HMS Dreadnought, el acorazado que inició una era
Pintura: Daniel Bennechec
Para comprender el significado del título hay que recordar que el buque origen del acorazado moderno, el Dreadnought, marcó un hito en la combinación de poder naval y tecnología. En su caso, se advierte una ruptura radical con el lento proceso de evolución que había llevado gradualmente al desarrollo del buque de guerra desde las galeras Salamina y Actio hasta el galeón y desde allí al buque de línea nelsoniano, para luego incorporar el vapor y el acero en su diseño y propulsión. Con el Dreadnought, por primera vez, se abandonaba el uso tradicional y se lo reemplazaba por los limites de la tecnología vigente, nacía por tanto el concepto de State of the Art.
Pero ¿qué es aquello que transformó el poder naval del mundo contemporáneo? El Dreadnought pudo ser un buque más de los cientos que se construían en la principal potencia del mundo durante los primeros años del siglo XX. Sin embargo, cuando la quilla de este buque simultáneamente conoció la mar y a la bandera británica en 1905, su sola existencia presagiaba una nueva competencia por el poder y el predominio marítimo mundial. Con él nacían los acorazados monocalibres, naves que revolucionaban la clásica construcción de buques capitales. Su armamento monocalibre permitía el tiro por salvas, lo que hasta esa época sólo había sido teoría; su andanada superaba en 600 Kg. a la de sus contemporáneos. Con su gran alcance, podía imponer el combate a larga distancia con sus piezas pesadas que, hasta entonces, sólo se empleaban para rematar de cerca a los buques enemigos previamente averiados por la artillería media. Con este hecho, cada país que se preciaba de importante, vio con asombro el gran avance tecnológico de la marina británica e inició el desarrollo de sus propias variedades de la nueva maravilla de la tecnología, en lo posible, mejorando el modelo original. Con lo anterior, a partir de 1905 poseer un acorazado tipo Dreadnought significó asegurarse el prestigio de poseer el buque mas sofisticado del mundo, que aparte de entregar a su Marina de Guerra el poder físico de disuación y fuerza, donaba además importantes laureles a la totalidad de la industria nacional del país dispuesto a asumir este desafío.
Debe pues señalarse que poseer un acorazado de este tipo significaba para las empresas siderúrgicas el desarrollo de aceros de blindaje más sofisticados y resistentes; para sus arsenales significaba trabajar arduamente en el diseño de artillería y proyectiles cada vez más potentes y poderosos y a su industria óptica le permitía desarrollar sistemas de control de fuego y telémetro más precisos. De cierta manera, y como tan bien lo planteara aquel testigo y nostálgico sobreviviente de aquella época, el Profesor Dr. Oscar Parkes, el Dreadnought fue " la más superlativa creación del hombre que jamás haya surcado las olas".
Pero más allá de esta razón de prestigio, en último término estos buques tenían que ser capaces de cumplir una misión mucho más específica y directa que el solo hecho de transmitir una sensación de orgullo en las paradas navales, y es quizás este mismo hecho real, el que los convertía en medidores tan eficientes del poder nacional.
La potencialidad que se medía en los acorazados a partir del tipo Dreadnought era a través del fuego de su artillería, que en términos comparativos, debía destruir a su potencial adversario, mientras que por otra parte, a través de su blindaje, la nave debía resistir de la mejor forma el fuego equivalente del enemigo. De lo antes expuesto, podemos afirmar que el acorazado se resumía, primordialmente, en una combinación de potencia de fuego sumado a un Staying power, término Británico que resume la capacidad de resistir la acción destructora enemiga mediante una combinación de resistencia pasiva y maniobra.La velocidad, otra variable de vital importancia, encontró en los Dreadnoughts una medida Standard, por cuanto requería tener presente las restricciones y concesiones que implicaba cualquier diseño, enfatizando siempre la potencia de fuego y el blindaje antes mencionado.
Pero antes de entrar a visualizar en detalle las características de nuestro objeto de estudio, hay que hacer hincapié en que su primera gran virtud la representa su armamento. Mientras hasta su época, las unidades pesadas de cualquier marina dividían su artillería principal en dos calibres, en este buque el armamento se concentraba en uno solo. La antigua división en cañones para "hundir acorazados", universalmente aceptados como de calibre 12 pulgadas (305 mm), embarcados normalmente en numero de cuatro, en torres o montajes a proa y popa, eran acompañados por cañones menores para "hundir destructores", de calibres que iban entre las 4 pulgadas (101´6 mm) hasta las 6 pulgadas (152 mm). Dispuestos normalmente en las bandas. La razón para esta selección estaba dada en que los cañones de más grueso calibre tenían una cadencia de tiro extraordinariamente baja, normalmente no superior a un disparo en más de un minuto, lo que impedía realmente una precisión digna de tal nombre en el fuego a larga distancia. De esa manera, los cañones menores, de mayor velocidad de tiro, en virtud a su fácil carga y puntería, se encargaban de "lisiar" a adversario, destruyéndole su artillería u otros elementos expuestos para luego permitir una aproximación a corta distancia para que las piezas de grueso calibre asumieran su rol de destrucción final. Los Dreadnought eliminarían esta distinción, concentrándose sólo el poseer el calibre más grueso -de ahí la denominación de "monocalibres"-, que merced al desarrollo de la tecnología, habían logrado aumentar en algo su velocidad de tiro. De esta manera, se confiaba en que con solo unos pocos impactos, el enemigo sería hundido, además de que permitía entrar en combate a mayores distancias, aprovechando así las ventajas del desarrollo reciente en sistemas ópticos de puntería y control de fuego. Sin dudas, en este planteamiento teórico, que pudo ser llevado a la práctica, los nuevos buques a partir de 1905, marcaron el inicio de una nueva época en la construcción naval de buques capitales.
Obviamente, este desafío iniciado por Gran Bretaña, tal como lo señalamos, no podía permanecer sin respuesta, y es así que rápidamente las demás potencias de Europa EEUU. y Japón pronto se lanzaron a una nueva competencia, en cuanto el nuevo invento había obligado a todas las marinas a partir de cero con respecto a buques capitales. Al enorme proceso de diseño y construcción corresponde en parte importante el periodo de la paz armada, imprimiendo la dinámica nacionalista que precipitó al mundo pocos años más tarde en los horrores de la Primera Guerra Mundial.
Siguiendo las teorías y los estudios del italiano Vittorio Cuniberti y el empeño y los conceptos operativos de sir John Fisher, el día 2 de Octubre de 1905 se puso la quilla del HMS Dreadnought, primer acorazado monocalibre del mundo. La botadura tuvo lugar el 10 de Febrero del año siguiente y, tras una prodigiosa rapidez en los trabajos de alistamiento, el buque estuvo terminado menos de un año después, prueba evidente del entusiasmo e interés que su construcción despertó entre militares, técnicos y maestranzas civiles.
Casco y superestructuras
El casco del Dreadnought tenía un largo castillo que daba a la proa una altura de bordas de 8´5 m. El castillo progresaba hacia popa para unirse a la toldilla, a fin de permitir el tiro "hacia delante" de las torres principales de 305 mm. en posición lateral. El conjunto castillo-toldilla se extendía por casi la mitad del buque.
Las líneas del casco, particularmente afinadas a proa y macizas a media eslora a fin de convertirlo en una plataforma verdaderamente estable, contribuían sensiblemente a la velocidad del buque (que alcanzaba los 21 nudos), aun contando con un aparato motor que desarrollaba tan solo 23.000 hp. La proa, de acuerdo con la tradición, terminaba en un espolón redondeado, mientras la popa era del tipo crucero. La maniobrabilidad quedaba asegurada por dos timones compensados paralelos, que actuaban detrás de las hélices y, obviamente, de las cuatro líneas de ejes.
Uno de los rasgos distintivos del buque era un gran palo trípode a popa de la chimenea proel, lo cual, debido a los humos de ésta, comportaba consecuencias negativas para la visibilidad desde la cofa del propio palo y para la señalización con banderas. Por otra parte, la posición de esta chimenea proel era demasiado cercana al puente de mando, en el que provocaba problemas de habitabilidad. Entre las torres popeles de 305 mm. se encontraba un segundo palo trípode, más pequeño y también con cofa. En ambos palos se hallaban instalados los telémetros principales.
La altura metacéntrica de la unidad era de 1´546 m. cifra demasiado alta que, si bien mejoraba la estabilidad (favorecida también por la especial forma del casco a la altura de la sección maestra), daba un momento de adrizamiento muy breve durante el balance. Para la dotación, el Dreadnought resultaba un buque de habitabilidad incómoda y dura.
A fin de hacerse una idea aproximada de las características del primer buque de batalla moderno, es interesante conocer sus diferentes exponentes de carga en el momento de su entrada en servicio:
Casco: 6.100 tm
Protección 5.000 tm
Armamento 3.100 tm
Aparato motor 2.050 tm
Otros pesos 1.650 tm
Protección
Cerca del 28% del peso del Dreadnought en desplazamiento a carga normal se debía a la protección: 5.000 toneladas de blindaje. La protección de los pañoles de munición residía en los mamparos internos de 500 mm. de espesor, mientras la protección de los pañoles de las dos torres dispuestas sobre los costados era de 102 mm, valor ciertamente exiguo, tratándose de pañoles situados junto a los costados.
La protección subacuática estaba confiada a dos mamparos longitudinales (uno por banda) antitorpedos y no acorazados. En cuanto a los mamparos divisorios, que se alzaban hasta 2´75 m sobre la flotación, no tenían aberturas para puertas estancas. Esta medida, al menos de forma teórica, debía permitir encajar la explosión de dos torpedos en cualquier zona del casco. Por otra parte, el buque disponía asimismo de redes contra torpedos, por entonces muy en boga y de uso casi generalizado, dotadas de sus respectivos botavantes.
En conjunto, la protección del Dreadnought fue considerada suficiente, pero no excesiva. Posteriores experiencias bélicas demostrarían que una protección de esas características resultaba insuficiente. Las 5.000 toneladas de blindaje estaban distribuidas, entre las diversas zonas vitales, del siguiente modo:
Cintura 1.950 tm
Cubierta 1.350 tm
Pañoles de munición 250 tm
Aparato motor 100 tm
Torres de grueso calibre 1.260 tm
Puesto de mando 100 tm
Aparato motor
La adopción de un aparato motor a base de turbinas Parsons permitió, a paridad de potencia, un notable ahorro de peso, respecto a las máquinas alternativas de los acorazados precedentes. La introducción de dichas turbinas fue idea del propio Fisher, que contó con el apoyo de Parsons, su constructor. Esta instalación resultó un gran éxito, que hubiera sido aún mayor si las calderas (debido al temor del Almirantazgo respecto a las disponibilidades de nafta) no hubiesen sido de combustión mixta.
Los consumos referentes a la potencia desarrollada eran muy bajos a mucho andar y demasiado elevados a poca velocidad: 17´5 toneladas por hora a 23.000 hp, y 11 toneladas por hora a 10.000 hp. Los resultados obtenidos durante la fase de proyecto y en las pruebas efectuadas en el canal de Haslar fueron valoradas de manera tan satisfactoria, que el famoso arquitecto naval Foudre no se avino a creer que una potencia tan limitada permitiese una velocidad superior a los 20 nudos. Cuando el Dreadnought fue objeto de las pruebas a plena potencia, alcanzó los 22´4 nudos, con una potencia de 24.700 hp.
Armamento
La autentica razón de ser del Dreadnought residía, junto con el aparato motor, en el armamento, con una solución monocalibre para la artillería principal, tal y como había sostenido Cuniberti y demostrado la batalla de Tsushima.
Para este buque se optó por la disposición de las diez armas de 305/45 mm en torres dobles, tres en crujía y dos laterales, de modo que estas últimas pudiesen disparar, en teoría, tanto por popa como por proa. Obviamente, la deflagración propia de estas piezas no permitía el tiro simultáneo en sentido longitudinal al buque de las dos torres laterales. Ello comportó que, tanto por popa como por proa, el fuego correspondiese siempre a cuatro cañones (de los que dos debían pertenecer a una de las torres en crujía) y nunca tirando exactamente sobre el eje longitudinal, sino con una inclinación de algunos grados.
