sábado, 21 de septiembre de 2019

Peronismo: Falseando la historia de la esposa del tirano Perón

Falsear la historia: recordando a Eva Perón

Por Nestor Genta || Tribuna de Periodistas



Un nuevo aniversario y una polémica que no cesa


Escribir sobre los personajes históricos es difícil, máxime cuando se trata de actores sociales que son amados u odiados, sin término medio. Tal es el caso de María Eva Duarte de Perón, Evita.

En este informe, trataré de cruzar los discursos de Eva Perón, la biografía, de 1995 y Evita y su conciencia de pobre, de 2008; ambos de Alicia Dujovne Ortiz.

El primero, es un libro de enorme repercusión, difundido por la maquinaria comercial-editorial en la Argentina y también en: Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Finlandia, Grecia, Brasil, Portugal, Rusia, Polonia, Corea, China y Japón. O sea, que estos 15 países extranjeros tienen como fuente de la vida y obra de Eva Perón el trabajo de la mencionada escritora.

En cuanto al segundo texto, se presenta como un “diálogo ficcional”, irreal, falso, que aparece en la contratapa de la publicación Miradas al Sur del 20 de julio de este año. Aún no se exporta, a pesar de que el editor Eduardo Anguita y los editores del medio gráfico lo consideran tan sustancial como para anunciarlo en la tapa o primera plana.

Me cuesta entender cómo este “diario dominical” puede convocar a esta autora que tiene una biografía tan errática a cuestas. No juzgo la calidad de sus otras obras. Simplemente encuentro muchas fallas en esta biografía, o biografía-novelada o novela-biográfica.

Evidentemente, vivimos tiempos en que, parafraseando al evangelista Mateo (15,14), los ciegos guían a los ciegos.

La búsqueda y la interpretación de los datos

Grosso modo, tanto el historiador como el periodista de investigación cuentan con dos recursos para su labor: la heurística y la hermenéutica.

La primera, es el conjunto de testimonios probatorios de que lo que se dice es verdad. Estas fuentes pueden ser públicas (diarios, leyes, decretos, etc.) y privadas (contratos, certificado de nacimiento, correspondencia personal, ropa, muebles, etc.). Mientras que la Hermenéutica, es la interpretación de los acontecimientos.

Ambas están sujetas a desviaciones.

Por otro lado, es complejo ubicarse desde el hoy para valorar el pasado (enfoque whig). El historiador francés Lucien Fevbre recomienda ponerse en la cabeza y en la piel del personaje a tratar para comprender lo que fueron, lo que quisieron y lo que consiguieron.

Asociado a estos puntos, no se puede soslayar el etnocentrismo, el relativismo cultural y la historia contrafáctica.

Básicamente, en la primera teoría juzgo desde mi visión, desde el nosotros versus el otro. Todo lo que escape a mi patrón será anormal, incorrecto.

El relativismo cultural argumenta que cada cultura debe ser examinada como una totalidad y sólo en términos de sí misma, sin caer en el extremo de justificarlo todo. Por eso, Dujovne Ortiz juzga en la biografía de Evita desde su en grupo:

“Seamos justos. Esa gente [la que compone la Unión Democrática] educada en el amor a la Revolución Francesa, estaba convencida de tener la razón al gritar junto a Braden: ¡Libros sí, botas no! Al oír la respuesta peronista ‘Alpargatas sí, libros no! Se comprende muy bien el miedo experimentado por la gente culta: miedo a la Argentina ignorante, la de los radioteatros y de Evita. Miedo a la barbarie”. (1)

Y cuando describe a el otro lo denigra: “una masa de carnes sudadas y de pelambres hirsutas, oscura como lo desconocido y negra como el terror. Y eso olía a transpiración, a suciedad, a alcohol, gritaba groserías, se reía muy fuerte, meaba contra las paredes, se lavaba los pies y las axilas en las fuentes de la histórica plaza. (…) bandas de atorrantes de rostros patibularios, obreros de los frigoríficos que tenían el olor a animal pegado a los cuerpos y parecían salidos de El Matadero de Echeverría. El diputado radical Ernesto Sanmartino no hizo sino expresar un disgusto compartido, cuando llamó ‘aluvión zoológico’ a ese pueblo que, al fin, el 17 de octubre, mostró su rostro verdadero”. (2)

En cuanto a la historia contrafáctica es lo pudo haber pasado si…

El historiador británico Edward Hallett Carr desacredita esta corriente histórica al aseverar: “La historia es una crónica de lo que la gente ha hecho, no de aquello que dejó de hacer.” No obstante, cae en contradicción al emplearla en sus investigaciones sobre la Revolución Rusa.

Además, esta historia se hace fuerte en Gran Bretaña con Niall Ferguson.

Escapa a esta exposición, el trato detallado de asuntos tan importantes. De cualquier manera, creo que la idea está plasmada.

Me parece útil como método para estudiar obras como “la biografía”, aparentemente inocentes y objetivas, la teoría de la Gestalt o Forma, que afirma que percibimos conjuntos organizados de sensaciones y no entidades dispersas sin elaborar. Parece complejo pero es fácil si lo explico de otra manera.

Para leer esta ficción que propone “El diario dominical de Buenos Aires Económico” deberíamos adentrarnos en quién es la autora, qué escribe, dónde lo hace, quién financia su obra y su telos. Es similar a las preguntas que sugiere el especialista y sociólogo Harold Lasswell, en 1948, para analizar los contenidos de las campañas políticas: ¿quién, dice qué, a través de qué canal, a quién, con qué efectos? Hoy por hoy, habría que agregar la semiótica y el análisis del discurso.

Vuelven a la carga: el peronismo sin Perón

En el caso del “diálogo ficcional entre Evita y Cristina Fernández” de Miradas al Sur, cuesta discernir si la aurora quiere santificar o demonizar a Evita o a Cristina Fernández o a ambas en conjunto.

Es un discurso bizarro y confuso, poco creíble tanto para los peronistas como para los contras.

Lo que sí queda manifiesto es que se pretende imponer desde la superestructura cultural un peronismo sin Perón. Una Evita con “conciencia de pobre” o “memoria de pobre” pero sola. Sin encajarla en el engranaje del peronismo, alejada del movimiento de Liberación Nacional y, fundamentalmente, distanciada de los trabajadores y del Estado.

Para buena suerte del lector, se aclara que es ficción, ya que varios escritores “objetivos” utilizan la novela histórica para bajar línea ideológica y se muestran inocentes de culpa y cargo.

En la presentación del “diálogo falso” se advierte que Alicia Dujovne Ortiz es “autora de una completa biografía de la abandera de los pobres”. ¿Habrá leído algún periodista del staff de Miradas al Sur la biografía que mencionan? Pareciera que no…


Y el exilio parió a Evita

Apelo a mi memoria externa: mi biblioteca. La sobrina del gran investigador Raúl Scalabrini Ortiz escribe Eva Perón, la biografía, casi en simultáneo con Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, ambos exiliados y becarios de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation.

Dujovne Ortiz no es una especialista en historia argentina, ni en peronismo, ni en Evita. Así lo declara con honestidad a diario Clarín, en 1996, cuando la entrevistan. El trabajo lo encarga Héctor Bianciotti, de la editorial Grasset. Su respuesta defensiva es: “¡Pero si yo de Evita no sé nada!”. Esta ignorancia no es impedimento para que un escritor investigue. Declara para el gran diario argentino que a su padre, la Revolución de 1943 le quema los libros de su editorial marxista y lo pone preso durante un par de años. Sin embargo, cuando se va del Partido Comunista después de 1945, reconoce en Perón elementos rescatables. Por el contrario, su madre es una escritora feminista que “tenía un antiperonismo visceral y despreciaba a Evita. Los chistes sobre el régimen fueron mi pan cotidiano”.

En una entrevista posterior, Ana Inés Larre Borges le pregunta: “Usted proviene de un medio familiar que, según sus propias palabras, tenía los ojos puestos en Europa, y creció ajena a los grandes mitos argentinos. Sin embargo ésos han sido los que le han traído la fama como escritora. ¿Cree que fue el exilio el que la hizo reencontrarse con esa mitología?”.

Responde: “Sí, completamente. No me hubiera ocupado jamás de Maradona, ni probablemente tampoco de Eva Perón, ni de los temas de tango que estoy tocando ahora, sin la experiencia del exilio. Simplemente porque cuando estaba en Argentina soñaba con París; al llegar a París, el sueño ya estaba realizado y entonces ¿con qué voy a soñar si no es con lo que dejé detrás de mí, y por qué no con un país misterioso, con el que jamás había tenido relación o con el que no había creído tener relación?”. (3)

Aquí no menciona la solicitud de Héctor Bianciotti. La respuesta habla por sí misma.

Pareciera que ambos periodistas, Dujovne Ortiz y Martínez, los une el exilio, la beca y el antiperonismo.


Dos errores históricos, pero hay más

Desde la hermosa París, acepta escribir la biografía de Evita, por lo que se supone que los datos utilizados son fidedignos ya que no tiene la libertad de la novela para recrear los hechos; muchas veces, para decir cualquier cosa. Total, es un género de ficción.

Tal vez, la urgencia editorial la lleva a cometer algunos errores históricos como, por ejemplo, atribuir al peronismo la denominación “década infame” para el periodo 1930-1940 —comienza con el golpe de estado militar que derroca al presidente Hipólito Yrigoyen y finaliza con otro, esta vez, cae el presidente Ramón Castillo. Algunos la sitúan de 1932 a 1943—. En realidad, tal mote proviene del autodidacto tucumano José Luis Torres, quien escribe en 1945 su obra “La década infame”.

Otro desliz histórico consiste en situar a Héctor Pedro Blomberg, autor del vals “La pulpera de Santa Lucía”, en una corriente nacionalista “que reivindica al dictador [Rosas]”, cuando es partidario de Mitre, liberal a lo argentino y califica al Restaurador como “tirano”. Es el “primer tirano”, el segundo es el innombrable, al que prohíbe el decreto Nº 4161 de marzo de 1956.


Ficciona, ficciona, que algo queda

La obra-biográfica ataca a Perón desde la utilización de Evita. La técnica no es nueva, pero resulta útil.

No en vano dijo el político John William Bebe Cooke que el peronismo es “el hecho maldito del país burgués”.

Opina Dujovne Ortíz que “todo el peronismo parecía una traba para el desarrollo de un país en el que hubo uno de los primeros partidos comunistas del Cono Sur y movimientos socialista y anarquista importantes. El peronismo fue una involución, regresiva y peligrosa en el sentido de que tocara la entraña del pueblo con tanta irracionalidad. Pero todo esto se retrabaja con el tiempo y uno llega a la conclusión de que si esto ocurrió en el país es porque era una necesidad ineludible”. (4)


Algunos epítetos para la pareja

Perón se presenta como: “incrédulo”, “simulador”, “ambicioso”, corazón estrecho e infranqueable, “sólo podía amar empequeñeciendo”, “le faltaba experiencia humana”, “experto en el arte de desorientar a su prójimo”, estéril, cómico, “frío, maquiavélico, “carente de sinceridad”, “astuto”, “taimado”, “cobarde y capón”, “tramposo”, “avaro”, “ambicioso”, “camaleón”, “desalmado”, fascista.

Lo reafirma en la entrevista de Larre Borges: “Tenía otro tipo de carisma: el del criollo ladino, la cosa esquinada, los dichos camperos. El Perón viejo era irresistiblemente gracioso. Tenía una cosa simpática y seductora, era como el viejo Vizcacha. Eso es carisma, pero no es excitante. Y su genio fue percibir que la gente necesitaba alguien absolutamente fascinante y que no le bastaba el dictador de siempre, macho, sino que era necesaria una mamá. La originalidad de este fenómeno argentino es que no está el hombre sólo, muy viril y con bigotes, sino que hay la pareja humana. Papá y mamá, pero ambiguos. Un Perón que tenía caracteres feminoides, ambigüedades -no es el macho viril que dice las cosas de frente- y una mujer con todos los aspectos exteriores de la femineidad, pero sin hijos”. (5)

Con respecto a su biografiada, manifiesta Dujovne Ortiz, por ese entonces, que es: “frívola”, “manipuladora”, “insolente”, “insaciable” y “genio del simulacro”. Agrega que “una vez recalentada, era capaz de crueldad. El fanatismo, el sectarismo que ella reconocía y hasta reivindicaba, nos permite creerlo así. Y en efecto, un rumor inverificable pero muy persistente la acusaba de haber dado personalmente la orden de torturar a unas empleadas de la Unión Telefónica”. Lea de nuevo: “rumor inverificable”. Como aconseja Michael Ritter, consultor en comunicación estratégica: “El rumor sólo se combate con información”.

