Mapa del ataque inglés a Buenos Aires realizado por un soldado español
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A final del siglo XIX Barcelona se convirtió en la meca de esta doctrina y, por ende, en un lugar más que peligroso en el que se vivieron muchas situaciones violentas
Atentado contra el general Martínez Campos. Foto: Wikipedia
Por Álvaro Van den Brule || El Confidencial
El individuo ha luchado siempre por no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
Friedrich Nietzsche.
La contestación de la turbamulta (ideologizada básicamente contra la burguesía) con su némesis natural, “los malos” (por decirlo de alguna manera), estaba básicamente localizada en las dos esquinas fronterizas de la zona pirenaica. País Vasco y Cataluña, por meras y privilegiadas conjunciones geopolíticas tiraban del resto del país por su ventajosa localización estratégica y cercanía hacia los mercados del resto de Europa.
Barcelona despertaba al fenómeno anarquista como respuesta de este al matonismo de la patronal y a las durísimas condiciones laborales
Autodidacta ecléctico, era un sujeto culto y elegante; atusado y bien parecido; con los zapatos de betún sobrado y bien abrillantados; parecía un galeno, profesor de universidad o un atildado burgués de fortuna sobrevenida. Este extraño sujeto estaba a la espera de hacerse notorio en medio de una multitud donde había mucha laca, gomina y oro refulgente mezclado, todo ello aderezado con clavo y naftalina para ahuyentar a las malvadas polillas, invitadas entrometidas sin presentación ni pedigrí.
Este parsimonioso elemento, aguardaba periódico en mano su momento estelar para vengarse de lo que él entendía un agravio contra la clase trabajadora, que según su parecer no abarcaba a la totalidad de los que de alguna forma son el constructo de la riqueza. Esto es, los que invierten para crearla y multiplicar sus beneficios y por ende crear consumo para, por extensión, generar a su vez más riqueza a través de esta lícita ambición de ser más por el hecho de tener más, y porque no, también como elementos dinamizadores de la sociedad. No hay peor ciego que el que no quiere ver. En esta creencia, no entraban en la ecuación los que podían poner el dinero e invertirlo en ideas productivas, ya que según estos ideólogos de la perfección política, eran opresores y punto. Por consiguiente, Barcelona se convirtió en un lugar muy pero que muy inseguro en esa cadena sinfín de acción–reacción. La cuadratura del círculo es más fácil conseguirla en la geometría que en la política.
El caso es que un odio potentemente armado de antinomias o argumentos controvertidos entre dos aguas, falsos y verdaderos a su vez, lo tenían detenido en una esquina de una frecuentada calle de la Barcelona de principios de siglo, fabril y bulliciosa; culta a través de su gran masa de intelectuales y con su particular 'seny' (hoy condenado irremisiblemente por la pérdida de las formas), con unos arrabales deprimentes, donde la población de aluvión se vestía de agujetas que más parecían escamas de dolor. Los 'charnegos', como así llamaban a la inmigración interior los de la aristocracia local, fugitivos del hambre y condenados al olvido por el estado, gentes huérfanas de suerte provenientes de lugares remotos del sur seco de la península donde solo había desolación y desesperanza, vivían en condiciones lamentables por no decir inhumanas.
En ese caldo de cultivo, una doctrina de iluminados de fuertes convicciones –y quizás hasta tal vez visionarios– seducían a los marginados con promesas e ideas que parecían seductoras milhojas de ‘delicatesen’. Por lo tanto, para aquella turba de descalzos con aspiraciones, nada había que perder.
Una doctrina de iluminados de fuertes convicciones –y tal vez visionarios– seducían a los marginados con promesas e ideas que parecían atractivas
En un intento de atentado contra el general Martínez Campos, dos artefactos ocasionaron heridas a una docena de personas
En el verano de 1937 el mando republicano pone en marcha una ofensiva en el frente del Ebro con la intención de tomar Zaragoza y distraer tropas del frente del norte. Entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937 se plantea la conquista de la población de Belchite, que estaba bien defendida.12
La operación republicana no solo tenía razones de orden militar, sino también político, ya que el gobierno central estaba preocupado por la influencia de los anarquistas de la CNT en el Consejo Regional de Defensa de Aragón (el cual funcionaba en la práctica como un gobierno independiente) y de las columnas de milicianos de CNT y POUM en el frente de Aragón.
