La verdadera historia de un asesino llamado "Che" Guevara
Por Gabriel Astengo
Ernesto Guevara de la Serna, fue un sociopata argentino, nacido en Rosario y mas conocido como el "Che" o "el Chancho", que en el argot latinoamericano significa cerdo, mote que le impusieron sus jovenes amigos por su poca aficion a la higiene personal.
Proveniente de una familia pudiente de la clase media alta, comenzo sus estudios de Medicina, los que nunca concluyo, para dedicarse segun el, "a correr mundo".
En Peru conoce a la troskista Hilda Gadea, mujer poco agraciada y mucho mayor que el, quien lo inicia en esa variante radical de la doctrina marxista y con quien procrea una hija.
Su afan aventurero lo lleva a Guatemala, donde se identifica con el gobierno pro'marxista de Jacobo Arbenz, de donde sale huyendo luego de la caida de este, producto de una rebelion nacionalista encabezada por el coronel Carlos Castillo Armas.
Ernesto Guevara de la Serna predicó y practicó el odio como factor de lucha. Racista cabal, escribió “Los negros, los mismos magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño”. Sobre los indios anotará “en este tipo de trenes hay una tercera clase destinada a los indios de la región… es mucho más agradable el olor a excremento de vaca que el de su similar humano… la grey hedionda y piojosa… nos lanzaba un tufo potente pero calentito”.
A los aborígenes mexicanos los definió como “la indiada analfabeta de México”. Sobre el campesinado boliviano subrayó “son como animalitos”.
Ni su mujer, Hilda Gadea, se salvó de sus humillaciones “Hilda Gadea me declaró su amor en forma epistolar y en forma práctica. Yo estaba con bastante asma, si no tal vez la hubiese cogido...lástima que sea tan fea”.
Llega asilado a Mexico, donde conoce a Fidel Castro y se une al Movimiento 26 de Julio, con el que comienza a entrenar para un desembarco en Cuba. Su introvertida personalidad y sus prejuicios racistas contra los indios y negros, no son bien mirados por los futuros expedicionarios, en su inmensa mayoria compuesto por cubanos idealistas que soñaban con derrocar la dictadura impuesta por Fulgencio Batista, el 10 de Marzo de 1952.
El 2 de Diciembre de 1956, el grupo expedicionario desembarca en playa Las Coloradas, al sur de la provincia de Oriente, cerca de los enclaves montañosos de la Sierra Maestra. El desembarco fue todo un desastre, pero Castro y un pequeño grupo logran sobrevivir e internarse en los montes de espesa vegetacion, donde mas tarde se reagrupan.
Ya en la Sierra Maestra, el "Che", comienza a destacarse por su total sumision a Fidel Castro y por sufrir constantes ataques de asma. Por su proximidad a Castro es ascendido comandante, antes que otros rebeldes con mas meritos que el.
Constante intrigante junto a Raul Castro, en contra de revolucionarios de claras y definidas tendencias democraticas, como Frank Pais, Rene Ramos Latour, Jorge Sotu, Huber Matos, Higinio (Nino) Diaz y muchos mas, Guevara se va ganando poco a poco la total confianza de Castro, quien mas tarde lo utilizaria para sus solapados planes hegemonicos.
Luego de la muerte de Frank Pais, producto de la infame delacion de Vilma Espin Guillois (cumpliendo secretamente ordenes de Castro) la seccion civilista y democratica del Movimiento 26 de Julio queda definitivamente acefala. Los revolucionarios santiagueros, que tan valientemente habian combatido el 30 de Noviembre de 1957, tienen que huir de las ciudad, abandonar la lucha clandestina e integrarse a las guerrillas de la Sierra Maestra controladas por Castro.
No obstante, ya en la Sierra, surgen algunos enfrentamientos ideologicos, siendo el mas destacado la polemica entre Guevara y Rene Ramos Latour, el Comandante "Daniel", segundo hombre de Frank Pais.
He aquí algunos fragmentos de esta polémica escrita:
En una carta del 14 de diciembre de 1957, Guevara escribía a Daniel: ''Pertenezco por mi preparación ideológica a los que creen que la solución de los problemas del mundo está detrás de la llamada cortina de hierro y tomo este movimiento como uno de los tantos provocados por el afán de la burguesía de liberarse de las cadenas del imperialismo''.
Daniel responde a Guevara el 18 de diciembre de 1957: ''Los que tienen tu preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos del nocivo dominio yanqui por medio del no menos nocivo dominio soviético''.
En aquella misma carta, Ramos Latour agregaba que la ideología del Movimiento 26 de Julio se inspiraba en el pensamiento político de José Martí, que consistía en hacer de Cuba un país democrático y próspero, con justicia social, y que los pactos con otras fuerzas opositoras eran necesarios y saludables para el bien del pais, a los que se oponían Castro y Guevara..
Lamentablemente, un tiempo después, René Ramos Latour, caería combatiendo heroicamente contra el ejército de Batista.
Meses más tarde, Castro designa a Guevara y Camilo Cienfuegos, para comandar la invasión hacia las provincias occidentales. Luego de librar pequeñas escaramuzas, Guevara negocia con jefes militares corruptos de Batista, su paso por la provincia de Camagüey, entregándoles a estos, fuertes sumas de dinero en efectivo, siendo el caso más destacado el del Coronel Dueñas, quien le cedió el paso a los rebeldes por el sur de Ciego de Ávila.
Por el contrario las fuerzas de Camilo, tuvieron que enfrentarse contra militares honorables, que aunque defendiendo un mal gobierno, no se dejaron comprar.
Al llegar a la provincia de Las Villas, Guevara confronta nuevos problemas, ya que los grupos rebeldes que combatían en esa zona se niegan a ponerse bajo su mando.
Finalmente y sin más alternativas al respecto, se ve prácticamente obligado a firmar el Pacto de El Pedrero junto a los líderes del "Directorio Revolucionario 13 de Marzo" y así aunar esfuerzos para atacar la ciudad de Santa Clara, con fuerzas combinadas de ambas agrupaciones. Otros grupos de insurgentes no pactan con Guevara y continúan la lucha de manera independiente, como el "Segundo Frente Nacional de El Escambray", quien no reconoce el mando impuesto de Guevara.
Al caer el "famoso" tren blindado en manos de los rebeldes, ahí comienza el fabricado mito de "el guerrillero heroico" otorgándole a Guevara una inmerecida fama, cuando en realidad el peso del combate lo llevaron los hombres del Directorio Revolucionario.
Al triunfo de la Revolución, Guevara es designado jefe militar de la Fortaleza de La Cabaña, donde se destaca por su sangre fría e inmensa crueldad contra los políticos, policías y soldados del régimen vencido. Asesina personalmente en su oficina, al teniente Castaño, Jefe del BRAC (Buro Represivo de Actividades Comunistas). La misma cruel actitud, que más tarde emplearía contra sus antiguos compañeros de lucha, quienes no se someterían al giro comunista del proceso revolucionario. Sus cientos de atrocidades en aquella etapa están más que documentadas.
Posteriormente, y en pago a sus servicios criminales, Castro lo designa, nada menos como presidente del Banco Nacional de Cuba, donde irrespetuosamente firmaba con su vulgar seudonimo. Pocos años despues, fue trasladado para dirigir, el Ministerio de Industrias.
Ernesto Guevara junto a los Castro, fueron los artífices de la traición a los postulados originales de la Revolución Cubana y de la entrega de nuestra soberanía nacional en manos de la Unión Soviética. Los verdaderos contrarrevolucionarios de aquel histórico proceso.
Años más tarde, cumpliendo órdenes de Castro en su afán expansionista, trata de apuntalar un régimen de tendencia comunista en el Congo, pero malogrado su intento y a punto de caer prisionero, logra escapar y regresa derrotado a Cuba, donde es recibido de manera clandestina y con suma frialdad por parte del gobierno comunista, motivo de su fracaso en tierras africanas.
Finalmente y para salvar el mito de "el guerrillero heroico", la dictadura castrista lo pone al frente de una nueva campaña expansionista, pero esta vez en tierras latinoamericanas. Se monta un entramado publicitario al mejor estilo hollywoodense, con "carta de despedida" y todo (que más tarde se descubriría que fue escrita por el propio Castro para ensalzar su ego) y lo envían al frente de un grupo de "problemáticos" oficiales castristas, a su postrera campaña en Bolivia.
En aquel país todo le fue mal desde el principio, los comunistas bolivianos le viraron la espalda, sus tácticas guerrilleras fueron un total desastre, sus antiguos métodos de sobornar militares no le funcionaron, el campesinado lo ignoró, Castro lo abandonó, Regis Debray lo delató y ya sin logística, con su grupo diezmado, cae herido gritando acobardado ¡¡no me maten, no me maten, soy el "Che" Guevara y valgo más vivo que muerto!!
Finalmente, hecho prisionero fue trasladado a La Higuera, donde se le trató con respeto en todo momento como prisionero de guerra, en claro contraste con su conducta en Cuba, donde antes de asesinar fríamente a sus adversarios, los vejaba e insultaba.
Horas más tarde el alto mando boliviano decidía sumariamente ejecutarle.
¡¡Y cosas de la vida!! El oficial de más alto rango que se encontraba ese día en La Higuera, era un cubano exilado, el mayor Félix Ismael Rodríguez Mendegutía, (primero de la izquierda) quien recibió directamente la orden del presidente de Bolivia, Gral. René Barrientos, de que el mercenario argentino fuera inmediatamente ajusticiado.
Dicen que cuando el mayor Rodríguez le comunicó a Guevara la decisión gubernamental, éste se puso pálido. Minutos más tarde, entró el sargento Terán y se oyeron varias descargas.
El que a hierro mató a hierro moría. El mayor Félix Rodríguez, quizá sin proponérselo, era la representación de nuestro pueblo cubano haciendo ejemplar justicia con un asesino.
Fue un 9 de Octubre de 1967, en que el mundo comenzo a respirar mucho mejor.
sábado, 28 de noviembre de 2015
viernes, 27 de noviembre de 2015
Guerra de Corea: Una estampilla hipócrita
La hipocresía que esconde un sello de los EE.UU.
Javier Sanz
Con la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la península de Corea, ocupada por los japoneses desde 1910, quedó dividida a la altura del Paralelo 38: el norte ocupado por los soviéticos y el sur por los estadounidenses. La tensión reinante estalló cuando las tropas de Corea del Norte invadieron Corea del Sur el 25 de junio de 1950. Los estadounidenses, con el aprobación de la ONU, se pusieron al frente de un ejército de aliados para echar a los norcoreanos.
El 4 de septiembre de 1950, el reportero gráfico estadounidense David Douglas Duncan, que ya había cubierto la batalla de Okinawa y la rendición japonesa a bordo del USS Missouri, se unió al 5º Regimiento de Marines para cubrir la guerra de Corea. Sus fotos se convirtieron en el testigo mudo de aquella contienda. Al año siguiente, publicó el libro This is War!, un libro de las imágenes tomadas en la Guerra de Corea cuya recaudación destinó a las viudas e hijos de los marines muertos en el conflicto. Años más tarde, se utilizó una de sus fotografías -la imagen anterior de las tropas caminando por un paso de montaña- en una emisión de sellos postales de 22 centavos para honrar a los soldados que lucharon en la guerra de Corea: Veterans Korea. No hace falta fijarse mucho para comprobar que la imagen del sello tiene un “pequeño” retoque: se eliminaron los muertos que aparecen tirados en el suelo. Duncan fue el primero que criticó aquel efecto photohop hipócrita por querer vender una guerra sin muertos.
Historias de la Historia
Javier Sanz
Con la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la península de Corea, ocupada por los japoneses desde 1910, quedó dividida a la altura del Paralelo 38: el norte ocupado por los soviéticos y el sur por los estadounidenses. La tensión reinante estalló cuando las tropas de Corea del Norte invadieron Corea del Sur el 25 de junio de 1950. Los estadounidenses, con el aprobación de la ONU, se pusieron al frente de un ejército de aliados para echar a los norcoreanos.
El 4 de septiembre de 1950, el reportero gráfico estadounidense David Douglas Duncan, que ya había cubierto la batalla de Okinawa y la rendición japonesa a bordo del USS Missouri, se unió al 5º Regimiento de Marines para cubrir la guerra de Corea. Sus fotos se convirtieron en el testigo mudo de aquella contienda. Al año siguiente, publicó el libro This is War!, un libro de las imágenes tomadas en la Guerra de Corea cuya recaudación destinó a las viudas e hijos de los marines muertos en el conflicto. Años más tarde, se utilizó una de sus fotografías -la imagen anterior de las tropas caminando por un paso de montaña- en una emisión de sellos postales de 22 centavos para honrar a los soldados que lucharon en la guerra de Corea: Veterans Korea. No hace falta fijarse mucho para comprobar que la imagen del sello tiene un “pequeño” retoque: se eliminaron los muertos que aparecen tirados en el suelo. Duncan fue el primero que criticó aquel efecto photohop hipócrita por querer vender una guerra sin muertos.
Historias de la Historia
jueves, 26 de noviembre de 2015
Aviación: ¿El primer avión fue ruso?
El primer avión
El 20 de julio de 1882 en la localidad Krásnoye Seló en las proximidades de San Petersburgo despegó el primer avión, construido bajo la dirección del inventor ruso Alexandr Mozhaiski (1825-1890). Este aparato, que posteriormente fue patentado por su autor, tenía todos los rasgos de un avión moderno. Pero los padres de la aviación se consideran inventores de otros países.
Alexandr Mozhaiski, hijo de un almirante de la Armada rusa, se graduó en el Cuerpo de Cadetes de la Marina. Sin embargo, durante toda su carrera en el mar el inventor estuvo interesado solo en los aparatos voladores. Ya en 1855 Mozhaiski empezó a hacer observaciones de los vuelos de las aves y de las cometas (volantines), sistematizando los conocimientos sobre el empuje y el arrastre atmosférico de los objetos en el aire.
Sin embargo, el marino pudo dedicarse a su afición solamente cuando se retiró del servicio militar. Según sus cohetáneos, en 1876 Mozhaiski, realizó dos vuelos por medio de grandes cometas capaces de arrastrar a un hombre. Además de experimentos con estos elementos, trabajó en la creación de los modelos de su futuro avión, y en septiembre de 1876 el primer avión del mundo se presentó al público.
Este modelo consistía de una lancha (fuselaje) a la que se sujetaba un ala (superficie portadora). El empuje lo facilitaban tres hélices, una de las cuales estaba situada en la proa de la lancha, y las otras dos en unas ranuras especiales en el ala. Las hélices se ponían en marcha con una espiral de reloj. Para el despegue y el aterrizaje el modelo disponía de cuatro ruedas bajo el fuselaje. El modelo realizaba vuelos estables a velocidad mayor de 5 metros por segundo y con una carga adicional aproximada de un kilógramo de peso.
Al elaborar un avión con fuselaje, Mozhaiski adelantó en más de 30 años a los constructores de Europa y América del Norte, donde la construcción de las aeronaves de ese tipo comenzó a finales de la primera década del siglo XX. Al mismo tiempo, la idea de construir un avión capaz de amarar apareció en 1913 por obra de otro ingeniero ruso, Dmitri Grigoróvich, quien creó el primer hidroplano a partir de una lancha.
Una comisión especial de expertos en ciencias asistió aquel día a los ensayos del primer avión. Entre los miembros de la comisión figuraba el famoso químico Dmitri Mendeléyev, quien se quedó entusiasmado por el invento y ofreció su apoyo para las siguientes investigaciones, considerando que estas podrían facilitar el avance de los conocimientos en el ámbito de la aerodinámica, entonces bastante escasos.
Después de la demonstración exitosa de su invento, Mozhaiski prosiguió con la elaboración de su aparato volador a tamaño real. Pero, si el inventor había podido realizar los trabajos preliminares por cuenta propia, en este caso tuvo que solicitar financiamiento. Mozhaiski se dirigió a la Comisión por el uso de la Aeronáutica con Fines Militares y consiguió una inversión de 3000 rublos, una suma muy grande para aquel entonces. A principios de 1877 Mozhaiski presentó un programa de ensayos de los modelos del avión.
En el marco de los experimentos el inventor formuló una de las leyes fundamentales de la aerodinámica sobre la relación entre la velocidad y la sustentación 11 años antes de la publicación de trabajos similares.
Para los motores del avión el inventor pensó utilizar dos máquinas de vapor con una potencia total de 30 caballos de vapor. Una de las máquinas propulsaba la hélice tirante de proa; la otra, las dos hélices delanteras propulsoras. El aparato, según la idea de su creador, podía amarar ya que entonces el fuselaje tenía forma de barco. Además, estaba previsto instalar en el avión dispositivos de navegación y un visor de bombardeo, pues el vehículo se estaba construyendo con fines militares.
