hitler –que eligió luchar en el ejército alemán y no el austrohúngaro, que era el que le tocaba, por considerarlo degeneradamente multirracial- se trajo de las trincheras, aparte del gusto por lo militar y el creerse un gran soldado y un elegido por el destino, un bagaje de odio, rencor y afán de revanchismo que marcó el resto de su vida. También la Cruz de Hierro de la que estaba tan orgulloso (aunque se ha apuntado recientemente que la ganó por enchufe –véase La primera guerra de Hitler, de Thomas Weber, 2012-). Hitler reinventó y magnificó su guerra. La serie da crédito, recreándolo en imágenes, a su inverosímil relato de que tras la lucha por Marcoing, en Francia, se encontró desarmado ante el fusil del soldado británico Henry Tandey, héroe de guerra, ganador de la Cruz Victoria, y este decidió no dispararle. La historia se la explicó el propio Hitler, que dijo haber reconocido años después a Tandy por un recorte de prensa, a Chamberlain. Al enterarse, Tandey habría vivido torturado por pensar que podía haber matado a Hitler aquel día de 1914. La serie apunta que el bigotito fue herencia de la Gran Guerra: Hitler habría recortado su mostacho para que le cupiera en la máscara de gas. Menos anecdótico es lo que se ha sugerido de que el envenenamiento por gas le proporcionara la idea años después del método para exterminar a los judíos. Algo que Chapoutot, asesor de The World Wars, me negó taxativamente en una conversación. Según el historiador experto en nazismo, la decisión del genocidio siguió caminos mucho más complejos. Y Hitler, dijo, no hubiera pensado inicialmente en emplear algo que le causó a él tanto daño. Me parece una visión muy optimista de Hitler.

Charles De Gaulle vivió una guerra de aquí te espero. "El huracán me llevaba como una brizna de paja a través de los dramas de la contienda", escribió en sus muy literarias memorias. También él, como tantos, como el Albert de Nos vemos allá arriba, la novela de Pierre Lemaitre, se apuntó a una guerra stendhaliana y se encontró con una salvaje y prosaica matanza. Jefe de pelotón del 33º regimiento que mandaba Pétain (otro que circuló espectacularmente de una guerra a otra y con el que De Gaulle se llevaba muy bien entonces), resultó de los primeros en ser herido. Recibió una citación al valor por su papel haciendo arriesgadísimas escuchas junto a las trincheras enemigas, fue herido de nuevo con bayoneta, metralla, una mina y gas en Verdún y tras capturarlo los alemanes protagonizó cinco intentos de fuga. Ese tesón (y su idea de que Francia no podía ser Francia "sin grandeur” –y sin él-) le permitió aguantar los trances de la Segunda Guerra Mundial y lanzar L’Appel. En la presentación de The World Wars, en París el pasado junio, participó Bernard de Gaulle, el sobrino del general y él mismo ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial –en el maquis de L’Oisans y en el Ejército de la Francia Libre-, que fue de los primeros en entrar en Berlín en 1945. Hombre de gran presencia y muy parecido a su tío, aunque mucho más modesto, recordó cómo influyó en su familia la humillación de la guerra franco-prusiana (en la que su abuelo, capitán, fue herido) y subrayó, alargando aún más la perspectiva de la que hablamos, que la Primera Guerra Mundial "no deja de ser en cierta manera la Segunda Guerra Franco-Prusiana" (la enemistad, dijo, no acabó hasta el entrechocar de manos de De Gaulle y Adenauer, en la misa de Reims en 1962).

Mussolini fue enrolado en el 11º Regimentto Bersaglieri y pasó nueve meses en el frente, hasta ser herido en 1917 en la explosión fortuita de un obús de mortero en su trinchera (se le extrajeron 40 esquirlas de metal del cuerpo). Llegó a sargento y trató de sacar rédito político a su experiencia militar (como hizo Hitler) con la publicación de Il mio diario di guerra.

Resulta curioso que dos de los grandes líderes de EE UU durante la Segunda Guerra Mundial no tuvieran experiencia bélica directa en la Primera. Franklin Delano Roosevelt era secretario de la Marina y trabajó en expandir la fuerza naval. Quiso alistarse pero el mismísimo presidente Wilson se lo impidió. A partir de 1921 se enfrentó a una guerra personal: contra la polio. Eisenhower, que sería el comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa, vio cómo, siendo teniente en 1917, se le denegaba la petición de ir a combatir a Francia. Le encargaron adiestrar tripulaciones de tanques en Pennsylvania. Una semana antes de marchar al frente acabó la guerra. Otros militares estadounidenses tuvieron mucho más que contar. MacArthur, oficial de alta graduación, participó en distintas acciones, fue condecorado varias veces por su valor (incluidas siete estrellas de plata) y gaseado en dos ocasiones. En 1918 fue hecho prisionero por uno de sus propios hombres que lo confundió con un general alemán.

El caso del tan desagradable como corajudo Patton es muy singular. En 1915 se encontraba persiguiendo a las tropas de Pancho Villa durante la expedición punitiva de EE UU en México (allí adquirió su icónico revólver con cachas de nácar) y cazó a tres de sus leales desde coches Dodge artillados con ametralladoras. Ató los cadáveres a los parachoques para exhibirlos. Al entrar EE UU en guerra fue de los primeros en desembarcar en Francia, ya todo blood & guts. Especialista en tanques, comandó varios ataques de los Renault F7 franceses tripulados por estadounidenses, fue herido de un balazo en la rodilla en la ofensiva del Meuse-Argonne y lo salvó su ordenanza, el soldado Joe Angelo. Cuando años después este marchó sobre Washington como parte del Bonus Army, el contingente de veteranos descontentos que reclamaban su paga, Patton mandaba las tropas que los reprimieron. Angelo trató de hablar con Patton y este lo rechazó: “No conozco a este hombre, llevároslo de aquí”. Es el Patton que luego abofeteará por cobarde en Sicilia a un soldado afectado de neurosis de guerra.


Escena de la serie 'World Wars' sobre el coronel Patton.


Entre los rusos, Stalin, a la sazón preso político, fue llamado a filas pero descartado por la lesión de su brazo (le había pasado un carro por encima de niño). Zhukov sí combatió. Sirvió en un regimiento de dragones, fue herido y condecorado. Varios de los grandes mandos alemanes de la Segunda Guerra Mundial eran veteranos de la Primera. El ya citado Rommel ganó la Pour le Mérite y acuñó con su Gebirgsbatallion sus ideas de guerra móvil, iniciativa personal, intuición, improvisación e ímpetu del ataque que le darían fama con los pánzers. Von Manstein, luchó valientemente y fue herido. Schörner (apodado Ferdinand el Sangriento), que sería uno de los generales alemanes de Hitler más controvertidos –un miserable según algunos por fusilar a los soldados que titubeaban y luego escaparse él disfrazado de campesino tirolés- ganó también la Pour le Mérite en el mismo escenario que Rommel, el monte Matajur, luchando contra los italianos.

Los líderes nazis, en general no tuvieron un gran servicio en la Gran Guerra. El joven Himmler fue rechazado por miope. Goebbels por cojo. Bormann no llegó a ver acción. Las principales excepciones son Röhm, el purgado líder de las SA, que combatió con bravura como capitán y fue herido en la cara gravemente (no es que fuera feo, eran cicatrices), Rudolph Hess, que estuvo en artillería y aviación y fue herido y condecorado, y sobre todo, Hermann Goering, uno de los grandes ases de caza, con 22 derribos, jefe de la escuadrilla Richthofen y ganador también del Blue Max. Karl Doenitz, que mandó la flota de Hitler y fue condenado en Nurenberg, había sido comandante de submarino en la Primera Guerra Mundial. Su sumergible fue hundido y él hecho prisionero. El almirante Canaris, jefe de la inteligencia militar alemana, la Abwehr, vivió muchas aventuras en la Gran Guerra, en el crucero corsario Dresden y también como capitán de U-Boot. Mención especial merece Ernst Udet, el segundo mayor as alemán tras Richthofen (62 victorias, Blue Max, etcétera) y creador con Goering de la Luftwaffe de Hitler. Udet se suicidó en extrañas circunstancias en 1941 –se pegó un tiro mientras hablaba por teléfono con su novia (y luego dicen que los hombres no somos capaces de hacer dos cosas a la vez)-; parece que tenía algunos problemillas con el Reichmarshall.

