martes, 2 de diciembre de 2014

Eufrasio Videla, el último granadero

Los últimos soldados
Por Luciana Sabina @Kalipolis en Twitter



Detrás de cada guerra hay historias, historias de sufrimiento, superación dentro del caos, valentía y miseria humana. Hoy vamos a ponerle nombre y rostro a algunas de ellas, hablando de los últimos soldados de distintas conflagraciones.

El último veterano francés documentado de la Primera Guerra Mundial fue Lazare Ponticelli, aunque en realidad nació en Italia el 7 de diciembre de 1897 y a los nueve años se instaló en Francia, país del que adoptó la ciudadanía.

Lazare mintió sobre su edad para poder participar en la Gran Guerra, tengamos en cuenta que esta fue un enfrentamiento que entusiasmó a las masas y en la que la opinión pública de entonces veía la solución a todos sus problemas de Europa. Tras esta experiencia, él y sus hermanos fundaron una compañía metalúrgica y de tuberías llamada "Hermanos Ponticelli", que tuvo un gran impulso gracias a la demanda generada por la Segunda Guerra Mundial y que aún existe.

Todos los 11 de noviembre, Ponticelli, asistía al homenaje celebrado en honor a sus compañeros caídos en combate. Explicó que durante la guerra, un soldadito que perdió la vida en la misma les pidió que si moría pensaran en él y fue justamente lo que hizo hasta su fallecimiento a los 110 años. En ese momento Nicolás Sarkozy emitió un comunicado informando a los franceses de esta perdida y lamentándola profundamente.

Pero el último combatiente de la Gran Guerra en morir no fue el italiano, se trató del británico Harry Patch de 111 años, fallecido en julio de 2009. Patch se desempeñó como ametralladorista en la Infantería Ligera del Duque de Cornualles y sufrió una terrible herida durante cierta batalla, de la que tardó mucho en recuperarse.

Existen numerosos videos de entrevistas a Patch, aunque accedió a hablar sobre la guerra recién tras cumplir los 100 años. Sin duda en la mirada centenaria de Patch se materializaba un gran abatimiento, muestra del infierno del que escapó y que jamás lo dejó del todo libre. Podemos adivinar que aún noventa años después, sus ojos seguían viendo el horror de las trincheras.

En cuanto a Argentina, ¿existe registro de algún último soldado? Sí. En la Revista "Caras y Caretas" de mayo 1910 se realizó un reportaje a quien sería el último soldado de San Martín. Un mendocino llamado Eufrasio Videla que, a juzgar por el entrevistador, tendría por entonces entre 110 y 115 años. En el texto se lo describe como un anciano "… alto, flaco, nudoso, erguido, casi tan erguido como los álamos que cortan las perspectivas en los alrededores de Mendoza…" a quien el gobierno de Mendoza pasaba una pequeña pensión, "… que le alcanza para cubrir sus modestos gastos…".

Lo demás se lo otorga la caridad de las personas que le daban asilo. En el momento del encuentro con el periodista Eufrasio vivía en casa del ingeniero Fossati en la calle San Martín 1778. Para finalizar dejamos parte del reportaje que se encuentra en el Nro Nº 607  de la citada revista:
"…Dijéronme que fue soldado de San Martín, pero no estuvo en el Plumerillo, ni se acuerda del general (…)
-¿Pero, se acuerda de Maipú?
- Sí que me acuerdo. Fue allí, pues, la última batalla, donde se rindieron.
-¿Y cómo empezó la cosa?

-Unos cuantos días antes yo había llegado con los que salimos de San Juan. Después fueron viniendo otros grupos de prisioneros y así se fue formando el ejército. (pudiera el relato muy bien referirse a la llegada de dispersos de Cancha Rayada). Nosotros estábamos de la parte de aquí -prosigue Don Eufrasio-, y al hacerlo sale al descanso de la escalera, poniendo cara a Los Andes, -y como en la parte de allí enfrente, en un cerrito blanco, estaban los godos.

-Flojanazos, ¿verdad?
-Hum… ¡Fieros habían sido! Peleamos y peleamos y no aflojaban… Después no quisieron pelear más cuando vieron que nosotros tampoco aflojábamos. Entonces corrimos atrás pa' que se rindieran.

-¿Y se rindieron?
-¿Y cómo no? Si ya no tenían más ganas de pelear.
-¿Y se entregaban?

-Muchos se entregaban, otros querían escapar. Pero nosotros los alcanzábamos.
-¿Y no decían nada, los españoles?
-¿Quiénes, los godos? Sí, decían: "¡No mate, corcho, no mate!", cuando los alcanzábamos…"

Los Andes

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