jueves, 20 de febrero de 2020

Invasión napoleónica a España: La toma de Tarragona (1811)

Tarragona (1811)

W&W

A fines de diciembre de 1810, el mariscal Jacques Macdonald había estabilizado la situación en el norte de España y nuevamente pudo apoyar los intentos de Louis-Gabriel Suchet de capturar Tortosa. Por lo tanto, Suchet se movió para comenzar el asedio el 16 de diciembre, y por una vez los españoles no pudieron defender bien una fortaleza fuerte. De hecho, el 2 de enero de 1811 el lugar estaba completamente en manos francesas.

Este éxito inmediatamente liberó a Macdonald para llevar a cabo el asedio de Lérida, mientras que Napoleón ordenó a Suchet tomar Tarragona, transfiriendo arbitrariamente la mitad del cuerpo de Macdonald al mando de Suchet. Ante esto, Macdonald se retiró rápidamente a Barcelona y dejó a Suchet.

El 9 de abril de 1811, los franceses se sorprendieron al escuchar que la fortaleza de Figueras había vuelto a caer en manos españolas, amenazando una vez más la ruta de suministro desde Francia. Los insurgentes españoles locales habían trabajado con algunos patriotas dentro de la fortaleza para obtener copias de las llaves de las puertas y sorprendieron a la guarnición antes de que se pudiera intentar cualquier resistencia.




Macdonald le envió la noticia a Suchet, pidiéndole que abandonara todos los pensamientos de asediar Tarragona y, en cambio, marchara hacia el norte con todo su ejército. Suchet señaló acertadamente que le tomaría un mes marchar hacia el norte, y sugirió que Macdonald debería buscar ayuda de Francia, dado que la frontera francesa se encontraba a solo 20 millas de Figueras. Luego, Suchet comenzó su marcha a Tarragona el 28 de abril, creyendo que esta operación atraería al sur español en un intento de aliviar el lugar.

Napoleón reunió rápidamente a una fuerza de 14,000 hombres en Perpignan, mientras que el general Baraguay d'Hilliers, al mando en Gerona, logró reunir otros 6,000 hombres. Entre ellos, esta fuerza de 20,000 hombres buscaría recuperar Figueras, una tarea que se hizo mucho más fácil cuando el general español Campoverde reaccionó exactamente como Suchet había predicho y movió su fuerza de 4,000 hombres por mar para ayudar a salvar Tarragona. Abandonó a los 2.000 hombres de la guarnición de Figueras a su suerte y el mariscal Macdonald luego se mudó al norte para tomar el mando personal del asedio de Figueras.

Suchet comenzó el asedio de Tarragona el 7 de mayo y tres días después, el general Campoverde llegó por mar y reforzó a los defensores con sus 4.000 soldados. Los franceses se vieron obligados a trabajar muy cerca de la costa, lo que hizo que sus trabajos fueran vulnerables al fuego de los barcos británicos y españoles. Para remediar esto, las primeras baterías construidas se enfrentaron al mar y sus armas obligaron a los buques de guerra a alejarse. Los franceses ahora concentraron sus esfuerzos en capturar Fort Olivo, un reducto separado que protege la ciudad baja. Esto fue asaltado con éxito el 29.

Otros dos batallones de tropas españolas llegaron por mar desde Valencia, pero el general Campoverde navegó para buscar más apoyo, dejando al general Juan Contreras al mando. Para el 17 de junio, los franceses habían capturado todas las defensas externas de Tarragona y el asedio estaba llegando a un punto crítico; Contreras, a pesar de tener 11,000 hombres, simplemente no interrumpió a los sitiadores franceses. El 21, la ciudad baja fue asaltada con éxito, lo que significa que el mando del puerto también recayó en los franceses. Las cosas ahora parecían sombrías para Contreras, particularmente con Campoverde acusándolo de cobardía desde una distancia segura.

El 26 de junio, sin embargo, las cosas mejoraron para el comandante español. Llegaron varios buques de tropa con unos cientos de tropas españolas a bordo; mejor aún, también llegaron unas 1.200 tropas británicas1 comandadas por el coronel John Skerrett, enviadas por el general Graham a Cádiz para ayudar a la defensa. Skerrett aterrizó esa tarde y examinó las defensas con los españoles; se acordó por unanimidad que Tarragona ya no era sostenible. Como Graham había ordenado específicamente que las tropas británicas no desembarcaran a menos que Skerrett pudiera garantizar que pudieran volver a embarcarse de manera segura, decidió abandonar el intento con razón y navegó con la intención de aterrizar más a lo largo de la costa y unirse posteriormente con la fuerza de Campoverde. Pero esta fue una visión deprimente para los defensores españoles y sin duda dañó su moral ya frágil. De hecho, el mismo día en que la ruptura de las baterías abrió fuego en las paredes, se formó una brecha viable por la tarde y se asaltó rápidamente. En media hora todas las defensas habían cedido y la infantería francesa invadió la ciudad. Siguió una terrible orgía de violaciones y asesinatos, y se estima que más de 4.000 españoles perdieron la vida esa noche, más de la mitad de ellos civiles. Al menos 2.000 de los regulares españoles que defendían la ciudad habían muerto durante el asedio y ahora fueron capturados unos 8.000 más.

La captura de Tarragona le valió a Suchet la batuta de su mariscal; había destruido el ejército español de Cataluña y obstaculizado severamente las operaciones navales británicas a lo largo de la costa. Por el contrario, Campoverde pronto fue reemplazado por el general Lacy, que llevó a los pocos hombres restantes a las colinas para reagruparse.



