viernes, 1 de marzo de 2024

Napoleón Bonaparte: Daguerrotipo de Marie-Louise, su segunda esposa

Un daguerrotipo de la segunda esposa de Napoleón, Marie-Louise, 1847





"Maria Ludovica Leopoldina Franziska Therese Josepha Lucia; o "Marie Louise" (12 de diciembre de 1791 – 17 de diciembre de 1847) fue una archiduquesa austríaca que reinó como duquesa de Parma desde el 11 de abril de 1814 hasta su muerte. Fue la segunda esposa de Napoleón y, como tal, emperatriz. de los franceses desde su matrimonio el 1 de abril de 1810 hasta su abdicación el 6 de abril de 1814.
Como hija mayor de Francisco II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y emperador de Austria, y su segunda esposa, María Teresa de Nápoles y Sicilia, María Luisa creció durante un período de conflicto continuo entre Austria y la Francia revolucionaria. Una serie de derrotas militares a manos de Napoleón Bonaparte habían infligido un alto precio humano a Austria y habían llevado a Francisco a disolver el Sacro Imperio Romano. El fin de la Guerra de la Quinta Coalición resultó en el matrimonio de Napoleón y María Luisa en 1810, lo que marcó el comienzo de un breve período de paz y amistad entre Austria y el Imperio francés. María Luisa aceptó el matrimonio a pesar de haber sido educada para despreciar a Francia. Napoleón la adoraba, que había estado ansioso por casarse con un miembro de una de las principales casas reales de Europa para cimentar su relativamente joven Imperio. Con Napoleón, tuvo un hijo, llamado Rey de Roma al nacer, más tarde Duque de Reichstadt, quien lo sucedió brevemente como Napoleón II.
La suerte de Napoleón cambió dramáticamente en 1812 después de su fallida invasión de Rusia. Las potencias europeas, incluida Austria, reanudaron las hostilidades hacia Francia en la Guerra de la Sexta Coalición, que terminó con la abdicación de Napoleón y su exilio a Elba. El Tratado de Fontainebleau de 1814 entregó los ducados de Parma, Piacenza y Guastalla a la emperatriz María Luisa. Ella gobernó los ducados hasta su muerte."

miércoles, 28 de febrero de 2024

Guerra contra la Subversión: El salvaje ataque peronista al Regimiento 29 de Formosa

El ataque montonero al Regimiento 29 de Formosa: un traidor, una defensa heroica y la muerte del conscripto Hermindo Luna

El 5 de octubre de 1975 una treintena de montoneros ingresó con ayuda de un soldado infiel al Regimiento 29 en busca de armas y de provocar un impacto psicológico, político y en la opinión pública. La conmovedora historia del joven que repelió el ataque y fue asesinado junto a otros 11 soldados y 3 civiles. La infructuosa lucha de Jovina Luna -quien murió durante la pandemia- para reivindicar la memoria de su hermano






Hermindo Luna, en una fotografía de sus tiempos de soldado

Ese domingo 5 de octubre de 1975 era todo fiesta en lo de los Luna. Le festejaban el cumpleaños a Jovina, que cumplía 11 años, y aprovecharon para celebrar el de su papá, Jesús, que había cumplido el 1ro. Era la décima de 13 hijos -diez varones y tres mujeres- de una familia formada por su papá albañil y Secundina Vázquez. Vivían en Las Lomitas, Formosa y se las arreglaban vendiendo pan y empanadas, y los hijos mayores trabajaban.

Comieron empanadas y chivito. Jovina estaba contenta. Como regalo de cumpleaños había pedido hacer un viaje en tren, porque no lo conocía. Y qué mejor que aprovechar el viaje y visitar a su hermano Hermindo, diez años mayor que ella, que cumplía con el servicio militar en el Regimiento de Infantería de Monte 29 “Coronel Ignacio José Warnes”, una de las unidades afectadas al Operativo Independencia, a partir de un decreto firmado por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Días antes del ataque, padre e hija le dieron la sorpresa a Hermindo. Lo visitaron en el cuartel.


Los Luna eran muy unidos. Hermindo es el primero desde la izquierda

Había nacido el 26 de junio de 1954 y lo que más le gustaba era trabajar en el campo con los animales. Aprendió a ser hábil para manejarse en el monte y ya en su infancia, forjó una fortaleza y una rusticidad que sorprendía. Con sus hermanos Nicasio y Mario pusieron un horno de ladrillos.