Otros personajes cuya trayectoria es interesante seguir en las dos guerras son Ernst Jünger, capaz de atravesar ambas como oficial alemán y sin dejar de leer a Ariosto; Tolkien, soldado en la primera en el 11 º de fusileros de Lancashire -véase Tolkien y la Gran Guerra, de John Garth, Minotauro 2014- y al que se quiso reclutar como criptógrafo y descodificador –para aprovechar el dominio del quenya y el sindarin élficos, supongo- en la segunda; o el conde Lászlo Almásy, el personaje real de El paciente inglés, que de húsar austrohúngaro y piloto pasó a realizar operaciones de inteligencia y comandos en el desierto líbico para el Afrika Korps como capitán y agente de la Abwehr. Nos quedamos sin saber qué hubiera hecho Lawrence de Arabia –murió en 1935- en la Segunda Guerra Mundial. Seguramente algo interesante.

Con todo, probablemente uno de los destinos más asombrosos sea el de Martin Niemöller que de tener una larga carrera en los submarinos en la Primera Guerra Mundial –en el U-39 coincidió con Doenitz, fue comandante del UC-67 y ganó la Cruz de Hierro de Primera Clase- pasó a convertirse en pastor protestante (singular transformación que explicó en su libro Del submarino al púlpito) y en opositor al nazismo, lo que pagó con su internamiento en Sachsenhausen y Dachau. Es el autor de aquella famosa sentencia que empieza “Primero vinieron a por los comunistas, pero no dije nada porque yo no era comunista…”, y sigue con los sindicalistas, socialistas, judíos… Hasta concluir “Luego vinieron a por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada”.

lunes, 15 de septiembre de 2014

El montonero arrepentido ignorado por la subversión kirchnerista

El intelectual exmontonero cuya muerte ninguneo el kirchnerismo
Por Ceferino Reato. - Perfil
Los emails del sociólogo antes de fallecer y las causas de su "invisibilización". 

 Héctor Leis falleció el sábado pasado en Brasil, donde se exilió en 1976.


Es una impresión, pero creo que la muerte de Héctor Leis está pasando demasiado desapercibida. Leis es el sociólogo y profesor universitario que en sus últimos libros y artículos pidió perdón por su pertenencia a Montoneros en los 70 y describió con agudeza y sentido del humor muchos de los mitos que sostenían a las guerrillas y que explican cómo tantos jóvenes tomaron las armas. Además, protagonizó junto con Graciela Fernández Meijide un documental, El diálogo, que debate todas esas cuestiones.

Es decir que para el kirchnerismo y sus intelectuales Leis se había convertido en un personaje incómodo. Eso explica el silencio de este sector frente a su muerte; aplican la táctica del “ninguneo”: ¿para qué van a criticar, para que van a “darle prensa”, a un personaje que ya no podrá incomodarlos? El papel que cumplen no es, precisamente, debatir, sino construir relatos maniqueos sobre la historia reciente y proyectarlos a las lucha políticas del presente.

Se explica menos el silencio entre los intelectuales no kirchneristas, salvo excepciones. Creo que los 70 son un tema incómodo; la mayoría de estos intelectuales no quiere abordarlo y solo lo hace cuando se ven obligados. En todos estos años, no han sabido salir de la trampa que les ha tendido el kirchnerismo. Es una trampa rudimentaria pero efectiva: ante cualquier atisbo de crítica, los vincula con “la teoría de los dos demonios”, “la derecha”, “el golpe cívico militar”, el mal, los buitres de la historia y del presente.

Para unas u otras razones, los intelectuales, en general, mantienen clausurado el debate sobre los 70 como si todo ya estuviera dicho, como si nada puede aprenderse de una época que concentra muchas de las virtudes pero también de los vicios de nuestra cultura política (entre los vicios, anoto el autoritarismo, el espíritu de facción, la intolerancia, el mesianismo y el redentorismo).

Leis vivía en Brasil, donde se había radicado durante la dictadura argentina. Al menos en el último tramo de su vida, estaba disgustado con los intelectuales argentinos, en general. Me lo comentó en un email el 21 de julio, es decir un mes y medio de su muerte. La enfermedad que lo iba consumiendo no lograba apagar su entusiasmo por dar a conocer sus ideas y generar debate; estaba preocupado por la escasa repercusión pública de su último libro, Memorias en fuga, al contrario de lo que había pasado con Un testamento y el documental El diálogo.

“Mis otros textos no ofrecen tantos elementos como éste; sin embargo, Memorias… fue blindado por un silencio de los medios y de mis colegas intelectuales que me frustra y no consigo entender. Este silencio sería menos ominoso si no recibiera en privado los elogios que mis colegas me niegan en público”, me dijo.

Yo le di un par de ideas para impulsar el libro, y agregué: “Es importante no desanimarse a causa del medio ambiente: los intelectuales en esta parte del mundo no son muy generosos”.

Leis me respondió al día siguiente, el 22 de julio. Sobre una de las ideas que le propuse, me dijo: “Lamentablemente, ya no consigo hablar bien como para hacer algo por videoconferencia, pero quizás se pueda organizar algún debate sobre el libro”. Y añadió: “Estoy convencido que al elitismo intelectual-académico-progresista que existe en Argentina debemos atacarlo de frente, es parte importante de la obturación del debate sobre la cultura política dominante en el país. ¡En mis Memorias… los maltraté todo lo que pude!”.

*Editor ejecutivo de la revista Fortuna, su último libro es ¡Viva la sangre!

domingo, 14 de septiembre de 2014

El oro argentino que dilapidaría Perón

Memoria: el oro con el que se tropezó Perón



Cuando las arcas estaban llenas

Dos veteranos marinos mercantes recuerdan los peligrosos tiempos de la Segunda Guerra Mundial en que, desafiando a los submarinos alemanes, trasladaban desde Estados Unidos enormes cargamentos de oro con el que los Aliados pagaban las exportaciones argentinas. Años después, verían también cómo el metal precioso se marchaba del país


Los capitanes Suburo y Boano, en los muelles donde hace seis décadas se acumulaba el oro
Foto: Julián Bongiovanni

En su libro De Perón a Lanusse. 1943-1973 , Felix Luna citaba cómo Juan Domingo Perón se había vanagloriado en 1946 afirmando: "No podemos caminar por los pasillos del Banco Central, tan abarrotados están de lingotes de oro". Como siempre, consumado artista en el arte de la contradicción, el mismo caudillo afirmaría años después, ya en el exilio en Madrid, que "cuando yo me hice cargo del gobierno, encontré un país endeudado y descapitalizado", como se encarga de reseñar Hugo Gambini en su pormenorizado libro Historia del peronismo (1943-1955) . Como siempre, en algún lugar intermedio entre afirmaciones tan distantes y categóricas, la verdad se oculta esperando al historiador.

Una buena pista para acercarnos al tema nos la proporcionan dos veteranos marinos mercantes argentinos, que en los riesgosos tiempos de la Segunda Guerra Mundial navegaron desde y hacia los Estados Unidos por mares escrutados rigurosamente por los periscopios de los submarinos alemanes, en muchos casos transportando remesas de oro que nuestro país recibía a cambio de sus vitales embarques de granos y carnes a los Aliados.

Buena parte de la conversación con los capitanes Carlos N. Suburo y Luis Fabián Boano (ambos de más de 80 años) tuvo lugar en la calidez del comedor del hogar de este último, ubicado en un tranquilo vecindario de zona norte.

El primero en hablar es el capitán Suburo. Macizo, de estatura mediana y bigote recortado, resulta un consumado conversador, repleto de anécdotas y recuerdos fascinantes que lo llevan por los distintos mares del mundo. "Los embarques de oro desde los Estados Unidos hacia nuestro país -recuerda el marino- fueron numerosos entre 1943 y 1945. Siendo yo segundo oficial del buque frigorífico Río Luján (el viejo barco francés Katiola), momentos antes de salir del puerto de Nueva Orleans para Buenos Aires con carga general, el 7 de diciembre de 1943, alrededor de las 15 horas local, el capitán del buque, Silvio Leporace, avisó por vía del primer oficial que la salida quedaba demorada, sin especificar la causa del retraso. Momentos después apareció frente al buque un camión pintado de negro con grandes carteles a sus costados de propaganda de cigarrillos Camel. A continuación, el acompañante del chofer del vehículo subió al buque para hablar con el capitán Leporace. Y el chofer procedió a abrir las puertas de atrás. Del interior del camión bajaron entonces dos soldados muy bien armados (eran dos gorilas, verdaderos mastodontes) y comenzaron a descargar 27 cuñetes de unos 70 centímetros de altura, que fueron embarcados haciéndolos rodar por la planchada que se encontraba a nivel del muelle y llevados al mismísimo camarote del capitán, para colocarlos alrededor de una mesa. Terminado el operativo, el buque inició la maniobra de salida. Nos enteramos luego de que los cuñetes dejados en el camarote del capitán contenían oro. `Nunca he tenido tanta plata junta´, dijo éste. Al llegar a Buenos Aires, el 29 de diciembre de 1943, los cuñetes fueron desembarcados de inmediato y trasladados al Banco Central. Fue éste el primer embarque de oro del que tengo registro, y le sucedieron muchos más".



