lunes, 2 de diciembre de 2019

Nazismo: La noche de los cristales rotos

La noche de los Cristales Rotos: la masacre que marcó el comienzo del horror nazi en Alemania 

Las hordas nazis asesinaron 91 judíos en las calles. No fue todo, hubo 30 mil deportados a los campos de concentración, se destruyeron 7.500 locales y se incendiaron 1.500 sinagogas. Ocurrió entre el 9 y 10 de noviembre de 1938. Y dejó grabado a fuego el inicio del Holocausto

Por Matías Bauso ||  Infobae

  Los virdios rotos de un negocio judío en Berlín, Alemania. En total se destrozaron 7.500 locales judíos (Granger/Shutterstock)

La mañana del 10 de noviembre de 1938, las calles de muchos barrios alemanes estaban desoladas. Los pocos que se animaban a caminar por ahí, soportando el frío intenso, producían un raro sonido, un sonido inusual en medio de un silencio desesperante. Cada paso generaba un crujido leve. En el piso, una alfombra casi perfecta de pequeños fragmentos de vidrios rotos. En el medio, algún abrigo olvidado, alguna gorra que se había caído en una huída desesperada.

Por todos lados rastros de sangre oscura, espesa, que regaba el suelo y algunas paredes y teñía los cristales deshechos.

Un niño abandonado con los ojos perdidos, un viejo llorando, alguien que recoge del suelo un objeto y sale corriendo. Y casi nadie más.

La noche anterior, la del 9 de noviembre no fue una noche como cualquier otra. Para muchos (muchísimos) fue la peor noche de su vida. Pasaría a la historia como La Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht). Las hordas habían destruido todo a su paso.

Persecución, daño y muerte. Las estadísticas hablan de al menos 91 muertos, 30 mil judíos deportados a los campos de concentración, 7.500 locales comerciales destruidos, 1500 sinagogas incendiadas, casi la totalidad de las existentes en Alemania.

Esa noche no fue el comienzo de la barbarie, que había tenido inicio al menos un lustro antes. Persecuciones, segregación y maltratos permanentes para los judíos. Sin embargo, el 9 de noviembre se produce un quiebre evidente, se cruza una frontera, se logra superar un nivel más en la escala de la abyección.

  El fuego en 1.500 sinagogas. Los bomberos intentaron detener las llamas que llegaban hasta las casas vecinas (Granger/Shutterstock)

La tarde anterior, el 8 de noviembre de 1938, en París había ocurrido un hecho que sirvió al régimen nazi de perfecta excusa para continuar la caza iniciada años antes y que concluiría con la Solución Final.

Un joven de 17 años había ingresado a la embajada alemana en París, había pedido hablar con algún funcionario y cuando fue llevado ante él, con pulso firme, sacó un arma de entre sus ropas y disparó. Tres veces. Ernst von Rath, tercer secretario de la embajada, cayó al suelo. La agonía fue breve. Herschel Grynszpan, el asesino de 17 años, se quedo inmóvil en la oficina, esperando sin resistir el inminente arresto.

Sereno, explicó que quería vengar la desgracia de 17 mil judíos polacos que ese mes habían sido deportados de Alemania hacia Polonia pero a los que le impidieron cruzar la frontera. Casi toda su familia se encontraba allí.

Los 17 mil estuvieron hacinados en la frontera un largo tiempo, en esa especie de limbo, de antesala infernal, repleto de carencias y hambre. Alemania se desentendió de ellos, los rechazó. Muchos murieron allí, el resto fue llevado a campos de concentración.

Al día siguiente de este asesinato, el gobierno alemán publicó una serie de medidas punitivas. Así las llamó. No se trataba de otra cosa que de una feroz represalia hacia los judíos. Se prohibió la circulación de cualquier publicación de la comunidad judía: diarios, revistas y hasta boletines barriales fueron censurados; también se aplicaron sanciones económicas.
  Las vidrieras y ventanales de los comercios judíos (muchos de los cuales habían sido marcados previamente) fueron destrozados con palos y piedrazos. Las mercaderías y muebles de esos locales fue destruida o saqueada. Era una ola humana feroz y malvada que avanzaba, ciega, por las calles buscando víctimas desaforadamente (Granger/Shutterstock)

Pero lo más grave que sucedió esa tarde fue el discurso que dio Joseph Goebbels ante una multitud en un acto por la celebración de una de las tantas efemérides que los nazis elegían celebrar. El nivel de antisemitismo y violencia del mensaje fue brutal (aún para los parámetros nazis).

Cuando oscureció, luego de que las familias hubieran terminado su cena, mientras varios ya se encontraban en la cama, ruidos violentos se empezaron a escuchar en las calles. Al principio todo era confusión, todo sucedía imprecisamente. Algún golpe, gritos, vidrios rotos, alaridos de dolor, el galopar furioso de la multitud. El aullido rumoroso de la masa fue creciendo. Todo era destrucción y violencia.

Las vidrieras y ventanales de los comercios judíos (muchos de los cuales habían sido marcados previamente) fueron destrozados con palos y piedrazos. Las mercaderías y muebles de esos locales fue destruida o saqueada. Era una ola humana feroz y malvada que avanzaba, ciega, por las calles buscando víctimas desaforadamente.

Los que se refugiaron en sus casas no estuvieron a salvo tampoco. Nunca falta quien señale o delate al que se esconde, al que intente huir del malón. El contagio del horror. Las viviendas también fueron destruidas. Quienes intentaban defender sus pertenencias o la integridad de su familia eran linchados. Golpes, patadas, saltos sobre su cuerpo inerte.

El blanco más fácil fueron las sinagogas. Casi no quedó una intacta en todo el suelo alemán. Ardieron bajo el fuego. Tampoco se salvaron algunos alemanes no judíos, a los que el ataque encontró imprevistamente en la calle. Fueron atacados porque parecían judíos. Ante la duda era preferible no dejar escapar a la presa, razonaba la horda.
  Todo ocurrió entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938; asesinaron 91 judíos en las calles e incendiaron la sinagogas (Granger/Shutterstock)

Una vez que eran desalojadas de sus comercios o de sus hogares los judíos eran arriados hacia camiones en los que serían deportados a diferentes campos de concentración.

Estos linchamientos masivos, estos ataques grupales con destrucción de bienes dirigidos hacia un grupo étnico o religioso (muchas veces sufridos por los judíos) eran conocidos como Pogroms.

El gobierno alemán, a la mañana siguiente, trató de despegarse de los ataques. Sin condenarlos quiso instalar la versión que todo había sido fruto de la indignación espontánea producida por aquel asesinato en París del día anterior. Lo cierto es que estos Pogroms estuvieron perfectamente orquestados y premeditados por las SA, milicias del partido nacionalista alemán. Sin embargo, se debe resaltar que la participación de los ciudadanos alemanes, que se sumaron con fruición al ataque, fue espontánea y masiva.

Alemania tenía un largo historial de antisemitismo. Sin embargo, hasta los inicios de la década del 20 los judíos estaban integrados a su sociedad. Triunfaban en sus profesiones y negocios, muchos combatieron en la Primera Guerra Mundial. Luego comenzó el rechazo cada vez más impúdico y sin freno. Hubo varios Pogroms en esa década y con la llegada nazi al poder todo empeoró de manera dramática. Boicots a comercios judíos, leyes raciales, políticas antisemitas, actos de segregación explícita, persecuciones y varios Pogroms más.

Es por ello que no se puede sostener que La Noche de los Cristales Rotos inició las persecuciones. El clima ya estaba instalado. Es por eso, también, que participaron tantos civiles alemanes esa fatídica noche. Pero a partir de esa noche, a pesar que muchos de los 30 mil, fueron liberados en los meses siguientes, la suerte estaba echada y los límites se irían corriendo hasta alcanzar la inhumanidad.
  El día después algunos medios se refirieron a la "orgía de violencia de las juventudes hitlerianas" o lo describieron como "la página más negra del Tercer Reich" (a ese libro, el de la barbarie nazi, le faltaban todavía muchas páginas). En cambio en Italia, La Stampa, siguiendo las ideas fascistas de Mussolini habló de "reacciones espontáneas, legítimas e incontrolables del pueblo alemán como respuesta al atentado judío"(Granger/Shutterstock)

La repercusión internacional no fue tan contundente como podría esperarse. Todavía había esperanzas de evitar las confrontaciones. Dominaba el miedo y la cautela. El Times de Londres avisó lo que podía suceder en la edición de la mañana de ese día: "Más de 400 mil judíos esperan con temor la llegada de la noche, esperan otro ataque a su raza". Lo que indica que no se trataba del primer ataque ni que no hubiera había movimientos preparatorios de los cuales hasta la prensa extranjera estaba avisada.