La artillería principal no era de nuevo modelo y no fue estudiada para ser embarcada en un buque absolutamente nuevo, tanto constructiva como conceptualmente. A fin de ahorrar tiempo para el alistamiento, se emplearon las piezas preparadas para dos acorazados de la clase Lord Nelson.
La artillería secundaria de 76/50 mm. fue distribuida por toda la extensión del casco: algunas piezas se instalaron en el techo de las torres principales y otras en distintos sectores del buque. Los cañones dispuestos en el techo de la torre principal proel fueron dotados más tarde de un escudo trasero para sustraer el puente de mando de los efectos de las deflagraciones.
Una característica curiosa en el armamento de este buque estribaba en la presencia - además de los 23 torpedos de 457 mm. para los tubos de lanzar embarcados - de 6 ingenios de 356 Mm., que debían emplearse por las embarcaciones de vapor de a bordo, convertidas en torpederas. Sin embargo, esta solución no fue nunca aplicada.
El buque disponía de dos direcciones de tiro, de las que la segunda se hallaba entre las chimeneas. Los telémetros principales se encontraban en los palos trípodes, que, respecto de los convencionales, eran más elásticos y transmitían menos vibraciones. El número de proyectores era de 13.
Actividad
En enero de 1906 navegó hacia el Mediterráneo y desde allí a Puerto España, Trinidad, en donde lejos de la mirada crítica de sus detractores ingleses y fuera de la vista de rivales extranjeros, sus motores y armas fueron objeto de un entrenamiento cuidadoso por parte del capitán sir Reginald Bacon. Su informe demostró el éxito del diseño. “Ningún miembro del comité de diseños,” escribió, “se hubiese atrevido a aventurar que todas las innovaciones introducidas en el buque habrían resultado tan exitosas”. Tras su entrada en servicio, el Dreadnought se convirtió en buque insignia del comandante en jefe de la Metropolitan Fleet de Abril de 1907 a Mayo de 1912. Al estallar la IGM pasó a ser buque insignia de la 4ª división de buques de batalla hasta Mayo de 1916. El 18 de Febrero de 1915 embistió y hundió al submarino alemán U-29, al mando del mítico Otto Weddigen y autor del hundimiento de los cruceros Aboukir, Cressy, Hogue y Hawke. La Royal Navy había tomado cumplida venganza. Después de la incursión de la flota alemana contra Lowestoft, y debido a que su baja velocidad le impedía guardar la formación con el resto de la línea, fue transferido a la desembocadura del Támesis para asegurar la defensa de la zona, asumiendo el papel de buque insignia de la 3ª división. Puesto en la reserva en Rosyth a mediados de Febrero de 1919, le fueron definitivamente apagadas las calderas en 1920 y vendido para el desguace en 1922 a T. Ward & Company. Partió para Inverness en 1923, donde fue desguazado.
El DREADNOUGHT. Primera nave de batalla del mundo en montar 10 cañones de grueso calibre y dotada de 2 grupos de turbinas Parsons a 4 ejes con una potencia de 23.000 HP y 21 nudos de velocidad. Desplazamiento normal 17.900 ton. Eslora 160,6 m. Manga 25 m. Calado 8 m. Armamento 10-305 mm. 27-76 mm. 5 tlt-457 mm. Blindaje vertical 280 mm. Blindaje horizontal 76 mm. 773 hombres.
Características
Astilleros Arsenal de Portsmouth
Colocación de la quilla 02-10-1905
Botadura 10-02-1906
Alistamiento 03-12-1906
Baja 31-03-1920
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Desplazamiento normal 17.900 tm
Desplazamiento plena carga 21.845 tm
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Dimensiones Eslora total: 160´6 m
Eslora entre pp: 149´3 m
Manga 25 m
Calado 8 m
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Aparato motor 18 calderas Babcock & Wilcox de combustión mixta
2 grupos de turbinas Parsons a 4 hélices
Potencia 23.000 hp
Velocidad 21 nudos
Combustible 2.900 tm de carbón + 1.120 tm de nafta
Autonomía 6.620 millas a 10 nudos
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Armamento 10 de 305/45 Mm.
27 de 76/50 mm
5 tlt de 457 mm
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Protección vertical máxima 280 Mm.
Protección horizontal máxima 76 Mm.
Protección artillería máxima 280 Mm.
Protección puesto de mando máx 280 Mm.
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Dotación: 773 tripulantes y oficiales
Naturalmente, dicho desafío en la ingeniería naval no podía quedar si contestación por parte de las demás potencias navales. Los Estados Unidos habían diseñado ya el USS Michigan y South Carolina, que montaron ocho armas 12 pulgadas en cuatro torres situadas en la línea de crujía. Aunque ambas quillas fueron colocadas después de la botadura del Dreadnought .
Alemania respondió inmediatamente al desafío británico con las órdenes para cuatro Nassau. Las naves de esa clase montaban doce cañones de 11´3 pulgadas.
Y en Italia en 1907 colocaron el Dante Alighieri, la primera nave en montar torres triples en la línea de crujía.
Fuente
jueves, 6 de octubre de 2016
miércoles, 5 de octubre de 2016
Roca: Un grande gramscianamente transformado en genocida
¿Fue Roca el malo de la película de la historia argentina?
Dos veces presidente constitucional, fue uno de los protagonistas principales de la generación que edificó el Estado argentino y consolidó nuestras fronteras. ¿Genocida o estadista? En todo caso, mucho más que una cara en el billete de 100 pesos
Por Rolando Hanglin - Infobae
Roca, blanco de una campaña que busca declararlo “genocida”
"Hace poco más de un siglo, el 12 de octubre de 1904, el general Roca entregó al doctor Manuel Quintana los atributos de la presidencia de la República. Había cumplido su segundo mandato, pero su influencia política desde 1880 había transformado el país. La Argentina era una potencia respetada. El general Mitre, ya anciano y verdadero patriarca de la argentinidad, fue a su casa ese mismo día para felicitarlo por su gestión: 'Ha cumplido', le dijo parcamente, porque el juramento de su asunción, en 1898 lo había hecho ante Mitre." (Juan José Cresto, presidente de la Academia Nacional de Historia, 2004)
Puede decirse que el malo de la película, en la Historia Argentina, hoy es Julio Roca. Por el momento, se le han concedido unas merecidas vacaciones a Don Juan Manuel de Rosas, que en sus tiempos realizó, junto a Facundo Quiroga y el fraile José Félix Aldao, una expedición punitiva a los indios pampas y ranqueles (1833), y ahora está de turno Julio Roca, también perseguidor de indios indefensos, a la vez que aliado del Imperio Británico. Lo mismo que Rosas, quien tras su caída en Caseros vivió como "farmer" durante veinticinco años en Swaythling, cerca de Southampton y de su admirado Lord Palmerston, ex canciller inglés.
Julio Argentino Roca (1843-1914), dos veces presidente constitucional
Algunos críticos de Roca, sus contemporáneos (1879-1880), exclamaron: "¡El general Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay Indios!"(Sarmiento) o señalaron que la expedición al Río Negro había sido un mero paseo en calesa, en el que no se registraron combates ni escaramuzas, ni siquiera una discusión acalorada. Nada. Un desfile de mascaritas. Algún autor ha señalado que, durante la campaña, Roca montó a caballo cuatro veces en total, una para la foto. Nos cuesta comprender cómo un hombre tan insignificante, del que no se sabe si fue guerrero feroz o farolero impar, logró figurar en el billete de 100 pesos y en miles de calles, avenidas, pueblos, ciudades y monumentos de la República Argentina. Y, a la vez, hacerse de la negra fama de genocida que hoy rodea al general tucumano.
La década de 1870 había sido tremenda en materia de malones
Conviene recordar algunos hechos, aunque sea investigándolos en Google, para no aburrirnos con largos libros. ¿Por qué pensar hoy en Roca? Porque en 2014 se cumplieron 130 años de la sanción de la Ley 1420 (conocida como de enseñanza laica, gratuita y obligatoria) y el primer centenario de la muerte de Roca, al que nosotros consideramos, modestamente, el gran estadista de nuestra historia.
Pero la fecha no obtuvo el recuerdo que se merecía. Efectivamente, fue Roca quien promulgó la gran ley de enseñanza laica, junto a su ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Eduardo Wilde. Domingo F. Sarmiento militó, por así decirlo, como fogoso propagandista de la enseñanza pública. Algunos números: al comenzar el primer mandato de Roca, había 1214 escuelas públicas. Seis años después eran 1804. Las escuelas normales, en las que se formaban los maestros, pasaron de 10 a 17. Los alumnos, de 86.927 a 180.768. Docentes: de 1.915 a 5.348 en seis años. Con fuerte influencia de Sarmiento, en su segundo mandato propone un sesgo laboral en los estudios, al modo estadounidense: se crean escuelas de Artes y Oficios, de Agronomía y Veterinaria, de Ingenieros en Minería para San Juan, de Agricultura vinícola en Mendoza.
Roca fue el único presidente argentino que cumplió dos mandatos constitucionales (1880-1886 y 1898-1904) con doce años de intermedio. No intentó amañar la reelección mediante cadenas de amigos y socios para perdurar indefinidamente en el poder y los negocios.
Con Roca termina la guerra entre unitarios y federales
Con Roca termina la guerra entre unitarios y federales: la ciudad de Buenos Aires queda federalizada y las rentas de la Aduana del Puerto (que eran el principal ingreso de aquel tiempo) se convierten en propiedad nacional, terminando así un conflicto de 70 años entre Capital e Interior.
Roca defendió el orden constitucional, incluso con las armas, pero buscando siempre la pacificación y la amnistía.
Roca reconoció lo obvio: la primera potencia del mundo no era otra que Inglaterra, y superaría por largos años a los Estados Unidos, España, Francia y Rusia. Se considera que el Reino Unido empezó a perder su preeminencia recién al fin de la Primera Guerra Mundial, con la construcción del Canal de Panamá. Esta novedad dejó fuera de juego a Buenos Aires, aliada de Gran Bretaña, como puerto de paso obligado en el cruce del Atlántico al Pacífico y viceversa. Los Estados Unidos se adueñaron de los mares.
Roca reconoció lo obvio: la primera potencia del mundo no era otra que Inglaterra, y superaría por largos años a Estados Unidos, España, Francia y Rusia
En el inolvidable 1880, Roca impulsó una útil asociación comercial con Londres, con una visión realista muy similar a la de Rosas en su tiempo. Por otra parte, el gobierno inglés había sido un discreto pero eficaz aliado de la Argentina, sobre todo desde enero de 1825, cuando Jorge IV reconoció nuestra independencia. El crecimiento logrado por el país en tiempos de Roca sólo puede compararse con el que hoy ostentan los Tigres asiáticos o la propia China.
Obra de Roca: a partir de 1881, no se discutieron ya territorios con Chile, sino sólo líneas divisorias. Cabe recordar que habíamos librado una guerra con el Brasil, cincuenta años antes de Roca: éste promueve un acercamiento que diluye los conflictos.
En su segunda presidencia, Roca crea el servicio militar obligatorio, para unir en la civilización a todos los jóvenes, criollos, indios y gringos, pues estos últimos empezaban a llegar. En este período se incorpora al Congreso el primer diputado socialista de América, don Alfredo Palacios.
Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional: ocupar la Patagonia hasta la Tierra del Fuego anulando de raíz cualquier reclamo territorial de Chile, integrar el país mediante una red ferroviaria -hoy destartalada-, resolver todo conflicto de límites y modernizar a la Nación para insertarla en el mundo.
Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional
El ex ministro del Interior de Roca, Joaquín V. González, presenta al Congreso el primer Código de Trabajo, muchas de cuyas iniciativas serían plasmadas recién en la década de 1940 por el General Perón. Lo mismo puede decirse de las políticas de protección industrial que Roca esbozó, y continuó su antiguo aliado, el presidente Carlos Pellegrini.