Añade a posteriori: “Después de realizar toda la parte de investigación me encontré con que no sólo el personaje de Evita es la contradicción viviente, sino que cada hecho, por mínimo que sea, tiene, por lo bajo, diez versiones contradictorias. ¿Dónde está la verdad? Hay una verdad de los hechos, pero todas las versiones contradictorias van agregando luz. Las cosas han pasado de una sola manera pero no hay ocultación, o deslizamiento hacia la izquierda o hacia la derecha, que no aclaren más aun el hecho. De modo que después de un tiempo me di cuenta de que todo lo que se decía sobre Evita, lo mejor y lo peor, era cierto”. (6)

Por ende, desde esta óptica, Evita es virgen pero también santa y puta.

Al preguntarle sobre su biografía y las novelas de Tomás Eloy Martínez y de Abel Posse, que también se adentran en Eva como figura central del peronismo y la minimización de Perón, responde: “en relación con las otras novelas, pienso que si hemos coincidido en esto por algo será. La descalificación de Perón será porque el tiempo va decantando las cosas. En mí hay una reacción absolutamente instintiva, humana. Entre el personaje de un seductor que parte de un vacío afectivo y seduce en base a decirle al otro lo que el otro quiere oír, tramposo, maquiavélico, helado, astuto, incapaz de jugarse por una pasión; y el de una mujer totalmente apasionada y frontal, que está obligada a trampear por su marginalidad y también porque está casada con un tramposo, mi elección es por el personaje femenino y mi identificación es con una tragedia femenina. Ella es una mujer que quiere existir, que quiere tener un poder nominal, un nombre, un nombramiento, todo lo que nunca tuvo como hija ilegítima; no lo logra y se enferma de un cáncer”. (7)

En la nueva versión de Evita, la de 2008, la de Miradas al Sur, la que la autora aclara que es la de “mis fantasías”, sigue manteniendo la coherencia al percibirla como “autoritaria, vengativa, guiada por un odio a los oligarcas”.


El oro nazi: sí, so, no

También, retoma el asunto de las cuentas bancarias de Evita en Suiza y el oro nazi. Morigera la acusación afirmando que los datos no son confirmados, pero más adelante agrega: “son lo bastante importantes y numerosos como para justificar nuestra decisión de exponerlos aquí”.

Años después, en 1996, declara en Clarín que “la historia del tesoro que presuntamente habrían traído los nazis a la Argentina y habría estado manejado por Perón figura en mi libro [Eva Perón, la biografía] pero no afirmo que sea cierta”.

Incorpora que “quizás aleccionada por algún anarquista que le habló de la distribución directa de la riqueza, Evita organizó su Fundación con un criterio práctico y femenino que evitaba cuidadosamente toda abstracción (…) ¿Por qué distribuir directamente? Porque todo método indirecto habría conducido a que la plata se filtrara por distintos bolsillos. Si esa empresa distributiva pareció delirante, fue a causa de su tamaño; en realidad no tuvimos en la Argentina nada mejor pensado ni armado ni organizado ni más honesto. Muy a pesar suyo, la comisión liquidadora nombrada por la Libertadora tuvo que admitir que ni los zapatos, ni en los fideos, ni en los vestiditos de princesa, ni en nada de lo que manejado por Evita se robó un peso”.

Es probable, que cuando dice que “todo método indirecto habría conducido a que la plata se filtrara por distintos bolsillos” reactualice el mito de que el gobierno peronista es de ladrones. Sin embargo, a pesar de las supuestas e improbadas cuentas de Evita en Suiza y el oro nazi, explica que la Libertadora, más bien la fusiladota, admite que Evita no roba ni un peso.


Roban pero hacen

Se desconoce si algún anarquista la “aleccionó” cuando está junto a Perón, pero en la adolescencia “un novio anarquista le muestra un camino de lucha hasta que muere, víctima de la represión policial, en una cárcel de Junín”. (8)

Resume Marysa Navarro, la mejor biógrafa de Eva Duarte: “ en ‘La razón de mi vida’, Evita cuenta que su programa de ayuda social comenzó poco a poco, después de las elecciones de febrero de 1946, cuando se dio cuenta que ‘las esperanzas del pueblo se concretaban en peticiones lo más variadas, desde una obra de gobierno extraordinaria y aún fantástica que solicitaba toda una ciudad hasta la pelota de foot-ball que quería un ‘changuito’ del norte o la muñeca que deseaba una coyita. La miseria y el dolor que existían en la Argentina eran muy grandes, dice Evita, y Perón se había comprometido a terminar con la injusticia social. Como él no podía cumplir con su promesa ‘de un día para otro’ y las necesidades de los descamisados apremiaban, ella decidió ponerse al servicio de los que buscaban ayuda. Les dijo: ‘Aquí estoy. Quiero servir de algo para mi pueblo. Cuando advertí que mi voz todavía tímida había sido escuchada por los descamisados de mi país, cuando empecé a ver que llegaban cartas y más cartas, y hombres y mujeres, jóvenes y niños y ancianos empezaban a golpear las puertas de nuestra residencia privada, recién me di cuenta de lo que iba a significar mi corazonada' . Según Evita, así comenzó, poco a poco. ‘No podría decir exactamente qué día fue. Lo cierto es que primero atendí personalmente todo. Luego tuve que pedir auxilio’. El contacto diario con la gente que requería su ayuda, primero en su oficina de Correos, luego en el Ministerio de Trabajo y continuaba llegando a la residencia presidencial, las visitas a lugares como el bañado de Flores y otros barrios tanto en Buenos Aires como en el interior de la República, donde la gente se amontonaba en condiciones de vida miserables, acrecentaron en ella la necesidad de remediar las premuras inmediatas de los que solicitaban su amparo. En un principio la ayuda se llevó a cabo sin un plan determinado, en respuesta a los problemas que le planteaban. Así por ejemplo, como los pedidos de ropa y comida eran muchos, recurrió a sindicatos para que hicieran donaciones. En un garaje abandonado de la residencia presidencial, fue acumulando azúcar, telas, ropas, zapatos, etc. Era un verdadero almacén y así fue bautizado: Las Delicias". (9)


Las retenciones, la desconfianza al Estado y la soja

Dujovne Ortiz insiste en la distribución directa: “Suena raro esbozar el retrato de una mujer de poder que desconfía del Estado, pero creo que su distribución directa estaba en las antípodas de las retenciones: mucha oficina, mucho funcionario chorro por el medio, habría rezongado. Aunque completamente de acuerdo con sacarles a los multimillonarios para darles a los multidesposeídos, se habría dado cuenta de que la nueva derecha, costeaba a grandes puntarrajos con retazos de izquierda, no basta con morderla como a una zanahoria, porque es una derecha tramposa que se disfraza de gauchito. Y como era de campo, habría comprendido que el enemigo principal ahora tiene un nombre, cortito pero nada inocente: soja”.

Eva está en todo momento con Perón y con el proyecto de su marido. No tiene un proyecto propio. Se coloca junto a él. Está con él, con su política. La nueva derecha es el mismo perro con distinto collar que Evita conoce muy bien. Simplemente no los llama con ese epíteto.

Además, esa frase “mucha oficina, mucho funcionario chorro por el medio” suena a que con las empresas privadas la cosa funciona mejor. Y tiene un tufillo a “pibe no hagas política, no ves que son todos ladrones”. Entonces, se desalienta a la juventud y se impide que sea nuevos “cuadros”, que no hagan política en la Universidad ni en los distintos niveles educativos, ni se incorporen a los diversos partidos democráticos locales.

Por otro lado, el enemigo principal no es la soja, que es simplemente un vegetal. Me recuerda al titular de Clarín del 27 de junio de 2002: La crisis causó dos nuevas muertes, cuando la cruenta realidad muestra a las claras que miembros de la policía asesinan a los manifestantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en el Puente Pueyrredón, Avellaneda.

El tema de las retenciones escapa a este informe y es tratado desde hace más de tres meses por distintos especialistas. En mi caso, como soy subjetivo e ideológico, recurro a la opinión del contador, ensayista e historiador Norberto Galasso: “Nadie puede dudar de que hay en juego miles de millones de dólares si se aplican o no las retenciones, enorme renta que se redistribuiría hacia el Pueblo o sería usufructuada exclusivamente por el sector agropecuario, especialmente por los grupos parasitarios que han hecho un dios de la renta y el mercado. En solo una frase, [Alfredo] De Angeli ha revelado el centro de la discusión: ‘El que quiera comer lomo, que lo pague 80 pesos el kilo, como pasa en Uruguay’. Así barrió de un solo golpe con todos los falsos argumentos que se oponían a quienes explicaron, desde el Campo Popular, la necesidad de desconectar los precios internos de los altos precios internacionales y transparentó, por fin, la avidez insaciable de estos sectores y su profundo sentido antisolidario. Con esa frase, cerró el debate. Y esa señora de clase media de Flores o Caballito que se sometió a ‘la zoncera’ mediática de endiosar al campo, ahora ya se ha enterado de cuáles son las intenciones y lo que deberá afrontar a la hora de preparar la comida familiar. Esperemos que no ocurra, como decía Jauretche, que ‘cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada’ (…) resulta evidente que esta insurrección agropecuaria —de tinte claramente corporativista, a la cual le cabría perfectamente la caracterización de fascista— no sólo va por la renta agraria diferencial, enorme hoy por los altos precios internacionales, sino contra un gobierno que considera expresión del setentismo, de los piqueteros, del montonerismo y otras calificaciones que estiman denigrantes y que les resultan insoportables porque expresan lo mejor del peronismo, fuertemente atravesado por la crisis desde la muerte de Perón (…) Lo que está en disputa son dos modelos opuestos. El nacional y popular, que avanza en el intento de redistribuir ingresos y que debe profundizar sus medidas —recupero de las fuentes de energía y las empresas públicas, ley de radiodifusión y otras— y el modelo agroexportador dependiente que marcó la mayor parte de nuestra historia hasta 1945, en beneficio de unos pocos, los de siempre, liderados por la Sociedad Rural y los grandes diarios que fueron cómplices tanto del menemismo como de la dictadura genocida del 76/83”. (10)

Si a algún lector no le parece clara la postura de Dujovne Ortiz en cuanto a las retenciones, vale la pena releer lo antedicho. Dice en su “diálogo ficcional” que Evita “estaba en las antípodas de las retenciones”. La Presidenta sí lo está. ¿Y cuál es la posición de la escritora? No estás en el escrito de Miradas al Sur pero sí en Página/ 12: “Por sentido de la equidad, y porque el enriquecimiento desorbitado de un puñado de gente me da dentera, desde el comienzo del conflicto he apoyado las tan cacareadas, baladas o mugidas retenciones; y no puedo menos que felicitarme de que con esa plata, la Presidenta se proponga construir hospitales. Sin embargo, tampoco puedo menos que acongojarme al comprobar que los dimes y diretes entre el Gobierno diz que bifronte, y los cuatro jinetes del Apocalipsis, reunidos al grito de mozo jinetazo ahijuna, no hayan tenido en cuenta que, si se sigue sembrando nuestra tierra con semilla transgénica y espolvoreándola con los pesticidas que son su media naranja, ni los nuevos hospitales darán abasto. Toda redistribución de la riqueza que no le imponga las más draconianas trabas legales a Monsanto y a la sojización del territorio sólo será otro modo, por cierto no exclusivamente argentino, de una sola y misma complicidad”. (11)


Ucronía entre Evita y Julio Cobos

La coordina de talleres literarios en el Musée d’Art et d’Histoire du Judaïsme de París, tal vez, sin mala intención, vuelve a la carga con la visión de una Evita autoritaria y vengativa cuando la imagina “dirigiéndose hacia la Casa Rosada sin tomarse ni la molestia de estacionar en el Congreso para encajarle un sopapo a Cobos”.

Le agrego amarillismo: “Mientras Cobos dice ‘La historia me juzgará’ se le aproxima una octogenaria y le pega un bife. Altas fuentes gubernamentales aseguran que la agresora se parece a Eva Perón”.

¿Será un mensaje solapado para Cristina Fernández?



Evita la ‘metepatas’

Luego, la Evita de su imaginación le dice a la Presidenta: “Nena, metiste más patas en seis meses que yo en treinta y tres años”. No aclara esos errores. ¿No serán aciertos?

