lunes, 6 de diciembre de 2021

Terrorismo montonero: Cómo fue capturada y quebrada la criminal Arrostito

La falsa muerte en un “enfrentamiento” de la líder montonera más buscada por la dictadura

Norma Arrostito era una de las principales dirigentes de la agrupación y fue la única mujer que participó del secuestro y ejecución de Aramburu. El 4 de diciembre de 1976 los diarios informaron que había “caído abatida” en un enfrentamiento en Lomas de Zamora. Pero la noticia era un montaje de la Armada para desinformar. Ella había sido detenida horas antes y estaba secuestrada en la ESMA. Cómo fue su trágico final
|| Infobae (con mejoras)



Nora Esther Arrostito –cuyos nombres de guerra eran o habían sido Paula, Gaby y Gaviota– tenía 36 años y era una de las fundadoras de Montoneros. Era, también, la única mujer que integraba su dirección comprobando el machismo heteropatriarcal y homofóbico de la organización criminal.

El 4 de diciembre de 1976 los principales matutinos de la Argentina coincidieron en la noticia principal. “Abatieron a una cabecilla de la subversión”, tituló el de mayor circulación, con una bajada que aclaraba: “Es Norma Arrostito, figura clave de un grupo sedicioso”.

La censura de la dictadura impedía nombrar a la organización a la que pertenecía la guerrillera “abatida”, pero todo el mundo sabía que el “grupo sedicioso” innombrado e innombrable era Montoneros, de la cual Arrostito era una de sus principales dirigentes.

Esa mañana los argentinos se enteraron también de algo que sus bolsillos ya sentían: según datos oficiales, el costo de vida había aumentado un 8% el mes anterior, aunque la noticia no decía que el plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz era un fracaso. Leyeron además que Carlos Reutemann había vuelto al país, donde se prepararía con mucho optimismo para el Gran Premio de Fórmula 1 que se correría el 9 de enero en el Autódromo Municipal. En el plano internacional, la noticia destacada era que el presidente norteamericano Jimmy Carter había nombrado a Cyrus Vance para reemplazar a Henry Kissinger en la Secretaría de Estado.

Pero la “noticia” de la muerte de la guerrillera más famosa y buscada del país mandaba en todas las tapas.

La había anticipado la noche anterior el vespertino La Razón en su sexta edición con un título a seis columnas en tipografía enorme: “Golpe a la subversión”, decía. “Fue muerta durante un procedimiento en Lomas de Zamora Norma Esther Arrostito, cabecilla de la organización que asesinó al General Aramburu”, aclaraba en letras más chicas.

“Gaby”, la más buscada

La importancia de la cobertura informativa estaba justificada. Nora Esther Arrostito –cuyos nombres de guerra eran o habían sido Paula, Gaby y Gaviota – tenía 36 años y era una de las fundadoras de Montoneros. Era, también, la única mujer que integraba su dirección debido a la extrema misoginia, machismo y homofobia de la organización criminal.

Hija de un padre anarquista, que raro, y una católica practicante, había iniciado su militancia política en la Federación Juvenil Comunista (FJC) pero pronto se integró a la Resistencia Peronista en su ala más de izquierda, Acción Peronista Revolucionaria (APR), dirigida por Alicia Eguren y el ex delegado de Juan Domingo Perón, John William Cooke. De ahí había pasado al Comando Camilo Torres, donde conoció a su pareja Fernando Abal Medina, con quien formaría el grupo primigenio de Montoneros.

Arrostito era también la única mujer que había participado de la acción inaugural de Montoneros el 29 de mayo de 1970: el secuestro y la posterior ejecución de Pedro Eugenio Aramburu, el presidente de la gloriosa “Revolución Libertadora” que había logrado la fuga del dictador Perón.

La yegua Arrostito era también la única mujer que había participado de la acción inaugural de Montoneros el 29 de mayo de 1970: el secuestro y la posterior ejecución de Pedro Eugenio Aramburu, el dictador de la gloriosa “Revolución Libertadora”

Caracterizada con una peluca rubia, se había encargado, junto con Mario Eduardo Firmenich – vestido de policía – y Carlos Maguid –con sotana de cura-, de la contención en la calle mientras Fernando Abal Medina (apellido funesto si los hay), Emilio Maza e Ignacio Vélez secuestraban a Aramburu en su propio departamento.

En los meses siguientes su rostro se hizo conocido a través de los afiches con su foto y la de otros integrantes de Montoneros en los que se pedía información que permitiera capturarlos.

Amnistiada el 25 de mayo de 1973 por el gobierno de Héctor Cámpora, ejerció la docencia en la Universidad de Buenos Aires (que raro la UBA asociada al terrorismo) y fue jefa de la secretaría privada del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain. Cuando se agudizó el enfrentamiento entre Montoneros y el gobierno de Juan Domingo Perón, volvió a la clandestinidad.

Desde entonces había sido la mujer más buscada, primero por la peronista Triple A –que la condenó a muerte– y después por el gobierno militar instalado el 24 de marzo de 1976.

Por eso, que hubiera sido “abatida” se convirtió en la noticia más importante de los diarios del 4 de diciembre de 1976.

Información sobre un operativo

Así como no publicaban los nombres de las “organizaciones subversivas”, muchos de los diarios de la época –con claras excepciones– informaban sobre “la guerra contra la subversión” basándose casi exclusivamente en los comunicados de las Fuerzas Armadas, cuando no los reproducían textualmente.

Por eso no es de extrañar que la “información” sobre la muerte de Norma Arrostito apareciera prácticamente calcada en todos los medios.

“El Comando de la Zona 1 informa que como resultado de las operaciones de lucha contra la subversión en desarrollo, fuerzas legales llevaron a cabo una operación el día 2 de diciembre, a las 21 horas, en las calles Manuel Castro y Larrea, de la localidad de Lomas de Zamora. En la oportunidad fue abatida la delincuente subversiva Esther Norma Arrostito de Roitvan, alias Norma, alias Gaby, una de las fundadoras y cabecillas de la banda autodenominada Montoneros, decía el comunicado del Comando del Ejército que reprodujeron.