Sobre la derrota militar y cultural de los indios araucanos, cabe señalar que la debacle había comenzado en tiempos de la Zanja de Alsina. Este foso, que cruzaba la provincia de Buenos Aires, dificultaba los grandes malones ya en 1877, y en especial trababa la retirada de los indios con su inmenso arreo de cautivas, caballos, ovejas y sobre todo ganado vacuno. La carne de yegua era el alimento favorito para la gente de las tolderías, mientras que las vacas (robadas por cientos de miles) permitían un fabuloso comercio de carnes en Chile, cruzando la cordillera tras una prudente invernada en Neuquén o en Choele-Choel. Volviendo a la zanja: en ella los malones se atascaban, pugnando por arrear océanos de cabezas de ganado. Esto daba tiempo a las tropas argentinas para alcanzarlos y sablearlos, recuperando lo robado. En tiempos de la Zanja de Alsina, diseñada por el ingeniero francés Alfred Ebelot (autor de Adolfo Alsina y la Ocupación del Desierto), los indios tuvieron que desplazarse hacia el sur y el oeste. Los productores agrarios ganaron vastas extensiones.
La Zanja de Alsina fue un primer obstáculo al malón y al robo de ganado
Ya se había librado, el 8 de marzo de 1872, la batalla de San Carlos (hoy Bolívar) donde el General Ignacio Rivas vence al chileno Calfucurá, considerado el Napoleón de las Pampas, que muere al año siguiente: 4 de junio de 1873, en Chilihué. El nombre de este asentamiento significa "Pequeño Chile" y recordaba la querencia originaria de Piedra Azul y su gente. Durante aquel combate se movilizaron 3.600 lanceros argentinos y chilenos encabezados por Calfucurá, Reuquecurá, Mariano Rosas, Catricurá y Pincén. La muy cuestionada zanja, de 300 kilómetros, cavada en 1877 (aún se hallan algunos tramos en nuestro campo) dificultó los malones y, a la larga, generó escasez y hambruna en las tolderías.
Una guerra a muerte entre dos civilizaciones
En fin, no cabe duda de que aquello fue una guerra a muerte entre dos civilizaciones irreconciliables. No se trata de exculpar a Roca por una matanza. Más bien, la victoria fue el tramo final de una guerra de 300 años, facilitada por el hecho de que los indios se encontraban ya desmoralizados… y con hambre. Enfrentaron al Ejército Argentino en un combate frontal, que no era su fuerte. Fueron derrotados y comenzó su declinación. Puede decirse que, cuando Roca realizó su famosa expedición al Río Negro, ya los encontró dispersos.
Roca tuvo un lema: "Paz y Administración". Válido para todos los tiempos, incluso el actual.
Dos veces presidente constitucional, fue uno de los protagonistas principales de la generación que edificó el Estado argentino y consolidó nuestras fronteras. ¿Genocida o estadista? En todo caso, mucho más que una cara en el billete de 100 pesos
Por Rolando Hanglin - Infobae
Roca, blanco de una campaña que busca declararlo “genocida”
"Hace poco más de un siglo, el 12 de octubre de 1904, el general Roca entregó al doctor Manuel Quintana los atributos de la presidencia de la República. Había cumplido su segundo mandato, pero su influencia política desde 1880 había transformado el país. La Argentina era una potencia respetada. El general Mitre, ya anciano y verdadero patriarca de la argentinidad, fue a su casa ese mismo día para felicitarlo por su gestión: 'Ha cumplido', le dijo parcamente, porque el juramento de su asunción, en 1898 lo había hecho ante Mitre." (Juan José Cresto, presidente de la Academia Nacional de Historia, 2004)
Puede decirse que el malo de la película, en la Historia Argentina, hoy es Julio Roca. Por el momento, se le han concedido unas merecidas vacaciones a Don Juan Manuel de Rosas, que en sus tiempos realizó, junto a Facundo Quiroga y el fraile José Félix Aldao, una expedición punitiva a los indios pampas y ranqueles (1833), y ahora está de turno Julio Roca, también perseguidor de indios indefensos, a la vez que aliado del Imperio Británico. Lo mismo que Rosas, quien tras su caída en Caseros vivió como "farmer" durante veinticinco años en Swaythling, cerca de Southampton y de su admirado Lord Palmerston, ex canciller inglés.
Julio Argentino Roca (1843-1914), dos veces presidente constitucional
Algunos críticos de Roca, sus contemporáneos (1879-1880), exclamaron: "¡El general Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay Indios!"(Sarmiento) o señalaron que la expedición al Río Negro había sido un mero paseo en calesa, en el que no se registraron combates ni escaramuzas, ni siquiera una discusión acalorada. Nada. Un desfile de mascaritas. Algún autor ha señalado que, durante la campaña, Roca montó a caballo cuatro veces en total, una para la foto. Nos cuesta comprender cómo un hombre tan insignificante, del que no se sabe si fue guerrero feroz o farolero impar, logró figurar en el billete de 100 pesos y en miles de calles, avenidas, pueblos, ciudades y monumentos de la República Argentina. Y, a la vez, hacerse de la negra fama de genocida que hoy rodea al general tucumano.
En 1810 ya había comenzado la ‘araucanización de la pampa’Vale apuntar que, en 1810, año del inicio del proceso de independencia de Argentina y de muchas otras naciones, había comenzado ya lo que se conoce como "araucanización de la pampa". Grandes poblaciones aborígenes chilenas, perseguidas por haber apoyado a los españoles en la guerra de la emancipación, o bien buscando un espacio más amplio para su desempeño económico, basado en la caza y la recolección, cruzaron los Andes buscando en las llanuras de la falda oriental sus presas de caza (el venado, el guanaco, el peludo, la vizcacha, la misma yegua) y disputaron estos territorios a los pampas argentinos y a los propios cristianos, que instalaban sus estancias fronterizas y desarrollaban sus sangrientas vaquerías. Los araucanos, raza militar de fuerte carácter, dotada de un lenguaje práctico, dominaron paulatinamente a las indiadas argentinas (tehuelches, querandíes y puelches) cuyas lenguas se consideran hoy desaparecidas. En el crisol de las llanuras y serranías se formaron nuevas agrupaciones, habitualmente con predominio araucano (la palabra "mapuche" empezó a usarse mucho más tarde) y potenciadas por nuevos recursos, todos provenientes de la conquista española: el caballo, la vaca, la oveja, el hierro (la moharra metálica, el cuchillo) más tarde el rémington.
La década de 1870 había sido tremenda en materia de malones indiosConviene recordar que la Campaña al Desierto le valió a Roca un enorme prestigio en el campo argentino entre 1879 y 1880, gracias al cual llegó con facilidad a la presidencia de la nación. La década de 1870 había sido tremenda en materia de malones indios. El problema de las indiadas se había acentuado desde 1820 en adelante: las ciudades cristianas (Buenos Aires, Córdoba, Salta, Carmen de Patagones) eran islas en medio de un mar de lanzas. Tras la muerte del ministro de guerra Adolfo Alsina, en 1877, Roca se presentó ante el Senado de la Nación y expuso su plan de batalla con gran simpleza: "Necesito un año para planearlo y otro para realizarlo, dos años en total, a cuyo término los indios habrán sido absorbidos y asimilados por la civilización, pero para ello es necesario salir de la actitud defensiva de Alsina e ir a buscarlos a sus tolderías, hasta someterlos".
La década de 1870 había sido tremenda en materia de malones
Conviene recordar algunos hechos, aunque sea investigándolos en Google, para no aburrirnos con largos libros. ¿Por qué pensar hoy en Roca? Porque en 2014 se cumplieron 130 años de la sanción de la Ley 1420 (conocida como de enseñanza laica, gratuita y obligatoria) y el primer centenario de la muerte de Roca, al que nosotros consideramos, modestamente, el gran estadista de nuestra historia.
Pero la fecha no obtuvo el recuerdo que se merecía. Efectivamente, fue Roca quien promulgó la gran ley de enseñanza laica, junto a su ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Eduardo Wilde. Domingo F. Sarmiento militó, por así decirlo, como fogoso propagandista de la enseñanza pública. Algunos números: al comenzar el primer mandato de Roca, había 1214 escuelas públicas. Seis años después eran 1804. Las escuelas normales, en las que se formaban los maestros, pasaron de 10 a 17. Los alumnos, de 86.927 a 180.768. Docentes: de 1.915 a 5.348 en seis años. Con fuerte influencia de Sarmiento, en su segundo mandato propone un sesgo laboral en los estudios, al modo estadounidense: se crean escuelas de Artes y Oficios, de Agronomía y Veterinaria, de Ingenieros en Minería para San Juan, de Agricultura vinícola en Mendoza.
Roca fue el único presidente argentino que cumplió dos mandatos constitucionales (1880-1886 y 1898-1904) con doce años de intermedio. No intentó amañar la reelección mediante cadenas de amigos y socios para perdurar indefinidamente en el poder y los negocios.
Con Roca termina la guerra entre unitarios y federales
Con Roca termina la guerra entre unitarios y federales: la ciudad de Buenos Aires queda federalizada y las rentas de la Aduana del Puerto (que eran el principal ingreso de aquel tiempo) se convierten en propiedad nacional, terminando así un conflicto de 70 años entre Capital e Interior.
Roca defendió el orden constitucional, incluso con las armas, pero buscando siempre la pacificación y la amnistía.
Roca reconoció lo obvio: la primera potencia del mundo no era otra que Inglaterra, y superaría por largos años a los Estados Unidos, España, Francia y Rusia. Se considera que el Reino Unido empezó a perder su preeminencia recién al fin de la Primera Guerra Mundial, con la construcción del Canal de Panamá. Esta novedad dejó fuera de juego a Buenos Aires, aliada de Gran Bretaña, como puerto de paso obligado en el cruce del Atlántico al Pacífico y viceversa. Los Estados Unidos se adueñaron de los mares.
Roca reconoció lo obvio: la primera potencia del mundo no era otra que Inglaterra, y superaría por largos años a Estados Unidos, España, Francia y Rusia
En el inolvidable 1880, Roca impulsó una útil asociación comercial con Londres, con una visión realista muy similar a la de Rosas en su tiempo. Por otra parte, el gobierno inglés había sido un discreto pero eficaz aliado de la Argentina, sobre todo desde enero de 1825, cuando Jorge IV reconoció nuestra independencia. El crecimiento logrado por el país en tiempos de Roca sólo puede compararse con el que hoy ostentan los Tigres asiáticos o la propia China.
Obra de Roca: a partir de 1881, no se discutieron ya territorios con Chile, sino sólo líneas divisorias. Cabe recordar que habíamos librado una guerra con el Brasil, cincuenta años antes de Roca: éste promueve un acercamiento que diluye los conflictos.
En su segunda presidencia, Roca crea el servicio militar obligatorio, para unir en la civilización a todos los jóvenes, criollos, indios y gringos, pues estos últimos empezaban a llegar. En este período se incorpora al Congreso el primer diputado socialista de América, don Alfredo Palacios.
Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional: ocupar la Patagonia hasta la Tierra del Fuego anulando de raíz cualquier reclamo territorial de Chile, integrar el país mediante una red ferroviaria -hoy destartalada-, resolver todo conflicto de límites y modernizar a la Nación para insertarla en el mundo.
Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional
El ex ministro del Interior de Roca, Joaquín V. González, presenta al Congreso el primer Código de Trabajo, muchas de cuyas iniciativas serían plasmadas recién en la década de 1940 por el General Perón. Lo mismo puede decirse de las políticas de protección industrial que Roca esbozó, y continuó su antiguo aliado, el presidente Carlos Pellegrini.
Todos los hombres de la Generación del 80 fueron aliados y adversarios en distintos tiemposUna aclaración: todos los hombres de la Generación del 80, que convierten a la Argentina en la décima potencia mundial, quinta exportadora del globo y más alfabetizada que la mayoría de las naciones de Europa, fueron aliados y adversarios en distintos tiempos. Esto incluye al propio Roca, y a Sarmiento, Mitre, Avellaneda, Alsina, Pellegrini.