Rio Lujan

El puerto dorado

Posteriormente, Suburo recuerda que ya terminada la guerra, en septiembre de 1946, embarcó en Nueva York como pasajero en el Río Deseado (tras haber sido desembarcado allí del Río Juramento por sufrir un accidente), al mando del capitán Esteban Picchi. El buque salió para puertos canadienses sobre el río San Lorenzo a buscar bobinas de papel. Luego, volvió a Nueva York solamente para cargar cuñetes de oro. Con este cargamento, señala Suburo, llegó a Buenos Aires el 11 de noviembre de ese año. En ese período de los últimos años de la guerra y primeros meses de la posguerra, asegura el marino, prácticamente todos los buques de Flota Mercante del Estado que recalaron en Nueva Orleans volvieron con su carga de oro. Claro que las cosas pronto cambiarían.

"Estos eran los tiempos -recuerda Suburo- en los que Perón declamaba que no podía caminar por los pasillos del Banco Central por los lingotes de oro que se habían acumulado allí. Pronto tendría espacio", bromea.

"Ya a principios de 1947 -aclara el marino-, mientras esperaba ir a Sunderland a la construcción del barco Río Chico, me destinaron a las oficinas de personal embarcado de Flota Mercante del Estado para diligenciar el traslado en avión a los Estados Unidos de tres tripulaciones para los buques Victory denominados Río Aguapey, Río Araza y Río Atuel. El embarque de los tripulantes sería mediante FAMA (que posteriormente se convertiría en parte de Aerolíneas Argentinas), que tenía sus oficinas en la calle Lavalle, entre San Martín y Reconquista. Allí me enteré de que pese a estar listas para el viaje las tripulaciones mencionadas, éstas no podían partir porque todos los aviones de FAMA estaban en ese momento destinados a trasladar cuñetes de oro rumbo a los Estados Unidos."

Consultado sobre las causas que llevaron a que el metal precioso abandonara su domicilio argentino de tiempos de guerra, Suburo contesta: "No sé la verdadera razón de estos embarques, claro que por todos lados se oían afirmaciones de que se estaba pagando a los Estados Unidos por material bélico usado en la Segunda Guerra Mundial, además de por las compras del famoso IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio). Entre el material de rezago que compramos en esos tiempos había unos camiones anfibios que mucho después pude ver en acción en el lago San Roque paseando a turistas. También había una enorme partida de material bélico usado que permaneció encajonado por muchos años en las cercanías de La Plata."

El dueño de casa, capitán Luis Fabián Boano, de porte atildado y notable claridad de conceptos, también recuerda muy precisamente la época en la que el oro de los Aliados se embarcaba rumbo a Buenos Aires. "A mí me tocó traer el oro en tiempos de guerra. Perón no era todavía presidente, pero ya estaba acumulando poder. El oro lo traíamos en los buques de Flota Mercante del Estado en unos barriles a los que les llamaban cuñetes. En el entrepuente de mi barco, el Río Atuel, le habíamos hecho un recinto de seguridad, un locker . ¡Bah!, seguridad relativa, para que no estuviera a mano de cualquiera. Los lingotes los traíamos, básicamente, del puerto de Nueva Orleans. El último embarque de oro con el que viajé fue en el Río Atuel, en febrero de 1945. El metal precioso venía a cambio de los cereales, cueros, metales y minerales que enviábamos a los Aliados." .



Rio Atuel

Sin lugar para más oro

Haciendo referencia a ese último viaje a bordo del Río Atuel, Boano agrega: "En esa ocasión trajimos 13 cuñetes de oro (que era bastante poco en comparación a viajes anteriores). Adentro de los cuñetes estaban las barras o ladrillos de oro. El monto total del valor del cargamento no lo conocíamos. Cuando llegamos al puerto de Buenos Aires no pudimos descargarlo porque no había lugar donde guardarlo. Nos tuvieron 24 horas ahí amarrados, rodeados por tropas del Ejército. Estuvimos en guardia todo el día porque en el Banco Central no había lugar donde ponerlo. Esa noche hubo siempre una tanqueta del Ejército en la proa y otra en la popa. No dejaban acercarse ni a una mosca. Tras un día de espera recién pudimos bajar el oro, siempre con las tanquetas apostadas alrededor. Mientras tanto, el barco había estado sin operar, no pudimos descargar, cargar, ni nada."

En todos esos viajes con tan preciosa carga a bordo, Boano señala que no hubo el menor inconveniente. "Para nosotros el oro era como una carga común. A veces no entraban los camiones junto al muelle en Nueva Orleans, sino que los cuñetes venían directamente en una carretilla. Nosotros, ya embarcados, los revisábamos una o dos veces por día, comprobando que los candados de seguridad estuvieran todos en su lugar. Nunca faltó nada. Claro que en los barcos argentinos, por entonces, no había problemas de seguridad, ya que todos los tripulantes eran argentinos o españoles. Además, cuando en Nueva Orleans los norteamericanos traían el oro era en el momento mismo de la partida de la nave, y en Buenos Aires, enseguida de llegar, salvo excepciones como la que mencioné antes, lo descargaban".

 El mayor riesgo de aquellos viajes, claro, lo constituían los submarinos alemanes que pululaban cerca de la Costa Este de los Estados Unidos (el lugar más peligroso para la navegación, en el que según señala Boano, se veían a veces los mástiles de los barcos hundidos) y en el Caribe. "En el Caribe, cerca de Cuba, mientras hacíamos ese transporte, una o dos veces se nos acercaron submarinos alemanes. Se pegaban a nuestro barco y una comisión nos abordaba. Siempre alguno de ellos hablaba castellano y se hacía entender. Nosotros estábamos preocupados por el oro, pero ellos nos salían pidiendo cigarrillos. Tenían una necesidad bárbara de cigarrillos, así que les dábamos cajas de cincuenta atados, y a cambio, ellos nos dejaban cajas de champagne Pommery".

Para el capitán Boano, el oro acumulado en tiempos de guerra se fue del país en los primeros años del gobierno de Perón. "Se fue a cambio de material de guerra anticuado y en mal estado. Cerca de La Plata, se veían terrenos inmensos llenos de jeeps y tanquetas viejas. Yo creo que tuvo que haber una coima inmensa allí, para comprar toda esa porquería, que además, estaba en malas condiciones. La mayoría de esos vehículos no funcionaban y había que arreglarlos", concluye el veterano marino.

 Por supuesto, las opiniones de estos marinos acerca del destino final de las reservas metálicas acumuladas en tiempos de guerra podrán ser motivo de múltiples y dispares apreciaciones por parte de economistas e historiadores. Lo que nadie podrá negar es que con sus propios ojos de viejos y curtidos zorros de mar vieron los preciosos cargamentos con los lingotes que, según contaba Perón, alguna vez impidieron el paso en los pasillos del Banco Central.

  Por Ernesto G. Castrillón y Luis Casabal

Fuente

sábado, 13 de septiembre de 2014

El trayecto y las pérdidas de la Armada Invencible y la búsqueda de sus restos

Las pérdidas de la Armada Invencible
Con las excavaciones arqueológicas del galeón San Marcos ya son nueve los barcos de la Armada Invencible estudiados en las costas de Irlanda y Escocia.


viernes, 12 de septiembre de 2014

Guerra contra la Subversión: "Rita", la hija de puta

¿QUIÉN ERA LAURA ESTELA CARLOTTO, NOMBRE DE GUERRA “RITA”, MILITANTE DE MONTONEROS? SU POSIBLE PRONTUARIO




Laura Estela Carlotto Barnes, había nacido el día 21 de febrero de 1955, recibiendo el DNI 11.614.026 siendo su madre Estela Barnes de Carlotto. Al año 2014, tres de sus hermanos son funcionarios. Uno de sus hermanos era Remo, quien es actual Diputado Nacional del oficialista Frente para la Victoria, y es integrante de “La Cámpora”. A su vez, Guido Carlotto es el Secretario de Derechos Humanos bonaerense. A su vez, Claudia Carlotto es titular de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi).