Suchet marchó hacia el norte a Barcelona, ​​asegurándose de que sus líneas de comunicación fueran seguras. Al descubrir que Macdonald estaba progresando bien con su asedio en Figueras, centró su atención en capturar la fortaleza sagrada de la montaña de Montserrat, que cayó el 25 de julio. El daño a la moral española demostró ser más importante que la retención física de esta fortaleza monástica. El 19 de agosto, Figueras fue finalmente sometido a la sumisión después de un asedio de cuatro meses, reabriendo así las rutas de suministro francesas. Napoleón estaba encantado con la noticia, pero inmediatamente le recordó a Suchet que aún no había capturado Valencia.

Las fuerzas españolas bajo el mando del general Lacy continuaron haciendo incursiones, incluso en Francia, e intentaron interrumpir las comunicaciones francesas con incursiones depredadoras por tierra y mar. Estas operaciones restauraron algo la moral destrozada de la guerrilla española y la llama de la insurrección, tan apagada, continuó parpadeando y ocasionalmente estalló, dando a los españoles algo de esperanza. Macdonald fue llamado a Francia, otro mariscal de Francia que encontró que el este de España estaba demasiado lejos.

A pesar de sus fuertes dudas, el mariscal Suchet volvió a marchar al sur hacia Valencia con una fuerza de unos 22,000 hombres. El general Joaquín Blake, al mando de unos 30,000 hombres, tuvo la tarea de oponerse a él, pero simplemente le permitió marchar allí sin resistencia. La fuerza de Suchet llegó a Murviedro el 23 de septiembre y, tras fracasar notablemente en un intento tonto de asaltar la fortaleza de Saguntum mediante una escalada directa, el ejército francés se sentó ante ella y esperó pacientemente la llegada de la artillería de asedio, abriendo fuego el 17 de octubre. . Suchet intentó un segundo asalto costoso sin éxito y miró nerviosamente por encima del hombro las insurrecciones que estallaron en su retaguardia. Sin embargo, en este punto, el general Blake decidió que debía avanzar para proteger a Saguntum; Habiendo reunido no menos de 40,000 hombres, atacó a Suchet el 25 de octubre y fue golpeado por sus problemas, perdiendo más de 5,000 hombres. La guarnición de Saguntum, reconociendo que ahora no había esperanza, se rindió al día siguiente. Blake simplemente había dado esperanza a las tropas de Suchet, cuando en realidad no tenían ninguna.

Suchet ahora continuó su marcha hacia Valencia. Al llegar a la orilla norte del río Guadalquivir, encontró a Blake frente a él nuevamente, acampado en la orilla sur con unos 30,000 hombres. Con solo 15,000 hombres con él, Suchet formó un campamento aquí y esperó refuerzos, con los cuales podría avanzar para perseguir el asedio de Valencia.

Napoleón, que subestimó gravemente al ejército británico bajo Wellington, pero al mismo tiempo reconoció la importancia de capturar Valencia, ordenó al ejército del rey José que complementara más las operaciones de Suchet. El ejército del mariscal Marmont, frente a Wellington, también se debilitó cuando Napoleón le ordenó enviar a Suchet a 12,000 hombres. Estos desarrollos tendrían un efecto muy significativo en las operaciones de Wellington unos meses después, a principios de 1812.

Los refuerzos prometidos llegaron con Suchet a fines de diciembre e inmediatamente avanzó para perseguir el asedio de Valencia el 26, completando con éxito la inversión de la ciudad esa noche. Para el 1 de enero se había comenzado a trabajar en la preparación de baterías de asedio, que estaban armadas y listas para proceder antes del 4.

Blake trasladó sus tropas de su campamento fortificado en las colinas a la ciudad, pero las perspectivas de una defensa exitosa parecían ser muy pobres. Ya había una grave escasez de alimentos y la moral de las tropas españolas era tan baja que desertaron en masa. Suchet aumentó significativamente su incomodidad al bombardear la ciudad con proyectiles hasta que la moral de los defensores finalmente se derrumbó. Blake se vio obligado a aceptar rendirse el 9 de enero, con alrededor de 16,000 soldados españoles bajando las armas.

La fortaleza casi inexpugnable de Penissicola, guarnecida por unos 1.000 veteranos españoles, ahora estaba sitiada, y las armas de asedio comenzaron un fuerte bombardeo el 28 de enero. A pesar de estar bien abastecido con comida y tiendas por la marina británica, y sus tropas proclamando su determinación de luchar, el general García Navarro, el comandante de la fortaleza, parece haber perdido toda esperanza después de la caída de Valencia. Una carta que describía sus temores fue capturada por los franceses y solía ejercer una enorme presión sobre un hombre que obviamente no podía hacer frente; Cuando se envió una citación contundente el 2 de febrero, el comandante se rindió sin demora. Casi toda la costa este de España estaba ahora en manos francesas.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Revolución Americana: Bernardo de Gálvez, el héroe español de la independencia de USA

Un desconocido héroe español luchó junto a Washington y le ayudó a ganar la guerra de la independencia de los Estados Unidos 

Bernardo de Gálvez estaba en Pensacola, Florida, cuando los independentistas enfrentaron a las tropas británicas. Su papel fundamental en la historia de la potencia norteamericana
Por Julio Lagos  ||  Infobae


  El monumento a Bernardo de Gálvez en Pensacola, Florida (@Hudson_Miller15)

Hace pocos días Estados Unidos expulsó a 21 jóvenes sauditas, vinculados a un atentado terrorista ocurrido en la base naval de Pensacola. Luego de acomodar sus gafas de lentes redondos, el fiscal general William Barr hizo el anuncio: “Han sido dados de baja de los programas de capacitación de la base militar. Aunque no estaban acusados de participar en el ataque terrorista del mes pasado en el que murieron tres personas, se descubrió que habían accedido a material de propaganda yihadista”.