No había podido ir a la escuela, ya que donde había nacido no había, y el trabajo estaba primero. A los 18 años pudo terminar los estudios primarios en la nocturna de Las Lomitas.

Le gustaba ir al cine a ver películas de acción y en sus ratos libres, dibujaba y pintaba en cualquier papel que encontraba. De puro traviesos sus hermanos menores los rompían pero él nunca se enojaba. Con el paso del tiempo, están más que arrepentidos porque no conservan ninguno.




El saldo del ataque fue de 24 muertos, doce por cada bando

Era hincha de River porque ese era el cuadro de su madre, por quien tenía devoción. Su padre y hermanos eran de Independiente.

No tenía demasiados amigos, y con sus hermanos eran muy unidos. Tenía una novia, a quien no veía demasiado, por las tareas del campo y porque el horno de ladrillos estaba lejos de su casa, cerca de un espejo de agua, ya que para su elaboración se precisa mucho de ella.

Cuando llegó el día del sorteo del servicio militar, Hermindo tenía la ansiedad a flor de piel. Toda la familia rodeaba la radio. Por el número que salió, sabía que le correspondía Ejército. Estaba nervioso de que lo destinaran a otra provincia o como le había ocurrido a uno de sus hermanos, que debió hacer la colimba en la marina, en la lejanísima ciudad de Buenos Aires.




Rogelio Mazacotte es uno de los soldados que defendió el cuartel y que mantiene viva la memoria de lo que vivió en octubre de 1975

Cuando supo que su destino sería el Regimiento 29, se alegró. Se quedaría en sus pagos.

El día que partió para incorporarse al Ejército, toda la familia se levantó más temprano que de costumbre. Lo acompañaron hasta la estación del tren y lo despidieron. Lo recuerdan feliz agitando su mano fuera de la ventanilla.

En junio tuvo unos días de licencia, que aprovechó para visitarlos. Sus superiores lo evocan como una persona siempre dispuesta y que disfrutaba atender la caballeriza, ya que le permitía estar en contacto con los animales.




El ataque al Regimiento de infantería de Monte 29 fue tapa de los diarios

Ese domingo 5 de octubre el subteniente Jorge Ramón Cáceres ordenó hacer un asado y quiso que estuviera listo para las 12. Sospechaba que al anochecer algo pasaría. Cada uno de los 70 soldados recibió un cargador más.

Después de almorzar, los conscriptos habían jugado un partido de fútbol y se encaminaban a las duchas. Entre ellos estaba Marcelino Torales, albañil, que su sueño de chico humilde y peronista era ser cantante como Sandro. Y también, entre ellos, había un traidor, Luis Mayol, un santafecino que estudiaba Derecho y que era un militante montonero. Había llegado castigado de Santa Fe, su provincia natal.

Se extrañaron verlo a mitad de la mañana dando vueltas por la guardia, yendo de un lado para el otro. Había pedido permiso para ir a la compañía a buscar un pulover. Fue el que le abrió el portón de entrada a cinco camionetas con una treintena de montoneros.

 

En su parte de guerra, montoneros destacaron la valentía y el arrojo de los conscriptos

En la guardia, algunos soldados compartieron el vino que había sobrado y se recostaron. Torales se había acomodado sobre el techo del placard de hormigón.

Quince minutos después los sobresaltaron el sonido de disparos. Había comenzado el ataque, donde peronistas baleaban a otros peronistas durante un gobierno constitucional peronista. No se sabía, pero en esa acción hacía su aparición el ejército montonero, con uniforme azul, aunque algunos de ellos vestían camperas de lona y pantalones vaqueros.

Los terroristas perseguían dos objetivos: obtener armamento y provocar un impacto psicológico político y en la opinión pública.

“¡Salgan y dejen el armamento!”, se escuchó que los atacantes ordenaban a los soldados que estaban en la guardia. Nadie obedeció y la guardia fue acribillada. El soldado Mazacotte de pronto descubrió que había sido herido en el abdomen. A su lado, su compañero Arrieta agonizaba. Había que salir.