RITA

¿Era “Rita” concubina de Fontan o de Falcone? ¿Era su cuñado Jorge Falcone, cuyo nombre de guerra era “Chiqui”?
Distintas fuentes que pueden recabarse en Internet, ofrecen un posible historial de la trayectoria de “Rita”, el cual era el nombre de guerra en la organización Montoneros de Laura Estela Carlotto Barnes.
Tenía “nombre de guerra” (NG), porque ocupaban un status militar, en el marco de una guerra llevada a cabo contra la sociedad civil para adueñarse del poder durante la década de 1970.
La Organización Política Militar Montoneros, llevó a cabo acciones en las cuales “Rita” había actuado personalmente de forma no organizada o dentro de una estructura de combate: Pelotón, Grupo, Sección, etc. y conducidas por un responsable, siendo tal el modo de operar de dicha organización.

¿INOCENTE COLEGIALA?

La hija de Estela de Carlotto, quien se llamaba Laura Estela Carlotto (Nombre de Guerra “Rita”), durante el verano de 1974, vistiendo un uniforme de colegiala, asesinó por la espalda con cinco tiros a un militante de la CNU (Concentración Nacional Universitaria). Una semana después, los montoneros mataron a otro cuadro de la CNU y ahí se produjo la guerra.
Laura Estela Carlotto estaba casada, había pasado a la clandestinidad para cometer actos de terrorismo, y además tenía dificultad para llevar a buen término los embarazos, un dato que su madre siempre se ha cuidado de ocultar para sostener el dato plagado de “pistas falsas” (según sus propios dichos) del supuesto nieto “Guido”.
Años antes a 1977, cuando su hija no era subversiva y estaba aun normalmente casada, Estela Carlotto llegó a la casa de la madre del general Bignone, donde celebraban con algunas amigas el cumpleaños de la hermana del mismo, sumamente compungida porque "su hija casada no había podido tener familia"... Al parecer, estos hechos son parte de una Historia que no se cuenta.

VIOLENTA BIOGRAFÍA

En 1976, Laura Carlotto tenía 21 años y vivía con unas amigas en La Plata, en un departamento justo enfrente de la comisaría novena. Les parecía que, de tan obvio, las ponía a salvo de sospechas: era un primer piso con dos habitaciones donde vivían y se refugiaban muchos militantes de la JUP. Allí empezó un periplo de casa en casa según el libro "Laura, vida y militancia", escrito por María Eugenia Ludueña y publicado por Editorial Planeta Argentina.
El libro señala que "el Consejo Nacional de Montoneros había dado a conocer el Código de Justicia Penal Revolucionario. Sus directivas alcanzan a distintos niveles de la organización: militantes, activistas y colaboradores, incluso de las agrupaciones, con distintas penas. Sus artículos definen las figuras del delito: traición (colaborar con el enemigo), delación, deserción. No caer combatiendo o evitar el combate en una situación donde se impone, faltar a una opereta, configuran delitos muy graves. Algunos se castigan con fusilamiento. La pena máxima solo puede ser dictada por el Consejo Nacional de la Organización, a propuesta del Tribunal Revolucionario. O también, por propia decisión del Consejo cuando el juicio se hace por apelación, o a pedido de algún miembro."
"Laura cuenta cómo van sus operativos de pintadas. Su hermano Kibo, que recién hace sus primeros pasos en la militancia, la ayuda a planearlas, a veces le alcanza un informe de la zona...  En las primeras semanas de marzo de 1976, el Poder Ejecutivo envía al Parlamento las reformas que endurecen la legislación antisubversiva, similares a las dictadas años atrás por Onganía. Unos días más tarde, las medidas represivas que emanan de la Presidencia incluyen la pena de muerte. Los militantes de la JUP ya no hacen reuniones de ámbito, solo respetan el calendario de las citas en los lugares públicos. A veces ni se hablan: simplemente uno ve pasar al otro o se cruzan en una caminata efímera, donde circulan por veredas opuestas, en direcciones contrarias. Si hay alguna información entonces sí, se acercan y se la transmiten rápidamente. Los responsables informan la cita del día siguiente y siguen caminando. “Mañana en 7 y 50, a las nueve de la mañana”. Si pasan diez minutos y la otra persona no llega, es una señal pésima, hay que retirarse y echar a correr la voz. Es crucial enterarse pronto de que un compañero ha caído en manos del enemigo. Ya saben que si uno de ellos desaparece, el riesgo lo corren todos. Los que empiezan a contar que a algunos militantes los levantan en la calle, los torturan salvajemente y no los ven más son amigos de Laura. Algunos se quiebran y pueden dar nombres, direcciones. O colaborar con la Policía que los lleva de paseo en auto a señalar gente." El libro, ¿da a entender que "Rita" era una "buchona"?

CON GRADO MILITAR

Los grados, en los primeros años, tenían los siguientes niveles: Miliciano, Aspirante, Oficial, Oficial 2º, Oficial 1º, Oficial Mayor y Oficial Superior. Con la organización y puesta en funcionamiento del Ejército Montonero el 05/10/75 en su ataque al cuartel de Formosa, los niveles pasaron a ser: Soldado, Subteniente, Teniente, Teniente 1º, Capitán, Comandante 2º y Comandante. Lo que no cambió son los cincos hechos delictuales de distinta intensidad de riesgo para la promoción de nivel. Estos siete niveles en uno u otro caso permiten inferir que para llegar a lo más alto de la conducción Oficial Superior u Comandante, los integrantes debían ejecutar como mínimo treinta y cinco acciones terroristas.
Rita militaba en la JUP y Prensa de Montoneros (Debate en la Causa 2955 “Almeida y otros” del Tribunal Oral Criminal Federal Nº 1 de La Plata, donde la madre, Estela Barnes de Carlotto declaró que su hija Laura Estela pertenecía a Montoneros al aparato de Prensa el 08/05/2012).

BOMBA AL JEFE DE LA PFA

El 18 de junio de 1976, Montoneros asesina al Jefe de la PFA General Brigada Cesáreo Ángel Cardozo (In Memoriam, Ed. Círculo Militar, Bs. As. 1999, Tomo I Pág. 270), mediante una bomba colocada debajo de su cama en el domicilio, por la Montonera Ana M. González NG “Teresa”, de 18 años, amiga de “Rita” (es decir, debía estar en contacto con ella por el vínculo de amistad).
El hecho fue muy promocionado por Montoneros, incluyendo una entrevista clandestina con la revista española Cambio 16. La terrorista posteriormente muere en 1977 al intentar evadir con un auto un puesto de control tránsito del EA, donde mata a quemarropa a un Soldado Guillermo Félix Dimitri; este antes de caer ametralla el auto con disparos de fusil FAL y la hiere de muerte en el hígado. Fallece horas después en una posta sanitaria clandestina; para evitar una propaganda negativa sus compañeros terroristas ocultan la muerte, incinerando el cuerpo y enterrando las cenizas en un lugar desconocido.
Este atentado fue planificado y ejecutado por integrantes del Departamento de Operaciones Especiales del Servicio de Inteligencia Nacional de Montoneros. En el mismo habrían participado entre otros su principal responsable, Mario Firmenich NG “Pepe” como Comandante, con un importante equipo militar, entre quienes se contaban Jorge Delfor Falcone NG “Chiqui” como encargado de dar a conocer los hechos en la revista Evita Montonera, que él dirigía, ya que manejaban una Central de Inteligencia y un aparato de prensa denominados Agencia Clandestina (ANCLA) y Cadena Informativa, respectivamente. Junto con él, habría participado en la sección de Prensa Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”