Para seguir con los experimentos, se necesitaban más recursos, pero otra comisión convocada para aprobar una inversión adicional rechazó de manera ignorante apoyar la construcción del aparato. A pesar de todos los cálculos y planos de la construcción presentados por Mozhaiski, le comentaron que habría sido mejor si su vehículo hubiera tenido alas móviles capaces de alterar de forma.
Mozhaiski tuvo que seguir construyendo el ingenio por cuenta propia. Para asegurarse de que su invento no se robara o vendiera al extranjero, en 1881 obtuvo la patente. Se le denegaron varias solicitudes de patrocinio financiero para su proyecto y el entusiasta tuvo que vender casi todo lo que tenía y pedir préstamos a sus familiares.
Para principios de 1882 el aparato estaba listo. El fuselaje era de madera y estaba cubierto de seda encolada. La envergadura de la nave era de unos 24 metros con una longitud de fuselaje de 15 metros, pesaba 950 kilos y tenía una carga útil de 300 kilógramos, mientras que la velocidad calculada del vuelo no superaba los 40 kilómetros por hora.
Durante el experimento realizado el 20 de julio de 1882, el avión pilotado por el ayudante de Alexandr Mozhaiski despegó y recorrió cierta distancia, pero perdió velocidad y aterrizó con complicaciones sufriendo daños en el ala. La comisión del Ministerio Militar concluyó que dos motores no eran suficientes para mantener la construcción en el aire. El inventor estaba de acuerdo y encargó una máquina de vapor adicional.
Alexandr Mozhaiski no pudo finalizar las mejoras de su avión. Murió en 1890, a la edad de 65 años. El aparato pasó varios años a cielo abierto, y luego fue desmantelado. Su hijo trató de vender los restos del avión al Gobierno ruso, pero no tuvo éxito.
En la década de 1970 en el Instituto Central de Estudios Aerohidrodinámicos se realizaron cálculos para comprobar si el avión de Mozhaiski realmente habría podido volar, y resultó que sí. La máquina era capaz de volar de manera estable con tres motores. A Alexandr Mozhaiski le faltó muy poco para convertirse en el primer aviador de la historia. (c)
VK
El 20 de julio de 1882 en la localidad Krásnoye Seló en las proximidades de San Petersburgo despegó el primer avión, construido bajo la dirección del inventor ruso Alexandr Mozhaiski (1825-1890). Este aparato, que posteriormente fue patentado por su autor, tenía todos los rasgos de un avión moderno. Pero los padres de la aviación se consideran inventores de otros países.
Alexandr Mozhaiski, hijo de un almirante de la Armada rusa, se graduó en el Cuerpo de Cadetes de la Marina. Sin embargo, durante toda su carrera en el mar el inventor estuvo interesado solo en los aparatos voladores. Ya en 1855 Mozhaiski empezó a hacer observaciones de los vuelos de las aves y de las cometas (volantines), sistematizando los conocimientos sobre el empuje y el arrastre atmosférico de los objetos en el aire.
Sin embargo, el marino pudo dedicarse a su afición solamente cuando se retiró del servicio militar. Según sus cohetáneos, en 1876 Mozhaiski, realizó dos vuelos por medio de grandes cometas capaces de arrastrar a un hombre. Además de experimentos con estos elementos, trabajó en la creación de los modelos de su futuro avión, y en septiembre de 1876 el primer avión del mundo se presentó al público.
Este modelo consistía de una lancha (fuselaje) a la que se sujetaba un ala (superficie portadora). El empuje lo facilitaban tres hélices, una de las cuales estaba situada en la proa de la lancha, y las otras dos en unas ranuras especiales en el ala. Las hélices se ponían en marcha con una espiral de reloj. Para el despegue y el aterrizaje el modelo disponía de cuatro ruedas bajo el fuselaje. El modelo realizaba vuelos estables a velocidad mayor de 5 metros por segundo y con una carga adicional aproximada de un kilógramo de peso.
Al elaborar un avión con fuselaje, Mozhaiski adelantó en más de 30 años a los constructores de Europa y América del Norte, donde la construcción de las aeronaves de ese tipo comenzó a finales de la primera década del siglo XX. Al mismo tiempo, la idea de construir un avión capaz de amarar apareció en 1913 por obra de otro ingeniero ruso, Dmitri Grigoróvich, quien creó el primer hidroplano a partir de una lancha.
Una comisión especial de expertos en ciencias asistió aquel día a los ensayos del primer avión. Entre los miembros de la comisión figuraba el famoso químico Dmitri Mendeléyev, quien se quedó entusiasmado por el invento y ofreció su apoyo para las siguientes investigaciones, considerando que estas podrían facilitar el avance de los conocimientos en el ámbito de la aerodinámica, entonces bastante escasos.
Después de la demonstración exitosa de su invento, Mozhaiski prosiguió con la elaboración de su aparato volador a tamaño real. Pero, si el inventor había podido realizar los trabajos preliminares por cuenta propia, en este caso tuvo que solicitar financiamiento. Mozhaiski se dirigió a la Comisión por el uso de la Aeronáutica con Fines Militares y consiguió una inversión de 3000 rublos, una suma muy grande para aquel entonces. A principios de 1877 Mozhaiski presentó un programa de ensayos de los modelos del avión.
En el marco de los experimentos el inventor formuló una de las leyes fundamentales de la aerodinámica sobre la relación entre la velocidad y la sustentación 11 años antes de la publicación de trabajos similares.
Para los motores del avión el inventor pensó utilizar dos máquinas de vapor con una potencia total de 30 caballos de vapor. Una de las máquinas propulsaba la hélice tirante de proa; la otra, las dos hélices delanteras propulsoras. El aparato, según la idea de su creador, podía amarar ya que entonces el fuselaje tenía forma de barco. Además, estaba previsto instalar en el avión dispositivos de navegación y un visor de bombardeo, pues el vehículo se estaba construyendo con fines militares.
Para seguir con los experimentos, se necesitaban más recursos, pero otra comisión convocada para aprobar una inversión adicional rechazó de manera ignorante apoyar la construcción del aparato. A pesar de todos los cálculos y planos de la construcción presentados por Mozhaiski, le comentaron que habría sido mejor si su vehículo hubiera tenido alas móviles capaces de alterar de forma.
Mozhaiski tuvo que seguir construyendo el ingenio por cuenta propia. Para asegurarse de que su invento no se robara o vendiera al extranjero, en 1881 obtuvo la patente. Se le denegaron varias solicitudes de patrocinio financiero para su proyecto y el entusiasta tuvo que vender casi todo lo que tenía y pedir préstamos a sus familiares.
Para principios de 1882 el aparato estaba listo. El fuselaje era de madera y estaba cubierto de seda encolada. La envergadura de la nave era de unos 24 metros con una longitud de fuselaje de 15 metros, pesaba 950 kilos y tenía una carga útil de 300 kilógramos, mientras que la velocidad calculada del vuelo no superaba los 40 kilómetros por hora.
Durante el experimento realizado el 20 de julio de 1882, el avión pilotado por el ayudante de Alexandr Mozhaiski despegó y recorrió cierta distancia, pero perdió velocidad y aterrizó con complicaciones sufriendo daños en el ala. La comisión del Ministerio Militar concluyó que dos motores no eran suficientes para mantener la construcción en el aire. El inventor estaba de acuerdo y encargó una máquina de vapor adicional.
Alexandr Mozhaiski no pudo finalizar las mejoras de su avión. Murió en 1890, a la edad de 65 años. El aparato pasó varios años a cielo abierto, y luego fue desmantelado. Su hijo trató de vender los restos del avión al Gobierno ruso, pero no tuvo éxito.
En la década de 1970 en el Instituto Central de Estudios Aerohidrodinámicos se realizaron cálculos para comprobar si el avión de Mozhaiski realmente habría podido volar, y resultó que sí. La máquina era capaz de volar de manera estable con tres motores. A Alexandr Mozhaiski le faltó muy poco para convertirse en el primer aviador de la historia. (c)
VK
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Peronismo: Esa prostituida palabra de militancia
Perón, Rucci y el paraguas de la Militancia
En el calendario peronista, hoy es el Día de la Militancia. Una palabra que el kirchnerismo utilizó a su manera.
Por Ceferino Reato | Perfil
La foto del paraguas: José Ignacio Rucci recibió a Juan Domingo Perón, que volvía. | Foto: Cedoc
Lloviznaba hace 43 años, aquel 17 de noviembre de 1972, cuando el charter que traía al general Juan Domingo Perón del exilio aterrizó en el aeropuerto de Ezeiza. El secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, fue a recibirlo a la pista y lo cubrió con un paraguas oportuno.
En el calendario peronista, el 17 de noviembre pasó a ser el Día de la Militancia, una palabra mágica ligada al altruismo de la política activa pero que el kirchnerismo asoció con la defensa apasionada y por lo general rentada de las posiciones del gobierno. Las que fueran: la privatización de YPF, el “suicidio” de Nisman, los subsidios, el Fútbol para Todos o la “inocencia” de Boudou.
Rucci fue uno de los protagonistas del retorno de Perón luego de más de diecisiete años de exilio. En aquel momento, la Juventud Peronista, hegemonizada por Montoneros, era todavía la “juventud maravillosa” de Perón y, por consiguiente, se llevaba bien con Rucci.
Gobernaba el general Alejandro Agustín Lanusse, última etapa de la llamada “Revolución Argentina”, y el país iba desembocando en una salida electoral. Muchos dirigentes peronistas seguían dudando si el chárter aterrizaría efectivamente en Ezeiza. Por un lado, recordaban el intento frustrado de 1964, cuando Perón solo pudo llegar hasta Río de Janeiro. Por otro, la dictadura de Lanusse machacaba con que a Perón “no le da el cuero” para volver.
No era un día “peronista” sino un viernes gris, frío y lluvioso. La CGT había dispuesto un paro general para recibir a Perón y la sede de la calle Azopardo se había convertido en el cuartel general del Operativo Regreso.
La última discusión en la CGT sobre si Perón regresaría a la Argentina o bajaría en Paraguay o en Uruguay ocurrió en aquella larga noche del jueves 16 al viernes 17. En un momento, cuando ya eran las 2 de la madrugada, apareció Rucci en calzoncillos, camiseta y pantuflas, camino al departamentito que tenía en la terraza.
“Muchachos, me van a perdonar pero falta poco para que llegue el General y yo me voy a dormir. No hay ninguna posibilidad de que esta vez no traigamos de regreso al General. Así que los que quieran quedase a dormir en la CGT son muy bienvenidos: agarren los primeros sillones que encuentren y acomódense. Buenas noches”, fueron sus palabras.
Los visitantes tardaron un poco en reaccionar. El teniente Julián Licastro lo codeó a Carlos Grosso, luego intendente de Buenos Aires, y le dijo: “¡Éste sí que es un conductor!”. A los quince minutos no quedaba nadie en la CGT. Todos se fueron a sus casas convencidos de que aquella vez el retorno iba en serio.
Perón, en tanto, venía en el avión de Alitalia fletado por Gianzarlo Elía Valori, un empresario italiano vinculado al Vaticano y a la logia Propaganda Due. Era una suerte de Arca de Noé del peronismo, en el que estaban representados todos los gajos del Movimiento: la política, el sindicalismo, la ciencia, el deporte, la cultura y el espectáculo, entre otros. Mezclaba, por ejemplo, a Héctor Cámpora, Isabel Perón, Carlos Menem y Antonio Cafiero con el cineasta y cantautor Leonardo Favio, la modelo Chunchuna Villafañae, la joven estrella Marilina Ross y “El Nene” Sanfilippo, el goleador de San Lorenzo; a sacerdotes como Carlos Mugica; a figuras de la derecha peronista como Lorenzo Miguel con personajes de la izquierda peronista como Eduardo Luis Duhalde.
Eran 153 pasajeros que se turnaban para sacarse fotos y charlar un rato con Perón, que a los 77 años aparentaba una salud de hierro.
Perón llegó y estuvo en el país algunas semanas. Su retorno definitivo se concretaría el año siguiente, el 20 de junio de 1973. Pero, el peronismo ya era otra cosa, surcado por un enfrentamiento sangriento entre sus distintas facciones que incluiría, por ejemplo, el asesinato de Rucci a manos de Montoneros.
En el calendario peronista, hoy es el Día de la Militancia. Una palabra que el kirchnerismo utilizó a su manera.
Por Ceferino Reato | Perfil
La foto del paraguas: José Ignacio Rucci recibió a Juan Domingo Perón, que volvía. | Foto: Cedoc
Lloviznaba hace 43 años, aquel 17 de noviembre de 1972, cuando el charter que traía al general Juan Domingo Perón del exilio aterrizó en el aeropuerto de Ezeiza. El secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, fue a recibirlo a la pista y lo cubrió con un paraguas oportuno.
En el calendario peronista, el 17 de noviembre pasó a ser el Día de la Militancia, una palabra mágica ligada al altruismo de la política activa pero que el kirchnerismo asoció con la defensa apasionada y por lo general rentada de las posiciones del gobierno. Las que fueran: la privatización de YPF, el “suicidio” de Nisman, los subsidios, el Fútbol para Todos o la “inocencia” de Boudou.
Rucci fue uno de los protagonistas del retorno de Perón luego de más de diecisiete años de exilio. En aquel momento, la Juventud Peronista, hegemonizada por Montoneros, era todavía la “juventud maravillosa” de Perón y, por consiguiente, se llevaba bien con Rucci.
Gobernaba el general Alejandro Agustín Lanusse, última etapa de la llamada “Revolución Argentina”, y el país iba desembocando en una salida electoral. Muchos dirigentes peronistas seguían dudando si el chárter aterrizaría efectivamente en Ezeiza. Por un lado, recordaban el intento frustrado de 1964, cuando Perón solo pudo llegar hasta Río de Janeiro. Por otro, la dictadura de Lanusse machacaba con que a Perón “no le da el cuero” para volver.
No era un día “peronista” sino un viernes gris, frío y lluvioso. La CGT había dispuesto un paro general para recibir a Perón y la sede de la calle Azopardo se había convertido en el cuartel general del Operativo Regreso.
La última discusión en la CGT sobre si Perón regresaría a la Argentina o bajaría en Paraguay o en Uruguay ocurrió en aquella larga noche del jueves 16 al viernes 17. En un momento, cuando ya eran las 2 de la madrugada, apareció Rucci en calzoncillos, camiseta y pantuflas, camino al departamentito que tenía en la terraza.
“Muchachos, me van a perdonar pero falta poco para que llegue el General y yo me voy a dormir. No hay ninguna posibilidad de que esta vez no traigamos de regreso al General. Así que los que quieran quedase a dormir en la CGT son muy bienvenidos: agarren los primeros sillones que encuentren y acomódense. Buenas noches”, fueron sus palabras.
Los visitantes tardaron un poco en reaccionar. El teniente Julián Licastro lo codeó a Carlos Grosso, luego intendente de Buenos Aires, y le dijo: “¡Éste sí que es un conductor!”. A los quince minutos no quedaba nadie en la CGT. Todos se fueron a sus casas convencidos de que aquella vez el retorno iba en serio.
Perón, en tanto, venía en el avión de Alitalia fletado por Gianzarlo Elía Valori, un empresario italiano vinculado al Vaticano y a la logia Propaganda Due. Era una suerte de Arca de Noé del peronismo, en el que estaban representados todos los gajos del Movimiento: la política, el sindicalismo, la ciencia, el deporte, la cultura y el espectáculo, entre otros. Mezclaba, por ejemplo, a Héctor Cámpora, Isabel Perón, Carlos Menem y Antonio Cafiero con el cineasta y cantautor Leonardo Favio, la modelo Chunchuna Villafañae, la joven estrella Marilina Ross y “El Nene” Sanfilippo, el goleador de San Lorenzo; a sacerdotes como Carlos Mugica; a figuras de la derecha peronista como Lorenzo Miguel con personajes de la izquierda peronista como Eduardo Luis Duhalde.
Eran 153 pasajeros que se turnaban para sacarse fotos y charlar un rato con Perón, que a los 77 años aparentaba una salud de hierro.
