martes, 28 de mayo de 2024

Argentina: Los pampas y su arte textil

Los “Pampas”, una mirada al universo del arte textil






"Su vestimenta era más o menos como la de los gauchos, pero el poncho y el chiripá, generalmente azules con dibujos blancos y colorados, son obra de sus mujeres. Ellas confeccionan esa clase de tejidos con una gran habilidad, empleando telares rudimentarios y completamente primitivos. Algunas estacas clavadas en la tierra sirven para sostener los hilos del género, que ellas entrecruzan con destreza para ir formando los dibujos. La trama se hace con un simple ovillo o con una mala lanzadera; una especie de sable de madera les sirve para apretar bien el tejido y juntar los hilos de la trama. A veces tiñen la lana en madejas; pero a menudo las indias van tejiendo todo en blanco, y tiñen luego la pieza entera, reservando los dibujos en blanco que forman cruces y rombos, y lo logran empleando sistemas completamente primitivos, pero muy ingeniosos. Sus tinturas las extraen de las plantas, unas veces de sus raíces, otras de su corteza o de su fruto, y los colores que emplean son sobre todo el azul, el amarillo, el rojo y el castaño. El mordiente empleado no es otra cosa que una materia orgánica que no tengo necesidad de nombrar; por eso, los ponchos nuevos tienen un olor amoniacal muy poco agradable; pero su color es inalterable, y los tejidos son de mucha duración y casi impermeables al agua."
Así describía el médico francés Henry Armaignac, desde su mirada permeada por los avances tecnológicos de la revolución industrial europea hace casi un siglo y medio, a la vestimenta y las destrezas de las tejedoras de la población "pampa" de la zona de Azul que observó durante su viaje por el Río de la Plata. Este interés que despertó en Armaignac la numerosa población indígena que poblaba entonces la zona de Azul, Tapalqué y Olavarría es apenas la punta de un ovillo que conduce a una historia milenaria desde los primeros grupos de cazadores y recolectores a la región pampeana hasta los actuales descendientes de las tribus "pampas", de este sector de la frontera bonaerense durante el siglo XIX. Historia que ha sido indagada por muchas personas, desde los enfoques más diversos y se ha plasmado en narraciones disímiles, entre las que se hallan las descripciones de los primeros viajeros y misioneros, tales como el jesuita Tomás Falkner, las crónicas de las expediciones de Manuel Pinazo o Pedro A. García, los escritos de militares asignados a la frontera que estuvieron en contacto directo con la población indígena, Juan Cornell, Federico Barbará y Alvaro Barros, entre otros, así como los relatos de viajeros que recorrieron la zona en distintos momentos del siglo XIX: Charles Darwin, William Mac Cann, Alfred Ebelot o el nombrado Henry Armaignac. Finalmente, deben mencionarse las recientes investigaciones científicas desarrolladas desde la historia, la antropología, la arqueología, entre otras disciplinas sociales. A partir de todo el cúmulo de información, en este trabajo se presenta una semblanza histórica de los pueblos indígenas, tocando especialmente las cuestiones referidas a la territorialidad, la continuidad cultural y el desarrollo de las actividades textiles entre los grupos "pampas" y sus actuales descendientes.


