La caja de Campañà: imágenes desconocidas de la Barcelona en guerra
‘Cultura/s’ publica en su número 900 una muestra del fondo documental de uno de los grandes fotoperiodistas catalanes del siglo XX, 5.000 imágenes de la guerra, sobre todo en Barcelona, ocultas hasta ahora. (Niños jugando a las barricadas en el verano de 1936 junto al muro de la Universitat de Barcelona. FOTO A. CAMPAÑÀ)
Plàcid Garcia-Planas, Arnau Gonzàlez Vilalta || La Vanguardia
En el fondo de un garaje de Sant Cugat del Vallès. El último gran tesoro fotográfico de la guerra civil española ha aparecido, ocho décadas después, escondido en el fondo de una casa que se ha tenido que vaciar antes de ser derribada: las más de cinco mil fotografías que Antoni Campañà i Bandranas (Arbúcies, 1906 - Sant Cugat, 1989) hizo durante la guerra –esencialmente en Barcelona– y de las que sólo se conocían un centenar.
Más de cinco mil negativos bien conservados de uno de los grandes fotógrafos pictorialistas catalanes y españoles, con el positivado en papel de unas setecientas imágenes. También se han hallado decenas de positivados de otros destacados fotógrafos de la contienda como Agustí Centelles o Joan Andreu Puig Farran, con quienes colaboró durante y después de la guerra. Todo cerrado y escondido en dos cajas rojas de las que salen las imágenes que publicamos en exclusiva.
Autorretrato de Antoni Campañà en 1936, poco antes del inicio de la guerra. FOTO A. CAMPAÑÀ (.)
Agente oficial de Leica en Barcelona cuando todo estalló, dispararía la mayor parte de sus instantáneas con esta mítica cámara alemana. Galardonado con numerosos premios internacionales, una de sus imágenes fue, en 1934, portada de la revista American Photography, que le publicó un par de instantáneas durante la guerra.
Hombre vinculado a La Vanguardia, reprodujo sus fotografías en el huecograbado del rotativo antes, durante y después de la guerra, y suya era, en 1961, la primera imagen en color que publicó este diario. Antoni Campañà nunca quiso saber nada de sus instantáneas de guerra, ni siquiera en 1989, el año de su muerte, con la Guerra Civil ya lejana y cuando la Fundació Caixa de Barcelona dedicó una exposición antológica a sus fotografías artísticas al bromuro. ¿Por qué escondió sus imágenes de la Barcelona de 1936 a 1939? Y quizá lo más profundo: ¿por qué, sin querer saber nada de estas fotografías, tampoco nunca las destruyó?
Enterrador con máscara antigás para evitar el olor que desprendían los cadáveres en los primeros y calurosos días de la guerra. FOTO A. CAMPAÑÀ (.)
Un fresco de Barcelona en guerra
Catalanista y republicano de orden, católico practicante, su paisaje reventó en julio de 1936, y de fotografiar por gusto pasó a fotografiar el disgusto, y el disgusto fue profundo y amplio. Un fresco de la guerra en Barcelona: de niños heridos por los bombardeos aéreos a patinadores en bañador por el Turó Park, de mujeres frente a la Pedrera exigiendo comida a colas para entrar en el cine, de orgullosísimas anarquistas en pose a nazis entrando por la Diagonal como si Barcelona fuera Danzig. Y siempre en un espacio Barcelona que daba vueltas como una peonza: de refugiados malagueños tirados en el estadio de Montjuïc a falangistas desfilando ordenadamente por el mismo espacio olímpico, de la iglesia de Betlem de la Rambla llena de fieles justo antes de la guerra a la misma iglesia reventada por los anarquistas.Un hombre rechaza que una joven le coloque una insignia republicana en los primeros días de la guerra, en la Rambla barcelonesa. FOTO A. CAMPAÑÀ
Durante la guerra publicó alguna de sus imágenes en La Vanguardia o en la revista Catalunya del Casal Català de Buenos Aires. Por supuesto, no las imágenes de gente hurgando en la basura ni las iglesias quemadas que discretamente fotografió. Pero si a alguien entusiasmaron sus fotografías fue a la CNT-FAI, que reprodujeron sus retratos de libertarias y libertarios en las calles de Barcelona y en el cuartel del Bruc –rebautizado Bakunin– en folletos, postales y un libro de promoción.
