martes, 27 de octubre de 2020
lunes, 26 de octubre de 2020
Montoneros: Detalles del secuestro de Aramburu
Los detalles jamás contados sobre la muerte de Aramburu: el pasajero de la pickup Gladiator 380
Por Juan Gasparini || Tribuna de Periodistas
El testimonio de Manuel
“Por lo que más se nos castiga es por nuestras virtudes”. Frederich Nietzsche, Aforismos.
Al personaje central de esta nota lo llamaremos Manuel, para protegerlo del escarnio mediático porque no se lo merece. A reserva del consecuente recordatorio conviene presentarlo diciendo que llegó a ser el responsable de Rodolfo Walsh en el mentado Servicio de inteligencia de Montoneros. Su identificación hay que rastrearla en la literatura política que alude a los fundadores de sus cuatro vertientes (FAR, FAP, Descamisados y los primigenios Montoneros), pero no será en ésta reconstitución periodística, que aparecerán su nombre y apellido, entre los que liquidaron al Teniente General R, Pedro Eugenio Aramburu, el 1 de junio de 1970. Supe de su participación en el hecho antes de la primera edición de mi libro Montoneros final de cuentas, en 1988, que acaba de reeditarse en la Argentina (Estela Eterna), donde la mayoría de las identidades reveladas son prácticamente las mismas que originariamente, casi todos muertos en combate, o desaparecidos.
Manuel ostentó el grado de Oficial Primero, un cuadro medio de la Organización Político-Militar, (OPM). Durante su trayectoria, estuvo detenido, fue torturado, y su círculo familiar sufrió la represión de la dictadura militar. Fracasado el proyecto colectivo, incursionó en la honorable opción individual de buscar refugio en el extranjero. Rehizo su vida con perfil bajo. Abrazó una insospechable profesión, desvinculada de la política y relacionada con el arte y la comunicación. Se casó con una lugareña, y recuperó su apodo de antaño, extrañamente similar a un ignoto paraje muy lejos de la Argentina. Lo frecuenté vía amistades comunes en el primer tramo del exilio, sin que jamás habláramos de que acaso él sabía que yo sabía que había participado en el homicidio de Aramburu. Actualmente debe tener más o menos mi edad: 71 años.
Con el correr del tiempo, Manuel evitó ser detectado por varios radares. Mejor dicho. Inicialmente fue el “tercer montonero”, en El mito de los 12 fundadores, escrito por el abogado Lucas Lanusse. O alias Julio, en la novela de José Pablo Feinmann. Resultó un “desconocido” en el manuscrito sobre el tema del escritor José Amorín, para resurgir como “un cuarto montonero” en la biografía de Firmenich de Felipe Celesia y Pablo Waisberg. Y sería un “quinto hombre”, de acuerdo con el diario La Nación, de Buenos Aires, en el comentario días pasados de un flamante libro firmado por María O’ Donnell, imposible de conseguir a tiempo en Ginebra, para consultarlo antes de terminar de editar la presente radiografía periodística.
Por resonancias del Cordobazo, entidad de la señera revuelta popular de 1969 en Argentina, la audiencia montonera denominó un año después “Aramburazo”, al atentado que eliminó al cabecilla de la Revolución Libertadora de 1955. De su trágica suerte, sobre todo perdura, lo desconocido, esto es la silueta incierta de un “anónimo” o “el otro” que intervino en el crimen, cuyo difuminado perfil se trasluce en el “relato secreto” redactado 40 años después por el periodista Ricardo Grassi, un “especial” para Clarín, del 30 de mayo de 2010. El diario lo presenta como un “texto estremecedor”, al margen de haber recuperado las declaraciones de dos montoneros de la vieja época, Mario Firmenich, aún con vida, y Norma Arrostito, muerta envenenada en el centro clandestino de detención de la ESMA en 1978, quienes si se mezclaron en el “aramburazo”. El “organizador y director real” de la publicación inicial de 1974, y de su aniversario en 2010, fue precisamente el mismo Grassi, por encima del director formal de la primera, el ex guerrillero Rodolfo Galimberti, fallecido entre tanto naturalmente en 2002, inscripto en la contratapa de La Causa Peronista del 3 de septiembre de 1974. (1)
Cómo murió Aramburu, tituló dicha revista montonera en esa última fecha, que exhumó también un cruce de cartas con Perón, quien avaló lo actuado por los guerrilleros, a pesar que la edición mantuvo el faltante de “el otro compañero”. El 25 de agosto de 2010, subí a mi website oficial, ayudado en las sombras por ex-guerrilleros, una recapitulación de los dos “operativos emblemáticos” en la historia montonera: las ejecuciones de Pedro E. Aramburu y José I. Rucci. Parte de tales reflexiones se retoman aquí. Intentan proseguir, mejorar y profundizar lo aportado, arrimando más datos y puntos de vista; debiendo recordar, como se suele decir, que siempre, “hoy somos más inteligentes que ayer”.
En Final de cuentas, me limité a informar que la idea de ejecutar a Aramburu fue “del estudiante cordobés de medicina, Emilio Angel Maza (y no iniciativa del general Francisco Imaz, ministro del interior de la “morsa” Onganía, como decían ciertas fuentes)”. Diferentes versiones creíbles y documentadas que abrevan en mártires y náufragos de Montoneros, situaban a Maza como el jefe de la docena de cordobeses, quienes coordinados con la célula liderada por Fernando Abal Medina, en Buenos Aires, llevaron a cabo el violento acto fundacional de la organización. Sin embargo, en el número de La Causa Peronista ya consignado, Maza sale de escena luego de la captura de Aramburu, poco antes de cambiar de vehículo al ex-Presidente de facto, en los alrededores de la Facultad de Derecho en Buenos Aires, para llevarlo a una estancia en Timote, Provincia de Buenos Aires, juzgarlo, fusilarlo con tres tiros de dos armas cortas, y enterrarlo.
Le tocó al aludido Ricardo Grassi, en el libro que sucedió cinco años más tarde al artículo de Clarín del 2010 antes mencionado, restaurar la participación de Emilio Maza, en el “juicio y castigo” de Aramburu. La obra se llamó El Descamisado Periodismo sin aliento La revista que cubrió el conflicto y la ruptura de Perón con Montoneros. Le corresponderá a él, descorrer el velo del “conocido común” que le facilitó descubrir al “otro”, o sea Manuel, según lo que haya pactado hipotéticamente con éste. La condición para que Grassi lo entrevistara fue “no sacarle fotos, no llevar un grabador, no decir su nombre, no describirlo físicamente”. La faena periodística de Grassi estableció el rol preciso de cada uno, sobre todo el de Manuel, que fue el único que presenció cómo Abal Medina, al cumplir con la condena, disparó una bala de 9 milímetros en el pecho a Aramburu. Después se eclipsó del sótano de La Celma, A continuación descendió Maza, quien en un gesto complementario, remató a Aramburu tirándole dos plomos de una 45. Manuel fue el único testigo de los dos episodios por separado y sucesivos. (2)
Maza y Abal Medina no solo compartieron el remate del plan concebido para acabar con Aramburu, y vengar el Golpe de Estado de 1955, los bombardeos a la Plaza de Mayo, la desaparición del cadáver de Evita, la proscripción electoral del justicialismo (que duraría hasta el 11 de marzo de 1973), los fusilamientos de militares y civiles opositores al régimen anticonstitucional, y la represión constante del peronismo durante 17 años. El dúo también intervino al principio de la osada operación que signó el nacimiento guerrillero peronista. En efecto, hacia las 9 de la mañana del 29 de mayo de 1970, Maza, vestido de capitán de Ejército, y Abal Medina, de teniente primero, convencieron al Teniente General R Aramburu de entregarse mansamente al irrumpir en su domicilio del centro de Buenos Aires.
Probablemente al ex-dictador que encabezó el derrocamiento salvaje de Perón en 1955, lo paralizó el factor sorpresa. Los atuendos de una institución que era la suya, tal vez neutralizaron su capacidad de reacción. Pareció darse cuenta que no valía la pena desobedecer a jóvenes uniformados que mostraran armas y lo conminaban a seguirlos. Pudo conjeturar que cumplían instrucciones, sabiendo que el rigor castrense no permitiría dar explicaciones. Posiblemente haya pensado que oponerse a lo que semejaba una orden legítima estaba reñido con su mentalidad. No cuajaba con el sentido común de los hábitos internos de su familia militar. Sintiéndose evidentemente apto para comparecer ante quienes presumió debían encarnar la voluntad de arrestarlo, se dejó llevar sin protestar.