ATENTADO A LA PF

Luego, el 2 de julio de 1976, la Conducción Nacional de Montoneros bajo la Jefatura de Mario Firmenich NG “Pepe”, autorizó al Área Federal, a su Departamento de Informaciones e Inteligencia, conducido por el escritor y agente cubano Rodolfo Walsh NG “Petrus” o “Esteban” - Capitán, al Departamento Operaciones cuyo responsable era el Comandante 2º Marcelo Daniel Kurlat NG “El Monra”, casado con Inés Carazo NG “Lucía”, de atentar contra la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal. Para ese propósito se utilizaría una bomba del tipo vietnamita, construida en los laboratorios que poseía la Organización en dos Unidades Básicas llamadas Juan Pablo Maestre y Héroes de Trelew de La Plata, respectivamente, que dependían de la Regional Sur – Columna La Plata se complementaban con otros centros logísticos situados en Martínez y en Berisso, de la provincia de Buenos Aires. Al respecto se afirma que entre 1976 y 1978, Montoneros produjo setecientos ochenta kilos de alto Explosivo Plástico (C-2), y sus Unidades Zonales más de mil quinientos kilos de explosivo de mediano poder, usado para los ataques con granadas y en operaciones cuyo empleo así lo requería.
Así, el 2 de julio se produce el atentado con explosivos en el Comedor de Seguridad Federal de la PFA con veintitrés muertos: Oficial Ayudante Alejandro Castro, Cabo Ernesto Agustín Suani, Cabo 1º Carlos Shand, Sargento Juan Paulik, Sargento Rafael Modesto Muñoz, Sargento Bernardo Roberto Tapia, Supernumerario David Ezequiel Di Nuncio, Oficial Inspector David Ron, Suboficial Auxiliar José Hilario Carvasco, Sargento María Esther Pérez Couto, Sargento (R) Romualdo Rodríguez, Sargento Bernardo Zapi, Agente José Roberto Iacovello, Agente Juan Carlos Blanco, Agente Alicia Esther Lunati, Agente Ernesto Alberto Martinzo, Cabo Genaro Bartolomé Rodríguez, Sargento Adolfo Chiariano, Cabo Elba Hilda Gazpio, Cabo Vicente Iore, Supernumerario Ramón Arias, Sargento Marta Olga Pérez de Bravo y Oficial Ayudante Héctor A Castro, la civil Josefina Cepeda 11, doce mutilados y sesenta y seis heridos. Habría sido ejecutado por Mario Firmenich NG “Pepe” como Comandante, con  Horacio Alberto Mendizábal La Fuente NG “Hernán” o “Vasco” o “Mendicrín” o “Antonio” o “Lauchón” como Comandante Responsable del Área Federal. También habrían participado Rodolfo Walsh NG “Esteban” o “Petrus” como Comandante 2º  Responsable Departamento de Informaciones e Inteligencia; Horacio Verbitsky NG “Roberto” o “Salazar” como Capitán y Responsable Subsector PFA del Departamento de Informaciones e Inteligencia; y Miguel Bonasso NG “Cogote” como Teniente, Integrante del Subsector PFA del Departamento de Informaciones e Inteligencia. Entre los partícipes necesarios se contaría con Jorge Delfor Falcone NG “Chiqui”, y Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”

BOMBA EN EL CÍRCULO MILITAR

El 17 de octubre de 1976, Rodolfo Walsh, también tuvo participación en tareas de Inteligencia en la bomba colocada en el cine del Círculo Militar, con más de 50 heridos entre el personal retirado, familiares y socios de ese club, aprovechando su condición de hijo del JEMGE. Por su cargo y funciones, fue, además, propiciador de otra importante cantidad de atentados. Entre los partícipes necesarios de dicho acto terrorista se encontraban Jorge Delfor Falcone NG “Chiqui” y Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”, y Adriana Puigross de Bernetti NG “Cabezona” integrante del Departamento de Informaciones.
Después, el 3 de noviembre de 1976, es copada la planta transmisora de Canal 2 de TV en La Plata, Montoneros pasa una proclama revolucionaria. Habrían Participado entre otros: Cañas Blanca Santiago Enrique, Aued Lara Roberto Eduardo NG “Turco”, Medici María Graciela de Aued, y Carlotto Barnes Laura Estela NG “Rita”.

BOMBA EN EL MINISTERIO DE DEFENSA

El 16 de diciembre de 1976, a las 19:15, Montoneros realizó un atentado protagonizado por el Pelotón de Combate Norma Arrostito de la Columna Capital en el microcine de la Subsecretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa, ubicado en el tercer piso del edificio que ocupaba en calle Bartolomé Mitre al 1462, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. En esa oportunidad se realizaba allí una reunión de trabajo y en momentos de producirse la explosión estaba colmada su capacidad; los participantes eran funcionarios militares, diplomáticos y civiles, entre los que había hombres y mujeres. Fue ejecutado por la organización terrorista Montoneros utilizando un artefacto explosivo de alto poder del tipo de bomba vietnamita. Este tipo de artefacto contiene -además del explosivo- perdigones y trozos de metal que al producirse la explosión se transforman en proyectiles y aumentan en forma considerable el número y gravedad de las víctimas. El artefacto explosivo fue colocado por un miembro de Montoneros, el sociólogo José Luis de Dios NG “Jerónimo”- empleado como asesor de esa Subsecretaría y con más de 10 años de antigüedad en el cargo. El procedimiento fue dejar en el centro del salón su maletín con la bomba activada y retirarse del lugar para concurrir al baño, dándose a la fuga en forma inmediata. Como consecuencia del atentado murieron 14 personas y resultaron heridas de distinta gravedad 30 de los presentes. Además, recibieron heridas otras personas que transitaban próximo al lugar. El lugar quedó totalmente destruido y la onda explosiva causó daños en locales vecinos, en el piso inferior y en edificios linderos.
La publicación clandestina de Montoneros Evita Montonera Nro 15 de febrero de 1977 en su página 27 decía que el atentado lo había cometido el Pelotón de Combate “Norma Arrostito” del ejército montonero, argumentando con falsedades el objetivo elegido, ya que allí no se efectuaba ningún tipo de planificación relacionada con la guerra contra el terrorismo subversivo. En realidad, el atentado se efectuó en ese lugar, por trabajar allí un miembro de la organización y tener éste la posibilidad de ejecutarlo sin mayores complicaciones y sin importarle la vida de sus compañeros de trabajo con los que había compartido 10 años de su vida. (Los terroristas llaman a esta actitud alevosa Moral revolucionaria) y no, por las causas expresadas por la organización, que eran falsas. José Luis de Dios, en septiembre de 1977, mientras se desempeñaba como Secretario de Prensa y Propaganda de la Columna 19 Norte fue abatido en un enfrentamiento. Habrían participado en el nivel de decisión Mario Firmenich NG “Pepe” como Comandante, y como partícipes necesarios formando parte del Departamento de Inteligencia: Jorge Delfor Falcone Méndez NG “Chiqui” y Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”

AUTOPSIA

El 25 de agosto de 1978, son exhumados los restos de Laura Estela Carlotto Barnes de Fontan NG “Rita”, en La Matanza. En esa oportunidad fueron identificados sus restos por el EAAF en 1985. Lo insólito es que figura como desaparecida en el Nunca Más de la CONADEP en su edición 2006 (Roberto Baschetti, La memoria de los de abajo, Ed. De la Campana, La Plata 2007, Vol. 1, Pág. 108. Libro Tumbas Anónimas Pág. 169, de Cohen Salama Mauricio. Exhumada el 25/11/85 en el cementerio de La Plata).
Una versión afirma que “Rita” fue secuestrada en una confitería de la entonces Capital Federal en noviembre 1977, que estaba embarazada de 2 meses y medio, y que su hijo habría nacido en el Hospital Militar. El ex general Suárez Mason había sido condenado en Italia por la desaparición de ambos, de Laura Carlotto y de este supuesto hijo (nieto de Estela Barnes).
Según la versión oficial de la Policía Bonaerense, Laura murió el 25 de agosto de 1978, a la 1:20 de la madrugada, en un enfrentamiento "con fuerzas conjuntas, dependientes del Área Militar 114, en la intersección de la Ruta Nacional N° 3 y Cristianía, Isidro Casanova". Tenía la mitad del rostro destrozado por itakazos y el vientre perforado por un disparo. El cuerpo fue entregado por la policía a una funeraria, adonde Estela Carlotto lo pudo recuperar luego de largos trámites. Es decir, según esta versión si eventualmente hubiese sido posible por un verdadero milagro que “Rita” hubiese tenido un hijo habría sido en su estado de clandestinidad, habiéndolo dejado a cargo de alguien mientras realizaba alguna operación de riesgo, en la cual aconteció el enfrentamiento.

¿Y VAELLO?