Sobre la derrota militar y cultural de los indios araucanos, cabe señalar que la debacle había comenzado en tiempos de la Zanja de Alsina. Este foso, que cruzaba la provincia de Buenos Aires, dificultaba los grandes malones ya en 1877, y en especial trababa la retirada de los indios con su inmenso arreo de cautivas, caballos, ovejas y sobre todo ganado vacuno. La carne de yegua era el alimento favorito para la gente de las tolderías, mientras que las vacas (robadas por cientos de miles) permitían un fabuloso comercio de carnes en Chile, cruzando la cordillera tras una prudente invernada en Neuquén o en Choele-Choel. Volviendo a la zanja: en ella los malones se atascaban, pugnando por arrear océanos de cabezas de ganado. Esto daba tiempo a las tropas argentinas para alcanzarlos y sablearlos, recuperando lo robado. En tiempos de la Zanja de Alsina, diseñada por el ingeniero francés Alfred Ebelot (autor de Adolfo Alsina y la Ocupación del Desierto), los indios tuvieron que desplazarse hacia el sur y el oeste. Los productores agrarios ganaron vastas extensiones.
La Zanja de Alsina fue un primer obstáculo al malón y al robo de ganado
Ya se había librado, el 8 de marzo de 1872, la batalla de San Carlos (hoy Bolívar) donde el General Ignacio Rivas vence al chileno Calfucurá, considerado el Napoleón de las Pampas, que muere al año siguiente: 4 de junio de 1873, en Chilihué. El nombre de este asentamiento significa "Pequeño Chile" y recordaba la querencia originaria de Piedra Azul y su gente. Durante aquel combate se movilizaron 3.600 lanceros argentinos y chilenos encabezados por Calfucurá, Reuquecurá, Mariano Rosas, Catricurá y Pincén. La muy cuestionada zanja, de 300 kilómetros, cavada en 1877 (aún se hallan algunos tramos en nuestro campo) dificultó los malones y, a la larga, generó escasez y hambruna en las tolderías.
No cabe duda de que aquello fue una guerra a muerte entre dos civilizaciones irreconciliablesPampas y araucanos consideraban que la riqueza y los alimentos debían adquirirse virilmente, mediante la guerra y el pillaje, despreciando todo trabajo "de a pie", por ejemplo, la siembra. En San Carlos chocaron 3.600 lanceros indios contra otros tantos soldados argentinos, reforzados por la indiada amiga de Catriel. En aquel entonces comenzaba a manifestarse claramente, entre los indios, la separación de argentinos y chilenos. Se disolvía la gran Confederación Indígena de Salinas Grandes encabezada por Calfucurá, con perfiles de auténtico imperio, de allí que Piedra (Curá) Azul (Calfú) fuera conocido como el Napoleón de las Pampas.
Una guerra a muerte entre dos civilizaciones
En fin, no cabe duda de que aquello fue una guerra a muerte entre dos civilizaciones irreconciliables. No se trata de exculpar a Roca por una matanza. Más bien, la victoria fue el tramo final de una guerra de 300 años, facilitada por el hecho de que los indios se encontraban ya desmoralizados… y con hambre. Enfrentaron al Ejército Argentino en un combate frontal, que no era su fuerte. Fueron derrotados y comenzó su declinación. Puede decirse que, cuando Roca realizó su famosa expedición al Río Negro, ya los encontró dispersos.
Roca tuvo un lema: "Paz y Administración". Válido para todos los tiempos, incluso el actual.
martes, 4 de octubre de 2016
Japón Imperial: Yasuke, un samurái negro
El primer samurai no japonés fue un esclavo africano llamado Yasuke
The Vintage News
Según Histoire des Isles ecclésiastique Et royaumes du Japon, escrito por François Solier de la Compañía de Jesús en 1627, Yasuke era un musulmán de Mozambique. la cuenta de Solier puede sin embargo haber sido una suposición, ya que se ha escrito mucho después del evento y no hay ninguna cuenta contemporánea sobrevivir que lo corrobora. Por lo tanto, aunque no hay evidencia, también es posible que él también vino de Portugal, Angola o Etiopía, y que posiblemente podría haber sido originalmente un mercenario africano en el empleo de un soberano de la India, de los cuales había muchos en este tiempo.
Una investigación de 2013 del programa de televisión de entretenimiento luz descubrimiento de los misterios del mundo sugiere que era un Yasuke Makua nombrado Yasufe. Sin embargo, esto fue una investigación muy periodística; el programa proporcionado pocas pruebas de sus conclusiones. Que de lo contrario puede haber sido un miembro de la gente de Yao, que acaba venían en ponerse en contacto con los portugueses en este momento, lo que podría explicar su nombre, 'Yao' añade al nombre japonés sufijo masculino común de "suke. '
Un grupo Nanban viajar en Japón. Fuente: Wikipedia Dominio / Público
Yasuke llegó a Japón en 1579 como el sirviente del jesuita italiano Alessandro Valignano, que había sido nombrado Visitador (inspector) de las misiones jesuíticas en las Indias (es decir el este de África, Asia Oriental Southand). Acompañó Valignano cuando éste llegó a la zona de capital en de marzo de 1581 y causó una especie de sensación. En un caso, varias personas murieron aplastadas mientras clamando a echar un vistazo a él Los jesuitas temían que su iglesia sería aplastada en la estampida, pero se las arreglaron para evitar el desastre. El señor de la guerra Nobunaga, famoso por sus intentos de unificar Japón, oyó el ruido del templo donde se alojaba y expresó el deseo de verlo. Ante la sospecha de que el color oscuro de su piel sea de tinta negro, Nobunaga le tenía tira de cintura para arriba y le hizo frote su piel. Estos eventos son registrados en una carta de 1581 el jesuita Luis Frois a Lorenço Mexia, y en el Informe Anual de 1582 de la Misión Jesuita en Japón, también por Frois. Estos fueron publicados en 'Cartas Que os Padres e Irmãos da Companhia de Jesús escreverão dos reynos de Japão correo de China II', normalmente conocido simplemente como 'Cartas', en 1598. Satisfecho de que él era, de hecho, negro, Nobunaga parece tener dado un brillo a él. En algún momento después de esto, aunque cuando no está claro, se le da bien (cuentas japonesas indican lo presentó a Nobunaga, aunque las cuentas europeas no mencionan esto) o se deja que entre en servicio de Nobunaga.
La "Crónica del Señor Nobunaga" corrobora cuenta Frois ', y describe su reunión de este modo: "El día 23 del segundo mes [23 de marzo de, 1581], una página de negro vino de los países cristianos. El hombre estaba sano y de buen aspecto con un buen comportamiento. Por otra parte, alabó la fortaleza de Nobunaga Yasuke, y lo describió como el de diez hombres normales. El sobrino de Nobunaga, probablemente Tsuda Nobusumi, le dio una suma de dinero en esta primera reunión.
The Vintage News
Según Histoire des Isles ecclésiastique Et royaumes du Japon, escrito por François Solier de la Compañía de Jesús en 1627, Yasuke era un musulmán de Mozambique. la cuenta de Solier puede sin embargo haber sido una suposición, ya que se ha escrito mucho después del evento y no hay ninguna cuenta contemporánea sobrevivir que lo corrobora. Por lo tanto, aunque no hay evidencia, también es posible que él también vino de Portugal, Angola o Etiopía, y que posiblemente podría haber sido originalmente un mercenario africano en el empleo de un soberano de la India, de los cuales había muchos en este tiempo.
Una investigación de 2013 del programa de televisión de entretenimiento luz descubrimiento de los misterios del mundo sugiere que era un Yasuke Makua nombrado Yasufe. Sin embargo, esto fue una investigación muy periodística; el programa proporcionado pocas pruebas de sus conclusiones. Que de lo contrario puede haber sido un miembro de la gente de Yao, que acaba venían en ponerse en contacto con los portugueses en este momento, lo que podría explicar su nombre, 'Yao' añade al nombre japonés sufijo masculino común de "suke. '
Un grupo Nanban viajar en Japón. Fuente: Wikipedia Dominio / Público
Yasuke llegó a Japón en 1579 como el sirviente del jesuita italiano Alessandro Valignano, que había sido nombrado Visitador (inspector) de las misiones jesuíticas en las Indias (es decir el este de África, Asia Oriental Southand). Acompañó Valignano cuando éste llegó a la zona de capital en de marzo de 1581 y causó una especie de sensación. En un caso, varias personas murieron aplastadas mientras clamando a echar un vistazo a él Los jesuitas temían que su iglesia sería aplastada en la estampida, pero se las arreglaron para evitar el desastre. El señor de la guerra Nobunaga, famoso por sus intentos de unificar Japón, oyó el ruido del templo donde se alojaba y expresó el deseo de verlo. Ante la sospecha de que el color oscuro de su piel sea de tinta negro, Nobunaga le tenía tira de cintura para arriba y le hizo frote su piel. Estos eventos son registrados en una carta de 1581 el jesuita Luis Frois a Lorenço Mexia, y en el Informe Anual de 1582 de la Misión Jesuita en Japón, también por Frois. Estos fueron publicados en 'Cartas Que os Padres e Irmãos da Companhia de Jesús escreverão dos reynos de Japão correo de China II', normalmente conocido simplemente como 'Cartas', en 1598. Satisfecho de que él era, de hecho, negro, Nobunaga parece tener dado un brillo a él. En algún momento después de esto, aunque cuando no está claro, se le da bien (cuentas japonesas indican lo presentó a Nobunaga, aunque las cuentas europeas no mencionan esto) o se deja que entre en servicio de Nobunaga.
La "Crónica del Señor Nobunaga" corrobora cuenta Frois ', y describe su reunión de este modo: "El día 23 del segundo mes [23 de marzo de, 1581], una página de negro vino de los países cristianos. El hombre estaba sano y de buen aspecto con un buen comportamiento. Por otra parte, alabó la fortaleza de Nobunaga Yasuke, y lo describió como el de diez hombres normales. El sobrino de Nobunaga, probablemente Tsuda Nobusumi, le dio una suma de dinero en esta primera reunión.
lunes, 3 de octubre de 2016
Esparta: Termópilas
La batalla de las Termópilas
Apuntes de Historia
El rey persa Darío el Grande murió cuatro años después de la batalla de Maratón, por lo que no pudo cumplir el objetivo de castigar a los griegos, como vimos cuando traté aquí mismo de esa batalla. Sí, ya sé, pensarás que cuatro años es tiempo más que suficiente, pero es que había más.
Su objetivo no era sólo entrar en Grecia: quería conquistar Europa. Así que ordenó levas (alistamientos forzosos) en todas las satrapías y nuevos impuestos para reunir el mayor ejército que había visto la historia hasta entonces.
En esas estaba, a punto de partir ya hacia Grecia (pensaba dirigir la campaña personalmente) cuando se produjo un alzamiento en la satrapía de Egipto. Demasiados impuestos, quizá. Aunque tampoco pudo hacer nada al respecto ya que, mientras se preparaba para aplacar la rebelión egipcia, le sorprendió la enfermedad y la muerte.
Así que subió al trono su hijo Jerjes, quien se dispuso a completar los asuntos que su padre había dejado pendientes: primero Egipto y, más tarde, Grecia y Europa toda.
Maratón, el (primer) final de los persas Maratón, el (primer) final de los persas
Pero antes me gustaría pedirte algo, y es que olvides (aunque sea por un momento) la imagen de héroes luchadores por la libertad y con fuertes convicciones morales que posiblemente tengas de los espartanos gracias al cine.
Ruinas de Esparta
Porque, como vamos a ver en las siguientes líneas, la espartana era una sociedad belicista, autoritaria, esclavista, supersticiosa, inmovilista, hipócrita, machista, ultraconservadora y profundamente egoísta. Lo tenían todo, como puedes ver; aunque claro, no sería justo juzgarles según patrones modernos.