Venía de activarse un dispositivo de cinco vehículos y diez “sediciosos”. Descendieron con Aramburu de su apartamento del octavo piso de la calle Montevideo 1053, en la Capital Federal, y fue subido a un Peugeot 404 blanco, robado días antes con inconfesables fines “subversivos”. Manejaba el auto Carlos Capuano Martínez, y lo acompañaba sentado adelante Ignacio Vélez. Ambos vestían de civil y eran oriundos de Córdoba. En el asiento de atrás, a los costados del cautivo, viajaban Abal Medina y Maza. Los cubría una pick-up Chevrolet, también robada para semejante ocasión. La conducía Carlos Gustavo Ramus, arropado de colimba (soldado). A su derecha iba Norma Arrostito, con “una peluca rubia … bien vestida, y un poco pintarrajeada”, compañera sentimental de Abal Medina. Detrás, Carlos Maguid, cuñado de Arrostito, ataviado con una sotana de cura, y Mario Eduardo Firmenich, con la indumentaria de cabo de policía. Estos cuatro últimos provenían de Buenos Aires. (3)
No lejos del teatro de lo que sobrevendría, una Renoleta 4L blanca matriculada por Arrostito, aguardaba estacionada con alguien de sexo masculino en su interior, en torno a la intersección de las calles Pampa y Figueroa Alcorta. Vacío, un taxi Ford Falcón perteneciente a Firmenich, estaba cerrado con llave en las inmediaciones del Aeroparque Metropolitano. Cerca se encontraba una pickup Gladiator 380 propiedad de la madre de Ramus, con un toldo que cubría la caja, escondiendo fardos de pasto, lista para entrar en acción. En la cabina había un pasajero procedente de Córdoba, y por lo que encarnaría en las horas siguientes, se transfiguraría en el gran enigma de estos 50 años, actor y testigo de acciones relacionadas, que engendraran las dramáticas peripecias de la Argentina, ocasionadas por la sangrienta e ilegítima destitución del Presidente Juan Domingo Perón en 1955.
La caravana del Peugeot 404 blanco, con la víctima, y la pick-up Chevrolet, con los cuatro integrantes de la “contención” salieron rápidamente de la zona. “Arrancaron hacia Charcas, dieron la vuelta por Rodríguez Peña hacia el Bajo” aproximándose a “la Facultad de Derecho”. En Pampa y Figueroa Alcorta, se bajaron de los coches Maza, Maguid, Velez y Arrostito. Acarrearon “los uniformes y parte de los fierros”, y se fueron “a redactar el comunicado número 1”. Por allí estaba la Renoleta 4L blanca de Arrostito, supuestamente con alguien dentro, cuyo hilo se pierde en la narración del periódico de “la tendencia revolucionaria del peronismo”, al compás del Peugeot 404 blanco robado para menesteres políticamente clandestinos, el cual se esfuma paralelamente en el pentagrama de La Causa Peronista.
La pick-up Chevrolet, con Ramus y Capuano Martinez adelante, y a su vez Firmenich y Fernando Abal Medina atrás sosteniendo a Aramburu, siguió raudamente “hasta el punto donde estaban los otros dos” rodados. Se desprendieron de la pick-up Chevrolet susceptible de ser reconocida por vecinos o transeúntes, que se hubieran percatado de algo inusual en lo que venía de ocurrir a cielo abierto, en las inmediaciones de la morada de Aramburu y hasta la Facultad de Derecho, y se redistribuyeron. Al taxi Ford Falcon de Firmenich se subió Capuano Martínez. En la pick-up Gladiator 380 de Ramus, montó el hijo de la dueña para manejar, y a su costado Firmenich siempre con muda de cabo de policía. Entre los fardos de la caja cubierta con un toldo, se acomodaron Aramburu, Abal Medina y Manuel.
A la cabeza de todos ellos, “abriendo punta”, tomó la delantera el taxi con Capuano Martinez al volante, quien se comunicaba mediante dos walkie- talkies, con los ocupantes de la cabina y de la caja de la camioneta para eventualmente alertar de algún inesperado control policial durante el trayecto. Incursionaron unas ocho horas por rutas secundarias. Hacia las 17,30 hs., mientras las radios ya habían anunciado el secuestro “desde la una de la tarde”, arribaron a “La Celma, un casco de estancia que pertenecía a la familia Ramus. El taxi se volvió a Buenos Aires y nosotros entramos”, resumió Firmenich, aludiendo a él, Abal Medina, Manuel, y Aramburu. Ramus se quedó conversando con el capataz para distraerlo.
Manuel le confirmó a Grassi que Maza “estuvo en Timote y jugó un papel decisivo, lo cual resulta coherente porque era tan jefe como Abal Medina, éste del grupo de Buenos Aires, Maza del de Córdoba. O no se quedó en Buenos Aires o llegó a La Celma después. ¿Como? El otro dice que no lo recuerda y es inútil insistir”, reprodujo Grassi, citando a Manuel. Si Abal Medina y Maza compartían la jefatura del germen montonero desde dos provincias distintas, no es descabellado concebir que se dividieran responsabilidades. Se justificaría que Maza haya permanecido en Buenos Aires para garantizar la desconcentración o retirada de una parte del equipo operativo, y tomar las iniciativas de los comunicados Montoneros para darle contenido y difusión en la prensa, al tiempo que Abal Medina continuaba al frente de los aspectos militares que restaban para completar lo emprendido.
No obstante, resulta inexcusable que Firmenich haya omitido en la entrevista de 1974 en La Causa Peronista, el reintegró de Maza al equipo operativo para concretar el enjuiciamiento y dar cumplimiento de la pena de muerte que sin duda se le infligiría a Aramburu en Timote. En 2015, tras escuchar al “otro”, es decir a Manuel, Grassi sentenció: “no se por qué la conducción de Montoneros eligió ocultar el papel de Maza … quien realmente mató a Aramburu”. Por deprisa, las deducciones son evidentes. En 1974, al aparejar la cobertura periodística tutelada por Grassi, Firmenich se había convertido en el Primus inter pares de los Montoneros fusionados en octubre del 73, disolviendo las cuatro vertientes en una Organización Político Militar (OPM). Para entonces ya hacia cuatro años que Maza estaba muerto. Es conjeturalmente factible colegir que Firmenich, por razones que le competería explicar, haya acondicionado su intervención, borrando al occiso Maza y realzando la suya.
Manuel no quiso abundar sobre lo publicado por la prensa montonera. “El relato siempre me resultó crudo y cruel”, afirmó. “Aramburu fusiló y murió fusilado”, le respondió a Grassi “sin pestañear”. Sostuvo que ni él ni Firmenich estuvieron presentes en una habitación de la planta baja cuando Abal Medina le comunicó la condena de muerte a Aramburu. Abal Medina instruyó a Firmenich ir a otro lugar a martillar sobre una morsa para absorber o disimular el ruido de los estampidos. Manuel no se arrepintió a renglón seguido de haber asistido como único testigo a los dos incidentes de la ejecución, que acontecerían en el sótano de la La Celma en dos capítulos separados y sucesivos. La detonación de la pistola 9 milímetros de Abal Medina “empujó a Aramburu contra la pared y se desplomó de costado. Fernando alcanzó a taparlo con una manta”. De inmediato le ordenó a Manuel : “¡Quedate aquí!”, y subió, dejándolo solo cuidando el cuerpo de Aramburu. “Muy poco después escuché que alguien bajaba. Era Maza. Tocó el cuerpo, dijo aún está vivo y con su pistola tiró dos balazos en el cuerpo, verificó la muerte y se fue. Abal tendría que haber tirado a la cabeza, no al pecho, pero quizás no pudo …”, evaluó Manuel. “Casi enseguida llegó Firmenich, con quien teníamos que cavar el pozo donde enterraríamos el cadáver”. Tres horas más adelante, Maza los ayudó a ponerlo en la fosa. “Pasado el mediodía, se fueron todos a Buenos Aires”, finalizó Grassi. (4)
En cualquier caso, Firmenich y Arrostito corrieron el riesgo de no sacar a luz exactamente todo lo ocurrido, dejándole al lector la posibilidad de apelar a su propia imaginación para colmar la falta de mayor información, que se le retaceaba. La brecha ha sido aprovechada por incautos, adversarios o detractores. Valdrá la pena precisar que no solo le imputan a los gestores de Montoneros, sin pruebas, la elucubración de haber sido manipulados por la dictadura de Juan Carlos Onganía, en perjuicio de la cual se le atribuía conspirar en su contra a Aramburu. Hay más.