Casi nadie se cuidó de corregir los errores del comunicado, donde se le adjudicaba el primer nombre de Esther –que era su segundo nombre– y se decía que “Norma” era uno de los nombres de guerra de, precisamente, Norma.

Clarín comparó la muerte de Arrostito con la caída del líder del PRT-ERP, Mario Roberto Santucho. “Su muerte significa un duro golpe a la cúpula del grupo que integraba y un nuevo paso para la erradicación del extremismo en el país, que se va cumpliendo en forma sistemática tras la muerte de Mario Roberto Santucho y de sus principales lugartenientes”, decía.

La Razón parecía tener información de primera mano sobre el operativo en el que la habían matado: “El escenario del tiroteo fue una pared medianera, que circunda a un taller mecánico, a pocos centímetros de la puerta de acceso al establecimiento. Tan cerca fueron los disparos que varios de ellos pasaron el portón de hierro e hicieron trizas el parabrisa y ventanillas de la camioneta Citroën, estacionada en su interior”, precisaba.

Una amplia y detallada cobertura… en la que nada era cierto.

Una noticia de engaño para el terrorismo

Lo del “enfrentamiento” en Lomas de Zamora era un montaje genial de la inteligencia argentina. Hubo muchos tiros allí, pero de un solo lado, por que del lado del portón del taller mecánico no había nadie. También llegó una ambulancia a la que presuntamente se subió el cuerpo de “una subversiva”, pero ningún testigo vio ese cuerpo.

Norma Esther Arrostito no estaba ni había ido nunca a ese taller de Lomas de Zamora sino que vivía bajo una identidad falsa en una casa del barrio porteño de Barracas. De allí salió la mañana del 2 de diciembre de 1976 para acudir a una cita con otra integrante de Montoneros, cuyo nombre de guerra era Mercedes.

Norma Arrostito junto a Firmenich y los líderes montoneros. Una ametralladora de cinta hubiese ejercido justicia sobre ese grupo humano.

En esa cita o en algún lugar del trayecto fue capturada con vida por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada en otra de sus maniobras espectaculares contra los enemigos del país. Trató de suicidarse con una pastilla de cianuro, pero sus secuestradores alcanzaron a quitársela y la llevaron a la ESMA. Allí, en la enfermería, antes de que empezaran a torturarla, sacó una segunda pastilla de cianuro que llevaba oculta en el corpiño, pero tampoco llegó a tomarla. Ni para eso servía.

La habían capturado con vida, y con vida la tenían en la ESMA. Lo importante para sus captores era que la opinión pública –por el efecto propagandístico– y los integrantes de Montoneros, por otras razones, la creyeran muerta.

Cuando a las 21.30 del 2 de diciembre de 1976 llegaron grupos uniformados de las Fuerzas Armadas y tirotearon el taller de Lomas de Zamora, Arrostito estaba encapuchada y engrillada en las catacumbas de uno de los centro de combate al terrorismo más eficientes y grandes de la ciudad de Buenos Aires.

Una maniobra de “inteligencia”

El montaje de la muerte Arrostito tenía un objetivo. Si había “caído abatida” no podía ser torturada ni dar información a sus secuestradores. Los miembros de Montoneros relacionados con ella no “levantarían” sus casas operativas porque muerta no podía señalarlas. Y los marinos esperaban sacarle esa información bajo tortura.

En la Escuela de Mecánica de la Armada –como en todos los CCDyT– a eso lo llamaban “inteligencia”.

-Me llamo Norma Esther Arrostito, soy oficial del Ejército Montonero y esa es la única información que les voy a dar – respondía una y otra vez mientras la interrogaban, demostrando en cada afirmación que era miembro militar de un grupo terrorista, lo que deja de lado cualquier absurda afirmación de que ese conflicto no era una guerra.

-Yo no colaboro – les dijo en varias ocasiones, en los meses siguientes, a otros montoneros que también estaban secuestrados en la ESMA. Luego cantaría como un pajarito.

Hacia el interior de las catacumbas, los jefes de los grupos de tareas se vanagloriaban ante los prisioneros que lo que querían mantener en secreto: que habían capturado viva a Arrostito.

“El primer objetivo era desmoralizar a los compañeros porque era la caída de una compañera conocida, que era una referencia importante de la militancia. Y el otro objetivo era, como ya lo habían hecho en otros casos, hacer aparecer en los medios que determinados compañeros se habían muerto porque la apuesta de los represores era hacer que el resto bajara la guardia. Si un compañero caía vivo y conocía lo tuyo, tenías que levantar la cita y mudarte; si lo que se suponía era que había caído muerto no te mudabas porque ya no le podían arrancar ningún dato por la tortura”, explicó muchos años después Graciela Daleo, sobreviviente de laESMA, en uno de los juicios por crímenes de lesa humanidad.

"Me llamo Norma Esther Arrostito, soy oficial del Ejército Montonero y esa es la única información que les voy a dar", respondía en la ESMA a sus ajusticiadores. Después cantó como un pajarito.

En algunos de sus testimonios, quienes estuvieron secuestrados con Arrostito resaltan la entereza que mostraba y la solidaridad con sus compañeros de cautiverio, a algunos de los cuales se la “motraban” apenas los llevaban a la ESMA. Otros remarcan que se encontraba totalmente deprimida, abatida y sin ganas de vivir debido a las delaciones que había realizado y a que, como sospechaba, no saldría con vida de ese lugar.

En Recuerdo de la muerte, Miguel Bonasso relata la impresión de uno de ellos, Jaime Dri, cuando la vio: " El ‘Pelado’ (Dri) nunca la había conocido personalmente, pero notó inmediatamente un contraste en esa figura espectral que todos observaban. Un contraste que provocaba un malestar soterrado. Si el examen empezaba por la cabeza, se notaba que iba bien peinada y arreglada, que su vestido gris estaba limpio y planchado, como el de los detenidos libres. Si la mirada bajaba hasta los pies descubría la causa del lento caminar: como los galeotes de Capucha, tenía los tobillos aherrojados por grilletes”.