Barr -que ocupa el mismo cargo que alguna vez detentó Robert Kennedy- hacía referencia al sangriento episodio del 6 de diciembre pasado, perpetrado por Mohammed Alshamrani en la Naval Air Station de Pensacola, la clásica escuela de los pilotos norteamericanos por cuyas aulas pasaron John Glenn (primer norteamericano que orbitó la Tierra) y Neil Armstrong (el primer ser humano que pisó la Luna).

El breve discurso del fiscal Barr fue el disparador de esta crónica.

Porque si bien uno asocia la palabra Pensacola con aquella marca de atún enlatado que fue muy popular hace algunos años, surge de inmediato la imagen de las hermosísimas playas de esa ciudad del norte del estado de Florida, en los Estados Unidos.

En Pensacola, a unos 1.000 kilómetros de Miami, el turista encuentra precios bastante más bajos, arenas blancas, aguas transparentes y una riquísima variedad de pescados y mariscos. Y una sorpresa: en el cruce de la avenida Palafox y la calle Wright, hay una monumental estatua de bronce, sobre un alto pedestal de piedra, que homenajea al español Bernardo de Gálvez.

¿Bernardo de Gálvez? ¿Un español, en Pensacola? ¿Y por qué merece semejante reconocimiento?

Porque sin él, George Washington no habría ganado la guerra de la independencia de los Estados Unidos.

Ese país en el que la máxima distinción nacional es ser considerado Ciudadano Honorario de Estados Unidos. Una especialísima consagración oficial se le ha otorgado solamente a siete extranjeros, a lo largo del tiempo. Entre ellos, Winston Churchill y la Madre Teresa de Calcuta.

Y Bernardo de Gálvez, el español reconocido como Ciudadano Honorario de los Estados Unidos en 2014, nombramiento ratificado por la Cámara de Representantes y el Senado estadounidenses y firmado por el entonces presidente Barack Obama.

Bernardo de Galvez, héroe español de la independencia de los Estados Unidos. El cuadro de Carlos Monserrate posa en el Capitolio

El motivo por el que los Estados Unidos considera al español Bernardo de Gálvez un héroe norteamericano hay que buscarlo en la historia.

Si alguien me pregunta para quién escribo, mi respuesta es invariable: para los más de 500 millones de hispanohablantes que hay en el mundo. Por supuesto, una meta tan ambiciosa no debe tomarse literalmente. Simplemente, simboliza la proyección universal de nuestro idioma. Lectores, oyentes, televidentes con los que me puedo comunicar. De ellos, casi sesenta millones viven en Estados Unidos.

Esa presencia en USA de nuestra cultura -el habla, la gastronomía, la música, el periodismo- no es un fenómeno contemporáneo. Ni puede ser caracterizado sólo a través de una dolorosa terminología, plagada de “camión”, “coyotes”, “indocumentados”, “papeles”, “muro” o “frontera”. La historia empezó hace mucho.

Entre 1535 y 1821 existió lo que se llamó el Virreinato de Nueva España. Estaba formado -además de México, Cuba, Guatemala, República Dominicana, El Salvador, Puerto Rico, Honduras, Nicaragua y Filipinas- por los actuales estados norteamericanos de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo Mexico, Arizona, Texas, Oregon, Washington, Florida y algunas regiones de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana.

Toda esa enorme región de lo que hoy es Estados Unidos era parte del Virreinato de Nueva España. Y lo fue a lo largo de 286 años.

Recordemos que el Virreinato del Río de la Plata fue creado recién en 1776, como un desprendimiento del Virreinato del Perú. Apenas se extendió por 35 años, hasta la capitulación de Francisco Javier de Elío en Montevideo, en 1811.

¿Y Pensacola?

Pensacola fue fundada en 1559 por un español llamado Tristán de Luna y Arellano, que la bautizó Villa de Santa María. Duró poco: un huracán la destruyo, dos años después. Más tarde, en 1698 fue reconstruída por otro español, Andrés de Arriola.

Hasta que llegó la sangrienta batalla de Pensacola, que terminó el 10 de mayo de 1781, cuando los ingleses se rindieron ante las tropas españolas comandadas por Bernardo de Gálvez. La reconstrucción de ese combate está registrada en las pinturas del catalán Augusto Ferrer-Dalmau y las ilustraciones del norteamericano H. Charles Mc Barron.

Una de las maravillosas playas de Pensacola, en Florida (Instagram: @visitpensacola)

Por su parte, el periodista español Francisco Reyero, autor del libro Y Bernardo de Gálvez entró en Washington nos permite entender el significado histórico de la batalla de Pensacola:

“Gálvez era el gobernador de la Luisiana en 1777, cuando se desata la Guerra de Independencia. Si Gálvez no hubiese sido gobernador, George Washington no habría ganado la Guerra de la Independencia. Literalmente es así”.

España y Francia tenían intereses comunes contra el imperio británico y decidieron actuar contra el inglés. La Armada británica era muy poderosa y el Imperio iba creciendo en detrimento del español. Decidieron ayudarlos, en el caso de España, primero de un modo receloso. Bernardo de Gálvez, incluso contra la opinión de los españoles, se decide a apoyar a los norteamericanos: les envía mantas, blinda el Misisipi, les da respaldo militar, entra en varias plazas estratégicas.