Ante todo, el reportaje de La Causa Peronista, apareció dos meses después que falleciera el General Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974. El estallido periodístico del “ajusticiamiento” de Aramburu dio la impresión de iniciar la fuga hacia adelante de los guerrilleros peronistas, en un contexto de acoso y derribo. En sus filas hacían estragos las Tres A del Brujo José López Rega, Isabel Perón, las patotas sindicales, y las bandas de militares sedientos de sangre, reciclados al amparo de un gobierno constitucional. Los hombres y mujeres integrantes o sucedáneos de las formaciones especiales del peronismo, bendecidas por Perón, pasaron a la ilegalidad. Relegaron la organización y movilización de masas como herramienta preponderante de militancia, retomando la lucha armada, enarbolándola a modo de instrumento principal de combate, método que habían abandonado, ulteriormente al 11 de marzo de 1973, consecuencia ponderada aunque insuficiente, acto seguido a la victoria electoral del justicialismo.
Al ofrecerles una tribuna de prensa a los conspicuos montoneros, Firmenich y Arrostito, se autoincriminaron, fundamentaron y compartieron cierta intimidad del acto final en perjuicio de la vida de Pedro Eugenio Aramburu. La Causa Peronista, involuntariamente, dio pie a la argumentación de sus enemigos, (la casta militar, la extrema derecha del peronismo, la oligarquía vernácula y los agentes del imperialismo estadounidense), que les achacan en los diarios adictos hasta el presente, más allá de tergiversaciones diversas de la historia que no vienen en este preciso instante a cuento, la vuelta al uso de la violencia guerrillera, durante un gobierno constitucional. Por supuesto que esto es fácil esgrimirlo hoy, olvidando que cuarenta y pico años atrás, aparecían cotidianamente los cadáveres de sus simpatizantes, aspirantes, oficiales y jefes, cuyos restos la prensa exhibía impúdicamente acribillados dentro de las viviendas, o tirados en las veredas. No quita que la intensificación de aquel reproche marcó el inicio de una pérdida acentuada del prestigio nacional que supo reunir globalmente la “tendencia revolucionaria del peronismo”, especialmente su referente esencial, la guerrilla montonera.
Fueron “la juventud maravillosa”, como la bautizó Perón, y produjeron ingredientes de adoctrinamiento, organización, resistencia y mística de lucha revolucionaria justa y representativa. Contribuyeron a voltear al régimen militar en las urnas del 11 de marzo de 1973. Eso no se los puede quitar nadie. Ni los escribas al servicio de las malas intenciones que suelen infiltrar la prensa sensacionalista, conservadora y anti-progresista, o los traficantes de residuos judiciales y papeles tóxicos de los servicios secretos. Tampoco los contaminados con ideologías reaccionarias, emparentados con las capas dominantes de la economía monopólica y extranjerizante. Todos ellos son funcionales a los genocidas, partidarios de una reconciliación de las víctimas con los ex-represores, quienes no reconocen los hechos, no se arrepienten de las atrocidades, no cooperan con la Justicia, y siguen permanentemente al acecho.
De hecho, hubo millones de argentinos que se sumaron al reconocimiento popular de los Montoneros. Los apoyaron en multitudinarias manifestaciones al desarrollarse la campaña electoral, un fenómeno subrayado el 25 de mayo de 1973, en la plaza frente a la Casa Rosada, durante la asunción de la fórmula presidencial Cámpora-Solano Lima. Incluso en la “masacre de Ezeiza”, el 20 de junio siguiente, al no quedarle mejor remedio a la extrema derecha del peronismo, en consonancia con los intereses de los nostálgicos de la dictadura (1966-1973), que atacar militarmente a la multitud desarmada, unos 3 millones de personas que cantaban loas a Perón y a los Montoneros. La agresión significó un luctuoso suceso cometido de punta a cabo por grupos paramilitares no oficialmente identificados, que dispararon a mansalva contra la multitud movilizada por los Montoneros para recibir al General Perón, quién retornaba definitivamente de sus 17 años de exilio. (5) Al igual que con Aramburu, los guerrilleros peronistas reiteraron venganza. Hicieron sus averiguaciones y designaron como máximo responsable de la masacre, a José Ignacio Rucci, Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT), y lo asesinaron en septiembre del 73, a reserva que esa es otra historia, todavía pendiente de una resolución judicial definitiva. En tanto, al caso Aramburu lo sepultó la historia. Se favoreció colateralmente por el indulto pacificador de Cámpora, y la amnistía del parlamento, que liberaran a los presos políticos en mayo del 1973.
No es desdeñable concluir que si aquel golpe de estado de 1955 fuese observado bajo los reflectores de los instrumentos de protección y promoción de los derechos humanos de Naciones Unidas vigentes en este momento, debería haber sido caratulado un crimen de lesa humanidad, imprescriptible, es decir un condenable ataque masivo y generalizado contra la población civil. Sus perpetradores habrían sido perseguidos penalmente hasta por la justicia internacional. La convención en la materia, relativa a la “imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad”, adoptada por la Asamblea General el 26 de noviembre de 1968, entró en vigor el 11 noviembre de 1970, siendo aplicable “cualquiera que sea la fecha en que se hayan cometido” las infracciones, único instrumento vinculante de la ONU que tiene efectos retroactivos. Se lo concibió para consolidar la base legal en la búsqueda y captura de los victimarios del nazismo y del fascismo que seguían deambulando por el planeta. La Argentina la terminó ratificando por decreto gubernamental que firmara el Presidente Néstor Kirchner en 2003, para sustentar la anulación de las leyes de “punto final” y “obediencia debida” en el Parlamento, y consumar el cometido iniciado en 1985 por uno de sus predecesores, Raúl Alfonsin, a través del Juicio a los Comandantes del “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983). En este marco, si a Aramburu se lo hubiesen juzgado con la legislación actual, tomando en consideración los daños humanos y la devastación material del país a partir de 1955, de la que nunca se hicieron cargo los militares, conteniendo los 17 años de tutela militar que envilecieron la vida política nacional, postergando la recuperación democrática, asequiblemente su conducta no habría quedado impune. De cualquier manera, en circunstancias extremadamente difíciles, y hace 50 años, soportando una feroz dictadura militar, un puñado de Montoneros decidieron hacer justicia por propia mano. (5).
- Richard Gillespie, Soldados de Perón Los montoneros, Grijalbo, 1987. Lucas Lanusse, Montoneros El mito de sus 12 fundadores, Vergara, 2005. Juan Pablo Feinmann, Timote: secuestro y muerte del general Aramburu, Planeta, Buenos Aires, 2009. José Amorin, correo electrónico del 22 de junio de 2010. Felipe Celesia y Pablo Waisberg, Firmenich La historia jamás contada del jefe montonero, Aguilar, Buenos Aires, 2010. Alejandra Conti, en La Nación del 11 de mayo de 2020, respecto al libro Aramburu. El crimen político que dividió al país. El origen de Montoneros, de María O’Donnell (libro recientemente puesto a circular en Buenos Aires y no chequeado por la premura de publicar oportunamente esta semblanza periodística elaborada en Ginebra). Noticias, 16 de mayo de 2020. La Causa Peronista, martes 3 de septiembre de 1974, año 1, número 9, (que costaba 3 pesos), copia en el archivo del autor. Clarín, 30 de mayo de 2010.
- Ricardo Grassi, Periodismo sin aliento, Sudamericana, 2015.
- Maza cayó en el copamiento de La Calera, en Córdoba, el 8 de julio de 1970. Abal Medina pereció en un enfrentamiento con la policía en un bar de la localidad de William Morris, Provincia dse Buenos Aires, el 7 de septiembre de 1970. Sucumbió junto a Carlos Gustavo Ramus. Carlos Maguid, fue secuestrado en Lima, Perú, el 12 de abril de 1977. Continua desaparecido. Se había escindido de Montoneros en 1973. Norma Arrostito fue secuestrada en la ESMA el 2 de diciembre de 1976. Sus captores allí la envenenaron el 15 de enero de 1978. Ignacio Vélez ha sobrevivido.
- Ricardo Grassi, su libro ya citado.
- Horacio Verbitsky, Ezeiza, Contrapunto, Buenos Aires, noviembre de 1985.
- Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad de la ONU
domingo, 25 de octubre de 2020
SGM: Tito masacra a los croatas en Bleinburg
Libro revela detalles estremecedores del percance de medio millón de croatas al final de la Segunda Guerra Mundial
Por Jorge Elías || Tribuna de Periodistas
El vía crucis croata
No ha de haber peor crimen que aquel que se oculta o se niega, como si se tratara de un jalón de la historia fácil de borrar de la memoria colectiva. Pocos conocen, inclusive en Croacia, el vía crucis croata. El que debió recorrer medio millón de civiles y militares desde Zagreb para huir de la dictadura comunista del mariscal Tito, “una versión en miniatura de Stalin”, según el historiador británico Nikolai Tolstoi, y rendirse ante las tropas aliadas en el sur de Austria.
Sólo pretendían salvar sus vidas para emigrar hacia destinos seguros que necesitaban manos de obra, como Estados Unidos, Argentina y Australia.
Promediaba mayo de 1945. Las columnas marchaban por Eslovenia rumbo a una masacre inesperada en una pequeña ciudad del sur de Austria.
El genocidio de Bleiburg, como titula su medulosa investigación Carmen Verlichak Vrljicak, periodista, licenciada en letras y miembro de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación, publicada por el sello Krivodol Press. Un libro impactante de la autora de Los croatas de la Argentina y En el nombre de Tito, entre otros. Los testimonios de los sobrevivientes y de sus descendientes, así como la bibliografía, nunca justifican la impunidad. La explican, apenas.
Un silencio cómplice en la Yugoslavia de Tito, entre 1945 y 1991.
Un silencio perturbador en Croacia, donde la Justicia “no ha iniciado investigaciones, acusaciones o procedimientos judiciales contra los responsables y los delincuentes que viven en la República de Croacia”.
Ese silencio a gritos, narrado por la autora, se remonta a las peripecias judiciales que debió sortear en Londres el historiador Tolstoi, sobrino del escritor ruso León Tolstoi, por haber puesto en aprietos a Harold Macmillan, primer ministro británico entre 1957 y 1963.
En 1945, Macmillan comandaba el V Cuerpo del Ejército inglés, ante el cual se rindieron los croatas.
La matanza pasó a llamarse La tragedia de Bleiburg por el sitio en el cual comenzó, en el medio de una pradera y a la vera de un castillo, no por el tortuoso derrotero posterior. Terminada la reunión de los croatas con Macmillan, “el terror de la multitud se trocó en un pánico absoluto cuando los partisanos” de Milan Basta, comisario político del régimen de Tito, “abrieron fuego desde ambos lados del bosque”.
Muchos murieron en el acto. Los otros “fueron masacrados durante los días, las semanas y los meses que siguieron”.
Fue el punto de partida de un genocidio olvidado adrede tanto por la responsabilidad de la dictadura comunista como por la complicidad británica y, en cierto modo, el miedo croata.
Un crimen de lesa humanidad negado, condenado al olvido de no ser por la memoria de aquellos que sobrevivieron y pudieron contárselo a sus parientes y de pesquisas como la de Carmen Verlichak Vrljicak, capaz de espabilar la memoria y mirar hacia atrás sin perder de vista el presente.
sábado, 24 de octubre de 2020
SGM: La contrainteligencia del Tropen-Abteilung "von Koenen"
Tropen-Abteilung "von Koenen"
Weapons & WarfareCinco compañías, basadas en la antigua Afrika-Kompanie y lideradas por Fritz von Koenen. 5th Co. era una unidad de asaltantes costeros (1.-5.).
A partir de mediados de 1941, la 13ª Compañía del 800º Regimiento de Capacitación para la Construcción de Propósitos Especiales Brandenburgo fue preparada en Brandeburgo como un "depósito de captura" para la formación de una compañía tropical. El 28 de octubre de 1941, la primera media compañía del Oberleutnant Wilhelm von Koenen partió de Brandenburgo hacia Trípoli a través de Nápoles. Debía ser empleado como una compañía de suministros.
La primera acción en vivo de los Brandenburgers en el norte de África tuvo lugar durante el avance hacia el este de Panzer Group Africa, que comenzó el 22 de enero de 1942.
Como este movimiento hacia África se había concebido y ejecutado tan rápidamente, Canaris no había tenido tiempo de prepararse para el empleo de sus agentes allí. Dentro de Brandeburgo había hombres que habían vivido o trabajado en tierras tropicales. La mayoría de ellos provenían de familias que habían colonizado las antiguas posesiones alemanas de África oriental y sudoccidental. También había alemanes palestinos y otros de Sudáfrica. Se pidieron voluntarios y estos ex emigrantes se presentaron en tal cantidad que en cuestión de semanas más de sesenta habían sido tamizados, entrevistados, seleccionados y aceptados. A la cantidad de personas elegidas para la "Afrika Kompanie" se agregaron expertos en comunicación. El mando de la Compañía fue otorgado a Oberleutnant von Koenen, un hombre de amplia experiencia con un gran conocimiento de África. Dividió a la Compañía en dos medias compañías y las envió a Trípoli, donde llegó la primera mitad de la compañía en octubre de 1941. El segundo destacamento zarpó cuatro meses después. La mayoría de los hombres en ‘Africa Kompanie’ no solo hablaban inglés con más o menos fluidez, sino que también dominaban el árabe y el swahili como idiomas principales, respaldados por varios dialectos africanos.
Se pretendía que los destacamentos de Brandeburgo se usaran para operaciones de reconocimiento: penetrar una corta distancia en las líneas británicas y obtener información sobre las condiciones que aguardan al Ejército Panzer. Esta idea de misiones cortas y afiladas cambió durante junio de 1942, cuando parecía que Rommel había derrotado al Octavo Ejército británico y estaba a punto de conducir hacia el Nilo.
En mayo de 1943, la unidad logró escapar a Italia. Después de que África del Norte estuvo en acción con la unidad en Grecia y Yugoslavia en 1944.
Friedrich Von Koenen, (1916–1944)
El comandante de una unidad Abwehr del norte de África durante la Segunda Guerra Mundial, Friedrich von Koenen nació en Danzig (ahora Gdansk, Polonia) el 28 de junio de 1916. Criado en el sudoeste alemán (ahora Namibia) se unió a la emergente División de Brandenburgo de la Abwehr en 1941 y asumió el mando de la Tropenkompanie (Compañía Tropical; más tarde llamada Tropenabteilung Koenen, o División Tropical Koenen) en el norte de África. Sus miembros fueron elegidos a mano, hablaban otros idiomas con fluidez y utilizaron equipos adquiridos de las fuerzas aliadas (como un avión británico Spitfire). Desplegado en numerosas misiones de comando y reconocimiento, la Tropenkompanie sirvió como unidad de avance para Afrika Korps de Erwin Rommel. Un éxito particular ocurrió en febrero de 1943, cuando Koenen realizó una incursión contra las tropas estadounidenses en la aldea de Sidi-Bou-Zid, Túnez, y capturó 27 tanques y vehículos blindados junto con grandes suministros de armas y municiones. Se le otorgó una Cruz de Caballero más tarde ese año. Transferido a Yugoslavia, Koenen fue asesinado en acción el 22 de agosto de 1944 cerca de Visegrad, Croacia.
1942: Sonderkommando Dora
"Alemanes en el Sahara": el título de un mensaje enviado por GHQ MEF a HQ Tps Sudán y OC LRDG no se refiere a la Operación Salam, sino a otra operación de la Abwehr alemana: Sonderkommando Dora.
La Abwehr alemana, Abteilung 1, había creado una unidad especial compuesta por cartógrafos, geógrafos, astrónomos y geólogos, en total 13 científicos, con un equipo de apoyo de unos 60 soldados, personas que tenían experiencia previa a la guerra en África junto con un pequeño desprendimiento protector La unidad fue enviada a Libia en mayo de 1942 y sus tareas eran diversas. Los científicos fueron empleados para recopilar información y para hacer mapas de la parte media y meridional de Libia, para realizar estudios de terreno, para encontrar posibles ubicaciones para futuros aeródromos militares, para investigar fuentes de agua y para descubrir posibles formas de ataques enemigos y para transportar realizó muchas otras tareas militares y científicas, como probar vehículos y equipos en las duras condiciones del desierto. Desde octubre de 1942 tenían la tarea especial de descubrir una supuesta concentración de tropas francesas libres en el área de Tibesti en Chad. Los informes transmitidos a Berlín dieron pruebas claras de las intenciones francesas, pero no condujeron a ninguna contramedida alemana.