Esparta era una polis griega regida por una diarquía (dos reyes), un “generalato hereditario y vitalicio”, como lo definió Aristóteles, cuya sociedad estaba absolutamente regida por dos ejes centrales: la religión y la guerra. Todo ello fuertemente regulado por la Gran Retra, la ley suprema espartana.
Aunque realmente los reyes espartanos tenían muy poco poder, ya que estaban limitados por un lado por la voluntad divina (expresada a través del Oráculo de Delfos o de los augures y adivinos que leían las vísceras de los sacrificios) y por otro por el poder ciudadano (representado por la Asamblea y el Consejo de Ancianos). Los reyes eran, más bien, líderes militares al servicio de los designios divinos.
El Santuario de Delfos
Todo en la sociedad espartana estaba dirigido a un único fin: crear soldados altamente entrenados, alienados y preparados para obedecer ciegamente, incluso hasta la muerte, las órdenes del rey que, como hemos visto, eran los deseos de los dioses. Convenientemente influenciados por el Consejo, por supuesto.
Las mujeres sólo tenían un cometido: dar a luz futuros guerreros espartanos. Cuando nacía un niño era examinado y, si presentaba algún defecto, era descartado sin piedad. “Descartado” es un eufemismo, en realidad quiero decir arrojado por un precipicio cercano a la ciudad. Si no podía ser un soldado, no tenía cabida en Esparta.
A los siete años los niños eran apartados de su familia para recibir formación militar y se anulaba su identidad propia: no había individuos en Esparta, sólo espartanos iguales unos a otros.
Por supuesto, si los ciudadanos de Esparta sólo podían dedicarse a la vida militar, las tareas agrícolas debían recaer en alguien más. El asunto quedó resuelto esclavizando las ciudades cercanas, creándose así una clase esclava, los ilotas, cuya única misión era cultivar las tierras que debían alimentar Esparta.
De hecho, el número de ilotas era tan alto que Esparta vivía con la amenaza constante de una revuelta de esclavos. Su ejército no podía alejarse demasiado de la ciudad ni ausentarse durante un periodo prolongado por el peligro que un alzamiento de los ilotas podía suponer.
Es curioso que una sociedad esclavista haya pasado a la historia como un adalid de la libertad y un pueblo cargado de valores. Por supuesto, en eso tiene mucho que ver el modo en que la historia de la batalla de las Termópilas ha llegado hasta nosotros.
Y es que este episodio nos ha llegado a través de Heródoto y, para empezar, como griego que era debemos dudar de su imparcialidad. Pero es que además él no conoció estos acontecimientos de primera mano, sino que su relato proviene de las historias que le contaron cuando visitó Esparta, cuarenta años después que sucedieran los hechos.
Así que lo que Heródoto plasmó fue una versión ya parcialmente mitificada de la batalla. Es una lástima que no podamos contar con la versión de los persas. Como vimos en el artículo sobre la batalla de Qadesh, la diferencia puede ser radical.
Pero en fin, es lo que ha llegado hasta nosotros y, salvo sorpresa, será la única versión con la que contemos de lo ocurrido allí. Así que a ella nos tendremos que atener. Sirva esto como advertencia: no creas a pies juntillas los detalles de la historia.
Las polis, preocupadas por lo que se les venía encima, se reunieron y decidieron forjar una alianza: sólo uniéndose podrían hacer frente a tamaña fuerza invasora. El mando de los ejércitos de esta unión, la Liga Helénica, recayó en Esparta.
Y aquí tuvieron que hacer frente a la cuestión de dónde hacer frente a los persas. Sabiendo que venían por Macedonia (el ejército persa había cruzado desde Asia Menor a través del estrecho del Helesponto, actualmente llamado de los Dardanelos, por medio de un puente flotante que fabricaron uniendo barcos), optaron por reunir sus ejércitos en Tesalia.
Sin embargo pronto se dieron cuenta de que si reunían sus ejércitos ahí los persas podían fácilmente evitarlos y penetrar en Grecia sin resistencia. Debían situarse en un paso obligado para no dejar opción al ejército persa.
Finalmente se optó por desplazar los ejércitos más al sur, hasta el istmo de Corinto, un estrechamiento que separa la península del Peloponeso del resto del continente. Ni que decir tiene que las ciudades más al norte se opusieron, ya que los persas las atacarían sin resistencia. Pero no había alternativa.
Así que finalmente se optó por el paso de las Termópilas. Thermopylae, las puertas calientes. El paso recibía este nombre por los manantiales de aguas termales que abundaban en él.
Hoy en día la línea de costa ha cambiado debido a la erosión (puedes verlo en la imagen de satélite de Google Maps, aquí), y existe un amplio terreno llano y bajo entre las montañas y el mar, usado como tierra de cultivo.
El paso de las Termópilas en la actualidad
Pero hace dos mil quinientos años el de las Termópilas era un estrecho paso entre los acantilados y el mar. Y si los ejércitos de Jerjes querían alcanzar la Grecia central, tendrían que atravesarlo.
Y aquí es obligado volver al asunto de las versiones, porque las cifras de Heródoto son un poco exageradas, por decirlo de una forma suave. El historiador griego habla de un ejército formado por un millón ochocientos mil asiáticos más trescientos mil europeos de los pueblos conquistados, a los que hay que añadir un séquito de auxiliares, concubinas, marinos y demás, de otras dos millones seiscientas mil personas.
Cuatro millones setecientas mil personas. ¡Vamos hombre! ¿Imaginas cómo sería alimentar semejante masa en movimiento a través de Asia y Europa? Sería complicado incluso en la actualidad; en la Antigüedad habría sido, sencillamente, imposible.
Evidentemente las cifras de Heródoto están infladas para magnificar la victoria griega (la victoria final en la guerra, ya que la victoria en esta batalla sería para los persas). Afortunadamente también hay una mención a las naves: mil doscientos siete trirremes y otras tres mil naves más o menos con funciones diversas. Así que un cálculo aproximado, aún tirando por arriba, nos daría un ejército de entre ciento cincuenta mil y un cuarto de millón de hombres. Animales aparte.
Trirremes
Este era el ejército que se disponía a invadir Europa. No se volvería a ver una invasión de este calibre hasta el desembarco de Normandía.
¿Has oído decir que frente a este ejército se opusieron trescientos espartanos? Pues esto tampoco es del todo verdad. De nuevo, la gesta de Leónidas y sus hombres fue magnificada y mitificada. Pero vamos por orden.
O la ciudad era arrasada o uno de sus reyes moriría en la batalla. Hay que decir aquí que, hasta el momento, ningún rey espartano había muerto en batalla. Sobre todo porque cuando un rey de Esparta entraba en batalla lo hacía al frente de su ejército. Y el ejército de Esparta no era fácil de vencer.
Y en el 480 a.C., el año en que el ejército persa de Jerjes I entró en Grecia, uno de los diarcas de Esparta era Leónidas I.
Cuando llegó el momento clave, en Esparta se estaban celebrando las Carneas. ¿Recuerdas que hablamos de ellas en el artículo sobre la batalla de Maratón? Sí, era esa festividad durante la cual los espartanos no podían luchar. Mal asunto.
Sin embargo Leónidas tenía que ponerse al mando de la Liga helénica así que, para no contravenir los designios divinos que prohibían al ejército espartano entrar en batalla durante las Carneas, Leónidas marchó al frente acompañado sólo por su guardia personal: trescientos soldados escogidos de entre los que tenían descendencia. Los trescientos espartanos que pasarían a la historia.
Pero claro, también estaban el resto de fuerzas helenas. Junto a los trescientos espartanos marchaban dos mil arcadios, mil locrios, mil focenses, novecientos ilotas, setecientos tespios, cuatrocientos tebanos, cuatrocientos corintios y otros contingentes menores.
Aproximadamente entre seis y ocho mil hoplitas, según las cifras más probables. Pocos en comparación con las fuerzas de Jerjes, pero decir que aquellos trescientos hombres se enfrentaron solos a los persas es mucho decir, ¿no crees?
Y así se dirigieron a las Termópilas, dispuestos a impedir el paso de los persas o a morir intentándolo.
Sin embargo, había un modo de evitar ese camino: un viejo camino de pastores, escondido entre los riscos, permitía el paso de la puerta central a través de una ruta alternativa, llegando hasta las posiciones a retaguardia del ejército heleno: la senda Anopea.
Los griegos, claro está, conocían este camino, así que tomaron precauciones para evitar que los persas pudieran encontrarlo y atacarles por sorpresa desde su retaguardia: Leónidas envió a los mil focenses a custodiar la senda.
Una decisión inteligente enviar allí a los focenses, sin duda, ya que eran de la región (de Fócida, en la Grecia central, no de Focea, que era una colonia griega de Asia Menor, hoy Turquía). Debido a ello no sólo conocían bien la zona, sino que además Leónidas se aseguraba de que defenderían el paso y no huirían, puesto que la integridad de su ciudad y de sus familias dependía de que los persas no consiguiesen salirse con la suya.
A finales de agosto del año 480 a.C. Jerjes llegó a las Termópilas con su ejército. Al ver lo estrecho del paso envió exploradores en busca de rutas alternativas, pero ninguno de ellos encontró la senda Anopea, oculta en la montaña.
Lo que sí vieron, claro está, fue al ejército griego. Cuando Jerjes fue informado de la presencia de los hoplitas envió un emisario a negociar. A sobornarles, más bien, ofreciéndoles la libertad y ser asentados en tierras fértiles si entregaban sus armas y franqueaban el paso.
Ven y cógelas fue la respuesta de Leónidas. Así que, con un innegable espíritu práctico, Jerjes acampó a la espera de que los griegos decidieran marcharse por sí mismos viendo la diferencia tan abismal entre ambas fuerzas.
Contra una falange de hoplitas armados con largas lanzas (llamadas doru) y enormes escudos (hoplon) de madera forrados con una placa de bronce, cerrada e impenetrable, envió Jerjes a su infantería ligera. Muy numerosa sí, pero con lanzas más cortas y escudos de mimbre.
Imagina la escena dantesca que se vivió ese día… por parte de los persas. Las tropas entrando en el desfiladero, cuyo estrechamiento anulaba su superioridad numérica, y yendo a encontrarse con las largas lanzas que sobresalían del firme muro que formaba la falange hoplita, mientras las filas de atrás de la formación persa empujaban a las de delante hacia una muerte.
Mientras, los hoplitas griegos se dedicaban a mantener la formación por turnos, cerrar bien el muro de escudos y dejar que los pobres medos se ensartaran, ellos solos y sin remedio, contra las dorus. La oleada persa fue hecha pedazos sin apenas bajas por parte de los helenos.
Viendo como se desarrollaban los hechos, Jerjes cambió de táctica; quería a los griegos fuera del paso inmediatamente, así que envió a sus mejores hombres: los Inmortales.
El nombre asusta, ¿verdad? Bueno, en realidad no eran inmortales. Los llamaban así porque siempre eran el mismo número de hombres: diez mil. Eran la unidad de élite del ejército de Jerjes, la guardia real, infantería pesada de procedencia exclusivamente persa (nada de tropas reclutadas en las regiones conquistadas). “Pesada” porque llevaban una cota de metal. Al menos iban algo más protegidos que la infantería ligera, aunque sus escudos eran igualmente de mimbre.
Así que Jerjes, tras el estrepitoso fracaso de su primer ataque envió a los Inmortales. Sinceramente, les fue igual de mal que a sus compañeros. Al acabar el primer día de batalla la situación era la misma que antes de empezar… solo que con algunos cientos (seguramente incluso miles) de soldados persas menos.
Sin embargo la suerte se puso ese día de su parte. Nos cuenta Heródoto que, ya en su campamento, recibió la visita de un griego llamado Efialtes, originario de Tesalia, que le habló de la senda Anopea, ofreciéndose a guiar a sus tropas a lo largo de esa ruta a cambio de una recompensa.
Imagina la mirada de Jerjes según escuchaba la propuesta de Efialtes. Casi puedo ver su sonrisa ensanchándose, con una gran carcajada final de villano de cine cuando el traidor le cuenta que la ruta le conducirá directamente tras las filas griegas. Ni que decir tiene que el emperador aceptó la propuesta.