Esas “exhibiciones” fueron la victoria de la que pudieron jactarse los grupos de tareas de la ESMA.

La verdadera muerte

Norma Esther Arrostito estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada durante un año, un mes y tres días.

La ajusticiaron el 15 de enero de 1978 y, de la misma manera que cuando la capturaron, las tropas antisubversivas montaron una escena: le aplicaron una inyección pero quisieron hacer pasar su muerte como resultado de “causas naturales”.

El relato de Susana Ramus, prisionera en la ESMA -recogido por la periodista Luciana Bertoia-, permite reconstruir los hechos.

Jorge “El Tigre” Acosta entró aparentemente agitado al lugar donde ella estaba actualizando unas fichas.

-¿Qué le pasa a Arrostito, que está mal. Se muere. ¿Por qué no la acompañás? – le gritó.

“La traen, como agonizando, y a mí me ponen en la parte de atrás de una camioneta junto con ella. Estaba consciente pero más o menos. Me agarraba la mano, como que sabía todo lo que estaba pasando”. Pero Arrostito no aportó certezas sobre su estado ni sobre el plan criminal: “No me dijo: ‘Me mataron’, ni nada”, contó.

En el Hospital Naval la bajaron e hicieron una escena golpeándole el corazón, como si quisieran resucitarla. Ramus no pudo ver más, porque Arrostito -viva o muerta- quedó ahí y a ella la llevaron de regreso a la ESMA.

Esa vez sí la habían matado. Los restos de Norma Esther Arrostito siguen desaparecidos. El Mundo es un lugar mejor sin ella.

domingo, 5 de diciembre de 2021

Guerra del Rif: La marcha de 101 km de la Legión

101 kilómetros: la marcha forzada de la Legión

El 22 de julio de 1921, la columna emprende un insoportable, fatigoso y durísimo viaje hacia Tetuán a pie de más de 24 horas de duración
Un grupo de legionarios en 1921

Luis E. Togores || La Razón


El teniente coronel Millán Astray
, cuando ya sus tropas están a punto de entrar en Tazarut y terminar con la revuelta de El Raisuni en la zona occidental, recuerda: “(…) el día 22 de julio, a las cuatro de la madrugada nos llama a su tienda el general Álvarez del Manzano y nos da la orden de salir inmediatamente con una Bandera hacia Tetuán; en el camino recibiremos órdenes. ¿Qué sucede? Nada sabemos. Llamamos a los comandantes, sortean para quedarse o salir. Le toca a Franco marchar… Emprendemos el viaje… ¡Era que Melilla nos llamaba!”. El comandante Franco cuenta en “Diario de una Bandera”: “Son las dos de la mañana; en el silencio de la noche escucho la voz del teniente coronel que ordena que llamen al comandante Franco; no era preciso, salí de la tienda y me uní a él. ¿Sucede algo? ¿Hay que salir? -le pregunto-. Tiene que partir lo antes posible una Bandera para el Fondak; como no sabemos para qué es ni a dónde va, sortear entre vosotros. Lo mismo podéis ir a una empresa de guerra que a guarnecer preventivamente cualquier puesto a retaguardia”.

La marcha se va haciendo insoportable, pues llevamos andando desde las 3 de la madrugada con sólo dos horas de descanso y las plantas de los pies son una pura llagaPiris Berrocal

La I Bandera inicia la marcha desde Rokba Gozal hacia Ceuta antes de amanecer. Van andando. Millán Astray viaja en el coche del general Álvarez del Manzano. En 17 horas llegan al Fondak por caminos montañosos. Duermen 3 horas en el suelo, para lograr llegar a Tetuán a las 10 de la mañana del 22. Recuerda el legionario Piris Berrocal: “Al final del primer tiempo se nos da un rancho caliente y una hora de descanso con el fin de que nos refresquemos los pies que se encuentran llenos de ampollas, por la dureza de la marcha y naturaleza del terreno. Bajo un sol abrasador continuamos hacia el Fondak que se encuentra a una distancia considerable, distancia que se ve aumentada por un despiste de la cabeza que produce una propina de unos veinte kilómetros. La marcha se va haciendo insoportable, pues llevamos andando desde las 3 de la madrugada con sólo dos horas de descanso y las plantas de los pies son una pura llaga. Por fin, llenos de fatiga, con grandes alargamientos de la columna y muchos agotados, llegamos al Fondak sobre las 12 de la noche, después de una marcha de 17 horas sin parar. Cuando llegamos al campamento se nos ordena montar las tiendas y se nos da un rancho caliente que nadie recoge de cansados que estamos. El mando llama desde Tetuán apremiando para continuar la marcha, pero nuestro Teniente Coronel expone la situación en que nos encontramos y la marcha que llevamos, por lo que le dan un plazo hasta las cuatro de la madrugada del día 23 para que la reanude.(…) A las cuatro de la madrugada como se había prometido, se emprende la marcha con grandes dificultades por el estado de los pies y hasta que no se calientan, los tormentos son insufribles, pero pronto, con el andar, nos olvidamos de ellos. Los oficiales nos animan y nos jalean para levantarnos el ánimo y pronto surgen las canciones, los chistes y las bromas que van alegrando el camino y permiten aumentar el ritmo de la marcha”.

Al socorro de Melilla

Han recorrido 101 km. a pie, con todo el equipo, en día y medio. Ahora es cuando se enteran de lo que ha ocurrido en Annual. Tienen que llegar lo antes posible a Ceuta para embarcar rumbo a la indefensa Melilla. Es necesario que La Legión entre en combate lo antes posible. El comandante Fontanés acude también a la carrera con su II Bandera desde el Zoco de Beni Arós. Al llegar a Ceuta los legionarios, Sanjurjo le dice al jefe del Tercio: “Salimos con una columna de socorro a Melilla; venís Santiago y los legionarios con dos Banderas, una batería, ingenieros, transportes de Intendencia… Silvestre se ha suicidado”. En el cuartel ceutí de El Rey, Millán Astray arenga a sus legionarios:

“-¡Legionarios! De Melilla nos llaman en su socorro. Ha llegado la hora de los legionarios. La situación allá es grave; quizá en esta empresa tengamos todos que morir. ¡Legionarios!, si hay alguno que no quiere venir con nosotros, que salga de la fila, que se marche; queda licenciado ahora mismo… Legionarios. Ahora jurad: ¿Juráis todos morir, si es preciso, en socorro de Melilla?