Aunque no es una unidad de combate y es relativamente pequeña, Sonderkommando Dora tenía la gama completa de equipos militares ligeros disponibles para llevar a cabo sus tareas. Varios aviones y planeadores estaban permanentemente a su disposición, al igual que los camiones Mercedes y Opel, Horch Kfz.15s, Kfz.17s (radio) y VW Kübelwagen. Los únicos seis Steyr 1500A que han visto servicio en Libia se encontraban en su grupo de motor. Estaban mejor equipados que muchas de las unidades de primera línea, que carecían de todo tipo de transporte y combustible la mayor parte del tiempo. Para obtener sus datos, Sonderkommando Dora estaba equipado para fotografía aérea y topografía terrestre con muchos equipos especiales que un ingeniero de Zeiss había traído consigo. Los científicos pudieron dibujar sus croquis en el menor tiempo posible mientras estaban en ruta durante sus expediciones. Los resultados de sus misiones fueron 23 croquis en escalas entre 1: 50 000 y 1: 200 000. Su base estaba en el oasis de Hon, pero emprendieron expediciones tan al oeste como Ghat, a Waw en Namus y tan al sur como las montañas Tibesti (la región Dohone en Bir Sarfaya), las montañas Tümmö al sur de Bir Mushuru y a lo largo del Gebel ben Ghnema.
Tras la retirada de las fuerzas del Eje de Libia en enero de 1943, los importantes científicos de Sonderkommando Dora fueron evacuados con urgencia a Alemania en avión, y finalmente el resto de la unidad siguió en sus vehículos desde Hon a Trípoli.
Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, los resultados de la investigación de Sonderkommando Dora, sus informes, mapas y fotografías terminaron en varios archivos en Friburgo, Londres y París. Los mapas de ruta únicos de Sonderkommando Dora se publicaron por primera vez en 2003. Su precisión es tal que incluso hoy en día un viajero puede seguir sus huellas y, a veces, proporcionan más detalles que los mapas modernos de la zona.
Michael Rolke
Referencias
- Nikolaus Benjamin Richter, Michael Rolke (Hg.): Unvergessliche Sahara, Belleville, Munich 1999
- Michael Rolke (Hg.): Die Karten des Sonderkommando Dora 23 vierfarbige Croquis von Südlibyen, Belleville, Munich 2003
- Kuno Gross, Michael Rolke and Andras Zboray: Operation Salam, László Almásy’s most daring Mission in the Desert War, Belleville, Munich 2013
viernes, 23 de octubre de 2020
jueves, 22 de octubre de 2020
Wehrmacht: 5° Ejército Blindado (2/2)
5.Panzerarmee
Parte 1 || Parte 2W&W
Hoy, Bastogne está a menos de una hora en coche de Dasburg, que se extiende a ambos lados del Our. En 1944, esas mismas veinticinco millas eran estrechas, retorcidas, en gran parte sin pavimentar y particularmente embarradas; la red de carreteras solo mejoró al oeste de Bastogne. La misión de Lüttwitz se redujo a una esencial: Bastogne tenía que ser tomada para llegar al Mosa. Si sus panzers no lograban tomar la ciudad, los Granaderos Volks debían asediarla, dejando a los tanques libres para continuar su carrera hacia el Mosa, a la que se les ordenó llegar al final del segundo día. Con su cuerpo avanzando en dos ejes, Lüttwitz imaginó a Panzer Lehr como capaz de reforzar o relevar al 2do Panzer, o al 26o Volksgrenadiers, y aprovechar cualquier oportunidad que surgiera.
Una figura alemana importante en la historia del Bulge fue el general Heinrich Freiherr von Lüttwitz, un barón, como su comandante del ejército. Este aristócrata de la vieja escuela era otro ejemplo más de un individuo que personificaba todo lo que Hitler detestaba, sin embargo, le iba bien en el Tercer Reich sin clases. Con su ojo derecho monóculo, su gorra de pico y su enorme Cruz de Hierro balanceándose desde el cuello, Lüttwitz parecía el estereotipo de oficial alemán del elenco central. La apariencia puede ser engañosa: era inteligente y un líder instintivo. Fue nombrado Alférez de un escuadrón de caballería inteligente de Uhlan en octubre de 1914, sirvió en regimientos montados en el Frente Oriental desde 1915 hasta 1917, dirigió un batallón de reconocimiento en Polonia en 1939 donde fue herido, se perdió la campaña francesa pero se recuperó a tiempo para Operación Barbarroja en 1941.
Dos años más tarde, Lüttwitz se había levantado para comandar una división panzer, y el 5 de septiembre de 1944, portador de una Cruz de Caballero y Hojas de Roble, fue ascendido para dirigir el XLVII Cuerpo Panzer. El 27 de octubre, como hemos visto, ya había sorprendido a los británicos durmiendo la siesta en su ataque de dos divisiones más al norte, en Meijel, en las Marismas de Peel, y las lecciones de sigilo, sorpresa, velocidad e impulso en un país difícil no pueden perderse. en él. Aunque Lüttwitz cumplió cuarenta y ocho solo diez días antes de liderar su formación en las Ardenas, hay evidencia de que estaba físicamente exhausto, después de haber ordenado formaciones en acción casi sin interrupción durante casi tres años y medio. Las fotografías de él en este momento muestran a un hombre que parece mucho más viejo: evidencia de la tensión de la lucha continua, seguramente compartida por muchos de los líderes de combate de Hitler.
La 26ª División de Granaderos Volks de Oberst Heinz Kokott era una formación "hueca", que retiene a algunos veteranos de los frentes ruso y normando, pero en su mayoría reemplazos de la Luftwaffe y Kriegsmarine. Como todas las unidades Volksgrenadier, su movilidad se vio obstaculizada por la dependencia total de los caballos, algunos de los cuales eran una raza rusa resistente, acostumbrada al invierno. Sin embargo, estaban a la altura de un destacado grupo de líderes de subunidades y tropas experimentadas, en quienes los recién llegados podían apoyarse para obtener experiencia. Su batallón Panzerjäger (antitanque) tenía su complemento completo de catorce destructores de tanques Hetzer seguidos y un impresionante cuarenta y dos cañones antitanque de 75 mm, lo que convierte a la 26ª en una de las unidades Volksgrenadier mejor equipadas en las Ardenas.
Aunque protegidos por el bombardeo inicial y en la oscuridad, incluso antes de llegar al río, los Granaderos Volks de Kokott tuvieron que penetrar cientos de árboles caídos, enredados copiosos de alambre de púas y grandes áreas de minas, todo dejado atrás al retirarse las tropas alemanas a principios de año. Luego, tuvieron que navegar por el veloz Our en una embarcación de asalto de goma, escalar las laderas lejanas no despreciables y abrumar las líneas estadounidenses hacia adelante. Mientras tanto, las unidades puente debían preparar sitios de cruce para la 2da División Panzer que esperaba. Magníficamente capaz y enérgico, el Kokott con gafas dentadas y dentadas se unió al ejército alemán el 1 de octubre de 1918 justo antes del Armisticio y continuó como oficial de carrera, principalmente sirviendo en Rusia, donde ganó una Cruz de Caballero en 1943. Un improbable cuñado del jefe de las SS Heinrich Himmler, a fines de 1945 el distinguido historiador estadounidense Coronel SLA Marshall lo encontró "un comandante tímido, erudito y digno que nunca alza la voz y parece ser moderado en sus acciones y juicios".
La 2da División Panzer era la antigua división de Lüttwitz, que había dirigido en Normandía. Criado en Austria por su primer comandante, Heinz Guderian, en 1935, y conocido como la División Wiener (Viena), había luchado en Polonia, Francia y los Balcanes. En Rusia, sus unidades avanzadas habían presenciado el sol invernal brillando en las cúpulas de cebolla del Kremlin el 2 de diciembre de 1941: la marea alta del avance de la Wehrmacht hacia Rusia. Más tarde, fue transferido al oeste antes del Día D en 1944. En vísperas de la invasión de Normandía, la formación tenía varios cientos de hombres con exceso de fuerza e informó noventa y cuatro Panzer IV operativos y setenta y tres Panteras: una unidad muy fuerte.
Luchando en Mortain junto a los 116 galgos, ambas divisiones perdieron mucho en el Jabo Rennstrecke (hipódromo de cazabombardero) que era Normandía. Para el 21 de agosto, habían escapado del bolsillo de Falaise con poco más que un batallón de infantería; no poseía ni un solo tanque superviviente. Aunque reacondicionado y reequipado, su Diario de Guerra indica que el 10 de diciembre solo podía presumir de 49 Panteras, 26 Panzer IV y 45 armas de asalto StuG.