En los últimos años ha crecido el interés en este singular héroe nacido en España. Es así que Guillermo Fesser, creador junto a Juan Luis Cano del inolvidable programa de radio “Gomaespuma”, también lo rescata en su último libro: Conoce a Bernardo de Gálvez:

“Hasta hace nada, yo no tenía ni idea de que el idioma y la cultura de los que hablamos español hubieran estado tan presentes en la creación de Estados Unidos. Por eso, al escuchar por vez primera las hazañas de Bernardo de Gálvez, un malagueño que fue gobernador del territorio de Luisiana durante la guerra de independencia de las trece colonias británicas, me quedé muy sorprendido”.

Fesser, que desde algunos años vive en Rhinebeck, cerca de Nueva York, agrega:

“El personaje que me ha dado pie para iniciar esta aventura es Bernardo de Gálvez, nacido el 23 de julio de 1746 en Macharaviaya, un pueblecito de la provincia de Málaga. Como en el siglo XVIII Europa entera estaba metida en guerras, cuando Bernardo creció eligió la carrera que tenía más salida y se hizo soldado. Pronto destacaría por su valentía en el ejército y el rey Carlos III lo nombró capitán y lo mandó a patrullar los dominios españoles de América del Norte. Cuando le ascendieron a gobernador de Luisiana, se puso del lado de los patriotas norteamericanos. Desde Nueva Orleans, les mandó por el río Misisipí barcos cargados de uniformes, municiones, comida, mantas y medicinas. Derrotó con sus tropas a los británicos en tres batallas (Baton Rouge, Natchez y Mobile) y, con una hazaña histórica que le valió el lema ‘Yo solo’, reconquistó la Florida”.

La frase “Yo solo” a la que se refiere Fesser es auténtica y revela el extraordinario coraje de Gálvez. Cuando estaba a punto de lanzarse al ataque definitivo contra los ingleses atrincherados en Pensacola, el capitán Calvo de Irazábal, comandante de su propia flota se negó a que los buques entrasen a la bahía, por temor al fuego de las baterías británicas.

Entonces Bernardo de Gálvez se subió al pequeño bergantín “Galveztown” y dijo: “El que tenga honor y valor que me siga. Yo solo”. Y bajo el fuego enemigo abrió el paso, como único tripulante de la nave. Ante ese gesto, todos los demás le siguieron y tomaron Pensacola.

  Cuadro de la Batalla de Pensacola con Bernardo de Gálvez comandando el asalto final. La pintura fue hecha por Augusto Ferrer-Dalmau y descansa en el Museo del Ejército de Toledo


El 4 de julio de 1776 nació un nuevo país. En ese momento, pocos advirtieron que en la marcha triunfal Washington ordenó que a su derecha cabalgara el español Bernardo de Gálvez. Y a la hora de asumir su cargo como primer presidente de los Estados Unidos, fue saludado por las salvas de honor que disparó el bergantín Galveztown, amarrado en la bahía de Nueva York.

Esta es la historia.

Pero falta algo más.

Como hemos visto, Bernardo de Gálvez era “marachatungo”. Había nacido en un pueblo llamado Macharaviaya, que está a 28 kilómetros de Málaga. Es muy pequeño, tiene una superficie de poco más de 7 kilómetros cuadrados, cabe 15 veces en Pensacola. Y su población apenas llega a los quinientos habitantes.

Comparte el encanto de cientos de localidades andaluzas: angostas calles empedradas, casas blancas, viejas iglesias. Y las clásicas fiestas lugareñas, como San Bernardo, en agosto. O la veneración a la Virgen del Rosario, en septiembre.

Pero la fiesta principal, en Macharaviaya se celebra el 4 de julio, el Día de la Independencia de los Estados Unidos.

Cada año, el pequeño pueblo de la sierra malagueña evoca a su hijo dilecto, aquel soldado que hace más de tres siglos y a 7.000 kilómetros de distancia, forjó la independencia de los Estados Unidos. Y como en una paradójica versión opuesta a “Bienvenido Mr. Marshall” de Berlanga, los escasos vecinos de Marachaviaya se disfrazan de soldados, unos como españoles, otros como ingleses. Empuñan arcabuces y mosquetes de utilería, emplazan cañones de madera y transforman las empinadas cuestas solariegas en un teatral campo de batalla.

Sólo el auténtico redoble de los tambores y el estruendo de la pirotecnia hacen cierta la fantasía del combate.

Al final, celebran en torno a una mesa grande, en la que no faltan los tesoros gastronómicos de esa tierra andaluza: los aguacates y los camarones.

Justamente, la mejor prueba de la hermandad entre la aldea malagueña y aquella playa de Florida, es que en Pensacola -traducción mediante- el festejo es idéntico, con el consagrado sabor de sus avocados y shrimps.

Para mayor coincidencia, recientemente una bodega malagueña ha comenzado a exportar vinos a Pensacola. La marca es Gálvez Legacy, y las variedades son moscatel de la Denominación de Origen “Málaga” y el tinto de la Denominación de Origen “Sierras de Málaga”. Así que el brindis está asegurado, en uno y otro lado.

Por las dudas, voy avisando: si a fines de junio no me encuentran, lo más probable es que esté de viaje.

martes, 18 de febrero de 2020

USA: Virginia vota para que ciudades eliminen su legado secesionista

La legislatura de Virginia vota para permitir que las ciudades eliminen las estatuas confederadas

Jordan Pascale || NPR



La Cámara y el Senado de Virginia votaron el martes para aprobar proyectos de ley que permitirían a las ciudades decidir si las estatuas confederadas deberían ser eliminadas.
Steve Helber / AP

Las localidades de Virginia están más cerca de tener el poder de eliminar unas 220 estatuas y monumentos confederados en espacios públicos.

Los demócratas, que tomaron el control de la Cámara de Representantes y el Senado en noviembre, aprobaron dos proyectos de ley similares sobre votos cercanos a la línea del partido el martes. Los proyectos de ley generalmente permiten a las ciudades "remover, reubicar, contextualizar, cubrir o alterar" monumentos en espacios públicos.