El día después algunos medios se refirieron a la "orgía de violencia de las juventudes hitlerianas" o lo describieron como "la página más negra del Tercer Reich" (a ese libro, el de la barbarie nazi, le faltaban todavía muchas páginas). En cambio en Italia, La Stampa, siguiendo las ideas fascistas de Mussolini habló de "reacciones espontáneas, legítimas e incontrolables del pueblo alemán como respuesta al atentado judío".

Las consecuencias inmediatas fueron devastadoras. Al día siguiente una multitud de civiles alemanes (se calcula que asistieron más de cien mil) se reunió en Nuremberg a celebrar los destrozos; el gobierno alemán impuso una multa millonaria a los ciudadanos judíos y sus organizaciones para que compensen los daños producidos, los niños judíos fueron expulsados de las escuelas públicas y se libraron leyes y decretos cercenando aún más sus libertades laborales y civiles. Ya no había lugar para los judíos en la sociedad alemana.

  Las consecuencias inmediatas fueron devastadoras. Al día siguiente una multitud de civiles alemanes (se calcula que asistieron más de cien mil) se reunió en Nuremberg a celebrar los destrozos; el gobierno alemán impuso una multa millonaria a los ciudadanos judíos y sus organizaciones para que compensen los daños producidos, los niños judíos fueron expulsados de las escuelas públicas y se libraron leyes y decretos cercenando aún más sus libertades laborales y civiles (Granger/Shutterstock)

Esa noche de violencia desenfrenada permitió, también, que las acciones contra los judíos fueron más agresivas y desembozadas. Mientras un grupo de jerarcas nazis propiciaba que los hechos discriminatorios y violentos fueran los más acotados y discretos posibles para no avivar la queja internacional ni predisponer mal a los alemanes, otro grupo, numeroso, abogaba por medidas drásticas e impiadosas.

Luego de La Noche de los Cristales Rotos se impusieron los segundos. Dado que las actividades delictivas y homicidas habían sido públicas y masivas, y habían tenido el apoyo de buena parte de la población, no veían por qué debían morigerar su modus operandi. A partir de ese momento recrudecería el antisemitismo.

Otro aspecto que cargó de valor y les aseguró la impunidad fue la tibia y escasa reacción internacional ante los hechos de barbarie. La Noche de los Cristales Rotos fue un gran punto de inflexión. Fue el momento en que las víctimas comprendieron que todo sería peor y en que los victimarios descubrieron que, durante muchos años, la impunidad estaría de su lado.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Imperio español: Los banqueros de los Austrias

Los banqueros de los Austrias


Las necesidades de capital de un imperio en constantes conflictos bélicos obligaron a la Corona española a solicitar cuantiosos préstamos. Así, sobre el destino de la monarquía se proyectaba a menudo la alargada sombra de sus acreedores.

Vista de la ciudad de Sevilla, siglo XVI. (Sevilla Banqueros Austrias)


Joan-Lluís Palos || La Vanguardia

Mantener imperios ha sido siempre una actividad costosa. Y más aún si, como ocurría en el caso español, sus territorios se encuentran dispersos y rodeados de enemigos. Entre la coronación de Carlos V en 1517 y la muerte en 1700 de Carlos II –el último soberano de la casa de Austria–, la monarquía española vivió en un estado casi permanente de guerra que, durante largos períodos, tuvo varios escenarios simultáneos.

Muchos observadores percibieron ya entonces la conveniencia de mantener una proporción entre los objetivos imperiales y los recursos económicos disponibles. De hecho, varios de ellos aconsejaron a los reyes renunciar a algunos de sus dominios, como Italia o los Países Bajos.

Pero este principio no era aplicable para los gobernantes de un imperio que, desde su punto de vista, era portador de un destino mesiánico ineludible: la defensa de la fe católica, permanentemente amenazada por herejes e infieles.

Para financiarlo, la Corona acudió a un incremento constante de la presión fiscal. Por un lado se crearon nuevos impuestos, como el excusado, los millones, la sisa o el subsidio de galeras, que recayeron principalmente sobre el contribuyente castellano. Por otro, los gobernantes pidieron una y otra vez a las Cortes la aprobación de servicios extraordinarios.

Cuando la situación se puso verdaderamente difícil, el Imperio no dudó en vender bienes pertenecientes a la Iglesia y las órdenes militares, así como encomiendas o cargos públicos. Y en los momentos de desesperación, como ocurrió en 1649, se tomaron medidas aún más extremas, como incautar la plata procedente de las Indias que iba destinada a particulares.

Los banqueros alemanes que más intensamente contribuyeron a la gestión económica del imperio de Carlos V fueron los Fugger.

Pero todo ello fue en vano. Cuanto mayor era el esfuerzo, más insuficientes eran los resultados. Por fortuna para los reyes, hacia 1540 se descubrió el método de la amalgama, que consistía en separar el metal de los residuos mediante su tratamiento con mercurio. Gracias a este proceso, las minas americanas empezaron a producir una cantidad de metales preciosos nunca vista hasta entonces. Una quinta parte del total, el llamado quinto real, iba directamente a las arcas de la Corona.

No obstante, su traslado hasta la península ibérica era una operación extremadamente dificultosa. Además, la llegada de las flotas al puerto de Sevilla no siempre se ajustaba a las exigencias de pagos comprometidos por la monarquía.

 
Vista de Augsburgo en las Crónicas de Núremberg, c. 1493. (TERCEROS)

En manos de los Fugger

La necesidad de liquidez para atender sus compromisos obligó ya a Carlos V a acudir a los préstamos de numerosos banqueros, a los que por entonces se llamaba “factores”. Esto sucedió desde el inicio de su reinado, y no solo a nivel nacional.

Además de a los banqueros castellanos, el rey recurrió a otros alemanes, flamencos, italianos... Algunos de ellos, como el germano Bartolomé Welser, habían contribuido con sus aportaciones a obtener el voto de los electores que, en 1519, le concedieron la Corona imperial. A cambio, Carlos le recompensó con el derecho de colonizar tierras en la isla de La Española y Venezuela, además de explotar yacimientos mineros en México.

Sin embargo, los financieros alemanes que más intensamente contribuyeron a la gestión económica del imperio de Carlos V fueron los Fugger. Se trataba de una familia de orígenes campesinos, instalada en la ciudad de Augsburgo a finales del siglo XIV.

Gracias principalmente a su participación en el comercio textil, los Fugger habían experimentado un rápido proceso de enriquecimiento. Jakob (1459-1525) fue su figura más destacada.

Aunque al final de su vida llegó a ser el comerciante más rico de Europa, su destino inicial parecía muy alejado del mundo de los negocios. Como noveno de los 10 hijos de Jakob el Viejo, fue destinado a la vida religiosa en el convento franciscano de Herrieden. Pero el fallecimiento inesperado de varios hermanos hizo que abandonara la carrera eclesiástica y pasara a atender los negocios familiares.

Para ello recibió una intensa formación en Italia. Durante sus estancias en Venecia, Roma y Florencia no solamente aprendió los secretos de la doble contabilidad, sino también las sutiles relaciones entre el mundo de las finanzas y los príncipes de la Iglesia.

Años más tarde, el papa León X le concedería la gestión de los beneficios obtenidos por la predicación de las indulgencias, destinada a la construcción de la basílica de San Pedro. Después visitó personalmente todas las agencias que la compañía familiar tenía repartidas por Europa, en las que introdujo los nuevos sistemas modernos de contabilidad.


La colaboración de Jakob con los Habsburgo le permitió hacerse con el monopolio del comercio de plata en Europa.

Finalmente, centró su interés en el suculento negocio que proporcionaba la explotación de las minas de plata en el Tirol. Consciente de la importancia de mantener buenas relaciones con los poderosos, Jakob hizo una apuesta decidida, aunque no exenta de riesgos, por la financiación de la casa de Habsburgo.

Su colaboración con el emperador Maximiliano (1459-1519) fue tan importante que, con el tiempo, llegó a ser su único prestamista. Gracias a ello obtuvo privilegios que le permitieron hacerse con el monopolio del comercio de plata en Europa.

Cuando Maximiliano murió en 1519, legó a su nieto Carlos el grueso de su herencia: las tierras patrimoniales de los Habsburgo, la herencia de Borgoña, sus opciones a la Corona imperial y una abultadísima deuda con Jakob Fugger.

 
Retrato de Jakob Fugger, de Alberto Durero, c. 1519. (TERCEROS)

Años más tarde, el joven emperador intentó liberarse de esta dependencia, pero obtuvo una respuesta contundente. Jakob Fugger le escribió: “Es bien sabido, y puedo hacerlo patente, que V. M. I. no hubiera obtenido sin mi ayuda la Corona del Imperio, lo que puedo probar por medio de los manuscritos de los comisarios de V. M. I., y que no he hecho esto en ventaja mía lo demuestra que, de favorecer a Francia en perjuicio de la casa de Austria, hubiera adquirido grandes bienes y riquezas que se me habían ofrecido. Los perjuicios que habrían resultado de ello para la casa de Austria quedan bien patentes para la alta inteligencia de V. M. I.”.