Todavía era poderoso, con 120 tanques y cañones de asalto, pero mucho menos que su fuerza máxima de Normandía de 167, y la mitad del tamaño de la Tercera División Blindada de los EE. UU. Sin embargo, algunos Panthers fueron el último modelo recién fabricado, equipado con una novedosa óptica infrarroja para la lucha nocturna. Cabe destacar la gran cantidad de cañones de asalto sin torreta, en lugar de tanques verdaderos, que desplegó 2nd Panzer y más evidencia de la dilución de su fuerza. En 1944, la doctrina blindada alemana se dividiría en Kampfgruppen (grupos de batalla) autónomos para el combate, que incluía tanques, ingenieros, artillería e infantería mecanizada en medio carriles, cada uno con el nombre de su comandante superior.
Hasta el 14 de diciembre, el general Henning Schönfeld había liderado la 2da División Panzer, desde que asumió el mando de Lüttwitz en la elevación de este último al mando del cuerpo. Sin embargo, Schönfeld, de cincuenta años, como muchos de sus contemporáneos, sintió que los recursos que se le asignaron eran lamentablemente inadecuados para la tarea y expresó su opinión con demasiada voz a sus superiores, Lüttwitz y Manteuffel. Le costó su división. En la atmósfera posterior al 20 de julio, donde la falta de entusiasmo podría interpretarse erróneamente en algunos sectores como traición, Manteuffel sintió que no tenía más opción que eliminarlo de inmediato. Un joven y prometedor coronel, que había asistido al curso de un comandante de división y recientemente renunció al liderazgo de un regimiento panzer en Rusia, fue encontrado y el Oberst Meinrad von Lauchert, de treinta y nueve años, se encontró como el nuevo comandante del 2. ° Panzer, nombrado en el día antes de que se lanzara la ofensiva.
Se dijo que la razón oficial de la partida de Schönfeld, un soldado de infantería de fondo, era su falta de experiencia con la armadura, pero eso era claramente una tontería. Subrayó la ansiedad extrema asociada a la ejecución del proyecto mascota de Hitler lo mejor posible. Estos eran los días en que cualquiera podía enfrentarse a un pelotón de fusilamiento si el Führer o Himmler percibían en ellos una falta de vigor. Ser nombrado el día anterior para liderar una división en la punta de lanza de una gran ofensiva debe haber sido estresante para Lauchert, pero, por otro lado, ese es el meollo de la profesión militar, hacer frente a lo inesperado rápidamente, y se las arregló bien aunque , como luego se quejó, ni siquiera tuvo tiempo de reunirse con sus comandantes del regimiento.
La otra unidad de tanques de Lüttwitz era la 130 División Panzer, mejor conocida por su designación Panzer Lehr (la unidad de "Instrucción Panzer"). Su tarea consistía en reforzar el avance donde Lüttwitz veía una oportunidad. Se formó en Francia ese enero mediante la combinación del personal y los instructores de las escuelas de entrenamiento panzer y las unidades de demostración de la Wehrmacht en una formación de combate, lo que la convirtió en una especie de unidad de élite altamente experimentada desde su nacimiento. El Lehr había servido en Normandía, donde, como tantas formaciones blindadas, casi había sido aniquilado, desplegando solo once tanques, sin artillería y menos de 500 hombres para el 1 de septiembre. Más tarde, su comandante describió la experiencia de estar bajo ataque aéreo aliado, lo que subrayó cuán dura era la división en diciembre de 1944. Otros veteranos que luchaban en las Ardenas se harían eco de esto, donde se repitió el mismo castigo:
La duración del bombardeo creó depresión y un sentimiento de impotencia, debilidad e inferioridad. Por lo tanto, la moral de un gran número de hombres se volvió tan mala que, sintiendo la inutilidad de la lucha, se rindieron, abandonaron al enemigo o escaparon a la retaguardia [en] hasta donde sobrevivieron al bombardeo. El efecto de choque fue casi tan fuerte como el efecto físico. Para mí, quien, durante esta guerra, estaba en cada teatro comprometido en el punto del esfuerzo principal, fue lo peor que vi. La infantería bien excavada fue aplastada por bombas pesadas en sus trincheras y refugios o asesinados y enterrados por la explosión. Toda la zona bombardeada se transformó en campos cubiertos de cráteres, en los que ningún ser humano estaba vivo. Los tanques y las armas fueron destruidos y volcados y no pudieron ser recuperados, porque todos los caminos y pasajes fueron bloqueados.
Esta fue la historia de la supremacía aérea aliada por el resto de la guerra, a menos que la niebla del invierno de las Ardenas pudiera intervenir.
El general teniente Fritz Bayerlein, como hemos visto, era el comandante popular de alto perfil de Panzer Lehr, tanto en Normandía como en las Ardenas. Uno de los generales divisionales más jóvenes de Alemania a los cuarenta y cinco años, acaba de alcanzar el final de la Primera Guerra Mundial, siendo reclutado en 1917. Después de la guerra, recibió entrenamiento de oficiales en 1921 y tuvo la suerte de ser uno de los 4,000 oficiales retenidos en el Reichswehr reducido. La invasión de Polonia vio a Oberst Bayerlein como jefe de gabinete en el cuerpo panzer de Guderian, y continuó como la mano derecha de Guderian para la invasión de Francia al año siguiente, cruzando el río Mosa en Sedan el 14 de mayo. Había redactado la orden de operaciones del cuerpo de Guderian para llevar a cabo ese cruce opuesto del río con tres divisiones (más de 20,000 hombres); llegó a dos páginas breves. Bayerlein ganó un alto perfil y luego fue designado como jefe de personal de Afrika Korps de Rommel durante 1941–3.
Su nombramiento para Panzer Lehr en 1944 fue cosa de Guderian; la guerra requirió que las unidades de demostración y entrenamiento de armadura de élite de la Wehrmacht se dividieran y formaran una división. Guderian (como Inspector General de Tropas Blindadas) quería proteger esta inversión de su mejor personal con un brillante comandante. Eligió a Bayerlein, que había servido en todos los teatros (este, oeste y África), experimentó el poder aéreo táctico aliado de primera mano y trabajó como jefe de personal de los principales exponentes de la guerra blindada, Guderian y Rommel. Antes de Herbstnebel, Bayerlein estaba preocupado por operar con los 26o Volksgrenadiers de Kokott que iban a preceder a su avance, debido a la movilidad diferencial de Panzer Lehr con los Volksgrenadiers casi medievales, equipados con caballos y bicicletas; su ansiedad resultaría justificada. Sin embargo, como Manteuffel y Lüttwitz pronto se dieron cuenta, Bayerlein también estaba exhausto y superó su mejor desempeño en diciembre de 1944.
Aunque se volvió a equipar cuando se destinó en septiembre a las Ardenas, Panzer Lehr fue desplegado para contrarrestar el empuje de Patton en la región de Saar, y tuvo que ser reacondicionado nuevamente a principios de diciembre. Luego, su comandante de tanques, el Oberst Rudolph Gerhardt, informó que 23 Panteras, 30 Mark IV y 14 cañones de asalto estaban en funcionamiento, muy lejos de los 14,699 efectivos, 612 medias pistas y 149 panzers de su fuerza máxima en junio de 1944.27 En términos de infantería blindada, ambos regimientos Panzergrenadier tenían entre el 40 y el 50 por ciento bajo su fuerza autorizada, aunque se prometieron más reemplazos. Como los cañones de asalto provenían de una brigada adjunta, esto significaba que Panzer Lehr estaba en realidad a la mitad o por debajo de la mitad de la fuerza y no debería haber sido desplegado en absoluto, a pesar de que Manteuffel sintió que sus tres divisiones panzer eran 'muy adecuadas para el ataque' a mediados de diciembre, aunque lamentablemente escasez de equipo.
De esta lista de comandantes alemanes queda claro que la mayoría de los comandantes panzer de Hitler parecían ser Freiherren (barones), Ritteren (caballeros) o han adquirido el sufijo 'von' después de su nombre, lo que significa que ellos o un antepasado eran dueños del terreno. después de lo cual tomaron su apellido. Hitler puede haber sospechado de sus aristócratas, pero había un número sorprendente en la Wehrmacht, y particularmente en la Panzerwaffe (brazo del tanque). Como en la mayoría de las naciones europeas, los terratenientes medievales habían cabalgado a la batalla, que se convirtió en sus descendientes uniéndose a los regimientos de caballería. Con el declive del caballo para la acción ofensiva y de choque (a diferencia de la logística), los oficiales de caballería se adaptaron tripulando carros blindados y tanques, por lo tanto, la mayoría de las unidades montadas alemanas se convirtieron en parte de una división panzer. Como muchos de estos oficiales habían sido educados, educados como las mismas escuelas o interconectados por matrimonio, esa familiaridad informal a menudo ayudaba al mando y control en la batalla.