Seguidamente, Evita se convierte en ecologista al aconsejarle a Cristina Fernández:

“¿No ves que esa plantita transgénica regada con pesticidas nos va a dejar sin tierra, porque en un par de cosechas no queda nada, y sin habitantes, porque trae la enfermedad de la que yo me morí (…) cada minuto que pasa es un bosque menos en el Chaco, una familia de Santiago que se queda sin su campito de siempre y se va a una villa”. Curiosamente, esta Eva no ataca a las multinacionales que realizan el gran negocio de las semillas. ¿Serán las empresas que publicitan en “La Nación” y “Clarín”? Como expresé, en “Mirada al Sur” no se la menciona, pero sí en Página/ 12: Non Sancto. (12)


Evita contra el Plan Quinquenal

Al referirse a los pobres expone: “vas a ver que nunca te salen con planes quinquenales sino con programitas de mínima”. Cabe señalar que los pobres no tienen idea del Plan Quinquenal porque es propio del Gobierno de Perón, que es expuesto el 21 de octubre de 1946 en el Congreso. Tiene que ver con la situación económica de la Argentina y la forma de logran la liberación nacional, sin dejar de lado la justicia social. Obviamente, los pobres no saben de comercio exterior, política monetaria, nacionalización de los servicios, etc.; pero sí comprenden que se benefician con su aplicación.


Evita: la doble discurso

Por otro lado, la Evita imaginaria aconseja a la Presidenta “seguí con ese tonito de mina conciliadora que tan bien te sale. Me gustó cómo reaccionaste cuando se te cayó la 125, eso sí es ser mujer, firme, tranquilita y con cabeza. Seguí por ese lado, pasales la pomada y coqueteales a los oligarcas (…) sacales donaciones directas que vayan a proyectos directos”.

Es palpable que tanto años en Europa alejan a Dujovne Ortiz del carácter de Cristina Fernández, quien justamente no tiene “tonito de mina conciliadora”, ni es “tranquilita”.

La Evita verdadera, “mujer”, “firme”, pero no muy “tranquilita” ni “conciliadora” expone: “Pude ser una mujer de Presidente como lo fueron otras. Es un papel sencillo y agradable: trabajo de los días de fiesta, trabajo de recibir honores, de ‘engalanarse’ para representar según un protocolo que es casi lo mismo que pude hacer antes, y creo que más o menos bien, en el teatro o en el cine. En cuanto a la hostilidad oligárquica no puedo menos que sonreírme. Y me pregunto: ¿por qué hubiese podido rechazarme la oligarquía? ¿Por mi origen humilde? ¿Por mi actividad artística? ¿Pero acaso alguna vez esa clase de gente tuvo en cuenta aquí, o en cualquier parte del mundo, estas cosas, tratándose de la mujer de un Presidente?

Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil. El poder y el dinero no tuvieron nunca malos antecedentes para un oligarca genuino. La verdad es otra: yo, que había aprendido de Perón a elegir los caminos poco frecuentados, no quise seguir el antiguo modelo de esposa de Presidente, Además, quien me conozca un poco, no digo de ahora, sino desde antes, desde que yo era una simple ‘chica’ argentina, sabe que no hubieses podido jamás representar la fría comedia de los salones oligarcas (…) quien comprenda a ‘Evita’ tal vez encuentre luego fácilmente comprensible a sus ‘descamisados’, el pueblo mismo, y ése nunca se sentirá más de lo que es…¡nunca se convertirá por lo tanto en oligarca, que es lo peor que puede sucederle a un peronista”. (13)

Con respecto a las donaciones directas, son de cuidado en un capitalismo exacerbado como el de la Argentina. Si se refiere a las donaciones forzosas, remito a la investigadora Navarro: “Américo Ghioldi en ‘El mito de Eva Perón’ relata que ‘el gobierno totalitario puso los poderes de coacción, de violencia y de amenaza en las arbitrarias y caprichosas manos de la Esposa del primer magistrado, la que impuso ‘contribuciones espontáneas’ de personas, empresas, instituciones, capitalistas, trabajadores, etc”. La resistencia a estos supuestos chantajes acarreaba sanciones muy duras y se citaba generalmente dos casos de empresas que se negaron a pagarlos y fueron perseguidas por el gobierno: los laboratorios Massone y la Fábrica de caramelos mu-mu. Es muy factible que colaboradores de Evita hayan ejercido presiones indebidas ante empresarios para obtener recursos o donaciones forzosas de mercadería. Es de pensar que esto sucedía sin su conocimiento, aunque no es imposible creer que si llegara a enterarse, hiciera la vista gorda pues ‘así los ricos se veían obligados a devolver lo que pertenecía a los pobres’. También es probable que los empresarios no vieran con buenos ojos la obligación de contribuir a la Fundación con cada firma de convenios laborales y lo consideraban una forma de chantaje”. (14)

Agrega el biógrafo de Perón, Norberto Galasso: “Con respecto a las presiones realizadas para obtener donaciones ‘voluntarias’, el padre Benítez reconocía con un guiño de ojos: ‘No éramos angelitos ni mucho menos. Y no voy a negar que presionábamos y que algunas vengancitas nos tomamos’, para insistir luego en que la grande obra realizada justificaba algunas de esas transgresiones”. (15)

Evita: la metepúas

Si el lenguaje que usa la galardonada con el Premio Konex 2004 es impropio de la Evita de carne y hueso, menos aún diría: “sos linda, pico de oro y, si me permitís, con más cintura política que el bizco de tu marido”. Esta Evita viejita y contra-fáctica de 2008, la que propone la escritora, seguramente lee los libelos que se escriben sobre ella y su marido Perón, por lo que resulta imposible que cargue con ese epíteto contra Néstor Kirchner. A propósito de estos dislates, el padre Hernán Benítez, íntimo del matrimonio, es partícipe del amor de la pareja y al referirse a algún que otro libro y a alguna que otra película se enoja: “qué vamos a creer en esas peleas, esos insultos, hija de p…, cómo se te ocurre, cancerosa. Todas burradas (…) No hay que caer en las estupideces que le digan los novelistas”. (16)


Evita y el cáncer provocado por Perón

En la biografía y en la entrevista de la periodista Larre Borges, Dujovne Ortiz considera a Perón responsable de la enfermedad terminal de Evita.

Expresa que “Evita es la intercesora, ella siempre lo dijo. Tenía esa frase extraordinaria: ‘Yo quiero ser el puente entre el pueblo y el General, pasen sobre mí’. En sus formas públicas el discurso de Evita era ramplón, histórico, era un discurso de sumisión inenarrable a Perón. Por dos motivos: uno fue que no tenía otro remedio, para sobrevivir, que decir que él era el sol. En privado decía: ‘Sí, es el sol, pero no se le acerquen porque quema’. Y también porque realmente tenía un agradecimiento al hombre que la había levantado, que la había legitimado, que se había casado con ella. Un sometimiento que en mi opinión la llevó a morirse. Evita hoy hubiese podido tener un discurso feminista, hubiese podido admitir su ambición personal, no habría tenido que dar vuelta la rabia contra ella misma y morirse de un cáncer”. 17

En La Novela de Perón, Tomás Eloy Martínez cita un informe de la CIA: “’Central Intelligence Agency - Report. Nro. FIR DB-312/04751-73’

‘…desde que Eva quedó inmovilizada en la cama, Perón no entró jamás al cuarto. Al parecer, se paraba en la puerta y desde allí le preguntaba cómo seguía. Procuraba mantenerse lejos. Temía que el cáncer fuera contagioso”. 18
Imagino a esta Evita imaginaria de 2008, quien no puede creer lo que lee. Busca más información en la biografía que Dujovne Ortiz. Pero no puede leerla porque la autora la escribe originalmente en francés. Entonces, con sus 89 años u 86 según otros autores, consigue una traducción al castellano. Tal vez, se asombre ante la coincidencia de Martínez, la CIA y la consejera literaria de la editorial Gallimard que dice en el último capítulo de su obra que Perón no se acerca a ella porque el cáncer de útero provoca mal olor.

Si se me permite hacer historia contrafáctica, no estaría feliz con la manera en que presentan a su marido, un Perón ignorante y a la vez impiadoso que no se acerca a ella, una moribunda que pesa 38 kilos.


Evita y el “evitismo”

Y si cito libros, es interesante exponer la visión del padre Hernán Benítez, confesor de Evita. Dice al respecto Galasso: “Con el correr del tiempo, me animo a sostener que el Padre había descubierto los peligros del ‘evitismo’. Lo supongo así dada su diversa reacción frente a los libros publicados sobre Evita, en los años anteriores a su muerte: abominaba de ‘Santa Evita’, el de Tomás E. Martínez y criticaba mucho la biografía de Alicia Dujovne Ortiz. En cambio, le gustaba el libro de [Abel] Posse, donde la relación Perón-Eva se halla planteada seriamente, con equilibrio y rigor”. 19

Sobre esta última dice el sacerdote: “Alicia Dujovne Ortiz vino a pedirme información para luego tejer una serie de patrañas acerca del peronismo y el nazismo”. (20)

No olvida la autora de “Anita cubierta de arena” de preguntarse “¿qué sería Evita si viviera?”. Inquietud que tiene desde su biografía, en la que sugiere: “Ella habría sido de izquierda. No forzosamente montonera”. En “Miradas al Sur” continúan sus dudas: “No sé si la Evita de mis fantasías habría sido montonera”. Y finaliza su “diálogo ficcional”: “pero aparte de una Evita cartonera, si alguna idea me hace soñar –tal como ella, en su sermón imaginario, se lo aconseja a Cristina- es la de una Evita piquetera que al frente de un movimiento ciudadano de lucha contra la soja, se planta ante los matones contratados para talar los bosques, vociferando: “No pasarán”.


Evita deja de ser evita

O sea que la Evita remixada del presente, encabezaría un movimiento que se limita luchar contra la soja y se planta ante los trabajadores taladores de bosques y les grita: “No pasarán”. Entonces, deja de ser la Evita peronista para ser (Isidora) Dolores Ibárruri Gómez (La Pasionaria), una luchadora del Partido Comunista español, quien en el Asedio de Madrid, durante la Guerra Civil Española, emplea esa frase. No obstante, cabe destacar que esta valiente activista tiene una hija a la que llama Eva, quien muere muy joven.

Finalmente, me parece que más que “conciencia pobre” o “memoria pobre” hay pobreza intelectual…en los que eligieron a Dujovne Ortíz para conmemorar el 56º aniversario de la muerte de Evita.



Néstor Genta

Citas bibliográficas y reconocimiento de autores


1. Dujovne Ortiz, Alicia. Eva Perón: la biografía. Aguilar. Buenos Aires. 1995. p.111.
2.Ibid. p. 127.
3.4.5.6.7.Larre Borges Ana Inés. Los mitos de la Argentina perdida. Brecha, Nro. 603. Montevideo, Uruguay, 1997.
http://www.literatura.org/Dujovne/dorepo.html
8.Galasso Norberto. Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955). Tomo I. Colihue. Grandes Biografías. Buenos Aires.2005.p.190.
9. Navarro Marysa. Evita. Ediciones Corregidor. España. 1981. p.232.
10. Galasso Norberto. La cara oculta del conflicto por las retenciones
Miércoles 16 de julio de 2008. www.copenoa.com.ar/La-cara-oculta-del-conflicto-por.html
11.12. Dujovne Ortiz, Alicia. Non sancto.29 de Junio de 2008.
www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-106919-2008-06-29.html
13. Perón Eva. La razón de mi vida. Ediciones Peuser. Buenos Aires.1951.pp.86/9.
14. Navarro Marysa. Op.Cit. p.250.
15.Galasso Norberto. Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955). Tomo I. Colihue. Grandes Biografías. Buenos Aires.2005.p.560.
16. Ibid. 558.
17.Larre Borges Ana Inés.Op. Cit.
18. Martínez Tomas Eloy. La novela de Perón. Editorial Planeta. España. 1993. p. 333.
19. Galasso Norberto. Yo fui el confesor de Eva Perón (Padre Hernán Benítez). Homo Sapiens Ediciones. 1999. Rosario. p. 66.
20. Ibid. p.30.

viernes, 20 de septiembre de 2019

SGM: La violación de Alemania en la posguerra

"Disfruta de la guerra, porque la paz será terrible”