Lo que Jakob Fugger no mencionaba eran los enormes beneficios que él había obtenido a cambio de su ayuda, como la explotación de las minas de plata de Guadalcanal, en las proximidades de Sevilla, y las de mercurio de Almadén. Eso, sin mencionar su importante participación en el comercio americano.

Tras la muerte de Jakob, los Fugger continuaron manteniendo una estrecha relación con los Habsburgo. Lo hicieron a través del nuevo responsable de la compañía, Anton, sobrino de Jakob. Al final de sus días, Anton logró nada menos que doblar la fortuna que había recibido.

Las grandes firmas

El papel de estos banqueros en las finanzas de la Corona fue decisivo. Pero su importancia no solo radicaba en su capacidad para proporcionar dinero en el momento necesario, sino también en el lugar adecuado. Es decir, en el campo de batalla, donde se encontraban las tropas dispuestas a amotinarse en caso de no recibir su soldada.

Y eso era algo que solo podían hacer las grandes firmas internacionales. Redes bancarias como la de los Fugger, con agencias distribuidas en las principales plazas financieras de Europa.

Estos banqueros, expertos en la gestión de enormes fortunas, eran conscientes del riesgo que asumían prestando dinero a una monarquía con una deuda creciente. Por ello, su principal exigencia siempre fue la de cobrar, con cargo, a la primera remesa de oro y plata procedente de América que llegara a Sevilla.

Los intereses que se pactaban eran tan elevados que, con frecuencia, la Corona se mostraba incapaz de devolver los créditos a tiempo.

El contrato mediante el cual se establecían las condiciones de cada uno de estos préstamos fue conocido como el asiento. Los intereses que se pactaban eran tan elevados que, con frecuencia, la Corona se mostraba incapaz de devolver sus créditos a tiempo. Su acumulación dobló con frecuencia el importe de las sumas obtenidas.

Para hacerse una idea, mientras los ingresos anuales de Carlos V oscilaron entre 1 y 1,5 millones de ducados, el conjunto de los créditos que hubo de solicitar alcanzó un total de 39 millones. En 1556, cuando Carlos transmitió su herencia a su hijo Felipe II, quedaban por devolver casi siete millones de ducados.

En la práctica, eso significaba que todos los ingresos de la Corona en los cinco años siguientes se encontraban gastados de antemano. De poco iba a servir que las remesas de metal americano se triplicaran durante su reinado. Todo resultaba insuficiente. ¿Qué hacer entonces, en tales circunstancias?

 
Retrato de Felipe II por Tiziano, 1551. (TERCEROS)

El desembarco genovés

Al año siguiente de tomar el poder, Felipe se declaró en bancarrota. O, lo que es lo mismo, decidió suspender todos los compromisos adquiridos con sus banqueros. Esto se tradujo en una renegociación de las deudas, compensando a los acreedores con juros, o títulos de deuda pública, que, con frecuencia, apenas eran algo más que papel mojado.

La crisis de 1557 dejó a los Fugger en una situación extremadamente comprometida, lo que abrió las puertas a los genoveses. En realidad, la participación genovesa en la economía hispánica existía desde los tiempos bajomedievales.

Por entonces, la república ligur –en abierta competencia con los catalanes– se había hecho con el control de buena parte del comercio en el Mediterráneo occidental. Tras la conquista de Constantinopla en 1453, la creciente amenaza turca había supuesto un duro golpe para la actividad mercantil genovesa.

No obstante, los genoveses supieron encontrar alternativas, pasando del comercio a las finanzas y buscando nuevos espacios de actividad en el mundo atlántico. Su presencia en ciudades como Lisboa o Brujas era ya una realidad a comienzos del siglo XVI.

Después de 1557, y durante la centuria siguiente, Génova fue la principal metrópoli financiera del Imperio español. A diferencia de lo que ocurrió con los alemanes, la fortuna genovesa estaba repartida entre un amplio abanico de familias. Esto permitió que, cuando alguna de ellas atravesaba dificultades, pudiera ser sustituida por otra. Durante más de cien años, el destino de la monarquía española estuvo estrechamente ligado a sus créditos.

Tuvieron una vital importancia establecimientos financieros como los de Spinola de San Luca, Spinola de Lucoli, Centurione, Strata, Pallavicino, Invrea, Pichinotti y Balbi. Todas estas familias obtuvieron suculentos beneficios por su colaboración con la monarquía española (aunque la amenaza de nuevas suspensiones de pagos pesaba sobre sus cabezas como una espada de Damocles).

Después de la crisis de 1557, y durante la centuria siguiente, Génova fue la principal metrópolis financiera del Imperio español.

En 1607, cuando el pintor Pedro Pablo Rubens visitó Génova, no pudo menos que asombrarse por la opulencia de los palacios que muchas de ellas se habían hecho levantar en la Strada Nuova. Era la nueva arteria del lujo en el extrarradio de la ciudad, y todavía hoy constituye la mayor concentración de residencias aristocráticas en Europa.

Estos beneficios se debían, en gran medida, a una sofisticada organización. Los asentistas solían residir en Madrid, cerca de la corte. Con ellos colaboraban los agentes encargados de cobrar las consignaciones en la Real Casa de Contratación de Indias –que desde Sevilla regulaba el comercio con el Nuevo Mundo– y remitían estos fondos al lugar que se les indicara. Aun gozando de autonomía, las delegaciones de Madrid mantenían una estrecha relación con la casa matriz en Génova.

Los lazos económicos se asentaban sobre vínculos familiares, que daban confianza y estabilidad a las operaciones de alto riesgo. Lo habitual era que el primogénito varón de la familia se quedara en Génova. Mientras tanto, los hermanos menores eran enviados a la corte española, lo que les permitía conocer de primera mano el contexto económico en el que tenían que desenvolverse. Vista de la ciudad de Génova, c. 1572. (TERCEROS)

El precio de la guerra

A pesar de los préstamos genoveses, los apuros de la Corona siguieron siendo enormes después de 1557, a causa de numerosos sucesos. Los moriscos se sublevaron en Andalucía y la presión de los turcos en aguas del Mediterráneo creció, a lo que se sumó la intervención en la guerra civil de Francia. Además, mientras las relaciones con Inglaterra empeoraban de forma progresiva, comenzaron las guerras de Flandes.

Todo ello condicionó la evolución política del reino y selló la personalidad de Felipe II, cuya hacienda terminó arruinada. En 1575 la situación volvió a alcanzar un punto límite, y el monarca decretó una nueva suspensión de pagos. Por entonces, la Corona adeudaba solo a los banqueros genoveses 17 millones de ducados.

La respuesta de los acreedores fue contundente: mientras no recibieran garantías de cobro, se negaban a pagar a los soldados que luchaban en los Países Bajos. La sublevación de las tropas de Amberes en 1576, donde asesinaron a más de seis mil habitantes, supuso un duro golpe para los intereses españoles.

A nadie le quedó duda alguna de que el destino de la monarquía estaba ligado a sus banqueros. La reacción del monarca consistió en tratar de sustituir a los genoveses por banqueros castellanos, como los Ruiz, Maluenda, Presa, Curiel, Cuevas, Santa Cruz, Salamanca, Ortega, Bernuy, Orense o Carrión. Muchos de ellos se habían enriquecido con el comercio de la lana y tenían buenas relaciones en Flandes. Pero el intento fue en vano. Todos ellos carecían de los recursos necesarios para satisfacer las exigencias de la Corona.

El desastre de la Armada Invencible en 1588 y una nueva suspensión de pagos en 1596 obligaron a la Corona a recurrir otra vez a los genoveses.

Seguramente la única excepción fue la de Simón Ruiz, que había amasado una importante fortuna. Un socio francés, Ivon Rocaz, le enviaba desde Nantes las telas que este vendía después en la feria de Medina del Campo. Sus conexiones internacionales iban desde Francia y Flandes hasta Nápoles, Hamburgo, Suecia y Hungría. Esto le permitió convertirse, entre 1576 y 1588, en el principal financiero del rey.

 
Retrato de Simón Ruiz, 1597. (TERCEROS)

Pero el desastre de la Armada Invencible en este último año, seguido de una nueva suspensión de pagos en 1596, desbordó sus posibilidades. La Corona tuvo que volver a recurrir a los genoveses.


La asfixia económica

A la muerte del rey en 1598, su hijo Felipe III recibió una deuda con los banqueros de 100 millones de ducados. No es de extrañar que, en estas circunstancias, una de sus primeras decisiones fuera la de firmar la paz con Inglaterra en 1604. Aun así, tres años más tarde se hizo necesaria una nueva suspensión de pagos.