Así que Jerjes envía a los Inmortales que no habían muerto el día anterior, junto con un refuerzo de tropas, a través de la senda Anopea. Veinte mil persas en total dirigiéndose a través de la montaña hacia la retaguardia griega.
Y se encontraron con los focenses que guardaban el paso.
Fue un encuentro cuanto menos curioso, ya que supuso una gran sorpresa para ambas partes. Los persas habían partido durante la noche, y al amanecer del que ya era el tercer día de batalla los focenses oyeron las pisadas a los persas avanzar (veinte mil soldados deben oírse con cierta facilidad) y se pusieron a las armas rápidamente.
Por su parte los persas tampoco esperaban encontrar mil griegos allí arriba, así que se quedaron sorprendidos… y asustados de pensar que podían ser espartanos. ¡Ya habían experimentado cómo se las gastaban!
El caso es que los focenses se dirigieron a una altura para hacerse fuertes frente a tamaño ejército, pero viendo el paso franco y sin necesidad de pararse a luchar, los persas simplemente siguieron camino.
Pobres focenses, viéndose en lo alto de un risco observando cómo los persas pasaban por el camino que debían guardar sin que pudieran hacer nada para evitarlo.
Ya sólo quedaba una cosa por hacer: evitar la masacre del ejército griego, de modo que quizás pudieran tomar nuevas posiciones y defender otro paso más al sur. Pero no podían retirarse todas las tropas al tiempo, o la caballería persa podría atravesar el paso y dar caza en campo abierto a los soldados en retirada, lo que significaría la debacle.
Alguien debía quedarse a defender el paso de las Termópilas mientras el resto del ejército heleno se replegaba.
Así que Leónidas tomó la única decisión honorable que podía tomar: sus trescientos espartanos y él se quedarían a defender las Termópilas. El resto debía retirarse.
No todos lo hicieron, y éste es un punto que a menudo olvidan el cine y la literatura: los setecientos tespios y los cuatrocientos tebanos se quedaron junto a los guerreros de Esparta para defender el paso. Mil cuatrocientos valientes que sabían que iban a morir.
El resto es de sobra conocido. Jerjes, tras dar tiempo a que sus tropas descendieran de la montaña, envió su ataque contra los defensores griegos. Y éstos, sabiéndose ya muertos e intentando acabar con tantos persas como pudieran, salieron a luchar a la zona más ancha del paso.
Aunque no todos. Los tebanos soltaron sus armas, levantaron sus manos y se rindieron a los persas. Se libraron de la muerte pero no de la vergüenza.
Leónidas fue muerto en el ataque y los griegos formaron un círculo en torno a su cuerpo para que los persas no pudieran cobrarlo. La lucha fue feroz, sin descanso. Primero con las lanzas y, cuando éstas se rompían, con las espadas. Y, según se acercaban los Inmortales, las filas griegas intentaron hacerse fuertes en lo alto de una colina.
Monumento a Leónidas en las Termópilas. Puedes verlo a pantalla completa en una nueva pestaña.
Pragmático, Jerjes decidió no gastar más vidas en el asunto y ordenó una lluvia de flechas sobre los griegos, hasta que el último de ellos hubo caído.
Continuó entonces el ejército persa su avance por Grecia saqueando las ciudades de Platea y Tespias y dirigiéndose rumbo a Atenas. Aunque esta es ya otra historia.
Su cabeza había sido puesta a precio por los habitantes de Esparta, así que podemos suponer que no vivió en paz… el poco tiempo que llegó a vivir después de aquello. Y es que Efialtes murió apenas un año después de su traición por motivos desconocidos para nosotros, aunque aparentemente no relacionados con su acto de felonía.
Su nombre y su recuerdo quedaron malditos para siempre en Grecia.
Apuntes de Historia
El rey persa Darío el Grande murió cuatro años después de la batalla de Maratón, por lo que no pudo cumplir el objetivo de castigar a los griegos, como vimos cuando traté aquí mismo de esa batalla. Sí, ya sé, pensarás que cuatro años es tiempo más que suficiente, pero es que había más.
Su objetivo no era sólo entrar en Grecia: quería conquistar Europa. Así que ordenó levas (alistamientos forzosos) en todas las satrapías y nuevos impuestos para reunir el mayor ejército que había visto la historia hasta entonces.
En esas estaba, a punto de partir ya hacia Grecia (pensaba dirigir la campaña personalmente) cuando se produjo un alzamiento en la satrapía de Egipto. Demasiados impuestos, quizá. Aunque tampoco pudo hacer nada al respecto ya que, mientras se preparaba para aplacar la rebelión egipcia, le sorprendió la enfermedad y la muerte.
Así que subió al trono su hijo Jerjes, quien se dispuso a completar los asuntos que su padre había dejado pendientes: primero Egipto y, más tarde, Grecia y Europa toda.
Esparta
Sobre el imperio persa en la época ya hablé en el artículo sobre la batalla de Maratón, y a él te remito. Pero para entender bien qué paso y por qué ocurrió así tenemos que detenernos un momento a repasar cómo era la sociedad del otro protagonista de esta historia, Esparta.Maratón, el (primer) final de los persas Maratón, el (primer) final de los persas
Pero antes me gustaría pedirte algo, y es que olvides (aunque sea por un momento) la imagen de héroes luchadores por la libertad y con fuertes convicciones morales que posiblemente tengas de los espartanos gracias al cine.
Ruinas de Esparta
Porque, como vamos a ver en las siguientes líneas, la espartana era una sociedad belicista, autoritaria, esclavista, supersticiosa, inmovilista, hipócrita, machista, ultraconservadora y profundamente egoísta. Lo tenían todo, como puedes ver; aunque claro, no sería justo juzgarles según patrones modernos.
La espartana era una sociedad belicista, machista, esclavista,supersticiosa y ultraconservadora
Esparta era una polis griega regida por una diarquía (dos reyes), un “generalato hereditario y vitalicio”, como lo definió Aristóteles, cuya sociedad estaba absolutamente regida por dos ejes centrales: la religión y la guerra. Todo ello fuertemente regulado por la Gran Retra, la ley suprema espartana.
Aunque realmente los reyes espartanos tenían muy poco poder, ya que estaban limitados por un lado por la voluntad divina (expresada a través del Oráculo de Delfos o de los augures y adivinos que leían las vísceras de los sacrificios) y por otro por el poder ciudadano (representado por la Asamblea y el Consejo de Ancianos). Los reyes eran, más bien, líderes militares al servicio de los designios divinos.
El Santuario de Delfos
Todo en la sociedad espartana estaba dirigido a un único fin: crear soldados altamente entrenados, alienados y preparados para obedecer ciegamente, incluso hasta la muerte, las órdenes del rey que, como hemos visto, eran los deseos de los dioses. Convenientemente influenciados por el Consejo, por supuesto.
Las mujeres sólo tenían un cometido: dar a luz futuros guerreros espartanos. Cuando nacía un niño era examinado y, si presentaba algún defecto, era descartado sin piedad. “Descartado” es un eufemismo, en realidad quiero decir arrojado por un precipicio cercano a la ciudad. Si no podía ser un soldado, no tenía cabida en Esparta.
A los siete años los niños eran apartados de su familia para recibir formación militar y se anulaba su identidad propia: no había individuos en Esparta, sólo espartanos iguales unos a otros.
Por supuesto, si los ciudadanos de Esparta sólo podían dedicarse a la vida militar, las tareas agrícolas debían recaer en alguien más. El asunto quedó resuelto esclavizando las ciudades cercanas, creándose así una clase esclava, los ilotas, cuya única misión era cultivar las tierras que debían alimentar Esparta.
De hecho, el número de ilotas era tan alto que Esparta vivía con la amenaza constante de una revuelta de esclavos. Su ejército no podía alejarse demasiado de la ciudad ni ausentarse durante un periodo prolongado por el peligro que un alzamiento de los ilotas podía suponer.
Es curioso que una sociedad esclavista haya pasado a la historia como un adalid de la libertad y un pueblo cargado de valores. Por supuesto, en eso tiene mucho que ver el modo en que la historia de la batalla de las Termópilas ha llegado hasta nosotros.
Y es que este episodio nos ha llegado a través de Heródoto y, para empezar, como griego que era debemos dudar de su imparcialidad. Pero es que además él no conoció estos acontecimientos de primera mano, sino que su relato proviene de las historias que le contaron cuando visitó Esparta, cuarenta años después que sucedieran los hechos.
Así que lo que Heródoto plasmó fue una versión ya parcialmente mitificada de la batalla. Es una lástima que no podamos contar con la versión de los persas. Como vimos en el artículo sobre la batalla de Qadesh, la diferencia puede ser radical.
Pero en fin, es lo que ha llegado hasta nosotros y, salvo sorpresa, será la única versión con la que contemos de lo ocurrido allí. Así que a ella nos tendremos que atener. Sirva esto como advertencia: no creas a pies juntillas los detalles de la historia.
La resistencia griega
Habíamos dejado a Jerjes reuniendo el mayor ejército que habían visto los tiempos. Y claro, las noticias sobre un hecho así llegaron finalmente a Grecia.Las polis, preocupadas por lo que se les venía encima, se reunieron y decidieron forjar una alianza: sólo uniéndose podrían hacer frente a tamaña fuerza invasora. El mando de los ejércitos de esta unión, la Liga Helénica, recayó en Esparta.
Y aquí tuvieron que hacer frente a la cuestión de dónde hacer frente a los persas. Sabiendo que venían por Macedonia (el ejército persa había cruzado desde Asia Menor a través del estrecho del Helesponto, actualmente llamado de los Dardanelos, por medio de un puente flotante que fabricaron uniendo barcos), optaron por reunir sus ejércitos en Tesalia.
Sin embargo pronto se dieron cuenta de que si reunían sus ejércitos ahí los persas podían fácilmente evitarlos y penetrar en Grecia sin resistencia. Debían situarse en un paso obligado para no dejar opción al ejército persa.
Finalmente se optó por desplazar los ejércitos más al sur, hasta el istmo de Corinto, un estrechamiento que separa la península del Peloponeso del resto del continente. Ni que decir tiene que las ciudades más al norte se opusieron, ya que los persas las atacarían sin resistencia. Pero no había alternativa.
Así que finalmente se optó por el paso de las Termópilas. Thermopylae, las puertas calientes. El paso recibía este nombre por los manantiales de aguas termales que abundaban en él.
Hoy en día la línea de costa ha cambiado debido a la erosión (puedes verlo en la imagen de satélite de Google Maps, aquí), y existe un amplio terreno llano y bajo entre las montañas y el mar, usado como tierra de cultivo.
El paso de las Termópilas en la actualidad
Pero hace dos mil quinientos años el de las Termópilas era un estrecho paso entre los acantilados y el mar. Y si los ejércitos de Jerjes querían alcanzar la Grecia central, tendrían que atravesarlo.
La invasión
Jerjes comenzó su invasión en el año 481 a.C. Cruzó, como he dicho antes, el estrecho del Helesponto y avanzó a través de Macedonia. Ejército y armada avanzaban juntos por tierra y por mar siguiendo la costa.Y aquí es obligado volver al asunto de las versiones, porque las cifras de Heródoto son un poco exageradas, por decirlo de una forma suave. El historiador griego habla de un ejército formado por un millón ochocientos mil asiáticos más trescientos mil europeos de los pueblos conquistados, a los que hay que añadir un séquito de auxiliares, concubinas, marinos y demás, de otras dos millones seiscientas mil personas.
Cuatro millones setecientas mil personas. ¡Vamos hombre! ¿Imaginas cómo sería alimentar semejante masa en movimiento a través de Asia y Europa? Sería complicado incluso en la actualidad; en la Antigüedad habría sido, sencillamente, imposible.
Evidentemente las cifras de Heródoto están infladas para magnificar la victoria griega (la victoria final en la guerra, ya que la victoria en esta batalla sería para los persas). Afortunadamente también hay una mención a las naves: mil doscientos siete trirremes y otras tres mil naves más o menos con funciones diversas. Así que un cálculo aproximado, aún tirando por arriba, nos daría un ejército de entre ciento cincuenta mil y un cuarto de millón de hombres. Animales aparte.