"Disfruta de la guerra, porque la paz será terrible”. Esa es la frase que se repetía en la Alemania nazi durante los últimos meses de resistencia agónica e inútil... Y así fue.
El Ejército Rojo venía dispuesto a vengarse. Se estima que aproximadamente unos dos millones de mujeres alemanas fueron violadas. Algunas para intentar impedirlo fingían ser ancianas echándose ceniza en la cara o pintándose manchas rojas, se vestían de campesinas o se quitaban los dientes postizos. Daba igual, al fin y al cabo para los soldados la violación era una forma de humillar al enemigo (el General Patton por su parte se limitó a orinar en el Rin como forma de marcar el territorio conquistado) que una manera de obtener placer. Era una conducta alentada o al menos consentida por el alto mando, como dijo Stalin a un interlocutor que le preguntó por las violaciones masivas: “¿No puede comprender que un soldado que ha pasado por la sangre, el fuego y la muerte, pase un buen rato con una mujer o se lleve alguna cosilla?”. Hubo casos extremos, como el de una mujer forzada en más de 60 ocasiones o el de otra que fue violada ininterrumpidamente durante 13 horas por un batallón de tanquistas. Las agresiones sexuales pasaron a ser algo tan cotidiano que algunos niños aprendieron a jugar al “Frau, komm mit!” (¡Mujer, ven conmigo!) con los niños representando el papel de soldados y ellas el de violadas. Respecto a esto, hay una película durísima y muy recomendable, Anónima: una mujer en Berlín (Max Färberböck, 2008). Plasma en la pantalla el diario personal de una de las supervivientes, publicado anónimamente a finales de los años cincuenta con considerable escándalo. Muestra por ejemplo cómo aquellas que se resistían a la violación cuando los rusos asaltaban los sótanos en los que se escondían las mujeres, niños y ancianos, eran reprendidas por sus compañeros, que las acusaban de ponerlos a todos en peligro. La protagonista, al igual que otras muchas mujeres en esa época, finalmente optó por buscar la protección de un alto mando, para evitar así los abusos de los soldados rasos. Como consecuencia de estas violaciones masivas nacieron unos 150.000 “niños rusos” que, en bastantes casos, fueron abandonados por sus madres (vía Jot Down)


jueves, 19 de septiembre de 2019

Napoleón en Italia (1/2)

Napoleón en Italia

Parte 1 || Parte 2
Weapons and Warfare



Napoleón se casó con Josephine el 9 de marzo de 1796. Dos días después, salió de París hacia las fronteras de Piamonte, habiendo sido nombrado el mes anterior al mando del Ejército de Italia. Para los extremadamente cínicos, esta fue la 'dote de Barras', la recompensa de Napoleón por haber relevado al Director de su antigua amante. Pero esto es claramente ir demasiado lejos. El plan de campaña para 1796 por primera vez implicaba una ofensiva en Italia, y en este teatro de guerra el general corso era el principal experto del ejército francés: de hecho, las pocas semanas que había pasado en el Bureau Topographique se habían gastado en gran parte en el dibujo. Planes nuevos para operaciones allí. Además, aunque había obtenido una victoria sustancial en Loano los días 23 y 4 de noviembre de 1795, el actual comandante del Ejército de Italia, el General Schérer, se oponía a cualquier avance adicional. Dicho esto, sin embargo, Napoleón estaba ansioso por un comando de campo. En primer lugar, como él mismo dijo: "Un general de veinticinco años de edad no puede permanecer mucho tiempo al frente de un ejército del interior." Aparte de su puro amor por la gloria, su repentino surgimiento de la oscuridad aún no había sido emparejado por el respeto de muchos de sus colegas generales, algunos de los cuales, al menos, ahora eran sus enemigos declarados (uno de ellos era el igualmente joven y enérgico Lazare Hoche, que acababa de ganar gran renombre al pacificar la Vendée y también era otro ex amante de la rosa de beauharnais). Y, aunque de ninguna manera es demasiado orgulloso como para rechazar a su patrocinio, a Napoleón no le gustaba Barras. Más tarde comentó, 'Barras. . . No tenía ni el talento del liderazgo, ni el hábito del trabajo. . . Habiendo dejado el servicio como capitán, nunca había hecho la guerra, mientras que él no poseía nada en el camino del conocimiento militar. Elevado al Directorio por los eventos de Thermidor y Vendémiaire, no tenía ninguna de las cualidades necesarias para tal puesto. "El sentimiento era mutuo, según el Director, su protegido era un" acosador de lengua aceitosa ", pero para Por el momento, la alianza persistió y Barras instó a sus colegas directores a que le dieran a Napoleón el mando italiano. Para una inclinación particularmente interesante de la situación, podemos recurrir a las memorias de Lavallette, que pronto se convertiría en una de las ayudantes de campo de Napoleón:

Los deberes del comandante en jefe en París confirieron gran poder al general Bonaparte. . . pero pronto el gobierno se sintió molesto e incluso humillado por el yugo que les impuso el joven general. De hecho, solo actuó por su propia iniciativa, se preocupó por todo, tomó todas las decisiones por sí mismo y actuó como él mismo creyó. La actividad y el amplio rango de su mente, la calidad dominante de su personaje no se prestan a la obediencia en ningún asunto en absoluto. El Directorio aún deseaba manejar a los jacobinos con tacto; el general ordenó que se cerrara la sala en la que se reunieron, y el gobierno solo escuchó que esto se había hecho cuando estaba a punto de debatir la cuestión. La residencia en París de miembros de la antigua nobleza parecía ser peligrosa. El Directorio quería expulsarlos, pero el general los protegía. El gobierno tuvo que ceder. Emitió reglamentos, recordó a ciertos generales que habían sido deshonrados, rechazó cada sugerencia impulsiva sumariamente, alteró la vanidad de todos, puso a todos los odios al desafío y estigmatizó como torpe la política lenta e incierta del gobierno. Y cuando el Directorio se decidió a protestar un poco, él. . . Explicó sus ideas y sus planes de manera tan clara y fácil, y con tal elocuencia, que no hubo respuesta, y dos horas después, todo lo que había dicho se llevó a cabo. Sin embargo, si el Directorio estaba cansado de él, el general Bonaparte no estaba menos cansado de la vida en París, lo que no ofrecía posibilidades para su ambición, ninguna oportunidad de gloria como la que su genio ansiaba. Hace mucho tiempo había hecho planes para la conquista de Italia. Un largo período de servicio con el Ejército de Niza [sic] le había dado el tiempo necesario para madurar sus planes, calcular todas las dificultades y sopesar todos los peligros; Solicitó al gobierno el mando de ese ejército, el dinero y las tropas. Fue nombrado comandante en jefe y recibió las tropas, pero solo la suma moderada de cien mil coronas. Fue con tan escasos recursos que iba a conquistar Italia al frente de un ejército al que no se le había pagado en seis meses y que no tenía zapatos. Pero Bonaparte conocía su propia fuerza y, abrazando un tremendo futuro con regocijo, se despidió del Directorio, que lo vio ir con placer secreto, feliz de deshacerse de un hombre cuyo personaje los dominó y cuyos vastos planes eran meramente, a los ojos de la mayoría de sus miembros, el impulso de un joven lleno de orgullo y descaro.

En marzo de 1796, entonces, la historia personal de Napoleón Bonaparte por fin se alió con la marcha de las relaciones internacionales. Sin embargo, antes de involucrarse en el conflicto en el que se convirtió en combatiente, sería aconsejable dar un paso atrás y examinar la imagen que surgió de esta discusión de los primeros años del futuro emperador. Primero seamos completamente honestos. Los años de 1769 a 1796 son extremadamente difíciles de narrar: el material primario no publicado escasea, mientras que las memorias que existen, por no mencionar los recuerdos del mismo Napoleón, son uniformemente partidistas y, en algunos casos, poco mejores que las invenciones. Tampoco se trata de un fin al problema, ya que gran parte del material que tenemos es tan ambiguo que es susceptible de interpretaciones totalmente contradictorias. Entonces, no es probable que Napoleón, al final, sea algo más que un reflejo de las inclinaciones personales de su creador. Sin embargo, sigue siendo mucho más difícil aceptar la imagen de Napoleón el idealista que la de Napoleón el oportunista. Ya fuera el hijo abandonado de una madre que había sufrido un embarazo difícil, el hijo de una familia de escaladores sociales empedernidos, el segundo hijo se involucraba en una rivalidad sin fin con su hermano mayor, Joseph, el despreciado forastero de Brienne, el oficial desaliñado. cadete bromeó con las chicas como 'Puss-in-Boots', el fallido político corso, el refugiado exiliado, el héroe de la hora privado de su legítima gloria, el brigadier sin dinero que busca frenéticamente un puesto en París, el 'Vendémiaire general' en deuda con el despreciable Barras, o el joven esposo enamorado de una esposa que era tan ardiente como ella, una sucesión de Napoleones conspiró para producir una figura verdaderamente aterradora. Usar la palabra "megalómano" en esta etapa probablemente sería imprudente, pero de todos modos, lo que vemos es un hombre lleno de aversión a la turba, despreciado por la ideología, obsesionado por la gloria militar, convencido de que tenía un gran destino y determinado para subir a la cima. A esto se sumaron los celos de los muchos generales que habían ganado muchos más laureles en el campo de batalla que él y, en particular, del General Hoche. "Es un hecho", escribió Barras, "el de todos los generales, Hoche fue el que más absorbió los pensamientos de Bonaparte. . . Al llegar a Italia, preguntó a todos los recién llegados: "¿Dónde está Hoche? ¿Qué está haciendo Hoche? ". Era una combinación peligrosa. Marmont recordó su primer encuentro con Napoleón después de Vendémiaire, cuando el nuevo comandante irradió "extraordinario aplomo", mientras estaba marcado por "un aire de grandeza que no había notado antes". En cuanto a la cuestión de si se podía mantener bajo control, esto parecía dudoso: "Este hombre que sabía cómo mandar tan bien no podía ser condenado por la Providencia a obedecer".



Tal era el joven que en 1796 se encontraba a la cabeza del Ejército de Italia. ¿Qué pasa, sin embargo, con el conflicto, o más bien con una serie de conflictos, en los que ahora estaba sumido? Empecemos por dejar una cosa muy clara. Las guerras revolucionarias francesas no fueron una lucha entre la libertad por un lado y la tiranía por el otro. Como hemos visto, de hecho, no se referían en absoluto a la Revolución Francesa. Por supuesto, esto no significa que la ideología no desempeñó ningún papel en la propagación del conflicto: en varias ocasiones, intensificó la tensión. Pero no fue la causa principal de los problemas. La historia diplomática de la década de 1790 (y, de hecho, la década de 1800) sugiere que pocas de las grandes potencias de Europa tuvieron algún problema con el concepto de paz con Francia, o incluso una alianza con ella. Tampoco la década de 1790 trajo ningún cambio real en los objetivos de las grandes potencias, que en cada caso perseguían objetivos que habrían sido comprensibles para los gobernantes de cincuenta o incluso cien años antes. Esto no debe tomarse para significar que estos objetivos fueron fijados. Cada estado, en un momento u otro, tenía opciones que tomar en términos de sus prioridades y socios, o sentía que no tenía más remedio que sacrificar un objetivo en favor de otro. Lo mismo sucedió con las estructuras en las que operaban: la dinámica de las relaciones internacionales en Europa se alteró considerablemente a lo largo del siglo XVIII y continuó cambiando después de 1789. Pero hasta principios del siglo XIX, al menos, el rango general de esas elecciones se mantuvo sustancialmente igual, lo que implicó, por supuesto, que la Revolución Francesa no atrajo de repente la atención exclusiva de todas las cancillerías y ministerios de guerra de los antiguos regímenes.

Uno podría con algo de justicia ir más allá de esto. No fue hasta 1814 que los poderes finalmente dejaron de lado sus diferencias y concentraron todas sus fuerzas y energías en una lucha hasta el final con Napoleón. Por el momento, sin embargo, nuestra prioridad debe ser más bien examinar la era del conflicto que formó el contexto del siglo dieciocho. Durante más de cien años, antes de 1789, apenas había pasado un año en que toda Europa había estado en paz. ¿Por qué esto fue así? Es nuevamente una pregunta que no debe detenernos aquí por mucho tiempo. Sin embargo, en resumen, para todas las monarquías de Europa, el campo de batalla fue, al mismo tiempo, un indicador de su poder y un teatro para su glorificación y, por extensión, un medio importante para legitimar su poder en el hogar, donde fueron desafiados con frecuencia. Por aristocracias feudales y poderosas jerarquías religiosas. Mientras tanto, la guerra engendró más guerra. Hasta cierto punto, las demandas cada vez mayores que impuso, porque el siglo xvm era una época en que los ejércitos y las armadas se hacían cada vez más grandes y más exigentes en términos de su equipo, podían financiarse mediante una reforma interna. De ahí el "absolutismo ilustrado" que fue tan característico del período de 1750 a 1789 y más allá, sin mencionar los esfuerzos tanto de Gran Bretaña como de España para explotar sus colonias americanas de manera más efectiva. Pero una variedad de problemas, entre ellos, la resistencia de las elites tradicionales, un factor que podría generar conflicto armado, significaba que solo se podían derivar ventajas limitadas de tales soluciones y, por lo tanto, la mayoría de los gobernantes miraron una vez. u otro a las ganancias territoriales en sus fronteras o la adquisición de nuevas colonias. Esto, por supuesto, implicaba una guerra en Europa (lo que, dado su costo, a su vez implicaba una ganancia territorial o, como mínimo, una compensación financiera). Ningún estado importante jamás habría aceptado renunciar voluntariamente a la provincia más pequeña y, mientras que a los más débiles a veces se les podía intimidar para hacerlo, una ganancia unilateral para un monarca no era aceptable para ninguno de los otros: si, por ejemplo, Suecia se hiciera cargo. Noruega, Rusia habría esperado apoderarse de una porción de Polonia. Tampoco fue un fin al problema. Para ir a la guerra con éxito, era necesario poseer aliados, y los aliados, a su vez, a quienes se les pagaría por sus servicios, ya sea en dinero o en tierra. Como esto desencadenó una nueva cadena de demandas de compensación, muchos de los conflictos del siglo XVIII se convirtieron en verdaderos asuntos continentales que atrajeron a los estados desde Portugal a Rusia y desde Suecia a Sicilia. Tampoco, de la misma manera, ningún acuerdo de paz podría ser definitivo. Por lo tanto, ninguna guerra se libró con el objetivo de obtener la victoria total. Aparte de la cuestión del costo, ningún monarca dinástico jamás habría tratado de mendigar a otro, aunque solo sea porque el gobernante en cuestión podría ser un aliado útil en la próxima crisis. Sin embargo, esto, a su vez, significaba que el perdedor de cualquier conflicto estaba casi siempre en posición de intentar anular el resultado de una guerra buscando la victoria en otra, por lo que un juego que esencialmente no tenía sentido seguía fascinando y hipnotizando.