Perón llegó y estuvo en el país algunas semanas. Su retorno definitivo se concretaría el año siguiente, el 20 de junio de 1973. Pero, el peronismo ya era otra cosa, surcado por un enfrentamiento sangriento entre sus distintas facciones que incluiría, por ejemplo, el asesinato de Rucci a manos de Montoneros.
martes, 24 de noviembre de 2015
Oriente Medio: Como el Acuerdo Sykes-Picot moldeó la actualidad islamista
Los Orígenes del Acuerdo de la Primera Guerra Mundial que se repartieron Oriente Medio
Cómo Gran Bretaña y Francia en secreto negociaron el Acuerdo Sykes-Picot
Por Texto de Scott Christianson; Interactivo por Chris Heller
The Smithsonian
Incluso antes de que se haya determinado el resultado final de la Gran Guerra, Gran Bretaña, Francia y Rusia discuten en secreto cómo iban a repartirse el Medio Oriente en "esferas de influencia" una vez que la Primera Guerra Mundial había terminado. El Imperio Otomano había estado en declive durante siglos antes de la guerra, por lo que las Potencias Aliadas ya había pensado un poco en cómo iban a dividir el botín considerable en el caso probable de que derrotó a los turcos. Gran Bretaña y Francia ya tenían algunos intereses importantes en la región entre el mar Mediterráneo y el Golfo Pérsico, pero una victoria ofrecieron mucho más. Rusia y hambre de una pieza.
De noviembre 1915 a marzo 1916, los representantes de Gran Bretaña y Francia negociaron un acuerdo, con Rusia a ofrecer su asentimiento. El tratado secreto, conocido como el Acuerdo Sykes-Picot, lleva el nombre de sus principales negociadores, los aristócratas Sir Mark Sykes de Inglaterra y François Georges-Picot de Francia. Sus términos se exponen en una carta del secretario de Relaciones Exteriores británico Sir Edward Grey a Paul Cambon, el embajador de Francia a Gran Bretaña, el 16 de mayo 1916.
El mapa de particiones con código de color y el texto siempre que Gran Bretaña ("B") recibiría el control sobre el área roja, conocida hoy como Jordania, el sur de Irak y Haifa en Israel; Francia ("A") obtendría la zona azul, que cubre hoy en día Siria, el Líbano, el norte de Irak, Mosul y el sureste de Turquía, incluido el Kurdistán; y el área de color marrón de Palestina, con exclusión de Haifa y Acre, se convertiría en objeto de administración internacional, "la forma de que va a ser decidido, previa consulta con Rusia, y, posteriormente, en consulta con los otros aliados, y los representantes de [Sayyid Hussein bin Ali, Sharif de La Meca] ". Además de la talla a la región a británicos y franceses "esferas de influencia", el acuerdo especifica diversas relaciones comerciales y otros entendimientos mutuos para los países árabes.
El cambio de la situación de Rusia, provocada por la revolución y la retirada de la nación de la guerra, lo sacó de la inclusión. Pero cuando merodeaban los bolcheviques descubrieron documentos sobre los planes en los archivos del gobierno en 1917, el contenido del tratado secreto fueron revelados públicamente. La exposición avergonzó a los británicos, ya que contradice sus afirmaciones existentes a través de TE Lawrence que los árabes recibirían la soberanía sobre las tierras árabes a cambio de apoyar a los aliados en la guerra. De hecho, el tratado de dejar de lado la creación de un Estado árabe independiente o confederación de estados árabes, en contra de lo que previamente se había prometido, dando a Francia y Gran Bretaña el derecho a establecer límites dentro de sus esferas de influencia ", ya que pueden pensar en forma."
Después de que la guerra terminó como estaba previsto, los términos se afirmaron en la Conferencia de San Remo de 1920 y fueron ratificados por la Sociedad de Naciones en 1922. A pesar de que Sykes-Picot fue pensado para dibujar nuevas fronteras de acuerdo a líneas sectarias, sus simples líneas rectas tampoco pudieron tener en cuenta las configuraciones tribales y étnicas reales en una región profundamente dividida. Sykes-Picot ha afectado las relaciones árabe-occidental hasta nuestros días.
Cómo Gran Bretaña y Francia en secreto negociaron el Acuerdo Sykes-Picot
Por Texto de Scott Christianson; Interactivo por Chris Heller
The Smithsonian
Incluso antes de que se haya determinado el resultado final de la Gran Guerra, Gran Bretaña, Francia y Rusia discuten en secreto cómo iban a repartirse el Medio Oriente en "esferas de influencia" una vez que la Primera Guerra Mundial había terminado. El Imperio Otomano había estado en declive durante siglos antes de la guerra, por lo que las Potencias Aliadas ya había pensado un poco en cómo iban a dividir el botín considerable en el caso probable de que derrotó a los turcos. Gran Bretaña y Francia ya tenían algunos intereses importantes en la región entre el mar Mediterráneo y el Golfo Pérsico, pero una victoria ofrecieron mucho más. Rusia y hambre de una pieza.
De noviembre 1915 a marzo 1916, los representantes de Gran Bretaña y Francia negociaron un acuerdo, con Rusia a ofrecer su asentimiento. El tratado secreto, conocido como el Acuerdo Sykes-Picot, lleva el nombre de sus principales negociadores, los aristócratas Sir Mark Sykes de Inglaterra y François Georges-Picot de Francia. Sus términos se exponen en una carta del secretario de Relaciones Exteriores británico Sir Edward Grey a Paul Cambon, el embajador de Francia a Gran Bretaña, el 16 de mayo 1916.
El mapa de particiones con código de color y el texto siempre que Gran Bretaña ("B") recibiría el control sobre el área roja, conocida hoy como Jordania, el sur de Irak y Haifa en Israel; Francia ("A") obtendría la zona azul, que cubre hoy en día Siria, el Líbano, el norte de Irak, Mosul y el sureste de Turquía, incluido el Kurdistán; y el área de color marrón de Palestina, con exclusión de Haifa y Acre, se convertiría en objeto de administración internacional, "la forma de que va a ser decidido, previa consulta con Rusia, y, posteriormente, en consulta con los otros aliados, y los representantes de [Sayyid Hussein bin Ali, Sharif de La Meca] ". Además de la talla a la región a británicos y franceses "esferas de influencia", el acuerdo especifica diversas relaciones comerciales y otros entendimientos mutuos para los países árabes.
El cambio de la situación de Rusia, provocada por la revolución y la retirada de la nación de la guerra, lo sacó de la inclusión. Pero cuando merodeaban los bolcheviques descubrieron documentos sobre los planes en los archivos del gobierno en 1917, el contenido del tratado secreto fueron revelados públicamente. La exposición avergonzó a los británicos, ya que contradice sus afirmaciones existentes a través de TE Lawrence que los árabes recibirían la soberanía sobre las tierras árabes a cambio de apoyar a los aliados en la guerra. De hecho, el tratado de dejar de lado la creación de un Estado árabe independiente o confederación de estados árabes, en contra de lo que previamente se había prometido, dando a Francia y Gran Bretaña el derecho a establecer límites dentro de sus esferas de influencia ", ya que pueden pensar en forma."
Después de que la guerra terminó como estaba previsto, los términos se afirmaron en la Conferencia de San Remo de 1920 y fueron ratificados por la Sociedad de Naciones en 1922. A pesar de que Sykes-Picot fue pensado para dibujar nuevas fronteras de acuerdo a líneas sectarias, sus simples líneas rectas tampoco pudieron tener en cuenta las configuraciones tribales y étnicas reales en una región profundamente dividida. Sykes-Picot ha afectado las relaciones árabe-occidental hasta nuestros días.
lunes, 23 de noviembre de 2015
Subversión: La rata Verbitsky intenta ocultar su pasado de terrorista de Estado
Es hora de que Horacio Verbitsky explique sus vínculos con la dictadura
Por: Gabriel Levinas - Infobae
Horacio Verbitsky intentó desmentir sus vínculos con la dictadura, pero sus propios libros cuestionan su versión
Hace unos meses, Horacio Verbitsky escribió: "La categórica manifestación del brigadier Rubens Omar Graffigna de que nunca tuvo relación alguna conmigo, que jamás escribí ninguno de sus discursos ni tuve relación alguna con sus antecesores en la Fuerza Aérea, confirma la absoluta falsedad de la acusación difamatoria en mi contra".
Esta aseveración es la parte central de la estrategia con la que pretendió tapar el sol con su mano.
Es extraño que quien nos tiene acostumbrados a descalificar hechos y argumentos simplemente desacreditando a la fuente pretenda defenderse usando, ni más ni menos, a uno de los comandantes en jefe de la Junta Militar acusado de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Si fuese Verbitsky, alcanzaría con esto. Pero para que no queden dudas preferimos ahondar y demostrar las mentiras de la operación montada por el "Perro" en el diario Página 12 y en los medios de comunicación donde tuvo oportunidad de atacar el libro de investigación Doble Agente que revela sus vínculos con sectores del proceso militar, aún antes de que la editorial tuviera los originales. ¿Extraño no?
La otra estrategia de Verbitsky es negar o disminuir al mínimo la influencia y poder del comodoro Güiraldes durante la dictadura, alegando que no podía protegerlo porque era apenas un "cuatro de copas" durante el Proceso.
Llegó incluso a criticar a su hijo Pedro por insinuar que su padre estaba ligado al proceso. "Es insólito que yo deba defender el honor de los Güiraldes de las ofensas de su hijo", sostuvo en una entrevista en la revista Noticias en mayo de este año cuando trataba de desmentir sus contratos con la Fuerza Aérea.
En nuestro libro reproducimos profusa correspondencia y escritos que dicen exactamente lo contrario. Pero lo que definitivamente muestra la estrategia insostenible de Verbitsky es un libro que él mismo escribió después de la guerra de Malvinas y que editó a meses del inicio de la democracia.
En primera edición de La última batalla de la tercera guerra mundial, de editorial Legasa, año 1984, página 44, el autor narra lo que sigue:
"La última batalla de la tercera guerra mundial", el libro del propio Horacio Verbitsky que deja en evidencia sus contradicciones
En la reedición del año 2002, Verbitsky removió del libro el párrafo que lo comprometía
Demás está aclarar que se refiere al Comodoro Güiraldes, quien -además de manejar un Torino verde durante esos años y venir de una familia patricia propietaria 90 mil hectáreas en la zona de San Antonio de Areco- sufrió en carne propia la muerte de su cuñada, Elena Holmberg, a manos de un grupo de tareas que respondía al almirante Emilio Masera.
Pero la confirmación de la importancia y veracidad que el propio Verbitsky da a este documento, que echa por tierra toda su defensa y lo muestra como mendaz es que eliminó todo el párrafo citado, en la reedición de ese libro que la Editorial Sudamericana publicó en el año 2002. En esa época, la versión de que había colaborado con la Aeronáutica ya había tomado cuerpo en algunos círculos. Es una táctica que años después replicó al borrar del archivo de Página12 las notas críticas contra Jorge Bergoglio cuando fue nombrado Papa.
Tal vez sea hora de que Horacio explique su verdadera historia durante los terribles años de la dictadura y nos permita reconstruir una imagen suya menos perfecta, pero más humana.
Por: Gabriel Levinas - Infobae
Horacio Verbitsky intentó desmentir sus vínculos con la dictadura, pero sus propios libros cuestionan su versión
Hace unos meses, Horacio Verbitsky escribió: "La categórica manifestación del brigadier Rubens Omar Graffigna de que nunca tuvo relación alguna conmigo, que jamás escribí ninguno de sus discursos ni tuve relación alguna con sus antecesores en la Fuerza Aérea, confirma la absoluta falsedad de la acusación difamatoria en mi contra".
Esta aseveración es la parte central de la estrategia con la que pretendió tapar el sol con su mano.
Es extraño que quien nos tiene acostumbrados a descalificar hechos y argumentos simplemente desacreditando a la fuente pretenda defenderse usando, ni más ni menos, a uno de los comandantes en jefe de la Junta Militar acusado de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Si fuese Verbitsky, alcanzaría con esto. Pero para que no queden dudas preferimos ahondar y demostrar las mentiras de la operación montada por el "Perro" en el diario Página 12 y en los medios de comunicación donde tuvo oportunidad de atacar el libro de investigación Doble Agente que revela sus vínculos con sectores del proceso militar, aún antes de que la editorial tuviera los originales. ¿Extraño no?
- Jamás en el libro sostuvimos que Graffigna y Verbitsky se conocían. Por lo tanto la desmentida solo sirve para aquellos que no leyeron el libro.
- Graffigna sostiene que nadie le escribió sus discursos y encontramos (parte se reproduce en el sitio Plazademayo.com) cantidad de carpetas conteniendo borradores y cartas entre Güiraldes y Graffigna en donde consta el proceso de elaboración de los discursos y la discusión de su contenido. Es decir, el comandante miente; sí le escribían los discursos Güiraldes y el brigadier Pedrerol con la colaboración de Verbitsky.
- En la página final de las memorias donde figuran los registros de contratos y pagos a Verbitsky, se da cuenta del destino de los 50 ejemplares publicados en base al texto encargado al "Perro". El primero de ellos, según indica la documentación pública archivada en distintas bibliotecas estatales, fue a parar a manos del Comandante en Jefe de la Aeronáutica, es decir Graffigna.
La otra estrategia de Verbitsky es negar o disminuir al mínimo la influencia y poder del comodoro Güiraldes durante la dictadura, alegando que no podía protegerlo porque era apenas un "cuatro de copas" durante el Proceso.
Llegó incluso a criticar a su hijo Pedro por insinuar que su padre estaba ligado al proceso. "Es insólito que yo deba defender el honor de los Güiraldes de las ofensas de su hijo", sostuvo en una entrevista en la revista Noticias en mayo de este año cuando trataba de desmentir sus contratos con la Fuerza Aérea.
En nuestro libro reproducimos profusa correspondencia y escritos que dicen exactamente lo contrario. Pero lo que definitivamente muestra la estrategia insostenible de Verbitsky es un libro que él mismo escribió después de la guerra de Malvinas y que editó a meses del inicio de la democracia.
En primera edición de La última batalla de la tercera guerra mundial, de editorial Legasa, año 1984, página 44, el autor narra lo que sigue:
"La última batalla de la tercera guerra mundial", el libro del propio Horacio Verbitsky que deja en evidencia sus contradicciones
....Pero un ejemplo ayudará a entenderlo. Un ganadero y militar retirado, cuyos abuelos poseyeron mas de 90.000 hectáreas en un partido de la provincia de Buenos Aires, recurrió al jefe del área de seguridad con jurisdicción sobre el municipio para solicitarle, con aplomo de patricio acostumbrado a mandar, el relevo del intendente. El coronel lo recibió saliendo de la ducha y envuelto en la toalla.
-Yo no puedo reemplazarlo porque eso depende de la gobernación. Pero si me espera que me vista, vamos con el camión y lo chupamos-dijo.
-No, gracias, no es para tanto -contestó el reclamante- quien mirando por el espejo retrovisor de un Torino verde si no lo seguían, regresó a su despacho en la Capital, desde el que asesoró políticamente a los tres primeros comandantes en jefe de su fuerza durante el Proceso, y participó en alguna de las campañas internacionales en defensa de la dictadura desmintiendo que aquí se violaran los Derechos Humanos.
Caso extremo, este oficial superior sufrió en carne propia la perversión que negaba, cuando un comando de otra fuerza secuestro y asesinó a una hermana de su esposa.
En la reedición del año 2002, Verbitsky removió del libro el párrafo que lo comprometía
Demás está aclarar que se refiere al Comodoro Güiraldes, quien -además de manejar un Torino verde durante esos años y venir de una familia patricia propietaria 90 mil hectáreas en la zona de San Antonio de Areco- sufrió en carne propia la muerte de su cuñada, Elena Holmberg, a manos de un grupo de tareas que respondía al almirante Emilio Masera.
Pero la confirmación de la importancia y veracidad que el propio Verbitsky da a este documento, que echa por tierra toda su defensa y lo muestra como mendaz es que eliminó todo el párrafo citado, en la reedición de ese libro que la Editorial Sudamericana publicó en el año 2002. En esa época, la versión de que había colaborado con la Aeronáutica ya había tomado cuerpo en algunos círculos. Es una táctica que años después replicó al borrar del archivo de Página12 las notas críticas contra Jorge Bergoglio cuando fue nombrado Papa.
Tal vez sea hora de que Horacio explique su verdadera historia durante los terribles años de la dictadura y nos permita reconstruir una imagen suya menos perfecta, pero más humana.
domingo, 22 de noviembre de 2015
Historia argentina: La disputa argumental por la Patagonia
La disputa de límites entre la Argentina y Chile:
el debate Quesada-Amunátegui
Como se dijo en un capítulo anterior, en 1875 se reanudó la discusión sobre los títulos históricos a la parte austral del continente, al publicar Vicente Gregorio Quesada su obra La Patagonia y las tierras australes del continente americano. A esta siguió una nueva respuesta del ya conocido jurista chileno Miguel Luis Amunátegui bajo el título de La Cuestión de Límites entre Chile y la Argentina, aparecida en Santiago en 1879.