Años más tarde Mazacotte, contó a Infobae que no entendían cómo un paisano le disparaba a otro. Decía que el soldado no estaba preparado para pelear entre hermanos. Explicó que los montoneros creían que como eran soldados negros, entregarían el regimiento.



Los caídos que murieron defendiendo el regimiento, esa tarde del 5 de octubre de 1975

Cuando un montonero pretendió arrojar una granada hacia el interior por la ventana, Torales, desde la altura del placard, lo abatió con su fusil. Al atacante le explotó la granada en la mano.

Dejaron la guardia por una ventana, luego de quitar el mosquitero. Los soldados se la rebuscaron para hallar una posición desde donde defenderse. La encontraron detrás de un timbó, un árbol grande con una amplia sombra que era apreciada en el calor formoseño.

Todos disparaban, a pesar de los pedidos que los terroristas de que se rindiesen. Mazzacote, entonces, recibió un tiro en la pierna derecha, arriba de la rodilla y quedó fuera de combate.

Los montoneros abatieron al sargento Víctor Zanabria que intentaba operar la radio para dar la alerta. Otro grupo asesinó a sangre fría a cinco conscriptos que dormían. Cuando se dirigieron a otra de las cuadras donde descansaban soldados, se toparon con Hermindo que hizo frente a cinco atacantes. Le exigieron que se rindiese, que la cosa no era con él. “¡Acá no se rinde nadie, mierdas!” les gritó. Lo partieron al medio con una ráfaga de ametralladora.




Por muchos años, Jovina Luna se puso al hombro la lucha para que los soldados fuesen reconocidos

Algunos soldados intentaron refugiarse en los baños y los montoneros les arrojaron granadas por las ventanas. Mayol guió a los atacantes hasta el depósito de armas, pero encontraron una tenaz resistencia de conscriptos. Luego de hacerse con 18 FAL y un FAP emprendieron la retirada, temiendo que los refuerzos no demorarían en llegar.

Cuando vieron a Mayol salir al descubierto con una ametralladora para rematar al subteniente Masaferro que estaba herido, los soldados lo abatieron.

Los montoneros sufrieron varias bajas, producto del fuego de una ametralladora que los soldados habían dispuesto cerca del mástil. Dejaron el cuartel, escaparon en un Boing 737 y aterrizarían en un campo por Rafaela, y en un Cessna 182 con rumbo a Corrientes.

En el Regimiento quedaron 24 muertos, doce por cada lado. Fallecieron el subteniente Ricardo Massaferro, el sargento Víctor Zanabria, que dejó una esposa y dos hijos, y los soldados Antonio Arrieta, Heriberto Ávalos, José Coronel, Dante Salvatierra, Ismael Sánchez, Tomás Sánchez, Edmundo Sosa, Marcelino Torantes, Alberto Villalba y Hermindo Luna. También murieron tres civiles, ajenos a la acción.

Los Luna se enteraron del ataque al día siguiente. En el pueblo no había teléfono y el único enlace eran los radioaficionados, que solían contactarse con el puesto local de Gendarmería.

Fue su hermano Remigio quien recibió, en su trabajo, el telegrama con la peor noticia. A los tres días el cuerpo llegó a Las Lomitas. Lo velaron en la casa a cajón cerrado. En el pueblo no existían las casas fúnebres. No pudieron verlo por última vez y la familia debió contentarse con abrazar el féretro. Se acercó mucha gente y se formó una fila interminable cuando lo llevaron al cementerio.

Su padre Jesús falleció en 2003 y su madre Secundina, tres años después. Un sobrino lleva su nombre y uno de los hijos de Jovina es sorprendentemente parecido a su tío.

Hacía años que la razón de ser de Jovina era la de reivindicar la memoria de su hermano y de los caídos en la defensa del regimiento. Había logrado que el entonces presidente Mauricio Macri firmase el decreto de necesidad y urgencia 829 de reconocimiento el derecho de los familiares de los soldados caídos y a los que hubiesen sido gravemente heridos a cobrar una indemnización. Entre los fundamentos, se señala “…mitigar el dolor, la angustia, la tristeza y la impotencia sufrida por tantos años de olvido”, y destaca que “recordar y honrar a estos valientes hombres de la Patria es una responsabilidad y obligación del Estado Nacional”.

Jovina también luchaba para que quitasen del Parque de la Memoria los nombres de los asesinos de su hermano.