Muchos factores, entonces, conspiraron para hacer la guerra endémica en la Europa del siglo XVIII. Sin embargo, las presiones que llevaron al conflicto fueron en aumento, sobre todo a través de cambios en la estructura de las relaciones internacionales. Muy, muy gradualmente, la política exterior pasaba de ser un asunto de dinastías a ser un asunto de naciones. Este desarrollo no debe exagerarse: de hecho, afectó solo a unos pocos estados y logró un progreso limitado incluso en ellos. Sin embargo, por todo eso, no puede ser ignorado por completo. En un sentido muy vago y general, en todas partes se entendió que debería haber una conexión entre la política exterior y el bienestar del sujeto, pero en la mayoría de los casos se pagó a la idea poco más que un servicio de labios, mientras que no tenía sentido. que el pueblo tenía derecho a ser consultado sobre el tema de la guerra o la paz o a esperar beneficios concretos en caso de victoria. Los pueblos de Europa eran, en efecto, meros peones para ser movilizados o llamados a soportar el sufrimiento exactamente como sus gobernantes pensaban. Comenzando en Inglaterra en el siglo XVII, sin embargo, comenzó a surgir un nuevo patrón en el que vemos los primeros movimientos de la opinión pública. Ya en la década de 1620, por ejemplo, Carlos I causó indignación entre muchos de sus súbditos al no intervenir de manera efectiva a favor de la causa protestante en la Guerra de los Treinta Años. En este caso, el estímulo era religioso, pero como el establecimiento de las colonias americanas, la penetración de India y África y el comercio de esclavos trajeron riqueza a Gran Bretaña, por lo que el tema cambió más bien a cuestiones de comercio, y se espera que el estado utilice cada vez más su poder para proteger las inversiones de la oligarquía (y más allá de ellas, el bienestar de un sector mucho más amplio de la sociedad). En la práctica, por supuesto, el estado británico no necesitaba mucho para presionar a la hora de defender sus posesiones coloniales y aumentar su alcance, pero ahora le resultaría mucho más difícil dejar de hacerlo. Mientras tanto, se habían generado presiones similares en las Provincias Unidas, Francia y, en menor medida, en España, mientras que en otros lugares surgieron grupos particulares que permanecieron demasiado aislados del resto de la sociedad para merecer la etiqueta de "opinión pública" y, sin embargo, tenían una considerable interés en la política exterior (un buen ejemplo es el fuerte interés de la nobleza rusa en el comercio báltico con Gran Bretaña).
Aunque de ninguna manera carece de importancia, estas cuestiones fueron superadas por otras cuestiones más urgentes. Particularmente para las potencias orientales, estaba el problema de los costos crecientes de sus establecimientos militares. A medida que avanzaba el siglo dieciocho, sus ejércitos aumentaron: Rusia y Prusia duplicaron con creces el tamaño de sus ejércitos entre 1700 y 1789, con Austria no muy lejos. Lo que había importado en la primera parte del siglo había sido el prestigio dinástico y, en particular, la cuestión de qué familias reinantes deberían gobernar a los muchos estados que estaban plagados de crisis de sucesión. Pero a partir de la invasión de Silesia en Federico II de Prusia en 1740, lo que importaba ahora era el territorio. La conquista era esencial, y debido a que este era el caso, todas las consideraciones de legalidad y moralidad comenzaron a pasar por la junta. Pero mientras todos los estados principales de Europa jugaban el mismo juego, se sostuvo (al menos por muchos de sus gobernantes y estadistas) que la conquista universal trajo consigo el bien universal. Los estados más débiles del Continente sufrirían, ciertamente, pero como ninguna de las grandes potencias se perdería entre sí, el resultado neto sería un equilibrio de poder que contribuía a la seguridad general. Dicho de otra manera, la conquista era un deber moral del que todos se beneficiarían, y la guerra, por extensión, un acto de benevolencia. Tampoco la guerra parecía especialmente amenazadora. En 1789, los ejércitos permanentes de Europa pudieron haber sido mucho más grandes que en 1700, pero los nuevos cultivos, el mejor transporte, la mejora de las burocracias, los sistemas fiscales más productivos, la disciplina más severa y los procedimientos más estrictos en el campo aseguraron que los horrores de los Treinta La Guerra de los años, en la que las masas de hombres no pagados simplemente habían aumentado de un lado de Alemania a otro, viviendo fuera del país y negando la autoridad de los amos políticos que habían perdido toda la capacidad de pago y suministro, no se repetirían. Al mismo tiempo, la guerra también era menos costosa en otro sentido. Gracias a los avances en el arte de la generalidad, se asumió que la batalla sería menos frecuente. Los ejércitos enemigos se maniobrarían fuera de sus posiciones, y sus comandantes, producto de una edad de razón, aceptarían la lógica de su posición y se alejarían, dejando a sus oponentes en movimiento sin oposición. Si las batallas pudieran evitarse en gran medida, los asedios también serían menos una prueba de resistencia, ya que se aceptó ampliamente que una vez que una fortaleza tenía sus muros rotos, su gobernador capitularía sin más resistencia para salvar las vidas de ambos. La gente del pueblo y sus hombres.

Pero en realidad Europa no estaba más segura de lo que estaba siendo más civilizada. Dado que todas las soluciones territoriales posibles que podrían elaborarse para el Continente de Europa estaban destinadas a trastornar a una u otra de las grandes potencias, la continua conquista no llevó a la paz perpetua sino a la guerra perpetua, y por lo tanto no produjo seguridad, sino inseguridad. Como lo había demostrado la Guerra de los Siete Años, a medida que aumentaban las apuestas, los gobernantes con sus espaldas contra el muro recurrirían habitualmente a la batalla en lugar de simplemente aceptar la lógica de los números superiores o la generalidad, al igual que estarían inclinados a poner gobernadores de la fortaleza. bajo una gran presión para resistir al enemigo al máximo: este fue el conflicto que dio origen a la frase 'pour incentager les autres'. Como lo había demostrado la Guerra de la Sucesión Bávara, los ejércitos regulares de finales del siglo XVIII eran mucho menos propensos que los de la Guerra de la Sucesión Española, por ejemplo, a poder realizar el tipo de proezas de maniobra que se hubieran requerido para Decidir el tema de las guerras sin batalla: la marcha de Marlborough al Danubio en 1704 nunca podría haberse replicado setenta años después. Y ciertamente no hubo disminución en los sufrimientos de la población civil, ni en el daño que el paso de un ejército podría infligir en un distrito. En los límites más salvajes de la guerra, los Balcanes, las fronteras de las colonias americanas, la tortura y la masacre estaban a la orden del día, mientras que gran parte de Alemania había sido devastada por la Guerra de los Siete Años. El panorama general es sombrío: la guerra puede no haber sido el monstruo del siglo XVII, pero aún era una bestia salvaje. Muchos gobernantes y estadistas estaban muy conscientes de esta realidad, y algunos incluso intentaron alejarse del tradicional juego de poder. Pero al final, estaban indefensos, ya que la única arma a la que podían recurrir era la misma mezcla de alianza y fuerza armada que había causado el problema en primer lugar.
De hecho, la situación era incluso peor de lo que sugería. A mediados del s se estaba produciendo una gran conflagración. Comencemos considerando Francia. Una vez poderosa, desde 1763 había sufrido una serie de grandes catástrofes y humillaciones. En el este, la primera partición de Polonia en 1772 debilitó gravemente a sus principales aliados en Europa del Este. Despojada de sus enormes territorios estadounidenses en la Guerra de los Siete Años, se había ganado cierto grado de venganza al ayudar a los Estados Unidos de América nacientes en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, solo para descubrir que esta acción había destruido su posición financiera más allá de cualquier reparación. Y finalmente, sin dinero, Luis XVI se humilló repetidamente, obligándose a ambos a aceptar un tratado comercial profundamente desfavorable por parte de los británicos y a permanecer impotente mientras las fuerzas prusianas aplastaban el régimen franco-francés establecido por la revolución holandesa de 1785-7. Decir que en vísperas de la Revolución Francia estaba empeñada en una guerra que podría revertir estos desastres sería una declaración exagerada, ya que sus estadistas seguían una variedad de cursos, algunos de ellos bastante contradictorios, pero sin embargo, esto fue ciertamente un Opción que se mantuvo abierta y preparada para. Si bien un programa masivo de reforma militar transformó al ejército y lo preparó para operaciones ofensivas, los diplomáticos franceses intentaron reforzar la posición de Austria, el principal aliado de Francia, al buscar una alianza con Persia que podría hacer que Rusia piense dos veces antes de pasar a la ofensiva en el país. Oeste. Al mismo tiempo, se hicieron esfuerzos para disuadir a Viena de embarcarse en aventuras militares en los Balcanes y también para construir a los turcos contra Rusia. En cuanto a Gran Bretaña, ella también fue amenazada por las alianzas francesas con los gobernantes de Egipto (en teoría, una provincia del Imperio Otomano, pero en la práctica un dominio casi independiente), Omán y Hyderabad.
Sin embargo, no fue solo Francia quien amenazó con derrocar el status quo. Entre las potencias orientales, también, había agitaciones preocupantes. En Austria, José II había estado involucrado en un agresivo intento de construir un estado centralizado y poderoso, pero se había topado con una creciente oposición y estaba inclinado a buscar una reparación no solo en los planes que hubieran implicado tomar el control de Baviera a cambio de dar a sus gobernantes. los Países Bajos austriacos (es decir, la mitad occidental de la actual Bélgica), pero al lanzar un ataque al Imperio Otomano junto a Rusia. También se contemplaba una guerra renovada con Prusia, que había estado buscando problemas en los últimos años al frustrar una serie de intentos austriacos para reforzar su posición en el Sacro Imperio Romano, y que ya no estaba gobernada por el poderoso Federico el Grande, que había murió en 1786. Sin embargo, ahora bajo Federico Guillermo II, los prusianos también estaban en movimiento. Sus ganancias en la primera partición de Polonia habían sido mucho más pequeñas que las obtenidas por Rusia o Austria y no incluían una serie de objetivos clave. Peor aún, mientras que Rusia siguió avanzando en la guerra ruso-turca de 1768-74, la Guerra de Sucesión de Baviera de 1778 no había traído a Prusia precisamente nada. En primer lugar, los medios utilizados eran los pacíficos, como Viena, Potsdam era bastante capaz de elaborar planes fantásticos para los intercambios territoriales y el propio Federico Guillermo II no era un caudillo, pero está claro que no debía haber retroceso. . En Suecia existía una situación paralela a la de Austria en que un monarca reformista, en este caso Gustav III, se había topado con una seria oposición en su país y deseaba reforzar el poder del trono mediante un vuelo al frente frente a vis Rusia. Y por último, pero no menos importante, estaba la Rusia de Catalina la Grande, que estaba demostrando ser tan agresiva en su interpretación del tratado que había puesto fin a la guerra anterior con Turquía, que Constantinopla fue empujada cada vez más cerca de un golpe de estado.