El análisis de las obras mencionadas permite afirmar que ambos estudiosos estructuraron sus argumentos en base a las jurisdicciones de territorios sin ocupar que la Corona española otorgaba a los conquistadores. El punto de partida -que ambos juristas compartían- era que la Argentina y Chile eran herederos de los dominios adjudicados por la Corona española a cada jurisdicción colonial. Dicho criterio de partida era el uti possidetis iuris, criterio razonable respecto de aquellas tierrras que habían sido bien exploradas y en alguna medida ocupadas. Pero resultaba altamente problemático y confuso aplicar el uti possidetis para el caso de los territorios del sur, alegando títulos históricos que, por cierto, se superponían y contradecían. (1)
Además, como es evidente, cuando en los primeros tiempos del descubrimiento otorgaba las zonas para explorar y poblar, la Corona española misma no tenía un conocimiento muy claro acerca de los límites de la Patagonia y del estrecho de Magallanes. El siguiente testimonio del sabio Solórzano y Pereira, de principios del siglo XVI, citado por Amunátegui, es prueba elocuente de ello:
El humanista venezolano Andrés Bello, establecido en Chile a partir de 1829, también aportó su tesis al debate. En su opinión existían áreas en América Latina que en la época colonial habían estado abandonadas, y que en consecuencia eran res nullius, en cuanto nadie ejercía derecho de ocupación sobre ellas y, por lo tanto, consideraba el criterio del uti possidetis iuris como inaplicable en el caso de territorios coloniales que no hubieran estado efectivamente poblados. Esta tesis de Bello influyó notoriamente en el Sarmiento periodista emigrado en Chile de las décadas de 1840 y 1850. Sarmiento utilizó y modificó la tesis de Bello para dudar de los derechos argentinos sobre la Patagonia y adjudicar el estrecho -y eventualmente la Patagonia- a Chile, argumentando que esas áreas australes no eran vitales para la Argentina, cuyo gobierno "no es capaz de conservar poblado el que le dejó sometido y pacífico la España", y sí lo eran para Chile. Sarmiento se basaba en el principio de que "un territorio limítrofe pertenecerá a aquel de los dos estados a quien aproveche su ocupación, sin dañar ni menoscabar los intereses del otro", en cambio Bello consideraba precisamente la Patagonia como res nullius o tierra de nadie. ¿Qué título histórico podía alegarse como legítimo en aquellos casos, si los existentes eran más bien contradictorios y superpuestos? (3)
Por cierto, la Patagonia estuvo prácticamente desocupada también en la etapa independiente de ambos países. Como reconoce el historiador chileno Francisco Encina, en las constituciones chilenas de 1822 (promulgada por Bernardo O' Higgins), de 1823 y 1828 (redactadas por Juan Egaña y José Joaquín de Mora, respectivamente) no existía referencia a la Patagonia y Tierra del Fuego, ignoradas entre 1817 y 1830. (4) Asimismo Encina sostiene que en la correspondencia de Juan Manuel de Rosas con José Antonio Zúñiga, el primero, al menos hasta 1830, creía que la Confederación Argentina lindaba al sur con la Patagonia, y le señalaba la misma frontera con Chile que la que aparece en la copia del mapa de Cano y Olmedilla remitida por el rey a don Pedro de Cevallos en 1775. Es más: en toda la correspondencia que sostuvo con Zúñiga, Rosas partía de la base de que el cacique Pincheira actuaba en territorio no sujeto a jurisdicción argentina. (5)
Miguel Luis Amunategui
En realidad las posiciones de los mencionados juristas Amunátegui y Quesada compartían muchos puntos débiles. Un punto que ambas sostenían de manera errónea era atribuir un interés recíproco permanente en la región patagónica. Este interés permanente no podía haber existido por diversas razones. Las malas condiciones climáticas y la escasez de opciones económicas de la región hacían que la misma no resultase fácil de ocupar o colonizar, y los propios documentos de la época colonial, confirmando las dificultades apuntadas, registraron momentos de colonización de dicha región en alternancia con otros períodos en los cuales, por problemas de costo económico o humano, se aconsejaba abandonar o despoblar las colonias establecidas en las costas patagónicas. Vale citar como ejemplo de lo último el informe del virrey del Río de la Plata , Juan José de Vértiz, dirigido al ministro Gálvez para que se abandonen los establecimientos de la costa patagónica, fechado el 22 de febrero de 1783 en la ciudad de Montevideo. El informe del virrey Vértiz decía:
Como bien señala el informe, el Rey español tenía la intención primaria de evitar la intervención de otras potencias extranjeras en la región austral. Esto lo llevó a alentar a varios conquistadores a explorar y poblar la misma. Incentivos sucesivos fueron otorgados a través de capitulaciones y reales cédulas sin obtener resultado efectivo. Como corolario de este interés primario de la Corona tan difícil de concretar en el caso de zonas inhóspitas como la Patagonia, las superposiciones y contradicciones entre los documentos reales era lógica.
Vicente Gregorio Quesada
Si bien Quesada presentaba un número importante de testimonios referentes al establecimiento de colonias sobre las costas patagónicas cuyo emprendimiento partió de Buenos Aires, especialmente luego de la creación del Virreinato del Río de la Plata, también existieron informes -como el citado arriba- igualmente relevantes que planteaban la descolonización de dicha región. Tras el examen de la documentación presentada por Quesada durante la época virreinal queda claro que el tema de poblar o no la Patagonia constituyó un verdadero dilema para las autoridades coloniales. Esta idea resulta bastante distinta de la imagen que Quesada o el propio Amunátegui pretendieron plantear acerca de una política permanente de ocupación de la región patagónica por parte de las autoridades, fueran éstas de Buenos Aires, Montevideo o Santiago de Chile -esta tercera opción bastante más improbable por cuestión de distancias-. Más bien la política de ocupación y colonización de la Patagonia desde Buenos Aires tuvo un carácter errático, como parece probarlo la real orden expedida el 8 de febrero de 1784, cuyo texto que se reproduce en su totalidad, señalaba lo siguiente:
El punto fuerte de la argumentación argentina residía en que con posterioridad a la creación del Virreinato la mayor parte de las expediciones a la costa patagónica se pusieron a cargo de Buenos Aires, y ello era lógico desde un punto de vista estrictamente geográfico. Buenos Aires quedaba más cerca que Santiago si la meta era dicha costa. La lógica del argumento se potenciaba teniendo en cuenta las limitaciones técnicas de la navegación de la época. Quesada testimoniaba un conjunto de expediciones a las costas patagónicas. Entre las mismas cabe citar la expedición del Superintendente Juan de la Piedra, que partió de Montevideo el 17 de diciembre de 1778, y las actas de fundación de San Julián, Santa Elena, Puerto Deseado y San Gregorio el 1º de abril de 1780, en la costa atlántica sur, por disposición del Virrey del Río de la Plata. (8)
No obstante el argumento de la presencia de las expediciones provenientes de Buenos Aires o de Montevideo a las costas patagónicas como "títulos" que justificaban los eventuales derechos argentinos sobre la Patagonia y el estrecho de Magallanes quedaba relativizado por el hecho de que dichas expediciones no implicaron una presencia permanente en la región austral. Como consecuencia de la falta de continuidad en las políticas de ocupación y colonización promovidas desde Buenos Aires, dichos establecimientos debieron enfrentar innumerables problemas, entre ellos el de los indios -los reales ocupantes de la región patagónica- y el de la falta de recursos. De estos problemas se quejaba amargamente el procurador síndico en el Cabildo de Buenos Aires, en febrero de 1803, exhortando a las autoridades capitulares a tener una política más efectiva de poblamiento de la región austral. Quesada acotaba al respecto:
Para Quesada, "este documento importantísimo, es una prueba inequívoca de la jurisdicción y dominio de Buenos Aires en la Patagonia y estremidad austral del continente". Más bien, parece ser una prueba testimonial más de la falta de continuidad en la ocupación y colonización de la región patagónica por parte de las autoridades de Buenos Aires, actitud que justamente criticaba el procurador síndico en el Cabildo porteño. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿se pueden, como lo hacen Quesada y Amunátegui, establecer títulos históricos basados en cédulas y documentos que muestran una ocupación errática en una región en la que sus reales dueños eran los indios y no las autoridades coloniales?
A estos testimonios de Quesada respecto de la presencia argentina en la Patagonia, Amunátegui oponía el mapa de Cano y Olmedilla de 1775 -el argumento más fuerte a favor de Chile-, pues en el mismo aparecía la Patagonia y el estrecho de Magallanes como territorios chilenos. Dicho testimonio cartográfico se titulaba "Mapa Geográfico de la América Meridional dispuesto y gravado por don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, Geógrafo Pensionado de S.M.", y dividía al "Reyno de Chile" en "Chile Antiguo" por el norte y "Chile Moderno" por el sur. Respecto del "Chile Moderno", el mapa incluía una leyenda que decía "Chile Moderno, que los geógrafos antiguos llamaron Tierra Magallánica, de los Patagones y de los Césares, tan celebrados del vulgo cuando no hai en estos países naciones más crecidas que los Aucas, Puelches, Toelches y Serranos, de quienes demanan otras parcialidades que tratan con los Españoles". Este mapa anulaba la hipótesis de que la Patagonia hubiera estado incluida en la gobernación de Buenos Aires antes de la creación del Virreinato. (10) El mapa de Cano y Olmedilla de 1775 fue el testimonio que permitió al canciller chileno Adolfo Ibáñez sostener en una nota del 28 de enero de 1874 que el límite más austral de la provincia de Buenos Aires era el Río Negro.
Quesada oponía al mapa de Cano y Olmedilla -anterior a la creación del Virreinato del Río de la Plata-, dos mapas posteriores -al de Cano y Olmedilla y a la creación de dicho Virreinato-: uno, levantado por el escritor y geógrafo don Miguel de Lastarria, y otro, por el virrey del Perú. En ninguno de ellos -sostenía Quesada- se le demarcaba territorio a Chile al oriente de los Andes. (11) Resultaba éste un interesante caso de mapas contradictorios, y reveladores del escaso conocimiento del terreno patagónico por parte de las autoridades coloniales. En su deseo de refutar la validez del mapa de Cano y Olmedilla, Quesada oponía una segunda argumentación: que el mapa presentado por Chile era de 1775, no exhibía título ni resolución real y que era anterior a la cédula de creación del Virreinato del Río de la Plata del 1º de agosto de 1776.
Los argumentos de Quesada y Amunátegui compartían, como se dijo, serias debilidades. En el caso argentino, la mayor dificultad radicaba en que la real cédula del 1º de agosto de 1776, que fundó el Virreinato del Río de la Plata, no hacía la menor mención de los territorios del sur al definir las fronteras de la nueva entidad político-administrativa. Tampoco se mencionaba la Patagonia en la real cédula del 27 de octubre de 1777, que confirmaba la erección del Virreinato del Río de la Plata y hacía referencia a la cédula de creación del 1º de agosto de 1776. La cédula de 1777 decía lo siguiente:
En el caso de la etapa posterior a 1810, los documentos que Quesada presentaba como pruebas de la presencia argentina no demostraban una ocupación efectiva de la zona austral. Vale mencionar, por ejemplo, la memoria del coronel Pedro García del 26 de noviembre de 1811, citada en la Colección de Documentos sobre el Río de la Plata, de Pedro de Angelis, tomo 3, en la que García afirmaba que debe proponerse "estender nuestras poblaciones hasta la falda de la cordillera famosa de Chile", y proyectaba un plan para avanzar las fronteras. (13) Pero, contra los deseos de Quesada, proyectos no eran realidades y la conclusión del jurista argentino de que el gobierno del Río de la Plata tuvo posesión efectiva sobre la costa patagónica hasta 1811 resulta poco convincente. (14)
Por el lado chileno, Amunátegui argumentaba en forma igualmente poco convincente que los derechos chilenos se remontaban a una serie de capitulaciones y cédulas reales, algunas de ellas perdidas, muchas de ellas incentivos no logrados por falta de recursos para concretar la ocupación de las jurisdicciones otorgadas. Entre dichos documentos, Amunátegui presentaba la capitulación de la Corona española con Simón de Alcazaba correspondiente al 21 de mayo de 1534. Pero este argumento enfrentaba dos dificultades: la superposición con jurisdicciones otorgadas a los conquistadores del Río de la Plata en disposiciones posteriores y el hecho de que el Rey no concedía a Alcazaba tierras sobre el Atlántico, como pretendía Amunátegui, sino que lo autorizaba sólo a desembarcar y explorar en las costas del mencionado océano, dejando en suspenso la eventual posibilidad de concesión de tierras. (15) Así parece desprenderse del texto de la capitulación celebrada con Simón de Alcazaba, cuya versión, citada por Amunátegui, decía:
Ambos juristas, Amunátegui y Quesada, en su afán por demostrar los derechos de sus respectivos países sobre títulos históricos altamente discutibles, decidieron olvidar las contradicciones en que incurrían las distintas capitulaciones y cédulas otorgadas por la Corona española, que llevaban al problema de superposición de las distintas jurisdicciones. Tampoco tomaron en cuenta que muchas de estas disposiciones no resultaban de carácter obligatorio para el propio rey. Así el texto de la capitulación del rey de España con Pedro Sancho de Hoz, del 24 de enero de 1539, que Amunátegui citaba como una de las pruebas documentales de los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes, poseía un párrafo que liberaba al rey de obligaciones respecto del beneficiario de esta capitulación en caso de no ser concretada la ocupación -alternativa que en la práctica no fue nada inusual, dadas las dificultades para el establecimiento efectivo en la zona austral-. Dicho párrafo, al señalar claramente que el rey es el real propietario de las zonas a conquistar, y no los eventuales beneficiarios de las capitulaciones, autoriza a abrigar serias dudas acerca del grado de validez jurídica de estas precarias capitulaciones para sostener títulos históricos por parte de la Argentina o Chile. El párrafo decía lo siguiente:
Además, para sostener lo insostenible, Quesada y Amunátegui debieron recurrir a la trampa. Por ejemplo, el emperador Carlos V firmó tres capitulaciones en un mismo día, el 21 de mayo de 1534, con Diego de Almagro, Pedro de Mendoza, y Simón de Alcazaba, concediéndoles a cada uno de ellos 200 leguas por la mar del Sur hacia el estrecho de Magallanes. Como supuestamente los títulos argentinos tenían su sostén en la capitulación de Mendoza y los chilenos en la de Almagro y Alcazaba, Quesada borró la evidencia documental de la capitulación de Alcazaba y supuso que la otorgada a Pedro de Mendoza llegaba hasta el estrecho de Magallanes, y no hacia dicho estrecho, como en realidad decían las capitulaciones dadas por Carlos V en esa fecha a Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Simón de Alcazaba. En el original de la capitulación de Mendoza, disponible en el Archivo General de Indias, "hacia" se escribe en español arcaico con "z" y basta trazar una pequeña raya para transformarlo mágicamente en un "hasta" moderno. Pero ambos términos aparecen varias veces en la citada capitulación y, contra los trucos de Quesada, "hasta" no presenta ninguna rareza. "Hacia" y "hasta" son discernibles a simple vista. Por lo tanto, no hay dudas de que el Rey español le concedió a Mendoza doscientas leguas hacia y no hasta el estrecho de Magallanes. (18)
Esta falacia de Quesada no pasó desapercibida ante su contrincante Amunátegui. Este primeramente citaba la capitulación otorgada a Pedro de Mendoza el 21 de mayo de 1534 de acuerdo con la versión de Quesada:
Posteriormente, el erudito chileno citaba las conclusiones que Quesada extraía de la citada capitulación:
Para tratar de probar su argumento, Quesada se respaldaba en las palabras de Don Félix de Azara en su obra Descripcion é Historia del Paraguay y del Rio de la Plata, donde decía, en referencia a esta capitulación de Pedro de Mendoza,
Una vez citados el texto de la capitulación de Carlos V a Pedro de Mendoza y los comentarios de Quesada, Amunátegui denunciaba la falacia de su contrincante en estos términos:
Amunátegui concluía su crítica a Quesada mencionando una serie de argumentos:
Vale citar otra argumentación de Quesada particularmente débil. Por ejemplo, presentaba la real cédula del 30 de enero de 1663 al gobernador de las provincias del Río de la Plata, como prueba de los derechos argentinos sobre la Patagonia. El texto de la real cédula no mencionaba expresamente la Patagonia. En realidad, el mismo decía:
Cabe reconocer que la refutación que Amunátegui realizaba a esta débil prueba documental presentada por Quesada era altamente valedera. Decía el jurista chileno:
En este punto Amunátegui tenía razón. ¿Dónde se mencionaban en el texto de la real cédula del 30 de enero de 1663 las costas patagónicas o el estrecho de Magallanes como pertenecientes a la gobernación de Buenos Aires? Este texto, junto al contundente mapa de Cano y Olmedilla, la prueba más sólida presentada por Chile, anulaba la hipótesis argentina de que la Patagonia había pertenecido a la gobernación de Buenos Aires en el período previo a la creación del Virreinato del Río de la Plata. Por razones de comodidad geográfica, quizás resultaba altamente probable que las expediciones a la Patagonia fueran más frecuentes desde Buenos Aires que desde Santiago, y que la región patagónica hubiera sido de facto sometida al control jurisdiccional de Buenos Aires a partir de la creación del Virreinato, pero esto nunca llegó a concretarse oficialmente. (26)
Por su parte, las falacias de Amunátegui eran menos burdas que las de Quesada -en el sentido de que no recurrió como el último al extremo de adulterar el texto de los documentos reales- pero no más honestas. Por ejemplo, se negaba a reconocer que la jurisdicción otorgada por la Corona española a Mendoza sobre el Atlántico no estaba claramente establecida en su capitulación y que las 200 leguas se aplicaban al Pacífico pero no al Atlántico. A esto debe agregarse la ya mencionada pretensión de Amunátegui de que la capitulación de Alcazaba otorgaba a éste jurisdicción en el Atlántico, cuando la letra de la capitulación hacía referencia sólo a derechos de exploración. La mención de la Corona española acerca de la posibilidad eventual de que se le adjudicaran las tierras a Alcazaba, si ello resultaba conveniente para las autoridades reales, se transformó en la imaginación de Amunátegui en una concesión real. Concesión que por otra parte nunca llegó a concretarse porque la expedición de Alcazaba terminó en un fracaso. (27)
La búsqueda de antecedentes históricos de los derechos chilenos por parte de Amunátegui resultaba tan caprichosa como la de su contrincante argentino. Citaba por ejemplo la presencia de misioneros jesuitas provenientes de Chile en la región del lago Nahuel Huapi, al este de los Andes, como una evidencia de los derechos chilenos a la posesión del área, pero desechaba al mismo tiempo las actividades de los misioneros jesuitas provenientes de Paraguay como una prueba de la validez de los reclamos argentinos. (28)
El historiador Encina, muy influido por los argumentos de Amunátegui, sostiene, para el período independiente de la historia de Chile, que entre 1817 y 1830 los gobiernos trasandinos, que tenían derechos sobre el área austral como herederos de la Capitanía General de Chile -a la cual supuestamente estaba sujeta dicha área-, "renunciaron voluntariamente" a la soberanía sobre la Patagonia y parte occidental (sic) de Tierra del Fuego y omitieron la referencia a estas regiones en las constituciones de 1822, 1823 y 1828. (29) De manera poco convincente, se explica esa "renuncia" como consecuencia del predominio de un sentimiento "americanista" en Chile, por el cual los chilenos, todavía bajo el influjo romántico del rol de San Martín y del ejército mendocino en la gesta emancipadora, percibían a sus vecinos argentinos como hermanos y no como enemigos, argumento que resulta muy débil. En la etapa posterior a 1810, Chile todavía distaba de ser un Estado tan poderoso como para permitirse semejante gesto de altruísmo. ¿No sería más convincente explicar esta aparente "renuncia" como lo que en realidad parece haber sido, esto es, como la falta de capacidad tanto del Estado chileno -y mucho más del balcanizado Estado argentino, tan balcanizado que ni siquiera existía- para ocupar efectivamente la Patagonia y el estrecho de Magallanes?