Mapa del asalto republicano a Belchite en agosto-septiembre de 1937.El plan republicano era atacar simultáneamente por tres puntos fundamentales y cinco secundarios en dirección a Zaragoza en una franja central de 100 km entre Zuera y Belchite. El dividir las fuerzas atacantes entre siete puntos distintos tenía por objeto dificultar el contraataque franquista, así como ofrecer el menor blanco posible a los ataques aéreos.
Participan 80.000 hombres del recién formado Ejército del Este y las XI y XV Brigadas Internacionales; al mando de "Walter" (Karol Swierczewski), iba la 35ª División, que ahora incluía la XV Brigada Internacional (británicos, canadienses y americanos); tres escuadrillas de la aviación republicana con Polikarpov I-16 (moscas), Polikarpov I-15 (chatos) (unos 90 aviones en total) y 105 carros T-26 soviéticos.
En los dos primeros frentes (norte y centro) solo se logró ocupar terreno vacío. En el frente sur las poblaciones de Quinto, Mediana y Codo estaban escasamente guarnecidas y cayeron en poder del ejército republicano el 26 de agosto, aunque las tropas republicanas de la 11ª División (mandada por Enrique Líster) y de la 24ª División gastan algunos días más en reducir los núcleos de resistencia del ejército sublevado que van quedando atrás, deteniendo el avance hacia Fuentes de Ebro.
Las tropas de la 45.ª División Internacional, dirigidas por Emilio Kléber, llegaron a seis kilómetros de Zaragoza y amenazaron directamente la ciudad, pero no lograron lanzar un ataque contra ella. Mientras tanto, las Divisiones 11.ª y 35.ª se tuvieron que dedicar a eliminar un foco de resistencia en la localidad de Belchite, en torno a la cual se habían concentrado varios miles (entre 3.000 y 7.000 según las fuentes) de combatientes franquistas dirigidos por el comandante y alcalde de la población Alfonso Trallero.
Al pie del cañón, cuadro del artista Augusto Ferrer-Dalmau que recrea la batalla de Belchite.Los primeros combates en torno a Belchite ocurrieron los días 24 y 25 de agosto. El día 26 la población quedó completamente cercada. Parapetados en fortificaciones de hierro y cemento y disponiendo de varios nidos de ametralladoras, los franquistas aprovecharon los edificios de Belchite para instalar su dispositivo cerrado de defensa, colocando sacos de arena como barricadas en las calles de la localidad, además de carros y escombros, todo ello para retardar el avance de las fuerzas republicanas que trataban de reducir la bolsa. Las tropas franquistas estaban bien pertrechadas para resistir un largo asedio, pero el Ejército republicano no podía permitirse perder tiempo y por eso decidió asaltar la ciudad. Se sucedieron duros combates callejeros en medio del intenso calor del verano aragonés. A los sitiados se les cortó el agua y la falta de comida y suministros médicos empezó a hacerse notar a medida que la intensidad de la lucha aumentaba.
El asalto final le fue encomendado a la XV Brigada Internacional. El 31 de agosto los brigadistas lograron llegar a la fábrica de aceite. Al día siguiente la aviación republicana atacó sistemáticamente el casco urbano; El 3 y el 4 de septiembre tuvieron lugar combates casa por casa en los que fueron cayendo los últimos reductos franquistas. En la madrugada del día 5 al 6 los últimos defensores que resistían en el ayuntamiento intentaron la huida a la desesperada. Unos trescientos consiguieron cruzar las líneas republicanas y de ellos unos ochenta llegaron a Zaragoza. El alcalde-comandante Trallero murió en los combates mientras manipulaba un mortero en la Plaza Nueva, así como otros vecinos de la localidad.