Este no es el lugar para volver a contar la larga y complicada historia de los eventos que siguieron. En resumen, la crisis inevitable explotó en agosto de 1787 cuando Turquía atacó a Rusia. Esto a su vez provocó una guerra general en Europa del Este con Austria y Rusia lanzada contra Turquía, Suecia lanzó contra Rusia y Dinamarca lanzó contra Suecia. Para 1790, la mayoría de los combates se habían extinguido, pero en medio de la confusión general, había estallado la revolución en Polonia, donde una facción reformista estaba ansiosa por restaurar su fortuna y construir un estado moderno. Hasta ahora, los acontecimientos en Francia se habían ignorado en su mayor parte, pero en el transcurso de 1791 ella también se vio arrastrada a la crisis debido a los intentos desesperados de Austria por parte de Leopoldo II de evitar una nueva ronda de hostilidades y, en particular, una Más partición de Polonia. No hubo ningún deseo de guerra con la Revolución francesa per se, de hecho, en el caso de Leopold no hubo ningún deseo de guerra en absoluto, pero en abril de 1792 las tácticas austriacas torpes combinadas con maniobras políticas en Francia iniciaron las Guerras Revolucionarias Francesas. Inicialmente, los beligerantes estaban limitados a Francia por un lado y a Austria y Prusia por el otro, pero dentro de un año los acontecimientos habían llevado a la mayoría de los estados de Europa a formar una gran coalición contra Francia. Pero esto no fue una cruzada contrarrevolucionaria: ninguna de las potencias que lucharon contra Francia tenía ningún deseo de restaurar el antiguo régimen tal como había existido en 1789, y muchos limitaron su compromiso con la lucha o se retiraron por completo; poco tiempo después de que Napoleón se hiciera cargo del ejército de Italia, de hecho, España estaba luchando por el lado de Francia. De hecho, para la mayoría de las potencias, la guerra contra la Revolución estaba subordinada a objetivos de política exterior de larga data o emprendida de acuerdo con esos objetivos. Así, Rusia y Prusia siempre pusieron la adquisición de territorio en Polonia (que fue borrada completamente del mapa por otras dos particiones en 1792 y 1795) antes de la lucha contra Francia, mientras que en el caso de Prusia ella solo entró en el conflicto porque pensó que Traería sus ganancias territoriales en Alemania. Austria seguía pensando en términos del "intercambio bávaro". Y en cuanto a Gran Bretaña, fue a la guerra para evitar que Francia tomara el control de los Países Bajos, lo hizo con mucho más gusto porque la guerra con París le ofreció una salida al aislamiento diplomático que la había hecho tan vulnerable en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. , y durante gran parte del tiempo prosiguió la lucha mediante tácticas que dieron un nuevo impulso a su superioridad colonial y marítima. Esto no quería decir que faltara la ideología. Ningún gobernante quería una revolución en su país (de hecho, hubo un horror genuino en los eventos de 1792-4) y muchos gobiernos se opusieron a la libertad de debate. Al mismo tiempo, la defensa del antiguo régimen o el orden internacional se utilizaron como un medio útil para legitimar el esfuerzo de guerra, al igual que la contrarrevolución fue empleada, sobre todo, por los británicos, como un medio para estimular revuelta dentro de francia. Pero participar en una guerra total para restaurar a Luis XVIII (el sucesor de Luis XVI) era otro asunto. Un Borbón en el trono de Francia podría ser algo bueno en muchos aspectos, pero al final fue algo que podría sacrificarse por conveniencia, especialmente porque los beligerantes estaban divididos en cuanto a lo que realmente significa "restauración" con los británicos. al menos, abogando por algún tipo de acuerdo constitucional y otros que buscan un absolutismo reconstituido.

En Francia, el concepto de una guerra ideológica era ciertamente mucho más fuerte que en otros lugares. En 1791-2, hubo temores reales de una cruzada contrarrevolucionaria, mientras que los Brissotin, la facción radical que había defendido la causa de la guerra, habían acompañado sus demandas con muchas conversaciones sobre barrer a los tiranos de sus tronos. Pero las apariencias engañan. En gran parte, los temores de la intervención extranjera fueron una creación deliberada de los Brissotins, para quienes la guerra fue principalmente una herramienta política diseñada para consolidar la Revolución y promover su ambición personal. Y, a pesar de su retórica, cuando Francia fue a la guerra en abril de 1792, lo hizo solo contra Austria. Se hicieron todos los esfuerzos posibles para evitar el conflicto con Prusia y hacer que los prusianos se conviertan en sus viejos enemigos. La guerra que obtuvieron los Brissotins, entonces, no fue en absoluto la que realmente querían. Con Francia desesperadamente sin estar preparada para semejante lucha, su ejército estaba en desorden y los famosos Voluntarios de 1791 y 1792, un arma claramente poco confiable, revolucionando el Continente ahora cobran una importancia real. Pero no fue solo esto: hasta cierto punto, Brissot y sus propios seguidores simplemente se dejaron llevar por sus propios discursos y se emborracharon con vanagloria; de ahí el glorioso abandono con el que declararon la guerra país tras país a principios de 1793. Sin embargo, al final su cruzada ascendió a muy poco. A fines de 1792, Francia se ofreció a ayudar a cualquier persona que deseara recuperar su libertad, denunció los principios que subyacen a tales actos como la partición de Polonia y estableció una variedad de legiones extranjeras cuya tarea era educar a los pueblos de sus países. Países de origen en la revuelta. Pero había un montón de realistas con visión clara en París que se dieron cuenta de que esto era irremediablemente impráctico y era poco probable que lograra algo en el camino de los resultados. Entre ellos se encontraba Robespierre, por lo que prácticamente el primer acto del Comité de Seguridad Pública fue dejar en claro que su consigna era Francia y solo Francia: entre los que murieron bajo la guillotina en el verano de 1793, hubo una serie de casos Revolucionarios extranjeros entusiastas. Bajo el régimen termidoriano y el Directorio, el péndulo retrocedió en dirección a la agresión, pero la liberación era ahora solo una palabra, aunque útil, que permitía a los gobernantes de Francia probar sus credenciales revolucionarias. En Bélgica y en la margen izquierda del Rin, fue un código de anexión, y en Holanda, donde se estableció la primera de una serie de repúblicas satélites, un eufemismo para la explotación política, militar y económica. Y si la revolución fue apoyada en otro lugar, especialmente en Irlanda, era claramente poco más que un dispositivo para debilitar e interrumpir al enemigo. En cuanto a los objetivos específicos de la política francesa, estaba claro que muchos de ellos encajaban muy estrechamente con los objetivos que se habían enunciado en un momento u otro bajo el régimen antiguo. También visible era una estructura intelectual que no tenía nada de revolucionario en absoluto. Al menos un miembro del Directorio, Reubell, vio a Bélgica y la orilla izquierda del Rin simplemente como una compensación de Francia por las ganancias obtenidas por las potencias orientales en Polonia. El compromiso ideológico con la expansión no fue completamente muerto: en el interior del Directorio Reubell fue desafiado por la ardiente Larevellière-Lépeaux, que no solo fue una antigua Brissotin, sino también la diputada que el 19 de noviembre de 1972 introdujo el decreto prometiendo asistencia a cualquier persona que deseara recuperar su libertad. Pero en general la consigna era el cálculo. De hecho, Schroeder sostiene que, bajo la influencia del principal realista Carnot, el Directorio no quería una continuación de la guerra, sino un acuerdo general de paz: tan ansioso era el "arquitecto de la victoria" para este resultado, que era Incluso listos para abandonar la frontera del Rin.
Sin embargo, a principios de 1796, si se iba a obtener la paz, parecía que iba a tener que ser por la fuerza de las armas, ya que Austria y Gran Bretaña, los linajes gemelos de la oposición a la República, no estaban de ninguna manera dispuestos a hacer nada. paz. Aunque bajo una seria presión financiera, Austria todavía no estaba lo suficientemente desesperada como para considerar una paz separada. En muchos sentidos, esto tenía sentido: aparte de la necesidad de escapar de la inminente quiebra, en 1796, el principal objetivo de la guerra de Austria fue la adquisición de Baviera a cambio de sus territorios en los Países Bajos, y esto, como ha demostrado Schroeder, era más probable logrado a través de un acuerdo con Francia que por cualquier otro medio. Pero en realidad, el abandono de la guerra era imposible. Si las conversaciones de paz con Francia fracasan y Gran Bretaña se entera del doble trato de Austria, es probable que Viena se despida del apoyo británico al llamado intercambio bávaro y, lo que es más importante, un gran préstamo que actualmente está tratando de negociar con Londres. Un acuerdo exitoso con Francia tampoco sería de gran ayuda: Austria podría racionalizar sus fronteras en el oeste, pero al hacerlo, casi con toda seguridad se arriesgaría a la guerra con Prusia y Rusia, quienes probablemente presionarán para obtener una compensación territorial. En esas circunstancias, seguir luchando, que en cualquier caso se mezclaba con el miedo personal y la antipatía que sentía el canciller austriaco, Thugut, por la Revolución, parecía la opción más segura, ya que al menos estaba atrapada en los rusos, también en teoría. guerra con Francia - en su alianza con Viena, y de ese modo protegió las ganancias que Austria había obtenido de las recientes particiones de Polonia y ayudó a disuadir a los prusianos de unirse a Francia (una posibilidad real que ciertamente fue perseguida por la diplomacia francesa a raíz de la firma de Prusia Un tratado de paz con Francia en 1795). En cuanto a Gran Bretaña, a pesar del creciente malestar interno y el deseo personal de paz del primer ministro, William Pitt, ella tampoco tuvo más remedio que seguir luchando: los contactos secretos mantenidos con Francia en 1795 sugirieron que, a pesar de Carnot, el Directorio nunca lo haría. Abandone a los Países Bajos a menos que esté absolutamente obligado a hacerlo, cualquier cosa menos la victoria sería señal de completa humillación.

Por lo tanto, ya que ni Gran Bretaña ni Austria eran capaces de tomar la ofensiva en este punto, la iniciativa era de Francia, que en cualquier caso podría permitirse atacar dada la retirada de Prusia y España de la Primera Coalición en 1795. Naturalmente, Napoleón quería ganar. Guerra en el frente italiano: Barras afirma que bombardeó "a la Dirección y los Ministros con demandas de hombres, dinero y ropa". Esta ayuda no llegó, ya que el Directorio pretendía que sus principales golpes contra el enemigo fueran una invasión importante de Irlanda y una ofensiva en el sur de Alemania. Sin embargo, Napoleón todavía estaba en primer plano. La expedición a Irlanda fue rechazada por un "viento protestante", y la invasión de Alemania fue derrotada por los austriacos. En Italia, sin embargo, las cosas eran muy diferentes: atacar a través de la frontera desde su base en Niza en abril

1796, en unos pocos meses, el pequeño ejército irregular de Napoleón, al comienzo de la campaña, tenía solo unos 40,000 hombres, a quienes Marmont describe como "morir de hambre y casi sin zapatos", obligó a Piamonte, Toscana, Módena y los Estados papales. para hacer la paz, invadir el norte de Italia y vencer a una sucesión de ejércitos austriacos. Con la propia Viena amenazada con la ocupación, los austriacos gravemente afectados solicitaron un armisticio, y un acuerdo de paz inicial fue debidamente firmado en Leoben el 18 de abril de 1797.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Imperio holandés: Verenigde Oost-Indische Compagnie

Verenigde Oost-Indische Compagnie

Weapons and Warfare



Réplica a gran escala de un velero holandés: un barco VOC en el Siglo de Oro de Holanda.

El "Prins Willem", construido en 1651 en Middelburg, Zelanda (Países Bajos), fue uno de los más grandes de las Indias Orientales que se construyó durante el siglo XVII.

Construido para soportar largos y a menudo peligrosos viajes marítimos, el este de India le permitió a la Compañía Indie Oriental Holandesa participar en el comercio altamente rentable con Asia y contribuyó al dominio del comercio mundial de los Países Bajos durante el siglo XVII.



El "Prins Willem" fue adscrito a la Marina holandesa durante la Primera Guerra Anglo-Holandesa. El barco fue el buque insignia de Witte de With en la batalla de Kent Knock durante la Primera Guerra Angloholandesa. Después de regresar a la marina mercante, el "Prins Willem" hizo cinco viajes al sudeste asiático a lo largo de la lucrativa ruta de las especias. antes de ser naufragado en la isla de Brandon en el viaje de regreso a los Países Bajos en febrero de 1662.

Recientemente se construyó una réplica a gran escala en Holanda y se envió a Japón como una atracción importante en Nagasaki Holland Village, en Omura (Japón), un centro de entretenimiento de temática holandesa.