En su examen de las reales cédulas, Amunátegui no veía nada que contrariase los derechos chilenos a las regiones en disputa, pero historiadores posteriores han examinado con cuidado esas evidencias documentales y han considerado sin valor muchos de los argumentos expuestos por Amunátegui, tal el caso, por ejemplo, de Benjamín Vicuña Mackenna, quien, poseedor de una visión "panamericanista" y aterrado con la posibilidad de una guerra entre la Argentina y Chile, se convirtió en un detractor de Amunátegui. (30)
Por ejemplo, el texto de la capitulación a Francisco Camargo del 24 de enero de 1539, citada por Amunátegui como prueba de la presencia chilena en la Patagonia y estrecho de Magallanes, decía lo siguiente:
Para la posición chilena, la mención de "la otra mar" es prueba fehaciente de la proyección hacia el Atlántico de la jurisdicción de Camargo; para la posición argentina, en cambio, el documento resulta confuso y contradictorio, ya que menciona explícitamente -dos veces- a la mar del Sur -Océano Pacífico- mientras que la explícita mención de la otra mar -que sería el mar del Norte u Océano Atlántico para Amunátegui- se da sólo una vez en el texto capitular. En un editorial publicado en el diario La Nación de Buenos Aires, Manuel Trélles manifestaba sus dudas acerca de la claridad del texto de la capitulación de Camargo apoyándose además en el siguiente comentario del cronista Herrera:
Cuando el marques don Francisco Pizarro dió la gobernacion del reino de Chile a Pedro de Valdivia, lo contradijo Pedro Sánchez de Hoz, mostrando una cédula real, en que le hacía gobernador de todo lo que poblase en la costa de la mar del Sur, pasada la gobernacion del marques, i lo que estaba encomendado a un caballero natural de Trujillo, llamado Camargo, hermano del obispo de Plasencia, que le hacía la costa para el descubrimiento, que, a lo que se entendió, era lo que ahora parece desde el rio de Maule hasta Chilué; i como el marques habia proveído a Pedro de Valdivia, y la cédula no era bien entendida, dijo a Pedro Sánchez de Hoz que se fuese con Pedro de Valdivia, que lo haria bien con él, i así se le encomendó; i yéndose con él, se halló en la poblacion de Santiago, i le encomendó un repartimiento de indios, i siempre estuvo recatado dél; i embarcándose Valdivia para el Perú, Pedro Sánchez de Hoz, fundado en la cédula real que tenia, i ayudado de algunos que le metieron en ello, viendo fuera del reino a Valdivia, intentó de matar a Francisco de Villagra, a quien habia dejado por su teniente. (32)
Por lo que se desprende del texto, y más allá de los afanes de Amunátegui de presentar esta capitulación de Pedro Sancho de Hoz como una prueba irrefutable de los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes, este documento -como el de Camargo- adolece de varios problemas: en primer lugar, la jurisdicción que designa es prácticamente la misma que la de Camargo -si bien añade una poco clara referencia a la otra parte del estrecho-. En segundo lugar, la ocupación efectiva -objetivo de dicha capitulación- no se concretaría. En este caso, como en la mayoría de estas capitulaciones, resulta complicado aplicar el criterio de uti possidetis iuris. La Patagonia y el estrecho fueron zonas no efectivamente pobladas en la etapa colonial. Tampoco lo serían, como se ha visto, en la etapa independiente.
NOTAS
Ver al respecto Carlos Escudé, "El nacionalismo territorial argentino", cit. en Rubén M. Perina, Argentina en el mundo (1973-1987), Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, p. 245.
Solórzano i Pereira, Política Indiana, libro 1, capítulo 5, número 33, cit. en Miguel Luis Amunátegui, La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina, tomo I, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1879, p. 97.
Vicente D. Sierra, Historia de la Argentina, tomo IX, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1969, pp. 364-366.
Francisco A. Encina, La cuestión de límites entre Chile y la Argentina desde la independencia hasta el tratado de 1881, Santiago de Chile, Nascimento, 1959, pp. 5-6.
Ibid., p. 8.
Informe del virrey don Juan José de Vértiz, dirigido al Ministro Gálvez para que se abandonen los establecimientos de la costa Patagónica, Montevideo, 22 de febrero de 1783, cit. en Vicente Gregorio Quesada, La Patagonia y las tierras australes del continente americano, Buenos Aires, Imprenta y Librerías de Mayo, 1875, Apéndice, XLI, pp. 602-603.
Real Orden, El Pardo, 8 de febrero de 1784, M.S.S. de la Biblioteca de Buenos Aires, Coleccion Segurola, 1780-90, cit. en ibid., Apéndice, XLIII, pp. 607-609.
Entre los documentos con los que Quesada atestigua expediciones a la costa patagónica se encuentran los siguientes: Virrey Juan José de Vértiz al Exmo. don José de Gálvez, Buenos Aires, 5 de febrero de 1779; Actas de fundación de San Julián, Santa Elena, Puerto Deseado y San Gregorio, 1º de abril de 1780, fuentes citadas en ibid., Apéndice, XXX, p. 591 y Apéndice, XXXIV, pp. 595-596.
Don Cristóbal de Aguirre-Memorial del procurador Síndico al Cabildo sobre establecer poblaciones al Sur, Buenos Aires, febrero de 1803, La Revista de Buenos Aires, vol. 5, cit. en ibid., Apéndice, LX, pp. 631-634.
El mapa de Cano y Olmedilla se puede consultar entre otros sitios en el Archivo General de Indias de Sevilla, en los archivos del gobierno británico de Kew Gardens, Londres, y en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford. Ver texto del mapa en Carlos Escudé, op. cit., p. 247.
V.G. Quesada, op. cit., pp. 85-86.
Texto de la real cédula del 27 de octubre de 1777 citado en ibid., pp. 318-322.
Ibid., p. 415.
Ibid.
C. Escudé, op. cit., pp. 246-247.
Texto de la capitulación a Simón de Alcazaba, cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 40-41.
Párrafo de la capitulación del rey de España a Pedro Sancho de Hoz, Toledo, 24 de enero de 1539, cit. en ibid., tomo I, p. 129.
C. Escudé, op. cit., p. 249.
Texto de la capitulación otorgada por el emperador Carlos V a Pedro de Mendoza (versión Quesada), cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, p. 52. Ver también V.G. Quesada, op. cit., p. 55.
Comentarios de Quesada respecto de la capitulación otorgada a Mendoza, cit. en V.G. Quesada, op. cit., p. 55, y en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 52-53.
Félix de Azara, Descripcion é Historia del Paraguay y del Rio de la Plata, vol. 2, Madrid, 1847, p. 3, cit. en V.G. Quesada, op. cit., pp. 55-56.
M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 53-55.
Ibid., tomo I, pp. 55-56.
M.L. Amunátegui, op. cit., tomo II I, Santiago, Imprenta Nacional, 1880, p. 30.
Ibid., tomo III, pp. 30-31.
C. Escudé, op. cit., p. 247, nota 8.
Ibid., pp. 249-250.
M.L. Amunátegui, Títulos de la República de Chile a la soberanía y dominio de la extremidad austral del continente americano, Santiago, Imprenta de Julio Belin, 1853, pp. 87-95, 106-109, cit. en George V. Rauch, The Argentine-Chilean boundary dispute and the development of the Argentine armed forces: 1870-1902, Ph.D. dissertation, New York University, 1989, p. 48.
F.A. Encina, op. cit., pp. 5-6.
G.V. Rauch, op. cit., p. 49.
Texto de la capitulación otorgada a Francisco de Camargo, 24 de enero de 1539, cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 117-118.
Los argumentos de la posición argentina aparecen en el editorial de Trélles en el diario La Nación, Buenos Aires, número 1260, 23 de abril de 1874; Herrera, Historia Jeneral de las Indias, década 8, libro 6, capítulo 11, fuentes citadas en ibid., tomo I, pp. 120-122.
Texto de la capitulación otorgada a Pedro Sancho de Hoz, Toledo, 24 de enero de 1539, cit. en ibid., tomo I, pp. 128-129.
Historias de las Relaciones Internacionales de Argentina
el debate Quesada-Amunátegui
Como se dijo en un capítulo anterior, en 1875 se reanudó la discusión sobre los títulos históricos a la parte austral del continente, al publicar Vicente Gregorio Quesada su obra La Patagonia y las tierras australes del continente americano. A esta siguió una nueva respuesta del ya conocido jurista chileno Miguel Luis Amunátegui bajo el título de La Cuestión de Límites entre Chile y la Argentina, aparecida en Santiago en 1879.
El análisis de las obras mencionadas permite afirmar que ambos estudiosos estructuraron sus argumentos en base a las jurisdicciones de territorios sin ocupar que la Corona española otorgaba a los conquistadores. El punto de partida -que ambos juristas compartían- era que la Argentina y Chile eran herederos de los dominios adjudicados por la Corona española a cada jurisdicción colonial. Dicho criterio de partida era el uti possidetis iuris, criterio razonable respecto de aquellas tierrras que habían sido bien exploradas y en alguna medida ocupadas. Pero resultaba altamente problemático y confuso aplicar el uti possidetis para el caso de los territorios del sur, alegando títulos históricos que, por cierto, se superponían y contradecían. (1)
Además, como es evidente, cuando en los primeros tiempos del descubrimiento otorgaba las zonas para explorar y poblar, la Corona española misma no tenía un conocimiento muy claro acerca de los límites de la Patagonia y del estrecho de Magallanes. El siguiente testimonio del sabio Solórzano y Pereira, de principios del siglo XVI, citado por Amunátegui, es prueba elocuente de ello:
Por el polo antártico o del sur, no se sabe hasta dónde corre la tierra que llaman de Patagones, i estrecho de Magallanes; pero tiénese por cierto que, por frías que sean estas rejiones, se han de hallar pobladas, y continuadas, como las que caen en el otro debajo de la fríjida zona. I por aquí dicen Henrico Martínez, Ortelio i otros, que se juntan con la Nueva Guinea e islas de Salomon, fronterizas del Perú y reino de Chile. (2) |
El humanista venezolano Andrés Bello, establecido en Chile a partir de 1829, también aportó su tesis al debate. En su opinión existían áreas en América Latina que en la época colonial habían estado abandonadas, y que en consecuencia eran res nullius, en cuanto nadie ejercía derecho de ocupación sobre ellas y, por lo tanto, consideraba el criterio del uti possidetis iuris como inaplicable en el caso de territorios coloniales que no hubieran estado efectivamente poblados. Esta tesis de Bello influyó notoriamente en el Sarmiento periodista emigrado en Chile de las décadas de 1840 y 1850. Sarmiento utilizó y modificó la tesis de Bello para dudar de los derechos argentinos sobre la Patagonia y adjudicar el estrecho -y eventualmente la Patagonia- a Chile, argumentando que esas áreas australes no eran vitales para la Argentina, cuyo gobierno "no es capaz de conservar poblado el que le dejó sometido y pacífico la España", y sí lo eran para Chile. Sarmiento se basaba en el principio de que "un territorio limítrofe pertenecerá a aquel de los dos estados a quien aproveche su ocupación, sin dañar ni menoscabar los intereses del otro", en cambio Bello consideraba precisamente la Patagonia como res nullius o tierra de nadie. ¿Qué título histórico podía alegarse como legítimo en aquellos casos, si los existentes eran más bien contradictorios y superpuestos? (3)
Por cierto, la Patagonia estuvo prácticamente desocupada también en la etapa independiente de ambos países. Como reconoce el historiador chileno Francisco Encina, en las constituciones chilenas de 1822 (promulgada por Bernardo O' Higgins), de 1823 y 1828 (redactadas por Juan Egaña y José Joaquín de Mora, respectivamente) no existía referencia a la Patagonia y Tierra del Fuego, ignoradas entre 1817 y 1830. (4) Asimismo Encina sostiene que en la correspondencia de Juan Manuel de Rosas con José Antonio Zúñiga, el primero, al menos hasta 1830, creía que la Confederación Argentina lindaba al sur con la Patagonia, y le señalaba la misma frontera con Chile que la que aparece en la copia del mapa de Cano y Olmedilla remitida por el rey a don Pedro de Cevallos en 1775. Es más: en toda la correspondencia que sostuvo con Zúñiga, Rosas partía de la base de que el cacique Pincheira actuaba en territorio no sujeto a jurisdicción argentina. (5)
Miguel Luis Amunategui
En realidad las posiciones de los mencionados juristas Amunátegui y Quesada compartían muchos puntos débiles. Un punto que ambas sostenían de manera errónea era atribuir un interés recíproco permanente en la región patagónica. Este interés permanente no podía haber existido por diversas razones. Las malas condiciones climáticas y la escasez de opciones económicas de la región hacían que la misma no resultase fácil de ocupar o colonizar, y los propios documentos de la época colonial, confirmando las dificultades apuntadas, registraron momentos de colonización de dicha región en alternancia con otros períodos en los cuales, por problemas de costo económico o humano, se aconsejaba abandonar o despoblar las colonias establecidas en las costas patagónicas. Vale citar como ejemplo de lo último el informe del virrey del Río de la Plata , Juan José de Vértiz, dirigido al ministro Gálvez para que se abandonen los establecimientos de la costa patagónica, fechado el 22 de febrero de 1783 en la ciudad de Montevideo. El informe del virrey Vértiz decía:
Bien conocí desde los principios, que el poblar la costa Patagónica, tenía por objeto acreditar mejor la posesión de ella, y evitar que otras naciones se colocasen en algun punto de la misma, por donde pudiesen introducirse á los Reinos del Perú y Chile; pero esto parece difícil, por la calidad de sus terrenos, por falta de buenos pastos (...) A vista de esto, parecía como preciso el abandonar el establecimiento de la Bahia de San Julian, dejando en él una columna ó pilastra que contuviese las armas reales, y una inscripcion que acreditase la pertenencia de aquel terreno (...) (Documento oficial) (6) |
Como bien señala el informe, el Rey español tenía la intención primaria de evitar la intervención de otras potencias extranjeras en la región austral. Esto lo llevó a alentar a varios conquistadores a explorar y poblar la misma. Incentivos sucesivos fueron otorgados a través de capitulaciones y reales cédulas sin obtener resultado efectivo. Como corolario de este interés primario de la Corona tan difícil de concretar en el caso de zonas inhóspitas como la Patagonia, las superposiciones y contradicciones entre los documentos reales era lógica.