El martes 18 de mayo del 2021 sintió un malestar en el estómago. Su esposo Roberto insistió para que viera un médico en Mechita, donde vivían. Sospecharon que se había contagiado de covid en una FM local donde entrevistaba a veteranos de aquellos años setenta y a ex combatientes de Malvinas. Primero estuvo internada en el Hospital San Luis de Bragado y luego derivada a Junín, donde falleció el 18 de junio. Tenía 56 años.

No se enteró que ese decreto de reconocimiento no fue tenido en cuenta por el gobierno de Alberto Fernández. Falta que sea reglamentado y que se realice el pago. Hubo presentaciones ante la justicia y ante el ministerio de Defensa, pero el trámite no se movió. Fuentes consultadas por Infobae aseguran que falta voluntad política para poner en agenda este tema, que es el hecho más importante ocurrido en la historia de la provincia.

Por su parte, hace unos años que el gobierno de Formosa instituyó esa fecha como el día del Soldado Formoseño y el día del Héroe Formoseño. Varios de aquellos soldados ya fallecieron.



Uno de los tantos homenajes del trágico hecho. Veteranos con las imagenes de los caídos, a 44 años del ataque

Ese 1 de octubre de 1975, cuando visitaron a Hermindo en el cuartel, le dieron una alegría. Pudieron estar juntos un rato y al momento de la despedida, él le dio a su hermana el típico tirón de orejas que reciben los cumpleañeros. “Que la pases bien, y decile a mi viejita que pronto voy a ir a verla”.

Ese tirón de orejas fue el último recuerdo que Jovina conservó de su hermano querendón, que nunca se enojaba cuando le rompían sus dibujos y que se alegró cuando supo que haría la colimba en sus pagos.



martes, 27 de febrero de 2024

La caída de Berlin: El rapto de mujeres

'Los soldados rusos violaron a todas las mujeres alemanas entre ocho y 80 años'



Antony Beevor, autor del aclamado nuevo libro sobre la caída de Berlín, sobre un enorme crimen de guerra cometido por el victorioso Ejército Rojo.


Anthony Beevor || The Guardian





"Los soldados del ejército ruso no creen en las 'enlaces individuales' con mujeres alemanas", escribió el dramaturgo Zakhar Agranenko en su diario cuando servía como oficial de infantería de marina en Prusia Oriental. "Nueve, diez, doce hombres a la vez, violan ellos de manera colectiva."

Los ejércitos soviéticos que avanzaban hacia Prusia Oriental en enero de 1945, en enormes y largas columnas, eran una extraordinaria mezcla de lo moderno y lo medieval: tropas de tanques con cascos negros acolchados, soldados de caballería cosacos sobre monturas peludas con el botín atado a la silla, Studebakers de préstamo y arrendamiento y Esquiva remolcando cañones ligeros y luego un segundo escalón en carros tirados por caballos. La variedad de carácter entre los soldados era casi tan grande como la de su equipo militar. Había filibusteros que bebían y violaban descaradamente, y había comunistas idealistas y austeros y miembros de la intelectualidad horrorizados por tal comportamiento.

Beria y Stalin, de vuelta en Moscú, sabían perfectamente lo que estaba pasando gracias a una serie de informes detallados. Uno afirmó que "muchos alemanes declaran que todas las mujeres alemanas de Prusia Oriental que se quedaron fueron violadas por soldados del Ejército Rojo". Se dieron numerosos ejemplos de violaciones en grupo, "incluidas niñas menores de 18 años y ancianas".

El mariscal Rokossovsky emitió la orden nº 006 en un intento de dirigir "los sentimientos de odio hacia la lucha contra el enemigo en el campo de batalla". Parece haber tenido poco efecto. También hubo algunos intentos arbitrarios de ejercer autoridad. Se dice que el comandante de una división de fusileros "disparó personalmente a un teniente que estaba alineando a un grupo de sus hombres ante una mujer alemana tendida en el suelo". Pero o los propios oficiales estaban involucrados, o la falta de disciplina hacía que fuera demasiado peligroso restablecer el orden entre soldados borrachos armados con metralletas.