La versión de la Cámara dice que las localidades deben ofrecer el monumento a museos, sociedades históricas, gobiernos o campos de batalla militares durante 30 días antes de ser removidos.

La versión del Senado hace lo mismo, pero también tiene disposiciones más estrictas: una revisión histórica, un período de comentarios públicos y un requisito de que el órgano rector de la localidad debe tener al menos un voto de dos tercios para autorizar el cambio.

Las diferencias entre los dos aún deberán resolverse.

Pero el gobernador demócrata Ralph Northam, dijo a principios de este año que apoya la idea. Él dice que los monumentos "cuentan una versión particular de la historia que no incluye a todos" y "a esa versión de la historia se le ha dado prominencia y autoridad durante demasiado tiempo".

La ley estatal ha prohibido cualquier modificación a los monumentos. Pero ciudades como Charlottesville, Alexandria, Portsmouth y Norfolk han indicado que quieren eliminar estatuas, según The Associated Press.

Jay Jones, un delegado demócrata negro de Norfolk, dijo en un discurso el lunes que su distrito quiere abrumadoramente que se retire una estatua de "Johnny Reb" de una plaza del centro.

"Cada vez que paso, que es todos los días para llegar a mi oficina de abogados, mi corazón se rompe un poco", dijo.

Los legisladores republicanos han rechazado los llamados para permitir que las estatuas controvertidas caigan. Dicen que eso borra la historia y el fervor podría extenderse a otros conflictos controvertidos, como la Guerra de Vietnam.

El martes en el piso de la Cámara, la demócrata Sally Hudson de Charlottesville dijo que su ciudad ha sido acusada de borrar la historia.

"Estamos tratando de decirlo finalmente", dijo, señalando que la estatua de Robert E. Lee fue dedicada en 1924, en medio del sentimiento de Jim Crow. "No honra ninguna batalla o momento que tuvo lugar donde vivimos.

"(Envió) un mensaje claro a nuestros residentes negros que tuvieron la audacia de organizarse para la igualdad", dijo Hudson.

"No creo que esto termine bien", dijo el republicano Del. Charles Poindexter.

Poindexter, del condado de Franklin, Virginia, dijo que debería someterse a votación de la gente de la ciudad, no de los organismos representativos.

La estatua de Charlottesville estaba en el centro de una violenta manifestación de supremacistas blancos en 2017, en protesta por el intento de la ciudad de sacarla de un parque del centro.

El evento se convirtió en caos y un supremacista blanco estrelló su automóvil contra una multitud, matando a una mujer e hiriendo a docenas más.

Charlottesville ha estado luchando contra la expulsión en los tribunales. Un juez evitó que la ciudad incluso cubriera la estatua de Lee con lonas durante el litigio.

El portavoz de la ciudad de Charlottesville, Brian Wheeler, dijo a la AP en un correo electrónico que Charlottesville comenzará el proceso de remoción si Northam firma la ley.

domingo, 16 de febrero de 2020

GCE: Piden remover la tumba del máximo as García Morato

El Ayuntamiento de Málaga reclamará al Obispado que exhume los restos del aviador franquista García Morato

Los restos del militar, que murió en 1939, se encuentran desde los años 70 en la iglesia del Carmen, en el barrio del Perchel





Nacho Sánchez  ||  El País



La Comisión de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Málaga ha acordado esta mañana reclamar al Obispado de Málaga que exhume los restos del aviador franquista Joaquín García Morato, que se encuentran en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen del barrio del Perchel. La iniciativa ha partido de los representantes del PSOE. “Solo hemos pedido que se cumpla la Ley de Memoria Histórica”, ha subrayado Daniel Pérez, portavoz local de los socialistas. La propuesta, que funciona a modo de declaración de intenciones, ha sido aprobada por consenso con el apoyo de Adelante Málaga, Partido Popular y Ciudadanos. Ahora debe ser el propio consistorio quien ejecute el acuerdo, que será trasladado al Obispado de Málaga.

El piloto, al que las crónicas se refieren como un gran acróbata, falleció apenas tres días después del fin de la Guerra Civil. El 4 de abril de 1939 su avión se estrellaba durante una exhibición aérea a las afueras de Madrid. Casado con una malagueña, fue enterrado días más tarde tras un amplio homenaje en el cementerio de San Miguel. Sin embargo, en 1971 sus restos fueron trasladados a la Capilla de la Misericordia de la parroquia del Carmen. Allí está la virgen de la cofradía de La Misericordia, que luce en su pecho una Cruz Laureada de San Fernando. García Morato recibió esta condecoración militar en 1937 tras una batalla contra las fuerzas republicanas y su viuda decidió, décadas más tarde, donarla a la cofradía, que así lo relata en su página web.

Un "destacado acróbata" con "especial arrojo"

Con todo, el piloto que fue premiado por Franco tras su participación en la guerra civil junto a los golpistas queda retratado como un "héroe indiscutible" en la biografía oficial de la fuerza aérea española. Lejos de una posición siquiera equidistante, el nítido elogio al militar rebelde está colgado en la página web del Ejército del Aire, dependiente del Ministerio de Defensa y el Gobierno de España.

Los bombardeos de Franco tuvieron ejemplos en diversas ciudades andaluzas. Como el ataque indiscriminado sobre Jaén en abril de 1937 que convirtió la plaza en el Gernika andaluz o el asedio a Antequera (Málaga).

El piloto franquista García-Morato en la web del Ejército del Aire. El aviador franquista era un "destacado acróbata" que "se hallaba en Inglaterra al comenzar la guerra civil y desde allí volvió, a través de Francia, a Burgos y Córdoba". "En defensa de esta ciudad", continúa la explicación, arrancó un historial "que le llevó a derribar 40 aviones enemigos".