Vicente Gregorio Quesada
Si bien Quesada presentaba un número importante de testimonios referentes al establecimiento de colonias sobre las costas patagónicas cuyo emprendimiento partió de Buenos Aires, especialmente luego de la creación del Virreinato del Río de la Plata, también existieron informes -como el citado arriba- igualmente relevantes que planteaban la descolonización de dicha región. Tras el examen de la documentación presentada por Quesada durante la época virreinal queda claro que el tema de poblar o no la Patagonia constituyó un verdadero dilema para las autoridades coloniales. Esta idea resulta bastante distinta de la imagen que Quesada o el propio Amunátegui pretendieron plantear acerca de una política permanente de ocupación de la región patagónica por parte de las autoridades, fueran éstas de Buenos Aires, Montevideo o Santiago de Chile -esta tercera opción bastante más improbable por cuestión de distancias-. Más bien la política de ocupación y colonización de la Patagonia desde Buenos Aires tuvo un carácter errático, como parece probarlo la real orden expedida el 8 de febrero de 1784, cuyo texto que se reproduce en su totalidad, señalaba lo siguiente:
Real Orden- En consecuencia de la Real Orden que con esta fecha comunico á V.E. sobre el reintegro de don Juan de la Piedra á la Comision de Superintendente de la Costa Patagónica, y los demas particulares que comprehende la soberana resolucion de S.M. dada sobre consulta del Consejo pleno de Indias, debo prevenir tambien á V.E. que el ánimo, y el objeto del Rey, bien esplicados en su Real cédula de catorce de mayo de mil setecientos setenta y ocho, se dirigieron á impedir, por medio de algunos establecimientos en dicha costa, que cualquier nacion estrangera se pudiese situar en ella, y que se facilitase con el tiempo hacer la pesca de la Ballena, por ser este un ramo de comercio que produciria grandes beneficios á la nacion, ó procuraria á esta otras ventajas y aprovechamientos. Y como despues de haber hecho varios reconocimientos, asi en el Puerto de San José, y Río Negro, como en otras diferentes Bahias hasta mas allá de San Julian, propuso don Juan José de Vertiz en su carta de veinte y dos de febrero del año proximo anterior, que se renunciase á los establecimientos erigidos en la espresada Bahia de San Julian, y otros de aquellos parajes, por conceptuarlos inútiles, y gravosos á ese Real Erario, segun los informes que se le habian hecho; quiere el Rey que, sinembargo de haberse aprobado en Real órden de primero de agosto del mismo año lo que sobre este punto consultó Vertiz, reconozca y examine V.E. con la refleccion y exactitud, que le son propias, todos los documentos y planos que existen en la secretaría, y Archivo de ese Vireinato relativos á ese importante asunto, tomando las demás noticias que estimare precisas; y que bien meditado todo, especialmente los dictámenes que dieron á su antecesor el brigadier don José Custodio de Sáa y Faria, y el capitan de navio don Pedro de Cárdenas, sobre la Bahia y Puerto de San José, esponga V.E. el juicio que formare en cuanto á su abandono y el de los otros establecimientos de la Bahia de San Julian, y Puerto Deseado, como tambien sobre la reduccion de el del Rio Negro, á fin de que bien enterado S.M. pueda resolver con el debido conocimiento si han de quedar enteramente abandonados y desiertos los referidos parajes, ó si convendrá volver á erigir pequeñas poblaciones en algunos de ellos, cuando lo permitan los grandes gastos y empeños con que se halla gravada esa Real Hacienda de resultas de la guerra última y de las conmociones internas DE ESA PROVINCIA-Dios guarde á V.E. muchos años-El Pardo, ocho de febrero de mil setecientos ochenta y cuatro-Josef de Galvez-Señor marqués de Loreto. (7) |
El punto fuerte de la argumentación argentina residía en que con posterioridad a la creación del Virreinato la mayor parte de las expediciones a la costa patagónica se pusieron a cargo de Buenos Aires, y ello era lógico desde un punto de vista estrictamente geográfico. Buenos Aires quedaba más cerca que Santiago si la meta era dicha costa. La lógica del argumento se potenciaba teniendo en cuenta las limitaciones técnicas de la navegación de la época. Quesada testimoniaba un conjunto de expediciones a las costas patagónicas. Entre las mismas cabe citar la expedición del Superintendente Juan de la Piedra, que partió de Montevideo el 17 de diciembre de 1778, y las actas de fundación de San Julián, Santa Elena, Puerto Deseado y San Gregorio el 1º de abril de 1780, en la costa atlántica sur, por disposición del Virrey del Río de la Plata. (8)
No obstante el argumento de la presencia de las expediciones provenientes de Buenos Aires o de Montevideo a las costas patagónicas como "títulos" que justificaban los eventuales derechos argentinos sobre la Patagonia y el estrecho de Magallanes quedaba relativizado por el hecho de que dichas expediciones no implicaron una presencia permanente en la región austral. Como consecuencia de la falta de continuidad en las políticas de ocupación y colonización promovidas desde Buenos Aires, dichos establecimientos debieron enfrentar innumerables problemas, entre ellos el de los indios -los reales ocupantes de la región patagónica- y el de la falta de recursos. De estos problemas se quejaba amargamente el procurador síndico en el Cabildo de Buenos Aires, en febrero de 1803, exhortando a las autoridades capitulares a tener una política más efectiva de poblamiento de la región austral. Quesada acotaba al respecto:
El procurador síndico hace notar que las poblaciones en la costa Patagónica son ineficaces, sino se les sostienen con la poblacion interior; por que esas colonias aisladas no solo son escesivamente dispendiosas, sino espuestas en caso de ataque. El mayor inconveniente de las invasiones de los indios consiste, dice «en que tienen un mercado para sus robos en Chile, con cuyo aliciente la guerra se hace interminable». «Es pues preciso, continúa, cerrarles el paso y alejarlos de nuestras estancias del modo que les sea muy difícil invadirlas: (...). La necesidad de esta operacion fue conocida desde que se restableció esta capital, pues aun no se habian pasado veinte años cuando el célebre gobernador Hernandarias de Saavedra hizo una entrada hasta las cercanías del Estrecho. Ni la desgracia de haber quedado prisionero y sufrido derrota su pequeño ejército, le impidió reiterarla luego que se vió en libertad, juntando para ello mayores fuerzas. Los conocimientos prácticos que se adquiririan en estas dos espediciones acerca de los lugares y sus habitantes, se borraron de la memoria, y lo que es aun mas sensible, se borró tambien la imitacion de estos utilísimos ejemplos». «Fundado en estos principios el Ilustrísimo cabildo de esta capital ha solicitado siempre que sus guardias tan inútiles en el lugar que hoy ocupan, se coloquen en la sierra y que se dé principio al establecimiento de nuevas poblaciones, (...)». (9) |
Para Quesada, "este documento importantísimo, es una prueba inequívoca de la jurisdicción y dominio de Buenos Aires en la Patagonia y estremidad austral del continente". Más bien, parece ser una prueba testimonial más de la falta de continuidad en la ocupación y colonización de la región patagónica por parte de las autoridades de Buenos Aires, actitud que justamente criticaba el procurador síndico en el Cabildo porteño. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿se pueden, como lo hacen Quesada y Amunátegui, establecer títulos históricos basados en cédulas y documentos que muestran una ocupación errática en una región en la que sus reales dueños eran los indios y no las autoridades coloniales?
A estos testimonios de Quesada respecto de la presencia argentina en la Patagonia, Amunátegui oponía el mapa de Cano y Olmedilla de 1775 -el argumento más fuerte a favor de Chile-, pues en el mismo aparecía la Patagonia y el estrecho de Magallanes como territorios chilenos. Dicho testimonio cartográfico se titulaba "Mapa Geográfico de la América Meridional dispuesto y gravado por don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, Geógrafo Pensionado de S.M.", y dividía al "Reyno de Chile" en "Chile Antiguo" por el norte y "Chile Moderno" por el sur. Respecto del "Chile Moderno", el mapa incluía una leyenda que decía "Chile Moderno, que los geógrafos antiguos llamaron Tierra Magallánica, de los Patagones y de los Césares, tan celebrados del vulgo cuando no hai en estos países naciones más crecidas que los Aucas, Puelches, Toelches y Serranos, de quienes demanan otras parcialidades que tratan con los Españoles". Este mapa anulaba la hipótesis de que la Patagonia hubiera estado incluida en la gobernación de Buenos Aires antes de la creación del Virreinato. (10) El mapa de Cano y Olmedilla de 1775 fue el testimonio que permitió al canciller chileno Adolfo Ibáñez sostener en una nota del 28 de enero de 1874 que el límite más austral de la provincia de Buenos Aires era el Río Negro.
Quesada oponía al mapa de Cano y Olmedilla -anterior a la creación del Virreinato del Río de la Plata-, dos mapas posteriores -al de Cano y Olmedilla y a la creación de dicho Virreinato-: uno, levantado por el escritor y geógrafo don Miguel de Lastarria, y otro, por el virrey del Perú. En ninguno de ellos -sostenía Quesada- se le demarcaba territorio a Chile al oriente de los Andes. (11) Resultaba éste un interesante caso de mapas contradictorios, y reveladores del escaso conocimiento del terreno patagónico por parte de las autoridades coloniales. En su deseo de refutar la validez del mapa de Cano y Olmedilla, Quesada oponía una segunda argumentación: que el mapa presentado por Chile era de 1775, no exhibía título ni resolución real y que era anterior a la cédula de creación del Virreinato del Río de la Plata del 1º de agosto de 1776.
Los argumentos de Quesada y Amunátegui compartían, como se dijo, serias debilidades. En el caso argentino, la mayor dificultad radicaba en que la real cédula del 1º de agosto de 1776, que fundó el Virreinato del Río de la Plata, no hacía la menor mención de los territorios del sur al definir las fronteras de la nueva entidad político-administrativa. Tampoco se mencionaba la Patagonia en la real cédula del 27 de octubre de 1777, que confirmaba la erección del Virreinato del Río de la Plata y hacía referencia a la cédula de creación del 1º de agosto de 1776. La cédula de 1777 decía lo siguiente:
(...) Don Juan José de Vertiz, Teniente General de mis Reales Ejércitos: Por mi cédula de 1º de agosto del año próximo pasado, tuve por conveniente nombrar para Virey, Gobernador y Capitan General de las Provincias del Rio de la Plata, y distrito de la Audiencia de Charcas con los territorios de las ciudades de Mendoza y San Juan de la Frontera ó del Pico de la Gobernacion de Chile, al Capitan General de mis Reales Ejércitos don Pedro de Cevallos, mediante las circunstancias que entónces concurrian para ello, y durante se mantuviese este Capitan General en la comision á que fué destinado en esa América meridional. Y comprendiendo ya lo muy importante que es á mi Real servicio y bien de mis vasallos en esa parte de mis dominios la permanencia de esta dignidad, porque desde Lima á distancia de mil leguas no es posible atender al Gobierno de las espresadas Provincias tan remotas, ni cuidar á que el Virey de ellas dé la fuerza y conservacion de ellas en tiempo de guerra: He venido en resolver la continuacion del citado empleo de Virey, Gobernador y Capitan General de las Provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucuman, Potosi, Santa Cruz de la Sierra, Charcas, y de todos los corregimientos, pueblos y territorios á que se estiende la jurisdiccion de aquella Audiencia, comprendiéndose assi mismo bajo del propio mando y jurisdiccion, los territorios de las ciudades de Mendoza y San Juan del Pico, que estaban a cargo de la gobernacion de Chile, con absoluta independencia del Virey de Perú y del presidente de Chile (...) Dado en San Lorenzo el Real á 27 de octubre de 1777-YO EL REY-Joseph de Galvez. (12) |
En el caso de la etapa posterior a 1810, los documentos que Quesada presentaba como pruebas de la presencia argentina no demostraban una ocupación efectiva de la zona austral. Vale mencionar, por ejemplo, la memoria del coronel Pedro García del 26 de noviembre de 1811, citada en la Colección de Documentos sobre el Río de la Plata, de Pedro de Angelis, tomo 3, en la que García afirmaba que debe proponerse "estender nuestras poblaciones hasta la falda de la cordillera famosa de Chile", y proyectaba un plan para avanzar las fronteras. (13) Pero, contra los deseos de Quesada, proyectos no eran realidades y la conclusión del jurista argentino de que el gobierno del Río de la Plata tuvo posesión efectiva sobre la costa patagónica hasta 1811 resulta poco convincente. (14)
Por el lado chileno, Amunátegui argumentaba en forma igualmente poco convincente que los derechos chilenos se remontaban a una serie de capitulaciones y cédulas reales, algunas de ellas perdidas, muchas de ellas incentivos no logrados por falta de recursos para concretar la ocupación de las jurisdicciones otorgadas. Entre dichos documentos, Amunátegui presentaba la capitulación de la Corona española con Simón de Alcazaba correspondiente al 21 de mayo de 1534. Pero este argumento enfrentaba dos dificultades: la superposición con jurisdicciones otorgadas a los conquistadores del Río de la Plata en disposiciones posteriores y el hecho de que el Rey no concedía a Alcazaba tierras sobre el Atlántico, como pretendía Amunátegui, sino que lo autorizaba sólo a desembarcar y explorar en las costas del mencionado océano, dejando en suspenso la eventual posibilidad de concesión de tierras. (15) Así parece desprenderse del texto de la capitulación celebrada con Simón de Alcazaba, cuya versión, citada por Amunátegui, decía:
Primeramente, que vos darémos licencia, como por la presente vos la damos, para que en nuestro nombre e de la corona real de Castilla, podais conquistar, pacificar i poblar las tierras i provincias que hobiere por la dicha costa del mar del Sur en las dichas doscientas leguas mas cercanas a los limites de la gobernacion que tenemos encomendada al dicho don Pedro de Mendoza, lo cual hayais de facer dentro de seis meses desde el dia de la fecha desta, estando a la vela con los navíos necesarios para llevar, i que lleveis en ellos, ciento i cincuenta hombres destos nuestros reinos de Castilla y de otras partes permitidas; i dentro de año i medio i en adelante luego siguiente, seais tenido i obligado a proseguir e fenecer el dicho viaje con otros cien hombres, con las personas relijiosas e clérigos, e con los nuestros oficiales, que para conversion de los indios a nuestra santa feé i buen recaudo de nuestra hacienda, vos serán dados i señalados por nuestro mandado, a los cuales relijiosos habeis de dar i pagar el flete i matalotaje i los otros mantenimientos necesarios, conforme a sus personas, todo a vuestra costa, sin por ello les llevar cosa alguna durante toda la dicha navegacion, lo cual mucho vos encargamos que así hagais i cumplais, como cosa del servicio de Dios i nuestro, porque de lo contrario, nos terníamos de vos por deservidos. Item, vos darémos, i por la presente vos damos, licencia i facultad para que si del dicho estrecho de Magallánes, prosiguiendo la dicha navegacion, hasta llegar al término de las dichas doscientas leguas, que, como dicho es, ha de ser el límite de la dicha vuestra gobernacion e conquista, tuviéredes noticia de algunas tierras e islas que al servicio de Dios i nuestro convenga tener entera relacion dellas, podais, en tal caso, vos, o la persona que para ello señaláredes, con acuerdo de los nuestros oficiales i de los dichos relijiosos, con que no sean mas de cuatro personas, salir a tierra, poniendo por escrito todo lo que consigo llevaren cada una de las dichas cuatro personas para rescate, o en otra cualquier manera, e ansí mismo lo que trajeren consigo cuando tornasen a los dichos navíos, para que de todo se tenga en cuenta i razon, i se ponga particularmente por escrito la calidad de la tierra i moradores i naturales della, e de las cosas que se dan e crian en ella, para que, informados nosotros de la verdad de todo ello, proveamos lo que convenga al servicio de Dios e nuestro. Item, vos prometemos que, durante el tiempo de los dichos dos años, ni despues, cumpliendo lo que por vuestra parte fuéredes tenido a cumplir por este asiento i capitulacion, no darémos licencia a ninguna persona para conquistar i descubrir las tierras i provincias que se incluyeren en las dichas doscientas leguas continuadas desde donde se acaban los límites de la gobernacion del dicho don Pedro de Mendoza, como dicho es; ántes lo defenderémos espresamente; i para ello, vos darémos las provisiones que fueren necesarias. Item, vos hacemos nuestro gobernador por toda vuestra vida de las dichas tierras i provincias que ansí descubriéredes i pobláredes en el término de las dichas doscientas leguas, con salario de mil i quinientos ducados en cada un año, pagados de los provechos que nos tuviésemos en la dicha tierra (...). (16) |