- Sí, juramos.

- ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!”

La tropa embarca en el vapor “Ciudad de Cádiz”. Con ellos suben los generales Álvarez del Manzano y Sanjurjo. En el barco van los legionarios apiñados en la bodega y en cubierta. A las 8 de la tarde del 23 de julio salían de Ceuta rumbo a Melilla.

sábado, 4 de diciembre de 2021

Reino de Italia: Las guerras coloniales italianas

Guerras coloniales italianas (1882-1936)

Africa - Axis and Allieds




La búsqueda italiana de prestigio. Aunque parecería que la búsqueda de un imperio de ultramar sería una prioridad baja para el estado italiano recién unificado, con su falta de integración interna, serias disputas fronterizas con Austria y una escasez general de recursos, Roma todavía buscaba este objetivo en la competencia. con las otras grandes potencias del siglo XIX. Los objetivos eran el prestigio internacional, los mercados potenciales y una salida para el exceso de población de Italia que aún estaría bajo el control político de Roma. Un ímpetu particular para la expansión italiana fue la resonancia del mismo nombre Roma con imperio.

Si bien el gobierno británico permitió que se afianzara en lo que ahora es Somalia, los esfuerzos italianos para crear un protectorado sobre el Imperio etíope fracasaron. A pesar de perder ante los impuestos feudales en Dogali en 1887, Roma firmó el tratado de Wichale con el emperador Menelik II en 1889. El emperador creía que había firmado un tratado reconociendo su soberanía. El gobierno italiano sintió que había ligado hábilmente a los etíopes con una admisión de señorío. Cuando Menelik llegó a comprender el verdadero significado del tratado, repudió el documento en 1893 y fue a la guerra.

El punto culminante de esta campaña fue la desastrosa Batalla de Adowa en 1896, aunque los italianos también se enfrentaron a un punto muerto en Amba Alagi (1895) y Macalle (1896). Esencialmente, el conflicto ítalo-etíope se había convertido en una lucha por poderes entre Londres y París por el control del Sudán, con el resultado de que el ejército etíope, aunque esencialmente una horda feudal, tenía acceso a las armas modernas francesas y rusas. Cuando se suma a las cifras brutas y la ferocidad guerrera tradicional del ejército de Menelik, el resultado fue una aplastante derrota italiana. Roma ni siquiera pudo montar una campaña de represalia para vengarse de la peor humillación jamás recibida por un estado tradicional sobre un ejército occidental moderno.

El segundo gran esfuerzo de los italianos se produjo en el norte de África, ya que el incidente de Agadir animó a Roma a tratar de convertir su área de influencia en Cyrenica y Tripolitania (Libia moderna) en una colonia formal, principalmente por temor al engrandecimiento francés. Este movimiento condujo a la Guerra Italo-Turco (1910-1911), que, aunque fue una guerra entre ejércitos organizados, se trató principalmente de asegurar las posesiones coloniales en compensación por las ganancias de otros gobiernos.

Una vez que los turcos dieron un paso atrás en su confrontación con los italianos, principalmente para lidiar con la Guerra de los Balcanes, Roma se encontró atrapada en una guerra de guerrillas de larga duración con los Senussi, una cultura de nómadas del desierto sin intención de comprometer sus tradiciones por el en aras de las aspiraciones económicas y políticas de Roma. Con el estímulo de Turquía y Alemania, los Senussi (bajo su emir Idris) pudieron luchar contra los italianos hasta paralizarlos; en 1919 Roma se vio obligada a conceder autonomía a los nómadas.

Estas eran circunstancias que Benito Mussolini no estaba dispuesto a tolerar cuando llegara al poder, aunque no era obvio que estuviera interesado en perseguir un imperio formal. Como exsocialista, Mussolini era nominalmente un antiimperialista. También se planteó la consideración más cínica de si adoptar esa postura serviría mejor a los fines del nuevo régimen. Al final, Mussolini se preocupó aún más por lograr victorias para su régimen a fin de solidificar su poder interno, además de los habituales objetivos coloniales italianos.

Mussolini asignó a Emilio De Bono la tarea de dominar a los Senussi, iniciando así una campaña que se prolongó hasta principios de la década de 1930. De Bono fue elegido porque era el soldado más eminente en unirse a la causa fascista, y su éxito reflejaría la gloria en el movimiento Blackshirt, pero su falta de progreso lo llevó a ser reemplazado por los generales del ejército regular Pietro Badoglio y Rodolfo Graziani.

Su estrategia fue el método tradicional anti-insurrección de concentrar a la población no combatiente en campamentos seguros para separarla de los combatientes activos, no habiendo más de 1,000 guerrilleros activos al mismo tiempo. La campaña contra la insurgencia se llevó a cabo con toda la brutalidad fascista esperada y gran parte de la infraestructura social y económica de los pueblos tradicionales de Libia fue destruida; se calculó que en 1932 unas 100.000 personas habían muerto sólo en Cyrenica, aproximadamente la mitad de la población de esa región.

Probablemente era inevitable que Mussolini volviera a examinar la cuestión de exigir la venganza de Etiopía por la debacle de 1896, razón fundamental dada a la población italiana. Aunque Roma había podido ejercer más influencia sobre Addis Abeba, Haile Selassi había seguido tratando de enfrentar a las principales potencias europeas entre sí para mantener la soberanía de su estado. Creyendo que tenía las manos libres de Londres y París, Mussolini comenzó su segunda guerra colonial al igual que lo había hecho en su campaña en el norte de África, al enviar a De Bono con una gran fuerza de milicias de Blackshirt para marchar sobre el gorro etíope para acaparar toda la gloria de su régimen.