Todas estas divisiones constituyeron la "onda de choque" del Quinto Ejército Panzer de Manteuffel. Sin embargo, si es necesario, el barón podría, y de hecho lo hizo, solicitar formaciones de reserva al Grupo de Ejércitos "B" u OKW. Varios se comprometieron a combatir en las etapas posteriores de Herbstnebel, aunque el permiso para hacerlo tenía que otorgarse al más alto nivel. Incluían al Führer-Begleit (escolta del líder) -Brigade, una expansión del batallón de guardaespaldas personal de Hitler, no una formación de las SS, sino una llena por el ejército. En 1939-40, esto había sido ordenado por un oscuro coronel llamado Rommel, pero se había ampliado gradualmente para convertirse en una formación de élite que luchó en el Frente Oriental. Al reacondicionarse después de luchar contra la apisonadora soviética en Prusia Oriental, Hitler le ordenó que se dirigiera al oeste a principios de diciembre de 1944 para prepararse para las Ardenas. Ya hemos visto cómo Ultra había detectado su presencia y lo consideraba un indicador de combate de "problemas para elaborar cerveza". Esto se debió a que en realidad era una mini división en lugar de una brigada, y comprendía poco más de 6,000 personal endurecido por la batalla, incluidos 200 oficiales. Una formación muy poderosa, que incluía un regimiento blindado de dos batallones (casi 100 tanques) y un regimiento Panzergrenadier de tres batallones, con alrededor de 150 semiorugas, un regimiento Flak y un batallón de artillería.
Totalmente motorizado, reflejaba el extraño favoritismo de Hitler: bañar equipos en algunas unidades a expensas de otras: la formación tenía más vehículos que todas las divisiones de Granaderos Volks combinadas. Su presencia en las Ardenas fue indudablemente política: Hitler esperaba que otro de sus favoritos, como el Sexto Ejército Panzer, brillara con fervor nacionalsocialista en la próxima batalla. En el fondo, la experiencia y el equipo estaba a la par con las formaciones Waffen-SS, y su presencia también fue una recompensa para su comandante. El oberst Otto-Ernst Remer fue otro de los protegidos de Hitler, que había desempeñado un papel clave en frustrar el complot de Stauffenberg el 20 de julio de 1944 en Berlín. Como resultado, el 21 de julio el Mayor Remer había sido ascendido directamente a Oberst. Con la Cruz de Caballero y las Hojas de Roble brillando en su garganta, el alto y atlético Remer, de treinta y dos años, era ingenioso, muy peligroso y ya había demostrado ser un nacionalsocialista rabioso.
No sería hasta las 4.00 p.m. el 18 de diciembre se le ordenó unirse a la batalla y llevar a su Brigada Führer-Begleit al frente de San Vith bajo el XLVII Cuerpo Panzer de Lüttwitz; Manteuffel, aunque contento con su poder de combate, también sintió que Remer era el espía personal de Hitler en su campamento.30 También en la reserva de OKW estaba la Brigada de Führer-Granaderos, que surgió de orígenes similares, y también fue considerada una formación de élite e igualmente inusual. , muy similar en tamaño y capacidad a su gemelo, la Brigada Begleit. No lanzada desde OKW hasta el 22 de diciembre, esta poderosa unidad se dispersó a lo largo de las rutas de marzo en atascos de tráfico, cuando se le ordenó al sur enfrentarse al Tercer Ejército de EE. UU.
Al considerar el Quinto Ejército de Manteuffel, surgen varios temas. Todas sus cuatro divisiones de infantería, los Granaderos Volks, eran nuevas formaciones que habían realizado poco entrenamiento, y ninguna como divisiones. Si sus líderes tenían experiencia, la gran mayoría de los granaderos eran nuevos en el combate. Un comandante del Volksgrenadier, Bader, estaba en el hospital y la batalla fue dirigida inicialmente por uno de sus coroneles de la subunidad, Langhäuser. Si las divisiones panzer estaban formadas por veteranos, no tenían fuerza suficiente, y dos de los tres comandantes de división, Waldenburg y Lauchert, eran nuevos. El tercero, Bayerlein, estaba cansado. Hemos visto cómo el general Baptist Kneiss, un comandante de cuerpo en el Séptimo Ejército de Brandenberger, se tomó un mes de licencia y regresó el día en que comenzó la ofensiva, lo que no parece profesional. Quizás Kneiss estaba haciendo lo mismo que el despedido Generalmajor Schönfeld de 2nd Panzer, pero de una manera más sutil, que él, como el mariscal de campo von Rundstedt, tenía poca fe en la ofensiva y, por lo tanto, no quería participar en la planificación.
Todo esto puso a la fuerza de ataque en una enorme desventaja, con poco entrenamiento previo a la batalla y ninguno en un nivel de formación más alto. Pocos de los comandantes habían trabajado juntos, por lo que no podían adivinar las intenciones de sus superiores o subordinados; el combate fluye más suavemente cuando los comandantes perciben instintivamente los movimientos de sus colegas, el resultado de meses o años de lucha juntos.
Esto estaba en gran contraste con el VIII Cuerpo de Middleton. Aunque muchos estaban cansados y degradados debido a las batallas de Hürtgen, los estadounidenses habían estado haciendo campaña juntos desde junio en Normandía, e incluso los recién llegados, como el número 106 de Jones o el noveno de Leonard, habían entrenado juntos por más tiempo que cualquiera de las unidades Volksgrenadier. El Ejército de los EE. UU., Ya sea experimentado pero cansado, o verde y nervioso, tenía recursos mucho mejores que sus contrapartes de la Wehrmacht. Solo el ejército de Manteuffel se jactaba de más de 15,000 caballos, mientras que los estadounidenses dependían completamente de la movilidad con ruedas y orugas, con combustible ilimitado, ahora que la logística aliada fluía desde Amberes y el Red Ball Express había acumulado una reserva de suministros de combate cerca del frente.
Todas las divisiones panzer estaban lamentablemente infestadas; muchos de los batallones antitanques eran deficientes en los destructores de tanques rastreados, las unidades de defensa aérea informaron escasez de armas de fuego antiaéreas, y las municiones y la gasolina escaseaban críticamente. Como Rundstedt admitió ante el historiador Liddell Hart en 1945, "no había refuerzos adecuados, ni [re] suministros de municiones, y aunque el número de divisiones blindadas era alto, su fuerza en tanques era baja, era en gran medida la fuerza del papel".
La moral de las tropas alemanas se elevó cuando vieron la extensión de los recursos cuidadosamente maridos y camuflados a su alrededor. ¿Quizás podrían ganar, después de todo? Gefreiter Hans Hejny, con la 2.a División Panzer, reflejó la experiencia de cualquier soldado que haya tenido que conducir con poca luz en un convoy por la noche. Es agotador para los ojos (la consecuencia suele ser la apariencia de "soldados con ojos de bicho" que los soldados cansados exhiben a la luz del día), por un momento la falta de concentración puede conducir a un giro incorrecto o peor. Hejny recordó una caminata hacia el área de concentración, a la cabeza de su batallón de ingenieros blindados: ‘Las órdenes se dieron en silencio y las luces se atenuaron. Solo un delgado rayo de luz provenía de la luz del convoy que hacía que el carril fuera apenas visible. Era difícil ver los caminos y tuvimos que concentrarnos para evitar caer en las zanjas de la pista. Llegamos a la cima de una colina y pudimos ver los vagos contornos de Luxemburgo. El camino se extendía desde un bosque hacia una llanura y más adelante se veían las luces traseras de otra columna deslizándose hacia abajo y desapareciendo en el bosque ".
miércoles, 21 de octubre de 2020
Argentina: La vida de Tomás Espora
A 185 años del fallecimiento de un héroe: la vida de Tomás Espora
La vida de Espora, signada por el heroísmo y la aventura, por el sacrificado servicio al honor de la República, es una de las que mejor configuran una lección y más acabadamente perfilan un ejemplo.Gaceta Marinera
El Coronel de Marina Tomás Espora fue uno de los capitanes predilectos de Brown, debido a la bravura que expuso en todas las acciones en que intervino.