Las tropas franquistas lanzaron desde Zaragoza una contraofensiva el 30 de agosto para socorrer Belchite, pero fue detenida por la 45ª División de Kléber y no logró, por tanto, evitar que la localidad cayera en poder del Ejército Popular de la República.
FELIZ NAVIDAD
CUARTEL GENERAL 101a División Aerotransportada
Oficina del Comandante de División
24 de diciembre de 1944
¿Qué tiene Merry de todo esto? Estamos peleando, hace frío, no estamos en casa. Todo es cierto, pero ¿qué ha logrado la orgullosa División Águila con sus dignos camaradas, la 10ª División Blindada, el 705º Batallón de Destructores de Tanques y todos los demás? Solo esto: hemos detenido en seco todo lo que se nos ha lanzado desde el norte, este, sur y oeste. Tenemos identificaciones de cuatro Divisiones Panzer alemanas, dos Divisiones de Infantería Alemanas y una División de Paracaidistas Alemana. Estas unidades, que encabezaban la última arremetida alemana desesperada, se dirigían directamente hacia el oeste hacia puntos clave cuando se ordenó apresuradamente a la División Águila que detuviera el avance. La eficacia con la que se hizo esto se escribirá en la historia; no solo en la gloriosa historia de nuestra División, sino en la historia mundial. Los alemanes realmente nos rodearon, sus radios anunciaron nuestra perdición. Su Comandante exigió nuestra rendición con la siguiente arrogancia imprudente:
22 de diciembre de 1944
“Al comandante estadounidense de la ciudad cercada de Bastogne.
La suerte de la guerra está cambiando. Esta vez, las fuerzas estadounidenses en y cerca de Bastogne han sido rodeadas por fuertes unidades blindadas alemanas. Más unidades blindadas alemanas han cruzado el río Ourthe cerca de Ortheuville, han tomado Marche y han llegado a St. Hubert pasando por Hompres-Sibret-Tillet. Libramont está en manos alemanas.
Solo hay una posibilidad para salvar a las tropas estadounidenses rodeadas de la aniquilación total: esa es la rendición honorable de la ciudad rodeada. Para pensarlo en un plazo de dos horas se concederá a partir de la presentación de esta nota.
Si esta propuesta fuera rechazada, el Cuerpo de Artillería alemán y seis batallones A. A. pesados están listos para aniquilar a las tropas estadounidenses en Bastogne y sus alrededores. La orden de disparo se dará inmediatamente después de este plazo de dos horas.
Todas las graves pérdidas civiles causadas por este fuego de artillería no corresponderían a la bien conocida humanidad estadounidense.
El comandante alemán ”
22 de diciembre de 1944
“Para el comandante alemán:
NUECES !
El comandante estadounidense ”
Weapons and Warfare
Hitler en la foto junto a Speer, Breker y Giesler. La Torre Eiffel se puede ver al fondo.
El domingo 23 de junio de 1940 Adolf Hitler regresó a Francia para su infame visita a París. Estuvo acompañado por sus arquitectos favoritos Albert Speer y Hermann Giesler. El aspecto artístico de la fiesta se completó con la incorporación de Arno Breker, el escultor favorito de Hitler. Tanto Giesler escribiendo en 'Ein Anderer Hitler' como Breker en sus memorias afirman que el viaje tuvo lugar el domingo 23 de junio. Sin embargo, escribiendo en su libro 'Inside the Third Reich' Speer cita erróneamente la fecha como 28 de junio de 1940, pero como describe el momento en que entró en vigor el armisticio como parte del viaje, la fecha del 28 de junio es claramente un error en su parte. Giesler recordó más tarde lo sorprendido que estaba al ser detenido por la policía vienesa y escoltado al aeropuerto de Viena, donde lo colocaron en un avión de mensajería con destino a Francia. Sin embargo, había un propósito detrás de la decisión de Hitler de incluir a los artistas. A nivel personal, a Hitler no le importaba nada la legendaria ciudad y solo le interesaba París por su arquitectura. Los miembros civiles de su séquito estaban allí para imaginar cómo la ciudad podría ser superada por el nuevo Berlín visualizado por Hitler como la ciudad más grande e imponente del mundo. Para mezclarse con el fondo, el artista y los arquitectos se equiparon con uniformes militares.