Ambos juristas, Amunátegui y Quesada, en su afán por demostrar los derechos de sus respectivos países sobre títulos históricos altamente discutibles, decidieron olvidar las contradicciones en que incurrían las distintas capitulaciones y cédulas otorgadas por la Corona española, que llevaban al problema de superposición de las distintas jurisdicciones. Tampoco tomaron en cuenta que muchas de estas disposiciones no resultaban de carácter obligatorio para el propio rey. Así el texto de la capitulación del rey de España con Pedro Sancho de Hoz, del 24 de enero de 1539, que Amunátegui citaba como una de las pruebas documentales de los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes, poseía un párrafo que liberaba al rey de obligaciones respecto del beneficiario de esta capitulación en caso de no ser concretada la ocupación -alternativa que en la práctica no fue nada inusual, dadas las dificultades para el establecimiento efectivo en la zona austral-. Dicho párrafo, al señalar claramente que el rey es el real propietario de las zonas a conquistar, y no los eventuales beneficiarios de las capitulaciones, autoriza a abrigar serias dudas acerca del grado de validez jurídica de estas precarias capitulaciones para sostener títulos históricos por parte de la Argentina o Chile. El párrafo decía lo siguiente:
(...) Item, vos prometemos que, hecho el dicho descubrimiento de la otra parte del dicho estrecho, o de alguna isla que no sea en paraje ajeno, os harémos la merced a vuestros servicios; i entre tanto que no somos informados de lo que así descubriéredes, seais nuestro gobernador dello. Por ende, por la presente, haciendo vos el dicho Pero Sancho de Hoz a vuestra costa, i segun i de la manera que de suso se contiene el dicho descubrimiento, digo i prometo que vos será guardada esta capitulacion, i todo lo en ella contenido; i no lo haciendo, ni cumpliendo ansí, nos no seamos obligados a vos mandar guardar ni cumplir lo susodicho, ni cosa alguna dello; ántes vos mandáremos castigar, i proceder contra vos, como contra persona que no guarda ni cumple, i traspasa los mandamientos de su rei y señor natural; i dello mandamos dar la presente, firmada de mi nombre, y refrendada de mi infrascripto secretario. Fecha en Toledo a 24 días del mes de enero de 1539 años.- YO EL REI. (17) |
Además, para sostener lo insostenible, Quesada y Amunátegui debieron recurrir a la trampa. Por ejemplo, el emperador Carlos V firmó tres capitulaciones en un mismo día, el 21 de mayo de 1534, con Diego de Almagro, Pedro de Mendoza, y Simón de Alcazaba, concediéndoles a cada uno de ellos 200 leguas por la mar del Sur hacia el estrecho de Magallanes. Como supuestamente los títulos argentinos tenían su sostén en la capitulación de Mendoza y los chilenos en la de Almagro y Alcazaba, Quesada borró la evidencia documental de la capitulación de Alcazaba y supuso que la otorgada a Pedro de Mendoza llegaba hasta el estrecho de Magallanes, y no hacia dicho estrecho, como en realidad decían las capitulaciones dadas por Carlos V en esa fecha a Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Simón de Alcazaba. En el original de la capitulación de Mendoza, disponible en el Archivo General de Indias, "hacia" se escribe en español arcaico con "z" y basta trazar una pequeña raya para transformarlo mágicamente en un "hasta" moderno. Pero ambos términos aparecen varias veces en la citada capitulación y, contra los trucos de Quesada, "hasta" no presenta ninguna rareza. "Hacia" y "hasta" son discernibles a simple vista. Por lo tanto, no hay dudas de que el Rey español le concedió a Mendoza doscientas leguas hacia y no hasta el estrecho de Magallanes. (18)
Esta falacia de Quesada no pasó desapercibida ante su contrincante Amunátegui. Este primeramente citaba la capitulación otorgada a Pedro de Mendoza el 21 de mayo de 1534 de acuerdo con la versión de Quesada:
Primeramente os doi licencia y facultad para que por nos, i en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais entrar en el dicho rio de Solis, que llaman de la Plata, hasta la mar del Sur, donde tengais doscientas leguas de luengo de costa de gobernacion, que comience desde donde se acaba la gobernacion que tenemos encomendada al mariscal don Diego de Almagro hasta el estrecho de Magallánes, i conquistar i poblar las tierras i provincias que hobiese en las dichas tierras. (...) (19) |
Posteriormente, el erudito chileno citaba las conclusiones que Quesada extraía de la citada capitulación:
Claro y bien determinado es que el territorio que el rei concede como gobernacion del rio de la Plata: toda la costa del mar del Norte, es decir, la Patagonia, inclusive el estrecho de Magallánes y doscientas leguas de costas en el mar del Sur hasta la gobernacion de Almagro, incluyendo, por tanto, la tierra del Fuego. De manera que el primer documento auténtico emanado del soberano único de estos territorios, los demarca y limita de una manera tan precisa como terminante. Se puede, pues, decir que el límite austral de la gobernacion del Rio de la Plata en 1534 comprendia las costas de ambos mares, Atlántico i Pacífico, o como se llamaban entónces del Norte y del Sur, hasta el estrecho de Magallanes, lo que importa incluirlo en el territorio designado para la gobernacion de que se trata. (20) |
Para tratar de probar su argumento, Quesada se respaldaba en las palabras de Don Félix de Azara en su obra Descripcion é Historia del Paraguay y del Rio de la Plata, donde decía, en referencia a esta capitulación de Pedro de Mendoza,
que su jurisdiccion principiase al Norte de la Isla de Santa Catalina, siguiendo la costa del mar, dando vuelta al Cabo de Hornos y doscientas leguas mas en el mar Pacífico, hasta encontrar con el Gobierno de Diego de Almagro en Chile. (21) |
Una vez citados el texto de la capitulación de Carlos V a Pedro de Mendoza y los comentarios de Quesada, Amunátegui denunciaba la falacia de su contrincante en estos términos:
es preciso advertir que la copia de la capitulacion de don Pedro de Mendoza tenida a la vista por el señor Quesada, es incorrecta, i lo que todavía es mas digno de tenerse presente, incorrecta en punto grave. Escusado me parece declarar del modo mas categórico que estoi mui léjos de formular por ello un cargo personal a un literato tan honorable, como el erudito e ilustrado director de la biblioteca de Buenos Aires, quien indudablemente ha caído en error solo por la lijereza o inhabilidad de algun copiante. (...) Si se compara el testo del artículo primero de la mencionada capitulacion publicado por el señor Quesada en la pájina 55 de su libro, (...) con el testo del mismísimo artículo insertado en la pájina 351, tomo 22, de la COLECCION DE DOCUMENTOS INEDITOS DEL ARCHIVO DE INDIAS; (...) se notará inmediatamente que hai entre los unos i los otros sustanciales diferencias. (...) En ese artículo, segun resulta de la redaccion presentada por este señor, el rei concedía a Mendoza en la costa de la mar del Sur una gobernacion de doscientas leguas de largo, las cuales debían comenzar "desde donde se acaba la gobernacion que tenemos encomendada al mariscal don Diego de Almagro hasta el estrecho de Magallánes". El testo de este artículo primero de la capitulacion insertado en la COLECCCION DE DOCUMENTOS INEDITOS dice hacia, en vez de hasta. "Vos doi licencia para que por nos, i en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais entrar por el dicho rio de Solis, que llaman de la Plata, hasta la mar del Sur, donde tengais doscientas leguas de luengo de costa de gobernacion, que comience desde donde se acaba la gobenacion que tenemos enconmendada al mariscal don Diego de Almagro, hacia (i no hasta, como dice la copia del señor Quesada) el estrecho de Magallánes, i conquistar i poblar las tierras i provincias que hubiere en las dichas tierras". (22) |
Amunátegui concluía su crítica a Quesada mencionando una serie de argumentos:
es indudable que el artículo dice hacia, como lo espresa el testo de la COLECCION DE DOCUMENTOS INEDITOS, i no hasta, como lo espresa el testo de la obra del señor Quesada. La primera razon que tengo para creerlo así es que el editor de la coleccion mencionada, que no tiene ningun interes en el presente debate, y que talvez ignora haberse trabado, declara en la portada de varios de los tomos, i entre otros, en la del tomo 22, que su publicacion es competentemente autorizada. La segunda, que en las capitulaciones a favor de Almagro i de Alcazaba espedidas en la misma mismísima fecha que la referente a Mendoza, se emplea en pasajes análogos hacia, i no hasta el estrecho, a pesar de que en la de Alacazaba se trataba de una comarca mucho mas vecina al estrecho, que en las otras dos, cuyos linderos meridionales quedaban distantes centenares de leguas.(...) El rei concedía por la capitulacion fecha 21 de mayo de 1534 a Simon de Alcazaba, una gobernacion de doscientas leguas que debian contarse hacia el estrecho de Magallanes inmediatamente despues de concluidas las doscientas leguas que con la misma fecha adjudicaba a Mendoza a lo largo de la costa del mar del Sur. Si la gobernacion de este último llegaba hasta el estrecho, como lo dice el testo publicado por el señor Quesada, ¿dónde habría existido, en tal hipótesis, el territorio dado a Alcazaba, territorio que debia encontrarse despues de la pertenencia de Mendoza, i ántes del estrecho? (23) |
Vale citar otra argumentación de Quesada particularmente débil. Por ejemplo, presentaba la real cédula del 30 de enero de 1663 al gobernador de las provincias del Río de la Plata, como prueba de los derechos argentinos sobre la Patagonia. El texto de la real cédula no mencionaba expresamente la Patagonia. En realidad, el mismo decía:
Al gobernador de las provincias del Río de la Plata, presidente de mi real audiencia que se ha mandado fundar en la ciudad de la Trinidad, puerto de Buenos Aires. Por cédula mia de 15 de este mes, que recibireis en esta ocasion, se os da aviso de algunos designios de ingleses en las Indias; i se os encargó estuviésedes mui a la mira, previniendo en las costas de esas provincias lo que juzgáredes que conviene, para que, en los puertos ni plazas dellas (...) Fecha en el Pardo, a 30 de enero de 1663 años.-(Firma autógrafa) YO EL REI.- Por mandado del Rei, Nuestro Señor, Don Juan del Solar. (24) |
Cabe reconocer que la refutación que Amunátegui realizaba a esta débil prueba documental presentada por Quesada era altamente valedera. Decía el jurista chileno:
El que el rei ordenase al presidente-gobernador del Rio de la Plata que defendiese contra los enemigos esteriores los puertos i costas de su distrito no significaba de ninguna manera, que las costas i los puertos de su jurisdiccion comprendiesen las costas i los puertos de la Patagonia. ¿Acaso el Rio de la Plata no tenia costas i puertos propios? ¿Acaso Buenos Aires no es un puerto? (25) |
En este punto Amunátegui tenía razón. ¿Dónde se mencionaban en el texto de la real cédula del 30 de enero de 1663 las costas patagónicas o el estrecho de Magallanes como pertenecientes a la gobernación de Buenos Aires? Este texto, junto al contundente mapa de Cano y Olmedilla, la prueba más sólida presentada por Chile, anulaba la hipótesis argentina de que la Patagonia había pertenecido a la gobernación de Buenos Aires en el período previo a la creación del Virreinato del Río de la Plata. Por razones de comodidad geográfica, quizás resultaba altamente probable que las expediciones a la Patagonia fueran más frecuentes desde Buenos Aires que desde Santiago, y que la región patagónica hubiera sido de facto sometida al control jurisdiccional de Buenos Aires a partir de la creación del Virreinato, pero esto nunca llegó a concretarse oficialmente. (26)
Por su parte, las falacias de Amunátegui eran menos burdas que las de Quesada -en el sentido de que no recurrió como el último al extremo de adulterar el texto de los documentos reales- pero no más honestas. Por ejemplo, se negaba a reconocer que la jurisdicción otorgada por la Corona española a Mendoza sobre el Atlántico no estaba claramente establecida en su capitulación y que las 200 leguas se aplicaban al Pacífico pero no al Atlántico. A esto debe agregarse la ya mencionada pretensión de Amunátegui de que la capitulación de Alcazaba otorgaba a éste jurisdicción en el Atlántico, cuando la letra de la capitulación hacía referencia sólo a derechos de exploración. La mención de la Corona española acerca de la posibilidad eventual de que se le adjudicaran las tierras a Alcazaba, si ello resultaba conveniente para las autoridades reales, se transformó en la imaginación de Amunátegui en una concesión real. Concesión que por otra parte nunca llegó a concretarse porque la expedición de Alcazaba terminó en un fracaso. (27)
La búsqueda de antecedentes históricos de los derechos chilenos por parte de Amunátegui resultaba tan caprichosa como la de su contrincante argentino. Citaba por ejemplo la presencia de misioneros jesuitas provenientes de Chile en la región del lago Nahuel Huapi, al este de los Andes, como una evidencia de los derechos chilenos a la posesión del área, pero desechaba al mismo tiempo las actividades de los misioneros jesuitas provenientes de Paraguay como una prueba de la validez de los reclamos argentinos. (28)
El historiador Encina, muy influido por los argumentos de Amunátegui, sostiene, para el período independiente de la historia de Chile, que entre 1817 y 1830 los gobiernos trasandinos, que tenían derechos sobre el área austral como herederos de la Capitanía General de Chile -a la cual supuestamente estaba sujeta dicha área-, "renunciaron voluntariamente" a la soberanía sobre la Patagonia y parte occidental (sic) de Tierra del Fuego y omitieron la referencia a estas regiones en las constituciones de 1822, 1823 y 1828. (29) De manera poco convincente, se explica esa "renuncia" como consecuencia del predominio de un sentimiento "americanista" en Chile, por el cual los chilenos, todavía bajo el influjo romántico del rol de San Martín y del ejército mendocino en la gesta emancipadora, percibían a sus vecinos argentinos como hermanos y no como enemigos, argumento que resulta muy débil. En la etapa posterior a 1810, Chile todavía distaba de ser un Estado tan poderoso como para permitirse semejante gesto de altruísmo. ¿No sería más convincente explicar esta aparente "renuncia" como lo que en realidad parece haber sido, esto es, como la falta de capacidad tanto del Estado chileno -y mucho más del balcanizado Estado argentino, tan balcanizado que ni siquiera existía- para ocupar efectivamente la Patagonia y el estrecho de Magallanes?