Trirremes
Este era el ejército que se disponía a invadir Europa. No se volvería a ver una invasión de este calibre hasta el desembarco de Normandía.
No se vio otro ejército de invasión como el persa hasta el desembarco de Normandía
¿Has oído decir que frente a este ejército se opusieron trescientos espartanos? Pues esto tampoco es del todo verdad. De nuevo, la gesta de Leónidas y sus hombres fue magnificada y mitificada. Pero vamos por orden.
Hacia la batalla
Desde el momento en que se supo que Jerjes se disponía a invadir Grecia, los espartanos consultaron al Oráculo de Delfos sobre la suerte que correría la ciudad. Su respuesta fue ambigua como solía ser. ¿Cómo si no iba a acertar? El oráculo predijo:Mirad, habitantes de la extensa Esparta, o bien vuestra poderosa y eximia ciudad es arrasada por los descendientes de Perseo, o no lo es; pero en ese caso, la tierra de Lacedemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones ya que posee la fuerza de Zeus. Proclamo en fin, que no se detendrá hasta haber devorado a una u otro hasta los huesos.
O la ciudad era arrasada o uno de sus reyes moriría en la batalla. Hay que decir aquí que, hasta el momento, ningún rey espartano había muerto en batalla. Sobre todo porque cuando un rey de Esparta entraba en batalla lo hacía al frente de su ejército. Y el ejército de Esparta no era fácil de vencer.
Y en el 480 a.C., el año en que el ejército persa de Jerjes I entró en Grecia, uno de los diarcas de Esparta era Leónidas I.
Cuando llegó el momento clave, en Esparta se estaban celebrando las Carneas. ¿Recuerdas que hablamos de ellas en el artículo sobre la batalla de Maratón? Sí, era esa festividad durante la cual los espartanos no podían luchar. Mal asunto.
Sin embargo Leónidas tenía que ponerse al mando de la Liga helénica así que, para no contravenir los designios divinos que prohibían al ejército espartano entrar en batalla durante las Carneas, Leónidas marchó al frente acompañado sólo por su guardia personal: trescientos soldados escogidos de entre los que tenían descendencia. Los trescientos espartanos que pasarían a la historia.
Pero claro, también estaban el resto de fuerzas helenas. Junto a los trescientos espartanos marchaban dos mil arcadios, mil locrios, mil focenses, novecientos ilotas, setecientos tespios, cuatrocientos tebanos, cuatrocientos corintios y otros contingentes menores.
Aproximadamente entre seis y ocho mil hoplitas, según las cifras más probables. Pocos en comparación con las fuerzas de Jerjes, pero decir que aquellos trescientos hombres se enfrentaron solos a los persas es mucho decir, ¿no crees?
Y así se dirigieron a las Termópilas, dispuestos a impedir el paso de los persas o a morir intentándolo.
En las Termópilas
A lo largo del paso de las Termópilas había tres estrechamientos conocidos como “puertas”. En la puerta central, más estrecha, había un antiguo muro levantado por los focenses para defenderse de las invasiones procedentes del norte. Ése fue el lugar elegido por los griegos, que reconstruyeron el muro como ayuda a la defensa.Sin embargo, había un modo de evitar ese camino: un viejo camino de pastores, escondido entre los riscos, permitía el paso de la puerta central a través de una ruta alternativa, llegando hasta las posiciones a retaguardia del ejército heleno: la senda Anopea.
Los griegos, claro está, conocían este camino, así que tomaron precauciones para evitar que los persas pudieran encontrarlo y atacarles por sorpresa desde su retaguardia: Leónidas envió a los mil focenses a custodiar la senda.
Una decisión inteligente enviar allí a los focenses, sin duda, ya que eran de la región (de Fócida, en la Grecia central, no de Focea, que era una colonia griega de Asia Menor, hoy Turquía). Debido a ello no sólo conocían bien la zona, sino que además Leónidas se aseguraba de que defenderían el paso y no huirían, puesto que la integridad de su ciudad y de sus familias dependía de que los persas no consiguiesen salirse con la suya.
A finales de agosto del año 480 a.C. Jerjes llegó a las Termópilas con su ejército. Al ver lo estrecho del paso envió exploradores en busca de rutas alternativas, pero ninguno de ellos encontró la senda Anopea, oculta en la montaña.
Lo que sí vieron, claro está, fue al ejército griego. Cuando Jerjes fue informado de la presencia de los hoplitas envió un emisario a negociar. A sobornarles, más bien, ofreciéndoles la libertad y ser asentados en tierras fértiles si entregaban sus armas y franqueaban el paso.
Ven y cógelas fue la respuesta de Leónidas. Así que, con un innegable espíritu práctico, Jerjes acampó a la espera de que los griegos decidieran marcharse por sí mismos viendo la diferencia tan abismal entre ambas fuerzas.
Comienza la batalla
No se fueron. Cuatro días esperó Jerjes antes de que se le agotara la paciencia. El quinto día ordenó a sus ejércitos atacar. Aunque, para ser sincero, no lo hizo del modo más inteligente.Contra una falange de hoplitas armados con largas lanzas (llamadas doru) y enormes escudos (hoplon) de madera forrados con una placa de bronce, cerrada e impenetrable, envió Jerjes a su infantería ligera. Muy numerosa sí, pero con lanzas más cortas y escudos de mimbre.
Imagina la escena dantesca que se vivió ese día… por parte de los persas. Las tropas entrando en el desfiladero, cuyo estrechamiento anulaba su superioridad numérica, y yendo a encontrarse con las largas lanzas que sobresalían del firme muro que formaba la falange hoplita, mientras las filas de atrás de la formación persa empujaban a las de delante hacia una muerte.
Mientras, los hoplitas griegos se dedicaban a mantener la formación por turnos, cerrar bien el muro de escudos y dejar que los pobres medos se ensartaran, ellos solos y sin remedio, contra las dorus. La oleada persa fue hecha pedazos sin apenas bajas por parte de los helenos.
Viendo como se desarrollaban los hechos, Jerjes cambió de táctica; quería a los griegos fuera del paso inmediatamente, así que envió a sus mejores hombres: los Inmortales.
El nombre asusta, ¿verdad? Bueno, en realidad no eran inmortales. Los llamaban así porque siempre eran el mismo número de hombres: diez mil. Eran la unidad de élite del ejército de Jerjes, la guardia real, infantería pesada de procedencia exclusivamente persa (nada de tropas reclutadas en las regiones conquistadas). “Pesada” porque llevaban una cota de metal. Al menos iban algo más protegidos que la infantería ligera, aunque sus escudos eran igualmente de mimbre.
Así que Jerjes, tras el estrepitoso fracaso de su primer ataque envió a los Inmortales. Sinceramente, les fue igual de mal que a sus compañeros. Al acabar el primer día de batalla la situación era la misma que antes de empezar… solo que con algunos cientos (seguramente incluso miles) de soldados persas menos.
El infame Efialtes
El segundo día no fue distinto del primero. Jerjes repitió su táctica, y con ella su fracaso así que, malhumorado y perplejo, detuvo el ataque y se retiró a su campamento. Necesitaba replantear el combate.Sin embargo la suerte se puso ese día de su parte. Nos cuenta Heródoto que, ya en su campamento, recibió la visita de un griego llamado Efialtes, originario de Tesalia, que le habló de la senda Anopea, ofreciéndose a guiar a sus tropas a lo largo de esa ruta a cambio de una recompensa.
Imagina la mirada de Jerjes según escuchaba la propuesta de Efialtes. Casi puedo ver su sonrisa ensanchándose, con una gran carcajada final de villano de cine cuando el traidor le cuenta que la ruta le conducirá directamente tras las filas griegas. Ni que decir tiene que el emperador aceptó la propuesta.
Así que Jerjes envía a los Inmortales que no habían muerto el día anterior, junto con un refuerzo de tropas, a través de la senda Anopea. Veinte mil persas en total dirigiéndose a través de la montaña hacia la retaguardia griega.
Y se encontraron con los focenses que guardaban el paso.
Fue un encuentro cuanto menos curioso, ya que supuso una gran sorpresa para ambas partes. Los persas habían partido durante la noche, y al amanecer del que ya era el tercer día de batalla los focenses oyeron las pisadas a los persas avanzar (veinte mil soldados deben oírse con cierta facilidad) y se pusieron a las armas rápidamente.
Por su parte los persas tampoco esperaban encontrar mil griegos allí arriba, así que se quedaron sorprendidos… y asustados de pensar que podían ser espartanos. ¡Ya habían experimentado cómo se las gastaban!
El caso es que los focenses se dirigieron a una altura para hacerse fuertes frente a tamaño ejército, pero viendo el paso franco y sin necesidad de pararse a luchar, los persas simplemente siguieron camino.
Pobres focenses, viéndose en lo alto de un risco observando cómo los persas pasaban por el camino que debían guardar sin que pudieran hacer nada para evitarlo.
La batalla final
No está claro si Leónidas tuvo noticia del suceso por un mensajero focense o por un desertor persa, pero el caso es que lo supo. Y tenía claro lo que aquello significaba: la misión de detener a los persas en las Termópilas había fracasado.Ya sólo quedaba una cosa por hacer: evitar la masacre del ejército griego, de modo que quizás pudieran tomar nuevas posiciones y defender otro paso más al sur. Pero no podían retirarse todas las tropas al tiempo, o la caballería persa podría atravesar el paso y dar caza en campo abierto a los soldados en retirada, lo que significaría la debacle.
Alguien debía quedarse a defender el paso de las Termópilas mientras el resto del ejército heleno se replegaba.
Así que Leónidas tomó la única decisión honorable que podía tomar: sus trescientos espartanos y él se quedarían a defender las Termópilas. El resto debía retirarse.
No todos lo hicieron, y éste es un punto que a menudo olvidan el cine y la literatura: los setecientos tespios y los cuatrocientos tebanos se quedaron junto a los guerreros de Esparta para defender el paso. Mil cuatrocientos valientes que sabían que iban a morir.
El resto es de sobra conocido. Jerjes, tras dar tiempo a que sus tropas descendieran de la montaña, envió su ataque contra los defensores griegos. Y éstos, sabiéndose ya muertos e intentando acabar con tantos persas como pudieran, salieron a luchar a la zona más ancha del paso.
Aunque no todos. Los tebanos soltaron sus armas, levantaron sus manos y se rindieron a los persas. Se libraron de la muerte pero no de la vergüenza.
Leónidas fue muerto en el ataque y los griegos formaron un círculo en torno a su cuerpo para que los persas no pudieran cobrarlo. La lucha fue feroz, sin descanso. Primero con las lanzas y, cuando éstas se rompían, con las espadas. Y, según se acercaban los Inmortales, las filas griegas intentaron hacerse fuertes en lo alto de una colina.
Monumento a Leónidas en las Termópilas. Puedes verlo a pantalla completa en una nueva pestaña.
Pragmático, Jerjes decidió no gastar más vidas en el asunto y ordenó una lluvia de flechas sobre los griegos, hasta que el último de ellos hubo caído.
Continuó entonces el ejército persa su avance por Grecia saqueando las ciudades de Platea y Tespias y dirigiéndose rumbo a Atenas. Aunque esta es ya otra historia.
Epílogo
Quizá te consuele saber que el traidor Efialtes nunca obtuvo su recompensa. Conseguida la victoria sobre los espartanos acompañó a Jerjes esperando su premio, pero tras la derrota que los persas sufrieron en Salamina (como quizá veamos otro día para continuar la serie sobre las Guerras Médicas) se retiró a su región natal, Tesalia.Su cabeza había sido puesta a precio por los habitantes de Esparta, así que podemos suponer que no vivió en paz… el poco tiempo que llegó a vivir después de aquello. Y es que Efialtes murió apenas un año después de su traición por motivos desconocidos para nosotros, aunque aparentemente no relacionados con su acto de felonía.