Acompañado por este inusual séquito y un equipo de filmación, Hitler recorrió las calles desiertas de la capital francesa en las primeras horas de esa infame mañana de domingo.
Tenemos la suerte de tener un registro completo del día que fue publicado en el libro 'Ein Anderer Hitler' de Hermann Giesler, que contiene una descripción completa de un testigo ocular de su famosa visita a París el 23 de junio de 1940. En el proceso, Giesler también proporciona un relato completo de sus propias conversaciones personales con Hitler sobre los amplios planos arquitectónicos de las ciudades de Berlín, Múnich y Linz, que se preveía que encarnarían el concepto Grossdeutschland (Gran Alemania).
Giesler comienza cuando un destacamento de la policía lo detuvo el 22 de junio de 1940 cuando se dirigía a una obra en construcción cerca de Viena y le ordenó que se dirigiera al aeropuerto de Viena. Allí, abordó un Ju esperando. 52 avión de mensajería que aterrizó en una pista de aterrizaje en el norte de Francia, tras lo cual fue conducido al cuartel general de Adolf Hitler en Brûly-de-Peche, al norte de Sedan. El armisticio estaba programado para comenzar el día siguiente a la medianoche. Tan pronto como se encontraron, Hitler no perdió tiempo en relatarle a Giesler sus opiniones personales sobre su gran triunfo y su deseo de ver París lo antes posible.
—Está bien, Giesler, en ese momento no tenías forma de saberlo, pero yo confiaba en mi plan estratégico, los detalles tácticos esenciales y mi fe en el poder de combate de las fuerzas armadas alemanas. A partir de ahí, el calendario sabiamente planeado avanzó de forma natural. Recuerdo que durante el invierno [de 1939] te invité a que vinieras conmigo a París; He invitado a Breker y Speer a venir. Con mis artistas, quiero mirar París. Partiremos temprano en la mañana ".
En compañía de Arno Breker y Albert Speer, Hitler, junto con su personal y ayudantes de campo, disfrutaron de una sencilla cena juntos en dos largas mesas en una sencilla cabaña. A Giesler le sorprendió la falta de triunfalismo.
“No hubo actitud triunfal, ni voces retumbantes, sólo dignidad sombría. Los rostros de los que ostentaban la autoridad aún mostraban los signos de la tensión de las últimas semanas. Me consideraba indigno del honor de sentarme con ellos ".
La fiesta partió de Brûly-de-Peche a las 4 de la mañana en el Ju privado del Führer. 52 y aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget, donde los esperaba una flota de Mercedes descapotable. Hitler ocupó su lugar habitual en el asiento del pasajero delantero y se le unieron Speer, Breker, Giesler, el ayudante de las SS Schaub y su oficial de ordenanza, el coronel Speidel.
“El antiguo agregado militar de París nos adelantó como guía. Con nuestras luces tenues solo podíamos ver las siluetas de los edificios. Pasamos puntos de control: los guardias salieron y saludaron; se podía detectar que el armisticio aún no estaba plenamente en vigor. Adolf Hitler se sentó frente a mí y recordé la última noche de invierno cuando habló sobre París, y recordé su confianza en que vería la ciudad pronto. Ahora su deseo se estaba volviendo realidad. Pero no vino a París como Comandante Supremo de la Wehrmacht alemana, llegó como Bauherr (jefe de construcción) de las nuevas ciudades alemanas que ya había imaginado con sus nuevos aspectos. Vino aquí para comparar arquitectura, para experimentar el ambiente de la ciudad en compañía de sus dos arquitectos y un escultor, aunque nos acompañó un séquito militar, soldados que sin duda se habían ganado el honor de ver la capital francesa con él. '
Desde el Étoile se dirigieron al Trocadero, contemplando el coloso del siglo XIX, la Torre Eiffel, al otro lado del Sena desde la gran terraza del Palais Chaillot. Fue aquí donde Hoffmann tomó sus fotografías icónicas que muestran a Geisler y Hitler. Giesler recordó que entabló una larga conversación con Hitler en ese momento del proceso.