Los llamamientos a vengar la Patria, violada por la invasión de la Wehrmacht, habían dado la idea de que se permitiría casi cualquier crueldad. Incluso muchas mujeres jóvenes soldados y personal médico del Ejército Rojo no parecieron desaprobarlo. "¡El comportamiento de nuestros soldados hacia los alemanes, especialmente hacia las mujeres alemanas, es absolutamente correcto!" - dijo un joven de 21 años del destacamento de reconocimiento de Agranenko. Algunos parecieron encontrarlo divertido. Varias mujeres alemanas registraron cómo las militares soviéticas observaban y reían cuando eran violadas. Pero algunas mujeres quedaron profundamente conmocionadas por lo que presenciaron en Alemania . Natalya Gesse, amiga íntima del científico Andrei Sakharov, había observado al Ejército Rojo en acción en 1945 como corresponsal de guerra soviética. "Los soldados rusos violaron a todas las mujeres alemanas, entre ocho y ochenta años", relató más tarde. "Era un ejército de violadores".

Bebidas de todo tipo, incluidas sustancias químicas peligrosas incautadas en laboratorios y talleres, fueron un factor importante en la violencia. Parece como si los soldados soviéticos necesitaran valor alcohólico para atacar a una mujer. Pero luego, con demasiada frecuencia, bebían demasiado y, al no poder completar el acto, utilizaban la botella con un efecto espantoso. Varias víctimas fueron mutiladas obscenamente.

El tema de las violaciones masivas del Ejército Rojo en Alemania ha sido tan reprimido en Rusia que incluso hoy los veteranos se niegan a reconocer lo que realmente sucedió. Sin embargo, los pocos dispuestos a hablar abiertamente no se arrepienten en absoluto. "Todas nos levantaron las faldas y se tumbaron en la cama", dijo el líder de una compañía de tanques. Incluso se jactó de que "dos millones de nuestros niños nacieron" en Alemania.

Es sorprendente la capacidad de los oficiales soviéticos para convencerse de que la mayoría de las víctimas estaban contentas con su destino o al menos aceptaban que les tocaba sufrir después de lo que la Wehrmacht había hecho en Rusia. "Nuestros compañeros estaban tan hambrientos de sexo", dijo un mayor soviético a un periodista británico en ese momento, "que a menudo violaban a ancianas de sesenta, setenta o incluso ochenta años, para sorpresa, si no absoluto deleite, de estas abuelas".

Sólo podemos arañar la superficie de las contradicciones psicológicas. Cuando las mujeres violadas en grupo en Königsberg rogaron a sus agresores que las sacaran de su miseria, los hombres del Ejército Rojo parecen haberse sentido insultados. "Los soldados rusos no disparan a las mujeres", respondieron. "Sólo los soldados alemanes hacen eso." El Ejército Rojo había logrado convencerse de que, al haber asumido la misión moral de liberar a Europa del fascismo, podía comportarse enteramente como quisiera, tanto personal como políticamente.

La dominación y la humillación impregnaron el trato que la mayoría de los soldados daban a las mujeres en Prusia Oriental. Las víctimas no sólo cargaron con el peso de la venganza por los crímenes de la Wehrmacht, sino que también representaron un objetivo atávico tan antiguo como la propia guerra. La historiadora feminista Susan Brownmiller observó que la violación es el acto de un conquistador, dirigido a los "cuerpos de las mujeres del enemigo derrotado" para enfatizar su victoria. Sin embargo, una vez disipada la furia inicial de enero de 1945, el sadismo se volvió menos marcado. Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, tres meses después, sus soldados tendían a considerar a las mujeres alemanas más como un derecho casual de conquista. La sensación de dominación ciertamente continuó, pero tal vez fue en parte un producto indirecto de las humillaciones que ellos mismos habían sufrido a manos de sus comandantes y de las autoridades soviéticas en su conjunto.

Varias otras fuerzas o influencias estaban en acción. La libertad sexual había sido un tema de animado debate dentro de los círculos del Partido Comunista durante la década de 1920, pero durante la década siguiente, Stalin se aseguró de que la sociedad soviética se describiera a sí misma como prácticamente asexual. Esto no tenía nada que ver con un puritanismo genuino: se debía a que el amor y el sexo no encajaban con el dogma diseñado para "desindividualizar" al individuo. Había que suprimir los impulsos y las emociones humanas. La obra de Freud fue prohibida, el divorcio y el adulterio eran temas que generaban una fuerte desaprobación del partido. Se reintrodujeron sanciones penales contra la homosexualidad. La nueva doctrina se extendió incluso hasta la completa supresión de la educación sexual. En el arte gráfico, el contorno vestido de los senos de una mujer se consideraba peligrosamente erótico. Tenían que estar disfrazados con monos. El régimen claramente quería que cualquier forma de deseo se convirtiera en amor por el partido y, sobre todo, por el camarada Stalin.