Chófer de la aviación republicana en el último tramo de la guerra, Campañà huyó en la retirada hacia Francia dejando la familia en Barcelona. Pero en Vic dio la vuelta y se entregó a los franquistas en el cuartel del Bruc, donde tan bien había retratado a los anarquistas. Allí, por casualidad, se cruzó con José Ortiz Echagüe, ingeniero militar, piloto y fotógrafo, al que conocía bien. “Vete a casa”, le dijo Echagüe depurándolo en unos segundos. Todo fue más cinematográfico todavía: habiendo participado inicialmente en la retirada, acabaría fotografiando –además del desfile de los vencedores– los coches abandonados por los republicanos en los barrancos de Portbou.
Llegada al Hospital Clínico de un niño herido por los bombardeos de la aviación italiana sobre Barcelona en 1937. FOTO A. CAMPAÑÀ (.) Relajación en la avenida Diagonal de Barcelona a la espera de un desfile de la FAI en verano de 1936. FOTO A. CAMPAÑÀ (.) Manifestación de mujeres exigiendo la entrega de mayores raciones de pan en el edificio de La Pedrera, sede de la Conselleria de Proveïments de la Generalitat. FOTO A. CAMPAÑÀ (.)
Con las tropas franquistas llegó el fotógrafo barcelonés Josep Compte Argimon, encargado de depurar los archivos fotográficos. Ante la derrota, cada uno hizo la maleta que pudo. Capa extravió una en México. Centelles la guardó en Francia. Pérez de Rozas esquivó la censura depositando sus imágenes en el Arxiu Històric de Barcelona. Brangulí entregó algunos negativos y escondió la mayoría. Otros no pudieron hacer ninguna maleta: las fotografías de Casas, Torrents, Puig Farran o Badosa fueron incautadas o destruidas.
Campañà no quiso entregar su mirada. Depositó su gran retrato de la Barcelona en guerra –más de cinco mil negativos y unos 700 positivados– en el Arxiu Mas de Casa Amatller para retirarlas un par de años después: si la CNT-FAI había utilizado sus fotografías para exaltar la revolución ácrata, ahora eran los franquistas los que ilustraban la “barbarie rojo-separatista” con algunas de sus imágenes en dos libros. El fotógrafo cerró su mirada de la guerra en las dos cajas rojas y las olvidó en el fondo del garaje de su casa. Dos cajas que ahora se han descubierto: con su contenido, la editorial Comanegra prepara un libro.
Saqueo de la compañía marítima italiana Cosulich Lloyd Triestina en la Rambla en julio de 1936. FOTO A. CAMPAÑÀ (.) Una mujer conduce un tranvía de la línea entre plaza Catlunya y Vallvidrera. FOTO A. CAMPAÑÀ (.) El desaparecido Hotel Colón de plaza de Catalunya con imágenes de Lenin y Stalin en 1937. FOTO A. CAMPAÑÀ (.) Coche abandonado por los republicanos en su drámatica retirada ante el avance final del ejército franquista. FOTO A. CAMPAÑÀ (.)
“Nunca quiso que se supiera que había hecho fotos de la guerra”, dice su hijo Antoni. “Fotografió con amargura y tristeza la guerra y este mismo sentimiento le impide difundir sus imágenes, que se mantienen en su mayoría inéditas en sus archivos”, escribió Marta Gili en 1989. Nunca quiso enseñar a nadie sus fotografías de guerra. Pero, pudiendo hacerlo, tampoco las destruyó. Es eso inexplicable que une al fotógrafo con sus imágenes. ¿O no tiene un punto inexplicable que las más hermosas imágenes de libertarios que quemaron iglesias –al menos, las que más les gustaron a ellos– las hiciera un cámara católico practicante que siempre llevaba una medalla de la Virgen? Por más tristeza y amargura que contengan, destruir esas fotografías habría sido destruir su propia mirada. Habría sido destruirse.
Una de las cajas encontradas en el garaje de la vivienda de Sant Cugat en la que Campañà escondió sus fotografías de la Guerra Civil (.)
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