En 1609, agobiado por la falta de crédito, el monarca se vio obligado a aceptar una tregua con los rebeldes holandeses que muchos consideraron vergonzosa. A pesar de la galopante corrupción y el desorden generado por la devaluación de la moneda, las exhaustas arcas de Felipe III conocieron un relativo alivio. Al menos hasta que, en 1618, decidió involucrarse en el conflicto de Alemania, que derivaría en la guerra de los Treinta Años.

El estallido de la contienda dejó de nuevo a la monarquía española en manos genovesas. Entre 1621 y 1627, durante los primeros años del reinado de Felipe IV, los genoveses percibieron el 76% de los metales preciosos de la Real Hacienda que llegaron a Sevilla.

Es lógico, por lo tanto, que estos banqueros también fueran los más perjudicados por la nueva bancarrota, decretada en enero de 1627. Aunque esto no impidió que continuaran siendo los asentistas más importantes de la Corona. En los años siguientes, el 44% de los pagos llevados a cabo en la Casa de Contratación de Sevilla acabó en manos de aquellos financieros. Bartolomé Spínola, Ottavio Centurione, Antonio Balbi, Carlo Strata y, sobre todo, Gio Luca Pallavicino fueron algunos de ellos. Eso sí, a partir de entonces, fueron mucho más prudentes en sus servicios y demandaron mayores garantías en la cancelación de los préstamos.

El paréntesis portugués

Las crecientes exigencias de los genoveses llevaron al favorito del rey, el conde-duque de Olivares, a poner los medios necesarios para no depender de una única fuente de financiación. Fue él quien decidió que había llegado el momento de acudir a los financieros portugueses, a pesar de los recelos que despertaba el origen judío de muchos de ellos.

 
Retrato del conde-duque de Olivares, de Velázquez, c. 1636. (TERCEROS)

Gracias a sus buenas conexiones en Holanda, banqueros como Manuel de Paz, Duarte Fernández y Jorge de Paz Silveira pasaron a tener un papel preponderante. Pero bastante efímero.

Sin apenas tiempo para recuperarse de la suspensión de 1627, la catastrófica década de 1640 –con las sublevaciones de Cataluña, Portugal, Andalucía y Nápoles– acabó por destripar la hacienda real.


A partir de 1648, los banqueros genoveses tomaron numerosas precauciones, lo que dificultaba la negociación de los asientos.

El 1 de octubre de 1647 fue publicado un nuevo decreto de suspensión de pagos. Ahora ya no se trataba de reordenar las finanzas para facilitar la entrada de nuevos prestamistas, sino de salvar una monarquía que agonizaba. Años de malas cosechas, hambre, pestes y una caída en picado del metal precioso que llegaba al puerto de Sevilla forzaron una nueva bancarrota en 1652.

Demasiado para la capacidad de los portugueses, que además veían cómo los recelos hacia ellos aumentaban: además de por su filiación religiosa, ahora pertenecían a un país que estaba en guerra con España. Tras el golpe sufrido en 1647, solo las casas más fuertes lograron recuperarse. Los que lo consiguieron fueron, sobre todo, asentistas especializados en provisiones de pertrechos (como Duarte de Acosta y Ventura Donís).

Después de esta nueva suspensión de pagos, la iniciativa crediticia volvió de nuevo a los italianos. Pero la nueva apuesta por el crédito genovés a partir de 1648 acabó en fracaso. Ninguno de los hombres de negocios estuvo dispuesto a adoptar el papel de líder, que primero había desempeñado Bartolomé Spínola y después Gio Luca Pallavicino. Se limitaron a intervenciones tímidas y a tomar numerosas precauciones, lo que dificultó extremadamente la negociación de cada asiento.

La época de los grandes banqueros parecía haber tocado a su fin. En todo caso, antes de terminar su reinado en 1665, Felipe IV aún tuvo tiempo de decretar una última suspensión de pagos, en 1662. Con ella perdió el poco crédito que aún le quedaba.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Guerra de Invierno: El desempeño finlandés en el campo de batalla

"Los finlandeses atacaron a los soldados del Ejército Rojo casi dormidos"

Con un poder abrumador atacó al Ejército Rojo a fines de 1939 en Finlandia. Pero la invasión se convirtió en un desastre. Las purgas de Stalin en el cuerpo de oficiales y la incompetencia de los oficiales políticos se vengaron.

Berthold Seewald - Die Welt
(original en alemán)



En su 61 cumpleaños el 18 de diciembre, el comisario político supremo de Stalin, Lew Mechlis, quería hacer un regalo especial al señor del Kremlin. El ejército finlandés, que se había negado obstinadamente a rendirse desde el ataque soviético a fines de noviembre, finalmente fue derrotado. A 35 grados menos Mechlis llegó a Suomussalmi, donde encontró solo restos sombríos de la 44.a división soviética. "El procedimiento (contra los comandantes) tuvo lugar a cielo abierto en presencia de la división", escribió a Moscú. "El veredicto de la ejecución fue ejecutado públicamente. La exposición de traidores y cobardes continúa ".
Con tales medios, el general del ejército y el Jefe del Cuartel General Político (Purkka) del Ejército Rojo estuvieron rápidamente a mano. Sin embargo, su arrogante "regalo de cumpleaños" para Stalin siguió siendo una declaración de intenciones. Cuando los finlandeses finalmente pidieron la paz en marzo de 1940, el Ejército Rojo había perdido al menos 125,000 bajas. El gran objetivo de obligar al país, que se había independizado del imperio zarista a fines de 1917, a su propio imperio, tuvo que abandonar Stalin. Una zona de protección de 35,000 kilómetros cuadrados alrededor de Leningrado y la burla de los logros de sus ejércitos fue todo lo que le trajo la Guerra de Invierno. "El Ejército Rojo no fue bueno", se escribió más tarde.


Lew Mechlis (1889-1953), jefe del cuartel general político del Ejército Rojo
Fuente: Wikipedia / Dominio público

Stalin no era de ninguna manera inocente de eso. De 1936 a 1938, tres de sus cinco mariscales, 13 de 15 comandantes del ejército, 57 de 85 comandantes de cuerpo y 110 de 195 comandantes de división habían sido víctimas de su Gran Purga de Partido, Estado y Ejército de 1936 a 1938, nueve de cada diez generales y ocho de cada diez Supremo. Su antiguo jefe de la oficina, Mechlis, lo había apoyado lo más posible y transfirió personalmente cientos de oficiales al verdugo.

Pero era más fácil disparar a generales ideológicamente sospechosos que reemplazarlos. Cómo sucedió esto y con qué consecuencias, la historiadora británica Catherine Merridale ha reconstruido sobre la base de diarios, Feldpostbriefen, informes del servicio secreto y varios puestos de mando. Su análisis explica, al menos en parte, las dramáticas derrotas del Ejército Rojo contra la Wehrmacht en el verano de 1941.

Jóvenes y ambiciosos oficiales y cadetes se trasladaron a las brechas vacías que habían barrido las purgas. Fueron asistidos por Oficiales Políticos, llamados Politruks. En el apogeo de su poder en 1942, el aparato de Mechlis comprendía 250,000 hombres. Eran responsables del entrenamiento ideológico de los soldados y del control de sus oficiales, cuyas órdenes tenían que refrendar. El número de solicitudes de membresía del Partido Comunista hechas por miembros de una unidad de tropa se convirtió en el punto de referencia para su desempeño.


En Suomussalmi, el Ejército Rojo sufrió una aplastante derrota.
Fuente: Getty Images

Pero estos jóvenes oficiales no tenían idea del liderazgo moderno de las tropas. Todavía tenían las imágenes cliché de masculinidad, heroísmo y sacrificio en sus cabezas, con las cuales el Ejército Rojo había entrado en guerra civil en 1918. "Las demandas reales de la guerra moderna, como el cálculo táctico, la prudencia y el conocimiento del armamento, habrían parecido lamentables para esta generación", escribe Merridale. En cambio, también querían darle a Stalin un cumpleaños heroico, patearon ataques inútiles y murieron en el fuego del francotirador finlandés.

La creación de cuadros experimentados, llamados "grupos primarios" en sociología militar, se opuso a la sospecha general de que podrían allanar el camino para la desviación y la conspiración. De las 46 divisiones de fusileros del Ejército Rojo, que abrieron la ofensiva contra Finlandia el 30 de noviembre de 1939, 13 aún no habían existido en el invierno anterior, el resto solo se había llenado de reclutas unas pocas semanas antes de las órdenes de marcha.


Tanques soviéticos caídos en Suomussali
Fuente: Getty Images

"Los soldados, comandantes y políticos de nuestro regimiento mostraron coraje, heroísmo y cierta disposición a apoyarse mutuamente en la batalla", un politruk resumió con orgullo el resultado de su entrenamiento. Pero la "amistad" no podría reemplazar la confianza y la profesionalidad en el manejo de armas, y mucho menos el comportamiento táctico prudente.