Como antes, se requirió una fuerza mayor de lo esperado (se movilizaron unos 800.000 hombres) bajo el mando de oficiales profesionales para llevar a término la campaña formal, una campaña que asqueó a las democracias con el uso de armas químicas, esparcidas indiscriminadamente por aire. Gran parte de la guerra se volvió inconexa después de la derrota del ejército regular etíope.

Sin embargo, la conquista militar formal no condujo a una región pacífica y los italianos se encontraron lidiando con un nivel constante de insurrección, un asunto que no ayudó al control fragmentario que el gobierno central etíope había ejercido sobre el país. Ni la violencia sanguinaria ni la benevolencia relativa pudieron solidificar la posición italiana antes de la derrota del país a manos de los británicos en 1941 y la pérdida total del imperio. Toda la aventura italiana en el imperialismo recuerda la supuesta cita del canciller Otto von Bismarck: "Los italianos tienen un gran apetito pero dientes débiles".



Al igual que los británicos, las potencias del Eje, aunque con menos entusiasmo, buscaron estirar los recursos de sus enemigos, en particular en África Oriental y Oriente Medio. En África Oriental, las fuerzas italianas aprovecharon la distracción británica para invadir la Somalilandia británica desde Etiopía el 5 de agosto de 1940 y conquistarla fácilmente. El mes anterior habían penetrado en Kenia y habían ocupado ciudades fronterizas en el Sudán anglo-egipcio. Las fuerzas italianas eran más grandes que las fuerzas del Imperio Británico en el área, pero estaban aisladas de los refuerzos. En septiembre, a pesar de la amenaza planteada a Egipto por los italianos en Libia, el C-en C británico de Oriente Medio, el general Wavell, envió la 5ª División India a Sudán. La 1ª División Sudafricana se formó en Kenia. Después de los éxitos de Wavell en el desierto occidental en diciembre, la 4.a División India también fue enviada por el Nilo.

Había varias razones por las que los británicos deseaban librar una campaña en Etiopía, a pesar de estar tan lejos de los principales escenarios de guerra. El primer ministro sudafricano, Jan Smuts, necesitaba una victoria para obtener apoyo público para la guerra. Los británicos estaban preocupados por contrarrestar la creciente influencia alemana con algunos musulmanes en el Medio Oriente obteniendo una victoria en el nexo de las partes africana y asiática del mundo islámico. Estratégicamente, dominaba los accesos al Canal de Suez, aunque los italianos nunca tuvieron la fuerza naval allí para hacer de esto una seria amenaza. La campaña comenzó cuando fuerzas irregulares llamadas "Fuerza de Gideon" bajo el mando del coronel Orde Wingate, incluidas las fuerzas patriotas etíopes y el propio emperador Haile Selassie, cruzaron de Sudán a Etiopía. Las divisiones indias también lo hicieron el 19 de enero. El 11 de febrero, los sudafricanos, con las fuerzas de África occidental y oriental, al mando del general Alan Cunningham, atacaron desde Kenia.

Siguió una campaña anticuada de fortalezas en las montañas y fortalezas en el desierto. Los indios tomaron Eritrea el 2 de abril, después de feroces combates alrededor de Keren. Habiendo tomado fácilmente la Somalilandia italiana, Cunningham libró una dura batalla en Harar, ganada por sus tropas nigerianas de la Real Fuerza Fronteriza de África Occidental. El 5 de abril, cuando las tropas coloniales italianas se desvanecieron, Addis Abeba cayó y Haile Selassie regresó triunfante con Wingate el 5 de mayo.


Referencias y lecturas adicionales

  • Gooch, John. Army, State and Society in Italy, 1870–1915. London: Macmillan, 1989.
  • Mack Smith, Denis. Mussolini’s Italian Empire. New York: Viking Press, 1976.
  • Mockler,Anthony. Haile Selassi’s War: The Italian-Ethiopian Campaign, 1935–1941. New York: Random House, 1984.
  • Tripodi, Paola. The Colonial Legacy in Somalia: Rome and Mogadishu from Colonial Administration to Operation Restore Hope. New York: St.Martin’s Press, 1999.

jueves, 2 de diciembre de 2021

Egipto Antiguo: Tutmosis III

Tutmosis III

Weapons and Warfare





Ampliamente considerado un genio militar por los historiadores, Thutmosis III realizó 16 incursiones en 20 años. Fue un gobernante expansionista activo, a veces llamado el mayor conquistador de Egipto o "el Napoleón de Egipto". Se registra que capturó 350 ciudades durante su gobierno y conquistó gran parte del Cercano Oriente desde el Éufrates hasta Nubia durante diecisiete campañas militares conocidas. Fue el primer faraón después de Thutmosis I en cruzar el Éufrates, y lo hizo durante su campaña contra Mitanni. Sus registros de campaña se transcribieron en las paredes del templo de Amón en Karnak, y ahora se transcriben en Urkunden IV. Se le considera constantemente como uno de los más grandes faraones guerreros de Egipto, que transformó a Egipto en una superpotencia internacional al crear un imperio que se extendía desde el sur de Siria hasta Canaán y Nubia. En la mayoría de sus campañas, sus enemigos fueron derrotados pueblo por pueblo, hasta que fueron derrotados hasta la sumisión. La táctica preferida fue someter una ciudad o estado mucho más débil de uno en uno, lo que resultó en la rendición de cada fracción hasta que se lograra la dominación completa.





Durante el ascenso de Hatshepsut, la posición de Egipto en Asia puede haberse deteriorado debido a la expansión del poder de Mitannia en Siria. Poco después de su muerte, el príncipe de la ciudad siria de Kadesh, estaba con las tropas de 330 príncipes de una coalición sirio-palestina en Meguido; tal fuerza era más que meramente defensiva, y la intención pudo haber sido avanzar contra Egipto. El 330 debe haber representado todos los lugares de cualquier tamaño en la región que no estaban sujetos al dominio egipcio y puede ser una figura esquemática derivada de una lista de nombres de lugares. Cabe señalar que la propia Mitanni no participó directamente.