“Adolf Hitler me dijo que considera la Torre Eiffel no solo como el comienzo de un nuevo estándar de edificios, sino también como el comienzo de un tipo de ingeniería tectónica. "Esta torre no solo es sinónimo de París y la exposición mundial en ese momento, sino que será un ejemplo de clasicismo y marca el comienzo de una nueva era". Con esto se refería a la era de la tecnología moderna con nuevos horizontes y dimensiones (Groessenordnungen), en ese momento inalcanzable. Lo que vino a continuación fueron puentes de grandes luces, edificios con grandes dimensiones verticales que, gracias a cálculos de ingeniería exactos, ahora podían formar estructuras icónicas. Pero solo a través de la armonización entre ingenieros, artistas y arquitectos pudo ver la posibilidad de una mayor creatividad. El clasicismo, al que tenemos que apuntar, solo puede alcanzarse mediante la tectónica con nuevos materiales, siendo el acero y el hormigón armado los definitivos y esenciales.
Continuamos conduciendo y nos detuvimos brevemente en un palacio de la ciudad bien proporcionado, que sería la futura embajada alemana. Adolf Hitler dio órdenes particulares para su renovación con el apoyo de los conservadores franceses.
A continuación, Adolf Hitler mostró su decepción con el Panteón en la parte superior del Barrio Latino al abandonar el edificio abruptamente. De nuevo al aire libre, negó con la cabeza y suspiró.
“Dios mío, no se merece su nombre, si piensas en el Panteón Romano con su interior clásico, la iluminación única del techo abierto, combina dignidad con gravedad. Y luego miras eso ”, y señaló hacia atrás,“ más que sombrío incluso en este brillante día de verano ”. Cuando regresaban a su automóvil, algunas mujeres los vieron, gritando: c'est lui, ese es él.
`` Dimos la vuelta y condujimos por la rue de Castiglioni hasta la Place Vendôme, con su famosa columna en esta plaza de magníficas formas, luego la rue de la Paix hasta la Place de l'Opéra, con una vista elevada de lo vivo, aunque algo teatral, fachada de la Ópera, ahora con mucha luz. “Ciertamente”, me dijo más tarde; “Es muy decorativo, un poco demasiado rico, pero obviamente se ajusta al gusto del estilo de esa época. Al planificar nuestra arquitectura, apuntaremos a un clasicismo de formas más severas y afiladas, según nuestro carácter. Lo que he visto en París me obliga a comparar los logros de la arquitectura alemana del mismo período: Gilly, Schinkel, Klenze, Hansen y Semper, y Siccardsburg con su Ópera de Viena; soy de la opinión de que pueden ocupar su lugar. Por no hablar de las grandes creaciones de los arquitectos barrocos como Lukas Hildebrandt, Fischer von Erlach, Balthasar Neumann, Prandtauer y otros. Lo que los alemanes extrañan es la continuidad y la persistencia en sus objetivos arquitectónicos, pero esto todavía es reconocible en la Alemania de la Edad Media con las catedrales y cúpulas de las comunidades de la ciudad y los edificios barrocos de las casas reales ".
Cuando Cristóbal Colón tocó tierra tras su travesía del Atlántico, en 1492, no imaginaba todavía que cambiaría el curso de la historia para siempre.
Tampoco pensaría que de allí a pocos años desencadenaría una lucha entre las dos mayores potencias económicas y militares de la época, España y Portugal, por hacerse con las riquezas de ese territorio aún desconocido para los europeos.
Dos años después, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y el de Portugal, Juan II, llegaron a un compromiso y firmaron en Tordesillas (entonces Reino de Castilla) un pacto para repartirse las tierras "descubiertas y por descubrir" fuera de Europa.
Más de 500 años después, el mapa latinoamericano sigue exhibiendo la herencia cultural de esa lucha: desde los cañones del río Bravo hasta las frías laderas de la Tierra del Fuego, los idiomas más hablados son el español y el portugués.