"En los duros días de la batalla del Jarama derrochó un especial arrojo en los combates del 18 de febrero de 1937", dice el Ejército del Aire. Esto supuso, como destaca la descripción del golpista enterrado en la Cofradía que visitó Cospedal, la concesión de distinciones como la Cruz Laureada de San Fernando o la Medalla Militar. Todo, por su participación en diversas campañas bélicas, caso de la guerra civil española o la guerra colonial del Rif, apunta la rama aérea de los ejércitos españoles.

"Ileso en 511 servicios de guerra y 56 combates aéreos, muere en accidente de vuelo el 4 de abril de 1939, nada más acabar la guerra", según la biografía oficial. "De pequeña estatura y gran simpatía, excelente piloto, buen jefe y perfecto compañero, había logrado un prestigio legendario", prosigue. "Con él perdió la Aviación española un héroe indiscutible", rematan.

La tumba de García Morato ya fue objeto de polémica en la primavera de 2017 cuando la entonces ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, visitó los restos del militar durante la Semana Santa. Días más tarde, el Ministerio aseguró que Cospedal solo había ido a ver la salida procesional, aunque Podemos pidió explicaciones a la ministra. “Este aviador participó en la masacre de decenas de miles de personas y ayudó a los mismos bombarderos nazis e italianos que persiguieron y asesinaron a la población civil”, ha subrayado Daniel Pérez, que ha recordado que en 2018 se aprobó una moción municipal —presentada por Málaga Ahora— para exhumar los restos de García Morato, aunque el ayuntamiento malagueño no lo ha hecho.

El líder socialista también ha recordado que Málaga aún mantiene “dos importantes calles” con nombres que homenajean a militares franquistas. Una de ellas es la que da acceso al aeropuerto de Málaga, denominada Avenida del Comandante García Morato. La otra es la Avenida Carlos Haya, nombrada así en recuerdo de Carlos Haya, también piloto franquista. En 2017, el pleno municipal malagueño acordó que esta vía pasaría a llamarse Camino de Antequera, pero la denominación aún no ha sido modificada. “El alcalde va con retraso”, ha dicho Pérez. La Junta de Andalucía sí que cambió el nombre del hospital que se ubica en esta avenida, llamado Hospital Carlos Haya hasta 2013, desde cuando se denomina Hospital Regional de Málaga.

sábado, 15 de febrero de 2020

SGM: El bombardeo criminal sobre Dresde

“Dresde se puede comparar con Hiroshima”

El historiador Sinclair McKay cree que el bombardeo, que mató a 25.000 personas y del que se cumplen 75 años, fue una enorme atrocidad, pero no un crimen de guerra.


Fèlix Badia || La Vanguardia




El bombardeo de Dresde es un símbolo de la crueldad de la guerra y de su impacto sobre la población. Nunca tantos civiles han muerto en suelo europeo en una sola acción militar como la de la noche del 13 de febrero de 1945. Pero da la sensación que aún no se ha captado en toda su dimensión aquella catástrofe. ¿250.000 muertos? ¿135.000? Muchos menos, en realidad 25.000, una cifra, sin embargo, que sigue siendo inimaginable. Sinclair McKay es autor de Dresde 1945. Fuego y oscuridad (Taurus), un relato de la noche posiblemente más apocalíptica de la historia de Europa, de la que la semana próxima se cumplen 75 años.

¿Por qué los aliados eligieron Dresde para este tipo de ataque aéreo?

Antes de la guerra, y antes de la oscuridad del nazismo, Dresde había sido famosa en toda Europa por su vida artística y su arquitectura exquisita. Incluso ahora, hay muchos que piensan que la ciudad fue elegida como objetivo puramente porque era un monumento muy importante a la cultura alemana. Pero esa no era la razón por la que la ciudad estaba en la lista de objetivos, sino que fue a causa de su actividad militar. Allí había muchas fábricas que producían armamento e instrumentos de alta tecnología para la Wehrmacht, y, además, era un importante nudo de comunicaciones: un gran número de tropas y material fueron canalizados a través de la ciudad hacia el frente del Este que, en febrero de 1945, estaba cien kilómetros.


“Dresde estaba entre los objetivos por su actividad militar, sus fábricas que producían armamentos y su peso como nudo de comunicaciones con el frente”

Los soviéticos habían pedido que Dresde fuera un objetivo para entorpecer el movimiento alemán de tropas y los aliados los ayudaron. Además, se creía que un ataque a gran escala podía ser tan demoledor para la moral alemana que podía acelerar el final de la guerra.

Así que, dejando claro que la pesadilla de la noche del 13 de febrero de 1945 fue una atrocidad, no es correcto lo que dicen los críticos con los bombardeos aliados en el sentido de que Dresde era una ciudad puramente ornamental. Siempre fue mucho más que eso.

¿Qué efecto tuvo el ataque en la opinión pública alemana?

En general entre los alemanes se produjo un shock, pero también había la impresión de que no pasaría mucho tiempo antes de que el régimen nazi cayera y de que los estadounidenses y los soviéticos vencieran. El shock se intensificó (¡cómo si fuera necesario!) porque Joseph Goebbels , difundió la noticia de que habían muerto 250.000 personas. Estaba desesperado porque la gente creyera que los aliados estaban tan empapados de sangre inocente como los nazis.