Milenios de ocupación indígena regional

Antes de la llegada de los españoles al Río de la Plata, la región pampeana estaba habitada por grupos de cazadores y recolectores organizados en pequeñas bandas que tenían una alta movilidad. De tal modo, explotaban eficientemente los recursos naturales que ofrecían los distintos ambientes, tales como las sierras, las llanuras, los ríos, arroyos, lagunas y la costa. En estos amplios espacios cazaban animales, tales como guanacos, venados de las pampas, ñandúes, peludos, mulitas, coipos, etc, a la vez que recolectaban huevos, frutas, raíces y semillas y se aprovisionaban de distintos elementos necesarios para su vida cotidiana. Así, obtenían agua en los arroyos y las lagunas; en las sierras, rocas para elaborar instrumentos y colorantes minerales para hacer pigmentos y madera de los escasos árboles y arbustos nativos que crecían en la región. Las evidencias más antiguas de los primeros pobladores del partido de Azul se remontan a unos 7.000 años atrás y se hallaron en el sitio arqueológico La Moderna, cercano a las nacientes de arroyo Azul, donde fue carneado un gliptodonte utilizando instrumentos de piedra.
Si bien son pocos los testimonios arqueológicos azúleños posteriores a La Moderna, las investigaciones desarrolladas en otros sitios de la región han permitido conocer algunos de los cambios que fueron experimentando esas primeras bandas de cazadores. Estos cambios se vinculan con el crecimiento demográfico de las poblaciones originarias y con una tendencia a la disminución de la movilidad, que se fue traduciendo en reocupaciones más asiduas de los lugares de habitación, así como en estadías más prolongadas en los mismos. A su vez, hace unos 3.000 a 5.000 años, comenzaron a registrarse importantes innovaciones técnicas, tales como la alfarería, el arco, la flecha y la boleadora, se incorporaron nuevos objetos de uso cotidiano y se desarrollaron expresiones artísticas y rituales que se plasmaron en pinturas rupestres y en la decoración de otros objetos, tales como bolsas y mantos de cuero (Nde. Claras evidencias de la evolución comunes de los pueblos Hets o querandies, con idénticos usos, costumbres, cultura y artes, incluido la funeraria).
Simultáneamente, las poblaciones indígenas integraban amplias redes de intercambio con otros grupos de regiones distantes, mediante las cuales accedían a otros bienes foráneos. La llegada de los conquistadores europeos al Río de la Plata en el siglo XVI desencadenó profundos cambios ecológicos en la pampa. Se reemplazaron los pastizales nativos y las llanuras se poblaron de miles de vacas (Nde. esto desde principios del siglo XVI) y caballos que habían sido introducidos por los españoles (Nde. los pocos abandonados por la primera fundación de Buenos Aires de 1536 por Pedro de Mendoza) y encontraron un hábitat óptimo en las planicies herbáceas pampeanas, multiplicándose en estado salvaje a un grado tal que constituyeron la base productiva de los grupos indígenas durante casi tres siglos.
En este nuevo escenario, los cazadores recolectores originarios (Nde. Taluhets, Chechehets y Diuihets, todos “Querandies” o antiguos pampas caguaneros, algarroberos y serranos) se convirtieron en hábiles jinetes que reorientaron su economía hacia la captura de este ganado y su cría para consumo propio y comercialización. Los caballos de la pampa fueron un bien de mucha demanda. Rápidamente se sumó la demanda de ganado vacuno, requerido tanto por los indígenas como por los comerciantes españoles al oeste de la cordillera de los Andes y, al sur/este de la misma, por los habitantes de los escasos enclaves hispano-criollos de la costa patagónica.
El uso del caballo permitió un manejo más eficiente e intensivo de la producción pastoril y de las actividades de caza y recolección, potenciando el comercio regional dentro de las sociedades nativas y entre éstas y los centros hispano-criollos. Para mediados del siglo XVIII funcionaban verdaderas ferias comerciales en las Sierras de Tandilia, la más conocida fue la llamada "feria del Chapaleofú" (Nde. ancestralmente en el Cayru) donde, además de ganado, se intercambiaban manufacturas de sogas, tientos, lazos, botas y mantos en cuero, ponchos, matras, vinchas y fajas tejidas, así como una variedad de productos de procedencia europea: cuentas de vidrio, armas de metal, bebidas alcohólicas, tabaco, azúcar, ponchos ingleses, etc.
En esta zona confluían entonces extensas redes de intercambio que llegaban incluso hasta el actual Chile y a la sureña Patagonia, conectadas por las rastrilladas. Historiadores y antropólogos, como R. Mandrini y M. A. Palermo, sostienen que en las sierras bonaerenses y la llanura interserrana se había desarrollado, para comienzos del siglo XIX, un centro especializado en la producción pastoril. De hecho, las poblaciones indígenas que habitaban la región pampeana al sur del río Salado ocuparon ese espacio con un alto grado de independencia y autonomía, organizando el control territorial y los mecanismos de explotación y obtención de recursos desde una lógica de funcionamiento interna y a partir de la articulación de asentamientos semipermanentes, la movilidad estacional, las redes de caminos y las encrucijadas territoriales.
Este modo de ocupación del espacio, cuyas características son aplicables al período colonial y se extendieron hasta la segunda década del siglo XIX, estuvo ligado, indefectiblemente, a la explotación del ganado cimarrón y a la instalación y desarrollo de los asentamientos hispano-criollos. Sin embargo, a partir de 1820 comenzó un proceso de expansión territorial estatal de carácter en principio ofensivo (en base a campañas militares como las efectuadas por Martín Rodríguez, Juan Manuel de Rosas, etc), que estuvo precedido por un incipiente poblamiento hispano-criollo espontáneo. Esto ocasionó el desplazamiento hacia el sur y al oeste de las poblaciones indígenas pampeanas, con la consiguiente pérdida y reorganización territorial y la imposición por parte de Rosas de una única lengua indígena general “franca” para toda la region. Así, con el devenir secular fue concluyendo un tipo de ocupación del espacio posibilitada por la independencia relativa de las sociedades nativas y sus actividades económicas, aunque condicionada, indudablemente, por sus vínculos con la sociedad "blanca". Tales vínculos se basaban, entre otros elementos, en los intercambios comerciales y las actividades laborales, en el marco de relaciones interétnicas que incluyeron recíprocas influencias culturales.
La territorialidad de la comunidad "pampa" en el centro de la actual provincia de Buenos Aires se rastrea ya desde inicios del siglo XIX hasta finales del mismo, cuando la campaña militar efectuada por el general Roca, la mentada y mal denominada "campaña al desierto" (Nde. antes por Alsina y ambos bajo la presidencia de Avellaneda) significó la desestructuración física y cultural de las poblaciones originarias y el comienzo de su incorporación como minoría relegada dentro de la sociedad y el estado nacional argentinos. El establecimiento in situ de numerosos contingentes de "indios amigos” …