Para maximizar su ventaja competitiva, el gobierno persuadió a las muchas empresas comerciales que compitieron para que unieran sus activos financieros para crear la Compañía de la India Oriental Chartered de los Países Bajos (Verenigde Oost-Indische Compagnie, VOC) en 1602. En virtud de la carta otorgada por los Estados Generales al VOC, la compañía recibió derechos de monopolio para el comercio y la navegación durante 21 años en los vastos tramos al este del Cabo de Buena Esperanza y al oeste del Estrecho de Magallanes. La compañía estaba formada por cámaras (kamers) en seis ciudades portuarias (Ámsterdam, Rotterdam, Delft, Enkhuizen, Middelburg y Hoorn), compuestas por personas elegidas de la comunidad de comerciantes y banqueros ricos. Las cámaras asignadas por sus miembros delegados para formar parte de la junta central de 17 directores (Heeren XVII), el número asignado a cada cámara en función de la representación regional del capital en acciones aportadas. Amsterdam tuvo el mayor número de asientos a las ocho. Se le otorgó a la compañía el poder de concluir tratados de alianza y paz, emprender una guerra defensiva y construir fuertes y puestos comerciales.





Respaldada por la bendición del gobierno, la VOC constituyó la primera empresa comercial del mundo basada en acciones permanentes de capital. Equipadas con pólvora y balas de cañón, se enviaron flotas a las Indias Orientales, a más de un año de viaje, para tomar por la fuerza los puestos militares / comerciales portugueses. En 1605 mercantes armados capturaron el fuerte portugués en Amboina, en las Islas Molucas, que el VOC estableció como su primera base segura en las Indias. En medio de declarar dividendos deslumbrantes que saltaron de 50 por ciento en 1606 a 329 por ciento en 1609, la compañía pronto emergió como un maestro del comercio de especias. Los holandeses tomaron Yakarta en 1619, cambiándole el nombre de Batavia y convirtiéndola en el centro administrativo de las Indias Orientales Neerlandesas. Los comerciantes ingleses que entrometían en Amboina fueron masacrados en 1623. A mediados del siglo XVII, la compañía operaba como un estado virtual dentro de un estado, la distancia de la patria y la riqueza que sus barcos traían a casa obligaban a los Estados Generales a dejar la empresa en paz. Y darle virtualmente una mano libre en las Indias Orientales. La compañía privada más rica del mundo, en 1670, el VOC contaba con 150 buques mercantes, 40 buques de guerra, un ejército privado y 50.000 empleados.

Empleando métodos despiadados para hacer a un lado a sus competidores, la compañía se movió más allá de las Indias para expulsar a los portugueses sistemáticamente de los puestos comerciales que habían ocupado durante un siglo en Ceilán (Sri Lanka) y en el subcontinente del sur de Asia. Para 1658, tenían la totalidad de la costa de Ceilán y, una década más tarde, ocupaban estaciones comerciales aisladas en las costas del sur de la India. Moviéndose más lejos, fundaron Fort Zeelandia en Formosa (ahora Taiwán) en 1624, expulsaron a los portugueses de las bases del sur de la isla y, en 1641, expulsaron a los españoles de las explotaciones del norte, antes de que los holandeses, a su vez, fueran expulsados ​​por los chinos que llegaban de China. la parte continental en 1662. También se establecieron relaciones comerciales regulares con Japón. Desde 1641 hasta 1854, los holandeses fueron los únicos europeos autorizados para comerciar allí, intercambiando productos europeos por oro, plata y lacados japoneses desde su aislado puesto insular de Deshima en la Bahía de Nagasaki.

En solo unas pocas décadas, los barcos de East Indiamen habían ganado fama por la audacia aparentemente irreprimible de sus capitanes y tripulaciones. Al sur y al este de Batavia, avanzaron a la vista de la costa árida de Australia Occidental y Abel Tasman (1603-59) navegó más allá de la costa este del continente para descubrir Tasmania, Fiji y Nueva Zelanda. Jacob Le Maire (c. 1585-1616) y Willem Schouten (c. 1567-1625) navegaron dos embarcaciones desde Texel en 1615 oeste cruzando el Atlántico, descubriendo una nueva ruta a las Indias Orientales a través del Cabo de Hornos, redondeada por primera vez en 29 de enero de 1616, y que Schouten nombró por su lugar de nacimiento. Navegaron en busca de oro, pero no encontraron ninguno, dejando un legado en los nuevos descubrimientos de islas, incluidas las Islas del Almirantazgo y las Islas Schouten, en el suroeste del Pacífico.

Atraídos al este por las especias, los holandeses viajaron al oeste en busca de sal, sus fuentes en Portugal cerraron por España en 1621. La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (Geoctroyeerde West-Indische Compagnie, WIC) se fundó ese año, bajo una junta central de 19 miembros. miembros (Heeren XIX), para financiar incursiones en las Américas españolas y portuguesas, donde las bandejas costeras venezolanas en particular proporcionaron una fina sal natural con la que preservar la captura de las flotas pesqueras. Las aguas del Caribe ofrecieron beneficios adicionales en los productos del comercio de contrabando con asentamientos españoles y en el botín incautado de la caza en barcos españoles. La captura por Piet Heyn (1577-1629) de la flota de plata española en 1628 asumió un estatus mítico en la memoria histórica holandesa.

Ansioso por asegurar depósitos comerciales en las islas del Caribe, el WIC ocupó Curazao, la más grande de las Islas de Sotavento y que había sido abandonada por los españoles durante 1634. Aruba fue capturada en 1636 y los holandeses, junto con los franceses, condujeron Español de Sint Maarten, que dividieron entre ellos en 1648. Sint Eustatius (Statia) fue colonizado por la compañía en 1636 con pobladores de Zelanda y Saba con los de Sint Eustatius en aproximadamente 1640. Se fundaron colonias en Guyana (1625-1803 ), Brasil (1630-54), Suriname (1667-1975) y Demarara (1667-1814). El WIC bajo su gobernador general John Maurits de Nassau-Siegen (1604-79) realizó un esfuerzo especialmente vigoroso para ocupar las zonas costeras del noreste de Brasil. Los holandeses transformaron la región en una colonia rentable, en gran parte a través de la producción de azúcar, y los comerciantes judíos llegaron a establecer operaciones en Recife antes de que los portugueses, los descubridores del país, regresaran en vigor en 1654, a los colonizadores holandeses.



Los colonos en San Eustaquio primero sembraron tabaco, pero pronto cambiaron a azúcar, y las plantaciones de azúcar establecidas en todas las islas del Caribe holandés proporcionaron el grueso del suministro de Europa en el siglo XVII. En San Eustaquio, así como en Curazao, la mayor de las Islas de Sotavento, WIC estableció depósitos de esclavos para el comercio con las Américas continentales.

Una moda de moda en Europa para pieles atrajo al norte holandés. En el servicio holandés, el inglés Henry Hudson (1565-1611) en 1609 navegó su De Halve Maan (La Media Luna), un barco completamente nuevo con una tripulación de ocho ingleses y ocho holandeses, río que más tarde se llamó para él y, en al hacerlo, reclamó uno de los sectores más estratégicamente significativos del continente norteamericano. El primer asentamiento permanente de Fort Orange (justo al sur de la actual Albany, Nueva York) se fundó en 1614 para intercambiar directamente con los nativos americanos por pieles de castor, incluso antes de que el asentamiento de Nueva Ámsterdam se hiciera en 1626 en la isla de Manhattan, famoso por El gobernador Peter Minuit (1580-1638) por 60 florines ($ 24) por valor de bienes. A diferencia de otras partes de su imperio, donde los holandeses preferían no plantar asentamientos sino establecer puestos de comercio militares en lugares estratégicos a los que los habitantes nativos vendrían a comerciar, su territorio de América del Norte se convirtió en una verdadera colonia. No solo vinieron soldados y empleados de WIC, sino también colonos comunes, que llegaron con la intención de quedarse. Su historia corta (1614-64) y tempestuosa, marcada por las guerras con las tribus nativas americanas, las amenazas de intrusos suecos y los ingleses y, sobre todo, el abandono por parte de una compañía gobernante, totalmente absorta en la lucha contra España, más decidida a los corsarios y Sin embargo, New Netherland se las arregló para legar una serie de asentamientos desde el oeste de Long Island hasta los ríos Hudson y Mohawk hasta la actual Schenectady, Nueva York, que ha dejado un legado perdurable en nombres de lugares, folclore y préstamos en idioma ingles.

Bajo los auspicios del VOC, Jan van Riebeeck (1619-77) fundó Ciudad del Cabo, el asentamiento más antiguo del sur de África, en 1652. Al principio, un lugar de riego para los barcos que iban y venían del Lejano Oriente, la colonia del Cabo vio cómo los colonos comenzaban a llegar. A finales del siglo XVII. Para entonces, una serie de fortalezas y puestos comerciales salpicaban la costa de África Occidental, primero sirviendo como estaciones de riego pero pronto también operaban como mercados de esclavos para satisfacer la necesidad constante de las plantaciones holandesas del Nuevo Mundo para tal mano de obra. Curazao, en particular, se hizo rico en el comercio. En 1637, los holandeses arrebataron a Elmina de los portugueses, su fortificación más fuerte en la costa de Guinea. También vendieron mano de obra cautiva a otras naciones, llevando a los primeros 19 esclavos, capturados desde un barco de esclavos español, a Virginia en 1619, y, desde 1663 a 1701, los comerciantes holandeses sostuvieron el contrato estatal para el transporte de esclavos africanos a España. Colonias americanas. Los lazos comerciales globales dieron un carácter cosmopolita a las principales ciudades, especialmente a las de Holanda, que probablemente no tenían parangón en Europa. Los holandeses adquirieron un gran número de idiomas extranjeros que han conservado desde entonces. Un viajero comentó: "No hay una parte de Europa tan obsesionada con todo tipo de extranjeros como los Países Bajos, lo que hace que los habitantes, tanto mujeres como hombres, estén tan versados ​​en todo tipo de idiomas, por lo que, en el momento del intercambio, uno Puede escuchar 7 u 8 tipos de lenguas habladas. . . . ”(Howell 1753, 103).

martes, 17 de septiembre de 2019

Hitler: Otra vez una anécdota de su supuesta presencia en Bariloche

¿Hitler en la Argentina?: la carta y el audio del militar que le contó a sus hijos su encuentro secreto con el criminal nazi en Bariloche

A mediados de agosto de 2019 murió el teniente coronel Julio Arturo Heil. Tenía 92 años y guardó un secreto de su juventud de por vida: Perón lo había enviado a la Patagonia para que le entregara un maletín con documentación secreta... ¡a Hitler! Antes de fallecer le dijo a sus hijos: “Cuando yo no esté, pueden dar a conocer esta historia”
Por Julio Lagos || Infobae


Quizás algún lector recuerde la crónica que publiqué en Infobae el domingo 9 de junio. Se tituló: Increíbles testimonios sobre la "misteriosa presencia" de Hitler en la Argentina, en la que comenté episodios narrados por el investigador Abel Basti en su libro La segunda vida de Hitler.

El más impresionante se refería a la misión secreta que en 1953 el entonces presidente Juan Domingo Perón le encomendó a un joven teniente del Ejército: llevar un maletín a una residencia de Bariloche y entregárselo en mano a Adolf Hitler.

¿Hitler vivo en la Argentina en 1953? Parecía un delirio, a contramano de la historia oficial que sostiene que el líder nazi se suicidó en su búnker en 1945.

Y como era necesario respetar un secreto familiar, no podíamos decir el nombre de aquel teniente.

Ahora, los hechos se han precipitado.

El 17 de agosto de 2019, a los 92 años, falleció el teniente coronel Julio Arturo Heil, quien 66 años antes fue parte de una historia increíble.
Y su familia ha decidido hacerla pública:

-Fue la voluntad de mi padre darlo a conocer una vez que él hubiese fallecido.

Me lo dice Alejandro Heil, uno de sus hijos, que comienza un relato hasta ahora inédito:

-Yo tomo conocimiento de esta historia cerca del año 2010, cuando mi madre me comenta que papá le había dicho que tenía una historia muy personal, muy íntima, que tenía que contarle. Se lo cuenta porque estuvo muy enfermo, internado en el Hospital Militar por una dolencia cardíaca y cuando le dan el alta vuelve a casa y habla con mamá. Le dice que tenía una historia que mantenía en secreto porque había dado su palabra de soldado de que la iba a preservar, pero como todos los protagonistas estaban muertos y era un hecho histórico y él se daba cuenta de que estaba próximo a su propia muerte, debía decírselo por la magnitud y la importancia de lo sucedido… Él tenía entonces 84 años.


-¿Y tu mamá que hizo?
-Le dijo "Coco esto tenés que contarlo, tenés que escribirlo, tenés que dejarlo asentado en algún lugar para que el día de mañana se dé a conocer, porque es un hecho muy importante. Y mi padre escribió estas carillas, que yo acabo de encontrar hace pocos días, entre sus papeles.