Los generales de Stalin querían liderar una guerra de movimientos moderna con tanques, granaderos y aviones. Pero sus oficiales no tenían idea de la coordinación necesaria para desplegar infantería, armas y carros simultáneamente. Además, había considerables déficits educativos de los reclutas. Merridale informa un incidente en una unidad de comunicaciones del 7 ° Ejército desplegada en Karelia. Un soldado hizo sonar la alarma, que se convirtió en confusión. Más tarde se disculpó por haber visto su retrato en un espejo y lo consideró un francotirador finlandés.


Los bunkers y las posiciones de la línea Mannerheim se movieron a través de Karelia.
Fuente: Infografía WELT

El resto consiguió el fracaso. "Nos dijeron que el Ejército Rojo aplastaría a los finlandeses blancos con un rayo", se quejó un soldado. "Pero el final de la guerra no está a la vista". Se desangraron frente a las líneas de búnker de la línea Mannerheim, que anteriormente simplemente habían escapado de la Ilustración soviética. "Estos bunkers están en todas partes, ni siquiera podemos proteger a nuestros heridos y muertos".
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Esto se debió no menos a las tácticas suicidas que Stalin había prescrito para el Ejército Rojo. En el ataque continuo debe manifestarse la certeza ideológica del Ejército Rojo. "Eso fue adecuado para los finlandeses, cuyos artilleros ametrallaron a los soldados soviéticos mientras dormían", escribe Merridale.




Decenas de miles de soldados del Ejército Rojo fueron víctimas del invierno y el caos en el frente
Fuente: Getty Images

Aunque la deserción se castigaba con la muerte, muchos soldados, a veces incluso unidades enteras, escaparon. En el caos que prevaleció en el frente, y porque nadie sabía quién era responsable de quién, tenían una buena oportunidad de ganarle a casa. Otros recurrieron a la automutilación para escapar de la guerra. Aún otros recurrieron al botín. Merridale cita el caso de un Politruk atrapado usando dos abrigos de cuero, cuatro trajes, zapatos y una maleta entera de ropa infantil robada.

Un sobreviviente informó que "la apagada apatía y la indiferencia ante la inminente catástrofe" impulsaban a los soldados si no había otra alternativa que la muerte. En lugar de un humor de cumpleaños, Stalin sufrió una profunda depresión. Solo cuando su mariscal Timoshenko comenzó nuevas ofensivas con nuevas tropas en febrero de 1940, mejoró el estado del dictador.

Stalin contribuyó a esto cortando el poder de los comisarios y, a su vez, fortaleciendo las responsabilidades de los comandantes militares y liberando a 11,178 oficiales detenidos (en uso oficial, regresaron "de una misión larga y peligrosa"). Pero tan pronto como triunfó el Ejército Rojo, volvió el miedo a los militares seguros de sí mismos, y Lew Mechlis volvió a convertirse en el "demonio malvado" del ejército. Solo su completo fracaso en 1942 en Crimea y la procesión triunfal alemana en el Cáucaso debería Stalin moverse, finalmente para desautorizar a los Politruks.


viernes, 29 de noviembre de 2019

Antigüedad: El ejército hitita

El ejército hitita

Weapons and Warfare



Ilustraciones de Ángel García Pinto.


La diplomacia hitita se tratará en otro capítulo. Aquí nuestra preocupación debe ser con el ejército que jugó un papel tan importante en la historia hitita. Este ejército, que en ocasiones contaba con hasta 30,000 hombres, consistía en dos armas principales, infantería y carros. La infantería tenía un pequeño núcleo de tropas permanentes que actuaban como guardaespaldas personales del rey y eran responsables de las patrullas fronterizas y el aplastamiento de las rebeliones. No se sabe nada de su reclutamiento, pero a veces fueron complementados por tropas mercenarias extranjeras. Durante las temporadas de campaña, una fuerza de infantería más grande se levantó de la población local y, si era necesario, se amplió aún más por los contingentes de los reinos vasallos. También hubo pioneros en el trabajo de asedio y mensajeros que en algunos casos pudieron haber sido montados. Aparte de esto, el caballo se usó solo para dibujar el carro, la principal arma ofensiva de los hititas, como de todas las otras potencias contemporáneas del Cercano Oriente.

El comandante supremo era el propio rey, y está claro que los reyes hititas tomaron una parte personal prominente en cualquier lucha en la que estuvieran involucrados sus ejércitos. En ocasiones, se podía delegar el mando, por ejemplo, si el rey estaba enfermo, o participaba en una campaña en otro lugar, o si su presencia era necesaria para los deberes de culto en el hogar. En tales casos, el comandante delegado normalmente sería un miembro de la familia real, y llevaría algún título de la corte que sonara como Chief Shepherd o Master of the Wine. En algunas áreas (por ejemplo, la frontera norte y la línea del Éufrates en Carchemish) fue necesaria una atención especial en todo momento. En tal caso, un príncipe real podría recibir el título de "rey" del área y recibir un comando más o menos independiente.

El sistema de filas en el ejército hitita es difícil de reconstruir, pero parece que los comandos menores estaban en manos de la nobleza menor, y que las unidades se construyeron como un sistema decimal con oficiales a cargo de diez, ciento y mil hombres en Una creciente jerarquía de mando.

Igualmente se sabe poco sobre el pago de tropas. En muchos casos, el servicio militar era una obligación feudal y, por lo tanto, parte de un sistema más amplio del que se dirá más en otro capítulo. Además, los hititas creían en el pago por resultados, y la victoria en el campo era seguida regularmente por la distribución del botín. Los peligros de este sistema se pueden ver en la Batalla de Qadesh, donde una fácil victoria hitita casi se convirtió en derrota por la ansiedad de las tropas de carros para saquear el campamento enemigo antes de asegurarse de que el campo fuera completamente suyo.

Las tropas en territorio enemigo sin duda vivían de la tierra. Las guarniciones de las fortalezas fronterizas presumiblemente fueron apoyadas por la población local, y lo mismo puede decirse de los grandes contingentes que con frecuencia se movían de un extremo al otro de los reinos hititas. Pero los ejércitos hititas también tenían grandes trenes de equipaje de burros y carretas de bueyes que debían llevar suministros y equipos. El principal problema tanto en Anatolia como en el norte de Siria debe haber sido el suministro de agua, y en muchas áreas el número de rutas que podrían haber sido utilizadas incluso por fuerzas pequeñas está muy limitado por la disponibilidad de este producto esencial.

Equipamiento militar

Al considerar el equipo de los ejércitos hititas, bien podemos comenzar con una definición reciente del arte de la guerra como un intento "de lograr la supremacía sobre el enemigo en tres campos: movilidad, poder de fuego, seguridad". En el primer campo, el arma principal de los hititas, como de los otros poderes de la época, era el carro ligero tirado por caballos. Este vehículo fue desarrollado, probablemente en un entorno hurrita, en la primera mitad del segundo milenio, y su uso se extendió rápidamente por el Medio Oriente. Un fragmento de un antiguo buque de socorro hitita de Bogazkoy, que data del siglo XVII o XVI, muestra que para entonces ya había llegado al centro de Anatolia. El carro perfecto era un trabajo notablemente hábil, ligero y extremadamente maniobrable a gran velocidad. El cuerpo consistía en un marco de madera cubierto de cuero. Este estaba montado en un eje ancho sobre el cual corrían ruedas de madera con radios. Un poste corría hacia adelante desde la parte inferior del cuerpo, a cada lado del cual estaba un yugo. La superioridad de los hititas en la guerra de carros no radicaba en su posesión de esta arma (todos sus enemigos también la tenían) sino en su variación del patrón básico para satisfacer sus propios propósitos. El último problema en el diseño del carro es conciliar la velocidad y la maniobrabilidad con la potencia de fuego y la seguridad. Para el primero, el diseñador debe concentrarse en la ligereza y en problemas tales como la longitud y la posición del eje; para este último debe hacer que su vehículo sea lo suficientemente estable como para usar armas con él, y darle un cuerpo que le brinde algún tipo de protección o desarrollar otros medios por los cuales el guerrero pueda protegerse a sí mismo. En otras palabras, debe reconocer que un auriga tiene una triple función; tiene que controlar simultáneamente su carro, pelear una batalla ofensiva y defenderse. Una respuesta a todo esto es el método adoptado por los faraones egipcios. Ramsés II en Qadesh, por ejemplo, puede verse vestido con una cota de malla para protegerse, y tiene las riendas atadas alrededor de su cintura para dejar ambas manos libres para operar su arco. Un estuche de jabalina está unido al costado de su carro que, como todos los carros egipcios de la época, tiene su eje en la parte trasera del cuerpo, una posición que permite la máxima maniobrabilidad a la velocidad. Los egipcios menores no compartían la habilidad general del faraón, y el carro de batalla egipcio normal tenía una tripulación de dos, un conductor y un guerrero armados con un arco y jabalinas. Claramente, los egipcios consideraban a los carros como plataformas de tiro altamente móviles desde las cuales se podían enviar misiles de largo y mediano alcance de una manera que causaría la máxima confusión en las filas enemigas. La concepción hitita de la guerra de carros era diferente de esto. Para ellos, una formación de carro era una fuerza de asalto de gran peso que podía barrer y demoler las líneas de infantería en una carga organizada. Entonces, encontramos que en los carros hititas, el arma principal empleada era la lanza punzante para la acción a corta distancia, y que el eje estaba unido a la mitad del cuerpo en lugar de la parte trasera. Esto significaba que sus vehículos eran más propensos a volcarse a gran velocidad, pero el sacrificio en la maniobrabilidad fue más que contrarrestado por el aumento en la potencia de fuego que resultó de ello. Porque, debido al montaje delantero de las ruedas, el carro hitita podía transportar una tripulación de tres personas: un conductor, un guerrero y un soldado que durante la carga sostenían un escudo para proteger a los otros dos. Por lo tanto, se le dio un peso extra a la carga y hubo mano de obra extra disponible en la lucha cuerpo a cuerpo que le siguió.