Pero, mientras el castellano se habla en 19 Estados distintos, el portugués sigue siendo la lengua oficial de uno solo, Brasil.
¿Por qué la América española se fracturó en tantos países mientras que la América portuguesa quedó sustancialmente igual que en la época de la colonización?
Hay varias razones que explican este acontecimiento y los historiadores no siempre coinciden.
Una de las causas tiene que ver con la distancia geográfica entre las ciudades de las antiguas colonias y la forma en que eran administradas por sus respectivas metrópolis.
Según el historiador mexicano Alfredo Ávila Rueda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aunque la América portuguesa - el actual Brasil- tenía unas dimensiones continentales, la mayor parte de la población se concentraba en las ciudades costeras y la distancia entre ellas eran menores que las que había en la América española.
Ésta estaba formada por cuatro grandes virreinatos: Nueva España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Cada uno de ellos respondía a la Monarquía Hispánica, era administrado localmente y tenía pocos vínculos con los otros.
Además se crearon varias capitanías, como las de Venezuela, Guatemala, Chile y Quito, que tenían gobiernos independientes de los virreinatos.
"La administración española se estableció alrededor de dos centros principales: México y Lima. Eso no sucedió en Brasil, donde la administración era mucho más centralizada", explica el historiador mexicano.
Otra diferencia, según el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, está relacionada con la formación de las elites en los dos imperios coloniales.
"En Brasil, la élite era mucho más homogénea ideológicamente que la española", explica Carvalho, y esto se debió a que el país luso nunca permitió la creación de universidades en su colonia. Hasta los colegios de enseñanza superior se crearon sólo después de la llegada de la corte en Brasil, en 1808.
Por lo tanto, los brasileños que querían tener educación universitaria tenían que viajar a Portugal.
"Ante la petición de crear una escuela de Medicina en Minas Gerais, en el siglo XVIII, la respuesta de la Corte fue: 'ahora piden una facultad de Medicina, en poco tiempo van a pedir una facultad de Derecho y luego van a querer la independencia'", ejemplifica el historiador brasileño.
Una vez formados - 1.242 estudiantes brasileños pasaron por la Universidad portuguesa de Coimbra entre 1772 y 1872- esos ex alumnos volvían a Brasil y ocupaban cargos importantes en la administración de la colonia, lo que, en opinión de Carvalho, favoreció un sentimiento de unidad en la colonia, garantizó la obediencia a la corte real y generó confianza en las virtudes del poder centralizado.
Por el contrario, durante el mismo período, 150 mil estudiantes se formaron en las academias de la América española. En las colonias había al menos 23 universidades, tres de ellas sólo en México.
Por esta razón, argumenta el historiador, los movimientos de independencia en la América española comenzaron a ganar fuerza, en el siglo XIX, sobre todo en los lugares donde había universidades y prácticamente todos los lugares donde había una universidad acabaron dando origen a un país diferente.
El historiador Ávila Rueda, sin embargo, rechaza esta última hipótesis. "Estas universidades eran en su mayoría reaccionarias, aliadas de la Corona española", asevera.
"La Universidad de México, por ejemplo, era reaccionaria a tal punto que, en 1830 -tras la independencia- el gobierno mexicano decidió cerrarla porque creía que no sería posible reformarla", añade.
El catedrático mexicano asegura que la circulación de periódicos, libros y folletos en la América española - que, en cambio, no estaba permitida en la América portuguesa (la prohibición se levantó solo en 1808, con la llegada de la corte portuguesa a Brasil)- tuvo un papel mucho más relevante en la construcción de las identidades regionales que las universidades.
Al mismo tiempo, en la América española las elites locales nacidas en las colonias, los así llamados "criollos" (grandes propietarios de tierras, arrendatarios de minas, comerciantes y ganaderos) eran despreciados por los nacidos en España, los Peninsulares.
Sin embargo, hasta 1700, cuando España era gobernada por la dinastía de los Habsburgo, las colonias tuvieron bastante autonomía. Pero todo cambió con las reformas borbónicas llevadas a cabo por el rey Carlos III.