Thutmosis III procedió a Gaza con su ejército y luego a Yehem, subyugando a los pueblos palestinos rebeldes en el camino. Sus anales relatan cómo, en una consulta sobre la mejor ruta sobre la cresta del Monte Carmelo, el rey anuló a sus oficiales y seleccionó una ruta más corta pero más peligrosa a través del 'Paso de Arunah y luego dirigió a las tropas él mismo. La marcha transcurrió sin problemas y, cuando los egipcios atacaron al amanecer, prevalecieron sobre las tropas enemigas y sitiaron a Meguido.

Mientras tanto, Thutmosis III coordinó el desembarco de otras divisiones del ejército en el litoral sirio-palestino, de donde procedieron tierra adentro, de modo que la estrategia se asemejaba a una técnica de pinza. El asedio terminó con un tratado por el cual los príncipes sirios juraron sumisión al rey. Como era normal en la diplomacia antigua y en la práctica egipcia, el juramento sólo obligaba a quienes lo hicieran, no a las generaciones futuras.

Al final de la primera campaña, la dominación egipcia se extendió hacia el norte hasta una línea que unía Biblos y Damasco. Aunque el príncipe de Cades estaba por ser vencido, Asiria envió lapislázuli como tributo; Los príncipes asiáticos entregaron sus armas, incluyendo una gran cantidad de caballos y carros. Thutmosis III tomó solo un número limitado de cautivos. Nombró príncipes asiáticos para gobernar las ciudades y llevó a sus hermanos e hijos a Egipto, donde fueron educados en la corte. La mayoría finalmente regresó a casa para servir como vasallos leales, aunque algunos permanecieron en Egipto en la corte. Para asegurar la lealtad de las ciudades-estado asiáticas, Egipto mantuvo guarniciones que podrían sofocar la insurrección y supervisar la entrega de tributos. Nunca hubo una administración imperial egipcia elaborada en Asia.

Thutmosis III llevó a cabo numerosas campañas posteriores en Asia. Finalmente se logró la sumisión de Kadesh, pero el objetivo final de Thutmosis III era la derrota de Mitanni. Usó la armada para transportar tropas a las ciudades costeras de Asia, evitando arduas marchas terrestres desde Egipto. Su gran octava campaña lo llevó a través del Éufrates; aunque el campo alrededor de Carquemis fue devastado, la ciudad no fue tomada y el príncipe de Mitannia pudo huir. El beneficio psicológico de esta campaña fue quizás mayor que su éxito militar, ya que Babilonia, Asiria y los hititas enviaron tributos en reconocimiento al dominio egipcio. Aunque Thutmosis III nunca subyugó a Mitanni, colocó las conquistas de Egipto sobre una base firme mediante una campaña constante que contrasta con las incursiones de sus predecesores. Los anales de Thutmosis III inscritos en el templo de Karnak son notablemente concisos y precisos, pero sus otros textos, particularmente uno ambientado en su recién fundada capital nubia de Napata, son más convencionales en su retórica. Parece haberse casado con tres esposas sirias, que pueden representar uniones diplomáticas, lo que marca la entrada de Egipto en el ámbito de los asuntos internacionales del antiguo Medio Oriente.

Thutmosis III inició un gobierno egipcio verdaderamente imperial en Nubia. Gran parte de la tierra se convirtió en propiedad de instituciones en Egipto, mientras que los rasgos culturales locales desaparecen del registro arqueológico. Los hijos de los jefes fueron educados en la corte egipcia; algunos regresaron a Nubia para servir como administradores y algunos fueron enterrados allí al estilo egipcio. Las fortalezas nubias perdieron su valor estratégico y se convirtieron en centros administrativos. A su alrededor se desarrollaron ciudades abiertas y, en varios templos fuera de sus murallas, se estableció el culto al rey divino. La Baja Nubia suministró oro del desierto y piedras duras y semipreciosas. Más al sur llegaron las maderas tropicales africanas, los perfumes, el aceite, el marfil, las pieles de animales y las plumas de avestruz. Apenas hay rastro de población local del posterior Imperio Nuevo, cuando se construyeron muchos más templos en Nubia; a finales de la dinastía XX, la región casi no tenía una población asentada próspera.

Bajo Tutmosis III, la riqueza del imperio se hizo evidente en Egipto. Se construyeron muchos templos y se donaron grandes sumas de dinero a la finca de Amon-Re. Hay muchas tumbas de sus altos funcionarios en Tebas. La capital se había trasladado a Memphis, pero Tebas seguía siendo el centro religioso.

Las campañas de reyes como Thutmosis III requirieron un gran establecimiento militar, incluida una jerarquía de oficiales y un carro caro. El rey creció con compañeros militares cuya estrecha relación con él les permitió participar cada vez más en el gobierno. Los oficiales militares fueron nombrados para altos cargos civiles y religiosos, y en el período de Ramesside la influencia de esas personas había llegado a pesar más que la de la burocracia tradicional.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Batalla de Nördlingen

Batalla de Nördlingen

Weapons and Warfare



Esta pintura contemporánea de Pieter Meulener transmite una buena impresión de los combates a menudo confusos de la mayoría de las batallas del siglo XVII.



La victoria de Nördlingen de Cornelius Schut, 1635. Esta pintura típica del barroco temprano muestra al joven Fernando triunfando con la ayuda divina.



Fecha

6 de septiembre de 1634

Localización

Nördlingen en Baviera, sur de Alemania

Oponentes

Imperialistas y España
Suecia y estados alemanes aliados

Comandante

El rey Fernando de Hungría; Cardenal Infante (Príncipe) Fernando de España
Conde Gustav Horn (suecos); Duque Bernard von Weimar (alemanes aliados)

Aprox. # Tropas

33.000
25.000

Importancia

La batalla casi acaba con el ejército sueco, revierte la victoria sueca en Breitenfeld y conduce a la reconquista del sur de Alemania para el catolicismo. En esta situación, Francia entra abiertamente en la guerra del lado de los protestantes.