El universo femenino del arte textil

Los textiles han tenido y tienen, sin duda, una enorme importancia dentro de la economía de las sociedades indígenas de la región pampeana. En primer lugar, los productos de confección textil tuvieron una gran relevancia entre los intercambios mercantiles que se desarrollaron durante los siglos XVII al XIX, tanto al interior de los circuitos indígenas dentro de la región pampeana, el norte de la patagonia y la zona cordillera andina, como con la sociedad hispano-criolla. El "poncho pampa", en particular, fue un producto articulado al circuito comercial con el interior del espacio rioplatense durante la colonia y también un bien de prestigio, pues los de mayor calidad se convirtieron en prendas buscadas y exhibidas por personajes de la sociedad criolla que tuvieron un papel destacado en la interacción con los indígenas. A modo de ejemplo, basta mencionar los famosos ponchos del mismo gobernador de la provincia de Buenos Aires durante 1829-1852, Juan Manuel de Rosas, y de su sobrino Lucio V. Mansilla, quien había recibido el valioso obsequio del cacique Ranquel Mariano Rosas. A su vez, los ponchos confeccionados de forma menos elaborada en las tolderías se tornaron indispensables dentro de la indumentaria de los pobladores rurales, sin ser nunca superados por los ponchos importados de fabricación industrial (Nde. de Inglaterra y Francia). Pero más allá de su valor de uso doméstico o ceremonial y como bienes de intercambio, los diversos objetos confeccionados mediante la actividad textil constituyen una vía de expresión y comunicación simbólica, pues son vehículos de un antiguo lenguaje que encierra mensajes, historias, mitos y recetas, entre otros conocimientos. Las mujeres comprenden ese lenguaje y custodian su saber, siendo las encargadas de escribirlo en los tejidos para las generaciones futuras, así como de transmitirlo a su propia descendencia.