En aquel momento España necesitaba aumentar la extracción de riqueza de sus colonias para financiar sus guerras y mantener su imperio.
Para lograrlo, la Corona decidió expandir los privilegios de los Peninsulares, que pasaron a ocupar los cargos administrativos anteriormente destinados a los criollos.
Paralelamente, las reformas realizadas por la Iglesia Católica redujeron los papeles y los privilegios del clero más bajo, que también estaba formado en su mayoría por criollos.
Según los historiadores, tal vez la razón más importante para explicar el mantenimiento de la unidad de Brasil fue la huida de la familia real portuguesa.
En 1808, después de que el ejército de Napoleón Bonaparte invadiera Portugal, el príncipe regente João huyó a Río de Janeiro y trasladó consigo toda la corte y el aparato gubernamental: archivos, bibliotecas reales, la tesorería y hasta 15 mil personas.
Río de Janeiro se convirtió entonces en la sede político-administrativa del imperio luso y la presencia del rey en territorio brasileño sirvió como fuente de legitimidad para que la colonia se mantuviera unida.
"Si João no hubiera huido a Brasil, el país se habría dividido en cinco o seis estados distintos y las zonas económicamente más próspera, como Pernambuco y Río de Janeiro, habrían logrado su independencia", señala Carvalho.
En España, la invasión del general francés obligó al rey Carlos IV y a su hijo, Fernando VII, a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José, que más tarde se convertiría en José I de España.
Esto generó un vacío de poder.
Varias juntas administrativas de las colonias se negaron a recibir órdenes de Napoleón y se mostraron fieles a su autonomía y a Fernando VII.
Sin embargo, cuando el monarca español recobró su trono, intentó usar la fuerza para restablecer la sumisión de las colonias.
Pero la mayor experiencia de autogobierno madurada por los criollos, la política discriminatoria hacia ellos por parte de la Corona Española y los ideales iluministas popularizados por las revoluciones americana y francesa atizaron las rebeliones y, entre 1809 a 1826, se libraron a lo largo del continente las sangrientas guerras de independencia.
Por otro lado, cuando Napoleón fue derrotado, João VI creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve y mantuvo la capital en Río de Janeiro hasta que la corte exigió su regreso a Lisboa, en 1820, y la aceptación de una constitución liberal.
João VI dejó la administración de Brasil en manos de su hijo Pedro. Éste declaró la independencia del país en 1822 y estableció una monarquía constitucional con él como monarca.
Las preocupaciones económicas y sociales también contribuyeron fuertemente a asegurar la unidad de Brasil.
Según el historiador estadounidense Richard Graham, profesor emérito de la Universidad de Texas y considerado uno de los mayores expertos en historia de América Latina en Estados Unidos, los terratenientes y los hombres más ricos de las ciudades acabaron aceptando la autoridad central por dos razones: la amenaza de desorden social y la legitimidad del poder monárquico.
Aunque Brasil logró su independencia sin tener que recurrir a la fuerza militar, los líderes de la región buscaban una mayor libertad de la capital, Río de Janeiro, dice Graham.
Pero, con el tiempo, percibieron que el autogobierno regional o la independencia podrían debilitar su autoridad tanto sobre los esclavos como sobre las clases inferiores en general. Es decir, temían el desorden social.
Según datos de The Trans-Atlantic Slave Trade Database -un proyecto internacional de catalogación de datos sobre el tráfico de esclavos al que participa, entre otros, la Universidad de Harvard- entre 1500 y 1875, la América española recibió 1,3 millones de esclavos traídos de África.
En el mismo período, solo en Brasil desembarcaron casi 5 millones. Ningún otro lugar del mundo recibió tantos esclavos.
"La clase dominante temía que los esclavos pudieran aprovecharse de sus divisiones internas para rebelarse" como ya había pasado en Haití, añade.
En la América española, por otro lado, "las élites aprendieron que podían gobernar muy bien con una población inquieta", explica el historiador estadounidense.