Hubo testimonio ante la CONADEP de un tal Vaello en 1984, preso en la cárcel y presunto ex CNU, quien dijo que el bebé fue entregado a un médico del cual indica nombre, datos y domicilio. Esto fue dicho en 1984 al juez que investiga este caso en forma puntual; se supone que en todos los años transcurridos ya debería haber aclarado esta denuncia, pero no hay ninguna diligencia al respecto en el expediente Bagnasco. El tal Vaello no ha declarado judicialmente, algo que sería inaceptable si lo que dijo fuera cierto. No hay ninguna declaración del tal Vaello ante la causa, ni constancias de lo actuado por el juez del caso puntual. Pese a haber sido entregado el cadáver de la terrorista muerta a su madre, no hay en la causa examen forense con constancias de embarazo anterior, algo elemental de hacer; justamente, en otro caso de esta investigación del juez Bagnasco, se intentó probar un nacimiento por el dictamen forense que informaba de un embarazo y parto antes de morir. Parecería que estos exámenes se practican cuando convienen a la querella y se desechan en caso contrario.

DINERO, PODER Y VENGANZA

El caso está repleto de contradicciones. Los familiares de Estela Barnes de Carlotto como se dijo al principio, han sido y son funcionarios.
Ella misma ha sido funcionaria bonaerense hasta su renuncia por motivo de desprolijidades en la gestión que no fueron aclaradas hasta el presente.
Es claro que toda persona tiene el más que esencial derecho a su propia identidad. La pregunta que surgiría a cualquiera es cómo fue que Laura "Rita" Carlotto tuvo un hijo si no podía llevar a buen término embarazos, cómo fue que estando embarazada fue detenida, o cómo fue que después de haber tenido un hijo y estando en clandestinidad participó de un enfrentamiento en el cual resultó herida mortalmente sin que su hijo estuviese en el lugar. Efectivamente, son contradicciones que se suman a que el "dato" que siempre sostuvo Estela Barnes de Carlotto no coincide en la fecha del nacimiento del joven Ignacio Hurban, cuyo nombre tampoco es "Guido", en tanto que ahora resulta que su padre sería Montoya, el cual antes jamás había sido mencionado como pareja de "Rita". Y además, ¿cómo aparece en el listado del "Nunca Más" en su edición de 2006 si no es desaparecida, ya que el cuerpo de "Rita" fue entregado a su madre el mismo día en que murió? Son incógnitas y contradicciones que no está a nuestro alcance resolver.
No obstante ello, la Justicia ha determinado que el “nieto 114” es de Carlotto, el nuevo “Guido Montoya Carlotto”, es efectivamente nieto de Estela Barnes. Todo ello mientraslLos médicos de la provincia de Buenos Aires repudiaron a su colega Julio Luis Alberto Sacher, cuyo nombre figura en el acta de nacimiento del nieto de Estela de Carlotto, Ignacio Hurban (Guido Montoya Carlotto). Automáticamente se le asignó una indemnización de un millón de Pesos y un salario de por vida de $ 6.000 mensuales.

JUSTICIA, PACIFICACIÓN Y CONCORDIA

Esta historia es una reconstruccion basada en datos que pueden hallarse en Internet. Seguramente existieron muchos hechos que se desconocen, y que tal vez se desconocerán por siempre jamás, debido a la clandestinidad con que operaron los grupos subversivos.
Lógicamente toda sociedad sana, todo ciudadano sano, repudia la injusta violencia, repudia el terrorismo. A su vez, no podemos dejar de repudiar los excesos cometidos en la sociedad de los "años de plomo", muchos de los cuales incluso fueron tenidos como "reglas del juego". A su vez, deben efectuarse reparaciones a todas las víctimas de aquella sociedad enferma, no solamente a una parte. Y debe crearse un clima apto para que todos los excesos cometidos sean reparados.
¿Existen casos que deben aun ser reparados? Indudablemente que sí, pero en un clima de violencia jurídica y moral se hace muy difícil tal reparación, por lo cual es menester crear el ámbito de serenidad para poner orden y "dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde" en derecho.

DEL HORROR A LA PACIFICACIÓN

Finalmente, no se puede dejar de mencionar el horror vivido en la década de 1970, provocado por grupos terroristas, por grupos paramilitares, y también por funcionarios del Estado.
Resulta claro que hubo una guerra, ya hubo dos Ejércitos que se enfrentaron, ambos con grados militares: las Fuerzas Armadas de la Nación, y las fuerzas militares constituidas con sus jerarquías por los subversivos de aquél entonces, quienes actuaron no sólo en tiempos de gobierno de facto, como pretende hacer suponer la "Historia Oficial", sino también en tiempos democráticos, incluso en contra del mismo gobierno de Juan Domingo Perón, quien dio durísimos discursos contra el accionar subversivo y terrorista que cada día se agravaba más en aquellos tiempos.
La Guerra contra la Subversión tuvo excesos que son injustificables e inadmisibles desde todo punto de vista. Pero ello no exime de responsabilidad a los terroristas, ni los autoriza a tomar venganza ahora que están en el poder. El dolor vivido por los desaparecidos y por los familiares de los desaparecidos, fue cambiado por un negocio. Los familiares de las víctimas de la subversión no deben imitarlos ni tomar el mismo camino.
La sociedad entera merece una pacificación y vivir en concordia y con justicia, evitando toda venganza. Sólo así podremos mirar y enfrentar el futuro unidos en la Verdad.

Fuentes: 


http://www.infobae.com/2014/08/05/1585564-la-historia-laura-la-madre-guido-carlotto

http://diariopregon.blogspot.com.ar/2011/06/carlotto-pidio-que-no-confundan-abuelas.html

http://seprin.info/2014/08/05/carlotto-tiene-que-tapar-el-default-y-el-procesamiento-de-boudou-dudas-del-nieto-sea-lo-que-dice-ser/

http://www.diarioveloz.com/notas/130474-fuerte-repudio-al-medico-que-figura-la-partida-nacimiento-guido-carlotto

http://www.revistaanfibia.com/feria-nota/laura-carlotto-el-principio-de-la-noche-interminable

Diario Pregón

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El golpe del 30 y el inicio de la primera industrialización argentina

Ni Década ni Infame. A 84 años del inicio de un tiempo esplendoroso 
Por Nicolás Márquez - La Prensa Popular



En lo que iba del año 1930 no se había llevado a cabo ninguna sesión ordinaria en el Congreso. Las provincias opositoras eran intervenidas, y el país padecía la incapacidad de un gobierno paralizado y agonizante. Fue en ese contexto, cuando el 6 de septiembre de 1930 el General José Felix Uriburu desfilaba acompañado por sólo tres escuadrones de caballería y 600 cadetes, en un marco de júbilo popular que colmó la Plaza de Mayo con el fin de deponer al demagógico gobierno de Hipólito Irigoyen, quien sin resistencia alguna, no vaciló en renunciar. Parecía un efecto “boomerang”, pues Irigoyen supo participar de todas las conspiraciones e intentonas fallidas de golpes de estado (la última fue en 1905), y precisamente él iba a ser luego el primer presidente depuesto por uno de ellos. El antecesor de Irigoyen, Marcelo T. de Alvear, había culminado su mandato en 1928, y esta fue la última vez en la historia en que la UCR. pudo terminar un gobierno completo.

El de 1930 no fue un golpe ¨anti-radical¨: relevantes hombres del radicalismo como el ex Presidente Alvear, el ex Vicepresidente Mosca, y el ex Gobernador de Bs.As. Crotto, o Melo y Gallo (cabeza de lista de diputados de la UCR)  reivindicaron luego el ¨golpe¨. El propio ex Presidente radical Marcelo T. de Alvear (antecesor inmediato de Yrigoyen), en un reportaje para el diario Crítica desde París, también lo reivindicaba y con lenguaje socarrón arremetía: “Tenía que ser así. Yrigoyen con una absoluta ignorancia de toda práctica de gobierno democrático, parece que se hubiese complacido en menoscabar las instituciones. Gobernar no es payar. Para él no existía ni la opinión pública, ni los cargos, ni los hombres. Humilló a sus ministros y desvalorizó las más altas investiduras. Quien siembra vientos cosecha tempestades”[1]. De inmediato, la Corte Suprema reconoció al gobierno provisional. El historiador radical Félix Luna cuenta que “La ciudad entera acompañó a los cadetes del Colegio Militar desde San Martín hasta Plaza de Mayo, entre apretadas filas de hombres, mujeres,  ancianos y niños que los victoriaban y arrojaban flores a su paso”[2]. El pensador Vicente Massot  agrega que “El derrocamiento de Hipólito Yrigoyen se pareció más a un desfile militar que a cualquier otra cosa…El 6 de septiembre el gobierno yrigoyenista ya estaba vencido. Careció de voluntad y de la inteligencia estratégica necesarias para desbaratar la conspiración cuando todavía podía hacerlo. Pasado ese momento, su inacción y su incapacidad lo condujeron a un final que a nadie sorprendió”[3]. Al día siguiente de producido el derrocamiento, el diario La Nación en su editorial comentaba “nunca en la Argentina un gobernante quiso mostrarse y se mostró más prepotente, mas omnisciente, ni llegó a dejar mayor constancia de su incapacidad de actuar, respetar y ser respetable”. El  ocho de septiembre el editorial del mismo diario complementaba: “la manifestación incontenible de un pueblo que, como ya lo dijimos ayer, fue llevado a un extremo que él hubiese deseado evitar, pero que se hizo inevitable porque vivía bajo una prepotencia como régimen  o sistema de gobierno que importaba la subversión total de la democracia y del régimen jurídico constitucional”.