Conclusiones finales

La región del centro de la provincia de Buenos Aires fue habitada por poblaciones indígenas mucho antes de la instalación de los "indios amigos" (Nde. y otros pueblos vecinos “invitados” por el poder de turno) que se produjo durante el rosismo. De aquellas primeras bandas de cazadores-recolectores ancestrales (Querandies-Hets) que han llegado hasta nuestros días evidencias arqueológicas sobre su modo de vida, rituales, creencias y cultura material, que testimonian su interacción con el medio, así como con otros pueblos de regiones distantes (sic). A partir de la conquista española las tribus pampeanas reorganizaron sus actividades económicas, aprovechando el ganado introducido, dando un fuerte impulso a las actividades comerciales e incorporando nuevas prácticas, saberes y objetos a su vida cotidiana, a la vez que la sociedad hispanocriolla se transformó a lo largo de estos siglos de interrelación. Durante el siglo XIX, una vez producida la revolución independentista, se produjo una diversidad de situaciones entre los pueblos indígenas y las autoridades criollas. Así, algunas tribus mantuvieron su autonomía política y territorial mientras otras negociaron nuevas relaciones con el estado provincial porteño, como los "indios amigos"

Por: Sergio Smith
NACION QUERANDI MEGUAY  
Compartió: vestigios tehuelches
Fragmento de: Los "Pampas" de Azul y Tapalqué desde sus orígenes hasta hoy - Una mirada al universo femenino del arte textil
Por: Dra. Victoria Pedrotta - (CONICET/ INCUAPA-UNICEN/ Fundación Azara-U. Maimónides)
Dra. Sol Lanteri - (CONICET/ Instituto Ravignani-UBA)

 

lunes, 27 de mayo de 2024

Patagonia: La inmigración galesa y su vida en cooperación con los aonikenks

Aonikenks y gales: Una integración virtuosa





Fotografía: de C. Foresti, c. 1883. La familia Gibbon, en su vivienda en la Colonia 16 de Octubre o Valle Hermoso.  fue el nombre dado por los colonos galeses a la zona de Trevelin.

 

Los primeros colonos galeses llegaron a Chubut en 1865. Al arribar se encontraron con una “tierra infinita y desnuda, tan poco parecida a su Gales natal”.  Su nueva ubicación en la Patagonia los alejó de la población urbana, pero los acercó a la nativa. El primer encuentro tehuelche-galés se produjo el 19 de abril de 1866 en el actual territorio de Rawson.
     Los 153 colonos galeses (56 adultos casados, 33 solteros o viudos, 12 mujeres y 52 niños) llegaron a lo que es hoy la provincia del Chubut tras 64 días de navegación a bordo del "Mimosa", una embarcación a vela de 3 palos que había partido desde el puerto de Liverpool, Inglaterra, el 25 de mayo de 1865.
     El desembarco marca el inicio de uno de los procesos de integración más virtuosos que se tengan registros entre dos pueblos que se desconocían y, a pesar de sus enormes diferencias culturales, de lengua, origen y creencias; galeses y tehuelches pudieron convivir sin situaciones cruentas o de sometimiento, más allá de algunos incidentes.
     La relación con los aborígenes fue crucial para la adaptación de los colonos a su nuevo hogar. Los indígenas les enseñaron a explorar el territorio, a aprovechar el entorno, los instruyeron en la caza de animales silvestres como el guanaco y el ñandú y los abastecieron de carne. Los colonos les proveían a su vez de pan, azúcar, manteca. Además, les enseñaron a las tehuelches a amasar el pan que tanto les gustaba.
     Ambos grupos forjaron un vínculo estable sostenido en el tiempo por el intercambio cultural y comercial. Asimismo, hubo varios casamientos entre miembros de ambas culturas. Durante los siguientes años, tanto los tehuelches como los galeses debieron integrarse a la política centralizadora del Estado Argentino, aún en formación.



     Los galeses fundaron varias ciudades en Chubut: Trelew, Rawson, Dolavon, Gaiman, Sarmiento, Las Plumas entre otras. Según el censo de 2010, había 13.546 habitantes de la Patagonia se reconocen como descendientes de tehuelches mientras que se estima que alrededor de 40.000 son de origen galés.
     La herencia de la cultura galesa atraviesa la geografía de Chubut y es una de sus tradiciones más visibles y disfrutables:
capillas de ladrillos sin cruces a la vista, casas de piedra, construcciones victorianas, coros, un servicio de té interminable y una lengua que se sigue hablando.