Espora nació en Buenos Aires el 19 de setiembre de 1800 y apenas 15 años más tarde comenzó su carrera naval a bordo de la corbeta «Halcón» que comandaba Bouchard, para un crucero corsario dispuesto por el Gobierno por las costas de Chile, Perú y Ecuador con el fin de obstaculizar el comercio español en esa región. Estaba a cargo del Almirante Brown con la fragata «Hércules» y el bergantín «Santísima Trinidad».
En 1816 participó en el ataque que las naves corsarias patriotas realizaron contra la fortaleza de El Callao. De regreso en Buenos Aires, Espora se embarcó como oficial a bordo de la fragata «La Argentina», nuevamente bajo las órdenes de Bouchard, e inició un periplo corsario que duró dos años.
Coronel de Marina Tomás Domingo de los Dolores Espora
Cuando el General San Martín alistó la Expedición Libertadora al Perú, Espora tomó parte de la misma. Luego fue oficial de la Marina de Guerra peruana formada por San Martín y combatió para rendir la fortaleza de El Callao, último baluarte que los españoles sostuvieron en el Pacífico.
Regresó a Buenos Aires en 1825 y al poco tiempo se produjo la declaración de guerra con el Imperio del Brasil. De inmediato pasó a formar parte de la escuadra al mando de Brown. Durante el transcurso de ese conflicto, hubo dos acciones en las cuales Espora demostró un valor y audacia rayanos en el heroísmo. Fueron ellas el asalto de las cañoneras a la Colonia del Sacramento que Brown llevó a cabo el 1° de marzo de 1826, con el objeto de apoderarse de la plaza. Y el combate de Quilmes.
En este último, ocurrido el 30 de julio de 1826, Espora intervino en calidad de Comandante de la fragata «25 de Mayo», buque insignia del Almirante Brown. Esta nave prácticamente sostuvo la mayor parte del encuentro soportando el fuego que le hacía una veintena de naves brasileñas, durante tres horas. Espora fue herido gravemente y una bala le arrancó de la mano su bocina de órdenes. Pidió otra y continuó imperturbable dirigiendo la acción, solicitando además a los oficiales que en caso de que la nave fuera rendida al abordaje, echaran su cuerpo al mar para que no fuera trofeo de los enemigos de su Patria.
1-Fragata «25 de Mayo»/2-Corbeta «Halcón»/3-Bergantín «Santísima Trinidad»
Cuando la «25 de Mayo» era ya «despojo ingobernable» –según la expresión del Almirante Brown– rodeada por las cañoneras se retiró del combate y entró a puerto, maltrecha y escorada, pero empavesada como en los días de gloria. Así llegó a la rada en medio de la patriótica exaltación del pueblo. Espora recibió las más emocionadas pruebas de gratitud de la gente de Buenos Aires. Una verdadera multitud se congregó ante la casa donde había sido transportado el heroico marino y sólo se disolvió cuando el parte médico anunció que Espora se recuperaría de sus heridas.
A lo largo de sus 20 años de carrera, tuvo numerosas participaciones en acciones navales destacadas, fue ascendido a Coronel de Marina el 10 de octubre de 1828 y en noviembre de 1833 fue designado Comandante General de Marina, encomendándosele la Capitanía del Puerto de Buenos Aires.
En julio de 1835 enfermó gravemente y falleció el 25 de ese mes. El Almirante Brown dijo ante su cadáver: «Considero la espada de este valiente oficial una de las primeras de América y más de una vez admiré su conducta en el peligro».
Cinco buques en la Armada Argentina llevaron el nombre del Coronel de Marina Tomás Espora: bergantín «Espora» (1865), vapor de guerra «Coronel Espora» (1867), torpedera de mar «Espora» (1890), destructor «Espora» (1972) y corbeta misilística «Espora» (1983).
En su honor, el 19 de septiembre de 1975 se inauguró el Museo Tomás Espora, en la que fue su casa y que habitó hasta su muerte, en el barrio de Parque Patricios. Lo invitamos a hacer un recorrido de 360º a través de nuestro sitio web.
https://www.visita360.com.ar/armada/tour/museo-naval-tomas-espora
martes, 20 de octubre de 2020
Peronismo: Recordando lo peor del ser argentino
Jorge Luis Borges: Leyenda y realidad
28 de Mayo de 1971"Quince años han bastado para que las generaciones argentinas que no sobrellevaron, o que por obra de su corta edad sólo sobrellevaron de un modo vago el tedio y el horror de la dictadura, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue aquella época. Nacido en 1899, puedo ofrecer a los lectores jóvenes un testimonio personal y preciso. No prometo ninguna revelación; me limitaré a anotar ciertos hechos que fueron del dominio público y que un olvido cómplice o candoroso ha tergiversado. No en vano acabo de dictar la palabra “cómplice”. Esta palabra es de las que mejor pueden definir esos tiempos aciagos. Benedetto Croce observó: “No hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas”. La observación es aplicable a nuestra República y a nuestro remedo vernáculo del fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: “Soy peronista”. En los años de oprobio, nadie se atrevía a formular en el diálogo semejante declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran públicamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo tomaran en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama “viveza criolla”. Fuera de algunos individuos de la Real Academia Española —cuyo sentido del idioma era deficiente— nadie creyó en el “justicialismo”, monstruo neológico que con su eco inexplicable sigue dando horror a una página del abultado diccionario. Recuerdo las melancólicas celebraciones del día 17 de octubre. El dictador traía a la plaza de Mayo camiones abarrotados de asalariados y adictos, por lo común de tierra adentro, cuya misión era aplaudir los toscos discursos; los cuales eran tremebundos cuando todo estaba tranquilo, o conciliadores y pacíficos si las cosas andaban mal. El 17 de octubre los almacenes recibían orden de cerrar para que los devotos no se distrajeran en ellos y arribaran sin tentaciones a la plaza de Mayo. Ahí coreaban servilmente “Perón, Perón, qué grande sos”, y otras efusiones obligatorias. Solían, asimismo, vociferar “La vida por Perón”, decisión retórica que olvidaron, como el propio Perón, en cierta mañana lluviosa de setiembre de 1955. Diríase que el triste destino de Buenos Aires —conste que soy porteño— es engendrar cada cien años un tirano cobarde, del cual luego nos tienen que salvar las provincias. El dictador fue un nuevo rico. Dada su casi omnipotencia, hubiera podido instaurar una rebelión de las masas, enseñándoles con el ejemplo ideales distintos; pero se redujo a imitar de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulaba combatir: la ostentación, el lujo, la profusa iconografía, el concepto de que la función política debe ser también una función pública, el amor de los deportes británicos y el culto literario del gaucho. En todo esto abundó la exageración característica del guarango. Inundó el territorio del país con imágenes suyas y de su mujer. Su mujer, cuyo cadáver y cuyo velorio usó para fines publicitarios. Lo anterior es meramente personal y baladí, si lo comparamos con la corrupción de las almas, con el robo para el cual se prefiere el nombre eufemístico de negociado, con la picana eléctrica aplicada a los opositores y a toda persona sospechosa de ser “contrera”, con la confiscación de bienes, con las pobladas cárceles políticas, con la censura indiscriminada, con el incendio de archivos y de iglesias, con el fusilamiento de obreros en la secreta soledad de los cementerios y con la abolición de la libertad. ¡Tantas atroces y sonrientes efigies y ni una sola caricatura; tantos interesados panegíricos y ni una sola sátira! Otro estigma de la época, hoy afortunadamente pretérito, fueron las delaciones costeadas con el dinero público. Sé de señoras y de niñas que se prestaron al ejercicio regular de esa indiscreción lucrativa. Otro soborno fue el aguinaldo, curiosa medida económica —imitada nunca sabré por qué por los gobiernos ulteriores—, según la cual se trabaja doce meses y se pagan trece. Esta ridícula y onerosa medida ha sido decorada con el título de “conquista social”. Ningún encono personal me dicta la apresurada redacción de estas notas; hará tres o cuatro generaciones que dejé de ser hacendado, cuando Rosas, primo de mis abuelos, les confiscó las tierras que aún guardan los nombres de mi sangre. Perdóneme el lector el atrevimiento de haberle recordado males que todos conocen, pero que ahora inexplicablemente se olvidan."
Nota enviada por Jorge Luis Borges a la Comisión Promotora de Concentración Cívica en pro de la República En diario La Prensa, Buenos Aires, 28 de mayo de 1971. Y en diario La Nación, Buenos Aires, 28 de mayo de 1971, con el título “Nota a Concentración Cívica”. Y en diario La Razón, Buenos Aires, 26 de mayo de 1971, con el título “Una nota de Jorge Luis Borges". Luego incluido en Textos recobrados 1956-1986 (1997)
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