La mayoría de los soldados del Ejército Rojo con poca educación padecían ignorancia sexual y actitudes completamente ignorantes hacia las mujeres. De modo que los intentos del Estado soviético de suprimir la libido de su pueblo crearon lo que un escritor ruso describió como una especie de "erotismo de cuartel" que era mucho más primitivo y violento que "la más sórdida pornografía extranjera". Todo esto se combinó con la influencia deshumanizadora de la propaganda moderna y los impulsos atávicos y guerreros de hombres marcados por el miedo y el sufrimiento.

El novelista Vasily Grossman, corresponsal de guerra adscrito al Ejército Rojo invasor, pronto descubrió que las víctimas de violaciones no eran sólo alemanes. Las mujeres polacas también sufrieron. Lo mismo hicieron las jóvenes rusas, bielorrusas y ucranianas que habían sido enviadas de regreso a Alemania por la Wehrmacht para realizar trabajos esclavos. "Las chicas soviéticas liberadas se quejan con frecuencia de que nuestros soldados las violan", señaló. "Una niña me dijo entre lágrimas: 'Era un hombre mayor, mayor que mi padre'".

La violación de mujeres y niñas soviéticas socava gravemente los intentos rusos de justificar el comportamiento del Ejército Rojo con el argumento de venganza por la brutalidad alemana en la Unión Soviética. El 29 de marzo de 1945, el comité central del Komsomol (la organización juvenil de la Unión Soviética) informó al asociado de Stalin, Malenkov, de un informe del 1.er Frente Ucraniano. "En la noche del 24 de febrero", registró el general Tsygankov en el primero de muchos ejemplos, "un grupo de 35 tenientes provisionales en curso y el comandante de su batallón entraron en el dormitorio de mujeres en el pueblo de Grutenberg y las violaron".

En Berlín, muchas mujeres simplemente no estaban preparadas para el impacto de la venganza rusa, por mucha propaganda de terror que hubieran escuchado de Goebbels. Muchos se tranquilizaron diciendo que, aunque en el campo el peligro debe ser grande, en la ciudad difícilmente podrían producirse violaciones masivas delante de todo el mundo.

En Dahlem, los oficiales soviéticos visitaron a la hermana Kunigunde, la madre superiora de Haus Dahlem, una clínica de maternidad y orfanato. Los oficiales y sus hombres se comportaron impecablemente. De hecho, los oficiales incluso advirtieron a la hermana Kunigunde sobre las tropas de segunda línea que las seguían. Su predicción resultó totalmente precisa. Monjas, jóvenes, ancianas, mujeres embarazadas y madres que acababan de dar a luz fueron violadas sin piedad.

Sin embargo, al cabo de un par de días, surgió una tendencia en la que los soldados encendían antorchas ante los rostros de las mujeres acurrucadas en los búnkeres para elegir a sus víctimas. Este proceso de selección, a diferencia de la violencia indiscriminada mostrada anteriormente, indica un cambio definitivo. En esta etapa, los soldados soviéticos comenzaron a tratar a las mujeres alemanas más como botín de guerra sexual que como sustitutas de la Wehrmacht sobre las cuales desahogar su ira.

Quienes escriben sobre el tema a menudo han definido la violación como un acto de violencia que tiene poco que ver con el sexo. Pero esa es una definición desde la perspectiva de la víctima. Para comprender el crimen, es necesario ver las cosas desde el punto de vista del perpetrador, especialmente en las últimas etapas, cuando la violación sin agravantes sucedió a la embestida extrema de enero y febrero.