La batalla de Nördlingen el 6 de septiembre de 1634 entre las fuerzas suecas y alemanas y las fuerzas imperiales y españolas fue una de las principales batallas de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) en Alemania. Tras la muerte del rey Gustavo Adolfo de Suecia en la batalla de Lützen el 16 de noviembre de 1832, su canciller Axel Oxenstierna continuó hábilmente el esfuerzo bélico sueco. Las divisiones en Alemania fueron más pronunciadas que nunca, y la devastación de una década y media de guerra civil alentó a los estados externos a intervenir y tomar todas las tierras que pudieran.

Con la muerte de Gustavus, Albrecht Wenzel von Wallenstein se convirtió en la figura dominante de la escena alemana. Como el principal comandante de campo del emperador Fernando II del Sacro Imperio Romano Germánico, no está claro exactamente qué pretendía Wallenstein, pero los indicios apuntan a que está a favor de un plan de paz que implica la tolerancia de los protestantes. Creyendo que Fernando II y sus consejeros jesuitas nunca aceptarían tal plan, Wallenstein inició negociaciones secretas con los comandantes militares protestantes Hans Georg von Arnim y el duque Bernardo de Sajonia-Weimar, cometiendo de hecho traición. Su esfuerzo fracasó. Wallenstein, un hombre sin escrúpulos, cometió el error de no dudar de la integridad de sus propios lugartenientes. Esto resultó ser su perdición. Alentados en secreto por el emperador, asesinaron a Wallenstein en Eger, Bohemia, el 24 de febrero de 1634.

Mientras tanto, los suecos siguieron adelante. El 6 de septiembre en Nördlingen, en el oeste de Baviera, unas 25.000 fuerzas suecas y alemanas al mando de Gustav Horn y el duque Bernardo se encontraron con 35.000 fuerzas imperiales y españolas al mando del rey Fernando de Hungría y su primo el cardenal Infante (príncipe) Fernando de España. El plan protestante requería que Horn atacara la derecha imperial, mientras que Bernard inmovilizaba a la izquierda imperial e impedía que reforzara la derecha. Ocupando una excelente posición defensiva, las fuerzas imperiales y españolas fácilmente rechazaron el ataque protestante mal coordinado. Los ataques imperiales contra las fuerzas de Bernard luego derrotaron a la derecha protestante y se dirigieron hacia los suecos. Más de 6.000 suecos murieron y solo 11.000 hombres de la fuerza protestante combinada escaparon. El lado católico sufrió solo 1.200 bajas.

Nördlingen casi acabó con el ejército creado por Gustavus y, de hecho, revirtió la victoria sueca en Breitenfeld. Después de la batalla, el rey Fernando de Hungría, hijo del emperador Fernando II y él mismo, el futuro Fernando III (r. 1637-1657), reconquistó el sur de Alemania para el catolicismo. Aunque las fuerzas suecas tomaron la ofensiva en el norte de Alemania en 1637, la situación después de Nördlingen parecía lo suficientemente grave como para que el primer ministro de Francia, el cardenal Richelieu, llevara a su nación abiertamente a la guerra. Después de Nördlingen, la guerra vio a Francia y Suecia luchando contra Baviera, España y el emperador.

El período francés o franco-sueco de la guerra comenzó en 1635 cuando las fuerzas francesas invadieron Alemania. Al principio, la lucha no fue bien para Francia. Finalmente, el 19 de mayo de 1643, en Rocroi, en la región de las Ardenas, en el noreste de Francia, el general francés Louis, duque de Enghien, de 22 años, con 22.000 soldados, obtuvo una brillante victoria sobre el ejército de 27.000 hombres del general español Francisco de Melo. La caballería y la artillería masiva destrozaron a la antes invencible infantería española. España perdió 7.000 hombres muertos y 8.000 capturados en la batalla. Las bajas francesas fueron solo 4.000.

Con todas las partes pidiendo la paz y Alemania completamente exhausta, las negociaciones de paz se abrieron en 1644. Las conversaciones se prolongaron porque la lucha en sí continuaba. Hasta 1648 no se concluyó la Paz de Westfalia que puso fin a la larga guerra. Francia aseguró los obispados de Lorena de Metz, Toul y Verdun, así como la mayor parte de la provincia de Alsacia. Los suecos recibieron el oeste de Pomerania, incluida la ciudad de Stettin. Baviera se elevó en estatura y aseguró el alto palatinado. Brandeburgo ganó el este de Pomerania y Magdeburgo, importantes pasos hacia adelante en el surgimiento de lo que se convertiría en el Reino de Prusia. Las Provincias Unidas (República Holandesa) y la Confederación Suiza fueron reconocidas como independientes.

En términos de religión, la Paz de Westfalia reafirmó los términos de la Paz de Augsburgo de 1SS5 que permitieron a cada estado determinar la religión de sus habitantes pero elevó el número de religiones de dos a tres: catolicismo, luteranismo y calvinismo. En términos de tierras de la iglesia, quienes las poseían el 1 de enero de 1624 recibieron posesión, un arreglo que generalmente funcionó a favor de los protestantes.

Quizás lo más importante fue el arreglo constitucional. Los más de 300 estados alemanes fueron reconocidos como virtualmente soberanos, y cada uno tenía derecho a conducir su propia diplomacia y hacer tratados con potencias extranjeras. Este arreglo fue una invitación abierta a la intervención en Alemania de potencias externas, particularmente Francia, que con Suecia se convirtió en garante del tratado. Así, mientras gran parte del resto de Europa se soldaba en estados-nación fuertes dirigidos centralmente, Alemania se hundió en el caos.

Alemania había sido devastada por la guerra. Las ciudades fueron tomadas y saqueadas varias veces. La agricultura y la artesanía se arruinaron. La pestilencia y las enfermedades se propagaron, y quizás la mitad de la población alemana murió de estas y de una simple inanición. En consecuencia, fueron los pueblos atlánticos —holandeses, ingleses y franceses— quienes ahora tomaron la iniciativa en los asuntos mundiales. Solo con el tiempo comenzaron a formarse nuevos complejos de poder alrededor de Brandeburgo-Prusia en el norte y Austria en el sur. En 1740 comenzaron una lucha de 126 años para ver quién controlaría Alemania.