 Mapa del Imperio hitita (c. 1300 a. C.)

Otros poderes de Anatolia, como Arzawa, Ahhiyawa e incluso las tierras de Gasga, también tenían sus fuerzas de carro, pero aparte de las referencias a ellos en los textos hititas, no se sabe nada de su composición o armamento. De hecho, gran parte de Anatolia es un país tan difícil que los carros no pueden haber sido de mucha ayuda en la batalla, y pueden haber sido utilizados principalmente para el transporte rápido de reyes y funcionarios de alto rango, y para su escape rápido después de una derrota, si nosotros puede juzgar por el número de enemigos hititas que "huyeron solos", dejando a sus tropas, e incluso a sus esposas e hijos, a las tiernas misericordias del Gran Rey.

Mucho menos se sabe sobre las divisiones de infantería del ejército hitita. En la Batalla de Qadesh jugaron un papel muy pequeño, siendo utilizados principalmente para proteger el equipaje y el equipo contra ataques repentinos del enemigo. Pero en las colinas de Anatolia, el soldado de infantería se hizo suyo, y también en este tipo de lucha, si podemos juzgar por los registros reales, ciertamente sesgados, el ejército hitita tenía la ventaja de sus oponentes. Esta ventaja parece haber sido obtenida no tanto por una potencia de fuego superior como por un mejor entrenamiento y disciplina, que permitió a los generales hititas mover sus tropas a grandes distancias haciendo un uso completo de la cobertura de las características naturales o de la oscuridad, y así lograr el elemento de sorpresa que podría ser tan importante en un ataque exitoso. Cuando llegó el ataque, la columna de marcha podría convertirse rápidamente en una línea de batalla que podría barrer un ejército enemigo antes de que tuviera tiempo de organizarse. Algunos de los efectos de la línea hitita que avanza rápidamente se pueden ver en el movimiento controlado y siniestro de los dioses guerreros en la galería de esculturas en Yazihkaya.

El arma ofensiva principal del soldado de infantería hitita parece haber variado de acuerdo con la naturaleza del terreno. En el norte de Siria, donde era posible establecer batallas en campo abierto, estaba armado con una lanza larga, el arma favorita de la formación de falanges en muchos períodos y áreas. En la primera parte del segundo milenio, la punta de lanza se había unido al eje mediante una combinación de una espiga doblada (a veces con un "botón" en el extremo) unida al eje, y ranuras en la hoja a través de las cuales el extremo del eje podría ser más azotado a la cara de la cuchilla. Se usaron espigas similares para unir una punta de metal al otro extremo de la lanza. La función principal de esto era equilibrar el arma, pero también podría usarse en la acción para perforar a un enemigo, o podría quedar atrapado en el suelo durante los períodos de descanso durante la marcha. Más adelante en el milenio se introdujo la forma más eficiente de punta de lanza engarzada. Era mucho menos probable que saliera del eje en acción.



En las colinas de Anatolia, el soldado hitita llevaba la espada cortante, un arma de aspecto vicioso con forma de hoz pero con el filo en el exterior de la hoja curva. No fue hasta casi el final del segundo milenio que las técnicas metalúrgicas demostraron ser lo suficientemente buenas como para proporcionar un arma de corte larga con una hoja recta. Este desarrollo puede haber tenido lugar en el oeste de Anatolia, si aceptamos esa área como la patria original de muchos de los "Pueblos del Mar" que están ilustrados con largas espadas en monumentos egipcios. Los guerreros hititas también llevaban una espada o puñal corta que a menudo se puede ver en las esculturas. Esto tenía una empuñadura que frecuentemente tenía forma de media luna o (quizás solo para uso ceremonial) elaboradamente decorada con cabezas de animales. A menudo, esta arma también parece haber sido ligeramente curvada, como se puede ver tanto en relieves escultóricos como en ejemplos reales de Bogazkoy y Troy. También se encuentran cuchillas rectas con una brida central ancha, un dispositivo de refuerzo muy favorecido por los orfebres de Anatolia. En la primera parte del segundo milenio, el mango se unía a la cuchilla por medio de remaches, pero luego se popularizó una forma más avanzada en la que la cuchilla y la empuñadura se fundieron como una sola pieza y se mantuvo en posición una incrustación de madera o hueso a cada lado de la empuñadura por remaches y bordes con bridas. En el oeste de Anatolia, hay signos naturales de influencias egeas y europeas, por ejemplo, en una daga de Thermi con una hoja en forma de hoja y un protector de mano "con cuernos". La amplia brida central de esta arma, sin embargo, sugiere que se hace localmente en lugar de una importación. La extensión hacia el este de influencias similares se puede ver en las formas de espadas en relieves en Karabel, al este de Izmir, Gavurkalesi cerca de Ankara y Yazihkaya, y en la primera parte del primer milenio habían penetrado tan al sudeste como Sinjerli. Muchas espadas y dagas tenían pomos de piedra, hueso o metal, y a menudo han sobrevivido cuando las armas han desaparecido.

Otra arma llevada por el soldado hitita era el hacha. Esto tomó dos formas principales, una con un orificio en el que se fijó el eje y la otra una cuchilla plana que se insertó en un eje dividido y atado en su posición. Los primeros ejes de pozo en Anatolia están claramente vinculados a armas similares en piedra, pero las formas de metal característicamente pronto evolucionaron. Los signos de influencia de áreas ampliamente separadas en los ejemplos de Anatolia sirven para enfatizar la naturaleza altamente internacional de la metalurgia en el segundo milenio, con herreros que operan a lo largo de rutas comerciales poco afectadas por las fronteras nacionales. Las hachas encontradas en Kiiltepe y fechadas en la primera parte del milenio muestran una elevación característicamente asiria de la cuchilla por encima del nivel del zócalo, y bien pueden estar vinculadas a la presencia de colonias comerciales asirias en ese sitio, pero se tuercen alrededor del eje. El agujero es una característica no solo en el este de Anatolia, sino también en Siria, Irán y el norte del Cáucaso, y no puede vincularse directamente con ningún elemento en particular de la población. Quizás el hacha de Anatolia más famosa es la que lleva la figura en la Puerta del Rey en Bogazkoy. En esta escultura, los picos en la parte posterior del eje son realmente un desarrollo de los nervios mencionados anteriormente, como se puede ver en un ejemplo palestino del siglo XIV de Beth-shan. Sin embargo, la cuchilla es de un tipo que solo puede ser paralelo en la región del Cáucaso. Un eje de madera curvado y una borla completan un arma de la que aún no se ha encontrado ningún ejemplo arqueológico.
El tema de los ejes planos sin un zócalo se complica por el hecho de que muchos ejemplos pueden haber sido herramientas para trabajar la madera o el metal en lugar de armas. Sin embargo, está claro que al menos algunos eran hachas en lugar de cinceles o azuelas anchas, y sin duda muchos se usaron tanto en la paz como en la guerra. Tales ejes normalmente tenían salientes o salientes a cada lado de la cuchilla donde estaba encajado en el eje, y fueron ampliamente utilizados en muchas partes de Anatolia. Hacia el final del período imperial, las hachas de hierro comenzaban a usarse. El arco también fue utilizado por los ejércitos de Anatolia. A veces fue llevado en el patrón egipcio por las tropas de carros, y probablemente fue el arma de la infantería ligera hitita, así como la del Gasga y otras potencias.