Muchas mujeres se vieron obligadas a "ceder" ante un soldado con la esperanza de que las protegiera de los demás. Magda Wieland, una actriz de 24 años, fue sacada a rastras de un armario de su apartamento junto a la Kurfürstendamm. Un soldado muy joven de Asia central la sacó a rastras. Estaba tan emocionado ante la perspectiva de una hermosa joven rubia que eyaculó prematuramente. Mediante lenguaje de señas, ella se le ofreció como novia si él la protegía de otros soldados rusos, pero él se fue a alardear ante sus camaradas y otro soldado la violó. Ellen Goetz, una amiga judía de Magda, también fue violada. Cuando otros alemanes intentaron explicar a los rusos que ella era judía y que había sido perseguida, recibieron la respuesta: "Frau ist Frau".

Las mujeres pronto aprendieron a desaparecer durante las "horas de caza" de la noche. Las hijas pequeñas permanecían escondidas en los desvanes durante días enteros. Las madres salían a la calle a buscar agua sólo temprano en la mañana, cuando los soldados soviéticos dormían después del alcohol de la noche anterior. A veces, el mayor peligro procedía de una madre que revelaba el escondite de otras niñas en un intento desesperado por salvar a su propia hija. Los berlineses mayores aún recuerdan los gritos cada noche. Era imposible no oírlos porque todas las ventanas habían sido voladas.

Las estimaciones de víctimas de violación en los dos principales hospitales de la ciudad oscilaron entre 95.000 y 130.000. Un médico dedujo que de aproximadamente 100.000 mujeres violadas en la ciudad, unas 10.000 murieron a consecuencia de ello, la mayoría por suicidio. Se pensaba que la tasa de mortalidad había sido mucho mayor entre los 1,4 millones de víctimas estimadas en Prusia Oriental, Pomerania y Silesia. En total, se cree que al menos dos millones de mujeres alemanas han sido violadas, y una minoría sustancial, si no una mayoría, parece haber sufrido violaciones múltiples.

Si alguien intentó defender a una mujer contra un atacante soviético, fue o un padre tratando de defender a una hija o un hijo pequeño tratando de proteger a su madre. "Dieter Sahl, de 13 años", escribieron los vecinos en una carta poco después del suceso, "se arrojó a puñetazos contra un ruso que violaba a su madre delante de él. No consiguió nada excepto que le dispararan. "

Después de la segunda etapa en la que las mujeres se ofrecían a un soldado para salvarse de los demás, llegó la necesidad posterior a la batalla de sobrevivir al hambre. Susan Brownmiller señaló "la línea turbia que separa la violación en tiempos de guerra de la prostitución en tiempos de guerra". Poco después de la rendición en Berlín, Ursula von Kardorff encontró todo tipo de mujeres prostituyéndose por comida o por la moneda alternativa de los cigarrillos. Helke Sander, un cineasta alemán que investigó el tema con gran detalle, escribió sobre "la zona gris de la fuerza directa, el chantaje, el cálculo y el afecto real".

La cuarta etapa fue una extraña forma de convivencia en la que los oficiales del Ejército Rojo se instalaron con las "esposas de ocupación" alemanas. Las autoridades soviéticas quedaron consternadas y enfurecidas cuando varios oficiales del Ejército Rojo, decididos a quedarse con sus amantes alemanes, desertaron cuando llegó el momento de regresar a la Madre Patria.

Incluso si la definición feminista de violación puramente como un acto de violencia resulta simplista, no hay justificación para la complacencia masculina. En todo caso, los acontecimientos de 1945 revelan cuán delgado puede ser el barniz de la civilización cuando hay poco miedo a las represalias. También sugiere un lado mucho más oscuro de la sexualidad masculina de lo que nos gustaría admitir.

© Antony Beevor.
www.antonybeevor.com

· Berlín: The Downfall 1945 es una publicación de Viking Penguin. La película de BBC Timewatch sobre la investigación del libro se proyectará en BBC2 a las 9 p. m. el 10 de mayo.

domingo, 25 de febrero de 2024

Babilonia: Kudoro, los títulos de propiedad sumerios



Kudoro

La palabra babilónica significa la primera piedra o el argumento de la casa. Es una piedra en la que se registran los certificados de propiedad de la tierra (el título legal de la tierra) del dueño de la casa, la fecha de su construcción y los símbolos de la deidad que la protege, que muchas veces contienen una descripción de la zona estipulado y por tanto también sus fronteras. Así, Mesopotamia es considerada la primera en utilizar ‏Certificados de propiedad de terrenos con historia.