Carlos Enrique Arenillas:
Efectivamente surge en este libro también la relación entre galeses y tehuelches, estos últimos eran adoradores de los panes caseros de los galeses dice Munster
Leo Thomas:
La llegada de los galeses es un hito fundamental para reafirmar la soberanía argentina en la Patagonia. Tenían el permiso argentino para establecerse allí. Y reconocían al Gobierno argentino
Erna Verónica Sanchón:
Muy conmovedoras historias de la colonia galesa y su integración y vínculo con los habitantes originarios.... algunas de las historias que se cuentan son apasionantes....❣️
Mariel Clark:
Gracias por la publicación!! Muyyyy interesante
Teresita Rasetto:
Es muy interesante!!!!! Viajé hace poquito a Chubut. Me gustó mucho Gaiman y su historia. Es muy interesante
Néstor Altea:
Conocí Gaiman y sus "casas de té", jamás probé tantas exquisiteces ! Hermoso lugar !
Por: Marcela Cooke - Historia visual de la Argentina de 1830 a 1930
Fuente: Sofía Ehrenhaus
Historia Visual Argentina (HVA)

domingo, 26 de mayo de 2024

Argentina: Las transformaciones del Cabildo de Buenos Aires

El Cabildo de Buenos Aires y sus transformaciones 🇦🇷






El Archivo General de la Nación Argentina conserva múltiples registros históricos del Cabildo de Buenos Aires. Entre estos, los registros fotográficos de la evolución arquitectónica del Cabildo (del Fondo Documental Acervo Gráfico Audiovisual y Sonoro), pero también conservamos en soporte escrito, tanto de su Archivo como sus Actas, las que nos cuentan los eventos de gobierno ocurridos entre principios del siglo XVII y 1821.



sábado, 25 de mayo de 2024

Conquista del desierto: La rendición del araucano Sayweke

La rendición de Sayweke



El 1ro de enero es una fecha de grato recuerdo para el pueblo argentino.
Ese día de 1885, una penosa caravana se hizo presente en Fuerte Junín de los Andes, para concretar el hecho que los loncos llamaban “presentación”, una gloriosa y necesaria rendición para los jefes argentinos. Después de resistir como pudieron durante casi cinco años, se presentaron en ese punto de la geografía (neuquina actual) 700 hombres en condiciones de combatir, junto con 2.500 mujeres, niños, niñas y ancianos. Reconocían el liderazgo del nizol longko Valentín Sayweke, pero también conformaban el contingente personas que habían formado parte de las comunidades de Inakayal y Foyel. Ellos habían perdido su libertad durante la primavera anterior.
Si bien hubo acciones de guerra más tardías -un malón que se registró en jurisdicción mendocina en 1888- se considera a la capitulación de Sayweke como el fin de la resistencia armada araucana, tanto del lado chileno como del argentino. A partir de entonces, se aceleró la distribución de las tierras que el Estado había recuperado de la invasión araucana, a través de la implementación de una serie de leyes que no hicieron más que concentrar centenares de miles de hectáreas en unas pocas familias que podían comprar esas tierras y las integraron a la economía de la floreciente nación multiracial y unificada.
Desde aquel momento, el Estado ejerce dominación efectiva sobre territorios que formaban parte tácita de su jurisdicción antes de 1878 y mantiene integrado a un pueblo que, hasta 1885, era libre de realizar correrías y ataques a la población original y criollos locales. Un grupo importante de descendientes directos de Sayweke vive hoy en la localidad chubutense de Gobernador Costa, muy lejos de su territorio original, que es la Araucanía chilena de donde todos, absolutamente todos partieron para invadir el territorio transcordillerano. Aquel 1ro de enero no es de grato recuerdo para las y los araucanos, denominados por un antropólogo noruego como "mapuches", porque se interpreta como el fin de su estéril resistencia armada.