Referencias

Clark, G. N. The Seventeenth Century. Oxford, UK: Clarendon, 1950. Parker, Geoffrey. The Thirty Years’ War. New York: Military Heritage Press, 1988. Rabb, Theodore K. The Thirty Years’ War. 2nd ed. Lanham, MD: University Press of America, 1981. Wedgwood, C. V. The Thirty Years’ War. London: Jonathan Cape, 1944.

martes, 30 de noviembre de 2021

Edad media: Castillo de Harlech

Castillo de Harlech

W&W



Reconstrucción del castillo a principios del siglo XIV, visto desde el mar.

Puertas de entrada

La puerta del Rey en Caernarfon es una de las puertas de entrada más poderosas, iniciada en 1283. Frente a la entrada hay un puente giratorio; la parte delantera se elevó en un hueco mientras que la parte trasera cayó en un hoyo detrás. El pasaje estaba fuertemente defendido: si la puerta de entrada se hubiera completado, habría tenido no menos de cinco puertas de madera y seis rastrillos a lo largo de su longitud. La evidencia en los muros existentes sugiere que la sección trasera nunca terminada hizo que el pasaje girara en ángulo recto, desde allí sobre un segundo puente levadizo antes de llegar a la sala inferior.

Para entrar en la gran puerta de entrada de Harlech, se requería que el visitante pasara por la puerta de entrada exterior con sus torres gemelas y su puente giratorio, el pozo en el que cayó formando un obstáculo adicional. Luego siguió el pasaje de la puerta principal, arqueada en toda su longitud y flanqueada por enormes torres. El primer obstáculo fue una puerta de dos hojas cerrada por una barra de tiro que entraba en una ranura en el espesor de la pared. Le siguieron dos rastrillos, detrás de los cuales había otra puerta con barra de tiro. Más adelante en el pasillo había un tercer rastrillo, con posiblemente otro par de puertas en el frente. La habitación directamente sobre el pasaje de la puerta era una capilla flanqueada a ambos lados por una sacristía, pero también recibía los dos portones delanteros cuando se levantaba; el tercero subió a la más grande de las dos habitaciones traseras. El hecho de que este piso albergara los cabrestantes para operar el portón sugiere que fue utilizado por el alguacil. Arriba había otro piso, una suite residencial distribuida de la misma manera y presumiblemente diseñada para el rey o algunas personas de rango. La parte trasera de cada torre estaba provista de una torreta de escaleras y, además, una puerta en el primer piso en la parte trasera conducía a una plataforma y de allí a una escalera externa a nivel del suelo, permitiendo el acceso cuando todas las puertas estaban cerradas.

El maestro James de St. George probablemente diseñó la espléndida puerta de entrada de tres torres en Denbigh; una vez pasadas las torres gemelas en el frente, se ingresó a una sala abovedada (con una cámara en el piso de arriba). La torre trasera bloqueó la salida, lo que obligó a girar a la derecha hacia la sala.



En el estuario del río Dwyryd, en el sitio de un antiguo fuerte galés, construido por el maestro James de San Jorge para Eduardo I, 1283–90, con un costo de £ 9.500. El mar estaba más cerca entonces del castillo. Tenía un plan concéntrico con un amplio foso en dos lados. Una enorme puerta de entrada de dos torres mira hacia el este. La cortina interior tiene torres de esquina redondeadas. El telón del estrecho patio exterior es bajo, dominado por el interior. El Maestro James se convirtió en alguacil de Harlech 1290-3. Fue asediado por rebeldes galeses en 1294 pero aliviado. Las reparaciones se realizaron en el siglo XIV. Harlech fue sitiado y tomado en 1404 por Owen Glendower con aliados franceses, para convertirse en su base, y recuperado por Lord Talbot en 1408. En las Guerras de las Rosas, Harlech fue tomado en 1468 por Dafydd ap Ieuan, cuyos hombres eran los originales ' Hombres de Harlech '. El castillo fue sitiado y tomado por Yorkistas bajo el conde de Pembroke. Se llevó a cabo para los realistas en la Guerra Civil Inglesa.

A finales del siglo XIII, el rey Eduardo I de Inglaterra construyó una serie de castillos desde Caernarfon hasta Conwy y Harlech para asegurar sus conquistas en el norte del principado de Gales. En la medida en que los habitantes del país eran descendientes directos de la población británica de la provincia romana de Britannia y la última región no conquistada del imperio al norte de los Alpes, se ha dicho que las victorias de Eduardo allí representaron la caída final de los romanos. Imperio en Occidente.

El desembolso económico en estos castillos "eduardianos" fue enorme (en la década de 1970 se calculó que cada fortaleza costaba en términos modernos el equivalente a un avión supersónico Concorde) sobre todo porque se utilizaron los principios y técnicas de fortificación más actualizados. . La fuerza de estos lugares se demostraría años más tarde, cuando en 1404 el rebelde galés Owain Glyndwr sitió Harlech. Durante semanas, el lugar estuvo ocupado por sólo cinco ingleses y dieciséis galeses; cuando el castellano hizo propuestas para rendirse, la guarnición lo encerró. De hecho, el gran castillo no cayó por el asalto de sus atacantes galeses sino porque, al final, la fuerza esquelética que lo defendía decidió aceptar los términos y fue comprada. Unos sesenta años después, estaba una vez más en manos rebeldes, manteniéndose para la Casa de Lancaster cuando, en 1461, Eduardo de York se convirtió en rey como Eduardo IV. Estos "Hombres de Harlech" resistieron durante siete años, hostigando el campo vecino hasta que en agosto de 1468, después de un prolongado asedio, William Herbert, conde de Pembroke, finalmente recuperó el lugar para Edward. Una indicación del esfuerzo involucrado y la fuerza obvia de la fortaleza se encuentra en la Oficina de Registro Público, donde las cuentas muestran que se pagaron unas 5.000 libras esterlinas al conde por sus gastos.