El arco en sí era del tipo compuesto, construido con una combinación de madera y cuerno pegados y unidos para formar un cuerpo integrado de gran resistencia y poder. Esta arma puede haber sido introducida en Anatolia desde Mesopotamia en el período acadio, y puede reconocerse en las esculturas por su forma característica, que muestra los extremos que se curvan hacia afuera o una forma triangular con la cuerda del arco formando su base. Las puntas de flecha eran de bronce, unidas por una espiga a un cuerpo de madera o caña, y en muchos casos con púas en las esquinas traseras. El carcaj era de cuero o corteza, y probablemente tenía de veinte a treinta flechas.

Para la defensa personal, los soldados hititas llevaban cascos, y algunos al menos llevaban escudos. La mejor representación de un casco es la que usa la figura en la Puerta del Rey. Tiene una parte superior puntiaguda, solapas para cubrir las mejillas y el cuello, y un largo penacho que cuelga de la espalda del guerrero.

Se ha encontrado otra representación de un guerrero con casco inciso en la superficie interior de un cuenco excavado en Bogazkoy y fechado en c. 1400. En este caso, el casco tiene, como el de la figura de la Puerta del Rey, solapas en las mejillas y el cuello, pero en otros aspectos es único en el área hitita. El cuerno, la cresta y las cintas que fluyen recuerdan en cierta medida las representaciones del Egeo, 50 y puede ser que tengamos aquí una imagen hitita (el cuenco es ciertamente de fabricación local) de un guerrero del Egeo o de Anatolia occidental. Quizás su oponente, cuya imagen no se ha recuperado, se ajustaba más al tipo hitita convencional.

También en otros aspectos, la imagen proporciona detalles que no pueden ser paralelos en este momento. La protección del cuerpo es proporcionada por lo que parece una chaqueta sin mangas, quizás de cuero, decorada con patrones de círculos concéntricos y usada sobre lo que puede ser una camisa de armadura de escamas, con los brazos terminados en una franja justo debajo del codo. Recientemente se han excavado ejemplos de escamas de armadura de bronce en Bogazkoy, y en Korucutepe dos pequeños pedazos de hierro también pueden ser restos de escamas de armadura. La figura de la Puerta del Rey parece tener un cofre desnudo, aunque las marcas asumidas por la mayoría de las personas para representar el pelo en su pecho también han sido tomadas por algunos como la intención de transmitir la idea de una camisa de malla. La figura también usa una prenda corta con forma de falda, que, si corresponde a cualquier equipo de batalla real, no puede haber ofrecido mucha protección al usuario. Las tropas de infantería hititas que están representadas en imágenes egipcias de la Batalla de Qadesh usan una prenda hasta el tobillo que puede ser un 'kit tropical' emitido para su uso en el cálido sureste, o una especie de 'gran abrigo' para dejar con el tren de equipaje cuando se pretendía una acción rápida. Pero en vista de la falta de escudos entre la infantería, puede ser que en este caso también la prenda fuera, de hecho, una larga cota de malla. Se pueden ver escudos hititas en las imágenes egipcias que llevan las tropas de carros. Tienen forma de figura de ocho, probablemente de cuero en un marco de madera, y presumiblemente diseñados (a pesar de su pequeño tamaño en los relieves egipcios) para la protección de todo el cuerpo. Hacia el final del milenio, los Pueblos del Mar introdujeron escudos redondos, que se convirtieron en parte del equipo normal de las unidades militares neo-hititas.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Bloqueo alemán a Venezuela: La actitud de Roosevelt

Ataque alemán al fuerte San Carlos y la respuesta de Teddy Roosevelt

George Winston || War History Online


Una pintura del Fuerte San Carlos en 1823. El fuerte mantuvo su diseño ochenta años después cuando se enfrentó a SMS Panther.


Maracaibo es la segunda ciudad más grande de Venezuela con una población de 1.3 millones de personas. Está situado a lo largo de la vía fluvial que va desde el lago de Maracaibo (el lago más grande de América del Sur) hasta el mar Caribe.

Maracaibo fue originalmente llamado Nuevo Nurnberg cuando fue fundado por alemanes en 1529. Fue abandonado cuando el asentamiento fue objeto de repetidos ataques por parte de tribus nativas. Los españoles llegaron en 1574 y lo reasentaron. Renombrado Maracaibo, fue objeto de repetidos ataques de bucaneros en el siglo XVII.

En 1623, los españoles construyeron una fortaleza impresionante en la isla de San Carlos para proteger la entrada al lago de Maracaibo y evitar el acceso a las tierras más allá.

En 1823, Maracaibo fue atacado por fuerzas colombianas y venezolanas que derrotaron al ejército español en la Batalla de Carabobo, que efectivamente marca el fin del poder español en América del Sur.


Mapa del lago de Maracaibo - NormanEinstein CC BY-SA 3.0

En el siglo XIX y principios del XX, los países en desarrollo aceptarían préstamos de potencias europeas. Los países que aceptaron los préstamos rara vez estaban en condiciones de pagar los préstamos debido a las continuas transferencias de poder y la inestabilidad en sus situaciones políticas.

Por lo tanto, los países europeos pudieron dictar términos duros, incluidos los altos intereses y la deducción automática del interés del principal, de modo que la cantidad de dinero recibida a menudo era mucho menor que la cantidad prestada.

En 1899, José Cipriano Castro acumuló un ejército privado y se hizo cargo del gobierno de Venezuela. El secretario de Estado de los Estados Unidos, Elihu Root, calificó a Castro como un "bruto loco", lo que parece una evaluación razonable a la luz de la forma en que sofocó sin piedad las rebeliones y asesinó a opositores políticos.


Cipriano Castro, 1908.

Castro decidió resolver el problema de las deudas de su país con las naciones europeas simplemente negándose a pagarlas. Gran Bretaña, a quien se le debía más con un préstamo de $ 15 millones de 1881 y también Alemania, enojada por la toma venezolana de un ferrocarril propiedad de una empresa alemana, fueron las principales potencias más afectadas por la decisión de Castro.


Cipriano Castro y su gabinete de guerra en 1902.

Castro parece haber sido envalentonado por la Doctrina Monroe de Estados Unidos, que declaró que el gobierno estadounidense consideraría cualquier interferencia de los países europeos en las Américas como un acto de agresión que se enfrentará con la fuerza del ejército estadounidense.

Sin embargo, el presidente Theodore Roosevelt se había alejado de esa doctrina cuando proclamó públicamente que cualquier país sudamericano que antagonizara con un país europeo debería ser tratado por ese país europeo.


El presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt (1903)

Después de presionar por el reembolso o el arbitraje durante algún tiempo, los británicos y los alemanes unieron fuerzas para bloquear a Venezuela a partir de diciembre de 1902. Esta era una misión común para los británicos, pero el Kaiser Wilhelm II había comisionado recientemente a la Armada Imperial Alemana y estaba ansioso por muéstralo. Mientras los británicos desplegaban un crucero, una balandra y algunos otros barcos, los alemanes enviaron tres cruceros y un cañonero.


Bloqueo de Venezuela por las potencias europeas 1902.

La armada venezolana, dos cañoneras, un yate y un remolcador, fue rápidamente derrotada en dos días. Dos de sus barcos estaban tan deteriorados que los alemanes los hundieron en lugar de capturarlos y remolcarlos. Castro respondió capturando un barco mercante británico y reteniendo a 200 residentes británicos y alemanes como rehenes.


SMS Panther originalmente se retiró, pero regresó con el SMS Vineta para bombardear el fuerte.

Mientras tanto, Roosevelt estaba teniendo dudas sobre la importancia de la Doctrina Monroe. En parte, esto fue influenciado por los alemanes que exploraron la isla venezolana de Margarita como una ubicación potencial para una base en el Caribe.

Por lo tanto, presionó para que todas las partes se sometan a arbitraje y luego se atribuyó el crédito de convencer a los alemanes de que aceptaran amenazando con enviar a la Marina de los EE. UU. Contra ellos si no lo hacían, aunque no se han encontrado pruebas que respalden su afirmación.


Castillo de San Carlos de la Barra, Isla de San Carlos, Estado de Zulia, Venezuela.

En 1903, dos de los barcos alemanes persiguieron a una goleta que se había deslizado a través del bloqueo y se dirigieron a Maracaibo. Los barcos llegaron al Fuerte San Carlos y se retiraron después de ser atacados por el fuerte mientras tenían dificultades para navegar en aguas poco profundas.


El crucero alemán SMS Vineta fue desplegado para bombardear el Fuerte San Carlos.

Cuatro días después, los alemanes regresaron con más potencia de fuego y atacaron el fuerte. Después de ocho horas de bombardeo, el fuerte fue destruido y 25 civiles fueron asesinados en la ciudad cercana. Con la victoria vino una pérdida de simpatía por Alemania tanto de Estados Unidos como del Reino Unido, pero también una nueva disposición a arbitrar por parte de Castro.