En su examen de las reales cédulas, Amunátegui no veía nada que contrariase los derechos chilenos a las regiones en disputa, pero historiadores posteriores han examinado con cuidado esas evidencias documentales y han considerado sin valor muchos de los argumentos expuestos por Amunátegui, tal el caso, por ejemplo, de Benjamín Vicuña Mackenna, quien, poseedor de una visión "panamericanista" y aterrado con la posibilidad de una guerra entre la Argentina y Chile, se convirtió en un detractor de Amunátegui. (30)
Por ejemplo, el texto de la capitulación a Francisco Camargo del 24 de enero de 1539, citada por Amunátegui como prueba de la presencia chilena en la Patagonia y estrecho de Magallanes, decía lo siguiente:
Por cuanto vos, Francisco de Camargo, vecino y rejidor de la ciudad de Plasencia, nuestro criado, por la mucha voluntad que teneis de nos servir i del acrecentamiento de nuestra corona real de Castilla, os ofreceis de ir a conquistar i poblar las tierras i provincias que hai por conquistar i poblar en la costa del mar del Sur desde donde se acabaren las doscientas leguas que en la dicha costa están dadas en gobernacion a don Pedro de Mendoza, hasta el estrecho de Magayais; i con toda la vuelta de costa i tierra del dicho estrecho hasta la vuelta por la otra mar al mismo grado que corresponda al grado donde hubiere acabado en la dicha mar del Sur la gobernacion de don Pedro de Mendoza, i comenzase la suya, i las islas que están en el paraje de las dichas tierras i provincias que ansí habeis de conquistar i poblar en la dicha mar del Sur, siendo dentro de nuestra demarcacion. (31) |
Para la posición chilena, la mención de "la otra mar" es prueba fehaciente de la proyección hacia el Atlántico de la jurisdicción de Camargo; para la posición argentina, en cambio, el documento resulta confuso y contradictorio, ya que menciona explícitamente -dos veces- a la mar del Sur -Océano Pacífico- mientras que la explícita mención de la otra mar -que sería el mar del Norte u Océano Atlántico para Amunátegui- se da sólo una vez en el texto capitular. En un editorial publicado en el diario La Nación de Buenos Aires, Manuel Trélles manifestaba sus dudas acerca de la claridad del texto de la capitulación de Camargo apoyándose además en el siguiente comentario del cronista Herrera:
Cuando el marques don Francisco Pizarro dió la gobernacion del reino de Chile a Pedro de Valdivia, lo contradijo Pedro Sánchez de Hoz, mostrando una cédula real, en que le hacía gobernador de todo lo que poblase en la costa de la mar del Sur, pasada la gobernacion del marques, i lo que estaba encomendado a un caballero natural de Trujillo, llamado Camargo, hermano del obispo de Plasencia, que le hacía la costa para el descubrimiento, que, a lo que se entendió, era lo que ahora parece desde el rio de Maule hasta Chilué; i como el marques habia proveído a Pedro de Valdivia, y la cédula no era bien entendida, dijo a Pedro Sánchez de Hoz que se fuese con Pedro de Valdivia, que lo haria bien con él, i así se le encomendó; i yéndose con él, se halló en la poblacion de Santiago, i le encomendó un repartimiento de indios, i siempre estuvo recatado dél; i embarcándose Valdivia para el Perú, Pedro Sánchez de Hoz, fundado en la cédula real que tenia, i ayudado de algunos que le metieron en ello, viendo fuera del reino a Valdivia, intentó de matar a Francisco de Villagra, a quien habia dejado por su teniente. (32)
Primeramente, vos doi licencia i facultad a vos el dicho Pero Sancho de Hoz para que por nos, y en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais navegar con los dichos navíos que ansí os ofreceis a hacer para la dicha mar del Sur, donde tienen las dichas gobernaciones los dichos marques don Francisco Pizarro, i adelantado don Diego de Almagro, i don Pedro de Mendoza, i Francisco de Camargo, hasta el dicho estrecho de Magallánes, i la tierra que está de la otra parte dél; y de ida o de vuelta, descubrireis toda aquella costa de la parte del dicho estrecho, sin que entreis en los límites i paraje de las islas i tierra que están dadas en gobernacion a otras personas a conquistar, e a gobernar, ni rescatar, sino fuese mantenimiento para sustentacion de la jente que lleváredes, con tanto que no toqueis en los límites y demarcacion del serenísimo rei de Portugal, nuestro hermano, ni en los Malucos, ni en los límites que, por la última contratacion y empeño, se dió al serenísimo rei. Item, vos prometemos que, hecho el dicho descubrimiento de la otra parte del dicho estrecho, o de alguna isla que no sea en paraje ajeno, os harémos la merced a vuestros servicios; i entre tanto que nos somos informados de lo que así descubriéredes, seais nuestro gobernador dello. (...) Fecha en Toledo a 24 días del mes de enero de 1539 años. -YO EL REI -(...) (33) |
Por lo que se desprende del texto, y más allá de los afanes de Amunátegui de presentar esta capitulación de Pedro Sancho de Hoz como una prueba irrefutable de los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes, este documento -como el de Camargo- adolece de varios problemas: en primer lugar, la jurisdicción que designa es prácticamente la misma que la de Camargo -si bien añade una poco clara referencia a la otra parte del estrecho-. En segundo lugar, la ocupación efectiva -objetivo de dicha capitulación- no se concretaría. En este caso, como en la mayoría de estas capitulaciones, resulta complicado aplicar el criterio de uti possidetis iuris. La Patagonia y el estrecho fueron zonas no efectivamente pobladas en la etapa colonial. Tampoco lo serían, como se ha visto, en la etapa independiente.
NOTAS
Ver al respecto Carlos Escudé, "El nacionalismo territorial argentino", cit. en Rubén M. Perina, Argentina en el mundo (1973-1987), Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, p. 245.
Solórzano i Pereira, Política Indiana, libro 1, capítulo 5, número 33, cit. en Miguel Luis Amunátegui, La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina, tomo I, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1879, p. 97.
Vicente D. Sierra, Historia de la Argentina, tomo IX, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1969, pp. 364-366.
Francisco A. Encina, La cuestión de límites entre Chile y la Argentina desde la independencia hasta el tratado de 1881, Santiago de Chile, Nascimento, 1959, pp. 5-6.
Ibid., p. 8.
Informe del virrey don Juan José de Vértiz, dirigido al Ministro Gálvez para que se abandonen los establecimientos de la costa Patagónica, Montevideo, 22 de febrero de 1783, cit. en Vicente Gregorio Quesada, La Patagonia y las tierras australes del continente americano, Buenos Aires, Imprenta y Librerías de Mayo, 1875, Apéndice, XLI, pp. 602-603.
Real Orden, El Pardo, 8 de febrero de 1784, M.S.S. de la Biblioteca de Buenos Aires, Coleccion Segurola, 1780-90, cit. en ibid., Apéndice, XLIII, pp. 607-609.
Entre los documentos con los que Quesada atestigua expediciones a la costa patagónica se encuentran los siguientes: Virrey Juan José de Vértiz al Exmo. don José de Gálvez, Buenos Aires, 5 de febrero de 1779; Actas de fundación de San Julián, Santa Elena, Puerto Deseado y San Gregorio, 1º de abril de 1780, fuentes citadas en ibid., Apéndice, XXX, p. 591 y Apéndice, XXXIV, pp. 595-596.
Don Cristóbal de Aguirre-Memorial del procurador Síndico al Cabildo sobre establecer poblaciones al Sur, Buenos Aires, febrero de 1803, La Revista de Buenos Aires, vol. 5, cit. en ibid., Apéndice, LX, pp. 631-634.
El mapa de Cano y Olmedilla se puede consultar entre otros sitios en el Archivo General de Indias de Sevilla, en los archivos del gobierno británico de Kew Gardens, Londres, y en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford. Ver texto del mapa en Carlos Escudé, op. cit., p. 247.
V.G. Quesada, op. cit., pp. 85-86.
Texto de la real cédula del 27 de octubre de 1777 citado en ibid., pp. 318-322.
Ibid., p. 415.
Ibid.
C. Escudé, op. cit., pp. 246-247.
Texto de la capitulación a Simón de Alcazaba, cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 40-41.
Párrafo de la capitulación del rey de España a Pedro Sancho de Hoz, Toledo, 24 de enero de 1539, cit. en ibid., tomo I, p. 129.
C. Escudé, op. cit., p. 249.
Texto de la capitulación otorgada por el emperador Carlos V a Pedro de Mendoza (versión Quesada), cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, p. 52. Ver también V.G. Quesada, op. cit., p. 55.
Comentarios de Quesada respecto de la capitulación otorgada a Mendoza, cit. en V.G. Quesada, op. cit., p. 55, y en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 52-53.
Félix de Azara, Descripcion é Historia del Paraguay y del Rio de la Plata, vol. 2, Madrid, 1847, p. 3, cit. en V.G. Quesada, op. cit., pp. 55-56.
M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 53-55.
Ibid., tomo I, pp. 55-56.
M.L. Amunátegui, op. cit., tomo II I, Santiago, Imprenta Nacional, 1880, p. 30.
Ibid., tomo III, pp. 30-31.
C. Escudé, op. cit., p. 247, nota 8.
Ibid., pp. 249-250.
M.L. Amunátegui, Títulos de la República de Chile a la soberanía y dominio de la extremidad austral del continente americano, Santiago, Imprenta de Julio Belin, 1853, pp. 87-95, 106-109, cit. en George V. Rauch, The Argentine-Chilean boundary dispute and the development of the Argentine armed forces: 1870-1902, Ph.D. dissertation, New York University, 1989, p. 48.
F.A. Encina, op. cit., pp. 5-6.
G.V. Rauch, op. cit., p. 49.
Texto de la capitulación otorgada a Francisco de Camargo, 24 de enero de 1539, cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 117-118.
Los argumentos de la posición argentina aparecen en el editorial de Trélles en el diario La Nación, Buenos Aires, número 1260, 23 de abril de 1874; Herrera, Historia Jeneral de las Indias, década 8, libro 6, capítulo 11, fuentes citadas en ibid., tomo I, pp. 120-122.
Texto de la capitulación otorgada a Pedro Sancho de Hoz, Toledo, 24 de enero de 1539, cit. en ibid., tomo I, pp. 128-129.
Historias de las Relaciones Internacionales de Argentina
sábado, 21 de noviembre de 2015
Pueblos originarios: El ADN de un pueblo preincaico en el Aconcagua
Revelan secretos desconocidos del niño Inca hallado en el Aconcagua
La momia fue hallada en Mendoza en 1985. Su ADN demuestra que hubo una civilización pre incaica de más de 14 mil años.
La noticia dio la vuelta al mundo y hasta hay quienes dicen que desde entonces una maldición cayó sobre Mendoza: en 1985, un grupo de andinistas halló la momia conservada de un niño.
Estaba semienterrada, a 5300 metros de altura y casi intacta, en un cerro que mira al Aconcagua.
Los Andes
“Primero encontramos una pirca de piedras y nos llamó la atención porque era un montículo que se diferenciaba del resto de la superficie. Después vimos plumas y pensamos que se trataba de un cóndor muerto. Pero cuando vimos un cráneo humano, nos dimos cuenta de que habíamos encontrado algo importante”, decía entonces a diario Los Andes Juan Carlos Pierobón, uno de los excursionistas que lo halló.
Los andinistas bajaron a la ciudad de Mendoza, alertaron a un arqueólogo y se organizó una expedición para recuperar los restos del niño, que se coserva congelado a menos de 20 grados desde hace más de tres décadas.
No se sabía si el nene tenía hermanos, si vivía en Mendoza, si estaba de paso. Todo hacía suponer que lo habían sacrificado en un ritual religioso llamado capacocha, en el que se elegía a chicos sanos y fuertes para ofrecer a los dioses, hace cinco siglos.
Ahora, un equipo de investigadores españoles y argentinos liderado por Antonio Salas, de la Universidad de Santiago de Compostela, se dedicó a analizar el ADN con la biopsia de un pulmón del chico para secuenciar su genoma mitocondrial.
Los detalles se presentaron en la revista Scientific Reports y dieron la vuelta al mundo.
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De acuerdo con Salas, "es la primera vez que se analiza el genoma de una momia andina". El niño es oriundo de un grupo poblacional que apareció hace 14.300 años en Perú.
Los autores consiguieron identificar en el perfil genético de la momia un nuevo linaje (haplogrupo) bautizado en este estudio como C1bi, que no había sido identificado previamente en poblaciones contemporáneas.
Utilizando otra base de datos de más de 150.000 variaciones de ADN los autores encontraron que podría haber miembros afines a este linaje C1bi viviendo en Perú y Bolivia en la actualidad.
La muestra de tejidos analizada fue extraída hace unos 20 años y se conserva hasta ahora en una cámara del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), en Córdoba, el mismo que nació con el fin de identificar restos de personas desaparecidas durante la última dictadura en el país sudamericano (1976-1983).
El investigador del EAAF Carlos Vullo, que participó en el análisis del genoma de la momia, espera ahora que haya también avances en otros ámbitos, ya que el haber podido obtener información esta información genética, genera esperanzas en otros casos en los que se trabaja con material degradado, como cadáveres en estado de putrefacción o huesos encontrados en fosas ilegales.
El imperio inca se extendió del actual Perú hasta el norte argentino y concluyó con la muerte del inca Atahualpa en manos de conquistadores españoles en 1533.
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Decenas de momias de niños fueron encontradas en los Andes, muchas de ellas bien conservadas por la altitud de la montaña.
La momia analizada por el equipo de investigadores es propiedad de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Según dijo Roberto Bárcena, director del Instituto Etnológico de la UNCuyo, "dado su estado", no les pareció adecuado exhibirla en público".
Hay además actualmente un debate nacional e internacional muy fuerte sobre el uso de cuerpos de pueblos originarios. Incluso se devolvieron esqueletos a sus lugares de orígenes, por ejemplo de la Universidad de La Plata, como una especie de gesto de reparación", añadió.
La momia fue hallada en Mendoza en 1985. Su ADN demuestra que hubo una civilización pre incaica de más de 14 mil años.
La noticia dio la vuelta al mundo y hasta hay quienes dicen que desde entonces una maldición cayó sobre Mendoza: en 1985, un grupo de andinistas halló la momia conservada de un niño.
Estaba semienterrada, a 5300 metros de altura y casi intacta, en un cerro que mira al Aconcagua.
Los Andes
“Primero encontramos una pirca de piedras y nos llamó la atención porque era un montículo que se diferenciaba del resto de la superficie. Después vimos plumas y pensamos que se trataba de un cóndor muerto. Pero cuando vimos un cráneo humano, nos dimos cuenta de que habíamos encontrado algo importante”, decía entonces a diario Los Andes Juan Carlos Pierobón, uno de los excursionistas que lo halló.
Los andinistas bajaron a la ciudad de Mendoza, alertaron a un arqueólogo y se organizó una expedición para recuperar los restos del niño, que se coserva congelado a menos de 20 grados desde hace más de tres décadas.
No se sabía si el nene tenía hermanos, si vivía en Mendoza, si estaba de paso. Todo hacía suponer que lo habían sacrificado en un ritual religioso llamado capacocha, en el que se elegía a chicos sanos y fuertes para ofrecer a los dioses, hace cinco siglos.
Ahora, un equipo de investigadores españoles y argentinos liderado por Antonio Salas, de la Universidad de Santiago de Compostela, se dedicó a analizar el ADN con la biopsia de un pulmón del chico para secuenciar su genoma mitocondrial.
Los detalles se presentaron en la revista Scientific Reports y dieron la vuelta al mundo.
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De acuerdo con Salas, "es la primera vez que se analiza el genoma de una momia andina". El niño es oriundo de un grupo poblacional que apareció hace 14.300 años en Perú.
Los autores consiguieron identificar en el perfil genético de la momia un nuevo linaje (haplogrupo) bautizado en este estudio como C1bi, que no había sido identificado previamente en poblaciones contemporáneas.
Utilizando otra base de datos de más de 150.000 variaciones de ADN los autores encontraron que podría haber miembros afines a este linaje C1bi viviendo en Perú y Bolivia en la actualidad.
La muestra de tejidos analizada fue extraída hace unos 20 años y se conserva hasta ahora en una cámara del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), en Córdoba, el mismo que nació con el fin de identificar restos de personas desaparecidas durante la última dictadura en el país sudamericano (1976-1983).
El investigador del EAAF Carlos Vullo, que participó en el análisis del genoma de la momia, espera ahora que haya también avances en otros ámbitos, ya que el haber podido obtener información esta información genética, genera esperanzas en otros casos en los que se trabaja con material degradado, como cadáveres en estado de putrefacción o huesos encontrados en fosas ilegales.
El imperio inca se extendió del actual Perú hasta el norte argentino y concluyó con la muerte del inca Atahualpa en manos de conquistadores españoles en 1533.
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Decenas de momias de niños fueron encontradas en los Andes, muchas de ellas bien conservadas por la altitud de la montaña.
La momia analizada por el equipo de investigadores es propiedad de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Según dijo Roberto Bárcena, director del Instituto Etnológico de la UNCuyo, "dado su estado", no les pareció adecuado exhibirla en público".
Hay además actualmente un debate nacional e internacional muy fuerte sobre el uso de cuerpos de pueblos originarios. Incluso se devolvieron esqueletos a sus lugares de orígenes, por ejemplo de la Universidad de La Plata, como una especie de gesto de reparación", añadió.
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