Pistola HAFDASA Ballester Molina, producto de incipiente industrialización argentina

Si bien el entonces capitán y futuro dictador Juan Domingo Perón se ufanaría luego de haber tenido algún papel destacado en la revolución, según Joseph Page “el capitán Perón tuvo una participación marginal en el desarrollo de los acontecimientos”[4]. Sin embargo, el rol de Perón en el golpe del año 30´ no sólo es confirmado por un sinfín de documentos (incluso fotografías inequívocas de la época), sino que él mismo le confesó detalles a Tomás Eloy Martínez acerca de su rol en su primer golpe de Estado de la historia Argentina: “Yo estaba en la escuela superior de guerra en ese entonces, en 1930 se produce un movimiento general en el ejército, en el ejército nadie escapó a esa revolución y todos estábamos más o menos comprometidos (…) yo en ese entonces era capitán (…) nosotros éramos todos oficiales que participábamos de la revolución porque era una revolución militar y eso pasa por espíritu de cuerpo (…) no era difícil entrar, yo fui partícipe en la medida en que fueron los demás, sin ninguna decisión personal y siguiendo el movimiento que se estaba realizando (…) yo no creo que a Irigoyen lo voltearon, Yrigoyen cayó, era un gobierno popular, era un gobierno realmente representativo, pero totalmente inoperante frente a los grandes problemas que se presentaron, en ese momento yo creo que estaba todo el mundo contra el gobierno”[5]. En efecto, mal que le pese a los hagiógrafos del peronismo, su líder estaba exultante de alegría y calificó el golpe como “un milagro”, añadiendo que “Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de avalancha humana se desbordó en las calles al grito de ´viva la revolución´”[6]. Razones no le faltaban a Perón para tamaña alegría personal: al día siguiente del derrocamiento de Irigoyen fue designado secretario privado del nuevo ministro de Guerra[7].

El Gral. Uriburu se constituyó así en el primer Presidente de facto de la historia nacional; gobernó un lapso breve (un año y medio), al poco tiempo se reanudaron los comicios y la actividad política, consagrándose Presidente el ex Ministro radical Agustín P. Justo. Empero, las jornadas electorales de los años ‘30 no gozaban de la transparencia debida: el fraude fue una práctica constante en esos tiempos. Con Uriburu, en 1930, se inauguró un período histórico que fue bautizado como la ¨década infame¨. El apodo que signa dicho lapso resulta a todas luces injusto. Por empezar, se le llama “década” al período que va desde 1930 a la revolución del 4 de junio de 1943 (que excede los diez años). Y en cuanto a la presunta infamia, cabe preguntarse:  ¿Infame comparado con qué y con quién?. En efecto, es erróneo juzgar los aconteceres históricos con la moral de hoy, aplicando la tabla de valores actuales a la comprensión de hechos pasados, cuando esa tabla no existía. Debe tenerse en cuenta el contexto de entonces.

En octubre de 1929, en EE.UU. 11 hombres del establishment se suicidaban, se estrenaba una depresión sin precedentes que duraría diez años. Millares de norteamericanos se arrojaban desde los rascacielos al ver pulverizadas sus fortunas. En 1931 hubo 5996 quiebras. En 1932 se habían esfumado 74 mil millones de dólares, 5 mil bancos cerraban, 86 mil empresas se derrumbaban, el precio del trigo se envilecía. En 1933 la desocupación trepó al 25%. En 1934, el 27% de la población urbana no poseía ingreso alguno[8].


Camiones y vehículos fabricados por la Hispano Argentina en la década del 30


A la empobrecida Latinoamérica no le iba mejor: la región padecía grotescas dictaduras. Getulio Vargas en Brasil, el Gral. Gómez en Venezuela y el Gral. Ibañez en Chile, México dejaba atrás dos décadas de guerra civil y se instalaba el hegemónico PRI, Trujillo manejaba a su antojo República Dominicana, Paraguay y Bolivia se debatían en guerra, lo mismo hacían Perú y Ecuador. Centroamérica tambaleaba al compás de inacabables guerras civiles de todo orden.

En Europa, Italia se hallaba bajo el mando de Mussolini, Alemania bajo el poderío hitleriano, España padecía guerra civil (con un 1.500.000 muertos), Rusia sufría el sanguinario despotismo iniciado por Lenin y continuado por Stalin (con 25.000.000 muertos), y a todo esto se le suma la gestación de la Segunda Guerra Mundial que estalla en 1939, la cual deja un saldo inédito de muertes y miseria con 55 millones de muertos conforme aseguran los estudios más reconocidos.

En todo ese período, la Argentina fue tierra de paz. No tuvo guerras, la libertad de prensa no era cuestionada, el Congreso funcionó a pleno y la independencia del Poder Judicial nunca se puso en tela de juicio. La gran depresión económica fue superada rápidamente. En 1939 el PBI real de la Argentina era un 15% superior al de 1929 (en ese lapso el PBI de EE.UU. sólo creció un 4%). En 1934 la producción industrial equivalía a la agropecuaria; finalizando la década lograba duplicarla. El mito del “peronismo industrializador” oculta que el pasaje de la economía agropecuaria a la industrial se produjo entre 1935 y 1946 y que durante los gobiernos de Justo, Ortiz y Castillo (los dos primeros con orígenes en el radicalismo y ex Ministros del Presidente radical Alvear) el desarrollo industrial alcanzó picos más altos que en el peronismo. Por ejemplo en 1935  la cantidad de establecimientos industriales era de 39.063 (ocupando a 44.582 obreros) conforme el primer censo industrial y ya en 1946 llegaron a ser 86.449 (ocupando a 938.387 obreros). El porcentaje de aumento de la población obrera en ese lapso fue del 75,4%[9] mientras que durante el período peronista (1946/54) fue del 11,7%. Asimismo, entre 1937 y 1946 el crecimiento industrial aumentó el 62%, mientras que en el lapso peronista (1946/2954) fue del 17%[10]. En 1939 la producción de Argentina era equivalente a la de toda Sudamérica junta, teniendo el 14,2% de la población y el 15.3% de la superficie total del continente[11]. No había desempleo, casi no existía analfabetismo, miles de europeos que escapaban del totalitarismo y la miseria eran recibidos a diario con los brazos abiertos. Las desigualdades sociales (que existían) eran sensiblemente menores a las del resto de Latinoamérica. Entre 1930 y 1943 la inflación fue nula. El crecimiento del salario real tuvo un promedio del 5% anual entre 1935 y 1943[12].