-¿Qué fue lo que le contó?
-En 1953, siendo oficial instructor con el grado de teniente en el Colegio Militar, lo llama el jefe de la compañía y le dice que se presente en el despacho del director, el general Maglio, que quería hablar con él. Mi padre se presenta y junto al director estaba el general Franklin Lucero, que en ese momento era el Ministro de Guerra. Y ahí le dicen que el general Perón quería hablar con él, que se preparara porque al día siguiente lo iban a pasar a buscar a las siete de la mañana. A la mañana siguiente pasa a buscarlo un Mecedes Benz negro chiquito, de los que se usaban en la época, y lo lleva a la Casa Rosada. Ahí lo recibe un suboficial mayor, que lo acompaña hasta el despacho del general Lucero y de ahí van al despacho del presidente Perón.

Alejandro, uno de los hijos del teniente coronel Julio Arturo Heil, dio a conocer el increíble secreto que su padre guardó durante quien 66 años (Matías Arbotto)

-Fueron muchas emociones seguidas y en muy pocas horas para un joven oficial de 25 años de edad. Primero lo llama el director de la Colegio Militar, ahí lo conoce al Ministro de Guerra y luego al propio Presidente de la Nación… ¿Y Perón qué le dijo?

-Le preguntó si era descendiente de alemanes. Mi padre le contesta que sí y Perón le dice que va a cumplir una comisión sumamente reservada.

-¿Es cierto que le preguntó si hablaba alemán?
-Sí, así fue. Mi padre le respondió que no lo hablaba fluidamente, que sólo tenía conocimientos básicos. Jocosamente, Perón le comentó cómo con ese apellido no hablaba bien el idioma alemán, pero que de todas maneras iba a cumplir la comisión secreta que le iban a encomendar. "Las instrucciones precisas se las va a dar el general Lucero", le dijo. Así fue. Salieron del despacho presidencial y fueron al del ministro, que le dio un portafolio con una cadenita de pulsera. Y mientras mi padre se la colocaba en la muñeca, Lucero le dio las instrucciones: "Ahora el chofer que lo trajo acá lo va a llevar a la base aérea de El Palomar, desde donde van a volar a Bariloche. Este portafolios se lo va a entregar en mano al señor Adolf Hitler…"

Aquí congelemos la imagen.

Nos quedamos con este joven oficial a quien le mencionan el nombre del dictador nazi en tiempo presente, como si todo el relato de su muerte no existiera.

Enseguida volvemos a él y a su sorpresa ante la orden de Lucero.

Pero antes repasemos fugazmente qué estaba pasando en el mundo en ese 1953.

El general Dwight Eisenhower asumía la presidencia de los Estados Unidos, luego de haber sido el comandante de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial. Fue el hombre que decidió no entrar a Berlín, permitiendo que lo hicieran los rusos. A su vez, en la Unión Soviética, moría Stalin y tras el interinato de Malenkov, Nikita Kruschev se convertía en el hombre fuerte. La llamada Guerra Fría entre Occidente y la URSS había reemplazado al anterior conflicto bélico entre los aliados y la Alemania nazi.

Julio Arturo Heil era un joven oficial cuando el general Perón le habría encomendado una misión secreta: llevar un maletín a una residencia de Bariloche y entregárselo en mano a Adolf Hitler

Volvamos a apretar play.

-¿Cómo reaccionó tu papá?
-Me manifestó que fue algo sorpresivo, que le llamó mucho la atención. Pero me contó que estaba tan compenetrado en cumplir esa directiva que no pensaba ni en comer ni en tomar agua. Me dijo: "Alejandro, yo era un joven teniente de 25 años, lo que más quería era terminar la comisión lo más rápido posible y volverme al casino de oficiales".

-¿Y cuando salió de la oficina del ministro Lucero qué pasó?
-En el relato que dejó escrito, mi papá cuenta que de la Casa Rosada el mismo chofer del Mercedez Benz negro lo llevó a la base aérea de El Palomar. Allí lo esperaban un capitán y un teniente primero pilotos, a cargo de un bimotor. El único pasajero era él, que tenía el maletín encadenado a la muñeca. Durante el viaje no hablaron. Hicieron escala en Santa Rosa, para reabastecerse y volvieron a despegar con destino a Bariloche, al aeropuerto viejo supuestamente. Ahí lo esperaba un oficial del ejército, un teniente primero. Mi padre no conoce el apellido. En un jeep del ejército recorren aproximadamente durante 45 minutos un camino de ripio que al principio tenía vista a un lago y ya después se meten en una zona boscosa hasta una tranquera donde los reciben dos personas de acento alemán, que lo acompañan a él solo al interior de un chalet entre los bosques tupidos de Bariloche.

-¿Entran directamente?
-Entran a la casa y las dos personas que él describe como corpulentas, altas, vestidas de civil, con acento alemán lo llevan hasta la entrada principal del chalet y ahí lo espera otra persona que lo acompaña por un pasillo hasta una sala donde estaba el señor que supuestamente era Adolfo Hitler. Mi padre cuenta que era una sala espaciosa, grande, con un ventanal que daba a una arboleda o un parque. Y la persona que supuestamente era Hitler estaba en un escritorio. Cuando a mi padre lo hacen ingresar se pone de pie, lo recibe y lo saluda. Mi padre dice que fue un saludo afectuoso. Se quedaron los dos solos. Le pregunta por el general Perón en un castellano dificultoso, le costaba pero hablaba en castellano. Mi padre se desengancha el portafolio de la muñeca y se lo entrega en mano. Intercambian dos o tres palabras, no hablan mucho y de una repisa que tenía detrás saca una botella de cognac con dos copas. Le sirve a mi padre, se sirve él y brindan por la Argentina y por Perón.

  El oficial Heil dijo que el hombre que supuestamente era Hitler hablaba mal español, arrastraba sus piernas y lucía viejo y enfermo (AP)

El hijo del teniente coronel Julio Arturo Heil utiliza el adverbio de modo "supuestamente". No quiere que una afirmación incomprobable -no existe el ADN retroactivo- pueda manchar el relato en primera persona de su papá:

–Él suponía que la persona que había visto era Hitler, pero no podía saber si era un doble. A sus 25 años no lo podía afirmar. Suponemos que sí. Por el viaje, el lugar. Y además él cumplía las directivas que le habían dado el presidente Perón y el ministro Lucero.

Alejandro Heil agrega un dato inesperado:

-En la carta, en el relato escrito que mi padre escribió en 2011 a pedido de mi mamá, manifiesta que Hitler le dio un sobre para entregarle en mano al general Perón. Pero cuando hizo la grabación, hace unos meses, habló de memoria. No leía un texto. Quizás ya con 92 años, con el paso del tiempo, haya olvidado algunos detalles, porque ese dato no lo incluyó…

-¿Y cómo terminó aquella entrevista en Bariloche?
-Se despiden, se estrechan la mano, mi padre describe a la persona que ve similar a lo que se veía en los diarios que parecía ser Adolfo Hitler, un Hitler más viejo, más deteriorado, canoso, con bigote, con temblores en las dos manos, con un español rudimentario… Mi padre lo saluda militarmente, porque había ido de uniforme y se retira. Hace el camino inverso, otra vez el jeep, el avión desde Bariloche, otra vez El Palomar, el Mercedes Benz negro lo estaba esperando y lo llevó a la Casa Rosada. Nuevamente en el despacho del general Perón, esta vez luego de esperar un rato porque el Presidente estaba atendiendo a otras personas. Mi padre le da la novedad de que había cumplido la comisión, que había sido entregado el maletín y le entregó en mano lo que le había dado Hitler. Perón lo felicitó y le dijo que de su reserva está en juego su carrera y su permanencia en el ejército."Déme su palabra de honor y de soldado que esto no lo va a comentar y se lo va a llevar reservadamente", le pidió. Y así lo hizo mi padre, porque recién cuando todos los protagonistas fallecieron lo reveló de un modo íntimo. Y él mismo ya estaba muy enfermo.


Las seis carillas que el teniente coronel Heil dejó escritas -por pedido de su mujer Nelly- relatando los sorprendentes hechos que vivió en 1953 (Matías Arbotto)

Cuando el teniente coronel Julio Arturo Heil estuvo a punto de morir, en 2010, le reveló a su esposa aquel secreto de la entrevista con el supuesto Hitler, cumpliendo una orden del presidente Perón. A instancias de ella -se llamaba Nelly- escribió la historia en seis carillas que son un documento de enorme valor histórico y que hoy reproducimos. Pero hay algo más:

-Cuando mi papá le contó su entrevista con Hitler, mi mamá le creyó porque él fue siempre un hombre de honor, incapaz de inventar historias. En ese momento, ella nos lo confió a nosotros.

-¿Y en ese momento vos qué le dijiste a tu papá?
-¡Yo no hablé del tema con él en ningún momento! Mi hermano y yo sabíamos, porque mi mamá nos había contado, pero jamás tocamos el tema con él. Sabíamos que lo había escrito, pero eso estaba con sus cosas. Cuando él escribió su carta nosotros no la leímos. Sólo tres meses antes de su muerte, en junio de este año, con mi hermano César, que vive en Córdoba, nos decidimos a hablar de esto con mi papá. Siempre respetamos a mi papá y su voluntad de que esto no se supiera hasta después de su fallecimiento. Con esa condición, él accedió a grabar un audio.

La grabación, a la que accedimos con exclusividad, es larga y detallada. Lo que sigue es la transcripción de uno de sus tramos principales:

"Me hace pasar. Hitler estaba sentado detrás de su escritorio. Se levanta, lo saludo, me saluda. Me pregunta por el general Perón. La pronunciación de Hitler era bastante difícil de entender. Se ve que le costaba hablar castellano. Le entrego la documentación secreta, cambiamos dos, tres palabras. Me pregunta cómo está el general. Después se da vuelta, saca una botella de cognac que tenía en un estante, dos copas y brindamos por la Argentina y por el presidente Perón. Me dice que le transmita sus saludos, yo le digo lo mismo, que le voy a dar sus saludos al señor general. Nos damos la mano, me retiro. El mismo oficial con el jeep me estaba esperando, subo. Volvemos al aeroparque de Bariloche que era de tierra, arena. Subo al avión que también los oficiales me estaban esperando… Se ve que ya todo estaba arreglado. Y en el más absoluto silencio regresamos a la base Palomar".
  El final de la extensa carta que escribió el teniente coronel Heil para dejar testimonio de aquella misión que mantuvo en secreto toda su vida

-¿Y la carta?
-Yo la acabo de leer por primera vez esta mañana. Fui a su casa y la encontré entre sus papeles. Le pedí a mi esposa que me acompañara, porque era una sensación muy dolorosa. Ir solo, tocar sus cosas. Y al tenerla en mis manos sentí una emoción muy grande, fue algo muy fuerte, porque leyendo lo que escribió era como escuchar su relato.

-¿Alguien más habrá conocido esta historia?
-Yo creo que sí, al menos al nivel del general Maglio, que era el director del Colegio Militar. Y del ministro Lucero. Pero mi papá suponía que nadie más.

-¿Recordás si alguna vez, en tu casa, tu papá habló de la Segunda Guerra Mundial o de Hitler? ¿O de la presunta presencia de los nazis en la Argentina?
-Directamente, no. Mi papá era muy reservado. Recuerdo que cuando yo era chico alguna vez se habló en casa sobe el tema de la Segunda Guerra Mundial, pero desde el punto de vista militar. Sólo una vez dijo que él no creía que Hitler se hubiese suicidado en el búnker. Y yo lo tomé como un simple comentario.
  “Sólo una vez mi padre dijo que él no creía que Hitler se hubiese suicidado en el búnker. Y yo lo tomé como un simple comentario”, dijo Alejandro

Según Abel Basti, investigador y autor de varios libros sobre el tema, el relato del hijo del teniente coronel Julio Arturo Heil demostraría que Hitler estuvo alojado en la estancia San Ramón, en Bariloche:

-Todo esto confirma lo que en su momento dijo Edgar Ibargaray, sobrino de un general de apellido Bonecarrere. Cuando le tocó el servicio militar lo mandaron a Bariloche y como chofer del destacamento estuvo dos veces con Hitler, en la estancia San Ramón. El mismo camino de ripio, el lago al costado, el chalet, el pasillo. Todo coincide. Pero cuando le dieron la baja y volvió a Buenos Aires, el tío le ordenó que cerrara la boca y nunca hablase del tema. Como ya falleció, ahora lo puedo contar.
¿Será que con el paso del tiempo se irán descubriendo nuevos secretos?

Si bien los protagonistas ya no están entre nosotros, es probable que sus descendientes encuentren documentos, recuerden episodios, asocien fechas y lugares.

Y se animen a hablar.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Argentina: Tratado de paz entre los Ranqueles y Provincias Unidas

Tratado de paz entre los Ranqueles y las Provincias Unidas. La Pampa, 20 de diciembre de 1825.


Sala X. Legajo 27-07-06. Archivo General de la Nación