"Todos los países hispanoamericanos tomaron medidas que pretendían acabar con la esclavitud. Muchos mestizos (y en algunos casos, como el de Venezuela, los mulatos) tenían el mando de las fuerzas militares y eran a menudo recompensados con posesión de tierras tomadas de los leales a la corona", afirma Graham.
Pero ¿por qué las fronteras de los países recién independizados en la América española no se mantuvieron iguales a las de los cuatro virreinatos?
Es decir, ¿por qué hubo tanta fragmentación?
"En la época colonial, el concepto de frontera era distinto al de los Estados modernos", explica el historiador Ávila Rueda. "Por aquel entonces regía un sistema de jurisdicciones que a veces se sobreponían unas a otras".
Para entenderlo mejor, Ávila Rueda cita el caso del virreinato de Nueva España, un territorio que comprendía parte de Estados Unidos, México y Centroamérica.
"Creemos que el virreinato de Nueva España se mantuvo como un país unido, que corresponde al México actual. Pero nos olvidamos que después de la independencia surgió el imperio mexicano, que incluía la actual América Central. Posteriormente, con la disolución del imperio mexicano, se establecieron la federación mexicana y la federación centroamericana, que más tarde se desintegraría en otros países", relata Ávila Rueda.
De la misma manera "hubo un proceso de fragmentación en toda la América española", añade. "Algunas de estas provincias formaron confederaciones para tener mayor fuerza militar y defenderse de otros enemigos, y otras fueron unidas a la fuerza, como hizo Simón Bolívar".
Graham coincide con la tesis de Ávila Rueda. "Si te independizas de España, ¿por qué querrás quedar sometido a los mandos y desmanes de, por ejemplo, Buenos Aires? Las fronteras actuales de los países de América Latina tardaron en consolidarse y fueron en muchos casos el resultado de disputas internas que acontecieron después de la independencia", explica.
Pero es importante recordar que también en la América española hubo planes de unificación que no prosperaron.
En 1822 Simón Bolívar y José de San Martín, dos de las figuras más importantes de la descolonización, se reunieron en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, para discutir el futuro de la América Española.
Bolívar era partidario de la unidad de las ex colonias (él fue quien forzó la unificación de Colombia y Venezuela) y la formación de una federación de repúblicas.
San Martín, en cambio, defendía la restauración de la monarquía bajo la forma de gobiernos liderados por príncipes europeos.
La idea de Bolívar volvió a ser discutida en el Congreso de Panamá, en 1826, pero acabó rechazada.
¿Y si España hubiera transferido la corte a las Américas como hizo Portugal?
El historiador estadounidense William Spence Robertson cita en uno de sus artículos la frase pronunciada en 1821 por un observador español: "México no aceptaría las leyes sancionadas en Lima, ni Lima aceptaría las leyes sancionadas en México".
"La pregunta principal es dónde habría elegido establecerse el monarca. No creo que México habría permanecido leal a un rey establecido en Lima y no en Madrid", afirma Graham.
"Pero es cierto que si Fernando VII se hubiera trasladado la corte a las Américas, hoy habría menos divisiones de las que en realidad ocurrieron", añade.
Porque, según Graham, los reyes garantizan la legitimidad del poder.
Pero el proceso de unificación territorial en Brasil tampoco fue totalmente pacífico.
Hubo movimientos de carácter independentistas en Minas Gerais (1789), en Bahía (1798) y en Pernambuco (1817), aunque esas revueltas fueron fomentadas más por un sentimiento de autonomía que por el deseo de ruptura entre la colonia y la metrópoli.
Según Ávila Rueda, "considerado que en la América portuguesa no hubo una guerra de independencia, sino una continuidad con el traslado de la corte, el gobierno de Río de Janeiro tenía más fuerza para reprimir estas rebeliones."
"En cambio, el gobierno de México no tenía fuerza suficiente para evitar el desmembramiento de Centroamérica, así como tampoco el gobierno de Buenos Aires en relación a Uruguay o Paraguay", concluye.
Con la colaboración de Angelo Attanasio, de BBC Mundo.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre de 2018.