En 1937, el PBI per cápita de Italia no alcanzaba al 50% de Argentina, y el de Japón no llegaba al tercio. Fluían a borbotones opulentas construcciones, palacios e imponentes edificios (los estadios ¨Luna Park¨, ¨La Bombonera¨, ¨El Monumental¨ y la apoteótica calle Corrientes de Bs.As. emergía con la construcción de teatros como el ¨Opera¨ o el ¨Astral¨ y numerosísimos cines y predios artísticos). La movida cultural crecía a pasos agigantados. Se filmaban decenas de películas por año (desde 1937 Argentina ocupó el primer lugar en la producción hispanoparlante) en crecimiento constante: en 1936 se estrenaron 15 largometrajes; en 1937, 28; en 1938, 40; en 1939, 50; en 1941, 47 y en 1942 (último año de los gobierno conservadores) se llegó a 56 filmes. Todo esto no sólo era un logro cuantitativo sino cualitativo, porque las producciones eran de un nivel extraordinario. Hasta el emblemático crítico de cine Domingo Di Núbila[13] reconoció que “la Década Infame tuvo una peculiaridad: permitió una libertad prácticamente total de expresión no sólo en el cine, sino también en la prensa y en los libros”[14]. Justamente, el arte y el buen gusto predominaban y la industria editorial Argentina se convirtió en la primera de habla hispana. La movilidad social ascendente estaba a la orden del día y así lo demuestran numerosos datos anteriores al estallido de la Segunda Guerra Mundial (colocados por hora-trabajo de mayor a menor en ranking mundial), los cuales daban cuenta de que, en lo concerniente al poder adquisitivo, los “obreros no calificados” tenían acceso : “con el pago de una hora de trabajo en Estados Unidos se adquiría 3,40 Kg. De pan; en Argentina 3 Kg., en Inglaterra 2,40Kg; en Francia 2.27…Carne por hora de trabajo en Argentina 1,50Kg, en EE.UU. 0.95, en Inglaterra 0.63, en Alemania 0.41…Café en EE.UU. 1.18 Kg, en Argentina 0.50 Kg, en Francia 0.27, en Bélgica 0.27, en Inglaterra 0.23…Manteca EE.UU. 0.72 Kg, en Argentina 0.50, Inglaterra 0.36…Para comprar una camisa se debe trabajar en EE.UU. 3.26 horas, en Inglaterra 4.30, en Argentina 5, en Bélgica 5.49…”[15]

La expresión “Década Infame” es recurrentemente repetida a modo de acusación por izquierdistas, progresistas y populistas de todo pelaje. Probablemente omitan aclarar que dicha etiqueta fue puesta por el nacionalista José Luis Torres, columnista del periódico Cabildo. Vale decir, esa etiqueta fue una suerte de forma de correr “por derecha” a los conservadores de los años ‘30.

Va de suyo que en un mundo tan doliente y convulsionado, la Argentina a pesar de sus muchos logros no era ajena a los problemas sociales en boga ni tampoco fue impermeable a las ideas y tentaciones estatistas que primaban por entonces en todos los países del planeta. Sin embargo, durante la etapa conservadora estas tendencias no llegaron a influir lo suficiente ni se aplicaron como en otros lares, dato que explica en parte el éxito político y económico de esta etapa. No obstante, por entonces se creó la Confederación General del Trabajo, se incorporó el ¨sábado inglés¨ (Ley 11640), se legisló sobre ¨horas de cierre y apertura¨ (Ley 11837), se otorgaron indemnizaciones y vacaciones a empleados de comercio (ley 11729) y se sancionaron diversas leyes sociales y jubilatorias. En suma, desde 1903 a 1943 se promulgaron más de cincuenta leyes sobre trabajo y previsión social[16]. Nosotros no celebramos estos datos que estamos arrojando, simplemente los exponemos, para dar cuenta que ya desde todo el Siglo XX en la Argentina existía una atmósfera consistente en dar cobertura social a diferentes estamentos de la sociedad. Desde una perspectiva ideológica, consideramos que estas medidas son bienintencionadas pero infructuosas, puesto que reportan un beneficio transitorio e inmediato a determinados sectores, pero en el mediano y largo plazo desalienta la inversión y disminuye la tasa de capitalización y con ello los salarios. En efecto, nosotros sostenemos que  nada mejora la calidad de vida del asalariado como las inversiones y la libertad de contratación. Pero esto es materia de debate para otro momento. Lo que sí queremos dejar demostrado, es que desde el punto de vista de la llamada “justicia social”, la Argentina tanto bajo gobiernos conservadores como radicales había avanzado en esa materia pero en proporciones moderadas, motivo por el cual la estabilidad monetaria siempre estuvo vigente, siempre se respetó y protegió el derecho de propiedad y se le brindó suma importancia a las inversiones nacionales y extranjeras, así como también a la preservación de  la división de poderes, salvo excepciones.

Por entonces, los partidos políticos tenían representación parlamentaria y difundían con libertad sus doctrinas y diarios respectivos. La repudiable práctica del fraude electoral (argucia heredada de los radicales, que ya la practicaban efusivamente en consonancia con la sistemática intervención de provincias opositoras), estigmatizó para siempre la década. No pretendemos minimizar o justificar esas trampas electorales, pero en verdad, estas se constituyeron en un mero pecado venial comparado con lo que pasaba en el resto del mundo, y con lo que sucedió en el país desde mediados de los años ‘40 en adelante.

Si aceptamos como válido que los años treinta fueron “infames”, y con la misma rigurosa vara juzgamos a las décadas subsiguientes, se torna imposible encontrar palabras que puedan calificar a estas últimas. Al respecto, señala el pensador de origen marxista Juan José Sebreli que “Las descripciones lúgubres sobre la crisis del treinta que hicieron J. A. Ramos o Hernández Arregui se ajustaban, en realidad, al último año de Irigoyen, cuando estalló el  crack de 1929…y el tango “Yira yira”, considerado como un reflejo de la “década infame”, fue estrenado en 1929 durante el gobierno de Irigoyen. En la creación de la leyenda de la “década infame” se recurrió a argumentos tales como atribuir el suicidio de algunos políticos y escritores en esos años a la angustia producida por la decadencia del país. En realidad Lisandro de la Torre se mató por deudas, Alfonsina Storni y Horacio Quiroga por estar enfermos de cáncer, y Leopoldo Lugones por razones sentimentales y familiares”[17]. En efecto, la realidad era bien distinta y ante tanto desarrollo y deslumbramiento, el premio Nobel de economía Colin Clark pronosticaba en 1942 que “La Argentina tendrá en 1960 el cuarto producto bruto per cápita más alto del mundo”[18].

Pero Clark vaticinaba tan auguruoso futuro suponiendo que la Argentina seguiría por la misma senda y, obviamente, nunca imaginó lo que se comenzó a gestar a partir del golpe militar surgido el 4 de junio de 1943, que dio por tierra con el período glorioso y esplendoroso que nació hace 84 y cambió para bien las páginas de la historia.



[1] Ver Errores de los Militares en el Siglo XX-M.H. Laprida.

[2] Nuestro Tiempo – Félix Luna –citado en Los Errores de los Militares en el Siglo XX-M.H. Laprida

[3] Matar y Morir. Vicente Massot

[4] Joseph A. Page, Perón una Biografía. Ed Sudamericana. De Bolsillo, 1 edición, año 2005. Pág 47

[5] Juan Domingo Perón: “Reflexiones sobre Yrigoyen y el Golpe de 1930″. Reportaje concedido en 1970 a Tomás Eloy Martínez. Escuchar audio completo en el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=GnWktZeXrZ0

[6] Joseph A. Page, Perón una Biografía. Ed Sudamericana. De Bolsillo, 1 edición, año 2005. Pág 48

[7] Como en verdad Perón simpatizaba con una línea golpista que estaba promoviendo el Gral. Agustín P. Justo (y que hasta el golpe rivalizaba con Uriburu), en señal de desconfianza este último después lo removió de ese lugar y lo nombró Profesor de historia militar en la Escuela Superior de Guerra.

[8] Citado en “Ni década ni infame”- Carlos Aguinaga – Roberto Azaretto

[9] Juan José Sebreli, los deseos imaginarios del peronismo” Ed. Legasa, BsA, 1983, pág 150.

[10] Juan José Sebreli, los deseos imaginarios del peronismo” Ed. Legasa, BsA, 1983, pág 154.

[11] Citado en “Ni década ni infame”- Carlos Aguinaga – Roberto Azaretto.

[12] Citado en “Ni década ni Infame”- Carlos Aguinaga – Roberto Azaretto.

[13] Domingo Di Núbila (Pergamino, 30 de enero de 1924 - ibídem, 7 de febrero de 2000) fue un periodista, historiador y crítico de cine argentino.

[14] Citado en Silvia Mercado, El Inventor del Peronismo, Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina. Ed. Planeta, 2013, Pág. 44.

[15] Ni Década  Ni Infame- Carlos Aguinaga – Roberto Azaretto

[16] El solo enunciado de la Ley N 4235 sobre pensiones a las clases y agentes de Policía y Bomberos de la Capital Federal y territorios nacionales hasta la N 12821 sobre pensiones graciables, da una idea de esa legislación hasta el golpe del 4 de junio

[17] Crítica a las Ideas Polítcas Argentinas -Juan José Sebreli, pág. 52

[18] Ni década ni infame- Carlos Aguinaga – Roberto Azaretto