Pero hubo gente que tuvo una respuesta más matizada. Victor Klemperer –uno de los poquísimos judíos de la ciudad que no habían sido deportados a los campos de exterminio, y que se convirtió en uno de los evacuados tras el bombardeo—oyó personas en otras ciudades en los días posteriores especulando acerca de que Hitler respondería con una nueva arma asombrosa y secreta, que se revelería con motivo de su cumpleaños en abril. Otros se preguntaban abiertamente sobre cómo sería la manera de gobernar de los americanos, en contraste con el miedo ante la perspectiva del estalinismo.


¿Y cómo se lo contaron los aliados a sus respectivas poblaciones?

En el Reino Unido y Estados Unidos la reacción fue mucho más crítica. Las fuerzas aéreas de EE.UU. insistieron en que sólo llevaban a cabo “bombardeos de precisión” contra objetivos cuidadosamente seleccionados. Esto era para ellos fundamental: ¿cómo podían ni siquiera desear la victoria sobre los alemanes si ellos mismos se veían como monstruos?

Y en el lado británico, Winston Churchill fue atacado por la angustia; incluso escribió un informe al mando de bombarderos sobre sus “actos de mero terror”. Fue como si se hubiera despertado repentinamente de una pesadilla. Y, de nuevo, había miedo al futuro: ¿cómo podía la sociedad alemana recuperarse si el mando de Bombarderos la había reducido a polvo de una manera tan sistemática? Los aviones aliados sueltan sus bombas sobre la ciudad alemana (P. RANDOM HOUSE)

Churchill después anuló el informe: pero los aviadores del mando de Bombarderos nunca recibieron ni siquiera una fracción del reconocimiento y adulación que se había dado a otras unidades después de la guerra. A pesar del hecho de que esos jóvenes habían volado una y otra vez con un coraje extraordinario, sabiendo que en cualquier momento –como otros muchos miles de aviadores—podían recibir fuego defensivo, Churchill, discretamente, quiso que fueran olvidados. Más de 55.000 aviadores británicos murieron durante la guerra; hasta hace relativamente poco no han merecido un monumento decente en Londres.

Ha habido mucho debate acerca del balance de víctimas. ¿Hoy hay consenso?

A causa del balance inicial de Goebbels –y de balances posteriores de los 50 y 60 que hablaban de unas 135.000 personas—Dresde fue largamente visto como un cataclismo más importante que Hiroshima. Pero siempre hubo mucho debate y un comité especial de historiadores alemanes examinó el tema hace quince años. El número en torno al que hay consenso hoy en día se sitúa en unos 25.000. Esto, por supuesto, no hace el horror menor, porque igualmente es un número inimaginable de cadáveres. Los nazis no necesitaban hinchar el número, porque la verdad es suficientemente devastadora.
Las vidas de los civiles, que antes de la guerra eran consideradas sagradas, pasaron a ser vistas con total indiferencia


Se ha hecho un paralelismo entre Dresde e Hiroshima y Nagasaki. ¿Cree que esa comparación está justificada?

Sí. Dresde es un símbolo del horror del bombardeo. Durante la guerra, a medida que la Luftwaffe atacaba las ciudades británicas, y a medida que la RAF atacaba las ciudades alemanas, las vidas de los civiles –que antes de la guerra eran consideradas sagradas- pasaron a ser vistas con total indiferencia. En cierto sentido, Dresde no fue realmente el peor bombardeo aliado –el raid contra Pforzheim fue proporcionalmente peor.

Pero Dresde fue un momento definitivo para los aliados desde el punto de vista moral; un momento extraordinario donde la dirección militar pareció recuperar su cordura. De forma similar, se argumentará siempre que los horrores de Hiroshima y Nagasaki terminaron una guerra que podía haber acabado con muchísimas más vidas. El paralelismo reside en las múltiples capas de la complejidad de la moral humana, así como en los detalles más terribles.

A consecuencia de este bombardeo los aliados han sido acusados de practicar la misma brutalidad que los nazis. ¿Lo cree así?

En el Reino Unido a menudo se afirma que Dresde fue un crimen de guerra y eso me incomoda. Es una atrocidad y creo que eso es incuestionable, pero el término “crimen de guerra” implica una precisión legal que no corresponde. En primer lugar: a pesar de la enormidad del ataque -796 bombarderos británicos y al día siguiente más aviones norteamericanos- Dresde fue un objetivo militar legítimo. Segundo: si aplicamos el mismo término aquí, entonces deberíamos aplicarlo en otros casos anteriores en Alemania: Hamburgo, Essen, Colonia, Lubeck y Mannheim, entre muchos otros. ¿Esos también eran crímenes de guerra?

El casco urbano de Dresde destruido por el bombardeo (P. RANDOM HOUSE)

Tercero: febrero de 1945 no fue la última ocasión en que Dresde fue bombardeado. Los americanos regresaron en marzo y en abril, realzando su importancia como objetivo. Por tanto, el peligro de señalar estos bombardeos como un crimen de guerra creo que lleva a una equivalencia con el régimen nazi, que los aliados eran tan malos como los nazis. Este es un camino peligroso y si lo seguimos, no mucho más allá, llegaremos a la posición de la extrema derecha que busca apropiarse de la historia de Dresde, trazando una equivalencia entre los horrores de aquella noche y el Holocausto.



viernes, 14 de febrero de 2020

Guerra Antisubversiva: Los muertos invisibles del peronismo

Los muertos invisibles de la Argentina

Jorge Fernández Díaz



El último gesto de vida de Antonio Muscat, segundos después de recibir una lluvia de plomo, es esta lágrima furtiva que le cruza el rostro final, tendido sobre la vereda ensangrentada.

Nació en Dock Sud, provenía de una humilde familia de inmigrantes malteses y se casó con una bella croata de tres nombres a quien todos llamaban Beba.