Publicación francesa luego del bombardeo y destrucción del Fuerte San Carlos por los alemanes.

Las partes se reunieron en Washington para el proceso de arbitraje en febrero de 1903. El resultado fue una reestructuración de la deuda de Venezuela con términos más favorables para Gran Bretaña y Alemania. Esto molestó a los estadounidenses que habían hecho sus propios préstamos a Venezuela, por lo que se acordó llevar el asunto a la Corte Internacional de Arbitraje en La Haya.


Marcador histórico de la fortaleza. Foto: Judson McCranie - CC BY-SA 3.0

El resultado final fue el Corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe que declaraba el derecho de Estados Unidos a intervenir en los asuntos económicos de los pequeños países del Caribe y Centroamérica para evitar la interferencia europea. Esto tendría repercusiones a largo plazo hasta e incluyendo la crisis de los misiles cubanos en 1962.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Arqueología: Descubren mochila de guerrero de la Edad de Bronce

Descubren una mochila de un guerrero de la Edad del Bronce preparado para una gran batalla

Un estudio publicado en la revista 'Antiquity' sobre unos objetos de bronce descubiertos en el valle del río Tollense, en Alemania, sugiere que guerreros procedentes de zonas muy lejanas llegaron hasta aquí para participar en un enfrentamiento de gran magnitud
Carme Mayans || National Geographic





Algunos de los elementos encontrados en la mochila extraviada Foto: Universidad de Greifswald

Un revoltijo de herramientas en el barro: fragmentos cilíndricos de bronce, un cuchillo también de bronce, un punzón de bronce con mango de abedul, un cincel pequeño, tres alfileres y una espiral de bronce... Todos estos artefactos fueron descubiertos en 2016 por un grupo de arqueólogos alemanes, dirigidos por Tobias Uhlig, que excava desde hace diez años en las inmediaciones del río Tollense, una cinta estrecha de agua en el norte de Alemania, a 120 kilómetros de Berlín. A pesar de que la bolsa que los contuvo se ha degradado, el barro ha conservado perfectamente todos estos objetos que cuentan una interesante historia. La historia de un guerrero que durante una cruenta batalla perdió –o se dejó– allí sus pertenencias.

La primera gran batalla de la historia... y una mochila perdida

En 1996, los arqueólogos descubrieron en esta zona las primeras pistas de una batalla de grandes dimensiones hacia el año 1250 a.C. Desde 2009, y a lo largo de las sucesivas campañas llevadas a cabo por arqueólogos del Departamento de Mecklenburg-Vorpommern de Preservación Histórica (MVDHP) y de la Universidad de Greifswald (UG), han salido a la luz 1.200 restos óseos pertenecientes a 140 individuos, además de numerosos restos de equinos, armas y objetos de bronce. Las fracturas que presentan los huesos hablan de un intenso combate cuerpo a cuerpo, y los investigadores piensan que en el conflicto participaron al menos 4.000 combatientes, de los que aún esperan encontrar más restos.


La revista Antiquity acaba de publicar los resultados del estudio de los treinta y un objetos –perfectamente preservados– que aparecieron en el fondo del río Tollense, contenidos en la bolsa del guerrero desconocido, de la cual sólo se han conservado tres cilindros finos de chapa de bronce perforados con clavos, también de bronce, que aún estaban unidos en cada extremo y que parecen haber sido los cierres de esta especie de mochila.

Según los autores del estudio, los análisis de ADN realizados a los huesos y las pruebas con isótopos muestran que algunos de estos hombres no eran de la región, sino que llegaron de zonas muy alejadas. Esta teoría quedaría confirmada con el hallazgo de este conjunto de artefactos, puesto que la similitud de los objetos de la bolsa con otros que se han descubierto en otros yacimientos del sur de Alemania y el este de Francia sugieren que, en efecto, algunos de estos guerreros recorrieron enormes distancias para participar en esta batalla. Esto demostraría que las sociedades de la Edad del Bronce europeo alcanzaron un grado de organización importante. Gracias a ello, los líderes de los distintos grupos eran capaces de movilizar a guerreros procedentes de tierras lejanas a pesar de la falta de una buena red de comunicaciones en este período.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Arqueología: Inspeccionan la zona de la Vuelta de Obligado

Vuelta de Obligado: arqueólogos trabajan en el sitio para "superar la historia oficial"

Telam

Los hallazgos del sitio arqueológico Vuelta de Obligado, el campo de batalla donde hace 20 años se "inició la (especialidad) arqueología del conflicto" a nivel nacional con el objetivo de "superar las versiones de la historia oficial", han permitido la adopción de "nuevas perspectivas" sobre su significación, según el arqueólogo Mariano Ramos que encabeza esa investigación. 



La investigación de los "registros materiales" de la batalla terrestre y naval librada en 1845 entre la Confederación Argentina y una alianza aglofrancesa que se conmemora cada 20 de noviembre como "Día de la Soberanía", aportan a "un mejor conocimiento" de este hecho histórico convertido en "tabú (historiográfico) durante muchos años".

"Sin dudas la Batalla de Vuelta de Obligado es uno de los hitos más importantes en la defensa de la soberanía nacional, a la altura del Combate de San Lorenzo o la causa de Malvinas: las tres están cruzados por cierto antiimperialismo, por la lucha por la autodeterminación de los pueblos y hacen a la identidad nacional", dijo Ramos a Télam.

El trabajo de campo realizado por el programa de Arqueología, Historia y Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Luján que dirige Ramos ha permitido determinar la ubicación de la mayoría de las "estructuras militares" defensivas montadas por orden del comandante Lucio Mansilla en la costa derecha del Río Paraná a partir de agosto de 1845.

Así, ha podido establecerse dónde estaban tres de las cuatro baterías de cañones, el campamento, el hospital de campaña, el terraplén, el depósito de municiones y "uno de los mogotes de tierra y hierro donde se engancharon las tres hileras de cadenas montadas sobre 24 barcazas" con las que se intentó impedir que la flota enemiga remontara el Paraná.

"Hemos encontrado bombas, proyectiles, armas o sus fragmentos. También los clavos con los que se unieron los merlones (almenas) que consistían en cajas de madera llenas de tierra y apiladas una sobre otra para formar una fortaleza con huecos (cañoneras) por donde asomaran las armas", dijo.

De los 35 cañones instalados en tierra, sólo se ubicaron sus marcas dejadas sobre la superficie de tosca a la que fueron fijados, y bajo las aguas del Paraná "un sonar de barrido natural" permitió identificar "19 objetos hundidos".

"Podrían ser cañones, restos de barcos o cadenas, pero no todo lo que se encuentra ahí corresponde a la Batalla de Vuelta de Obligado", dijo.

Además, falta localizar la tercera batería -la única que estaba sobre la playa- y "las fosas comunes" donde fueron sepultados los confederados caídos.

Por otro lado, no se han realizado aún excavaciones en el área de la cuarta batería -emplazada en zona hoy edificada- y en el hospital de campaña, una estructura "de piso de tierra y paredes de ladrillo" que aún se mantiene en pie dentro de una propiedad privada.

Para Ramos dar con la evidencia arqueológica dejada por ocho horas de batalla y tres meses de preparativos "es un desafío profesional importante", teniendo en cuenta la actividad humana se inició allí miles de años antes, y prosiguió después.

Además, el terreno ribereño estudiado tiene unos dos kilómetros de extensión "y no teníamos referencia de otros sitios arqueológicos así en el país", dijo.

La denominada Batalla de la Vuelta de Obligado es la primera de las que conforman la "Guerra del Paraná" (1845-1846), cuyo origen hay que buscarlo en la decisión del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas de prohibir la libre navegación de los ríos interiores a todo país extranjero, lo que generó inmediata reacción de las potencias europeas.

Tras el fracaso de la vía diplomática, "una flota anglofrancesa compuesta por 11 barcos de guerra y 100 barcos mercantes" ingresó al Paraná y fue interceptada por las tropas confederadas a la altura de la Vuelta de Obligado, a unos 18 kilómetros de San Pedro.

"Era una flota muy poderosa, con cañones que tiraban a más de un kilómetro y medio cuando -los argentinos apostados en tierra llegaban a los 700 u 800 metros- y que incluía tres acorazados a vapor que fueron los primeros en el Paraná", contó Ramos.

Los confederados pelearon aguerridamente, pero la desigualdad de fuerzas hizo que la batalla se resolviera a favor de las fuerzas invasoras, que lograron cortar las cadenas para proseguir viaje por el Paraná y desembarcar a unos kilómetros de allí.

Sin embargo, se suele decir que la de la escuadra enemiga fue una "victoria pírrica", porque no las poblaciones ribereñas no sólo no compraron sus productos sino que la atacaron sistemáticamente, regresando diezmada al viejo continente. Además, las potencias europeas terminaron reconociendo la soberanía argentina sobre sus ríos interiores.