Su nombre y su recuerdo quedaron malditos para siempre en Grecia.
domingo, 2 de octubre de 2016
SGM: La mujer de Garbo casi arruina el Día D
Una pelea de espía con su mujer en la Segunda Guerra Mundial 'casi arruina el Día D'
Agente Garbo con su esposa, Araceli
Juan Pujol con su esposa, Araceli
Una fila entre un espía y su esposa durante la Segunda Guerra Mundial casi en peligro las operaciones del día D, los archivos secretos del MI5 muestran.
El español Juan Pujol ayudó a convencer a los nazis los aterrizajes se llevaría a cabo en el Paso de Calais, no Normandía.
Pero después de haber sido confinado en su casa de Londres para proteger su identidad, su esposa, Araceli, amenazó con ir a la embajada española en junio de 1943.
Ella dijo que iba a contar todo acerca de uno de los mejores agentes dobles de Gran Bretaña salvo que se permita a visitar a su madre.
Su retroalimentación de información falsa para los nazis los desvía lejos de la escena de los desembarques reales del día D el 6 de junio 1944.
Sra Pujol no sólo se esforzó para hacer frente a la presión de la doble vida de la familia, pero también se convirtió en nostalgia.
Ella le faltaba la comida española y se molestó a su marido ausente tan a menudo.
Los temores de que la familia Pujol sería reconocido en las calles de Londres, llevaron a la señora Pujol siendo frustrado por las restricciones impuestas a ella y sus dos hijos.
En los archivos secretos, liberados de los Archivos Nacionales, el momento en que la señora Pujol enfrentó oficial de caso de su marido se registra.
"No quiero vivir cinco minutos más con mi marido", le gritó a MI5 oficial de caso de Pujol, Tomas Harris. "Incluso si me matan Voy a la embajada española."
El agente Garbo no sólo engañó a los nazis fingiendo ser su agente y proporcionando información falsa, sino que también engañado a su mujer para que se quede tranquilo.
A pesar de oficial de caso de la Garbo dar con la idea de decirle a su mujer que había sido capturado, el agente doble no pensaba que esto sería suficiente.
Debido a la señora Pujol no fue capaz de volver a España, sugirió un plan para convencerla de que su arrebato había llevado a él que era detenido.
Ella incluso fue llevado a visitar él, con los ojos vendados, en un campo de detención y, después de la reunión, estaba convencido de la necesidad de apoyar su trabajo encubierto.
El asesor jurídico del MI5, el mayor Edward Cussen, le dijo que había decidido su marido debe ser puesto en libertad y se permite que continúe la misión.
"Él le recordó que no tenía tiempo que perder con la gente incómoda operación y que si su nombre se mencionó nunca con él de nuevo, simplemente se dirigiría que ella debe ser encerrado," señaló el Sr. Harris.
"Ella volvió a casa muy escarmentado a la espera de la llegada del marido."
Agente Garbo con su esposa, Araceli
Juan Pujol con su esposa, Araceli
Una fila entre un espía y su esposa durante la Segunda Guerra Mundial casi en peligro las operaciones del día D, los archivos secretos del MI5 muestran.
El español Juan Pujol ayudó a convencer a los nazis los aterrizajes se llevaría a cabo en el Paso de Calais, no Normandía.
Pero después de haber sido confinado en su casa de Londres para proteger su identidad, su esposa, Araceli, amenazó con ir a la embajada española en junio de 1943.
Ella dijo que iba a contar todo acerca de uno de los mejores agentes dobles de Gran Bretaña salvo que se permita a visitar a su madre.
Nostálgico
La familia estaba basada en Harrow, al noroeste de Londres, donde el Sr. Pujol - el nombre en código de agente Garbo - tenía una red de subagentes que envían informes de inteligencia falsos a sus agentes de espionaje alemanes.Su retroalimentación de información falsa para los nazis los desvía lejos de la escena de los desembarques reales del día D el 6 de junio 1944.
Sra Pujol no sólo se esforzó para hacer frente a la presión de la doble vida de la familia, pero también se convirtió en nostalgia.
Ella le faltaba la comida española y se molestó a su marido ausente tan a menudo.
Los temores de que la familia Pujol sería reconocido en las calles de Londres, llevaron a la señora Pujol siendo frustrado por las restricciones impuestas a ella y sus dos hijos.
En los archivos secretos, liberados de los Archivos Nacionales, el momento en que la señora Pujol enfrentó oficial de caso de su marido se registra.
"No quiero vivir cinco minutos más con mi marido", le gritó a MI5 oficial de caso de Pujol, Tomas Harris. "Incluso si me matan Voy a la embajada española."
Otros secretos revelados en los archivos
- Planes se pusieron en marcha para que el Agente Garbo sea utilizado como un espía que trabajaba contra los rusos que condujo a la Guerra Fría
- Historiador y defensor de la paz E P Thompson - mejor conocido por La formación de la clase de trabajo Inglés - fue el tema de la vigilancia MI5 durante 20 años
- El columnista del Times David Aaronovitch, cuyos padres Comunista había estado bajo vigilancia MI5, dijo al programa Today de la forma en que descubrió que su hermana había sido espiado en la escuela, y se observó su propia luz antes de su extensa familia habían dicho
El agente Garbo no sólo engañó a los nazis fingiendo ser su agente y proporcionando información falsa, sino que también engañado a su mujer para que se quede tranquilo.
A pesar de oficial de caso de la Garbo dar con la idea de decirle a su mujer que había sido capturado, el agente doble no pensaba que esto sería suficiente.
Debido a la señora Pujol no fue capaz de volver a España, sugirió un plan para convencerla de que su arrebato había llevado a él que era detenido.
Ella incluso fue llevado a visitar él, con los ojos vendados, en un campo de detención y, después de la reunión, estaba convencido de la necesidad de apoyar su trabajo encubierto.
El asesor jurídico del MI5, el mayor Edward Cussen, le dijo que había decidido su marido debe ser puesto en libertad y se permite que continúe la misión.
"Él le recordó que no tenía tiempo que perder con la gente incómoda operación y que si su nombre se mencionó nunca con él de nuevo, simplemente se dirigiría que ella debe ser encerrado," señaló el Sr. Harris.
"Ella volvió a casa muy escarmentado a la espera de la llegada del marido."
sábado, 1 de octubre de 2016
Guerra Antisubversiva: Milani le recuerda a Verbitsky su pasado de terrorista de amplio espectro
César Milani: "Horacio Verbitsky tiene que explicar su paso por la dictadura militar"
El ex jefe del Ejército dijo que el presidente del CELS se "equivocó" al juzgarlo por su supuesta participación en la represión ilegal; "Sus amigos eran oficiales superiores, ¿cómo nunca les cuestionó nada?", afirmó
La Nación
César Milani: "Horacio Verbitsky tiene que explicar su paso por la dictadura militar". Foto: Archivo
El ex jefe del Ejército César Milani volvió a negar su supuesta participación en la represión ilegal durante la última dictadura militar y atacó al periodista y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Horacio Verbitsky , uno de los organismos de derechos humanos más cercanos al kichnerismo.
Milani ya se había enfrentado con Verbitsky en 2014, cuando rechazó que haya sido beneficiado con algún tipo de trato especial en las causas en su contra por la supuesta comisión de delitos de lesa humanidad. En 2013, el periodista consideró que la decisión de Cristina Kirchner de designar a Milani como jefe del Ejército era "un grave error político".
En una entrevista con Radio Con Vos, Milani insistió hoy en su inocencia, dijo que el CELS se "equivocó" al "juzgar" su causa y vinculó al periodista con ex oficiales de la última dictadura. "Creo que Verbitsky, antes de juzgarme u opinar sobre mí -especialmente, en algunas de cuestiones que dijo después sobre que yo porque tenía 21 años debería haber sabido-, tiene que explicar muchas cosas en la sociedad. En principio, tiene que explicar su paso por la dictadura militar", apuntó.
Terrorista revolucionario y terrorista de Estado Horacio Verbitsky. Foto: Archivo / LA NACION / Maxie Amena
"Sus amigos no eran subtenientes, tenían jerarquías intermedias o altas, oficiales superiores. Y no estaban en La Rioja o en una ciudad chiquita, estaban revistando en el centro del conurbano bonaerense o en la Capital. ¿Cómo eran sus amigos nunca les cuestionó nada? Tiene que explicar muchas cosas a la sociedad", agregó.
"Él dice que yo debería haber sabido [sobre la represión ilegal]. Mucho más deberían haber sabido los amigos de él -que hoy algunos lo siguen siendo- que tenían jerarquía, no como yo de subteniente, sino mayores, tenientes coroneles o jerarquías de oficial superior", completó.
Durante el reportaje, Milani sostuvo que "por supuesto hubo represión ilegal" durante la última dictadura, pero remarcó que él nunca vio ni tuvo "conocimiento de nada".
El año pasado, Verbitsky negó haber sido supuestamente el redactor oculto de discursos de los comandantes en jefe de la Fuerza Aérea Orlando Ramón Agosti y Omar Graffigna, integrantes de las juntas militares durante la última dictadura. De esa forma, el periodista rechazó las acusaciones publicadas en un libro del periodista Gabriel Levinas y el ingeniero Pedro Güiraldes y dijo que la documentación en que se basaron los autores era falsa.
El ex jefe del Ejército dijo que el presidente del CELS se "equivocó" al juzgarlo por su supuesta participación en la represión ilegal; "Sus amigos eran oficiales superiores, ¿cómo nunca les cuestionó nada?", afirmó
La Nación
César Milani: "Horacio Verbitsky tiene que explicar su paso por la dictadura militar". Foto: Archivo
El ex jefe del Ejército César Milani volvió a negar su supuesta participación en la represión ilegal durante la última dictadura militar y atacó al periodista y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Horacio Verbitsky , uno de los organismos de derechos humanos más cercanos al kichnerismo.
Milani ya se había enfrentado con Verbitsky en 2014, cuando rechazó que haya sido beneficiado con algún tipo de trato especial en las causas en su contra por la supuesta comisión de delitos de lesa humanidad. En 2013, el periodista consideró que la decisión de Cristina Kirchner de designar a Milani como jefe del Ejército era "un grave error político".
En una entrevista con Radio Con Vos, Milani insistió hoy en su inocencia, dijo que el CELS se "equivocó" al "juzgar" su causa y vinculó al periodista con ex oficiales de la última dictadura. "Creo que Verbitsky, antes de juzgarme u opinar sobre mí -especialmente, en algunas de cuestiones que dijo después sobre que yo porque tenía 21 años debería haber sabido-, tiene que explicar muchas cosas en la sociedad. En principio, tiene que explicar su paso por la dictadura militar", apuntó.
Terrorista revolucionario y terrorista de Estado Horacio Verbitsky. Foto: Archivo / LA NACION / Maxie Amena
"Sus amigos no eran subtenientes, tenían jerarquías intermedias o altas, oficiales superiores. Y no estaban en La Rioja o en una ciudad chiquita, estaban revistando en el centro del conurbano bonaerense o en la Capital. ¿Cómo eran sus amigos nunca les cuestionó nada? Tiene que explicar muchas cosas a la sociedad", agregó.
"Él dice que yo debería haber sabido [sobre la represión ilegal]. Mucho más deberían haber sabido los amigos de él -que hoy algunos lo siguen siendo- que tenían jerarquía, no como yo de subteniente, sino mayores, tenientes coroneles o jerarquías de oficial superior", completó.
Durante el reportaje, Milani sostuvo que "por supuesto hubo represión ilegal" durante la última dictadura, pero remarcó que él nunca vio ni tuvo "conocimiento de nada".
El año pasado, Verbitsky negó haber sido supuestamente el redactor oculto de discursos de los comandantes en jefe de la Fuerza Aérea Orlando Ramón Agosti y Omar Graffigna, integrantes de las juntas militares durante la última dictadura. De esa forma, el periodista rechazó las acusaciones publicadas en un libro del periodista Gabriel Levinas y el ingeniero Pedro Güiraldes y dijo que la documentación en que se basaron los autores era falsa.
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