Se recibió de contador público, ingresó en Molinos e hizo una larga carrera en el grupo Bunge & Born. Su vida personal siguió siendo sencilla, frugal y feliz: se lo veía siempre cortando el pasto del jardín de su casa de Quilmes, acompañando a sus tres hijas mujeres y ayudando a los más pobres desde sociedades de fomento, club de leones y parroquias ribereñas.

Beba lo esperaba todas las tardes con la alegría de una novia. Al día siguiente del secuestro de los hermanos Born, ella atendió un llamado: “Decile al hijo de puta de tu marido que va a ser el próximo”.

Al principio de los violentos años 70, la compañía le había ofrecido trasladarse a Brasil; luego le intervinieron el teléfono y le pusieron una custodia.

Pero Antonio no quería asilarse ni vivir vigilado; pensó sinceramente que nadie querría matar a un simple gerente, a un tipo de barrio.
Más bien cavilaba, y no sin algo de razón, que esos amagues eran simples presiones para que el patriarca de los Born soltara por fin el dinero del rescate.

Pero el patriarca se ponía duro y las negociaciones se dilataban, y entonces los responsables de la Operación Mellizas tomaron secretamente la decisión de “ejecutar” a algún empleado de la compañía para ablandar la voluntad, para aceitar el diálogo. Antonio Muscat no tenía forma de saber que ya se había transformado en un blanco móvil.



Esta mañana del 7 de febrero de 1975 gobierna Isabel Perón, y hay un sol radiante. Muscat, como todos los días, se levanta temprano, sale a hacer flexiones y ejercicios de respiración, se ducha y despierta a Beba: siempre se sienta a su lado en la cama y le ceba unos mates. Luego carga a dos hijas en su Ford Falcon y cambia su itinerario de rutina, puesto que debe dejar a una de ellas en la estación de trenes.

“Apurate que tengo varios coches atrás”, le dice. Ella se apura y, por lo tanto, solo le deja un beso fugaz. Todavía hoy, 43 años después y con la perspectiva del drama, se arrepiente de aquella fugacidad. El dolor nos vuelve injustos con los detalles.

En la barrera Rodolfo López un coche le frena a Muscat por la retaguardia, y otro se adelanta y se le pone a la par. El contador entiende que algo grave está por suceder, porque comienzan a sonar dos sirenas. La barrera se alza y él pisa el acelerador.

Pero a los pocos metros un tercer auto sale de la nada y lo bloquea, y lo encierran hacia la derecha. De ellos surgen nueve tipos armados con ametralladoras y le arrojan gas pimienta.

La otra hija de Muscat baja aturdida y se refugia por un instante detrás del Falcon, y Antonio parece alejarse de ella quizá porque intuye que van a rociarlo de muerte, y no quiere que las balas la alcancen. Los asesinos se concentran en él: uno de los proyectiles le entra por el brazo, le atraviesa el tórax y le toca el corazón.

Cuando se acerca, su hija lo ve caído y por el rabillo del ojo divisa a los nueve homicidas, que regresan a sus coches con las ametralladoras humeantes. Es en ese instante de conmoción cuando observa que aquella lágrima solitaria y última surca la cara de su padre.

Un conscripto que pasa por ahí la ayuda a cargar el pesado cuerpo y a conducirlo a la Clínica Modelo. Beba Muscat, pocos minutos más tarde, entra en el quirófano sin saber que su marido ya ha expirado y le grita: “¡Vamos, Antonio, fuerza!”. Hasta que una enfermera la acaricia amorosamente, ella se da cuenta de la verdad y se desmorona.

Antonio Muscat fue sepultado en el cementerio de Avellaneda; dentro de la caja fuerte de su oficina encontraron varias amenazas firmadas por Montoneros y ERP.

Born, que lo conocía y lo estimaba, ordenó fríamente que pagaran una indemnización, pero solo envió unas flores y una tarjeta impersonal. Sus dos hijos recobraron la libertad, pero nadie se acordó nunca de esa familia mutilada.

Ni una línea, ni una palabra, ni un llamado. Beba se sintió abandonada emocionalmente por los patrones de su esposo.

Estuvo un año entero muerta en vida, hasta que de pronto resucitó: dijo que nunca más iba a consumir la yerba ni la harina ni ningún otro producto que fabricaran las empresas de los Born, y se dedicó con risas y con garra a sacar adelante a sus hijas.
Jamás volvió a enamorarse, pero logró que todas hicieran un buen duelo y que no se agitara obsesivamente en el hogar la memoria de aquel terrible atentado; no quería que sus nietos crecieran con resentimiento.

La dictadura militar les pareció a todas ellas una aberración inexcusable: lavar sangre con más sangre, combatir el terrorismo transformando al Estado en terrorista y en sádico asesino en masa.

Los posteriores negocios de Born con Galimberti les hicieron rechinar los dientes. Y la irresponsable mitificación de los montoneros operada por el gobierno kirchnerista les crispó los nervios.

Tuvieron que romper su propio criterio con esos hijos y sobrinos cuando descubrieron que el clima de época les inculcaba la épica de la “juventud maravillosa”.

Se vieron forzadas a sentar a esos chicos y a explicarles seriamente lo que había sucedido con el abuelo. Y cómo los miembros de aquellas bandas armadas jamás pidieron perdón, y el modo en que se silenciaron a todas sus víctimas mediante una extraña extorsión pública según la cual evocar las aberraciones terroristas implicaba necesariamente disculpar el exterminio de Videla y de Massera, o sustentar de manera automática la “teoría de los dos demonios”.

Por esa misma razón, hay 1094 muertos invisibles en la Argentina; la mayoría de ellos, eliminados en tiempos de democracia. Civiles y no combatientes.